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3-1 06}~2000— ait: POviat Goeelite: Revista de cultura Afio XVI + Namero 47 Buenos Aires, diciembre de 1993 Beatriz Sarlo, Arcaicos o marginales? Situacién de {os intelectuales en el fin de siglo Rail Beceyro, El cine por venir Adrian Gorel Ricardo Sidicaro, El menemismo: tres objetos de andlisis Figuras urbanas Leonor Arfuch, Biografia y politica Hugo Vezzeui, El sujeto psicolégico en el universo ‘massmediético Pablo Semén, Pentecostales: wn cristianismo inesperado F. Mejfa Madrid, El nuevo retorno de los brujos ‘Walter Benjamin, Kitsch onirico. Glosa sobre el surrealismo. Traduccién y notas: Ricardo Tbarlucia Maria Teresa Gramuglio, La summa de Bourdieu Oscar Terin, «El payador» de Lugones 0 «La mente que mueve las moles Marylin Contardi, Mirando una fotografia de Walker Evans Las ilustraciones de este niimero son de Roberto Péez, (Buenos Aires, 1930). Consejo de direceién: Carlos Altamirano José Aricé (1931-1991) Adridn Gorelik Marfa Teresa Gramuglio Juan Carlos Portanticro Hilda Sabato Beatriz Sarlo Hugo Vezzetti Directora: Beatriz. Sarlo Disefio: Estudio Vese Este ntimero recibié el apoyo ‘econdmico de la fundacién Pablo Iglesias Suscripciones En Argentina: 18 USS (tres niimeros) En el exterior: Via aérea: 40 USS (seis nimeros) Punto de Vista recibe toda su correspondencia, giros y cheques a nombre de Beatriz, Sarlo, Casilla de Correo 39, Sucursal 49, Buenos Aires, Argentina, ‘Teléfono: 952-5374 Composicién, armado e impresién: Nuevo Offset, Viel 1444, Buenos Aires. +E] payador» de Lugones 0 «la mente que mueve las moles» Oscar Tern Sabemos que entre fines del siglo pasado laprimeradécadadel presente sedirimeen la Argentina una «querella simb6lica por la nacionalidad». Diver- sas variables inducidas porelacelerado procesodemodemnizacidn (con lacues- ti6n inmigratoria obviamente en su centro) abrieron situaciones represen- tadas por numerosos intelectuales co- mo vacfos y laceraciones dentro del cuerpo social y del destino nacional, y esas «fallasm pretendieron ser sutura- das poruna redefinicién de la identidad nacional, Esta éltima se habfa contri dohastaentonces dentrode los pardime- tos instalados porta generacién liberal de Alberdi y Sarmiento, en cuyas de niciones la voluntad de romanti —y las dificultades estructurales por implantar en cl Plata su versién mis dura o herderiana— no habia logrado exiraer la concepcién de la nacién del cireulo de un nacionalismo imitativo coasumado en fo que Habermas ha Ila- mado el «nacionalismo constituciona- lista», En cambio, desde las tltimas décadas del siglo XIX se asistc a la variacién hacia un nacionalismo de cu- fio culturalista y en definitiva esencia- lista, uno de cuyos puntos de llegada se localizari en El payador de Lugones, cuyas expresiones argumentativas de- seo considerar a continuacién. Como es conocido, en esas confe- rencias pronunciadas en cl teatro Ode- ‘nen 1913 se asiste en principio a una celebracién del Martin Fierro. Tam- bign esconocido queen este aspecto la rédica lugoniana no cra original: des~ de 1881 el pocma de Hemndndez. habia concitado los uicios positivosde Pablo Subicta, Unamuno, Menéndez.y Peta yo, Martiniano Leguizamén o Ricardo Rojas.' Pero «el operativo Lugones» resignifica no s6lo estéticamente esa ‘obra, sino que la convierte en el epito- ime de la nacionalidad argentina en cl mismo gesto con que la instala en cl micleo de la élite liberal. La interven- ccidn de Lugones posee para ello un alto ccaricter institucional: la presentaciGn del escritor ante un piiblico dentro del ‘cual seencuentran el presidente Roque Séenz Peiia y sus ministros determina ‘que el intelectual alcance un rango de Iegitimidad extremo ante el poder, es- pecialmente porque el tema que los ‘convoca es la busqueda de la expresiGn genuina del «alma» argentina. Por la centidad intelectual de quien emite el ‘mensaje, se representa un acto consa- gratorioen dondcel prestigio del diser- tante y el modo de enunciacién de su discursosecomunicanconelcontenido de lo afirmado. De allf que en ta inter- vencién se encuentren estratégicamen- tedistribuidos pasajes deintensaclabo- racién estilistica que funcionan como una argumentacién por la estética (pa- 1, VéaseJ. Isaacson, Martin Fierro. Cien aos de erica, Buenos Aires, Editorial Plus Ula, 1986. 43 radigmaticoeneste puntoesel celebra- do pasaje sobre el incendio en la pam- pa), y en ese sentido la forma «cumple una funcién politica fundamental»? Para esa estctizaci6n argumentat va, la figura del intelectual predomi nante debfa ser la del escritor, y mis precisamente la del poeta, desplazando del centro del campo intelectual la he~ ‘gemonia del «cientifico»construida por el positivismo. El dispositivo lugonia- no sigue aquf alimentndose de formas y t6picos heredados del modemnismo, que le ofrece una estrategia para cons- tuir un verosimil consistente en la re- duccién de cultura a fiteratura y de Titeraturaa poesfa, yen laidentificacién de esta iltima con un andlogon de la patria: fa armonfa del espiritu, Dicha reduccidn es posible porque «toda la culturacsasuniode lenguaje», incluida «ciencia, arte, politica, guerra, comer cio»...2 El manejo del lenguaje habilita ‘entonces para ostentar un privilegio, mucho mds cuando en clave de las estéticas simbolistas «el artista, en vir- lud de leyes desconocidas hasta hoy, nace con la facultad superior de descu- briren labellezade lascosas la ley dela vida». La poesfaacumula un cuddruple privilegio: es expresién particularde la vida heroiea de las razas; descubre «la relacion de belleza que constituye la armonfa de las cosas»; realiza una fun- cidn general del arte, que es «la espiri tualizacién de ta materia», y, por fi detectacl sentidooculto del pasadoque lahistoria ha obnubilado. Naturalmen- Ic, el entramado de estas afirmaciones colocan en el centro de ta patria ta j6n del pocta. Estesistemadeargumentacién fun- ciona sobre la base de un pilar material queesel héroe. Al igualitarismo demo- critico el ambiente ideol6gico fini- secular le habia opuesto la rebelidn de lapersonalidad excepcional, bajolain- fluencia de Nietzsche 0 de Ibsen, «cl apoyo de la mas conocida obra de Carlyle y el prestigio de los Hombres representattvos de Emerson.’ Enwe nosotros, el modernismo cultural ofre- cig un venero ideolbgico apto para una recusacin del igualitarismo «meso- critic», ya que si este movimiento hallarfa una de las legitimaciones de su propiaestética en laedificacién de una antinomia entre lo dtil y lo bello, una similar correspondencia podia encon- trarseentrcel valor «alto»asignadoa la aristocraciay su opuesto implicitoen el concepto de democracia. Esta ltima ‘no aludia solamente un tipo de legiti- ‘midad politica fundado en la soberania popular, sino que se colocaba en las antipodas de la nocién de «aristocra- cia», que concentraba las bondades de loespiritual contra las vulgaridades del mal gusto eburgués». Individuo excep- ccional, cl héroe es justamente la mate- riadel Martin Fierro, perocllarequicre para er clevadaa significado lapresen- cciade la poesfa épica. A pantirdeallise cstablece la pareja héroe-pocta como fundadores (el uno material, el otro espiritual) de un linaje y de un funda- mento, pero en cl interior de una evi- dente jerarquia: «los héroes revelan materialmentelaaptitud vital desuraza [...]Elpoema, la aptitud espiritwal, que lo mas importante [...],Jamente que mueve las moles»5 Peroademascl poctacs cl quesabe, cen funcidn de hermencuta que restituye el sentido originario de tas palabras, sogdin las estribaciones det profetismo delintelectual romsntico. Noes pr insist en la arbitrariedad con que Lu- ‘gones puede elaborar sus series etimo- légicas La forma caprichosa de estas climologias no es empero caprichosa respecto de la economia del texto, por- quecuando estipula que «nosotros per- tenecemos al helenismo» cumple un doble objetivo: disefta una historia que dota a la nacionalidad argentina de un linaje propio que elide el pasado int ‘gena y la herencia espafiola y catélica —dentro de los lineamientos de la ver- sign liberal del siglo XIX— y ademas adopta como paradigmacl ideal griego (Seguin la temética desplegada desde ‘una raiz romdntica por el Ariel de Ro- d6)entantomodcloque permiteimagi- nar la restauracién de una sociedad ar- ménica frente los efectos disolventes de la modemnidad. Lugones insiste por ‘eso en que existen analogias naturales contre ch alma helénica y le argentina, a suentenderperfectamente perceptibles en los carmavales de la provincia de La Rioja, donde ha visto individuos «bajo coronas de pampanos» o «una dama- juana de vino cuyo empajado con asas recuerda la nforas de Arcadia... El trasfondo ideol6gico de buena partedelaintervenciGnesticonstituido ppor la veta antimaterialista del moder- nismo cultural. En un registro, materia cs la palabra que Lugones utiliza para decir barbarie, yaque la inercia y opa- cidad de la materia se transficre a las masas, en las cuales —como en el caso delosantiguos persas—imperaelauto- matismo de la grey. Empero, como ya lo habia sefalado José Maria Ramos Mejia en Las multitudes argentinas, esta nacién es un compuesto de dos ‘mundos que pueden convivir en la me- dida cn que se instaure una gobernabi- Jidad hegemonizada por una élite del poder y de la inteligencia. Para Lugo- nes, existe un modelo de sociedad que proviene del mismo concepto de civil zacién que vincula ta lucha contra la barbarie en las Termépilas con la «co- ‘municacién puramente etérea del to- légrafo sin hilos»: «el dominio de la ‘materia por la inteligencia, la transfor- macién de la fucrza bruta cn energéa racionab Precisamente, el Martin Fierro ha realizado ¢sa prodigiosa trasmutacién, yalhacerlohadetectadolaesenciadela nacionalidad, que reside en «un estado spiritualal cual llamamosclalmadela raza». De tal modo, la tosquedad de la sinembargoineludiblemateriapopular ha sido espiritualizada por el arte. Co- mo en Flaubert (con ecos kantianos y luego schillerianos de laestética como armonizaciénentreesferasauténomas), lapalabrajustaes lapatabra musical’ y 2. Julio Ramos, Desencueniros de la maderni= ‘aden nérica Latina. Literatura ypoliicaenel siglo XIX, México, Fondo de Cultura Econémica, 1989, pp. 240-241 3. Las citas corresponden a Leopoldo Lugo- res, El payador y Antologia de Poesia y Pro- sa, prélogo de Jorge Luis Borges: seleeci6n, notas y cronologia de Guillermo Ara, Caracas Dibliotcea Ayacucho, 1979. Fl subrayado esmio. 4. Catlos Real de Avia, «Ambiente espiritual {del 900», en Escritas, sleccin y prdlogo de Tu- lio Halperin Donghi, Montevideo, Area, 1987. 5. L-Lugones, El payador, op. cit, 6. Paracll, bast aque extnbloce pare le palabra earns ‘arla de latin canna con lade J. Corominas.en si Diccionario ertico etimoldgico castellano his. pénico (Madrid, Gredos, 1984, v. I, p. 805), ‘donde se muesta su origen carbe. 7. Carta de Flaubert s Mme. Roger des Genet \es, cit por Claude Grignon y Jean-Claude Passe ton,Lo cuto lo popular. Miserabilimo ypopu lismo en sociologia yen literatura, Huenos Aires, Exiciones Nueva Visién, 1991, pp. 171-172. enel frasco de Lugonestanacién emer- gecomounespiritu para formar parejas ‘con la poesfa en tanto ésta es palabra y miisica, la cual configura la esencia del arte como méximaespiritualizacién de lamateria, Poresoel gaucho imaginado por Lugones es basicamente el paya- dor, que compartecon el pocta el privi- legio de la palabra bella y de laarmonia suprema brindada por la misica. De esta manera se puede construir tuna tadicién, que es una prosapia tra- mitada mediante una mitologia de ta historia. Aquel fondo grecolatino fue interrumpido por el cristianismo, esa «rcligién —afirma Lugones more Nictzsche—deesclavos, de desespera- dos, de deprimidos por los excesos vi- ciosos». Interrumpida la civilizacién pagana por el triunfo del dogma orien- {al cat6lico, este tltimo estropears la Espafia posterior, Pero por suerte esta- mos tan separados de ella como ella misma del espiritu que animé a los primerosconquistadores: porqueaquel pasado clasicosobrevivi6.en kaProven- za, donde lo encuentran los dltimos caballeros andantes, que fueron justa- mente los primeros conquistadores panos que trajeron al mundo recién descubiertoc! germen del futuro Rena- cimiento. Esta linea cultural se trasta- dard no sin vértigo al gaucho, y «asfes ‘¢émo Martin Fierro procede verdade- ramente de los paladines; cémo es un micmbro de la raza hereiilea» De esta invencién de una identidad nacional quedan excluidas esas indige- nas «razas sin risa», respecto de las cuales Lugones practica una expresa bestializacién del owroal pintarlaspose- {das por «laharturataimadade la fiera». Si esc otro.es bestial, por eso mismo es inasimilable, y «aquel problema no te~ nia otra solucién que la guerra a muer- te», con ocual «la ocupacién definitiva de la Patagonia result6, pues, una ver- dadera ‘conquista del desierto"», Para ella, nuevamente cl gaucho ha resulta- do funcional, ya que lo tinico que podia eficacta a ta barbarle era tun clemento que, participando de algu- nasdesus caracteristicas, llevaraconsi- go el estimulo de ta civitizacién, Here- dero de la antigiiedad grecotatina, el gaucho fue el héroe civilizador de ta Pampa, y triunfé allf donde fracasé la conquista espaitola, que no pudo domi- naral desierto y al indio. El gaucho fue ensumacl «clementodiferencial y con- liador a la vez entre el espaiiol y el indio», esto es, aquella «tercera enti- dad> sarmientina realizada en positivo y que permitiaahorasfel ejercicio dela dialéctica. Massicl gaucho es productodeuna sintesis de elementos dispares, es me- nester que surja otra vez el pocta como reconstructor de la pureza de una gene- alogia que muestre que el ser nacional ‘noes frankensteiniano como cn el Mar- ti de Nuestra América Si habia que seguir pensando con Sarmiento que «cada civilizacién ha tenido su ajo», ficado que el Facundo articutaba al describir la vestimenta gaucha: «el pantal6n an- cho y suelto, el chaleco colorado, la chaguetacorta, et poncho, como trajes nacionales, eminentemente america- nos», Por el contrario, en Lugones la composicién de esa misma indumenta- ria se realiza por una saturacién de elementos todos ellos importados: el «irador» es el mismo «que todavia portan los campesinoshiingaros,ruma- nos y albaneses», mientras que «los primitivos pastores griegos usaban, prec'samente, botas anilogas», 0 «cl poncho heredado de los vegueros de Valencia»,0 «los tamangos, especie de ristizo calzado sin suclas, de corte en- teriz.como los calcet romanos {.. En una época en que las sociales habfan comenzadoadiseflar la tworia de las élites, Lugones luce aiin confiado en que ese pilar popular de la nacionalidad forma sistema con la oli- ‘garquia gobemante. ¥ ello porque los ‘gauchos aceptaron «el patrocinio del blanco puro con quien nunca pensaron igualarse politica o socialmente, reco- nociéndole una especie de poder dins- tico que residia en su capacidad urbana parael gobierno», En ese punto disefia Taimagen de aquel patrén que al regre- sar del desierto vefa desfilar por su correspondencia membretes de Lon- des, citaciones del Senado 0 alguna esqucla confidencial del presidente de la Repablica, «En sus cabeceras solfan hallarse bien hojeadas las Gedrgicas (..) Tostadosain de pampa, yaestaban comentando a la Patti en cl Coldn, 0 discutiondota itimadolorade Campo- amor entre dos debates financieros», Estc patrciado culto no por ello se privé de abusar del poder y de parti par incluso en la misma extincién del gaucho, pero tuvo «la inteligencia y el patriotismo (le dice Lugones a Séenz Peiia) de preparar la democracia contra su propio interés, comprendiendo que hk aS gap Be th iba en ello Ta grandeza futura de la nacién», La transustanciacién del gaucho en una pura esencia espiritual constituye simultncamente al nuevo «otro» con- tra el cual delincar mejor la identidad nacional. Ya en la Diddctica, de 1910, Lugonesnodudabade que «lainmigra- cién cosmopolita tiendea deformamos el idioma con aportes generalmente perniciosos, dada la condicién inferior de aquélla, Y esto es muy grave, pues porahiempicza la desintegracién de la patria». Y en la presentacién de Et pa- ‘yador insert6 el conocido desatio re16- rico: «La plebe ultramarina, que a se- mejanza de los mendigos ingratos nos armaba escdndalo cn el zaguéin [...] So- Jemnes, tremebundos, inmunes con la representaciGn parlamentaria, asf se vi- nicron, Laralea mayoritaria palades un instante el quimérico pregusto de man- ‘char un escritor a quien nunca habi tentado las lujurias del sufragio univer- sal», Efecto de la modernizacién, ta 8 «Bramos una mascara, con los ealzanes de Inglatera, el chaleco parsiense, el chaquetén de Nomtcamériea y Ia montera de Kapaa» (osé Mant, Nuestra América, en Pollica de nuestra ‘América, México, Siglo XX1, 1977, p. 41). 45 46 inmigracién arrastra ante sus ojos el fenémeno tipicamente modemo de la confusidn. Elintelectual debe entonces clarificar la mezcla espuria y recolocar simblicamenteal gauchoenel sitiodel {que los extranjeros vinieron a desalo- jarlocn larealidad. Deallique «cuando esta confusién acabe, aquellos rasgos [criollos] resaltardn todavia, adquiricn- do entonces una importancia funda- mental el poema que los tipifica, al faltarles toda encamacién viviente». También el ave de Calfope remonta el vuelo al caer la tarde: ya que si la desaparicién del gaucho ha sido benefi- ciosa para el pafs, porque «contenfa un clemento inferior en su parte desangre indigena», esa extinciGn material posi- bilita asimismo su sublimacién por el poema de Hemniindez, y ahora es otro pocia, el propio Lugones, el que se ‘aulorizacomorestauradorde unaalcur- niay legitimador de un pasado, pero en tanto este pasado real ha sido espiritua- lizado por el intelectual. Este intelectual que restaura un li- naje también posce linaje, y en El pa- yador se ofrecen aqui y alld las marcas, dequeestahistoriapablicaseconfunde por momentos con la historia privada, sogiin ese movimiento tan perceptible cen Sarmiento 0 en Alberdi consistentc con Ia identificaci6n de historia farnitiar con historia de la patria. Asi, cuando Lugones establece la gencalogia y la continuidad civilizatoria a través de la miisica, todo ese gigantesco proceso milenario que parte de Grecia parece haber trabajado para desembocar en cl hogar patemo y en laestancia, donde la dulce vihuela gaucha que ha vinculado nuestros pastores con aquellos de Vir- gilio» sc trasmuté en la «miisica compa- fiera de las canciones de mi madre». El intelectual, que es también pro- pictario y que ha viajado,’ posee por fin otroatributo inestimable: comunicarla culturaaltacon a popular. «Masdeuna vez he lefdoel poemaanteel fogén que ‘congregaba a los jomnaleros después de Jafaena.[...]¥ lasinterjecciones pinto- rescas, los breves comentarios, la hila- ridad dilatada en aquellas grandes risas que el griogo clogia, recordabanme los vivaques de Jenofonte>... En lacronica que entonces publicé en el diario La ‘Nacién retoma este tema y se fl por «haber sido el agente de una intima ‘comunicacién nacional entre la poesia del pueblo y 1a mente culta de la clase superior; que asf es como se forma el espiritu de la patria». ‘Al final de sus disertaciones, cl po- cta ha llegado a la apoteosis, Para ello ha obtenido su legitimacién mediante la repolitizacién de su discurso, veri cando otra vez laescasez de seguidores de Ia idcologia del ante por el arte en ‘América Latina, y en cambio la asun- cién de «la funcidn social de la belle- za». En eso reside para Lugones la grandeza del Martin Fierro, ya que, comp wo gran arte social como la epopeya, ha sabido hallar los medi conducentes a la popularidad, Esa mis ma popularidad es 1a que el propio Lugonesacaba de obtener enel Odeén, cl teatro que habia albergado otrascon- ferenciasdeintelectualesextranjeros,y que ahora la erénica describe ast: «Al decir Lugones las tltimas palabras, la sala lo aclama, obligdndole por dos veces a presentarse en el escenario, donde su aparicién redoblaba la fuerza delos aplausos y de los bravos intermi- nables. Buena parte del piblico espera luego a Lugones en el vestibulo de ‘Ode6n y en lacalle, donde estas mani- festaciones se repiten, efusivas, con- movidas, cuando el escritor abandona Jacasa de sus triunfos». La interpretacién lugoniana de la identidad nacional se inscribié de tal modo vigorosamente desde el poderen el amplio arco de ta queretla por ta nacionalidad. Que esta versi6n no dejé «de causar sorpresa y oposicién lo reve~ lard la posterior encuesta de la revista Nosotros, asi como las impresiones francamente confundidas de ese otro miembro de la élite intelectual que fue Juan Agustin Garcia: «Lugones consi- dera a Martin Fierro como un pocma Epico, y su concepto fue aplaudidocon ‘entusiasmopormanosenguantadas»..° Perodeallien mas la ecuacién criollista figuraré enc! imaginario nacional como unade las quecon mayorcficacia habriin intervenido en esta recurrente disputa porsaberde veras quées serargentino... 0. Fa *fiador 0 colla [.] figura en el jacz de una antigua miniatura persa, que Hlevae aero 2265 del Mutco Britinico». «Tengo una vieja tespuela de fiero, procedente de San Lvis,entera- ‘mente igual a otra inglesa del siglo XVI que se halla ena coleecidn del Museo Victoria y Alber- to, en Londres» (El payador, ct). 10. Cit.en Adolfo rico, El diseurso criolista ‘ema formacién de la Argentina moderna, Boe- ‘os Ales, Editorial Sudamericana, 1988, p, 187. eeviste de oeelea \beraria latneermenigana University of California - Berkeley Department of Spanish and Portuguese Berkeley, CA 94720. USA Telf. (510) 642-6771 Fax. (510) 643-8245 Biblioteca © Institucior ‘Suseripciones individuales USS 30 Patrocinadores USS 20 (Excopcién Afi 1 N's 1,2 3 USS 25) HiSPAMEICA SAUL SOSNOWSK! 5 Pueblo Court Gaithersburgh MD 20878 USA Taritas de Suscripelén 5 USS 21 29Dq :Dysn}] Revista cultura 6$ Dic. 19 A7: upJa, + olf6nwin9 + O[1DS » W1|9109 + o1Aed9g + O1DDIpIS + UDUIAS + YON + WjezzeA ‘Uequosy seuobny | nelpinog | oypeu! ulwolueg | oj6ls ep uy spinyng

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