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duslidad. 1, por demas, estéen rodo lo que existe en la tierra y més alli, y el lugar propio deo dual es Omeyocan, por encima delos nueve travesafios del cielo. La realidad doble del universo attaviesa cardi- nalmente las res percepciones habicuales: To- ‘pan, “lo que esté por encima de nosotros", ‘Mictlan, “la regién de los muervos", y Tals «pac, “lo que escé sobre la tieta”. Cada una de ‘stasregiones se contraponen en dualidad, ge- terando un mundo en el que el cambio y la sdescruccién impiden el arraigo y la permanen- cia. Y sin embargo, los antiguos nahuas nos ponen delante, para quienes avistan los docu- ‘mentos, historias y monumentos que dejaron, del florecimiento de una forma de vida esplen- dorosa. Dada la concepcién de un mundo de inminente transtoriedad, es extrafio constatar la construccién de una cultura consciente de su perpetuo trance de desaparicién. La Tensi6n Miguel Ledn Portilla, en referencia a los a2- tecas (mexicas y tenocheas), permite que po- damos conectar la dualidad con el pasmoso transcurso de ese pueblo, en el que se pulsa Ja tensi6n extrema de, por un lado, el ansia y 1h voluntad generalizada de poder, y por el otto, el impulso individual que busca bre un mundo conguistabl, a llevar a cabo con sus “guerras floridas, sacrificios bumanos, su grandeza militar y politica” (Len Porti- lla), sus érdenes de guerreros Aguilas y tigres, “ openarios de la muert, su educacién de “co- razones firmes como la piedra se contrapone una actitud serena y pacifica en la que los slamatinime, los sabios, y los euicapicque, los forjadores de cantos, que a menudo son los rmismos, piensan e inventan in xéchitl in eui- cate, “las flores y los cantos”, como respuesta & la dificultad de encontrar en la matric de la cexistencia “rafe y verdad”, al esfuerzo de lle- gara ser el dechado de un hombre, “duefio de un rostro y de un corazin”, con identidad, madurez y sabidurfa, Se da entonces el “en- Jace de wn mundo fuertemente socializado con saspiraciones y acitudes del individuo” (Lebn Portilla). Este encuentro tensionado se conforma por el dinamismo de las concepciones que propug- ran las respectivas figuras de dos dioses en la sociedad azteca: Huitzilopochtli el que obliga ala misién guerrera, y Quetzalctl, el sabio y misericordioso. Tal vex el quiebre sea perdura- bblemente inminente, paradojal,sostenida esta inminencia por quien podria pensatse que todo lo conjuga, y permite que la figuracién de los dioses obedenca a su desdoblamiento. Se trata del misterioso dios tinico, Tlogue-Nahuague, “el duefio del cerca y del junto”, el que “es mache _y viento” (no se pliede ver ni palpas) Flores y Cantos Cerca y junto da el sentido de una comunidad. Sefiores(pipiltin) y gentes del pueblo (macehual- tin) conviven. Asi lo establece el cant: He legado, ob amigos nuestros, con colares 0 cto, con plumas de guacamaya 08 adorno. Gon oro yo pinto, 6 BL ans LA MEOH rodeo a la hermandad. Con cfrculas de cantas 1 la comunidad yo me entrego Las flores y los cantos son por otra parte la po- sibilidad de enraizarse al instante vivido, de la detencién de lo efimero de una existencia sig- nificada por la extincién: Acaso de verdad se vive en la tierra? ‘No pana siempre en la tierra: slo un poco agul. Aunque sea jade se quiebra, aunque sea oro se rompe, aunque sea plumaje de queteal se desgarra ‘no para siempre en la tierra: slo un poco agit. La verdad dnicamente puede ser avizorada poéticamente, su comunicabilidad creada temblorosamente en el ritmo que hiende la tinica consistencia: el sentido de un final. Por eso, desde otro poema viene el grito al- borozado y a la ver ligubre del consuelo: ,Al menos flares, al menos cantos!*Creo que pocas veces han convivido con tanta inten- sidad la belleza y la muerte. Y tampoco es frecuente la dulzura permeada en esta cons- tatacién: El dador de la vida se burla: sélo un suefio perseguimnas, oh amigos nuesires nuestros conazones conflan, pero él en verdad se burla de verdad vive em la tierra 76 EL Destino. Tonalli El destizamiento experimentado en Tlalticpac, que es un mundo en que todo cambia y se des- truye, en el que los macehuales, los “merecidos” (porque nacieron del sacrificia de los dioses) deben pagar su deuda procurando, mediance la sangre de ls sacrifcios humanos, prolongar Ia vida del que da la vida, el sol, es el estado ‘existencial que s6lo puede ser paliado como tal posindose pesadamente (con “corazdn firme como la piedra”) en la realidad de la guerra y de Ja conguista, de la riqueza y del poder. Esta suerte de accién que quiere conformar un peso sobre la realidad es propia del tonal el desti- no, Para bien 0 para mal, “todo lo que existe tiene un tonali.. Lo que existe sélo puede reve- armas alg de su secret si descubrimes su tonal” (Le6n Portilla). Y éste puede ser acumulativo: al destino propio se incorpora también el ona- Uj de aquellos que son vencidos, as{ como to- das las riquezas que posefan. Son in tonalli, “de ellos destino”, El de los mexicas era el de Di ‘Vico Roos poseer toda la realidad preciosa en el Andhuac. Un imperio. El fonall, a mit parecer, implanta un vineulo cn la intangibilidad de la vida, en una concep- ign de existencia superpuesta (aquella del la- mento continuo: *Séle venimos a dormir, sélo venimes a sofar”). La vor deriva de tona, “ha- cer luzy calor’. Tonal es el di, “duracin de luz y calor’. Y cada dia porta su significacién, su signo fijo de suceso, bueno © malo en su interpretacién y en su padecimiento, Los 10- ‘nal-poubgue, “Ios que conocen la cuenta de los destinos", son profusamente consultados. Cada dia, como unidad de tiempo, revela un destino. Esto explica mas all de todas las im- plicancias pricticas que el célculo matemitico pueda entregar, la importancia del calendario azteca, auscultacién de la ley que rige lo vi- viente en el viempo. El Espacio - Tiempo [La dualidad de la realidad nabua, enfundada en el misterioso dios dual, puede también tra- zarse desde el complejo que forma la concep- cin del espacio y del tiempo. Para dar cuenta de esto cito in extenso a Miguel Leén Portilla. Cahuith vocablo derivado del verbo cabua, que significa “dejar alg 0 evar alguna cosa a oora parte’ parece ser la vox que corriponde andlo- \gamente a nuestro vocablo “tiempo”. Cthuith sumbin dela misma naie que el verbo cauh-tiuh, “dejar come recuerdo, podria raducirse como “lo «que va dejando". De hecho en diversas txsos yen dos diccionarioselaborados a partir del siglo XVI, ‘aparece con el sentida de “tiempo”. En estrecha relacién con este vocablo y este concepto encon- ‘ramos la vos tlacaubtl que significa “algo que ‘aside dejado”, “lo que ha quedado permanen- temente”. Com ella se designa precistmente “es pacio de lugar”, en tanto que cibuitl connota la ‘idea de “espacio de tiempo”. Como puede verse, ‘espacio y tiempo aparece estrechamente relaco- nnados en el pensamiento ndhuatl. El denomine- dor de ambos conceptas es “dejar”, “ir dejando’ cuando srefiere al tempo y “haber sido ya dejado ‘permanentemente, cuando se refiere al espacio. ‘Al parecer, ranto tiempo como espacio pueden pensarse antropologizados, provisto de un di- namismo distinto que los constituye: es como si una marcha, un caminar humane fuese rit- ‘mando a uno y espacializando al otro, El lu- gah en tanto espacio, es susceptible de ser cons- tituido como algo que ha sido dejado atris, permanentemente. Casi un pasado. El tiempo espacializado, a su vee, seria captado ‘en un momento determinado como accién que cconcluye en dejar definivivamente atris la in- fercomunicabilidad de ambos conceptos: ¢s algo evidente. No obstante, creo que ¢s preci- s0 considerar lo que he venido apuntando con anterioridad. El dejar, comiin denominador de uno y de otto, esté cargado (como todo el ‘mundo nabua) de un sentimiento de abando- tno, de desraizamiento: el espacio es algo que nega su permanencia al hombre, cetindole el ugar la solidez de un afincamiento (es un suc- loque, pura superficie, empujaala movilidad);

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