Você está na página 1de 10

VI Jornadas de Etnografía y Métodos Cualitativos

Instituto de Desarrollo Económico y Social (IDES)


Centro de Antropología Social (CAS)
11, 12 y 13 de agosto de 2010

“De boliche en boliche”: sentimientos y temores de un aprendiz de clubber.


Julio César Estravis Barcala
juliocesareb@hotmail.com
Ayudante-alumno de Metodología de la Investigación Social (cátedra Dra. Ruth Sautu).
Miembro del Grupo de Estudios sobre Investigación Cualitativa (GEIC), Instituto de
Investigaciones Gino Germani. Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de Buenos
Aires (UBA).

Área de interés tentativa: “Instancias personales y afectivas del trabajo de campo como
vías para el conocimiento.”

Resumen
En esta ponencia reflexiono sobre el trabajo de campo que realicé entre 2009 y 2010 en
clubes y fiestas de música electrónica de la Ciudad de Buenos Aires, en el marco de un
Proyecto de investigación sobre géneros musicales populares dirigido por Pablo Semán.
Discuto cómo influenciaron en mis tareas de investigador cualitativo los sentimientos
generados por condiciones atípicas pero comunes en estos eventos, como son las largas
y agotadoras estadías en el campo (más de ocho horas en el caso del festival
Creamfields), con música ensordecedora entre miles de personas; el ambiente de
sofocación, calor y encierro con la incertidumbre de no saber qué pasa en el exterior; mi
recurrente sensación de “estar fuera de lugar” por asistir solo y no en grupos como la
mayoría de los clubbers; mi condición de sobriedad, en interacción con sujetos que en
muchos casos no lo estaban; y el miedo, al salir por la madrugada, de emprender el
regreso a casa, por la ubicación aislada típica de estos establecimientos. El rol del
investigador cualitativo en condiciones que hacen difícil comprender tanto “el punto de
vista del nativo” como el funcionamiento general de ese mundo social, constituye la
partida de esta reflexión.

Palabras clave: autoetnografía – reflexividad – emociones – música

1
“My mind is like a tape-recorder with one button:
Erase!”1
Andy Warhol,
incluido en un reciente set del popular DJ estadounidense Sasha
Introducción
La investigación cualitativa se ha constituido desde sus inicios a comienzos del
siglo XX como un “paradigma” (Cresswell, 1994) opuesto al entonces hegemónico, el
cuantitativo. “Los académicos cuantitativos relegaron la investigación cualitativa a un
status subordinado dentro de la arena científica. En respuesta, los investigadores cuali-
tativos ensalzaron las virtudes humanistas de su acercamiento subjetivo e interpretativo
al estudio de la vida humana de grupos humanos” (Denzin y Lincoln, 2005: 3).
Siguiendo a Sautu (2009), “las investigaciones cualitativas asumen el carácter
interactivo de la relación investigador/investigado (...), el peso de los valores del inves-
tigador y el uso de la inducción como estrategia básica de análisis y construcción teóri-
ca.” En este trabajo me acercaré a esa segunda dimensión: los sentimientos y temores
del investigador, a partir de mi experiencia desarrollada entre octubre de 2009 y abril de
2010. El marco de la investigación era el Proyecto PICT 02186 “Los géneros musicales
populares. Producción, circulación y recepción”, dirigido por Pablo Semán. Específi-
camente trabajé con Guadalupe Gallo, antropóloga y candidata a Maestría y Doctorado
en Antropología Social (IDAES), cuya investigación es sobre música electrónica.
Realicé ocho salidas a boliches y eventos, que duraron entre 3:30 y 8:30 horas, así como
cinco entrevistas (a las cuales no me referiré aquí).
Será central para esto la noción de “reflexividad” (Hammersley y Atkinson,
1994). En los inicios de la investigación cualitativa, “la agenda estaba claramente defi-
nida: el observador [iba] a un escenario extranjero para estudiar la cultura, costumbres y
hábitos de otro grupo humano” (Denzin y Lincoln, 2005: 3). Recién en el “cuarto mo-
mento” (el que va entre 1986 y 1990, llamado “crisis de representación”) entra en juego
la “reflexividad”: “los investigadores se enfrentaron con la cuestión de cómo ubicarse a
sí mismos y sus temas en textos reflexivos” (ibid.: 6). En los últimos años, el llamado a
un “giro reflexivo” en sociología se ha concentrado en “el lugar del investigador en el
campo [...] e invita al investigador a identificar los afectos que él o ella puedan llegar a
haber tenido en el proceso de investigación y los datos obtenidos” (O’Reilly, 2005: 222-
223 citado en McKenzie, 2009: 5.20).

1
“Mi mente es como un pasacassette con un solo botón: ¡‘Borrar’! “

2
“El investigador cualitativo puede ser descripto utilizando imágenes múltiples y
sexuadas [gendered]” (Denzin y Lincoln: 7): en mi caso la más adecuada sería la de
aprendiz de clubber, pues yo pretendía comprender el universo de significado de los
boliches de música electrónica de Buenos Aires. Adopté un rol de “participación total”
(Denscombe, 1999) o “completa” (Brewer, 2000; citado en McKenzie, 2009: 2.3) rea-
lizando, en términos generales, una investigación “encubierta”. Si bien la discusión ética
no es tema de este trabajo, creo haber respetado el espíritu de la investigación cualita-
tiva al no dañar la integridad de los sujetos y buscar genuinamente ampliar el conoci-
miento (Denzin y Lincoln, 2005; Hammersley y Atkinson, 1994; McKenzie, 2009).

Antecedentes: los afectos en la investigación cualitativa


La reflexión sobre el rol del investigador en su trabajo de campo, a pesar de ser
una de las características de lo cualitativo, no ha estado muy presente en las produc-
ciones académicas nacionales.2 Una excepción son los trabajos de Javier Auyero. En La
política de los pobres habla de una “economía de sensaciones” (Auyero, 2001: 15); y en
las Conclusiones desarrolla el tema de “la reflexividad como herramienta” (ibid: 224 y
ss.) También en Inflamable la reflexividad ocupa un rol central, ya que Débora Swistun,
antropóloga y coautora, nació y vivió toda su vida en villa Inflamable. El libro incluye
extensos fragmentos de sus notas de campo, en las que reflexiona sobre su condición de
“nativa” y, a medida que va conociendo la magnitud de la contaminación, llega a
preguntarse: “¿qué hago viviendo acá todavía?” (Auyero y Swistun, 2008: 198).
En los EEUU, algunas de las preguntas que Reuben May tuvo que hacerse antes
de emprender su estudio sobre la escena nocturna de bares en la ciudad universitaria de
Athens fueron: “¿Era profesionalmente viable tal proyecto? ¿Cómo afectaría negativa-
mente mi edad en las cosas que podría aceptablemente hacer en tal escenario? ¿Cómo
negociaría el asunto de la raza, siendo yo uno de los pocos afroamericanos que frecuen-
taba el centro de la ciudad? Y finalmente, ¿cómo influenciaría yo en la interpretación de
los otros acerca de mi juguetona tendencia a coquetear con las mujeres?” (May, 2003:
447). Aunque la escena es similar, en mi caso ni la raza ni la edad fueron problemáticos
(tengo 22 años y la mayoría de los asistentes a estos eventos son mayores). En cuanto a
la viabilidad profesional, el personalismo y el amiguismo de las prácticas de investiga-
ción en el ámbito de la sociología en la UBA me habían ya preparado para toparme con

2
Por ejemplo, Kessler (2004) en su investigación sobre jóvenes que han cometido delitos contra la
propiedad; o Moreira (2008) en los preparativos para los festejos del centenario de un club de fútbol.

3
vínculos laxos e informales. Y el tema del sexo no era, según pude percibir en mis
salidas, una motivación importante para los clubbers.
En líneas generales, se puede hablar de este sentimiento como “afectividad” en
su cuarta acepción (“tendencia a la reacción emotiva o sentimental”, RAE, 2001).
Trabajos como el de Auyero y Swistun, el de May o el de Wacquant (2006) sobre los
boxeadores en Chicago, ponen en discusión el involucramiento afectivo del investigador
cualitativo con su objeto y su relación con el conocimiento producido.

Un cóctel de sentimientos
Desconcierto: ¿qué estoy haciendo?

desconcierto (De desconcertar).


2. m. Estado de ánimo de desorientación y perplejidad.(RAE, 2001)
“¡Ah, miralo a Julito, ahora sale de noche, va a bailar a Pachá, toma pastillas!”.
Más de una vez escuché esa frase en reuniones con amigos cuando les contaba de mi
investigación. Efectivamente, uno de los primeros sentimientos que me invadieron fue
el de desconcierto: ¿qué estoy haciendo acá? ¿Por qué tras vivir mi adolescencia alejado
de la noche decidí meterme en un ambiente que no va con mi personalidad “diurna”?
Estaba incursionando en “un terreno delicado” (tricky ground). “El terreno es
delicado porque es complicado y cambiante, y también es delicado porque puede jugarle
malas pasadas3 (...) a los investigadores” (Smith, 2008: 113). Mis conocimientos del
terreno eran pocos, no más de lo que me pudo introducir Guadalupe en nuestras charlas
previas a la primera salida y lo que saqué de mis lecturas sobre el tema, particularmente
estudios culturales angloparlantes del área de la música popular y la cultura joven (por
ejemplo Bennett, 1999; Grossberg, 1983-1984; Frith, 1981, 2003).
Aprendí que la música house nació en Chicago, particularmente en un boliche
llamado “The Warehouse” -de ahí el nombre-, a mediados de la década de 1980. En
1987 fue exportado un verano a las costas europeas, donde se cruzó con el incipiente
“éxtasis”, volviendo luego a EEUU y Gran Bretaña dando nombre al “acid house”
(Bennett, 2000: 74). Era la época de las raves clandestinas en fábricas abandonadas y
terrenos baldíos, robando electricidad de la calle y teniendo que desalojar el establo a
las 5 de la mañana porque entraban los farmers a ordeñar las vacas (Champion, 1997:
115). Formalmente el house se compone de “un beat potente y repetitivo de entre 120 y
140 bpm [beats por minuto] y el uso de secuenciadores, sintetizadores y, desde media-
3
Juego de palabras entre ‘jugarle malas pasadas’ [“play tricks”] y ‘delicado’ [“tricky”].

4
dos de los ochenta, samplers (...)” (Rietveld, 1997: 124)4. Con estos conocimientos me
sentí listo para salir al campo y apreciar la escena electrónica de Buenos Aires.

Emoción: las salidas, la música, la noche

emoción (Del lat. emotĭo, -ōnis).


1. f. Alteración del ánimo intensa y pasajera, agradable o penosa, que va
acompañada de cierta conmoción somática.
2. f. Interés, generalmente expectante, con que se participa en algo que está
ocurriendo. (RAE, 2010)
Dave Haslam (1997: 169) explica en unas pocas palabras que “[s]alir a bailar
[clubbing] ejerce una fantástica atracción. Ir a los boliches [permite] olvidar la munda-
nidad y vestirse para impresionar; (...) encontrarse, relajarse, dejarse llevar, conocerse y
charlar”. Es la “emoción” de “sentir cómo me deslizo hacia adentro y hacia afuera,
sometido a la música”, de “olvidar qué estaba haciendo hasta que el baile se volvió casi
automático” (Malbon, 1999: xii). Mucho de esto sentí en mis primeras salidas.
Pachá es uno de los boliches más antiguos y renombrados de la escena electróni-
ca local. Está ubicado en Avenida Costanera y La Pampa, a la vera del río. Pasan solo 3
líneas de colectivos y la mayor parte del público llega en auto o taxi. Como es caracte-
rístico desde los inicios del house, se trata de un lugar cuya “ubicación en el tejido
urbano” es clave para su carácter “underground”, pues está “lejos del área principal de
entretenimiento” de la ciudad (Rietveld, 1997: 126, hablando de Chicago).
En mi primera salida, el 17 de octubre de 2009, llegamos a Pachá con Guadalupe
a las 2 AM. Era “temprano” y yo estaba bastante emocionado: tanto en el sentido de una
“alteración del ánimo intensa”, agradable, como en el de “interés expectante” en algo
que está ocurriendo. En general siempre me pasó lo mismo con las sucesivas salidas a
Pachá: la primera hora me siento muy bien, la música está a un nivel ideal, alto pero
tolerable, no hay tanta gente y el calor humano me mantiene despierto y alerta; pero
después empieza a tornarse denso y caluroso, por la gente y el humo de cigarrillo5.
La mayoría de las personas estaban acompañadas o en grupos, por lo cual no me
sentí extraño esta primera vez. A partir de la segunda (el 24 de octubre) sí empecé a
notarme “fuera de lugar”, como atestigua el siguiente extracto de mis notas de campo:

4
Agradezco a Pablo Alabarces por haberme prestado su libro The clubcultures reader, compilado del
cual citaré varios artículos en este trabajo.
5
Malbon (1999: xiii) relata sensaciones similares: “Los oídos me zumbaban terriblemente (...) Me sentía
verdaderamente sucio. Sucio, cansado y con frío. (...) Me dolía el pecho por (...) los cigarrillos. [Tenía] el
oído y la vista tomados”.

5
Ahí en la vereda me sentía extraño. Por lo general las únicas personas solas esta-
ban hablando por celular con –supongo- los acompañantes que más tarde se les
sumaron. Esa es otra cosa que noté: en todo grupo había una o dos personas ha-
blando por celular, arreglando cosas como “estamos en la puerta” o “entramos y te
esperamos”.
(24 de octubre de 2009, circa 1:30 AM)
Yo me limitaba a ir y volver de una punta a la otra de la vereda. Finalmente me
acerqué a uno de estos grupos de chicas y una de ellas me pasó su teléfono para contac-
tarla durante la semana (aunque nunca sucedió, ver “Frustración”, infra). Mi interés es-
taba en comprender la dinámica del lugar y sus habitués. Como dice Geertz (1995: 30):
“Hay que atender a la conducta y hacerlo con cierto rigor porque es en el fluir de la con-
ducta –o, más precisamente, de la acción social- donde las formas culturales encuentran
articulación”. En mis notas de campo, redactadas entre uno y dos días siguientes a cada
salida, trataba de plasmar eso en alrededor de 5 páginas.

Frustración: conseguir contactos


frustrar (Del lat. frustrāre).
1. tr. Privar a alguien de lo que esperaba. (RAE, 1994)
Mi tarea desde el principio fue bastante clara: conseguir “contactos” para entre-
vistar en base a una guía semiestructurada que se venía aplicando en el Proyecto. Para
ello debía ir a los boliches, encontrarme con los “nativos” en su “ambiente natural” y,
tras comentarles de la situación, obtener su número de teléfono o e-mail para combinar
un encuentro en la semana.
El primer obstáculo es el que presenta toda investigación cualitativa que requiera
de entrevistas en profundidad más o menos largas (que no se pueden hacer “en el cam-
po”). El futuro entrevistado debe conocer mínimamente los objetivos de la investiga-
ción, su inserción institucional y confiar en la idoneidad del entrevistador. Todo esto se
me dificultó en un ámbito como el del boliche, con la música, calor y demás caracterís-
ticas antes mencionadas. Es decir, no me iban a creer que era un estudiante de sociolo-
gía que los/las iba a llamar en la semana para “hacer una entrevista” para una investiga-
ción sobre música electrónica6. En otros casos, tras acceder a pasarme su celular, no
quisieron luego concretar un encuentro personal pero se ofrecieron a hacerla por e-mail
o chat. Los más frustrantes, finalmente, fueron cuatro jóvenes que me pasaron su telé-
fono, combinamos en buenos términos una entrevista y, al llegar el momento de las
citas, se ausentaron sin previo aviso mientras yo los esperaba.

6
La cuestión de género puede haber influido también. Una de las mujeres a las que me acerqué con mi
speech pensó que la quería “seducir” y se despidió de mí con un “¡suerte, que te recibas!”

6
En cuanto al muestreo no tuve problemas. No me habían indicado rangos de
edad, sexo o apariencia específicos, por lo cual busqué entrevistados representativos, es
decir, que pudieran dar “información directamente relevante a los objetivos de la entre-
vista” (Valles, 1999: 213).

Miedo: llegar al lugar, volver a casa


miedo (Del lat. metus).
1. m. Perturbación angustiosa del ánimo por un riesgo o daño real o imaginario.
2. m. Recelo o aprensión que alguien tiene de que le suceda algo contrario a lo
que desea. (RAE, 2001)
El miedo del que hablaré nunca pasó por el peligro de ser “desenmascarado” en
mi rol de investigador. La literatura metodológica (Taylor y Bogdan, 1984; Hammersley
y Atkinson, 1994) habla de la “negociación” del rol y de las (aparentes) menores difi-
cultades de investigar en lugares públicos (como los boliches). El fructífero debate entre
observación “declarada” o “encubierta” (vid Ward, 2008 ó McKenzie, 2009) nos ha
enseñado que toda observación “declarada” incluye acciones o motivaciones “encubier-
tas”, en principio por la imposibilidad de informar a todos los sujetos, todo el tiempo, de
nuestra actividad. Si bien mi investigación fue “encubierta”, con todas las personas con
quienes hablaba yo explicitaba mi lugar... pues mi interés era conseguir “contactos”.
Me refiero a algo más lato, en el sentido de la percepción de un “riesgo o daño
real o imaginario”, como dice el Diccionario. El “real” fue el que sufrí en diciembre del
año pasado llegando al festival Creamfields, como atestiguan mis notas de campo:
Salí a las 7 de mi casa a tomarme el colectivo 47. Había muy poca gente y el día
estaba horrible. Llegando a Soldati ya empezaba a anochecer. Me bajé en Roca,
apenas dobló desde Soldado de la Frontera, y caminé para atrás. Crucé esa calle y
el ambiente estaba pesado, amenazante. No se veía gente con pinta de ir a
Creamfields caminando hacia donde yo iba. Seguí por esa vereda, la de un edificio
de monoblocs enfrente del Autódromo, y a los 30 metros me robaron. Recuperé
increíblemente gran parte de mis cosas gracias a la ayuda de unos señores del
barrio, menos el celular, las monedas y la plata (los documentos sí).
(19 de diciembre de 2009, circa 8:30 PM)
Para un joven estudiante de sociología yendo a hacer trabajo de campo fue muy
fuerte ser abordado por seis “pibes chorros” de alrededor de 17 años. Me quedé ahí
parado con mi entrada para el festival (lo único que me quedaba) en el bolsillo,
pensando en nada hasta que milagrosamente pude recuperar gran parte de mis cosas.
Desde esa salida empecé a mirar con otros ojos la cuestión de la investigación.
Si bien me sentía privilegiado por estar trabajando en un tema que me gustaba y que me

7
iba a servir no solo intelectualmente sino en las 50 horas de investigación que me
reconocerían, mi integridad física vulnerada comenzó a pedir atención. No por los 100
pesos, que van y vienen, sino porque la próxima vez podrían no ser tan amables.
Ello no obstante, seguí saliendo durante el verano. Tanto Crobar como Pachá
son, como mencioné, lugares de relativamente difícil acceso, en especial al acudir solo y
sin auto, como yo. El viernes 12 de febrero fui a Crobar y cuando salí, a las 6 AM, llo-
vía y aún estaba oscuro. Los 80 metros que separan el local de la Av. Libertador no fue-
ron problema porque circulaban autos. Pero una vez en Bullrich, la total ausencia de
gente hasta llegar a Santa Fe me resultó un factor intimidante. Sentía que en cualquier
momento podía salir una persona de entre los matorrales a mi izquierda y yo iba a tener
que responderle lo que quisiera a lo que me fuera a pedir...
Y seguí. La última vez que sentí dudas sobre la continuación de la investigación
fue cuando acudí a Bahrein, un boliche en pleno microcentro porteño, el sábado 3 de
abril. A medida que nos acercábamos al invierno los días se hacían más cortos, y no
amanecía hasta bien pasadas las 6 AM. Salí a las 5:30, afuera era de noche y hacía
mucho frío, más de lo que había calculado al traer mi abrigo. Esperé el colectivo un
buen tiempo y esa semana (domingo, lunes, martes y miércoles, por lo menos) estuve
disfónico, con tos, y el martes confinado en la cama tomando té porque tuve fiebre.
La reflexión que me planteé, entonces, fue: ¿en nombre de qué hago esta inves-
tigación? La poca comunicación con mis orientadores también contribuyó a mi desen-
canto. Pero el miedo fue seguramente la causa más importante, y opacó toda la emoción
que la música electrónica, al menos en vivo, me transmitía.

Comentarios conclusivos: ¿tirar la toalla o seguir remando?


Ocho salidas no lograron dejar mi cabeza como una cinta en blanco, como reza
el fragmento de Warhol que encabeza estas reflexiones; pero sí me hicieron aflorar
ciertas cuestiones que quise compartir en estas Jornadas a través de mi ponencia.
Para empezar, dar cuenta de una primera experiencia de trabajo de campo cuali-
tativo en un entorno no de lo más propicio para la investigación como es la escena elec-
trónica. Música a niveles ensordecedores, humo, gente apretada y la propia condición
“ociosa” de salida nocturna dificultaron mi “noble tarea” de conseguir contactos para
entrevistar en el marco del proyecto de investigación.
En segundo lugar, plantear la importancia de las instancias afectivas del trabajo
de investigación cualitativo desde mi experiencia personal. Al ser mi primer trabajo de

8
esta magnitud, no puedo asegurar si las desventuras que enumeré aquí me alejarán defi-
nitivamente de esta senda, pero sí que me han hecho replanteármela seriamente. Por otra
parte, mi gusto por la música electrónica no se vio alterado, y creo que de no haber sido
entusiasta de este estilo nunca habría podido siquiera empezar con la investigación.
Por último, creo que son muy fructíferos estos encuentros en los que los jóvenes
investigadores podemos tanto relatar nuestras peripecias como escuchar las de los cole-
gas más experimentados, para así aprender de los errores y enfatizar los aciertos de una
empresa que, como toda disciplina científica, se construye en equipo.

BIBLIOGRAFÍA
• AUYERO, Javier (2001), La política de los pobres. Las prácticas
clientelistas del peronismo, Buenos Aires, Manantial.
• ______________ y Débora SWISTUN (2008), Inflamable.
Estudio sobre el sufrimiento ambiental, Buenos Aires, Paidós.
• BENNETT, Andy (1999), “Subcultures or neo-tribes? Rethinking the
relationship between youth, style and musical taste”. Sociology; 33(3): 599-617.
• _____________ (2000), Popular music and youth culture, Londres,
Macmillan.
• BREWER, John D. (2000), Ethnography, Buckingham & Philadelphia,
Open University Press.
• CHAMPION, Sarah (1997), “Fear and loathing in Wisconsin”, en
REDHEAD, Steve, Derek WYNNE y Justin O’CONNOR (eds.), The clubcultures
reader. Readings in popular cultural studies, Oxford, Blackwell, pp. 112-123.
• CRESSWELL, John W. (1994), Research Design. Qualitative &
Quantitative Approaches, Thousand Oaks, Sage. Capítulos 1, 5, 6 y 8 [Traducción
resumida por Olga Sösinski (2007), Documento de Cátedra 21 para Metodología de
la investigación social (cátedra Ruth Sautu), Facultad de Ciencias Sociales, UBA.
Disponible en http://www.scribd.com/doc/24856591/DC-21-Creswell-1994?
secret_password=2aothol4me7u6qpxie0y ]
• DENSCOMBE, Martyn (1999), The good research guide for small-scale
social research projects, Buckingham, Open University Press, 1999, caps. 7-8.
[Traducción resumida por Betina Freidin, Alejandra Otamendi e Ignacia Perugorría
(2001), Documento de Cátedra 4 para Metodología de la investigación social
(cátedra Ruth Sautu), Facultad de Ciencias Sociales, UBA. Disponible en
http://www.scribd.com/doc/26616653/DC-4-Denscombe-1999?
secret_password=1jc2e4rkjk43t6g3kgnm ].
• DENZIN, Norman K. e Yvonna S. LINCOLN (2005), “Introducción: la
disciplina y la práctica de la investigación cualitativa”, en DENZIN, Norman K. e
Yvonna S. LINCOLN (eds.), The Sage Handbook of Qualitative Research, 3ra ed.,
Thousand Oaks, Sage. [Traducción resumida por Carolina Najmias y María Pía
Otero (2006), Documento de Cátedra 13 para Metodología de la investigación social
(cátedra Ruth Sautu), Facultad de Ciencias Sociales, UBA. Disponible en
http://www.scribd.com/doc/26617054/DC-13-Denzin-y-Lincoln-2005?
secret_password=2os2e3wvt8rc490szqtn ].

9
• FRITH, Simon (1981), “The magic that can set you free': the ideology of
folk and the myth of the rock community”, Popular Music; 1: 159-168.
• ____________ (2003), “Música e identidad”, en HALL, Stuart y Paul
DU GAY (comps.), Cuestiones de identidad cultural, Buenos Aires, Amorrortu, pp.
181-213.
• GEERTZ, Clifford (1995), “Descripción densa: hacia una teoría
interpretativa de la cultura”, en La interpretación de las culturas, Barcelona, Gedisa,
pp. 19-40.
• GROSSBERG, Lawrence (1983-1984), “The politics of youth culture:
some observations on rock and roll in American culture”, Social Text; 8: 104-126.
• HAMMERSLEY, Martyn y Paul ATKINSON (1994), Etnografía.
Métodos de investigación, Barcelona, Paidós.
• HASLAM, Dave (1997), “DJ culture”, en REDHEAD, Steve et al.
(eds.), op. cit., pp. 168-179.
• MALBON, Ben (1999), Clubbing: Dancing, Ecstasy and Vitality,
Londres: Routledge.
• MAY, Reuben Buford (2003), " ‘Flirting with boundaries’: a Professor's
narrative tale contemplating research of the wild side”, Qualitative Inquiry; 9 (3):
442-465.
• McKENZIE, John S. (2009), “''You don't know how lucky you are to be
here!': Reflections on covert practices in an overt participant observation study”.
Sociological Research Online; 14(2), 8.
• MOREIRA, María Verónica (2008), “Club social y deportivo: hinchas,
política y poder”, en ALABARCES, Pablo y María Graciela RODRÍGUEZ
(comps.), Resistencias y mediaciones. Estudios sobre cultura popular, Buenos
Aires, Paidós, pp. 113-138.
• O’REILLY, Karen (2005), Ethnographic methods, Londres, Routledge.
• RAE (Real Academia Española) (2001), Diccionario de la Lengua
Española, Vigésima segunda edición, Madrid, RAE.
• _________________________ (2010), Diccionario de la Lengua
Española, Avance de la vigésima tercera edición, disponible online en
http://www.rae.es/rae.html [consulta: 12 de mayo de 2010].
• RIETVELD, Hillegonda (1997), “The House sound of Chicago”, en
REDHEAD et al. (eds.), op. cit., pp. 124-136.
• SAUTU, Ruth (2009), “El marco teórico en la investigación cualitativa”,
Controversias y Concurrencias Latinoamericanas ALAS, 1 (1): 155-177.
• SMITH, Linda Tuhiwai (2008), “On tricky ground. Researching the
native in the age of uncertainty”, en DENZIN, Norman K. e Yvonna S. LINCOLN
(eds.), The landscape of qualitative research (3º ed.), Thousand Oaks, SAGE, pp.
113-143.
• TAYLOR, Steven J. y Robert BOGDAN (1984), Introducción a los
métodos cualitativos de investigación, Barcelona, Paidós.
• VALLES, Miguel (1999), Técnicas cualitativas de investigación social,
Madrid, Síntesis.
• WACQUANT, Loïc (2006), Entre las cuerdas. Cuadernos de un
aprendiz de boxeador, Buenos Aires, Siglo XXI.
• WARD, Jenni (2008), “Researching drug sellers: An 'experiential'
account from 'the field' “.Sociological Research Online; 13(1), 14.

10

Você também pode gostar