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CARLOS ASTRADA ganz1912 EL MITO GAUCHO OBRAS Y ENSAYOS DEL AUTOR EI Problema Epistemolégico en Ia Filosofia Actual (1927), Hegel y el Presente (1981), Progreso y Desvaloracién en Filosofia EL Juego Existencial (1935) Goethe y el Panteismo Spinoziano (1933). MARTIN FIERRO Y EL iteratura (1981), HOMBRE ARGENTINO Idcalismo Fenomenolégico y Metafisica Existencial (1936). La Etica Formal y los Valores (1938). EI Juego Metafisico (1942). ‘Temporalidad (1948). E] Pensamiento Filoséfico-Histérico de Herder y su Idea de Huma- nidad (1945). Niewsche, Profeta de una Edad Trigica (1915) Sociologia de la Guerra y Filosofia de la Paz (1948), EDICIONES CRUZ DEL SUR BUENOS AIRES lose INTRODUCCION LA ESENCIA ARGENTINA Pow i pueblo, toda posibilidad de grandeza surge de un ivan comienzo, de un impulso inicial, de la tension de un esfuerzo heroico como punto de arrangue de la pardbola de un destino. Una promocién humana ejemplar infundio un ‘dia un aliento de eternidad en una creacién colectiva, voles ‘en el molde transeiinte del tiempo un programa de vida, tuna plenitud animica, aprorindolos hacia el futuro a la con- quista de gloria y de florecimiento. Asi surgid una imagen tiviente. la patria. De esta creacién y su sustancia vivirian los hombres, y, puestos los ojos en ella, Newindola adentra- da en el alma, afrontarian en comtin el sacrificio y el es Juerzo, la vida y la muerte. ‘Una nacién no es el resultado de un proceso fisico, sino que nace de wn acontecimiento histérico, de un alumbra- miento espiritual, y esté bajo la advocacién de un destino a realizar, de una mision que cumplir. Toda creacion histé- rica verdadera trae a la vida una estructura animica esen- tial que responde a una forma peculiar de convivencia humana, Este comienzo histdrico, este impulso creador no puede ser abolido ni superady por lo que viene despucs; ty iNTRODUCCION no hay “progreso” que lo destruya 0 desvalore. Es un co- mienzo que seguird operante ¢ irradiando sobre las genera- ciones su influjo casi mistico mientras exista el ser colec: tivo que lo ha comenzado y que con él ha advenido a la vida libre y soberana. Pero si este comienzo no puede ser abolidoy puede, sin embargo, ser desvirtuado, falseado, trai- cionado. Es necesario entonces y se justifica el esfuerzo por relomar contacto con ese pasado, que es una esencia cons- lante, que es germen viviente vivificador. Nuestra esencia argentina, tras un proceso soterraio de estacion histérica, cuyas alternativas y signos no interesan para la determinacién filosdfica y socioldgica de su existen cia, alumbré en Mayo de 1810, fecha de su auténtica parti- da de nacimiento. Al alumbrar marcé una discontinuidad, abrié un profundo hiatus con relacién a todo un decurso pasado, durante el cual ella todavia no era, sino mera pos hilidad, histéricamente aleatoria, y que lo hubiera seguido siendo a no mediar el esfuerzo creador y alumbrador de los hombres de Mayo. Si no se hubiese producido aquella dis continuidad, no seriamos una nacién, sino una colonia que después de fallido, 0 incluso exitoso, intento separatista 0 secesionista queda ligada a la metrépoli, dependiendo de ella politica o espiritualmente. Nuestra guerra de emanci- pacién no fué una guerra civil —como nos vienen a contar ahora los que, por pobreza mental y sectarismo confesional, viven extasiados esperando las ausentes consignas “intelec tuales” y de “orientacién” de la ex-metrdpoli—, sino una lucha en la que nacié a la vida de la libertad la patria y, con ésta, la esencia argentina, como un destino que, con sus peculiares dimensiones histéricas y espirituales, era ya dis- finto, y se ha venido diversificando cada vex mds del tronch originario. ‘ Nuestra autonomia, que alenté ya antes de los comien iNTRODUCCION uu ios politicos de la patria, nuestra secesion espiritual de Es- Paiia es una realidad que no cabe tergiversar, pues ella esti manifiesta en el caricter y la orientacién de ta cultura ar- gentina, asi como en la preferencia por las fuentes de que ésta se ha nutrido. Es lo que certeramente, y de manera irre futable, ha senalado Lugones: “Estamos, asi, tan separados de ella, como ella misma del espiritu que animé a los pri- meros conquistadores. Lo que nosotros restauramos y se- guimos restaurando, es la civilizacién por ella perdida; de manera que todo esfuerz0 para vincularnos a su decadencia, nos perjudicaria como una negacidn de aquel fendmeno. Es ella quien tiene que venir a nosotros, la raza nueva, “la hija més hermosa que su hermosa madre”, pero sin ningtin propdsito de influir sobre nuestro espiritu, més fuerte y li bre que el suyo. América no serd jamds una nueva Espatia Podria derramarse en ella toda la poblacién de la Peninsula, sin que por esto. se modificara su entidad. El espiritu, esa fuerza que, contrariada, produjo la decadencia de la Espatia fanitica y absolutista, esté inexorablemente separado. Fs en el Nuevo Mundo donde va a reintegrarse la civilizacién de la libertad, contrariada por el dogma de obediencia que el cristianismo impuso hace veinte siglos. La historia eslabona, asi, a nuestro destino ese grande esfuerzo de la antigiiedad” (EI Payador, pdgs. 141-142, Buenos Aires, 1916). En efecto, de la cultura greco-romana, a través del acervo humanista de la modernidad europea —al que Megamos por otras vias que Espaiia— hemos heredado, con su espiritu, el sentido democratico, como forma sustancial de convivencia, el cual es mucho més raigal que la democracia de tipo anglosajén, que importamos para estructura nuestras instiluciones po liticas. Ninguna interferencia de conatos al servicio de una ser vidumbre colonial podré oscurecer o falsear el hecho in Iv INTRODUCCION taurador del advenimiento de la esencia argentina, Esta esen- cia, para cristalizar, para lograr concrecién en funcién de lo eltirico y del medio social, en una palabra, para realizarse, ha debido primero potenciarse, plasmandose en un centro de Juerza, en un mito, el mito de la comunidad argentina, como suma de supuestos animicos y emocionales referidos a los Jines a que esta comunidad vital y espiritualmente se orien- ta en su devenir. De este centro de fuerza del mito fluye, como de su fuente nutricia, todo el proceso de su realidad historica. en la multiplicidad de sus manifestaciones. Al proponernos indagar el estilo integral de vida del hombre argentino en relacién intrinseca con su comunidad politica y, a la vez, explicitar el significado y alcance del mito de los argentinos, el mito gaucho, premeditamos una filosofia de la argentinidad, un ensayo de aproximacin a la verdadera esencia argentina, Propdsito que sdlo puede realizarse mediante una amorosa toma de contacto con nues- tros origenes miticos, con el manantial repuesto, por lo olvi- dado y soterrado, de nuestra existencia histérica, y por un tinico camino, por el camino flanqueado de horizontes que, a través de la pampa y rumbo a su entraia misma, trae la fidelidad a un destino, RAZ, ESTILO Y PROYECCION DEL HOMBRE ARGENTINO 4, El hombre argentino es wna tarea. E hombre argentino tiene su filiacién teldrica, animica ¥ espiritual, que sella y define su idiosincrasia (?). En su Hegar a ser, en su encaminarse a una forma, a un tipo que aspira y tiende por propia virtualidad a ofrecer rasgos per- durables y definitivos; en su futuridad, como impulso vital, 41 es necesariamente actualizacién de un pasado, de una modalidad humana consustanciada con la comunidad social ¥ politica en la que ella encuentra su integral posibilidad de expresi6n, en una palabra, es despliegue germinal de un es- tilo de vida peculiar. Este despliegue de la modalidad argen- (2) Low supuctosantopoligicos det presente ensayo, en un aspect, © rman en el vendo kantiano'de na aneropologa pragma, es deur eon ee fencia alo que et hombre pucte hacer Ge sf mmo, por chia te 0 cricter tonal y det nfajo que recbe de lo hombres que, oon, habitan el mismo felo nativ: adem, por ott parte, sin contr, de ianera exes com las Preisposcioncs insta en ly" heredades, sino’ ambien con el medio Tso. FFeniendo en cuenta eo tm involucramos en lo "elirco to factors suelo lima y paisje. Uso pecfecamente sutoriato, de ta palabra en esta aeepeon omplemencaia del puto le vata de una antropologiapiquic years Hoy emer que ‘el hombre no ex unicmente producto del medi, como, hace len Aton, fo pretends Ia tori de ete nombre, nwo, producto. de sus anepa ‘dos, como fo. precnis, con criteiotniairal a superatoy tn antopolia then y tlic, Las encehanmar apoviadas por a icrly mendelana de" he Fenci'non ftersan a recnocer que cl hombre y todos low teres vventes ten I mundo virnlidaden uns se de predipodtones vials que devienen re Hisnd por accion del medio fico {tempene, lima, suelo paiaje). Lae cl fades "eaten en. que se tranforman lar poniildades 0. preioponiciones, que ttuemer al mundo como herencay son el read del medi, tant fico today extn er tasin se ne factves integrates En la psmacion life 6 CARLOS ASTRADA tina, devenir ¢ incremento de su realidad oe wnaca de un mito, que es tates, es decir prospeccin, el comet en el tiempo de una esencia, el transvasarse aun mols PS sente y renovado de una sustancia inalterable, en st PIAS sriginario, pero siempre susceptible de nuevo troquel, el due, a su vez, requiere muevos y constantes pulimentos No s6lo por los elementos heterogéneos. que incilet formativamente en él, sino asimismo por eee ‘ au proyeccién en que va lanzado hacia el horizonte al 2 es un hombre en proceso de integracién. ero ya ar mé 4 tal humano en el crisol se recorta su perfil original tom) tésulo de vida en que aparecen excorzados Ia personae Jos ideales ensuetios de nuestra venturosa comunidad pol tica, como también aparece dibujado en él el anhelo fie & vaizamiento en él humus nativo, el impulso que lo leva a pregustar, lo mismo que el arbol, el bienestar que ee tn el hondén de las raices. Vale decir que es el hombre nuestro clima y de nuestra historia, al que la terra argerr tina con st: influjo multiple ha venido moldeando, hacién- s, el genus loci, el influjo.animico Tendncbn de Tas erucurs antopolgias el goo ok intlle Ne Ce an moiicacion tes ¢ interferencias que se acusan en aquéllas Erg solu ae sel ns ty mane aoe piedades de rent 7 Pega rapido proceso de asimilacion que de To, sme\tee roaeeetrogenco realiza la tierra americana, visible mayorent Ja Aree ting y WSrincipio juridico, wna fuerza actuante y comstante. 14% OPO Oe. a ra ‘propiedades somdticas y animicas del he i a = inne iaaje sobre Ee cenpique y Tox mas recientes aportes we sero amp 2 me feciones de Hs antropolot. cultural ‘Rn abierto amples hoszontes aioli ambien de 1a biol SURGE EL HOMBRE ARGENTINO CON FISONOMIA PROPIA 7 dolo suyo en Ia medida en que le infunde sus esencias y lo hace depositario de su mensaje. Como expresién cabal de un tipo humano definido, de trama animica acabada, con ca- racteres étnicos y espirituales bien acusados, el hombre argen- tino es, sin duda, un ideal, un modelo lejano, pero un ideal al que se encamina el hombre argentino real, el de hoy, el que, duefio de si mismo, ahonda su huella en el suelo nativo € inquieto y generoso, poseido de vocacién universalista, también toma su parte en los anhelos del mundo. Peregrino del trabajo y la creacién sobre los caminos infinitos de su solar privilegiado, avizora, a flor de pampa, rutas ecuménicas. No obstante el inacabamiento y el hacerse en que se encuentra nuestro hombre, hay un estilo argentino, y el hombre nacido en nuestro predio, aunque anude su nexo sanguineo en otras latitudes, es también impronta viva de este estilo. No es, pues, un hombre acabado en Ia totalidad de sus rasgos fisonémicos, con notas psico-vitales inaltera- bles, sino algo todavia plistico, que afanosamente busca su forma consistente, sintesis armoniosa de las mds heteréclitas peculiaridades raciales, en la que un dia se estampard muy hondo, indeleble, el sello de aquel estilo anfmico y tehirico que, como virtualidad sefiera, germen de altisimo destino, estaba ya en la esencia misma de la argentinidad, en la voca- cién précer de los fundadores. En su actual formato espiritual, el hombre argentino, por su actitud humana, por su fervor por lo noble y grande, Tevela el sefiorio de una estirpe, brote nuevo de una muy vieja hidalguia, Vivaz de inteligencia, ripido en la concep- cidn y en Ia asimilacién, frecuentemente improvisador y re- pentista, tanto en la produccién intelectual como en la accién politica y la vida de convivencia, suele entregarse a un es- fuerzo intermitente y variable en su direccién y asimismo. ‘parecer como un virtuoso del entusiasmo por el entusiasmo 8 CARLOS ASTRADA, mismo, Todas estas disposiciones temperamentales tenderin a concretarse, con predominio de los rasgos positives, en un tipo humano cuya personalidad se ir dibujando con trazos cada ver més firmes a medida que vaya siendo mds consis- tente la vertebracién de su cardcter. Porque es el cardcter, junto con la continuidad en el esfuerzo, con Ia constancia ten la persecucidn de los fines propuestos a Ia voluntad, lo que define la personalidad, le da sello y 1a enfrenta produc- tivamente, con impulso creador, a una tarea, a una obra digna de los desvelos humanos y del destino y de Tas espe- ranzas de la comunidad a que ella pertenece. Si el ser, nuevo y pléstico, del hombre argentino nutre sus posibilidades vitales por absorcién de los jugos de nues- tra tierra, saturdndose de su atmésfera, en cambio su alma, antena supersensible para las ondas Iejanas, se ha abierto con extrema docilidad a todas las sugestiones, tanto las favorables ‘como las contrarias a sti desarrollo, de la cultura europea y de la universal. En este sentido, ella no ha sabido en todo momento mantener en vilo, sin peligro para la subsistencia de lo verniculo y sin olvido de su acervo, su apetente curio- sidad, que dirigia, inquisitiva y enajenada, hacia todos los rumbos de la rosa de los vientos. Ahora, sin cerrar su estruc- tura animica a lo valioso del aporte forastero, mas capa tado, por la experiencia adquirida, para distinguir con © terio estimativo entre Io propio y lo ajeno, nuestro hombre tendra que aprender, y esta ya aprendiendo, a organizar y je- rarquizar su curiosidad, a depurarla, a ponerla en intimo acuerdo con las esencias propias y, en consecuencia, a diri- gir mejor sus preferencias universalistas. Sélo por este ca- mino, que arranca de su propio ser y a éste conduce de vuelta, & encontraré su centro, el del equilibrio de su_generosa alma latina y entonces habri aprendido a vivir de dentro hacia afuera. SURG! ‘1 URGE EL HOMBRE ARGENTINO CON FISONOMIA PROPIA 9 2. El ser del hombre argentino. Estos vasgos tisombsas . neem fonémics, notas psicovitales y caracteres lamentales, y muchos otros, resul tf . \ , resultado del aporte fortneo que han venido a conjugarse con ellos por asimila- ién, son expresiones de un ser, del ser del hombre argen- tino, son firmes trazos ontolégicos que surgen desde un or ny, 4 ger a My sabemos que los origenes se velan por el olvido, y oe el camino que conduce a ellos no es facil de retomar ea orrer, sobre todo cuando el olvido ha sido largo y ha bee de un voluntario extrafiamiento del am- iente ni i 1 bene nativo y del acer ragal de I propia estnpe El igen et siempre en una repuesta fuente mitica, de la que nace y fluye toda existencia histérica, Asi, el hombre argen: tino viene de un plasma miti r ; a mitico, de un arc iy in tno wien \mitic, quetipo germinal, un origen, que él olvidé y que, so pena de desertar de si mismo y traicionar su esencia, tiene que retomar para man: tener Ja continuidad y progresin de su ser, encaminandolo ser, encamindnd non Que €s el ser del hombre argentino? Es decir, gqué so- pee ines es somos en el troquel de nuestro mito? Apenas la Ia pregunta, nos sale al gunta, paso la respuesta, que reza: a a argentino, hombre de la pampa, posee una forma culiar de existencia. Para d fia . lesentrafiar el significado A . © = afirmacién, no necesitamos rastrear una génesis ni per- i + Fain - yun impulbo hstéric-evolutivo, aunque ello pueda re sent i ic ' Presenar una indagacién complementaria, dispensable en Ge cao. sno que nos basta iluminar una presencia, una yumana; ver al trasluz un 1 3 ser, vale deci aa ‘ y ir un ade- ontolégico, con sus raices teliiricas y espirituales, con. Agnado a su orbit i i tes aa ita propia y con su posible proyeccién tem- 10 CARLOS ASTRADA El ser del hombre es un imponderable dinamismo, aes minado por el espiritu y disparado sobre las dimensiones contingentes del cosmos histérico en pos de la plenit Si mismo y de un rumbo y una labor que cumplir més allé de sf mismo, En su irradiacién esencial, en su voluntad de ior ial, 1 f En su irradi trascendencia es una flecha que se afana por aos moto, pero cuya vida y tarea son st movimiento mismo, It 6 ntencién nunca dormida. En qt tensién de su vuelo, su it hee direccién vibra, qué tarea se ha impuesto y qué meta Duss el hombre argentino? Para saberlo, necesitamos precisar ic u ser, poner al descubierto su ¢s- actualidad inmanente de st scr, pe pes fear tructura esencial y sus posibilidades, en funcién del mito de} cual es oriundo, Conquistar estas precisiones no €s, par algo sélo susceptible de “puntos de vis- nosotros, argentinos, > susceptible de z * eeéricos y estrictamente “objetivos”, sino una desazén w in que un problema inquie- nza y angustia, Més aii ; : ‘ier eum ten aia en macro destino en cme tue se siente e intuitivamente se sabe en | : ool posbilidades y de una fen aero: = ae i rtunidad existencial, de la que, segt : ea ")absolvamos, depende el rumbo y ee tras realizaciones y de todos nuestros contenidos vtales, come asimismo el de Tas expresiones culturales propiss de nies tra humanidad histérica, en trance de accesién ee develar Ia estructura esencial a eae argentino tiene, pues, para nosotros, un sentido ore nc solicita con respecto @ nuestro propio ser y a nuestro pow venir existencial y vital. Fs, en un esfuerzo por recogenne de la dispersin, afanarse, en Ia inmensidad de 1s paps por tna ciudadela espirtual en que fortificar una experane fontra el asedio de Ia desolaci6n cosmica, contra fa presi'n del témpano de la soledad telirica; es, sobreponi SURGE EL HOMBRE ARGENTINO CON FISONOMIA PROPIA 1] nuestro dolor de sentirnos, por momentos, néufragos, deci dirse a bracear en este mar sin espejismos para alcanzar Ia tierra firme de una certidumbre, el bathos en que hundir y estabilizar raices. El hombre, por a estructura esencial de su existencia —estructura subyacente a su existir— es primariamente un ser distante, excéntrico, es decir que, para él, el ser de su existencia es lo més lejano, al contrario de su vida psico- fisica, que es lo mds proximo ¢ inmediato, En esto consiste Ja viviente paradoja existencial que es el hombre: lo que lo define de modo esencial, su ser, es para él Jo més remoto con relacién a las cosas circundantes ¢ inclusive a su persona fisica. Asi, la revelacién y posesin de su existencia sdlo las adquiere por retorno, por un retomar o asir su ser desde ‘ese alejamiento ontolégico, El hombre argentino, hombre Pampeano —y esto ya nos dice que posee una forma priva- tiva de existencia, que requiere comprensién y elucidacién— €s constitutivamente un ser de la lejania, vale decir que es doblemente excéntrico, y a cuyo existir le es, a veces, dificil Tecuperarse por retorno, recogerse en su propio e inmanen- te impulso. A él no siempre le es dable, sin esfuerzo, cen- trarse en su peculiar existencia, y desde ésta establecer y sefiorear un equilibrio con su contorno fisico, y uno de con- vivencia 0 coexistencia con su contorno humano, Todo su ser es, en ocasiones, no infrecuentes, una sombra en fuga ¥ dispersion sobre su total melancolia, correlato espiritual de Ia infinitud monocorde de la extensién, Ontoldgicamente, la melancolia es aqui una inercia totalizadora. Totaliza Ia som- bra de un ser sin dejarnos entrever la imagen inestable y oscilante que la proyecta sobre Ia reiterada y total monoto- nia de la pampa, De aqui que la existencia del hombre argen- tino no haya podido, sin dificultad, aferrar Ia posibilidad de retomarse de esta fantasmitica proyeccién de su ser, de afir- 12 CARLOS ASTRADA marse y centrarse en s{ misma, Disparada casi automética- mente al limbo de lo remoto y borroso, no tiene conciencia icida de sus potencias en cierne y busca insegura la lumbre acogedora de los caminos que pueden conducirla a su ma- durez y logro. No obstante haber surgido nuestra forma de vida de una civilizacién de trasplante, se da en ella una ecuacién existencial distinta de la que caracteriza a la civilizacién ori- ginaria, El hombre argentino, como hombre de la pampa, no es ni europeo ni primitivo; su forma de existencia es dis- tinta tanto de Ia existencia de alta civilizacién, la europea, como de la primitiva, Sus contenidos animicos, bien origi- nales, difieren de los de Ia existencia primitiva; no tiene, ‘como el alma del primitivo, relaciones reguladas por fuer- zas demoniacas con la naturaleza, sino que su vivencia de ésta se resuelve en una entrega fatalista a su poder. Aunque est4 animicamente vinculado a la tierra y es parte del hu- ‘mus nativo, su pie no retoma sin esfuerzo, sobre el inmenso predio pampeano, una huella cotidiana —esa huella marcada por el hombre europeo en su trato familiar con Ja tierra, en su ira ella y venir de ella, comercio intimo con el surco, en ‘el que éste ha devenido parte y profongacién de su perso- nalidad-, sino que su paso es del transeunte descentrado y sorbido por los horizontes, Mientras el existir del hombre de la pampa ¢5 un impulso erritico, atraido por el imin de Ia lejanfa, la ausencia de todo limite, Io que hace que su egar sea ya un partir, torndndosele dificil el quedarse y reposar en su propio ser, recogido en el contorno, la exis: tencia europea logra en todo momento centrarse en su pai- saje nativo y en si misma, El alerta que lanza el cuidado, la preocupacién solicita la hace retomarse facilmente de la ex- centricidad propia de todo existir. Puede, as{, acometer su SURGE EL HOMBRE ARGENTINO CON FISONOMIA PROPIA. 13 area intransferible y esforzarse por imponer forma original a sus contenidos vitales y a sus acti rogramaci B ividades y ramacion¢ espirituales, , * 3- El paisaje originario, 0 mitico, del hombre argen- tino. ___ La pampa, la extensién ilimitada, como paisaje origina- rio y, a la vez, como escenario y elemento constitutivo del mito, he aqu{ nuestra Esfinge, la Esfinge frente a la cual estd el hombre argentino, La pampa, con sus horizontes en fuj nos esté diciendo, en diversas formas inarticuladas, mere refunden en una sola nota obsesionante: {O descifras mi se- creto 0 te devoro! __No-es empresa facil ni placentera enfrentarse con Ia Es- finge; no es una oportunidad contemplativa ni un proble- ma hacia el que vacamos por ocio o mera curiosidad intelec- tual, sino el primer acto de un drama que se desarrolla en nosotros mismos y en cuyo tempo y Ambito viene a inscri- birse nuestro destino espiritual e histérico. Desdoblindonos para asistir al drama en que somos actores, tenemos, ante todo, que ver y destacar, a fin de apartarlas, las dificultades que nos cierran el acceso al enigma. Para ello hemos de vol- ver la mirada a los senos espirituales y emotivos del alma del hombre argentino y afincarnos en esta certidumbre prima- ria, anterior a todo examen y que tiene la fuerza de un sino: somos hombres de la pampa y Ievamos adentrados su deso- lacién y su misterio, ese estremecimiento con que se acusa en nosotros la presencia técita del mito. El vago contorno pampeano es el contorno mismo de nuestra intimidad, la atmésfera despoblada y yerta que nuestros contenidos expresivos deben transponer antes de 4 CARLOS ASTRADA Llegar a los seres y las cosas. Asi como no podemos saltar pot tnaima de nuestra sombra, tampoco nos és dable desprender woe de este contorno, que es parte de nuestro ser. 1.0 confit via una experiencia decisiva: cuando estibamos lejos del predio pampeano, a merced de la alucinacién de las urbes europeas, nos acaecia que de pronto nos sentiamos disperses, ddesamparados en una zona desértica, superpuesta, 0 melot infrapuesta por arte mgica al plano de nuestro comercio con tos mslores de la cultura europea, valores cuya universalicad posee su raigambre, precisamente, en Ta entrafia histérica Ge aquellos pueblos; nos sentiamos acometidos por wna pecie de discontinuidad interior, por wn silencio ‘emocional. Pre ailencio leno de Ia sombra de noches lejanas. Era el enigma de la pampa, que viajaba a nuestra vera ‘La pampa no ¢s exclusivamente el medio fisico, sine incluso ya una definida modalidad o estructura existencial “Yel hombre argentino; vale decir que es también pampa cspiritual, Ella es el plano horizontal sobre el due se. PI yecta y dispersa su ser, todavia un tanto impreciso, $i T hales Ye Mileto, al formular su cosmologia, sentencid que, en cuan- to a realidad, el hombre no es nada y el agua lo ¢s todo (“no fz el hombre, sino el agua la realidad de las cosas”), nosotros famersos en la extension, que adquiere el rango de un ele- mento césmico primordial, podemos afirmar que no ¢s nues- tro hombre, sino la pampa, la esencia de la realidad, de sw tealidad misma, el constituto de su estructura ontologica Ffectivamente, en la pampa, el hombre no es nada y aquélla Io es todo, es decir es un todo que totaliza Ia dispersion y nihilidad de un ser, diluido en ese todo sin partes, absor- bido por él. La intencién espiritual, el ademan ontoldgico del hom: bre argentino no acaba nunca de trascender el enorme ente SURGE EL HOMBRE ARGENTINO CON FIsoNoia PRorIA 15 césmico que es la pampa. Esta, infinita y desolada, es la ausencia de las cosas familiares, de las circunstancias habi- tuales que, de acuerdo a los implicitos propésitos ¢ inten- ciones finalistas de la existencia humana, configuran un mun. do circundante, el contorno de un paisaje humanizado. El efecto dispersivo que la Ianura produce sobre el hombre que la habita, y Ia perplejidad inhibitoria en que lo sume, fueton bien notadas por Sarmiento: “zQué impresiones ha de dejar en el habitante de la Reptiblica Argentina el sim- ple acto de clavar los ojos en el horizonte, y ver... no ver nada?, porque cuanto mas hunde Jos ojos en aquel horizon: te incierto, vaporoso, indefinido, més se aleja, mas lo fas- cina, lo confunde y lo sume en Ja contemplacién y la duda- Dénde termina aquel mundo que quiere en vano pene- trar? |No lo sabe! Qué hay mds alla de lo que ve? La sole- dad, el peligro...” La pampa es el plano espiritual por el que se desper- diga y témase erritico nuestro existir, perfectamente sim- Dolizado en el ambular del gaucho Martin Fierro, Como consecuencia de la dispersién en que flota, invade al habi- tante de nuestras Hanuras la melancolfa, que es asimismo un plano horizontal recorrido, en fuga, por el devaneo ima: ginativo, divagar que més de una vez ha sedimentado en magnificas expresiones literarias, pero que, a causa de su discurrir errabundo y su repentismo, no ha sabido estruc- turar intelectivamente una cosmovisin, para centrarse en tuna actitud y encontrar apoyatura y sostén en medio del acontecer cdsmico, frente al poderio de los elementos. Aris- tételes hace arrancar de la melancolia el impulso que nos eva a la metafisica. El hombre argentino, en su inacabable deslizarse sobre el plano de la melancolia ¢s, en sentido par- ticular, un metafisico de su propio destino, lo que cierta- 16 CARLOS ASTRADA mente no quiere significar que su vocacién lo eve a rema- tar en la metafisica, a operar una trascendentalizacién de las. tendencias y contenidos de su propio ser. No llega a Ia meta- fisica porque no acaba nunca de recorrer su dilatada melan- colia. El esta siempre més alld de su vida, la que disparada hacia horizontes inciertos y movibles, que apenas velan un fondo inmutable —la pampa-, se diluye y quiebra en mira- jes lejanos. Aqui esté quizés la raf de la aptitud del argen- tino para comprender otras culturas, para penetrar en otras. formas de vida. Nadie mis apto y dispuesto para transmigrar comprensivamente a través de culturas extratias, de otros des- tinos animicos, que el argentino, y también el ruso, alas esteparias en eterno peregrinaje allende los tiltimos lindes de la propia alma, pero donde quiera que ellos vayan los sigue, como fantasmas subyacentes a su ser, Ia pampa, al uno, y la estepa, al otro. Es tal el hechizo que la lejania, el esfumarse de todo limite, ejerce sobre el hombre argentino, que su ser, en un dramatico intento por trascender, es un proyectarse hacia un horizonte que constantemente se aleja y dilata, sin que a este ser se le brinde naturalmente la posibilidad de reto- marse, de estabilizarse en una firme tesitura ontolégica y hallar, por afiadidura, el centro de su gravitacién animica. Es el drama existencial —ya transpuesto, desde luego, al plano de la conciencia intelectual— del hombre anonadado por la extensién y entregado a una radical soledad telrica. Sobre la infinitud de la pampa —invitacién a huir de si mis- mo, a vagar sin rumbo, al azar—, el hombre argentino, bloqueado por Ia soledad, presa del aburrimiento, diluido en la melancolia, es, ni mas ni menos, que étomo pronto a desplazarsey dsiparse en el pampero, que diaselo acicate y vehiculo para su dispersién. De aqui que él sea una exis SURGE EL HOMBRE ARGENTINO CON FISONOMiA PROPIA 17 encia extrafiada de si misma, ausente, extravertida en la €xtensidn, identificada con la monotonia de la llanura y con 1a inestabilidad de sus elementos. En el hombre argentino, en su disposicién animica fun- damental, se trasunta una entrega descubierta y casi total al icontecer que, potente y ciego, aventa y anonada, por propia ley, toda vida; hay en él la resignada propensién a dejarse mecer, sin voluntad, con inerme fatalismo, en la potencia Proteica de los elementos, a ir adherido, como particula iner. te, al flanco de su dindmica, disparada con singular violen- cia sobre la anura sin término, Cierto que ésta, antes que suelo apropiado para Ia morada del hombre, es escenario Brandioso para el vértice edsmico de los huracanes y las tem. Pestades. Aqui el viento no es viento en las velas; frecuente. mente éstas no conocen la tensién —impulso viajero— por obra de la racha propicia, sino que el viento, el terrible view, to de la pampa, es a menudo huracén desvastador, torbelline due sacude y dispersa la vida del hombre, todavia humus sin ‘uficiente fuerza de coagulacién, a merced del ala potente del pampero. En la pampa, donde surgieron improvisados los pueblos, como tiendas de una catavana errante, de hon. bres en trinsito y todavia inseguros de su rumbo vital, quien no ha visto alguna vez cémo estas tiendas —zinc y madera. eran desmanteladas en un segundo por el huracan? Los rios, en nuestra lanura, no son tampoco los amigos naturales del hombre, cursos confluentes con su existencia, “caminos que andan” y que se oftecen como incitacién a lag iniciativas humanas, a la empresa fluvial, sino muchas veces torrentes desbordados que todo lo arrasan. Aqui, vivir no es navegar, como en el lema antiguo, sino, con frecuencia Preocupacién por defenderse de la corriente arrolladora, por Sustraerse a su impetu destructor, El hombre de la pampa es tun navegante frustrado, en actitud defensiva frente al Ii. 18 CARLOS ASTRADA quido elemento. Descontada la parte que la naturaleza tiene en esta postura, hay-que ver en ella, también, la consecuen- cia de un atavismo racial, Con acierto, observé Sarmiento de los aventureros espaiioles que colonizaron el pais, detesta la navegacién, y se considera como aprisio- nado en los estrechos limites del bote o la lancha”. La soledad telitrica de la pampa, que nos oprime, ¢s la soledad de una tierra en la que, por ser débil ain Ia ratz humana de la convivencia, ésta carece de acentuada proyec- cién existencial, y también de la pasién que Heva a los hom- bres a encontrarse y compenetrarse reciprocamente, bajo la constelacién de un destino comtin. Es que la pampa se ha transformado, con los caracteres riinicos de su silencio, en la expresién del mutismo y de la soledad del hombre argen- tino, a pesar de que el mito, consustancial con el esquivo mis- terio de la lanura, reclama, desde su piélago dormido, lemas vitales y cantos de marcha, es decir prospeccién y nueva vida en Ia comunidad de las almas. Y as{ como toda gleba, des- pués de una seca prolongada, pide agua en el ardor que la esteriliza y la calcina, nuestro paisaje nativo, infinito regazo para un nuevo Dios creador, esta pidiendo, esperando, en’ su desolada presencia césmica, el abrazo amoroso y beligerante del hombre, la raigambre invasora de las generaciones (juna Argentina de cien millones de habitantes!) que, al vulnerar su cuerpo virgen, lo humanicen, le den un alma, lo transfi- guren en la convivencia y en el verbo. 4. El contorno fisico y humano en funcién del mito. La lucha del hombre para bosquejar su contorno y limi tarlo animicamente, para plasmar e interpretar el mito vital de que es oriundo, es el origen de toda comunidad capaz de expresarse y reflejarse a si misma en las creaciones del SURGE EL HOMBRE ARGENTINO CON FISONOMIA PROPIA 19) espiritu y, merced a éstas, de pervivencia historica. Recorde- mos, en su ejemplaridad, el milagro de Grecia, que florecid sobre el océano del mito més fecundo que haya conocido la humanidad, El hombre occidental, en Ia aurora del pensamiento griego, se enfrenta con las cosas en su totalidad, con el con- junto de los elémentos césmicos y con el sustrato teliirico de su mundo circundante. Atento a su autoformacién humana, los interroga persistenemente tal como ellos son, y en esta sostenida interrogacién funda la ciencia y recrea y pule el mito alucinante de su propio destino, e insufla en él su entu- siasmo, su fervor. A pesar de su impotencia ante las cosas en su totalidad, las sigue interrogando, Asi, su pensamiento deviene porfiado esfuerzo de develacién, simbolizado en la ciencia y en todas sus creaciones espirituales. Lucha por arrancar a las cosas su secreto, y este combate con el ser c6s- mico va trazando el cance para una cortiente histérica, para el discurrir de un afan colectivo, El instrumento maravilloso en que se va transformando su ciencia, sabe, no obstante, de su impotencia iltima ante el destino, el que, para el grie- 80, significaba una fuerza omnipotente y lejana, ante la cual su primer deber era recordarse de que él era hombre. Pero aquel saber no paraliza el esfuerzo, y los griegos siguen fir- mes en su empresa. Unidos por este conato, acercados, con vinculo de ciudadania espiritual, por el hacer que es su iencia, y de frente al misterio, emprenden la marcha, vale decir comienzan a estructurar su cosmos humano. La ciencia, para los griegos, no es pasiva contemplacién, no ¢s un mero bien cultural, un conjunto estitico de resul- tados ni sélo un recurso o expediente para tornar consciente el gran flujo heraclitano de Jo real, sino una potencia, un operar que mantiene alerta y en tensién al espiritu ante 1a rebeldfa de las cosas, bajo cl tormento edsmico. Este operar 20 CARLOS ASTRADA de la ciencia, resultado de una indeclinable actitud inquisi- tiva, era un aproximarse a la esencia de las cosas, para incor- porarlas, con el pensamiento, y en vista a satisfacer las inten- iones finalistas del espiritu, en el orden de la praxis, al ém- dito de la existencia. De este modo los griegos enraizaron en una nacionalidad, lograron unirse por un lazo espiritual y politico, colocindose con decisién frente a las cosas en su totalidad. Su interrogar es ya accién, es el primer acto del drama humano del griego; ¢s la afirmacién de un destino po- Iitico y, por ende, espiritual frente a la naturaleza, a cuyos elementos tal accién u operar los pone en funcién del hom- bre griego. En su lucha con las cosas, vale decir en su acercarlas al drama de su existencia, el pensamiento griego crea su pai- saje, sobre el que se proyecta, humanizindolo. Rios, arboles, montes y grutas devienen entidades 0 elementos que estén presentes hasta en as creaciones de la especulacién més ele- vada y, en apariencia, distante de la realidad cotidiana. Asi, 1 Illisos, con el rumor de su fluir sereno, es una cosa viva, casi un personaje de algunos de los didlogos platénicos y, a su ver, el “copudo plitano” acoge a su sombra, como un nti- men, a Sécrates y sus interlocutores. En este comienzo griego de la existencia histérica tiene su fuente la cultura occidental. Los pueblos europeos, a base de la conservacién ¢ incremento de esta herencia, enfrentin- dose a su modo con las cosas en su totalidad, han podido realizar su propio destino. Sin duda, el cardcter primario y trdgico de aquel interrogar de los griegos se ha perdido, ha quedado en gran parte sepultado por posteriores adquisicio- nes y por el olvido en que se velan siempre los origenes. Pero la misién de vivir, s6lo en permanente combate con las, cosas, dilacerada por el enigma del ser, puede adquirir con- SURGE EL HOMBRE ARGENTINO CON FISONOMiA PROPIA. 221 ciencia de si misma y expresarse en un destino cultural, een una forma de existencia, sellada por un estilo. Los hombres integran una comunidad, con raices en el tiempo y asidewo en un espacio acotado por su contorno vital, slo en la mie- dida en que se esfuerzan por Ievar a plenitud un destirro social en las miltiples formas expresivas de una cultura. Este destino ya estd en germen en el mito del que nacen y se nutren las posibilidades histéricas de toda comunidad hu- mana, 5. Elhombre argentino y su mito. Nuestra existencia histérica ha surgido, como de un manantial originario, del mito, uno de cuyos elementos cons- titutivos es 1a pampa misma. Si dirigimos nuestra mirada a Ja intemperie césmica de la pampa, a su desolacién teli- rica, podemos atisbar los primeros impulsos formativos que afloran de nuestro mito, y asistir, siguiendo 1a Linea desu desarrollo, a todo el proceso de Ia lucha del hombre argn- tino por crear su paisaje, por acotar y preservar su ambito vital. Veremos cémo desde el fondo plistico del mito delos argentinos, el mito gaucho, tal como se nos ofrece en lavi vencia pampeana de Martin Fierro, surgieron los lineamin. tos rudimentarios, pero bisicos, de esta lucha y sobre ellola tarea'de levantar sobre la pampa, bajo la Cruz del Sur, aa comunidad politica, justa y libre, y asentada en Jo vernat- lo. Es precisamente por imperativo de tal misién instata- dora que, en medio de Ia Hanura infinita, se yergue el ga- cho, en pugna animica con la extensién y Los elemens césmicos y tehiricos, para trazar la érbita de van destino 2Qué es el mito, en la acepcién en que aqui empleans y valoramos la palabra, o sea en el sentido posi tivo y vigce de su significacién filosdfica? Y gcudl es el mito cle los am. 22 CARLOS ASTRADA, tinos? El mito no es tinicamente producto de épocas primi- tivas 0 prehistéricas de la conciencia popular, en las que ésta vela en la sombra germinativa de los origenes, sino que 41 puede plasmarse e incrementarse siempre de nuevo, tanto en un incipiente como en un elevado estadio de la cultura. Cuando esto acontece, el mito, resurrecto, acttia como fer- mento en la vida histérica de una comunidad y en todas sus empresas de orden espiritual e inclusive en la programacién de sus tareas pragmiticas, En este tiltimo sentido, debemos comprender y valorar el mito como la forma y Ta aneja dis- posicién an{mica en que el hombre, en tanto unidad ines- cindible, adherido a un suelo nativo y saturado de sus esen- cias, contempla figurativamente, es decir en imdgenes, las omnipotentes fuerzas del ser y sus manifestaciones teltiricas y vitales. Retomar un mito supone el retorno a un médulo de vida nutrido e impulsado por las auténticas potencias de un gran simbolo viviente. Tal es, para los argentinos, el mito del gaucho, troquelado, en el poema de Herndndez, en la figura simbélica de Martin Fierro. Mito de los argentinos 0 mito gaucho es, pues, el con- junto o totalidad de supuestos y enunciados animicos y emo- cionales de nuestra comunidad humana, relativos a la fina- lidad, atin sin explicitar, a que esta comunidad tiende ins- tintiva y vitalmente. El hombre argentino no sélo reencuen- tra sus sensaciones, afectos y voliciones en los seres y Tas cosas abarcados por esa totalidad de supuestos, sino que él tam- bién es determinado, en la manera de concebirlos y compor- tarse frente a ellos, por sus momentineos estados de alma, siendo Ievado a forjarse ciertas representaciones 0 imagenes sobre la relacién de seres y cosas con su propia existencia. Estas cosas son, en primer lugar, los fenémenos de Ja natu- raleza, con su influjo sobre la vida del hombre, tales como SURGE EL HOMBRE ARGENTINO CON FISONOMIA PROPIA 23 el viento, la noche, (alternativa de luz y sombra), las nubes, las constelaciones y, sobre todo, para el hombre argentino, la extensién, fenémeno de proyeccién césmica. En este estadio del mito, en general, la existencia hu- ‘mana esté consignada a la preponderancia de las cosas, ente- ramente absorbida por éstas, sintiéndose indefensa y sin asi- dero frente al poderio de las mismas. En este estadio tienen su origen las primeras figuraciones poéticas de nuestro mito; Ja pampa indiferenciada es su objeto mismo, su personaje protagénico. Sobre esta primera concrecién del mito, en su forma de naturaleza, surge la unitaria y més 0 menos uni- forme estructura del mito del héroe, el gaucho, con cuyos rasgos se entretejen recuerdos histéricos. Estos rasgos y ca- racteres, acendrados en un estilo tipico de vida, el del gaucho, reclama el estro, la fuerza formadora, modeladora, de los poetas. Nace, asi, nuestra poesia gauchesca, que, con insi- piencia respecto al significado mismo del mito, trata de in- terpretarlo, de estrechar su meollo, a través de sucesivas plasmaciones, de las que dan cuenta las obras de Hidalgo, Ascasubi y del Campo, hasta que nuestro mito logra su ex- presion maxima y esencial en el poema de Hernandez. Este, al recoger su poesia pervivente y documentar el Epos de la argentinidad, nos ha dado una cosmovisién épico-teliirica y también politica, recortando sobre Ja extensién, con trazos recios y perdurables, la silueta del gaucho Martin Fierro, del centauro pampeano. El gaucho no es, entonces, un mito, en el sentido de que él sea o represente histéricamente un tipo humano que ha existido, pero que ya no existe, sino que nosotros, argen- tinos, poseemos el mito gaucho como expresin de un estilo biolégico y animico siempre capaz de nueva vida a través de sucesivos avatares y transformaciones. Este mito del gau- cho es nada menos que el plasma vital y espiritual de nues- 24 CARLOS ASTRADA tra estirpe que, desde su brote inicial, se viene prolongando en el tiempo; es la iteracién y reflorecimiento de un arque- tipo humano, encarndndose en las nuevas promociones, las que, al renovar y enriquecer un acervo tradicional, aseguran a continuidad histérica de la comunidad argentina. 6. El hombre argentino arquetipico y su progenie de parias. El gaucho, es decir el hombre argentino tal como emer- ge del seno del mito, es el cimiento de nuestra vida nacional; en su roca viva se asenté la comunidad politica argentina. Cuando la progenie del varén arquetipico quiso tener en ésta su sitio y su parte, acontecié que le fueron negados por una clase dirigente, que, mirando hacia fuera en busca de “inspiracién” y aparentes lemas constructivos, dié la espal- da a los origenes y perdié el rumbo que Ileva a la fuente mitica, de la cual ella misma era, sin saberlo, fluencia per- dida y sin entronque. Después de las campaiias victoriosas que crean Ia patria ¥ acotan su Ambito, el gaucho de la gesta de la independen. cia, el centauro enfervorizado de las huestes de Giiemes, re- torna a la pampa, encarndndose en el Martin Fierro arque: tipico, del cual el de Hernandez es la ejemplificacién his. térica y simbélica, a la vez; retorna para describir, en la paz y prosperidad del terrufio, su parabola humana, para vivir la vida auténticamente argentina a que su heroismo y sactificio le dieron eterno derecho, Para eso él trazé con 1 fulgor del acero los inviolables limites patrios y empind a la vida histérica el destino de una comunidad, que sofié asentada en la nobleza de su estirpe y realizadora de sus ideales. SURGE EL HOMBRE ARGENTINO CON FISONOMIA PROPIA. 25 Pero una sombra de olvido se cierne sobre la pampa. y el protagonista anénimo de nuestra epopeya es tan s6lo un paria, al margen de las preocupaciones tutelares de un Estado cuya concepcién politica fué formada y articulada, por esa clase dirigente, con retazos y remanentes doctrinarios adquiridos en el extranjero. Sin embargo, el paria soledoso y errante, el hombre silenciado por cosas y ruidos que le- gaban de afuera, era infinitamente rico en su pobreza, era nada menos que el poseedor de todo el oro pampeano, pero no ciertamente el de los trigales; era, pues, el insobornable guardador del numen germinal de la nacionalidad, acen- drado recuerdo que, por obra de é, del hombre preterido y olvidado, retoma la fuente y deja fluir Ja linfa pristina del mito, abriendo el sonoroso cauce de Ia cancidn a la vo- Tuntad de pervivencia del alma argentina. Es que no sélo los Nibelungos poseian su tesoro escon- dido, el oro simbdlico de su mito; también el gaucho guar- daba, celoso, en la entraiia de la pampa, la veta inexhaustible del suyo, a la espera del vate que, interpretando a anémi- nos rapsodas, lo hiciese brillar ante la mirada extraviada 0 dormida de los argentinos. Tard6, quizés, en venir el vate esperado, pero al fin Iegé, en la egregia compafiia de Mar- tin Fierro, Ilegé con la Have del tesoro, con el recuerdo, la cancién y la esperanza. 7. El hombre argentino a solas con su destino y a la conquista de su paisaje. Martin Fierro es el rapsoda del hado y de las posibili- dades inmanentes del hombre argentino. Su canto, Lleno de incisiva nostalgia y de seriedad, abre la picada hacia el ma- nantial, traza la primera ruta firme en el grandioso esce- 26 CARLOS ASTRADA, nario en que dormia, cerrado en sus enigmas, en su germen de belleza, y esperando Ja develacién de su secreto, el mito de nuestra existencia histérica. De la identificacién con sus impulsos més esponténeos y del abrazo con la tierra, con las esencias teltiricas, con la extensién, despunta en este escenario, para nuestro hombre, un rumbo y una tarea, Pero sdlo busca un rumbo en la pampa el hombre privado de él y urgido a marchar, quien, sin asidero, se siente flotar en el elemento todavia fluido del mito, el hombre que se yergue, con su melancolia, frente a ese mar inquietante de la Hanura, Asi, sobrecogido por el misterio del mito, se encontré, como Martin Fierro: Sin punto ni rumbo fijo en aquella inmensidé entre tanta escuridd. Obsedido por la tristeza y la soledad, siente, también como aquél, qui Es triste en medio del campo pasarse noches enteras contemplando en sus carreras las estrellas que Dios cria, sin tener mas compafiia que su soledd y las fieras, Es el hombre solo, inmerso en la extensién, frente a un destino atin sin descifrar, al atisbo de las insinuaciones vitales de su Ambito y escuchando las difusas voces teliri- cas; es decir todas esas notas que se articularian, cobrando significado, en el mensaje de Martin Fierro sobre sus an- danzas, sobre las cosas vistas y sucedidas y mucho de lo apenas presentido, Es el primer acto de su drama; voz que viene del silencio, desde el fondo todavia caético del mito. SURGE EL HOMBRE ARGENTINO CON FISONOMIA PROPIA. 27 EI personaje de este drama es apenas una brizna entre lo telirico y lo césmico, suspensa en el soplo que le leg de ese primigenio fondo mitico. Pampa y cielo. Y entre ellos, alternativamente, el in- cendio de los dias y la sombra de las noches. Y flotando a la deriva, en esta atmésfera de dos infinitos, una particula ani- mada y silente; pero con el silencio que precede al grito, al amor, al canto, con ese gravido silencio que engendra al verbo, Si este hombre levanta sus ojos en busca de una es- trella que oriente sus pasos, que algo le sugiera sobre su suerte, se encuentra con la Cruz del Sur, simbolo y cifra astrologica de su destino, Diriase que, tocado de fatalismo, se recuesta, indolente, en el signo austral, sintiéndose particula de su luz, chispa de su fuego, perdida en la noche pampeana. No sabe, pero lo sospecha, que su existencia, aprorada hacia Ja cruz astral —sino del hombre surefio—, ha de transcurrir en una especie de crucifixién césmica. Abismado en la pam- a, recostado en el seno misterioso de su mito, y atin ajeno al drama histérico del espiritu creador, duerme su sueiio telirico, sobresaltado ya por los primeros lampos del des velo, bajo un lefio de estrellas. Es el hombre que comienza a despertar y a sentir el peso astral de su cruz, el aguijén luminico y simbélico de su mensaje. Al margen, por lo distante, de las rutas centrales de la ivilizacién, de las grandes comunidades humanas, habi- tante del remoto Sur, estaba casi absorbido por su fatalismo césmico, entrega absoluta, que se_resolvia en inconsciente insumisién a un destino espiritual, porque a éste no Lo veia escrito en los cielos. Tal destino atin dormitaba en Ia ne- bulosa animica del suefio sonambiilico de la extensiém. As, bloqueado por las fuerzas teltiricas, juguete de su accién desencadenada, estaba suspenso, lo mismo que la planta o el animal, en el instante, como en brazos de la eternidad, 28 CARLOS ASTRADA sin la inquietud del tiempo, que ¢s el horizonte del drama humano, del devenir, que es historia, que es creacién y pe- recer, Extrafio, sin embargo, a la tentacién de un quietismo mistico, posibilidad quizés predibujada en su ser, habia le gado, con el correr de los afios, a conciliar su inercia, su fa- talismo originario con un afin pragmatic adventicio. Pero este hombre escucha, junto con el latido de su sangre, la voz de la tierra, es decir un amado desde el fondo del mito, que, para él, comienza a iluminarse, a pulsar, con rumor de corriente soterrafia, en el caudal de sus venas. Esta revelacién, en la que despunta el paisaje, abre el segun- do acto de su drama. Al enfrentarse al escenario césmico de Ja pampa, se le ofrece, como un oasis, entrevisto a ratos, su paisaje, su contorno animico, apenas poblado con sus fr giles suefios; pero, a la vez, advertido por las voces de su ser recéndito, siente que a este paisaje tiene que conquistarlo, irlo formando en dura lucha, proyectando en él amorosa- ‘mente su acervo emocional, Ha de dejar de ser un ente me- ramente eésmico, Ahonda entonces su huella en la tierra, y el espiritu, que comienza a sefiorearlo y a iluminar su tra- yectoria, le prescribe una tarea y lo arma incipientemente para esta lucha, impulsindolo a ella. Aqui esta todo el hom- bre y su destino! Afirmarse en su propio ser y describir una parbola vital, dibujando con amor un paisaje nativo, son una sola y misma cosa. Por eso él se siente identificado, en una decisién, con su sino y su empeiio, lo mismo que el aedo Martin Fierro, cuando canta: Vamos suerte, vamos juntos dende que juntos nacimos, y ya que juntos vivimos sin podernos dividir, yo abriré con mi cuchillo el camino pa seguir. SURGE EL HOMBRE ARGENTINO CON FISONOMIA PROPIA 2) Es as{ como asoma en el hombre argentino, alcanzado por el impulso prospectivo del mito, tal como a éste lo en- carna ejemplarmente el gaucho Martin Fierro, el rud mento de una lucha, de un combate espiritual y animico con las cosas, con el ser césmico, en sus cambiantes mani- festaciones. A la entrega descubierta y total a las cosas, a su abandono al acontecer que dinamiza la vida de la natu- raleza, se sucede, en él, el enfrentarlos, adquiriendo la con- ciencia de un destino, Necesita ir superando poco a poco cl fatalismo inerme con que, sin voluntad, se dejaba in- flucnciar y detcrminar por la potencia de los clementos, a cuya dindmica iba adherido, al emerger en la pampa, como mera particula césmica, Precisamente, cuanto mayor es la rebeldia e impetu de las cosas, de una naturaleza eruptiva y avasalladora, més se requiere un espiritu alerta, una volun- tad acerada y un esfuerzo redoblado y tenaz para arrancarles su secreto y someterlas operativa y cognoscitivamente a de- signios humanos. Nuestro hombre, en esta lucha, tiene que interpretar el mito en que enraiza y del cual se nutre su propia exis tencia, liberando su fuerza latente, sus impulsos dormidos: vale decir que ha de afrontar la tarea reclamada por el des- tino que le incumbe forjar. En vez de abandonarse a la fuerza y poderio de las cosas, en el vértice de la violencia arrebatada de los elementos, que encuentran libre espacio en la pampa, debe centrarse en el conato de plasmacién, in- terpretacién y estructuracién de su mito vital, fuente de toda creacién perdurable, Para ser plenamente hombre, fiel a sus mas intimas esencias, y trazar con heroismo y amor la orbita histérica de su trayectoria existencial, debe, ante to- do, asentar firmemente sus plantas en el predio natiwo. Tie- ne que aprender a enraizar contra el huracdn y el torrente, 30 CARLOS ASTRADA a incrementar su médulo espiritual y cultural en medio de la inestabilidad de la vida politica, a prolongar en luz, viva y serena, los intermitentes destellos de su espiritu, de su conato creador, asi como el gaucho Martin Fierro supo florecer en canto las penas e infortunios de su vida errante en un canto por cuya rica vena tehirica discurre la savia primigenia del mito de los argentinos. Cuanto mas indémito y desolado es el fragmento de cosmos que le ha tocado en suerte, més honda y vigorosamente el hombre tiene que hundir sus raices en el suelo nativo, y més fuerte ha de ser también la garra espiritual que él tienda —en decidido ade- man de asimiento— a la oculta y rebelde esencia de las cosas. 8. El karma pampeano y la irrupcidn del espiritu en el hombre argentino. El hombre argentino ha de mantenerse fiel a la esen- cia de su ser, tal como Martin Fierro, en todas sus andan- zas, en su azaroso ambular: firme en mi camino hasta el fin he de seguir: todos tienen que cumplir con la ley de su destino. Someterse a la ley del propio destino, sin traicionarla ni adulterarla, es imperativo supremo tanto para el indi- viduo como para una comunidad humana, si éstos tienen conciencia de su misién y estan resueltos a realizar el pro- grama de vida que su mera existencia histérica supone. En este sentido, la sabia advertencia de Martin Fierro es una incitacién para los argentinos, que nos llega realzada por SURGE EL HOMBRE ARGENTINO CON FISONOMiA PROPIA. 31 su ejemplo magnifico, en el que a esa ley nos la ofrece plenamente cumplida en cada uno de sus actos y en la total trayectoria de su conducta, en la plenitud del karma pre-bosquejado en el mito pampeano. La necesidad espi- ritual de ser fiel a la esencia de su ser, que al hombre ar- gentino le dicta la ley del propio destino, alumbra —con anchura de pampa y lejania de horizonte— en estas pala. bras de Don Segundo Sombra a su ahijado: —“Mird... Si sos gaucho en de veras, no has de mudar, porque ande- quicra que vayas, iis con tu alma por delante como ma: drina ‘e tropilla”. Aquella ley lo primero que le prescribe al hombre ar- gentino es orientarse vitalmente en Ia extensién, despabi- Lindose de la somnolencia quietista que ésta le infunde. Po- dré, asi, consagrarse a la develacién de su mito a fin de extraer de éste fuerzas para Ja creacién espiritual y, por ende, para constelar una cultura, Sélo logrard orientarse en su tarea si, en vez de sumirse en pasiva contemplacién, se entrega a una vigilia operante y sigue el “fiel del rum- bo”, ateniéndose a la experiencia y a la sabiduria de Martin Fierro, que, al decirle cémo tiene que hacer para no ex- traviarse en Ia extensién, le da, en definitiva, las condicio- nes formales, el norte magnético para su peregrinacién a través del mundo y de la vida: iTodo es cielo y horizonte en inmenso campo verde! ipobre de aquel que se pierde 0 que su rumbo extravea! si alguien cruzarlo desea este consejo recuerde. 32 CARLOS ASTRADA Marque su rumbo de dia con toda fidelidé; marche con puntualidd siguiéndold con fijeza y, si duerme, la cabeza ponga para el lao que va. Aqui tenemos, en cifra y compendio, los supuestos bé- sicos de toda concepcién valida del mundo y de Ia vida. Estos, lo mismo que la inmensidad desértica, también pi- den al hombre hicida fijacién de un rumbo y aliento para andar por ellos, Eso de marcar el rumbo de dia con toda fidelidad es, ni mas ni menos, lo que exige toda auténtica cosmovisién en cuanto a la determinacién de su fin tltimo, © sea definirlo estrictamente, con toda Ja claridad mental posible; lo de marchar con puntualidad, siguiendo el rum- bo con fijeza, es su peticién de perseguir con voluntad cons- tante este fin, manteniéndolo firmemente enfocado por el intelecto; y, por tiltimo, lo de poner la cabeza, si se duerme, para el lado hacia el que se marcha es el reclamo de no per- der espiritualmente de vista tal fin, adquiriendo Ia con- ciencia de que el suefio del durmiente es sdlo un parpadear en plena vigilia, una pausa de sombra en medio de Ia cla- ridad del gran suefio con que la cosmovisién abarca e ilu- mina el mundo y la vida. El espiritu no es solamente visién, iluminacién del fini a que tiende toda cosmovisién, sino también desvelo y arre- metida para alcanzarlo, Tenemos, por consiguiente, que des- echar por errénea una idea del Espiritu, aclimatada en la filosofia de los ultimos tiempos e introducida por Husserl y Scheler, que lo concibe como originariamente impotente, privado de energia instintiva, 0 sea como pura visién, y re- ducido a proyectar su fulgor sobre la corriente de la vida, SURGE EL HOMBRE ARGENTINO CON FISONOMIA PROPIA 83 pero sin accién alguna sobre ésta. El espiritu, por el con- trario, es un impulso ontoldgico que asciende de las mas profundas capas de la existencia, es, pues, un principio esen- cialmente operante, De acuerdo a esta indole suya, no ¢s, como, se pretende, una mera funcién analitica de la mente ni una vaga y difusa razén césmica (como Io pensaron los estoicos), sino una decisién primaria de nuestra existencia, —decisién hecha de fuerza y sapiencia— con relacién a la esencia del ser, al fundamento ontoldgico de las cosas. Vale decir que el espiritu es un beligerante frente a las cosas y a su dinamismo césmico, a las que se esfuerza por asit © iluminar para ponerlas en funcidn de la existencia humana, de sus intrinsecas urgencias ¢ intenciones finalistas. No es, por consiguiente, una zona de luz, que flota por encima de Ia existencia del hombre, ni un simple producto supra-estruc- tural de Ja vida cultural, sino que él tiene por tarea emi. nente y primordial conservar y acrecentar las fuerzas te rrenas insitas en la existencia humana, en una comunidad social ¢ histéricamente determinada, comunidad atada por Ios lazos de la sangre y adherida a un suelo nativo. Es en virtud de este cardcter, peculiar del espiritu, que se nos revela como completamente erréneo el punto de vista que establece una distincién y hasta oposicién entre “vivir” desde la tierra (hombres teliiricos) y “vivir"” desde el espiritu (hombres espiritualmente determinados). El hombre solo existe desde el espiritu, porque éste es la rate personal de su ser, el encendido impulso ontolégico que Jo proyecta hacia el mundo y lo mantiene en vigilia. Cier: tamente, sin la base éntica de una vida concreta, de wna rea- Jidad psico-vital, de la unidad geopsiquica que es el hom- bre, es decir como ente adherido a Ia tierra, la existencia careceria de suelo de sustentacién, seria una pura imposi- bilidad. El hombre, cualquiera sea la latitud a que esté ads. 34 CARLOS ASTRADA cripto, no sélo vive desde la tierra, sino incluso también desde la sangre y la comunidad en que ha nacido; pero tni- camente existe desde su raiz espiritual. Asi también el hombre argentino, que de particula transeunte en la lanura ilimitada, de mera chispa que sdlo nos revelaba la linea del soplo césmico en que iba suspensa, pasé a ser un hombre condicionado por la tierra, que se nutre también espiritualmente de sus jugos y alienta en su clima; pero no reducido a vivir tnicamente desde ella, puesto que en él alunibra, aunque, a veces, como destello débil ¢ intermitente, el otro término de la humana dua- lo espiritual. Por eso, de nuestro hombre como con harta ligereza se ha sostenido, que es exclusivamente un hombre telirico, porque a su proyeccién espiritual no se la vea expresada todavia en una linea constante, en una serie de estructuras coherentes y consistentes. Lo mismo que en el gaucho Martin Fierro, el espiritu es en él impulso operante, que le viene del fondo del mito y que ilumina sus pasos, dotindolo de las condi- ciones necesarias para que adquiera acuidad de visién, ca pacidad de objetivacién respecto a las tendencias y conte- nidos propios y firmeza de comportamiento. Es el primer estadio de un espiritu, primario y fuerte, que, por no haber sedimentado atin grandes productos de su actividad espect- fica, no se ha elevado, con relacién a lo verndculo, a la pura y desinteresada contemplacién en que el hombre se com- place y se reencuentra en sus propias creaciones. 9. La esencia argentina y las generaciones desertoras del mito gaucho. En Ia época en que Hernandez crea el “Martin Fierro" y encarna en éste Ia esencia del mito gaucho, para res- SURGE EL HOMBRE ARGENTINO CON FISONOMIA PROPIA. 35 catarlo del olvido en que yacia, Ia vida argentina, en las clases dirigentes y responsables del timén del Estado, ya habia comenzado a alejarse de su fuente mitica y parecia haber renunciado a abrevarse en su linfa verndcula. Todo, en esta vida, desde la politica a la literatura, desde las cos- tumbres al comportamiento personal, mostrabase proclive hacia la infidelidad a los origenes. La existencia del hombre argentino y de las genera- iones de este periodo, en sus capas cultas, * mienza a desertar, en espiritu, de Ja tierra nativa, Dando la espalda a su destino pampeano, traté de existir en el al- véolo de una forma de existencia que no es la suya. Incons- cientemente 0 a sabiendas, en vano creyé que podia hacer transferencia de su vida y de su programacién espiritual y politica, paralizéndola o anulindola en sus més entrafiadas posibilidades, ya pre-bosquejadas en el mito originario. Este conato de desercién configura también un modo de existir, aunque de maxima deficiencia, Quien lo practica es un sui- cida que, sin yugular su propio ser, contintia existiendo parasitariamente, adherido a una forma de vida que le es extrafia. Tal fué el drama del hombre argentino de aquellas generaciones, Espoleado por la infidelidad a su extraccién historica y estilo humano, se hizo inquilino de productos culturales sistematizados por otra forma de existencia, y en Ja cual fué sdlo huésped, o mejor, buscé refugio en su fuga de s{ mismo, Es que todo lo imitativamente asimilado de una cultura, a la que no se ha contribuido a elaborar, no puede ser sino asimilacién externa, periférica, porque slo se da una relacién viva entre el hombre o el grupo humano y Ja cultura cuando ésta es un brote del médulo que aquellos Tepresentan y expresan en todas las creaciones de cardcter espiritual, institucional, politico y cient ico-técnico, 36 CARLOS ASTRADA El hombre argentino, al asimilarse externamente los productos de la cultura europea, hizo de éstos meros habi- tdculos, con lo que se creyé dispensado de formarse con- ceptos del mundo y de la vida que fuesen fiel expresin de su peculiar modo de ser. De aqui también que adoptase la técnica europea sin la decisién de modificarla, adaptin- dola a sus necesidades propias y que, en consecuencia, st situacién con respecto a esta técnica haya sido de mera de- pendencia, de supersticiosa supeditacién a sus artilugios implementos. Su receptividad, enteramente pasiva, y su re nuncio a la inventiva lo hicieron esclavo de la técnica im portada y sus derivados, en vez de sefior, Todo este proceso rematé en el establecimiento y artificiosa aclimatacién de las formas externas de una civilizacién de trasplante, sin nervio espiritual, Debido a este estado de cosas, en extremo anémalo, a nuestra comunidad la hicieron recorrer las eta- pas ficticias de un progreso técnico y econémico, que no era expresién de un interno crecimiento, de una expansién de Ia vitalidad argentina, sino aportes fordneos que caracteri- zan a la factoria, al Hinterland colonizado de acuerdo a las exigencias y para satisfacer las necesidades de la metrépoli europea, Correlativamente, surgieron formas instituciona- les y politicas informadas por principios y doctrinas extrafias, a nuestra idiosinerasia y a nuestra realidad histérica. Desde hace mis de medio siglo, se inici6, para nosotros (por obra de aquellas clases dirigentes y sus mentes recto: ras), un proceso nuevo en nuestra historia de pueblo prin. cipalmente agrario y ganadero (economfa unilateral, incre- mentada y fomentada, sin medida, por calculada sugestién de intereses ajenos), el de industrializacién del pais, em- prendida sin plan ni método, y el correlativo de su tecnifi- cacién en diversos aspectos, y de un acusado incremento del capital extranjero, aplicado a explotaciones productivas. SURGE EL HOMBRE ARGENTINO CON FISONOMiA PROVIA 37 Paralelamente a este fendmeno, y concomitante con él, el aluvién inmigratorio —brazos que contribuyeron, sin duda, al aumento de la riqueza argentina exportable (la que, en virtud de los planes “constructivos” de los “economistas” istié con la pobreza del pueblo argentino, sin dismi }— se asenté en las fértiles zonas de nuestro extenso litoral. Todos estos factores extrafios rebasaron casi de golpe la capacidad asimilatoria del niicleo autéctono, ya herido en sus raices, introduciendo un desequilibrio en la estructura econémica, étnica, social, politica y espiritual del pats. Esto hizo que nuestra cohesién social fuese més aparente que real, y que, como consecuencia de aquel aporte étnico, miltiple y heterogéneo, quedase superada y anulada Ia fuer- za de coagulacién de nuestro plasma racial. Este se convittis, asi, en sangre desperdigada a los cuatro vientos, sin el nexo de un ideal argentino, sin un ethos aglutinante y unificador. No obstante esta caudalosa y vertiginosa avalancha fo rastera, la esencia propiamente argentina se revelé tan fuerte, de una aleacién tan noble y persistente, que no sucumbié ante el alud colonizador. Ella atind a replegarse en si mis- ma, aparentemente inerme, a recluirse en su propia ¢ in- sobornable latencia, para vivir de sus més intimas reservas. Instintivamente, nostilgica de los origenes préceres en que alumbrara, se refugié, mutilada y preterida, en el regazo del mito gaucho, y por ello esta esencia, tan pura y rica, no se diluyé completamente en todo lo importado: valores cre: matisticos y técnicos (meramente instrumentales), modas literarias, costumbres de relumbrén y proclividades cosmo: politas. En realidad, aquellas generaciones desertoras no sv. pieron 0 no quisieron, por incomprensién del pais 0 des- precio por éste (jqué iban a saberlo ni quererlo!), man- tener y desarrollar la hegemonfa plasmadora del numaen de nyestro mito, de nuestra mentalidad verndcula, frente a las 38 CARLOS ASTRADA pretensiones de la mentalidad internacional (moldeada por tun cosmopolitismo utilitario, ayuno de verdadera universa- idad) del capitalismo mercantil, invasor y conquistador. 10. Los caminos de la desercién, las sombras cldsicas y el hombre argentino solo y ensimismado. El hombre de aquellas promociones que volvieron la espalda a los origenes, el de las capas “civilizadas”, europei- zadas, deserté de su destino existencial, de la comunidad {que estaba germinalmente en el mito nativo, por varios ca- minos. Pero lo que impulsé y dié alas a su fuga fué una larvada ¢ ilusotia esperanza de existir, de modo pleno, por transmigracién a otra forma de vida, a otro estilo de hu- manidad. Inmerso en su soledad, deseoso de adquirir cultura y practicar convivencia, pero sintiéndose eximido del esfuerzo de crearlos, de Megar a ellos por desarrollo y maduracién de las virtualidades del propio ser, se abrié a Ia sugestion que le venia de Europa, articulada en mil formas aluci- nantes. Presintid el cosmos decantado y maduro de la cul- tura occidental y, desde ese momento, todo oidos a la vor de la sirena remota, transmigr6, en su anhelo, hacia sus pai- sajes, a su dmbito histérico, que, con razén, los imaginé més ellos, més completos, acotados por una convivencia, en la que lo humano, a pesar de su maravillosa diversidad, esti tan préximo que por doquier deja sentir su aliento, tan- to en el acuerdo y la coincidencia como en la pugna y el desgarramiento. En forma franca o subrepticia, la nostalgia de Europa comenzé a trabajarlo, El impulso a Ia fuga, ava. tar espurio del nomadismo que caracteriza a la existencia pampeana, y que esti predibujado en la primigenia y di fusa plasmacién de su mito, favorecié esa labor de extra SURGE EL. HOMBRE ARGENTINO CON FISONOMIA PROPIA 3°) fiamiento del ambiente nativo. Se encendié en el alma del gaucho urbanizado y “‘culturalizado” el ansia de viajes. En- tonces, Europa se irguié como meta luminosa. De modo que este ansia de viajar tenfa direccién determinada, era un deseo de viajar a. Pero ya sabemos que todo viaje implica tun regreso; el que no ha vuelto, no es que haya viajado, sino que se ha ido, y también se ha ido quien, de vuelta en él terrufio, no ha retornado con su espiritu. Se trata de una tendencia a adherirse a otra alma, a otro destino. El hombre de las generaciones desertoras, no s6lo ha vivido culturalmente de Europa, fenémeno expli cable en una comunidad humana nueva, sino que, espiti- ritualmente, haya tenido de ello conciencia 0 no, ha vivido en Europa. No ha adoptado los contenidos culturales euro: eos, para hacerlos suyos, por transformacién y asimilaci6n. sino que se alojé en ellos, se transformé en inquilino de la forma europea, para vivir imitativa y parasitariamente de su sustancia. Al desertar del estilo de vida propio, para vaca a otra forma de existencia, no logré transplantarse, hacerse europeo. Quedé a mitad del camino de la desercién, ter- minando por hacer de su fuga un modo apécrifo y fallido de existir, Durante este alejamiento animico y espiritual de Ia tierra nativa, de este olvido del mito, que con sus jugos nutria silenciosamente su arcilla pampeana, fué el némade de su destino existencial, el deracin del ser que no supo afirmar y cultivar. La intemperie césmica del paisaje de la pampa fué, para nuestro hombre cultivado —profugo del terrufio— terrible intemperie social y espiritual. Espoleado por su elan esca- patorio, en deslizamiento sobre 1a total e indefinida melan- colfa que infunde la Hanura monocorde, él sofié con pai sajes humanizados, que, plenos de historia y embellecidos 40 CARLOS ASTRADA ; por el ensuefio y el arte, son impronta existencial de una vida que rezumaba madurez y florecimiento. A nuestro hombre, urbanizado y familiarizado con la cultura, se le abrieron también otros caminos para la fuga ge si mismo, Mejor dicho, su tendencia a la desercién del

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