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Yo mismo explor muchas veces con las aguas hasta los tobillos aquel estanque de causas perdidas,
y slo una casualidad me permiti rescatar al cabo de cinco aos de bsqueda unos 322 pliegos
salteados de los ms de 500 que debi de tener el sumario.
El nombre del juez no apareci en ninguno, pero es evidente que era un hombre abrasado por la
5 fiebre de la literatura. Sin duda haba ledo a los clsicos espaoles, y algunos latinos, y conoca
muy bien a Nietzsche, que era el autor de moda entre los magistrados de su tiempo. Las notas
marginales, y no slo por el color de la tinta, parecan escritas con sangre. Estaba tan perplejo con el
enigma que le haba tocado en suerte, que muchas veces incurri en distracciones lricas contrarias
al rigor de su ciencia. Sobre todo, nunca le pareci legtimo que la vida se sirviera de tantas
10 casualidades prohibidas a la literatura, para que se cumpliera sin tropiezos una muerte tan
anunciada.
Sin embargo, lo que ms le haba alarmado al final de su diligencia excesiva fue no haber
encontrado un solo indicio, ni siquiera el menos verosmil, de que Santiago Nasar hubiera sido en
realidad el causante del agravio. Las amigas de ngela Vicario que haban sido sus cmplices en el
15 engao siguieron contando durante mucho tiempo que ella las haba hecho partcipes de su secreto
desde antes de la boda, pero no les haba revelado ningn nombre. En el sumario declararon: Nos
dijo el milagro pero no el santo. ngela Vicario, por su parte, se mantuvo en su sitio. Cuando el
juez instructor le pregunt con su estilo lateral si saba quin era el difunto Santiago Nasar, ella le
contest impasible:
20 -Fue mi autor.
As consta en el sumario, pero sin ninguna otra precisin de modo ni de lugar. Durante el juicio, que
slo dur tres das, el representante de la parte civil puso su mayor empeo en la debilidad de ese
cargo. Era tal la perplejidad del juez instructor ante la falta de pruebas contra Santiago Nasar, que
25 su buena labor parece por momentos desvirtuada por la desilusin. En el folio 416, de su puo y
letra y con la tinta roja del boticario, escribi una nota marginal: Dadme un prejuicio y mover el
mundo. Debajo de esa parfrasis de desaliento, con un trazo feliz de la misma tinta de sangre,
dibuj un corazn atravesado por una flecha. Para l, como para los amigos ms cercanos de
Santiago Nasar, el propio comportamiento de ste en las ltimas horas fue una prueba terminante de
su inocencia.