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tal puesto era visto como una traicin al pueblo de Israel porque se cobraba el
impuesto para el Cesar o sea Roma, y por ley se consideraba un puesto pecador e
impuro. Jess rompe las barreras de la Lay con su misericordia y Mateo, al
levantarse de su puesto, hace un gesto significativo de conversn dejando atrs su
pasado y aceptando la misericordia que Jess le ofrece. No hay puesto de pecado o
estilo de vida que ofenda a Dios del cual Jess no nos pueda salvar. Basta con que
seamos humildes y dejemos que su llamado entre a nuestro corazn. Como dice la
primera lectura de hoy: La palabra de Dios es viva, eficaz y ms penetrante que
una espada de dos filos. Llega hasta lo ms ntimo del alma, hasta la mdula de los
huesos y descubre los pensamientos e intenciones del corazn. Toda creatura es
transparente para ella. Todo queda al desnudo y al descubierto ante los ojos de
aquel a quien debemos rendir cuentas (Hebreos 4: 12-13). Nuestro corazn no
puede resistir al llamado de Dios, a la voz de Jess que escuchamos en su Palabra.
Y es por eso que como Mateo, muchos de nosotros nos hemos levantado de
nuestros puestos de comodidad y pecado para seguir a Jess. Porque su llamado es
irresistible. Y Jess nos llama todos los das. El segundo punto es que Jess nos
pide ser misericordiosos como l es misericordioso. Nos pide no juzgar a quienes
se acercan a l buscando misericordia. Podemos caer en la tentacin, como los
fariseos, de cuestionar la misericordia de Dios cuando personas que consideramos
semejantes a los recaudadores de impuestos y pecadores le buscan, a travs de
nosotros, de nuestro ministerio, de una cita con el padre, en la oficina parroquial,
en el trabajo o en hasta nuestra propia familia. No debemos calificar a las personas,
medirlas con nuestra propia vara, o excluirlas del amor y la misericordia de Dios.
Dios ama al pecador ms no al pecado. El doctor ama al enfermo ms no a la
enfermedad. Jess es el mdico, la medicina y la fuente de vida, y ha venido
precisamente por los enfermos y por los pecadores. Confiemos en la misericordia
de Dios y seamos misericordiosos. Oremos juntos: Te pedimos, Seor, Dios
nuestro, que sondees nuestros corazones con tu espritu y los purifiques con tu
amor. Aydanos a ser santos, a servirte con santidad a travs de la misericordia y
permtenos tener siempre presente tu misericordia en nuestras vidas. Te lo pedimos
por tu Hijo, Jesucristo, y por la intercesin de la bienaventurada Virgen Mara.
Amn.