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Seix Barral Los ‘Tres Mundos Guillermo Martinez Borges y la matematica BORGES Y LA MATEMATICA. Clases del Malba” Primera clase (19 de febrero de 2003) Ena introduccién al libro Matemdticas eimagina- _ci6n, de Kasner y Newman, Borges dice que la matemé- tica, al igual que la misica, puede prescindir del uni- ‘verso. Quiero agradecerles que esta tarde ustedes hayan rescindido del universo —y de la Argentina—para es- tar aquf y escuchar esta charla. El dngulo, el sesgo y la interpretacion. ‘Thomas Mann y el dodecafonismo. EL juego de la interpretacién como un juego de balance Bien, Borges y la matemtica, Siempre que uno elige un éngulo, un tema, introduce de algiin modo tuna distorsin sobre el fenémeno que se propone es- tudiar. Algo bien sabido por los fisicos, no es cierto? ‘También ocurre cuando uno trata de abordara un es- ctitor desde un éngulo en particular: muy pronto uno * Durante el proceso deedicién de estas dass se repet elton colo ui se encuentra en las arenas movedizas de la interpreta- ion, En este sentido, convene tener en cuenta que el juego de la interpretaci6n es un juego de balance en el ‘que uno puede errar por exceso o por defecto. Diga~ ‘mos, sins aproximamos alos textos de Borges con un enfoque puramente matemético, muy especializado, podemos quedar por encima del texto. Aqui “encima” ‘sen realidad afuera: podrfamos encontrar o forzar al textoa decir cosas que el texto no dice, ni tiene ningu- na intenci6n de decir. Un error de erudicién,Por otro lado, si desconocemos en absoluto los elementos de matematica que estin presentes reiteradamente en la obra de Borges, podemos quedar por debajo del texto. Entonces, voy a intentar un ejercicio de equilibrio. Sé ‘que aqué en la sala hay gente que sabe mucha matem4- tica, pero yo voy a hablar para los que s6lo saben con- tar hasta diez. Es mi desaflo personal. Todo lo que di- ga deberia poder entenderse con s6lo saber contar hrasta diez. Hay una segunda cuestion todavia més delicada, ala que se refirié Thomas Mann cuando fue obliga do a insertar una nota al final de su Doktor Faustus para reconocer la autoria intelectual de Schénberg en Ia teoria musical del dodecafonismo. Thomas Mann, Io hizo a disgusto, porque consideraba que esa teoria musical se habfa transmutado en algo distinto al ser ‘moldeada literariamente por él “en un contexto ideal para asociarla a un personaje ficticio” (su composi- tor, Adrian Leverkuhn). De la misma manera, los ele Jtica que aparecen en la obra de ‘estan moldeados “algo distinto”:en literatura, y tr faremos de reco- ransmutados en nocerlos sin separarlos de ese contexto de intencio- nes literarias. Por ejemplo, cuando Borges da comienzo a su en= sayo “Avatares de la tortuga” y dice: “Hay un concepto J, quees el corruptor y el desatinador de os otros. No ha- blo del Mal cuyo limitado imperio es laética; hablo del finito”, la vincalacién del infinito con el Mal, la su- remacfa en malignidad, burlona pero certera, que es- {_ tablece, quita de inmediato al infinito del sereno mun- | do de la matematica y pone bajo una luz levemente amenazadora toda la discusién pulcra en formulas, ca- si técnica, que sigue. Cuando dice a continuacién que Ja numerosa hidra es una prefiguracién o un emblema ) de las progresiones geométricas, se repite el juego de proyectar monstruosidad y “conveniente horror” sobre [tins msc pres Cudnto sabia Borges de matematica. Precauciones sobre su biblioteca. La verdad en matemaética y en literatura iCudnto sabia Borges de matematica? El dice en ese mismo ensayo: “cinco, siete afos de aprendizaje -etafisico, teol6gico, matemiético me capacitarian (tal ver) para planear decorosamente una historia del in- finito”, La frase es lo suficientemente ambigua como para que sea dificil decidir si realmente dedicé esa can- tidad de afios a estudiar, o s s6lo un plan a futuro, pe- 10 esté claro que Borges sabe por lo menos los temas {que estén contenidos en el libro que él prologa, Mate- ‘mdticas eimaginacién, y que son bastantes.Es una be~ nna muestra de lo que se puede aprender en un primer curso de algebra y anélisis en la universidad. Se tratan all las paradojas logics, la cuesti6n de las diversas cla- ‘es de infinito algunos problemas bésicos de topolo- gia, a teoria de las probabilidades. En el prélogo a es~ te libro, Borges recuerda al pasar que, segiin Bertrand Russel, la vasta matemética quiza no fuera més que una vasta tautologia, y deja ver, con esta observacién, {que también estaba al tanto, por lo menos en esa ép0- ‘a, de lo que era una discusién crucial en los funda- ‘mentos de la matemética. Una discusién que dividia aguas y daba lugar a agudos debates, centrada en la ‘cuestin de la verdad: lo verdadero versus lo demos- ‘rable. TLE. Digamos que en su trabajo habitual de escudrifiar Jos universos de formas y de nimeros los matemsticos encuentran conexiones recurrentes, patrones, ciertas relaciones que se verifican siempre, y estén acostum- brados a creer que estas relaciones, si son verdaderas, lo son por alguna raz6n, estin concertadas de acuerdo a.un orden exterior, platonico, que debe descifrarse. ‘Cuando encuentran esa razén profunda—y en general oculta—la exhiben en lo que se llama una demostra- ci6n, una prueba, Hay de esta manera dos momentos en la matem4~ ‘ica, igual que en el arte: un momento que podemos lla~ ‘mar de iluminaci6n, de inspiracién, un momento soli- tario e incluso “elitista” en que el matemitico entrevé, en un elusivo mundo platénico, un resultado que con- sidera que es verdadero; y un segundo momento, diga- mos, democratico, en el que tiene que convencer de esa ‘verdad a su comunidad de pares. Exactamente del mis- ‘mo modo en que el artista tiene fragmentos de tina vi- sién y luego, en un momento posterior, debe ejecutar- la enla escritura de la obra, en a pintura, en lo que fue- re, En ese sentido, los procesos creativos se parecen ‘mucho. ;Gual es la diferencia? Que hay protocolos for- ‘ales de acuerdo con los cuales la verdad que el mate- ‘mitico comunica a sus pares la puede demostrar paso por paso a partir de principios y “reglas de juego” en las que todos los matemiticos coinciden. En cambio, una demostracién de un hecho estético no es tan general. Un hecho estético siempre esta sujeto a criterios de au- toridad, a modas, a suplementos culturales,a la deci- sién personal y tiltima —muchas veces perfectamente caprichosa— del gusto, Ahora bien, los mateméticos pensaron durante ‘es, Que si algo era verdadero siempre se esa exhi- birla razén de esa verdad a través de los pasos légicos de una demostracién, de una prueba. Sin embargo, ‘que lo verdadero no es igual que lo demostrable lo sa- | ben desde siempre, por ejemplo, los jueces: suponga- ‘mos que tenemos un crimen en un cuarto cerrado (o, |, més modernamente, en un country cerrado) con sélo dos sospechosos posibles. Cualquiera de los dos sos- | pechosos sabe toda la verdad sobre el crimen: yo fui 0 ‘yo no fui. Hay una verdad y ellos la conocen, pero la justicia tiene que acercarse a esta verdad por otros procedimientos indirectos: huellas digitales, colillas, pitutos (risas). Muchas veces la justicia no lega a pro- bar nila culpabilidad de uno nila inocencia del otro Algo similar ocurre en la arqueologfa: sélo se tienen B -verdades provisorias, la verdad tiltima queda fuera del alcance, es la suma incesante de huesos de lo demos- trable. ‘Asi, en otros terrenos, la verdad no necesariamen- te coincide con lo demostrable. Bertrand Russell fue ‘quiz quien més se afané en probar que dentro de la ‘matemitica sf se podian hacer coincidir los dos térmi- nos, que la matemitica no era mas que “una vasta tau tologia”, De algiin modo ése era también el programa de Hilbert, un gran intento de los mateméticos para dar garantias de que todo lo que se probara verdadero, por cualesquiera métodos, se iba a poder demostrar a pos- teriori de acuerdo con un protocolo formal que pudie- ra prescindir de la inteligencia, un algoritmo que pu- diera corroborar la verdad de una manera mecénica y ‘que pudiera modelarse en una computadora. Eso hu- biera sido en el fondo reducir la matemética a lo que puede probar una computadora. Finalmente se demostr6,y ée fue el resultado dra~ siético de Kurt Godel en los aftog 30)—su famoso teo- rema de incompletitud—que las cosas no son asf, que Ja matematica se parece més bien a la criminologia en este aspecto: hay afirmaciones que son verdaderas y ‘quedan, sin embargo, fuera del alcance de las teorias, formales. 0 sea, las teorfs formeles no pueden ni de- [se Ja afirmacién ni demostrar su negacién, ni su culpabilidad ni su inocencia. Lo que quiero sefalar es que Borges vislumbraba el origen de esta discusi6n | (aunque no parece que se hubiera enterado desu de- \ senlace).. 4 Elementos de matemdtica en la obra de Borges. Hay elementos de matemética muy variados a lo largo de la obra de Borges. El paso obvio natural, cuando uno se acerca a este tema, es rastrear todas esas, hhuellas matemiticas en sus textos. Eso ha sido hecho, y muy bien, en varios de los ensayos del libro Borges y la ciencia (Eudeba). Pueden encontrar alli ensayos so- bre Borges y la matemitica, sobre Borges y la investi- gaciGn cientifica, sobre el tema de la memoria, sobre Borges y la fisica. He dicho alguna vez en broma que mi preferido es “Borges y la biologia”. Luego de algu- ‘nos rodeos, yalgo desolado, casi como disculpéndose, el autor se decide a escribir que después de haber lef- do la obra completa de Borges tiene que decir que no hay ninguna vinculacién entre Borges y la biologfa. iNinguna! (risas). El hombre habia descubierto con te- ror algo en este mundo —Ia biologla— que Borges no habia tocado. Pero si hay, profusamente, elementos de matemé- tica. Yo voy a abusar un poco de mi condicién de escri- tor para tratar de hacer algo ligeramente diferente: voy a tratar de vincular los elementos de matemética con ‘todos modos algunos de los textos donde las ideas ma- ‘ematicas asoman con més claridad: los cuentos “El dis- 0", “Ellibro de arena’, “La biblioteca de Babel’ “La lo- terfa de Babilonia’, “Del rigor en la ciencia’ “Examen. de la obra de Herbert Quain, Argumenturn ornitholo- sicum; los ensayos “La perpetua carrera de Aquiles y as | Ja tortuga” junto con “Avatares de la tortuga’; “El idio- | ma analitico de John Wilkins’, “La doctrina de los ci- clos’, “Pascal” junto con “La esfera de Pascal’ etc. Hay | tos que son inchso pequtaslecciones de matems- tica. Aun asi aun dentro de esta variedad, ceo yo que hay tres temas que son recurrentes.¥ esos tres temas aparecen reunidos en el cuento “El Aleph’ les propon- go que los estudiemos desde alli. Elinfinito de Cantor Los voy a mencionar en orden inverso al que apa- recen; el primer elemento ¢s el infinito o los infinitos. ice Borges hacia el final del relato: “Dos observaciones quiero agregar: una sobre la naturaleza del Aleph, otra sobre su nombre. Este, ‘como es sabido, es el de la primera letra del alfa- beto de la lengua sagrada. Su aplicacién al disco de la historia no parece casual. Para la Cabala esa letra significa cl En Soph, la ilimitada y pura divi- nidad. También se dijo que tiene la forma de un hombre que sefala el cielo yl tierra, para indicar ‘que el mundo inferior es el espejo y el mapa del superior. Para la Mengenlehre es el imbolo de los _nimeros transfinitos en los que el todo no es ma- yor que alguna de las partes. La Mengenlehireesla denominaci6n en alemén dela teorfa de las cantidades.El simbolo aleph, que los mate- ‘iticos simplificamos al dibujarlo, se parece a esto: 6 x - Un brazo que sefala al cielo y el otro que sefiala a latierra. El simbolo de los niimeros transfinitos, en los que, como dice Borges, el fodo no es mayor que alguna de las partes. Este es uno de los conceptos de matemé- tica que fascinaba realmente a Borges. Fs el quiebre de ‘un postulado aristotélico segin el cual el todo debe ser mayor que cualquiera de las partes, y me gustaria hacer tuna pequefiaexplicacién de cémo surge esta idea del infinito en la matemética. Hasta 1870, la época en que Cantor empieza sus trabajos sobre la teoria de conjuntos, los matemiticos tusaban otro simbolo para el infinito, el 8 acostado: », yy pensaban que en realidad habja un Ginicoinfinito, no se planteaban la posibilidad de que hubiera diferentes variedades de infinito. ;Cémo llega Cantor asu idea de infinito, que es la que suscita esta primera paradoja? Para entender esto, tenemos que recordar que si nifica contar. Uno puede pensar el proceso de contar de dos maneras: supongamos que en tn primer conjunto tenemos diez personas —que es nuestro ntimero limi ‘te—yen un segundo conjunto tenemos dieesillas. ” ‘Uno podria decir, muy bien, sé que hay tantas per- sonas como sills, porque aqut cuento diez personas y aqui cuento die sills, o se, le asigno al primer con- junto tuna cantidad entre las que conozco: diez, y a es- te segundo conjunto una cantidad que conozco: diez, y como 10 = 10 concluyo que los dos conjuntos tienen la misma cantidad de elementos. Sin embargo, suponga- ‘mos que yo estoy jugando con un chico de tres afios a las cartas. El chico, como nosotros esta tarde, tampoco sabe contar més allé de diez, peo sabe que si me da a sla primera carta, se queda con la segunda, me dala tercera, se queda con la cuarta, etc.,cuando termina de repartir el mazo, aunque no puede decir qué eantidad de cartas tiene en las manos (porque no sabe contar ‘mis que hasta diez), si puede decir algo todavia, si tie- ne todavia un elemento de certidumbre, yes que tanto como yo tenemos la misma cantidad de cartas. Esto si lo sabe, aunque no sepa cudntas son. En el ejemplo de Jas sillas, podriamos también haber concluido que hay Ja misma cantidad de personas que de sillas haciendo sentar a cada persona en una silla y comprobando que se establece una correspondencia perfecta en la que no ‘queda silla sin persona ni persona sin silla. Del mismo ‘modo, cuando uno mira un desfle militar, no puede decir a golpe de vista cudntos jinetes hay, 0 cudntos ca- ballos hay, pero s{ sabe algo todavia, sabe que hay tan- tos militares como caballos (rsas). vial lo resonance per a vets este lads surgen las grandes ideas. Aqui estéel pase de presigtador de nates Fens qué Io que hace Cantor, en el fondo es algo muy simple, pero ‘extraordinario. Lo que él encuentra es un concepto que 8 ened contexto finito resulta equivalentea “tenerlamis- mma cantidad de elementos” El dice: “en el contexto fi nito, los conjuntos A y B tienen la misma cantidad de elementos siy sélo si puedo establecer una correspon- ddencia perfecta uno a uno entre ellos” Esta afirmaci6n es muy sencilla de probar.;Pero qué ocurre cuando sal- tamos al infinito? Uno de los dos conceptos equivalen- tes, “cantidad de elementos’, deja de tener sentido. Qué significa cantidad de elementos de un conjunto {nfinito cuando uno no puede terminar de contar? Esa parte ya no la puedo usar, pero s{ puedo usar todavia Ja segunda parte. La segunda parte sobrevive, todavia podemos establecer, para, conjuntos infinitos, corres- pondencias perfectas uno a uno como hicimos entre las personas y las sills. ero entonces empiezan a ocurrir cosas extrafias. > Porque hay una manera obvia de establecer una corres pondencia perfecta uno a uno entre todos os mimeros_| naturales, los ntimeros que usamos para contar,y los | sniimeros pares. Al 1 le asignamos el 2, al 2e asignamos | el4,al 3€16, etc.Y aqui, forzados por la definicién de Cantor, tenemos que decir que hay “tantos” nimeros | naturales como ntimeros pares. Sin embargo, los pares | son una “mitad” de los naturales, en el sentido de que Jos naturales los obtenemos al unir los pares con los mpares. Entonces, hay efectivamente una parte, los pa- res, quees tan grande como el todo. Hay una parte que | equivaleal todo. Este es el tipo de paracoja que mara- villaba a Borges: en el infinito matematico, el todo no ‘es necesariamente mayor que cualquiera de las partes. Hay partes propias que son tan grandes como el todo. Hay partes que son equivalentes al todo. c 9 Objetos recursivos Uno podria abstraer esta propiedad curiosa del in- finito y pensar en otros objetos, en otras situaciones,en Jas que una parte del objeto guarda la informacién del todo. Los lamaremos objets recursivs. As el Aleph de Borges, a pequetiaesfera que guarda todas la imagenes del universo, seria un objeto ficcional recutsivo, Cuando Borges dice quela aplicacin del nombre Aleph a estaes- fera no es casual y llama la atencién de inmediato sobre la vinculacién con esta propiedad de los infinitos, esté {nsertando su idea dentro de un ambiente propicio, de Jamanera que él mismo ensefa en su ensayo “Elarte na- I) azativo y la magia” cuando analiza el problema de la di- ficil verosimilitud del centauro, La rodea de un matco que la vuelve plausible: as{como en el infinito una par- te equivale al todo, puede concebirse que haya una par- te del universo que guarde la informacién del todo. Hay otros objetos recursivos con los que Borges juega en su obra, Por ejemplo, los mapas crecientes en yy “Del rigor en la ciencia’, donde el mapa de una sola provincia ocupaba toda una ciudad, y “en cuyos peda- 208 abandonados en los desiertos habitaban animales y ‘mendigos” También, desde el punto de vista de la bio- log, el ser humano seria un objeto recursivo. Basta ‘una célula del ser humano para fabricar un clon. Los ‘mosaicos son claramente objetos recursivos, la figura de ls primeras baldosas se propaga al todo. Pensemos ahora en objetos que tengan la propie- dad opuesta.,Cudlesserfan los objetos anti-recursivos, por lamarlos de alguna manera? Objetos en los cuales ninguna parte reemplaza al todo. Objetos en los que ca- da parte es esencial, Podriamos decir: Ios conjuntos fi nitos. Yo drfa, un rompecabezas razonable. En un rom- pecabezas razonable uno no deberfa poder facilitarse las cosas repitiendo disefios. También, el ser humano, desde el punto de vista existencial. Hay una frase muy jntimidante que no es de Sartre sino de Hegel y que di- ce: “el hombre no es més que la serie de sus actos” No importa cudn impecable haya sido la conducta de un hombre durante cada dia de todos los aftos de su vida, siempre esté a tiempo de cometer un titimo acto que contradiga, que arruine, que destruya todo lo que hasi- do hasta ese momento. O al revés, para tomar el giro” [quelle dio Thomas Mann en El elegido, basado en Vida | deSan Gregorio: no importa cudn incestuoso 0 pecador | haya sido un hombre durante toda su vida, siempre} puede expiar sus culpas y convertirse en Papa. =} Elinfinito y el Libro de Arena Lo que dije hasta aqui sobre el infinito bastarfa pa- ra aclarar este pequefio fragmento. Me voy a extender tun poco més para explicar algo que esté relacionado con “La biblioteca de Babel” y “El libro de arena’. Re- cién acabamos de ver que hay “tantos” ndimeros natu- rales como pares. Qué ocurriré cuando consideramos Jos niimeros fraccionarios? Los niimeros fraccionarios son muy importantes en el pensamiento de Borges. sPor qué? Recordemos que los ntimeros fraccionarios, {que también se laman quebrados, o nimeros raciona- les, son Jos que se obtienen al dividir niimeros enteros; los podemos pensar como pares de enteros: un miime- ro entero en el numerador y un ntimero entero (distin- to de cero) en el denominador. _—- 4s, 7h, 7s, 7hheo sCual es la propiedad que tienen estos niimeros, la propiedad que usa Borges en sus relatos? ‘eros fraccionarios cualesquiera siempre hay uno er medio Ente Oy 1 est entre, eté'/y ent, Oy 7, est" ete. Digamos, siempre se puede dividir por 2. Demodo que cuando yo quiero saltar del 0al pri- ‘mer ntimero fraccionario, nunca puedo encontrar ese primer néimero en el orden usual, porque siemy , porque siempre hay uno en el medio, Esta es exactamente la propiedad. ave ‘toma prestada Borges en “El libro de arena”, Recorda- ome hhay un momento en este cuento en que a Bor- 85 (personaje) lo desafian a abrir por la primera el Libro de Arena: perlapeines ie “Me jo gue to saab to a lama iho de Arena porgue nil nila arena nen princi fi Mepidio qu buscar la primera je Ape I ito gasohre porta yao de ult cs peg a indie Todo fe int Sempre se interpoian vais hojs ete por tada a mano. ra como si brotaren ibe La tapa del Libro de Arena serfa el cero, a contra- tapa serfa el uno, las paginas corresponderian entonces alos niimeros fraccionarios entre cero y uno. En los ni ‘meros fraccionarios uno no puede encontrar el primer snémero después de 0 ni el filtimo antes de 1. Siempre hay ntimeros que se interponen. Uno estarfa tentado a” conjeturar que el infinito de los mimeros fraccionarios ces mas apretado, mas denso, més nutrido. ‘La segunda sorpresa que nos deparan los infinitos es queesto noes asi es decir hay “tantos” numeros raciona-~ les como miimeros naturales. C6mo podemos ver esto? ‘Como las fracciones son pares de enteros, nume- radoridenominador, todas las fracciones (positivas) es ‘tin representadas en este cuadro: Moy Uy My Mom My yg Hh He Me Use th th es ‘Anoto en la primera fila todas las fracciones que tienen numerador 1, en la segunda fila todas las que tie~ zen numerador 2, en la tercera fila todas las que tienen numerador 3, etc. Evidentemente, al escribirlas de este ‘modo hay algunas que se repiten, por ejemplo, /, es 10 mismo que?/, 0 que ¥,. sea algunas fracciones que- dan anotadas repetidas veces, pero eso no importa. jen puede més, puede menos: si,puedo contar con ‘epeticiones puedo contar sin repeticiones. lo que me Interesa es que todos los niimeros fraccionarios positi- vvos aparecen en algin momento aqui. Me quedan la 23 iitad de los negativos. Pero sis contar los positivos es facil contar los negatives. Los matemiticos me van a perdonar algunos deslices, que no hable con toda la precision debida. Lo que quiero hacerles notar, de lo que quiero con- vencerlos, es que en este cuadro infinito que armé, de infinitas filas, de infinitas columnas, estén todas las fracciones positivas. Para mostrar que hay “tantos” mimeros fracciona- ros como niimeros naturales, bastariaentonces poder asignar un nimero natural a cada elemento de este cua- dro de manera que al progresar en la enumeracién nos aseguremos de que no quedarén elementos sin numerar. 3Cémo puedo hacer esto? Bs claro que no conviene em- pezar el recorrido tratancdlo de agotar, por ejemplo, la pri- ‘mera fila, porque nunca pasarfa a la segunda. El recorri do tiene que alternar elementos de las distintas fils para asegurar que se vaya cubriendo todo el cuadro. El méto- do de enumerar fracciones también lo descubrié Cantor, selo conoce como el recorrido diagonal de Cantor. 4 Es decir: Ala fraccion'/ le asigno el mimero 1 ‘Ala fraccién /, le asigno el ntimero 2 ‘Ala fracei6n/, le asigno el nimero 3 ‘Ala fracci6n'/, le asigno el néimero 4. ‘Ala fraccién 2), la salteo porque yalaconté (1, =%,)- ‘Ala fracciOn?/, le asigno el némero 5. ‘Ala fraccion '/, le asigno el nimero 6, etc. Blrecorrido avanza por diagonales cada ver més lar- sgasy barre de esa manera todas las filasy todas las colum- ‘as. A medida que avanzo me aseguro de que voy nume- rando a todos los mimeros fraccionarios y paso por encima, simplemente salteo, las fracciones que se repi- ten y que ya numeré, como*/, 07/, Qué se demuestra con esto? Que a pesar de que el infinito de los nimeros fraccionarios parece més apretado, hay “tantos” nimeros fraccionarios como niimeros naturales. Més atin, con esta enumeracién se le puede dar un orden consecu- tivo alos nimeros fraccionarios, un orden, por supues- to, distinto del que tienen en la recta, pero que per te explicar la enumeracién de péginas en el Libro de “Arena, Esto es algo que posiblemente Borges no supiera. La numeracién de péginas que a Borges en el cuento le parece misteriosa y a la que le atribuye una razén tam- bién misteriosa, en principio no tiene ningiin misterio. ‘No hay contradicci6n entre el hecho de que dadas dos hhojas del Libro de Arena siempre hay otraintercalada con elhecho de que cada hoja pueda tener un mimero: el mis- ‘mo habilidoso imprentero que pudo coser las infinitas ‘Paginas del Libro de Arena pudo también perfectamen- te numerarlas tal como lo estamos haciendo nosotros. 25 El infinito y la Biblioteca de Babel A los matemiticos, y también a Borges, les gusta exprimir las ideas, repetirla, sacarles todo el partido posible, Aliora que tengo este cuadro no me resisto a uusarlo una vez. més para otro tema recurrente en Bor- 1865, que es el tema de los lenguajes, tal como est pre- ysente, por ejemplo, en “La biblioteca de Babe?” Pensemos un momento en la idea de “La bibliote- cade Babel”, una biblioteca de libros no necesariamen- te inteligibles, una biblioteca absoluta cuya ley funda- mental es: “basta que un libro sea posible para que exista” Borges fija un alfabeto de veinticinco simbolos; ‘pero nosotros, para darnos todavia mis libertad, pen- saremos en libros escritos en todos los idiomas posibles -yharemos una sola lista, un alfabeto universal, reunien- do todos los signos de todos los alfabetos existentes. Empezamos con los veinticinco simbolos ortograficos ‘que menciona Borges (y de este modo nos aseguramos de que todos los libros de la Biblioteca de Babel estén también en nuestros anaqueles). Proseguimos con los veintisiete simbolos del alfabeto castellano. Agregamos como nuevos simbolos las 1c0 vocales acentuadas Seguimos, por ejemplo, con los simbolos del ciriico, después agregamos la del alemén ylos demas simbo- Jos diferentes que tenga cada idioma. Asf, el alfabeto bé- sico va creciendo y creciendo, Para darnos un margen hacia el futuro podemos suponer directamente que los simbolos de nuestro alfabeto son los ntimeros natura- les, de esa manera nos queda espacio siempre disponi- ble para poder adicionar nuevos alfabetos, nuevos sim- 26 polos como la @, 0 simbolos de lenguajes extraterres- ‘res que nos lleguen en algiin momento. Los nimeros, del 1 al 25 corresponden a los simbolos ortogréficos de Jos libros de la Biblioteca de Babel, el ntimero 26 es la A,el niimero 27 es la B, el niimero 526 seré quizé un idiograma chino, etcétera. Recuerdan ustedes que en “La biblioteca de Babel” Borges acota el niimero de paginas que puede tener ca- da libro: cuatrocientas diez paginas. Lo que nosotros nos preguntamos ahora es de qué tipo serd el infnito de todos los libros distintos de cualquier nsimero'de pi- ginas que pueden escribirse con este alfabeto universal siadmitimos palabras de cualquier longitud Usando este mismo cuadro puede probarse que este conjunto de libros también es enumerable. La idea «es, por supuesto, disponer en la primera fila los libros de una sola pagina, en la segunda fila los libros de dos paginas, en la tercera fila los libros de tres paginas, ete. Y luego hacer la enumeracién de acuerdo al recorrido diagonal de Cantor. Como todos los libros dela Biblio- teca de Babel estin también incluidos en nuestros ana- queles, podemos concluir que el conjunto de libros de la Biblioteca de Babel es enumerable. Por qué tiene importancia esto para la comprensién del cuento de Borges? En una nota al final del cuento, Borges escribe que tuna amiga le observ que toda la construccién de la Bi- blioteca de Babel era superflua o excesiva (41 usa Ia pa labra imi), porque en realidad todos los libros de la Biblioteca de Babel cabrian en un solo volumen. En un solo libro de infinitas péginas infinitamente delgadas, “un vademecum sedoso en el que cada hoja se desdo- 27 /} arena Esta es una forma de concebir muy materdt blaria en otras”. La forma de hilvanar los distintos li- bros uno detrés del otro en este tinico volumen no se- sia mds que este recorrido diagonal de Cantor. Esta nota al pie que cierra el cuento es el germen de la idea que da después como resultado “El libro & El primer ejemplo, “La biblioteca de Babel’, es labo- rioso, profuso, por supuesto tiene otra riqueza y tiene otros significados, no estoy diciendo que se reduzca a esto. Pero Borges encuentra al final una idea més sim- ple: que se pueden reunir todos los libros en un tnico volumen, con una cantidad infinita de paginas. dice: 1 libro tal que cada pgina sea divisible. Bs el prea- nuncio del cuento “El libro de arena” Quiero lamar la atencién sobre este modo de reflexionar sobre sus pro- pios textos para abstraer una idea esencial que repetiré 0 desdoblard en otros sitios. Esl primer ejemplo de un procedimiento general, una operacion que recuerda los ‘modos matemticos y que estudiaremos con mis dete- nimiento luego. Laeesfera con centro en todas partes y circunferencia en ninguna Examinemos ahora el segundo elemento de mate- smética en “El Aleph”. Aparece en el momento en que Borges esté por describir el Aleph, y dice: “emo trans- mitir alos otros el infinito Aleph, que mi temerosa me- moria apenas abarca’, ‘Algo més digo aqut sobre el simbolo aleph. Me pa- rece particularmente acertada la figura de un hombre 8 con un brazo que toca la tierra y otro brazo que apun- taal cielo, porque de algiin modo la operacién de con- tar es el intento humano de acceder alo infinito. Es de- ciel ser humano no puede, en su vida finita—en su. *vidita’, como diria Bioy Casares—, contar efectiva- mente todos los ntimeros, pero tiene una manera de generarlos, una manera de concebir y acceder a un né- ‘mero tan grande como sea necesario. A partir del des- cubrimiento de la escritura decimal, a partir de los diez digitos, puede alcanzar mimeros tan grandes como ‘quiera. Aun limitado a su situacién terrestre, todavia puede extender su brazo al cielo, Ese es el intento y la dificultad de contar. Algo similar escribe Borges: “ic6- ‘mo transmitir alos otros el infinito Aleph, que mi te- ‘merosa memoria apenas abarca? Los m{sticos, en and- Jogo trance, prodigan los emblemas: para significar la divinidad un persa habla de un péjaro que de algiin modo es todos los péjaros; Alanus de Insulis, de una esfera cuyo centro esté en todas partes y la circunfe- rencia en ninguna”. Un poco mds abajo dice: “por lo demés, el problema central es irresoluble, La enume- raci6n siquiera parcial de un conjunto infinito” Bs de- cir, Io que él acomete es la descripcién del Aleph, que ¢s infinito. Y no lo puede agotar en la escritura, por: que Ia escritura es secuencial, el lenguaje es “sucesivo", es el problema al que nos referfamos recién. Entonces, tiene que dar una idea, una muestra, una lista de imé- {genes suficientemente convincente, Es la célebre ent ‘meracién de imagenes que viene a continuacién y ala ‘que nos referiremos luego. Pero en realidad la segunda idea en a que me quie~ ro detener ahora es esta esfera que aparece también en 29 “La esfera de Pascal”. Una esfera cuyo centro est en t0- das partes yl circunferencia en ninguna. Borges advierte aqui: “No en vano rememoro esas inconcebibles ana logfas”. Es una analogia muy precisa que afade verosi- rilitud ala esfrita que quiere describ. Para entender «sta idea geomeétrica, que en principio parece un juego de palabras, pensemos primero en el plano, en vez de esferas pensemos en circulos. La idea serfa la siguiente: todos los puntos del plano son abarcables por circulos ‘recientes cuyo centro no importa realmente donde es- 16, el centro puede estar en cualquier parte. ‘Hago centro en cualquier punto, no importa el punto, y considero circulos cada vez més grandes. A medida que aumento el radio esos cfrculos van ocu- pando toda la superficie del plano, En el ensayo “La _ esfera de Pascal”, cuando quiere precisar un poco més esta imagen, Borges escribe: “Calogero y Mondolfo razonan que intuyé una esfera infinita, 0 infinitamen- 30 te creciente, y que las palabras que acabo de transmitir tienen tn sentido dinémico”.O sea, podemos concebir y reemplazar al plano por un circulo que crece y crece, porque todos los puntos del plano son abarcables por ese circulo. Ahora, en ese efrculo que se expande inde- finidamente, la circunferencia se perderd en el infini- 10, No podemos delimitar ninguna circunferencia, Es- ta, creo yo,¢sla idea ala que se refiere. Haciendo un salto alinfinito se puede pensar que todo el plano es un circu- Jo con centroen cualquier punto y circunferencia en nin- guna parte, Elmismo tipo de construcci6n vale si uno piensa en elespacio tridimensional. Es decit, una esfera pensada como un globo que crece infinitamente ¥ va ocupando ‘todos los puntos. En definitiva el universo puede con- cebirse como una esfera infinitamente expandida. Esta 3, dicho sea de paso, la concepcién actual del universo enla isica contemporénea: una esferita de magnitud in- finitesimal y masa infinitamente concentrada que en al- ‘gin momento, en el Big Bang, se expandié en todas di- recciones. Por qué es interesante esta “inconcebible analogia’? Porque el Aleph es una esferta. Si uno logra ‘vera todo el universo también como una gran esfera, es ‘mucho mis plausible la idea de que todas las imagenes, el universo puedan reproducirse en la esferta al pie de la escalera. Simplemente por contraccién uno puede trasvasar todo el universo a a esfera pequefia. Este, por supuesto slo uno de los sentidos con que Borges ut za esta analogia: el sentido al que prestamos particular atencién en nuestro modo matemiético con el que vemos, “todo a lo grillo esta mafiana’, Pero, como dije antes, la ‘matemtica se desliza en los textos de Borges dentro de a tun contexto de referencias filos6ficas yliterarias: Ia idea ‘del universo como esfera esté vinculads a toda wna tra~ dicién de misticismo, religiosa, cabalistica, enfin, estas otras connotaciones estan explicadas con mas detalle en “La esfera de Pascal” La paradoja de Russell La tercera idea es lo que yo llamaria la “paradoja de la magnificaci6n” (técnicamente, es lo que se lama cen logica autorreferencia pero la palabra “autorreferen- cia” tiene un significado distinto en literatura y no qui- siera mezclarlos). Esta paradoja aparece en el momen- to della enumeracién, en que Borges se decide a dar la descripcién parcial de las imAgenes en el Aleph. Pero también ocurre en otras fcciones, cuando Borges cons- truye mundos que son muy vastos, abarcatorios y que terminan por incluirlo a él mismo —o a los lectores— en su dmbito, En “El Aleph” esto puede verse aqui: “Vi Ia circulacién de mi oscura sangre, viel engranaje del amor y la modificacién de la muerte. Viel Aleph, des- de todos los puntos. Vien el Aleph la tierra y en la tie- ra otra vez el Aleph y en el Aleph la tierra. Vi mi cara mis visceras, vi tu cara y sent vértigo y Hore” La postulacién de objetos muy vastos, la magnifica- cién, da lugar a curiosas paradojas y Borges debfa cono- cerperfectamente la més famose, debida a Bertrand Rus- sell, que hizo tambalear la teoria de conjuntos y que fue una de las isuras més importantes en los fundamentos dela matematica. La paradoja de Russell dice que no se puede postular Ia existencia de un conjunto que conten- 2 ga.a todos los conjuntos, es decir, que no puede postu: Jarse un Aleph de conjuntos. Esto se puede explicar ré- pidamente de este modo: observemos que los conjuntos, més usuales en los que podemos pensar no son elemen- tos de s{ mismos. Por ejemplo, el conjunto de todos los, inimeros naturales no es ninguno de los niimeros natu- rales. Elconjunto de todos ls érboles no es un érbol. Pe 10 pensemos ahora por un momento en el conjunto de todos los conceptos. El conjunto de todos los conceptos, s{esen si mismo un concepto. O sea que, aunque un po- co mis rara, cabe la posibilidad de que un conjunto sea clemento de si mismo. Si yo postulo el conjunto de to- 4oslos conjuntos, és, por ser en si mismo un conjunto, tendria que ser elemento de sf mismo. En definitiva, hay conjuntos que son elementos de simismos, y otros que no. Consideremos ahora el con- junto de todos los conjuntos que no son elementos de simismos, X-= {Atal que Aes un conjunto y A no esté en A} En X estard el conjunto de los mémeros naturales, el.conjunto de todos los érboles, el conjunto de las per- sonas de esta sala, etc. Entonces nos preguntamos:jse- 14 X elemento de X? La respuesta deberia ser si o no. Ahora bien, siX fuera elemento de si mismo tiene que verificar la propiedad dentro de la lave. O sea, que si X pertenece a X, X no esté en X. Pero esto es absurdo. Se- 4 entonces que X no es elemento de si mismo? Pero si X no es elemento de sf mismo, verifica la propiedad dentro de la llave, por lo tanto tiene que estar en X, es, decir, si X no es elemento de X, X tiene que pertenecer 3 Ee 0 aX. Otra vez absurdo, Tenemos aqui un conjunto que esté en una tierra de nadie, un conjunto que ro es 0 es elemento de si mismo. Basta es la paradoja que encontré Russell, cuando era joven, y le envi6 una carta a Gottlob Frege, uno de Jos préceres de lal6gica, que estaba por entregar a pren- sa el ltimo volumen de su gran tratado sobre los fun- damentos de la matemtica, basado justamente en la teorfa de conjuntos, Frege agradecié la comunicacién al final de su tratado con las siguientes patéticas pala- bras: “Un cientifico dificilmente pueda encontrarse en tuna situaciOn més indeseable que ver desaparecer sus fandamentos justo cuando su trabajo ha terminado. Fai puesto en esta posici6n por una carta de Mr. Ber- trand Russell cuando mi obra estaba por ir a impren- ta’. Con estas pocas lineas Russell no sélo dio por ti ral trabajo de diez o quince afios de Frege, sino que provocé una de la crisis més profundas en los funda~ ‘mentos de la matemética, Para popularizar esta paradoja, Russell pens6 en el barbero de un pueblo que Gnicamente afeita alos hom- bres que no se afeitan a si mismos. En principio la exis- tencia de un hombre con esta honesta profesién pare- ce razonable: el barbero de un pueblo, diria uno, es precisamente el hombre que afeita a todos los hombres, {que no se afeitan a s{ mismos. Ahora bien, jel barbero debe afeitarse a si mismo, 0 no debe afeitarse a si mis- ‘mot Si se afeitaa si mismo, deja de estar en la clase de Jos hombres a los que puede afeitar. O sea, no puede afeitarse as{ mismo. Pero, por otro lado, si no se afeita aa simismo queda dentro de la clase de los hombres que no se afeitan a si mismos y, por lo tanto, se tiene que M afeitar. que su barba crece jy no puede ni afeitarse ni no afei- tarse a sf mismo! (risas). Hay una variaci6n también atribuida a Russell y ‘quella usa Borges elipticamente en “La biblioteca de Ba- bel’. Al principio del cuento “La biblioteca de Babel’, el bibliotecario esté a la busqueda del catélogo de todos los catélogos. Les propongo que piensen para la sema- nna proxima en la formulacién de la paradoja en térmi nos de catélogos. Porque ;qué son en el fondo los caté- Jogos? Son libros que tienen como texto titulos de otros libros. Hay catélogos que se incluyen a si mismos entre sus titulos y otros que no. De esa manera uno puede lle~ garala misma paradoja, arbero est atrapado en un limbo légico en Por qué Borges interesa a los mateméticos? Estos tres elementos que acabamos de examinar aparecen una y otra vezen a obra de Borges moldeados en formas literarias de diversas maneras. En el ensayo “Elcartesianismo como ret6rica (0 spor qué Borges in- teresa alos cientificos?)’, del libro Borges ya ciencia, la autora, Lucila Pagliai, se pregunta por qué los textos de Borges son tan caros a los investigadores cientficos, a Jos fisicos alos mateméticos. a conclusién ala que le- {gs que hay en Borges una matrizesencialmente ensa- Yistia, sobre todo en la obra madura. ¥ por supuesto, todo el texto trata de fundamentar esto. Es un ensayo agudo, creo que es una parte de la verdad. Borges es un cscritor que procede desde una idea “en el principio era Ja idea’, y concibe sus fcciones como encarnaciones © 35 avatares de una concepcién abstracta. Hay también fragmentos de argumentaci6n légica en muchos de los relatos. Este tipo de matriz ensayistica ala que ella se re- fiere es, indudablemente, uno de los elementos que rarcan cierta similitud con el pensamiento cientifico. En un pequefo articulo que escribi sobre el mismo te- ‘ma, “Borges y tres paradojas mateméticas” apunto alos elementos de estilo que tienen afinidad con la estética matemética, Leo de all la tesis principal “Dijeantes que hay una multitud de rastros mate- ‘iticos en la obra de Borges. Esto es cierto, pero aun sino hubiere ninguno, aun en los textos que nada tienen que ver con la matemtica, hay algo, tun elemento de estilo en la escritura, que es parti- cularmente grato ala estética matemstica. Creo que la clave de ese elemento esti expresada, inad- vertidamente,en este pasajeextraordinario de toria dela eternidad: «No quiero despedirm platonismo (que parece glacial) sin comunicares- ta observacién, con esperanza de que la prosigan y justfiquen: lo genérico puede ser mas intenso que lo concreto,Cas0silustrativos no faltan. De chico, ve= rraneando en el norte dela provincia le anura r= ddonda y los hombres que mateaban en la cocina ‘me nteresaron, pero mi felicidad fue terrible cuan- do supe que ese redondel era‘pampa’y esos varo- nes ‘gauchos: Lo genérico... prima sobre los t ‘gos individuales». Cuando Borges escribe, tipicamente acumula ejem- plos, analogias, historias afines, variaciones de lo ao excelent ensayo de Hors ceca, “Indica de Humberto floven lo le atenetbn sobre epmento de Hinors del Eternia que fit dentro deste pase. 36 {que se propone contar. De esta manera, la fcci6a principal que desarrolla esa la vez particulary ge- nérica,y sus textos resuenan como siel ejemplo particular llevara en si y aludiera permanente: ‘mente a una forma universal. Del mismo modo proceden los matematicos. Cuando estudian un «ejemplo, un caso particular, lo examinan con la ‘esperanza de descubriren él un rasgo mas inten- s0,y general, que puedan abstraer en un teorema. Borges, les gusta creer a los matemticos, escribe exactamente como lo harian ellos si los pusieran 4 prueba: con un orgulloso platonismo, como si existiera un cielo de ficiones perfectas yuna no- cidn de verdad para la literatura” Esto resume, de algtin modo, lo que yo pienso so- bre la articulacién del pensamiento matemitico en el estilo de Borges. Por ahora es muy poco més de lo que los matematicos llaman un claim, algo que se afirma por anticipado pero que debe probarse en algiin mo- mento. En la préxima charlaintentaré fundamentar es- ta afirmacion y leeré algunos de los textos no matemé- ticos de Borges bajo esta luz. Les agradezco que hayan estado aqui, hasta la semana proxima a BorGEs ¥ LA MATEMATICA Clases del Malba Segunda clase (26 de febrero de 2003) Buenas tardes, muchas gracias por persistiren es- ta segunda charla. Quisiera empezar con una breve re- capitulacién de lo que vimos la clase pasada,e iré apor- tando algunas evidencias mas sobre lo que dijimos Quiero ilamarles la atencién sobre este libro, Borges, ‘Textos recobrados (Emecé). Es parte de un trabajo de re- cuperacién de todos sus textos, hay ensayos realmente notables y se ve también de cuerpo entero al Borges polemista, Habfamos hablado en el principio del prin- pio sobre la educacién matemética de Borges. En es- telibro hay un articulo que se lama “La cuarta dimen- siOn”, Es un articulo bastante técnico, que permite apreciar que Borges lefa con profundidad textos de ma- tematica, en particular de geometria. Tiene algo que ver con la cuestién que habfamos dejado pendiente al final de la clase anterior, la cuestiOn de lo genérico, lo con- ‘xeto,la formacién de concepts ¢l platonismo, etc. Di- ce en un momento: “la superficie, el punto y la linea son ideales geomeétricos pero asi mismo lo es el volu- ‘men, yas{ mismo lo puede ser el hipervolumen de cua- tro dimensiones. No habré en el universo material un solo triéngulo absolutamente equilétero pero lo pode- ‘mos intuir. No habré un solo hipercono pero alguna 38 vez lo intuiremos" Dice luego: “Bsa promesa nos la da llibro de Hinton, Una nueva era del pensamiento”. a continuacién agrega sobre este libro: “Lo he compra~ do, lo he comenzado a leer, lo he prestado” Esto tltimo confirma algo de lo que intentaba decir, la cantidad de libros de matemética en una biblioteca no indica nada sobre la educacién matemitica de su duefio, porque los libros de matematica son faciles de empezar y dificles de terminar. Digamos, que se prestan facilmente en el ‘medio (risa), Borges prosigue: “Queda un hecho innegable, re- hhusar a cuarta dimensién es limitar el mundo, airmar- lacs enriquecerlo. Mediante la tercera dimensin, la di- ‘mensién dealtura, un punto encarcelado en un circulo puede huir sin tocar la circunferencia” En efecto, el punto “escapa” hacia arriba. ¥ dice a continuacién —en lo que ya se percibe como el germen de un posible cuento— la transicién de la que ya ha- biamos hablado de un problema abstracto a una fic in, el pasaje ala encarnacién literaria de una idea ‘matemética: “Mediante la cuarta dimensi6n, la no ima- ginable, un hombre encarcelado en un calabozo podria, salir sin atravesar el techo, el piso 0 los muros” 40 Hablamos también la clase pasada del infinito, ‘mostramos que en el infinito hay partes que equivalen altodo, y abstrayendo esta propiedad definimos lo que llamamos objetos recursivos. Quiero decir que algunas personas me trajeron muy buenos ejemplos de objetos, recursivos y ani ria un objeto recursivo: basta conocer el periodo para conocer todo el ntimero. En cambio, un ntimero como recursivos. Un miimero periédico se- seria un objeto anti-recursivo porque no puede anti- ciparse c6mo es el resto del ntimero por més que se co- znozca una parte tan larga como se quiera, Otro ejem- plo de objeto anti-recursivo es la lista de mimeros que corresponde a las sucesivas bolas de una ruleta en elca- sino, hay una definici6n del azar que se basa en esta idea.! Esos serfan ejemplos mateméticos. También me han observado que los idiomas son objetos recursivos. Efectivamente, la piedra con jeroglificos dela ciudad de Rosetta basté para reconstruir el egipcio antiguo. Otro ejemplo de objeto anti-recursivo: un cuento, un cuen- to que sea suficientemente riguroso no admite que se le saque ninguna parte. También, cualquier habitacion con un espejo se convierte en un objeto recursive, O bien, una pintura como Las Meninas, de Velézquer, 0 La condicién humana, de Magritte, en las que una par- te del cuadro es el lienzo donde se reproduce el todo. Bien, después comenté en algiin momento que os ‘matemiticos hasta 1870 pensaban que habia un solo infinito al que designaban con el simbolo shasta que Cantor mostré que hay un primer infinito que es el de 1. Ver"La esis dl azar en este mismo libro a Jos miimeros naturales, al que designé con el simbolo X . Probamos que este primer infinito de los naturales es también el tipo de infinito de los niimeros fraccio- ratios y el infinito de todos los libros imaginables. Y yo no dije mas nada. Lo que falt6 decir, queo digo ahora, es que en realidad el infinito de los naturales es el mas ralo posible. Hay toda una cadena de infinitos cada vez ‘més nuttidos a partir de éste, Los niimeros reales tie- nen un infinio estrictamente mayor. ¥ se pueden cons- truir, mediante la operaci6n de agregar todas las partes de un conjunto dado, infinitos cada vez mejor alimen- tados, cada vez més populosos. Hay toda una torre de infinitos, una jerarquia interminable de diferentes cla~ ses de infinito, También comentamos que el conjunto de los nii- eros fraccionarios entre 0'y 1 era el Libro de Arena. Fl Oesla tapa,el 1 la contratapa y en el medio estén to- das las paginas. Dijimos que no habia ninguna contra~ dicci6n entre el hecho de que no pudiera abrirse el li- bro en una primera pagina y el hecho de que todas las paginas estuvieran numeradas. Mostramos, con el re- corrido diagonal de Cantor, que si hay un imprentero lo suficientemente habill como para coser todas as p- ginas del Libro de Arena, también las puede enumerar. Hablamos luego de la esfera de Alanus de Insulis, ‘on centro en todas partes y la circunferencia en ningu- na. Me han observado sobre esta esfera que técnica ‘mente Borges habria debido escribir quizé: “con centro cen todas partes y la superficie en ningun’, ya que la no- ‘ién correspondiente la de circunferencia para el circu- Io es la de superficie para la esfera. Yo creo que la frase perderia algo de su poder inmediato de evocacién y 2 quiero recordar aqut lo que dijimos sobre el trasvasa- rmiento de la matemética en términos literarios: Bor- ges cte0 yo, arastra en este punto el ejemplo del circu- Jo y de aqui proviene la “imprecisiOn” Pero podemos también pensar que la circunferencia de una esfera es Jalinea del ecuador, que de algiin modo cife y da limi- teal esfera en el caso finito. Tego fuimos a la tercera paradoja:el barbero que feta a todos los hombres que no se afeitan a si mis- ‘mos. Yo les hice notar que hay una variante con los ca- télogos de una biblioteca, En efecto, hay catdlogos que deben mencionarse a si mismos en la lista de sus titu- Jos. Por ejemplo, si el catilogo de los libros en espatiol est escrito en espafiol, debe incluirse asf mismo. Uno puede pensar en el catilogo de todos los libros que no se mencionen asi mismos. ¥ de esa manera llegamos al mismo absurdo: este libro hipotético no podria ni rmencionarse ni no mencionarse a sf mismo. Es deci, no existe el catélogo de todos los posibles catélogos. Borges conocia muy bien esta variante dela paradoja porque la desliza en “La biblioteca de Babel":*...he pe- regrinado en busca de un libro, acaso del catélogo de catilogos’. En realidad también la esfera con centro en todas partes y circunferencia en ninguna reaparece en “La biblioteca de Babe” Slo que Borge decide aqu reem= /plazar la esfera por hexégonos. Le atribuye a las salas ‘una forma hexagonal, creo yo, porque el hexégono es un polfgono cuya forma evoca ya suficentemente a la circunferencia. Serfa muy inc6modo, chocaria con la realidad concreta como la conocemos pensar en ¢s- tantes que sean curvos silos libros son rectangulares. “8 eC Borges contempla por un momento esta posibilidad, ‘que la atribuye a una vision mistica: “Los mfsticos pre~ tenden que el éxtasis les revela una cémara circular con ‘un gran libro circular de lomo continuo, que da toda lavuelta de las paredes... ese libro cicico es Dios”. En- tonces una figura cercana a la circularidad que en- ‘cuentra Borges es el hexiigono, y dice, con esta peque~ fia variante: “La biblioteca ¢s una esfera cuyo centro cabal es cualquier hexégono, cuya circunferencia es inaccesible’. Lo genérico versus lo concreto. “La escritura del Dios” y “Funes el memorioso’: Laestrategia de lo universal ‘Asillegamos, finalmente, ala discusién de lo gené- rico versus lo concreto, que es el primer elemento de estilo que me interesa examinar. Veamos en otros cuen- tos cémo reaparece esta misma idea. Uno ¢s “La escri- tura del Dios” En “La escritura del Dios’ ustedes re- cuerdan, hay un sacerdote encerrado en una cueva que ‘una vez por dia puede ver las manchas de un tigre. Su Dios escribi6 una palabra sagrada en algiin lu- gar del universo y él conjetura que esa palabra puede estar ciftada en las manchas movedizas del tigre. “No de Poe” Borges (ecuerda que en abril de 1846, el Graham Magazine de Filadelfia publicé un articulo a dos columnas de su co- ‘responsal Mr. Poe titulado “La filosofia de la composi- cién’, Edger Allan Poe en ese artfculo procuraba expli- ‘cara morfologfa de su ya glorioso poema “El cuervo 4 | “mpieza por alegar los motivos fonéticos que le indicaron el estribillo melancblico never more, nua ‘ca més, Dice luego su necesidad de justificar de ‘un modo verosimil el uso periédico deesa palabra. Cémo reconcliar esa monotonia, ese «regreso ‘terno» con el ejercicio de la razént Un ser irracio- nal, capaz de articular el precioso adverbio, era la solucin evidente. Un papagayo fue el primer can- Gidato, pero inmediatamente un cuervo lo suplan- 46, mis decoroso y Iabeego. Su plumaje aconsej6 8 onennee después a instalacion de un busto de mérmol, por” clcontraste de esa candiez y aquele negrura. Ese Dower de Mined as oles ¢gadelnombre y para condecir con os libros y con ldnimoestudioso del narrador. Ast de todo lo de- ‘mds... No taslado la fina reconstruccin ensaya- da por Poe; mebasta recordar unos ealabones Indl agregar que se largo procs retrospectivo hha merecido la incredulidad de los rticos, cuan- dono su burl o suescindalo, Del interlocutor de Jasmusas,del poeta amanuense de un dos oscuro, pasar al mero devanador de rzones!Lalucidez et lugar de a inspracién a inteligenciacompren- thle yn gi devereano para loro smporineos de Hugo aun para ls de Bretén Da No ts uz nn tomer ea declaraciones de Poe... Otros, arto exédulos, te- rmieron que el misterio central dela creacién eat sido pana por oe caso cl artical entero Se adivinard que no comparto esas opiion. o—ingensannt ace aro x explicaciones de Poe. Descontada alguna posi- Dit de arlaanra pens uel poe ‘mental aducido por ha de corresponder, mis 0 menos, al proceso verdadero de la ceacin, Yo e- toy seguro de que asi procede la inteligencia: por arrepentimientos, por obstculos por eliminacio- nes. La complejad delas operaciones descrtas no ‘me incomodasospecho quelaefetiva eaboracién tiene que haber sido ain més complej, y mucho mis catia yvacilnte... Loanterior no quiere de- cir que el arcano de la ereacién poctica —de esa creacin poética— haya sido revelado por Poe. En los eslabones examinads, la conclusin que el es- cite eri cde pri dee ca pero nolatnica necesria” 9 Aqu{ hay un punto clave, y posiblemente en esta ‘pequefia oracién Borges haya llegado lo mas lejos, de- sanimadoramente no muy lejos, en lo que se puede avanzar cuando se quiere decir algo sobre el proceso general de la creacién. Y de nuevo, en esta discusion sobre la “divina y alada” intuicién y los prosaicos pa- 0s de tortuga l6gicos aprovecho para contradecir un mito sobre la matemética: el proceso que describe Borges es exactamente igual a lo que ocurre en la crea cién matemética. Pensemos en el matemitico que tie- ne que probar por primera ver un teorema, no en el matemético que sigue linea por linea la demostraci6n. de un teorema ya probado (que seria algo asf como el lector con respecto a la obra ya terminada), sino en el ratemético que se propone demostrar un resultado y no sabe ni siquiera si esa demostracién verdadera- mente existe. sa persona se maneja en un mundo a tientas, y tiene que ir probando y equivocindose, re- finando sus hip6tesis, volviendo al principio para in- tentar otro camino. Tiene, también, todas las infinites posibilidades a sualcance ya cada paso. ¥ as ‘ayo sera 16gico, pero de ningtin modo el tinico posi-_ ble. Es como el jugador de ajedrez. Cada una de la ju- gadas del jugador de ajedrez para cercar a su rival corresponde a la légica del juego pero ninguna esté determinada de antemano. Este es el paso critico en la elaboracién artistica, matemdtica y en cualquier tarea de la imaginacién. Es decir, o no creo que haya nada peculiar en la creaci6n literaria en cuanto a la duali- dad imaginaci6n/intuici6n, logica/raz6n. Vuelvo aho- raalo que dice Borges: 60 = | “Bn los eslabones examinados, la conclusion que clescritor deriva de cada premisa es, desde luego, lgica; pero no es la inica necesaria. Verbigracia, de la necesidad de un ser irracional capaz de art- cular un adverbio, Poe derivé un cuervo, luego de pasar por un papagayo; lo mismo puclo haber de- rivado un lunatico,resolucién que hubiere trans- formado el poema. Formulo esa objecién entre mil. Cada eslabén es vilido, pero entre eslabén y ceslabén queda su particula de tinieblao de inspi- raci6n incoercible” Exactamente lo mismo ocurre en matemitica, en- tre eslabén y eslab6n tiene que estar la inteligencia y la inventiva humana que decide que ése y no otro es elca- ino adecuado. Borges agrega: “Lo diré de otro modo, Poe declara los diversos momentos del proceso poéti- co pero entre cada uno y el subsiguiente queda infini- tesimal el de la invencién’. Bien, entonces sobre la base de estas ideas de Bor- ges me gustarfa referirme a un articulo que yo escribi ene que comparo al cuento con un sistema légico ha- ciendo una leve modificacién sobre una idea de Pig Digamos, hay una idea que enuncié Piglia de una ma- _ msm elocuente y muy hermosa en un articulo que se llama “Tesis sobre el cuento” (ver Critica y ficcién, de | editorial )- El germen de esa idea, en realidad, se deberia también a Borges, segiin me sefal6 Leopoldo Brizuela: en efecto, en el prélogo al libro Los nombres de la muerte, de Maria Esther Vézquer, Borges escribe: "Yau dl lector de nacre tiempo ertambien on cr tico, un hombre que conoce, y prevé, los artficios lite- rarios, el cuento debera constar de dos argumentos; 6 Ww uno, falso, que vagamente se indica, y otro, el auténti- co, que se mantendra secreto hasta el fin’. Es la idea que luego elabora Piglia: la de que todo cuento es la articulacién de dos historias, una que se cuenta sobre la superficie y otra subterrénea, secreta, queel escritor hace emerger de a poco durante el trans- curso del cuento y s6lo termina de revelar por comple- to enel final En mi pequeiia variacién “El cuento como siste- ‘ma légico”! lo que yo observo es que parece un tan- to excesivo, al analizar ejemplos concretos de cuen- tos, pedir que sean realmente dos historias, muchas veces no hay ni siquiera una historia en los cuentos (risas).¥ propongo sustituir esa idea un tanto exigen- te por el esquema un poco mas general, més laxo, de pensar en dos logicas distintas. Digo que en general Jos cuentos empiezan en el estado del sentido comin, la logica inicial de alguna “normalidad’, y que hay otro orden légico oculto que s6lo conoce al principio elnarrador y que tiene que ver con aquello que quie- re contaral final, con la direccién ltima hacia don- de se dirige. El arte de prestidigitacién del narrador es lograr transmutar la logica inicial poco @ poco en esta segunda légica ficcional. Ast, por ejemplo, un ele- mento que s¢ introduce como un detalle deslizado al azar 0 intercambiable en la primera logica puede ser absolutamente necesario para el segundo orden légi- co. Bien. Ese es un poco el sentido del articulo. 1. Publicado también en et ibro, o 7 | “La muerte y la brijula” Entonces lo que yo quiero proponerles es seguir uno de los cuentos de Borges, “La muerte y a brijula”, prestando atencién a esa transmutacién de las légicas. Esto, por supuesto, no es algo particular o privativo de los cuentos de Borges. Esto se relaciona con la estruc~ tura del relato tradicional, pero Borges era particular- mente consciente de estos niveles, sus cuentos en gene- ralestén concebidos y estructurados de esta forma. Leo entonces el primer pérrafo: “De los muchos problemas que ejercitaron Ia te- ‘meraria perspicacia de Lnnrot, ninguno tan ex- traflo—tan rigurosamente extrafo, diremos— ‘como la periédica serie de hechos de sangre que ‘culminaron en la quinta de Trste-le Roy, entre el interminable olor de los eucaliptos. Es verdad que Erik Lonncot no logeé impedir el ltimo crimen, pero es indiscutible que lo previ6. Tampoco adi- viné la identidad del infausto asesino de Yarmo- linsky, pero sila secreta morfologia dela malvada setie yla participacién de Red Scharlach, cuyo se- gundo apodo es Scharlach el Dandy” Una observacién aqui: fijense que Borges escribe “la, periédica serie de hechos de sangre” porque quiere ate- nerse en este relato a lo que él mismo ha dicho sobre el sgénero polical, es decir, trata de jugar con todas las car- tas sobre la mesa, Entonces usa lo que en principio pare- ce un eufemismo, “hechos de sangre’, para evitarla pala- bra “crimenes”. Aqui todos sabemos cémo termina el cuento: no desencanto a nadie si digo que no todos son 6 | crimenes. Decir “crimenes” desde ese narrador omnis- ciente inducirfa al lector a una idea equivocada, y las dos Lgicas no deben contradecirse sino solaparse. ‘Vamos ahora al segundo pérrafo: “EI primer crimen ocurrié en el Hotel du Nord —ese alto prisma que domina el estuario cuyas aguas tienen el color del desierto” En principio lo que uno registra como dato im- portante ¢s que el primer crimen ocurrié en un hotel. Aqui se ve el tema de lo contingente y lo necessirio en Jos detalles. En la 16gica inicial de la narraci6n, el H tel du Nord, del que se da una descripcién, es solamen- te un hotel, el nombre de un hotel. Pero el detalle im- portante es lo que al principio parece intercambiable, © aleatorio, la palabra “Nord”, porque representa el punto cardinal del norte. © sea, el nombre del hotel, ‘que en principio uno lee y pasa por alto sin darle ni ‘guna particular atenci6n, va a cobrar luego importan- cia en la historia, Lo mismo cuando dice: “Asa torre (...) arribs el dia tres de diciembre el delegado de Podblsk al Tercer Congreso Talmiidi- co, doctor Marcelo Yarmolinsky”. Uno lee “tres de diciembre” como un dia cualquie~ +a, Ties, cinco, qué importa? Uno no registra demas do las fechas, los niimeros, sobre todo si uno es mate- ‘itico, todos los niimeros son iguales (risas). Supone que el autor también fj6 la fecha con cierta arbitrarie- dad, Pero después s jene importancia que sea el tes. 64 Observen que Borges ya ha mencionado en éstos dos primeros pérrafos todos los elementos cruciales del ‘cuento, Aparecen el investigador, el criminal, el nom- bre de quien seré la primera victima, etc. Ha dispuesto «sus piezas como al comienzo de una partida de ajedrez. Se ve aqui otra ver su intencién de “declarar todos los, términos del problema’. ‘A continuaci6n, entonces, el primer crimen. Apa~ rece muerto Yarmolinsky, un estudioso de sectasjudias, en su cuarto de hotel. Se retinen Treviranus, que es el, detective “oficial’, el detective del orden prosaico de lo real, y Lonnrot, que seria el detective de Borges, el de- tective del orden ficcional. “No hay que buscarle tres pies al gato —decia ‘Treviranus, blandiendo un imperioso cigarro— ‘Todos sabemos que el Tetrarca de Galilea pose los mejores zafiros del mundo. Alguien, para r0- barlos, habré penetrado aquf por error. Yarmo- linsky se ha levantado; el ladrén ha tenido que ‘matarlo. ;Qué le parece? —Posible, pero no interesante —respondi Lonn- rot—. Usted replicaré que la realidad no tiene la ‘menor obligacién de ser interesante. Yo le replica- ré quella realidad puede prescindir de esa obliga- cién, pero no las hipétess. En la que usted ha im provisado, interviene copiosamente el azar. He aqui un rabino muerto;yo preferirfa una explica- cién puramenterabinica, no los imaginarios per- cances de un ladrén” Esta conversacion es muy importante. La explica- Bsta idea coincide con la imagen més frecuente que tengo yo del cuentista: un ilusionista que desvia la atencién del piblico con una de sus manos mientras realiza su acto de magia con la otra. Un mérito adicio- nal de esta aproximacién es que permite mirar al cuen~ tomo como un objeto terminado, listo para los desar- maderos de los criticos, sino como un proceso vivo, desde su formaci6n. inecopidoen Cita fc, de Ricardo Pigs, Fausto, 1993. 2 Una ligera variacion sobre esta idea permite pen- sar al cuento como un sistema l6gico/La pal ica’, deslizada en un contexto artistico, no deberia jovocar necesariamente sobresaltos: la l6gica —que no debe confundirse con los rigidos silogismos del se~ cundario ni con el fragmento binario que usa la mate- mética— ha probado ser una materia muy maleable. Desde el momento histérico en que el joven estudian- te Lobachevshy, a principios de 1800, niega el quinto setria euclidiana creyendo g lo y se asoma en cambio a un nuevo mundo geomeétrico, perfectamente extraiio, pero per- fectamente consistente, una revolucién silenciosa es- talla en el pensamiento humano, Desde ferentes disciplinas y rar dado su propia légica. As, el Derecho formaliza yt ‘a de automatizar sus eriterios de evidencia y valider, Ja matemiética empieza a razonar con l6gicas poliva- lentes, la psiqh gica de la esquizofrenia y los lavarropas incorporan la 16gica difusa. a 7 hhace ensayos para modelar la 16- deduccién —pueden pensarse como reglas de juego— que permiten pasar con “legitimidad” de los presupues- tos iniciales a enunciados nuevos. La variedad y diver~ sidad de las l6gicas depende fundamentalmente de las ‘por ejemplo, no se admiten las demostraciones por re- duccién al absurdo, y en la l6gica trivalent, se puede | afirmar y negara la ve sin escéndalo una misma pro- | posicién. J 93 2 "i Mirados de cerca, también los cuentos operan y proceden dentro de este esquema. En efecto, todo cuen- to empieza, igual que las peliculas de terror, creando tuna ilusi6n de cierta normalidad, en el estado —diga- ‘mos— del sentido comin, Pero, desde el principio, por definicion, este estado est amenazado veladamente, dentro del pacto técito entre el autor y el lector de que | “algo va pasar” Las primeras informaciones, que pue- den parecer casuales, son aceptadas dentro de ese con- texto de normalidad. Es decir, al principio del cuento la logica de la ficcién coincide —o quiza deba decir se disimula— bajo la logica usual del sentido comin. En nuestro esquema los presupuestos iniciales son estas primeras informaciones que se disponen como las, piezas de ajedrez sobre un tablero al principio dea par- tida, Pero por supuesto estos datos iniciales, que para élllector pueden parecer més 0 menos intercambiables, co leatorios, no son cualesquiera para el escritor: lo que. slo €l conoce.. ast [is Togica y todo el acto de | | | | ‘manos del cuentista— consiste en la transmutaci6n y | en la sustitucion de la logica inicial de la normalidad | ) poco a poco de la escena y a partir de la cual debe de- ducirse el final —si las cosas han salido bien— como | fatalidad y no como una sorpresa. De este modo, a idea de Piglia de las dos historias puede sustituirse por la idea —menos exigent y, por e50, mas general— de dos 6rdenes logics posibles o, més precsamente, de 94 Ss lo tue se desdobla en dos en el transcur- aqui del escritor como un manipula- is o menos astuto; pero también —a es un artista. No hace mucho—y pa- gen del ilusionista— vi en un progra- ‘tun viejo mago argentino al quele l= aciendo un show con cartas en Las tadofe} una mess cons tnica mano ida sobre el tapete verde y rodeado de personas que vigilaban desde todos atina. La prueba era simple, Arrojaba «iba, seis cartas sobre la mesa, con los SX fo g eeonunes 1.» sldos: rojo-negro, rojo-negro, rojo-ne- sro. Las recogfa tal como habian quedado y cuando vol- ‘via a arrojarlas los colores se habjan juntado: rojo-ro-~ jo-rojo, negro-negro-negro. No puede hacerse ms lento, decia entonces. O quiad si... quizd pueda hacerse mas lento, Arrojaba entonces otra vez las cartas, més despa- ciosamente: rojo, negro, rojo, negro, rojo, negro. Las re- cogia, ylos colores habfan vuelto a juntarse:r0j0-rojo- rojo, negro-negro-negro. ¥ entonces se sonreia para si vy tepetia otra ver. esa frase: No puede hacerse mas len- to... 0 quiad st, quizd pueda hacerse mas lento. Este se- rfa entre los escritores el artista: un ilusionista con una sola mano que siempre puede decir, bajo todos los ojos: © quizé si, quizé pueda hacerse més lento, 95 EUCLIDES, O LA ESTETICA DE LA RAZON MATEMATICA {A fines de los afios 30, perseguido por Mussolini, legé a la Universidad del Litoral un hombre diminu- to, de aspecto frégil y frente ancha. Era Beppo Levi, uno de los mateméticos mas importantes de este si- glo. Se lo habia contratado como investigador en uno de los primeros institutos especializados que tuvo el pais pero, por una de la clésicas paradojas argentinas, pronto sobrevino una intervencién arrasadora, y Le- vi acabé dando clases rutinarias de andlisis para los alumnos de primer afio. Fue también en Rosario don- de se publicé por primera vez Leyendo a Euclides. Ca~ si cincuenta afios después, un grupo de discipulos aca- ba de reeditar esta incursién casi detectivesca en el pensamiento socratico. Para entender la importancia de este libro se debe tener en cuenta que los axiomas de Eucldes para la geo ‘metria no sélo fueron y son todavia en gran medida el paradigma del modo de operar de la razén mateméti- ‘a, sino que cristalizaron también una estética profun- dda y casi imperativa para esa raz6n, con implicaciones :iltiples en la filosofia que egan hasta la época con- ‘Beppo Levi, Buenos Aires Libros del Zorzal, 2000, (: iC SS Lede 109 *} tempordnea, Esa estética es la del balance delicado en- | tre simplcida y aleance, entre la minima cantidad de | presupuestos y la méxima cantidad de consecuencias { derivabis. En efecto, laatraccién y seduccién del modelo eu- clideano reside en que a partir de nociones muy ele- rmentales como punto, recta, circulo, y slo cinco axio- ‘mas que vinculan de manera casi obvia estas nociones entre si se puede desarrollar de teorema en teorema to- da la geometrfa clisica, es decir, la totaidad de la geo- metria que conocia la humanidad hasta no hace mu- cho tiempo atrés y que Kant ereyé la tinica posible: la sgeometria que se corresponde con la forma en que ve~ ‘mos el mundo y sirvea cartografos, arquitectos y agri ‘mensores para todos los usos diarios. La larga influencia del procedimiento axiomitico en la ilosofia puede rastrearse en la Btica de Spinoza, que lleva como subtitulo Demostrada segiin el orden _geométrico, y también en la busqueda de Descartes de una verdad “a salvo de toda duda razonable” que pu- diera servir como primer principio y punto de apoyo para construir, por pasos puramente I6gicos, un siste- ‘ma de pensamiento inexpugnable. Pero quita la histo- ria més conocida en torno ala geometria euclideana es Ja que tiene que ver con el quinto postulado: Dada una recta y un punto fuera de ella, hay una tinica recta paralela ala dada que pasa por ese punto. Delos cinco axiomas, este iltimo era, incluso pa~ ra el propio Euclides, el menos obvio, yen las demos- traciones trata de utilizarlo s6lo cuando es estrictamen- te necesario, Durante dos mil afios se pens6 que tal vez, seria posible probar este quinto axioma a partir de los cuatro anteriores, como un teorema més, y encontrar esa demostracién elusiva se convirtié en el principal problema abierto de los geémetras. Finalmente un j ven estudianteruso, Nikolay Lobachevsky, descubri6 en 1826 que era enteramente posible desarrollar una nue- vva geometria en la que fueran vilidos los cuatro prime 10s axiomas pero no el quinto. Posteriormente Bolyai probé algo todavia més curioso: que la nueva geome- tufa, por extrafla que pudiera parecer ala intuicion, era tan legitima y s6lida como la euclideana, en el sentido de que sillevaba a alguna contradiccién légica, la “cul- pa” de esta contradicci6n no podria atribuirse ala ne- 4gacién del quinto postulado, sino a los cuatro anterio- res, compartidos con la geometriaclisica Gauss, que habia llegado por su cuenta a las mis- ‘mas conclusiones, fue uno de los primeros en abservar ‘que Ia existencia de una geometria no euclideana po- nfa en crisis a idea kantiana de una nocién a priori del espacio. Este fue uno de los golpes mas duros ala filo- sofia de Kant, al que se sumaron luego los experimen- tos sobre la geometria de la percepcidn visual, tampo- co enteramente euclideana, debidos a Helmholtz El programa de Hilbert y la incompletitud El espiritu de Buclides revivié con particular fuer- za a principios de 1900 en el programa de Hilbert para fandamentar la matemtica. Algunas paradojas légicas sefialadas por Russell en la teoria de conjuntos habian { | hecho crujir por primera ver el edificio orgulloso de la rmatematica y mostraban la necesidad de buscat princi- pios y métodos de corroboracién que permitieran la re- visién cuidadosa de cada resultado. La idea detrés del programa de Hilbert era que debia dotarsea toda la ma~ temitica de un conjunto de axiomas bien determinados, como los cinco postulados de Euclides, de manera que todo resultado que los matemiticos proclamasen como verdadero —utilizando cualquier método— pudiera co- rroborarse y reobtenerse a partir de estos axiomas por ‘medio de un procedimiento puramente mecénico, en tuna sucesién finita de pasos. En una palabra, Hilbert [[rrocura identificar la nocién de verdadero con la no- | cign de demostrable Pero ya en la vida real estamos acostumbrados a que estas dos nociones no son necesariamente equivalentes. Basta pensar en cualquier crimen con dos tinicos sospe- ‘chosos. Cualquiera de los dos involucrados sabe la ver- {ad sobre su culpabilidad 0 inocenciat yo fio yo no fi. Sin embargo, la justicia debe reunir por otros caminos evidencias —huellas colillas, veificacion de horatios— para decidir sobre esta cuestion y demasiadas veces los indicios no son suficientes para alcanzar esa verdad, Mis ‘atin, puede ocurrir incluso que nila. culpabilidad de uno nila inocencia del otro sean demostrables. En 1930 Kurt Gadel mostr6 —en lo que fue un | golpe de efecto dramético e inesperado— que exacta- ‘mente lo mismo ocurre en la matemstica. Su célebre teorema de incompletitud dio por tierra con el progia~ ma de Hilbert al revelar que aun en el fragmento ele- ‘mental de a aritmética —los niimeros naturales, con la jsuma ya mulipiencion—es imposible dar una can- tidad finita de postulados,a la manera de Euclides, que permitan reobtener como teoremas todos los enuncia- dos verdaderos. Es decir, la aritmética, a diferencia de | Ja geometrfa clisica, es irreductible a un tratamiento axiomitico, (~ El teorema de Gédel, convertido demasiado lige |, ramente en fetiche de la posmodernidad y de los psicé- | logos lacanianos, debe verse como un resultado sobre | la limitacién de los métodos formales axiomaticos y, en. general, como un resultado sobre la limitacién del len- Lguaje/Desde el punto de vista de la matemitica dick” que hay mas complejidad en el mundo de los objetos, ‘matematicos de la que pueden dar cuenta los métodos, finitistas de demostracién. Dice también que la intl gencia y el discernimiento humano son irremplazable no puede modelarse una computadora que arroje to- dos los emunciados verdaderos sobre los mimeros na- turales. El factor humano insustituible esa facultad de interpretar y asignar sentido. ‘A la ver, el resultado de Godel pone por primera vex en criss la estética simplicidad-alcance profunda- ‘mente asimilada a partir de Euclides en el pensamien- to matemético: la aritmética, y muchos otros fragmen- tos de la matemitica, no pueden axiomatizarse sin perder en el camino una parte de su alcance. Ellibro de Beppo Levi En una investigacién anterior y quizé menos co- nocida, el matemético francés Henri Poincaré habia ‘welto sobre los axiomas de Euclides para poner en evi- 23 dencia los presupuestos ocultos detrés de los cinco ‘axiomas: por ejemplo, la admisién ticita de que las f- guras son indeformables por rotaciones y traslaciones. | Bn un mundo de fluidos no tendra sentido la geome- | tefa euclideana. Este modo de prestar atencién a lo no dicho, y de poner en evidencia Io que cada époce con- vierte en verdad inconsciente, anticipaba en el eampo | dea matematia Yo que fueron luego ls tenes ar { queologicas de Foucault en las cencas sociales, Leyenda a Eucldes se inscribe mas bien en esta se- " gunda linea, y se puede considerar una revisién bajo la lupa poderosa de los siglos para entender el corpus de conocimientos y el modo de razonar geométrico de la época de Euclides. En el prélogo, Levi dice que su es- | fuerzoal escribir est libro estarfa completamente pet- dido si no pudiera cautivar la atencién de lectores no mateméticos. Estos lectores tendran la oportunidad } sinica de eaprender la geometria dela mano de un ma- temitico verdaderamente célebre (hay un teorema ya clisico del andlisis que lleva su nombre) y al mismo | tiempo —como dice Mario Bunge en las palabras fina les— de tener con los muertos una conversacién inte~ ligente, sin recurrir a trucos espiitistas. Qué hay en todo caso —podifa preguntarse uno alterminar—detris de esta estética que atraves6 los si- glos, detris de este afin de apreser con unas pocas pro- piedades todas las consecuencias de un sistema? Los axiomas, quizé, expresan la finitud humana. Desde siempre el hombre se ha debatido con su finitud y en la | matematica ha logrado a veces con astucia derrotarla: nadie puede contar todos los ntimeros, pero sebetios escribir cualquiera de ellos y podemos hacerlo con s6- lo diez simbolos. Nadie puede escribir los infinitos teo- temas de la geometri, pero Euclides ensené que con suficientepaciencia podramos derivar uno cualquiera partir de s6lo cinco axiomas. Otras veces, sin embar- 40, ninguna astucia es suficiente. Elser humano es una | criatura imitada, pero echa a andar hijo cuyos pasos | ‘no puede seguir, dioses que lo suceden eternamente y | objetos cuya complejdad se le escapa. tuna sociedad. Con cada uno de os pasos hist6ricos (len- guj, escritura, imprenta, Internet) la sociedad aumen- tay distribuye mejorla informacién, Robertson‘dice que Ja computadora provocaré, ademés, una revolucién con- ceptual en la manera de hacer ciencia y matemética. ‘Cambié la idea de soluci6n y cambian gradualmente los métodos. Pueden estudiarse sistemas muy complejos. Los problemas analiticos van quedando como problemas, clementales. ‘in embargo, con este nuevo enfoque hay algo quese pier- de: la idea de elegancia, de concisin, de belleza matemé- tica, Ideas que provienen de una estética humana. —Bs cierto, y la belleza de los razonamientos ma- temiticos es lo que a mi me encanta. Cuando yo era jo- ven decia que la belleza de algunas demostraciones era comparable con la de una mujer hermosa. Bvidente- mente no es lo mismo, pero en cierto sentido producen, Ja misma poderosa emocién. Pero la matemética est en continua evolucién y me temo que los problemas, {que admiten una soluci6n bella y corta quedan ya co- ‘mo problemas de juguete, Por supuesto, esto no es més que mi opinién personal, que ¢s muy controvertida. Pe- 10 como estamos en el café Tortoni, me siento otra vez, portefio, ycapaz de hablar de todo. 160 LITERATURA Y¥ RACIONALIDAD™ Una tesissingularmente dréstica de nuestra moder- nidad, y sin embargo ampliamente aceptada y repetida como un lugar comin de la época, afirma la ineptitud de todos los sistemas filos6ficos, la imposibilidad de las grandes sintesis del pensamiento y la inhabilitacién en general de la razén para dar cuenta de la realidad. No es dificil imaginar por qué esta tesis tiene tanta populari- dad: los fl6sofos son muchos, los libros de flosofia son largos, pensar es fatigoso y trae dolores de cabeza. ¥ lue- 80, por supuesto, para leer a Schopenhauer hay que re- troceder a Hume y a Kant; para leer a Sartre, recaer en Heideggers y no se puede ir a Marx sin pasar antes por Hegel, pr Ricardo, por Feuerbach. Para entender a Witt- genstein hay que saber l6gicas para leer a Vico, historias para abordar a San Agustin, teologia. Qué tentador, cla- 10, que en este punto alguien nos convenza con un buen. argumento de que nada de esto es necesario, que todos esos muchachos estaban equivocados y que podemos obviar sin culpa esos tres 0 cuatro mil libros. En vez de un buen argumento hay un pase de ma- nos demasiado répido: la critica parte de la afirmacion * Publicado en La Nac, 13 de febrero de 1994, 16 de quell razén humana es limitada (lo cual, por supues- to, ¢s cierto y tan novedoso como que, por ejemplo, los hombres son mortales, o que, agitando los brazos muy ligero, uno no remontaré vuelo) y a continuacién se deshace de toda la historia del pensamiento haciendo pasar esta limitacién por impotencia. Pero la limitacién, como protest6 exhausto Casa- znova, no tiene nada que ver con la impotencia. El error, siempre el mismo, esté en considerar el dominio de lo racional de una manera injustamenteestrecha, como un conjunto acabado e inmutable de operaciones légicas, una especie de tabla dfinitiva de silogismos;en una pa- Jabra, confundir a la raz6n con la parcela que utilizan, sobre todo, los matematicos y los cientficos. Pero ni si- quiera en estos dominios la razén es algo acabado y ri- ido: asi, por ejemplo, Lobachevshy, al negar el quinto postulado de Euclides, no sélo expandié la geometriasi- no también la raz6n matematica, yen la fisica contem- pordnea dar un modelo adecuado para el mundo suba~ ‘t6mico equivale a encontrar una logica suficientemente lastica para explicarlo, Lo que se deja invariablemente de lado es que la racionalidad, como cualquier otra facultad humana, se fue desarrollando en los hombres a lo largo del tiempo, en permanentes conflctos y demarcaciones incluso a veces en paradéjicas alianzas con la irracionalidad. La pagina de Nietzsche sobre la formacién de la légica en Ja mente humana como resultado de a supresiOn bra- tal de matices, de simplificaciones primitivas e iguala- ciones instintivas, necesarias para la supervivencia, pe- ro fatalmente “il6gicas’, deja ver por un momento el insospechado dramatismo que hay detrés del modus 162 ‘ponens las huellas de bestialidad en el teorema del ré to. Asi la racionalidad es un proceso. Un proceso que avanza entre contradicciones, aproximaciones sucesi- ‘vas, imites difusos yteorfas siempre precaria, siempre provisorias,en la tierra de nadie de la realidad, Mirando por un momento las cosas de este modo, mirando a la raz6n como una facultad viva y cambian- te, tiene sentido preguntarse si no se posible refundar elentendimiento sobre una nueva forma de racionali- dad, mas ampliada, més sutil, més potente, que escape por igual a Kant y a Godel y de la cual laraz6n filos6fi- catal como se conocié hasta ahora sea un caso “limita- do” y particular. Minovela Acerca de Roderer es una fic- ci6n en torno a esta pregunta, que equivale en el fondo a preguntarse sobre la posibilidad o imposibilidad de reinstalar una visién prometeica en esta época de pac- tos fausticos. Narrativa y fin de siglo El posicionamiento frente ala racionalidad no de- ja de tener sus consecuencias en la narrativa actual. A diferencia de las religiones, que resisten impavidas el si- lencio de Dios, el pensamiento, mucho mas huidizo, ante la primera grieta en sus edificios se fuga a la irra- cionalidad o al desénimo. ¥ del mismo modo que de la critica justa a la raz6n positivista del siglo diecinueve nuestro fin de siglo parece sacar como extrafio corola- rio el retorno de los brujos,y que del estancamiento del psicoanilisis brotan los manuales de autoayuda y las flores de Bach, asi también en literatura de los vastos 165 intentos totalizadores se ha saltado répidamente al mé- ico recetario del posmodernismo. Una de las respuestas meciinicas de la desconfian- zaen las grandes sintesis es el refugio en la minimal dad, Esta literatura de intencién minimal puede ser vista en cierto modo como continuacién de la obra de Hemingway, con la variante de que no diferencia en general entre la punta del iceberg y un cubito del ver- ‘mouth, Més allé del minimalismo, hay otros elementos ‘mucho més extendidos y recurrentes, que configuran ‘una auténtica ret6rica de “lo contemporéneo” y que ca- si permitirian escribir un manual de instrucciones pa- ra la novela moderna. (Es la vieja paradoja del tiempo: aunque a nadie le conviene reconocerlo, hay también a ‘esta altura tina forma clésica y tradicional de hacer i- teratura “moderna”) La nueva retérica parte de una no muy novedosa opinién escéptica: lade que en literatura, esencialmen- te, “esté todo dicho”. Desde este enfoque —como ya analizé Thomas Mann hace casi cincuenta afios—la creacién esti condenada a dos vias muertas:la parodia ya repetici6n. La repeticion, en nuestros dias, eva el nombre més prestigioso de “intertextualidad” La paro- dia suele ser parodia de género, con llamadas constan- tes al lector para que no sea bruto y aprecie los guifios yylas dotes de arquitecto del autor. ‘También hay un folklore para los personajes: el hé- roe debe ser escéptico 0, mejor todavia, directamente cinico. Nada lo turba: mata con desgano, se inyecta he- rofna con aburrimiento, hace el amor con una sola ma- no, Es el tipico personaje duro-irénico-noctémbulo- marginal-aungue no mal muchacho de la literatura 364 negra norteamericana, revivido una y otra vez cori la ‘excusa del toque parédico. Pero si miramos con aten- cién: cinismo, frialdad, parodia, intertextualidad, lite- ratura en segundo grado, autorreferencia, aburrimien- to, zqué es lo que hay de comiin en estos elementos? Un. \inico terror por no dejarse sorprender, por no quedar nunca més al descubierto, Al que no cree, por lo me- nos, nadie lo trataré de ingenuo, al que nada afirma na- da se le podré refutar. Del mismo modo, a parodia no puede ser parodiada nila intertextualidad vuelta a mez- clar, Nuestro fin de siglo, con un refllejo de mano es- caldada, busca refugio en los estados terminales del escepticismo, ;No es conmovedor el aire paternal y “avisado” con que estos autores nos recuerdan cade tres ‘piginas que lo que estamos leyendo es “s6lo ficci6n”? Incluso de esta minima credulidad temporal —la lec- ‘ura, sin duda para nuestro bien, quieren salvarnos. Pero el escepticismo, como posici6n, es tan inatacable como estéril,y en el dominio dela literatura —esté ala vista—conduce répidamente a caminos cerrados. La pregunta natural, legados a este punto, esla de si existe otra opcién. Es verdad, por supuesto, que en li teratura hay mucho definitivamente dicho, y por eso la ‘otra opcién no puede ser el estado de inocencia, Cual- ‘quier alternativa debe partir de reconocer que la litera ‘ura es, también, una forma de conocimiento, y esto obliga a tener en cuenta una larga historia de perma- nente invencién, variaci6n y agotamiento de recursos ¥ de efectos, de teorias, de retbricas y de géneros. Pero spor qué suponer que esta historia ha legado a su fin? Lo que se requiere, precisamente, es distinguir en la marea de obras lo que efectivamente “esté dicho” delo 165 que queda por deci. Para formularlo como un progra~ ‘ma: escribir contra todo lo escrito. Claro esta que “escribir contra todo lo escrito” se ‘vuelve cada vez més dificil a medida que pasa el tiem- po, no sélo por la razén inmediata de que aumentan los registros probados, la extensién de lo que ha sido tocado, sino también porque se agudiza ala par el gra do de conciencia de a literatura sobre st misma, de ma- nera que también se desgastan répidamente los meca~ rnismos formales, las sucesivas ret6ricas, Ast cada nueva ‘obra en nuestra época tiene que debatirse con una se- sgunda exigencia de originalidad en el plano de lo for- ‘mal: establecer su retérica propia. sta dificultad creciente de escribir tiene también, como un tentador escape, el abandono al “esté todo di- cho" Curiosamente, por dos caminos distintos, uno “extern” y social, vinculado a la época y sus desilusio- nes, y otro “interior, relacionado @ la historia {ntima de la escritura, llegamos @ la misma encrucijada entre escepticismo y originalidad. Es posible que toda conviccion sea al mismo tiem- po una forma de a ingenuidad pero, al fin y al cabo, de convicciones y de alguna ingenuidad estén hechas to- das as obras del hombre. Fl escepticismo, en tiempo de derrumbes, puede hhacerse pasar facilmente por inteligencia, Pero la ver~ dadera pregunta de la inteligencia es como volver a crear. 166 jQUTEN LE TEME AL UNO FEROZ?* Se sabe que s6lo hay un modo més efectivo para prevenir una conversacion en una sala de espera que abrir un libro, yes abrir un libro de matemética. La so- la mencién de la palabra “matemstica” infunde escalo- frfs, terror, y puede remontar al adulto mas seguro a los temblores de una divisin con fracciones y a otras pesadillas numéricas de la infancia.¥ a pesar de que el pensamiento matemético ha dejado en las llamadas Humanidades sus huellas dactilares por todos lados, desde os pitagéricos hasta el Circulo de Viena, desde la apuesta teologica de Pascal hasta la ética segin el orden sgeométrico de Spinoza, desde los primetos principios de Descartes al teorema de Godel, y a pesar de que la ratemitica ha probado ser alo largo dela historia una ciencia increiblemente mutable y proteica, todo es en vano, y la inmensa mayoria la sigue confundiendo con ese fragmento bastante tedioso que se impartfa (sim- parte?) en Ios colegios secundarios. Eldiablo de los niimeros, del ensayista y poeta ale~ ‘min Hans Enzensberger, esté dirigido expresamente en su subtitulo a “todos aquellos que les temen a las, * Sobze El dab defo mimeros, de Hans Enzensberger,Siruela, Mar, 1997 Publicado en Radar’ Pgna/12, 198. 167

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