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iINatTNall Wad Critcl Los vencidos Los indios del Pert frente a la conquista espafiola (1530-157( Alianza Universidad BYEMGOBIERNO. AAA La historiograffa tradicional describe el descubrimiento y colonizacién de América exclusivamente desde la perspectiva de los vencedores; NATHAN WACHTEL se ocupa, en cambio, de las reacciones de LOS INDIOS DEL PERU FRENTE A LA CONQUISTA ESPA- NOLA durante e! periodo 1530-1570, El tema se halla en la encru- cijada de dos disciplinas: si los problemas de las continuidades y los cambios en el tiempo son competencia de la historia, el estudio de las culturas que no conocen la escritura y el examen de la diversidad de las sociedades y de su mutuo contacto en el espacio entran en el campo de la etnologia. Este enfoque etnohistérico se propone, asi pues, revivir lo singular e irrepetible del trauma sufrido por los incas, y también descubrir Jas estructuras y aspectos mds generales del proceso de aculruracién; dado que la América pre-colombina vivié durante milenios aislada del resto de los continentes, las ciencias humanas disponen en este caso de una oportunidad excepcional para estudiar las catastréficas alteraciones producidas en una civilizacién pot obta de acontecimientos de orden rigurosamente externos. Recu- rriendo cuando resulta preciso al estudio comparado de otras dreas {especialmente las habitadas por los aztecas y mayas) y utilizando como fuentes las crénicas indigenas posteriores a la invasién, algunas piezas de folklore de origen remoto ¢ incierto (que todavia hoy hacen tevivir en fepresentaciones teatrales los avatares de la derrota), los archivos de la Corona (muchos funcionarios y misioneros estudiaron y describieron las instivuciones locales para poder realizar mejor sus tareas) y los testimonios de los cronistas espafioles (apologistas o erfticos de la colonizacién), la obra se divide en tres partes: los acon- tecimientos de la Conquista, tal y como fueron vividos por LOS VENCIDOS; las estructuras de la sociedad inca antes y después de Ja Ilegada de los espafioles; las resistencias ofrecidas al proceso de aculturacidén y las revueltas y guerras libradas por Jos indios contra sus dominadores. NW, | Alianza Editorial NN Cubierta Daniel Gil Alianza Universidad 4 Nathan Wachtel Los vencidos Los indios del Pert frente a la conquista espafiola (1530-1570) Versién espafiola de: Antonio Escohotado Revisor técnico: Enrique Tandeter Alianza Editorial INDICE ane 8 Indice Segunda parte Estructuras Los cambios sociales en el Peri (1530-1570/1580) ... : 93 Capitulo 1. Las estructuras del Estado Inca... ... ... OS 1. Reciprocidad y redistribucién . we 96 1. La produccin ... bce 7 2. La propiedad . 100 3. El tributo ... 107 II. La organizacién sociopolitica .. 113 1, Dualismo y cuatriparticién 114 2. La triparticién u7 3. La organizacin decimal . 119 III. La visién del mundo 122 1. Dioses, categorias, sociedad ... .. 123 2. La representacién del tiempo .. . 124 3. Un modelo andino . ce ve 132 Capitulo 2, La desestructuracién ... 0... . 1 I, La catdstrofe demogrdfica 136 1. La despoblacién 137 @) La curva demogréfica .. 137 5) La pirémide de las edades 142 2. Las causas de Ja despoblacién ... bot eee 146 3, La demograffa en Ja conciencia indigena ... - 131 IL, La desestructuracién econdémica 154 1, La economia colonial .. 154 2. El tributo ... : 158 a) Los chupachos de la regién de Hudnuco ... 158 6) La regién de Chucuito 0... see 162 ¢} El valle de Yucay, llamado Valle Sando se 168 d) El valle de Huaura ... ... . 175 3. La moneda ... 183 IIT. La desestructuraci6n social 1... ... 186 1. Los curacas ... 187 4) El poder de los curacas .. 187 &) De la reciprocidad al despotismo . 196 2. Los yanas ... 201 IV. La extirpacién de fa idolatria 2. 0. ee ce ee - 208 Indice 9 Capitulo 3. Tradicién y aculturacién ... ve 213 IT. El mestizaje ... ... 2. coe 214 216 216 II. La vida material 1. La alimentacién 2. El vestuario y fos signos de prestigio ILE. La vida mental... . rrr o 226 1. La lengua y la eseritara . ws be ne 227 2. La evangelizacién 229 2) La insuficiencia de los misioneros cee ees . 229 4) Les limites de la evangelizacién : 231 TV. Pensamiento salvaje y aculturacién ... 242 1. Garcilaso de 1a Vega... .. cee : 243 2. Guaman Poma de Ayala... 0. 2... a 246 Tercera parte Praxis Rebeliones 267 Capitulo 1. Rebeliones y milenarismos ... v 269 1. El Estado neo-Inca ... 0... oe we 269 1. La rebelién de Manco Inca... 2... a 269 2. El refugio de Vilcabamba ... 0 0... o 273 II, La crisis de los afios 1560-1570 ... . oe 277 1. El proyecto de sublevacién general... 0.0... 2. 277 a) Complot ... ... 27 4) Negociaciones : cee ee ee 280 2. La resurreccién de los doses sees . fee ee tees 282 IE. La segunda muerte del Inca - 290 IV. Un milenarismo mexicano: la guerta de Mixton 291 Capftulo 2, Guerra y aculturacin 0.60 cee cee ce ce cee cee ee wee ee 297 1. Las guerras chichimecas ... 297 IE. Las guerras araucanas .. 302 Conclusién .., ve ee tee eee ee nee tee ee tee tee tty tte eee ree eee BEB Anexos 327 Apéndice, Fuentes sobre ia demografin del Peri en el siglo xvi y a comienzos del siglo XVI oe eee ee ee ae 327 10 Indice Cuadros . 333 Gréficos 341 Mapas ... .. 359 3 Glosatio ... ... ce ee tee nee ene ee ca ML Bibliografia fetes ee tee tee sae sae STB Indice de nombres propios ... .. 395 Indice de temas ... ... Guaman Poma de Ayala: Conquisia. Embarcdronse a las Indias. ORT ain Sond VMATACVCHY den jh megs vo blaine Guaman Poma de Ayala: Corregidor de Minas. Cémo lo castiga cruel- mente a los caciques principales tos corregidores y jueces con poco : temor net in tener misericordia por a Dios a ae de la justicia con diferentes castigos sii los pobres. 7 . COMA EC TYR TA Ibo Pcriollos mestizos ymula tosycriollas meshizas yespa ==noles crishianos 3\— 45 2 ? . 4 KOMV » wh er iodo estuntn Inf KrAS y LIAS Dei ernbo ques 4 ° ew anne coms apni scateyiepedilr v= Guaman Poma de Ayala: El padre fraile dominico muy colérico y so- berbioso que ajunta solteras y viudas diciendo que estén amancebadas, @junta en su casa y hace hilar, tejer ropa de «cumbi» y cauasca», en todo el reino en las «doctrinas», de | SPAVIOLES, || fe Sy re ty ALIN BE ¥ \ LEC 5 Npy| -PVDNE VEIOW nw oo” DESEISAVINAL:SOC memin los pobres sles as omnes ama llapa Uny que hg BS gpanatis dtisba “LE wy = tos OB Shes animist no trite, J1'03 meee ates pobuaseles ts pegrne yey pala Dayana 4 o$ Guaman Poma de Ayala: jPobres de los indios! De seis animales que come que tememen los pobres de los indios en este reino. Estos dichos animales que no temen a Dios desuellan a tos pobres de los indios en este reino y no hay remedio. jPobre de Jesucristo! A la izquierda, de arriba abajo: la serpiente (corregidor), el leén (eu comendero) y el ratén (cacique principal). A la derecha, de arriba abajo: el tigre (espafioles del «tambo»), la zorra (padre de la doctrina) y el gato (escribano). do AA NEA GX Les Ee EA No apes sinay veey enprradorshsanfaugei sane Oe he son Hoge — que by eponpen ie 4 Vad ynga capaci wes, tle ey SH rtey ro Shed nh DP Pd0%4 Ahm etos yoeuen Srent Bes sen eames de Cos “yrs mmaageneracon y Eley iat a vey topera dor Kemen ~ m4 onan bot, Guaman Poma de Ayala: Principe Don Melchor Carlos. Con estos prin. cipes habla el sefior rey emperador y le (ha) dado encomienda de San- tiago. Quiere decir principe auqui inga capacchuri en ia ley de este reino de las Indias, y todos sus nietos y descendientes son principes de los indies en su generacion y ley merced del sefior rrey emperador tienen indios de encomienda ellos ellas. © Doi mERHISTTORIADEFISIASA | TRAVAXO ! RPV MI) zs = Feticn bee syavagmd quilla — AMY SS Se BVEUGOBIERNO 4 * GOGOL AOD “TAMA CAVE SEELCV3CO INTRODUCCION La historiograffa occidental ha instaurado hace mucho tiempo a Europa como centro de referencia respecto del cual se ordenaba la historia de la humanidad. De acuerdo con una representacién simple y unilateral del devenir, todas las sociedades debian pasar por las mismas etapas en el camino del progreso y la civilizacién, cuyo modelo més acabado lo encontraba Europa en dicha trayectoria; las sociedades no eutopeas se situaban detrés, como ejemplos de Estados de civilizacién inferior: se trataba de una ideologia justi- ficativa de la expansién mundial del Occidente y de su hegemonia. ¢Es acaso un azar que la historiografia referida a América Latina se centre sobre todo en Ia civilizacién espafiola, mientras que la historia del mundo indigena, desde la Conquista hasta nuestros dias, permanezca, por as{ decirlo, desconocida? Es preciso esperar a los tiempos actuales, al fin de la hegemonia europea y a los movi- mientos de descolonizacién, para que Occidente tenga conciencia de que también existen otras sociedades, es decir, que tienen su his- totia particular y de que ésta no sigue necesariamente las huellas del modelo europeo. Con el desarrollo de las ciencias antropoldgi- cas, sociolégicas e histéricas, el mundo Ilamado «subdesarrollado» (en relacién con Occidente) emerge en toda su originalidad y com- plejidad: el campo de las ciencias humanas se ve trastornado por la cafda del eurocentrismo. ¢Por qué la visién de los vencidos y pot qué los indios? Las civilizaciones precolombinas ejercen una especie de fascinacién: 23. aw Introduccién durante milenios vivieron aisladas del resto del mundo, mientras que las otras sociedades, en Africa, en Asia y en Europa, cohocieron, a pesar de las distancias, el juego de las difusiones culturales y de las influencias recfprocas. Cuando los espafioles descubrieron en América otra humanidad, su estupefaccidn fue sin duda mds grande de Jo que seria la nuestra si encontrdramos seres pensantes en pla- netas lejanos. Pero este choque de dos mundos radicalmente ex- trafios coincide, en el siglo xvi, con los comienzos de la expansién europea sobre el globo. Por consiguiente, el proyecto de invertir la perspectiva eurocentrista se sitia aqui en el origen mismo de la hegemonia occidental y resulta aplicado a sociedades cuya evolucién histdrica segufa caminos totalmente independientes de los del mundo antiguo. Nos encontramos ante un fenédmeno, quizd tinico, que cons- tituye una verdadera base de experimentacidn en el dominio de las ciencias humanas: sociedades hasta entonces cerradas sobre si mis- mas‘ sufren, con la irrupcién de los hombres blancos, el choque de un acontecimiento de origen rigurosamente externo. ¢Cémo reac- cionan? ¢Cudl es, a partir de entonces, su evolucidn? La historio- gtafia occidental estudia generalmente la «Conquista», como lo indica esta palabra, inicamente desde Ja perspectiva de los vence- dores. Pero existe otro rostro del acontecimiento: para los indios, no menos estupefactos, la llegada de los espatioles significa la ruina de sus civilizaciones. ¢Cémo han vivido !a derrota? ¢Cémo la han interpretado? Y ¢cémo se ha perpetuado su recuerdo en la memoria colectiva de estos pueblos? Se trata, en cierto modo, de pasar al otro lado del escenario y .escrutar la historia af revés, porque estamos, efectivamente, acos- tumbrados a considerar el punto de vista europeo como el derecho: en el espejo indigena se refleja el otro rostro de Occidente. Sin duda, jam4s podremos revivir desde el interior los sentimientos y los pensamientos de Moctezuma o de Atahualpa. Pero podemos, al menos, intentar desprendernos de nuestros hdbitos mentales, des- plazar el punto de observacién y transferir el centro de nuestro interés a la visién trégica de los vencidos. Y no movidos por algtin tipo de efusién afectiva, sino a través de un trabajo critico sobre los documentos que permiten conocer las sociedades indigenas ame- ricanas en el siglo xvi. Esto nos conduce a la confluencia de dos disciplinas: la historia y Ia etnologia. En efecto, nos planteamos los problemas de los cambios sociales en el tiempo, peto a propdsito _ 1 En relacién con el resto del mundo: no hace falta decir que las influen- cias culturales y los trasiegos de poblacién se desarrollaron ampliamente en el interior del continente ameticano, Jairestuccién, 25 de un mundo marginal, reservado generalmente a los especialistas de las sociedades llamadas «primitivas». Se tratard, entonces, de un ensayo de «etnohistorian. eSer4 ésta un género bastardo, vana- mente ecléctico? Evitemos encerrarnos en querellas de palabras; la cuestién no se reduce al vocabulario, que es aqui simple con- vencién. ¢Cudl es el sentidovde nuestra doble aproximacién me- todoldgica? La oposicién entre historia y etnologfa proviene, en realidad, de contingencias académicas. Suele considerarse que el historiador investiga el devenir de las sociedades, cuyo pasado reconstruye gra- cias a los documentos, en general escritos, que dejaron tras de si. Se le escapan las sociedades «primitivas», desprovistas de textos escritos —por tanto, de archivos—, que estdn reservadas al etnd- logo. Lo que obliga a este ultimo a buscar el objeto de su estudio sobre el terreno: se trata de sociedades vivientes, o supervivientes en la actualidad, cuyo pasado sdlo est4 inscrito en sus tradiciones orales?, No es que el etndlogo se desinterese de la historia por cuestién de principios; es que a menudo le resulta inaccesible; ha de describir los elementos cuyo conjunto integra el grupo social observado, y se pregunta acerca de las relaciones que unen dichos elementos en la sincronia; por lo general, intenta dar cuenta de las variantes de estas relaciones comparando sobre un plano tedérico diversos tipos de sociedades. En suma, la historia es ciencia de la continuidad (o de la solucién de continuidad) de las sociedades en el tiempo; la etnologia es ciencia de la diversidad de las sociedades (llamadas «primitivas») en el espacio?. Sin embargo, los historia- dores saben desde ahora que el tiempo histérico sigue un ritmo di- ferenciado, pluridimensional, y se enfrentan al problema de las re- laciones sincrénicas o de los desfases entre los distintos niveles {econdmicos, sociales, politicos, etc.) de las sociedades cuyo devenir estudian. Los etndlogos, por su parte, saben que las sociedades sin historia no existen, y, siguiendo un itinerario inverso, tropiezan con el problema de Ja evolucién en Jas relaciones que analizan dentro de un cuadro estdtico (o de acuerdo con une ldgica intemporal}. Di- cho de otro modo, la oposicién entre las dos disciplinas no se reduce, como a menudo se cree, a la de la sincronia y la diactonia, 2 A menos que existan vestigios descubiertos por la arqueologia: la prehis- toria constituye, asi, una especie de eslabén intermedi: sntre las dos dis- ciplinas. 3 Acerca de estas cortelaciones y oposiciones, cf. la clasificacién de Claude Lévi-Strauss en «Histoire et ethnologies, en Asthropologie Structurale, Pa- rs, 1958, pdgs. 3-33. Cf. la bibliografia para las referencias de las versiones espafiolns’ de las obras citadas. 26 Introduccién a la de la estructura y la praxis, a la de lo formal y lo concreto; estas dualidades definen problemas internos tanto de la historia como de la etnologia. Toda ciencia procede desligéndose de los datos inmediatos para conseguir objetos abstractos mediante los cuales expresa en férmulas rigurosas las relaciones existentes entre los datos; peto los conceptos pierden, por lo mismo, el sabor tnico de lo inmediato. En etnologia, al igual que en historia, dos ac- titudes simulténeamente se oponen y se completan: por una parte, la restitucién de lo singular, de lo vivido, y, pot otra parte, la aspira- cién a la ley, a Jo universal. El etndlogo revela las estructuras de la sociedad bororo, o los vinculos de parentesco, o los relatos mito- Idgicos, apoydndose sobre una descripcién minuciosa de datos em- piricos, que el andlisis intenta luego integrar en todos sus aspectos, aunque a otro nivel. El historiador evoca gl «siglo de Luis XIV» describiendo el fasto de Versalles, el orden cldsico, la miseria de las guerras, etc.; pero no por ello deja de elaborar curvas de precios, de salarios o de beneficios, o de investigar el movimiento de la natalidad y la mortalidad con arreglo a categorias totalmente igno- radas por los contempordneos, Se trata de diferentes cortes de una misma realidad. El problema es relacionar todos esos lenguajes en un ir y venir entre el andlisis y lo concreto. Ir y venir, porque no podemos aprehender simultdneamente la originalidad de lo vivido y la genetalidad de la abstraccién. Son las modalidades y la orien- tacién de este itinerario las que difieren en la historia y en la etnologia; la primera procura, en definitiva, retornar a lo singular; ja segunda reintegra lo singular al seno de lo general. La inevitable divisién de la ciencia en sectores mds y mds especializados acentéa estas divergencias. Pero por el hecho mismo de que la historia y Ja etnologia se concentran en las mismas cuestiones, aunque abor- dandolas desde perspectivas opuestas, quizd les sea posible ofre- cerse una ayuda reciproca: una investigacién que asociara los méto- dos de ambas disciplinas, para hacerlas mutuamente fecundas, se situarfa en un lugar estratégico dentro del presente campo de las ciencias humanas. La nocién de aculturacién ocupa uno de esos lugares estratégi- cos‘. El término, surgido a fines del siglo pasado en la literatura etnoldégica anglosajona, designa todos los fenédmenos de accién re- cfproca que resultan del contacto entre dos culturas. Précticamente, * Cf. Alphonse Dupront, «De l'acculturations XIl¢ Congrés International des sciences bistoriques, vol. 1, Rapports, Viena, 1965, pégs. 7-36; ed. italiana: Lacculiurazione. Per um nuovo rapporto tra ricerca storica e scienze umane, Turin, 1966. Introduccién 27 los estudios de aculturacién se relacionan con la escuela difusionis- ta que triunfa en la antropolog{a de los afios veinte; y, a pesar del retroceso del difusionismo (desde los afios treinta), esta nocién consetva su vigor hasta nuestros dias. Es indiscutible que su suerte sigue el curso mismo de la historia; el ocaso de las formas directas de colonizacién no borra la huella de la cultura occidental sobre el mundo, que poco a poco ve cémo desaparecen las saciedades Ila- madas tradicionales. De esta forma, la nocién permanece ambigua, como mancillada por un pecado original; los estudios de aculturacién se refieren esencialmente a sociedades de fuerza desigual, una do- minante y otra dominada; el término se carga, pues, con una «hi- poteca histdrica de supremacia» y amenaza llevar consigo el viejo marco del eurocentrismo. Se trata de un peligro a vencer y respecto del cual es necesario estar en guardia: nos advierte que la empresa propuesta sigue estando amenazada desde el interior y de que es preciso velar pata ponerla permanentemente en cuestién. Metodoldgicamente, el concepto de aculturacién comporta otra ambigiiedad, de alguna manera positiva: nace en el terreno de la etnologia, pero se sittia desde el comienzo, y por definicién, en una perspectiva histérica orientada hacia los fenémenos del cambio. De ahi provienen, quiz4, las incertidumbres en los estudios de aculturacién, desde hace mucho tiempo marcados por dos tipos de etrores. Por una parte, la escuela difusionista descompone la cultura en un cierto mimere de elementos o de rasgos culturales, observando el despliegue de éstos en el espacio y en el tiempo; mé todo de inspiracién histérica, ciertamente, pero se trata de una his- toria de meros acontecimientos, parcial por afiadidura, porque olvida que toda cultura constituye un sistema complejo, regido por relaciones globales. Uno de los pioneros en los estudios de acul- turacién, M. J. Herskovits, recordaba, por el contrario, en sus pro- gtamas teGricos, que toda difusién procede de haces de elementos en una situacién de conjunto, y no de rasgos arbitrariamente ais- lados*. Por otta patte, para evitar cl desmenuzamiento de Ja his- toria y de las culturas, se suele volver hacia el resultado del proceso (sincretismo, asimilacién, rechazo) 0, en un andlisis mds sutil, hacia los «grados» de aculturacién, etapas o estadios cuya definicidén rein- troduce entonces un cuadro estdtico. Se trata de un anélisis util en una primera aproximacién; pero gqué sucede con el proceso mismo? ¢Cémo se vinculan los grados? ¢Qué acontece con las elecciones, los conflictos, las creaciones? En suma, hay una antinomia: aislar 5 Cf. Melville J. Herskovits, Acculturation, the study of culture contact, New York, 1968. 28 Introducci6n elementos significa olvidar el todo de una cultura; definir etapas es renunciar al dinamismo de la aculturacién. ¢Es ésta una antinomia insoluble? Podemos pensar que se relaciona con momentos ya supe- tados, tanto de la historia como de la etnologia. Pero ilustra una doble exigencia: la tensidn entre la abstraccién del andlisis tedrico y la comprensién de la experiencia vivida. eee En todo estudio histérico, la eleccién de los documentos im- plica, conscientemente o no, una perspectiva particular acerca del tema tratado y determina la orientacién de la investigacién. Empe- cemos, pues, estableciendo una clasificacién de las fuentes dispo- nibles. 1° Existen fuentes auténticamente indigenas *. Antes de la lle- gada de los espafioles, los indigenas tenian ya costumbre de per- petuar el recuerdo de los principales acontecimientos de su histo- tia. En Pert, donde los incas ignoraban la escritura’, se trataba de una tradicién oral; pero en México, los aztecas y los mayas escribian en caracteres ideogréficos crénicas que conservaban en verdaderas bibliotecas. Asf lo asegura Antonio de Herreta, el cronista oficial de Felipe II: «Conservaban las Naciones de Nueva-Espafia, la me- moria de sus antiguallas: En Yucatdn, i en Honduras, havia vnos Libros de Hojas, enquadernados, en que tenian los Indios [a distri- bucién de sus tiempos, i conocimiento de las Plantas, i Animales, i otras cosas naturales. En la Provincia de Mexico, tenian su Libre- ria, Historias, i Kalendarios»*. Después, bajo la dominacién espa- fiola, los aztecas y los mayas asimilaron en algunos afios el alfabeto latino y lo utilizaron para transcribir cantos y relatos en lengua 6 En Ia clasificacién que sigue no entramos en el detalle de la critica de las fuentes, notablemente efectuada por Miguel Ledén-Portilla en sus dos com- pilaciones antolégicas, Visidn de los vencidos. Relaciones indigenas de la con- quista, México, 1959 (trad. en francés por A. Joucla-Ruau, bajo el titulo Le Crépuscule des Azteques, Paris, 1965), y El reverso de la Conquista. Rela ciones aztecas, mayas e incas, México, 1964. Las citas de la presente edicién espafiola remiten a las segundas ediciones de ambas antologias, La Habana, 1969, y México, 1970, respectivamente. 7 En el imperio inca, los gaipu o cordeles con nudos, servfan para la con- tabilidad y Jas estadisticas, y etan considerados documentos de archivo; pero es poco probable que estos instrumentos hayan permitido registrar relatos. Antonio de Herrera, Historia General de los hechos de los castellanos en las Islas y Tierra Firme del Mar Oceano, Buenos Aires, 1945-1947, tomo IV, p&ginas 130-131; citado por Miguel Ledn-Portilla, Visién de los vencidos. Rela- ciones indigenas de la Conquista, 2.* ed., La Habana, 1969, pdg. XVII. Tatroduccién 2 nahuatl, quiché o cakchiquel, mientras que en el Pert: las crénicas indfgenas fueron redactadas en un espafiol mds o menos mezclado de quechua. En México, los primeros cantos nahuat]) que evocan la derrota estan fechados inmediatamente después de este acontecimiento; habrian sido compuestos, segtin Angel M. Garibay, en los afios 1523-1524°, El manuscrito de Tlatelolco, redactado por personas anénimas hacia 1528, presenta un telato de conjunto de la caida de México *. Mas amplio todavia es el testimonio de los informantes de Sahagin, cuya primera versién, desgraciadamente perdida, est4 fechada en 1555; existe una segunda redaccién, terminada en 1585, que constituye el libro XII del Cédice Florentino, donde se reinen ilustraciones indigenas, algunas veces influidas por la técnica es- pafiola ". Las ochenta ilustraciones del Lienzo de Tlaxcala, pintadas a mediados de! siglo xvi, reflejan el punto de vista de los indios aliados de Cortés *. Es preciso mencionar, ademés, los relatos _de ¢tonistas como Alvarado Tezozémoc, Domingo Chimalpain Cuath- tlehuanitzin o Fernando de Alva Lxtlilxochitl, que escribieron a fines del siglo xvi y a comienzos del xvu1, pero sobre la base de docu- mentos mds antiguos ". Los mayas de las altas tierras de Guatemala nos han legado los Titulos de la casa Ixquin Nehaib, de los cuales poseemos solamente una traduccion espafiola del siglo xviti, pero que fueron, sin duda, redactados (en quiché) desde la primera mitad del siglo xvi. Este documento describe la campafia de Alvarado y su batalla contra el ° CE Angel M. Gatibay, Historie de la literatura nabuatl, México, 1953- 1954, tomo I, pags. 90-92. 1 Este manusctito (consetvado cn la Biblioteca Nacional de Paris) esta editado en facsimil en el tomo II del Corpus Codicum Americanorum Medit Aevi; la parte relativa a la conquista esta ttaducida al espafiol y publicada por A. M. Garibay en la edicién de B. de Sahagin, Historia General de las cosas de Nueve Espafta, México, 1956, tomo TV, pags. 167-185. it Florentine Codex, editado por Dibble y Anderson, Santa Fe, 1950-1957; traducide al espaol y publicado por A. M. Garibay en la edicidn de Bo de Sahagin, ob. ci?., tomo IV, pags. 78-165: las ilustraciones han sido publicadas en facsimil por Del Paso y Troncoso, Madrid, 1905, vol. V. 2 Lienzo de Tlaxcala, Antigiedades Mexicanas, México, 1892, 2 vol, cf. F. Maziheatzin, «Descripcidn del Lienzo de Tlaxcala, en Revista Mexicana de Estudios Histéricos, México, 1927, ap. a los némeros 2 y 3 del tomo I, paginas 59-88. 13 Domingo Chimalpain Cuauhtlehuanitzin, Sixieme et septitme Relation (1528-1612), publicado y traducido por Remi Simeén, Paris, 1889, Fernando de Alva Extlilxochitl, Obras completas, México, 1891-1892, 2 val, F. Alvarado Teraximoc, Crénica Mexicana, México, 1944. 30 Introduccion jefe indio Tecum Uman™. El Memorial de Sololé cuenta (en cak- chiquel) los acontecimientos hasta 1604, peto es probable que lo relativo a la invasién espaiiola se remonte igualmente a los tiempos de Ja Conquista®. En el Yucatén, la crénica maya de Chak Xulub Chen fue compuesta por un jefe indigena, Ah Nakuk Pech, que se presenta a si mismo con insistencia como un testigo de los aconteci- mientos*. Por ultimo, y a pesar de haber sido transmitidos y re- copilados en numerosas versiones a lo largo de todo el periodo colonial, los célebres libros del Chilam Balam de Chumayel incluyen textos que datan también del siglo xv”. En Peri, Jas fuentes indigenas patecen menos numerosas y més tardfas. Sin embargo, la elegia Apu Inca Atawallpaman, que llora la muette de Atahualpa, no parece muy posterior a la ejecucién del inca en Cajamarca, en 1533 °°. El relato de Titu Cusi Yupanqui, que reind en el Estado disidente de Vilcabamba, de 1557 a 1570, fue recogido por el misionero espaiiol Diego de Castro, Jo que no le impide reflejar ciertas reacciones auténticamente indigenas*. En cuanto a Juan Santa Cruz Pachacuti, redacté su crénica a comien- zos del siglo xvit y describié sobre todo la sociedad inca, pero dedica ciertos pasajes a la invasién espafiola”. Sin embargo, debe- mos a Guaman Poma de Ayala (nacido hacia 1526} un documento fundamental, tanto para el conocimiento del mundo precolombino como pot lo que tespecta al del Peri en el comienzo del perfodo colonial: las mil paginas de su admirable crénica y los trescientos Titulos de la Casa Ixquin Nebaib, en Crénicas indigenas de Guatencala, editado por Adridn Recinos, Guatemala, 1957. 3 Memorial de Solold, Anales de las cakchiqueles, traducido y editado por Adridn Recinos, México, 1950, 16 Crénica de Chak Xulub Chen (traducida por Héctor Pérez Martinez), en Spbaicas de la Conquista de México, editado por Agustin Yétiez, Méxi- co, . 1 Chilam Balam de Chumayel, traducido y editado por Antonio Mediz Bolio, San José, 1930; El libro de los libros de Chilam Balam, editado por Alfredo Barrera Vazquez y Silvia Rendén, México, 1948; The Book of Chilant Balam de Chumayel, editado por Ralf L.’ Roys, Washington, 1940. En francés puede consultarse la traduccién de Benjamin Péret, Livre de Chilam Balam de Chumayel, Paris, 1955. 38 Apu Inca Atawalpaman, eclegia quechua andnima, traducida por José Marfa Arguedas, Lima, s. f.; reproducida por Miguel Leén-Portilla en EV re- verso de la Conquista. Relaciones aztecas, neayas ¢ incas, 2 ed., México, 1970, paginas 179-184. 19 Diego de Castro, Titu Cusi Yupangui, Relacién de la Conquista del Pert y hechos del Inca Manco I, Lima, 1916. % Juan de Santa Cruz Pachacuti Yamqui Salcamaygua, Relaciones de anti- Rjedades deste Reyno dei Pert, en Tres relaciones de antigiiedades peruanas, Introduccién 31 dibujos que la ilustran constituyen en ambos sentidos una fuente inagotable”. Queda la obra célebre de Garcilaso de la Vega (1539- 1619), cuyos Comentarios reales trazan un brillante cuadro de la civilizacién inca, mientras su Historia general del Perd describe la Conquista espafiola y sus consecuencias”; pero Garcilaso (a pesar de sus propias afirmaciones) expresa menos el punto de vista di- recto de un indio que una reconstruccién del pasado hecha por un mestizo emigrado a Espafia, a la luz de una cultuta europea asimi- jada en todos sus matices. Sefialemos, por tltimo, un tipo particular de documentos sumi- nistrados por el tiempo presente; se trata del floklore indigena actual. En México y Guatemala, asi como en Pert, existen piezas de teatro, a Ja vez recitadas, cantadas y danzadas, que hacen revivir los acontecimientos del tiempo de la Conquista y cuya repre- sentacién tiene lugat, en ciertas regiones, una vez al afio regular- mente. Sin duda, la fecha de estas piezas es incierta; pero muchas veces parece muy antigua e incluso remontarse hasta el siglo xvt; dan testimonio de la conservacién del pasado en la memoria co- lectiva de los indios. 2° Otra categoria de fuentes son los archivos de la adminis- ttacién espafiola, El cobro del tributo, la evangelizacién y los pro- blemas de gobierno en general condujeron a los misioneros, a los funcionarios reales y hasta a simples viajeros a informarse acerca de las instituciones indigenas, Citemos en especial las visitas con- fiadas a los administradores encargados de unificar las informacio- nes acerca de tal o cual regién, con fines fiscales; realizaban su encuesta sobre la base de un cuestionario preciso, pero podfan re sefiar cualquier tipo de hechos significativos, segin las citcunstan- cias. Entre las vfsitas publicadas sefialemos, para el Pert, la de Ortiz de Zifiiga, en la regién de Hudnuco (1562), y la de Garcf Diez de San Miguel, en la regién de Chucuito (1567), que consti- tuyen verdaderos estudios de tipo monogréfico . Estos son los do- cumentos que tenemos mds posibilidades de encontrar en los depé- sitos y archivos, y aquéllos capaces de renovar todos nuestros es- tadios de etnohistoria. Entre las innumerables visitas inéditas, citemos Guaman Poma de Ayala, Nueva Corénica y Buen Gobierno, Paris, 1936. 2 Inca Garcilaso de la Vega, Obras completas, 4 vols., Madrid, 1960. 3 Iitigo Ortiz de Zitiga, Visita de la provincia de Leon de Huénuco en 1562, Hudnuco, 1967; esta visita ha sido publicada anteriormente en la Revista del Archivo Nacional del Pers, 1920-1925 y 1955-1961, Garct Diez de San Miguel, Visita becha a ta provincia de Chucuito en el aito 1567, ima, 1964. 32 Introducci6n Jas del valle de Yucay (cerca de Cuzco), en 1558 y 1571, y del valle de Huaura (cerca de Lima), en 1583. Mucho més amplias son las Relaciones geogréficas, porque cubren el conjunto de la América espafiola; se trata de descripciones redactadas en los afios 1578-1585 (por funcionarios reales, encomenderos o eclesidsticos), tespondiendo a un formulatio de Felipe If compuesto de cincuenta preguntas de un «modernismo» muchas veces asombroso: se refie- ten a multiples problemas de geografia, historia, demografia y et- nografia™, 3° Por Ultimo, estén los cronistas espaficles, es decir, las fuentes «cldsicas» que los historiadores han utilizado con més fre- cuencia hasta el presente. Pero el recurso a estos documentos exige de nuestra parte una extrema prudencia; en efecto, Herndn Cortés o Bernal Dfaz del Castillo (para México), Francisco Pizarro, M. de Estete o F. de Jerez (para Peri), se contentan con describir la Con- quista desde el punto de vista espafiol, de manera que sus textos, desde nuestra perspectiva, sélo nos interesan en Ja medida en que permitan precisar las informaciones de Jos cronistas indigenas. Al contrario, autores como B. de Sahagiin (para México), P, de Cieza de Leén, Polo de Ondegardo, F. de Santillana, C. de Molina y B. Cobo (para Peri) se apasionaron por el mundo indigena, y sus informaciones entiquecen los. datos de Jos cronistas indigenas tanto como las de los archivos espatioles. wR El plan de la presente obra resulta a la vez de la naturaleza de las fuentes y de los problemas propios del tema tratado. Parece Iégico comenzar leyendo los documentos indigenas, con el fin de tomar contacto directo con la visién de los vencidos y efec- tuar asf, de modo brusco, el desplazamiento mental cuya necesidad sefialabamos antes. Esta es la tazén de que utilicemos en principio las fuentes de la primeta categoria, para describir los acontecimien- tos tal como los indios los han visto (segtin los documentos del siglo xvi) y tal como Jos ven hoy (segin el folklore actual). Acon- tecimientos, es decir, la Wegada de los blancos, Ja derrota y su in- * Cf. en el Archivo histérico del Cuzco la Genealogia de Sayri Tupac: en. la Biblioteca Nacional de Lima el manuscrito A 629. Se encuentran en el texto y en la bibliografia general todas Jas referencias a los manuscritos citados en ef presente trabajo. % Relaciones geograficas de Indias, editadas por Marcos Jiménez de la Espada, Madrid, 4 vols., 1881-1897 (nueva edicién en 3 vols., id, 1965). Introduccién 33 terpretacién. En este primer momento de la investigacién, los ejem- plos tienen por funcién evocar el concreto histérico, pero su cotejo y andlisis debe permitir también el enunciado de hipdtesis. Por tan- to, en Ja primera parte del estudio recorremos decididamente una vasta 4rea geografica que engloba Jos niicleos azteca, maya e inca, con el fin de multiplicar los datos particulares cuya comparacién conduce a delimitar hechos o problemas de cardcter general. Ahora bien, esos problemas reenvian al contexto global de las diversas sociedades indigenas. Contexto global, es decir, la Con- quista en sentido amplio; no solamente Ja Ilegada de los blancos y Ja derrota de Jos indios, sino también las consecuencias (politicas, sociales y econémicas) del acontecimiento en cada caso considerado. EI estudio de la visién de los vencidos con esa orientacién, para el conjunto de América y para todo el periodo que se extiende desde el siglo xvi hasta nuestros dias, supera, evidentemente, las posibi- lidades de un solo investigador: nos vemos conducidos a restringir el campo de observacién y a escoger un ejemplo limitado, con el fin de someterlo a un andlisis mas detallado, Es por eso que exa- minamos, en la segunda parte del estudio, los cambios sociales en el Peré durante la primera fase del periodo colonial, que aproxima- damente cubre desde 1530 a 1570-1580. Aqui conviene utilizar las tres categorias de fuentes antes mencionadas, pero mds particular- mente Jas de la segunda categoria —las «visitasp— en razén de su cardécter monogréfico. Esbozamos primero, de modo sumario, las estructuras del Estado inca antes de la Ilegada de los espafoles, para seguir las transformaciones {internas) de estas estructuras como consecuencia de la Conquista (acontecimicnto de origen externo). Llegamos entonces a un resultado importante: a pesar de la desestructuracién de su sociedad, los indios del Pert resisten al proceso de aculturacién impuesto pot los espafioles, al menos en cuanto a la religién. Se trata de un fendmeno de rechazo™. En la tercera parte del estudio emptendemos el examen de los movimien- tos de resistencia, de Jas guerras y las rebeliones que los indios opusieron a los espafioles. Dicho de otro modo, volvemos entonces a la descripcién y al andlisis de los acontecimientos; peto se trata ahora de acontecimientos de origen interno, nacidos de la praxis de los indios que, conforme a modalidades diversas, luchan contra la dominacién colonial. Las fuentes provienen aqui, también, de las tres categorias. Desde el punto de vista geografico, el nucleo central sigue siendo el Peri; pero al ser los movimientos de resistencia _ % Conviene, por supuesto, matizar este resultado, cosa que iremos ha- ciendo en el curso de la investigacién. 34 Tntoduccién contra la dominacién espafiola un fenédmene general en el conjunto de América, nos permitimos, a titulo de ilustracién —aunque tam- bién con fines comparativos—, extender nuevamente el campo de observacién hasta abarcar incluso México, y bastante mds all, lle- gando a regiones que no habiamos tocado, es decir, al norte de México y al sur del Peri, en estas zonas de «fronteras» donde los chichimecas, por una parte, y los araucanos, por otra, lograron de- rrotar a los -espafioles. Al situar asi las tres partes del presente ensayo bajo el signo de los acontecimientos (la Conquista en sentido estricto, vista por los indios), de las estructuras (las de la sociedad peruana, después de la Conquista en sentido amplio) y de la praxis (en un caso privi- legiado, el de las rebeliones ind{genas), no pretendemos de ningin modo desembocar en una interpretacidn filoséfica de la historia; se trata, en cada caso, de aspectos parciales cuya distincién nos es dic- tada por los diversos momentos metodolégicos de la investigacién, pero que son complementarios y estén estrechamente mezclados en la realidad. Afiadamos que la escasez de las fuentes y su natu- raleza fragmentaria confieren a nuestros resultados un cardcter am- pliamente hipotético; por tanto, no nos proponemos sino un esbozo que alcanzard su objetivo si suscita otros trabajos que lo corrijan y superen. Primera parte ACONTECIMIENTOS EL TRAUMATISMO DE LA CONQUISTA En nuestra memoria colectiva, la aventura de los conquistado- res evoca imagenes de triunfo, de riqueza y de gloria, y aparece como una epopeya. La historiografia occidental asocia el «descu- brimiento de América» a los conceptos de «Renacimiento» y de «tiempos modernos»; la expedicién de Cristébal Colén coincide con el comienzo de una nueva era. Pero se trata de una era nueva para Europa. Desde la perspectiva de los indios vencidos, la Con- quista significa un final: Ja ruina de sus civilizaciones. Para «des- cubrir» realmente América, el historiador nacido en la sociedad de los vencedores debe despojarse de sus habitos mentales y, en cierto modo, salirse de si mismo. Preguntemos directamente entonces a las fuentes indigenas. En un principio, describiremos los acontecimien- tos siguiendo los documentos del siglo xvi (capitulo I); luego anali- zaremos su presencia en el folklore actual (capitulo II), Este itinera- rio, seguido tanto en el espacio (desde México al Pera) como en el tiempo (desde los acontecimientos del siglo xvi a su tepresentacién en el folklore contempordneo), revela un traumatismo cuyas hue- llas se perpettian hasta nuestros dias, Capitulo 1 LA MUERTE DE LOS DIOSES Hay presagios pavotosos, y las profecfas anuncian el fin de los tiempos. Surgen luego monstruos de cuatro patas, cabalgados por setes blancos de apatiencia humana. Es 1a guerra, 1a violencia y la muerte... Tales son los temas que evocan los documentos del si- glo xvi, Los indios parecen conmocionados por una especie de es- tupor, como si no consiguietan comprender el acontecimiento, como si éste hiciera saltar en pedazos su universo mental. Se impone un ptimer enfoque de simple descripcién; el método puede parecer aproximativo, literario de alguna manera; pero esa descripcién previa resulta de todo punto obligada en la medida en que permite captar al nivel de lo vivido los acontecimientos que constituyen el punto de partida de nuestro estudio. Ha de ser a la vez una toma de contacto y un esfuerzo de descentramiento. No se trata de convertirnos en indios, con arreglo a una dudosa efusién sentimental, sino, simplemente, de escucharlos. Es decir, de hacer que sus textos hablen, de prestar ofdo, con atencién, respeto y humildad, a estas voces tan extrafias para nosotros: las de los tes- tigos indigenas de la Conquista. I. El descubrimiento del mundo antiguo Los indios descubrieron Europa en [a persona de algunos cen- tenares de soldados espafioles que los vencieron. Se enfrentaban 37 38 Primera parte: E] traumatismo de fa conquista dos civilizaciones que hasta entonces se ignotaban por completo. Resulta sorprendente que para los indios el «encuentro» se haya efectuado en una atmésfera de prodigio y de magia. Es posible que los presagios hayan sido inventados después, pero, cuando menos, dan testimonio del esfuerzo de los vencidos por interpretar el acontecimiento. 1. Prodigios y profecias Es en México donde son més numerosos los prodigios que anun- cian la Uegada de los europeos. Segiin los documentos indigenas, Moctezuma parecia particularmente sensible a los fendémenos de brujeria y adivinacién. Poco antes de la Conquista, los brujos de Texcoco anunciaron que México serfa pronto sometido por extran- jetos. La prediccién provocd una controversia entre Moctezuma y Nezabualpilli, el rey de Texcoco; este ultimo, seguro de sus adi- vinos, desafié al rey de México al juego ritual de la pelota y aposté su reino contra tres pavos. Moctezuma gané las dos primeras par- tidas, pero perdid cada una de las tres siguientes‘. A lo largo de los diez afios que precedieron la Hegada de los espafioles, se enumeran ocho prodigios funestos*. Durante un afio entero, cada noche fue cubierta por una columna de fuego que apa- recia por el oriente y semejaba elevarse desde la tierra hasta el cielo. «Pues cuando se mostraba hab{fa alboroto general; se daban palmadas en los labios las. gentes; habija un gran azoro; hacian interminables comentarios» >. El templo de Huitzilopochtli se in- cendié de modo misterioso, sin causa aparente, y ardid «por su esponténea accién»*. Después vino la destruccién del templo de Xiuhtecuhtli; mientras caia una ligera Hovizna, le aleanzé un tayo sin rel4mpago ni trueno, Aparecieron cometas en pleno dia, que atravesaban el cielo de Occidente a Oriente. Una tempestad agité las aguas del lago de México, destruyendo la mitad de las casas de 1 Cf. C. Vaillant, The Aztecs of Mexico. Origin, Rise and Fall of the Aztec Nation, ed. 1950, pag. 231. Los. prodigios y profectas los describen principalmente los informantes de saeece cuyos textos en nahuat! constituyen el libro XII del Florentine Codex (ed. New Mexico, 1950-1957), estos textos han sido traducidos y pu- blicados por ef doctor Garibay en su edicién de la Historia general de las cosas de Nueva Espafia, de B. de Sahagiin (México, 1956, t. IV, pags. 78-169). Miguel Leén-Portilla, Visidn de los vencidos, 2." ed., La Habana, 1969, repro- duce amplios extractos de los informantes de Sahagiin; también Diego Nuftez Camargo describe los prtodigios en su Historia de Tlaxcala, México, 1958, igualmente citada por Miguel Leén-Portilla. 3 Miguel Ledn-Portilla, ob. cit., pag. 4. ‘ Ibid., pag. 5. t4aeeansa i. La iruerte de los dioses 39 la ciudad®. Luego se oyé una yoz de mujer que gritaba en la aoche: «jHijitos mfos, pues ya tenemos que irnos lejos!» *; o tam- aién; «Del todo nos vamos ya a perder»’, Nacieron monstruos, «cuerpos, con dos cabezas procedentes de un solo cuerpo, los cuales eran Ilevados al palacio de la sala negra del gran Mote- suhzoma, en donde, Ilegando a ella, desaparecian» *. Pero el prodigio nds pavoroso fue, sin duda, ese extrafio pdjaro color de ceniza, semejante a una gtulla, que fue capturado sobre el lago de México: «Habfa uno como espejo en la mollera del p4jaro... Alli se vefa el sielo: las estrellas, el Mastelejo, Y Motecuhzoma lo tuvo a muy nal presagio cuando vio las estrellas y el Mastelejo. Pero cuando vio por segunda vez la mollera del pdjaro, nuevamente vio alld, en lon- ‘ananza; como si algunas personas vinieran de prisa; bien estira- jas, dando empellones. Se hacian la guerra unos a otros, y Ios trafan 1 cuestas unos como venados. Al momento Ilamé a sus magos, a sus abios. Les dijo: —gNo sabéis: qué es lo que he visto? jUnas como personas que estén en pie y agiténdose!... Pero ellos, quericndo jar la respuesta, se pusieron a ver: desaparecid (todo); mada rieron» ?. Si intentamos una clasificacién de estos presagios diversos, constataremos que asocian los cuatro elementos del universo: el uego, el agua, la tierra y el aire; todo sucede como si el mundo mtero tomase parte en la inminencia. de una catdstrofe inaudita. ?ero los adivinos no logran definir la amenaza que pesa sobre Mé- dco, de manera que en Ia ciudad cunde una atmdsfera de duda y ingustia, Y no menos que los prodigios aterroriza a Moctezuma la mpotencia de los brujos. eR Entre los mayas, el anuncio de Ja Conquista reviste la forma mas xplicita de la profecfa. El sentimiento de angustia cede aqui su lugar una especie de fatalismo apocaliptico, ligado a la conciencia del urso inexorable del tiempo. En efecto, la representacién ciclica del alendario maya funda la profecta del Chilam Balam, que predice tna verdadera «revolucién» al final del Katun trece Abau, un tastorno total del mundo y, especificamente, el advenimiento de una lueva religién ®: 40 Primera parte: Ei traumatismo de la conquista En ¢l Ahau trece, al final del katun, seré maltratado el Itza y rodaré por tierra Tancah, oh padre Como signo del tnico dios de arriba, llegard el drbol sagtado, manifestan- dose a todos para que el mundo sea iluminado, oh padre. ... Cuando agiten su sefial, desde lo alto, cuando Ja levanten con el érbol de la vida, todo cambiaré de un golpe. Y el sucesor del primer drbol de la tierra apareceré y para todos seré manifiesta el cambio ! Ciertamente, la profecia del Chilam Balam parece redactada des- pués del acontecimiento. Pero este augurio retrospectivo da testi- monio de la necesidad de arraigar en el pasado un hecho demasiado extraordinario para Hevar en si mismo su propia significacién. eee En el Imperio inca, la Ilegada de los espafioles fue precedida a la vez por prodigios (que eran preponderantes en México) y por profecfas (como entre los mayas). Los ptodigios peruanos tecuerdan en cierta medida a los del ejemplo azteca; alli se asocian también los cuatro elementos: tierra, fuego, agua y aire. Los ltimos afios de Huayna Capac, el onceavo Inca, se vieron trastornados por una serie de temblores de tierra. Los terremotos son frecuentes en Peri; pero el inca Garcilaso de la Vega precisa que las sacudidas fueron excepcionalmente vio- lentas*. En la costa fueron acompafiados por marejadas de ex- traordinaria amplitud ®. Un rayo cay sobre el palacio del Inca “. Se vieron en el aire cometas de aspecto pavoroso. Otro presagio hace teferencia a un pdjaro: cierto dia, cuando se celebraba la fiesta del Sol, un céndor (mensajero del sol) fue perseguido por halcones y cayé en medio de la gran plaza de Cuzco; recogieron al pdjaro y se dieron cuenta de que estaba enfermo, recubierto de uma especie de sarna; se le prodigaron cuidados, pero murié. Y hubo un es- pectdculo atin més siniestro; en una noche muy clara, la luna apa- recié rodeada por un triple halo, el primero color de sangte, el se- gundo de un negro verdoso y el tercero semejante al humo. Un adivino interpreté el presagio: la sangre anunciaba que una guerra cruel desgarraria a los descendientes de Huayna Capac; el negto \ Chilam Balam de Chumayel, editado y traducido por B. Péret, Paris, 1955, pégina 217. @ Garcilaso de la Vega, Comentarios reales de los Incas, Obras completas, ed. Madrid, 1960, romo II, pag. 352: «.., Hubo grandes terremotos y temblo- res de tierra, que aunque el Peri es apasionado de esta plaga, notaron que los temblores eran mayores que los ordinarios, y que caian muchos cerros altos.» 8 Ibid. pag. 352. \4 Toid., pig. 354. 1. La muerte de los dioses 4l significaba la ruina de la religidn y del Imperio inca, y todo, fi- nalmente, como lo anunciaba el tltimo halo, se desvanecetia en humo *. Fue entonces cuando advirtieron al emperador que acababan de desembarcar en Ja costa seres de aspecto extrafio®. Esta noticia, en medio de los prodigios que se multiplicaban, records a Huayna Capac la profecia de su ancestro Viracocha, el octavo Inca. Este ha- bia predicho que, en el reinado del doceavo Inca, hombres desco- nocidos se apoderarian del Imperio y lo destruirfan ”. En honor del dios Viracocha, creador y civilizador de la humanidad, cuyo nom- bre Hevaba, el octavo Inca habfa construido un templo laberin- tico, compuesto de doce corredores; sobre el altar central erigié una estatua conforme a la imagen del suefio que le habia inspitado el dios: representaba, segtin la tradicién conservada por Gatcilaso, un hombre de alta estatura, barbudo, vestido con una larga tinica y teniendo sujeto por una cadena a un animal fabuloso con garras de leén *. Huayna Capac era el onceavo Inca; la profecia de su ancestro se realizarfa, por tanto, bajo el reinado de su sucesor. Y Garcilaso cuenta también que Huayna Capac, antes de morir, re- comendé a sus stbditos que se sometieran a los recién venidos. Pero gpor qué se llamé a éstos «Viracochas»? Aqui aparece el tema del retorno de los dioses. 2. ¢Dioses u hombres? Toda América conoce el mito del dios civilizador que, después de reinar benéficamente, desaparecié de modo misterioso prome- tiendo a los hombres su retorno. Es el caso de Quetzalcoatl en Mé- xico, que partié en direccién a Oriente, y de Viracdcha, en el Pert, que desaparecié andando sobre las aguas del mar occidental. Quetzalcoatl debia volver en un aiio ce-acatl™, mientras que el Imperio inca debia tener su fin bajo el emperador ntimero doce. Pero en México los espafioles venian del Este, y 1519 correspondia exac- tamente a un afio ce-acaél; en el Peri, venian del Oeste, y el 8 Tbid., pags. 352-353. 46 Se trataba probablemente de la segunda expedicién de Pizarro, en 1527, y de su desembarco en Tumbez. " Garcilaso de la Vega, ob. cit, tomo II, p4g. 188: «A este Viracocha Inca dan los suyos el prondstico que los reyes del Pert tuvieron, que después gue hubiese reinado cierto mimero de ellos, habia de quitar la idolatria y el imperio.» Cf. igualmente Guaman Poma de Ayala, Nueva Cordnica y Buen Gobierno, ed. Paris, 1936, pag. 378. 18 Tbid., pdgs. 179-180. 19 Es decir, un afio «uno-cafiaw; esta fecha Hegaba al término de un ciclo de cincuenta y dos aiios. az Primera parte: El traumatismo de la conquista reino'de Atahualpa (0 el de Huascar) correspondia al del doceavo Inca™, En consecuencia, el estupor de los indios revistié una forma particular: percibieron los acontecimientos a través de la dptica del mito y concibieron la aparicién de los espafioles como un retorno de los dioses. Conviene hacer notar también que esta interpreta- cién no fue general. Y, por Io demés, Ja ilusién no duré mucho tiempo. Precisemos, por tanto, los matices que distinguen las reac- ciones de los aztecas, los mayas y los incas por cuanto respecta a la identificacién de los espafioles. eee Mientras en México los adivinos resultaban incapaces de inter- pretar los presagios y, en consecuencia, eran mandados matar por Moctezuma, un indio de la costa oriental llegé y dijo: Llegué a las otillas de la mar grande, y vide andar en medio de la mar una sierra o cerro grande, que andaba de una parte a otta y no llega a tas orillas, y esto jamés Io hemos visto 2, Moctezuma mandé encarcelar al mensajero y encargé a sus servidores qué verificaran la noticia. A su retorno, le indicaron que la torre que flotaba sobre el mar Ievaba seres desconocidos, de piel blanca y larga barba. Entonces Moctezuma decidié enviarles embajadores cargados de regalos divinos: los aderezos de Quet- zalcoatl ”. Los informantes de Sahagtin describen la escena asombrosa en el curso de la cual los embajadores de Moctezuma revistieron a Cortés con los adornos del dios: mdscara incrustrada de turquesas, collar adornado por un disco de oro, espejo dorsal, brazaletes de jade, cascabeles de oro, escudo con bandas de nécat y oro, rodeado de plumas de quetzal, y sandalias de obsidiana. La conducta de Cortés, en tespuesta a estos obsequios, aterroriz6 a los indios: ordené que los atasen e hizo disparar el cafién. Y en este momento fos enviados perdieron el juicio, quedaron desmayados Cayeron, se doblaron cada uno por su lado: ya no estuvicron en si” _ Los espafioles les reconfortaron entonces, les ofrecieron vino y alimento. ® En Garcilaso de la Vega, el doceavo Inca es Huayna i los presagios ananciadores del fin del Imperio. na Capac, are ve 4 Miguel Leén-Portilla, ob. cit, pég. 20. 2 Thid., pags. 23-24. % Ibid. pa. 36. 1, La muerte de los dioses 43 Mienttas tanto, Moctezuma esperaba con angustia: «Y si al- guna cosa hacia, la tenfa como cosa vana. Casi cada momento sus- piraba. Estaba desmoralizado, se tenia como un abatido» *. Cuando los embajadores volvieron, se negé a recibirlos antes de que se hubieran purificado, porque: «jBien con los dioses conversaron!» *. Se sacrificaron dos prisioneros, y los emisarios fueron rociados con su sangre, Sdlo entonces Moctezuma se atrevid a escuchar su relato: Por todas partes vienen envueltos sus_cuerpos, solamente aparecen sus caras. Son blancas, como si fueran de cal. Tienen el cabello amarillo, aunque algunos lo tienen negro. Larga su barba es, también amarilla; ef bigote iambién tienen amarillo. .. Los soportan en sus lomos sus «venados». Tan altos estén como los techos. Pues sus perros son enormes, de orejas ondulantes y aplastadas, de grandes lenguas colgantes; tienen ojos que derraman fuego, estan echando chispas: sus ojos son amarillos, de color intensamente amarillo. ...¥ cuando cae el tiro, una como bola de piedza sale de sus entrafias: va lloviendo fuego, va destilando chispas, y el humo que de él sale, es muy pestilente, huele a lodo podrido, penetra hasta ei cerebro causando molestia. Pues si va a dar contra un cerro, como que lo hiende, lo resquebraja, y sida contra un 4rbol, lo destroza hecho astillas, como si fuera algo admirable, cual si_alguien le hubiera soplado desde cl interior. Cuando hubo oido todo esto Moctezuma se Wend de grande temor y como que se le amortecié el corazén, se le encogid el corazén, se fe abatio con la angustia 2, Para inspirar benevolencia a los dioses, Moctezuma les hizo enviar otro tipo de vituallas: frutos, tortillas, huevos y aves. ¢Quiza querrian también alimentarse con sangre? Se sacrificaron dos pri- sioneros, salpicdndose con su sangre las oftendas”, Pero, cosa extrafia, los seres blancos y barbudos rechazaron con disgusto el alimento. La actitud de Moctezuma hacia los dioses era, sin embar- go, ambivalente, porque al mismo tiempo envia contra ellos a sus brujos. ¢Quizd éstos, gracias a su magia, lograrian hacerles desandar el camino? Sus esfuerzos fueron vanos; los brujos se reunieron con Moctezuma y le dieron cuenta de su fracaso: «|No somos sus con- tendientes iguales; somos como unas nadas!» #, Y Moctezuma sintié miedo ante la extraordinaria potencia de los seres barbudos, pensé en huir, en «...escabullir[se] a los dioses», en refugiarse en el * Ibid., pag. 39. % Tbid., pag. 40. % Ibid., pags. 40-42. ® Los informantes de Sahagin precisan: «Y la raaén de haber obrado asi Motecuhzoma es que él tenia Ia creencia de que ellos eran dioses... Por esto fueron Hamados, fueron designados como “Dioses venidos del cielo”. Y en tuanto a los negros fueron lamados “divinos sucios"». Ibid., pég. 46-47. % Ibid., pag. 48. 44 Primera parte: El traumatismo de la conquista fondo de alguna gruta®. Fracasa también una Ultima tentativa de jos hechiceros; encuentran en su camino a Tezcatlipoca bajo la forma de un borracho que repetidamente ejecuta prodigios y pre- dice la ruina de México. «Motecuhzoma, no hizo mds que abatir la frente, quedé con Ja cabeza inclinada. Ya no hablé palabra. Dejd de hablar solamente. Latgo tiempo asi estuvo cabizbajo. Todo lo que dijo y todo con lo que respondid fue esto: “eQué remedio, mis fuertes? ;Pues con esto ya fuimos aqui!...”» ”. Angustia colectiva: «Y todo el mundo estaba muy temeroso. Habia gran espanto y ha- bfa terror. Se discutian las cosas y se hablaba de lo sucedido, Hay juntas, hay discusiones, se forman corrillos, hay Ianto, se Mora por los otros. Van con la cabeza.caida, andan cabizbajos» *. Y, sin embargo, parece subsistir una duda, porque cuando Moc- tezuma retine a sus consejeros para consultarles acerca de la con- ducta a seguir, éstos expresan opiniones divergentes. Cacama, so- brino de Moctezuma, recomienda acoger a los desconocidos con ho- nores; pero Cuitlahuacatzin, su hermano, expresa escepticismo y pone en guardia a los mexicanos: «Plega a nuestros dioses que no metdis en vuestra casa a quien os eche de ella y os quite el reino, y quizd cuando lo queréis remediar no sea tiempo» *. Estas opi- niones conttadictorias reflejan las reacciones opuestas que suscitan los espaftoles en las diversas ciudades que atraviesan. As{, los to- tonacas de Centroala y los tlaxcaltecas deciden aliarse a los blancos. «Mucho los hontaron, les proporcionaron todo lo que les era me- nester, con ellos estuvieron en unidn y luego Jes dieron sus hijas» *, mientras que los habitantes de Cholula los consideraron como bér- baros *. En Texcoco, Ixtlilxochit] se convirtié répidamente al cristianis- mo, pero su madre, Yacotzin, le dirige violentos reproches: «Le respondié que debia haber perdido el juicio, pues tan presto se habia dejado vencer de unos pocos barbaros como eran los cristianos» x, 2 4 3 Tbid., pag. 48. 82-83. Ibid., pig. 36. 4 Ta version taxcalteca de Diego Muiioz Camargo, refiere asi los discursos de fos habitantes de Cholula: «Mirad a los ruines tlaxcaltecas, cobardes, mere- cedores de castigo: como se ven vencidos de los mexicanos, andan a buscar gentes advenedizas para su defensa, ¢Cémo os habéis trocado en tan breve tiempo, y os habéis sometido a gente tan barbara y advenediza, extranjera y en el mundo no conocida? Ibid., pags. 59-61. Las cursivas son nuestras 3 Tbid., pag. 81. ee 1, La muerte de los dioses 45 En cuanto a Moctezuma, a pesar de las dudas de algunos de sus consejetos, se decidié a recibir a los blancos como si fuesen dioses. Se dirige a su encuentro y les ofrece, en un signo de bienvenida, collares de flores y de oro. Luego pronuncia ante Cortés el extraot- dinatio discurso cuyo recuerdo conservan’ los informantes de Sa- hagtin: Sefior... Has arribado a tu ciudad: México, Aqui has venido a sentarte en tu solio, en tu trono... No, no es que yo suefio, no me levanto del suefio adormilado: no lo veo en suciios, no estoy sofiando... jEs que ya te he visto, es que ya he puesto mis ojos en tu rostro!... Como gue esto era lo que nos babian dejado dicho los reyes, los que tigieron, los que gobernaron tu ciudad: + Que habrias: de instalarte en tu asiento, en ta sitial, que habria de venir acd... Pues ahora se ha realizado: ya tti Iegaste, con gran fatiga, con afén viniste. Llega a la tierra: ven y descansa; toma posesién de tus casas reales: da reftigerio a tu cuerpo, iLlegad a vuestra tierra, sefiores nuestros! 4 jExtrafia conducta la de los dioses! Cuando los indios les ofre- cen oro, manifiestan una alegria desenfrenada: «Como si fueran monos, levantaban el oto, como que se sentaban en ademdn de gusto, como se les renovaba y se les iluminaba el corazdn» ”. Sa- quean el tesoro de Moctezuma, separan el oro de las joyas y de los escudos para fundirlo y repartirselo en lingotes*. Més tarde, du- tante la fiesta de Toaxcatl, sobreviene la masacre del templo. En- tonces se produce en el espiritu de los indios un cambio brutal; se tebelan, insultan y matan a Moctezuma™, y ponen cerco a los es- pafioles, por entonces Uamados popolocas, es decir, barbaros ®. % Ibid., pégs. 89-90. 7 Tbid., pag. 70. 8 Ibid, pags. 93-94. ® Con todo, las circunstancias de !a muerte de Moctezuma siguen siendo oscuras. Cf. Fernando Alva de Ixtlilxochitl, Obras bistdricas (Ibid, pdg. 127): «... Motecuhzoma viendo la determinacién de sus vasallos, se puso en una parte alta, y reprendidles; los cuales le trataron mal de palabras Ilamdndole de cobarde, y enemigo de su patria, y aun amenazdndole con las armas, en donde dicen que uno de ellos le tiré_una pedrada de lo cual murié, aunque dicen sus vasallos que los mismos espafioles lo mataron, y por las partes bajas Je metieron la espada.» También los informantes de Sahagin indican que, desde el momento de la Hegada de los espafioles, una parte de los mexicanos ya no obedecfan a Moctezuma: «Peto los principales a quienes mandaba esto, ya no le hacfan caso, sino que cstaban airados, ya no le tenian acatamiento. ya no estaban de su parte. Ya no era obedecido.» (Ibid., pag. 92.) Ibid., pdgs. 112-113. % Primera parte: El traumatismo de la conquista Se trata ahora de una guerra entre los indigenas y depredadores muy humanos. Los episodios se suceden: la Noche Triste, la_par- tida de los espafioles, la epidemia de la viruela“!, el retorno de los espafioles y el cerco de México. Los indios saben modificar su tac- tica en funcién del armamento europeo: «Pero los mexicanos, cuan- do vieron, cuando se dieron cuenta de que los tiros de cafién iban derechos, ya no caminaban-en linea recta, sino que iban de un rumbo a otto, haciendo zigzag; se hacfan a un lado y a otro. huian del frente. Y cuando vefan que iba a dispararse un cafién, se echa- ban por tierra, se tendfan, se apretaban a la tierra» *. Pero poco a poco los espafioles cobran ventaja. Los indigenas sacrifican a sus prisioneros y dejan expuestas al sol las cabezas de los blancos y las cabezas de los caballos“. Pero es en vano. Intentan entonces un tltimo expediente para salvar a la ciudad: Cuauhtemoc hace que su capitan, Otochtzin, se vista con el traje ritual que le convierte en «zecolote de Quetzal», y le entrega la jabalina mdgica del dios tribal Huitzilopochtli; si esta jabalina mata a algtin enemigo, seré la victoria“. Pero el plan fracasa nuevamente. Un ultimo presagio anuncia la caida inminente de Ia ciudad: una noche surgié una bola de fuego: «Se dejé ver, aparecié cual si viniera del cielo. Era como un remolino; se movfa haciendo giros, andaba haciendo espirales. iba como echando chispas, cual si restallaran brasas» *. Finalmente, Cuauhtemoc decide someterse a los espafioles; pero entonces, por una segunda inversién, en el momento en que aparecen como ven- cedores son calificados nuevamente como «dioses»: «jYa va el prin- cipe mds joven, Cuauhtemoc; ya va a entregarse a los espaiioles! iYa va a entregarse a los ‘‘dioses”!» * eke En los territorios mayas, la cualidad divina de los espafioles pa- rece menos admitida. Por ser mds exactos, hay un contraste muy © que contrapone en este punto a los quichés y cakchiqueles de 41 [bid., pag. 133: «Ya nadie podia andar, no més estaban acostados, ten- didos en su cama. No podia nadie moverse, no podfa volver el cuello, no podia hacer movimientos de cuerpo; no podia acostarse cara abajo, mi acos- tarse sobre la espalda, ni moverse de un lado a otro. Y cuando se movian algo, daban de gritos. A muchos dio la muerte la pegajosa. apelmazada, dura enfermedad de gtanos.» # Tbid., pags. 158-160. % Ibid., pag. 164. % Tbid., pig. 165. 1. La uerte de los dicses ay las altas tierras de Guatemala, por una parte, y los mayas propia- mente dichos del Yucatan, por otra. Los primeros consideraron a los tecién venides como dioses; los segundos, por el contrario, de- signaron a los espafioles con el término més banal de dzules, «ex- tranjeros» *; y como éstos, a diferencia de los mayas, comfan ano- nas, se les designd més prosaicamente todavia como «comedores de anonas» ®, ¢Cémo explicar este cdntraste entre los indios de Gua- temala y los del Yucatan? El simple desarrollo de Ios acontecimientos da cuenta, en buena medida, de tales diferencias. En efecto, la conquista de Guatemala, tealizada por Alvarado en 1524-1525, siguid de cerca a la caida de México y fue muy rapida. Es posible que ante la brutalidad del acontecimiento, los quichés y los cakchiqueles hayan caido en el mismo estupor que los aztecas. En cambio, la conquista del Yu- catén fue mds tardfa y mds lenta; emprendida por Montejo en 1527, sdlo se consuméd, y penosamente, en 1541. Por otra patte, los ma- yas del Yucatén habjan tenido ya ocasién de encontrar a hombres blancos varias veces. Desde 1511, con ocasién del naufragio de Valdivia, algunos espafioles habian ido a parar a la costa; fue en- tonces cuando los indios recogieron a Gonzalo de Guerrero y Jerd- nimo de Aguilar *. Después, la expedicién de Cérdoba en 1517, la de Grijalva en 1518 y la escala de Cortés en 1519 fueron otros con- tactos que, sin implicar consecuencias militares inmediatas, permi- tieron a los indios del Yucatén acostumbrarse a la rareza de los espafioles; tanto, que en los documentos mayas relativos a la Con- quista se borra el cardcter divino de los espaficles. tee Memorial de Sololé, Anales de los Cakchiqueles, editado por A. Recinos, del cual cita extractos Miguel Leén-Portilla en su antologia, El reverso de la Conquista, 2° ed., México, 1970. Cf. pég. 103: ° Lid. pag. 56. Me Pees. 36, 65. = ib , pig. 65. 2 Thid”, pig. 219. 1. La muerte de los dioses 61 Es solamente por causa del tiempo loco y por causa de los sacerdotes locos que {a tristeza ha entrado en nosotros, que ha entrado en nosotros el cristia. nismo. Porque los muy cristianos han venido aqu{ con el dios verdadero; pero fue el comienzo de nuestra miseria, el comienzo del tributo, el comienzo del ayuno, la causa de la miseria de la cual ha surgido la discordia oculta, el comienzo de fa expoliacién, el comienzo de la esclavitud por deudas, ef comienzo de las deudas colgadas a las espaldas, el comienzo de la disputa continua, el comienzo del suftimiento %. tee Hemos desctito el traumatismo sufrido por los indios a través de los textos, es decir, de un modo bastante empirico. Sin duda, ese traumatismo podria ser definido en términos més_rigurosa- mente psicoanaliticos. Los temas de la castracién del Sol, del aban- dono por el padre, del duelo y la soledad nos levan por esa via. Sin embargo, no podemos aventurarnos a seguirla, al menos en este estadio del trabajo, por dos razones. Por una parte, la aplica- cién de los métodos psicoanaliticos a la historia, a pesar de las in- vestigaciones actuales, se encuentra en un estadio embrionario, cu- yos tesultados son poco seguros. Por otra parte, una empresa semejante exigitia un andlisis més detallado de las estructuras men- tales propias de cada sociedad, cuando nosotros nos hemos limita- do a sobrevolar la literatura indigena relativa a la Conquista en dreas culturales muy alejadas, desde México al Peri. Por tanto, en este capitulo nos proponiamos solamente una especie de toma de contacto con el problema, un descentramiento mental indispensable para comprender la visién de los vencidos. Nos bastard, pues, por sl momento, haber evidenciado el hecho mismo del traumatismo, as{ como sus consecuencias. Los indios tienen la sensacién de que su cultura ha muerto y experimentan una frustraci6n particular, que sorresponde a una verdadera «desposesién del mundo». Este trau- natismo se perpetda durante el periodo colonial, y hasta nuestros dias, en la medida en que los indios contindan viviendo la domina- sién espafiola como un estado inferior de sentimiento y humillacién. % Ibid, pig. 56. (Bl subrayado es nuestro.) Capitulo 2 LA DANZA DE LA CONQUISTA El traumatismo de la Conquista extiende sus efectos hacia los indios del siglo xx y se encuentra profundamente inscrito en sus estructuras mentales, verdadera huella del pasado en el presente. Esta petsistencia en la memoria colectiva de un choque cuya anti- giiedad supeta los cuatrocientos afios resulta atestiguado por el folklore indigena actual. ¢Qué significa este fendmeno de supervi- vencia? '. Porque inchiso en nuestros dias, con ocasién de sus fiestas tra- dicionales, los indigenas reviven la Conquista espafiola. Cada afio, en Pert o en Bolivia, los campesinos se retinen en la plaza de la ciudad y representan la «Tragedia de la muerte de Atahualpa». En Guatemala, la manifestacién folllérica m&s popular es precisamente la «Danza de Ja Conquista». En México, obras como Ja «Danza de las plumas» o la «Gran Conquista» introducen nuevamente en la tepresentacién a Moctezuma, Cuauhtemoc y Cortés. ¢Qué valor his- tético debemos atribuir a este folklore? Resulta dificil establecer la fecha de las obras en cada caso especifico, porque se trata de tradiciones en principio orales, generalmente transcritas en el si- glo xix. Ademés, el folklore reine un material ecléctico, impreg- nado de influencias espafiolas. Con todo, es probable que la «Dan- ' Hemos presentado un primer esbozo de los datos utilizados en este capi- tulo en nuestro articulo: «La vision des vaincus: la Conquéte espagnole dans le folklore indigtne», Annales B.S.C., mayo-junio 1967, pags. 554-585. 63 Gt Primera parte: Ei traumatismo de la conquista za de la Conquista» (en sentido amplio) se remonte a una época cercana a los acontecimientos, pues el tema estd ejemplificado por el teatro indigena desde el siglo xv1?. Pero gen qué medida da testimonio de una continuidad el folklore actual? Si comparamos las danzas actuales y las crénicas, comprobamos a la vez convergencias y divergencias. No es sorprendente que he- chos histéricos tan lejanos aparezcan hoy deformados; pero ¢son deformaciones arbitrarias? ¢Provienen de la pura fantasia? O, al contrario, gobedecen a una cierta Iégica? Y ¢ecudl es esa légica? éPor qué tal reinterpretacién y no otra? Por ejemplo, equé suefio de compensacién, qué ilusién de revancha expresa el indio cuando representa el papel de Moctezuma perdonando a Cortés, o el de Pizarro castigado por el rey de Espafia? Y, en definitiva, gpor qué esta necesidad de recordar la derrota cuatro siglos después? EI folklore, pasado que vive en el presente, constituye una fuente para el estudio de las permanencias inscritas en la psicologia colectiva. Intentamos poner en prdctica un expetimento: proceder pot andlisis regresivo desde el presente al pasado, y, a través del ‘olklore actual, remontarnos hasta la significacién de la Conquista pata los indios. Debemos, sin embargo, distinguir dos aspectos di- ferentes del problema: 1° ¢Refleja el floklore actual, aun cuando sea parcialmente, las reacciones indigenas del siglo xvi? 2° La deformacién de la historia en el folklore edepende de reglas Iégicas? En otros términos, las «Danzas de la Conquista» de los Andes, de Guatemala y de México, es decir, de zonas muy alejadas entre s{, gpresentan cierta unidad estructural? Estas dos cuestiones conducen a utilizar un método en apatien- cia poco ortodoxo: la etitica histérica ha de comprobar la auten- ticidad de las tradiciones folkléticas; el andlisis estructural debe descubrir la coherencia interna del material estudiado >. Ciertamen- ? Cf. Bartolomé de las Casas: «Tenfan todas las gentes... muchas maneras de bailes y cantares... todos al son de sus instrumentos musicales cantaban unos y respondian otros, como los nuestros suelen hacer en Espafia. Lo que en sus cantares pronunciaban era recontar los hechos y riquezas, y sefiorfos, y paz, y gobierno de sus antepasados, la vida que tenian antes que viniesen los cristianos, la venida dellos, y cémo en sus tiertas violentamente entraron... la ferocidad de los caballos... y de los perros...» (Apologética historia, Biblioteca de Autores Espafioles, tomo CVI, editado por Juan Pérez de Tudela Bueso, Madrid, 1958, pag. 370.) 3 Podemos preguntarnos en qué medida es aplicable ¢l andlisis estructural al folklore, que plantea problemas particulares y difiere de la mitologia por su naturaleza y pot su funcién en la sociedad. Pero aun sin asimilar folklore =: ela tropa de los «Incas» por las calles de Oruro. Fig. 1 peslile Godeado de soldados espatioles. nla plaza del Socavon. En primer plano, Cristobal Fig. 2.—Llegada ¢ Colon pertanda la bandera espafola. Tol . 2 NR FALL OF CIAL ALAS Fig. 3.—Danzas preliminares en la plaza del Socavén. En prineer plano, Cristobal Colon; detras de &, Pizarro, 7 Fig. 4.—Danzas_preliminares. De izquierda a derecha, Atahualpa, Primo Inca y Huascar Inca. Fig. 6—E! chasqui anuncia la llegada de los espafioles. Fig. 7.—Reaccién de Atabualpa al anuncio de |! paiioles. Wei Fig. 8.—Pizarro. Fig. 10.—Huascar Inca y el mensaje de Almagro. Fig. 12.—Atabualpa ojea la Biblia y la arroja a tierra. Fig. 14.—Pizarro declara la guerra. Fig 16.—Continuacion de la batalla. — a Fig. 15.—Privera batella entre los espatiole, : = ¢ a” Sy Primo Inca. Batalla general. Fig. 17. Pizarro captura a Atabualpa. Fig. 18. Fig. 20.—Pizarro, entre los vencidos, Fig. 21—Atabualpa hecho prisionero: «Abora soy tu esclavo.» Fig. 22.—Ejecucién de Atahualpa Fig, 23.—Mues! le Atahualpa. Fig. 25—Fl canto de las itustas. ae Fig. 26—Atahbualpa es Uevado por los Incas. Fig. 28.—Pizarro, condenado a su ver. Vig. 29.—Después de la representacion: en el centro, Cristébal Co- lén rodeado por los soldados espaiioles y los Incas. Fig. 30.—Atabualpa, rodeado por Primo Inca y Huascar Inca. Pig. 32.—Oracién a la Virgen del Socavén. MARIA EUGENIA TONELLQ La danza de la conquista 65 te, nos arriesgamos a desembocar en conclusiones abusivas, desli- zéndonos desde un tipo de demostracién al otro; pero sdlo pre- tendemos elaborar una problemética y esbozar hipdtesis de trabajo. I. Atahualpa La muerte de Atabualpa, el tiltimo inca, ejecutado en 1533 por orden de Pizarro, constituye un tema poético y coreogréfico muy extendido entre los indios de Peni y Bolivia. La geografia de estas manifestaciones folkléricas se conoce mal todavia, pero va han sido recogidas diversas variantes v se ha podido identificar un ciclo muy antigue, que data sin duda del sigto xvi, Un texto muy completo, redactado en Chayanta en 187i, ha sido publicado por Jestis Lara en 1957, quien considera que nos hallamos en pre- sencia de una obra auténticamente indigena, compuesta en un que- chua arcaico v cuya estructura recuerda incluso cl teatro preco- lombino *, Orra variante, bilingiie. pero relacionada con el mismo ciclo, ha sido recogida en Oruro en 1942 y publicada por C. HL Bal- mori en 1955 °. Disponemos también de una descripcién derallada, hecha por Mario Unzueta cn su novela Valle; se trata de la danza de Toco’. y mitologia, en una primera aproximacién podemos considerar que se trata en ambos casos de un lenguaje, creacidn colectiva y andénima de la sociedad (Cf. igualmente, a propésito de los cuentos populares, las abservaciones de Ch. Lévi-Strauss en: «La structure et la forme. Reflexions sur un ouvrage de Vladimir Propp», Cahiers de ’ISEA, 1960.) “ Nicolds de Martinez Arzanz y Vela, Historia de la Villa Imperial de Potosi (redactado al comienzo del siglo xvis, tomando como base crénicas det siglo xvi}. EY autor describe las fiestas dadas en Potosi en 1555; se repre- sentaron ocho «comediase: «...Fue la una el origen de ios Monarcas Ingas del Peri... La segunda fue los triunfos de Guayna Capac, undécimo Inga del Peri... Fue la tercera de las tragedias la de Cusi Guascar, duodécimo Inga del Peri. La cuarta fue la ruina del Imperio Ingal: representése en ella Ta Entrada de los Espafioles al Peru, prisin injusta que hicieron de Atahuallpa: los presagios y admirables sefiales que en el Cielo y Aire se vieron antes que le quitasen la vida; tiranias y ldstimas que ejecutaron los espafoles a los indios; 12 maquina de oro y plata que ofrecié porque no le quitasen la vida, y muerte que le dieron en Cajamarca...» 5 Este es el motivo de que comencemos con el andlisis de esta obra: Tra zedia del fin de Atawallpa, traduccién e introduccién por Jesds Lara, Cocha oamba, 1957. El autor concluye en su introduccién: «En resumen, no ¢s im- probable que este wazka hubiese sido compuesto en los primeros afios de la Conquista por algiin amauta que hubo sobrevivido a la catéstrofer (pag. 59), $ La Conquista de los espenoles, drama indigena bilingiie quechua-castellano, taduccién ¢ introduccién por Clemente Hernando Balmori, Tucumdn, 1955. 7 Mario Unzueta, Valle, Cochabamba, 1945, cf. el capitulo «La fiesta del ieior de Kanata», pags. 132-146. oo Primera parte: El traumatismo de la conquisca La representacién coincide con una fiesta cristiana; en Oruro, en honor de la Virgen del Socavén y durante el carnaval, desde la mafiana del domingo hasta la del lunes; en Toco, durante la fiesta del Espiritu Santo, desde el dia 1 al 3 de junio. Seguin la descrip- cién de Mario Unzueta, la danza es ejecutada en la plaza central, en medio de una multitud de espectadores, que son mantenidos a dis- tancia por dos jévenes portadores de mdscaras diabdlicas y arma- dos con tridentes. El acompafiamiento musical se ejecuta por medio de instrumentos indigenas, flautas y tamboriles. Los actores se divi- den en dos grupos; a un lado, los indios, y a una veintena de metros, los espafioles. Las fiwstas, ptincesas indias, que forman el coro, Nevan trajes blancos y bordados, asi como una corona de papel dorado; para destacar su prestigio, llevan gafas de sol; en Oruro llevan ademas paraguas. EI Inca, vestido con més o menos fan- tasla, tiene por atributo un bastén adornado con trenzas de lana roja, mediante el cual golpea una placa metédlica al comienzo de la tepresentacién,; en Oruro lleva una especie de hacha cuya forma tecuetda los dibujos de Poma de Ayala. El adivino Huaylla Huisa s€ encuentta constantemente acompafiado por un indio revestido con una piel de oso; en Oruro se menciona a un perro. Frente a ellos, los indios que hacen el papel de espafioles se cubren con cascos semejantes a los del tiempo de la Conquista, con corazas del tiempo de la Independencia o, simplemente, con uniformes del ejército actual; estén armados con sables, bastones y fusiles de caza Resumimos el drama segtin la variante de Chayanta, Ja més rica y expresiva de la visién indigena: La accién comienza con el anuncio de una amenaza, Atahualpa refiere a las tustas un suefio que le ha inquietado: durante dos noches seguidas ha visto al Sol, su padte, velado por un humo negro, mientras que el cielo y fas mon- tafias flameaban como el plumaje del pillku3; una buaca? le anenciaba un acontecimiento inaudito: la Megada de guerreros vestidos de hierto, venidos para destruir su reino. La princesa Qhora Chinpe le sugiete pedit al gran sacerdote que interprete su suefio: si se confirma el presagio funesto, debc reunir @ sus guerreros para rechazar a los invasores Atahualpa ordena entonces al adivino Huaylla Huisa que vaya a dormir en su habitacién de oro para interpretar el suefio, Mientras tanto el Inca evoca a sus antepasados: Manco Capac, hijo del Sol, y Viracocha, que por primera vez anuncié fa venida de los hombres barbudos. Jura derramar lagos de sangte para rechazar a los enemigos. Huaylla Huisa, a su vuelta, confirma el peligro: ha_sofiado que venian hombres barbudes por el mar, sobre barcos Be Bicrro. El Inca Je ordena entoncer que vaya a ‘cactutar el horvonte, os 8 Se trata de un pajaro de plumaje rojo (Jorge Lira, Diccionario kkechuwa- espafiol, Tucuman, 1945, pdg. 752). % Lugar sagrado, {dolo, etc. 2. La danza de la conquista 67 compafifa del oso. El adivino mira a lo lejos en todas direcciones, pero nada descubre y decide dormirse de nuevo. Interviene entonces el coro, que anun- cia la Megada de los enemigos (por mar). Se suceden episodios complejos: Husylla Huisa, diffcilmente despertado del suefio, vuelve a dormirse. Le des- pierta segunda vez, y con mayor dificultad todavia, Kishkis (después de tres esfuerzos vanos del coro, de Sairi Tupaj y de Challkuchima), El adivino confirma la Megada de los hombres barbudos y [os describe minuciosamente, expresando a la vez su tertor y su estupefaccién. Pero el Inca tiene todavia esperanza. En la segunda parte del drama se celebran encuentros preliminares entre indios y espafioles. Una primera entrevista retine a Huaylla Huisa y 2 Almagro, E] sacerdote pregunta a este tiltimo por qué invaden el pais los hombres rojos y barbudos. Como respuesta, Almagro sdlo mueve los labios» , Felipillo traduce estas palabras silenciosas y declata que los espafioles, enviados por el Sefior mds poderoso de Ia tierra, han venido en busca de oro y plata. Aparece entonces el padre Valverde, que le interrumpe: los espaiioles vienen para dar a conocer al verdadero Dios. Finalmente, Almagro entrega al adivino una carta para_el Inca. Entonces se desarrolla una larga serie de episodios, cuyo tema tnico es la estupefaccién y la incomprensién de los indios ante ia misteriosa Quiché Worando, atetrado, quien declara transmitir todo el mando a Tecum. [as Malinches cantan para reconfortar al vielo rey, Ea representacién pasa de nuevo a Xelajti: Tecum refiete un sucho inquie. tante, Una paloma estaba al mando de los espafioles y vencia a su ejército: él mismo se ha visto Nevado tres veces por los aires, fas tes veces ha caido. y su corazén se ha escindido en dos partes sangrantes. A pesar de este funesns Presagio, Tecum conduce a sus guetreros al combate. EI drama alcanza entonces sti Paroxisma: la batalla se deserrolla en ei ano de Pinal, y la tierra estd ya roja de sangre. Tecum se aflige. Ya ha in- tentado dos veces su vuelo; intenta cortar la cabeza de Alvarado, pero sdlo consigue derribar a su caballo. Es entonces cuando Alvarado mata a Tecum. Repentinamente se produce un «golpe escénicon, y toda la atmésfera cambia: Zunum, sucesor de Tecum, detiene el combate, decide recibir el bautismo, y todos los indios siguen su ejemplo. EI cuerpo de Tecum es enterrado en la montafia, y las Malinches Woran por la sangre vertide, Desde Utatlin, el rey Quiché envia a los j6venes principes a Alvarado Para anunciarle que desea convertirse. Alvatado acoge amablemente a los men- sajeros, les ruega que tomen asiento ¢ intenta incluso retenerios. Los espafioles se dirigen en seguida a Utatlin, donde el rey Quiché les recibe con humildad, declardndose vasallo del rey de Espafia y contando que se le aparecié el Es- La estructura de la «Danza de la Conquista» parece mds com- Pleja que Ia de la «Tragedia de Atahualpa», Volvemos a encontrar el tema de los suefios Premonitorios (compartido por Quiché y Tecum) y el episodio de las entrevistas preliminares (en especial, entre el brujo y los embajadores); asimismo, la muerte del héroe indfgena coincide con el momento culminante del drama. Pero, paraddjicamente, los indios y los espafioles confraternizan en se. guida, y el desenlace glorifica a la religién cristiana. En el instante de la muerte de Tecum se produce una especie de distorsién: todo sucede entonces como si empezase otra obra. De hecho, la ultima parte recuerda de modo notable la danza «Moros y cristianos», que celebra Ja victoria de los cristianos sobre los infieles, introducida por los espaficles poco después de la Conquista®, Sin embargo, las dos tradiciones no se encuentran arbitrariamente yuxtapuestas: testdndole a flechazos / Que mis dioses son mejores / Que ese su sacrificado / Que son de metal muy fino / No como el suyo de palo / Y que ese rey que me dice / Que se intitula Don Carlos / No tiene que ver conmigo / Ni con ningtin mi vasallo / Que sin duda es algtin loco / Que estaré ahora delirando,» * R. Ricard: «Contribution a T’études des fétes ‘Moros y Cristianos’ au Mexique», Journal de la Société des Américanistes, XXTV, 1932, pags. 51-84. 2. La danza de ia conquista 7 ja «Danza de la Conquista», a pesar de su aparente heterogeneidad, constituye un conjunto dotado de coherencia. Consideremos, por ejemplo, un simple detalle: en la primera mitad de la obra, Tecum recibe a los embajadores de Alvarado con desprecio, no les permite sentarse y les expulsa violentamente; en la segunda mitad de la obra se repite ¢] mismo tema, aunque invertido: Alvarado recibe con afabilidad a los embajadores de Quiché, les ofrece espontdnea- mente asiento y luego intenta retencrlos. ¢Estarén dominacos por una Iégica interna los episodios de esta danza? Antes de proseguir con nuestro andlisis, debemos detenernos en una dificultad; a pesar de los indicios hasta aqui revelados, las influencias espafiolas son de tal modo evidentes que podemos dudar de la autenticidad del fondo indio y, en definitiva, de que se justi- fique su comparacién con el folklore andino. Este es el motivo de que -—como en el caso de la «Tragedia de Atahualpa»— debamos recurrir a referencias histéricas, investigando en qué medida con- serva el folklore guatemalteco las tradiciones atestiguadas por las crénicas indigenas. Ahora bien, encontramos en los Titulos de la Casa Ixquin Nehaih® la descripcién de la batalla entre Tecum Uman y Alvarado: Y ef capitan Tecum, antes de salir de su pueblo y delante de los caciques, mostré su valor y su 4nimo y luego se puso alas con que volaba y pot los dos brazos y piernas venia Ileno de plumeria y trafa puesta una corona, y cn los pechos traia una esmetalda muy grande que parecia espejo, y otra trafa en la frente y otra en la espalda. Venia muy galan. E] cual capitén volaba como aguila, era gran principal y gran nagual... Y luego cl capitén Tecum alzé el vuelo, que venia hecho dguila, leno de plumas que nacian de sf mismo, no eran postizas... El cual capitin Tecum venja de intento a matar al Tunaditi que venia a caballo y le dio al caballo por darle al Adelantado y le quité ta cabeza al caballo con una lanza. No era la lanza de hierro sino de espejuelos y por encanto hizo esto este capitén. Y como vido que no habia muerto el Adelantado sino el caballo, tornd a alzar el vuelo para arriba, para desde alli venir a matar al Adelantado. En- tonces el Adelantado lo aguardé con su lanza y lo atraves6 por el medie a este capitan Tecum 2. Comprobamos que el relato de los Titulos y 1a «Danza de la Conquista» describen exactamente el mismo episodio. Tecum lucha cubierto de plumas, encarnando un 4guila®; en el curso de la ba- 31 Titulos de la Casa Ixquin Nebaib en Crénicas indigenas de Guatemala, editado por A. Recinos, Guatemala, 1957, Este documento ha sido redactado, en quiché, a partir de la primera mitad del siglo xvi. Pero sélo subsiste una traduccién espafiola de comienzos del siglo xvi, 2 Tbid., pigs. 271-272. 3) Recotdemos que el actor encargado de representar a Tecum lleva un aderezo y mdscaras adornados pot un quetzal. 78 Primera parte: El traumatismo de la conquista talla se eleva dos veces y mata al caballo de Alvarado ™; finalmente, muere, después de volar por segunda vez, alcanzado por un lan. zazo. Ademés, encontramos en la pieza dramética otro tema caracterfstico: el de la locura. Durante su entrevista con los embaja- dores, Tecum considera varias veces como «loco delirantes al Ila- mado Don Carlos; el episodio podria parecer simplemente una cu- riosidad; pero recordemos que, de acuerdo con el Chilam Balam, la desdicha ha entrado en el mundo precisamente por causa de la locura de los espafioles*, El folklore guatemalteco conserva, pues, al menos parcialmente, la tradicién indigena telativa a la Con. quista, Pero gcémo se ha integrado la aportacién espafiola? Compare- mos el folklore andino y el folklore guatemalteco; en este tltimo, la fusidn de las tradiciones india y espafiola transforma la distri. bucidn de los personajes e invierte el mensaje de la obra. La «Tra- gedia de Atahualpa» tenia dos protagonistas: el Inca y Pizarro: Ja «Danza de la Conquista» no tiene dos, sino tres personajes prin- cipales: el rey Quiché (Quecab), Tecum Uman y Alvarado. Ahora bien, la introduccién de Quecab en la obta constituye un anacro- nismo, porque reiné en la segunda mitad del siglo xv, y no en el momento de la Conquista. ¢A qué viene esta adicién? Todo sucede como si la funcidn del jefe indigena se desdoblase en dos perso- najes opuestos: el viejo rey Quiché, aterrado ante la Ilegada de los espafioles, se somete, recibe el bautismo, se teconcilia con Alva- tado y sobrevive, mientras que el joven rey Tecum confia en su ejército, ditige el combate contra Jos espafioles, rehisa el bautismo y muere. Estos dos papeles, simétricos € inversos, introducen en la obra dos significaciones contradictorias: Tecum expresa la disyuncién entre indios y espafioles, mientras Quiché encatna la conjuncién Pero ef primer significado desaparece con la muerte de Tecum, y el segundo triunfa con la conversién de Quiché, La transformacién del mensaje * modifica también el desarrollo de la accién. Ciertos temas muy importantes en la tragedia de Atahualpa aparecen aqui sélo esfumados. Por ejemplo, la rareza * La danza menciona Ia muerte del caballo, pero prescinde del hecho de que, para Tecum, caballero y montura constitaian un solo ser. Es de hacer notar que el Chilam Balam expresa las reacciones de los mayas del Yucatan, mientras la «Danza de la Conquista», en el actual ejemplo, pertenece al folklore de los mayas quichés, % Atabualpa se somete a Pizarro y acepta datle todo el oro que pide. Por otra parte, el rey de Espafia interviene para vengarlo. Pero Atahualpa rehusa el bautismo, y su muerte destruye Ja armonia de! mundo: nunca podria inter pretarse Ja obra andina como una reconciliacién entre indios y espafioles y como una glorificacién del cristianismo. 2. La danza de la conquista nD de los espafioles tinicamente se expresa dos veces y de modo muy breve: Quiché teme el tayo de los «hijos del Sol», y los dos jovenes ptincipes se asombran ante el «extrafio rostro» de los em- bajadores. Pero el didlogo con éstos se establece sin dificultad; des- aparece el tema de la incomprensién. Queda una sola huella; por un instante, los embajadores dudan de que Ajiz pueda transmitir su mensaje a Tecum: «Escucha, si eres capaz; ve ¥ di a tu rey que queremos hablarle» *. Pero Ajiz desempefia perfectamente su papel de intermediario. El lenguaje y Ja accién preparan asf la con- juncién final; en el desenlace la experiencia mesidnica expresada en el folklore andino se halla excluida; todo termina con loas a la Virgen Maria. Entre la «Tragedia de Atahualpa» y la «Danza de Ja Conquista» existe un conjunto de correlaciones y de oposiciones que Tesumimos en el cuadro I, en la pagina siguiente. Tengamos en cuenta, sin embargo, que hoy dia el mensaje ex- plicito de la obra puede no ser percibido como tal. Los indios ac- tuales lo interpretan més como homenaje a la heroica resistencia de Tecum que como glorificacién del cristianismo y de Alvarado. Francisco Javier Garcia, el tinico «maestro» que ha logrado impri- mir su manuscrito, traduce este sentimiento: Volvamos sobre aquello que no parecia ser sino un detalle: la oposicién entre la maldicién de Cuauhtemoc y el perdda de Cor- tés. Hl tema evoca otros episodios cuyo sentido se enriquece en un contexto mds amplio: 1° Atahualpa, jefe indio, suplica a Pizarro por su vida; pero éste lo mata y recibe su maldicién. A la inversa, Cortés, conquis- tador espafiol, desea Ia muerte, pero Moctezuma se apiada de él y decide perdonarle. En otros términos, en el plano del folklore, T se sitda aqui en una relacién de transformacién con IV (como era también el caso de III, pero sobre otto eje). Desde el punto de vista de las relaciones con la historia, I permanece fiel a la tradicién peruana (Atahualpa ofrece su oro pata salvarse la vida), mientras que IV transforma en su opuesto la tradicién mexicana. 2° Atahualpa es Iorado por los indios después de muerto, y alabado por el rey de Espafia; es decir, bendecido por los unos € implicitamente perdonado por el otro. Tecum, de modo andlogo, recibe una sepultura gloriosa; es decir, un perdén simbélico (mien- tras que Cortés, efectivamente perdonado, conoce una muerte sim- dlica), 3.° Pizarro (I), as{ como Cuauhtemoc (III) mueren malditos. 4° Quiché (IT) y Moctezuma (en III) sobreviven y van al paraiso; lo mismo sucede con Cortés (en III). Las dos oposiciones: vida/muerte y perdén (o bendicién/mal- dicién) retinen asi todos los protagonistas de las cuatro obras, en un sistema donde se encuentran realizadas todas las posibilidades *: Espafiol: + /Indio: — Vida: +- /Muerte: Perdén: + /Mal- dic % Respecto a Moctezuma en IV, el parafso no resulta evocado, puesto que Do S¢ convierte; Io cual no impide que aparezca como «triunfante> en el deo. enlace. 2. La danza de la conquista 87 Las correlaciones precedentes sdlo conciernen al destino de los actores. Pero, en términos més generales, los actores y la accién constituyen un lenguaje por medio del cual se transmite un mensaje. Comparemos, entonces, las cuatro obras desde el punto de vista de su significado; hemos visto que todas ejemplifican una conjuncidn en- tre indios y espafioles, excepto I, que expresa una disyuncién; y que todas demuestran la superioridad espaficla, excepto IV, que expresa una supetiotidad india. Surge asi un sistema cuyas combinaciones tesultan agrupadas en el cuadro siguiente *: Conjuncién: + /disyuncién: — Superioridad indigena: + / superioridad espafiola: — El cuadro anterior confirma que las cuatro obras pueden ser Teagrupadas por parejas: 1.° Las dos obras centrales (II y III) se relacionan con-un ciclo andlogo, fuertemente influenciado por la danza «Moros y cristianos» ®. 2.° Las dos obras externas (I y IV), las mds auténticamente indigenas en definitiva, tienen sentidos exacta- mente opuestos. Nos vemos, pues, Ilevados a comparar directamente las danzas ly IV, en apariencia las mds alejadas. Sin embargo, son ellas las que presentan con mds nitidez la serie de temas: suefios premoni- torios, encuentros preliminares, conflicto central. gSe trata de una coincidencia? Tomemos como hilo conductor un extrafio episodio de la «Danza de las Plumas». Al comienzo de la accién, Moctezuma habla en suefios con Cortés. Luego, el verdadero. Cortés penetra en el palacio (por tres veces); los espafioles hablan entonces entre ellos; a continuacién, Cortés se ditige a Moctezuma, que duerme. Indios y espafioles se encuentran asi simulténeamente en el mismo *® Scfialemos aqut una dificultad: el cuadro de los «mensajes» sélo contiene tres combinaciones de las cuatro posibles; en efecto, falta el tipo que combinaria Ja disyuncién (—)} y la superioridad india (+). Pero recordemos, en este senti- do, que sélo hemos analizado aqui una muestra muy reducida del folklore indi. gena: no podrfamos excluir Ja existencia de una obra que correspondiese a esta cuarta posibilidad. Por otra parte, hagamos notar también que la combinacién a la cual aludimos estd incipientemente dibujada en la obra I (Tragedia de Ata. bualpa), en la medida en que ésta insintia el tema mesidnico, es degir, la espe- ranza de una revancha indigena. Agradecemos a Cl. Lévi-Strauss las observacio- nes que ha tenido la amabilidad de hacetnos acerca de este punto. Vemos que en este caso particular coinciden la explicacién estructural y la explicacién histérica. 88 Primera parte: E} traumatismo de la conquista lugar; toman la palabra sucesivamente, pero sin verse; 0 cuando se ven es a través del suefic de Moctezuma. Paraddjicamente, hay didlogo, pero ausencia de encuentro (salvo en suefios). ¢Por qué? Recordemos que en la «Tragedia de Atahualpa» bay encuentro, pero ausencia de didlogo (Pirarro, ante ¢: Inca, se limita a mover los labios *. Dicho de otro modo, la disyuncién real de I se trans- forma, en IV, en conjuncién imaginaria; TV aparece como el in- verso onirico de I. De hecho, si llevamos el andlisis a los detalles, comprobaremos que ambas obras, para transmitir mensajes opuestos, utilizan exactamente el mismo léxico, pero con términos invertidos punto por punto. CUADRO III (2) Tragedia de a) Atahualpa resiste; Atahualpa Encuentros preliminates oftece su oro (pre- (reales, pero sin didlogo) | sionado); rehnisa bautizarse Moctezuma_ resis- te; oftece su oro (espontdneamente); tehiisa bautizarse Danza de las Encuentros preliminares (didlogo, pero encuentros imaginarios) (6) Pizarro mata a Atahualpa Pizarro vence (4) a Atahualpa | Atahualpa (victoria prisionero espafiola) Moctezuma vence a Cortés | “OT" (victoria india}| Prisionero (8) disyuncién real; superioridad espanola Muerte sim- ae a fue Mensaje: conjuncién imaginaria; belies ‘de Mensaje: conjunc 5! Mas exactamente, si considetamos los encuentros preliminares, se trataba de Almagro y de Huaylla Huisa, 0 de Pizarto y Sayri Tupac, 2. La danza de Ja conquista 89 Las relaciones arriba expuestas pueden aun expresarse de otra manera, En efecto, el mensaje de la «Tragedia de Atahualpa» im- plica una prolongacién mesidnica; se espera, efectivamente, el retor- no del Inca; una victoria indigena resulta proyectada al futuro, como una posibilidad. La «Danza de las Plumas» ilustra también un suefio de revancha, pero representado solamente sobre el esce- nario teatral, retrotraido a un pasado imaginario, La esperanza mesidnica de I se transforma, pata IV, en compensacidn fantas- matica: Porvenir : + / pasado : — Real : + / imaginario : — Suefios, profecias (presencia: + / ausencia : — Resistencia : + / temor : — Encuentros preliminares (presen- cia: + / ausenci Incomprensién ; — / didlogo ; + Conversion del jefe indio: + / no conversién : — Muere el jefe indio — / sobrevive: + Muere el conquistador espafiol : ~~ / sobrevive : + Mensaje: Conjuncién ; + / Disyuncién : — Dominacién india: + dominacién espafiola : — Esperanza mesidnica: + / Toas a la Virgen : — ” Primera parte: El traumatismo de la conquista Podemos, entonces, concluir diciendo que la «Danza de las Plumas» (IV) constituye una especie de eco de la tragedia de Atahualpa (I), pero siméttico e inverso. Entre estos dos polos, las obras centrales (II y III) representan escalones intermedios, Las cuatro obras se encuentran dentro de un conjunto coherente de co- trelaciones y oposiciones *, que comprendia el cuadro precedente ®, eee ¢Cudles son los resultados obtenidos? Podemos ahora responder a las cuestiones planteadas al comienzo del capitulo: 1° El folklore conserva, efectivamente, el recuerdo de las reacciones indigenas en el momento de la Conquista. Sin embargo, lo hace con una fidelidad variable; una especie de graduacién con- duce desde el folklore andino al folklore mexicano, pasando de una fidelidad histérica fuerte a una fidelidad histérica débil. % Hemos dado sélo dos ejemplos mexicanos para no complicar en exceso el andlisis. Citemos, a titulo de ilustracién, un tercet ejemplo. Se trata de la «Dan. za de la Conquista» recogida en 1943 en Juchitlan (Jalisco), y cuyo texto (espa: fiol) esté publicado en el Anwario de la Sociedad folklérica de México (1943, pa- ginas 199-186). Al comienzo de la representacién, un indigena (acompaiiado por un negro) anuncia al «Monarca» Ja Iegada de los espafioles (hombres horribles, tan altos como pinos y cuyas manos lanzan fuego). Cortés envia a Alvarado coma embajador, para intimar Ia conversién de! monarca al cristianismo. Negativa de los indios. E] monarea envfa, por su parte, al rey de Tlaxcala como embajador: oftece oro y plata a cambio de la partida de los espatioles. Ante Cortés, cl rey de Tlaxcala pronuncia una de sus réplicas en nahuatl: incomprensidn por parte de los espafioles, que finalmente le expulsan. Nueva embajada de Alvarado (que amenaza) seguida de la embajada de Chimal, a quien e! monarca confia una carte para Cortés: ha decidido hacer La guerra. Chimal entrega Ja carta a Cortés (que Parece comprenderla) y los espaiioles lo expulsan. Sigue el episodio de la adhe si6n de Malinizi. La guerra Mega en seguida, y los indios son vencidos. Ei mo- narca y sus vasallos se convierten, los espafioles y los indios se reconcilian. La obra termina con alabanzas a Ja Virgen. Vemos que esta danza forma parte del grupo intermedio (conjuncién, dominacién espaiiola), Iégicamente el més tico en variantes. El personaje del jefe indio no esté aqui desdoblado, sino que aparece mds bien difuso y colectivo (el monarca y los reyes vasallos). En el primer mo- mento intentan resistir, luego se someten y se convierten. Existe, sin embargo, una huella de incomprensin (en la embajada del rey de Tlaxcala) y, sobre todo, el episodio invertido (respecto de la «Tragedia de Atahualpa») de la carta del monarca a Cortés. Afiadamos que esta obra presenta bien definidos los temas del anuncio de la Megada de los espafioles y de los encuentros preliminares, te- mas prdcticamente ausentes en la «Danza de la Gran Conquista» (es decir, el otro ejemplo mexicano del grupo intermedio). ® Expresamos con el signo (—) Ja muerte simbélica de Cortés, y con el sig- pe (+) la tansformacién de la esperanza mesidnica en compensacién fantas- tica. 2. La danza de la conquista a 2° Pero la deformacién de los hechos histéricos respeta una cierta Idgica. Tales eventos constituyen la materia utilizada por el pensamiento indigena para producir un folklore cuyas manifesta- ciones, aunque diversas, forman un conjunto ccherente, Desde los Andes a México, una estructura comin ordena los temas de la «Danza de la Conquista». 3° Se ha impuesto otra conclusién en el curso de! analisis: el mensaje explicito del folklore no siempre resulta percibido como tal por los indigenas de hoy. Hay un corte entre la superestructura ideolégica y la praxis, por donde se deslizan significados nuevos. Sin embargo, estos resultados plantean a su vez nuevos proble- mas. ¢Cémo se relacionan? ¢Cémo se articulan las determinaciones histéricas y Jas estructuras felieléricas? ePor qué se distribuye el orden Idgico de tal manera que en unos lugares se conserva fiel- mente el pasado, mientras en otros se transforma pot completo? En definitiva, gpor qué el folklore mexicano, eco invertido del folklore andino, resulta ser al mismo tiempo el més alejado de la historia? *, Durante el petiodo colonial, los movimientos mesidni- cos son, por asi decirlo, constantes en los Andes, y casi inexistentes en México; existe una relacién entre este contraste histérico y las oposiciones expresadas en el folklore? En este estadio del anilisis, el folklore reenvia a la historia, a la antropologia, incluso al psico- anélisis. En efecto, las supetvivencias precolombinas, el traumatismo de la Conquista, las modalidades de la evangelizacién, las dife- tencias sociales, la extensién del mestizaje, la situacién de los indios, sus rebeliones y los fenémenos de aculturacién han modela- do de modo diferente el folklore y la memoria colectiva (por més que estas diferencias respeten una ldgica inconsciente). La pre- sencia o la ausencia de movimientos mesidnicos depende de multiples factores: religiosos, politicos, sociales y econdmicos, asi como del juego global de sus relaciones y evolucién. Al terminar este primer andlisis, nos hallamos ante el conjunto de la sociedad colonial, eee 4 Al menos en cuanto concietne al tema de la «Danza de la Conquista», y con las debidas teservas respecto de otras observaciones. A omearires sy 92 Primera parte: El traumatismo de la conquista Las fuentes propiamente indigenas han puesto de manifiesto un doble fendmeno: a la vez una ruptura (provocada por el acon- tecimiento de origen externo que es la Iegada de los blancos) y una continuidad (la permanencia del traumatismo de la Conquis- ta). En el estado actual de los conocimientos es imposible abarcar la historia de todas las sociedades indigenas desde el siglo xv has- ta el siglo xx. Pero desde ahora importa tetener una conclusién esen- cial: la memoria colectiva de los indios recrea el recuerdo del pa- sado al mismo tiempo que lo consetva. Ahora bien, una légica estructural ordena esta recuperacién y reinterpretacién de los he- chos histéricos (sean cuales fueren sus diversas modalidades), Sin que tesulte necesario entrar en el detalle de las explicaciones psi- coanaliticas, este trabajo de reconstruccién del pasado aparece como una compensacién, 0 como una reaccién, al traumatismo de la Conquista. Trabajo significa también obra de una actividad rees- tructutante, a nivel de Jas mentalidades, en respuesta a una situa. cién vivida, y revivida, como catdstrofe colectiva, Estos resultados permiten precisar Ja problemética que inspi- rard lo siguiente de nuestro estudio. En definitiva, el traumatismo de la Conquista ejemplifica el juego de las estructuras y de [a pra- xis, pero al nivel de lo imaginario (y, en consecuencia, del aconte- cimiento). Este mundo imaginario constituye, a su manera, una realidad. Pero la historia concreta implica también otros y milti- ples niveles: econémicos, sociales, politicos, etc. Concediendo a estos dltimos el calificativo de «reales» en su sentido banal, se plantean dos cuestiones: 1.° ¢Cémo evolucionan las sociedades in. digenas en sus estructuras reales después de la Conquista? 2.° ¢Cémo reaccionan lo indios en su praxis real ante la dominacién espaiiola? Segunda parte ESTRUCTURAS. LOS CAMBIOS SOCIALES EN EL PERU (1530-1570/1580) Conviene ahora restringir el campo de observacién, tanto en el espacio como en el tiempo. Trataremos del ejemplo que repre- senta el Perti en el segundo tercio del siglo xvi. Lo cual implica con- cebir la Conquista en un sentido amplio, no limitado a un acon- tecimiento casi puntual (la legada de los blancos, Ja derrota), sino asimiléndola a un largo proceso de colonizacién que estudiaremos en sus primetos efectos. Previamente, debemos precisar el punto de partida y, por tanto, volver de alguna manera hacia atrds, pata trazar un cuadro general del Estado inca en la vispera de la Con- quista: el Peri no constituye, ciertamente, un conjunto homogéneo, pero es posible esbozar un esquema que servird de punto de refe- rencia (capitulo 1). Examinaremos después las transformaciones de Jas estructuras demogréficas, econémicas, sociales y polfticas del mundo indigena al comienzo de la dominacién espafiola (capitu- lo I). Por tiltimo, los fenémenos de influencias vy de aculturacién darn una cietta medida del cambio (capitulo TIT). Cronolégicamente, e] estudio cubre unos cuarenta afios, apro- ximadamente el perfodo 1530-1570. De hecho, Pizarro desembarca en Tumbez en 1531, y se admite que a partir de 1570 la historia de los indios del Perti entra en una fase nueva', determinada a le 1 Cf. Ia cronologia de G. A. Kubler: 1) «Conquest Quechua, 1532-1572»; 2) «Early colonial quechua, 1572-circa 1650»; 3) «Mature colonial quechua, cir- ca 1650 circa 1750»; 4) «Late colonial quechwa, circa 1750-18219; 3) «Republi- can quechuar («The quechua in the colonial world», Hawdbaok of South Amerr- can Indians, vol. Tl; pags. 340-354, Washington, 1946) 3 94 Segunda parte: Los cambios sociales en el Peri vez por el fin de la rebelién de Tupac Amaru (ejecutado en 1572), por el gobierno del virrey Francisco de Toledo (1567-1581) y, en términos mds generales, por la desaparicién de la generacién que vivid la Conquista. Capitulo 1 LAS ESTRUCTURAS DEL ESTADO ENCA 2Qué sociedad encontraron los espafioles en el Perti? No se tra- ta, aqui, de presentar una descripcién exhaustiva del Imperio inca, descripcién imposible, por lo demés, en el estado actual de nuestros conocimientos. Nos proponemos solamente analizar ciertos rasgos que son esenciales en la perspectiva de nuestro estudio El «espejismo incaico» ' ha suscitado interpretaciones diversas, a menudo arbitrarias. La cuestién més debatida se tefiere a la na- turaleza misma de la sociedad. gSe trataba de un Estado socia- lista? ?, sDe una sociedad esclavista? >. ¢De una sociedad feudal? *. éDe una monarquia de tipo asidtico? §. Las formulas demasiado sim- plificadoras caen en el anacronismo o dejan escapar la complejidad de lo real. Es preciso ante todo cuidarse de proyectar sobre una civilizacién tan alejada en el tiempo y en el espacio categorfas nacidas de nuestras sociedades industriales. Se habla asi del «colectivismo» de la sociedad inca; pero es preciso no olvidar que este colectivismo tiene como foco de apli- 1 A, Metraux, Les Incas, Paris, 1962, pag. 3. 2 Ci Louis Baudin, L’Empire socialiste des Inka, Parts, 1928 3 Cf. Carlos Nufier Anavitarte, Teorias del desarrollo incdsico, interpretacién esclavista patriarcal de su proceso bistérico natural, Cuzco, 1955. «Cf. una primera interpretacién de J. V. Murra, en «The historic tribes of Enuadors Handbook of Soutb ‘American Indians, Washington, 1940, vol. II, . 785-821. SA. Métraux, ob cit, pég. 98: «...¢1 asf Unmado Estado socislista se ase- meja mucho a una monarquia de tipo asidtico». 95 96 Segunda parte: Los cambios sociales en el Perd cacién la comunidad rural (ayllu), y que reposa sobre los vinculos primitivos de patentesco entre sus miembros, Reagrupadas en uni- dades més vastas, tribus o reinos de extension variable, los ayllus entraron con sus tradiciones y sus dinastias propias, en épocas di- versas, en la organizacién politica formada por los incas a medida que progresaban sus conquistas. Estas impusieron a la multiplicidad de ayllus un sistema centralizador que en la mayoria de los casos respetaba las particularidades locales. Existe ciertamente un «inode. lo» inca, una otganizacién consciente y racionalizada de Ja sociedad; pero se trata de un plan ideal mds que de una realidad. Partiendo de la antigua organizacién de los ayilus, los incas proyectaron sus Propias categorias e intentaron armonizar las instituciones preincai- cas con su esquema unificador. Es evidente que no claboraron su «modelo» como pura abstraccién, y que se inspiraron en los ptincipios de cooperacién vigentes en las comunidades, aunque adap- tandolos en su propio beneficio. Como consecuencia, no nos halJa- mos en presencia de una sociedad homogénea, sino ante una superpo- sicién de, por lo menos, dos tipos de instituciones: se reorientan las particularidades locales, pero no siempre tesultan integradas dentro de la unidad tedrica del Imperio. I. Reciprocidad y redistribucién Las estructuras econédmicas del Imperio inca, diversas en el espacio y estratificadas en el tiempo, pueden en un primer andlisis caracterizatse por la combinacién de dos principios: los de recipto- cidad y redistribucién *, Teéricamente’, el concepto de reciprocidad se aplica a las re- laciones entre individuos 0 grupos simétricos, donde los deberes econémicos de unos implican los deberes de otros, en un intercam- bio mutuo de dones y contradones *. El concepto de redistribucidn, en cambio, supone una jerarqufa; por una parte, se aplica a gru- Pos, ¥ por otra, a un centro coordinador; la vida econémica es def- ¢ Cf. Karl Polanyi y otros, Trade and Markets in the Early Empires, Glen- coe, 1956, pags. 250-256, Recordemos el «Ensayo sobre el don» de Marcel Mauss. A John V, Murra corresponde el inmenso mérito de haber aplicado por ptimera vex estas categorias al Imperio inca en su tesis inédita: The economic organization of the Inca State, Chicago, 1956. 7 Puede parecer arbitratio definir de antemano nuestras categorias analiticas, cuando debieran emerger de una descripcida empirica, Pero en el presente resu- men del «estado de la cuestidn», el orden de la exposicién no es el de la in- vestigacin, ® Karl Polanyi, ob. cif., pags. 252-253. i. Las estructuras del Estado inca 97 nida aqui por un doble movimiento, centripeto y centrifugo: agru- pacién en el centro de los productos y posterior difusién de aque- Ilos aportados por los grupos hacia otros grupos 2, Empiricamente, podemos decir que en la sociedad inca la reci- procidad caracteriza la vida econdmica al nivel de las comunidades rurales, y que la redistribucién proviene de ja organizacién estatal, hallandose encarnado el centro coordinador por el Inca. Pero la redistribucién no se opone a la reciprocidad, sino que se inscribe en su prolongacién y funda sobre ella su ideologia. En este esquema debe atribuitse un lugar especial a los jefes locales, cuya importancia ha sido muy descuidada: constituyen_precisamente la bisagra entre Ja reciprocidad comunal y la redistribucién estatal. Los dos ptincipios antes definidos se combinan en el proceso de la produccién, en la distribucién de la propiedad y en el re- parto del tributo. 1. La produccién El] Estado, por una parte, y la comunidad rural, por la otra, imponen su huella a 1a economia inca desde el nivel de la produc- cién. En efecto, la ecologia y la tecnologia no bastan para dar cuenta del proceso productivo, que superpone (al menos) dos siste- ~ mas, que se definen no sdlo en términos geograficos, sino también en términos sociales y cronoldgicos. Fl anilisis de las fuerzas pto- ductivas en el Imperio inca es inseparable del de las telaciones de produccién ®. Geogréficamente, el Peri se nos aparece como un pais de con- trastes: desde el nivel del mar hasta las més grandes alturas habi- tadas, une el desierto desnudo y la selva frondosa, el calor perma- nente y !a nieve eterna, Bn este conjunto suelen distinguirse, para simplificar, tres zonas fandamentales: en el oeste, la costa drida del Pacifico; en el centro, la sierra andina, fria y relativamente seca; al este, las cotinas y llanuras de la selva tropical, himedas y ca- lientes. Pero la altura matiza constantemente este esquema: la sie- tra esté cortada por valles profundos, sobre cuyas laderas se esca- Jonan numerosas variedades climaticas. En la regién central convie- ne distinguir, por lo menos, también dos subcategorias: por una ® Karl Polanyi, ob. cit., pag. 254, Esta «redistribuciéa» puede ser solo par cial, en bencficio de un grupo privilegiado (aut, el de los incas y los jefes tor cales). 1 Este pardgrafo se inspira en el articulo de John V, Murra, «Rite and crop in the Inca State», en Culture in History, Nueva York, 1960, pags. 394-407 Ce Gal mismo autor, The economic arganization of the Inca State, Chicago, 1956 (tesis inédita), capitulo T: «Agriculture», pags. 9-52. 98 Segunda parte: Los cambios sociales en el Peri parte, la zona del altiplano, fria y recubierta por una estepa herbosa (la puna); por otra parte, las pendientes medias de !a zona quechira, templada y tapizada por una estepa arbustiva mds rica. Al norte del Peri, el altiplano esté constituido por bandas estrechas, a partir de 3.400 metros; se amplia considerablemente al sur, alrededor del lago Titicaca, donde se eleva a més de 4.000 metros y posee un cli- ma mds seco. La zona privilegiada de los declives quechuas, donde tiende a concentrarse la poblacién, se sittia también a alturas va- tiables de acuerdo con Ia altitud: de 2.000 a 2.700 metros, al norte: de 2.300 a 3.000 metros, en el centro; de 3.000 a 3.500 metros al sur. No es una casualidad que el valle del Cuzco (a 3.400 metros) haya sido Ia cuna de Ja civilizacién inca: aprovecha tanto las ven- tajas de la zona media y de la proximidad de la puna, asi como de las correspondientes a la selva oriental. La variedad de los suelos y de los climas asegura la diversidad de los recursos: maiz, patata, quinoa, oca, crianza de las lamas, etcétera. De ahf el cardcter «vertical» de la economia andina, que asocia los productos complementarios de parcelas de cultivo es- calonadas en altitud. El altiplano dio nacimiento a la planta andina por definicién: la patata. Gracias a siglos de experiencia, los indios han Iegado a crear casi 700 variedades, adaptadas a las condiciones locales; ciertas especies silvestres crecen hasta los 3.000 metros. El clima de la puna permite la elaboracién del chufio, patata secada alternativamente con {rfo intenso y con sol, que se conserva durante muchos afios. Es evidente que sin el cultivo de tubérculos (asocia- do a la crianza de las llamas) no habria podido poblarse el alti- plano. Pues el maiz, el otro elemento esencial de la agricultura andina, tiene limites maximos muy precisos, de frio y clima seco; nacié en las regiones calientes y htiimedas de América Central y sdlo fue introducido en los Andes siglos después de baberse domesticado la patata. De hecho, no puede normalmente sobrepasar en la sierra el nivel de los 3.500 metros, a causa del frio, ni descender por de- bajo de 1.500 metros a causa de la sequia; su lugar idéneo corres- ponde a la zona quechua; pero incluso en las regiones medias su cultivo exige irrigacién; ademés, las laderas abruptas se prestan mal a fa labranza: es preciso construir terrazas pata poderlas utilizar. Dicho de otro modo, la extensién de! cultivo del maiz en los Andes implica una politica de grandes obras". Desde Iuego, el maiz era conocido en el Peri mucho antes de constituirse e] Estado inca; aparece primero en los oasis de Ja costa, hacia el siglo vim antes de nuestra eta; pero durante mucho tiempo " Cf. J. V. Murra, «Rite and crop in the Inca State», pags. 394-397. 1. Las estructuras del Estado inca 99 los indios de la sierra no lo cultivaron sino en pequeias cantidades, con fines esencialmente rituales. A diferencia de la patata, el maiz constituye el alimento noble, oftecido a los dioses durante las ce- remonias teligiosas; sucede lo mismo con la chicha, licor fermentado que se extrae de él. Ahora bien, el Estado inca necesitaba abundan- tes reservas de viveres para mantener su ejército y sus funcionarios, La patata habria podido suministrar seguramente este excedente, pero el maiz se conserva todavia mejor; por otra parte, su prestigio casi sagrado le predestinaba de alguna manera a alimentar los depé- sitos del Inca para ser distribuido Juego a titulo de don real. Hay, pues, cotrelacién entre la extensién de las superficies cultivadas de maiz y el desartollo del Estado ”. Las herramientas individuales del campesino (pala de madera o taclla, azadén provisto de una l4mina de bronce) no se modificaron, pero la organizacién politica fuerte- mente centralizada facilitaba la concentracién de miles de tributa- rios para realizar grandes obras. Es cierto que Jas técnicas de irri- gacién y construccién de las terrazas existian también antes de constituitse el Imperio inca; pero las instituciones estatales permi- tfan pasar a otra escala; los centenares de kilémetros de la red de ittigacién y las montafias verdaderamente esculpidas suscitan. aun hoy en dfa, nuestra admiracion La leyenda y el rito atestiguan una relacién privilegiada entre ef maiz y el Inca, Es Mama Huaco, la mujer del primer Inca, quien habria introducida el cultivo del maiz. En el valle del Cuzco, cada afio, asistido por los miembros de la familia real, el Inca rei- nante inauguraba el ciclo agrario en el mes de agosto, con siembras en el campo consagrado a Mama Huaco; a continnacién venia ef tur- no de las tiertas del Sol. La tradicién atribuye a los Incas sucesivos la multiplicacién de los canales y de las terrazas cultivadas; todas las fuentes confirman que estaban principalmente destinadas al cultivo del maiz; la tradicién atribuye también a la ensefianza de Jos Incas el estimulo para Ia utilizacién del guano: el abono permitia evitar los barbechos *. Sobre Ja pena, en cambio, el cultivo de la patata dependia unicamente del agua de Iluvia, y los campos exigian un reposo periddico; en efecto, en la zona del altiplano los trios corren hacia abajo y la irrigacidn resulta dificil; a pesar de la resistencia del tubérculo, la cosecha es siempre aleatoria. En resumen, la vida econémica en el Imperio irica se define por la coexistencia de dos sistemas de produccién. El primero, fun- W [bid., pag. 401. WB Thid., pags. 398-399.

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