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HISTORIA DE LA IGLESIA ANTIGUA - UNIDAD

CUATRO
LAS PERSECUCIONES BAJO EL REINADO DE NERN
Ningn medio humano, ni la generosidad del prncipe ni las
ceremonias de expiacin lograban apagar el rumor infamante
segn el cual el incendio haba sido provocado por orden
superior. Por eso, para acabar con este rumor, tach de
culpables e infligi tormentos refinados a aquellas personas
que eran comnmente detestadas por sus abominaciones y
que la chusma llamaba cristianos. Ese nombre les viene de
Cristo, a quien, bajo el principado de Tiberio, haba entregado
al suplicio el procurador Poncio Pilato; reprimida de
momento, esta abominable supersticin cobraba nuevas
fuerzas, no solamente en Judea donde haba nacido el mal,
sino incluso en Roma, donde afluye y encuentra una
numerosa clientela todo cuanto hay de afrentoso y digno de
vergenza.
Se comenz apresando a los que confesaban su fe; luego,
despus de sus delaciones, a otra muchas personas que eran
menos culpables del crimen del incendio que de odio contra la
humanidad.
Y no se contentaron con hacerlos morir: para mayor diversin,
se los revisti de pieles de animales para que fueran
desgarrados por los dientes de los perros, o bien eran
clavados en cruces o embadurnados con materias inflamables
y, al hacerse de noche, iluminaban las tinieblas como si
fueran antorchas.
Nern haba ofrecido sus jardines para este espectculo y
daba juegos en el circo, en donde unas veces se mezclaba con
el populacho vestido de auriga y otras veces participaba de
las carreras de pie sobre su carro. Por eso, aunque aquellos
hombres fueran culpables y dignos de los mayores castigos,
se tena compasin de ellos, pues se deca que los haca
desaparecer no en aras del inters pblico, sino por la
crueldad de uno solo
Tcito, Anales, XV, 44 (+- 115)

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