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Ser Diputado es un alto honor y una suerte de supervivencia de las especies. Cientos
iniciamos el recorrido y, luego de meses o años, los menos somos electos. En ese
proceso, se abandonaron empresas y oficinas. Se invirtieron sumas cuantiosas para
promover a lo interno de los partidos, primero, y luego en las elecciones nacionales.
El éxito lo define el liderazgo, muchos dicen que para ser Diputado es suficiente con
saber leer y escribir. Esos argumentos descalificadores no opacan el liderazgo,
talento y responsabilidad cívica de los integrantes del Congreso, quienes, ni más ni
menos, somos el reflejo de las virtudes y defectos de la Sociedad que representamos.
En su momento expresé que prefería una ley que trasladara al directorio legislativo
la competencia de definir la remuneración de los Diputados, previo a los estudios
técnicos que así lo determinaran. Por ahora, señalo las razones de mi voto,
respetando el clamor popular que es en la dirección contraria.
Hoy que doy mi humilde punto de vista, le garantizo a los costarricenses que sigo fortalecido en mis
convicciones de servirle a la Patria, con empeño y entusiasmo, procurando persuadir a los Diputados de
todos los partidos que la Asamblea arrastra una deuda con esta sociedad y que debemos abonarla,
aprobando todas la semanas legislación de excelente calidad, como lo hemos hecho en este primer mes de
trabajo