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QHo-4-26 V3 Bajo a diresisn de f HISTORIA DE LAS IDEOLOGIAS. FRANGOIS CHATELET (7 8° Scd.0 Plan de ta obra: HISTORIA DE_LAS, IDEOLOGIAS “Toms 1: Lew mundos divinos (hata, siglo VIED TY. Saher y poder (del siglo XVIII al XX) ‘Tome Hie ila al send (da dl Tal XVITD ‘Pome Hi: Maker’ pour (Geno XVAL al XX) Dieesién de FRANCOIS CHATELET y GERARD MAIRET Sp. colabenasitn de suze st De BUENOR ARES = BU TAD. FLOSOFINY LETRAS * fac ciOW oe utorecas Lue Brissox Jean Lacenwey Gdilon Cant Charles Mananovn Helene Coastnes Plerre-Frangois Moreau Chistian Descanes Evelyne Pisten-Kovcnven jee: Grovernar Rafael Prvioat Maurice Ronat Louis SaLa-Mouixs Francis Seman Soel Semupr | Mohammed-Allal Sivaceon _Tean-Louis Trastast | La Red de Jonés—PREMIA EDITORA—1980 ‘Titulo original: Histoire dep, Idéologies (Savoir et pouvoir: du XVIII au XX siecle) ‘Praducci6n: René Palacios More Disetio de la coleccién: Pedro Tanagra R. La traduccién ha sido codida por Ia editorial Zero-Zyx, Madtid. Colaboran en este tomo: Francois Chatelet (eatedrético en In Universidad de Paris VIL. Hélene Castres (investigadora en el CNRS). Christian Descamps (adjunto en Ia Universidad do. Paris XI). André. Glucksman lnvestigador agregado. al CNRS). Michel Korinman (protesor adjunio de Ja Universidad de Dijon). Gérard Mairet (profesor de a Universidad ‘de Otawa). Plorre-Francois ‘Moreau (profesor adjunto de Ja Universidad de Reims). Bvelvne Pisier-Kouchner (direciora de conferoncias en Ia Universidad de Reims), Rafact Pioidal (profesor adjunto en la Universidad de Paris V). Mau rice Ronai (godgrato en el Instituto M. C.) 41h 08 Primera edicién: 1980 © Hachette © PREMIA editors de libros 4. para le edicién en lengua castellans. RESERVADOS TODOS LOS DERECHOS ISBN 9684341342 ISBN 2010048040 de la edicién de Hachette PREMIA edlitora de libeos Tonal 146-2, Mexico 7, D.F, México Impreso y hecho en México Printed ad made in Mexico PROLOGO. Este tercero y sitio tomo de Ia Historia de las ideotogias abaree la época modem, Los andlisis del tomolT presentaron las configuraciones de ideas, ms o menos coherentes, mis @ menos dapiadas a las circunstancias, que incideron en las transforma cones del marco sociopolitica de Oceidente, transformaciones que Tevaron del ‘Santo Imperio romano germénico a la monarquia centralizada de Luis XIV ée Francia, por una parte, 3, por otra, al reino de Gran Bretaha, ocupado ya en 1a industratizacion Estos dos polos —e politico y el econdmico—, en trance de con quistar su autonomia de hecho y, por consiguiente, suscitando problemas, van a exigir respuestas y logitimaciones, La teorla politica, y luego la economia politica, se consttuyen en campos de reflexion especiicos. 1 siglo XVIII europeo se ve obligado a ‘pensar muy ampliamente sobre las miltples novedades que surgen por todas partes, para integrarias y reducirla, pero también, si se ‘rata de las de ios intelectuales que acogen Tavorablemente esos cambios, para emplearlas en su provecho. Se acaba de hablar de Jos sintelectuales+: en efecto, el movimiento iniciado en el siglo precedente resulta reforzado, —se acrecienta notablemente el rnimero de quienes eseriben y leen—. Las lenguas nacionales se 7 han apartado definitivamente del latin, Voltaire se dedica a pre- sentar al pibico sla filosofla natural de M. de Neutons, 9 a rela. tar la historia del reinado de un rey de Suevia; hay interés por las novelas, pero también por los relatos de viajeros que llegan de Asia 0 de las Indias orientales; pasa a ser activa Ia internacional e as letras y, en contra de la iglesia o, al menos, al lado de ella, Drogresa el proyecto de una sociedad de los espiritus, Aqui se ha intentado dar cuenta de esta stuacién, que, bajo cierios aspectos, es todavia Ia nuestra, atendiendo a la parte de las ‘eneralidades ideales y a la de las invenciones singulares evando éstas son significativas o bien cuando, preeisamente, han adquiti do un aleance general a posteriri Si en las pivinas que siguen s¢ ‘rata del jurista Vitoria, de 1s flésofos John Locke o Hegel, del cconomista Adam Smith, de Saint-Just, de Marx, del gederafo Ratzel, del Che Guevara 0 de Truman, ello se debe a que la rele rencia a sus doctrinas, a una de sus frases o de sus acciones dum ha un conjunto ideoiégico importante, El conocimiento de las ideologias exige este vaivén de lo general a Jo individual, de lo doctrinal alo eventual, de los eseritos singulares a lo que podemos saber de la existencia real o softada de los pueblos... ‘Ocurre que la composicién de los textos de este volumen posee tuna cirta simetria, Las dos secciones extremas, La ideologia del rogreso y Las ideologtas de la guerra ola paz, remiten, cada una, ‘un periodo. La primera estudia la elaboracién de los principales conceptos que organizan el pensamiento del estado-nacién en formacién: se trata de la época de las Iuces y de los prineipios que Uutlizaron la revolueién francesa y el imperio napoleinico y de los ‘due se apropié la administracion burguesa, en el siglo XIX y hasta nuestros dias. La segunda apunta a los interrogantes més vivos y ¢ Jas précticas mas destacadas del mundo contemporineo, La confrontacién de estos dos conjuntos es, en si, significativa del hhundimiento de un determinado nimero de esperanzas. Pero el inerir de ello cualquier pesimismo supondria el suscribirse a la absurda necesidad de la flosofia de Ia historia, Mas ain, si surge alguna melancolia al comprobar que los ideales que anima ban a tos enciclopedistas 0 a los pattiotas de la revolucion no han dado los frutos que ellos esperaban, resulta también falto de con- sistencia et escudarse en los velos negros de quien hereda un lega do desastroso para insultar a los antepasados. Una herencia puede ser rechazada. Y, para proceder de modo pertinente en esta oca- sién, es importante procurar ver —en funcién de la experiencia, presente— qué falé en esos sistemas de ideas tan plenos en pro- 'mesas. Eso es lo que Karl Marx hizo con Hegel, y lo que todavia venta de su obra se sia en ese nivel Las dos secciones centrales se esfuerzan por hacer aparecer con la mayor claridad dos nociones que desempeliaron y desempe ‘an un inmenso papel en la ideologia moderna: Ia de hombre y la de conquista (se ba preferido mantener este término clisico que el de dominacién, pero éste se halla en la continuidad de aquel; o, mis, ‘exactamente, éste generaliza en la situacin contemporanea Io que aquél limitaba a fos espacios de le geografia). Cada una de estas secciones esté dedicada a restituir la evolucién de la noci6n consi dderada y, al mismo tiempo, 2 sefalar surgimientos del sujeto ‘moral, caracteristico de laideologia burguesa desde comienzos del siglo XIX, del sujeto juridico, del ciudadano propietario (y de la dominacién politica elésica), del capitalism y su doble: et prole tario (y de 1a dominacién teenoburoerities), por una parte: por otra, anilisis de los momentos més signifietivos de esta empresa se conquista efectuada en nombre de la verdad del hombre y que Ssupone que hay otro que no es tal (no del todo o en nada absolu- amente) ef salvaje en el siglo XVIII, el préjimo molesto, el otro (en cuanto al color de la piel, la religin, a las costumbres), 9, por ditimo, el eventual mareiano, gracias a euya imagen se puede hacer derroche de medios téenicos exorbitantes que brillan en el firmamento como tantas otras amenazas esgrimidas aqui abajo. ‘Asi pues, se ha procurado destacar las concepciones dal hhombre y de su porvenir que, desde hace algo més de doscientos cincventa afios, han jalonade el trayecto de las sociedatles. En el fondo, side ello surge una leceién —lo que resulta dudoso— la misma consiste en que el porvenir es una idea muy lamentable. ‘tanto por las esperancas falaces que promueve como por las pric: ticas apremiantes que autoriza. A menos que se conjuren sus me- leficios, recordando que, segin el proverbio, «nunca es seguro lo peor Francois Chatelet — LA IDEOLOGIA DEL PROGRESO. 1 SOCIEDAD CIVIL Y CIVILIZACION or Plerre-Frangois Moreau Una ideologta no deja que surja cualquier cosa en su campo de visién: esté obligada a alternativas en las que lo invisible se con- trapone a lo visible. De este modo, 1a importancia otorgada al es- tado suele correr ei riesgo de hacer desaparecer bajo su peso la actividad del cuerpo social: éste se elimina reduciéndose ‘inica- inate as verte, Toda a textura econ, sci, telstual | resulta entonces asimilada # lo que la reglamenta, y aparece ima- finariamente coma wha consecieneia del estado o de sus decisio- | hes. AST ples, bajo la autoridad de éste se perfila una sociedad sin \ ‘densidad, en’ I que sus decretos penetran sin resistencia, En ‘uma, cuanto més se insiste en el poderfo de la cabeza, menos ‘carne iene que tener el cuerpo. La transparencia exige la desapa: Ficién de los intermediarios. Como consecuencia de este hecho, fodo lo que en la sociedad escape a esta reduecion estatal seré en- fendido como manifestacion de la particularidad desviada: vida, " {accién y complot. La moral se reintroduce alli donde se la erefa excluida, pero de donde no habfa sido verdaderamente rechazada sino en el dominio de lo pensable. Como contrapartida, lo que se ha enunciado como imposible, y que a pesar de todo insiste en ‘exists, tendrd que soportar sus ataques y la represion que puede’ acompafarios. ‘Sin embargo, es preciso que un buen dia se tome en cuenta faquello que se tenia fendencia a rechazar, so pena de reconocer en ello la teoria defendide por los adversarios. La ideologia del sujeto thocaba con un problema de este tipo: en su principio, se la levaba a que avanzase hacia las fuentes del poder, y, en particu- Jar, hacia la que le parecia esencial: el estado, pensado por otra parte més como punto de concentracién de la autoridad que como aparato o red ramificada. Asi pues, la politica podia reducirse, en ‘1s comienzos, a las deducciones mediante las cuales se mostraba Ta causa de este poder: voluntad de los individuos, compromiso y soberania. Bastaba con decir por qué un pueblo era un pueblo, y ‘mo el estado ere su verdad. Pero gquién iba a dar cuenta de los innumerables anilisis coneretos a los que se habia lanzado el medievo que acababa, Ia préctica de los juristas, las nuevas formas de aetiidad social ~mercantiles, financieras, industria les— que paulatinamente adquirfan més importancia? No. se ppodia dejar de actualizar el aristotelismo, ni olvidar indefinida- mnonte esas realidades, Habia pues que adecuar una teoria de la sociedad civil para evitar que se abandonase su explotacion a las ‘doologias rivales. En un primer momento, ganar terreno sobre los ‘naturalistas, prontos a sumergir la vida social en los ciclos natu: rales, y luego esbozar una doctrina inversa, en la que las normas de Ia sociedad organizasen sus relaciones bajo la jurisdiccién del poder subjetivo. ‘Ante todo, habia que criticarseyeramente el mayor argumento de los adversarios: la asimilacién de la sociedad @ una totalidad orgéniea. Cuerpo, planta 0 familia: otras tantas metéforas en las {que resuita evidente, ante cualquier reflexién, que el todo es otra cosa y mas que la suma de las partes. Tal como en las metéforas inversas de la miquina y del contrato, hay una referencia @ una composicion de individuos o de instrumentos que preexisten a la ‘operacién. En la trinidad social, todo actia segin el Espiritu Santo: que el estado tiene juicio y memoria, nadie lo niega. Pero cl tercer término, gdebe ser voluntad o amor? Segtin la respuesta legida, los lazos Sociales serin del orden de la voluntad o del 12 ‘orden del reconocimiento afectvo. Tal es toda Ia alternativa entee reralismo por un lado, romanticismo y tradicionalismo por otro, ‘gue te halla ya en germen en esta oposicion. Entretanto, ahi esti tl desafio de esta lucha de metaforas: al enraizar a la politica en tunidades prevoluntarias, como los fendmenos biolbgieos, se Te otorga de inmediato el aspecto de una organizacién jerirquica, en Ta que eada cual tiene su lugar reconoeido y recibe pero no elige: donde no son los individuos los que aparecen en primer plano, sino las relaciones, las funciones, los procesos orginicos que se entreveran. Admit este tipo de feflexi6n supone dejar Ia puerta fabjerta a un sistema totalmente dispuesto; la vida precede en él al juici, ¥ los lazos de amor otorgan en él un modelo ala sociedad, Econjunto del juego de oposiciones esti muy bien representa do, a fines det siglo XVIII, por Herder. Situado del lado organi ‘sta, presenta a las metiforas de a vida con un signo positivo y a las oitas con Un signo negativo: escribe, en Ideas para una filoso fia de la historia de la humanidad:* aLa naturaleza instruye a las familias, Asi pues, el estado més natural es el de una nacién que posee un eardcter nacional que pueda conservar durante siglos» aPor qué? Porque «tanto como la familia, Ia naci6n es una planta fe la naturaleza, tinicamente sus ramas son més numerosase; sini ‘amente subsisten largo tiempo slos estados que han echado raices profundase: se enuncian de golpe todas las equivalencias: socie ‘dad, familia, arbol, es decir cuerpo viviente y natural. A todo esto se le opondr los estados falsos, artificiales e inanimados: sus hetersclitas partes «pueden juntarse unas con otras en una endeble miquina denominada cuerpo social, pero sin que exista fentre ellas ni ligazén, ni simpatia, ni espiritu de vidas. Quienes feonforman «semejantes mAquinas» en una «unin forzada y mons- truosa..juegan con los hombres y los pueblos como con cuerpos inanimados-, Metéforas del arifieo, de la maquina y del cuerpo inert, frente a las metdforas de la vida, de la familia y del alma: & cada cual lo su Fl espacio teérico clasico deberé, 0 bien rechazar, 0 bien ab: sorber esas metéforas siempre presentes en el discurso politico, y que trasladan a éste pensamientos eficaces antes de ser demostra- dos. Respecto de la del cuerpo, Ia tatea resulta facil: Ia ideotogia rmecanicista, que reduce lo vivente a una maquina, permite neu- tralizar el peso politico de la comparacin: el estado es un cuerpo, 13 pero el cuerpo es una méiquina; en esta biologia de lo inerte, no hay sitio para un principio que superaria a las componentes para integrarias en el todo, La asimilacién no volveré a ser peligrosa sino cuando las ciencias de la vida vean triunfar otras doctrinas ‘que afirman la especifcidad de lo viviente: animismo y vitalisimo suponen, en término generales, otra cosa que una simpie yuxtapo- sicién de las partes. La vida st vuelve entonces contra el derecho individual ‘También fa familia era un punto de sustentacién de la ideoto ia naturalisia. Ella jugaba este papel de dos maneras: por com- posicion y por analogia. Por composicidn: el estado es una acum lacin de familias; hereda entonces su autoridad y sus formas de organizaci6n. La idea es tradicionalist, pero se la ve surgir asi mismo en los utopistss, que, contra el prestigio de la propiedad, tentan jugar la earta patriareal. Enire los tebrioos de Ia sobera. fia, Bodino todavia Ia acepta, sin que por otra parte esto le impida justificar el poder absoluto del rey. Suérez Ia rechaza: ha visto 1 peligro: reducir la fuerza del estado en beneficio de ‘cuetpos intermedios. Por analogia: esta ver ya no se trata de la hnaturaleza del estado, sino del origen del poder. El rey es como un padre porque el teino se transmite como un patrimonio: en el I mite, cada rey extrae su poder de Adin: tiene sobre sus sibdlitos los derechos que el padre de todos los hombres tiene sobre sus hijos'. La analogia se difumina en genealogia, En nombre de este principio, Filmer defiende el derecho divino de los reyes en la Pa- Iriarchea*. ¥ Locke, portavoz de ls liberales, no eree podler hacer otra cosa que refutarie minvciosamente? Pero mis que refutar el argumento familiar, pareveria que valdria mis desartcularlo para hacerle cambiar de campo. A esto se dedica Rousseau en £1 contrato sovial®™: deja de lado ripida mente Ta idea genealégica (si se la toma al pic de la letra, no ‘importa quién pueda ser poseedor legitimo del mundo entero, por empl aque que escribe sobre politica tanto como los soberatos EGG, Conon Le prmaion du camp de ier, PAL, IS, neon cong artnet re, yen 1.08627) Hote: io Pore, 3 po mel re ‘aiid, 1920(N, 67). 4 ‘de los cuales habla); pero emplea un capitulo para explicar que, después de todo, bien se puede concebir al estado como una fami, a condicign de tener una idea just de ago qe en realidad es la familia: nada tiene ella de natural, es un acuerdo di sntades. Por volurtad, marido y mujf viven juntos,» volunta: Flamente —una vez eviados materialmente (Io que leva algo de tiempo) — los hijos permanecen con los padtes. Por supuesto, todo fl sentido de la asimilacion resulta destruido:. de qué’ sive regular el estado segin el modelo familiar si previamente se incluye en el segundo lo que se quiere hallar en el primero: el twiunfo del derecho subjetivo? No es precisamente en esto en lo ‘que habian pensado los seetarios del derecho divino de los reves. Por otra parte, Diderot ya habia utilizado un argumento del mismo tipo en el artieulo Autoridad de la Enciclopedia: «Ningiin hombre ha recibido de la naturaleza el derecho a mandar sobre los otros —escribia—... Sila naturaleza estableci6 alguna autori- dad, ella es el poder paterno; pero el poder paterno tiene sus limites, y en el estado de naturaleza, finalizarfa tan pronto como Jos hijs estuviesen en condiciones de conducirse», Hay que con: siderar seriamente estos enfrentamientos sobre las analogias: nin- guna ideologia est hecha Gnicamente de argumentos puramente “Woekcos, Intento de ordenar el mindo, ella suele busear puntos de ‘comparacion para afirmar sus tesis. La lucha enére mecanicismo sitalismo Gene un sentido politico, exactamente como la cuestién de Ia estructura de la familia y Ja valider. de sus Iazos. La lucha Jdeol6gica es con frecuencia una lucha para imponer metiforas. 'No bastaba, empero, con impedir que el adversario ocupare el. terreno, Era necesario procurar tomar en cuenta y de otro modo aguello que él tomase en consideracion. Si se habia logrado evitar Ja asuncion por una ideologfa de la naturaleza de todo lo que en Jas relaciones sociales no era ni el individuo, ni el estado, habia ue dedicarle algin desarrollo, y la tarea-era tanto més Urgente cuanto que se acrecentaba la importancia de la burguesia dedica- da a los negocios, que tenia necesidad de analizar sus propias actividades. Unicamente Ia teoria del estado de naturaleza y del contrato no se prestabe suficientemente a ello, Se iba pues, suce- sSivamente, a considerar las relaciones de intereambio, de comer- cio, de Ia produccién, ete.; luego se mostraria Ia superioridad sobre los otros tipos de sociedad. En otras palabras: edificar una 6 toria de Ia sociedad civil, y, después, una teoria dela cvilizacion, Ya Locke otorga mucha mas importancia a las posibilidedes de vida en el estado de naturaleza que Ia que le habia dado Hobbes. No se trata, ya, del estado de guerra: ali se produce, se ‘ntereambia, la individualidad se desarrolla y se enfrenta con las otras. Hay pues, una real consistencia de las relaciones sociales antes de la fundacién del estado. Reinan en él, ciertamente, las injusticias, y éstas son las que el estado debe eorregit, pero st necesidad esta lejos de ser tan acuciante como ex los otros tebricos {el derecho natural. Asf pues, se ve nacer otro objeto te6rico, bajo la jurisdiecion de las problematicas del estado y del contrato, pero ‘que después de todo sélo exige liberarse de elias. Lo mencionado por Locke puede pasar al proscenio y relegar a Ia politica propia. mente dicha a un segundo plano. ‘\_ Con Mandeville se completa la constitucién de Ia sociedad civil en tanto que objeto auténomo. En él hay pocas consideraciones sobre el estado y ninguna sobre la injustiia. Aquello de que habla 15 o que permanecerd en el proscenio en el siglo XVIII el Iuj, el beneficio, las relaciones comerciales y la felicidad, Es conocido el tenia de la Fabula de las abejas: vicios privados, benelicios pabli- 0s. En una sociedad en la que reinan el despilfarro y la corrup- cin, el comercio funciona, los ociosos hacen prosperar Ia produc- cin'y todo el mundo se enriquece. Todo se hunde euando se ins- {aura la honestidad, la frugelidad, Ia vitud; los verdaderos moto- res de la vida social y econdmica residen’de hecho en lo que teélogos y moralistas condenan como pasiones. Si se consiguiese suprimirias, no se obtendria sino Ia desdicha y la pobreza. Hay ‘que clegr: 0 la virtudo la felicidad, Se caeria en un error si se dedujese de ello una apologia del inmoralismo. Por cierto que Manderille subraya como sin motivo Ia distan- cia entre sociedad civil y moral, y multiplica las paradojas para hhacerla mis evidente. Pero se trata, sobre todo, de otra cosa: ut principio de relaciones entre individuos, que no pasa por la volun: {ad. El contrato puede resultar aplazado, porque hay en el suelo otra cosa que su poder de arificio y de compromiso: hay el inte és, la necesidad, y Ins pasiones que los agudizan, La sociedad civil es, precisamente, el lugar de los intereses y de las necesi- dades. Cuando la ideologia del sujeto corté el mundo en dos —en ‘érminos cartesianos, por un lado la res extensa, por el otro la res 16 cogitans—, efectu6 el mismo corte en Ios individuos, Para pensar las relaciones de éstos sin eaer en el orden de una naturaleza pre- establecida, no hay més que dos medios: o bien situarse del lado Ge a res cogitans, y apoyarse en las voluntades para superar a los individuos (se obtienen entonces las distintas variaciones contrac- tales), o bien situarse del lado de la rey extensa y contar con lo que en el sujeto no es la voluntad, siendo ella empero la expresign ‘de su poder individual. Se obtiene entonees otra forma de con ‘rucciOn del todo social: mediante el juego de los intereses, Asi ‘pues, el individuo es tanto més sociabie cuanto mis asiduamente prociura su interés privado. Quien mejor lo formulard es Holbach: ‘El interés, o el esclarecido amor por si mismo, es el fundamento ‘de las virtues sociales, Después de Mandeville se estudi el fendmeno alslado. Bt sé. ‘mino -sociedad civile que, durante. mucho. tiempo, se consideré ‘como sinénimo de «sociedad politica, tende a desprenderse de ésta ya designar mas bien esas multiples relaciones de inteream- bio, de consumo y de utilidad reeiproca que se consideran la framia del tejido social. La Enciclopedia subordinara claramente la politica los problemas econdmicos, y una relativa indiferencia en cuanto ala forma de gobierno afectari a una parte de la opinion cenel sigh XVIII Pero no basta com registrar ef desplazamiento de objetos que afecta por entonces al pensamiento. El mismo permite también advertr, a su modo, por cierto, lo que no se habia advertido. En ‘ste tereno es donde la economia politica podré finalmente sepa: rarse de las consideraciones monetarias a que se habia visto limi: fada desde Bodino y Malestroit. Y por esta via, asimismo, habra de reintroducirse el tema de Ia divisién del trabajo, sobre el que finalmente se puede reflexionar de modo distinto al de una analo- sa biol6gica. En a utiidad social, yno en la jerarquia natural, es onde encuentra su fundamento, Se advierte que ello refuerza las Gesigualdades’, pero generalmente se le acepta como un medio inevitable para la felicidad. La desigualdad aparece incluso, en fe es rooca na dein oda mayor gue Tae earners y bs (Ea rd Berger, Pars 1799, seca 1). Eb pal Instn de xc Pla Madi WIN 8 7 tanto que sistema de complementos intereambiables, como una nueva condicién de la unidad social, y por tanto, a fin de cuentas, del inten individual, Sigue Holbach: «La desigualdad que le na- turaleza ha impuesto entre los individuos, lejos de ser la fuente de sus males, es la verdadera base de su felicidad, Los hombres se vew invitados y forzados, a través de ella, a recurrit los unos 8 os ottos ya prestarse ayuda mutuas’. Fl argumento es tan fuerte que se lo vuelve a hallar incluso en los utopistas, que sin embargo crtican el egotsmo y la propiedad’. ‘Sin embargo, no todas las naciones han sido siempre tan ricas, tan habiles o tan refinadas. No todas han conocido el barco de ‘guerra y Ia 6pera, Puede entonces introducise una nueva idea: la de la civtizaciOn*. Ella se sitéa en la encrucijada de la idea de progreso y del tema de la sociedad civil. Siel juego de los intereses «sla racionalidad superior dela sociedad, esta racionslidad queda ‘oculta a los individuos que no obstante gozan de sus ventajas; hay aqui una especie de astucia de la razén, pero que jamés deja de apuntar a la felicidad individual. Si bien se esboza una teleologia, ella surge bajo Ia forma de una lenta evolucién del hombre, a través de los sucesivos estados de 1a sociedad civil. En consecuen- cia, el hombre es perfectible; y en sus més sutiles variantes, esta perfeccién puede pasar por sus propias errores. Sin embargo, no resulta seguro el que semejante retorno sobre si le impida al pro- ‘eso de la civlizacign ef ser otra cosa que una dilucion’ del origen. EI mismo suele mantener algo de lineal y de irreversible que le impide modificar en mucho la concepeién clasica del tiempo. En el fondo, lo que esta teoria de Is civlizacion aporta de mas nuevo hay que buscarlo, tal vez, por el lado de la formacién del individuo, En efecto, sta evolucién de la sociedad afecta a la felicidad y as luces det individuo, y si se reconace cada vex mids importan- cia a estos fines, entonces se comienza a admitir que el individuo ‘noes indiferente a la sociedad en la cual el intercambia, trabaia y Higa ree rere un pegs ‘ehcindo™ ea 3 expan dk al, os a dein tonto ‘i fgeet Seton oe ae Fact Seres ‘Wcmpltad odin, rb Hoban Bl sotone ia 18 desea, Antes de Hegel, en quien el concepto de Bildung retomari, esta visi, esto es lo que afirman Holbach y Condorcet: ta nate, raleza no ha hecho a los hombres ni buenos ni malos, la sociedad los weve stiles o perversos, se lee en La politica natural, ‘mis sutilmente, el Cuadro histévico de los progresos del esplrite ‘Jumano® ve a sla razén humana formarse lentamente a trav. de los progresos naturales de la civilizacine, Es verdad que ye la forma clisica del derecho natural Gnicamente’ atestiguaba Ie permanencia del sujeto; all se admitian las variantes en el aspects eoncreto de los individuos, pero las consideraba inciertas » poco crefbles. Aqui, lo que evoluciona es lo propiamente exencial, Y. todavia, hay que matizar: no hay muchas formas histricas de 1, razin, sino que més bien la razén se revela lentamente a. ef ‘misma, como conseeuencia de las variaciones de la sociedad civil Esta era fa forma més extrema que podia aceptar le ideologia del sujeto de derecho, in negarse a si misma. Sobre la sociedad civil Un ti repetoro de temas y extuios dedicados a estas euestiones se encuentra en e libro de'L. Collet: De Rousseau 9 Lanne gf 1974 Gordon et Breach, ps: 208.20, Sobre in civizacion: Febvre Li; Mauss, M., ele: Chilsation, fe mot et Tidée (1. se tana internacional de siiesi), La Renaissance du Live, 1500, Beveniste, E,: Cision. contribution store dh mot et Tidée (Problemas de lingsticn genera, Ut, NER, "966, Die. 33658 Hzatd, Le pene crpdenne av XVIle. site, Boivin, pag. 1388. En castellano ET pensomiento eurepeo ene siglo XVII. Guadarrama. Madrid, 1958 (N. del Th vant tate de wn care hic de or pagans del ep human, 19 2 NATURALEZA, CULTURA, HISTORIA por Pierre-Franois Mor ‘Si hay un concepto que remita con frecuencia a la época clisi- ca, esel de naturaleza. Artes, politica, ciencias y moral se refieren 41, Las épocas ulteriores han hecho de él, a menudo, wn simbolo del clasicismo, ideologia vaga en la que mezclan sus propios pre. ivicios con las normas del pasado, Es més lo que estos. falsos reconocimientos histGricos, basados en el elogio y la evidencia, hhan acrecentado la dificultad det aniliss, que lo que han ayudado 4 trazar las grandes y necesarias lineas ‘de demarcacion. Tenian ellos razén, al menos, en evanto al concepto central: pero todavia hay que exienderse sobre su sentido. Término polisémico, la -na- furaleza> fue punto de interseecién de numerosas corrientes ideo l6eicas, y es importante distinguirlas. FI naturalismo del renaci- miento no tiene mucho que ver con ef vestado de naturaleza- de la politica clisica. El primero esti eargado con frecuencia de refe- rencias magieas y astrologicas, y descubre en todas las cosas ua 20 fuerza que vive, actéa y las anima sein redes de correspondencia estrechas entre macro y microcosmos. En cuanto al -estado de na turalezas, éste pertenece a un registro muy diferente; el tnico punto comtin de ambos principios, sia toda costa se quiere hallar alguno, reside, sin duda, en su actividad: los das se encuentran en | tlfondo de lo real actual, La naturaleza nunca se pierde, sino que ts recubierta u oscurecida con precision. Puesto que hay que elegir, se atenderé entonces aqui, sobre todo, al sentido juridico y politico del término, pero no hay que olvidar el aura que conforman en su alrededor los otros sectores twéricos: ellos no estin completamente separados del mismo y suelen ayudarle a penetrar la conciencia comin, De Ia naturalera ela naturaleza humana En Jo esencial, la época que se inicia con la reforma y Ia con: trarreforma remite a una crisis de la noci6a de naturaleza, En las cortientes de pensamiento precedentes, el término habia conocido dos sentidos principales (si se exceptta el renacimiento italiano, ‘que casi carece de importancia para la teoia juridiea). En tanto que orden de un cosmos inmutable, creado y organizado de una ver para siempre, y que extrae su permanencia, juridica de su permanencia fisica, I naturaleza.estallaba en pedazos ante los embates de las investigaciones efectuadas en mecinica y astronomfa, en un movimiento que, a partir de la Escuela de Paris, iba a desembocar en Galileo, Jurstas y teblogos socavaban las consecuencias morales al mismo tiempo que’ se quebrantaba el basamento cosmologic. = Otra concepcién se abria paso con la reforma y otras ten- ddencias paralelas: una condenacién de la naturaleza entendida con los colores del mal y de la negacién del ser; lo mas extremado ‘tue restaba de la herencia agustina recordaba que el homibre es ‘una masa de perdicién y que lo que no proviene directamente del Creador no es verdaderamente el ser. En la medida en que st rechazaba el origen natural de as leyes y de las relaciones socia- les, para consltuirlas a partir de los individues, el derecho corria el riesgo de hundirse en el pecado, y la vida social el de resultar excluida nucramente de la dignidad del pensamiento. De este modo el derecho subjetivo, liberado a partir de Oceam, se eclipsa ia, aplastado bajo el derecho divino. La carta que Lutero ditige a 2 fos campesinos sublevados no tiene otro sentido: les reprocha el otorgar importancia a los bienes de este mundo y reclamar «dere- no se cubren, entonces, exacta: — La ley de naturaleza no es forzosamente Ia ley que se aplica en elesiado de naturaleza — En compensacin, es una ley que esté presente en el estado dde naturaleza. Lo que remite a su doble eardeter; evidencia y unt versalidad: — Pero si se recuerda lo que es verdaderamente el estado. de naturaleza, entonces se descubre el sentido verdadero de Ia ley Jo que, en el sujeto, fundamenta en la naturaleca humana las leyes positives! En otras palabras: lo que proyecta en el indivi ‘duo, como una necesidad de su naturaleza o una aceptacion de su voluntad, el sistema de leyes de la sociedad en que él vive. Basta, con haberle abstraido previamente todo el peso colectivo, toda la sravedad de las instituciones histérieas, las tradiciones, les cos- tumbres que hubiesen podido determinar coneretamente su senti- do para tal lugar o tal época, Despugs de esta cuidadosa depura- «in, To que quede puede deducirse como una necesidad pura mente ldgica de algunos preceptos generales, tomados por ejemplo 4e la moral esloica(resttuir Io que ha sido prestado) o del eristia nismo (la earidad y el artor hacia el prajimo). El derecho natural Se trata, como por ejemplo afirma Hobbes, de -la libertad que pposee cada hombre para servirse de su poder a su capricho, para preservar su naturaleza y su vida». Este derecho se fundamenta pues, en un poder individual. Sin embargo, no es la misma cosa {ue este poder: es su doblez subjetivo, En efecto, se esta en un tuniverso de la escisiin en donde todas as cosas no se dicen dos veces, una vez en el plano del ser, y otra en el plano del deber ser; Lestatuto de los objetos y la propia posibiidad que pueden tener de ser pensados dependen de las relaciones entre los dos niveles: lo ‘que no halla ugar en el plano del deber ser termina por alsiarse 36 hacia el horizon, tan feres son sus efectos reales, Eta esisin Ge eres in ue tsa ta linea de domatcacin ent las ovis is naturalsas ar docrinassemefantes por Un prt. por ote ios que se nfegan a integrals en su concep dal individu Maguiaveioy Spinora El derecho es suet Toque el poder, fasea sont ind duo: no ona parte sino na esncia tavern no todo fos ‘nds tienen Ia misma fore, todos tenn ol mano dee consatendo la parade, por supuest, en qve exe dees atl Sescansaen el corazin’ dela fuerza desigul,9'en gue dl ed sceetmentedetrminado por el: Peo, como'e! pensado ese derecho y no el sistema complejo de rsacones sovaes que ater 1 ctersinen a furs eon no aparege sino como le, towbre Insignificant y secundatn del derecho Su poser mma da de hecho medida saqullo e lp cual le considera coneruc Sa Aa! pues, cl derecho np mds que i fuera devas svjto ~y a0 que hay dems sje en: I volun Pot Slo wna no podria entrar en contradicn con el ct cbserat ints de cove su fonconaniento ls derechos atures leaner {panels por todos Tos hombres surgen de medina como formas vaias en at gue pun leqar a desizare comenidos cxtremadamente difeonte, Todo home leva, en st el poet ioral es desire derecho sileta) de or propsary eta ‘Eta e gual todos lv otes, 9 450 alan blo propiedad es 5 derecho naturale suyo come el de todos les ots atacads Pero. de botho, inicamentedetcrminado. hombres een el ode elcivo al que correspnde el derecho erin propiedad, Inent'as que ottw no To tenen © nunca lo han possder ahora ten. par i deiopa cel suet todo est pertenee al dominio 4 lo acidenta, como et hecho, iguaisente contingent, Se ve tn general, ay surdos bajan pare los primetn Eh cuanth & foc conunios scesen los cates estos pores elctyos ean ‘assem I opracin ell se han vast periments invsbles Si todo se orga en el seta, tambien eneventra ai su rag fa dusenta de lo que deaba preverel derecho. Ente ctor cite Je fore, Malt wlizagd hernoas alas Dash. dentate Gu te a se eniguesen mediante sued sha eae que ee Sits dl suo. vi fe kp Sens | Se sonperevosos oe ae hu saben ala ‘eto se debe el que fv ators enucien sin cesar que Ja igualdad natural o nigel Gesigualad socal ave To dee 37 chos innatos no conciernen a la fortuna”, Y, también, a esto se debers el que la revolucién francesa proseriba a los autores de las leyes agrarias: culpables de haber confundido a sujetos e intiv- duos, zona de hecho y zona de derecho, igualdad formal e igual- dad real. Elpacto Si todo se halla en el sujeto, la sinica salida a las imposibilida des del estado de naturaleza estar en el compromiso.voluntario mediante un pacto que una a la coleccién de sujetos para hacer el pueblo-un pueblo. Ast pues, la Unica injusticia posible seré la del propio acto. Proposicion eargada de consecuencias. EI pacio social sefala no s6lo el pasaje del estado de ‘naturaleza al estado de sociedad, sino también el del individuo no realizado (el sujeto en el estado puro) al individuo realizado (es decir, no abstraido del sistema en el cual se enraiza), La sculturar ‘oes, pues, en absoluto, lo opuesto a la naturaleza. Ella es —in- cluso en Rousseau— su desarrollo. Si, antes de la cultura, hay al ‘menos lugar para una naturaleza, no hay que dejarse llevar por los mitos del buen salvaje, o por las descripeiones amables o terro- sifieas en las que la docttina se diluye en novelas filositicas, La naturaleza de que se trata entonces, sobre tado en el sigio XVIII, no es més que un medio de manifestar de manera sensible la con sistencia tebriea del estado de naturaleza. La naturaleza puede ser pintada como une madrastra host o como una madre fecunda y solicita. Se introduce entonces la posibilidad de un cambio de signo del contrato: si la naturaleza era tan buena, el contrato corre el riesgo de no ser mis que una engafifa. Al lado del pacto feliz que permitia salvar por iltimo To que podia salvarse, xt pre senta el reverso de Ia medalla: ef mal contrato signo y medio de la corrupeién de las costumbres. Sin embargo, el buen contrato nunca es defintivamente imposible. Si el deber ser se sitia. del lado de Ia critica de lo real, més que del de su justificacién, ello ‘unea ocurre sino par justificar un real futuro; asi es como se consttuye la idea de revolucin en un espacio de pensamiento que 23, , como dice Clausewitz desde su punto de vista— se vuciven intelgibles, para limitarnos sélo a ellos, tanto Luis XIV, como Lenin. Se ve tal vez mejor, ahora, Jo que conviene entender por ideologia del pueblo, o, lo que es lo mismo pero alectada por una determinacién histérien revolucionaria, ideologia de Ia nacin. El pucblo es el fundamento de la soberania moderna; es, sinos atre- vemos a afirmarlo, el alma del modelo estatal. Pero sobre todo fenemeos que comprencderio como el mayor sigaifiante de la domi ici6n modema en el estado; en consecuenca es por # solo, pero ‘noel dco, un autfntico mito de poder”. Eni electo, jcual es hoy, comorayer ¥-como aniiguamente, Ta ambicién del estado? No se trata de actuar de modo que el pueblo obedezea en su. propio nombre: si cada cual obedece a todos, nadie obedece « nadie. Tal 5 en el fondo Ia leeein de Rousseat que, por esto mismo, es el mis fino de nuestros demécratss y el mas firme de los fi6sofos déspotas. Pero esta leccidn es también una soluciin, precisamente la de la democracia: el pensamiento politico es el lugar donde se Intenta descubrir a formula que perinita asegurar fa dominacion {el pueblo-con su consentimiento. De este modo la democra “que declara que ef pueblo es el principe, es esta formula fécil. EL Individvo, zo es en ella a la vee sujeto y eiudadano, por cons siente un hombre? Principe y pueblo La cucstion del pueblo se resume, pues, en la cuestién del principe: de ella_procede, siendo el problema. a partir del siglo XVI el saber odmo haver que el pueblo sea el principe o, lo que es 47 ‘més fécil, como hacer para que no lo sea. Debe observarse que la primera posibilidad es la inversién de Ia segunda y que esta inver~ sin es Tamada historia Sea como fuere, hay que partir del principe, es decir del prin cpio, porque se trata de sefalar la transformacion de la secuencia establecida mas arriba: principe, pueblo, partido", En esta trans- formacién, que es obra de la revolucién francesa —tal como el paso al partido es obra de la revolucién rusa—, la nacidn es la que ‘desempefa el papel decisivo; en efecto, se trata de situar el lugar de la nacidn no solamente en relacién con el pueblo sino sobre todo, y éste es el punto capital, en relacién con el rey. Puede afirmarse que, desde el punto de vista que sostenemos aqui, ef aso del principe al pueblo, o sea Ia formulacion de la soberania del pueblo, fue posible por la solueién dada a este problema. El problema te6rico que conforma el horizante del debate politico ‘durante los iltimos cuarenta afis del antiguo régimen consiste en saber qué lugar dar al rey, siel pueblo es soberatio. Por consi- suiente, se cuestiona el de la unicidad del principe: de manera {que la significaci6n de la constitueién del 93 parece ser finalmente sta: ella resume y expresa cuarenta alias de conflictos tedricos insttucionales cuyo propésito consistia en quitarle al monarca toda centralidad. Mientras que el antiguo régimen situaba al tev en el centro, y de abi ct titulo de monarca que le era més conve: Bente, significdndose asta unidad de su poder, Ia reptblica con vierte en centro a la nacién. De pronto, ésta es declarada sobe- Al sostener a la soberania como principio del estado, los revo- fucionarios perpetuaban_al principe, es decir, el modelo.esiaal tal_como los. tedricos.to. concebian, desde "Maquiavelo hasta Hobbes. Esta perpetuation del poder és, en efecto, una caracte tistica esencial de la soberania: Bodino es su pensador clave, El poder existe entonces para si mismo, por si mistno, es el marco en cuyo interior se juega la vida politica. Desde este punto de Vista, Ia revolucién’ debe ser considerada como cl reinicio. del modelo estatal: resulta significativo que la snaciéns hays juga- 4do un papel decisivo en Ia lucha contra el despotismo del antiguo régimen para consolidar el tema dela soberania del pueblo, SE: Ctl fa pens deen fe IV pgs 231 9 48 aCémo entender, entonees, el discurso de Robespierre ante el Comité de salvacién piblica del 25 de diciembre de 1793 y que ‘rata de los principios del gobierno revolucionario? «La teoria del gobierno revolucionario es tan nueva como la revolucién que la ha producido. No hay que buscarla en los ibros de los escritores poli- tieos que de ningin modo previeron esta revolucin, ni en las leyes de los tiranos que, contentos de abusar de su poder, poco s° ‘ocupan de investigar su legitimidad; dado que esta palabra no es para Ia aristocracia més que un asunto de terror o un texto de ‘calumnis, para los tiranos un escindalo, pars mucha gente nada ims que un enigma, hay que explicarla a todos para al menos incorporar a los buenos ciudadanos a los principios del interés pablicos” La voluntad sefalada de Robespierre de no referir Ia revolu- ci6a a otro modelo que a si misma es totalmente disculible, En verdad que el gobierno de Salvacién pablica se encontraba frente ‘una situacin que, naturalmente, carecia de precedentes, pero el ‘tema de la novedad de la tarea resultaba usurpado en su princi- pio. Por otra parte, a intervencién de Robespierre se apoya en Ia dlistincion de la obra de la revolucién y la de la constitucién: si estos dos planos de Ia acci6n politica no son separables, formando parte en conjunto de. la vida politica del momento, lo son, al menos, en sus objetos y en sus objetivos. Esto es lo que declara Robespierre: «La funcién del gobierno consiste en dirigir las fuerzas morales y fisicas de la nacién hacia el objetivo de su inten= cidn —el objetivo del gobierno no constitucional consiste en con: servar la repiblica; el del gobierno revolucionario en fundarla—»._ ‘May exactamente, éa es casi palabra a palabra la definicion que da Maquiavelo de la politica; tal es Ia accién del principe, es decir, la estrategia de conquista: fundacion y conservacién, ‘Cuando se sabe que el problema al que se enfrentaba el ao T de la libertad era ef de su defensa en el exterior asi como en el inte: rior, puede medirse la amplitud de la novedad de que habla Ro- Despierre: no la hay en el plano del principio de la instauracion el estado: el principio del poder de estado es el mismo que el ‘enunciado por el seeretario forentino.. Esta precision es esencial para nuestro propésite: 1792 no sik et Bl re CC ea 49 ‘naugura una nueva era en politica, sino que renueva, reactualiza fl modelo estatal elaborado en teoria, asi como en la practica, entre los siglos XIV y XVI, Si 1792 es no obstante, un «gran acon. fecimientor (Clausewitz), io es justamente porque esta renovacion no pudo efectuarse sino a través del advenimiento del spueblor y de Ia snacién» sin renegar empero —pese a que si se reneg6 de muchas cosas— del tema sacrosanto, aunque sprofanos, de la soberania del estado. Asf pues, en el 80 y en el 93 se trataba de reconstitur I soberania, esa que hasta entonces estaba confiscada por el stirano»: e importaba que se hiciese asi en nombre del Pueblo, incluso sila promesa de libertad estaba cargada de ambi siiedad para el porvenir. ‘Sea como fuere, la nacién es la que da cuerpo al pueblo. Por su parte, Robespierre hablar sobre todo de =patriay alli donde Danton prefiere hablar de snaciéns. Esta distincién oculta una ‘oposicién: a del universalismo y cosmopolitisme que invoca Robespierre, y la del nacionalismo franeés, que Finalmente triun fara, y que defiende Danton™. Ei 24 de abril de 1793, en el mo- mento de la discusién del proyecto de declaracién de los derechos ten la Convencién, Robespierre, al criticar el proyecto del Comité cfectia esta declaracién: «Se diria que wuestra declaracién fue hecha para un rebafio de criaturas humanas encerrado en un Fi- ‘cn del globo, y no para la inmensa familia a Ia que la naturaleza hha dado 1a tierra como dominio y moradas. La =nacién+ es ante todo la del «género humanow; a ello se debe el que los articulos 4que propone Robespierre estén impregnados de universalismo, Ar- ticulo 1: «Los hombres de todos los paises son hermanos, y los di ferentes pueblos deben ayudarse mutuamente segin su poder, al ‘gual que los ciudadanos del mismo estados. Ante esto, el danto- nista Robert habria de responder: «Dejemos a los filésofos, dejé- ‘iosles ta preocupacién de examinar a la humanidad bajo todos Sus aspestos; nosotros no somos los representantes del género hhumano. Deseo, pues, que el legislador de Francia olvide por un instante al universo para s6lo ocuparse de su pais. Profiero esta, especie de egoismo nacional sin el cual nosotros traicionariamos auestros deberes, sin el cual estipulariamos aqui para quienes no ros han comisionado, y no en favor de aquéllos en euyo provecho 7 Seat le te SSE tanta ieee pete, 50 podemos estipulario todo. Yo amo a todos los hombres, y amo ‘especialmente a todos los hombres libres; pero amo mis’ a los hombres libres de Francia que a todos los otfos hombres del un verso. No me preocuparé entonces de cudl es la naturaleza del hombre en general, sino de cules el cardcter del pueblo francés. Tal como lo sefiala Guiomar, de ese mes de abril de 1793 data el nacionalismo francés. Se advierte que para referise a la nacién, las definiciones que se dan de ella estan lejos de ser parecidas: egoista o universalisa, Inidea de nacién es, sin embargo, abiertamente revolucionaria. Si 1 asi ello se debe s que detris del vocablo nacién se proclama la lucha de 1os pueblos contra los tiranos. Al situar la nacién en primer plano de la escena politica, los revolucionarios desplaza- ban al monarca. Queda por sefialar que en esta amplia transfor ‘macién no se ha buscado sino una cosa: ocupar ef lugar del rey en lo sucesivo vacio, por parte del pueblo o de sus representantes, No se buse6 destruir Ia soberania: por el contrario, la repablica volvi6 ‘darle ida. Asi pues, la destruccion del antiguo régimen se efec tu6-en el plano de la destruccién del aparato del estado monéraui- co. En otras palabras, alli onde et ‘Pueblo, en tanto que democracia, st ‘Al converts el pucblo en principe, el poder se perpetia, y por tanio, se conserva la soberania. ,Equivale esto a afirmar que, en 1793, nos hallamos en la total iusién? No, porque entonces se efectia, como ya se sefal6, el paso del «principe: al «pueblo Para captar la naturaleza de esta transformacién —auténtiea re- volucibn— hay que mirar atras con el fin de ver lo que separa a la figura del principe dela del pueblo. Principe y nackén Los sespejos del principe» que florecen en cl siglo XVI de los que El principe de Maquiavelo no es quiza sino e1 mejor ejemplo, aban del rey una imagen en Ia que la virlud, es decir la presencia del bien en lo bello, se plantea como primera condicién para el servicio del poder por parte del monarca. A estos textot se les Podria afiadir tos retratos de principes. Para el caso, la pintura dice lo mismo que las letras. Basta con mencionar, para Francisco 1, a Guillaume Budé: La institueién de! principe, escrito. entre st a 1518 y 1519, y el cuadro de Clouet. En todos los casos, lo que se ppone de relieve es la majestad del rey; ahora bien, esta majestad e5 la del cuerpo. Sila cosa es evidente para Clovet, no To es necesa Hlamente para Budé, Basta sin embargo con ver el cuidado que pone el humanista en alabar de manera equivalente la belleza del ‘cuerpo y la del alma de su monarca. En estos «espejoss, Ia des- cripeién del principe es ante todo la representacion de la monar- quia en forma de cuerpo: el modelo orginico es el que mejor representa el poder, tal como lo ejerce el monarea y tal como es su. sdepositario. Dios, la naturaleza y la fortuna hacen a los buenos principes: un alma pura en un cuerpo bello para permitir acciones hhericas. En el texto de Guillaume Budé™ casi no se trata del pueblo: se trata sobre todo de los =sibditoss. «Por estos bienes més arriba enunciados que provienen de la gracia divina estiis grandemente obligado ante Dios, no s6lo de rendirle pletesia, Sino también de bien usarlos en salvacién vuestra y la de vuestros Sibdites»”. Responsable ante Dios, el rey no lo es ante el pueblo: usa su poder para su salvacion personal y para la de sus sub- ditos. Pero esta descripeién del rey cuenta sobre todo porque conse al rey yas reine en un ever del que mismo Asi pues, esta metafora orginica se desarrolla considerable- ‘mente en todos los sespejos de principess: aquello de que estos textos carecen, en razén de su pobreza teérica evidente, lo com- ‘pensan empero fundamentando una ideologia del cuerpo del rey, el que tenia necesidad para su propio uso la concepcién naciente Ge Le soberania: desde entonces la monarquia es representada —simbolizada— por el cuerpo del monarca, y el propio reino es tun cuerpo. Es sabida la fortuna que la metifora habré de tener en al pensamiento politico en los siglos XVII y XVIII": es la del ‘cuerpo politicos. Ahora bien, este punto importa aqut pues obte: ‘memos con é1 el significante pertinente que permite ilustrar emo Behe ceC oes, UF, 1504. Vase biigrti enter ne nee Pn eis eps an So 52 confluye en Ia ideologia del pueblo en el momento en que los revolucionarios franeeses, en nombre de la ssoberania de la naciéns (0 del pueblo), proclamarin la repabliea «ona e indivi- sible». Ocurre que, en efecto, el «cuerpo politico» es, ante todo, la idea de la unidad del reino y luego la de la unieidad del centro de poder. La cabeza esta separada del cuerpo pero en él se sostiene, y en conjunto s6lo tenemos un cuerpo, Por lo demés, Hobbes repre senta a Leviatin en el frontispicio de su libro, de’ 1651, como un hhombre inmenso ridiculamente vestido con los atributos. del poder, y cuyo cuerpo esti constituide por una infinidad de hhombrecills alos que al parecer ha digerido, y de los que en todo caso el monstruo se ha apropiado extrayéndoles su propia sustan- cia. La ilustracin del Leviatén representa de este modo a un jefe ¥ 8 su pueblo, unidos, aunque distintos como pueden serlo la tsabeza y el tronco, el contenido yel continent Esta unidad de cuerpo es lt misma de Ia nacién; afirmar que Ja nacion es un cuerpo, independientemente del cuerpo del rey y, de este modo, liminar al rey —y en consecuencia a la monarquia ‘supania proclamar el advenimiento del pueblo soberano yel de la repibliea sino el de la democracia. Este intento define y caracteriza el movimiento de ideas que recorre los ltimos cuarenta afi del antiguo régimen y su conerecién institucional en 1792. La ideologia de! pueblo es una ideologia de la resistencia resistencia al trano, al monarca, al antiguo regimen. He ahi lo que habia entendido Luis XV, mostrando en esto ‘una perspicacia digna de Luis XIV. La unidad rey-nacién es con- sustancial a a monarquia; el que ésta sea amenazada, en otras palabras que la nacién haga cuerpo aparte, si asi puede decirse, implica Ia ruina de la corona. E13 de marzo de 1766, sentando ste principio evencial discutido, Luis XV defiende esta actitud fante el parlamento ya que, cuando los representantes conforman un everpo, la propia nacién que ellos representan esti animada por el mismo movimiento: «Los derechos y los intereses de la nacién, ala que se pretende convertir en un cuerpo separado del rmonarea, estan necesariamente unidas a Tos mics ¥ solo descansan fen mis manos, No admitiré que se establezca en mi reino una asociacion que Mevaria a que degenere en una confederacion de resistencia el lazo natural de los mismos deberes y de las obliga- cfones comunes, ni que se introduzca en la monarguia un cuerpo imaginario que solo podria turbar su armonfa; la magistratura no 53 constituye en absoluto un cuerpo ni un orden separado de los tres ‘rdenes del reino»”. Lo que Luis XV entrevé es, pues, la posibili: dad de una sconfederaciin de resistencias si la nacién se hace cuerpo. Esta idea de stesistencia» es capital: ella se encuentra en cl centro de la ideologia del puebio y, desde este punto de vista, Luis XV ha comprendido perfectamente el sentido de los treinta aiios que seguirin. La constitucién de 1793, al instituir a sober ‘nia del pueblo, reconocia el derecho de resistencia; es verdad que esta comstitucion —la mas democritica que Francia haya jamés ‘onocido— no fue aplicada. No importa: en lo sucesivo, el pasaie es irreversible; pese a los retrocesos, el siglo XIX burgués consol- ard finalmente el principio de Ia soberania del pueblo de ‘manera, por cierto, tebrics, pero no obstante definitiva, ‘Asi pues, el pueblo es el principe; cumple la funcién del prin- * Wei, y de abi que el paso del «principe» al «pueblos yen conse. cuencia el reinicio del estado resulte, de parte del pueblo, en st apropiacin de Ia soberanta: ée ese fin de Ia actividad revelic naria, En efecto, Robespierre organiza su discurso ante la Con- vencién del 5 de febrero de 1794 alrededor de este tema, para desarrollar la evirtud> en la repiblica. «No s6lo la virtud es el alma de Ia democracia, sino que ella no puede existir mis que en ‘ste gobierno, En la monarquia, s6lo conozeo a un individeo que puede amar a la patria, y que, debido a ello, ni siquiera necesita, de la virtud; es el monarca. La razén de ello reside en que de ‘todos los habitantes de sus estados, el monarca es el Gnico que tiene una patria; zno es él soberano, al menos de hecho? {No te ‘encuentra en el lugar del pueblo? ;Y qué es 1a patria, sino es el pais en donde se es ciudadano y miembro del soberano?s”” Here dero aqui, a Ia vez, de Rousseau y de Montesquieu, Robespierre representa bastante adecuadamente las ambigiedades del aio T de Ia libertad, No se cuestiona la estructura estatal 0, si ocurre asi, ésta acaba por mantenerse. En este sentido, la revolucién francesa es la heredera de la filosofia politica inglesa y francesa, Ahora bien, lo que atravies la reflexién politica en los siglos XVIL {y XVIIL, es la cuestin del principe y no la del rey. Las opiniones se dividen en cuanto a los beneficios de 1s monarquia absoluta 0 constitucional. Se trata de la soberania, es decir del estado, El Aiscurso politico es un discurso estatal en el que el Leviatdn, cual Chad por Gar op. it, nb. 39 es reports pt 2S 54 ‘quiera sea Ia forma que tome en Hobbes o en Rousseau, nunca es discutido en tanto que tal En este sentido la repablica «una ¢ indivisible» ha contribuido considerablemente a consolidar en las costumbres el modelo estatal, y esto en nombre del pueblo y de la nacién. sCual e5, en cfecto, ia significacion de este tema del «principe»? La de haber introducido al ~pueblos en la politica modema: el monarca gobier. 1a al pueblo en nombre del pueblo, pero es él quien detenta el Principio de este gobierno y de ahi su soberania. En efecto, ésia ‘esti disponible, si ast puede decirse, existe independientemente de aguel que la ejerce; ella es pues, como la queria Maquiavelo, un ‘objeto de conquista, y un tebrico como Grocio, en el siglo XVIi, la piensa explictamente como un bien susceptible de apropiacion. Ahora bien, es verdad que sila soberania no es empleada no sxiste, de modo que ella solo subsist en la medida en que el pri sie se la apropia. En estas condiciones, la unidad es absolut ‘mente exigida por el estado soberano segtin modalidades 0 figuras histricas particulares. Asi pues, el paso del principe al pucblo es Ja conservaci6n del principe en’ el pueblo, en otras palabras la ‘conservacién de la unidad. No s6lo el pueblo se hace uno (tal es el ‘tema del spuedlo como cuerpo») para si mismo, sino sobre todo! ‘gue se hace wo con la soberanta que él mismo ejerce. Ahora bien, he abi, con gran exactitud, Ia estructura del principe: el monarca constituye un cuerpo con la nacién, se hace uno eon Ia sobera Es sabido que un eritico de la época (el padre Berthier) reprochaba a Rousseau el haberle quitado, en El contrato social, la soberania al rey: el reproche, en verdad, est justficedo, pero tno por ello Rousseau le quité la soberania’ al «principes, porque este principe es el pueblo, Esta nocién del principe, en el sentido gue fe damos aqui, es entonces esencial; ella nos permite com- render lo que cambia y lo que permanece en el transcurso de las ‘ansformaciones. El modelo estatal es el modelo del principe, sea éste el monarca, el pueblo o el partido. Lo que aporta la revolucién es, pues, sin ningin juego de palabras, la revelacion del principe, dicho de otro modo, del estado. Hemos afirmado que el sigo XVI elaboraba (sobre unas bases que se remontan al siglo XIV) la doctrina del estado moderno: esta doetrina es el advent ‘miento del pueblo como categoria politica. Nada cambia el que se hayan necesitado tres sigios para que al pueblo se le declarase. a través de la constituciOn, soberano: él aparcee claramente en plena luz en 1793, no obstante ser ya una fuerza esenclal tanto en 55 ‘Maquiavelo como en Bodino. La primera repiibliea se lo seBala a si-misma, declardndose «una e indivisibles; ahora bien, el instrumento de esta revelacién es la nacién. Esta es un cuerpo, ‘inico y homogéneo, y por consiguiente, puede recibir Ia sobera- nia, es decir ejerceria, asi sea por interpésitos representantes. En efecto, desde ef momento.en que la nacién es un cuerpo, el rey no es el cuerpo de Ia nacién, por lo que no puede hablarse de la snaci6n-reys, no més, por otra parte, que del «pueblo-reys. Pero hay que hablar ahora del pueblo-principe, antecedente burgués del partido: principe en las repiblieas de proletarios" EI pueblo y Ia ley Quizé nadie mejor que SaintJust ha experimentado como necesidad esta perpetuation del poder de estado, en provecho de ‘una clase social que, de este modo, se facilitaba los medios nece- sarios para asegurar y preservar su poder. De hecho, lo que inau- gura el advenimiento revolucionario del pueblo soberano es el reino del derecho y de la ley. «En el estado de naturalera —ese ‘be—, el hombre carece de derecho porque es independiente. En el estado de naturaleza la moral se limita a dos puntos, el alimento y el descanso. En el sistema social hay que sumarle la eonservaciéa, ya que el principio de esta conservacién, para la mayoria de los pueblos, es la conquista, Ahora bien, para que un estado se ‘desarrolle, iene necesidad de una fuerza comin, y esta fuerza es cl soberano; para que esta soberania se conserve, necesita Leyes 4que regulen sus infinitas relaciones, y para que sus feyes se conser- ven es preciso que la ciudad tenga costumbres y actividad; o la di- solucién del soberano es inmediata»*", El comentario de este texto admirable debe ser buscado en los Fragmentos sobre las institu- ciones republicanas. Estos textos expresan al maximo la voluntad de la revolucion perfectamenteilustrada por la repiblica «jacob ray que puede resumirse del siguiente modo: alli donde reina la Jey reina la libertad. En su conjunto, ef siglo XVII ates: tigua este punto; resulta notable que este movimiento haya ncpes arid quel one ener por Gael wr eral que hrs sea 2 Fore ir "2 Lepr de revi oR. Masi, UGE, 1078, Pat 1983 56 sido estructurado por ef ascenso del «pueblos contra la tania del ry. ‘Si entonces, como se ha observado, Ia ideologia del pueblo es Inideologia que se constituye alrededor del «puebio>, en tanto que mito de poder, esta ideologia es la misma de la libertad a través de {a ley, Cuando el prineipe-pueblo accede a la soberania, el dere cho esel que accede al poder; la ley eivil y politica prima, desde fentonees, por encima de Ia ley de naturaleza. Si es esencia del pueblo el ser libre, esta esencia sélo se expresa en las leyes. A esto fe debe el que la actividad legislativa de los revolucionarios fuese ‘considerable y que Saint-Tust se convirtese en el gran defensor de la tesis semi la cual la ausencia de ley oprime, mientras que la existencia de las leyes es garantia de libertad. «El cuerpo legsi fivo —escribe—, es semejante a la luz inmévil que distingue le forma de todas las cosas ¥ através del aire que las nutre.,. Es el punto sobre el que todo se apretuja; es el alma de la constitucién ssi como la monarquia es Ia muerte del gobierno, El es la ésencia de la libertads", Se advierte como la revoluci6n, que nada cambia ten el principio estatal, eambia radicalmente la relacin del pueblo fn el poder, o, Io que es lo mismo, la relaci6n del ciudadano con GLestado. La nocion misma de ciudadano, en el lugar y sitio de la {e sibdito, bastaria de por sf para convencernos de elo, y de ahi las célebres palabras de Saint-Just: «Cuando se le habla a un fun- tdonario no se debe decir eiudadano; este titulo esta por encima deeh. ‘se tiene razén al hablar del individuatismo burgués, se debe hacer no obstante sin perder de vista que el medio del individuo es cl pueblo y, por su mediacién, la ciudad 0, mejor, Ia sociedad civil © politica. ‘Aunque el advenimiento del pueblo, no sélo en tanto {que categoria politica (en en el siglo XVI), sino sobre todo como mito de poder y como savia del estado republicano, implica el ad- enimiento de la ley y del derecho y, més aii, el de la idea de ociedad civil. A partir de ella se consttuye el liberalismo con- {emporineo; lo notable es que sea la revolucion la que lo insttuye. “ZOué es esta ssociedads, tal como Tos revolucionarios se refiren a ella a partir de 1789? No es separable de la nacion y de “©. Tide. ply. 89! wbrayado ei) 2. RSar aE hl Sets non decease reo su tpl" Tel ested ie V4) grog mo, mae 6 abe thei pe ies 87 4 «patriay; ella indica una pertenencia a la comunidad, Lo que el antiguo régimen no conoca es, precisamente, esta comunidad, ste bien comin en el que cada individwo participa en tanto aoe indiviguo. La patria no es, de ningén modo, el suelo dee Saint-lust—, es la comunidad de afectos, que lleva a que, al luchar cada cual por la salvaci6n o la libertad de Io due Ie os querido, la patria se sienta defendida. Si cada wno sale de se choza con su fusil en Ia mano, la patria se salva. de inmediato, ‘Cade cual lucha por lo que ama: he abi lo que se denomina hablar de buena fe. Combatir por todos no es més que su comsecuci ciavs. ‘Sin embargo, no hay que representarse a esta sociedad ome una realidad empirica: ne se trata del pais, como tampoco Ja naci6n o le patria son un terrtorio. Es ante todo una entided ‘moral o més bien ética: ella fondamenta una obligacion, Como consecuencia de esto, se reparten derechos y deberes, El honites ¢8 declarado ciudadano y, por consiguiente, se le pueden recone, cer derechos. Asimismo, tiene entonces deberes sin los cuales sa propia libertad no seria nada, ya que estos deberes son los que él tiene hacia la comunidad. Puede verse de este miodo téda Ia diferencia existente entre el antiguo régimen que descansa en el principe y el muevo gue s apoya en el pueblo. Recordébamos més arriba les vespejes del Drincipes que florecen en el siglo XVI. Al representar al re, eves obras representaban el poder, residiendo éste, precisamente, sélo {eu sl monarca. Estas representaciones del principe constitan la imagen del poder soberano: de modo que la autoridad era bien sible. El sibdito se referia directamente al rey: por olva parte a {sta razén explicitamente invocada se debe el que Guillaume Bude ‘ disia a Franciso I: le dice que todo el mundo tiene los os Puestos en dl. Este fasto de los reyes es requerido por el poder dus ellos ejercen. ;Qué ocurre con él ahora, dado que el pueblo ed el Principe, ahora que el cuerpo del principe es la nacion? El ciuds- ano, y no ya el sébdito, mantiene relacién Gnicamente con la ley ¥ por ello la primera tarea de la revolucin, y también su perma: nente preocupacion, consiste en elaborar una constitucién, una eclaracién de derechos. La dey, en la repdblica democratica, es el igo centro hacia el cual se vuelven las miradas. El estado, ex. fonees, no es mas que el instrumento de la ley y el ehudadene solo responde ante ella, La transformacién radical en el plano de In 1. agent oh sp. 58 ere ae state ee Unidad dal principio y el ejerieio del poder. La ley es cones Peepers Molen ure ramen nbs rer, 59 Pueblo y revoluciin Asi pues, no se procurard agui justficar esta ideologia det ‘pueblo, pues ello supondria justificar al estado, Por otra parte, [a historia, desde entonces, ha tenido como tarea el llevar a tabo tal Justifieacién, No se le dari entonces la razén, pero tampoco se condenaré a Saint-Just cuando declara que la ley es la que lbers y {que la tirania es precisamente la ausencia de ley. Sea como fuere, el problema con el que choeé la revoluciin francesa es menos el de la destruceiéa de 1a monsrquia del antiguo régimen que el de la fundacién de la democracia. En otras palabras, la lucha contra la tirania ges el mejor medio de actuar para la democracia?® He abt €l problema que se presenta a la vista de fos debates en lo que concieme a la determinacién de Ia linea del gobierno revoluciona. tio, Lugo, esta cuestion fue agitada frecuentemente bajo una otro forma: sigue siendo actual Pero no se habria seftalado suficiontemente las tendencias searetas 0 confesas que constituyen Ia ideologia del pueblo si no indicésemos asimismo que el espiritu en el que participa esta nocién del pueblo es el espiritu de la revolucién. Supondria una equivocacién el considerar que este tema de la revolucidn nace can 189 y que suyo es incluso todo su espirtu. Por cierto que el 89 se encuentra en el origen de nuestra nocién de revolucion, De hecho, esire tema, entre tantos otros, esté ya claramente prevente en el siglo XVI, no como doctrina constituida sino como soporte de las representaciones mentale, eomo marco de la accion. Por lo demas, Maquiavelo participa ampliamente en este estado de esp. situ: el principe es fundader, él instaura y lucha, Lo que aporta el 89 es la revolucién como evidencia, si puede decirse asi-2 parti ‘de entonces, la revolucién es el tode del pensamiento y dela estra, texia polica. Si la revolucin se hace evidente, ello ocurre porgue €1 89 la manifesta; ahora bien, esta manifestacién de la revolu- ion es factura del pueblo. El pueblo es quien hace la revolucion y ta se hace en nombre del pueblo. Lo que el siglo XVI no habia enfocado claramente del todo, ef XVIII lo saca a la lus’ el par Pueblo-revolucién conforma desde entonces el marco de la vids Politica. La tradiciin socialista del siglo XIX, asi como la del XX. 60 depende de este esquema directamente surgido del 89, y la disri- bbucién de doctrinas puede efectuarse a partir de una pareja seeun- daria: reforma y revolucién. Esta alternativa le hace eco a otra en la que quedaba pendiente el destino de la reptiblice jacobina: revolucién o restauracién. Pero, ya lo dijimos, a partir de Maqui velo la politica es el arteF de instituir, es el dela fundacion, y se ha visto cémo Robespierre hablaba literalmente como el secretario florentino: resulta notable que lo hiciese para invocar la novedad de la obra que quedaba por hacer. ya que el tema revolucionario 8 ampliamente el de la invencién de un worden nuevos Es, pues, esencial indicar, en el surco profundo dejado por el periodo considerado, el origen del tema contemporineo de la revolucién, Pero es capital tener presento en el espiritu que este tema fue posible a partir del «pueblo» la ideologia del pueblo esti considerada como la de la revolucién, De modo que podriamos formular aqui una hipétesis bien fundamentada, tanto mis ‘cuanto que no surge Gnicamente del periodo que inaugura 1789 sino incluso del que inaugura 1917. Mis’ atin, sus. premisas se plantean desde el advenimiento de la soberania en tanto que ddoctrina constituida y como practica politica histérica, Sostene- ‘mos que el tema de la revolucin es esencial para el estado, del ‘que no es la sustancia, pero que seguramente es la forma, El estado ha mostrado que era revolucionario y se verifica que la revolucién esté siempre al servieio de la fundaciin y de la conser vacién del estado. Tenemos aqui un dato constitutivo de la histo- ria moderna que, naturalmente, no es el nico, Y no es el menos fundamental Cuando los pueblos se dan estados, esto no puede producirse ‘en el interior del marco de la soberania, a no ser que ellos leven & ‘cabo la revolucion. En este sentido diremos que el estado supone la revolucion: hasta nueva orden, el tema revolucionario pertenece al registro de la soberania. El esa la vez su gramétien a través de la cual su secuencia procede y se transforma, y su ldgica mediante a cual esta misma secueneia se consolida y se perpettia. En efecto, principe, pueblo y partido describen un movimiento de una vez, continuo y discontinuo. La continuidad del estado se propaga por él através de discontinuidades revolucionarias, Ahora bien, el pueblo es el principio primero de esta historia, Invisible bajo el régimen del principe, aungue presente, se revela a continuaci6n. De este modo, Luis XV habia entendido, tal como slo seal la sutileza que se abria paso cuando, ante él exterior a él, la nacién 6 (que pronto seré el pueblo) se organizaba como un cuerpo separado de su propia persona. Al estigmatizar a la cconfedera. cin de resistencia», ponia el dedo en la revelucion Asi pues, el estado es por naturaleza revolucionario, no sobre- vive sino trasformandose. Para él, el tiempo es mortal $i no sabe, Iegado el momento, apropiarse de Ia permanencia rompiendo el ritmo de su poder para instalarlo sobre otras bases. Ahora bien, el bbasamento més seguro de tal reajuste de su autoridad es’ el puebio. A esto se debe el que Hobbes tuviese razén al representar Leviatén cual un gigante que ha engullido a su pueblo; ceurre ue elestado teme a la muerte tanto como los hombres que, para aljarse de este miedo supremo, se abandonan, segiin él, et los brazes de aguél a quien & denomina todavia como el «Dies mortal. La ley, el pueblo y la revolueién, tales son las figuras ‘senciales de la'soberanfa. Esto no serfa mis que pura metaisica siel poder al que los hombres se abandonan no acabase por devo tarlos. Ast es como el culto del estado, tal como parece creerlo SaintsJust, se confunde, en una repiiblica bien heeha, con el eulto ‘los muertos. zNo se lee acaso en los Fragmentos... auel eurioso ppasaje, menos asombroso de lo que parece: «Los cementerios son paisajes rsuefios; las tumbas sucien estar cubierias de flores, esparcidas todos los aftos por lanifiez.? Para la bibliogratia: Ct, Bibliografia del texto siguiente: Libertad, Tgualdad, 1. Pagmeno.-. 81, 62 4 LIBERTAD, IGUALDAD por Gérard Maret Libertad iguadad som ls palabras matsras de la revaicibn francesa. En ou nombre se levan a cabo las aceones Se aoeanee 1a vstra, Noes, pues, casual que ol primer ado evokicereeis consstaen declararsoleminemente la eusenca de derestog aa hombre y que és, ante todo sean a libertad y i guaiina, Se se discutrd aul el oigen dela oélbre dectaracign el 8D. No or cierto poraue esta euestén importe poco, pero parceria bee feribi interrogare sobre la sgnificacin general de eta elec cial libertad ya gualdad Results notable, en electo, que, tanto en Frasca como en América tee aos antes, estat das nocionesestructuren ls dock ‘aciones en términos de derecho. Libertad igusidad son doce Shot. Recordemos, a tuto J indicacin, los enuncindor gy Seas {ig a Deslaracién de independencia (Fada 4 de jlo ae 1776) sonsidera como verdadesevidenes por sf mists, wos fee 63 hombres nacen iguales; que el creador les ha dotado de determi- rnados derechos inalienables, entre los cuales se encuentran la vida, la libertad, la busqueda de la felicidad; que los gobiernos hhumanos se instituyen para garantizar estos’ derechos. Por su lado, la Declaracisn del 89 estipula (art. 1): «Los hombres nacen y siguen siendo libres e iguales de derecho. Las distinciones sociales slo pueden basarse en Ia utiidad comin; (art. 2): «El abjetiva e toda asociacién politica es In comservacién de lor derechos naturales e impreseriptibles del hombre. Estos derechos son la libertad, la seguridad y la resistencia a la opresién» a declaracién americana, los hombres no nacen libres, 0 al ‘menos esta libertad no es admitida. En la declaracion francesa, libertad e igualdad lo son de nacimiento —sin referencia al verea” dor»—, pero se trata, sobre todo, de derechos de nacimiento, Sin embanio, estas diferencias en la formulacién son minimas, ya que si, explicitamente, en el texto de 1776, los hombres no nacen libres, son empero declarados libres en virtud de un derecho que les ha acordado el ereador. Si bien Ia libertad no lo es de naci miento, lo es por derecho divino. Asi, en ambos casos, libertad igualdad son consideradas constitutivas del hombre debido a la recurrencia a un principio jurdico, Esta nocién del hombre es 1a nocién fundamental expresada por estos textos. Desde entonces, cellos tienen como objetivo el revelar @ un «hombre» cuyos atributos cearactefsticos, y en consceuencia universales, son la libertad y la igualdad mutuas. Esta antropologia no es solamente jurica, sino también pol tica: este hombre es un «ciudadano>, tal como lo afirma con fuerza el texto del 89. Ahora bien, precisamente esta cludadania del hombre es la planteada como la condicién de la libertad, Se tiene, pues, esta figura diffell y que es la clave de la ideologia que sostiene estos textos: la libertad y la igualdad existen por natura- leea, son implicitas al hombre en tanto que hombre, pero en la vida politica, bajo la proteccién del estado, es donde estas cualida- des intrinsecas estin.garantizadas, se despliegan y estén prote- das. En otras palabras, lo que es en virtud de mi derecho natural, ro puede tomar cuerpo y exisir plenamente sino en el marco de tun derecho politico: el hombre sélo es un hombre si existe como . En efecto, esta aitima es muy abstracta, Io que no quiere decir que sea impotentee incficaz. Todo. lo contrario, s6lo hay el poder de la ley. Esta se alsa ante ol individuo que, mediante ella, descubre su propia individualidad. ‘Todo el esfuerzo de la revolucién francesa consiste entonces, bajo esta relacin, en ligar al individuo con la ley o, més bien, en hacer que Ia democracia sea el propio nexo. La -virtud+ de que habla Robespierre noes nada mas que el amor por Ia ley. Se trata pues, Si quiero comprender el sentido de mi Hbertad, de saber en que consiste Ia ley. La referencia a Rousseau se impone entonces, todavia, aqui: zno queria él que el individuo, desde el momento en que ileva una existencia politica, no exista ya para si mistno? Si esto es asf, oeurre que él no tiene en si mismo, en el estado social y politico, ef principio de su propia individualidad. La revolucion francesa pretende inscribir en los hechos lo que Rousseau pensaba especulativamente. El principio del individu se halla en la colee- tividad de la que es miembro y que la ley expresa. Pertenecerse a si ‘mismo y asi hacer valer su libertad como derecho natural implica Pertenever al estado, ni més ni menos que tal hombre pertencee fen tanto que tal a sla humanidads. La relacion del hombre a objet eeligioso de la'salviciony al objetivo profano “del benetcio, de tal manera que el acrecentamiento de las rique “Tas aqui abajo se comsideraba como el testimonio de Ia gloria de Dios. Se esbazala nueva eruzada Marx celebeara sus proezas, su jrandeza y sus logros prodigiosos en las primeras paginas dl Manifesto del partido comunisa. No se trata por cierto. de-considerar aqui la emergencia del sijeio-moral, de ia persona responsable, como el producto 0 el rele de uta transformacién del mercado de abajo. Simple ents, baj que setalar la coincidenca ente-una evoluciSn de>: lipica que obedece a uns resis intrinsecas ave autonomiza al ‘sos datado de litre albedrio y el hecho de que las circunstancias Fistoricas al liberar> al individuo de las estructura insituiona Jes antiguas, determinan nuevos problemas, Entre ésos, esta el problema mora, que se enuncia ahora en términos de subieti dad. de conciencia y de libertad; por este motivo, queda delimit Go un sector de la reflexion, el de la moral como diseiplina aorma- tiva, que habra de ocupar un lugar decisive en el campo de la brisqueda ideal hasta hey, ¥ que habri de inscibise: mediante Instituionesy priticas reglamentaris en nuestra sociedad. Este cuadro de las premisas dela concepeion moral del mundo, carac: terstica del pensamiento europea en los silos XVIN'y XIX “euyo imperiono ha disminuido en fa hora actual no resultaria completo si no se recordase otra mutation que se produ en el mismo momento en el campo propiamente iséfico. Mientras Fay nea eine en cesta (dl) 81 ‘que el movimiento del pensamiento cristiano llega pare poner el acento en el hombre en taito que espirituaidad empirica singular Yauténoma, la nueva teoria filosofiea, que toma en cuenta a la Tevolucién cientifica copémicogalilea, construye una nueva figura Gel sujeto cognitive. Este ya no es entendido como siendo ante, {todo pereepeion, sino como peasamiento puro, como lugar de las {ideas y de sus combinaciones, Se trata del advenimiento de lo que cl Kantismo denominara sujeto.trascendental, cuya actividad ‘onsite en ligar las ideas segtin si orden de infeigibilidad. Pare- lelamente, en este mismo campo te6rico se impone —contra el formalismo de la logica escoléstiea~ un método -para conducir adecuadamente su espiritu en las cenciase y cuyo criteria es el de 4a evidencia de ta idea, de su claridad y de su distincion, y de la | clatidad y de ia distineién de fos lazos que unen necesariamente a tales ideas con otras, no importa cuales sean; de esta exigen epistemolizies del cartesianismo habré de surgir, en un nivel més trivial pero asimisme importante, 1a voluntad del lbre examen; asi como sobre Ia revolucin fisiea de Copémico y de Galileo se ‘edificaré una corriente cientfica cada vez mis rigurosa y poderosa que opone, ata vieja metafisica, la imagen triunfante de la filoso- fla natural [La moral contra la metafisea Una vex precisados brevemente estos puntos, es nevesario advertir que fa construccién de la moral en tanto que diseiplina ‘que tiene que definir y fundamentar las reglas de la conducla de sel hombre en general» fue vacilante a partir de Ia segunda mitad el siglo XVI. que conocié un triunfo elemplar con la publicacion de la Critica de ta razén practica® en 1788 y que huego se pierde en los meandros de la ideologia; tomandose este término, esta vez, fen su acepeién de operacién de encubsimiento de las relaciones reales. Al parecer, estas vacilaciones se deben a dos eausas com- plementarias: por una parte, Ia situacién tedriea es tal que el dis- furso moral sigue siendo estrechamente ‘ributario del intento etafisico religioso que fo englobaba hasta entonces y encuentra por ello muchas dificultades para exhibir su objeto y descubsit su SPE las icons, yor emp: Lesh, 968 y Aosta, Mads, 196 wnoat 82 vocablo fundador; por otra parte, ef mismo esta constantemente atravesado por polémicas politicas, religiosas, hasta cienificas {ue comprometen su yoluntad de autonomia. Por lp demas, este estatuto mal definido, inestable, hace muy interesantes las diseu siones del siglo de las luces: son reconocibles.inversiones y cambios de posiciin que hacen muy frigiles 0 arbitrarias las opi riones del momento, inspiradas con suma frecuencia en la rele: rencia a la insulsez moralizante del siglo siguiente. Con el fin de presentar lo que se ventila en estas discusiones, resulta adecuado referirse al texto que ofrece su conocimiento 4 la vez més penetrante y mas ampli: el Diccionario historico 9 citico e Pierre Bayle. Aparecida en 1697, esta obra, al militar vigorosa. ‘mente por la tolerancia religiosa, al denunciar irdnicamente, la arrogancia de los razonamientos de los tedlogos y de los metals. 0s, al recordar la admirable disparidad de juicios humanos de 4gue da festimonio Ia historia, al acorralar al dogmatismo en cual uier parte que se manifieste, al reducir los enunclados rectores ¥ los sistemas a fo que efectivamente afirman, anuncia la lucha de | los pensadores de las luces contra las insituefonesy Tas practicas ‘opresoras. Al desarticular Ia herencia eartesiana, Bayle extrac de ella el espiritu de libre examen para volverlo contra un doble «pre. juicios de 1a doctrina de Descartes: Ia voluntad de fundamenta: ‘idm metafsica y ef Iigar exorbitante acordado al modelo mate ‘iatico, A este timo le opone la experiencia det historiador, que, con tal que sea combinada con una investigacién un conteol minucioso, no fe Va en zaga en cuanto a certidumbre, Lo que ante todo hay que retener como importante para el presente anilisis es el hecho de que Pierre Bayle se esluerea cons fantemente en hostigar las contradiceiones que atraviesan tanto @ la teologia como a la nueva metafisica —anticipandose de este ‘modo a la Dialéctica de la razén pura de Kant, reduciendolas 4 sus dimensiones empiricas, es decit, a apreciaciones contingentes ue apuntan a las costumbres y-a las conductas; luego. sobre fodo, toma partido en una discusiin decisiva: la riqueza de su informacién historica, 1a habilidad polémiea de que hace gale le Permiten afirmar que la implicacién cominmente establecida entre Ia pertenencia religiosa y la morales fala. Son numerosos y conocidos los ejemplos, en la antigedad pagana, de. hombres Admirables y virtuosos que no conocian al verdadero Dios; y. hos, no hay razén alguna que permita acusar a los impos, los ateos, los libertines, de atentar sisteméticamente contra las reglas de la 83 moral. Porque no hay ningin lazo necesario entre los principios pregonados por los individuos y su conducta: «Se cree, equivoca- Vi Ele de Miso, Mine, 1941 (NT). 86 parte por la experiencia, no pudiendo su unidad, por este motivo, ‘sr sino histérica AML ur primer momento, relvinicain de a sutonomia eC aR aoe OMY IE Slane aoe oe disas, Diderot y Rousseau —, tiene cotio objetivo ol liberar ala Atitucién religions, pero asimismo facto de las docttinas racionalisas. De hecho, siesta, ‘empresa —con unas pocas excepciones, entre ellas In de Hume— Se efeetia en una perspectiva de una moralizacion trivial, tene, on todo, el méito de opener a la imagen de un «sujeto- obediente 2 las iglesias, los prineipes y & las corporaciones ya la de un ‘yor libre euya libertad total acaba finalmente conformandose con ls razin, la representacion de un dinamismo empirico armado con ‘i sola conviccion y consciente del compromiso real y contingente aque implica la accion, Moral yibertad En verdad que no conviene indagar en el camino seguido por ‘una razén profunda —franca 0 artera— Ia explicacién de Ia con: ‘omitancia entre dos acontecimientos: la revolucién francesa, por una parte, ¥ el establecimiento de una moral teériea, por otra. Resulta pertinente sefialar que el autor de la Critica de la razén rictica que, al igual que muchos intelectuales alemanes, acogid fon entusiasmo a 1789, supuso una excepeién en la medida en que Siguid siendo fcl a la revolucin hasta su muerte, en 1804, Se ha dicho —y no sin fundamento— que la obra de Emma- fuel Kant completa el recorrido de Ia metafisiea iniciado con Platon y Aristételes; el proyecto de un saber que afirmase como verdad lo que ocurre con el ser por intermedio de un discurso Suficente acaba siendo devuelto, bajo cualquier forma que adquiera, ontologia, teologa, sistema de la naturaleza o sistema ‘el alma, a las Hlusiones de la razén especulativa, ya. que. los linieos eonocimientos en los que el hombre puede seriamente apo- arse son los enunciados verificables de las ciencias experimenta- Ics; el proyecto consecutivo de la metafisiea de promulgar las reglas a las que el sujeto actuante debe obedecer resulta arrojado {fn categoria de las falsedades, ya que la dnica regla que dicho sujeto puede consentir es la de la autonomfa. La dnica cuestin tspeculativa que permanece es la siguiente: ;qué estoy en derecho 87 de esperar? Y precisamente este interrogante es el que no podria recibir una soluci6n especulativa: éste es un problema de profun , La teologia sabe funcionar: no se trata de lograr que prevalezca la voluntad del pueblo, ni la de sus escasos representantes; se trata de que el espi- ‘itu de la leyes no invalide a ia norma en su poder impersonal, de 4que la humana, variable y frégil voluntad legislativa no socave, desmitifiefndolos, los milenarios fundamentos de Ia obediencia. En este sentido ia ley, expresiin de Ia voluntad general, solo puede reflejar Ia norma, inexpresiva impersonal. En esta imper. sonalidad reside el estado. La proclamacién del principio de separacién de los poderes no contradice este anilisis: si nos atenemos a la definicién =tevolucio- narias de la ley, proclamar a la vez la independeneia de los tres Poderes y la sumision del ejecutivo y el judicial a la ley eareceria de sentido. En efecto, quién no advierie que esta definicion del ‘estado constitucional sremite como su fundamento a Ia ley que, por otra parte, ela considera come obra de tn poder particulars El admirable Eric Wei extrae de ello esta conclusion esencial para, ruestra demostracién: «Defecto formal de la definicion, este Archived php rn 2, Sey 99 pap D4! Hse 101 remisin inconsciente a Ia ley revela asimismo la naturaleca de la {forma constitucional del estado. Se trata de la existencia actuante y eficaz de una ley fundamental que, sin poseer obligatoriamente ‘un estatuto particular entre las leyes, es reconocida como tal por todos". Poco importan, para este momento de la demostracién, el contenido y el estatuto de esta ley fundamental, si resulta claro ue 1a normalizacion de la obediencia puede prescindit dela supremacia de la ley positiva, Su consecuencia lo confirma: zse ha tenido sficientemente en cuenta que el acontecimiento del sufragio universal coincide con el dle 1a declinacién de la ley? En Ia esoena del siglo XIX, con la voluntad general tomada al pie de la letra, Ia reivindieacign demo. erétea menara ala norma y acetal proceso: en el momento fen que el Grgano legislativo corre el riesgo de ser elegido por sufragio universal, hay que quitarse las dtimas mascaras y poner unto final al mito de sv primacia, En mayor grado todavia que antaflo, hay que censurar al legisladr en tanto que voluntad sub- ietiva. Es sabido que Comte se dedicaré a ello con obstinacion, 9 Seguiran su linea algunos desgraciadas juristas, entre ellos Du- ‘zit’. Comte westé considerado como el valeroso perdonavidas del antiguo régimen en una época en que éste ya hace mucho que se hha derrumbado y en que la burguesia también hace mucho que ha afirmado su poder social y econémico-"; Duguit esta considerado ‘como perdonavidas no menos valeroso de la soberania estatal) del Poder publico: con muchos otros, uno y otto consagran el adveni- miento de un estado tecnoerstico que s6io ha dado nueva vida las ciencias de su dominacién. Con ellos comienza la era llamada dde In dectinacién de la ey: con el fin de escapar a las manifesta ciones de voluntad del ieislador, es necesario ridiculizar la ley 3, con buena fe, adorarla solamente palabras para un eterno sistema, AAdemas, en el plano constitueional, Ia soberania de ta ley positiva puede ser criticada severamente: en todas partes Ia ley pasa a ser obra de los ejecutivos, de las administraciones, de las ‘burocracias encargadas de promover sel interés general» y cada s convertida en norma: otras Tere, i a SE, aa et ot am ttn ss toe 102 «ia con la intervencién més directa, més esponténea en nombre de ‘una mayor eficacia’ ‘Se trata de la otra cara de la ley: general por el objeto, ésta su verdadera y exclusiva significacién. La ley no pode legiar los objetos, los intereses particulares, Nunea se repetiré sufieientemente que pretendiendo de este modo ponerle una vela a Rousseau, los constituyentes de 1789, y los otros, eaen en un odioso contrasentido. Para Rousseau, esta generalidad del objeto ley silo se realiza en Ia democracia politica directa, Pero Rousseau, que pregona la rebelién’, no es de su tiempo, y la revo- lucion burguesa no puede, por su lado, sino desnaturalizar su aiscurso y hacerle que pregone el orden. La reivindicacién de wna ley general mediante el objeto conserva las mismas antigiledades: ellaces, ala vez, protesta contra fo arbitrario y suelo de una socie- dad razonable, racional, rentable. {La ambigtedad se expresa en la raiz misma de la reivindiea- cién més signifiativa: instrumento de lucha contra la tiranta, 1a seneralidad de Ia ley lleva consigo la igualdad. Si el interés seneral tiene valor de mito, ello se debe a que enmascara la Jerarqufa social de los intereses particulares. Esta jerarquia, 0 des Jqualdad, tiene un contenido concreto variable histéricamente. EL ‘marxismo no posee el monopolio de esta observacidn: para conven: cerse de ello no hay mis que releer las paginas que Léo Strauss edica a las raices contractuales de la legalidad burguesa en la ‘obra de John Locke”. Si la generalidad de la ley es portadora de tuna reivindicacién de igualdad, se Ia puede pensar ficilmente en ‘érminos contractuales. La ley'social por excelencia serd la que resulte de la convenci6n, del acuerdo entre unas partes considera: «las, en este juego, come iguales, Lo politico se amolda a la forma de este pacto: la'manifestacion de voluntad, de consentimiento, sélo adquiere real signifleaciOn respecto al principio de igualdad, 'yse podra suponer adguirido el consentimiento desde el momento fen que se respete, en su forma, el juego de la igualdad. Por poea Incidez que se tenga, todos advierten claramente que no se trata de ningiin modo de iguatdad real, y de que esta igualdad formal es, en si misma, fuente de desiguaidad. La forma contractual es, “But, Grebo, ps 08 919 J. Chor, Cinwet teal dane Tals trie a Ree rman descent 98,0 108 |, Por excelencia, lade la paz burguesa dado que ella libera la adqui- sicién y garantiza la conservacion de la propiedad. La absurda distineiin derecho-pablico derecho-privado se hutrié, durante un tiempo, de la oposicién entre ley y contrato, pero esta oposicidn es, evidentemente, artificial, Por otra parte, el fundamento contractual de la ley nunca es sino un episodio yun simbolo en cuyos términos sigue estando la norma, y ssi es verdad ue ef contrato implica en principio las condiciones para un acuerdo de las voluntades, para una limitacién de la. duracién, ‘para una reserva de las paries inaienables, a ley que surja de ello ddeberé tender a olvidar su origen y a anular esas condiciones restrictivass, si es verdad que hay «un movimiento particular del eontrato que es pensado como engendrando la ley exento de subordinarse a ella y de reconocer su superioridad, surge que sla funeién contractual consiste en establecer Ia ley, pero. también ‘due, mejor, la ley es establecida, cuando ella se hace mis cruel ims resiringe fos derechos de una de sus partes Gontratantes...» ‘A partir del asombroso anslisis del contrato masoquista clectiado or Deleuze, se da por sabido que la interpretacion funcionslista be la relacion igualdad formal/igualdad econémica no basta para cexplicar la fuerza del mito contractual, y que Edipo no reside en la superestructura y reclama un papel activo en la inmense ‘maquina de igualar de la sociedad capitalista. EI marxismo aports luna contribucién decsiva a la eritica de It desigualdad, pero 10 que revela desvia la atencién por haberlo cristalizado en una " explicacion hiperfuncionalista. ‘Actualmente se proclama la declinacién del derecho, ley 0 contrato, en beneficio de una extraordinaria «normalizacione de fos comportamientos arrastrados, cada dia més, por la pasion de {a igualdad. En verdad que la igualdad ante Ia ley no ex mas que formal, pero este formalismo no puede ser reducido a una simple funcion de disimulacién de la realidad: el sujeto puede elegir una ‘dentidad, un papel, « condicién de que se entienda esta libertad de eleceién como la que acuerdan las normas. Si bien la ley isimula Ia desigualdad real, tiene el extraordinario poder de dis ‘igualdad en la identidad: sElla suele construr, bajo otras] relaciones, nuevas identidades que convierten en igusles a aque) Hos que, antes, yen otros papeles, eran considerados deren Pretec de Sacer Monch. Tar: Maas IHN. Ge Te EE ene 104 Cuando mayor es la capacidad del poder para organizar este «juegos, mis fuerte es hoy su legitimidad: »Los tiranos jamés nacen de In anarquia, se los ve alzarse a la sombra de las leyes 0 apoyarse en su antoridads”, pero raros son hoy los tirenos que se asumirian como tales en tanto puedan refugiarse en la norma, El liscurso que entonces dice ésta, obligatorio para su generalidad, no puede sino mostrar iron, La reivindicacion de igualdad, acompafiada de la biisqueda de su perdida identidad, refuerza la utilizacién de la dominacion en la norma. Ya Tocqueville decia que el poder se fortalece con la aspiracion iguaitaria porque los hombres prefieren la servidum bre en Ia igualdad a la libertad sin igualdad. Pero esto supone creer que ellos tienen la liberiad conereta de’esta eleccién y no entrever sino el elaroscuro de esta pasion igualitaria, Los intentos de explicacién psicoanalitica de Legendre, se os comparta 0-10, tienen el mérito de la desesperacién: después de haber desplazado cel miedo hacia el deseo y tranguilizado al sujeto déndole una res- uesta a sus angustis, Ia ley realiza Ia relacién del amor del ‘sujeto por la institucién y pempetia la sumisién; como sefala ‘Arey, «sila institucién se convierte en objeto de amor, ello se debe a que recompone en su seno Ta unidad de fo que la ley ha escindido en el individuo. El poder se sitéa bajo et signo de lo luno, unidad perdida, objeto para siempre ausente que él ofrece recobrar. Mito andrdgino del soberano padre castrado y de la madre ighsia.... que vuelve a fallarse en los mitos del estado fmodemo. De este modo, cada cual puede ‘sublimar en la institucién la parte del deseo prohibidos”. La pasion de igualdad nunca dejaria de ser sino la puesta en claro, la puesta en carne viva de este mismo deseo reprimido en y ‘rasladado a Isley, y 1a époea moderna vendria a ser la del culto de la ley sin que este culto pueda distinguir al estado autoritario 0 liberal, La igualdad sélo es pasion en la desigualdad, la identidad en la diferencia. Por esto la normalizacion funciona mejor que la sivisn que la instituye y ala que ella resttuye ijugindola de otro ‘modo! Por esto la ilegalidad funciona mejor en et seno mismo de la Tegalidad: el loco, ef enfermo, el criminal, el anormal. son rechazados por esta misma norma que los produce al designarlos: BE Web op ci i. 18 paca ean 105 { !marsinalidad es absorbida, es menos lo que la sociedad corrige que lo que vigila”, el poder se refugia en la norma, el orden ests asegurado sin que se dé una orden, la prisin y la censura siguen siendo los fieles instruments de un orificio no confesado sin que su insuficiencia conmueva como para llenar los abjetivos que ellas Pretenden asignarse: el criminal y el pornégrafo proliferan en la propia prohibicién que los designa, pero que sélo afectan a la libertad 0 a ia inteligencia®. Es tan fuerte a veces la iusion de creer desaparecida al estado, Se comparta o no el punio de vista soriginal- de Legendre, es preciso aftadirle, o sustituigle, que la reivindicacién igualitaria, sl Darter al positivismo de las leyes nutre el racionalismo tecnocrati- «0 de los estados modemos, al punto que -la universalidad formal 4e la ley y la igualdad entre los hombres no permite distinguit: = ls estados “libres” de los estados “autoritarios”, 0 bien ya no lo permite: hubo un tiempo en el que la lucha politica coincidia con Ja lucha por Ia instauracién det régimen moderno del trabajo social ¥, por consiguiente, con la lucha por Ia igualdad de los individuos contra las desigualdades de nacimiento. La estructura de Ia sociedad, 1a forma historiea de la lucha con le naturaleza exterior es la que exige la igualdad, es decir, el empleo de todas las fuerzas humanas disponibles y la que exige el formalismo uridico, 0 sea 1a posiblidad de’ caleular el fin de todas las diferencias que puedan sobrevenir entre quienes juegan los papeles sociales-". La eliminacion de la monarquia absolute, y luego el Advenimiento del sufragio universal, cambiaron el senlido de esta seoincidencias: los progresos de la tecnologia moderna aseguren fen adelante. Is promocién del interés general buscando. las «formas» racionales y rentables de la abrogacién de las desigual- dlades, preseindienda de las formas leislativas tradicioneles. Pero al derecho no ha dicho su iltima palabra: si el normativisme suplanta a Isley, expresi6n del sufragio universal, él apela al vino de Ia legalidad, no valiendo cada norma sino por su conformidad con una norma superior. La ciencia del derecho se tomaria la revancha sobre lo politica, y los desengafios del sufragio universal no pasarian a ser més que peripecia respecto a los progresos dela legalidad y a los beneficos del estado de derecho. 2b, CLE: Pale Kouciner Poon dra eae tone des polo 106 La ciencia del derecho, ciencia del estado Se trata aqui de estudiar en su misma relacién dos afirmacio- nes distintas, proclamadas en campos diferentes, en el transcurso el siglo XIX, por los paladines del juriicismo moderno. Por une parte, el derecho es una ciencia auténoma, vale decit: que ha adquirido su autonomia en relacién con la realidad socioeconém 2, asi como con cualquier referencia politica. Por otra parte, el derecho no tiene razén de ser sino como sosién del estador los actos del poder no merecen obedieneia sino por su conformidad ‘on una norma superior, y la fuerza solo es legitima dada su transformacién juridies, Estos dos afirmaciones de la autonomfa juridiea y del estado de derecho son igual, pero diferentemente, falsas. La primera adquirié un sentido particular con la instauracion de la

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