Escolar Documentos
Profissional Documentos
Cultura Documentos
WELDON VIERTEL
• Prefacio
• Capítulo 1: Introducción al Evangelio de Juan
• Capítulo 2: La Manifestación de Jesús Como el Mesías --- Juan 1:19—3:36
• Capítulo 3: Cristo Como la Fuente de Vida --- Juan 4:1—6:7
• Capítulo 4: Jesús Como Maestro de los Judíos --- Juan 7:1—8:59
• Capítulo 5: Jesús Como la Luz del Mundo --- Juan 9:1-41
• Capítulo 6: La Hora de Jesús se Acerca --- Juan 11:45—14:14
• Capítulo 7: El Discurso de Despedida de Jesús --- Juan 14:15—17:26
• Capítulo 8: El Sufrimiento del Mesías --- Juan 18:1—19:42
• Capítulo 9: La Resurrección de Jesús y la Comisión --- Juan 20:1—21:25
• Capítulo 10: Primera parte --- INTRODUCCIÓN A 1 JUAN --- Paternidad
literaria
• Capítulo 11: El Significado de Ser Hijo --- 1 Juan 2:28—5:21
• Capítulo 12: 2 Y 3 JUAN --- Introducción a 2 Juan --- Paternidad literaria
PREFACIO
***
1
INTRODUCCIÓN AL EVANGELIO
DE JUAN
El Evangelio de Juan ha sido descrito como el libro bíblico más fácil, pero a la vez el más
difícil de entender. El griego de Juan es sencillo en estilo, sin embargo, nunca es inseguro. De
acuerdo con C. K. Barrett, no es "ni mal griego (de acuerdo con las normas clásicas) ni buen
griego". El estilo emplea repetición, pero nunca resulta monótono; es impresionante y claro.
Durante los últimos cincuenta años el Evangelio de Juan ha sido objeto de examen crítico
y especulación extensiva de estudiosos que han procurado resolver problemas juaninos. Algunos
eruditos han sostenido que la primera Epístola tiene un fondo judaico, mientras que otros afirman
que su fondo es griego. El hecho de que el autor tuviese conocimiento de costumbres judías,
incluyendo actividades y geografía, da la impresión de que fue escrito por un judío para judíos.
Por otra parte, el uso por parte de Juan de los términos luz, vida y verdad parece tener afinidad
con pensamientos filosóficos; en la literatura helenística (griega) aparecen expresiones
semejantes.
El problema de la relación del cuarto Evangelio con los Sinópticos (Mateo, Marcos y
Lucas) también ha atraído mucha atención. Un vistazo a cada uno revela, desde un principio, que
existen grandes diferencias. Por ejemplo, Juan comienza con el lenguaje más abstracto de la
existencia del Verbo con Dios y su encarnación. Mateo y Lucas comienzan con la experiencia
concreta del nacimiento del Hijo. El cuarto Evangelio tiene pocos eventos de los descritos en los
Sinópticos. Se da mucha más atención al elemento didáctico, y éste es rico en simbolismo.
También han surgido preguntas respecto a la identidad del autor y de los receptores.
Tradicionalmente, se ha tomado al apóstol Juan como el autor. Sin embargo, últimamente se han
hecho muchas objeciones respecto a la paternidad literaria de Juan y se han hecho varias
sugerencias en cuanto a quién sea el autor. No se ha intentado delinear completamente las
diferentes opiniones en este libro, ya que hay obras de introducción al Nuevo Testamento y
secciones introductorias a comentarios que contienen la discusión de teorías recientes. Sin
embargo, se dará la opinión tradicional respecto a la paternidad literaria. Además, se describirá
brevemente un posible panorama ambiental del autor y de los receptores antes de presentar las
teorías alternativas.
Aunque Ireneo escribió casi un siglo después del origen del cuarto Evangelio, su declaración no
se debe tomar a la ligera. Respecto al cuarto Evangelio, Ireneo dijo: "Entonces Juan, el discípulo
del Señor, quien también se reclinó en su seno, él mismo produjo su Evangelio mientas vivía en
Efeso, en Asia." Eusebio (ca. 310) basó las siguientes declaraciones en el testimonio de Ireneo:
"El discípulo amado de Jesús, Juan el apóstol y evangelista, aún sobreviviendo, gobernó a las
iglesias en Asia después de su regreso del exilio en la isla, y la muerte de Domiciano." Eusebio
se refirió a las declaraciones de Ireneo, las cuales nos informan que el apóstol Juan continuó
viviendo en Efeso y trabajando en la iglesia fundada por Pablo hasta el tiempo de Trajano. La
autoridad de Ireneo está basada en Policarpo, quien afirmó que había sido "instruido por los
apóstoles y había tenido intercambio familiar con muchos de los que habían visto a Cristo, y
también había sido nombrado obispo por los apóstoles en Asia, en la iglesia en Esmirna, a quien
también hemos visto en nuestra juventud, porque él vivió por muchos años. . ." Si las
declaraciones de Ireneo respecto a sus relaciones con Policarpo y la relación de Policarpo con
Juan son correctas, el testimonio de Ireneo da un fuerte fundamento a la tradición de la
paternidad literaria de Juan. Aunque ha habido dudas respecto a Ireneo de parte de algunos, los
argumentos en contra de la validez de sus declaraciones no son convincentes.
A través de Ireneo, nos enteramos de que la paternidad literaria del cuarto Evangelio fue
atribuida al apóstol Juan. En los últimos años de su ministerio, Juan trabajó en Asia y publicó el
Evangelio en Efeso. Puesto que el reinado de Domiciano continuó hasta 96 d. de J.C. y Trajano
fue hecho emperador en 98 d. de J.C., el apóstol Juan debió haber vivido hasta casi el final del
siglo I. El pudo haber escrito su Evangelio en cualquier período entre 60 y 100 d. de J.C.
Generalmente aquellos que sostienen que Juan es el autor, prefieren una fecha del final de su
ministerio. Probablemente fue escrito entre 85 y 95 d. de J.C.
1. Los materiales de Qumrán producidos en Judea han revelado que existían en Palestina
algunas de las supuestas características helenísticas.
2. Si el Evangelio fue escrito aproximadamente en 90 d. de J.C., Juan habría conocido el
ambiente helenístico de Efeso por veinte años o más, después de salir de Jerusalén; no
era probable que Juan hubiera permanecido en Jerusalén después de la Guerra Judía
(66-70 d. de J.C.).
3. El ambiente de Efeso requería que el Evangelio fuese expresado, hasta cierto punto, en
pensamiento helenístico si hubiese de ser comunicado a judíos y gentiles en aquel
centro cultural heleniza-do.
4. Si los lectores no eran gentiles, eran judíos de la Dispersión, que estaban más influidos
por el helenismo que los judíos palestinos.
El cuarto Evangelio revela un sentimiento en contra del judaísmo. Este hecho, sin
embargo, no excluye la posibilidad de que los lectores fuesen judíos de la Dispersión. Los
judaizantes (aquellos creyentes en Cristo que insistían en guardar la ley de Moisés) eran
identificados principalmente con Jerusalén. Aunque los judíos de la Dispersión hubieran
compartido las simpatías nacionalistas de los judaizantes hasta cierto punto, su apoyo al
judaismo no hubiera sido tan dogmático. Aquellos que interfirieron en el ministerio de Pablo
venían de Jerusalén e incitaron al nacionalismo a los judíos. Sus perturbaciones amenazaban la
unidad de las iglesias y finalmente, los judaizantes se separaron y formaron sus propias iglesias.
Es de esperarse que Juan, al combatir este problema, hubiera intentado mostrar que Jesús había
cumplido la ley mosaica, de la cual eran tan celosos los judaizantes.
Como resultado del concilio de Jerusalén y de la obra de Pablo, el cristianismo había sido
liberado del yugo del legalismo farisaico. El peligro de que se pudiese disuadir a los cristianos
judíos a volverse a una observación legalista de la ley siguió siendo una amenaza. Una de las
cuestiones principales en la iglesia primitiva era la relación del cristianismo con el Antiguo
Testamento. Esta cuestión tuvo que ser tratada por todos los escritores neotestamentanos, y
continúa hoy siendo una cuestión que la iglesia enfrenta. Juan no fue el único que presentó el
cristianismo en su relación con la ley de Moisés y en su distinción de ella. Los gentiles, tanto
como los judíos, estaban interesados con este problema.
Condiciones en Efeso
Una tradición de Policarpo indica que el apóstol Juan fue a un baño en Efeso, y al ver a
Cerinto allí, salió corriendo sin bañarse y exclamó: "Huyamos por si el baño se derrumba,
mientras que Cerinto, un enemigo de la Verdad, está adentro."6 Poco se sabe de Cerinto, excepto
la breve información que Ireneo nos da de él. Parece haber sido un gnóstico primitivo quien fue
activo en Asia Menor por el año 100 d. de J.C. Ireneo dice que fue educado en la sabiduría de los
egipcios. Epifanio lo describió como un cristiano judío y gnóstico herético quien fue adversario
de Pablo y luego de Juan. Quizá su información se basó en Ireneo, quien siguió su relato breve
de Cerinto con una descripción de aquellos que eran llamados Ebionitas, "cuyas opiniones con
respecto al Señor son similares a las de Cerinto y Carpócra-tes." Robert M. Grant, en Gnosticism
and Early Christianity ("Gnosticismo y cristianismo primitivos") opina que el judaismo
heterodoxo, probablemente, tuviera factores que dieron origen al gnosticismo. Concluyó que el
gnosticismo surgió de los escombros de las esperanzas apocalípticas de los judíos. Otros recono-
cen el factor judío, pero también toman en consideración otros elementos que mantienen que el
gnosticismo era un espíritu que surgió del espíritu general del sincretismo. La literatura gnóstica,
que se ha preservado, refleja la influencia del apocalipticismo judaístico, de la filosofía griega,
de la astrología babilónica, de la cosmogonía egipcia (visión del universo), del dualismo persa y
del cristianismo.
Aunque se sabe poco de Cerinto, parece haber enseñado las siguientes doctrinas:
1. El mundo no fue hecho por el Dios principal, sino por un cierto poder lejanamente
separado de él.
1. 2. Jesús fue el hijo natural de José y María; sin embargo, fue más justo, prudente y
sabio que otros hombres.
2. En el bautismo de Jesús, descendió sobre él el Cristo en la apariencia de la paloma,
dándole poder milagroso (la opinión adopcionista).
3. A la muerte de Jesús, Cristo partió de él, y fue sólo el Jesús humano que sufrió y
resucitó.
4. 5. El Cristo no puede sufrir y debe permanecer impasible (incapaz de sufrir) puesto
que es un ser espiritual.
***
El propósito del Evangelio
El autor declaró que escribió el Evangelio "para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo
de Dios, y para que creyendo, tengáis vida en su nombre" (Jn. 20:31). Esta declaración expresa el
propósito primordial de una fe evangelizadora. Aquellos que creyeron en Jesús como el Mesías
no comprendieron su verdadera naturaleza y cuál era la herencia de ellos en él. El Cristo es el
Hijo de Dios, el Rey ungido.
Donald Guthrie llama la atención al hecho de que sólo en el cuarto Evangelio está el
título "Mesías" preservado en la forma transliterada.8 Este título se usa para describir a Jesús en
el comienzo del Evangelio, indicando que el autor tenía la intención de que sus lectores
comprendiesen el carácter mesiánico de Jesús. Cristo admitió que era Rey ante Pilato, por quien
fue condenado a ser crucificado como Rey de los Judíos. Clemente de Alejandría describió el
escrito de Juan como un Evangelio espiritual, implicando que el propósito de Juan fue el de sacar
a luz el lado divino de su sujeto. Con referencia al reino, Juan distinguió entre el de este mundo y
el de Dios, el cual se lleva a cabo por el Espíritu. El propósito de Juan era alejar a sus lectores de
la dependencia de la ley y de la especulación gnóstica a "el camino, la verdad y la vida."
***
El Prólogo
Juan 1:1-18
La relación del Verbo con Dios y con el mundo (1:1-5)
Una pregunta significativa en el día de Juan sigue siendo importante para el hombre
contemporáneo: ¿Cómo se relaciona Dios, quien es espiritual, con el mundo, que es material?
Juan contestó esta pregunta al señalar las doctrinas de la creación y de la encarnación. Ambas, la
obra de Dios en la creación y su presencia con el hombre en forma carnal, son la obra de su Hijo.
Dios se da a conocer o se comunica con el hombre a través del Verbo, el cual era con
Dios y era Dios en esencia (v. 1). El uso de "Verbo" enfatiza la calidad reveladora del descenso
de Dios en carne humana en la persona del Hijo. El habla es esencial para la humanidad, puesto
que las relaciones personales se establecen a través de las palabras. Se conoce el ser interior del
hombre a través de la comunicación verbal. El ser invisible de Dios fue revelado a través de su
Verbo, el cual se hi/o visible al tomar para sí un cuerpo carnal.
Al escoger el término "Verbo" para describir al Hijo de Dios, es obvio que Juan tenia en
mente Génesis 1:1 sigs. El comenzó un paso antes de la creación como es descrita en Génesis.
Juan hizo una declaración respecto a la naturaleza de Dios, quien creó, y luego procedió a contar
acerca de la obra de Dios. La doctrina del Verbo está basada en Génesis 1:3: "Y dijo Dios,. . . y
fue la luz." La palabra hablada de Dios es vista como un poder divino, el cual hizo que viniera a
ser la existencia creada. El salmista ya había declarado esta doctrina cuando dijo: "Por la palabra
de Jehová fueron hechos los cielos, y todo el ejército de ellos por el aliento de su boca. . . Porque
él dijo, y fue hecho" (Sal. 33:6-9).
No solamente era un término rico en antecedentes hebraicos, sino que también fue usado
por los griegos para referirse a los pensamientos interiores y a la expresión exterior del pensa-
miento en el habla. En un marco deísta la palabra "Verbo" se usaba para referirse a la au torre
velación de Dios. Los filósofos estoicos sostenían que lagos (verbo) era el principio racional del
universo. El filósofo judío Filón de Alejandría había traído el concepto griego al judaísmo. Usó
el término logas para referirse a personas en el Antiguo Testamento y para describir el concepto
proyectado del Dios trascendente. En el concepto de Juan, el Verbo es el poder de Dios, el
pensamiento interior de Dios que tiene significado y propósito para la vida y el ser personal del
Hijo de Dios, quien es Dios pero tiene existencia separada del Padre.
Dios habló, y el poder de su palabra trajo la creación a existencia. El Verbo, como el
pensamiento interior de Dios, trae significado y propósito a la vida, y así trae propósito a la
existencia física creada por Dios. Aparte del Verbo, la existencia física carece de significado y
propósito; por lo tanto, está sin vida (v. 4).
El Verbo, como fuente de vida, da luz al hombre. La luz permite que el hombre vea hacia
dónde va. Sin luz el hombre tropieza y no puede encontrar el camino hacia su destino. El Verbo,
como luz, brilla en las tinieblas; o sea, se convierte en el guía hacia el significado verdadero de la
vida para el hombre que ha estado tropezando en la oscuridad. Bajo el poder y el control de
Satanás, el hombre es engañado y cegado en cuanto a su verdadero destino. Aunque Satanás
puede engañar al hombre y distraerlo del significado verdadero de la vida, él no puede evitar que
la luz dé dirección al hombre encadenado en sus pecados. Las tinieblas no pueden vencer a la
luz.
La luz verdadera, la cual entró al mundo para libertar al hombre de las tinieblas que lo
tenían cautivo, no fue reconocida por aquellos a quienes él había creado (vv. 9, 10). La liberación
de las tinieblas no es el logro del hombre sino la obra de la luz verdadera que alumbra a todo
hombre. Isaías había dicho que toda carne es como el pasto y como la flor del campo que se
marchita y se desvanece, pero Dios es eterno. El significado verdadero del hombre no se
encuentra en sí mismo, sino en su relación con Dios. La luz vino al mundo para iluminar esta
verdad, pero el hombre, que fue hecho por Dios, falló en reconocer que su propósito verdadero
en la vida residía en su relación con Dios y no en su relación con las cosas creadas.
La palabra "mundo" tiene diferentes significados en Juan. Se refiere a la existencia creada
incluyendo al hombre, a éste en rebelión contra Dios y al hombre como creado por Dios. El
versículo 10 enfatiza que el Verbo había venido como luz al mundo, pero que el hombre quien
fue hecho por el Verbo no lo conoció. Puesto que el Verbo creó al hombre, éste le pertenece,
pero no todos aquellos a quienes él creó lo reciben (v. 11.) El resultado del ministerio de Jesús
fue que el mundo no lo reconoció; sin embargo, aquellos que sí lo reconocieron y le recibieron,
fueron hechos hijos de Dios. Debido al pecado, el hombre no es por naturaleza hijo de Dios,
aunque sí es posesión de Dios por derecho de creación. Aquellos que recibieron la luz son
libertados del control del pecado y les es dado el derecho de ser hechos hijos de Dios (v. 12).
El recibir a Cristo y el ser hecho hijo de Dios viene por medio de creer en su nombre (v.
12). La respuesta propia al Verbo como el pensamiento racional de Dios estableciendo el
propósito y significado de la vida es el creer. Creer en el Verbo significa ser guiado y controlado
por él en vez de ser controlado por las tinieblas. Recibir al Verbo por creer en él es experimentar
el nacimiento espiritual (v. 13). Llegar a ser hijo de Dios no es por nacimiento físico —"no de
sangre" (v. 13). Por la sangre, los judíos eran descendientes de Abraham, y así pues, dijeron ser
hijos de Dios. De acuerdo con los Sinópticos, Juan el Bautista había advertido que la pretensión
judía de ser descendientes de Abraham era inválida, puesto que "yo os digo que Dios puede
levantar hijos a Abraham aun de estas piedras" (Mt. 3:9). Tampoco puede el hombre llegar a ser
hijo de Dios a través de sus propios esfuerzos —"ni de voluntad de carne, ni de voluntad de
varón, sino de Dios" (v. 13). Llegar a ser hijos de Dios depende de su voluntad y obra, no de la
racionalidad del hombre ni de sus logros personales.
***
2
LA MANIFESTACIÓN DE JESÚS COMO EL MESÍAS
Juan 1:19—3:36
Introducción
Después de definir a Jesús como el Verbo divino quien existió eternamente con el Padre
y asumió carne humana, el autor enfocó su atención en el reconocimiento humano de quién era
Jesús. Juan el Bautista enfatizó que su misión era presentar a Cristo, pero que él mismo no había
de ser identificado como el Cristo. El describió a Jesús como el "Cordero de Dios" y el "Hijo de
Dios". Andrés declaró a su hermano Pedro que Jesús era el Mesías. Natanael lo reconoció como
Rabí, Hijo de Dios y Rey de Israel. En los Sinópticos tanto como en el Evangelio de Juan, Jesús
se refirió a sí mismo como el Hijo del Hombre. Juan también usó "el Hijo unigénito de Dios".
Ante la mujer samaritana, Jesús se identificó como el Mesías. Los diferentes títulos del Antiguo
Testamento que describían al esperado libertador del pueblo de Dios fueron aplicados a Jesús, y
únicamente en él estuvieron unificados y atribuidos a una sola persona histórica los distintos
conceptos.
El propósito de Juan era presentar la evidencia de que Jesús es el Hijo de Dios, el Rey
ungido. Lucas nos dice que todo Israel estaba "en expectativa" por la venida de Cristo (Le. 3:15).
Puesto que la voz de la profecía había estado silenciosa por varios siglos, la aparición de Juan el
Bautista en el desierto usando la ropa de profeta y comiendo la dieta de profeta, les hizo pensar
en que Elías había vuelto. El profeta Malaquías había dicho: "He aquí, yo os envío al profeta
Elías, antes que venga el día de Jehová, grande y terrible. Él hará volver el corazón de los padres
hacia los hijos, y el corazón de los hijos hacia los padres." (Mal. 4:5, 6a). De acuerdo con Mateo
17:12, Jesús identificó a Juan el Bautista con Elías, pero Juan el Bautista negó que él fuera Elías
en Juan 1:21. Algunos eruditos han concluido que el cuarto Evangelio fue escrito para
contrarrestar una veneración excesiva hacia Juan el Bautista. Parece ser más probable que el
designio del autor fuera el de enfatizar la disminución de importancia de Juan y el aumento de
importancia de Cristo.
La aparición de Juan produjo mucho entusiasmo, y la gente se aprestó para seguirlo. El
cuarto Evangelio muestra cómo la lealtad a Juan el Bautista fue transferida a Cristo, quien fue
presentado por el Bautista como alguien que había existido antes que él y, por lo tanto, era mayor
que él. El relato del autor acerca de Juan el Bautista presupone que los lectores conocían los
Sinópticos. No da una descripción cronológica de lo que sucedió sino una interpretación del
significado de los eventos.
Los judíos, el título usado por Juan para el judaísmo y sus líderes oficiales, mandaron a
sacerdotes y levitas, quienes actuaban como policías del templo, para preguntar sobre la
identidad de Juan el Bautista (v. 19). El propósito del autor parece haber sido el de presentar el
conflicto entre Jesús y el judaísmo el cual se centraba en Jerusalén. El autor ya había dicho que
el Verbo había venido a los suyos (los judíos) pero que no había sido recibido ni reconocido por
ellos. Juan el Bautista negó que él era el Cristo, y dio testimonio de Uno que estaba entre los
judíos pero que no era reconocido por ellos. Para cuando el Evangelio fue escrito, los cristianos
judíos se habían separado totalmente del judaísmo.
Aparentemente se especulaba que Juan el Bautista era el Mesías. El negó enfáticamente
que él fuera el Mesías o Elías. Había la creencia, basada en Deuteronomio 18:15, 18, que
aparecería un profeta para instruir al pueblo en los mandamientos del Señor y para volverlo a la
justicia que los prepararía para la venida del Señor. Juan también negó que él fuera tal profeta.
Quizá la razón de que sean enfatizadas las negaciones de Juan en el cuarto Evangelio es porque
Jesús mismo es presentado como el Maestro y Salvador quien haría volver a la gente de su
pecado. Hacer que la gente se vuelva a la justicia no puede ser el logro del hombre, sino que
tiene que ser la obra del Verbo quien es el Hijo unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad
(v. 14). Como Maestro, Jesús es verdad; como Salvador, Jesús es gracia divina, el Cordero de
Dios que quita el pecado del mundo. Puesto que Jesús llenó el papel de profeta y rabí e instruyó a
la gente en el camino del Señor, Juan el Bautista no podía ser ni Elías ni "el profeta" (v. 21). El
Bautista sí cumplió el papel de la "voz que clama en el desierto" que preparó el camino para la
venida del Señor (v. 23; Is. 40:3). Esta preparación involucraba el anunciar que el tiempo había
llegado y el señalar a Jesús como el Cristo quien era mayor que Juan (v. 27), y que había existido
antes que él (v. 30). Para cumplir esta misión, Juan el Bautista tuvo que redirigir la atención que
él estaba recibiendo hacia aquel que había venido después de él. La misión de Juan requería que
él menguara a fin cié que Jesús como el Cristo pudiera crecer.
Los representantes de los fariseos trataron insistentemente de averiguar acerca de la obra
de Juan el Bautista. El hecho de que le preguntaron por qué bautizaba, puesto que él no era el
Cristo ni Elías, implica que se esperaba que el Mesías, Elías o el profeta bautizara. El bautismo
había surgido en el judaísmo como un ritual de purificación requerido de prosélitos para su
admisión en el judaísmo. El bautismo de Juan difería del bautismo de prosélitos en que Juan
requería que tanto los judíos como los gentiles fuesen bautizados. El bautismo también pudo
haber sido un acto de auto-dedicación a Dios. De acuerdo con los Sinópticos, Juan ligó el rito del
bautismo con el reino venidero de Dios. El bautismo simbolizaba la preparación indicada para el
esperado día de Jehová. Puesto que Juan negó que él fuera una de las tres personas asociadas con
el día del Señor venidero, sus inquisidores naturalmente le preguntaron por qué bautizaba (v. 25).
Juan contestó que su bautismo prefiguraba el bautismo del Mesías y del profeta.
Juan contestó que él bautizaba con agua. Los Sinópticos nos han enseñado a esperar la
declaración que sigue, que aquel que vendría después de él bautizaría con el Espíritu Santo. Sin
embargo, no se hace esta declaración hasta el versículo 33. En su lugar, el Bautista cambió el
enfoque de atención de su obra bautismal al Cristo a quien los fariseos y sus emisarios no habían
aceptado (v. 26). De acuerdo con el autor del cuarto Evangelio, el propósito de Juan el Bautista
al bautizar era revelar a Jesús como el Cristo; así pues, es lógico su cambio de atención del
bautismo de agua a Aquel más grande que él, cuyas sandalias él no era digno de desatar. En
comparación al Mesías, Juan no era digno ni siquiera de servirle como esclavo.
30
Al acercarse Jesús, Juan lo identificó como "el Cordero de Dios, que quita el pecado del
mundo" (v. 29). Diariamente eran sacrificados dos corderos como ofrendas quemadas en
preparación para la reunión de los sacerdotes (representantes del pueblo) con el Señor (Ex.
29:38-42). Cristo, como el Cordero, es el sacrificio por el cual las personas se preparan para
encontrarse con Dios. De acuerdo con Isaías 53, el Siervo de Dios recibió aflicción y sufrió por
nuestras transgresiones. Fue llevado como un cordero al matadero (cf. vv. 4-7). Puesto que las
naciones reconocieron que el Siervo de Dios recibió aflicción por causa de ellas (Is. 52:13—
53:12), Juan el Bautista describió a Cristo como el Cordero de Dios quien cargaría el pecado del
mundo. Jesús es el Mesías, pero también es el Siervo Sufriente quien llegó a ser una ofrenda por
el pecado para permitir al hombre injusto llegar ante el Dios santo. El cuarto Evangelio enfatiza
que el Hijo de Dios no fue reconocido por los líderes del judaísmo. Esta falta resultó del hecho
de que Jesús no cumplía las expectativas que ellos tenían de un Mesías político y victorioso. Al
contrario, Jesús fue descrito como el Siervo despreciado de Isaías 53 quien no sería atractivo a
los hombres, debido a su humilde papel de sufrimiento y servicio. El sacrificio del Cordero no
era únicamente para los judíos sino para todo el mundo. Aunque Jesús, como el Mesías, no fue
atractivo a los líderes del judaísmo porque enseñaba que habría de morir en la cruz, Juan enfatizó
que Jesús era superior a él.
Juan el Bautista, así como los líderes del judaísmo, no podía identificar a Jesús como el
Mesías por su apariencia física ni por su posición política ni social. Puesto que el propósito de
Juan fue manifestar al Mesías a Israel, era necesaria la revelación divina para informar a Juan
que aquel sobre quien descendiera el Espíritu en ocasión de su bautismo era el que bautizaría con
el Espíritu Santo (v. 33). Cuando David fue ungido con aceite en público, como señal de que él
era el rey de Israel, el Espíritu del Señor vino sobre él (1 S. 16:13). Se usaba el aceite en la
ceremonia pública para dedicar a una persona al servicio de Dios. En el tiempo de Juan, el
bautismo era una ceremonia pública de dedicación. Al ser bautizado Jesús, Juan presenció el
descenso del Espíritu del cielo en forma de una paloma (v. 32). Este evento no dejó ninguna
duda de que Jesús era el Mesías escogido. En el tiempo de David, el Espíritu descendía
únicamente sobre los dirigentes de Israel para permitirles servir a Dios. En el nuevo reino, el Rey
daría el Espíritu Santo a todos aquellos que nacen en el reino para servir a Dios; así que Cristo
bautizaría con el Espíritu Santo. A David le fue prometido que el trono de su reino sería
establecido para siempre y que el rey escogido sería un hijo de Dios (2 S. 7:13, 14). Juan el
Bautista dio testimonio de que aquel sobre quien él había visto descender el Espíritu Santo era el
Hijo de Dios (v. 34).
El relato del llamamiento de los discípulos difiere del de los Sinópticos. En los
Sinópticos, los discípulos fueron llamados a ser apóstoles que anunciarían que el reino de Dios
había llegado. En el cuarto Evangelio se da importancia a la instrucción, así que el énfasis está
sobre Jesús como un rabí que llama a sus discípulos a asociarse con él. Juan el Bautista señaló a
sus propios discípulos al Cristo (v. 36). El cuarto Evangelio se caracteriza por un énfasis sobre la
enseñanza en la cual permanecen los discípulos con su rabí (maestro) Jesús, en vez de los
detalles cronológicos de los Sinópticos.
Cuando Juan señaló a sus discípulos a Cristo, dos de ellos lo siguieron (v. 37). Ellos
contestaron la pregunta de Jesús concerniente a qué era lo que buscaban al dirigirse a él como
rabí y al preguntarle dónde vivía. La implicación de su pregunta era que ellos planeaban visitarle
en ocasiones posteriores para escuchar más de sus enseñanzas. Jesús los invitó a que fuesen a ver
dónde vivía, y en respuesta, ellos fueron a morar con él. Era costumbre que los discípulos
moraran con su maestro. La invitación de Jesús a los seguidores de Juan de ver en dónde vivía
era una invitación a que fueran sus discípulos. El autor dio al evento una relación histórica al
referirse a una hora específica: las cuatro de la tarde (la décima hora—v. 39).
Uno de los seguidores de Juan, quien escuchó a Jesús hablar, fue Andrés (v. 40). Aunque
Juan el Bautista había hablando a sus discípulos de Jesús como el Cordero de Dios, Andrés
identificó a Jesús como el Mesías ante Simón, su hermano (v. 41). De acuerdo con los
Sinópticos, una voz celestial en el bautismo de Jesús citó el pasaje mesiánico de Salmos 2:7 y el
pasaje del Siervo Sufriente en Isaías 42:1, así identificó al Mesías como el Siervo Sufriente. De
acuerdo con el cuarto Evangelio, esta identidad se produjo por la referencia de Juan a Jesús como
el Cordero de Dios por el reconocimiento de Andrés en llamar a Jesús el Mesías. Es interesante
que el autor del cuarto Evangelio usó la forma transliterada de la palabra "Mesías" del Antiguo
Testamento y le dio la traducción griega de ésta como "Cristo" (v. 41). La forma de esta
declaración puede indicar que el autor estaba escribiendo a los judíos de la dispersión quienes
conocían la doctrina del Mesías pero que estaban más familiarizados con el lenguaje griego que
con el hebreo.
El poder sobrenatural de Jesús de conocer al hombre es enfatizado al dar un nombre
nuevo a Simón. Cefas es la palabra aramea para "piedra" y Pedro es la palabra griega para la
misma (v. 42). Simón sería una piedra de construcción en la obra del reino. En los Sinópticos, se
dio el nombre de Pedro en respuesta a la confesión de Simón a Jesús al decirle que era el Mesías
(cf. Mr. 8:29 y paralelos). Esta confesión vino mucho más tarde en el ministerio de Jesús en el
relato de los Sinópticos que en el cuarto Evangelio. El Evangelio de Juan no da ninguna
información de la imposición sobre los discípulos de mantener en secreto el haber reconocido a
Jesús como el Cristo. La diferencia entre los Sinópticos y el cuarto Evangelio puede explicarse
por el propósito de Juan de enfatizar el tema y de interpretar las enseñanzas en vez de dar un
relato cronológico. Aparentemente, la gente ya estaba familiarizada con los eventos de los
Sinópticos. El deseo de Juan era dar interpretaciones teológicas a las enseñanzas acerca de Jesús.
Después del llamamiento de tres o posiblemente cuatro de los discípulos en Judea, Jesús
salió para Galilea donde encontró a Felipe y le mandó a que le siguiese como su discípulo (v.
43). El nombre de Felipe era griego, pero esto no niega que fuera judío. Su hogar era el pueblo
muy helenizado de Betsaida, que se encontraba en la orilla nordeste del mar de Galilea. Felipe
encontró a Natanael, un judío del pueblo cercano, Cana de Galilea. Natanael es una palabra
semítica que significa "Dios da". Natanael fue invitado a ver a "aquel de quien escribió Moisés
en la ley, así como los profetas. . ." (v. 45), aunque no hay ninguna referencia mesiánica que sea
específica en el Pentateuco. La Ley de Moisés y los Profetas son una referencia al Antiguo
Testamento. Nuestros libros históricos que tienen referencias mesiánicas fueron los que estaban
clasificados en la Biblia judía como parte de los Profetas. Puesto que Felipe asoció a Jesús con el
pueblo desconocido de Nazaret, el cual no está mencionado en el Antiguo Testamento, y con la
poco conocida familia de José, la respuesta de Natanael fue: "¿De Nazaret puede salir algo de
bueno?" En vez de discutir con Natanael, Felipe le invitó a que él mismo fuese a ver a Jesús. Al
acercarse Natanael, Jesús reveló un conocimiento sobrenatural de su carácter. Natanael fue
descrito como un verdadero israelita, o sea uno que escucharía con entendimiento y obediencia el
Antiguo Testamento, el cual habla de Jesús como el Mesías. Fue descrito como una persona sin
pretensión o engaño, pero que era directa al expresar sus opiniones. Natanael se sorprendió al ver
que Jesús ya lo conocía. La respuesta de Jesús de que él lo había conocido cuando aún estaba
bajo la higuera puede haber estado relacionada con un evento que demostró la falta de pretensión
de Natanael (v. 48). En respuesta reconoció a Jesús como rabí e Hijo de Dios. Ya se ha señalado
que el Mesías davídico prometido sería el Hijo de Dios (v. 49). Jesús respondió que la creencia
de Natanael, hasta este punto, estaba basada en el milagro de conocimiento sobrenatural (v. 50).
Natanael vería cosas mayores que este milagro. Aprendería un significado más profundo del
título "Hijo de Dios" que el que contenía la referencia a David como hijo de Dios. Natanael se
daría cuenta de que la presencia celestial de Dios estaba siendo manifestada en Jesús así como
fue manifestada a Jacob cuando los ángeles ascendieron y descendieron de la escalera (v. 51). La
presencia de Dios estaba siendo conocida a través del Hijo del Hombre quien, de acuerdo con
Daniel 7:13, es un ser celestial. El reino del Hijo del Hombre está en este mundo pero trasciende
el mundo puesto que la presencia de Dios está manifestada en el Rey.
***
El significado simbólico del primer milagro
2:1-12
El interés de Juan en los milagros no se centraba en los detalles, sino en el significado
simbólico o interpretación teológica de los eventos. El autor se refirió a los milagros como
señales (2:1 f, 18, 23; 3:2; 4:54; 6:2, etc.). En el Evangelio de Juan, la palabra "señal" es una
anticipación simbólica o forma de mostrar una realidad mayor que el evento milagroso mostrado
en un nivel físico. El cuarto Evangelio ve los milagros como señales que revelan a Jesús corno el
Cristo quien estaba invadiendo el reino del mal y venciendo a Satanás en su propio terreno. Juan
declaró que el propósito de su Evangelio era "para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de
Dios, y para que creyendo, tengáis vida en su nombre" (20:31). Juan presentó los milagros como
señales para aumentar la fe de los seguidores de Jesús. Los milagros eran eventos históricos pero
iban más allá del orden natural. Para Juan el significado mayor se encontraba en la interpretación
teológica descubierta a través de los ojos de la fe. El elemento sobrenatural no puede ser
comprendido a través de la experiencia de los sentidos sino que debe ser interpretado
teológicamente. La revelación divina viene a través de una acción de orden sobrenatural en lo
histórico. El hombre tiene que responder a la revelación divina a través de la fe.
El propósito de Juan al incluir la conversión del agua en vino en las bodas en Cana fue
registrar la reacción de los discípulos: "sus discípulos creyeron en él" (v. 11). El autor dio al
milagro un fondo histórico al referirse al tiempo (el tercer día) y al lugar (Cana). Las personas
identificadas como participantes en la fiesta de bodas fueron: Jesús, sus discípulos, su madre, los
siervos, el maestro de ceremonias y el novio. Cuando el abastecimiento de vino se agotó, la
madre de Jesús fue a él con el problema. Jesús se dirigió a su madre como "mujer" en el
versículo 4. También se refirió a ella en la misma forma cuando estuvo en la cruz. Esta forma de
dirigirse llama la atención a la gran distinción que había entre María y su hijo. Aunque Jesús era
su hijo, ella no tenía ningún derecho sobre él porque su naturaleza sobrenatural lo exaltaba más
allá de las relaciones humanas. Jesús respondió que la hora, cuando el hombre podría esperar ver
la manifestación de la gloria divina, aún no había llegado (v. 4). María no se sintió insultada por
la respuesta de su hijo, sino que pidió a los siervos que lo obedecieran (v. 5).
En los rituales judíos de purificación se usaban seis tinajas que representaban la total
observancia ceremonial del judaísmo (v. 6). Jesús pidió a los siervos que llenasen las tinajas con
agua, y que después sacasen algo de la misma y se la diesen al maestro de ceremonias de la fiesta
(v. 7). Después de haber probado el agua que se había convertido en vino, él, el gobernador, se
maravilló de que el novio no hubiera seguido la tradición de servir el mejor vino primero, en vez
de hacerlo al final (vv. 9, 10). (Los que ya se habrían embriagado no se darían cuenta de que se
estuviera sirviendo un vino inferior.) Juan comenta que este milagro de convertir el agua de
purificación en vino nuevo manifestó la gloria de Jesús y despertó una respuesta de fe de parte de
sus discípulos (v. 11). Quizá Juan tenía en la mente la declaración en Mateo 9:17 que el vino
nuevo no se puede poner en odres viejos. En tal declaración, Jesús comparó sus enseñanzas con
vino nuevo. Estas no se podían contener dentro de las formas tradicionales del judaísmo. En la
enseñanza paralela (Jn. 2:6), el agua que representaba la purificación judía fue cambiada en vino
nuevo, el cual representaba todo lo que Cristo había venido a hacer. La calidad superior del vino
provisto por Jesús fue contrastada con el ceremonialismo inferior judío. Aunque la hora de
manifestar su gloria no había llegado, el milagro daba una manifestación parcial y preliminar a
los discípulos para que ellos pudieran creer (v. 11). La creencia en Jesús como el Mesías estaba
basada en la experiencia de ver lo que Jesús hacía, tanto como en el cumplimiento de las
predicciones del Antiguo Testamento. El versículo 12 es una declaración de transición. Dice que
Jesús, su familia y sus discípulos fueron a Capernaúm por algunos días.
La purificación del templo
2:13-25
La conversión del agua en vino reveló que las enseñanzas y la obra de Jesús eran
superiores a las de los judíos. Su decisión de purificar el templo reveló que su autoridad era
superior a la de los líderes religiosos judíos. El evento sucedió durante el tiempo de la pascua, la
cual era la más importante celebración pública de los judíos. Miles de judíos hacían el
peregrinaje a Jerusalén para la pascua. Durante esta celebración cumbre del judaísmo se llevaban
a cabo actividades comerciales deshonestas en el terreno del templo. En estas festividades
religiosas se enfatizaba la ejecución legal de los rituales, en vez de la relación con Dios.
Juan colocó la purificación del templo al comienzo del ministerio de Jesús en contraste
con los Sinópticos, los cuales la colocaron al final de su ministerio público. No es seguro si se
referían a distintas purificaciones o si los distintos intereses teológicos causaron que se pusieran
en lugares opuestos. Quizá Juan la ubicara al principio porque reforzaba su propósito de enseñar
a sus lectores la autoridad que Jesús el Hijo de Dios había recibido. Los escritores sinópticos la
pusieron al final como una culminación al ministerio de Jesús. Juan, primeramente, dijo quién
era Jesús y usó eventos históricos para apoyar sus enseñanzas. El tema de los Sinópticos se
eníoca en descubrir quién era Jesús y su conflicto con los judíos. Este conflicto llegó a su punto
culminante cuando Jesús purificó el templo.
Jesús se quedó sumamente consternado al entrar en el templo, quizá al atrio de los
gentiles y halló bueyes, ovejas y palomas que estaban en venta allí mismo, más cambiadores de
monedas que se estaban aprovechando de los peregrinos. Se requería de todo varón adulto judío
que pagara un impuesto al templo por la cantidad de medio siclo. Necesitaban cambiar las
monedas más grandes por más pequeñas y el cambio romano no era aceptable puesto que tenía la
imagen del César. La función de los cambiadores de monedas era cambiar el dinero de los
peregrinos por la única clase de moneda aceptada por las autoridades del templo. Aunque un
arancel moderado de dos a cuatro por ciento era aceptable por este servicio, la avaricia de los
cambiadores de monedas frecuentemente hacía que ellos cobraran el veinticinco por ciento.
Puesto que era inconveniente para los peregrinos traer animales para el sacrificio,
compraban animales dentro de los atrios del templo. Los sacerdotes servían como inspectores
oficiales para asegurarse de que los anímales no tuviesen mancha. Si un animal era comprado
fuera del templo, el comprador estaba en peligro de que el inspector rechazara dicho animal. Los
animales aprobados y vendidos dentro del templo eran mucho más caros. En vez de mostrar
interés cariñoso hacia los peregrinos que venían con toda sinceridad para adorar, los líderes
religiosos estaban sacando tremendas ganancias de estos negocios. Jesús hizo un látigo o azote
de cuerdas y echó fuera las ovejas y los bueyes del área del templo (v. 15). El pasaje indica que
también sacó a todos los hombres que tenían sus negocios en el templo. No dice si usó el látigo
con los hombres, pero sí volteó las mesas de los cambiadores de monedas y mandó a aquellos
que vendían palomas que se alejaran inmediatamente con su mercancía. Jesús se opuso al uso de
la casa de su Padre como un mercado (v. 16).
Los discípulos expresaron la importancia de las acciones de Jesús con una cita de Salmos
69:9 (v. 17). Los judíos respondieron inmediatamente con una demanda de ver una señal que
probara su autoridad para interrumpir las acciones comerciales en el templo (v. 18). Jesús dijo
que la señal sería la destrucción de "este templo, y en tres días lo levantaré" (v. 19). Los judíos
pensaron que Jesús se refería al edificio del templo el cual Herodes había comenzado a construir
más o menos en 20 a. de J.C. pero que no se había terminado. Los "cuarenta y seis años"
mencionados en el versículo 20 sitúan la purificación del templo alrededor de 27 d. de J.C. El
hecho de que los judíos pudiesen pensar únicamente en la estructura del edificio del templo
simbolizaba la superficialidad de su religión. Juan explica que Jesús hablaba del templo de su
cuerpo el cual sería levantado en tres días. En realidad, no se dio ninguna señal de autoridad,
pero su resurrección por el poder de Dios probó que la vida y el ministerio de Jesús fueron
aprobados por Dios. Cuando Jesús fue muerto en la cruz, los judíos concluyeron que Dios lo
había rechazado. La resurrección invirtió la conclusión y mostró que Dios aprobó a su Hijo y
rechazó las decisiones del Sanedrín y de Pilato quienes lo habían condenado. Aparentemente, los
discípulos no entendieron la señal hasta después de su resurrección (v. 22).
Al hablar de su cuerpo como un templo, Jesús se refería a la permanencia singular del
Padre en el Hijo. El Verbo, que era Dios, habitaba en el cuerpo carnal el cual llegó a ser el único
verdadero templo. Sería destruido por la muerte y levantado en tres días. Los discípulos
comprendieron pocas de sus enseñanzas hasta su resurrección (v. 22).
Se hace referencia a los milagros o señales los cuales hizo Jesús mientras estaba en
Jerusalén durante la pascua, pero ninguno es descrito (v. 23). Muchos creyeron como resultado
de ver estas señales; esto fue lo que atrajo a Nicodemo a Jesús (Jn. 3:2). Aunque la confrontación
de Jesús con los dirigentes del templo y sus señales lo hicieron un héroe popular entre las masas,
él sabía que no podía confiar en la fe superficial de ellos (vv. 23, 24). Jesús no se engañó por las
entusiastas acciones externas de los hombres porque conocía su inconstancia, (v. 25)
Se identifica a Nicodemo como un fariseo y un principal entre los judíos. Como fariseo,
era celoso de la ley. Su identificación como un principal del pueblo indica que era un miembro
del Sanedrín. Durante la conversación, Jesús hizo referencia al hecho de que era maestro de
Israel (v. 10).
Nicodemo vino a Jesús por la noche (quizá por su deseo de guardar su visita en secreto)
(v. 2). La interpretación teológica que implicó el autor es que Nicodemo vino de la oscuridad a la
presencia de la luz verdadera. Al usar el plural, Nicodemo probablemente representara a aquellos
que creyeron en Jesús debido a las señales que hizo: "sabemos" (v. 2). Antes de que Nicodemo
dijera la razón por la cual había venido, Jesús tomó la iniciativa en la conversación y le informó
que si quería ver el reino de Dios tenía que nacer de arriba. Los fariseos creían que Dios
restauraría el reino a Israel cuando la ley fuese guardada perfectamente por lo menos un día.
Ellos pensaban en un reino político con fronteras geográficas que pudieran ver. Jesús habló de la
necesidad de nacer de arriba para ver el reino de Dios, porque el reino de Dios reemplaza los
reinos del hombre en esta tierra (cf. 18:36), por lo tanto, es imposible verlo como el hombre ve
los reinos de esta tierra. El reine de Dios es el gobierno y reinado de Dios en la vida de sus
siervos. El ser nacido de arriba significa ser nacido del Espíritu, que es la permanencia de Dios
en la vida de un creyente con el fin de controlarle y darle poder como un siervo del reino. Tal
nuevo nacimiento significa entrar al reino (v. 5). Antes de que la presencia de Dios pueda
permanecer en el corazón del hombre en la persona del Espíritu, la vida tiene que ser limpiada de
pecado y purificada: Nacida "de agua" (v. 5). Quizá el nacer de agua se refiere al bautismo, el
cual es un símbolo de ser limpiado del pecado.
Nicodemo no pudo entender el significado de nacer de nuevo, de arriba. El entendía que
Jesús estaba diciendo que tenía que nacer de nuevo, pero lo interpretaba como un segundo
nacimiento físico (v. 4). Jesús explicó que estaba hablando de un nacimiento espiritual y no de
un nacimiento carnal. El nacimiento de Nicodemo a la nación judía no era aceptable para el reino
de Dios. Es fácil entender mal la enseñanza de ser nacido de arriba si se piensa que el reino de
Dios será establecido por esfuerzos en guardar la ley. Jesús contrastó el orden carnal, de este
mundo, con el orden espiritual, de arriba. La entrada al reino requiere un nacimiento del Espíritu
(v. 6).
Ambas, las palabras hebreas y griegas para espíritu pueden ser traducidas como aliento o
viento. Jesús ilustró el misterio del nacimiento espiritual al referirse al viento que no se puede
ver pero sí oír y sentir (v. 8). Puesto que no se puede ver, una persona no sabe de dónde viene, ni
a dónde va; sin embargo, no duda de la realidad del viento debido a que lo oye y lo siente. De
igual manera, quizá el hombre no pueda entender al Espíritu, pero puede conocer la actividad en
su vida por el efecto que produce en él. Fue necesario que Jesús enseñara al maestro de Israel,
quien no entendía la naturaleza espiritual del remo de Dios (v. 10). Puesto que los dirigentes del
judaísmo no habían experimentado un nacimiento espiritual, ellos no podían dar un testimonio de
algo que no conocían ni habían visto (v. 11). Otra vez se hace referencia al hecho de que los
judíos no recibieron el testimonio de Jesús. Jesús hablaba de un reino al que se entraba por el
Espíritu. Su testimonio no concordaba con el concepto de los líderes judíos acerca del reino.
Comenzando con el versículo 11, Jesús ya no estaba dirigiéndose a un individuo sino a un
grupo. Puesto que las experiencias sensoriales del hombre son designadas para captar cosas
materiales o terrestres, la realidad celestial o no sensorial tiene que ser explicada con
ilustraciones terrenales. El nacimiento y el soplo del viento fueron usados simbólicamente para
señalar a Cristo y la actividad de Dios en él. El hombre terrestre no ha ascendido al cielo, así que
no puede conocer directamente a Dios quien es trascendente. El Hijo del Hombre, quien estuvo
con el "Anciano de días" en el cielo, había descendido desde el cielo a la tierra (cf. Dn. 7:13
sig.). Puesto que el Hijo del Hombre conocía al Padre en una experiencia espiritual y había
entrado a la experiencia terrenal del nombre, estaba calificado para comunicar las enseñanzas
celestiales (v. 13). En su cuerpo terrenal las cosas celestiales se hicieron visibles. Sin embargo,
su vida terrenal sería temporal porque tenía que ser suspendido de una cruz entre el cielo y la
tierra, como la serpiente en el desierto, y sería resucitado para ascender nuevamente al cielo (v.
14). La comparación no es entre la naturaleza de una serpiente y Cristo sino entre el
levantamiento en un estandarte o en una cruz. La serpiente puesta en un estandarte en medio de
Israel recordaba a la gente su impotencia y su necesidad de Dios. Al poner la vista en la cruz se
puede ver a Dios proveyendo salvación a través de su Hijo. Quien mira a la cruz y cree en el Hijo
del Hombre tiene vida eterna (v. 15). La vida eterna se menciona por primera vez después de las
únicas referencias en el Evangelio al reino de Dios (3:3, 5). La vida eterna en "Juan se asemeja al
'reino de Dios' en los Evangelios sinópticos".
El versículo 16 es el favorito de muchas personas. Juan estaba, hasta entonces,
describiendo lo que había hecho el Hijo divino por el hombre, al descender del cielo y ser
levantado en una cruz. Este versículo da la razón y el propósito de sus acciones. La razón por qué
él vino al mundo y dio su vida en la cruz fue por el inmerecido amor de Dios hacia la gente
pecaminosa del mundo. La encarnación del Hijo y su crucifixión son los regalos de Dios al
hombre pecador, pero las dádivas se hacen efectivas únicamente en las vidas de aquellos que
creen en él. El propósito de la dádiva de Dios era librar al hombre de la muerte, a fin de que
pudiera tener vida eterna. Puesto que el hombre es creado por Dios, su existencia depende de su
relación con él. El hombre pecador que se separa de Dios se destruye a sí mismo. El hombre no
puede existir separado de su Creador porque es una criatura dependiente. Su orgullo pecaminoso
y su egoísmo, que lo hacen creer que puede vivir independientemente, son los que lo llevan a la
destrucción. Aquellos que creen que la vida únicamente se halla en el Hijo del Hombre tienen
vida eterna.
De acuerdo con Sofonías 1:14-16, el día del Señor o la venida del Señor habría de ser un
tiempo de juicio aterrador. Ese día significaría castigo no únicamente para los israelitas sino tam-
bién para los injustos de todas las naciones. Joel predicó que sería un día de destrucción para los
enemigos de Dios pero un día de esperanza para su pueblo (Jl. 3:13-18). Juan explicó que la
venida del Hijo de Dios no era el día de juicio sino el día de salvación (v. 17). El mundo —el
hombre pecador en contra de Dios— merecía ser juzgado, pero el inmerecido amor de Dios
ofrecía al mundo perdón y libertad a través de su Hijo. Quien responde creyendo en él no es
juzgado, pero quien rechaza la oferta de la gracia de Dios es juzgado o condenado (v. 18).
Aunque Dios envió a su Hijo en una misión de amor para salvar al hombre pecador, el rechazo
de ese amor tendría el efecto de juicio. El rechazo determina la sentencia de condenación que
será dada en el juicio final. El hombre pecador ya está bajo la condenación de Dios. Su única
esperanza es ser redimido por la gracia de Dios. Su rechazo de esa gracia sella su condición en
condenación; así que quien cree en él no es condenado, pero quien no cree ya ha sido condenado
(v. 18). El hombre ya está en las tinieblas. Si ama los hechos pecaminosos hasta el punto de
rechazar la luz o el camino de la justicia que Dios ha enviado a este mundo, él continuará bajo la
condenación (v. 19).
La verdad es la revelación traída por Jesús y revelada en él. La vida del cristiano tiene
que conformarse a esa revelación —"el que practica la verdad viene a la luz" (v. 21). El que
practica la verdad vive en acuerdo con los propósitos de Dios y se hace evidente que todo lo que
ha hecho ha sido a través de Dios.
***
3
CRISTO COMO LA FUENTE DE VIDA
Juan 4:1—6:7
Introducción
Jesús se describió como el camino, la verdad y la vida. El es el único camino por el cual
los hombres son reconciliados con el Padre. Como la verdad, revela la naturaleza y la voluntad
del Padre. Es la voluntad del Padre que el hombre crea en el Verbo quien tiene vida en sí mismo
y puede dar vida a todos aquellos que van a él con fe. Juan enfatizó que Cristo es la fuente de
vida eterna.
Una mujer de la región de Samaria llegó a mediodía para sacar agua. Generalmente las
mujeres llegaban a la hora más fresca del día. Jesús inició la conversación al pedirle agua (v. 7).
La conversación rompió tres tradiciones:
1. un hombre respetable generalmente no hablaría a una mujer en público, especialmente
si la mujer era de mala fama;
2. los judíos no tenían ningún trato con los samaritanos;
3. un judío no tomaría de un vaso de una mujer samaritana. Ella era considerada impura,
y en ese caso mancharía los recipientes que tocara.
La mujer le recordó a Jesús las tradiciones que prohibían que ellos conversaran y que ella
le diera agua (v. 9). Ella concluyó que Jesús simplemente era un viajero cansado y sediento. Para
corregir este malentendido, Jesús cambió el tema al agua de vida que él podía dar (v. 10). El
agua de vida se refería a la dádiva del Espíritu Santo (cf. 7:39). En vez de estar hablando con un
viajero desvalido, la mujer de Samaria estaba hablando con el Hijo de Dios quien le podía dar
mucho más que agua para la vida física. La mujer continuó entendiendo mal a Jesús e igualó el
agua de vida con el agua del pozo de Jacob (v. 11). En el Oriente, donde el agua era escasa, su
importancia para la vida era ampliamente reconocida. La mujer supuso que Jesús estaba
hablando del agua corriente de un manantial cuando él habló del agua de vida.
El propósito de la conversación se hace aparente en el versículo doce en el cual la
grandeza de Jacob, quien representa al judaísmo, es comparada con la grandeza de Jesús. Para la
mujer, Jacob había sido mucho más grande que el hombre con quien ella hablaba. El pozo
cavado por Jacob había dado mucha agua para dar vida a muchas generaciones. Jesús empezó a
aclarar el malentendido al señalar que el agua del pozo de Jacob se tenía que beber todos los
días, pero que el agua de que él hablaba no era agua ordinaria (w. 13, 14). La superioridad del
agua que Jesús ofrecía residía en que un trago de ésta resultaba en "una fuente de agua que salte
para vida eterna" (v. 14). La frecuencia con que tenían que tomar el agua del pozo representaba
lo inadecuado que era el judaísmo. La mujer continuaba entendiendo mal, pensando únicamente
en la sed física (v. 15). Jesús se reveló más completamente al pedirle que llamara a su esposo (v.
16). La mujer contestó que no tenía marido, y Jesús, al responder que ella había tenido cinco
esposos reveló su conocimiento sobrenatural. La mujer concluyó que él debía ser un profeta
puesto que había sido inspirado divinamente para conocer su vida pasada.
La percepción de su inspiración divina volvió los pensamientos de la mujer al lugar
apropiado para adorar a Dios. De acuerdo con Deuteronomio 12, Dios escogería el lugar
apropiado para la adoración de su nombre y todas las tribus irían a ese lugar. Los samaritanos
decían que el monte Gerizim era el lugar escogido mientras que los judíos mantenían que el
templo en Jerusalén era el lugar divinamente designado. La mujer presenta esta cuestión a Jesús
anticipando que él llamaría a Jerusalén el lugar correcto (v. 20). El contestó que la religión del
judaísmo que se centraba en Jerusalén y la religión de los samaritanos en el monte serían
reemplazadas (v. 21). Puesto que Israel había sido elegido para tener un verdadero conocimiento
de Dios, la salvación fue revelada a través de los judíos y ellos sabían lo que adoraban (v. 22).
Sin embargo, aun la adoración de los judíos sería reemplazada en la hora cercana cuando los
verdaderos adoradores adorarían en espíritu y en verdad (v. 23). La adoración en el monte
Moriah en Jerusalén y en el monte Gerizim en Samaria era externa y legalista. Puesto que Dios
es Espíritu, la verdadera adoración a él tiene que ser en espíritu y en verdad (v. 24). El cuerpo del
creyente que tiene el Espíritu Santo se convierte en la morada de Dios, reemplazando al templo
en Jerusalén.
Las enseñanzas sustanciosas de Jesús hicieron que la mujer pensara en el Mesías, quien
revelaría al hombre todo lo que deseara saber (v. 25). Puesto que el Mesías habría de ser dirigido
sobrenaturalmente, declararía la verdad divina a los hombres. Jesús se identificó como ese
hombre (v. 26).
Puesto que no se acostumbraba que un rabí hablara con una mujer, los discípulos estaban
asombrados al ver a Jesús hablar con la mujer samaritana. Tampoco era la costumbre que los
discípulos preguntaran sobre las acciones de su maestro (v. 27). La mujer dejó su cántaro con
agua, quizá para permitir que Jesús bebiera, y se fue a la ciudad (v. 28). Después de repetir a la
gente todo lo que Jesús había dicho, ella hizo la pregunta con algo de titubeo: "¿No será éste el
Cristo?" (v. 29). Su testimonio despertó la curiosidad de muchos y desearon ver a Jesús (v. 30).
Jesús permaneció en Samaria sólo dos días antes de continuar su viaje a Galilea (v. 43).
En Jerusalén Jesús había encontrado oposición de los líderes del judaísmo, pero en Galilea, así
como en Samaria, fue bien recibido (v. 45). Los galileos que estaban en Jerusalén en el tiempo de
la fiesta vieron lo que Jesús había hecho (v. 45).
La fama de Jesús estaba comenzando a extenderse. Cuando un oficial romano supo que él
había regresado a Cana, buscó a Jesús para que sanara a su hijo que estaba a punto de morir (v.
47). La fe del oficial romano estaba en un nivel más alto que la de los galileos y samaritanos
porque creía sin ver una señal (w. 48 sigs). Para el niño que estaba enfermo y a punto de morir,
Jesús era la fuente de vida (v. 50 sigs.). Aunque el padre respondió en fe a Jesús cuando le
aseguró que su hijo vivía, la noticia de sus sirvientes de que su hijo se estaba recuperando
fortaleció su fe. El milagro de la curación se convirtió en una señal que aumentó la fe del padre y
como resultado toda su casa creyó (v. 52, 53). De acuerdo con Juan, los samaritanos habían
reconocido a Jesús como el Salvador del mundo. La fe del oficial gentil y la restauración de su
hijo a la vida física reforzó la conclusión de los samaritanos. En contraste con los judíos que no
creían en él, hubo galileos, samaritanos y romanos que creyeron que Jesús era el Mesías.
Jesús regresó a Jerusalén para una fiesta de los judíos. No es seguro si era la fiesta de la
pascua. Juan la mencionó a fin de explicar el regreso de Jesús a Jerusalén (v. 1). El texto original
no aclara si la curación del paralítico ocurrió al lado de un estanque cerca de las puertas de las
ovejas o si el estanque se llamaba "el estanque de las ovejas" y estaba cerca de una puerta. El
lugar pudo haber sido en un área al norte del templo en la ruta de ovejas destinadas para el
sacrificio en el templo, y de ese modo, era llamado "el estanque de las ovejas". El agua del
estanque pudo haber sido usada para las purificaciones ceremoniales. Las aguas eran famosas por
sus poderes curativos, de modo que los bordes del estanque estaban llenos de enfermos, ciegos y
cojos (v. 3a). En algunos de los primeros manuscritos, faltan la última parte del versículo 3 y
todo del versículo 4. Parece que el movimiento del agua por un ángel fue un agregado posterior.
Al acercarse Jesús al estanque, su atención se enfocó en un hombre que había estado enfermo por
treinta y ocho años (vv. 5, 6). El interés de Juan en escribir la pregunta que le hizo Jesús con
respecto a si el hombre deseaba sanarse, era para revelar la desesperación e impotencia del
hombre (vv. 6, 7). Se creía que una curación milagrosa era posible para la primera persona que se
metía al agua después de que ésta era agitada. La condición física del hombre hacía imposible
que él se metiera al agua primero. Jesús lo sanó y le mandó que tomase su cama y anduviese. La
fe del hombre se expresó en su obediencia, y fue sanado (v. 9a).
La curación del paralítico fortificó la afirmación de Jesús de que él, en asociación con el
Padre, podía dar vida a quien quería. El hecho de que el hombre había sido afligido por treinta y
ocho años probaba la gravedad de su enfermedad. El caminar y llevar su cama dio evidencia
completa de su curación. Anteriormente, en Marcos 3:1 sigs., Jesús entró en conflicto con los
líderes religiosos como resultado de la curación del hombre que tenía una mano seca. El hombre
llevó su cama en obediencia al mandamiento de Jesús y fue acusado por los líderes judíos de
haber quebrantado el sábado (v. 10). Llegó ala conclusión de que el que tenía poder para sanarle
debía ser obedecido aunque fuera necesario quebrantar la ley judía (v. 11). El interés de Juan en
la historia era porque revelaba la naturaleza de Jesús.
Los líderes judíos ignoraron el hecho de que Jesús tenía poder para sanar. Tenían más
interés en encontrar al que había dicho al hombre enfermo que llevara su cama obligándolo así a
quebrantar el sábado (v. 12). Jesús no había revelado su identidad al hombre (v. 13). Más tarde,
Jesús lo encontró en el templo y lo instó a no pecar más (v. 14). La declaración puede indicar que
el hombre había respondido con fe a Cristo y le habían sido perdonados sus pecados. El informó
a los líderes judíos que era Jesús quien lo había sanado (v. 15). Juan dijo que los judíos
persiguieron a Jesús porque había sanado al hombre en el día sábado (v. 16). No especificó si lo
que levantó tanta oposición por parte de los judíos fue el hecho de haberlo sanado o el haberle
dicho que cargara su cama. El milagro de la curación dio evidencia de que el Padre, quien en seis
días había creado los cielos y la tierra, tenía autoridad sobre el sábado. Los rabíes creían que las
obras de divina providencia del Padre continuaban aun en sábado. La declaración de Jesús de que
él también trabajaba fue interpretada para significar que decía que era igual a Dios (vv. 17, 18).
Esta declaración llevó a los judíos a intensificar su deseo de matarlo. Los judíos consideraban el
nombre de Dios tan sagrado que ni siquiera lo pronunciaban. Que uno dijese ser igual a Dios era
una blasfemia digna de muerte. Jesús fue acusado de quebrantar la ley en tres formas: Había
sanado en el día sábado; le dijo al hombre que cargara su cama en sábado; y declaró ser igual a
Dios al llamarlo Padre (v. 18).
Los Sinópticos presentaron a Jesús como el hijo de José y María, pero a través de sus
milagros y enseñanzas, lo revelaron como el Mesías y el Hijo de Dios. En contraste, el cuarto
Evangelio afirma desde un comienzo que Jesús es el Hijo de Dios y los milagros y enseñanzas
fueron usados para sostener esta aseveración.
La curación del paralítico reveló que Jesús estaba haciendo la obra del Padre. Es natural
que un hijo aprenda a hacer el trabajo de su padre a través de la observación y el seguir su oficio
(v. 19). El padre que ama a su hijo no le oculta su trabajo sino que lo involucra en él (v. 20). Los
judíos no podían negar que la curación del hombre enfermo había sido la obra de Dios. Puesto
que el milagro había sido hecho por Jesús, era lógico concluir que como Hijo, él estaba haciendo
la obra del Padre.
La curación milagrosa del paralítico fue significativa, pero más adelante el Hijo haría
cosas que causarían un asombro mayor (v. 20). Los judíos no dudaban de que el Padre celestial
tuviera poder para levantar a los muertos y darles vida. El hecho de que el Hijo diera vida a quien
él deseaba revelaba que tenía el poder y que hacía la obra del Padre (v. 21). Ningún representante
humano podía levantar a los muertos; era una prerrogativa sólo de Dios.
El tema de la resurrección los llevó al tema del juicio. Los judíos creían que Dios
levantaría a los muertos y los juzgaría en los postreros días. Se esperaba que un rey conquistador
juzgara a los enemigos. "El Hijo de Dios" era un título mesiánico. Cuando el Mesías victorioso
viniera, juzgaría a sus enemigos: "Porque el Padre a nadie juzga, sino que todo el juicio dio al
Hijo" (v. 22).
Mostrar falta de respeto a un representante de un líder del mundo era deshonrar al
dignatario mismo. Juan les advirtió que mostrar falta de respeto al Hijo era deshonrar al Padre
que le había enviado (v. 23). Al que responde en fe al Hijo de Dios le es dada vida eterna.
Aunque merece ser juzgado por los pecados que ha cometido, el creyente ha "pasado de muerte a
vida" porque el Hijo ha pagado la pena de muerte por él (v. 24).
Juan habló de dos clases de resurrección. La primera es la resurrección espiritual o
redención (v. 25). Aquellos que oyen al Hijo de Dios y responden al creer en su Palabra, vivirán.
La vida eterna no se puede ganar; es un regalo del Padre y del Hijo (v. 26). Como el Hijo de
Dios, Jesús vino a libertar al hombre de las cadenas del pecado al morir en la cruz (v. 25). Esta
liberación es de la muerte a la vida eterna porque el Hijo tiene vida en sí mismo (v. 26). Como el
Hijo del Hombre celestial, Jesús vendrá otra vez en gloría, con autoridad para hacer juicio (v.
27).
La liberación de la esclavitud espiritual (v. 25) no es lo único que puede hacer el Hijo. La
hora vendrá cuando aquellos que habrán experimentado la muerte física y hayan sido enterrados
oirán su voz (v. 28). La resurrección de la tumba es una liberación de la muerte física que ha
tenido prisionero al hombre. Aquellos cuyas vidas se caracterizan por buenas obras serán
resucitados para vida eterna, pero aquellos que han hecho malas obras serán levantados para
condenación (v. 29). La salvación no está basada en obras, pero el juicio sí. Sin embargo, las
buenas obras son evidencia de una vida redimida. "No puede el buen árbol dar malos frutos, ni el
árbol malo dar frutos buenos" (Mt. 7:18). El juicio de Cristo no tiene prejuicios por egoísmo. Su
juicio es justo porque no busca su propia voluntad sino la de su Padre quien lo envió (v. 30).
Si Jesús hubiera afirmado ser el Hijo de Dios sin más apoyo que su propia palabra, habría
razón para dudar de su testimonio (v. 31). Sin embargo, a sus aseveraciones no les faltaba apoyo.
Los judíos habían interrogado a Juan el Bautista cuidadosamente respecto a si era el Mesías. Juan
dijo que no y anunció que el que vendría después de él y sobre quien descendería el Espíritu era
el Mesías (v. 33). Jesús no dependía únicamente del testimonio de Juan de que era el Hijo de
Dios (v. 34). Recordó el testimonio de Juan porque mucha gente tenía confianza en él y
responderían a su palabra confiando en quien Juan había señalado. El propósito de Juan era
brillar como una lámpara a fin de manifestar al Mesías que estaba por venir. Cuando apareció la
luz verdadera, la lámpara ya no fue necesaria (vv. 35, 36a).
Las obras de Jesús también eran un testimonio de que él venía de Dios. El Padre le había
dado poderes para hacer milagros, y éstos eran evidencia de que estaba haciendo la obra del
Padre y que había sido enviado por él (v. 36). Además del testimonio de Juan de las obras que
Jesús hacía, hay un testimonio interior para aquellos que han creído en él. Aunque el hombre
nunca ha escuchado la voz de Dios, ni ha visto su forma, la palabra de Dios obra en el corazón
del hombre y lleva testimonio de que Jesús es su Hijo (v. 37). Este testimonio interior no está
disponible para aquellos que no creen (v. 38). Un cuarto testimonio son las Escrituras que hablan
de Cristo (v. 39). Los judíos creían que la vida eterna consistía en guardar la ley tanto como las
tradiciones, que eran sus interpretaciones legalistas de las Escrituras. Jesús implicó que el valor
de las Escrituras residía en que éstas hablaban de él y no porque establecían la ley.
Aunque las Escrituras hablaban de Jesús, los líderes judíos no estaban dispuestos a
volverse a él para recibir vida eterna (v. 40).
Jesús reprendió a los judíos por no creer en él no porque deseara recibir gloria del
hombre, sino porque venía en el nombre del Padre (vv. 41 sigs). El hecho de que ellos no creían
en Jesús, a quien Dios había enviado, revelaba que no amaban a Dios (v. 42). Ya que él había
venido en el nombre del Padre y había sido rechazado por los judíos éstos realmente estaban
rechazando al Padre (v. 43). Es típico del hombre pecaminoso mostrar respeto, honor e interés
hacia otros e ignorar a Dios quien lo ha creado (v. 44). El hombre está más interesado en recibir
honor de su prójimo que en ser aprobado por Dios al hacerse su hijo.
Jesús señaló que él no necesitaba acusarlos delante del Padre, puesto que Moisés ya los
había acusado. Los judíos ponían su esperanza en guardar la ley. Los mandamientos del Antiguo
Testamento decían que la primera obligación del hombre era adorar y honrar a Dios. Rechazar a
aquel a quien Dios había enviado no era únicamente deshonrar a Dios, sino rechazarlo también.
Si los judíos estuvieran en realidad guardando la ley de Moisés, ellos honrarían a Dios creyendo
en su Hijo a quien había enviado y de quien las Escrituras del Antiguo Testamento habían
hablado (v. 46). Los cinco libros de Moisés eran aceptados por los judíos como la palabra
autoritativa de Dios. Si ellos no creían en lo que decían esos libros, Jesús no podía esperar que
creyeran en sus palabras (v. 47).
El pan de vida 6:1—71
Introducción
Puesto que el pan es esencial para la existencia física del hombre, es apropiado como una
metáfora para describir la vida espiritual. En la cena del Señor, el partimiento del pan simboliza
la sustentación de la vida física y espiritual. El pan sin levadura era parte del alimento utilizado
en la celebración de la pascua. El maná fue un pan enviado del cielo dado a los israelitas durante
su travesía en el desierto. La esperanza judía incluía la reanudación del maná celestial en la
última pascua, cuando vendría el Mesías. La aseveración de Jesús de que él era "el pan de vida",
el cual era superior al maná celestial hizo gran impacto en aquellos que vieron la alimentación
milagrosa de los cinco mil y escucharon sus enseñanzas.
Juan interrumpió el relato de la alimentación de los cinco mil y el discurso sucesivo para
referir la tormenta en el mar. Parece que este relato está basado en Marcos 6:45-52. Su
descripción es breve, explicando solamente cómo reaccionaron los discípulos en el mar rugiente
después de que oscureció (vv. 16 sigs.). Este incidente implica que los discípulos se sentían
inseguros cuando Jesús no estaba con ellos. Mientras estaban luchando con las olas, vieron a
Jesús caminando sobre el mar. Juan no explica por qué estaban atemorizados; quizá creyeron que
era una aparición. Jesús los tranquilizó al decirles que no tuviesen miedo. Entonces estuvieron
dispuestos a que él se uniera a ellos en el barco (v. 21).
El pan buscado por las multitudes (vv. 22-26). La alimentación de los cinco mil satisfizo
sus necesidades físicas y sirvió como marco apropiado para un discurso sobre el pan de vida que
llenaría sus necesidades espirituales. Esta sección comienza notando que la multitud estaba más
preocupada por tener alimento para llenar sus necesidades físicas que por el pan espiritual que da
vida eterna. Ellos esperaron a que regresara Jesús, quizá esperaban que él los alimentara de
nuevo (v. 22). Ellos habían visto únicamente un barco en la costa oriental en la que estaban y
habían visto a los discípulos salir en él sin Jesús. Aparentemente, la multitud siguió a los
discípulos en cuanto tuvieron otros barcos disponibles (vv. 23, 24). Encontraron a Jesús en
Capernaúm y le llamaron Rabí (v. 25). Este título fue aplicado apropiadamente a Jesús a la luz de
la discusión que tuvo con la mujer en el pozo.
El pan que da vida eterna (vv. 27-34). Al instruir a la mujer samaritana, Jesús comenzó
con el agua que satisface las necesidades físicas y siguió con el agua eterna que es el Espíritu
Santo. Jesús se daba cuenta de que la multitud lo había vuelto a buscar en el lugar donde habían
comido pan; así que sabía que lo buscaban por los beneficios materiales que ellos podrían
obtener y no porque él fuera el Hijo de Dios (v. 26). La multiplicación milagrosa del pan debió
haber sido una señal que les revelara quién era él. Jesús los instó a trabajar por el alimento que
produce vida eterna (v. 27). Este alimento era el Hijo del Hombre quien era el hombre celestial
en la tierra y por eso podría dar alimento celestial. Dios el Padre había puesto su sello de
aprobación divina sobre el Hijo del Hombre (v. 27). Quizá este sello de aprobación divina y
poder se refiriera al bautismo de Jesús cuando el Espíritu Santo vino sobre él y el Padre habló de
él.
Jesús instruyó a la multitud a que debía trabajar por el alimento espiritual que es eterno.
El judaísmo era una religión de obras que requería que los devotos hicieran todo esfuerzo posible
con el fin de guardar la ley. La gente le preguntó a Jesús cuáles eran las obras que Dios esperaba
de ellos (v. 28). La ley expresaba la voluntad de Dios que la gente luchaba por guardar. Jesús les
advirtió que la obra que Dios quería de ellos era que creyesen en él (v. 29). Ellos respondieron
pidiendo una señal que probara que él hablaba la verdad (v. 30). Moisés había dado señales al
Faraón para lograr la liberación de los judíos de la esclavitud egipcia. El Faraón había rechazado
las señales hasta que se murieron todos los primogénitos de las familias egipcias y se salvaron
los primogénitos de las familias israelitas que habían puesto la sangre del cordero en sus puertas.
Aunque la gente había experimentado el milagro del pan multiplicado, ellos, como el Faraón, no
creerían en su palabra en base a la primera señal.
Como maestro, Jesús les mostró en las Escrituras que el pan que les había dado era una
señal válida de que él estaba haciendo la obra del Padre. Ellos no dudaron del relato del maná del
cielo que fue dado cuando Moisés guiaba a la gente. Ese maná era prueba de que Moisés estaba
haciendo la obra de Dios y se respetó su autoridad (v. 31). Jesús les recordó a los judíos que no
era Moisés quien había dado el maná sino Dios. Sin embargo, las acciones del Padre habían
revelado su aprobación de Moisés (v. 32). Asimismo, era el Padre celestial quien había dado el
pan desde el cielo cuando las piezas de pan habían sido multiplicadas por Jesús —una acción que
mostraba la aprobación de la obra de Jesús.
Se hizo una transición del pan que satisface las necesidades físicas al pan verdadero del
cielo. Este pan verdadero de Dios da vida al mundo (v. 33). Así como la mujer samaritana había
respondido a la promesa del agua de vida, los judíos pidieron el verdadero pan celestial que da
vida eterna (v. 34).
Jesús como el pan de vida (w. 35-40). Jesús les informó que él era el pan de vida que
permanentemente satisface el hambre espiritual del hombre (v. 35). El pan verdadero del cielo es
el regalo de Dios por medio de Cristo. No fue dado a través de Moisés, ni la palabra de la ley que
vino a través de Moisés era la palabra última. Jesús vino del cielo como el Verbo encarnado en
quien los judíos habían de creer; sin embargo, lo vieron, pero no creyeron en él (v. 36).
La metáfora usada para referirse a Jesús como el pan celestial es apropiada, porque él
también vino del cielo, fue dado a los hombres, y da vida a quienes lo reciben. El hecho de que
los hombres lo rechazaron no hizo fracasar el propósito del Padre. El Padre soberano tiene
control sobre los hombres y todos los que han sido escogidos por el Padre para el reino vendrán a
Jesús (v. 37). La libertad humana tiene que ser entendida dentro de las limitaciones de la
soberanía divina. Puesto que el Padre ha dado la existencia al hombre, éste como criatura nunca
puede escapar de la dependencia en y de la responsabilidad hacia el Creador. La voluntad divina
controla al universo, aunque el hombre tiene libertad para ejecutar su voluntad dentro del
universo, su voluntad está circunscrita por la voluntad de Dios. Aquellos que son escogidos por
el Padre para el reino vendrán a Jesús, quien obedece la voluntad del Padre, y él no rechazará a
ninguno de los escogidos (v. 38). Aunque la muerte parezca robarle aquellos que le han sido
dados, él no los pierde porque los levantará en el último día (v. 39). La voluntad del Padre es dar
vida eterna a todo aquel que cree en el Hijo (v. 40).
La reacción de los judíos a la enseñanza (vv. 41-47) Los judíos se quejaron de Jesús de la
misma forma que sus antepasados se habían quejado del pan que se les proveyó en el desierto en
el tiempo de Moisés (v. 41). Su queja era que Jesús no pudo haber venido desde el cielo puesto
que ellos conocían a sus padres terrenales, José y María (v. 42). El nacimiento virginal es la
explicación de cómo pudo bajar del cielo y nacer de padres terrenales; sin embargo, Juan no
presentó esta doctrina.
Jesús señaló que el problema de los judíos no era básicamente intelectual sino espiritual.
Si Jesús resolviera su problema intelectual de cómo uno nacido de padres terrenales bajaba del
cielo, ellos todavía no creerían en él a menos que fuese la voluntad del Padre (v. 44). Los
pecados de orgullo y voluntad propia mantienen a la gente lejos de Cristo y éstos pueden ser
vencidos únicamente por el Espíritu de Dios. Aunque no se menciona explícitamente al Espíritu
Santo en estos versículos, sí implica una referencia a él.
Al referirse a Jeremías 31:34, Juan explica que aquellos que vienen a Jesús son los que
son enseñados por Dios (v.45). En capítulos posteriores, el autor explica que el Espíritu guía al
hombre a toda la verdad. La razón por la cual el hombre fracasa en venir a Jesús no es debido a
problemas exteriores sino porque no ha sido traído por la obra interior del Espíritu Santo. Aquel
que escucha y aprende del Padre a través de la obra del Espíritu viene a Jesús (v. 45). Aparte de
esta atracción interior, el hombre no puede ver al Padre ni entender que las enseñanzas del Hijo,
quien ha visto al Padre, son de Dios (v. 46). Es la obra interior del Espíritu la que permite que
alguien crea en Cristo y tenga vida eterna (v. 47).
La naturaleza del pan de vida (vv. 48-59). Puesto que Cristo había venido de Dios para
dar vida eterna, él era el "pan de vida" (v. 48). Aunque el maná dado en tiempo de Moisés fue
maravilloso, los padres que lo comieron murieron en el desierto (v. 49). El maná de Moisés
representaba al Antiguo Testamento; lo que Cristo ofrecía era superior al maná, puesto que
cualquiera que tomase de él, que había bajado del cielo, no moriría (vv. 50 sigs.). Jesús fue más
allá al afirmar que su carne era el pan de vida (v. 51). Esta declaración se refería a que Jesús
daría su carne para ser muerto. La declaración acerca de comer su carne se originó en la ofrenda
de paz y en la ofrenda por los pecados. La víctima se sacrificaba y la carne se comía en una
comida compartida que significaba comunión entre el adorador y Dios. Aunque la ofrenda de paz
era el único sacrificio del cual podía participar el que lo ofrecía, el sacerdote comía la carne de
las ofrendas por los pecados.
La pregunta de los judíos sobre cómo Jesús podría dar su carne para ser comida revela su
falta de entendimiento (v. 52). Jesús repitió la enseñanza en una forma negativa y agregó la
declaración de que, a menos que bebiesen su sangre, no tendrían vida (v. 53). Puesto que los
judíos tenían leyes en contra de tomar siquiera sangre de animal, la indicación de que tendrían
que tomar sangre humana fue especialmente repulsiva. Jesús introdujo el título "Hijo del
Hombre". El Hijo del Hombre era el hombre celestial que había descendido del cielo y ofrecería
su carne y su sangre como un cordero para quitar los pecados del mundo. El sacrificio en la cruz
no completaría la obra del Hijo del Hombre. Puesto que a él le fue dado poder sobre la muerte,
prometió que se levantaría todo aquel que comiera su carne y bebiera su sangre (v. 54). La
referencia del autor a la cena del Señor se hace evidente en los versículos 54 y 55. Jesús explicó
la metáfora de comer su carne y beber su sangre, que significaba que él moraría en el creyente y
el creyente moraría en él (v. 56). Ésta unión con Cristo es esencial para la vida eterna (v. 57). La
vida eterna no se asegura al comer la carne física de un sacrificio corno en el sistema mosaico,
sino que es dada a través de la unión con el Hijo del Hombre celestial, quien fue enviado por el
Padre (v. 58). La vida eterna está en un nivel más alto que el de los padres, quienes se
sostuvieron con maná en el desierto. A pesar de comer el maná, ellos murieron, pero en aquel a
quien permanece el Hijo del Hombre, habrá vida (v. 58). Juan identifica el lugar de este discurso
como la sinagoga en Capernaúm (v. 59).
***
4
JESÚS COMO MAESTRO DE LOS JUDÍOS
Juan 7:1—8:59
Introducción
Algunos eruditos creen que los eventos del capítulo 5 precedieron inmediatamente a los
eventos del capítulo 7. El capítulo 5 comienza mencionando el regreso de Jesús a Jerusalén para
la fiesta de los judíos. Describe el conflicto con los judíos que resultó de la curación del
paralítico el día sábado. Los judíos tenían la determinación de matarlo. Puesto que el capítulo 7
comienza refiriéndose a que los judíos le estaban buscando para matarlo y la renuencia de Jesús
de quedarse en Judea, parece razonable que este capítulo sea una continuación de los eventos del
capítulo 5.
Como el conflicto con los judíos se iba intensificando, las enseñanzas de Jesús
enfatizaban la distinción entre él, el Hijo del Hombre celestial y el orden mundial. Enfatizaba su
descenso del cielo donde había estado cara a cara con el Padre. Estaba capacitado para enseñar
acerca del Padre, puesto que lo había visto y venido de él. Los judíos hicieron la pregunta acerca
de su origen a fin de determinar la fuente de sus enseñanzas.
Juan describe la relación de Cristo con la existencia a nivel celestial y terrenal (o
material) de la manera siguiente:
Si Jesús había venido del cielo, se le podría otorgar mayor autoridad a sus enseñanzas que a la
ley de Moisés.
El fondo de las enseñanzas de Jesús
7:1-15
Juan hizo notar el intenso odio de los judíos hacia Jesús, quien los había reprendido al
purificar el templo y quien se había hecho igual a Dios al llamarlo su propio Padre (cf. 5:18).
Juan explicó que este odio hizo que Jesús cambiara sus actividades del ambiente radicalmente
judío de Judea a Galilea (v. 1). Sin embargo, Juan escribió muy poco de las actividades de Jesús
en Galilea.
Generalmente los discursos de Jesús surgían de las fiestas relacionadas con el judaísmo
que se realizaban en Jerusalén. Al mencionar el escenario de las enseñanzas de Jesús en el
templo, Juan señaló que era el tiempo de la Fiesta de los Tabernáculos, una festividad judía (v.
2). Esta era la más popular de las fiestas anuales que involucraban peregrinajes al templo (Dt.
16:16). Era la fiesta de la recolección de las cosechas (Ex. 23:16) y una conmemoración religiosa
de la peregrinación por el desierto (Lv. 23:39-43). Se celebraba en nuestro mes de octubre y
generalmente duraba siete días. Se agregó un octavo día como convocatoria santa (un sábado).
En la enseñanza de Jesús, en el capítulo 7 se enfatizaron los siguientes tres aspectos de la fiesta:
1. el énfasis profético en la venida de todas las naciones para adorar en Jerusalén en relación
con la Fiesta de los Tabernáculos (Zac. 14:16 sigs.);
2. el ritual matutino de la libación del agua, en el cual los sacerdotes traían una jarra de oro
llena de agua del estanque de Siloé al templo, donde se derramaba en un recipiente de
plata sobre el altar, como una oración simbólica pidiendo lluvia y un recuerdo del regalo
de Dios de agua a Israel en el desierto (Ex. 17:1-7); y
3. la enseñanza de la ley de Moisés (Neh. 8:13-18).
Juan 7:14-24 relata la controversia en Jerusalén entre Jesús y los líderes judíos y su
esfuerzo de identificarlo como el Mesías. Jesús había rehusado seguir el consejo de aparecer
abiertamente en Jerusalén y hacer milagros a fin de obtener seguidores. En lugar de esto, fue
secretamente a la fiesta y empezó a enseñar en el templo (v. 14). El Sanedrín tenía autoridad
sobre asuntos religiosos, y por lo tanto, sobre el reconocimiento de los maestros religiosos. Los
judíos que se maravillaban, probablemente, menospreciaban el hecho de que un hombre que
nunca había estado en las escuelas rabínicas intentara dar un discurso erudito (v. 15). Jesús
contestó que sus enseñanzas no eran su propia doctrina ni de los rabíes, sino que eran de su Padre
quien lo había enviado (v. 16). Aunque no había aprendido de memoria las interpretaciones y las
reglas rabínicas tradicionales, tenía discernimiento del significado de las Escrituras porque su
interpretación venía del Padre. La aceptación del hecho de que las enseñanzas venían del Padre
dependía de la actitud y disposición por parte de los que escuchaban para obedecer a Dios (v.
17). Aquellos que estaban dispuestos a hacer la voluntad de Dios sabían que Jesús estaba
hablando la verdad de Dios y que no estaba haciendo declaraciones para aumentar su propio
prestigio (v. 18). La humildad de Jesús se refleja en su admisión de que no hablaba de su propio
conocimiento sino que brindaba las enseñanzas autorizadas por Dios. No intentaba establecer su
propia reputación o recibir honor de los hombres como un gran maestro. Su compromiso era dar
gloria a quien lo había enviado.
Aquellos que dudaban de la capacidad de Jesús para enseñar, aseveraban ser expertos en
la interpretación de la ley de Moisés. Sin embargo, no guardaban la ley que decían conocer tan
bien. Esta ley prohibía matar, pero ellos procuraban matar a Jesús (v. 19). Sus acciones violaban
la ley, la cual ellos presumían conocer. Los judíos realmente rechazaban la ley de Moisés aunque
profesaban conocerla. El versículo 19 refuerza la declaración de Jesús del versículo 17, que dice
que un hombre no puede conocer las enseñanzas de Dios a menos que esté dispuesto a seguirlas.
La multitud, en contraste con los líderes judíos, rechazó la acusación de que tenía planes
de matar a Jesús (v. 20). Atribuía la acusación de Jesús a alucinaciones causadas por ser poseído
de demonios. Jesús argumentó que la curación del hombre había sido en cumplimiento de la ley
tanto como la necesidad de circuncidar a un niño para cumplir la ley de circuncisión en el día
sábado (v. 22). El autor explicó que la circuncisión no estaba dentro de la ley de Moisés sino que
venía del tiempo de Abraham (v. 22). El propósito de la ley mosaica era guiar a los israelitas a
una vida justa. Jesús había perdonado los pecados del hombre inválido, haciéndolo justo y
completo. Si el acto de la circuncisión se llevaba a cabo el día sábado, a fin de que la ley de
Moisés no se quebrantara, entonces no era malo que Jesús hiciese la obra de curar y perdonar
pecados para hacer a un hombre física y espiritualmente completo en el día sábado (v. 23). El
prohibir la curación de un hombre, pero dar permiso de circuncidar en el día sábado para cumplir
la ley, era un juicio superficial y no cumplía el propósito de la ley (v. 24). Las acciones de Jesús
no quebrantaban la ley sino que la cumplían.
Aunque la multitud que había venido de Galilea no sabía acerca del plan por parte de los
gobernantes judíos de matar a Jesús, las personas de Jerusalén ya se habían enterado. La multitud
de Jerusalén reconocía a Jesús como un hombre que los líderes procuraban matar. El hecho de
que continuara libre y hablara públicamente sin ser arrestado causó especulación sobre si las
autoridades ya habían reconocido a Jesús como el Cristo (v. 26).
La cuestión sobre la identidad de Jesús se complicaba porque la gente conocía su linaje y
el lugar de su nacimiento (v. 27). Aunque el Antiguo Testamento enseñaba que el Mesías sería
descendiente de la casa de David, la esperanza de que el libertador vendría de allí ya se había
desvanecido. Daniel (7:13 sigs.) había hablado de un ser celestial a quien le sería dado dominio
eterno por el Anciano de días. El origen de este ser celestial (el Cristo), quien aparecería como
Rey, era misterioso y desconocido (v. 27). Jesús respondió al combinar las tradiciones del Jesús
davídico y del Hijo del Hombre celestial (v. 28). Los judíos lo conocerían —sus padres y lugar
de nacimiento— puesto que era un descendiente de la casa de David. Por otra parte, como el
Hijo del Hombre celestial, Jesús no había venido por sí mismo, sino que había sido enviado por
el Padre celestial (el Anciano de días). Las acciones de los judíos indicaban que no conocían a
aquel que había enviado a Jesús. Sin embargo, el Hijo de Hombre, lo conocería porque de él
había venido y había sido enviado por él (v. 29). Su origen doble también explica por qué las
autoridades procuraban arrestarlo, pero no le hacían nada (v. 30). Puesto que su origen era
celestial, los hombres de este orden mundano no podían interrumpir el plan de Dios y tomarlo
antes de que su hora hubiera llegado.
Las enseñanzas de Jesús parecieron razonables a la multitud, y muchos creyeron que él
era el Mesías (v. 31). Su respuesta positiva hizo que los fariseos y sacerdotes principales
(gobernantes judíos) reaccionaran y renovaran su intención de arrestarlo (v. 32). Jesús no estaba
perturbado con el complot de arrestarlo porque sabía que el plan divino para su vida prevalecería.
Era la voluntad del Padre que él permaneciera con los judíos un tiempo más antes de su muerte,
resurrección y ascensión al que lo había enviado (v. 33). Después de que la obra del Padre en la
tierra se hubiese cumplido en Jesús, los adversarios judíos lo buscarían pero no lo encontrarían
porque ya habría dejado este mundo (v. 34). Su muerte no sería una disolución física, sino un
regreso al Padre. El tiempo llegaría cuando sus adversarios reconocerían sus necesidades y lo
buscarían (v. 34). Puesto que ellos eran de este mundo y lo habían rechazado, no podrían
acercarse a él en su gloria. Sus adversarios lo necesitarían en el juicio final. La muerte de Jesús
significaba su partida para estar con el Padre. La muerte de sus adversarios no sería una partida
para estar con el Padre sino un juicio.
Nuevamente el autor hace notar cómo los judíos malentendían las enseñanzas de Jesús (v.
35). Puesto que él era de arriba (un hombre celestial) ellos no podían entender la dimensión
espiritual de sus enseñanzas. Después de que Jesús mencionó que iría a un lugar donde sus
adversarios no lo podrían encontrar, éstos se preguntaron si pensaba salir de Palestina para vivir
entre los judíos dispersos y para enseñar a los gentiles. Para cuando se escribió Juan, se pensaba
en la iglesia como la Dispersión cristiana.
Una vez más, los judíos no entendieron la declaración de Jesús (v. 19). Este versículo
puede contener una referencia indirecta al nacimiento virginal. Los judíos se preguntaban dónde
estaba el padre terrenal de Jesús. Jesús se había estado refiriendo a su Padre celestial. La
pregunta sobre el padre terrenal de Jesús no fue contestada inmediatamente, sino que se dirigió al
discurso subsiguiente sobre el origen de Jesús y su destino. Los judíos juzgaban a Jesús de
acuerdo con la carne, así que no lo conocían. Si le hubieran entendido correctamente, habrían
conocido al Padre también. El autor hizo notar que Jesús habló públicamente en el lugar de las
ofrendas en el templo, pero los líderes judíos no lo arrestaron (v. 20). La providencia divina
continuaba protegiéndolo y no lo podían apresar hasta que llegara su hora.
La partida de Jesús a un lugar donde los judíos no podían ir tenía relación con su muerte
y ascensión al Padre (v. 21). Los judíos no habían reconocido a Jesús como el libertador, pero lo
buscarían porque necesitaban un redentor. Puesto que él se iría, no lo podrían hallar y morirían
en sus pecados. Jesús iba al Padre, pero los judíos no podrían ir con él debido a sus pecados.
Nuevamente, los judíos no entendieron sus dichos y concluyeron que estaba hablando de
suicidarse (v. 22). El malentendido le dio ocasión a Jesús de enseñarles más acerca de que él
venía de arriba (v. 25). Los judíos eran de este mundo, pero Jesús no. Puesto que ellos habían
nacido en la carne, eran parte de este orden mundano y estaban bajo el dominio del diablo. Así
que ellos morirían en sus pecados a menos que creyeran en quien había venido de arriba y que
los podía libertar de sus pecados (v. 24).
Aquel en quien los judíos tenían que creer era "Yo soy" —un ser de origen celestial cuya
existencia no tenía comienzo ni fin. Los judíos no entendieron el significado de la declaración y
pidieron una explicación para la oración, aparentemente incompleta: "¿Tú quién eres?" (v. 25).
Jesús contestó su pregunta al recordarles lo que había estado diciendo con respecto a que él venía
de arriba. Pudo haberles hablado acerca de cosas de naturaleza judicial, como los profetas de
antaño, pero puesto que venía del Padre hablaba un mensaje de él a este mundo (v. 26). El autor
hizo notar que los judíos no entendían que Jesús había venido del Padre y hablaba su palabra (v.
27). El Hijo del Hombre sería levantado en la cruz en escarnio y condenación, pero el Padre lo
levantaría a través de la resurrección y ascensión a un lugar de gloria y de victoria (v. 28).
Aunque los judíos rechazarían a Jesús y lo condenarían a la cruz, ellos sabrían a través de su
resurrección que la crucifixión no había sido el final sino que él era el ser eterno, el "Yo soy". La
resurrección también demostraría la aprobación del Padre celestial y probaría que Jesús había
hablado el mensaje del Padre. La exaltación de Jesús probaría no solamente que su existencia no
tenía comienzo ni fin ("Yo soy") sino que agradaba al Padre en todo lo que hacía y que el Padre
estaba continuamente con él (v. 29). Estas enseñanzas tuvieron por resultado que muchos
creyeran en él (v. 30).
En el judaísmo, la verdad era la ley cuyos preceptos hacían al hombre libre. Rabíes
capacitados interpretaban estos preceptos a sus discípulos. Jesús decía ser un maestro idóneo que
guiaría a sus discípulos, aquellos que creían en sus palabras, a la verdad (v. 31). Sus palabras
eran más que declaraciones verbales acerca de la verdad. Como la palabra dinámica (el verbo),
Jesús podía libertar al hombre de la esclavitud del pecado (v. 32). El sostenía que el hombre
estaba esclavizado por el pecado porque el diablo gobierna este mundo. La ley no podía libertar
al hombre de la esclavitud del diablo y del pecado. Nuevamente, los judíos no entendieron
correctamente las enseñanzas de Jesús las cuales eran superiores al nivel material (v. 33). Como
descendientes de Abraham, decían que no servían a nadie sino a Dios. La aseveración de que
nunca habían estado esclavizados pudo haberse referido a la libertad espiritual y no a la libertad
política. Los judíos habían estado bajo el dominio de otras personas, pero habían mantenido una
libertad interior. Aunque su nación estaba bajo los romanos, tenían cierto grado de libertad.
Aunque algunos deseaban completa libertad política, otros estaban satisfechos con la libertad que
tenían y no veían ninguna necesidad de un libertador (v. 33). Los judíos no entendieron que Jesús
hablaba de la esclavitud espiritual del pecado (v. 34). El pecado separa al hombre de Dios, y el
hombre pecaminoso no puede restaurar esa relación. Sólo el Hijo, que bajó del cielo para libertar
al hombre del pecado, puede hacerlo libre (v. 36).
Debido a su orgullo, los judíos creían que su herencia de Abraham, como escogidos de
Dios, les aseguraba sus bendiciones. Rehusaban prestar atención a las enseñanzas con respecto a
la necesidad de ser libertados y con respecto al poder de Jesús de perdonar pecados y de darles
vida eterna (v. 37). Rechazaban a Jesús y procuraban matarlo porque estaban cegados por el
orgullo y el pecado. No podían ver su propia necesidad y el significado verdadero de dichas
enseñanzas. No entendían que Jesús les hablaba de una verdad perteneciente al mundo espiritual
y al Padre celestial (v. 38). Jesús atribuía la falta de comprensión de ellos a su descendencia de
su padre el diablo (v. 38). No obstante que Jesús no identificó a quién se refería como padre,
ellos entendieron la implicación y recordaron a Jesús que Abraham era su padre (v. 39). Jesús les
acusó de ser como su padre el diablo porque procuraban matarle. Si hubieran sido hijos de
Abraham habrían hecho la obra de Abraham, quien creyó en Dios y llevó a cabo su plan. Ellos
no habían respondido a los mensajeros enviados por Dios por rechazar su mensaje e intentar
matarlos (v. 40). Si los judíos hubieran sido verdaderos hijos de Abraham, no habrían rechazado
a Jesús quien les decía la verdad de arriba y hacía la obra del Padre celestial.
Posiblemente, el versículo 41 contiene una indicación de que los judíos se habían
enterado del nacimiento de Jesús y dieron a entender que él, y no ellos, era nacido de
fornicación. El hecho de que María había concebido antes de casarse con José, llevó a los judíos
a concluir que Jesús había nacido en pecado y había sido rechazado por el Padre. Jesús dio la
interpretación opuesta a los eventos de su nacimiento. La concepción de María antes de
relaciones matrimoniales significaba que Jesús procedía de Dios (v. 42). El hecho de que María
concibió no fue acto de designio humano ni fue bajo control humano, seguro que no fue bajo el
control del niño concebido, sino que fue el plan del Padre celestial para enviar a Jesús (v. 42).
Los judíos dieron una interpretación diferente a que María había concebido porque no
entendieron las palabras de Jesús (v. 43).
Los judíos no podían comprender los dichos de Jesús o sus palabras porque no lo podían
percibir como el Verbo de Dios. La percepción depende necesariamente del deseo. Una razón
por la cual no podían comprender las palabras de Jesús era porque ellos eran de su padre el
diablo y seguían sus deseos (v. 44). El diablo es el engañador quien mintió a Eva y la guió a
rebelarse contra el mandamiento de Dios. El causó la muerte de Adán y de Eva, llevándoles por
mal camino. Dios les había advertido que morirían si comían de la fruta prohibida. El diablo (la
serpiente) negó la palabra de Dios y les aseguró que no morirían; así que mintió y es padre de la
mentira (v. 44). Puesto que él causó la muerte de Adán y de Eva, podía ser descrito como un
homicida desde el comienzo (v. 44). Los líderes judíos que deseaban matar a Jesús estaban bajo
el dominio de los deseos asesinos de su padre el diablo.
Jesús no hablaba en la misma forma que el diablo sino que hablaba la verdad (v. 45).
Aquellos que eran del diablo y habían heredado la falsedad de su padre no creían en él. Los
enemigos de Jesús tenían parentesco con el adversario, lo cual hacía imposible que creyeran en
lo que Jesús decía. Jesús no se podía identificar como partidario del diablo porque con razón
ningún hombre podía hacer acusación de pecado contra él (v. 46). Si no era culpable de pecado,
era obvio que era de Dios y hablaba la verdad. No era lógico que el hombre rehusara creer en él.
Aquellos que eran de Dios escucharon y comprendieron la palabra de Dios. La única
explicación de que algunos rechazaron la verdad que hablaba Jesús era que no eran de Dios (v.
47).
Jesús había dicho que era de arriba y que enseñaba la verdad que había recibido del
Padre. Los judíos lo acusaron de ser un samaritano que estaba poseído de demonios (v. 48).
Puesto que los samaritanos no se sometían al judaísmo y tenían sus propias tradiciones
religiosas, los judíos los consideraban herejes e influidos por los demonios. Jesús contestó que
sus enseñanzas no eran heréticas sino que honraban al Padre; pero aún los judíos no le quisieron
dar el debido honor como el Hijo del Padre (v. 49). Jesús no buscaba la gloria como otros
hombres, pero el Padre buscaba la gloria para Cristo (v. 50). También, el Padre celestial, quien
juzga, determinaría la veracidad de la declaración de Jesús. Sólo la gloria que viene de Dios es
importante.
Jesús prometió que todo aquel que guardara sus palabras nunca moriría (v. 51).
Aparentemente, su promesa se refería a la muerte espiritual, pero los judíos pensaron que se
refería a la muerte física (v. 52). A nadie se le consideraba mayor que Abraham y los profetas,
pero ellos ya habían muerto. Puesto que Jesús decía que podía libertar de la muerte a aquellos
que guardaban sus palabras, ellos concluyeron que él decía ser mayor que Abraham y los
profetas, quienes habían muerto (v. 53). La conclusión hizo que ellos le hicieran la pregunta
culminante sobre quién él decía ser (v. 53). La pregunta hizo que surgiera el discurso que siguió
sobre la relación de Jesús con el Padre y su naturaleza eterna.
Jesús repitió su enseñanza de que él no se glorificaba, sino que era glorificado por el
Padre (v. 54). Puesto que los judíos decían que Dios era su Padre también, era razonable que
ellos glorificaran a aquel que había enviado su Padre. Era obvio que los judíos no conocían a
Dios; de otra forma, hubieran reconocido que Jesús estaba hablando la verdad de Dios y estaba
obedeciendo su Palabra (v. 55). Habría sido un mentiroso si hubiese estado de acuerdo con los
judíos en que él no conocía a Dios.
Jesús volvió al tema de su relación con Abraham (v. 56). Algunos rabíes judíos creían
que Dios había revelado a Abraham los secretos de la era venidera. Esa era incluía la venida del
Mesías. A Abraham se le permitió por fe tomar parte en la promesa de ser una bendición de
todas las naciones. El se regocijó en ver a través de la fe el día del Mesías (v. 56). El autor hizo
notar nuevamente que los judíos malentendieron las palabras de Jesús y concluyeron que era
imposible que Jesús hubiese visto a Abraham, puesto que éste había vivido muchos siglos antes
que él (v. 57). Jesús corrigió su malentendido al declarar su preexistencia: "Antes que Abraham
fuese, yo soy" (v. 58). El afirmaba tener existencia eterna al usar el verbo que significaba "ser
eterno". Su aseveración de ser divino se hizo clara, y los judíos tomaron piedras para arrojárselas
(v. 59). La forma como escapó Jesús de los líderes judíos implica que su naturaleza sobrenatural
y la providencia divina lo protegieron.
***
5
Primera parte:
JESÚS COMO LA LUZ DEL MUNDO
Juan 9:1-41
Introducción
Jesús había dicho ser la luz del mundo (8:12). La curación del limosnero ciego probó la
verdad de esa aseveración y él repitió la declaración (v. 5). El milagro de dar la vista tenía un
significado simbólico tanto como un beneficio físico.
Los discípulos conocían los relatos de la creación, el pecado de Adán y la aflicción que le
vino a la sociedad como resultado del pecado de Adán. Ellos conocían la advertencia de la ley de
Moisés que decía que Dios no haría caso omiso de los culpables, sino que él visitaría "la
iniquidad de los padres sobre los hijos y sobre los hijos de los hijos, hasta la tercera y cuarta
generación" (Ex. 34:7). Quizá ponían más énfasis en la ley de Moisés que en los escritos del
profeta Ezequiel, quien dijo que un hijo no sufriría por el pecado de su padre, sino que "el alma
que pecare, esa morirá" (Ez. 18:20).
Cuando los discípulos vieron al ciego preguntaron a Jesús si su aflicción era un castigo
por sus propios pecados o por los de sus padres (v 2) Aunque la aflicción y el sufrimiento son
resultados del pecado introducido por Adán y perpetuado por sus descendientes, cada aflicción
física no puede ser atribuida al castigo por pecado personal. En el caso del ciego, Jesús dijo que
había otro propósito, era ciego a fin de que el poder de Dios a través de su Hijo pudiese ser
manifestado (v. 3) No todos los sufrimientos o aflicciones pueden ser atribuidos a pecados
cometidos por la persona que sufre. Los discípulos experimentarían persecución y sufrimiento
por causa de la justicia así como los profetas de antaño. El pecado sería la causa del problema
pero sería el pecado de los perseguidores
Al mencionar que las obras de Dios se manifestarían a través de la curación de ciego, los
pensamientos de Jesús se tornaron a la urgencia del trabajo que Dios lo había enviado a cumplir
(v. 4) Su tiempo era corto y era comparado con un día en el cual trabaja un hombre. La llegada
de la noche significa el fin de trabajo Ese día había llegado para Jesús pero sería muy breve Era
importante que Jesús y sus discípulos hicieran las obras de Dios quien le había enviado por el
tiempo que fuese de día.
Isaías había predicho que la obra gloriosa sería hecha en el día del Señor. Entonces los
ojos de los ciegos serían abiertos y los oídos de los sordos se abrirán Entonces el cojo saltara
como un ciervo y cantara la lengua del mudo porque aguas serán cavadas en el desierto y
torrentes en la soledad (Is 35 5 6;).
El dar la vista a los ciegos ilustraba la afirmación de Jesús de que el era la luz del mundo
Al establecer el reino de Dios se daría la vista espiritual tanto como la vista física (v 5) La
opinión de Juan era que este mundo había sido alejado de Dios y estaba bajo el poder del diablo
Jesús estaría en el mundo solo un tiempo breve para contrarrestar el trabajo del maligno Las
obras de Jesús incluían liberación de la aflicción física tanto como de la cautividad espiritual.
Puesto que los hombres son engañados por las promesas de Satanás concernientes a los valores
mundanos. Jesús como la luz del mundo da al hombre visión para ver que los métodos de
Satanás llevan a la muerte. La oportunidad que los hombres tienen para responderle a el como
luz y ser libertados de la falsedad es breve.
Jesús uso saliva y barro los cuales tenían valor medicinal para poner en los ojos del ciego
(v. 6) El barro simbolizaba la creación original del hombre y la saliva de Jesús simbolizaba el
poder creativo del Hijo de Dios. Como Elíseo en tiempos antiguos había desafiado al leproso
Naaman a lavarse en el río Jordán.
Jesús probo la fe del ciego al enviarle a lavarse en el estanque de Siloe (v 7) El poder
creador de Dios, dio la vista a un hombre a quien no se le había dado la vista al nacer.
El autor dio una descripción vívida de los eventos que sucedieron cuando el ciego recibió
la vista Algunos de los vecinos se preguntaban si era el mismo limosnero ciego a quien conocían
(v. 8) Otros estaban seguros de la identidad mientras que otros concluyeron que había una
semejanza pero que el hombre con la vista y el ciego no eran el mismo (v 9) Aquellos que
hicieron una identificación positiva le preguntaron al ciego como había recibido la vista (v 10) El
relato como Jesús le había puesto lodo en los ojos y lo había mandado a lavarse en el estanque de
Siloe (v. 11) Cuando los vecinos inquirieron sobre quien era Jesús, el hombre tenia poco
conocimiento de el. (v 12).
La ceguera de los líderes judíos 9:13-34
Juan dio una descripción rápida y vívida de los eventos que siguieron a la curación del
ciego Por alguna razón no explicada los vecinos llevaron al ciego ante los fariseos. Aquellos que
estaban convencidos de que se le había dado la vista al ciego concluyeron que pudo haber sido el
Mesías prometido. Los fariseos también estaban buscando al Mesías prometido pero rechazaban
a Jesús porque el no estaba de acuerdo con su sistema legalista. La interpretación legalista de
guardar el día sábado cegaba a los líderes judíos para que no pudiesen ver al Mesías prometido
por la Lev y los Profetas. Mezclar el barro y la saliva simbolizaba un rompimiento técnico de la
ley del día sábado que prohibía amasar. El poner la mezcla en los ojos era prohibido en el sentido
que solo se podía poner ungüento en el día sábado si ese mismo había sido puesto entre semana.
Puesto que la ceguera no ponía en peligro la vida humana ninguna emergencia había existido
para justificar el acto de misericordia en el día sábado. El dar la vista pudo haberse retrasado por
un tiempo.
Cuando los fariseos preguntaron como había recibido la vista, el hombre contestó
brevemente. Me puso lodo sobre los ojos y me lave y veo (v 15) Los fariseos estaban de acuerdo
que tal milagro solo podía haber venido de Dios. Su conclusión era confusa porque un hombre si
era de Dios no quebrantaba el día sábado. (v 16) Otros dijeron que Dios no manifestaría su poder
a través de un pecador; de modo que surgió una división entre ellos.
Puesto que los fariseos divididos no podían resolver el problema con argumentos
teológicos racionales, volvieron al hombre que había experimentado la sanidad y le pidieron su
opinión (v. 17). El hombre no titubeó en contestar que Jesús era un profeta, puesto que ningún
hombre común podría haber dado la vista a un ciego. El Antiguo Testamento incluye numerosos
milagros hechos a través de Moisés, Elías y Eliseo. El profeta Isaías había hablado de que se
daría la vista a los ciegos en el día del Señor. Algunos de los líderes judíos adoptaron la posición
de los vecinos quienes habían dudado de la identidad del hombre que aseveraba haber recibido la
vista hasta que sus padres lo identificaron. Hicieron tres preguntas a los padres: "¿Es este vuestro
hijo?" "¿. . .nació ciego?" "¿Cómo, pues, ve ahora?" (v. 19). Los padres pudieron contestar las
dos primeras preguntas, pero no la tercera. Ellos sabían que era su hijo y que había nacido ciego.
No pudieron contestar cómo había recibido la vista (v. 21). Evitaron dar una opinión a fin de
evitar que los expulsaran de la sinagoga (v. 22). Pusieron toda la responsabilidad nuevamente en
el hijo al decir que éste tenía edad suficiente para contestar por sí solo (vv. 21, 23). Los líderes
judíos no estaban dispuestos a reconocer a Jesús como el Mesías porque estaban cegados por el
sistema legalista del judaísmo.
El hombre que había recibido la vista fue llamado de nuevo por los fariseos que le
instaron a que dijera la verdad. Decidieron que era imposible que Jesús, quien había quebrantado
la ley, y por lo tanto, era pecador, pudiera tener poder de Dios para dar la vista al ciego (v. 24).
En este argumento, Juan reveló la debilidad del judaísmo y la superioridad del cristianismo. Las
dos religiones eran incompatibles. El cristianismo no podía encajar en el marco del judaísmo.
El hombre que había recibido la vista rehusaba negar a Jesús basándose en una doctrina
incorrecta del judaísmo. Para él, la experiencia de recibir la vista tenía más peso que los
argumentos de los fariseos (v. 25). La pregunta real era si el judaísmo era o no de Dios. Si las
leyes del judaísmo con respecto al día sábado eran correctas, hubiera sido contradictorio para
Dios bendecir a alguien que quebrantaba las leyes del día sábado. Era obvio que el judaísmo
estaba en error. Este problema era tan desconcertante que los fariseos pidieron al hombre que
había recibido la vista que repitiera su descripción de lo que había pasado (v. 26). El hombre
respondió que había explicado cuidadosamente lo que había sucedido, pero que los judíos
rehusaban aceptar lo que decía. Irónicamente, hizo la pregunta: "¿Queréis también vosotros
haceros sus discípulos?" (v. 27). En el versículo 28 se hace un marcado contraste entre los
discípulos de Moisés y los de Cristo. El orgullo judío de creer que sus interpretaciones eran
correctas, les impedía reconocer la verdad manifestada a través de la dádiva de la vista al ciego.
Los judíos se jactaban de tener razón porque sus creencias estaban basadas en la ley de
Moisés a quien Dios había hablado (v. 29). Aunque no podían negar que el milagro de sanidad
era de Dios, rehusaron admitir que Jesús, quien había quebrantado el día sábado, era de Dios.
Ellos sostuvieron que no sabían de dónde provenía Jesús (v. 29). Juan presentó al ciego iletrado
como uno más lógico que los fariseos educados. Era obvio para el hombre que había sido sanado
que Jesús poseía poder de Dios; así que concluyó que Jesús no debía ser pecador (vv. 30, 31). El
milagro era una señal de que Jesús estaba haciendo la voluntad de Dios, quien había escuchado y
cumplido su petición (v. 31). El hombre a quien se le había dado la vista concluyó que Jesús
debía ser el Mesías prometido, cuya venida había sido asociada con el día del Señor, cuando los
ojos de los ciegos serían abiertos (v. 32). Los fariseos no pudieron refutar su argumento ni su
interpretación del Antiguo Testamento, sin embargo, su orgullo no les permitió aceptar lo obvio.
Su único recurso era atacar el carácter del hombre, y echarle de la sinagoga. El hecho de que el
hombre había nacido ciego fue interpretado como si fuese un pecador, y ellos no aceptarían
instrucción de un pecador.
Jesús dijo que sus enseñanzas no encajarían en los odres viejos del judaísmo. Aunque los
cristianos primitivos continuaron participando en el templo y en los servicios de la sinagoga,
pronto se hizo obvio que el cristianismo no era compatible con el judaísmo. El hombre que había
recibido la vista apoyó a Jesús y fue echado de la sinagoga (v. 35). Jesús lo encontró y lo hizo su
discípulo. Le preguntó si creía en el Hijo del Hombre celestial. El hombre no estaba cegado por
el orgullo sino que estaba dispuesto a creer en el Mesías prometido cuando lo llegara a identificar
(v. 36).
Juan no hizo una clara distinción entre Cristo y el Hijo del Hombre. Aparentemente, el
Hijo del Hombre añadía una dimensión celestial al Mesías davídico. Juan comprendió que Cristo
era el Hijo de Dios. Cuando Jesús informó al hombre que él era el Hijo del Hombre, respondió
en fe y le adoró (vv. 37, 38). Nuevamente, Juan hizo hincapié en los milagros como señales que
llevaban hacia la fe.
El versículo 39 parece contradecir la declaración de 3:17. Aunque a Jesús se le había
enviado en una misión de redención en vez de juicio, su venida como la luz del mundo requería
que los hombres tomaran una decisión. Los que creían en él recibían vida eterna. Los que lo
rechazaban continuaban en condenación. La misión redentora de Jesús llevaba un elemento de
juicio.
Este mundo no era el hogar de Jesús, pues su hogar se encontraba arriba. El vino para que
aquellos que estaban ciegos, como el limosnero, pudieran ver, no sólo físicamente, sino también
espiritualmente. Su venida también significaba que aquellos que confiaban en que la ley les daría
la vista estaban ciegos porque rechazaban al Mesías de quien hablaba la ley (v. 39). Los fariseos
que acompañaban a Jesús entendieron el propósito de su declaración y preguntaron si ellos
también eran ciegos (v. 40). En vez de darles una respuesta afirmativa, Jesús contestó con una
paradoja. Puesto que los fariseos tenían la luz de la ley para guiarles, ellos decían poder ver; así
que eran responsables por sus pecados (v. 41). Si hubieran admitido su ceguera o hubieran
venido a Jesús buscando luz, no habrían sido responsables por sus pecados.
Segunda parte:
JESÚS COMO EL PASTOR Juan 10:1-42
Introducción
Las palabras introductorias del capítulo 10 —"De cierto, de cierto", indican que este
pasaje resultó del acontecimiento de la sanidad del ciego y de cuando fue echado éste de la
sinagoga. En vez de tener interés en el hombre afligido y regocijarse en su sanidad, los fariseos
lo echaron. Jesús lo encontró y lo guió a unirse al verdadero pueblo de Dios.
El discurso del capítulo 10, frecuentemente ha sido considerado una alegoría, pero C. K.
Barrett dice que ni es una parábola ni una alegoría, aunque está relacionado con ambas formas.1
Involucra simbolismo a la vez que tiene declaraciones directas. Jesús se presenta como el pastor
tanto como la puerta del rebaño.
El pastor verdadero
10:1-6
Previamente, los fariseos habían pretendido ser los únicos guías autorizados del pueblo.
Jesús contradijo tal pretensión y afirmó ser el Pastor verdadero (v. 1). Era reconocido como el
Pastor verdadero porque había entrado por la puerta del redil (v. 2). Cualquiera que entraba por
otro medio era considerado ladrón o salteador. Los pastores frecuentemente dormían atravesados
ante la puerta del redil para despertarse si cualquier persona quisiera entrar. Los detalles de esta
ilustración reflejaban características de la vida Palestina. Bajo tales circunstancias, los ladrones y
salteadores trataban de entrar trepando por el muro o la cerca.
Las ovejas no seguían a los que entraban por otros medios que no fueran la puerta, porque
ésos eran ladrones. A veces, en el mismo redil se guardaba más de un rebaño. Las ovejas recono-
cían la voz de su pastor y lo seguían cuando el portero abría la puerta (v. 3). Después de que el
pastor llamaba a sus ovejas, caminaba delante de ellas y lo seguían porque conocían su voz (v.
4). Las ovejas no seguían la voz de un extraño (v. 5).
No se identifica quiénes eran los ladrones y salteadores que intentaban guiar a las ovejas.
Jesús pudo haber tenido en la mente a los reyes de Israel y Judá, quienes probaron ser
gobernantes infieles. Posiblemente, los líderes del judaísmo eran "el ladrón y el salteador" (v. 1)
y el "extraño" (v. 5).
El pastor que conoce a sus ovejas por nombre (v. 3) y las llama para que le sigan, es una
referencia al Mesías. Aquellos que han sido escogidos por Dios para el reino son conocidos
mediante el nombre por Jesús. Aparentemente, hay muchas ovejas en el redil, pero sólo aquellas
que le pertenecen serán llamadas. El autor explicó que Jesús usó una figura de lenguaje, algo
como una parábola, para enseñar a la multitud, pero ella no entendió lo que quería decir (v. 6).
Al repetir las palabras del versículo 1: "De cierto, de cierto" (v. 7), empieza una segunda
fase de la parábola. Juan registró varios "Yo soy" de Jesús. Los lectores esperaban que Juan
dijera que Jesús había afirmado ser el pastor, pero en vez de esto reclamó ser la puerta de las
ovejas. Como puerta, Jesús controla el acceso de las ovejas. El provee el modo de entrar a la
seguridad del redil o sea la salvación, y la salida de las ovejas a pasturas verdes o sea al
sostenimiento espiritual (v. 9).
La función del Mesías como Redentor era proveer una puerta entre el cielo y la tierra.
Génesis 28:17 habla de una puerta al cielo. Esa puerta fue el lugar donde Yahweh dio a conocer
su presencia y palabra a Jacob. Juan ya había usado parte del sueño de Jacob para hablar sobre
cómo se abrirían los cielos y del ascenso y descenso de los ángeles sobre el Hijo del Hombre
(1:51). Jesús, como la puerta espiritual, provee protección de los enemigos y acceso a la vida
eterna. El es la única puerta por la cual el hombre puede entrar al reino de Dios. El interés del
ladrón o líder falso se centra en sí mismo. Al no interesarse por otros, está dispuesto a robar,
matar y destruir. Por lo contrario, Cristo vino para beneficiar a las ovejas —para darles vida
abundante.
El buen pastor
10:11-21
Jesús regresó al tema del pastor en la parábola. Su relación con las ovejas como el Buen
Pastor es contrastada con la de los ladrones, salteadores y el asalariado. El ladrón toma la vida de
las ovejas, el asalariado huye y deja las ovejas sin protección, pero el Buen Pastor da su vida por
ellas (vv. 11 sigs.).
Hay una relación de conocimiento mutuo entre Jesús y las ovejas. Este, conocimiento
hace que la oveja confíe en él. Es íntimo y se compara con el conocimiento que Jesús tiene del
Padre y que el Padre tiene de Jesús el Hijo (v. 15). El conocimiento mutuo entre el Padre y el
Hijo involucra amor, así que el conocimiento que Jesús tiene de las ovejas involucra amor que
hace que él esté dispuesto a poner su vida por ellas.
Jesús tenía ovejas en el redil del judaísmo que serían llamadas a seguirle. También tenía
otras ovejas que no eran del redil del judaísmo sino de entre los gentiles (v. 16). Sus ovejas entre
los gentiles tenían también que ser llamadas y agregadas al rebaño del buen pastor. Las ovejas de
otras naciones no vendrían a menos que escucharan la voz del Pastor que las llamaba y
convencía para que le siguieran. Las ovejas de diferentes rediles no permanecerían separadas, o
sea que no habría una iglesia judía y una iglesia gentil.
La referencia a la crucifixión de Jesús, que ha sido implicada a través del discurso, se
hace más prominente en el versículo 17. El Padre amaba a Jesús porque estaba dispuesto a poner
su vida en obediencia a la voluntad del Padre. La muerte de Cristo no era una indicación del
rechazo de Dios, sino una manifestación de la obediencia de Jesús a la voluntad del Padre. El
hecho de que el Padre permitiría al Hijo volver a la vida después de sacrificarla, comprueba que
su muerte estaba de acuerdo con la voluntad del Padre. Jesús no fue obligado a morir por una
fuerza exterior (v. 18). No fue vencido por sus enemigos sino que tomó la iniciativa de ofrecer su
vida en sacrificio por los pecados de los hombres. Jesús no fue la víctima de la cruz sino el
vencedor que escogió hacer la voluntad del Padre y vencer el poder de Satanás.
La parábola del pastor causó división entre los judíos (v. 19). Algunos aceptaron la
enseñanza de que el Mesías, como el Buen Pastor, daría su vida por las ovejas, pero otros
rechazaron esta enseñanza acerca de la cruz y lo acusaron de tener un demonio (v. 20). Juan
continuó enfatizando que muchos de los judíos buscaban un Mesías victorioso que no muriera
sino que conquistaría a los enemigos de los judíos. Sin embargo, el milagro de dar la vista al
ciego convenció a otros judíos de que Jesús era el Hijo de Dios y no de Satanás (v. 21). Estaban
dispuestos a aceptar la enseñanza de que el líder del pueblo tendría que morir y ser levantado por
el Padre.
Juan introdujo la Fiesta de la Dedicación, pero las enseñanzas de Jesús en esa ocasión
parecían no relacionarse con ella (v. 22). Esta fiesta fue instituida primeramente por Judas
Macabeo en 165 a de J.C., después de la profanación del templo por parte de Antíoco Epífanes,
quien hizo que se ofreciera carne de cerdo en el templo. La celebración se convirtió en una fiesta
anual de ocho días que comenzaba el día veinticinco del noveno mes, Kislev (aproximadamente
nuestro diciembre). Aparentemente, Juan mencionó la fiesta para indicar que habían pasado un
par de meses desde las enseñanzas de Jesús acerca del buen pastor durante la Fiesta de los
Tabernáculos. Juan hizo una referencia histórica adicional sobre la época invernal, lo cual podría
explicar por qué Jesús caminaba bajo el pórtico de Salomón en vez de estar al descubierto (v.
23).
El debate con respecto a la identidad de Jesús continuaba siendo un tema popular (v. 24).
El milagro de la curación del ciego existía como evidencia de la relación singular de Jesús con
Dios, pero sus acciones no lo habían identificado claramente como el Mesías (v. 24). Quizá todos
los judíos hubieran aceptado el milagro como evidencia de que él era un Mesías político, pero no
todos los judíos estaban dispuestos a aceptar las enseñanzas de que el Mesías moriría de acuerdo
con la voluntad de Dios. Cuando los judíos inquirieron sobre cuánto tiempo Jesús los mantendría
en suspenso, él contestó que ya les había dicho quién era pero que ellos no habían estado
dispuestos a creer sus palabras (v. 25). En realidad, Jesús se había declarado directamente como
el Mesías únicamente a la mujer samaritana, pero sus obras habían dado clara evidencia de que él
era el Cristo.
La indecisión de los judíos resultaba de su falta de disposición de creer las enseñanzas de
Jesús y no porque él no les hubiera dicho quién era (v. 26). No creían sus enseñanzas porque no
pertenecían a su rebaño (v. 26). Anteriormente, Jesús les había informado que no entendían las
palabras que él decía de Dios porque no pertenecían a Dios (8:47). Jesús no hizo nada
independientemente del Padre quien lo envió ni puede el hombre hacer algo separadamente del
Padre quien lo creó. Aquellos que pertenecen a Jesús son conocidos por él y responden a su voz
como una oveja que sigue a su amo cuando la llama (v. 27). Aquellos que responden por creer
sus palabras reciben vida eterna (v. 28). Como criaturas dependientes, sus vidas no son expuestas
a los peligros de fuerzas malignas. Las ovejas están protegidas por el Buen Pastor, y nadie puede
quitarlas de la mano del Padre.
Los teólogos han luchado con la cuestión de la libertad humana y la determinación divina
en la interpretación de los versículos 28 y 29. A través del cuarto Evangelio hay evidencias de
que la libertad del hombre creado opera dentro de las limitaciones de la voluntad del Creador. El
hombre tiene que creer para tener la vida eterna, pero no creerá a menos que sea escogido por el
Padre y sea llamado al rebaño del Buen Pastor. Estos versículos enfatizan la seguridad de la
salvación para aquellos que creen. La cuestión no es si una persona que ha creído en Jesús como
el Mesías tendrá vida eterna aunque después lo rechace. Tampoco la cuestión es si una persona
que ha sido escogida por el Padre será salva aunque nunca crea. La aserción de Juan es que el
hombre creado únicamente puede creer cuando el Padre toma la iniciativa. El pecado enceguece
a una persona a la realidad. El diablo es el engañador, y el hombre no puede reconocer la verdad
a menos que el Espíritu de Dios obre en su interior para permitirle verla; así que la iniciativa en
la salvación pertenece a Dios. Cuando el Espíritu hace al hombre ver la verdad, el hombre tiene
que responder por medio de la fe. Aunque Satanás es más fuerte que el hombre y puede
mantenerlo esclavizado y engañado, no puede evitar que el Espíritu de Dios alumbre al hombre.
Cuando el hombre iluminado responde por fe y entra al rebaño de Dios, Satanás no tiene poder
para vencer al Padre, así como un animal salvaje no puede vencer a un pastor fiel que está
protegiendo a sus ovejas (v. 29). El buen pastor tiene poder para proteger al rebaño porque es
uno con el Padre (v. 30). El Padre, quien creó al hombre, es mayor que el engañador, quien tienta
al hombre y lo esclaviza al pecado. Aquel que ha recibido vida eterna no tiene temor de ser
vencido por los métodos de Satanás y llevado de vuelta a la cautividad bajo el dominio del
adversario.
Una segunda enseñanza de Jesús hizo que los judíos lo rechazasen (v. 31). Además de ser
el Mesías que moriría por seguir la voluntad de Dios, Jesús decía ser más que un hombre
terrenal. El Mesías davídico sería un hombre terrenal que poseería el poder de Dios y podría
hacer milagros. Las obras buenas de Jesús mostraban que poseía el poder de Dios (v. 32), pero
sus enseñanzas afirmaban que él era divino en naturaleza (v. 33). David fue llamado hijo de
Dios, pero siguió siendo un hombre escogido para dirigir al pueblo de Dios. Jesús decía ser el
Hijo de Dios, y sus enseñanzas revelaban que quería decir que era de la misma esencia que el
Padre. Los judíos entendieron sus enseñanzas e intentaron apedrearlo por blasfemia (v. 33).
Al contestar la acusación de blasfemia, Jesús recordó a los judíos que su ley hablaba de
ellos como dioses (v. 34). Aquí ley se refiere a las tres partes del Antiguo Testamento, y la
referencia es a Salmos 82:6: "Yo dije: Vosotros sois dioses, y todos vosotros hijos del Altísimo."
Jesús adoptó el método judío de argumentación repitiendo la escritura y sacando una implicación
de la misma. Si los gobernantes injustos de los judíos eran llamados dioses, ¿cuánta más razón
había para llamar Hijo de Dios a aquel a quien Dios había enviado? Salmos 82:6 no enseña la
divinidad de la humanidad, sino que significa que los jueces de Israel, aunque abusaron de su
puesto, eran los representantes de Dios.
Los judíos usaron la ley para tratar de condenar a Jesús de blasfemia por haber dicho que
era el Hijo de Dios, pero él anuló este argumento al usar la ley para justificar la aseveración de su
divinidad (v 35). Los judíos mismos declararon que la Escritura no podía quebrantarse, así que
Salmos 82:6 era inviolable. Jesús afirmó que él había sido consagrado o puesto aparte y enviado
al mundo (v. 36). Cuando David fue apartado para ser rey de Israel, fue llamado "hijo de Dios" y
no fue acusado de blasfemia. La declaración de Jesús, sin embargo, agregó una nueva dimensión
al título "Hijo de Dios". Juan reveló que los judíos comprendían que Jesús decía ser más que un
representante de Dios. Al identificar a Jesús, Juan aclaró que los judíos entendían que Jesús decía
ser Dios, y Jesús no negó esta interpretación.
Jesús recordó a los judíos que la evidencia de su identidad no estaba basada en sus
palabras sino en sus obras (v. 37). No podía negarse que los milagros que hizo eran obras de
Dios. Aunque los judíos, quizá, rehusaran creer en sus palabras, podían saber por sus obras
milagrosas que el Padre estaba en él y él en el Padre (v. 38). Puesto que el argumento de Jesús no
se podía refutar, los judíos orgullosos, pero frustrados, se entregaron a la violencia y buscaron la
manera de aprehenderlo (v. 39).
Nuevamente, Juan compartió con los lectores la naturaleza sobrenatural de Jesús al aludir
a su habilidad para escapar misteriosamente de los atentados por parte de los judíos de arrestarlo.
Juan hizo notar que Jesús, nuevamente, partió de Jerusalén y fue al este del Jordán, a Perea (v.
40). El autor hizo una distinción entre la obra de Juan el Bautista y la de Jesús, al señalar que
Juan no había hecho milagros y señales (v. 41). Sin embargo, lo que había dicho acerca de que
Cristo vendría después de él había probado ser la verdad. La evidencia de que Juan era un
profeta, cuyas palabras estaban divinamente inspiradas, estaba basada en su cumplimiento en
Jesús. Aparentemente, muchos que habían sido discípulos de Juan el Bautista llegaron a creer en
Cristo (v. 42).
Tercera parte
EL PODER DE JESÚS SOBRE LA MUERTE
Juan 11:1-44
El marco histórico de Juan revela que Jesús estaba en Betania de Perea (o Betábara, ver
1:28), cuando Lázaro de Betania de Judea enfermó gravemente (v. 1). Lázaro es identificado
como el hermano de María, quien ungió al Señor con un perfume y enjugó sus pies con sus
cabellos (v. 2). María y su hermana Marta se mencionan en los Sinópticos únicamente en Lucas
10:38-42. La referencia de Juan al evento en Lucas implica que él y sus lectores tenían
conocimiento de ese Evangelio. Su énfasis en la identificación de las personas y los lugares da
una base histórica a la narración. La resurrección de Lázaro no parece ser, como algunos dicen,
una historia inventada para explicar que Jesús es la resurrección y la vida (v. 25).
Las hermanas enviaron un mensaje a Jesús para informarle que Lázaro, a quien él amaba,
estaba enfermo (v. 3). Jesús contestó que su enfermedad no terminaría en muerte sino que Dios
tenía el propósito de manifestar su gloria a través de las acciones de su Hijo (v. 4).
La declaración de que Jesús amaba a Marta, a su hermana y a Lázaro pudo haberse
incluido para contrarrestar alguna insinuación de que Jesús había demorado en acudir a la
petición de ayuda porque no tenía interés en ellos (vv. 5, 6). El motivo de su tardanza fue para
que la gloria de Dios se manifestara. Después de dos días, Jesús pidió a sus discípulos que se
unieran a él para regresar a Judea (v. 7). Los discípulos le recordaron que apenas había partido de
Jerusalén porque los judíos estaban buscándolo para matarlo (v. 8). Les parecía tonto que Jesús
regresara tan pronto a la ciudad de sus enemigos. La contestación que él les dio, nuevamente,
enfatizó su sujeción a la voluntad de Dios. El día judío estaba dividido en dos períodos de doce
horas desde la salida del sol hasta su puesta y de la puesta del sol hasta su salida. El trabajo
terminaba cuando el día terminaba, al comenzar a oscurecerse (v. 9). Jesús sólo tenía un breve
tiempo para cumplir la voluntad de Dios, así que no podía malgastar las horas en que había sol.
Con la luz del día, el hombre no tropezaría como uno que camina en la noche (v. 10). La hora en
que terminaría el día para Jesús sería la hora de su muerte y exaltación.
Jesús les dijo a sus discípulos que Lázaro dormía (v. 10). Juan nuevamente señaló que no
se comprendieron las palabras de Jesús, las cuales tenían un significado simbólico. Aunque Jesús
usó la palabra dormir e indicó que iría a Betania a despertar a Lázaro, en realidad se estaba
refiriendo a la muerte. Puesto que se consideraba el sueño como bueno para los enfermos, los
discípulos comentaron que el sueño de Lázaro era benéfico y que le ayudaría en su
restablecimiento (v. 12). Ellos temían que Jesús volviera al área de hostilidad e implicaron que
no tenía que volver a Betania para despertar a Lázaro. La muerte de Lázaro proveyó la ocasión
para que Jesús enseñara acerca de su poder sobre la muerte. El milagro sería una señal que los
llevaría a la fe (v. 15).
La declaración de Jesús implica que si hubiera estado con Lázaro, éste no hubiera muerto,
y la fe de los discípulos no se hubiera fortalecido. Tomás, quien se llamaba el Dídimo (gemelo),
animó a los otros discípulos a unirse a él para acompañar a Jesús. Los discípulos suponían que si
Jesús volviera allá, lo matarían, y Tomás estaba listo para morir junto con él como un fiel
seguidor (v. 16). La disposición de Tomás revela que los discípulos no habían captado el
significado de la muerte de Jesús ni entendían su naturaleza.
Cuando Jesús llegó a Betania, se enteró de que Lázaro había estado en la tumba por
cuatro días. Según una creencia popular judía, el espíritu humano permanecía cerca del cuerpo
por tres días antes de partir. La restauración de vida a un cuerpo antes del tercer día no hubiera
sido tan significativa como el milagro de restaurar la vida a un cuerpo que ya había comenzado a
deteriorarse.
Para explicar por qué había sido posible que muchos judíos fueran a consolar a María y a
Marta, se menciona la corta distancia que había desde Betania a Jerusalén (vv. 18, 19). Aunque
se identificó a Marta como la hermana de María, ella era la dirigente de las dos y salió a
encontrarse con Jesús cuando supo que iba llegando (v. 20). Marta estaba convencida de que
Jesús venía de Dios y de que si hubiera estado presente en el momento preciso, su petición por la
restauración de Lázaro hubiera sido escuchada (vv. 21, 22). La confianza de Marta en Jesús
indicaba que ella era receptiva a sus enseñanzas acerca de la resurrección (v. 23). El milagro que
Jesús estaba a punto de hacer señalaría hacia la resurrección del último día (v. 24). Los fariseos
creían en una resurrección final.
Marta interpretó la declaración de que Lázaro sería levantado, como un esfuerzo por parte de
Jesús para consolarla, recordándole la resurrección en el día postrero. Su malentendido proveyó a
Jesús la oportunidad para dar una explicación más completa de sí mismo como la resurrección y
la vida (v. 25). La presencia de Jesús significaba más que la comprobación de doctrinas respecto
al final de los tiempos. En el Hijo hay vida eterna que capacita al hombre, cautivo bajo el
dominio de Satanás y la muerte, a pasar de muerte a vida (ver 5:24). Cualquiera que cree en
Jesús ha pasado del dominio de la muerte al de la vida, aunque muera físicamente. El que recibe
vida eterna al creer en Cristo no morirá espiritualmente (v. 26).
La enseñanza de Jesús comunicó efectivamente la naturaleza de su persona e hizo que
Marta confesara que él era el Mesías, el Hijo de Dios, a quien Dios había enviado al mundo (v.
27). La confesión reconoció a Jesús como el hombre celestial que vino al mundo para libertar al
pueblo de Dios del dominio del mal y para darle un reino que duraría por siempre (ver Dn. 7:13
sigs.).
Aunque Marta quizá todavía no entendiera que Jesús le restauraría la vida a Lázaro, su
confesión de fe en él como el Mesías le dio confianza y consuelo. Fue a su hermana María y la
animó a que hablara con el Maestro cuya instrucción le traería consuelo (v. 28). Al ver que Marta
le hablaba en secreto a María, los judíos concluyeron que la partida rápida de María hacia la
tumba era porque iba allá a llorar (vv. 29 sigs).
Al acercarse María a Jesús, mostró más reverencia y audacia que Marta, pero tenía la
misma seguridad de que si Jesús hubiera estado presente, Lázaro ho habría muerto (v. 32). Juan
cuenta que cuando Jesús vio a María y a los judíos llorando, se conmovió en espíritu y se turbó
(v. 33). Esta expresión generalmente significaba irritación. Si ese era el significado que se
intentaba dar a la emoción profunda de Jesús, quizá su enojo era en contra de la muerte que
causaba tanto dolor y pena a María y Marta. La misma palabra se usa para describir las
emociones de Jesús en relación con los dos hombres ciegos que fueron curados (Mt. 9:30) y del
leproso que sanó (Mr. 1:43). A la luz de estos pasajes, es posible que la emoción de Jesús era de
interés profundo por aquellos que tenían necesidad.
Juan también aclara que Jesús estaba turbado. Quizá estaba turbado por la falta de
comprensión de los judíos acerca de su poder sobre la muerte. Por otro lado, pudiera haber
estado angustiado por la miseria que resulta del pecado que era representado por el muerto y las
personas afligidas a su alrededor. Después de preguntar dónde se había puesto el cuerpo de
Lázaro, Jesús lloró al acercarse a la tumba (vv. 34, 35). Su expresión exterior de angustia hizo
que los judíos se dieran cuenta de cuánto amaba Jesús a Lázaro.
El relato del milagro es breve. Juan incluyó varios detalles que apoyan la historicidad del
evento. Jesús se acercó a la tumba la cual era una cueva cerrada con una piedra (v. 38). Ordenó
que se removiese la piedra, pero Marta objetó que el deterioro del cuerpo y el mal olor
producirían una experiencia indeseable. Su objeción implicó que la restauración de la vida al
cuerpo sería imposible (v. 39). Hasta Marta, quien creía que Jesús hubiera podido evitar que
Lázaro muriera, mostraba incredulidad en su poder de restaurar a Lázaro a la vida. Jesús le
recordó que el poder de Dios no se limita y que su gloria se manifestaría sólo si ella creyera (v.
40). Aunque Jesús había dicho a los discípulos y no a Marta que la gloria de Dios se manifestaría
en la muerte de Lázaro, la gloria de Dios estaba implicada en las palabras de Jesús a Marta
cuando dijo que él era la resurrección y la vida (ver v. 25).
Cuando se quitó la piedra, Jesús expresó su confianza en el Padre al darle las gracias
porque su petición fue escuchada y contestada (v. 41). Había hecho la petición de que Lázaro
fuera restaurado a la vida, no porque él dudara, sino para que la gente que estaba presente viera
la gloria de Dios manifestada en el Hijo y creyera que Jesús era de Dios (v. 42). Nuevamente, los
milagros de Jesús fueron presentados por Juan como señales para establecer fe. La conformidad
del Hijo a la voluntad del Padre hacía innecesario que se expresara la petición de la oración. Con
su fe inequívoca en el Padre, Jesús le ordenó a Lázaro que saliera (v. 43). No había duda de que
Lázaro había muerto, porque aún estaba envuelto en los lienzos y el sudario de un muerto. Jesús
ordenó que se los quitaran, para que tuviera libertad para caminar.
***
6
LA HORA DE JESÚS SE ACERCA
Juan 11:45—14:14
Introducción
Esta fue la tercera pascua mencionada por Juan y pudo haber sido la cuarta si la fiesta no
identificada en 5:1 fue una pascua. Mientras que muchos judíos llegaron temprano a Jerusalén
para pasar por los rituales de purificación en preparación de la fiesta, Jesús fue a Betania donde
fue ungido por María. Este evento marcó un punto decisivo en su ministerio. Este había
consistido de enseñar y hacer milagros, los cuales servían para dirigir a la gente a tener fe en él.
Después de su ungimiento, el énfasis cambió a su muerte, resurrección y ministerio terrenal
futuro en la persona del Espíritu Santo.
Marcos 14:3-9 y Lucas 7:36-50 mencionan un ungimiento, pero Lázaro no figura en esos
relatos. Juan señaló que Lázaro era una persona clave en su relato (w. 2, 9, 10). Mientras que
Marta servía la cena aquel sábado, María derramó un perfume líquido muy caro en los píes de
Jesús y secó sus pies con su cabello (v. 3). Algunos eruditos han identificado a esta María con la
pecadora del relato de Lucas del ungimiento. Entró en la casa del fariseo mientras que Jesús se
reclinaba en la mesa. Lavó sus pies con sus lágrimas, los secó con su cabello, y le ungió con
perfume. J. H. Bernard, en A Critical and Exegetical Commentary on the Cospel According to
St. John ("Un Comentario Crítico y Exegético sobre el Evangelio de San Juan"), sugiere que la
misma María ungió los pies de Jesús en dos ocasiones distintas, la primera vez relatada por
Lucas y la segunda vez por Juan. El relato de Juan no menciona que ella derramara lágrimas,
algo que fue mencionado en Lucas para mostrar su actitud penitente. El derramar perfume en los
pies de Jesús era para mostrar humildad. El lavamiento de los pies del huésped era un trabajo
servil del esclavo más humilde. El que ella usara su cabello para enjugar sus pies revelaba su
devoción. En contraste con Judas Iscariote que traicionaría a Jesús, María mostró devoción leal a
su Señor.
La crítica de que María había malgastado un perfume en vez de venderlo y dar el dinero a
los pobres revela la superficialidad de la lealtad de Judas (v. 5). El valor del perfume era el
equivalente al salario de un obrero por once meses. Juan reveló que Judas no estaba realmente
interesado en los pobres sino que era un ladrón que estaba sacando dinero de los fondos de los
discípulos (v. 6). Jesús defendió a María e interpretó su acto de ungirle como una manifestación
de que ella comprendía que la hora de la manifestación de Cristo, que requería su muerte, había
venido (v. 7). María había anticipado su muerte y ungió su cuerpo para el entierro.
No está claro lo que significan las palabras "Déjala, para el día de mi sepultura ha
guardado esto" (v. 7). En los Sinópticos, Jesús enseñó que cualquiera que salva su vida la
perderá, pero cualquiera que pierde su vida por causa de Cristo la encontrará (Mt. 16:25). Quizá
la única forma de conservar el valor del perfume de María era que lo pusiera en los pies de Jesús.
Si lo hubiera vendido y dado el dinero a Judas para la distribución entre los pobres, se hubiera
perdido. Aunque el valor del perfume era mucho, la venta y distribución del dinero entre los
pobres hubiera hecho poco para resolver su situación (v. 8). Después de comprar una comida, los
pobres hubieran vuelto a su problema de la pobreza. Por otra parte, el ungir al Rey que moriría
por el pueblo le ayudaba a prepararse para una obra que daría beneficios eternos a todas las
personas. La acción de María indicaba que ella era la única que reconocía el significado de la
hora.
La información de que Jesús estaba en la casa de Lázaro hizo que muchas personas
vinieran de Jerusalén (v. 9). Ellas habían oído del milagro de restauración de la vida a Lázaro, así
que vinieron a ver a Jesús y al hombre que había sido levantado de los muertos. Puesto que
Lázaro era un testimonio viviente de la aprobación divina de Jesús y un aliciente para que las
personas creyeran en él, los principales sacerdotes tenían toda la intención de matar también a
Lázaro (vv. 10, 11).
Era necesario que la revelación de Jesús como el Mesías y el Hijo del Hombre celestial se
hiciera dentro del judaísmo. Las escrituras judías hablaban de un Mesías prometido, y la esperan-
za judía anticipaba el día de su aparición. La interpretación de los judíos intentaba limitar el
reino mesiánico a la nación judía; sin embargo, los profetas incluyeron a los gentiles en las
promesas de Dios.
Después de presentar la manifestación de Jesús y su reconocimiento como el Mesías por
los judíos, Juan incluyó el relato de algunos griegos que vinieron buscando a Jesús.
Aparentemente, eran prosélitos a quienes se les permitía adorar en el templo (v. 20). La palabra
griega no se refería necesaria: mente a una raza sino a quienes no eran judíos. Estos gentiles se
acercaron a Felipe, quien tenía un nombre griego, y cortésmente expresaron su deseo de ver a
Jesús (v. 21). El mundo gentil, representado por los griegos, también quería ver a Jesús. Esta
petición de los gentiles involucraba más que ver a Jesús mientras que pasaba; ellos deseaban
tener un encuentro con el Salvador del mundo. Felipe estaba perplejo por el significado de dicha
petición, así que buscó el consejo de Andrés quien también tenía nombre griego (v. 22). Los dos
se acercaron a Jesús, quien explicó que la venida de los griegos significaba que la hora para la
glorificación del Hijo del Hombre había llegado (v. 23). La misión de Jesús ya no se contendría
dentro del judaísmo, porque su reino incluiría a todas las naciones. Había venido en carne a la
nación judía como el hijo de Abraham, pero su muerte y resurrección lo libertaría de las
relaciones y limitaciones terrenales. La evangelización de los gentiles no era parte del ministerio
terrenal de Jesús, sino que se llevaría a cabo después de su muerte y resurrección (glorificación).
El enfatizó la misión de la iglesia al mundo entero.
Pablo usó la semilla como una ilustración para explicar la resurrección. El uso en Juan de
un grano de trigo es muy similar a la ilustración de Pablo, pero Jesús enfatizó la paradoja de que
la abundancia de los frutos viene a través de la muerte (v. 24). De acuerdo con los Sinópticos,
Jesús dijo que cualquiera que perdiere su vida la salvará. Juan puso esas enseñanzas en palabras
similares: cualquiera que está tan preocupado por su propia vida en este mundo perderá la vida
eterna, pero aquel que considera su vida terrenal como secundaria, y esté dispuesto a ofrecerla en
sacrificio por servir a Cristo, le será dada vida eterna (v. 25). Era necesario que la vida única de
Jesús se sacrificase a fin de que llevase mucho fruto, y eso mismo es necesario para aquellos que
le sirven (v. 26). El sacrificio de su vida significaba su glorificación. Sus siervos que le siguen en
sufrimiento compartirán con él en la gloria y serán honrados por el Padre.
El alma de Jesús estaba profundamente turbada por la muerte que se acercaba. Desde el
tiempo de Adán, la muerte había sido el castigo por el pecado. Para Jesús, la muerte no era la
puerta para la comunión con Dios como es para aquellos que le siguen. Su temor no era debido al
miedo a una experiencia desconocida, sino que la muerte para Jesús era recibir el castigo por los
pecados del mundo. Aunque la hora era amarga para él, no huiría ni pediría que el Padre lo
eximiera. Había venido al mundo para morir por los pecadores y tenía toda la intención de
cumplir ese propósito.
Que Jesús muriera como una expresión del amor del Padre sería una manifestación de la
gloria del Padre (v. 26). Una voz tranquilizadora del cielo decía que el Padre va había sido
glorificado en las acciones de su Hijo y manifestaría su gloria nuevamente en la resurrección del
Hijo (v. 28). Para algunos de la multitud que estaban cerca, la voz del cielo sonó como un trueno
(v. 29). Otros, aunque no entendieran las palabras, concluyeron que era la voz de un ángel y no
un simple ruido. Jesús dijo que no necesitaba la voz para fortalecer su fe, sino que había sido
para fortalecer la fe de los que estaban cerca (v. 30). Para los que no eran elegidos, la voz
celestial fue únicamente un ruido. Para los que sí habían sido escogidos, el Espíritu Santo les
permitió reconocer el sonido como la voz de Dios.
La muerte del Rey no significaba que había sido vencido sino que el príncipe de este
mundo, que usaba la muerte para lograr sus propósitos, había sido vencido (v. 31). Dios creó al
hombre con el propósito de tener comunión con él, pero el pecado del hombre lo condenó a la
muerte, que es separación de Dios. A través de la muerte y la resurrección del Hijo del Hombre,
el pecado y la muerte han sido vencidos y el príncipe de este mundo ha perdido su poder sobre
los que creen en el Hijo. La cruz era esencial para que el pueblo de Dios pudiese ser rescatado
del poder de Satanás y pudiese ser seguidor del Mesías conquistador (v. 32). El pecado es la
rebelión del hombre en contra de Dios, bajo la dirección del adversario de Dios. El resultado es
la muerte o la separación de la persona que se rebela. La muerte también es castigo porque es
separación de Dios, el que es bueno y es la fuente de la vida. La separación de Dios y de la vida
significa ser controlado por el poder del mal, que usa el pecado y la muerte para lograr sus
propósitos. La muerte del Hijo en la cruz era también esencial para invadir el dominio de Satanás
y vencer su poder sobre el hombre.
Aquellos que escucharon la enseñanza de que Jesús moriría en la cruz respondieron que
el Antiguo Testamento (la Ley) enseñaba que el Mesías sería eterno (v. 34). La promesa de
David era que Dios establecería un descendiente en el trono de un reino eterno (2 S. 7:13).
Aunque el significado original de la Escritura se refería a la casa de David y no a un solo
individuo, la promesa más tarde fue interpretada como un solo descendiente que reinaría para
siempre (ver Sal. 89; Is. 9:7, Dn. 7:13 sigs.).
El Mesías (el ungido) era el rey escogido por Dios y fue identificado como su Hijo (Sal.
2:2-7). Fue descrito también como el siervo de Dios que restauraría al remanente de Israel y que
sería una luz a las naciones al llevar la salvación de Dios hasta lo último de la tierra (ver Is. 42:1;
49:6). Al llevar la salvación a las naciones, el siervo sería "herido y abatido. . . mas Jehová cargó
en él el pecado de todos nosotros" (Is. 53:4-6). Sería llevado como cordero al matadero (Is.
53:7). El Mesías escogido que fue ungido por el Espíritu fue identificado por Jesús como el
siervo sufriente quien fue ungido por el Espíritu. El Mesías tenía que sufrir y ser ofrecido como
un cordero en sacrificio de acuerdo con Isaías.
Era el "hijo del hombre" en Daniel 7:13 sigs., quien se acercó al "Anciano de días" y le
fue dado "dominio, gloria y reino, para que todos los pueblos, naciones y lenguas le sirvieran; su
dominio es dominio eterno, que nunca pasará, y su reino uno que no será destruido" (7:14).
Aparentemente, Jesús había estado enseñando que el Mesías tenía que sufrir y morir, pero el Hijo
del Hombre sería levantado para acercarse al Padre celestial y recibir el reino eterno (v. 34). La
pregunta de la gente fue: "¿Quién es este Hijo del Hombre?"
Jesús enseñó que la luz estaría con ellos sólo por un breve tiempo y que ellos debían
andar mientras que tenían luz; la oscuridad podría venir sobre ellos antes de que llegasen a su
destino (v. 35). En los pasajes sobre el siervo en Isaías, el siervo había de ser una luz para todas
las naciones (42:6; 49:6). Jesús, como la luz, iluminaba el camino de la salvación a los escogidos
de Dios. Mientras que estaba con sus discípulos, era necesario que ellos aceptaran la luz dada a
través de sus enseñanzas (v. 35). Aquellos que creyesen en sus enseñanzas llegarían a ser hijos
de luz (v. 36). Aquellos que rechazaran sus enseñanzas acerca del Mesías sufriente y del exaltado
Hijo del Hombre andarían en tinieblas y no podrían tener vida eterna.
Una explicación de su rechazo 12:36b-50
Jesús concluyó su ministerio público con las enseñanzas acerca de su muerte en la cruz,
su glorificación y su exhortación a la multitud de aceptar sus enseñanzas como la luz que les
guiaría a la vida. Se alejó a un lugar privado con sus discípulos para dedicar un tiempo a fin de
darles instrucciones finales antes de su muerte (v. 36b). Antes de escribir su discurso, Juan
explicó el porqué más personas de la multitud no creyeron en él aunque había hecho muchas
señales (vv. 37 sigs.). El hombre, como una criatura, no tiene poder ni libertad para determinar
su propio curso en la vida, sino que está bajo el control de su Creador o del príncipe de este
mundo.
Puesto que Dios es el Creador y controla la historia, sus palabras expuestas por los
profetas serían cumplidas (v. 38). La incredulidad de los judíos se había predicado en las
Escrituras, de las cuales los judíos decían ser los intérpretes. No pudieron creer porque el Señor,
que controla la historia, reveló a través de Isaías que cegaría los ojos y endurecería sus
corazones: "Para que no vean con los ojos, y entiendan con el corazón, y se conviertan" (v. 40;
ver Is. 6:10). El pecado del hombre es el resultado de su actitud orgullosa de que no necesita a
Dios. Sin embargo, el hombre apartado del Espíritu de Dios no puede ver la verdad y de seguro
no se puede libertar de Satanás. El rechazo del Mesías por parte de los judíos no fue una derrota
al plan de Dios; ya había sido predicho por Isaías. La incredulidad de los judíos servía al plan
eterno de Dios.
Juan explicó que Isaías había previsto la incredulidad de los judíos porque anticipó la
gloria (la muerte y la resurrección) del Mesías (v. 41). Los ojos cegados y corazones endurecidos
de los judíos hicieron que rechazaran a Jesús como el Mesías y lo pusieran en una cruz. Esta fue
la hora de gloria de Jesús. La cruz manifestó la grandeza de Jesús —su amor hacia los pecadores
y su victoria sobre el príncipe de este mundo.
Aunque los judíos en conjunto rechazaron al Mesías, Dios reservó para sí un remanente
del pueblo, incluyendo a algunos de los gobernantes de los judíos (v. 42). Quizá Juan se refiriera
a Nicodemo y a otros de igual posición que no confesaban a Jesús abiertamente debido a la
decisión del Sanedrín de expulsar de la sinagoga a los seguidores de Jesús (v. 42). Aunque Juan
y los otros discípulos no eran líderes oficiales del judaísmo, habían puesto en peligro su posición
social al seguir a Jesús abiertamente. Puesto que Nicodemo prefirió no ofender a sus colegas al
expresar sus creencias abiertamente, Juan concluyó que él y hombres similares deseaban más la
aprobación de los nombres que la aprobación de Dios (v. 43).
Los versículos 44-50 contienen un resumen de las enseñanzas que Jesús presentó a los
judíos:
1. Había venido del Padre, así que sus enseñanzas eran de Dios.
2. Vino corno la luz del mundo para mostrar a los hombres el camino a su verdadero
destino.
3. No vino como un juez para traer al mundo a su fin, sino para salvar al mundo.
4. Advirtió que cualquiera que rechazara sus palabras sería juzgado en los días finales.
5. No hablaba sus propias palabras sino las que el Padre le había dado a hablar.
La última cena
13:1-20
Jesús había hecho referencia dos veces a uno de sus seguidores que le traicionaría (ver vv.
10, 18). Como sus pensamientos regresaban a su traición y muerte, su espíritu se conmovió
profundamente (v. 21). Su anuncio de que uno lo traicionaría hizo que sus discípulos se quedasen
perplejos.
En la comida de la pascua, los judíos generalmente se reclinaban del lado izquierdo con
su brazo sosteniendo la parte superior del cuerpo, y la mano derecha se usaba para tomar los
alimentos. Así que, se podía decir que el discípulo que estaba inmediatamente frente a Jesús
estaba recostado en su seno (v.23). Algunos eruditos han concluido que la posición de los
discípulos indica que esta era una cena de pascua en lugar de la cena del día anterior.
Aunque el lugar a la izquierda del anfitrión era el de mayor honor, el lugar a la derecha
que estaba ocupado por el discípulo "que Jesús amaba" era el lugar del amigo de confianza. El
discípulo amado no era Simón Pedro, porque éste hizo una seña al discípulo amado para que
preguntara de quién hablaba Jesús (v. 24). Probablemente, el discípulo amado era Juan, uno de
los hijos de Zebedeo. Se reclinó al lado de Jesús para preguntarle quién lo traicionaría (v. 2).
Aparentemente, Pedro tampoco estaba en el lugar de honor a la izquierda de Jesús o él mismo
hubiera podido preguntar. Pudo haber estado a la derecha del discípulo amado a quien le había
hecho la seña. Jesús contestó que señalaría al traidor dándole un pan mojado (v. 26). Quizá la
respuesta de Jesús fuese escuchada sólo por el discípulo amado.
El pan se mojaba en un plato común. Judas estaba lo suficientemente cerca de Jesús para
que él le diera el pan personalmente. Satanás, quien ya había puesto su plan en el corazón de
Judas antes de la cena (ver v. 2), entró en Judas (tomó el control de sus pensamientos, v. 7). Si el
dar el pan a Judas era un acto de honor, entonces Jesús le estaba haciendo una última súplica.
Este incidente revela los límites de la libertad humana; Judas era libre para escoger a Satanás o a
Jesús como su amo, pero no podría obrar independientemente del amo que escogiera. Judas
permitió que Satanás lo controlara, así que Jesús lo instó a cumplir inmediatamente lo que había
decidido.
Sólo Judas sabía a qué se refería Jesús (v. 28). Ninguno de los once estaba implicado en
el plan de Judas. Algunos concluyeron que Jesús le había pedido a Judas, quien era el tesorero
del grupo, que fuese a comprar provisiones para la cena de la pascua, o a darle algo a los pobres
(v. 29).
Puesto que Judas rehusaba permitir que Jesús lo libertara del poder de Satanás, siguió
siendo el siervo del diablo y salió inmediatamente después de recibir el bocado de pan (v. 30). El
hecho de que el autor haya mencionado que era de noche, es para indicar simbólicamente el
poder de las tinieblas.
***
Palabras de seguridad a sus discípulos
14:1-14
Pedro le había preguntado a Jesús a dónde iba y expresó su deseo de seguirle (13:36, 37).
Era sincero en su declaración de que estaba dispuesto a dar su vida en una conquista militar. No
había anticipado que Jesús se entregaría a sus adversarios sin una batalla. Tampoco había
comprendido que la victoria del Mesías vendría a través de dar su vida. Este malentendido y
frustración, que los otros discípulos también compartían, condujo a la negación de Pedro antes
del amanecer.
Jesús sabía que las horas por delante serían difíciles para los discípulos, quienes habían
percibido que él era el Hijo del Hombre celestial que tenía que morir y ascender nuevamente al
Padre. Jesús anticipó que los discípulos dudarían cuando lo viesen en una cruz y que su corazón
se turbaría (v. 1). En medio de la turbación y la desesperación, ellos tenían que andar por fe en
Dios y en Jesús. Jesús había dicho que a donde él iba los discípulos no podrían ir inmediatamente
sino que irían después. Pedro no había entendido que a través de la muerte Jesús estaba
volviendo a su Padre, y que los discípulos se reunirían más tarde con él. Se quedarían en el
mundo para continuar la labor no terminada de predicar el evangelio.
Generalmente se piensa en el cielo como la morada de Dios (v. 2). La experiencia de la
muerte significaba el retorno del Hijo a su hogar celestial. La casa del Padre tiene muchas
habitaciones (moradas). Jesús prepararía estas moradas para los discípulos cansados después de
que ellos completaran su estancia terrenal y se reunieran con él a través de la experiencia de la
muerte (v. 2). Jesús prometió regresar por sus discípulos para llevarlos a su morada celestial (v.
3). No es seguro si este regreso prometido se refería a su venida cuando cada discípulo muriera o
a su advenimiento al final de los tiempos. Quizá la declaración no se refiere exclusivamente a
ninguna de las dos ocasiones.
Jesús le había dicho a Natanael que vería los cielos abiertos y a los mensajeros de Dios
ascendiendo y descendiendo sobre el Hijo de Hombre (1:51). Aunque Jesús vendrá al final de los
tiempos para poner fin al orden de este mundo, su primera venida significaba que el Dios
trascendente y su morada celestial estarían relacionados con la tierra a través del Hijo del
Hombre. A través de su muerte, resurrección y ascensión, Jesús preparó el camino por el cual se
admite a los creyentes en la vida celestial. Los discípulos debieron haber entendido que el
camino era a través de él (v. 4).
La respuesta de Tomás, que no sabía el camino, revela que los discípulos no habían
comprendido el significado de la muerte del Mesías (v. 5). Jesús afirmó que él es el camino, es
decir, el medio por el cual el pecador tiene acceso a Dios. Como la verdad salvadora, Jesús ha
dado a conocer el plan redentor de Dios a través de la cruz. Dios, quien dio vida al hombre en la
creación soplando "en su nariz aliento de vida" da nueva vida al hombre a través del Cristo
resucitado, cuyo espíritu permanece dentro del creyente. No hay otro camino por el cual el
hombre pueda tener acceso a Dios, excepto a través del Mesías sufriente quien dio su vida en la
cruz (v. 6). La pregunta de Tomás sobre cómo podían los discípulos conocer el camino, enfatiza
nuevamente su incapacidad de percibir el plan de Dios con respecto al Mesías sufriente. Habían
conocido a Jesús como un hombre terrenal, pero no se daban cuenta de que conocían al Padre,
quien obraba en y a través de él. La hora del Hijo ya estaba cerca. A través de su muerte y
resurrección los discípulos verían manifestado al Padre; así que desde ese tiempo le conocerían y
le habrían visto (v. 7).
Felipe le pidió a Jesús que mostrase el Padre a los discípulos (v. 8). Esta petición revela
que los discípulos no habían entendido la persona ni la obra de Jesús ni sabían que Jesús, como
la Palabra de Dios, revela al Padre: "El que me ha visto a mí, ha visto al Padre" (v. 9). El hecho
de que Jesús es el Verbo de Dios que ha venido significa que él está en el Padre y que el Padre
está en él (v. 10). Las palabras de verdad que él habló no eran las suyas sino que venían del
Padre, así como él mismo era del Padre. Los discípulos debieron haber tenido fe para aceptar que
Jesús es la Palabra de Dios (v. 11). Se les exhortó a creer que Jesús estaba en el Padre y el Padre
en él. Si esta aseveración era difícil de creer, debían recordar las señales y los milagros que el
Padre había hecho a través del Hijo (v. 11). Estos milagros fueron hechos porque el Padre
permanecía en el Hijo y así esas obras eran suyas; de la misma manera, los milagros eran
evidencia de que el Padre estaba en el Hijo.
Se menciona que el Padre permanecía y obraba a través del Hijo con el fin de preparar a
los discípulos para la enseñanza de que el Hijo resucitado y ascendido moraría en ellos (v. 12).
Las obras que el Padre había hecho a través del Hijo ("las obras que yo hago") serán hechas por
aquellos que creen en Cristo. Jesús no prometió que los creyentes podrían lograr cosas mayores
que las que él mismo había hecho. Por cierto, Jesús no dijo que sus milagros habían sido su logro
personal. Prometió a los discípulos que a través de ellos serían hechas obras mayores que las que
habían sido hechas a través de él, porque él iba al Padre (v. 12). Estas obras mayores serían
posibles no porque ellos tuvieran habilidad, sino porque tenían disposición. La fuente de poder
era el Hijo que había ascendido y quien descendería en el Espíritu Santo para hacer que estas
obras se hiciesen a través de los discípulos. Las obras mayores prometidas a los discípulos eran
la reunión de los escogidos en la iglesia. Además, los discípulos podían estar seguros de que las
peticiones que se hicieran en el nombre del Hijo serían concedidas porque el Padre se glorificaría
a través de ellos (v. 13). Mientras que el Padre recibiera la gloria de lo logrado, los discípulos
podrían pedir cualquier cosa en el nombre de Jesús, y su Señor se la concedería (v. 14).
Conclusión
Los cristianos tienen que recordar que Jesús no dijo que había hecho las grandes obras de
su ministerio a través de su propio poder. Lo que él hizo fue en colaboración con el Padre y fue
hecho por el poder del Padre. Muchos cristianos viven vidas derrotadas porque creen que el
servicio cristiano depende de sus propias habilidades y recursos. Puesto que Satanás es más
fuerte que el hombre, las obras cristianas basadas en recursos humanos (lo que yo puedo hacer
para Dios) están destinadas al fracaso porque el adversario vence los esfuerzos humanos. El
orgullo o pecado hace que el cristiano piense que el éxito en el servicio depende de él mismo. El
hombre de fe debe reconocer que no puede hacer nada por sí solo, sino que los logros espirituales
son obra del Padre.
Por fe el hombre vive con la confianza de que el Padre desea lograr grandes obras a
través de él, de modo que lo que se pide en el nombre de Cristo, se hará. La única condición es
que se le tiene que dar el honor (glorificar) al Padre por lo que hace a través del creyente. El
siervo cristiano no debe permitir que el orgullo le haga tomar las obras de Dios como suyas.
***
7
EL DISCURSO DE DESPEDIDA DE JESÚS
Juan 14:15—17:26
Introducción
Después de contestar la pregunta de los discípulos sobre el lugar a donde iría, y después
de asegurarles que no los abandonaría, les dio instrucciones antes de su muerte Los discípulos no
entendían el conflicto entre el reino de Dios y el príncipe espiritual de este mundo Ellos
únicamente habían conocido a Jesús como un hombre terrenal Cuando lo reconocieron como el
Mesías, concluyeron que era el Mesías terrenal que guiaría a la nación judía contra el imperio
romano Jesús les había dicho que era el Hijo del Hombre que había bajado del cielo y ascendería
nuevamente a su Padre Como el Rey celestial, su reino iría mas allá de las limitaciones terrenales
Sus seguidores recibirían poder celestial puesto que se les daría el Espíritu de Verdad Este poder
los prepararía para el conflicto con el enemigo, el mundo —el dominio de Satanás Continuarían
en este mundo por un tiempo pero no serian de este mundo.
Jesús indico que el amor debía motivar la obediencia de sus discípulos (v 15) Los
mandamientos que ellos tenían que guardar no se han enumerado sin embargo las enseñanzas de
Jesús a ti aves del Evangelio están llenas de instrucciones que los discípulos habían de obedecer
El mandamiento mas sobresaliente era enseñar la verdad Para llevar a cabo este mandamiento,
Jesús prometió que rogaría al Padre que diera a los discípulos otro Consolador" que
permanecería con ellos para siempre (v 16) "Otro" se refiere a uno de la misma clase La palabra
"Consolador", paracleto, significa uno que es llamado a auxiliar a otro. Se la ha traducido con
palabras como abogado, ayudador, consejero y consolador. Jesús usó paracleto para referirse al
Espíritu Santo que estaría dentro de los discípulos y permanecería con ellos para siempre (v. 17).
Quizá Jesús usó la palabra para enfatizar la descripción rabínica del Espíritu Santo como
el Espíritu de profecía. C. K. Barrett sugiere que su significado se puede entender mejor al
considerar el uso de "parakalein" y "paraklesis", las cuales se relacionan.1 Ambas se refieren a
la predicación profética cristiana. Como la Palabra de Dios, Jesús había proclamado la verdad del
Padre, que él era el Mesías enviado por el Padre para libertar al hombre de la cautividad del
pecado. Esta liberación se lograría a través de su muerte y resurrección. Este mensaje se daría a
conocer a todos los hombres. Los discursos largos de Juan instruían a los discípulos sobre el
significado del mensaje, a fin de que pudiesen proclamarlo al mundo. Para completar la obra de
redención, era necesario que Jesús muriese y volviese al Padre. Sin embargo, no dejaría a los
discípulos sin ayuda en la realización de una tarea que era muy grande para ellos. Enviaría al
Paracleto (el Espíritu de profecía), quien es el Espíritu de verdad. El Paracleto que permanece
dentro capacitaría a los discípulos para entender la verdad de la cual hablaba Jesús (v. 17). Las
personas del mundo que no habían recibido al Espíritu no entendían cómo la victoria mesiánica
vendría a través del sufrimiento del Rey y no por una conquista militar. A los discípulos no se les
dejaría huérfanos para enfrentarse solos a sus adversarios, porque Cristo vendría a ellos en la
persona del Espíritu de verdad (v. 18).
Jesús volvió a enfatizar que su muerte significaría su partida del mundo (v. 19). Su
partida de la vida en un cuerpo humano no significaba, sin embargo, que estaría alejado de sus
discípulos. La declaración de Jesús de que sus discípulos lo verían, probablemente fuese una
referencia a la resurrección y sus apariciones posteriores por las cuales ellos sabrían que estaba
vivo (v. 19). Su resurrección los haría comprender que él estaba en el Padre y el Padre en él (v.
20). La misma unidad que existía entre el Padre y el Hijo existiría también entre Jesús y los
discípulos y significaría que ellos también tenían vida.
No era suficiente que los discípulos entendiesen la verdad divina y conociesen los
mandamientos de Jesús, debían guardarlos y obedecerlos (v. 21). Una característica del amor es
que se tiene que expresar. Dios amó al mundo y dio a su Hijo. El discípulo que ama a Dios
guarda sus mandamientos. Aquel que expresa su amor por Cristo con obediencia es amado por el
Padre. El Padre se da a conocer a aquellos que él ama (v. 21).
Judas (no el Iscariote), quizá Tomás, le preguntó a Jesús cómo se iba a revelar al mundo
(v. 22). La pregunta revelaba que los discípulos continuaban pensando únicamente en términos
de este mundo. No habían comprendido el orden celestial que no puede ser conocido
directamente por el orden físico. Podían formarse el concepto de un Dios trascendente quien es
Espíritu e invisible, pero tenían dificultad en comprender cómo Jesús era más que lo manifestado
por su naturaleza terrenal. No entendían que el Hijo era el Verbo encarnado que dejaría atrás su
cuerpo humano aunque mantuviera la forma humana. Después de su resurrección no se
manifestaría al mundo, sino sólo a sus discípulos. Entre las apariciones después de la
resurrección del Hijo y la aparición gloriosa en las nubes en el cielo, el Padre y el Hijo hacen su
morada con aquellos que aman a Cristo y guardan su Palabra (v. 23).
Los judíos comprendían que Dios moraba en el templo. Después de la resurrección, el
Hijo y el Padre permanecerían en el corazón de cada creyente, el que llega a ser el templo. Jesús
recordó a sus discípulos nuevamente que sus palabras no eran suyas sino del Padre que lo había
enviado (vv. 24, 25).
Previamente Jesús había hablado del Paracleto como el Espíritu de verdad (v. 16). En el
versículo 26, el Paracleto se identifica con el Espíritu Santo que enviaría el Padre en el nombre
del Hijo. Sería enviado después que el Hijo hubiera sido levantado de la muerte y hubiera
ascendido al Padre. Su propósito sería capacitar a los discípulos para entender y recordar lo que
Jesús les había enseñado (v. 26). Sería enviado en el nombre del Hijo porque su obra sería en
relación con él. No sería introducida ninguna revelación nueva, pero el Paracleto capacitaría a
los discípulos para entender lo que Cristo había revelado.
Después de asegurar a los discípulos que otro como él permanecería con ellos, Jesús les
ofreció paz (v. 27). El mundo usaba paz en un saludo para expresar la esperanza de que Dios les
brindara bendiciones. Jesús ofreció paz como una bendición positiva. Significaba la ausencia de
temor y turbación de corazón porque lo que él iba a lograr en la muerte quitaría el temor más
grande del hombre. Su partida de ellos no significaba una separación definitiva, porque
regresaría a ellos (v. 28). Tampoco significaba que ellos se sentirían solos, porque un Consolador
como él mismo vendría a morar con ellos. En vez de que su muerte significara temor y tristeza,
produciría gozo y contentamiento, porque significaría su regreso al Padre (v. 28). La expresión
"el Padre es mayor que yo" ha creado dificultad para los creyentes en la Trinidad. Jesús no estaba
diciendo que el Padre es mayor en esencia o en naturaleza, sino en posición.
Las palabras que Jesús habló serían entendidas cuando sucedieran los eventos (v. 29).
Los discípulos confiarían en su Maestro cuando vieran las palabras verificadas por los eventos
que pronto ocurrirían. El tiempo que Jesús tenía para instruir a sus discípulos ya estaba llegando
a su fin, porque el tiempo de Satanás, el rey de este mundo, ya se estaba acercando (v. 30).
Satanás en su poder espiritual que ejecuta su obra a través de hombres y mujeres bajo su control
(bajo el control del pecado). El príncipe de este mundo estaba logrando hacer su obra por medio
de Judas y de los líderes judíos que estaban determinados a matar a Cristo. Satanás ganaría una
victoria aparente, pero Jesús afirmó que Satanás no tenía mayor poder que él (v. 30). La victoria
transitoria de Satanás sería permitida por el Padre, pero no sería su propio logro (v. 31). Jesús no
se había sometido a Satanás ni al pecado, sino que guardaba los mandamientos de su Padre y era
obediente a aquel que amaba (v. 31). El hombre obedece (es controlado por) al príncipe del
mundo o al Padre. La obediencia suprema de Cristo a la voluntad del Padre significaba morir en
la cruz. Este acto de obediencia demostraba al mundo que él amaba al Padre.
"Levantaos, vamos de aquí" (14:31) ha hecho que algunos eruditos piensen que algo del
material de los capítulos 14-17 está mal ubicado. El capítulo 18 comienza diciendo que Cristo y
sus discípulos salieron y cruzaron el arroyo de Cedrón. Algunos han sostenido que el material de
los capítulos anteriores no pudo haber sido enseñado en el tiempo transcurrido entre la partida de
Jesús y los discípulos del aposento alto y su llegada a Getsemaní. Quizá hayan parado en el
camino, posiblemente en el templo, o el grupo pudo haberse quedado otro rato en el aposento
alto después de que Jesús sugirió que saliesen.
Jesús usó la vid para ilustrar la unión de los creyentes con él. Las vides se usan
frecuentemente en el Antiguo Testamento y en los Evangelios sinópticos para describir la
relación de Dios con su pueblo. Israel fue descrito como los pámpanos en la viña de Dios con la
responsabilidad de producir fruto. El fruto de la vid se usó para simbolizar la sangre del nuevo
pacto. Era natural que Jesús usara la vid para ilustrar su relación con sus seguidores.
Jesús se comparó con la vid y al creyente con el pámpano que lleva fruto (vv. 1, y 2). El
Padre representa al labrador que corta las ramas que no producen fruto. Si una vid no es podada,
crece sin producir fruto. El cortar pámpanos muertos no enseña que algunos creyentes se
volverán improductivos y perderán su salvación. El énfasis de la ilustración está en producir
fruto. Quitar las ramas muertas era parte de la ilustración de la vid.
La aplicación espiritual de la ilustración se nota por el cambio del verbo quitar a limpiar
(v. 2). Los discípulos ya habían sido purificados por el poder activo de la palabra de Jesús (v. 3).
La palabra de salvación de Jesús había traído a su reino a los primeros miembros del pueblo
escogido de Dios. El hecho de que habían sido escogidos no significaba que podían lograr el
fruto que se requería del pueblo de Dios, a través de sus propios esfuerzos. Los judíos habían
aseverado que eran el pueblo de Dios por ser los descendientes de Abraham, pero eran infructífe-
ros. Los discípulos habían sido podados o limpiados a fin de que fueran fructíferos. La presencia
de Dios permanecería con y haría fructífero únicamente al pueblo purificado.
Para ser fructífero es necesario permanecer en Cristo así como los pámpanos permanecen
en la vid (v. 4). Un pámpano que es cortado de la vid no puede vivir. Su relación con la vid
resulta esencial para que pueda sacar elementos nutritivos de la tierra. De igual manera, la fuente
de poder y éxito para el servicio cristiano es la vid. El pámpano sirve como un vehículo por el
cual el poder divino corre para producir fruto. Se les prometió a los discípulos que ellos llevarían
mucho fruto si permanecían en Cristo (v. 5). Si procuraran llevar fruto por su propia fuerza, no
tendrían éxito. Cristo es la fuente de poder para el servicio de un cristiano. Si procura lograr
obras espirituales a través de los recursos de su naturaleza carnal, no llevará fruto.
Una persona que pretende ser parte del pueblo de Dios sin permanecer en Cristo es como
un pámpano que no ha sido limpiado y se le ha permitido secarse antes de quemarlo (v. 6). Los
creyentes, sin embargo, no están en esa condición porque Cristo como el Verbo ha venido para
permanecer en ellos a través de la fe (v. 7). Los cristianos han sido fructíferos porque tienen
acceso ilimitado al poder de Dios a través de la oración (v. 7). El vivir una vida fructífera no
depende de lo que uno logra a través de sus propias acciones, sino de lo que hace el Padre a
través de la vida del creyente en respuesta a sus peticiones de fe (v. 7). El Padre desea que se
produzca mucho fruto a través de sus discípulos porque se glorifica en ellos; alguien infructífero
que dice ser cristiano no trae gloria al Padre ni da evidencia de ser un discípulo (v. 8).
Los discípulos pueden tener confianza en que Jesús escuchará y contestará sus peticiones
debido a su amor hacia ellos (v. 9). Puesto que el Padre amaba a Jesús, no dejó de contestar la
oración de su Hijo. De la misma forma el Salvador no dejará de responder a las peticiones de su
pueblo redimido. Para ser fructífero se requiere hacer la voluntad de Cristo guardando sus
mandamientos (v. 10). Jesús fue obediente a los mandamientos de su Padre; así que nunca temía
que sus peticiones no fueran escuchadas. El discípulo que obedece a Jesús permanecerá en el
amor de Cristo, que significa que se le proveerán recursos para lograr los cometidos espirituales
que se le hayan dado. Un discípulo que vive obedientemente y que experimenta el poder de su
Señor obtiene gozo para él y para su Señor (v. 11).
La voluntad de Cristo para sus discípulos se resume en el mandamiento de que se amen
los unos a los otros (v. 12). El amar a alguien genuinamente significa estar ocupado en asuntos
que agradan a esa persona. La vida de amor es la vida de servicio al prójimo. No es un
sentimiento de emoción que se disfruta egoístamente, sino una acción que se tiene que expresar.
El supremo ejemplo de amor es dar la vida por sus amigos (v. 13). Lo opuesto al amor es el odio
que significa dar la vida para propósitos egoístas y no para ayudar a los necesitados. En vez de
que la muerte de Cristo fuese una demostración de su debilidad y derrota, fue una expresión de
su amor y el medio por el cual dio victoria a sus seguidores. Sus discípulos respondieron a sus
enseñanzas al creer en él; fueron sus amigos, objetos de su amor, el cual hizo que diera su vida
(v. 14).
Aunque los cristianos han de servir en el reino, su relación con Jesús no es la de un
esclavo a un amo que señorea sobre sus súbditos (v. 15), sino que los siervos se unen al amo
como amigos para llevar a cabo la obra que tienen por delante. El hecho de que Jesús
compartiera con sus discípulos los planes y propósitos de su Padre da evidencia de que la
relación de Jesús y los discípulos se describe mejor como de amigo a amigo en lugar de esclavo a
amo.
La descripción de los discípulos como amigos no significa que ya no sean siervos. Cada
cristiano ha sido escogido por Cristo y se le ha dado la responsabilidad de llevar fruto en el reino
(v. 16). El fruto que se lleva como resultado de permanecer en la vid es permanente porque es
producido por el Padre en respuesta a las peticiones hechas en el nombre del Hijo (v. 16). Jesús
recordó a sus discípulos nuevamente que el fruto que ellos habrían de llevar era el amor de los
unos por los otros. Es imposible que el incrédulo ame dado que es orgulloso y egoísta por el
hecho de ser pecador. Es posible que Dios, quien es amor, produzca el fruto de amor en los que
viven guiados por la clase de fe que espera que el Padre haga lo prometido.
El conflicto de los discípulos con el mundo
15:18-25
Las enseñanzas de Jesús dejaron de ocuparse de la relación de los discípulos con él para
ocuparse de sus relaciones con el mundo. La relación con él trae hostilidad y oposición del
mundo. La iglesia experimenta el odio del mundo durante los tiempos de persecución. El odio es
lo opuesto del amor. El amor involucra estar dispuesto a sacrificarse uno mismo a fin de
beneficiar al objeto del amor. El odio es la inclinación a sacrificar a los demás a fin de
beneficiarse uno mismo. Puesto que el mundo odiaba al Hijo de Dios, los discípulos podían
esperar que a ellos también se les odiase (v. 18). El odio del mundo se expresó hacia Jesús por
medio de la burla, el rechazo y la muerte a manos de los judíos. Aquellos que son del mundo no
experimentan oposición, porque el mundo ama a los suyos (v. 19). La misión de Jesús era la de
quitar a sus escogidos del control de Satanás, pero dejándolos en el mundo para servirle al
pueblo: "porque no sois del mundo, antes yo os elegí del mundo, por eso el mundo os aborrece"
(v. 19). Los discípulos podían estar presentes en el reino histórico, el mundo, sin unirse a los
hombres pecaminosos de ese reino bajo el liderazgo de Satanás, en oposición a Dios. Los
cristianos no son de este mundo, y por eso no son amados por el mundo aunque vivan en él.
Cuando surge la persecución, el siervo cristiano tiene que recordar que él no es mejor que
su Señor, quien experimentó persecución y muerte (v. 20). Los cristianos no serían perseguidos
por su fe si no guardaran la Palabra de su Señor. Los que siguen la voluntad de Dios se opondrán
a las obras del diablo y se hallarán en conflicto con las personas entregadas a las costumbres
mundanales. El conflicto no surge porque el cristiano es parte de la raza humana y está siendo
rechazado, sino porque los que están en el mundo no conocen a Dios y están en un estado de
rebelión en contra del Creador a quien el cristiano sirve (v. 21). No habrían reconocido su
rebelión y no habrían sido culpables de rechazar a Dios si el Hijo no hubiera venido para darles a
conocer al Padre (v. 22). Puesto que el Hijo revela el camino del Padre, saben lo que es recto y
no tienen excusa por sus pecados.
Jesús era odiado por aquellos que estaban en rebelión en contra del Padre, puesto que la
obra de Jesús no era independiente de la actividad de Dios (v. 23). Las obras milagrosas que
Jesús hacía entre los judíos hacían evidente que el Padre estaba en él. La incredulidad de los
judíos en Jesús, a quien habían visto, era un rechazo del Padre y los hacía culpables ante él (v.
24). Al hombre se le pueden perdonar todas sus culpas excepto el rechazo de su Creador, quien
se dio a conocer por medio de su Hijo. Esta actitud hostil de los judíos no era esperada, a pesar
de que había sido predicho en su ley que sin una causa odiarían al Mesías (v. 25). La ley se
refiere a las Escrituras del Antiguo Testamento. El énfasis está puesto en "su" ley, ya que los
judíos decían guardarla. Los judíos no podían entender su propia ley que predecía el trato
inesperado que darían al Mesías.
Aunque los judíos no podían entender su ley, los discípulos podían entenderla porque el
Paracleto, el Espíritu de verdad, sería enviado a través de Jesús por el Padre (15:26). Como el
Espíritu de profecía, el Paracleto inspiraría al entendimiento de los discípulos concerniente a
aquellas Escrituras del Antiguo Testamento que hablaban de él. En el Antiguo Testamento, el
Espíritu fue enviado del Padre al profeta para capacitarlo para hablar de la Palabra de Dios
—"así ha dicho el Señor". El Espíritu de verdad permanecería en los discípulos a fin de
capacitarlos para proclamar el mensaje de Dios que da testimonio del Verbo divino que se hizo
carne. Además de capacitar a los discípulos para entender el Antiguo Testamento, el Espíritu de
verdad los iluminaría para que comprendieran las enseñanzas y obras de Jesús que habían visto y
oído mientras que estuvieron con él (15:27).
Si los discípulos no entendían las enseñanzas de Jesús, tropezarían como los judíos
(16:1). Puesto que el Espíritu iluminaba su entendimiento, aun cuando los expulsaran de la
sinagoga, no impedirían que ellos lo siguieran (16:2). Los hombres del mundo a quienes no se les
había dado el Espíritu concluirían que estaban haciendo un servicio a Dios al matar a los
discípulos de Jesús. Esta predicción halló su cumplimiento en la muerte de Esteban y la temprana
persecución de los cristianos por parte de Saulo de Tarso.
Antes de que una persona llegue a conocer al Padre en Cristo, no tiene al Espíritu de
verdad que le capacite para entender la voluntad de Dios y para identificar al Mesías (16:5).
La persecución y la amenaza de muerte harían posible que los cristianos dejaran su fe si
no tuviesen el Espíritu que los capacitara para conocer al Padre y entender su propósito. La hora
de persecución no vendría a los discípulos inesperadamente, porque el Hijo les había prevenido
(16:4). Cuando su predicción fuera cumplida, el Espíritu les recordaría lo que él había dicho y su
fe se fortalecería. No había habido necesidad de prevenir a los discípulos de peligro mientras que
Jesús estaba con ellos, puesto que él estaba disponible para animarlos a enfrentar la adversidad y
protegerlos. Después de su partida, los discípulos necesitarían su Palabra para guiarse a través de
la adversidad (16:5).
Al mencionar Jesús que él dejaría a los discípulos y volvería a aquel que le había
enviado, le preguntaron a dónde iba (16:5). Sus enseñanzas con respecto a su partida hicieron
que los discípulos se pusieran tristes (16:6). Quizá esta tristeza resultara de la pena de la partida
de Jesús, pero incluía también elementos de frustración y desesperación. Los discípulos creían
que la muerte de Jesús significaba el fin del movimiento mesiánico al que ellos se habían
entregado de corazón. Jesús les aseguró que su muerte en la cruz y ascensión al Padre serían para
beneficio de ellos (16:7). Mientras que él estuviera presente en la carne, el Paracleto, que es de
la misma naturaleza que Jesús, no vendría para morar en ellos y trabajar a través de ellos. La
partida de Jesús significaba su muerte en la cruz y su ascensión al Padre. También significaba
que él y el Padre estarían presentes con los discípulos en el Espíritu Santo de la misma forma que
el Padre había estado presente en el ministerio terrenal de Jesús.
La obra de los discípulos no podía ser hecha sin la presencia del Espíritu. Su trabajo era
llevar el testimonio de Cristo y predicar el evangelio del reino. Los hombres no entenderían el
mensaje ni responderían en fe sin que interviniera el Espíritu Santo. Antes de que un hombre se
arrepienta y entre al reino, tiene que estar convencido de su pecaminosidad por haber rechazado
a Cristo (16:8). Esta convicción viene únicamente después de que el Espíritu de verdad le guía a
entender su error. La esencia del pecado es la incredulidad o rechazo a Jesús.
Los judíos creían que la justicia se lograba a través de guardar la ley. Jesús enseñó que la
justicia se logra creyendo en él y obedeciéndole. Después de la partida del Hijo, la obediencia
tiene que estar bajo la dirección del Espíritu que convence al mundo de justicia (16:10). Los
hombres que son controlados por la carne juzgan que los valores de la vida son materiales y
mundanales. Jesús enseñó que los valores verdaderos son el amor hacia Dios y hacia el prójimo.
Estos valores son rechazados por el mundo hasta que el Espíritu de verdad convenza a una
persona de que la mundanalidad y el príncipe de este mundo ya han sido condenados (16:11).
Satanás entró en Judas y en los principales sacerdotes para elaborar un plan para matar al Hijo
del Hombre. Su plan fracasó y perdió la batalla cuando Dios levantó a Jesús de los muertos.
Satanás juzgó a Jesús como un impostor, pero Dios anuló ese juicio y lo declaró su Hijo. Las
obras de Satanás fueron expuestas como malas, y una de las tareas del Espíritu es convencer al
mundo de que Satanás y sus métodos ya han sido juzgados.
Para aquellos que esperaban un tipo distinto de conflicto entre el reino de Dios y su
adversario, las enseñanzas de Jesús eran difíciles de comprender. Jesús tenía enseñanzas
adicionales que compartir con los discípulos, pero ellos no las podrían entender hasta que
hubieran comprendido el significado del sufrimiento, la muerte y la resurrección del Mesías
(16:12). Después de estos eventos, el Espíritu guiaría a los discípulos a discernir el significado de
estos acontecimientos, y a entender la verdad relacionada (16:13). No se introduciría ninguna
nueva doctrina, pero las que se habían mencionado se amplificarían y se relacionarían con
eventos esperados en el futuro. El Espíritu glorificaría a Jesús al mostrar que la muerte,
resurrección y ascensión estaban relacionadas con los eventos futuros (escatológicos) del reino
(16:14). El Mesías sufriente no había sido parte de las expectaciones de Israel en cuanto a un
reino mesiánico glorioso. El Espíritu de verdad glorificaría a Jesús al ayudar a los discípulos a
entender que su muerte y resurrección eran parte de la esperanza mesiánica. No había
contradicción entre lo que enseñaba Jesús y lo que el Padre había revelado en el Antiguo
Testamento, porque todo lo que poseyera el Padre, pertenecía al Hijo también (16:15). La obra
iluminadora del Espíritu Santo sería la de mostrar que las enseñanzas de Jesús coincidían con lo
que decían las Escrituras.
Los Evangelios sinópticos revelan que los discípulos rechazaban las enseñanzas de que
Jesús tendría que ir a Jerusalén a sufrir. Cuando Jesús murió en la cruz, sus seguidores, aparente-
mente, concluyeron que su causa se había perdido. Algunos de ellos estaban listos para volver a
sus ocupaciones anteriores. Su frustración y desesperación se tornaron en ánimo y esperanza
después de que el Espíritu vino en Pentecostés y les permitió entender lo que Jesús había estado
enseñando respecto a su muerte y resurrección. Juan enfatizaba que el problema que tenían los
discípulos era entender las enseñanzas de Jesús y cómo su muerte y resurrección podían ser parte
del plan de Dios. Después de la muerte de Jesús y su ascensión al Padre, los discípulos ya no lo
verían por un tiempo breve, pero más tarde lo verían nuevamente (v. 16). El tiempo cuando le
volverían a ver sería a su regreso después de que hubiera ido al Padre (v. 17).
Los discípulos hablaban del problema entre ellos, pero estaban indecisos si debían
preguntarle más a Jesús (v. 18). Juan enfatizó la naturaleza celestial de Jesús al señalar que él
conocía los deseos y las preguntas de los discípulos aunque ellos no se los expresaran (v. 19).
Estos versículos relatan la partida de Jesús de los discípulos por su muerte, su regreso en la
resurrección y su partida en su ascensión al Padre y su segunda venida en la plenitud del reino.
Su muerte y resurrección eran necesarias para establecer el reino de Dios. Su partida incluyó los
acontecimientos de su muerte, resurrección y ascensión al Padre. Su regreso después de un
tiempo breve quizá fuese una referencia al Hijo del Hombre glorioso que aparecería en las nubes.
Aunque estas enseñanzas estaban basadas en el Antiguo Testamento y en los escritos
apocalípticos, la esperanza mesiánica nunca había sido explicada en esta forma anteriormente.
Así que era difícil que los discípulos entendieran.
Puesto que el mundo estaba bajo el control de un poder extraño, se regocijaría en la pena
y el sufrimiento de los siervos de Dios (v. 20). Jesús previno a sus discípulos de que ellos
experimentarían un tiempo de pena pero que finalmente se transformaría en gozo. Usó la
ilustración de una mujer que experimenta dolor antes del parto, pero ese dolor se convierte en
gozo al nacer el hijo (v. 21). Muchos han concluido incorrectamente que al convertirse en
cristianos eliminan penas y dificultades. Jesús enfatizó que el seguirle significaba tener la
oposición de su adversario. Este conflicto traería sufrimiento, pero en la venida gloriosa del Hijo
del Hombre el sufrimiento se convertirá en gozo y victoria (v. 22).
Durante el tiempo entre la ascensión de Jesús al Padre y su regreso, no estaría presente
con ellos para que pudieran hacer más preguntas. Sin embargo, podrían hacer cualquier pregunta
al Padre, y él les contestaría a través del Espíritu de verdad en el nombre de Jesús (v. 23). El
Espíritu Santo les enseñaría todas las cosas y les proveería del conocimiento de que era
realmente necesario. Si el versículo 23 se refiere a pedir en oración. Jesús quería decir que las
futuras peticiones de los discípulos se dirigirían a Dios Padre en el nombre del Hijo. Los
discípulos no habían hecho peticiones al Padre en el nombre del Hijo antes (v. 24). Después de
que el Hijo se hubiera alejado de ellos, podrían hacer tales peticiones y recibirían respuestas que
les completarían su gozo.
Jesús había hablado en un lenguaje figurado, que no era fácil de comprender para los
discípulos (v. 25). Los discursos sobre el pastor y la vid habían sido difíciles de entender y en la
hora después de la resurrección, Jesús les hablaría claramente sobre el Padre. Las apariciones
después de la resurrección de Jesús y la venida del Espíritu Santo permitirían a los discípulos
percibir lo que estaba diciendo Jesús. Los discípulos entenderían su relación con el Padre y
harían peticiones en su nombre (v. 26). Puesto que no había ninguna división entre el Hijo
misericordioso y el Padre justo, no sería necesario que Jesús le rogase al Padre en bien de sus
discípulos. La actitud del Padre hacia los que amaban a su Hijo y creían que él venía del Padre
no tendría que ser cambiada, porque él ya amaba a aquellos que amaban a su Hijo (v. 27).
Después que Jesús repitió que él había descendido del Padre para tomar carne humana y
que regresaría al Padre, los discípulos concluyeron que su discurso era claro y que ellos lo
entendían perfectamente (v. 28, 29). No eran tan atrevidos como para decir que entendían todo,
pero expresaron su confianza en que Jesús conocía todas las cosas, así que no harían más
preguntas (v. 30). Este breve discurso había empezado con la reflexión en privado de los
discípulos en cuanto a lo que había dado a entender Jesús cuando dijo: "Todavía un poco, y no
me veréis; y de nuevo un poco, y me veréis; porque yo voy al Padre" (v. 16). Quizá los
discípulos afirmaron que su disertación había sido clara para cubrir su falta de conocimiento.
Jesús puso a prueba la legitimidad de su aseveración de que creían que él había venido de Dios
(v. 31). Cuando fuera crucificado, ellos se dispersarían y regresarían a sus casas en completa
confusión (v. 32). A pesar de que sus seguidores lo abandonarían, Jesús confiaba en que su Padre
estaría con él durante la crucifixión (v. 32). La falta de entendimiento y de fe profunda en Dios
por parte de los discípulos resultaría en corazones turbados al ver que sus esperanzas mundanales
se desvanecían durante su juicio y muerte. Su regreso a sus hogares revelaría su falta de
entendimiento a pesar de sus aseveraciones de que comprendían lo que él decía.
El abandono de los discípulos fue predicho a fin de que supiesen que ya había sido
previsto y no se atormentasen demasiado con remordimientos sino que tuviesen paz (v. 33). En
contraste con la paz que Jesús les daría, el mundo les daría tribulaciones. La crucifixión de Jesús
sería una aflicción causada por el mundo (v. 33). La derrota del mundo garantizaba que la
tribulación que causara no sería perpetua. El hecho de vencer al mundo se refiere al principio del
mal en el mundo que ha causado pena, sufrimiento y problemas. Aquellos que creen en Cristo
pueden tener valor porque compartirán con él la victoria sobre el mundo.
La oración de despedida
7:1-26
La oración de Jesús tiene cuatro partes:
Después que Jesús completara su discurso a sus discípulos dirigió su atención al Padre
celestial y le pidió que lo glorificase (v. 1). La gloria del Padre se manifestaría cuando ganara la
victoria sobre el adversario a través de la muerte y resurrección de su Hijo. El Hijo sería
glorificado a través de la resurrección por la cual se manifestaría su divina naturaleza y la
aprobación del Padre.
Como el divino Hijo de Dios, Jesús había ocupado una posición de autoridad sobre toda
la humanidad que había creado (v. 2). A través de su encarnación, muerte y resurrección, él
podía dar vida eterna a todos los que el Padre había escogido como su pueblo. Esta vida eterna se
define como conocimiento de Dios y de su Mesías (v. 3). Aquellos que rechazan al Mesías y su
salvación y escogen continuar en pecado no conocen al Padre.
Las obras milagrosas de Jesús fueron hechas por el poder del Padre, y manifestaron la
gloria del Padre en la tierra (v. 4). Su última obra en la tierra, obedeciendo la voluntad de Dios,
sería morir. Había llegado el tiempo en que su naturaleza divina y su relación con el Padre se
manifestasen a través de su muerte, resurrección y ascensión (v. 5).
Las peticiones de Jesús por sus discípulos (17:6-19)
AI orar por sus discípulos, Jesús estaba preocupado por la dependencia de ellos de la presencia
física de él. Su propósito había sido manifestar visiblemente al Dios invisible. Puesto que el
nombre personal de Dios era considerado sagrado, la palabra "nombre" era una referencia para
sustituir a Dios. "He manifestado tu nombre. . ." (v. 6). Jesús había revelado fielmente al Padre y
sus palabras a aquellos que estaban separados del mundo como el pueblo de Dios. Habían sido
predestinados como hijos de Dios y habían aceptado la verdad que había sido dada a conocer a
través de Jesús. Les había enseñado repetidas veces que todas sus palabras eran de Dios y no
suyas (v. 7). Parte del mensaje era que él había venido de Dios, y los discípulos habían aceptado
esa verdad (v. 8).
Las palabras de Jesús eran revelación divina, puesto que habían venido del Padre. El que
los discípulos recibieran sus palabras era un contraste con el rechazo por parte de los demás. El
interés especial de Jesús era hacia aquellos que habían sido predestinados como pueblo de Dios.
Ya habían recibido el mensaje de Dios a través de su Hijo y habían sido separados del mundo (v.
9). Jesús había sido enviado al mundo en una misión que era suya y de su Padre. Había escogido
discípulos que continuarían esa misión en la cual el Padre estaba tan interesado como el Hijo. La
manifestación futura de gloria del Padre y del Hijo sería a través de los discípulos (v. 10). El
futuro de la obra que Jesús había hecho en la tierra dependería del poder del Padre que sostendría
a los discípulos que permanecerían en el mundo. (v. 11).
La pasión próxima de Jesús lo alejaría del mundo a fin de restaurarlo al Padre. Mientras
estaba en el mundo, Jesús había apartado a sus discípulos del mundo. Con su partida ya próxima,
oró que Dios guardara a los discípulos en su nombre como su propia posesión, lo que significaba
que continuarían apartados del mundo (v. 12). Sin dirección ni protección divinas, los discípulos
posiblemente seguirían el curso de Judas, el hijo de perdición. Jesús había perdido únicamente al
que las Escrituras decían que había de perder. Estaba convencido de que el poder del Padre
guardaría a los discípulos del mal durante su ausencia. La obediencia de los discípulos al Padre y
el poder de Dios obrando en ellos los capacitaría para experimentar el gozo de tener a Cristo (v.
13). Este gozo sería una combinación de victoria sobre el mundo y de comunión con el Padre y
es definido como vida eterna. Aunque no podrían encontrar gozo en el mundo que los
aborrecía, su gozo sería completo al estar apartados del mundo (v. 14).
Jesús no pidió que sus discípulos fueran alejados del mundo, porque éste era el lugar
donde tenían que servir (v. 15). Pidió que fueran protegidos del poder del mal mientras que
servían a Dios en un reino hostil. Puesto que no pertenecían al mundo, eran en realidad
extranjeros en el mismo (v. 16). La palabra de Dios, que es verdad, sería la fuente que los
mantendría apartados del mundo (v. 17). Jesús no venía del mundo porque vino desde arriba;
había sido enviado al mundo (v. 18). Los discípulos no eran del mundo porque habían sido
apartados de él y santificados para una misión especial al servicio de Dios. Las vasijas del
templo eran santificadas al rociarlas con la sangre de un sacrificio. A través de su muerte, Jesús
proveería su propia ofrenda de consagración por la cual sería apartado. Su ofrenda de
consagración también sería suficiente para sus seguidores (v. 19).
Jesús se preocupó no sólo por sus discípulos presentes sino por aquellos que creerían en
él como resultado de la predicación de los discípulos (v. 20). El contenido de la oración de Jesús
era concerniente a la unidad de la iglesia, que era como la unidad del Padre y el Hijo (v. 21). La
efectividad de la iglesia en continuar la misión de Cristo depende de que permanezca en Cristo y
en el Padre. La iglesia ha de reflejar la gloria del Padre y del Hijo, y no puede hacer nada para
producir fruto espiritual sin el poder del Hijo (ver 15:5). Cuanto más experimente la iglesia la
permanencia interior del Padre y del Hijo, más podrá manifestar la gloria a fin de que el mundo
pueda creer.
La gloria de Dios, manifestada a través de la muerte y resurrección de Cristo, fue dada a
la iglesia (v. 22). Es necesario ser obediente a la voluntad de Dios y hacer la obra de un siervo
sufriente siguiendo el ejemplo del Maestro. El poder y la grandeza de Dios son manifestados en
victorias logradas a través del pueblo que sigue el camino del servicio humilde. El camino de la
cruz es el de la verdadera gloria para la iglesia tanto como para el Maestro. No indica debilidad
sino fuerza espiritual. El secreto de la fuerza está en la presencia interior de Cristo en los
creyentes (v. 23). Esta presencia interior traerá consigo victorias en la vida de la iglesia y
demostrará al mundo que es enviada y amada por Dios. El sufrimiento de la iglesia no indica que
Dios la está castigando por el pecado, sino que está realizando la voluntad de Dios como sierva
humilde y sufriente.
Solamente aquellos que han sido escogidos a través de la predestinación divina para estar
con Cristo llegan a ser el pueblo de Dios. Cristo oró porque a los escogidos les fuese permitido
estar con él en el reino celestial (v. 24). Estar con Cristo permitiría a los discípulos contemplar su
verdadera gloria y ver el camino de la cruz como el verdadero camino de vida. Aquellos que
rehúsan seguir la voluntad de Dios en servicio humilde pierden la verdad de vida. No pueden ver
que Cristo, quien sufrió y murió en la cruz por los pecados del hombre, ha sido levantado y
exaltado por Dios, cuya voluntad era que su Hijo muriese. A través de la resurrección y
exaltación, el Hijo ha sido revelado en su verdadera gloria como Dios.
Jesús se dirigió a Dios como Padre justo porque el error del mundo fue manifestado por
Dios al condenar a los que rechazaron a Cristo (v. 25). El mundo rechazaría a Cristo y lo pondría
en una cruz. Dios envió a aquel a quien ama eternamente, y lo levantaría a un trono de gloria,
anulando así al juicio del mundo. Por un conocimiento obtenido a ti aves de Cristo, los discípulos
conocían a quien había enviado a Cristo (v. 26). Ellos conocían el amor de Dios a través de su
relación con Cristo en quien permanecía el amor de Dios. El amor de Dios continuaría morando
dentro de los discípulos a través de la permanencia espiritual de Cristo.
***
8
EL SUFRIMIENTO DEL MESÍAS
Juan 18:1—19:42
Introducción
Sólo el Evangelio de Juan mencionó que Jesús apareció ante Anas. Posiblemente, fuera
un examen informal antes de que se presentase ante el Sanedrín para una sentencia formal (v.
13). Anas había servido como sumo sacerdote desde 7 d. de J.C. hasta su deposición por Valerio
Grato, en 15 d. de J.C. El yerno de Anas, Caifás, sirvió como sumo sacerdote desde
aproximadamente 18 d. de J.C. hasta su deposición en 36 d. de J.C. Generalmente, el puesto de
sumo sacerdote se heredaba y era conferido para toda la vida (Nm. 3:32; 25:11 sigs; 32:25, 28).
Los romanos, sin embargo, no respetaban estas leyes judías. Algunos de los judíos más estrictos
pueden haber concluido que Anas continuaba siendo el sumo sacerdote legal aunque los romanos
reconocieran sólo a Caifás.
La ley judía prohibía que se sentenciara a un hombre en el día de su juicio. Un juicio
preliminar ante Anas y el juicio más formal ante Caifás pudieron haber sido un intento para
cubrir el hecho de no tomar en cuenta la ley judía en la condenación de Jesús. Caifás fue
nombrado sumo sacerdote en el año en que Jesús fue condenado y crucificado. Juan nos recuerda
que Caifás había aconsejado a los judíos que era conveniente que un solo hombre muriera por el
pueblo (v. 14; Juan 11:50).
Las negaciones de Pedro son mencionadas en todos los Evangelios. En Marcos también
se menciona que "otro discípulo" acompañaba a Pedro mientras seguía a Jesús, pero su identidad
no se da a conocer (v. 15). Es posible que fuera el discípulo "que Jesús amaba". El discípulo no
identificado era conocido del sumo sacerdote y le fue permitido entrar al patio del sumo
sacerdote (v.15). La palabra "conocido" implica más que un mero conocimiento eventual.
"Significa que la persona descrita era miembro del círculo del sumo sacerdote, posiblemente, un
pariente y él mismo también de linaje sacerdotal, o cuando menos tenía relaciones estrechas con
la familia del sumo sacerdote gobernante"1. Ha sido sostenido que Juan, quien ha sido
identificado como el discípulo amado, no pudo haber ocupado tal posición como para que le
fuese posible ser familiar del sumo sacerdote. Por otro lado, no hay ninguna prueba positiva de
que su madre fuera de una familia sacerdotal.
A Pedro no se le admitió en el patio, pero al otro discípulo sí (v. 16). El discípulo que lo
acompañaba era suficientemente conocido como para lograr la admisión de Pedro. El motivo por
el cual los dos siguieron a Jesús no es seguro. Quizá Pedro todavía tuviera esperanzas de que el
poder de Dios intervendría y que Jesús sería libertado de sus captores. El propósito del autor era
explicar la presencia de Pedro en el patio donde negó a Cristo.
Al entrar Pedro al patio, una sierva que guardaba la puerta lo reconoció y le preguntó si
no era acaso un discípulo de Jesús (v. 17). La forma en que expresó la pregunta indica que
esperaba una respuesta negativa. Esto le facilitó a Pedro negar que fuera discípulo de Jesús (v.
17). Quizá se sintiera culpable por su respuesta falsa y se alejó de la muchacha para mezclarse
con la gente que estaba alrededor del fuego para así evitar que se le hicieran más preguntas
embarazosas (v. 18). El autor explica la razón por el fuego al mencionar que hacía frío.
Jesús fue interrogado por Anas, el sumo sacerdote (v. 19). Debido a interés político, Anas
le preguntó a Jesús acerca de sus seguidores y enseñanzas (v. 19). Quizá quería saber qué estaba
enseñando Jesús sobre el reino y si no estaba planeando una insurrección mesiánica que pondría
en peligro las ventajas económicas y políticas de la familia sacerdotal. Jesús respondió que no
había iniciado un movimiento secreto en contra de los romanos, sino que había enseñado
públicamente en las sinagogas y en el templo (v. 20). Puesto que sus enseñanzas habían sido
dadas en lugares públicos donde los judíos se reunían, era obvio que Jesús no había tratado de
guardar sus enseñanzas y movimiento en secreto (v. 20).
C. K. Barrett dice que Juan omitió completamente la discusión con respecto a la misión
mesiánica de Cristo. Pero la negación de Jesús de que había comenzado algún movimiento
secreto indica que Anas implicaban que Jesús había estado preparando una insurrección armada.
Jesús se dio cuenta de que el sacerdote haría poco caso a su respuesta, así que invitó a Anas a
que preguntase a aquellos que lo habían escuchado hablar (v. 21). De acuerdo con la ley rabínica,
no era procedimiento correcto que un sacerdote abriera un juicio interrogando al acusado. La
forma correcta era interrogar a los testigos.
La respuesta de Jesús debe ser interpretada a la luz de la decisión tomada por los líderes
judíos de matarlo. Aunque la pregunta del sacerdote era impropia, la respuesta de Jesús hizo que
uno de los oficiales lo golpeara en la cara (v. 22). Esta acción demostró más lo impropio de este
juicio. Era característico, sin embargo, de aquellos que están determinados a probar un caso sin
tener en cuenta la verdad. Anas concluyó que no podía hacer ningún progreso en el examen
informal. De modo que envió a Jesús atado a Caifás, quien también es identificado como sumo
sacerdote. No es seguro si Jesús fue enviado a otro patio o si Caifás estaba cerca. El relato de las
negaciones de Pedro no da ninguna indicación de que hayan cambiado de lugar.
La narración vuelve a las negaciones de Pedro, quien se unió al grupo que estaba
alrededor del fuego para calentarse. Otra vez le preguntaron si era discípulo de Jesús (v. 25). De
nuevo se implica que esperaban una respuesta negativa por la forma en que se le preguntó;
consecuentemente, fue fácil para Pedro negar alguna relación o conocimiento de Jesús. Su
respuesta, sin embargo, no satisfizo a todos los que estaban presentes. El esclavo del sumo
sacerdote, quien era familiar de aquel a quien Pedro le cortó la oreja, lo presionó más. Pedro,
posiblemente, había ido al pórtico después de haber contestado la segunda pregunta, pero
continuaron demandando una respuesta. La forma de hacer la tercera pregunta indica que
esperaban una respuesta afirmativa. El siervo del sumo sacerdote pensaba que había visto a
Pedro en el jardín con Jesús, pero el alumbrado no era bueno y la identidad no era segura. Juan
simplemente dice que Pedro negó una tercera vez, y el gallo cantó inmediatamente (v. 27). El
autor no menciona los juramentos y maldiciones de Pedro ni las otras reacciones que son
presentadas en los Sinópticos.
El juicio romano de Jesús 18:28—19:16
Aunque Juan mencionó que Jesús fue llevado ante Caifás para su juicio, no describió lo
que sucedió. Después de una descripción de las negaciones de Pedro, Juan hizo notar que
después de estar ante Caifás, Jesús fue llevado al pretorio, la residencia oficial del gobernador
provincial (v. 28). Generalmente, el gobernador romano residía en Cesárea, pero aparecía en
Jerusalén durante las grandes fiestas para reprimir los disturbios por parte de los judíos. Los
judíos tenían acceso al pretorio pero prefirieron permanecer afuera a fin de evitar contaminarse
con los gentiles, lo que los imposibilitaría para participar en la pascua (v. 28). Los judíos que
entraban a las moradas de los gentiles eran considerados impuros.
El prejuicio de los judíos no hizo reaccionar a Pilato, cuya preocupación era mantener el
orden durante la fiesta. Para complacer a los judíos salió a recibirlos (v. 29). Puesto que el
Sanedrín no debía reunirse por la noche, el juicio ante Caifás pudo haberse extendido hasta
después de las 6 de la mañana, a fin de que fuese legal.
Los judíos debían llevar una acusación que preocupara al tribunal romano. Habían
determinado que Jesús debía morir, pero sus cargos no serían aceptados en una corte romana; así
que estaban en una situación algo difícil. Cuando Pilato exigió una acusación específica en
contra de Jesús, los judíos contestaron con generalidades diciendo que era un malhechor (v. 30).
Parece que respondieron indignados ante Pilato, pues, interpretaron su pregunta como un desafío
a su integridad. Nuevamente él remitió el caso a los judíos y los instó a que lo juzgaran de
acuerdo con sus leyes (v. 31). Todavía no se daba cuenta de que le estaban pidiendo la pena de
muerte. Los judíos respondieron que no podían juzgar a Jesús de acuerdo con sus leyes porque el
gobierno romano no les permitía dar muerte a nadie. Jesús tendría que ser condenado por un
tribunal romano si hubiera de recibir la pena de muerte.
La presentación de Juan del juicio ante Pilato da a entender la poca responsabilidad de los
romanos y enfatiza la responsabilidad de los judíos en la muerte de Jesús. Aunque los judíos y
romanos participaron en la muerte de Cristo, sus malas obras no frustraron los planes de Dios
sino que cumplieron las palabras de Jesús (v. 32). Juan enfatizó el hecho de que la muerte de
Jesús sería por crucifixión a manos de los romanos en lugar de la lapidación de los judíos. En dos
ocasiones Jesús había escapado de ser apedreado (8:59; 10:31). En vez de experimentar la
ejecución judía acostumbrada, la muerte de Jesús ocurriría al ser levantado (3:14, 8:28). Había
dicho que cuando fuera levantado, atraería a todos los hombres hacia él (12:32). Que fuera
levantado de la tierra tenía referencia a su muerte en la cruz. La determinación de los líderes
judíos de lograr que los romanos le dieran muerte cumplía la predicción de Jesús y los propósitos
de Dios.
El interrogatorio de Pilato
(18:33-38a)
Aparentemente, los judíos le dijeron más a Pílalo que lo que está escrito. Su primera
pregunta a Jesús, al regresar al pretorio, fue: "¿Eres tú el rey de los judíos?" (v. 33). El énfasis en
"tú" indica la sorpresa de Pilato de que su prisionero, quien había sido abandonado aun por sus
amigos, pudiese considerarse rey. Ciertamente, no era el revolucionario que el título implicaba.
Jesús estaba interesado en saber si Pilato por sí mismo había llegado a la conclusión de que era el
rey o si otros se lo habían dicho (v. 34). La procedencia de la pregunta determinaría su
significado. Si la pregunta procedía de Pilato, estaba preguntando si Jesús estaba o no
conspirando en contra del César. Si Pilato estaba repitiendo la pregunta que había surgido de
Caifás, se estaba refiriendo al Rey mesiánico de Israel y quizá quisiera conocer más de él por
interés personal. Pilato respondió que él no era judío (v. 35), o sea que no entendía la naturaleza
del Rey mesiánico judío. La acusación de los sumos sacerdotes, quienes le habían entregado a
Jesús, no era clara. Pilato demandó que le informaran por qué se había despertado la hostilidad
de los principales sacerdotes. La presentación de Juan del encuentro hace hincapié en que Pilato
mismo estaba luchando con la verdad misteriosa sobre la realeza de Jesús. Pilato había evadido
el significado más profundo de la pregunta de Jesús al expresar la opinión de que tales preguntas
judías no le importaban.
Quizá Pilato estuviese presionando a Jesús para que revelara si estaba planeando una
sedición en contra de Roma. Jesús le aseguró que no, porque su reino no era de este mundo (v.
36). Si hubiera tenido tales ambiciones de establecer un reino mundano habría armado e
instruido a sus discípulos a que peleasen cuando los líderes del templo, los judíos, alguaciles y
soldados llegaron para arrestarlo. El hecho de que había hecho a Pedro guardar la espada indica
que su reino no era de este mundo. Los reyes del mundo pelean por la supremacía, pero Jesús no
planeaba pelear ni animar a que hubiera batalla. Pilato, como los discípulos, tuvo dificultad en
entender este concepto nuevo de victoria y autoridad real.
La declaración de Jesús de que su reino no era de este mundo significa varias cosas:
1. En cierto sentido tiene un reino, pero éste difiere de los reinos del orden mundial.
2. Su reino no está establecido o mantenido por poder militar o de otra manera sus
discípulos hubieran peleado en el momento de su arresto.
1. 3. Su reino va más allá de las fronteras geográficas, y aquellos nacidos en su reino son
de todas las naciones.
3. Su reino no es a nivel de la carne o de lo material sino que requiere un nacimiento de
arriba a fin de que puedan entrar sus escogidos.
4. No todas las personas del mundo, ni siquiera todos los judíos, son llamados a entrar en su
reino.
Frecuentemente se ha discutido sobre si los judíos o los romanos fueron los culpables de
la condenación de Jesús, el hombre inocente. A ninguno se le puede disculpar de la
responsabilidad y culpabilidad. Juan enfatizó que los romanos intentaron libertar a Jesús; sin
embargo, Pilato fue el que dio la sentencia formal de muerte debido a conveniencia más bien que
por justicia.
La declaración de Pilato a los judíos de que no hallaba ninguna culpabilidad en Jesús le
dio a Juan la oportunidad de enfatizar la inocencia política de los cristianos. En los tiempos en
que él escribió el Evangelio, los cristianos estaban siendo perseguidos por los líderes políticos
que los acusaban de ser traidores. Pilato juzgó que Jesús no era un revolucionario y que por lo
mismo no era ninguna amenaza para el imperio.
Pilato se dirigió a la multitud y trató de lograr la libertad de Jesús (v. 39). Se refirió a la
costumbre de los judíos de libertar a un prisionero en la pascua. Esta costumbre no ha sido
atestiguada en otra parte, pero no hay razón suficiente para desacreditarla. Pilato le sugirió al
pueblo que soltara a Jesús, su rey, como un favor a ellos durante la época de fiesta. Aunque no se
registra que la gente haya clamado anteriormente, contestaron a Pilato clamando "de nuevo" para
que se soltara a Barrabás en lugar de Jesús. Barrabás quiere decir hijo de abba (padre). La gente
pedía que se soltara al "hijo de padre" a la vez que pedían que se condenara al "Hijo del Padre".
Juan mencionó que Barrabás era un ladrón. Lucas agregó que Barrabás había tomado parte en
una insurrección y que era asesino (23:18, 19).
Los judíos acusaron a Jesús de ser un revolucionario porque sabían que los romanos lo
condenarían por sedición. En realidad, los judíos lo rechazaron porque él rehusó promover una
insurrección. Prefirieron al revolucionario Barrabás.
Después del intento fracasado de Pilato de liberar a Jesús siguiendo con la costumbre de
soltar a un prisionero en la ocasión de la pascua, azotó a Jesús con la esperanza de que esto fuera
suficiente. Lucas hizo notar que Pilato dijo que castigaría a Jesús y entonces le soltaría (23:16).
Generalmente, se azotaba al condenado antes de la crucifixión, pero Pilato, aparentemente,
esperaba sólo azotar a Jesús en vez de crucificarlo. El látigo de los romanos era de varias correas,
cada una tenía pedazos de hueso o de metal en las puntas. Tales instrumentos agudos podían
herir la espalda de una persona, y muchas veces cortaban las venas o arterias y la carne hasta los
huesos.
Los soldados aumentaron la humillación y el dolor poniéndole una corona de espinas en
la cabeza y un manto de púrpura en la espalda antes de burlarse de él como el Rey de los judíos
(w. 2, 3). En vez de mostrar respeto hacia un dignatario, los romanos mostraron su menosprecio
hacia los judíos y hacia Jesús al golpearle la cara. La ironía de la situación era que aquel de quien
se burlaban era el Rey de reyes y Señor de señores.
Pilato apareció nuevamente ante la gente y declaró su plan de entregarles de vuelta a
Jesús porque no hallaba ninguna culpa en él (v. 4). El interrogatorio y los azotes no habían
producido ninguna evidencia o confesión de su culpabilidad. Quizá Pilato pensó que cuando el
pueblo viera la condición de aquel que quería crucificar, consentiría en que lo soltaran. Cuando
Jesús salió, tenía puesta la corona de espinas y el manto de púrpura (v. 5). Pilato les presentó a
Jesús con las palabras "¡He aquí el hombre!", que quería decir el pobre hombre o pobre criatura.
Juan vio otro significado en esta declaración. Jesús es El Hombre —el Hijo del Hombre celestial.
Los principales sacerdotes y oficiales dirigieron la gritería en que se pedía su crucifixión (v. 6).
Quizá incitaron al pueblo a que se uniera con ellos.
Los esfuerzos de Pilato por evitar ser responsable por la muerte de Jesús habían fracasado
nuevamente. Respondió a los gritos de los judíos diciendo que ellos mismos crucificaran a Jesús,
porque él no creía que fuera criminal. Los judíos querían que se matara a Jesús, pero no querían
asumir públicamente la responsabilidad por la muerte de un inocente, así que presionaron a
Pilato para que lo sentenciara (v. 7). Cuando mencionaron que Jesús era el culpable de haber
quebrantado la ley al decir que él era el Hijo de Dios, Pilato temió aún más de la naturaleza
misteriosa de su prisionero. Un romano no veía ningún crimen en la aseveración de Jesús de ser
el Hijo de Dios, pero los judíos estaban enfurecidos.
Cuando Pilato volvió al pretorio con su prisionero, sus inquietudes al respecto le hicieron
inquirir más sobre el lugar de nacimiento de Jesús. Puesto que no había ninguna respuesta
sencilla que Pilato pudiera comprender, Jesús no contestó. Pílalo se turbó más por el silencio de
su prisionero, así que trató de restaurar la confianza en sí mismo al decirle que tenía el poder de
soltarle o de crucificarle (v. 10). Esta declaración de Pilato revela que, a fin de cuentas, fue el
responsable de la muerte de Jesús. Jesús respondió a la afirmación de autoridad de Pílalo. Pilato
era el instrumento del poder del mal que decía tener autoridad sobre el Hijo de Dios. Jesús
informó a Pílalo que él no tenía autoridad sobre el Hijo de Dios excepto hasta el grado en que
Dios lo permitiera, de acuerdo con el plan divino (v. 11). Un gobernador terrenal podía obrar
según lo que le permitiera Dios. Las limitaciones de Pilato redujeron su responsabilidad en el
mal uso de la justicia, pero los gobernantes judíos que llevaron a Jesús y demandaron su
crucifixión eran totalmente culpables de su pecado (v. 11).
Pilato otra vez intentó lograr la libertad de Jesús. Los judíos desbarataron sus intenciones
al amenazarlo con decirle al emperador romano que el gobernador había soltado a un revolu-
cionario que se oponía al emperador (v. 12). Quizá Juan tuviese en mente un significado más
profundo del dicho de los judíos de que uno no puede ser amigo del César y amigo de Cristo. Las
aseveraciones de Cristo eran tales que la lealtad al César tomaba segundo lugar. Esta amenaza de
los judíos en contra de Pilato hizo que tomara su decisión, y una sentencia oficial fue hecha para
que se crucificara a Jesús. Si Pilato se sentó (en su capacidad oficial de juez) en el tribunal o
puso a Jesús allí no es seguro (v. 13).
Juan señaló que era mediodía del día de preparación de la pascua (v. 14). El día de
preparación generalmente se refería al viernes, que era el día de preparación para el sábado. "La
preparación de la pascua" pudo haber significado viernes en la semana de la pascua y no la noche
antes de la pascua que es jueves, 14 de Nisán. Hay un conflicto en la ubicación del tiempo del
juicio al medio día, según Juan, y la tercera hora que eran las nueve de la mañana, según Marcos.
Juan narró la muerte de Jesús como algo que ocurrió en la tarde, a la hora en que se mataba el
cordero de la pascua.
Se han intentado numerosas explicaciones para reconciliar las diferencias entre Juan y los
Sinópticos. A. T. Robertson ha interpretado la preparación de la pascua como el viernes de la
semana de la pascua, que era el día antes del sábado.2 Sugiere que la hora que dio Juan como la
sexta hora estaba basada en el método romano de computar el tiempo que comenzaba a la
medianoche. Si este era el caso, el juicio tomó lugar a las seis de la mañana y su muerte
aconteció tres horas más tarde, a las nueve de la mañana. De esa forma Juan coincidiría con
Marcos. C.K. Barre U y León Morris dicen que no hay evidencia de que Juan haya usado una
metodología romana.' Siguen diciendo que el propósito de Juan era destacar la muerte de Jesús
como la de un verdadero cordero de pascua, y así, el horario que siguió ponía a Cristo en la cruz
a la misma hora en que se mataba a los corderos para la pascua.' De acuerdo con Barrett y
Morris, el propósito teológico de Juan era más importante para él que su reportaje cronológico.
Pilato trajo a Jesús ante los judíos nuevamente y en vez de pronunciar la sentencia, dijo
con ironía: "¡He aquí vuestro Rey!" Quizá estuviese sugiriendo que el único Rey que los judíos
podían tener era un prisionero que estaba condenado a muerte. Los judíos respondieron que no lo
tendrían como su Rey y gritaron a Pilato que lo llevara y lo crucificara (v. 15). No es seguro si
Pilato continuaba la ironía al preguntarles si debía matar a su Rey o si les estaba dando una
última oportunidad de cambiar de parecer. La gente le aseguró que ellos no tenían ningún Rey
excepto el César. Esta aserción era una contradicción a las enseñanzas del Antiguo Testamento
donde dice que el único rey verdadero de Israel es Dios mismo (ver Jue. 8:23 y 1 S. 8:7).
Juan no aclara a quiénes fue entregado Jesús para la crucifixión (v. 16). Pudo haber
dejado la referencia ambigua intencionalmente puesto que intentaba evitar implicar a los
romanos más de lo que fuera necesario. Dijo en el versículo 23 que los soldados crucificaron a
Jesús.
El relato de Juan de la crucifixión de Jesús
19:17-42
***
9
LA RESURRECCIÓN DE JESÚS Y LA COMISIÓN
Juan 20:1—21:25
Introducción
Los cuatro Evangelios mencionan que María Magdalena estaba en el grupo original que
llegó a la tumba el primer día de la semana. Mateo indica que iba "con la otra María" (28:1).
Marcos menciona que "María, la madre de Jacobo, y Salomé" la acompañaron (16:1). Lucas
sustituye el nombre Salomé por Juana (24:10). El relato de la tumba vacía está asociado con la
visita de las mujeres al sepulcro en el primer día de la semana. Ninguno de los Evangelios intenta
describir la resurrección de Jesús. Las evidencias de su resurrección están basadas en la tumba
vacía y en sus apariciones posteriores
Puesto que la resurrección no esta descrita en los Evangelios, algunos eruditos han
sugerido que no debemos ser dogmáticos en nuestra interpretación del acontecimiento Por otro
lado hay que reconocer que todo el evangelio de Jesucristo depende de la realidad de la
resurrección Sin la resurrección su muerte se habría visto como la experiencia de un criminal
ordinario, excepto por la injusticia con que se condeno a un hombre inocente A la luz de la
resurrección sin embargo su muerte llego a ser interpretada como el supremo sacrificio por
los pecados del mundo Pablo dijo que a través de la resurrección se revelo la filiación de Jesús y
su naturaleza divina que fue declarado Hijo de Dios con poder según el Espíritu de santidad
por la resurrección de entre los muertos. (Ro 14) La tumba vacía y las apariciones de Jesús son
de vital importancia para el evangelio y su significado
Juan indico que Mana Magdalena fue a la tumba cuando aun estaba oscuro
Aparentemente Mana no permaneció ahí mucho cuando vio que la piedra que tapaba la tumba
había sido corrida (v 1) Juan parece haber puesto la hora como la madrugada del día domingo
cuando llego Mana Marcos dice que ya había salido el sol cuando llego el grupo de mujeres
Posiblemente Mana Magdalena había hecho un viaje previo al del grupo de las mujeres La
referencia en Mateo es mas oscura y podría significar las primeras horas del primer día de la
semana que seria poco tiempo después de la puesta del sol el día sábado Éstas diferencias han
sido muy discutidas por los eruditos y se han ofrecido numerosas explicaciones sin embargo
nuestro conocimiento limitado no nos permite llegar a una conclusión totalmente satisfactoria
Los Sinópticos nos dicen que el propósito de la visita de las mujeres era para completar la
preparación del cuerpo para el entierro. Quizás Nicodemo no había podido terminar porque el día
sábado había llegado
Después de que la piedra había sido con movida. María Magdalena partió
inmediatamente para informarle a Pedro y al otro discípulo aquel al que amaba Jesús (v 2) Su
informe indica que ella creía que los principales sacerdotes o los guardias o el jardinero o
ladrones habían hecho desaparecer el cuerpo El pronombre usado no tiene antecedente No hay
indicación de que ella haya pensado en una resurrección Aunque aun era oscuro cuando ella
llego a la tumba \a había suficiente luz para que viera que la tumba estaba vacía en respuesta a su
informe Pedro y el otro discípulo se apresuraron a ir a la tumba (v 3)
El autor pone énfasis especial en el hecho de que el otro discípulo corrió mas rápido que
Pedro y llego antes (v 4) Cuando llego, ya había suficiente luz para ver adentro de la tumba sin
tener que entrar (v 5) Vio los lienzos y las especias con que habían envuelto al cuerpo de Jesús
Aparentemente, la posición de los lienzos indicaba que el cuerpo de alguna forma había
desaparecido o que los habían traspasado dejándolos como estaban El autor señala que Pedro
también se fijo en la posición de los lienzos (v 6) Éste hecho dio evidencia de que la resurrección
de Jesús fue diferente de la resurrección de Lázaro Cuando Lázaro salió, aun iba envuelto con
vendas, y se las tuvieron que quitar Lázaro continuo con un cuerpo físico o carnal, pero es cierto
que la resurrección de Cristo transformo su cuerpo físico en un cuerpo espiritual o glorificado
Además de los lienzos con que habían envuelto el cuerpo, Pedro se fijo que el sudario
que había estado en la cabeza de Jesús, estaba aparte y había sido enrollado de una forma
especial, en contraste con la posición de los lienzos que no parecía que los hubiera tocado (v 7)
No se indica por que el discípulo amado espero hasta que Pedro entro en la tumba antes
de entrar el. Entró después de Pedro y creyó, después de ver la posición del sudario y los mantos
(v 8) La implicación es que creyó que Jesús había sido levantado de los muertos aunque los
discípulos no habían entendido las Escrituras del Antiguo Testamento que habían predicho su
resurrección (v 9) Pedro es presentado como el líder de los discípulos, pero se presenta al
discípulo amado como aquel con percepción espiritual y fe Juan fue el primero en llegar a la
tumba y el primero en creer
El lugar de la fe en la nueva era se enfatiza a través del cuarto Evangelio Esta fe esta
basada en la experiencia de ver y no en la aceptación de doctrina alguna El papel distintivo de los
apóstoles era dar testimonio de lo que habían visto, para que aquellos que escucharan también
creyeran Aunque los discípulos no presenciaron la resurrección, la tumba vacía y la posición de
los lienzos eran evidencias de que el acontecimiento había sucedido La fe de Juan precedió a la
fe de Mana Magdalena y estaba basada en el hecho de la tumba vacía en lugar de una aparición
de Jesús después de la resurrección
Después de informar a los discípulos, parece que María Magdalena los siguió a la tumba.
Los discípulos volvieron a los lugares donde se estaban quedando, pero María se quedó a llorar
afuera de la tumba (v. 11). Probablemente, sólo se daba cuenta de la ausencia del cuerpo y no
había notado los lienzos abandonados. Al asomarse adentro de la tumba, cuando ya había más
luz, vio a dos ángeles con vestiduras blancas (v. 12). El único propósito aparente de los ángeles
era hacer que ella investigara la conclusión a que había llegado, que el hecho de que no estuviera
el cuerpo de Jesús significaba para ella que había sido robado (v. 13). Se entendía que los
ángeles eran mensajeros incorpóreos que hacían apariciones visibles. Uno estaba sentado donde
había estado la cabeza de Jesús, el otro a los pies y su mensaje tenía que ver con la razón por la
ausencia del cuerpo. María lloraba porque había concluido que se lo habían robado. Al
preguntarle por qué lloraba, los ángeles enfocaron su atención en esa conclusión.
Cuando María se dio vuelta, se dio cuenta de la presencia de otra persona (v. 14). Era
Jesús, pero ella no lo reconoció en su cuerpo espiritual resucitado. El repitió la pregunta de los
ángeles, de por qué lloraba, y le preguntó a quién buscaba (v. 15). Nuevamente, María se
equivocó en su conclusión, pensando que era el hortelano. Llegó a su tercera conclusión errónea
al sospechar que la persona que estaba ahí se había llevado el cuerpo de Jesús (v. 15). Expreso su
disposición de llevarse el cuerpo del cual él se tendría que deshacer, puesto que había sido
sacado del sepulcro.
María reconoció a Jesús cuando él la llamó por su nombre (v. 16). Aparentemente, ella
estaba dando el frente a la tumba. Al oír que la nombraron, se volvió hacia el que hablaba y se
dirigió a él como rabí o maestro. Esta forma no usual de dirigirse a él puede indicar que María no
entendía completamente la naturaleza de Jesús. La orden de Jesús indica que ella estaba agarrada
de su cuerpo, posiblemente de sus pies. La expresión, "No me toques", significa que debía dejar
de hacer algo que ya estaba haciendo. Es el sentir común de los dolientes, que SL el ser querido
recobrara la vida, se prenderían de él y no lo soltarían. Quizá María, quien tuvo la experiencia
única de asir a un ser amado que había partido y que ahora había vuelto a la vida, estaba
expresando que ella 110 permitiría que él se separara de ella nuevamente. La orden de Jesús de
que lo dejara indica que él no podría continuar con sus seguidores indefinidamente, porque había
sido levantado para ascender nuevamente al Padre (v. 17).
A María se le dio el encargo urgente de informar a los discípulos del mensaje vital de que
Jesús había sido levantado de los muertos y que sería exaltado a la diestra de Dios. Aunque la
ascensión de Jesús significaría una partida futura de sus discípulos, sería una partida distinta de
la que experimentaron con su muerte. No estaría totalmente separado de ellos, así como los
discípulos no estaban totalmente separados de su Padre celestial y Dios. La separación por
muerte y la separación inherente en la naturaleza trascendente de Dios no son lo mismo. De
hecho, el Dios trascendente también está presente con el hombre. Jesús no podría continuar en
sus relaciones terrenales con los discípulos, pero su ascensión al Padre no significaría una
separación absoluta.
Cuando María llegó a donde estaban los discípulos, anunció que había visto al Señor (v.
18). Lo que les dijo está relatado en lenguaje indirecto y no se mencionan sus palabras
específicas.
La aparición a los discípulos congregados
(20:19, 20)
La comisión de Jesús
20:21-23
Después de repetir el saludo, Jesús comisionó a sus discípulos (v. 21). Después de
mostrarles las huellas que habían quedado en su cuerpo, como resultado de los eventos de la
pasión, les dijo que de la misma manera que el Padre lo había enviado, él ahora los enviaba a
ellos. Jesús vino como un siervo para redimir al hombre pecador del diablo. Su misión era
proveer redención a los escogidos de Dios. De la misma manera, los discípulos ahora
participarían en esa misión de redención proclamando el evangelio. En vez de ser victoriosos en
el mundo, ellos también sufrirían aflicciones. El Padre que había enviado a Jesús le había dotado
del poder espiritual que traería la victoria. Así, los discípulos podrían experimentar victoria a
través del poder del Padre cuando salieran a servir. Su encargo era proclamar el evangelio de la
redención a todo el mundo a fin de que los escogidos de Dios creyeran y experimentaran
liberación por el poder de Dios.
A fin de equiparlos para su misión, Jesús les otorgó el Espíritu Santo (v. 22). Se les
prometió que después de la glorificación de Jesús recibirían el Espíritu Santo. Durante su
aparición después de la resurrección, Jesús sopló de una forma similar a cuando Dios sopló en la
nariz del hombre para darle vida (ver Gn. 2:7). La misma palabra puede significar aliento o
espíritu.
El relato de Lucas en Hechos sobre la dádiva del Espíritu en el día de Pentecostés difiere
del relato de Juan. Algunos eruditos han concluido que los dos relatos son incompatibles. Lucas
describió la manifestación del Espíritu de profecía que fue descrita como lenguas de fuego y un
sonido poderoso como un viento fuerte. Este evento fue seguido por la predicación de los
discípulos a las gentes de muchas naciones que estaban en el día de Pentecostés. Juan no incluyó
un relato de manifestaciones visibles del Espíritu. Su relato breve es consistente con el de Lucas
por su énfasis en que los discípulos han sido dotados por el Espíritu para cumplir la comisión de
predicar el evangelio. El énfasis teológico de Juan es igual al de Lucas quien se dedicó más a
describir el acontecimiento en vez de escribir precisamente la teología del hecho.
Los hombres que están bajo el control del Espíritu de Dios continúan el ministerio de
Jesús proclamando el perdón de pecados (v. 23). El poder de perdonar no es posesión del hombre
sino más bien obra del Espíritu a través del hombre quien se hace eficaz como siervo de Dios. El
perdonar y retener pecados no ha de ser comprendido en una forma mecánica. La obra del
Espíritu Santo, a través del testigo cuyos labios proclaman el evangelio del perdón, permite a los
escogidos de Dios que escuchan el evangelio, comprender y responder por fe y ser perdonados.
Aquellos que escuchan el evangelio pero no han sido escogidos no responden, o sea que
permanecen en sus pecados. La obra del Espíritu Santo en una vida determina quién va a recibir
perdón de pecados de acuerdo con los planes de Dios. El cristiano posee el mensaje del sacrificio
de Jesús por el cual los pecados son perdonados. Siendo que es imposible distinguir
exteriormente entre la obra del Espíritu interior y la actividad de la persona, el perdón y la
retención se consideran como las actividades de la iglesia.
Hay escépticos modernos que dicen que los discípulos inventaron las historias de la
resurrección porque la querían creer. Esta conclusión ignora la renuencia de Tomás a creer que
Jesús se había levantado de los muertos. Un estudio esmerado de las Escrituras revela que lo
opuesto era el caso. En vez de haber estado predispuestos por el Antiguo Testamento para
esperar la resurrección del Mesías, los discípulos no se dieron cuenta de que la resurrección
había sido predicha hasta después de las apariciones de Jesús.
Tomás no estuvo presente cuando Jesús se apareció a los diez en la tarde del primer día
de la semana (v. 24). Tomás es también identificado como el Dídimo (gemelo). Cuando Tomás
se enteró de que Jesús había resucitado de entre los muertos, respondió de la misma manera que
los otros discípulos cuando María Magdalena les informó que Jesús estaba vivo y sus palabras
les parecieron sin sentido (Le. 24:11; Mr. 16:11). Aunque Jesús había enseñado a sus discípulos
que él sería levantado de entre los muertos después de su sufrimiento y su muerte, ellos más bien
relacionaron esta esperanza de resurrección con el fin de los tiempos, y no comprendieron que
Jesús resucitaría estando aún ellos. Quizá Tomás concluyó que los discípulos habían imaginado
que habían visto al Señor vivo. Para asegurarse de que él no confundiría la fantasía con la
realidad, insistió en que no creería hasta que viera y tocara las huellas de los clavos en las manos
de Jesús (v. 25). La precaución de Tomás indicaba que no hallaba qué pensar en estas horas
críticas.
Al octavo día, que era el siguiente primer día de la semana después de la resurrección,
Jesús apareció nuevamente a sus discípulos y Tomás estaba presente (v. 26). Nuevamente, el
autor señala que las puertas estaban cerradas cuando Jesús apareció misteriosamente ante ellos.
Expresó el saludo usual: "Paz a vosotros", pero posiblemente estas palabras llevaban un
significado más profundo como resultado de su muerte y resurrección. No hay indicación de que
alguien haya informado a Jesús de la duda de Tomás. El autor implicó que Jesús tenía
conocimiento sobrenatural al invitar a Tomás a que pusiera sus dedos en las huellas de los clavos
y de la lanza (v. 27). La fe en Jesús como el Señor resucitado no estaba basada en la imaginación
sino en la realidad que se podía experimentar a través de los sentidos. El hecho de que Jesús
poseía conocimiento sobrenatural y la realidad obvia de su presencia convencieron a Tomás.
Aquel que había rehusado creer fácilmente no fue inquebrantable en su incredulidad (v. 28).
Cuando fue enfrentado con suficiente evidencia para convencerse de la resurrección de Jesús,
respondió en fe y con percepción espiritual. Jesús había enseñado a los discípulos que él era uno
con el Padre. Tomás fue el primero en percibir el significado de esa enseñanza. Confesó a Jesús
como su Señor y Dios (v. 28). El propósito del Evangelio de Juan es revelar a la persona de
Jesús. El Evangelio alcanza su culminación cuando Tomás es el primero en dirigirse a Jesús
como Dios.
Jesús respondió a Tomás contrastando el hecho de que él tuvo que ver para creer con los
que creerían sin ver (v. 29). Para ser testigos, era necesario que los discípulos vieran a su Señor.
Su testimonio consistía en comunicar a otros lo que ellos habían experimentado. Posiblemente,
algunos en la época de Juan dieron como excusa por su incredulidad que no habían visto al
Señor. Juan les recordó que había bendición para aquellos que creían sin ver.
Juan escribió el cuarto Evangelio para ayudar a los que no vieron al Hijo de Dios a creer
en él a fin de que tengan vida en su nombre (v. 31). Aunque Jesús había ascendido nuevamente a
la diestra del Padre y ya no era visible en la tierra, había hecho muchas señales en presencia de
los discípulos a fin de que no hubiera duda de su realidad y de su naturaleza. Como un testigo
fiel, Juan había seleccionado muchas de las obras o señales de Jesús para convencer a sus
lectores de que Jesús es el Cristo (Mesías) el Hijo de Dios. Jesús había hecho otras señales que
Juan no escribió (v. 30). Las que escribió fue con el propósito de llevar a los lectores hacia la fe
(v. 31).
Puesto que 20:30, 31 parece ser el fin del Evangelio, algunos eruditos opinan que el
capítulo 21 fue agregado posteriormente. Ellos proponen que el discípulo amado había enseñado
que el regreso de Jesús sucedería antes de su propia muerte. Concluyen que escribió este último
capítulo para corregir ese error. Otros eruditos dicen que este capítulo es parte integral del
Evangelio y que no hay ninguna pausa en el estilo. Argumentan que el capítulo 21 está más
centrado en la restauración de Pedro que en el regreso esperado del Señor después de la muerte
del discípulo amado.
Jesús se hizo visible nuevamente a los discípulos en el mar de Galilea (Tiberias) a fin de
dar más enseñanzas a Pedro y al discípulo amado (v. 1). De los seis que acompañaban a Pedro,
nombra a dos, se refiere a otros dos como los hijos de Zebedeo, y los otros dos no son
designados (v. 2). Quizá Juan se refirió a los hijos de Zebedeo sin llamarlos por nombre con el
propósito de no mencionar su propio nombre, pues probablemente, él era el discípulo amado.
La declaración de Pedro que pensaba ir de pesca puede haber indicado un regreso a su
ocupación anterior. Posiblemente había concluido que había terminado el movimiento del reino y
que necesitaría volver a su antigua ocupación. El verbalizó los pensamientos de los otros
discípulos que inmediatamente expresaron su deseo de acompañarlo (v. 3). La noche era el mejor
tiempo para ir de pesca, pero no pescaron nada. Su fracaso fue una lección de que no podrían
sostener sus vidas por sus propios esfuerzos. Dependían totalmente del Señor de la vida. Quizá
los discípulos hubieran vuelto a la pesca porque no sabrían dónde ir. Quizá el fracaso de esa
noche les llevó a más desesperación para que reconocieran su impotencia absoluta sin el
Maestro. La experiencia los preparó para la enseñanza que Jesús compartiría con ellos al lado del
mar.
Al amanecer, los discípulos vieron a un hombre en la orilla del mar, pero no sabían que
era Jesús (v. 4). El se dirigió tiernamente a ellos como "hijitos", quizá para enfatizar la
dependencia de ellos del Padre (v. 5). La pregunta respecto a si tenían alimentos y su admisión
inmediata de que no tenían, demostraba su impotencia. El mandato de Jesús de echar la red por
el lado derecho de la barca y el éxito resultante simbolizaban su necesidad de dirección divina (v.
6). Los discípulos no podrían seguir sus propias inclinaciones en la vida y esperar el éxito.
Tenían que obedecer el deseo y la voluntad de su Padre. Después de obedecer al Señor, la pesca
fue tanta que no la podían sacar del agua. Quizá el discípulo amado concluyó que nadie, excepto
el Señor, pudo haberles dado esa dirección sobrenatural (v. 7). El discípulo amado fue el primero
en creer en la resurrección v el primero en reconocer a Jesús.
Cuando Jesús fue identificado, Pedro se ciñó la ropa v se echó al mar. El propósito de esa
acción no es seguro. Posiblemente se puso su manto exterior para estar preparado, ya en la playa,
para ofrecer un saludo que era un acto religioso v que no podía hacerse desvestido.' Pudo haber
saltado al agua para llevar la red a la playa lo más pronto posible.
Los demás discípulos permanecieron en la pequeña barca y llevaron la red hasta la playa
que quedaba a unos rúñenla metros (v. 8). Al acercarse a la playa, vieron que había un fuego v
que se estaba asando pescado (v. 9). Casi estaba listo el desayuno. A través de este incidente fue
claramente enseñada la lección de que el Maestro podría proveer para sus necesidades físicas si
ellos hicieran con obediencia la obra del reino.
Jesús invitó a los discípulos a llevar más peces de su pesca reciente (v. 10). Al llevar la
red a tierra, Pedro contó 153 peces grandes. Los peces generalmente hubieran sido contados para
dividirlos entre los siete pescadores. El autor dio el número de peces para indicar el tamaño de la
pesca v la grandeza del milagro. Jesús invitó a los discípulos a desayunar (v. 12).
Esta fue la tercera ocasión en que Jesús fue reconocido por sus palabras. María
Magdalena lo había encontrado en la tumba pero lo había confundido con el hortelano, hasta que
él la llamó por su nombre. Cuando Jesús se apareció a los discípulos en el aposento alto,
sintieron temor hasta que él los saludó. No reconocieron a Jesús en la playa hasta que él los
llamó, y el discípulo amado lo reconoció inmediatamente. El autor dio la impresión de que la
apariencia física de Jesús era misteriosa, pero que sus palabras eran inconfundibles. Quizá los
discípulos supieron por su voz que era el Señor, pero continuaron con sus dudas respecto a él (v.
12). El Verbo que había sido hecho carne continuaba siendo reconocido como el Verbo, pero el
cuerpo carnal se hizo misterioso después de su transformación en la resurrección.
Jesús bendijo los alimentos y dio pan y pescado a los discípulos (v. 13). El relato de la
enseñanza concluyó al señalar el autor que ésta había sido la tercera aparición de Jesús después
de la resurrección (v. 14). En realidad, ésta fue la tercera aparición a un grupo de discípulos,
además de la aparición a María Magdalena.
Después del desayuno, Jesús le preguntó a Pedro tres veces si lo amaba (v. 15). La
pregunta repetida y la triple afirmación, probablemente tenía relación con la triple negación de
Pedro de su Señor. Aunque Jesús usó el verbo agapao (amor) y Pedro contestó con la palabra
phileo (querer) los significados, probablemente, eran sinónimos (v. 15). Al dirigir estas preguntas
a Pedro, probablemente indicaba que él ocupaba un lugar de liderazgo entre los discípulos; sin
embargo, no era superior a ninguno de ellos.
La primera pregunta de Jesús es un tanto ambigua: "¿Me amas más que éstos?" No es
seguro a qué se refiere "éstos". Jesús pudo haber estado inquiriendo si Pedro amaba a su Señor
más que los demás discípulos, o si amaba a su Señor más que a los otros discípulos. Sin
embargo, probablemente, "estos" se refería a la barca y a las redes. Pedro había vuelto a su
ocupación anterior. Las preguntas de Jesús hicieron a Pedro decidir si el amor a la pesca ocuparía
todo su interés o si el amor por su Maestro lo motivaría a hacer la obra del Señor.
Pedro respondió que amaba a su Maestro empleando el verbo que se refiere a amistad. El amor
de Pedro debía hacerlo abandonar sus redes para seguir la voluntad de Cristo. Después de su
respuesta, Jesús le dio a Pedro la comisión de apacentar sus corderos. "Apacentar" significa la
responsabilidad de un pastor de cuidar y especialmente, de alimentar al rebaño.
Cuando Jesús hizo la pregunta por segunda vez, usó la misma palabra que había usado
anteriormente para amar, y Pedro usó la misma palabra que él había usado al contestar la primera
pregunta (v. 16). La comisión que siguió, sin embargo, introdujo otra palabra: "pastorear" en vez
de apacentar, y se usó la palabra "ovejas" en vez de corderos. Quizá las palabras se cambiaran
por razones de estilo. Por otra parte, "corderos" en la primera comisión (v. 15) pudo haber
significado los que apenas estaban entrando al reino. "Ovejas" de la segunda y tercera
comisiones (w. 16, 17) pudo haberse referido a los cristianos más maduros que necesitarían
instrucción adicional.
Cuando Jesús le preguntó a Pedro una tercera vez con respecto a su amor, cambió a la
palabra phileo, que Pedro había usado para contestar las primeras dos preguntas (v. 17). La
respuesta de Pedro cambió algo con su referencia a que el Señor conocía todas las cosas y sabía
que Pedro lo amaba. Probablemente Pedro había sido escéptico anteriormente al conocimiento
sobrenatural de Jesús. La tercera pregunta trajo a Pedro a un completo reconocimiento de que su
Señor tenía suficiente conocimiento para guiar a los discípulos que estaban limitados en su
entendimiento. Pedro necesitaba admitir que el conocimiento de su Señor era confiable y que la
voluntad de Dios para él era lo mejor.
Jesús predijo que la dependencia de Pedro iría aumentando. Cuando joven, Pedro se
había ocupado de sus propias necesidades y había ido a donde él deseaba (v. 18). Al envejecer,
ya no sería independiente ni controlaría sus propias acciones. Las acciones de Pedro serían
controladas por la voluntad de Dios, así como los movimientos de un anciano son controlados
por la persona de quien depende. La voluntad de Dios en la vida de Pedro lo llevaría a lugares
donde él no desearía ir y, finalmente, vendría su muerte (v. 19). La vida de obediencia de Pedro
en medio de la oposición y su muerte a razón de su lealtad a Dios serían actos por los cuales Dios
daría a conocer su gloria. El amor hacía su Maestro era la única razón por la cual Pedro seguiría
el camino del sacrificio. Jesús le dijo: "sígueme".
Después de recibir la información que su vida sería controlada por su Maestro y que su
martirio glorificaría a Dios, Pedro inquirió sobre la voluntad de Dios para el discípulo amado (v.
21). El autor señaló que Juan estaba con Jesús y Pedro durante su conversación (v. 20). Jesús
rehusó satisfacer la curiosidad de Pedro en decirle la voluntad de Dios para Juan (v. 22). Puesto
que la respuesta era general, contenía un elemento de ambigüedad y llegó a ser interpretada
como una promesa de Jesús de que Juan no moriría hasta el regreso del Señor (v. 23). Juan
quería que sus lectores comprendieran que la respuesta a Pedro no era una predicción de que
Juan, a quien le fue dada una vida larga, no moriría. La respuesta de Jesús a Pedro fue
simplemente que el interés de Pedro no debía centrarse en la voluntad de Dios para Juan. El
interés de Pedro debía enfocarse en seguir fielmente a su Maestro. El destino del discípulo
amado, fuera el que fuese, no le concernía a Pedro.
Conclusión
21:24, 25
El versículo 24 aclara que el discípulo amado a quien se refirió a través del Evangelio,
era el mismo autor. Fue un testigo ocular de los eventos escritos, así que el Evangelio es
confiable. Algunos eruditos han concluido que el discípulo amado fue el testigo que respaldó la
escritura del Evangelio, pero que otro lo redactó. El significado más natural del versículo 24 es
que el discípulo amado es el autor.
El Evangelio concluye con el recordatorio de que el autor hizo selecciones de una gran
cantidad de experiencias que pudieron haberse escrito. El reconocimiento de que se pudieron
haber escrito muchos libros sobre el tema puede indicar que la interpretación de la vida y la obra
de Jesús era sin fin. Juan dio una interpretación vital y concisa del hombre Jesús quien es el Hijo
mesiánico de Dios y el Hijo del Hombre celestial.
***
10
Primera parte
INTRODUCCIÓN A 1 JUAN
Paternidad literaria
Primera Juan está tan relacionada con el Evangelio en pensamiento, contenido y estilo
que ha habido poca duda de que el mismo autor escribió ambos. La misma tradición que atribuye
el cuarto Evangelio al apóstol Juan también atribuye la epístola a él. Policarpo, un discípulo de
Juan, claramente se refirió a 1 Juan 4:3 en su Epístola a los Efesios: "Y todo espíritu que no
confiesa que Jesucristo ha venido en carne, no es de Dios." Se ha dicho de Papías que fue oyente
de Juan y compañero de Policarpo. Eusebio, el historiador de la iglesia, ha dicho lo siguiente de
él: "El mismo autor (Papías) hizo uso de testimonios de la primera Epístola de Juan, y asimismo
de la de Pedro."1 Ireneo citó frecuentemente la Epístola como la obra del discípulo del Señor,
Juan, el escritor del cuarto Evangelio. Clemente de Alejandría se refirió a la misma vanas veces
como la obra de Juan. Estas evidencias externas muestran que desde una fecha muy temprana la
epístola fue atribuida al apóstol Juan y fue tratada como parte de las Escrituras.
Primera Juan y Hebreos son las únicas epístolas del Nuevo Testamento en las cuales no
se menciona el nombre del autor. El contenido de 1 Juan, sin embargo, revela algunos datos
acerca del autor. El declaró que había sido testigo ocular de Cristo, habiendo oído, visto y
palpado al Verbo de vida (1:1). Este primer versículo de la epístola enfatúa que el escritor basó
su escrito en la experiencia personal. Las palabras autoritativas del escritor infieren que él fue
uno de los doce discípulos. Esta autoridad queda expresada cuando él continuamente se dirige a
los lectores como hijitos. Es obvio que él esperara que sus palabras serían tomadas en cuenta. Su
estilo da la impresión de un cristiano anciano y maduro que escribe en palabras familiares a
cristianos más jóvenes y menos maduros.
La mayoría de los eruditos concluye que el autor del cuarto Evangelio también escribió 1
Juan, debido a que los pensamientos y las expresiones en ambos son similares. Como se notó en
la introducción al Evangelio de Juan en este libro, no todos los eruditos están convencidos de que
el apóstol Juan escribiera el cuarto Evangelio. Con la ausencia de argumentos conclusivos en su
contra y con la fuerte tradición a favor de que Juan fuera el autor, es razonable aceptar que sí fue
el apóstol Juan quien escribió 1 Juan.
Fecha
Hay poca evidencia específica que nos ayude a fechar esta epístola. La conclusión en
cuanto al autor afecta el intento de fijar la fecha en que fuese escrita. La tradición dice que Juan,
Felipe y Andrés estuvieron entre los que buscaron refugio en Asia. Ireneo afirmó que Juan vivió
hasta el tiempo de Trajano, en 98 d. de J.C. Juan habría sido un anciano cuando Trajano
comenzó su reinado y, probablemente, no vivió mucho tiempo después de que aquél comenzara a
reinar.
Probablemente, Juan estuvo en Efeso después de la caída de Jerusalén en 70 d. de J.C.
Después de trabajar en esa zona por algunos años, la tradición dice que fue exilado a la isla de
Patmos; sin embargo, su exilio no duró un período extenso, y se le permitió regresar a Efeso
antes de su muerte.
Ireneo informó que Juan se oponía al hereje Cerinto, quien propagaba enseñanzas
gnósticas. Quizá estaba preocupado por sus "hijitos" en Efeso a quienes había llegado a amar
durante su ministerio entre ellos. Pudo haber estado temeroso de que serían descarriados por las
enseñanzas gnósticas durante su exilio. Puesto que su epístola parece referirse al Evangelio en
varias partes, parece que una fecha muy probable para esta epístola sería poco tiempo después de
que se escribió el Evangelio alrededor de 90 d. de J.C.
Ocasión y propósito
El Evangelio fue escrito para provocar fe al mostrar que Jesús está en Cristo, el Hijo de
Dios (Jn. 20:31). El Evangelio se enfoca en la vida terrenal de Cristo, la cual llega a su
culminación en su muerte, resurrección y ascensión. La Primera Epístola trata acerca de la vida
cristiana después del regreso de Cristo al Padre, y anticipa el regreso de Jesucristo. Trata con la
manera de vivir una vida cristiana entre la partida y el regreso de Jesucristo.
Las enseñan/as erróneas amenazaban la unidad y la pureza de la iglesia primitiva. La
filosofía gnóstica que hacía una distinción demasiado aguda entre la realidad espiritual y material
amenazaba con distorsionar la doctrina de Cristo y su reino. Los rabinos judíos también hacían
diferencia entre el mundo material creado y el Creador espiritual, pero mantenían que había una
relación entre Dios, quien es Espíritu y recto, y el mundo que él creó. El hombre creado tiene
afinidad con la creación y con el Creador. Los judíos creían que un poder maligno había tomado
control de la buena creación de Dios. La existencia material no era mala en sí, porque Dios la
había hecho buena. El mal reside en la rebelión del hombre que tiene la libertad para rechazar a
su Creador. El hombre rechaza a su Creador debido a la influencia de Satanás, el adversario de
Dios. El hombre que está bajo la influencia de Satanás es controlado por él y llega a ser parte de
su reino en oposición a Dios.
Los filósofos griegos hicieron una distinción entre mente y materia. Ellos creían que la
existencia material es mala en sí debido a su imperfección, la cual es hecha obvia por su
desintegración y su existencia temporal. La mente y la vida espiritual del hombre son superiores
a la vida material; así pues, la meta de la vida es escapar de las cadenas de lo material. Los judíos
nunca mantuvieron esta posición debido a su doctrina de la creación. Ellos creían que la
existencia material es buena. El problema del mal para ellos estaba centrado en un poder maligno
personal conocido como Satanás. El problema del mal para los griegos se centraba en la
existencia material no personal, la cual es imperfecta y se desintegra.
El evangelio cristiano era constantemente amenazado con distorsiones de creencias judías
y griegas. Debido a que los griegos creían que lo material era malo, ellos concluían que el Ser
celestial que es perfecto no podía relacionarse con la existencia material. Ellos dieron la
explicación docética a la apariencia de Jesús; es decir, que Jesús no tuvo un cuerpo carnal real
sino simplemente algo que aparentaba ser cuerpo. Los gnósticos negaban la encarnación del
Verbo. Juan comenzó su epístola afirmando que el Verbo de vida había tomado una existencia
física, puesto que él lo había visto y tocado (1:1). Esta reflexión interna de la amenaza gnóstica
concuerda con la evidencia externa de Policarpo, quien describió el encuentro del apóstol Juan
con Cerinto en un baño público en Efeso. Cerinto era un gnóstico que había adoptado las
creencias cristianas. Cuando Juan vio a Cerinto en el baño, huyó temiendo que el juicio de Dios
cayera sobre Cerinto en forma de alguna catástrofe, la cual pudiese consumir también a los que
estuviesen a su alrededor. Puesto que los judíos enfatizaban la trascendencia de Dios, era difícil
para ellos concebir que Dios hubiera venido en carne. El Antiguo Testamento advierte que el
hombre no puede mirar a Dios y vivir. Dios es santo, por tanto, el hombre pecador no puede estar
ante su presencia. De acuerdo con el Evangelio de Juan, los judíos acusaban a Jesús de blasfemia
porque enseñaba que había venido de Dios y era uno con el Padre. Además, los judíos
rechazaban la enseñanza de Jesús de que él era el Cristo (Mesías) porque hablaba de morir.
Aparentemente, estos problemas continuaron amenazando la fe de los cristianos en las iglesias de
Asia. Probablemente, Juan estaba intentando tratar estos problemas cuando dijo que aquel que
afirma estar enseñando la verdad es un mentiroso si niega al Padre y al Hijo (2:22). El propósito
original de la Primera Epístola fue prevenir a las iglesias de las falsas doctrinas de los maestros
gnósticos y judíos. La iglesia cristiana estaba luchando con los mismos problemas que los
griegos y judíos; así que, era fácil que la iglesia fuese influida por doctrinas erróneas. La iglesia
también tenía que definir la naturaleza del mal y la relación de lo material con lo espiritual. Sus
respuestas fueron y continuaron siendo:
El Creador es conocido por el hombre en la persona del Hijo de Dios quien es el Rey o
Mesías. Este Ser celestial ha regresado al Padre, pero vendrá otra vez. La epístola enseña al
hombre cómo vivir en preparación para el regreso de Cristo.
Destino y destinatarios
La Epístola no concuerda con las características de una carta personal a algún grupo
determinado de personas, sino que contiene instrucciones que habrían de ser pasadas de un grupo
de cristianos a otro. No tiene introducción, ni saludo del autor, ni un saludo final. Aunque no se
menciona a individuos específicos, su uso de pronombres en primera y segunda personas da un
acercamiento íntimo y directo.
La epístola probablemente fue escrita al mismo grupo de iglesias mencionadas en
Apocalipsis. Algunos eruditos conservadores creen que fue escrita a cristianos judíos en
Palestina, pero la naturaleza del contenido no apoya esta creencia Aparentemente, los cristianos
judíos eran parte de la iglesia, y los judaizantes y los judíos no cristianos amenazaban la pureza
de la doctrina.
El libro de Hechos da suficiente información acerca de la obra en y alrededor de Efeso
para revelar que ambos, los judíos y gentiles, eran miembros de las iglesias. Pablo había
enseñado en la sinagoga por tres meses, "discutiendo y persuadiendo acerca del reino de Dios"
(Hch. 19:8). Después de separarse de la sinagoga, enseñó directamente en la escuela de un tal
Tirano. Este ministerio continuó por dos años, y Lucas dijo que "todos los que habitaban en Asia,
judíos y griegos, oyeron la palabra del Señor Jesús" (Hch. 19:10). El evangelio cristiano hizo un
gran impacto en los judíos y gentiles de aquella ciudad y en los alrededores. Cuando el
cristianismo amenazó la propagación de las creencias tradicionales y la adoración de los judíos y
gentiles, surgió gran oposición en contra de la iglesia. Aparentemente, el cristianismo había
superado mucha de la oposición externa para el fin del primer siglo, pero algunas de las
creencias que habían causado conflicto anteriormente, continuaron siendo sostenidas por muchos
que habían entrado a la iglesia. La epístola revela que algunos de los que enseñaron doctrinas
heréticas habían sido parte de la iglesia, pero se habían alejado de ella (2:19).
Segunda parte:
LA RELACIÓN DEL CRISTIANO CON DIOS 1 Juan 1:1—2:27
Introducción
Andar en la luz se refiere a una vida en conformidad con la verdad revelada por el Verbo
(Jesucristo) de Dios el cual se hizo carne (v. 7). La palabra griega para "andar" está en tiempo
presente y significa una actividad continua o habitual. El andar en obediencia a las enseñanzas de
Jesucristo significa andar en la luz como él está en la luz. Esta conducta resulta en comunión de
los unos con los otros tanto como con Cristo quien es la luz. El hombre en comunión con Dios
está en armonía con su hermano. La comunión con Dios es posible para el hombre porque la
sangre de Cristo continúa limpiándolo de todo pecado (v. 7).
El pecador redimido no queda libre de la naturaleza del pecado sino del control del
pecado. Su naturaleza pecaminosa todavía puede ser tentada. Sin embargo, por fe él pone su vida
bajo el control de Jesucristo en vez de negársela a Dios y de ser controlado por sus propios
deseos pecaminosos. El creer en Jesús como el Hijo de Dios es aceptarlo como el Señor de vida
y recibir el perdón de Dios y su limpieza de todo pecado.
Uno que procura obtener justicia por medio de sus propias acciones y asevera que no
tiene pecado se engaña a sí mismo (v. 8). Tal persona está alejada de Dios porque no ha creído
en la Verdad iluminadora de Cristo. Por otro lado, el que confiesa su pecado es perdonado y
limpiado de su injusticia (v. 9). El perdón y la purificación se basan en las promesas de Dios, y él
es fiel y justo para cumplirlas.
En el versículo 6, Juan declaró que el pretender que se tiene comunión con Dios mientras
que se anda en las tinieblas es mentir. En el versículo 8, dijo que el negar que el pecado exista
como un principio dentro de la naturaleza de uno es también una aseveración falsa. En el
versículo 10, dijo que si uno niega haber cometido pecado, miente. Puesto que el plan completo
de Dios para la redención se basa en el hecho del pecado humano, el negar el pecado es hacer a
Dios mentiroso.
La comunión con Dios es imposible sin Cristo nuestro abogado (consejero). El hombre
que es pecaminoso por naturaleza no guarda las normas requeridas para que pueda andar con
Dios. Los judíos estaban bien enterados de su historia pasada, la cual enseñaba que la presencia
de Dios se había apartado de en medio de ellos debido a su pecado. La iglesia cristiana no puede
esperar que un Dios justo more en ella a menos que la pureza sea mantenida. La pureza requerida
está más allá del logro potencial de la iglesia. Sin embargo, los cristianos no están sin esperanza.
El estimulo que Juan compartía con respecto a Cristo como abogado no era con el fin de
promover el pecado (v. 1). Sin embargo, si alguno de los hijitos pecaba, su situación no era
irremediable (v. 2). Cristo, quien había muerto para perdonar sus pecados, no los abandonó
cuando volvió a la presencia de Dios. Su papel actual con Dios es el de funcionar como abogado,
uno que representa al otro. Cristo nos representa ante el Padre, como el abogado representa a su
cliente ante el juez. Cuando hacemos el mal, Cristo es la propiciación (satisfacción) de nuestro
pecado (v. 2). El es el sacerdote ministrante y la víctima del sacrificio. Propiciación significa
rendir satisfacción a Dios. La satisfacción que él rindió por nuestro pecado, no se limitó a los
judíos ni a la gente de su día, sino que es adecuada para aquellos del mundo entero. Esto no
quiere decir que todos se salvarán, pero la muerte en sacrificio de Cristo es adecuada para todos
aquellos que se salvarán.
La seguridad de la comunión con Dios llega a través de guardar sus mandamientos. "Y en
esto sabemos que nosotros le conocemos, si guardamos sus mandamientos" (v. 3). El conocer es
percibir la realidad espiritual. El guardar los mandamientos de Dios significa ser obediente a su
voluntad. El aseverar la percepción de la realidad de la presencia de Dios y a la misma vez
desobedecerle es ser hipócrita (mentiroso, v. 4).
Aparentemente, un grupo de maestros heréticos estaba sosteniendo que no era necesario
guardar los mandamientos de Dios para tener comunión con él. Al no tomar en cuenta preceptos
específicos de la verdad, estos maestros heréticos revelaban que ellos no sabían que Dios se
reveló a sí mismo en Jesús. Por otra parte, aquellos que hacen su voluntad al guardar su Palabra,
perfeccionan el amor de Dios (v. 5). No es seguro si "amor de Dios" significa el amor de Dios
para el hombre o el amor del hombre para Dios. Posiblemente, la frase está en una forma
ambigua deliberadamente, a fin de incluir a ambos sentidos. El "perfeccionar el amor" significa
llevarlo a su significado completo. El amor divino no es simplemente un sentimiento; sino que
tiene que estar expresado en acción. El amor de Dios para el hombre es fructífero únicamente
cuando efectúa la obediencia del hombre. El amor del hombre hacia Dios es genuino únicamente
cuando es expresado en obediencia.
Al hombre se le describe como uno que permanece en Dios únicamente cuando su
voluntad y sus acciones son controladas por Dios (v. 6). Quienquiera que permanece en Dios está
haciendo su voluntad; así pues, sus actividades diarias son consistentes con la voluntad revelada
de Dios en Cristo (v. 6).
Juan aseguró a sus lectores que él no estaba escribiendo porque los considerara del
mundo sino con el fin de animarlos en su lucha en contra del mundo. Los eruditos que creen que
esta es una carta que acompaña al Evangelio de Juan interpretan la expresión "os escribo" para
referirse a esta epístola. Ellos interpretan "he escrito" como referente al cuarto Evangelio, pero
otros concluyen que este tiempo no se refiere a algún escrito previo, sino que es el aoristo
epistolar (tiempo pasado del griego). Con esta técnica, el autor estaba escribiendo desde la
perspectiva de los lectores. "Os escribo" se refiere al acto de escribir del autor.
Juan se dirigió a sus lectores como "hijitos", "padres" y "jóvenes". Quizá los estaba
dividiendo en dos categorías en vez de tres. "Hijitos" se refería a todos los que se habían
entregado a Cristo en la experiencia del perdón del pecado (v. 12). Algunos de los hijitos habían
conocido a Cristo por un tiempo más largo y habían madurado en sabiduría. Así pues, ellos se
podían describir como "padres, porque conocéis al que es desde el principio" (v. 13). "Padres" y
"jóvenes" pueden haber sido referencias al mismo grupo, describiéndolos primero como maduros
en conocimiento y segundo como fuertes en la fe.
Después de asegurar a los lectores que él tenía confianza en su entendimiento del
cristianismo y en su fe fuerte, Juan comenzó a destacar las instrucciones con respecto a cómo sus
hijitos debían vivir. Usó el término "mundo" para referirse a la existencia creada, toda la raza
humana, y la parte no regenerada de la sociedad bajo el poder del maligno. Instruyó a los
"hijitos" que no amaran al mundo, ni sus cosas (v. 15). Lo que una persona ama, lo controla. Si
una persona ama al mundo, llega a ser controlada por su maldad. Es imposible para una persona
controlada por deseos humanos amar al Padre y ser controlada por él.
Las cosas del mundo se identifican como deseos de la carne, deseos de los ojos y
vanagloria de la vida (v. 16). La carne significa naturaleza humana corrompida por el pecado.
Los deseos de la carne se refieren a apetitos sensuales producidos por aquella naturaleza que
incluye los instintos utilizados por el hombre para la satisfacción de deseos egoístas en vez de
cumplir el propósito para el cual fueron dados. El deseo de los ojos se refiere al anhelo de
adquirir o poseer las cosas que uno ve. La vanagloria de la vida habla de aquel deseo de exhibir
arrogantemente las posesiones de uno y es evidente en la jactancia y en la confianza insolente y
vana de los recursos de uno mismo. Estos deseos y actitudes no se originan en Dios sino que
pertenecen a la esfera que está opuesta a Dios. Puesto que están opuestos a Dios, pasarán cuando
el mundo llegue a su fin. Aquellos que han hallado libertad de ellos, por permanecer en Dios
vivirán para siempre (v. 17).
Percepción espiritual con respecto a los falsos maestros (2:18-27)
Juan continuó el pensamiento de que el mundo pasaría, al hablar del último tiempo. Quizá en
esta frase se refiera al tiempo que precedería al fin del mundo. Cuánto duraría este tiempo, es
desconocido. Aparentemente, la tradición judía predecía la aparición de los anticristos en el
último tiempo antes del fin. Un anticristo es uno que se opone a Cristo o que usurpa su lugar. La
presencia de muchos anticristos era la evidencia de que la iglesia había entrado en su última hora
(v. 18). Un anticristo aparenta ser similar a Cristo, pero es realmente un adversario disfrazado.
Pablo habló de un hombre de pecado quien tiene que ser revelado antes de la llegada del día del
Señor (2 Ts. 2). Jesús mismo predijo la venida de cristos falsos (Mt. 13:22).
Quizá los anticristos habrían de ser identificados como falsos maestros que sostenían la
idea docética de Cristo. Puesto que había más de un anticristo, quizá los falsos maestros, quienes
no podían aceptar la divinidad de Cristo, también estuvieran incluidos. Estos anticristos se
habían identificado con la iglesia, pero al alejarse habían mostrado que realmente no eran de la
comunión cristiana (v. 19). Si hubieran experimentado comunión con Dios, la cual llega a
aquellos que han aceptado a Cristo como verdad, nunca se hubieran apartado, sino que
continuarían en la iglesia. Su separación vino como resultado del desacuerdo con las creencias de
los cristianos. El hecho de que ellos dejasen la iglesia hizo claro que nunca habían sido parte del
pueblo de Dios.
El Evangelio de Juan señala que la venida del Espíritu de verdad permitiría a los
discípulos entender el mensaje de Dios. Los falsos maestros habían estado en error porque no
tenían la unción del Espíritu Santo para guiarlos en enseñar la verdad. Aquellos que son el
pueblo escogido de Dios han recibido el Espíritu Santo para guiarles en toda verdad (v. 20). Los
maestros falsos decían saber todas las cosas, pero Juan negó tal afirmación y decía que solamente
aquellos que son guiados por el Espíritu Santo conocen la verdad (v. 21). El énfasis sobre
conocer indica que los falsos maestros decían ser gnósticos (gnosis — conocimiento).
Además de los gnósticos que proclamaban haber recibido conocimiento oculto con
respecto a la salvación y quienes mantenían la idea docética de Cristo, había otros que negaban
que Cristo es el Mesías (v. 22). El propósito del Evangelio de Juan fue demostrar que Jesús es el
Mesías sufriente que ha venido del Padre. Las señales o milagros de Jesús habían sido hechos
realmente por el Padre y probaron que el Padre estaba en él y aprobaba sus obras. Los judíos que
no habían sido escogidos para su reino rehusaban aceptar las enseñanzas de Jesús. Negaban que
era el Cristo y que venía del Padre (v. 22), lo cual significaba que ellos no conocían al Padre
porque aquel que cree en el Hijo y le confiesa tiene al Padre (v. 23).
Aquellos que recibieron al Verbo de parte de Dios al creer en las enseñanzas de Jesús
fueron exhortados por Juan para continuar en tal creencia (v. 24). La respuesta de fe a Jesús
como el Verbo de Dios es el medio por el cual Cristo llega a morar en las vidas de los escogidos
de Dios. Creer en el Verbo de Dios significa seguir sus enseñanzas; así pues, la vida del creyente
mora en el Hijo y el Padre trae consigo la promesa de vida eterna (v. 25). Los falsos maestros no
habían permitido que Cristo permaneciera en ellos ni ellos permanecieron en su palabra; así
pues, no tenían vida eterna. Si seguían las enseñanzas de Juan, los "hijitos" no serían seducidos
por falsos maestros (v. 26). La unción que habían recibido aquellos que habían creído hacía
innecesario que ellos tuviesen un maestro que les impartiera conocimiento con respecto a la
salvación (v. 26).
El Espíritu Santo permite que el creyente obtenga percepción espiritual con respecto al
plan de Dios referente a la salvación y su remo verdadero. Esta unción permite al creyente
distinguir la verdad de la mentira. El Espíritu Santo da seguridad interna cuando el creyente
responde a esa verdad. Juan no quería decir que el creyente ha recibido toda verdad objetiva,
pero que el Espíritu Santo le da discernimiento espiritual de la verdad que viene de Dios. Los
maestros pueden impartir preceptos verdaderos, pero no son capaces de dar discernimiento de la
verdad. La manera segura de obtener la verdad de Dios es permaneciendo en Cristo.
***
11
EL SIGNIFICADO DE SER HIJOS
1 Juan 2:28—5:21
Introducción
Cuando hacemos la voluntad de Dios en vez de nuestra propia voluntad, sabemos por
experiencia que somos de la verdad (v. 19).
La verdad es la voluntad de Dios revelada en las enseñanzas de Jesús. Un hijo obediente
no tiene que tener temor de confrontar a su padre; su conciencia le da seguridad cuando ha
logrado lo que el Padre le mandó. Una persona con una buena conciencia no teme pararse ante su
Padre celestial (v. 20). Una persona cuyo corazón la condena porque no ha amado de acuerdo
con la voluntad de su Padre, puede esperar un castigo aún más severo del Dios omnisciente (v.
20). Si la conciencia de un hombre le hace sentir que es culpable, él puede estar seguro de que
Dios sabe aún más que su conciencia.
La persona que ha hecho la voluntad de Dios y cuyo corazón no la condena, puede
acercarse a Dios con confianza (v. 21). Esta confianza le permite hacer peticiones al Padre sin
titubeo (v. 22). Ella sabe que recibirá lo que pide porque su vida está controlada por la voluntad
de Dios o por sus mandamientos. La persona cuya vida está controlada por Dios pide aquellas
cosas que agradan a Dios (v. 22).
Juan señaló nuevamente que los mandamientos de Dios son dobles: creer en el nombre de
su Hijo Jesucristo y amarse los unos a los otros (v. 23). El creer en el nombre de Jesucristo como
el Hijo de Dios significa aceptar sus enseñanzas de que es el Mesías. El Mesías es el Rey que
reina sobre sus súbditos: así pues, creer en él significa ser gobernados por él. El ser controlado
por Jesucristo conduce a amar a otros, porque él se ha revelado como amor el cual se expresa a
través de su reinado. El que cree en Jesucristo en obediencia al mandamiento de Dios permanece
en Cristo y el Cristo resucitado permanece en él (v. 24). Cristo permanece en nosotros por medio
del Espíritu Santo que nos ha sido dado en el nacimiento de lo alto (ver Jn. 3:3, 5).
El Espíritu que permanece en nosotros no controla a un creyente sin su comprensión y
entrega de su voluntad. El Espíritu de verdad es esencial para que el hombre entienda las
palabras y la voluntad de Dios. Hay falsos espíritus que intentan controlar los pensamientos del
hombre. Ellos guían a los falsos profetas que andan enseñando el error (4:1). Puesto que estos
espíritus son invisibles, no se pueden reconocer físicamente. Sin embargo, su identidad se puede
determinar, por lo que enseñan (v. 2). El Espíritu de verdad y los espíritus del engañador
manifiestan sus enseñanzas por medio de profetas. Si los profetas proclaman que Jesús es el
Cristo (el Hijo divino de Dios), quien ha venido en carne humana, ellos son guiados por el
Espíritu de Dios (v. 2). Si proclaman que el cuerpo físico de Jesucristo era únicamente aparente,
no son de Dios (v. 3). Los maestros que proclaman esta información son anticristos que son
controlados por el diablo. Se esperaba que los anticristos apareciesen antes del regreso de Cristo,
y Juan dijo que ya estaban presentes (v. 3). Esta actitud de los profetas hacia Jesucristo identifica
el espíritu que obra en sus vidas.
El origen de la creencia de que los anticristos aparecerían antes del regreso de Jesucristo
no es conocido. Los judíos creían que el Mesías sería enviado en un tiempo crítico cuando el
pueblo de Dios estuviese confrontando la destrucción por sus enemigos. Jesús predijo que antes
de su segunda venida habría muchos falsos Mesías y falsos profetas. El previno a sus discípulos
sobre que no se dejaran engañar. Dijo que guerra, hambres, tribulaciones y persecuciones, las
cuales amenazarían la existencia del pueblo de Dios, serían las señales de su regreso. Pablo habló
de una separación, una disminución de cristianos antes del regreso de Cristo. Un "hombre de
pecado" aparecería como el hijo de perdición. El tomaría su lugar en el templo de Dios y
proclamaría ser Dios mismo. El tendría poder de Satanás y podría hacer señales y maravillas,
engañando a aquellos que estaban a punto de perecer. La venida de Cristo revelaría a este
"hombre de pecado" y lo mataría con el aliento de su boca.
Al final del siglo 1, el Testamento de Ezequías presentó una tradición del anticristo
totalmente desarrollada. Habló de una apostasía y mucho desorden en la iglesia en los últimos
días. El gobernante demoníaco de este mundo se llamaba Belial. El apareció en forma humana
como el anárquico rey Nerón, quien mató a su madre. Persiguió a la iglesia y mandó matar a uno
de los doce. Se llamó a sí mismo Dios e hizo milagros y maravillas.
Muchos fueron engañados por él y lo siguieron durante su reinado de tres años y medio,
pero otros fielmente esperaron el regreso del Señor. Cuando Cristo apareció con sus ángeles y su
ejército celestial, venció a Belial y sus enemigos fueron consignados a la Gehena (infierno). El
tema de falsos cristos y anticristos también aparece en Apocalipsis.
Aunque los hijitos a quienes escribió Juan eran débiles e inmaduros, no tenían ninguna
razón por la cual temer a los falsos maestros o anticristos. Ellos habían podido resistir las
enseñanzas engañosas de los anticristos porque el Espíritu de Dios permanecía en ellos; sin
embargo, la lucha en contra del error aún no había terminado. La victoria continuaría siendo
segura puesto que el Espíritu de verdad que permanecía en el interior de los cristianos era más
fuerte que los espíritus que fueron dados a los falsos profetas por Satanás. Aquel que está en el
cristiano es el Espíritu de Dios, y aquel que está en el mundo es el espíritu de Satanás (v. 4). El
espíritu de Satanás permanece en los falsos profetas y hace que ellos hablen del mundo, y
aquellos que quedan en el mundo escuchan a los falsos profetas. Los maestros que son guiados
por el Espíritu de Dios pueden asegurarse de que aquellos que conocen a Dios aceptarán las
verdades enseñadas por ellos (v. 6). Puesto que el mundo escucha y sigue al falso profeta, el
tamaño del gentío no es indicación alguna de si el profeta es de Dios o del diablo.
El contenido del mensaje proclamado, y el carácter de la concurrencia atraída indican si
el profeta es un anticristo o un maestro guiado por el Espíritu de verdad (v. 6). Ambos, el
Espíritu de verdad y el espíritu del error usan a hombres como sus instrumentos. Aquellos que
confiesan a Cristo como el Hijo encarnado de Dios dan evidencia de que ellos hablan bajo la
dirección del Espíritu Santo y su poder. Aquellos que niegan que Cristo es el Hijo de Dios y que
vino en la carne, dan evidencia de que son inspirados por los espíritus de Satanás.
Previamente Juan había hablado del amor como el gran mandamiento dado por Dios a los
que están en comunión con él. El regresó al tema en un pasaje que juntamente con el prólogo del
cuarto Evangelio y 1 Corintios 13 es considerado como uno de los más sublimes del Nuevo
Testamento. En este pasaje desarrolló el tema del amor más completamente. Habló del amor de
Dios para con el hombre y el del hombre para con el hermano.
Tres palabras de la lengua griega se han traducido como amor. Eros denota
principalmente deseo sexual. No se encuentra en el Nuevo Testamento. Phiha se refiere al afecto
entre amistades. El sustantivo ocurre únicamente en Juan 4:4, pero su verbo derivado (phileo) se
encuentra más frecuentemente y se usa con referencia a relaciones en la familia. Ágape es la
palabra más común para amor en el Nuevo Testamento, pero se usa poco en los escritos no
bíblicos. Esta palabra y sus derivados se usan 34 veces en los próximos 18 versículos (1 Jn. 4:7
—5:13). Se define mejor en su uso bíblico como la dádiva de sacrificio de uno mismo a otros.
La petición de Juan a los hijitos de que se amasen era una petición que iba más allá de la
habilidad humana (v. 7). Juan afirmó que el amor es de Dios, o sea que tiene su origen y fuente
en Dios. Sólo aquellos que son nacidos de Dios y conocen a Dios pueden guardar este
mandamiento. Aquellos que no conocen a Dios no pueden guardar este mandamiento, pero
aquellos que le conocen son caracterizados por el amor, porque Dios es amor (v. 8). Los
cristianos muchas veces se angustian por el hecho de que no pueden guardar este mandamiento.
Buscan dentro de ellos el amor necesario pero no lo encuentran. Lo que Juan estaba diciendo es
que el cristiano es capaz de cumplir este requisito porque Dios, quien permanece en ellos, es
amor. Este Cristo que mora en el creyente, ama a través de la vida de él. El hombre debe
reconocer su propia incapacidad de amar y pedir a Dios que ame a través de él. El cristiano tiene
la seguridad de que Dios contestará sus oraciones porque Dios contesta aquellas peticiones que
son agradables delante de él (3:22). Un cristiano es diferente del hombre del mundo porque Dios,
quien es amor, permanece en él y a través de Dios es posible amar aun al indeseable.
La cruz es la manifestación suprema del amor. Dios amó al mundo de tal modo que envió
a su Hijo a morir por el mundo. El Hijo demostró su amor al poner su vida por sus amigos (Jn.
15:13). Pablo nos recuerda que Dios expresó su amor hacia nosotros al darnos a su Hijo para
morir por nosotros aun cuando éramos pecadores y sus enemigos (Ro. 5:8). El amor no tuvo su
origen en el hombre, sino en Dios (v. 10). Somos capaces de amarnos porque Dios originó el
amor y lo puso en la vida de los creyentes (v. 11). Nuestro amor hacia los demás es evidencia de
que Dios permanece en nosotros (v. 12). Quizá la declaración de que el amor de Dios se
perfecciona en nosotros significa que Dios se expresa a través de nosotros cuando vivimos vidas
de amor. La manera en que la gente del mundo experimenta el amor de Dios es a través de su
Hijo y de sus hijos.
El Espíritu Santo que está en nosotros es el sello y la seguridad de nuestra unión con Dios
(v. 13). Que permanezcamos en él significa que nuestras vidas están centradas en su voluntad y
son sostenidas por su poder. Que él permanezca en nosotros significa que su presencia espiritual
vive en nuestros cuerpos y es el medio por el cual su obra se logra.
La verdad de nuestra unión con el Padre está basada en la experiencia y el testimonio de
los apóstoles quienes habían estado con Jesús (v. 14). Ellos vieron sus obras sobrenaturales las
cuales eran señales de que él moriría con el fin de redimir al mundo del poder de Satanás (v. 14).
El testimonio del Espíritu de que permanecemos en Dios y él en nosotros está apoyado por el
testimonio de los apóstoles. Esta unión ocurre al creer y reconocer públicamente que Jesús es el
Hijo de Dios (v. 15). Confesar a Jesús significa decir con Dios que él es el Mesías y el Hijo
divino. Los judíos negaron esta verdad porque rechazaron sus enseñanzas de que el Mesías
habría de morir y su afirmación de que un ser humano era el Hijo divino de Dios.
La muerte de Cristo en la cruz demostró el amor de Dios hacia nosotros (v. 16). No sólo
se revela que Dios nos ama sino que manifestó la esencia misma de Dios como amor. No es
suficiente conocer que Dios es amor, sino que tenemos que permanecer en su amor. El morador
divino en nosotros hace posible la expresión del amor.
La referencia en el versículo 17 a la perfección de nuestro amor, no significa que alguno
ama a Dios perfectamente. Sí significa que cuando el amor de Dios se completa en nosotros, no
tendremos temor del día del juicio. La persona que teme al juicio es aquella que no ha sido
redimida m santificada por la obra de amor de Dios. Aquellos que han sido redimidos pueden
proclamar ser como Cristo en este mundo. Todo temor a Dios, quien es justo, es reemplazado por
amor cuando llegamos a ser sus hijos (v. 18). El temor al juicio trae tormento, pero la obra
cumplida del amor de Dios nos hace ser sus hijos y trae paz interior. Los redimidos ya no temen
porque saben que por amor Dios dio a su Hijo como propiciación por sus pecados. El temor y los
pecados son quitados, y el amor y la paz llenan el corazón del creyente (v. 19).
Después de señalar la relación entre el Espíritu residente y el amor, Juan enfatizó
nuevamente que es imposible que una persona en quien el amor ha reemplazado al temor, odie a
su hermano (v. 20). No es suficiente decir que amamos al Dios invisible, sino que a fin de que
ese amor sea completo tiene que ser expresado en relación con los hijos visibles de Dios (v. 21).
El amor se perfecciona o se completa cuando se expresa en acciones y hechos.
La necesidad de la fe
5:1-12
Conclusión
5:21
***
12
2 Y 3 JUAN
Introducción a 2 Juan
Paternidad literaria
Esta breve epístola de trece versículos, probablemente fue escrita por la misma persona
que escribió 1 Juan Debido a su brevedad hay pocas alusiones a esta en los escritos de los padres
primitivos Posiblemente Policarpo se haya referido a 2 Juan 7 sin embargo hay un contenido
similar en 1 Juan 42 3 y su referencia quizás haya sido a estos versículos El Fragmento
Muratoriano (ca 170 d de J C ) menciona dos epístolas juaninas, pero no las especifica Aunque 2
y 3 Juan eran conocidas por los padres de la iglesia desde 200 d de J C , continuaron siendo de
los libros disputados en el siglo IV.
El autor no se identifico pero si se definió a si mismo como el anciano (v 1) La palabra
griega traducida como anciano significa principalmente edad avanzada En círculos cristianos
posiblemente haya sido usada como un titulo afectuoso para un hombre de edad avanzada quien
se refería a los cristianos mas jóvenes como hijos No hay ninguna evidencia clara que indique
que Juan usara la palabra anciano para distinguirse de los apóstoles Sin embargo algunos
eruditos han puesto en duda la tradición de la iglesia la cual identifica al anciano con el apóstol
Juan desde que Papias dijo Si yo me reunía con cualquiera que había sido seguidor de los
ancianos en cualquier lugar yo me hacia el propósito de inquirir cuales habían sido las
declaraciones de los ancianos Lo que fue dicho por Andrés Pedro o Felipe Lo que fue dicho por
Tomas Santiago Juan Mateo o cualquier otro de los discípulos de nuestro Señor Lo que fue dicho
por Aristion y el presbítero (anciano) Juan discípulo de nuestro Señor, Eusebio noto que el
nombre de Juan fue escrito dos veces primero junto con Pedro, Santiago, Mateo y los otros
apóstoles, y luego con Aristión. El concluyó que hubo dos Juanes en Asia y que había dos
tumbas en Efeso. Eusebio propuso que el primer Juan (el apóstol) escribió el Evangelio y el
segundo (el anciano) escribió Apocalipsis. Jerónimo atribuyó 1 Juan al apóstol y 2 y 3 a Juan al
anciano.
Aunque hay algunas diferencias en estilo, las similitudes en el Evangelio y en las
epístolas dan la impresión de un solo autor. Muchas frases de 2 y 3 Juan son idénticas a las de 1
Juan o cuando menos, dan evidencia de familiaridad con ella. Estas características comunes con
1 Juan apuntan hacia el mismo autor del cuarto Evangelio y las tres epístolas.
Destinatarios
Segunda Juan fue dirigida a "la señora elegida y a sus hijos, a quienes yo amo en verdad"
(v. 1). Han sido sugeridas varias teorías para explicar a quién tenía Juan en mente. Jerónimo dijo
que se dirigía a toda la iglesia. Eruditos más recientes, tales como A. B. Lightfoot y A. E.
Brooke, han sugerido que la epístola estaba dirigida a una iglesia local en particular. El lenguaje
de los versículos 5 y 13 apuntan hacia una hermana cristiana prominente e influyente y sus hijos.
La "señora elegida" pudo ser referencia a una persona conocida por el escritor o por la
comunidad de la iglesia. La palabra griega para iglesia está en género femenino y cabría la
descripción de la señora elegida. Pablo habló de la iglesia como la esposa de Jesucristo. (Ef.
5:29, 30).
Fecha y propósito
Es difícil determinar la fecha de esta epístola, pero quizá fue compuesta durante el mismo
período que 1 Juan. Probablemente, pasó poco tiempo entre la escritura de la primera y la
segunda epístolas. El contenido indica que los falsos maestros eran los mismos que en 1 Juan. El
autor escribió para prevenir a la señora elegida de las falsas doctrinas de los docetas que iban a
las iglesias y se aprovechaban de la hospitalidad de los hermanos cristianos. Su influencia era
peligrosa, y las iglesias necesitaban estar prevenidas a fin de evitar ser llevadas al error.
2 y 3 Juan
Interpretación de 2 Juan
El saludo (vv.1-3)
Cartas hechas en hojas de papiro contemporáneas a 2 Juan muestran que esta epístola
tiene forma de carta privada. Tiene una fuerte orientación teológica, lo que sugiere que estaba
dirigida a una comunidad de creyentes en vez de una sola persona. El papiro era el papel del
mundo grecorromano y era preparado con fibras de las cañas de la planta de papiro, la cual crecía
a las orillas del río Nilo. Se extendía una capa de tiras delgadas a la cual se le sobreponía una
segunda capa en ángulos rectos. El material era humedecido con agua o un adhesivo líquido y las
dos capas eran prensadas. Generalmente, las hojas de papiro eran de 14 por 23 ó 28 centímetros.
La identidad del anciano, "la señora elegida y sus hijos", ya se ha discutido. La epístola
revela que los hijos de la señora estaban con ella, pero que ella también tenía una hermana
elegida cuyos hijos le mandaban saludos (v. 13). Este lenguaje parece que se refiere a dos
iglesias de las cuales los hijos eran miembros.
La atención cariñosa del anciano para con la señora y para con sus hijos no era solamente
un sentimiento, el cual pudo haber degenerado en lujuria, sino que era buena voluntad racional y
moral hacia aquellos que habían conocido la verdad. A través del cuarto Evangelio, la verdad se
refiere a la auto revelación de Dios en Jesucristo. Las iglesias están compuestas de aquellos que
han aceptado que Cristo es el Hijo de Dios y que el Padre está en él. El recibir el mensaje de la
verdad crea una unión que se extiende más allá del anciano y de una iglesia a todos los que
conocen la verdad y están unidos por el amor.
Aunque el anciano comenzó la epístola en tercera persona, cambia a primera persona y se
incluye junto con los hijos y la señora elegida como aquellos en quienes permanece la verdad.
Esta permanencia de la verdad revelada en Cristo inspira la fidelidad.
Puesto que la verdad "estará para siempre con nosotros" (v. 2), el autor predijo que la
gracia, la misericordia y la paz de Dios el Padre y del Señor Jesucristo serían con él y con sus
lectores. El uso del tiempo futuro es una indicación de lo que era esperado más bien que una
expresión de un deseo de bendiciones divinas. El saludo no invoca la bendición divina usual,
sino que afirma que la gracia, la misericordia y la paz serán con nosotros (v. 3). La gracia y la
misericordia están estrechamente relacionadas. La gracia enfoca la disposición de Dios de dar al
hombre sin merecerlo. La misericordia enfoca la disposición de Dios de perdonar al hombre
pecador. La paz es el resultado de haber recibido la gracia y la misericordia de Dios. Estas
bendiciones fueron reveladas en Cristo quien es verdad. Fueron motivadas por el amor, el cual
fue manifestado en la obra de Jesucristo.
El autor usó tacto para preparar a los destinatarios para su exhortación al mencionar su
gozo al encontrar que algunos de los hijos de la señora estaban obedeciendo la verdad (v. 4).
"Andando en la verdad" enfatizaba una creencia perdurable; que el Hijo de Dios había venido en
la carne para revelar la voluntad de Dios el Padre a sus escogidos. La alternativa sería caminar en
el error de los gnósticos. Posiblemente, las doctrinas amenazantes habían perjudicado las
relaciones dentro de la iglesia, y había necesidad de recordar a los miembros el mandamiento de
amor (v. 5). Así como en 1 Juan, el autor se refirió a este mandamiento no como algo nuevo,
puesto que había existido desde el principio. El mandamiento de amarse los unos a los otros está
citado en el Antiguo Testamento como amor para con el prójimo. Cristo lo ligó con el gran
mandamiento de amar a Dios. "Que nos amemos unos a otros" es el mensaje central de esta
epístola.
A los cristianos les fue ordenado practicar el amor en su conducta diaria (v. 6). Puesto
que este requisito es un mandamiento, el amor tiene que ser expresado a fin de obedecer a Dios.
Este amor no describe una relación sentimental o sensual, sino un interés que se expresa en
acciones. La obediencia a Dios y el amor a Dios son inseparables.
Juan identificó a los engañadores como los que enseñan que Cristo no vino en carne (v.
7). En 1 Juan clasificó este grupo como anticristos e hizo notar que habían dejado la comunión
de los seguidores para unirse al mundo. Probablemente, ellos eran docetas que habían negado
que el cuerpo humano de Cristo hubiera sido real. Otros falsos maestros dijeron que Cristo había
entrado en Jesús durante su bautismo y lo había dejado antes de su crucifixión. Juan enfatizó que
la verdad era que Cristo había venido en la persona de Jesús, quien fue humano. Juan advirtió a
sus lectores que no fueran más allá o no se apartaran de las enseñanzas que habían recibido
anteriormente.
Por su anhelo de aprender más de los evangelistas y misioneros que llegaban, los
cristianos estaban en peligro de aceptar doctrinas heréticas. Algunos de los viajeros eran
engañadores, así que los cristianos tenían que estar alertas para no ser apartados del camino.
Estos maestros heréticos iban más allá de las enseñanzas de Cristo, especialmente en la
enseñanza de que el Verbo divino se hizo carne y vivió entre nosotros. Ellos enseñaban que el
Verbo únicamente parecía ser carne y esta enseñanza los dejó como hombres sin Dios (v. 9). El
tema de la primera epístola tanto como de la segunda es que el que cree en las enseñanzas de
Cristo tiene a ambos, al Hijo y al Padre, viviendo en él (v. 9).
Lo sano de las doctrinas de los falsos maestros podía determinarse al examinar éstas a la
luz de la verdad fundamental del evangelio (v. 10). Esa verdad fundamental trataba de la
naturaleza de Jesucristo. Juan aconsejó a sus lectores que no dieran hospitalidad a visitantes que
esparcían doctrinas falsas porque el hacer esto era participar en sus malas obras (v. 11).
Juan estaba combatiendo la herejía que amenazaba la existencia de la iglesia. Los herejes
que niegan la divina naturaleza de Jesucristo continúan visitando hogares y apartan del camino a
los que buscan la verdad. Este peligro puede ser evitado si se da a los cristianos un cimiento
sólido con respecto a Cristo y si se evita acercarse a las doctrinas de los falsos maestros. El
cristiano común no está preparado para poder detectar el engaño en doctrinas que aparentan ser
ortodoxas.
El autor indica que tenía tantas cosas que compartir con ellos que sería imposible incluir
todas en una carta: "no he querido hacerlo por medio de papel y tinta" (v. 12). Quizá su breve
epístola había llenado ya su hoja de papiro. En vez de incluir enseñanzas adicionales en una
carta, expresó su deseo de visitarlos y fortalecer su fe a fin de que su gozo fuese completo. El
cerró su epístola con el saludo de los hijos de la hermana elegida, "a la señora elegida y a sus
hijos".
Introducción a 3 Juan
Paternidad literaria
Esta epístola y 2 Juan tienen tanta similitud que generalmente son estudiadas juntas. Hay
poca duda acerca de la presunción de que 2 y 3 Juan fueron escritas por el mismo autor. Su
espíritu y su estilo son los mismos, y sus conclusiones concuerdan casi palabra por palabra.
El Fragmento Muratoriano no presentó al apóstol Juan como el autor de 3 Juan. Clemente
de Alejandría y Dionisio de Alejandría aceptaron que había sido escrita por el Apóstol. Orígenes
y Eusebio la clasificaron como dudoso. La epístola fue apoyada por el Tercer Concilio de
Cartago, que se reunió en 397 d. de J.C.
Así como en 2 Juan, el autor se presenta como el "anciano" y hace hincapié en "la
verdad". Las enseñanzas heréticas que amenazaban a la iglesia aparentaban ser las mismas.
Segunda Juan prohíbe dar hospitalidad a los falsos maestros y 3 Juan la recomienda para los
maestros verdaderos. Las similitudes de 2 y 3 Juan hacen evidente que los argumentos de la
identidad del autor de una son aplicables a la otra.
Destinatarios
Tercera Juan concuerda con el estilo de cartas personales escritas en el siglo I. Está
destinada a una persona llamada Gayo, sin embargo, no se da más identificación de esta persona.
Pudo haber sido Gayo de Derbe, Gayo de Corinto, el acompañante de Pablo en su tercer viaje
misionero de Macedonia, o algún otro Gayo. Parece ser que era un miembro prominente de
alguna iglesia en Asia Menor, y que el Apóstol sentía alguna responsabilidad de guiar y
supervisar a dicha iglesia.
Gayo fue felicitado por su vida cristiana consistente y por su hospitalidad generosa.
Quizá él era miembro de la misma iglesia que Diótrefes, cuya conducta fue el punto principal de
la carta.
Propósito
Aparentemente, Juan envió a representantes para dar instrucción a la iglesia, pero los
extraños no fueron recibidos por Diótrefes. Regresaron a Juan y le explicaron la situación que
había en la iglesia. Diótrefes era culpable de criticar al mismo Apóstol y de amenazar expulsar a
los que querían recibir a los representantes de Juan. Gayo había sido más amable con los
visitantes, así que, Juan le escribió para darle directivas con respecto a cómo manejar dicha
situación tan indeseable.
Interpretación de 3 Juan
Saludo (v. 1)
El autor hace referencia a él mismo como "el anciano", el mismo término que aparece en
2 Juan. Identificó al destinatario como el amado Gayo, "a quien amo en la verdad".
Posiblemente, Gayo fue convertido bajo el ministerio de Juan y fue enseñado por él. Es
identificado como uno de los hijos del anciano en el versículo 4. Nuevamente, el elemento
común, que era el fundamento de la relación entre el anciano y Gayo, era la verdad.
Posiblemente, esto significaba las enseñanzas de Jesucristo como fueron expuestas en el cuarto
Evangelio.
El interés del Apóstol incluía la salud física de Gayo, pero más se centraba en su salud
espiritual. Juan había sido informado de su progreso espiritual por medio de algunos de los
hermanos que habían regresado de una visita a la iglesia. Le animó mucho saber que Gayo
continuaba aferrado a la verdad con respecto a Cristo. El versículo 4 indica que el anciano tenía
una relación especial con Gayo en cuanto a su nacimiento espiritual y su crecimiento cristiano.
Después de contrastar las convicciones y la conducta de sus hijitos con las falsas doctrinas de los
herejes, Juan se regocijó porque seguían andando en la verdad (v. 4).
Los desconocidos eran los hermanos que habían sido enviados por Juan: eran maestros
viajeros o misioneros (v. 5). La costumbre de las primeras iglesias era proveer hospitalidad a
aquellos que viajaban por su interés en el evangelio. Juan felicitó a Gayo por el interés que él
había mostrado hacia los misioneros. Esta hospitalidad estaba de acuerdo con la fe y era una
forma en la cual Gayo demostró que estaba perseverando en su fe. Su caridad no se limitaba a los
que él conocía, sino que era extendida hacia los desconocidos también. Estos misioneros
informaron a su propia iglesia lo que Gayo había hecho, y así, pues, sus hechos caritativos fueron
dados a conocer ampliamente (v. 6).
Juan le pidió a Gayo cortésmente que continuara reconociendo la importancia del trabajo
de los misioneros y que los ayudara en el futuro en formas dignas de un siervo del Señor. En
contraste con su consejo en 2 Juan de evitar ayudar a los herejes, él recomendó apoyar a los
misioneros que enseñaban la verdad. Los herejes eran guiados por el maligno, pero los
misioneros salían por causa del nombre de Cristo. En su trabajo con los gentiles, no habían
recibido ninguna recompensa o sostén (v. 7). La iglesia estaba obligada a sostener a los
misioneros. Por tales actividades, la iglesia estaría compartiendo en el esparcimiento del
evangelio.
Aparentemente, Juan había escrito una carta que trataba de los misioneros que habían
salido de su iglesia a la iglesia de la cual Gayo era miembro. Posiblemente, la carta era una
recomendación de los misioneros. Evidentemente, Diótrefes había recibido la carta pero no había
respetado la recomendación del apóstol Juan. Algunos creen que Diótrefes era el pastor de la
iglesia donde Gayo era miembro. Pero quizá simplemente era uno de tantos dirigentes y trataba
de dominar a la iglesia. Se hace referencia al motivo de orgullo y deseo de preeminencia que
controlaban las acciones de Diótrefes. El demostró su importancia al rechazar la recomendación
del apóstol Juan. Parece que Diótrefes rehusó recibir a los misioneros que vinieron y amenazó
con excomulgar a cualquier miembro que los recibiera (v. 10). Diótrefes justificó su actitud
respecto a la recomendación de Juan haciendo acusaciones insultantes en contra de Juan y de sus
misioneros. A la vez les prohibió a los misioneros la entrada a la iglesia en vez de recibirlos
como hermanos. Juan estaba confiado en que tenía suficiente respeto entre los hermanos para
poder requerir que Diótrefes rindiese cuentas de sus acciones cuando él fuera a visitar la iglesia
más delante.
Por cuarta vez, Juan se dirige a Gayo como "amado". Le instruyó que no siguiese el
ejemplo maligno de Diótrefes sino que continuara haciendo el bien. Le recordó que aquel que
hace el bien es de Dios, y aquel que hace el mal no es de Dios.
Demetrio fue presentado como ejemplo del bien. Evidentemente, él fue uno de los
misioneros que salió de la iglesia del Apóstol. La gente de la iglesia, evidentemente de su iglesia
local, había dado un buen informe de él y su conducta demostraba que la verdad del evangelio
era puesta en práctica en su vida (v. 12). Gayo podía depender de que el informe había sido
verídico.
Se concluye esta epístola con las palabras acostumbradas de despedida, muy parecidas a
2 Juan. El Apóstol expresó su preferencia de visitar a la iglesia y hablarle directamente en vez de
comunicarse con ella con pluma y tinta. La palabra para pluma se refiere a la caña, o sea la
planta de la cual estaba hecho el instrumento para la escritura. Juan expresó el saludo judío típico
de paz (shalom) y pidió que se saludase a sus amigos.
***