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LA CRÍTICA DE LA RAZÓN
PURA,
De Immanuel Kant.

GUIA DE LECTURA

Carlos X. Blanco Martín

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Dedico esta obra a la memoria de mi


padre:
Ernesto José Blanco Menéndez
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Quedan rigurosamente prohibidas, sin la autorización escrita del


titular del “copyright”, bajo las sanciones establecidas por las leyes,
la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o
procedimiento, comprendidos la reprografía y el tratamiento
informático y la distribución de ejemplares de ella mediante alquiler
o préstamos públicos.

© Carlos J. Blanco Martín.


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NOTA:
Las citas que esta guía contiene, extraídas de la Crítica de la Razón Pura, están tomadas
de la vieja traducción de José del Perojo y José Rovira Armengol y que reproduce
Ediciones Folio (Barcelona, 2000). Esta guía las reproduce con una finalidad puramente
didáctica y ha suprimido la referencia exacta de su localización dado el cariz
introductorio de la guía lejos de todo interés filológico, erudito o investigador.

PRESENTACIÓN.

El lector o alumno se va a encontrar aquí con una guía para facilitarle su


comprensión de una obra que, a más de extensa, puede resultar difícil
para quien desee iniciarse en la lectura directa de obras filosóficas
capitales. La guía que presentamos no pretende sustituir esa lectura
directa, antes al contrario, quiere ser un estímulo y un repertorio de
claves para entrar en este monumento de la filosofía. No todas las claves
(o llaves) figuran aquí. No es esta una guía exhaustiva. Pero sí puede
servir para andar por algunas de las rutas más interesantes de la obra de
Kant. Además, las páginas de este librito contienen particulares
interpretaciones de su autor que no pretenden ser las únicas ni las más
válidas a la luz del criterio erudito. Tampoco se busca ninguna
originalidad en ellas. El destinatario de la guía es el alumno de
bachillerato o de primer curso de universidad que, sinceramente, “quiera
entender a Kant”, particularmente su obra, la Crítica de la Razón Pura.
En aquellos puntos en que mi guía no resulte adecuada, existe la
irremplazable labor de un profesor que, usándola como apoyo en el aula,
rectifique, amplíe o critique sin piedad lo que aquí se ha escrito.

Como guía pedagógica, sólo sirve para iniciarse en la filosofía moderna y


deberá ser complementada por los buenos manuales y diccionarios de
filosofía que están editados en nuestro país. Allí se deben buscar autores
y conceptos que aquí tan sólo apuntamos en cuadros al margen o en el
propio texto como recordatorios y aclaraciones. Se ha pensado en ofrecer
una selección de textos comentada y “visualizada” con diagramas para
que el alumno o lector recaiga sobre estos párrafos de forma repetida y
concienzuda, pues ellos son el material sobre el que podemos entrar a
comprender, un día futuro, la obra completa.

IMMANUEL KANT (1724-1804). EL HOMBRE Y SU EPOCA.

La vida de Kant es famosa por su sobriedad. A nosotros nos han llegado


anécdotas subrayando su puntualidad y que muestran una férrea
organización rutinaria de su vida. Kant entregó ésta a la lectura, la
docencia y la redacción de sus trabajos. Como profesor apenas hizo
variaciones en su agenda diaria, y sin embargo su evolución intelectual
fue incesante. Kant renunció al matrimonio y se negó a estar demasiado
lejos de su ciudad, Königsberg, de cuya universidad fue profesor
impartiendo clases sobre las más variadas disciplinas. Gustó sin embargo
de la charla amistosa, y tratar en ella sobre asuntos de la más candente
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actualidad. La política europea, las novedades culturales, y los problemas


de la Ilustración y la Revolución Francesa (1789) fueron objeto de su
más atento escrutinio.

Partiendo de preocupaciones estrictamente científicas en su juventud,


Kant fue evolucionando hacia una mayor consideración de los problemas
antropológicos en toda su amplitud (ética, política, social). Formado
académicamente bajo la atmósfera racionalista que imperaba en la
universidad alemana, influida por Leibniz y su discípulo Wolff, nuestro
hombre cuidó de tener una filosofía propia. La tuvo en cuanto David
Hume, el empirista escocés, “le despertase de su sueño dogmático” y le
inducirá a abandonar ese modo de hacer filosofía. La lectura de Rousseau
y los hechos de la Revolución Francesa fueron piezas clave en tal
apertura. Se dice que este provinciano profesor de un rincón de Europa
(Königsberg está a la orilla del mar Báltico, actualmente en Rusia) vibró
apasionadamente con los acontecimientos de la Francia Revolucionaria,
considerándolos, junto con la Ilustración precedente, como pasos hacia
delante – e irreversibles- en la historia de la humanidad.

Ilustración, dice Kant, es salir de la minoría de edad, dejarse conducir por


el propio entendimiento sin ir de la mano de otros. Quizá nadie como
Kant supo definir la “modernidad” a pesar del recatado observatorio
desde el cual Kant hacía sus análisis. El Despotismo Ilustrado que por
entonces se implantó en el reino de Prusia, era visto como la fórmula
racional destinada a sacar a los pueblos germanos de su oscuridad y
atraso, ahorrándose al mismo tiempo las convulsiones y la sangre que se
conocían en Francia. Kant aprobaba este idilio de filósofos y científicos
con el Poder, con vistas a lograr esa “mayoría de edad”. Sapere aude,
¡atrevete a conocer! - fue el lema kantiano. Sin embargo, pese a toda la
prudencia desplegada por el filósofo a lo largo de su vida intelectual,
Kant no fue inmune a las cortapisas que un nuevo monarca en el trono,
rodeado de intrigantes, trataron de poner a su obra La Religión dentro de
los límites de la razón. La imprescindible libertad pública de expresión
intelectual, idea nuclear de la Ilustración, fue en sus propias carnes
pisoteada.

Kant es autor, además, de tres Críticas que marcarán para siempre la


filosofía moderna y contemporánea. La Crítica de la Razón Pura –1781-
(en nuestra guía CRP) contiene su Idealismo Trascendental, esto es, su
proyecto de superación de la vieja metafísica como ciencia imposible,
sustituida aquí por una investigación en torno a las condiciones de
posibilidad y los límites de nuestras facultades de conocimiento. La
Crítica de la Razón Práctica, y su obra complementaria,
Fundamentación de la metafísica de las costumbres, constituyen un
proyecto análogo en el campo de la ética. En tercer lugar, la Crítica del
Juicio, o también Crítica de la Facultad de Juzgar, que quiere ser un
puente con las dos Críticas anteriores, analiza el juicio estético y el juicio
teleológico y es, en gran medida, un preludio del siguiente periodo
cultural de Europa, después de la Ilustración: el Romanticismo. La
ulterior filosofía del arte (la Estética) y la filosofía natural de los
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idealistas alemanes, todos ellos epígonos de Kant en algún aspecto, son


deudoras de esta obra.

INTRODUCCIÓN. UNA FILOSOFIA DE LOS LÍMITES.

El pensamiento de Kant es una filosofía de los límites. Es importante


tener en cuenta que la limitación, ora del conocimiento humano, ora del
mundo, ha sido una tónica constante en la filosofía medieval y moderna.
La limitación ontológica vino impuesta por motivos teológicos. El
contraste entre la criatura humana y el Dios cristiano marcó una larga
tradición de reflexión sobre los límites ontológicos de las cosas y seres
ante un ser infinito, omnisciente, omnipotente, etc. Conectada con esta
finitud y limitación ontológica del hombre, aparece en la filosofía el
pensamiento de una limitación inherente a la propia actividad del
pensamiento en el hombre. En este sentido, Kant hereda la problemática
del límite del conocimiento de la tradición empirista que pasa por no
hacerse ilusiones con nuestro aparato lógico-racional de cocimiento del
mundo, y la crítica a la metafísica precisamente por la imposibilidad de
conocer sus objetos, esto es, por una limitación epistemológica. En este
sentido debemos entender el título de esta obra magna de Kant: Crítica
de la Razón Pura (a partir de ahora, CRP).

En su obra, la palabra ‘Crítica’ es a un tiempo análisis –descomposición


en elementos- y establecimiento de los límites de resultas de ese
análisis.

“Toda la cuestión se reduce aquí a saber hasta dónde puedo llegar con la
razón, desde el instante en que me fueran substraídas toda la materia de
la experiencia y su concurso”.

Debemos fijarnos en la expresión ‘hasta dónde’, que hace referencia a


unos límites de nuestras operaciones. El conocimiento viene a ser una
especie de trabajo que recae sobre algo. El qué es ese algo sobre el que
Kant pretende realizar una sustracción, no es otro que la materia o la
experiencia.

Dicho de otra manera:

“¿Qué es lo que entendimiento y razón, libres de toda experiencia,


pueden conocer y hasta dónde pueden extender ese conocimiento?”

Estas dos facultades de la mente, entendimiento y razón, sustraídas y


liberadas de toda experiencia, tienen sus límites en un doble sentido. En
sentido intensivo o esencial, qué pueden conocer y, por tanto, qué no
pueden conocer. Y en un sentido extensional, cuánto pueden conocer.
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No se quiere indicar que en la práctica real de la mente humana las dos


facultades, entendimiento y razón, no obren sobre la experiencia, se
sirvan de ella, la elaboren y transformen. La mente no hace otra cosa en
cada instante. Más bien la empresa de Kant es analizar ambas facultades
como sistemas capaces de producir conceptos puros “ que nada deben a
la experiencia” ni tampoco “a ninguna intuición particular que pudiera
inclinarla hacia alguna experiencia determinada”.

Con estos propósitos se presenta la obra, titulada así, CRP, justamente


tratando de hacer un análisis y clasificación de los conocimientos y de lo
que nuestra razón puede realizar al margen de la experiencia, es decir,
como facultad pura. Pero la razón no trata directamente con cosas, no las
conoce. La razón necesita de las elaboraciones suministradas por el
entendimiento, como éste a su vez requiere del material de la
sensibilidad. Es por ello que al titularse ‘Crítica’ de la ‘Razón Pura’, la
obra debe hacer un análisis de estas otras dos facultades, sensibilidad y
entendimiento.

“La razón no se refiere nunca a un objeto directamente, sino únicamente


al entendimiento y, a través de él, a su propio uso empírico, o sea que no
crea conceptos (de objetos), sino que se limita a ordenarlos, y les da
aquella unidad que pueden tener en su máxima extensión posible, es
decir, en relación con la totalidad de las series en la cual no repara el
entendimiento sino solamente en aquel enlace mediante el cual en todas
partes se producen series de condiciones por conceptos. En consecuencia,
la razón sólo tiene propiamente como objeto el entendimiento y su
empleo idóneo y así como el entendimiento aúna por medio de conceptos
múltiples del objeto, así aquélla aúna a su vez por medio de ideas lo
múltiple de los conceptos, puesto que pone cierta unidad colectiva como
fin de los actos del entendimiento que en los demás casos sólo se ocupan
de la unidad distributiva”

ACTIVIDADES:
1) ¿Sobre qué facultad mental actúa directamente la razón? ¿De qué
modo?
2) En relación con las facultades mentales: ¿Cuáles son? ¿Qué
diferencias hay entre ideas y conceptos?

Toda actividad mental es unitiva: conocer por obra de enlaces. Tal idea
ya se enunció en Grecia, y esencialmente fue Aristóteles quien la
transmitió a la teoría del conocimiento. Hume es el precursor más
inmediato del que Kant toma esta idea. La filosofía, como ciencia
siempre postrera, puede separar en un análisis lo que ya antes estaba
unido. Síntesis es la palabra clave que permite al filósofo, subido a un
punto de vista de segunda grado (trascendental), realizar su análisis. Sin
la síntesis previas, nada habría que analizar.

“Entiendo por síntesis, en su más alta significación, la operación de


reunir las representaciones unas con otras y comprender toda su
diversidad en un solo conocimiento. Esta síntesis es pura, cuando la
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diversidad no es empírica, sino dada a priori (como la del espacio y la


del tiempo). Antes de todo análisis de nuestras representaciones, estas
tienen que haberse dado previamente, y no hay conceptos que puedan
surgir analíticamente en cuanto a su contenido.”

ACTIVIDADES:
1) ¿Qué se entiende por síntesis en las ciencias naturales? ¿Y análisis?
2) ¿Qué definición encuentras en el diccionario de la Lengua Española?

La síntesis junta los conocimientos para darles un contenido. La forma


bajo la que se dan esas síntesis, ciegamente preparadas por la
imaginación, es la del juicio. Los juicios versan sobre conceptos y Kant
los entiende como funciones del entendimiento. La síntesis misma es
imaginativa, pero la elaboración de conceptos y su unión (judicativa)
corresponde al entendimiento. La Lógica, tradicionalmente definida
como una “ciencia de los juicios” trata, de manera implícita, con el
concepto.

Las ciencias más desarrolladas de la época de Kant, las matemáticas y la


física, son ciencias sintéticas, pues dentro de los juicios los sintéticos son
aquellos que permiten ampliar nuestros conocimientos. Pero en ellas son
posibles los juicios sintéticos a priori, es decir independientes y
anteriores a toda experiencia posible.

Hay una disciplina que trata especialmente de los juicios y los conceptos:
la Lógica. Esta es entendida como la ciencia de las reglas formales de
todo pensar. La lógica ha entrado, dice Kant, en la “segura vía” ya desde
los tiempos más antiguos.

Desde Aristóteles “parece ya cerrada y acabada”. Kant denuncia la


desnaturalización que ya se había ido introduciendo en la ciencia de la
lógica, por medio del añadido capítulos ajenos a esta ciencia, ora de
psicología, ora de Metafísica o Antropología. Kant es muy claro al
respecto:

“Cuando se traspasan los límites de una ciencia y se entra en otra, no es


un aumento lo que se produce, antes bien, una desnaturalización”.

La lógica no gana nada con un suplemento de psicología. Más bien se


desnaturaliza. Hay que notar que Kant se equivocó en lo referente al
carácter acabado de la ciencia lógica, si tenemos en cuenta los desarrollos
de la lógica matemática o simbólica a partir del siglo XIX, esto es,
posteriores a su muerte. Igualmente es paradójico que los
naturalizadores de la razón, a mediados del siglo XIX, fundamente en la
Biología Evolucionista y en la ciencia del comportamiento, con Lorenz a
la cabeza, una epistemología de raigambre kantiana. Esta Biología del
conocimiento, que se presenta como una naturalización de la razón, se
dice kantiana, pero de haber sido conocida por el filósofo de Königsberg,
probablemente hubiera sido tachada de “desnaturalización” tanto de la
lógica como de la teoría del conocimiento. Los “añadidos”
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extragnoseológicos no le sientan bien a una obra ya perfecta, pues de esta


manera se concibe a la lógica. Es una ciencia de la razón que no se
fundamenta en otras ciencias. Menos lo hace en base a presupuestos
metafísicos: realismo, universalidad de las leyes evolutivas de la
naturaleza, o de mecanismos animales de adaptación.

ACTIVIDADES:
1) Investiga y comenta en clase, tratando de responder a las siguientes
preguntas:
¿Qué es la ETOLOGIA?
¿Quién fue KONRAD LORENZ? ¿Qué relación guarda este autor con
Kant?
¿Qué es, hoy, la BIOLOGIA DEL CONOCIMIENTO?

2) Consulta en los diccionarios, tanto de la Lengua Española como en


diccionarios específicos de Filosofía, qué significado tienen los términos
kantianos “trascendental” y “a priori”.

Para Kant, la lógica es propedeútica (preparación), “una especie de


vestíbulo para las ciencias”. La lógica en sentido propedéutico, no
extiende nuestros conocimientos. Como saber, es un conocimiento
negativo y, casi podríamos decir, medicinal. La Lógica de la razón pura,
o como Kant la presenta, la Crítica de la Razón pura, ya no es tampoco el
organon (instrumento) de las demás ciencias, tal y como era en la
tradición aristotélica. De ser así ¿estaría al lado de las otras ciencias, a
contar como una más, independiente y al mismo tiempo auxiliar de ellas?

Este último, es un sentido muy reciente, el que corresponde al actual


enfoque lógico-matemático. En la Edad Media, por lógica se recogía,
además de la doctrina clásica sobre los conceptos, juicios y raciocinios,
muchas otras investigaciones que hoy encuadramos bajo el rótulo de
“teoría del conocimiento”. Precaviéndonos de las afinidades posibles que
la CRP pudiera mantener con esta lógica filosófica, Kant se desmarca al
hablar de una ‘Crítica Trascendental’, al fundar precisamente su
análisis de la razón pura, que nada tiene que ver con una nueva ciencia o
un nuevo instrumento de las ciencias.

“Llamo trascendental todo conocimiento que en general se ocupe, no de


los objetos, sino de la manera que tenemos de conocerlos, en cuanto que
sea posible a priori”.

En las matemáticas, como ejemplo eminente de un conocimiento de la


razón pura que determina a priori sus objetos, vemos que el matemático
no produce ni introduce en éstos sino lo que él mismo poseía al principio.
En la fase de exposición, el matemático construye conocimientos, pero
estos figuraban ya a priori a favor de la mente del matemático. Este es el
origen del constructivismo contemporáneo, que Kant expone con claridad
en el Prefacio de la 2ª Edición (1787).
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El constructivismo de Kant es referido ante todo a las matemáticas, pero


los sucesores de un constructivismo epistemológico, se vieron forzados a
ampliarlo a otras ciencias, enredándose más bien en tareas
“desnaturalizadoras”, sin embargo.

“Crítica” significa análisis (por sustracción) de una parte pura (no


empírica) tanto de la facultad como de los conocimientos producidos por
esa facultad (v.gr. los objetos).

Constructivismo: es aquel tipo


de epistemología que concede
un papel protagonista al sujeto
como constructor de la misma
realidad, que no nos viene
“dada” de una vez por todas,
sino más bien como buscada y
asimilada por el sujeto, tanto
El lema principal del constructivismo, según Kant sería: en su desarrollo individual
como en su evolución social y
biológica.

“Se comprendió [en las matemáticas] que la razón sólo descubre lo que
ella ha producido en sus propios planes; que debe marchar por delante
con los principios de sus juicios determinados según las leyes constantes,
y obligar a la naturaleza a que responda a lo que la propone, en vez de ser
ésta última quien la dirija y maneje”.
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ACTIVIDADES:
1. ¿Cuál crees que es el papel del SUJETO en las ciencias? Comenta
estas posibilidades: creador, descubridor, artífice, espectador.

Aquí se expresa la primacía, el protagonismo de la Razón. Sólo ella ha de


ser activa. “Primacía de la Razón” ya implica, de suyo, “primacía del
sujeto”. Pero no podríamos estar más alejados de un subjetivismo o de un George Berkeley
idealismo a lo Berkeley, por cierto incompatibles con esa virtud (1685-1753),
eminentemente activa de la Mente que reside en la Razón. irlandés. Obispo
que, por motivos
piadosos, negó la
El poder de la Razón estriba en su capacidad ordenadora. Ella contiene existencia de la
principios por los que puede ordenar fenómenos. La concordancia entre materia como puro
los fenómenos ya no viene garantizada de una forma gratuita o fideísta en dato del espíritu. El
la Naturaleza, en sí armoniosa, lo que viene a ser lo mismo, en un Dios suyo fue un
idealismo material.
ordenador. La Razón misma como facultad humana es la única que posee
los principios que, vertidos sobre objetos, devienen leyes. No se trata de
que el mundo de los fenómenos fuera una suerte de caos natural. Los
fenómenos concuerdan entre sí, pero los principios que hacen
cognoscible esa ordenación residen sólo en la Razón.

“La Razón se presenta ante la naturaleza, por decirlo así, llevando en una
mano sus principios (que son los solos que pueden convertir en leyes a
fenómenos entre sí acordes) y en la otra, las experiencias que por esos
principios ha establecido.”

Todo cuanto ha de ser conocido en la naturaleza es experiencia. De esa Experiencia: para Kant,
experiencia la razón es garantía de su posesión, es decir, conocimiento de como para los
los fenómenos. Nada podemos conocer sobre cosas no recabadas por la empiristas ingleses
experiencia y por tanto, sobre cosas a cerca de las cuales la razón no haya (David Hume) es el
inicio del conocimiento,
ejercido su influjo condicionante. pero es sólo su materia,
que debe además recibir
La mente humana, a través de la razón, busca en la naturaleza aquello las forma (a priori), de
que ya ella misma le introdujo. No se trata, pues, de inventar teorías o parte de nuestra misma
relaciones entre los entes. Tampoco es su función realizar el constitución mental
descubrimiento de cosas o realidades que, antes del esfuerzo,
permanecían ocultas o confundidas. La mente racional es más bien
constructora. Ella pone los principios del material que recibe. Ella traza
las líneas de relación y alza estructuras de traza objetiva, que una
realidad no encontrada con la razón jamás podría edificar por sí sola de
manera espontánea y activa. Estas dos cualidades corresponden tan solo a
la Razón humana. Es evidente que la naturaleza agrega elementos y
construye capas de realidad nueva e irreversible. Pero el conocimiento de
Los racionalistas
que esto es así sólo lo podemos cobrar por la labor racional de nuestras
(Descartes, Spinoza
facultades, Entendimiento y Razón, una vez recibida la experiencia, y Leibniz),
tienen por misión la producción de conceptos. Un sistema de conceptos depositaron en las
puede ser llamado ciencia y conocimiento. Cada uno de ellos, y el estructuras
sistema de conjunto ya formado, requirieron el concurso activo de la racionales de la
parte intelectiva y racional de nuestra mente, pero, en las antípodas del mente humana la
posibilidad de
conocimiento
racional del mundo
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racionalismo clásico o del idealismo berkelyano, esa racionalidad se


atiene a una objetividad que disciplina a la razón y le asegure si buen
camino como ciencia.

El objeto no es la cosa en sí el criterio externo y metafísico de la


veracidad, ni el ajuste de nuestros conocimientos a la cosa de ahí fuera.
El objeto, en lugar de esto, es el “regulador” que permite indicar a la
Razón su orientación en un mar de fenómenos. Podemos compararle con
una brújula: forma parte del instrumental necesario para una eficaz
navegación.

Habrá objetividad mientras nuestras representaciones se enderecen


debidamente hacia los objetos. La aguja que señala en dirección a un
objeto posible, bien pudiera ser la intuición en el sentido kantiano.
Producir representaciones no enderezadas a conceptos es una navegación
que está lejos de ser considerada conocimiento. En efecto es actividad
mental (o cerebral) de interés para el psicólogo, pero se sale de los
márgenes estrictos de la gnoseología. Precisamente esa producción de
representaciones no objetivas, o de conceptos sin intuición, caracteriza
según Kant a la Metafísica. La Metafísica viene a ser la
institucionalización y la colección de pensamientos en los que la razón
(sin duda alguna) ha intervenido, pero sin apoyarse en un intelecto
reglado por objetos. Esta es una distinción importante: entre
conocimiento y pensamiento. Podemos pensar en realidades de las que no
tenemos experiencia, pero sin experiencia no hay conocimiento de ellas.
Me tiene que ser dado el objeto, y de forma concurrente, debo poseer
intuición de él. En un mismo acto cognitivo, mi inteligencia pone el a
priori en la cosa y recoge formalmente aquello que materialmente me
vino dado en la experiencia. La intuición es el cauce, la aguja que
comunica al sujeto con el objeto. La cosa material y pasivamente me fue
dada por la sensibilidad. Mi mente y mis órganos sensibles ya poseen ese
cauce de comunicación con cualquier cosa posible de naturaleza sensible.
El intelecto es el único órgano que, enderezado por este cauce intuitivo,
activamente se hace de la cosa dada (correspondiente a un objeto) un
concepto. Esto es, ha producido en mí conocimiento.

“Sólo conocemos a priori en las cosas lo que hemos puesto en ellas.”

Este principio del constructivismo permite, desde luego, que la razón


ignore los cauces de la intuición, los rebase y con ello rebase también la
labor productiva del entendimiento. Así se explica el hecho de que
metafísica siempre ha habido y siempre la habrá. La mente no se agota
con la disciplina reglada de un entendimiento enderezado a objetos (de
una ciencia). Mas con ello queda fundamentada y deslindada la
“navegación” específica de la ciencia en un mar de fenómenos. La
ciencia está orientada por intuiciones, y las rutas y construcciones de la
ciencia, lejos de ser asimiladas a otras creaciones del espíritu humano
(arte, mitopoiesis, metafísica), se caracterizan con exclusividad por
conocer a priori lo que ya ha sido puesto en esos conocimientos. El
conocimiento científico de la naturaleza o el de los entes matemáticos, es
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un sistema de síntesis a priori. Esa naturaleza o esos entes matemáticos


están enteramente condicionados por lo que el entendimiento ha
depositado en el material empírico, posibilitado como objetivo
fenoménico es cuanto ha entrado en contacto con la inteligencia. Separar
qué parte sea empírica y qué otra es a priori, es comparada por el propio
Kant (en una nota del Prefacio a la 2ª Edición) con el análisis químico.
Es, ciertamente, un experimento de análisis filosófico el que acomete
Kant, también descrito como “ensayo de reducción”. Hay que saber, no
obstante, que no hay un análisis sin dialéctica, esto es, que la razón
puede volver a unir lo que el filósofo había separado. La toma en
consideración conjunta de la cosa en sí (metafísica, independiente de
nuestra experiencia de ella) y del fenómeno, corresponde a la razón
dialéctica.

En el análisis reductivo, del conocimiento se distingue en primer lugar un


conocimiento puro del empírico. No es lo mismo comenzar el
conocimiento con la experiencia, que proceder de ella.

“Pero si es verdad que todos nuestros conocimientos comienzan con la


experiencia, todos, sin embargo no proceden de ella, pues bien podría
suceder que nuestro conocimiento empírico fuera una composición de lo
que recibimos por las impresiones y de lo que aplicamos por nuestra
propia facultad de conocer (simplemente excitada por la impresión
sensible) y que no podamos distinguir este hecho hasta que una larga
práctica nos habilita para separar esos dos elementos”

ACTIVIDADES:
1) ¿Cuál es el papel de la experiencia en el conocimiento?
2) ¿Qué es la impresión? ¿De dónde procede esta palabra, de qué
contexto la saca Kant? ¿Por qué crees que la emplea?

En este párrafo de la Introducción vemos cómo se aplica el hilemorfismo


(distinción entre la materia –hyle- y la forma –morphé) al problema del La escolástica es la
conocimiento. Esta distinción analítica, que evidentemente le llega a filosofía característica de la
Kant desde Aristóteles pasando por la escolástica, se desprende de los Edad Media cristiana, tal y
campos tradicionales de su aplicación (ontología, psicología) y se como se practicó en las
aprovecha para el experimento reductivo de Kant. ¿De qué están universidades europeas y
que en el siglo XIII alcanza
compuestos nuestros conocimientos? Dos clases de partes o componentes su gran esplendor. Tomás
se hallan tras este análisis hilemorfista: material y formal. La materia del de Aquino, Duns Scoto y
conocimiento nos es dada y para ello hay como órganos y vías de acceso Ockham representan
en nuestra constitución como seres cognoscentes. La materia del algunas de sus figuras
conocimiento es experiencia mezclada fácticamente con otros elementos culminantes. La teoría del
conocimiento moderna,
nuestros, y es materia no buscada. Por ello se dice de la misma que es incluida la de Kant, debe
materia dada. mucho a esta filosofía.

En el conocimiento entran a formar parte otros elementos que no nos son


dados de manera pasiva. Se trata de un conocimiento “puro” en el sentido
en que no está mezclado con la experiencia. Ese conocimiento puro
viene de nosotros, es puesto por la propia mente que conoce, y se llama a
priori.
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Se presenta una importante asimetría en la CRP, como no podía ser


menos, aquella que media en la distinción entre conocimiento puro e
impuro. No están al mismo nivel. El conocimiento impuro ya contiene
elementos formales (a priori) aportados por la mente humana mezclados
con la materia empírica. Al conocimiento puro, en cambio, se llega por
análisis o sustracción. De él hay que retirar toda experiencia y además
subsiste como tal conocimiento, eso sí, puramente formal –sin
contenidos- al margen de la experiencia. Pues sólo a la experiencia le
compete aportar (a posteriori) esos contenidos.

Siguiendo la estela de Hume, de quien dice Kant que “le ha despertado


de su sueño dogmático”, la CRP reserva a la experiencia un papel David Hume (1771-1776),
primordial: excita nuestros conocimientos. Podríamos decir que esta filósofo escocés, es el más
señal o condición sine qua non, no hay conocimiento. La experiencia es importante representante del
empirismo británico, así como
vista como una especie de ocasión o estímulo que señala el curso de las de la Ilustración en aquellas
funciones de conocer, y sin ella este curso no se inicia. Pero en el exterior islas. Para Hume, todo
del sujeto, en ese mundo de fenómenos que inicia en el sujeto una conocimiento procede de la
representación (o una serie de ellas) no está la única fuente del experiencia y sólo en la mente
conocimiento. residen los más difíciles
conceptos de la metafísica
como son las ideas de causa,
Hay en Kant un idealismo puesto que en el sujeto está la fuente sustancia, esencia, etc. La
verdadera del conocimiento en su sentido formal: las estructuras o reglas mente es un mecanismo
a priori encargadas de ordenar la experiencia que nos viene dada. asociativo que reúne ideas
Idealismo, pues, de muy distinta especie al que los empiristas nos tenían previamente suministradas por
la experiencia. La crítica a que
acostumbrados. El sujeto no crea ni recibe mensajes, ideas, contenidos. somete a todo cuanto se aleje
Estas representaciones en su sentido material sólo pueden venir del de esta fuente, hace de él el
mundo de los objetos (fenómenos). Además, la experiencia fenoménica primer naturalizador del
por sí misma jamás podría producir legalidad u ordenación en los conocimiento. El conocimiento
fenómenos. Los sistemas anteriores, como hemos visto, buscaban las es algo natural que debe ser
explicado por unas leyes
reglas de la experiencia en la Naturaleza, en Dios, en las cosas mismas o (psicológicas) del
en la propia esencia humana. Kant no puede admitir que la legalidad, esto funcionamiento mental.
es, el mismo orden y concordancia en los fenómenos, se alce a su vez
como un contenido empírico. Nos encontraríamos, de lo contrario, de
regreso al sistema de Hume, y en general, al de muchos sistemas
naturalistas en filosofía (psicologismo, biología del conocimiento, etc.)
que hacen depender la seguridad de nuestros contenidos empíricos (cosas
que conocemos, información que poseemos) de otros como ellos, según
reglas empíricas. Es decir, reglas de la misma naturaleza que los
fenómenos regulados. No se niega que pueda estudiarse a nivel casual
que unos contenidos dependan como efecto de otros previos, que les
“empujan” o excitan. Así fue la dinámica de la asociación de ideas del Isaac Newton (1642-
admirado Hume. A imitación de los cuerpos de la física newtoniana, 1727): Por muchos
considerado, tras Galileo,
Impulsados y atraídos por fuerzas naturales, las ideas también como el padre de la
interactúan entre sí en el espacio y tiempo internos de la mente humana. ciencia moderna
Matemático y físico
eminente, formula la ley
Kant rompe con este naturalismo que igual las reglas legisladoras con los
de gravitación universal
objetos igualmente empíricos. Persistir en esa equiparación es, para el y sienta la física como
autor de la CRP, incurrir en círculo vicioso: ciencia experimental de
los fenómenos,
formalizada en leyes
matemáticas.
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“Porque, ¿dónde tomaría la experiencia su certidumbre si todas las reglas


que empleara fueran siempre empíricas y contingentes?”.

El conocimiento es siempre conocimiento de “algo” y ese algo es objeto


sólo si poseemos de él la intuición correspondiente para que nuestro
entendimiento elabore conceptos. Sabemos que los conceptos pueden ser
puros o impuros (estos últimos, empíricos). ¿Habrá una ciencia que
depurada de todo contenido material proveniente de la experiencia posea
–no obstante- su legalidad intrínseca? Se trataría de una ciencia cuyas
reglas, válidas como leyes, fueran puramente formales. Algo así como
estructuras depositadas en el interior de la mente humana capaces de
ordenar elementos sólo extraídos de la mente. Esos elementos expuestos
en su orden, concertados según reglas a priori son también puramente
formales, no vienen de la experiencia ¿Existe, repetimos, esa ciencia? La
respuesta de Kant es, sí: la matemática.

“Las matemáticas suministran un brillante ejemplo de lo que podríamos


hacer independientemente de la experiencia en los conocimientos a
priori”.

Las matemáticas son sistemas y series de síntesis conceptuales realizadas


a priori. Ahora bien, no podríamos equiparar nunca el status de estas
ciencias con la situación que hemos señalado referida a la metafísica. La
metafísica, sostiene Kant, es imposible como ciencia. Ella, al tratar de
“temas” como Dios, libertad, inmortalidad, jamás podrá construir
conceptos, pues los conceptos exigen alguna experiencia, y no puede
haber experiencia de cosas o temas metafísicos cuando ni siquiera
contamos con la intuición correspondiente. La Razón ha “pensado” a lo
largo de una navegación sin rumbo, errática con respecto a las
intuiciones, que son como el cordón umbilical que une a ésta con la
experiencia.

La situación es muy diversa en el caso del conocimiento matemático.


Evidentemente los entes matemáticos poseen una existencia, un estatuto
ontológico muy diferente al que tradicionalmente le ha sido concedido a
los seres naturales: p.e. una planta, un cuerpo mineral, un animal, etc. La
filosofía platónica situaba a los entes matemáticos, p.e. un triángulo, en
un mundo ideal. El triángulo era una esencia situada más allá de la
experiencia sensible. Los triángulos “encarnados” de madera, metal, etc.
eran pobres copias de esa idea objetiva, lo “triangular”. Otras tradiciones,
en cambio, encerraron en el interior de la mente humana la existencia de Hasta Kant, dos grandes
estos entes, de estas construcciones matemáticas, negando o ciencias o ramas filosóficas
manteniendo, según las posturas en concreto, la existencia ideal de estas se mantenían separadas, en
paralelo, aunque con una
esencias. correspondencia estrecha:
ontología (estudio del ser) y
La postura de Kant es estrictamente epistemológica, desentendiéndose epistemología (o
sobre el estatuto ontológico de estos seres, de si son naturales, materiales, gnoseología) estudio del
ideales, etc. las construcciones matemáticas son productos de la propia conocimiento. Para Kant, la
cuestión del ser conocido se
espontaneidad del entendimiento y la razón del hombre, y en ellas no hay reduce a la última, pues no
nada más que lo aportado por estas facultades. cabe estudiar al ser en sí.
Sólo hay epistemología.
16

En efecto, no requieren del concurso de la experiencia, como en la física,


la biología, etc., experiencia desde la que se nos suministran “datos”,
“objetos”, series de fenómenos en definitiva. Pero, a diferencia de la
metafísica, sí contamos con intuiciones, que se dan por sí mismas. La
intuición, según Kant, apenas es distinguible de un simple concepto
puro”. En este punto clave reside la crítica a la ontologización metafísica
de las matemáticas y de sus “entes” (v.gr. “construcciones”), expresada
en este bello párrafo de la CRP:

“La ligera paloma agitando con su libre vuelo el aire, cuya resistencia
nota, podría imaginar que su vuelo sería más fácil en el vacío. Así Platón,
dejando el mundo sensible, que encierra a la inteligencia en límites tan
estrechos, lanzóse en alas de las ideas por el espacio vacío del
entendimiento puro, sin advertir que con sus esfuerzos no adelantaba
nada, faltándole punto de apoyo donde sostenerse y asegurarse para
aplicar sus fuerzas en la esfera propia de la inteligencia. Pero tal es por lo
común la marcha de la razón humana en la especulación; termina lo más
pronto posible su obra, y no procura, hasta mucho tiempo después
indagar el fundamento en que descansan. Una vez llegado a este caso,
encuentra toda clase de pretextos para consolarse por esa falta de solidez,
o, en último término, rechaza voluntariamente la peligrosa y tardía
prueba. Pero lo que nos libra de todo cuidado y recelo durante la
construcción de nuestra obra, y aun nos acompaña por su aparente
solidez, es que una gran parte, y quizá la mayor, del trabajo de nuestra
razón, consiste en el análisis de conceptos que ya tenemos formados
sobre los objetos”.

ACTIVIDADES:
1) ¿Qué entiende Kant por “especulación” en este texto?
2) ¿Qué critica hace Kant a la Teoría de las Ideas de Platón?
3) Expón la función adecuada de cada una de las facultades de la mente
humana, a partir de este texto.

A la hora de caracterizar las matemáticas, a Platón le faltó el “punto de


apoyo”. La tarea intelectual del matemático, produciendo conceptos y
construcciones específicas de su ciencia, nunca es un desprendimiento de
“este” mundo para alcanzar a vislumbrar el “otro” mundo ideal. Algo
parecido era la intuición platónica. La intuición kantiana, no obstante, ya
está dada en cada acto, y en cada paso, al instante mismo de producir con
la inteligencia un conocimiento. El concepto de triángulo, que no es
preciso comprender después de un hábito o contacto con triángulos
empíricos (de madera, metal, etc.), sin embargo se apoya en la intuición
de ésta figura y de sus partes y relaciones dadas en el espacio. Cuando la
mente elabora teoremas, proposiciones, o en general, relaciones sobre
esta y otras figuras geométricas, las intuiciones (puramente espaciales, a
priori) ya están en ella desde el comienzo, antes de toda experiencia. Es
más, el contacto y aprendizaje sensorial que un niño toma del triángulo,
por observación visual o por el tacto, p.e., no sería siquiera posible si a
17

priori no tuviera la intuición correspondiente a los objetos (fenómenos)


que va reconociendo desde su temprana infancia.

Diferencia entre el juicio analítico y el sintético.


Hasta ahora hemos hablado del entendimiento y la razón como facultades
superiores de la mente humana, que verdaderamente distinguen al
hombre de los demás animales. Estas dos facultades sólo tienen una por
debajo, que es el conocimiento sensible. Sensibilidad que se ejerce con
mayor o menor agudeza e intensidad según los órganos y la constitución
particular de cada especie (vista, tacto, olfato, oído... etc.). En su
conjunto, las tres facultades, sensible, inteligible y racional, son las
mismas –básicamente- que se han recogido por tradición de la filosofía
helénica y escolástica. Aquí, Kant respeta esa tradición, que no sólo
configura un listado de funciones del alma, sino su propia jerarquización.
“Facultad” en Kant todavía significa “función” o capacidad de obrar
sobre un objeto de manera particular suya. No es que el alma (o mente)
se divida en “partes”. Más bien, al hablar de facultades distintas, lo que
se da a entender es una diversificación en el modo de obrar del espíritu
humano. Así por ejemplo, no es lo mismo conocer por sensaciones el
objeto triángulo que veo aquí debajo

Que “comprender” que esta figura formada por tres líneas que encierran
un espacio plano, se corresponde con la esencia o idea de un triángulo.
Más allá de ver las líneas cerrándose y formando una figura plana de
cierta clase, es evidente que yo no sólo tengo datos en mi retina, y que
por tanto mis ojos recibieron estímulos luminosos. También he formado
juicios y conceptos relativos a lo que estoy viendo. La novedad de Kant,
frente a las teorías tradicionales que le antecedieron, es que la jerarquía
de facultades no tiene por qué funcionar en una serie ordenada como ésta

Sensaciónconceptojuicio(...)
18

Las facultades, aun distinguiéndolas todavía de una manera tradicional,


actúan de una manera sistémica, constructiva. En este punto parecen
haberle dado la razón a Kant las recientes teorías de la psicología de la
percepción: “ver” ya es, en muchos casos “entender”, y por lo tanto,
aplicar categorías y juicios para construir lo que vemos. Así que la
jerarquía de facultades no es, en modo alguno, el orden serial en el que
trabajan. Más bien, en vez de una línea como imagen del proceso del
conocimiento, nos serviríamos de un círculo entre fenómenos y
facultades subjetivas. Ese círculo no cesa de girar produciendo
conocimientos.

Conceptos y juicios.
De las cosas sólo nos llegan fenómenos, y de éstos nos hacemos
conceptos. Pero éstos no sólo son imágenes mentales o registros en la
retina y en el cerebro. Estos últimos procesos también forman parte del
conocimiento, y puede que sean condiciones necesarias para hacerse un
concepto, pero no son lo mismo que el concepto como tal (que en Kant
tiene un sentido epistemológico, no psicológico o neurológico). El
concepto es conocimiento, mientras que una imagen interior o un registro
sensorial pueden ser llamadas, simplemente, “representaciones”, en el
sentido de la psicología.

Ya has visto el triángulo dibujado arriba. Cierra ahora los ojos. En ese
misterioso espacio interior que tu mente forma se puede divisar el
triángulo visto hace un momento. Esa es una imagen mental, parecida a
millones de otras que has visto y revisto desde la primera infancia. Hay
una facultad, según Kant, que permite ese registro y evocación del
triángulo: es la imaginación.

Los conceptos se pueden relacionar entre sí para formar unas unidades


superiores que el entendimiento también sabe producir y comprender.
Son los juicios. Kant sigue la gramática y la lógica más tradicional para
definir los juicios. El maestro de esa tradición fue Aristóteles. Según el
sabio de Estagira, un juicio se forma uniendo Sujeto y Predicado que
forman lo que gramaticalmente se considera una oración, que ha de ser
copulativa, gracias al verbo ser. Ese tipo de estructura es el paradigma
lógico de los juicios desde los tiempos de Grecia.

S es P

La S significa el sujeto, cualquier persona, concepto o cosa. De S que


decimos algo por medio del verbo ser. La P indica el predicado: la
atribución de cualidades, rasgos, acciones, etc. que puedan hacerse de ese
sujeto

Por ejemplo:
19

El triángulo es una figura plana


S cópula P

O también:

Esta manzana es agria


S cópula P

En ambas frases encontramos la misma estructura, lógica y gramatical,


de un juicio.

Pero se advierte una gran diferencia en cuanto al tipo de juicio que en


estos dos ejemplos confrontamos. En el primer caso el predicado es una
atribución que nada añade que no supiéramos ya, de haber comprendido
fielmente lo que significa el sujeto, aquí, “ser triángulo” ¿Qué
información nueva nos suministra este predicado que el “es” enlaza con
el sujeto? Ninguna. A lo sumo nos aclara un poco más el sentido o las
implicaciones que entraña el concepto mismo de triángulo.

En cambio en el segundo caso, el predicado “agrio” atribuido a la


manzana sí aporta información no implícita en ella pues, para esta fruta
en general, es posible asignar muchas cualidades según nos lo dicte la
experiencia al haber probado manzanas diferentes: las hay dulces,
insípidas, etc. Este predicado “agrio” es contingente con respecto a la
experiencia de degustación de la manzana, y podrían habernos parecido
más fieles y certeros otros predicados distintos si en efecto la experiencia
hubiera sido otra.

En el primer ejemplo, hablamos de juicios analíticos y en el segundo, de


juicios sintéticos. Una síntesis (unión) de sujeto y predicado debida a la
experiencia, o facilitada por ella es lo que ha tenido lugar en esta segunda
afirmación.

Los juicios analíticos son llamados por Kant, de este otro modo: “juicios
explicativos”. Su misión es ordenar o desvelar lo que tácitamente ya
estaba presente en el sujeto. El sujeto del juicio queda “analizado” en
conceptos parciales ya comprendidos en él.

Hoy en día, esta labor aclaratoria, analítica, es vertida de manera en


intensa sobre el lenguaje. Dicha tarea, desde principios del siglo XX, y
especialmente en el ámbito anglosajón, es la que ha reclamado para la
filosofía la corriente analítica. Filosofía es, para sus miembros, análisis
del lenguaje. No hay aumento de conocimiento ni síntesis de ninguna
clase en este saber: sólo una labor aclaratoria, explicativa y terapéutica de
los errores mentales que van incluidos en el propio uso del lenguaje, y
del condicionamiento que nuestra especie sufre por él. Dicha escuela
analítica, a su vez, ha propendido ha ver en las matemáticas y en la
lógica, un tipo de ciencias “analíticas” a su vez. Esto es, las reduce a la
condición de meros sistemas simbólicos o conceptuales enlazados por la
20

ley de identidad. Pero en el caso de las matemáticas, Kant no está en


absoluto conforme con esa visión: “los juicios matemáticos –nos dice-
son todos sintéticos”. No se formulan en virtud de una identidad
formulada entre los conceptos constituyentes del juicio. En una simple
suma aritmética, p.e., 7+5=12, vemos que “es preciso, pues, ir más allá
de estos conceptos (el de 7, el de 5, el de 12) y recurrir a la intuición que
corresponda a uno de los dos, quizá a los cinco dedos de la mano o a
cinco puntos (...), y añadir sucesivamente al concepto siete las cinco
unidades dadas en la intuición.”

Lejos de tratarse la aritmética y la geometría (como ramas de las


matemáticas) de meros “lenguajes” puramente formales (vacíos) que
funcionan con base al principio de no contradicción, y que posibilitan el
establecimiento de identidades puramente analíticas, ya contenidas en los
propios conceptos y proposiciones, Kant sostiene en cambio que estas
ciencias establecen identidades sintéticas. Esto quiere decir que ha de
producirse una cierta unión y enlace, pero no ya de contenidos empíricos,
como hacen las ciencias de la naturaleza (v.gr. la física), sino de las
intuiciones. Al contener intuiciones diversas, el entendimiento puede,
efectivamente, en sus campos respectivos, formar identidades por
síntesis: en el campo de los números (aritméticas) o en el campo de los
entes espaciales (geometría).

Caracterizar a las matemáticas como una “ciencia formal”, como se ha


hecho después de Kant –y a pesar de Kant- en el mismo sentido que se
hace con la lógica, sería pues, un error. La razón de ello es que entra en
juego en nuestra actividad intelectual la intuición. Todo procede, en
efecto, de nuestra propia actividad intelectual. Las intuiciones de
objetos, que no tienen por qué dársenos (los puntos, los dedos, cantidades
de cosas o relaciones espaciales), corresponden más bien a nuestra
anticipación. El entendimiento construye las identidades aritméticas
(7+5=12, ó 6+6=12) y geométricas (”la suma de ángulos internos de un
triángulo cualquiera es igual a 180º) por medio de reglas puramente
aprióricas. Ellas, sin embargo, no son juicios analíticos, no son
aclaraciones contenidas implícitamente en los conceptos involucrados.
Son, por el contrario, resultado de síntesis, de uniones de predicados que
hacen las veces de sujeto de los juicios.

Estética trascendental.
Ya hemos comentado que Kant conserva, al menos en su apariencia
externa, la vieja doctrina de las facultades de la mente. Sensibilidad,
entendimiento y razón, por ese orden, abarcan –desde el punto de vista
subjetivo- la totalidad de operaciones posibles que puede emprender la
mente de un ser cognoscente. Una tradición, igualmente vieja, jerarquiza
estas facultades, asignando a los animales no humanos (brutos o
irracionales) la posibilidad de un conocimiento sensible. El hombre,
además de conocer sensiblemente, es el único animal dotado de las
facultades intelectuales y racionales. es un ser superior por poseer
facultades superiores.
21

Lo significativo de la CRP no es el estudio de estas “partes” subjetivas


del alma, lo que habría de convertir a la obra en un tratado de psicología
o antropología. Lo esencial de la obra reside en el análisis de los
conocimientos efectivos que del concurso de esas facultades resulta. Y
resaltamos la palabra “concurso”, pues estamos viendo cómo en Kant las
facultades confluyen en la producción de conocimiento. Estas facultades
brotan de una “desconocida raíz” común, en efecto, del propio sujeto.
Ese sujeto o raíz común no quiere ser tratado por Kant como una
sustancia o cualquier “algo” (una X, incógnita) metafísico, sino como
una unidad que se presupone condición de todas las otras unificaciones
(síntesis), y que en realidad son nuestros conocimientos.

El contacto con un mundo exterior nos viene garantizado por la


sensibilidad, y ésta es posible por la acción de órganos sensibles. Kant
emprende un análisis de nuestra sensibilidad, no de tipo causal o
fisiológico, sino un análisis trascendental. Esta parte de su empresa se
llama, pues, estética trascendental.

En griego aisthésis significa sensación, y la ciencia que se encarga de


estudiar las sensaciones, y con ellas, este modo de conocer, es la Estética.
Hoy ha ganado terreno el uso de la voz “estética” en el sentido de ser una
ciencia, o al menos una temática referida al gusto, la belleza y las artes.
Este uso, ya presente en los mismos tiempos de Kant, no debe
confundirnos con el estricto sentido etimológico con que Kant empleaba
el término. Es una estética trascendental, y no una psicología de las
sensaciones. Esta, en realidad, había tomado el lugar de una teoría
filosófica del conocimiento entre los empiristas británicos (Locke,
Hume). Si conocemos por experiencia, debemos poseer una ciencia
--empírica ella misma- del conocimiento. Pero Kant consideró este
proceder un fatal círculo vicioso. Una cosa será que conozcamos a partir
de la experiencia y otra muy distinta será dar por sentado que los
principios nos tengan que venir dados igualmente por la misma. Hay
unos principios a priori, dentro de nosotros y puestos por nosotros. Son
principios anteriores y condicionantes de toda experiencia sensible. Su
estudio corresponde a la estética trascendental en todo cuanto nos viene
dado en la sensibilidad. Todo lo que nos viene dado en ella acontece en el
espacio y en el tiempo. Las ciencias de la naturaleza, y entre ellas, la
física newtoniana (tan admirada por Kant) presuponen relaciones de
cuerpos y fuerzas dadas en el espacio y en el tiempo, los filósofos han
discutido siempre si éstas dos palabras designan, en realidad, conceptos
puramente empíricos o son realmente “ideas” o conceptos de nuestro
entendimiento. Sin duda ambas nociones las necesitamos en la ciencia
más elemental de la naturaleza. Así, la formulación de velocidad
(“espacio recorrido por un –cuerpo- móvil en unidad de tiempo, v=s/t, lo
requiere).

La física estudia fenómenos naturales de los cuales tenemos


conocimiento por obra y gracia de los sentidos. El cuerpo móvil “reúne”
una serie de ideas y nociones que el físico explica causalmente sin
22

necesidad de penetrar, en realidad, en la cuestión siguiente: de dónde


proceden estos dos conceptos. ¿Son los “sensorios” de Dios, como Sensorio, desde
suponía Newton? ¿Meras generalizaciones de la experiencia, p.e. de Aristóteles, es el
cuerpos, experiencia de “lugares” e “instantes?” ¿Se construyen como órgano encargado de
resultado de relaciones entre fenómenos? la sensación. Dios,
en el cristianismo,
estaría dotado de
Kant da una respuesta sorprendente que nada tiene que ver con las entendimiento y
escapatorias de la metafísica, asumiendo como solía, que el espacio y el voluntad, facultades
tiempo son atributos de Dios, o “cosas” que hay en la naturaleza. mentales. Newton
Tampoco tiene que ver su respuesta con el empirismo y su típica salida incluye este órgano
de la divinidad.
explicativa: espacio y tiempo son generalizaciones a partir de
experiencias concretas, lugares, instantes, relaciones fenoménicas. Kant
dice que estas dos palabras designan principios a priori de la
sensibilidad. Cuando yo veo un cuerpo ante mí, bien sea en reposo,
ocupando un “lugar” a lo largo del tiempo (¡hasta que alguien lo
empuje!) o bien realizando un desplazamiento, no solemos pensar que el
espacio y el tiempo estén precisamente “en nosotros”. Ahora bien, no
pueden ser conceptos en el estricto sentido en que Kant habla de
conceptos: estos han de tener un contenido empírico, es decir, un objeto
conocido en el mundo de fenómenos que me rodean. Y el espacio y el
tiempo, desde luego, no están ahí delante como objetos (lo repetimos,
objeto = fenómenos conocidos o encuadrados por un concepto). Mas
bien, dice Kant, son intuiciones de la sensibilidad. Esto quiere decir que
se trata de condiciones sine qua non para que los fenómenos que ya estoy
experimentando se me puedan dar.

Para tener los conceptos de cuerpo en reposo o de móvil desplazándose


es preciso que mi mente pueda, de acuerdo con reglas, encuadrar
cualquier fenómeno sensible.

Páginas atrás habíamos comparado las intuiciones con la brújula de la


mente humana. Esta apunta a un norte, señalando posibles objetos (estén
ahí o no lo estén, nos sean conocidos o ignorados). Bien, esta aguja
orientativa no forma parte del mundo exterior, ni de los objetos que este
mundo abarca. Forma parte de nuestro aparato de conocimiento, y
además Kant le reserva a una sola de las facultades, la sensible. Sólo hay
intuición sensible.

Sólo poseemos intuición sensible, y en modo alguno intuición intelectual,


o racional. Así pues, “ver” un objeto, estar expuesto a los fenómenos
externos, no es lo mismo que intuirlo. Intuir es más bien el canal de
comunicación con el mundo exterior, como si allí fuera haya algo. Que
sepamos que lo hay, y que lo sabemos por medio de la experiencia
sensible es posible gracias a ese apuntamiento directo que la facultad
sensible y, en suma, nuestra organización cognitiva permite. En este
sentido, nos sale al paso el matiz antropológico con que Kant salpica
constantemente su CRP, si bien no esté muy dispuesto a tematizar su
antropología en esta obra. Las facultades mentales de que nos habla son,
pues, las capacidades humanas que se han ramificado a partir de una
“común raíz desconocida”. El punto de vista trascendental que adopta no
23

pasa por develar –ni mucho menos- los orígenes biológicos o históricos
de esa “raíz” misteriosa, o bien una naturalización de esa organización
cognitiva que los humanos y otros “parientes” zoológicos nuestros de
hecho compartimos. Sólo en tiempos muy recientes, en todo caso,
después de Darwin, algunos autores han tomado estas sendas.

Kant nos dice:

“No podemos, pues, hablar de espacio, de seres extensos, etc., nada más
que desde el punto de vista del hombre. Nada significa la representación
del espacio si salimos de la condición subjetiva, bajo la que únicamente
podemos recibir la intuición externa, es decir, ser afectados por los
objetos”.

ACTIVIDADES:
1. ¿Qué relación guarda el espacio con la naturaleza de los seres
humanos?
2. Cuando Kant reclama un papel para la subjetividad en la definición
del espacio ¿qué tiene esto que ver con la Antropología?

“Ahí fuera” no podemos saber nada de las cosas en sí mismas. Como


hombres, es decir, con nuestra organización (mental, y biológica) sólo
conocemos las cosas tal como se nos aparecen. En lo aparecido, la
Crítica –análisis- siempre deslinda dos componentes. Uno, material,
dado a la mente y recogido por los sentidos. Y otro, formal: intuiciones
puras (sin contenido, sin objeto), y por tanto, reglas formales para
organizar el material.

Espacio y tiempo son, por tanto, formas puras. El primero es la forma


de los sentidos exteriores. El segundo es la forma de los sentidos
internos. Es algo así cómo pensar en la vista, el oído, el acto, etc. como
“ventanas” abiertas a los fenómenos externos. Pero ¿qué será ese sentido
interno? No es más que la “intuición de nosotros mismos y de nuestro
estado interior”.

Espacio y tiempo son formas del sujeto y en el sujeto. Ya sabemos que en


la CRP el sujeto es el ser humano, y en manera alguna se toman en
consideración sujetos extrahumanos o divinos, como aconteció en la
metafísica y en la teología: Dios, la Naturaleza, los ángeles. Así pues, del
tiempo se nos dice tajantemente:

“El tiempo, que es únicamente una condición subjetiva de nuestra


intuición humana (siempre sensible, es decir, en cuanto que somos
afectados por objeto), considerado en sí mismo y fuera del sujeto, no es
nada”

ACTIVIDADES:
1. Analiza uno a uno cada término de los términos aparecidos en esta
definición del tiempo.
24

¿Quiere decirnos que, al ser subjetivo no es algo real? En modo alguno.


Y aquí tenemos que ponernos en guardia al tomar contacto con el
término “subjetivo”. Decir que algo subjetivo no es real, por el hecho de
serlo, es mucho decir.

Subjetivo significa relativo al sujeto, perteneciente a su organización o


funcionamiento. Y en Kant es evidente que nada hay en el conocimiento
que no sea relativo al sujeto. Aunque haya objetos que nos sean dados,
éstos se deben recibir y conocer por acción de un sujeto. Kant es un
idealista, pero no en el sentido en que lo son los racionalistas o en el de
Berkeley, según los cuales nuestra mente crea realidades, o vive envuelta
en realidades o apariencias. Es el suyo un idealismo trascendental, pues
aun dándosenos siempre una experiencia (y no hay ciencia fuera de ella,
o más allá de ella), sólo en el sujeto la cosa es conocida, y no
precisamente la cosa en sí, sino los fenómenos relativos a la cosa.

El espacio y el tiempo, pues, son reales aunque no podemos decir que


sean cosas, ni fenómenos. Porque lo que condiciona a lo condicionado no
puede ser un tipo de realidad de la misma clase o naturaleza. Lo
condicionado (o susceptible “en potencia” de ser condicionado) es, desde
Aristóteles la materia, y aquel principio formal que condiciona es la
vieja morphé del sabio de Estagira, ahora inserta en la propia mente y
sólo en ella. No así en las cosas mismas.

Hasta que el idealismo moderno minó el realismo, todo ente fue definido
como un compuesto de materia y forma, como defendía la metafísica de
Aristóteles y de sus sucesores durante siglos, los escolásticos. Ese
realismo seguía vivo entre los físicos. La propia naturaleza considerada
como mundo de los fenómenos (los físicos seguidores de Newton o
Leibniz). La realidad del espacio y del tiempo era incuestionable para la
naturaleza física, ya cayeran del lado de lo material o de lo formal, del
mundo o de Dios. Sólo Kant pudo introducirlos en la mente del sujeto
cognoscente, mas no como ideas subjetivas suyas.

“Son, pues, tiempo y espacio dos fuentes de conocimiento, de donde


pueden derivarse a priori diferentes conocimientos sintéticos, como lo
muestra el ejemplo que principalmente dan las matemáticas puras en los
conocimientos del espacio y de sus relaciones. Tomados ambos
juntamente, espacio y tiempo, son formas puras de toda intuición sensible
que hacen posibles las proposiciones sintéticas a priori. Pero estas
fuentes de conocimiento a priori, por la misma razón que sólo son
simples condiciones de la sensibilidad, determinan su propio límite, en
cuanto que sólo se refieren a los objetos considerados como fenómenos y
no las cosas en sí. La validez de dichas fuentes se limita a los fenómenos;
sin que tengan aplicación objetiva fuera de ellos. Esta realidad formal del
tiempo y del espacio deja intacta la seguridad del conocimiento
experimental, porque estamos igualmente ciertos de ese conocimiento, ya
pertenezcan estas formas necesariamente a las cosas en sí mismas, o
solamente a la intuición que tenemos de las cosas. Los que afirman la
realidad absoluta del espacio y del tiempo, ya los tomen como
25

subsistentes en sí mismos, ya como inherentes en los objetos, se hallan en


contradicción con los principios de la experiencia. Si se deciden por lo
primero y toman tiempo y espacio como subsistentes por sí mismos
(partido comúnmente seguido por los físico-matemáticos) tienen que
aceptar necesariamente dos quimeras (espacio y tiempo) eternas e
infinitas que sólo existen (sin que sean algo real) para comprender en su
seno todo lo que es real. Aceptando la segunda opinión (seguida por
algunos metafísicos de la naturaleza) que consiste en estimar tiempo y
espacio como relaciones de fenómenos (simultáneos en el espacio y
sucesivos en el tiempo) abstraídas de la experiencia, aunque
confusamente representadas en esa abstracción, es preciso negar la
validez de las teorías matemáticas a priori, de las cosas reales (por
Apodíctico:
ejemplo, en el espacio); o por lo menos su certeza apodíctica, puesto que demostrativo,
no puede ser ésta hallada a posteriori. Y de igual modo, los conceptos a lógicamente
priori de espacio y tiempo, según esta opinión, serían sólo creación de la necesario o
fantasía cuya verdadera fuente debe buscarse en la experiencia, porque de verdadero.
sus relaciones abstraídas se ha valido la fantasía para formar algo que
contenga lo que de general hay en ella, aunque no sin las restricciones
que la naturaleza le ha puesto (...).

(...), es obvio que la estética trascendental no puede contener más que


estos dos conceptos, a saber: espacio y tiempo, puesto que todos los otros
conceptos que pertenecen a la sensibilidad, aun el mismo de movimiento
que reúne los dos anteriores, implican algo empírico, porque el
movimiento supone la percepción de algo movible. El espacio,
considerado en sí mismo, no tiene nada de movible: lo movible debe ser,
pues, algo que solamente se encuentra por la experiencia en el espacio, y
por consiguiente, un dato empírico. La estética trascendental no puede
tampoco contar entre sus datos a priori al concepto de cambio; porque el
tiempo mismo no cambia, sino algo que existe en el tiempo. Se necesita,
pues, para ello la percepción de una existencia cualquiera, y la sucesión
de sus determinaciones, por consiguiente, la experiencia.”

Debemos señalar la diferencia importante que Kant señala entre un


concepto a priori y una intuición igualmente a priori. Esta diferencia
pasa por aquello hacia lo que apuntan estas formas previas a, y formas
independientes de toda experiencia (que esto mismo es lo que significa a
priori). El concepto a priori es una forma del entendimiento que ordena,
que “in-forma” una pluralidad empírica. La intuición, en cuanto que es
un a priori de la sensibilidad, también orienta o informa al objeto
sensible, pero presta este servicio por así decirlo, objeto por objeto, por
medio de su aplicación al espacio, en el caso de los sentidos externos, y
por medio de su aplicación al tiempo, en el caso del sentido interno.

Hay una analogía, pues, entre concepto a priori e intuición que también
es a priori. Pero aquel corresponde al entendimiento que siempre ordena
lo diverso en pro de una unidad (síntesis), mientras que la intuición sólo
corresponde a la facultad sensible. Es su condición previa e
26

independiente de todo lo empírico, que nos pone en contacto con ello.


Espacio y tiempo, por tanto, nada real son en sí mismos, sino formas
puras que posibilitan nuestro conocimiento por experiencia. Cuando
vemos y tocamos cuerpos, percibimos cambios en los cuerpos a lo largo
del tiempo, movimientos de ellos a lo largo del espacio, y toda esa clase
de fenómenos de la física (ciencia empírica), nosotros, sujetos, ponemos
el espacio y el tiempo en virtud de los cuales organizamos tales
fenómenos. Espacio y tiempo no son “ideas” que deban ser intuidas.
Volvemos a recordar que Kant niega explícitamente la intuición
intelectual a lo largo de las páginas de la CRP. Tampoco acepta que por
medio de una comparación intelectual de relaciones entre fenómenos
podamos albergar dichos “conceptos” intelectuales. Platón y Leibniz,
respectivamente son rechazados por tomar estos dos tipos de posturas.
Pero con la misma energía, Kant niega que estas dos formas sean
resultado de una generalización por la experiencia.

Este sentido interior por el cual ordenamos fenómenos en el tiempo, ¿qué


clase de representación es? Podríamos confundirla con la intuición no
sensible. En modo alguno, lo confundiríamos con los segundos que pasan
en mi reloj, igual que la serie de números (o fenómenos en general) que
ordena mi mano según el “antes” y el “después”.

1, 2, 3, 4...

Es producto de una intuición tan sensible como la exterior, la que recaban


nuestras “ventanas al mundo”, esto es, lo sentidos con respecto al exterior
(encima de, debajo de, al lado de, etc.). El sentido interior, no por
desconocido, como desconocida es la existencia de un órganos
fisiológico determinable suyos, resulta por ello menos un “sentido”. No
hay por qué hablar de un “ojo” interno, o de un contador cerebral. De
nada de ello se nos habla en la CRP. Simplemente, en cada acto de
pensamiento y representación, hay como presupuesto un yo,
absolutamente desconocido. Pues tan sólo tenemos conocimiento –dice
Kant- por experiencia y no deberíamos mezclar el yo presupuesto con la
experiencia de ese yo en cada cognición.

Todo ser humano puede ser fuente subjetiva de representaciones. Cuando


éstas se producen con un objeto, Kant las denomina percepciones.
Además, hay que hacer referencia a la apercepción, es decir, aquella
clase de unidad que partiendo de una pluralidad en las representaciones
se funda –en última instancia- en la presencia misma de un sujeto (yo)
que la establece. El sentido interno, en el fondo del sujeto, informa a éste
sobre series de experiencias ordenadas de acuerdo con el tiempo. La
palabra “representación” es muy genérica, y las intuiciones puras del
espacio y del tiempo ya son aquí, también, representaciones. La
apercepción, es decir, la unión de esas relaciones y series, puede ser
empírica (primitiva o pura). Lo explicamos a continuación.

Las muchas representaciones, y de entre ellas, las percepciones, siempre


confluyen en un punto del cual no hay que decir que se trate –a la manera
27

escolástica- de una res (cosa), ente, substancia. Es un punto, y al tiempo


una función. Se sabe de cada punto subjetivo por el uso que hace de todas
esas representaciones. Las “anuda” (síntesis) y concentra en esa unidad
de apercepción. Esta unidad es de doble tipo.

1.“Primitiva” o de experiencia, y
2.“Transcendental”o pura.

Aplíquese a este punto (y función de unidad o confluencia) de


subjetividad la distinción de todo conocimiento. Nosotros mismos, seres
cognoscentes, hacemos confluir representaciones diversas en una unidad
puntual en cada acto cognoscitivo. Y a dicha unidad aplicamos la
distinción general de conocimiento.

1. Unidad de apercepción empírica. El sujeto (cada sujeto) es como


un polo a donde van a confluir las representaciones de los fenómenos.
El objeto fenoménico, correspondientemente es esa misma unidad de
representaciones en cuanto que confluyen en el fenómeno como cosa
conocida. Hay unidad empírica en el sujeto y en el objeto.

2. Unidad de apercepción trascendental. Correspondientemente,


también hay una unidad de apercepción trascendental. Este sujeto,
cada sujeto, es una función lógica. Nada tiene que ver con el
empírico, y es condición de toda posible subjetividad.

Representaremos esa función unitiva trascendental por medio de la


siguiente fórmula, donde f= función, S=sujeto, y las variables sobre
las que recae la función, y quedan sometidas a síntesis, R=
representaciones.

S= f (R)

Hay síntesis empírica y síntesis trascendental. Informalmente, hemos


hablado de las síntesis como de una “reunión de elementos diversos”.
Leamos ahora al propio Kant:

“Entiendo por síntesis, en su más lata significación, la operación de


reunir las representaciones unas con otras y comprender toda su
diversidad en un solo conocimiento. Esta síntesis es pura, cuando la
diversidad no es empírica, sino dada a priori (como la del espacio y la
del tiempo) (...) Es la síntesis en general (...) la simple obra de la
imaginación, es decir, una función ciega, aunque indispensable, del alma,
sin la cual no tendríamos conocimiento de nada, función de la que rara
vez tenemos conciencia. Pero es una función que pertenece al
entendimiento, y que es la única que nos procura el conocimiento
propiamente dicho, el llevar ésta síntesis a conceptos.”

La sensibilidad queda organizada por las formas a priori de la intuición


(espacio y tiempo). El entendimiento sintetiza las representaciones que
28

vienen dadas por la sensibilidad. Son las síntesis productoras de


conceptos con los que poder formarse juicios. Pero antes que cualquier
operación- incluso la más elemental y ciega- hay una unidad previa a
todo conocimiento que es el sujeto.

A la ciencia que estudia la sensación, la Estética, Kant le aplica un punto


de vista trascendental, y con ello tenemos la Estética Trascendental
entendida como ciencia que estudia las dos condiciones a priori de todo
conocimiento tal como se dan las sensaciones: el espacio y el tiempo.
Correspondientemente, a la ciencia que estudia el concepto y el juicio,
Kant le asigna también un punto de vista trascendental. Esa Lógica, que
según la tradición estudia las reglas en el uso de los conceptos y los
juicios, ya no será la Lógica General. Al estudio de la parte a priori y no
de las reglas formales en general que emplee nuestro entendimiento,
dedica Kant, la 2ª parte: la Lógica Trascendental

“Nuestro conocimiento emana de dos fuentes principales del espíritu: la


primera consiste en la capacidad de recibir las representaciones (la
receptividad de las impresiones), y la segunda en la facultad de conocer
un objeto por medio de esas representaciones (la espontaneidad de los
conceptos). Por la primera nos es dado un objeto, por la segunda es
pensado en relación con esta representación (como pura determinación
del espíritu). Constituyen, pues, los elementos de todo nuestro
conocimiento, la intuición y los conceptos; de tal modo que no existe
conocimiento por conceptos sin la correspondiente intuición o por
intuiciones sin conceptos. Ambos son o puros o empíricos: empíricos si
en ellos se contiene una sensación (que supone la presencia real del
objeto); puros, si en la representación no se mezcla sensación alguna.
Puede llamarse a la sensación la materia del conocimiento sensible. La
intuición pura, por tanto, contiene únicamente la forma por la que es
percibida alguna cosa, y el concepto puro la forma del pensamiento de un
objeto en general. Solamente las intuiciones y conceptos puros son
posibles a priori; los empíricos, sólo a posteriori.”

ACTIVIDADES:
1. Se advierte una oposición en el texto entre “puro” y “empírico”.
Explica qué es cada uno de estos polos de la oposición.
29

“Si llamamos sensibilidad a la capacidad que tiene nuestro espíritu de


recibir representaciones (receptividad) en cuanto que es afectado de una
manera cualquiera, por el contrario se llamará entendimiento la facultad
que tenemos de producir nosotros mismos representaciones o la
espontaneidad del conocimiento. Por la índole de nuestra naturaleza, la
intuición no puede ser más que sensible, de tal suerte que sólo contiene la
manera como somos afectados por los objetos. El entendimiento, al
contrario, es la facultad de pensar el objeto de la intuición sensible.
Ninguna de estas propiedades es preferible a la otra. Sin sensibilidad, no
nos serían dados los objetos, y sin el entendimiento, ninguno sería
pensado. Pensamientos sin contenido son vacíos; intuiciones sin
concepto, son ciegas. De aquí que sea tan importante y necesario
sensibilizar los conceptos (es decir, darles un objeto en la intuición),
como hacer inteligibles las intuiciones (someterlas a conceptos). Estas
dos facultades o capacidades no pueden trocar sus funciones. El
entendimiento no puede percibir y los sentidos no pueden pensar cosa
alguna”

La Lógica

Lógica elemental, y organon:


“Esta última [lógica, entendida como organon de esta u otra ciencia] es
habitualmente enseñada en las escuelas como propedéutica de las
30

ciencias, aunque en verdad sea lo último que la razón humana alcanza en


su proceso, pues no se llega a ella sino cuando la ciencia está muy
adelantada y sólo espera la última mano para llegar a su mayor
perfección. Es preciso, en efecto, conocer los objetos en un grado
bastante elevado, para poder las reglas según las cuales puede formarse
una ciencia.

La lógica general es pura o aplicada. En la primera, abstraemos todas las


condiciones empíricas bajo las que ha sido aplicado nuestro
entendimiento, por ejemplo: la influencia de los sentidos, el juego de la
imaginación, las leyes de la memoria, el poder del hábito, la inclinación,
etc. ; por consiguiente, también las fuentes de los prejuicios, y en general,
todas las causas verdaderas o supuestas de que pueden derivar ciertos
conocimientos, que por no referirse sólo al entendimiento, necesitan de la
experiencia. La lógica general y pura tiene por único objeto principios a
priori y es un canon del entendimiento y de la razón, pero únicamente en
relación a la parte formal de su uso, sea el que fuera por otra parte su
contenido (empírico o trascendental). Se dice que una lógica general es
aplicada, cuando se ocupa de las reglas del uso del entendimiento, bajo
las condiciones empíricas y subjetivas que nos enseña la psicología. Esta
lógica tiene, pues, también principios empíricos, aunque sea general, en
cuanto trata de la aplicación del entendimiento sin distinción de objetos.
Por lo tanto, no es un canon del entendimiento en general, ni un organon
de las de las ciencias particulares, sino únicamente un catártico del
entendimiento común.”

La lógica pura es una doctrina de las leyes del entendimiento. Ya vimos


que el entendimiento produce y enlaza conceptos. Sólo el análisis (o
crítica trascendental) delimita lo material de lo formal en nuestro
entendimiento. Las leyes lógicas han de abstraer todo contenido material.
Esta facultad de comprender los fenómenos empíricos en función de
leyes a priori, en modo alguno determinadas por medio de esos
fenómenos es lo que caracteriza la inteligencia humana: comprende por
leyes, y éstas son formales y a priori, independientes de la experiencia. Y
todavía cabe decir más aún sobre ellas: son fundantes de la experiencia
en la medida en que la hacen posible. Este formalismo que asigna Kant a
la lógica no debe suponer que la inteligencia vaya más allá del mundo de
los fenómenos. Esta facultad le está reservada a una potencia todavía más
alta. La razón, de la que hablaremos más adelante. El uso de la
inteligencia recae siempre sobre campos empíricos, jamás los trasvasa.
Las leyes a priori que se depuran por la Lógica Trascendental
condicionan y ordenan ese mundo fenoménico, pero ellas no contienen
en sí ni un ápice de esta materialidad.

Los juicios y conceptos puros no son nada sino tienen contenidos que los
rellenan. El propio concepto es ya una unidad sintética a partir de la
múltiple información sensorial. Lo mismo ocurre con el juicio, si bien al
enlazar conceptos, función propia de la facultad judicativa, se pierde
31

inmediatez. Kant subraya el carácter funcional de la actividad intelectual.


Un concepto es función, y todos los juicios son funciones.

“El entendimiento ha sido definido antes de una manera puramente


negativa: una facultad de conocer no sensible. Ahora bien; como no
podemos tener ninguna intuición independiente de la sensibilidad no es
por lo tanto el entendimiento una facultad intuitiva. Pero fuera de la
intuición, no hay otra manera de conocer que por conceptos. Es, por
consiguiente, el conocimiento del entendimiento, al menos el del hombre,
un conocimiento por conceptos, es decir, no intuitivo, sino discursivo.
Todas las intuiciones en cuanto sensibles se apoyan en las afecciones,
pero los conceptos suponen funciones. Entiendo por función la unidad
de acción para ordenar diferentes representaciones bajo una común
a todas ellas.”

ACTIVIDADES:
1. Explica en tus propios términos las diferencias entre intuición y
concepto.
2. Relaciona la intuición y el concepto con las facultades mentales
correspondientes.

Un cuerpo, un animal (no necesariamente un ser inteligente) cuando


recibe pasivamente una influencia puede sufrir una afección. Se ve
afectado: un golpe, una enfermedad, una lesión, etc. La misma palabra
usamos en las afecciones emocionales, especialmente aquellas que no
requieren de nuestra intención. Por ejemplo, “me siento muy afectado por
el fallecimiento del Sr. X...”. Pero el entendimiento es espontáneo en sus
operaciones. Reúne representaciones y las reduce a una sola y común. Al
producir el concepto “mesa”, mi mente ya ha sintetizado la redonda, la
cuadrada, la grande, la pequeña, ésta y aquella, etc. La causalidad que
opera en nuestro cerebro para la producción de conceptos, y de manera
todavía más activa y mediata, los juicios, es tema Kant despacha
rápidamente en la CRP. Esto es así porque Kant cree que la imaginación,
de forma espontánea y no consciente, brinda el material pertinente para
que las síntesis y sus leyes intelectuales operen. La facultad imaginativa
“cocina” unos ingredientes que, efectivamente, fueron material sensible
(colores, formas exteriores, impresiones táctiles) pero ya se han
interiorizado en la mente humana y han perdido la pasividad
característica de las impresiones sensibles.

Ciegamente, es decir, sin saber que lo hace y por qué lo hace. Brinda un
conocimiento que todavía consta de imágenes, recombinadas y alteradas,
(de ahí, la imaginación), pero dichas representaciones han ganado en
espontaneidad que le compete sólo al intelecto.

Impresiones dadas representaciones recibidas imaginaciones


espontáneassíntesis y leyes.

Con todo, las representaciones contenidas en la imaginación aun no


gozan de un carácter lógico. Han sido “aderezadas” y preparadas para
32

que el engranaje lógico de nuestra inteligencia pueda operar sobre ellas


(el trabajo lógico no se parece en nada al de una máquina física o
química, de ahí la importancia de la palabra función, que equivale en
lógica al “trabajo”). Lo múltiple es unificado en el concepto, pero
¿cómo? ¿No hay un salto entre la facultad imaginativa y la intelectual? Sí
lo hay, y Kant es consciente de ello. Se requiere una especie de mediador
para que el material imaginativo resulte formalizado, esto es, ordenado y
comprendido por el entendimiento. Para que dos partes del conocimiento
tan mutuamente heterogéneas (nada tienen que ver entre sí) entren en
función, debe haber un tercer término que tenga, parcialmente, algo en
común, con el fenómeno ya elaborado por la imaginación, y el
funcionamiento categorial del intelecto.

Ese mediador es el esquema, es decir, una “representación


intermediaria”, que “será así mismo pura (sin nada empírico) y que sin
embargo “sea puramente intelectual y por otra sensible”.

Las categorías son los conceptos puros del entendimiento; estas son
completamente desemejantes de los fenómenos. Nada en común tienen
con ellas. Pero el entendimiento recurre a la imaginación y, de forma
trascendental, antes y más allá de cualquier contenido, hace uso de reglas
y procedimientos imaginativos. El esquema no es ninguna imagen
concreta representada en nuestra mente. Ni siquiera sería una imagen
prototipo o parcialmente abstracta de diferentes imágenes (tal y como
hoy se emplea la palabra esquema en la moderna psicología
experimental, que correspondería más bien a los esquemas empíricos
antes que a los esquemas trascendentales kantianos.

Del esquematismo, se puede leer en la CRP:

“...es un arte escondido en las profundidades del alma humana, bien


difícil de arrancar a la naturaleza el procedimiento y el secreto. No
33

podemos decir sino que la imagen es un producto de la facultad empírica


de la imaginación productiva y que el esquema de los conceptos sensibles
(...) es un producto y en cierto modo un monograma de la imaginación
pura a priori, mediante el que y por el cual son sólo posibles las
imágenes, y que esas imágenes no se pueden enlazar al concepto más que
por medio del esquema que designan, si bien no le están en ellas mismas
perfectamente adecuadas”.

ACTIVIDADES:
1. ¿Qué es el esquema? La moderna psicología
cognitiva ha convertido la
2. ¿Cuál es su modo de actuación? noción kantiana de
esquema es un concepto
No es una imagen. Es más bien un “arte”. Diríamos que es un experimental, a modo de
procedimiento o técnica que realiza una función unificadora ¿Qué estructura, o bosquejo
“órgano” capta estos esquemas? El sentido interno, que en realidad no es inscrito en el cerebro, que
puede ordenar los datos
un órgano sino la intuición a priori cuya forma es el tiempo. Este sentido de la experiencia. Por su
interno “ve” (de un modo unificado en la imaginación) dentro la propia parte, Jean Piaget (1896-
unidad subjetiva de apercepciones, el yo. 1980), el gran psicólogo
suizo, ha hecho de los
esquemas cognitivos el
tema central de su estudio
epistemológico sobre la
génesis del conocimiento.
34

La unidad de conciencia.

Nunca resaltaremos suficientemente la importancia que cobra en Kant la


vieja dialéctica entre lo uno y lo múltiple. Esta es, reconducida a la
propia actividad del sujeto, la verdadera clave de la posibilidad del
conocimiento. El mismo sujeto es una unidad originaria de entre la
multiplicidad de fenómenos que le rodea. Ese mar de fenómenos es, más
bien, un caos, si la propia unidad del objeto no es alcanzada, esto es, que
hay conocimiento de esos fenómenos. La palabra “síntesis”, central en la
CRP, expresa esa forma específica de unidad que presupone diversidad
de elementos (empíricos y aprióricos) y multiplicidad de fenómenos.
“Diversidad” tiene un sentido cualitativo y referido al origen.
“Multiplicidad”, por su parte, posee un sentido cuantitativo. .

“Conocer”, en términos muy generales, supone un logro de unidad. La


unificación se conquista, pues, por ambos polos, el del sujeto y el del
objeto.
35

“El entendimiento, para hablar generalmente, es la facultad de


conocimientos. Estos conocimientos consisten en la determinada
relación de representaciones dadas con un objeto. Pero objeto es aquello
en cuyo concepto se reúne la diversidad de una intuición dada. Pero toda
reunión de representaciones exige unidad de conciencia en la síntesis de
las mismas. La unidad de la conciencia es, pues, lo único que constituye
la relación de las representaciones con un objeto, y por tanto, su valor
objetivo; ésta es la que hace conocimientos de esas representaciones; y en
ella descansa, por tanto, la posibilidad misma del entendimiento

La síntesis es la actividad espontánea de la mente humana. No todas las


síntesis se dan a partir de la misma fuente, ni al mismo nivel de actividad
mental humana. Estas diversas síntesis son espontáneas y condición
primera de los análisis que emprendemos. No se puede emprender un
análisis si previamente no se hado el enlace en nosotros. De todas las
representaciones, dice Kant, este enlace o síntesis es el que depende
exclusivamente de la actividad del sujeto.

Los fenómenos no se relacionan entre sí, ni tampoco acaece esto con los
constituyentes internos de lo que hace que algo sea, en efecto, fenómeno.
Todo enlace externo o interno procede del sujeto y esa es, en tesis muy
resumida, la posibilidad misma del conocimiento de un mundo del que
nada sabemos como mundo en sí. Es un mundo de fenómenos el que
conocemos y esos fenómenos giran en torno al sujeto. El sujeto posee ya
en sí mismo una unidad de conciencia. Es la unidad que, por así decir, ha
de presuponerse ante todas las demás unidades conseguidas por acción
36

del conocimiento. No es la apercepción empírica el presupuesto del


conocimiento, esto es, aquel sentido interno que se percata de su propio
sentir. Esta la apercepción empírica a posteriori, aunque dé cuenta de una
unidad de conciencia subjetiva. Pero ante ella, y como condición suya,
hay una apercepción trascendental, puramente a priori. No “giramos”
como si fuéramos satélites o planetas en torno a la naturaleza, entendida
como conjunto de cosas o realidades. A estas las conocemos como
fenómenos, vale decir, como representaciones. El idealismo trascendental
de Kant pone al sujeto, y dentro de él, la unidad (apercepción)
trascendental de conciencia el centro de todas las órbitas. Los
conocimientos todos giran en torno a un eje central, radical.

“Parece, en verdad, muy extraño y absurdo que la naturaleza se regule en


nuestro principio subjetivo de la apercepción y dependa, por tanto de él
en cuanto a su legalidad. Pero si se piensa que esta naturaleza no es en sí
más que un conjunto de fenómenos, por consiguiente, ninguna cosa en sí,
sino una multitud de representaciones del espíritu, no maravillará hallarla
en la facultad radical de todo nuestro conocimiento, a saber, en la
apercepción trascendental, en aquella unidad mediante la cual se
constituye para nosotros en objeto de toda la experiencia posible, es
decir, naturaleza. A la vez se comprenderá por esta misma razón que
podamos conocer a priori esta unidad como necesaria, lo cual fuera
imposible si se diera en sí independientemente de las primeras fuentes de
nuestro pensar. Ignoraríamos entonces de dónde deban derivarse los
principios sintéticos de tal unidad universal de la naturaleza, pues en
semejante caso fuera preciso deducirla de sus múltiples objetos. Mas
como esto sólo puede suceder empíricamente, la unidad que de este
modo resulte tiene siempre que ser puramente contingente, lo cual estaría
muy lejos de bastar para el encadenamiento necesario que se concibe
cuando se nombra la naturaleza”.

ACTIVIDADES:
1.¿Qué definición ofrece Kant de “Naturaleza”?
1. ¿Cómo se puede definir el enfoque de Kant sobre la relación
cognitiva entre el hombre y la naturaleza, según se desprende de éste
párrafo? Razona la respuesta.

En efecto, esta unidad de apercepción trascendental se sirve de todo un


sistema de categorías e intuiciones a priori para dar cuenta del mundo
natural. El sistema de las categorías puede concebirse como la malla de
una red constitutiva de objetos, red a priori que se haya entre nosotros.
Además, las condiciones puramente a priori de la intuición “sitúan” los
fenómenos en el espacio y en el tiempo. Así pues, diremos que la red que
atrapa y constituye los objetos ya viene de antemano orientada por la
intuición.
37

Una legalidad diversa, según la facultad en la que se centre el análisis, es


la que preside la operación de constitución del objeto. La “brújula” de la
intuición orienta en el espacio y en el tiempo según reglas. La aplicación,
en cambio, de la red categorial a ese material al que nos vemos
encauzados obedece a leyes a priori del entendimiento. La red de
categorías de la que hablamos conforma un sistema que, de manera
explícita, va a sustituir a todo proyecto de ontología. Las categorías de
Aristóteles y de sus sucesores escolásticos, eran primeros predicados del
ser. La analítica trascendental de Kant, por el contrario se aplica a la
capacidad racional del propio sujeto y reemplaza a la ontología.

Kant realiza una importante contribución, que es cambio de crucial


importancia, del viejo término filosófico “idea”. El cambio de que se
habla lo realiza, efectivamente, frente a Platón. El gran filósofo griego
consideró la existencia de unos entes trascendentes –los cuales pueden
ser llamados, en verdad, transempíricos. Sólo una visión intuitiva de tipo
intelectual puede llegar hasta su contemplación. El ascenso se consigue
por obra y gracia de una difcil disciplina intelectual, llamada dialéctica
(dia-logos) es también, hablando muy en general, el trato de la razón
(logos) con las ideas. Kant, haciéndose cargo del giro subjetivista que
opera en toda la modernidad, no acepta la intuición intelectual, como ya
vimos, ni tampoco la pre-eminencia de unos entes en sí, puros frente a la
experiencia, transcendentes en un mundo inteligible. La palabra “idea”
siempre es tenida por el filósofo de Königsberg. como equivalente a un
concepto (de ahí su subjetivismo de cuño moderno). Pero un concepto
especial. No está “cargado” por la intuición que posibilita un contenido
empírico del mismo. Esto sólo acontece con los conceptos del
entendimiento. El concepto que es “idea” rebasa el campo de los
38

fenómenos y su elaboración y manejo corresponderá a una facultad


superior y distinta a la intelectual: la Razón.

Contrariamente a Platón y a quienes en cierto modo son sus seguidores


modernos (Descartes, Leibniz) este desbordamiento que los contenidos
de la Razón emprenden con relación a la experiencia no es muestra de
una pretendida “divinidad” o “superioridad” de la razón o las ideas. Es
más bien una especie de limitación y de aquí no debe extrañarnos que en
la CRP encontremos expresiones tales como “mera idea’ o ‘no es más
que una simple idea’. Confrontadas con los conceptos que el
entendimiento produce y aplica científicamente, es decir, en juicios
sintéticos a priori.

La Razón humana, podríamos decir, es la facultad que da alas a la mente


para volar por un cielo abierto e inexplorado, faltándole en efecto los
lastres y las anclas que le permitirían pegarse a un campo empírico de
fenómenos. Estos vuelos elevados de la razón son justos, buenos,
necesarios e íntimamente conexos a la naturaleza del ser humano. Pero
en ningún caso son vuelos científicos:

“Platón se sirvió del término idea de suerte que, no sólo se toma


nunca de los sentidos sino que además va mucho más allá de los
conceptos del entendimiento, de los cuales se ocupaba Aristóteles,
pues en la experiencia no se halla nunca nada congruente con ese
algo. Para él, las ideas son prototipos de las cosas mismas, y no
como las categorías, meras conclusiones para posibles
experiencias. En su opinión, provienen de la razón suprema, de la
cual se hicieron pasar a la humana, que sin embargo, tiene que
evocar de nuevo por reminiscencia (que se llama filosofía) las
antiguas ideas, ahora muy oscurecidas. [...]
Platón advertía perfectamente que nuestra facultad de conocer
siente una necesidad mucho más elevada que la de limitarse a
deletrear meros fenómenos según la unidad sintética para poder
leerlos como experiencia y que nuestra razón, de modo natural,
tiende a elevarse a conocimientos que van mucho más lejos para
que jamás pueda coincidir con ellos ningún objeto que la
experiencia pueda ofrecer, pero que, no obstante tienen su
realidad y en modo alguno son meras quimeras”.

ACTIVIDADES:
1. Explica la teoría de las ideas de Platón a la luz de la crítica que le
vierte Kant en estas líneas.

2. Explica el cambio de papel que Kant asigna a la idea en la CRP.


Un verdadero filósofo, de la talla de Kant, dialoga con otro, predecesor
suyo y acaso padre de todos, Platón. Y no lo hace por medio de
“investigaciones literarias”, como afirma el primero, sino tratando de
comprenderle mejor que lo que el propio ateniense pudo comprenderse.
La hermenéutica (la comprensión) que Kant trata de hacer de Platón
consiste en el aprovechamiento del núcleo valioso de su teoría de las
ideas: el hecho innegable según el cual la Razón humana va más allá de
la experiencia. Pero estas ideas inevitablemente son producidas por la
Razón, y ella las necesita. Con el tiempo estas ideas (objetivas y
trascendentes para Platón, subjetivas y trascendentales para Kant)
pasaron a llamarse metafísicas, en cuanto que no eran productos de
nuestra ciencia y por tanto se podrían arrojar, como afirmó Hume, tiempo
atrás en un famoso pasaje, a la pira de fuego. Tal fue el origen del
enfoque positivista, que partiendo de Hume y del mismo Kant se
prohibe expresamente estos vuelos metafísicos por mundos alejados de
la experiencia (mundos inteligibles o nouménicos). Kant no habla de esta
supresión radical, aunque le abre el paso con su Crítica que lo es,
precisamente de la Razón Pura, tarea que incluye la Crítica (o la
supresión) de los conceptos de la Razón Pura (vale decir, de las ideas).
También Kant se distancia de toda la tradición empirista, otra vez,
recogiendo de ella lo valioso, desde Aristóteles hasta Locke y Hume. El
sistema de relación entre un mundo empírico y un mundo inteligible lo
bautiza Kant con el nombre de noogénesis (del griego nous, inteligencia,
y génesis, origen). Esta continuidad (frente al abismo platónico) es para
Kant inadmisible. Relación entre las tres facultades, ya lo vimos, la hay y
es relación de tipo jerárquico. De la Razón dice que “por encima no tiene
nada superior” para elaborar el material de la intuición. No obstante, la
relación con este material es completamente indirecta. Es como un
general del ejército que no necesitase ver en persona a sus soldados; le
basta con cursar órdenes a sus oficiales. El entendimiento, con su sistema
de categorías, que es la forma ordenante de lo sensible (lo material), a su
vez funciona como contenido material para una Razón puramente formal.

Materia (para) el Entendimiento: Sensibilidad


Forma (para) la Sensibilidad: Entendimiento.
Materia (para) la Razón Pura: Entendimiento.

También en Platón el entendimiento cumplía un papel mediador entre los


dos mundos: fenómenos e ideas. Pero la elevación de su mirada hacia las
alturas tenía un sentido trascendente. El entendimiento kantiano, a
diferencia del platónico, tiene siempre un uso empírico, circunscrito al
ámbito de la experiencia Su uso más allá de ésta debe llamarse
trascendental. Las leyes a priori que presiden su uso no proceden de la
experiencia pero están para ser aplicadas a ella. Si, con todo, estas leyes o
categorías suministran material para la Razón que los “moviliza” de
acuerdo con principios, entonces ya tenemos ese uso no empírico y
propiamente filosófico de conceptos que sólo de manera indirecta
remiten a la intuición o se dejan orientar por ella.
Se aprecia de manera suficiente en el siguiente esquema, y en el cuadro
anterior, que cada facultad de la mente, ordenada de manera jerárquica
suministra tanto (1) el material como (2) los principios formales aptos
para su ordenación, que Kant designa con diversos nombres para mostrar
bien que no todos los principios están en el mismo nivel. Estos son, a)
Reglas de la sensibilidad, b) Leyes del entendimiento, c) Principios de la
Razón Pura.

En el esquema se ve la relación sólo indirecta de la Razón, III, con la


Intuición, I, a través de un entendimiento, II, que ha organizado la
experiencia Igualmente se observa que a falta de una facultad inferior a la
propia sensibilidad, es la Intuición, O, el canal adecuado para aportar
suministro de material a las reglas de la sensibilidad, esto es, el espacio y
el tiempo como principios a priori.

El entendimiento opera mediante categorías y juicios aplicados a la


esfera de la experiencia. La razón, por el contrario, hace lo propio con el
material suministrado por el entendimiento. La situación se podría
comparar a la de una esfera flotando en un espacio ilimitado. El
entendimiento se contiene dentro de la experiencia. Las categorías son
constreñidas a su aplicación dentro de ese límite. Cualquier concepto así
“enmarcado” posee contenidos empíricos.
Si la mente rebosa los límites de esa esfera, produciendo un concepto
trans-empírico podemos decir entonces que es la razón la que ha
cometido tal transgresión. Un concepto así producido es la idea
trascendental. Mediante las ideas trascendentales al hombre le es lícito
pensar, aunque no conocer (“científicamente”). Entre ideas y categorías
se da una relación conflictiva, ciertamente. Unas y otras forman parte de
un género muy amplio de representaciones de nuestra mente. Kant
aporta una clasificación a tenor de diversos criterios: 1) conciencia de las
representaciones, 2) subjetividad, 3) inmediatez con el objeto, 4) cariz
puro o empírico de las mismas.
Finalmente, los conceptos pueden ser puros, esto es, representaciones
(ideas) formadas sólo a base de nociones, y empíricos. Estos últimos
están envueltos por la esfera del entendimiento.

“Un concepto a base de nociones [éstas sólo tienen su origen en el


entendimiento] que rebase la posibilidad de la experiencia, es la
idea o concepto de razón”.
Se ve bien que la idea es “concepto”, no una cosa en sí, que habita
objetivamente en un mundo propio, ideal. No se puede hablar de ideas
sin sujeto que las conciba, por lo que Kant contradice severamente a
Platón. La idea, además, guarda relaciones de gran interés 1) con otras de
su misma especie, además 2) de relacionarse con los conceptos empíricos
y los conceptos puros del entendimiento (categorías). La relación es, en
efecto, dialéctica. Si bien en Kant la palabra tiene un cierto matiz
peyorativo (a diferencia de Platón y de Hegel). Ese tono desdeñoso hacia
la dialéctica ya había sido tomado por Aristóteles y los filósofos
medievales.

Pensar dialécticamente, en lenguaje kantiano, es pensar en ilusión. La


razón incurre en ilusiones, bien es verdad que ilusiones connaturales a
nuestro ser como hombres, en calidad de seres racionales. La razón
aplicada de manera trascendente rebasa los límites que tiene asignados.
En esto consiste la ilusión. La razón, al cruzar por caminos inexplorados,
no hollados ni labrados por una inteligencia científica. Esta trata con
proposiciones cuya factura son los juicios sintéticos a priori, y trata de
alzar sus propias unidades o síntesis como ya se ha visto. La razón - que
no se haya entregado a una superior facultad – hace también esta labor
unificadora. Pero llevada al máximo. Unifica, sí, la visión, pero no
constituye nunca nuevos objetos. Tan sólo regula el uso de este
entendimiento. Para Kant es fundamental el término “sistema”. Todo
sistema (de Ideas) es una visión de conjunto cuya concordancia o
armonía de partes entre sí, una cuestión de índole formal, es el objetivo
máximo a alcanzar por la razón. Objetivo formal, que nada tiene que ver
con una adecuación material a unos objetos. Es de ilusos pretender que
la razón constituye objetos. Esto sólo le compete a la inteligencia. Pero
la razón regula: ese es su uso.

“...la razón pura, que al principio parecía prometer nada menos


que ampliar los conocimientos más allá de todos los limites de la
experiencia, no contiene –entendiéndola como es debido- sino
principios regulativos que, si bien imponen una unidad mayor de
la que puede lograr el uso empírico del entendimiento, elevan al
más alto grado la concordancia del uso empírico del
entendimiento consigo mismo mediante la unidad sistemática
precisamente porque lleva tan lejos el fin a que éste aspira a
aproximarse; por el contrario, cuando se la interpreta
erróneamente y se la tiene por principios constitutivos de
conocimientos trascendentes, gracias a una ilusión brillante pero
engañosa, a una persuasión y a un deber imaginario, se producen
de esta suerte eternas contradicciones y disputas.”

ACTIVIDADES:

1. ¿Qué debe y no debe hacer la razón? Explica la misión que le tiene


reservada la filosofía de Kant.
Es una ilusión de la razón (dialéctica) hacer pasar los principios
regulativos por los constitutivos. Es entremezclar clases distintas de
representaciones, empíricas e inteligibles; eso es ilusión, una hipóstasis.
Convertir en cosa lo que no es más que un pensamiento. Kant confronta
(cara a cara) su idealismo trascendental con el realismo trascendental.
Este sistema filosófico sitúa como fundamento del conocimiento unas
cosas más allá de la experiencia.

Esta es la definición del Idealismo Trascendental, que al tiempo es una


crítica del realismo trascendental y al idealismo material:

“[...] yo entiendo por idealismo trascendental de todos los


fenómenos la doctrina según la cual los consideramos todos ellos
como meras representaciones y no como cosas en sí, y, en
consecuencia, el tiempo y el espacio son solamente formas
sensibles de nuestra intuición, mas no determinaciones dadas por
sí mismas o condiciones de los objetos como cosas en sí. A este
idealismo se opone un realismo trascendental, que considera el
tiempo y el espacio como algo dado en sí (independientemente de
nuestra sensibilidad). El realista trascendental se representa pues
los fenómenos externos (si no excede su realidad) como cosas en
sí que existen independientemente de nosotros según puros
conceptos de entendimiento. Este realista trascendental es
propiamente el que luego hace de idealista empírico, y después de
haber supuesto erróneamente que los objetos de los sentidos, para
que sean externos deben tener su existencia en sí mismos aun sin
los sentidos, encuentra en ese punto de vista que todas nuestras
representaciones de los sentidos son insuficientes para hacer
segura su realidad”.

ACTIVIDADES:
1, En este párrafo se ve que Kant da nombre a su filosofía
(Idealismo Trascendental) en confrontación con otros sistemas.
Busca los autores representativos de sus rivales.

2. ¿Por qué “Trascendental” y por qué “Idealismo”?

¡Qué próximos se encuentran los escépticos y los realistas! La


crítica de Kant es certera al poner a unos al lado de los otros, toda
vez que coinciden al inocular presupuestos metafísicos
dogmáticos en su análisis del conocimiento. Tanto quienes buscan
apoyo trascendental para su conocimiento de las cosas en esas
mismas cosas en sí (escolásticos, empirismo realista), como para
aquellos que dogmáticamente desconfían de la realidad de las
cosas externas y tan solo se atiene a sus percepciones, de donde
vienen todos los pensamientos (Berkeley, idealistas materiales), la
crítica está servida en el párrafo anterior

¿Es entonces el idealismo trascendental kantiano un anti-


realismo? En modo alguno. Hay cosas ahí fuera de nosotros que,
desde una fuente desconocida, impresionan nuestros sentidos y
hacen conocer al entendimiento.

Igualmente, la forma o a priori de la intuición del tiempo (que no


es cosa en sí), “alimenta” nuestro sentido interno (apercepción
empírica). Por las vías regias del espacio para la percepción de la
realidad externa y el tiempo, para la apercepción empírica interna,
sabemos de algo causante de la experiencia. Pero aquí se detienen Nicolás Malebranche
los pronunciamientos kantianos, para no convertirse en (1638-1715): teólogo
y filósofo francés
pronunciamientos dogmáticos sobre ese algo. Dialécticamente, la seguidor de Descartes
Razón humana se ilusiona en la suposición de un mundo exterior y de San Agustín.. Las
de cuya concepción unificada estamos tentados a pensar (realismo ideas están en Dios, y
como ilusión). O quizá se ilusiona con un Dios causante de todas la razón humana debe
nuestras percepciones (Berkeley) o ideas (Malebranche) o queda hacer una lectura de la
divina, pues a fin de
atrapada la razón por las ilusiones de un espíritu simple e cuentas aquella
inmaterial –alma- que fuera substrato y causa del “Yo pienso” procede de ésta, y
cartesiano. nuestros contenidos
verdaderos (ideas)
Mundo, Dios y Alma son tres ideas trascendentales que, coinciden con los
divinas. Como en el
dogmáticamente, (recuérdese: en oposición a críticamente) la caso de Berkeley,
Razón humana se permite invocar. Tanto el vulgo, el hombre Dios aparece como el
común que no filosofa sino de manera mundana, como también el garante de un
hombre de religión, así como igualmente muchos sistemas conocimiento absoluto
filosóficos alzados con anterioridad, introdujeron al menos estas que sólo Ël posee, y
un conocimiento
tres ideas como pilares, garantes o fundamentos del conocimiento. verdadero o adecuado
contenido en la mente
Se introdujeron dogmáticamente, llevando a los hombres a hhumana.
incurrir en ilusión ¿Por qué no eliminarlas, pues?

Este paso, correspondió más bien a los positivistas del siglo XIX.
Tacharon de “especulativas” esas ideas metafísicas dando un giro
fuertemente hostil a lo “metafísico”, que por cierto en Kant
todavía significaba un noble ideal y una tendencia sana e
irrenunciable a la condición del hombre. Los positivistas
simplificaron al máximo la idea de “límite” que Kant acuñara para
no mezclar la esfera de la experiencia con lo que se sale de ella.
Más bien los positivistas siguieron a Hume:

“...la existencia de cualquier ser sólo puede demostrarse con


argumentos a partir de su causa o de su efecto, y estos argumentos
se fundan exclusivamente en la experiencia. Si razonamos a priori,
cualquier cosa puede parecer capaz de producir cualquier otra. La
caída de una piedrecita puede, por lo que sabemos, apagar el sol, o
el deseo de un hombre controlar los planetas en sus órbitas. Sólo
la experiencia nos enseña la naturaleza y límites de causa y efecto
y nos permite inferir la existencia de un objeto de la de otro (....)
si procediéramos a revisar las bibliotecas convencidos de estos
principios, ¡qué estragos no haríamos! Si cogemos cualquier
volumen de teología o metafísica escolástica, por ejemplo,
preguntemos: ¿Contiene algún razonamiento abstracto sobre la
cantidad y el número? No. ¿Contiene algún razonamiento
experimental acerca de cuestiones de hecho y existencia? No.
Tírese entonces a las llamas, pues no puede contener más que
sofistería e ilusión.” (David Hume: Investigación sobre el
conocimiento humano)

Ese mismo Hume que despertó a Kant de su sueño dogmático,


erigió una psicología de la experiencia, psicología que era ella
misma empírica y que por tanto encerraba a la experiencia en un
círculo vicioso. Esta ciencia empírica y a su través la experiencia
misma no es un esfera bien delimitada con respecto a lo trans-
empírico, ni fundada formalmente en principios a priori. Retador,
Kant presenta su idealismo trascendental como un sistema
enteramente compatible con el realismo empírico (conocemos la
realidad por medio de la experiencia).

“Por el contrario, el idealista trascendental puede ser un realista


empírico y, en consecuencia, como se le llama, un dualista, esto
es: concede la existencia de la materia sin saber de la mera
conciencia de sí mismo, y suponer algo más que la materia sin
salir de la mera conciencia de Sí mismo, y suponer algo más que
la certidumbre de las representaciones que hay en mí; y, por
consiguiente, el cogito ergo sum. En efecto, porque admite la
materia y aun su posibilidad intrínseca solamente como fenómeno
que nada es, independiente de nuestra sensibilidad, la materia no
es para él más que una clase de representaciones (intuición) que se
llaman externas, no como si se refirieran a objetos externos en sí,
sino porque se refieren las percepciones al espacio en cual todas
las cosas están unas fuera de otras, mientras que él, el espacio está
en nosotros”.

ACTIVIDADES:

1.Comenta por qué razón para Kant ser idealista y realista no son
actitudes incompatibles. Se trata de un idealismo “trascendental”,
a diferencia de Berkeley, y de un realismo “empírico” para no
caer en la metafísica de una realidad “en sí misma”.

2.Comenta la actitud del Idealismo Trascendental hacia la materia.


2
3.Por qué el Idealismo Trascendental es un dualismo, en un
sentido distinto al de Descartes.

Una vez que se ha señalado el carácter compatible (que no


idéntico) del idealismo trascendental con el dualismo cartesiano,
nos debemos fijar en este texto en el status concedido a la
materia: se la admite, más bien como una mera representación,
como contenido de nuestros conceptos. Hay materia y hay
actividad del espíritu, pero la primera es contenido de la segunda
¿Dónde reside esa materia? ¿Ahí afuera? ¿En el espacio, exterior
a nosotros? Si las cosas están en el espacio, dice Kant, y éste sólo
es una representación (de una clase muy especial, como forma a
priori de la intuición externa), las cosas están en nosotros.

Descartes suscitó dificultades y controversias con respecto a esa


comunidad de la materia y la mente. Dos sustancias tan
heterogéneas, según el decir de muchos, no podían convivir. Todo
parecía invitar a que una se “tragara” a la otra: la materia al
espíritu. Esto mismo es lo que se llama tradicionalmente
monismo.

La propia identidad individual de un ser humano parecía el más


insigne caso de esta escandalosa comunidad: alma y cuerpo (dos
sustancias) formando un solo ser. El dualismo cartesiano se movió
en un terreno inestable entre los dos monismos reductores,
materialista y espiritualista, respectivamente. Kant salva
indirectamente el dualismo sin las connotaciones espiritualistas
con que los sucesores del Cartesio lo intentaron, a saber, salvando
también a la materia. Y ya lo sabemos ¿Qué es la materia al fin y
al cabo?

“En efecto, la materia, cuya comunidad con el alma suscita tan


grandes escrúpulos, no es sino mera forma, o cierta clase de
representación de un objeto desconocido, mediante aquella
intuición que denomina sentido externo. Por lo tanto, es
perfectamente posible que fuera de nosotros exista algo a lo cual
corresponda este fenómeno que denominamos materia (...)”

ACTIVIDADES:
1. Distingue, con otras palabras que las de Kant, el concepto de
materia en sí misma, y la materia como representación del
sujeto.

La materia, desde su clásica formulación aristotélica, era un


principio de posibilidad de ser actualizada por una forma.
Haciendo abstracción de cualquier acto o forma que la
determinara a ser algo, su substrato es lo que llamamos materia.
Es decir, para que algo (=X) se determine por una forma (F) ese
algo debe ser, al menos, la posibilidad para que la determinación
(F) le llegue, esto es, materia (M) o substrato, posibilidad de ser
algo que, para el realista Aristóteles ya era “en cierto sentido”
algo (abstrayendo la forma).

He aquí que la materia llega como idea a la Modernidad, y se


“subjetiviza” desde los siglos XVI y XVII como contenido de un
sujeto, lo que la hace fundirse con él. Constituir una unidad con
él. Entonces mi cuerpo (músculos, huesos, miembros de carne,
nervios) que es, a la postre materia (M) ¿será a la postre
representación mía? En efecto, la respuesta idealista dice que sí.
Pero el idealismo trascendental dice más que un idealista material
(como Berkeley y, en cierto modo, Descartes). Un idealista
trascendental, de manera muy específica, sostiene que hay en
nosotros una condición formal y más aún, trascendental
(independientemente de la experiencia, recuérdese) que hace
posible todo contenido, no albergándolo sin más, como si un
recipiente se llenase de sustancia. El sujeto, pues, no sólo recibe,
sino que unifica por reglas a priori aquello recibido. La unidad de
apercepción trascendental es la condición de todas las otras
síntesis de nuestra mente.

Teniendo en cuenta esa unidad, que hace posible las demás


unidades sintéticas, vemos que la razón al emprender sus vuelos
pide ser delimitada respecto de todo uso empírico del
entendimiento. La materia, posibilidad para ser en el viejo sentido,
sólo por la vía (realista) de percepciones nos es conocida, de lo
contrario, sería puramente una idea. En el siguiente diagrama
podemos verlo.
La analítica trascendental, distingue de entre los preceptos a
priori, el uso empírico (Entendimiento) del uso especulativo
(Razón). La razón, produciendo ideas, y con ellas, visiones
omnicomprensivas, que llevan consigo el máximo de contenido e
integración, quisiera ser la facultad que funda una Teoría del Ser
(Ontología, de ontos, ser). Pero esa teoría pretenciosa –dice Kant-
ha de ceder su sitio a una analítica (trascendental) del
entendimiento puro.

La ontología aristotélica, y sucesoras suyas, la escolástica y la


racionalista, hacen del ser un ente común y primerísimo, al que
intuimos sin necesidad de sus determinaciones. Encontrándose,
quizá, en lo común que hay tras las cosas mismas, o según otros,
por debajo y como soporte de accidentes (determinaciones)
percibidos, puede que por analogía con un ente supremo, o tal vez
como substrato de nuestras ideas o experiencias, etc. Todas estas
ontologías son barridas por el criticismo de Kant. Es pulverizado
de manera espacial el realismo en cualquiera de sus variantes,
como ya hemos visto. Un realismo cuyo origen se señala en
Aristóteles. Pero, a cambio, el hilemorfismo de Kant, esto es, su
distinción entre M y F, es si cabe, la herencia más reseñable de
aquella filosofía, ahora restringida a la crítica de las capacidades
de conocimiento.

“[4] Materia y forma. Son dos conceptos que sirven de fundamento a


todas las demás reflexiones: tan inseparablemente unidos están con todo
uso del entendimiento. El primero significa lo determinable en general; el
segundo, su determinación (ambos en sentido trascendental, pues se hace
abstracción de toda diferencia entre lo dado y el modo de determinarlo).
Antaño, lo lógicos llamaban materia lo general y forma la diferencia
específica. En todo juicio pueden llamarse materia lógica (para el juicio)
los conceptos dados, y forma del juicio la relación de los conceptos (por
medio de la cópula). En todo ente, sus elementos integrantes (essentialia)
son la materia; el modo como están enlazados en una cosa, la forma
esencial. Respecto de las cosas, se consideró también que la realidad
absolutamente ilimitada era la materia de toda posibilidad y la limitación
de la realidad (negación) aquella forma mediante la cual una cosa se
distingue de otra por conceptos trascendentales. En efecto el
entendimiento requiere primero algo que se dé (por lo menos en el
concepto), para poder determinarlo de cierto modo. De ahí que, en el
concepto del entendimiento puro, la materia preceda a la forma, y
Leibniz supuso en consecuencia primero cosas (mónadas) e interiormente
una facultad para representarlas, para fundar en ella luego la relación
exterior y la comunidad de sus estados (a saber, de las representaciones).
De ahí que fueran posibles el espacio y el tiempo: aquél sólo por la
relación de las substancias, éste por el enlace mutuo de sus
representaciones como causas y efectos. Y así debería ser en realidad si
el entendimiento puro pudiera ser referido directamente a objetos, y si el
espacio y el tiempo fueran determinaciones de las cosas en sí. Pero si
sólo son intuiciones sensibles en las cuales determinamos todos los
objetos como fenómenos solamente, la forma de la intuición (como
constitución subjetiva de la sensibilidad) precede entonces a toda materia
(las sensaciones) y por consiguiente el espacio y el tiempo a todos los
fenómenos y a todos los datos de la experiencia, y es lo que hace posible
a ésta. El filósofo intelectual no podía tolerar que la forma precediera a
las cosas mismas y determinara su posibilidad; era una apreciación muy
justa, ya que él suponía que nosotros intuimos las cosas como son (si
bien con una representación confusa). Pero como la intuición sensible es
una condición subjetiva muy particular que sirve a priori de fundamento
a toda percepción y cuya forma originaria es, resulta que la forma se da
por sí sola, y lejos de que la materia (o las cosas mismas que aparecieron)
sirva de fundamento (como debería juzgarse según meros conceptos), su
posibilidad supone ya más bien que se haya dado una intuición formal
(espacio y tiempo)”.

ACTIVIDADES:
1. Confecciona una tabla en la que puedas ir colocando bajo las
cabeceras de M (materia) y F (forma) las distintas nociones que Kant
va repasando sobre ellas.
2. Resume el punto de vista de Leibniz (“el filósofo intelectual”)
respecto a la relación entre M y F. Completa la respuesta con la
lectura del siguiente párrafo.

Esta distinción entre Materia y Forma, se puede seguir:


1) en los juicios (Lógica)
2) en las cosas (Ontología)
3) “La forma se da por sí sola”, pero incluso en la propia
sensibilidad (Estética). He aquí la crítica al intelectualismo de
Leibniz.

“...el famoso Leibniz construyó un sistema intelectual del mundo, o


mejor dicho: creía conocer la interior constitución de las cosas
comparando todos los objetos sólo con el entendimiento y con los
conceptos separados y formales de su pensamiento. (...) Comparó todas
las cosas entre sí sólo mediante conceptos y, naturalmente, no halló otras
diversidades sino aquellas mediante las cuales distingue el entendimiento
sus conceptos puros entre sí. No tuvo por originarias las condiciones de
la intuición sensible que llevan consigo sus propias distinciones, pues,
para él, la sensibilidad era solamente una especie de representación
confusa, no una fuente especial de representaciones; el fenómeno era,
para él, la representación de la cosa en sí, aunque por la forma lógica, era
distinta del conocimiento por el entendimiento, puesto que el fenómeno,
por su ordinaria carencia de análisis, involucra en el concepto de la cosa
cierta amalgama de representaciones accesorias que el entendimiento
sabe separar, en una palabra: Leibniz intelectualizó los fenómenos del
mismo modo como Locke, según su sistema de la noogonía (si se me
permite usar esta expresión), censificó íntegramente los conceptos del
entendimiento, o sea, que los presentó como meros conceptos empíricos
o conceptos de reflexión aislados. En vez de buscar en el entendimiento y
en la sensibilidad dos fuentes totalmente distintas de representaciones
que, sin embargo, sólo combinadas pueden juzgar las cosas con validez
objetiva, cada uno de esos dos grandes hombres se atuvo a una sola de
ellas, a la que, en su opinión, se refería directamente a la cosa en sí
considerando que la otra no hacía sin confundir u ordenar la
representaciones de la primera”.

Observa:

1. Aquí se aprecia la crítica que Leibniz hace de la sensibilidad, de


manera análoga a la que ya había emprendido Platón. Kant no acepta
ese intelectualismo.
2. La posibilidad de una intuición intelectual, directa, por tanto, de la
esencia de las cosas (cosas en sí)
3. Tan incorrecto es “intelectualizar” todo conocimiento, incluyendo el
sensible, como convertir en empírico lo que en realidad es intelectual,
y aquí los dardos van dirigidos a J. Locke.
En este diagrama se muestra la comparación que Kant establece entre
estos “dos grandes hombres”, Leibniz, racionalista e intelectualista, y
Locke, el empirista. Ambos pretenden establecer una continuidad entre
fenómenos y cosas en sí (noúmenos). Kant aparece en medio señalando
claramente un corte en la línea: los noúmenos se pueden “pensar”, mas
no conocer. Leibniz aboga por una intuición intelectual del mundo
fenoménico, y Locke, defiende una teoría causal sobre el origen de los
conceptos intelectuales (noogonía).

En entendimiento en su uso empírico nos permite la ciencia. La razón, en


su uso especulativo nos faculta para una “filosofía” en un sentido muy
especial, kantiano. Que ya no ha de ser mezclado tras la CRP con la
Metafísica de Leibniz y de sus secuaces racionalistas, que “saltaron” por
detrás de los fenómenos y los intelectualizaron, ni tampoco se puede
confundir con la psicología del (origen) del conocimiento de los
empiristas ingleses.

La filosofía, produciendo ideas rebosantes de todo contenido empírico


(pero no por ello “inventadas” al margen de él) adquiere en Kant un
sentido fuertemente crítico en todos los sentidos. Entre esos sentidos,
hay uno (i) clasificatorio o analítico (ingredientes que entran en todo
conocimiento). Por otra parte, hay también un (ii) sentido arbitral y
negador de las pretensiones de los sistemas metafísicos que, en su falso
sistema totalizador sólo logran falsas “uniones” de elementos –
incluyendo la materia de todo conocimiento, v.gr. la experiencia, sin
cribar ni jerarquizar órdenes heterogéneos de saber: religión, moral,
teología, ciencia, etc.

Filosofía en el sentido “crítico”, pues, consiste en tejer un sistema de


ideas, no un agregado ni amalgama. Tal labor es expuesta en la CRP en
un sentido metodológico, esto es: hay pasos y principios para hacer una
construcción (tal cosa significa método, caminar por pasos). Y así la
parte final de la obra es una “Metodología Trascendental” por medio del
cual se pudiera levantar una Arquitectónica. Estos del final de la CRP
serán párrafos culminantes en la historia del constructivismo filosófico.

De entre las ideas de la Razón pura hay una bajo la que pueden unificar
los diversos conocimientos de filosofía sistemática. La síntesis de las
síntesis, siquiera como objetivo nunca alcanzable de manera satisfactoria.
Tal tarea no es empírica o, como las demás artes (teknai), “técnica”, cuyo
perfeccionarse consistiera en la adquisición de nuevas reglas, trucos y
hábitos de ensambladura entre las partes. La arquitectónica filosófica
busca la coordinación de los miembros, que harán las veces de material
para que se alce la ciencia. Este es un material articulado: los propios
límites de cada parte, que son condición de su individualidad, son
también los engarces que formalmente vinculan a esa con las restantes.
Concreciones de esta articulación de que nos habla Kant serían, p.e., la
anatomía de los miembros articulados de un animal, o la sintaxis de una
lengua que ordena tanto sus partes y unidades, como sus relaciones.

Es evidente que una arquitectónica racional de los conocimientos no


puede ser una “rapsodia” de datos, hallazgos, etc. Ese es el conocimiento
que, despectivamente, denominaba Kant como histórico, esto es,
aprendido de memoria, generado desde fuera de la propia razón y traído a
la propia subjetividad sólo por vía de la imitación y el recuerdo, como los
niños cuando se aprenden la lección “como papagayos”, así como los
mediocres discípulos de los filósofos que, repitiendo lo dicho por su
maestro hacen escuela de manera inmediata. La verdadera filosofía –que
ha de embarcarse en este proyecto constructivo (arquitectónica) no se
puede aprender a la manera “histórica”.

“[...] de todas las ciencias racionales (a priori) la única que puede


aprenderse es la matemática, pero nunca la filosofía (como no sea
históricamente), antes bien, en lo que respecta a la razón, lo más que
puede aprenderse es a filosofar.”

Filosofar se hace con la base de unos principios. Por el contrario, sólo


con un material dado (documentos, experiencia, sistemas de pensamiento
anteriores) no hay manera de elevar un edificio filosófico carente de
principios. Los principios constitutivos requieren del sujeto filosófico
que, ante todo, no debe dejarse seducir por otros saberes y concepciones
atractivas, pero ajenas por completo a la propia filosofía (es decir, a este
filosofar en sentido propio, y al propio filosofar de cada uno). Estos otros
saberes pueden ser meras ciencias auxiliares de nuestro filosofar, pero
nunca se puedan alzar como sustitutas suyas. Es muy interesante leer las
prevenciones que Kant lanzó contra lo que podríamos llamar la
“tentación geométrica”. Filósofos anteriores a Kant, impresionados por la
potencia (igualmente constructiva) de las matemáticas, quisieron
convertir a la filosofía en una suerte de calco o sucedáneo (menos exacto)
de las mismas. No hay una Geometría de las Ideas, no hay una
veneración pitagórica a las matemáticas en Kant y menos se recomienda
un filosofar ‘more Geométrico’.

Entre las ideas mismas, y éstas con unión al sistema de conceptos sí hay
lugar para el empeño humano –trascendental- para lograr una máxima
unificación. Esta se hace por obra de sus principios regulativos que casan
entre sí, a modo de subsistemas de conceptos y, en última instancia,
organizan en la región del último extremo de la experiencia humana, y
llevan a pensar ésta en su última extensión. La CRP reitera su esfuerzo:

“[...] mostrar que la observación del método matemático en esta clase de


pensamiento no puede proporcionar la menor ventaja, salvo la de
descubrir tanto más claramente sus propios lados flacos, y que la
geometría y la filosofía son dos cosas totalmente diferentes aunque se
den la mano en la ciencia de la naturaleza, y, por consiguiente, el
procedimiento de la una nunca puede ser imitado por la otra”.

ACTIVIDADES:
1. Traza una secuencia de filósofos que hayan admirado el método
matemático y lo hubieran propuesto como modelo para su filosofía,
partiendo de Pitágoras hasta hoy.

Estas líneas son una sobrada advertencia contra la mala interpretación del
constructivismo: que en efecto hay un constructivismo matemático, no se
pone en duda. Pero aquel al que aspira la filosofía, debe ser muy
diferente.

En filosofía hay que exponer los conceptos, pero esto no es propiamente


hacer de ellos una definición. En cambio, en las matemáticas las
definiciones son

“construcciones de conceptos originariamente formados”.

“Sólo la matemática tiene definiciones, pues el objeto que piensa, lo


expone también a priori en la intuición, y con toda seguridad que este
objeto no puede contener ni más ni menos que el concepto, porque
mediante la explicación, el concepto del objeto se dio originariamente o
sea sin que la explicación se derivara de cualquier otra parte.”

El objeto matemático, como concepto, no tiene nada antes de la


definición.
“Contiene exactamente sólo lo que la definición quiere que se piense
mediante él.”

Las otras ciencias, empíricas como son, producen conceptos que ya son
uniones sintéticas de una previa diversidad empírica. La inteligencia no
está tan directamente encauzada por la intuición suministradora de
rasgos, propiedades, etc. Todo lo que da la intuición es contenido
sensible a encuadrar en categorías. Pero las intuiciones matemáticas sólo
tienen dos formas –a priori- el espacio y el tiempo. La matemática es la
única ciencia demostrativa al no derivar propiamente su conocimiento a
partir de conceptos

“...sino de la construcción de éstos, o sea de la intuición que pueda darse


a priori correspondiente a los conceptos.”

La filosofía racionalista, que Kant conoció bien en su propia formación


universitaria, era el sistema prevaleciente en el mundo académico
germánico de su tiempo. Y con ello, hubo de ser tachada de “petulante”
en la CRP.

“...no conviene a la naturaleza de la filosofía, particularmente en el


campo de la razón pura, que se jacte de una marcha dogmática y se
adorne con los títulos e insignias de la matemática, pues no pertenece a
su orden aunque tenga todos los motivos para esperar una unión fraternal
con ella. Son vanas pretensiones ésas, que nunca pueden prosperar y que
más bien pueden apartarla de su propósito de descubrir las ilusiones de
una razón que ignora sus límites, y mediante un esclarecimiento
suficiente de nuestros conceptos, circunscribir las jactancias de la
especulación al conocimiento, modesto pero sólido de sí mismas. Por
consiguiente, la razón, en sus ensayos trascendentales, no podrá mirar
ante sí con tanta confianza como si el camino que ha recorrido conduzca
tan directamente a la meta, ni tan animosamente- con las premisas
puestas como fundamento- que no sea preciso volver a mirar atrás a
menudo y fijarse si tal vez en la prosecución de los razonamientos no se
descubrieron errores que se habían pasado por alto en los principios y
que requieren, ya sea determinarlos más, ya sea modificarlos totalmente.”

ACTIVIDADES:
1. Este pasaje es una invitación a la prudencia. Explica por qué la Razón
Pura ha de ser modesta frente a las pretensiones “geométricas”.

Había –y aún la hay en ciertos filósofos- una “jactancia matematizante”.


El filósofo no puede rendirse a una idolatría de esta ni ninguna otra
ciencia particular, por más que observe un “aire de familia” con su propio
saber filosófico. Servirse de la ciencia demostrativa como propedeútica
(v.gr. preparación) –función ya indicada en La República de Platón, no
implicará su divinización ni tampoco la imitación pedante. Intuir un
concepto matemático –p.e. el triángulo- es tanto como construir un
objeto individual servido por una intuición que, por vía de la
construcción misma se hace universal.

“El conocimiento filosófico es conocimiento racional a base de


conceptos; el matemático, a base de la construcción de conceptos. Pero
construir un concepto significa exponer a priori la intuición que le
corresponde. Por consiguiente, para la construcción de un concepto se
necesita una intuición no empírica pues, en cuanto intuición, es un objeto
individual y, no obstante, como construcción de un concepto (de una
representación universal) debe expresar en la representación la validez
universal para todas las posibles intuiciones que pertenezcan al mismo
concepto. Por ejemplo: yo construyo un triángulo exponiendo el objeto
correspondiente a ese concepto, ya sea por mera imaginación en la
intuición pura, ya sea, mediante ella, en el papel en la empírica, pero
ambas veces completamente a priori, sin haber tomado como modelo
para él experiencia alguna. La figura individual dibujada es empírica y no
obstante, sirve para expresar el concepto a pesar de la universalidad de
éste, porque en esta intuición empírica se contempla solamente el acto de
la construcción del concepto, para el cual son completamente indiferentes
muchas determinaciones, por ejemplo: de la magnitud, de los lados y de
los ángulos y, en consecuencia, se prescinde de estas diferencias que no
alteran el concepto del triángulo.”

El conocimiento filosófico y el matemático son muy diferentes:

“Aquél se atiene solamente a conceptos universales; éste se lanza en


seguida a la intuición, en la cual contempla el concepto en concreto, pero
no empíricamente, sino sólo en una intuición que expone a priori, es
decir: lo que resulta de las condiciones universales de la construcción
tiene que valer también universalmente del objeto del concepto
construido.”

ACTIVIDADES:
1. Lo universal es la nota que se aplica a una totalidad. Un concepto
universal contiene y abarca toda su extensión. ¿Qué diferencias se
observan en Filosofía y Matemáticas respecto de lo universal?

La filosofía no se puede servir de estas intuiciones. Los matematizantes,


desde Platón creyeron en una intuición intelectual (de las Ideas) por culpa
de una errónea analogía con los objetos geométricos y aritméticos. Sin
embargo, el concepto “triángulo” no es una idea, ya que del mismo nos
podemos hacer intuiciones externas (en el espacio) así como, en el caso
de número, internas (en el tiempo). La relación entre aquella figura
geométrica o éste número concretos, y sus respectivas esencias
universales es inmediata, directa. No es así lo que ocurre con los
conceptos intelectuales referidos a cosas que desbordan nuestras
categorías, y tampoco es el caso de las ideas platónicas como
“prototipos” de las cosas.

En los diagramas de arriba se aprecia que en la ciencia matemática, la


línea recta tiene en el punto intermedio un momento de construcción.
Esta expresa, en realidad, un proceso de razonamiento que, empero, no
supone una merma en cuanto a la inmediatez de la relación que se da
entre concepto concreto del objeto matemático, que es universal al
mismo tiempo, y la intuición del objeto. Todo esto se funde en una
misma cuestión resuelta en un proceso racional. Las matemáticas operan,
pues, “por medio de un encadenamiento de conclusiones guiado siempre
por la intuición...” y “logra resolver la cuestión de modo totalmente
evidente y al mismo tiempo universal”. La filosofía, por el contrario,
razona discursivamente, “recaba también a partir de la intuición, extrae
conclusiones edificando argumentos, sistemas de conceptos, etc., pero
sus totalizaciones siempre son mediatas”. Se parte de la experiencia
(incluyendo la diversidad de contenidos que hay en ella) y se parte de
propiedades diversas de la cosa. Del análisis de los elementos diversos
que entran en cada conocimiento se ocupa la mayor parte de la CRP. El
final de la “metodología trascendental” nos habla también del empeño
(ideal) por trazar una arquitectónica, una unión sistemática de
conocimientos. El filósofo tiene ante sí una noble tarea, que nunca se ha
de confundir con la del científico particular. Armonizar y legislar sobre
las articulaciones pertinentes (racionales) entre los variados
conocimientos, sin necesidad de que la obra resultante sea una ciencia
más al lado de las otras.

Hoy la multitud de ciencias y especialidades nos puede deslumbrar. Y ya


en nuestro tiempo la filosofía parece pequeña entre la muchedumbre de
conocimientos, y la extensión de las mismas. Pero las siguientes palabras
de Kant, teniendo en cuenta la ciencia de la época, son suficientes para
ilustrar la tesis: la filosofía se alimenta de otros conocimientos
particulares y la relación que establece con ellos es “legisladora”.

“Al fin y a la postre, el matemático, el naturalista y el lógico no son más


que artistas de la razón, por más que los primeros hayan tenido también
éxitos en el conocimiento racional propiamente dicho y los segundos
especialmente en el filosófico. Hay además otro maestro en el ideal, que
los une a todos éstos y los utiliza como instrumentos para promover los
fines esenciales de la razón humana. Solamente a él deberíamos
denominar filósofo; pero no se le encuentra en parte alguna y sí en
cambio la idea de su legislación en todas partes en toda razón humana
(...)”

Puede ser muy difícil señalar a un individuo de entre un conjunto de


hombres cultos y de decir en alto ¡Ese es filósofo! No obstante la
filosofía como idea, peor o mejor realizada en medio de las ciencias y las
profesiones, ha existido desde Grecia en algún lugar, a pesar de amplios
paréntesis y años de silencio.

Toda la sección 3ª de la Metodología Trascendental, “Arquitectónica de


la razón pura”, es muy importante para responder a la pregunta ¿Qué es
la Filosofía? En la República de las Ciencias esa labor legisladora
aparece con la gran nota distintiva de la Filosofía frente a las técnicas, las
profesiones, las ciencias y la experiencia en general del hombre. A tal
labor la mueve un fin principal: la felicidad.

“...podemos estar seguros de que, por fríos y despectivos que se muestren


quienes son capaces de juzgar una ciencia no por su naturaleza sino
únicamente por sus efectos accidentales, siempre se volverá a ella como a
una amada con quien hayamos reñido porque la razón, por tratarse en
este caso de fines esenciales, tiene que trabajar incansablemente ya sea
para llegar a una intelección a fondo, ya sea para destruir buenas
intelecciones existentes ya.
Por consiguiente, la metafísica, tanto la natural como la moral, y sobre
todo la crítica de la razón que se arriesga a volar con sus propias alas y se
anticipa como ejercicio preliminar (propedeútica), son lo único que
podríamos denominar filosofía en la cabal acepción de la palabra. Esta lo
refiere todo a la sabiduría, pero por el camino de la ciencia, el único que,
una vez trazado, no se borra nunca ni permite extravíos. La matemática,
la ciencia de la naturaleza y aun el conocimiento empírico del hombre
tienen un valor muy elevado como medios para fines de la humanidad en
gran parte accidentales, pero al fin y al cabo necesarios y esenciales, pero
entonces por intermedio de un conocimiento racional a base de meros
conceptos que, como quiera que se lo denomine, propiamente no es sino
metafísica.
Precisamente por esto es también la metafísica coronamiento de todo
cultivo de la razón humana, coronamiento indispensable aunque se haga
caso omiso de su influencia como ciencia de ciertos fines determinados,
pues considera la razón según sus elementos y premisas máximas, que
tienen que servir de fundamento aun a la posibilidad de algunas ciencias
y al uso de todas. En nada la desmerece el hecho de que, como mera
especulación, sirva más para impedir errores que para ampliar el
conocimiento, antes bien le da dignidad y prestigio por la censura que
ejerce, la cual garantiza el orden universal y armonía –y aun bienestar de
la república de la ciencia, evitando que sus animosas y fecundas
elaboraciones se aparten del fin principal: la felicidad universal.”

El uso práctico de la razón, aquel que permite conducirnos


adecuadamente en los terrenos ético y político, es el fin que justifica los
usos especulativos de la misma. Podrán criticarse éstos porque rebasan
nuestros conocimientos empíricos, pero es que la razón no está
circunscrita a la esfera del entendimiento. E inevitablemente brota de la
actividad humana (quizá, podría decirse, es actividad humana) con una
doble rama de aplicación: especulativa y práctica.

Aunque ninguno de estos dos usos son ciencia, podría decirse frente a los
positivistas, que no se eliminarán. No por una deficiencia humana a la
hora de llegar a esta ciencia, sino por todo lo contrario, por que son más
que ciencia. La República de las Ciencias consta de muchos saberes y
conocimientos. Al igual que la República de los Hombres, armoniza
multitud de individuos. No es preciso (ni aun deseable) que uno de ellos
se erija como soberano legislador por encima de ellos. Así también en la
República de las Ciencias no hará falta que una disciplina ejerza poder
dominante. Ya fuera la matemática para los racionalistas, la física para
los mecanicistas, etc. En lugar de esto, hace falta una labor legisladora y
armonizadora. Ese cuerpo de leyes, en bien de todos, siempre es
revisable y perfectible a tenor de la transformación de los propios
miembros de la República.
En un tiempo como el nuestro, dominado por el cientifismo, la CRP
podría volver a ser mal interpretada bajo el sesgo del positivismo. La
ciencia, en realidad, no es el único tipo de conocimiento y bajo ese rótulo
se esconde una gran diversidad de conocimientos. La filosofía no debe,
por su parte, ceñirse al análisis y clasificación de las ciencias, tal y como
muchas corrientes contemporáneas han pretendido, reduciendo a estas
labores previas la más alta tarea de la filosofía, la legislación de los
conocimientos.

Ante todo, al filosofía se siente investida de un sentido crítico. Por su


misma existencia, distingue con claridad (a) el conocimiento por
construcción en el sentido más estricto, las matemáticas, y (b) la
Arquitectónica de ideas y conocimientos. Esto es, una criba (crítica) al
menos entre (a) matemáticas que son conocimientos por medio de
juicios sintéticos a priori en el que no entren como contenidos la
experiencia sino sólo la intuición, y entre otros conocimientos en los que
la intuición puede entrar sólo de manera indirecta, en (b). Con respecto a
la experiencia, la CRP cuenta entre sus metas distinguir, en un primer
grado, el conocimiento empírico, frente a un segundo grado, el
conocimiento sobre lo empírico.

El conocimiento sobre lo empírico es trascendental, y constituye –como


llevamos dicho- un sistema de ideas trascendentales. Dicho sistema es
descrito por Kant (Dialéctica Trascendental) como un proceso, un
movimiento. El sistema viene presidido por una idea totalizadora, a cuyo
fin se mueve la razón, como el centro de una espiral que gira con dos
direcciones. El regressus (hacia abajo) supone el movimiento que la
razón emprende para ensanchar la extensión con la cual el entendimiento
puede trabajar haciendo uso de la experiencia y así delimitar nuevos
límites de la experiencia posible. El progressus, en sentido ascendente
supone la máxima integración y unidad de la experiencia, para lo cual las
ideas trascendentales sirven a modo de síntesis agrupada de experiencias
posibles que pueden ser pensadas en su integridad abstracta.

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