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TURNER Tl Pt CeCe ee Ur) CORT SE ET CT Ene ey espontaneamente y sin leyes explicitas h: dar TCU a OM CULM runny PU CC CM mee cerebros humanos o las ciudades siguen las reglas CORE Te CCM iC ey un nivel inferior adoptan comportamientos propios de un nivel superior: las hormigas crean colonias; SU Ema Ete El gurd de la informatica Steven Johnson propone DUC UE CM ta ime mu ut Barty ETT COME UC CC Bur ecm va Pe Ue roe Oe ery PROT CCR COC mrt Rar ice PUTT Cee CMe me iil) tan lejano, los programas de software crearan una RCT RCS RS UE ae ted COUTURE CUT ity tte OTT ee erst a] eT TR I au Cr be Um “El comportamiento emergente no es sdlo una POPS R EC ere Ur ea Tc The New York Times 9 "788475 Ih COLECCION NOEMA PVP 19,90« Primera edicidn en castellano, octubre de 2003 Primera edicién en inglés, 2001 Titulo original: Emergence. The Connected Lives of Ants, Brains, Cities and Software. Todos los derechos reservados. No esta permitida la reproduccién total o parcial de la obra ni su tratamiento o transmisién por cualquier medio o método sin la autorizacién escrita de la editorial. Copyright © Steven Johnson 2001 All rights reserved. This edition published by arrangement with the original publisher The Free Press, a Division of Simon and Schuster Inc. Derechos reservados en lengua castellana: D.R. © Turner Publicaciones, 5.L., para Espaiia. Rafael Calvo, 42 28c10 Madrid www.tumerlibros.com ISBN Turner: 84-7506-622-4 D.R. © Fondo de Cultura Econémica, para América Latina. Carretera Picacho-Ajusco, 227 14200 México, D.F. www.fce.com.mx ISBN FCE: 968-16-7074-4 Disefo de la coleccién: Enric Satué Depésito legal: M.49.130-2003 Printed in Spain A mi mujer ee amine INDICE Introducci6n: iAqui Wegan! wc. eeccseesseissetessnnnnessnsnsanerseennenes 1B PRIMERA PARTE I El mito de la hormiga reina.......e eee 29 SEGUNDA PARTE Il En la calle 67 JIT Encontrar patromes ..........cseesesseseseeessenensseeeseeessnseeesseesssaneinenes gi IV. Escuchar a la retroalimentaciOn...........ecceeee eters Vi Artistas del Control .........cccccccececeeseeseteeneeenneeneesn teen tenessnneenensaneess 147 TERCERA PARTE VI Telépatas.... VITA ver qué pasa ...cccecsseensesneesneesnssessetsseetnnesnnnesssaeenscenneesnerses 203 Notasescsccsceannaanniianannncnnimornmamnmmraraenee QUE Bibliografia.......ecsssseccsserecesssessssseeeseieessnesssneensasanessesanetensaneess Agradecimient0s ......ccscceseiecsecessessnecessssssesssnnsasmnenssensessnnnannee 243 Indice onomastico y tematico.... OA VASQUEZ Dibujo del cerebro humano (Cortesia de Mittermeier) Mapa de Hamburgo, circa 1850 (Cortesta de Princeton Architectural Press) Aue todo debemos preservar la absoluta imprevisibilidad y la total improbabilidad de nuestras mentes interconectadas. De ese modo podre- mos mantener abiertas todas las posibilidades, como hemos hecho en el ~ pasado. Seria bueno contar con mejores métodos de monitorizar los cambios, para poder reconocerlos mientras estan ocurriendo... Tal vez las compu- tadoras puedan hacerlo posible, aunque lo dudo bastante. Se pueden crear modelos simulados de ciudades, pero lo que se deduce de ellos es que parecen estar mas alla del alcance del anilisis inteligente... Esto es intere- sante, dado que una ciudad es la mayor concentraci6n posible de seres humanos y todos ejercen tanta influencia como la que son capaces de soportar. La ciudad parece tener vida propia. Si no podemos entender cémo funciona, no llegaremos muy lejos en la comprensién general de la sociedad humana. Y sin embargo, deberia ser posible. Reunida, la gran masa de mentes humanas de todo el mundo parece comportarse como un sistema vivo coherente. El problema es que el flujo de informaci6n es casi siempre unidireccional. A todos nos obsesiona la necesidad de proporcionar infor- maci6n tan rapido como podamos, pero carecemos de mecanismos efi- caces para extraer algo a cambio. Confieso no saber mas de lo que ocurre en la mente humana que lo que sé de la mente de una hormiga. Ahora que lo pienso, ése podria ser un buen punto de partida. Lewis THOMAS, 1973 INTRODUCCION iAQUI LLEGAN! E. agosto de 2000, un cientifico japonés llamado Toshiyuki Naka- gaki anuncié que habia entrenado a un organismo ameboideo llamado moho de fango (slime mold) para encontrar el camino de salida mas cor- to de un Jaberinto. Nakagaki puso el moho en un pequeiio laberinto que tenia cuatro posibles salidas, y colocé alimento en dos de ellas. A pesar de ser un organismo increiblemente primitivo (un pariente cerca- no de los hongos comunes), sin sistema cerebral central, el moho de fango se las arreglé para recorrer el camino mis eficaz hacia el alimen- to, adelgazando su cuerpo a través del laberinto de modo que podia inter- conectar directamente las dos fuentes de alimento. Sin recursos cognitivos aparentes, el moho de fango “resolvi6” el enigma del laberinto.' Para ser un organismo tan simple, el moho de fango posee un nivel intelectual asombroso. El anuncio de Nakagaki fue el ultimo de una lar- ga cadena de investigaciones sobre las sutilezas de la conducta de este organismo. Seguin los cientificos que intentan comprender los siste- mas que usan componentes relativamente simples para construir inte- ligencia superior, el moho de fango llegara a ser considerado el equivalente de los pinzones y las tortugas que Darwin observé en las islas Galapagos. éCémo pudo un organismo tan inferior desempefar un papel tan impor- tante para la ciencia? La historia comienza a finales de la década de 1960 en la ciudad de Nueva York con una cientifica llamada Evelyn Fox Keller. Doctorada en Fisica por Harvard, Keller escribi6 su tesis sobre biologia molecular y pas6é largo tiempo investigando el incipiente campo de la “termodindmica del no-equilibrio” que afios mas tarde se vincularja con la teorfa de la complejidad. Hacia 1968 trabajaba como asociada para Sloan-Kettering, en Manhattan, estudiando la aplicacién de la matema- tica a los problemas de la biologia. Keller pensaba que si la matemitica habia desempefiado un papel tan sumamente importante en la expan- 13 SISTEMAS EMERGENTES sién de nuestros conocimientos de la fisica, quizd también fuera util para comprender los sistemas vivos. En la primavera de 1968 Keller conocié a un académico visitante, Lee Segel, que provenia de la matemiatica aplicada y compartia sus intere- ses. Fue Segel el primero en introducirla en el estudio de la peculiar conducta del moho de fango, y juntos emprendieron un conjunto de inves- tigaciones que ayudarian a transformar no solo nuestra comprensién del desarrollo biolégico sino también mundos tan dispares como la neu- rociencia, el disefio de software y los estudios urbanisticos. Si leen estas palabras durante el verano en algin confin rural o subur- bano del mundo, es probable que el moho de fango esté creciendo a su alrededor. Caminen por la parte himeda y por lo general fresca de un bosque en un dia seco y soleado, observen el abono de las plantas del jardin y encontraran tal vez una sustancia viscosa que recubre la super- ficie de un trozo de corteza en descomposicién. A primera vista, la masa de color anaranjado rojizo sugiere que el perro del vecino ha comido algo en mal estado, pero si se observa el moho de fango durante varios dias -o, mejor atin, si se lo fotografia en un plano secuencia-, se descubrira que se desplaza muy lentamente por el suelo. Si las condiciones clima- ticas cambian y el tiempo se vuelve mas himedo y frio, puede ocurrir que regresen al mismo sitio y comprueben que ha desaparecido por com- pleto. éSe ha marchado hacia alguna otra parte del bosque? éSe ha des- vanecido en el aire cgmo se evapora un charco? Resulta que el moho de fango (Dictyostelium discoideum) hace algo mucho mas misterioso; es una trampa de la biologia que durante siglos, antes de que Keller y Segel comenzaran su trabajo conjunto, ha desconcerta-* do a los cientificos, En verdad, el comportamiento del moho de fango es tan extrafio que para comprenderlo fue necesario pensar mas alla de los limites de las disciplinas tradicionales; de ahi el por qué se necesita- ron los instintos de una doctora en Biologia Molecular y de un doctor en Fisica para desvelar el enigrna del moho de fango. Porque no hay tal desaparicién en el suelo del jardin. E] moho de fango pasa buena parte de su vida como miles de organismos unicelulares distintos; cada uno se mueve independientemente de sus otros compatieros. Bajo las con- diciones adecuadas se producira la coalescencia de esas miriadas de célu- las en un solo organismo mayor que comienza a reptar pausadamente por el suelo del jardin consumiendo a su paso hojas y cortezas en des- 4 INTRODUCCION composicién. Cuando el entorno es menos favorable, el moho de fango se comporta como un organismo aislado; cuando el tiempo es mas frio yel moho dispone de una cantidad de alimento mayor, “él” se transfor- ma en “ellos”. El moho de fango oscila entre ser una unica criatura y una colonia. Las células del moho de fango son relativamente simples pero han atrai- do una atencién desproporcionada por parte de varias y variadas disci- plinas —embriologia, matematica, ciencias informaticas—, ya que ofrecen un ejemplo fascinante del comportamiento de un grupo coordinado. Cual- quiera que haya contemplado alguna vez el gran misterio de la fisiolo- gia humana —éc6mo consiguen funcionar tan bien todas mis células juntas?— encontrara alguna referencia en la colonia del moho de fan- go.’ Si lograramos descifrar cémo se las arregla el Dictyostelium, quizas encontraramos también las claves de nuestra desconcertante unidad “Yo estaba en el departamento de Biomatematica de Sloan-Kettering, un departamento muy pequefio por cierto”,! cuenta Evelyn Fox Keller riendo. Aunque, a finales de la década de 1970, el campo de la biologia matemiatica era relativamente nuevo, tenia un precedente fascinante y enigmatico en el entonces poco conocido ensayo de Alan Turing, el bri- llante decodificador durante la Segunda Guerra Mundial que también contribuy6 a inventar la computadora.5 Uno de los ultimos trabajos que Turing publicé antes de su muerte, en 1954, trataba de la “morfogénesis”, la capacidad de todas las formas de vida de desarrollar cuerpos cada vez mas complejos a partir de origenes increiblemente simples. E] tra- bajo de Turing se centraba en la recurrencia de los patrones numéricos de las flores,® pero usando herramientas matematicas demostraba como un organismo complejo podia desarrollarse sin ninguna direccién o plan maestro. “Yo pensaba en la agregacién del moho de fango como modelo para pensar el desarrollo, y di con el trabajo de Turing: ‘iBingo!”, explica Keller en su oficina del MIT. Hace algun tiempo, los investigadores pensaban que las células del moho de fango segregaban una sustancia comin llamada acrasina (tam- bién conocida como monofosfato de adenosina ciclico, AMPC), que esta- ba vinculada al proceso de agregacién. Sin embargo, hasta que Keller comenz6 sus investigaciones se crey6 que las colonias de moho de fan- go se formaban al mando de células “marcapasos” que ordenaban a las 1S SISTEMAS EMERGENTES otras células comenzar dicho proceso de agregaci6n. En 1962, B. M. Sha- fer, de Harvard, describié cémo los marcapasos usaban AMPC a modo de alerta para alistar a las tropas; los generales del moho de fango libe- raban compuestos en los momentos adecuados, disparando oleadas de AMpC que bafiaban a toda la comunidad, mientras que cada célula ais- lada pasaba la sefial a sus vecinas. La agregacién del moho de fango era una gran cadena telef6nica, pero s6lo unas pocas células de elite hacian la llamada original. Parecia una explicacién perfectamente sensata. Estamos naturalmen- te predispuestos a pensar en términos de “marcapasos”, tanto si habla- mos de hongos como de sistemas politicos o de nuestro propio cuerpo. La mayorfa de nuestros actos parecen gobernados por las células “marcapasos” del cerebro, y durante milenios hemos construido células “marcapasos” para nuestras organizaciones sociales, tanto si toman la for- ma de reyes como de dictadores o alcaldes. Buena parte del mundo que nos rodea puede explicarse en términos de sistemas de mando y jerar- quias; épor qué habria de ser diferente para el moho de fango? Sin embargo, la teorfa de Shafer tenia un pequefio problema: nadie lograba encontrar a los marcapasos. Aunque todos los observadores coin- cidian en la evidencia de que en la comunidad del moho de fango cir- culaban olas de AMPC antes de la agregacién, todas las células de la comunidad eran efectivamente intercambiables. Ninguna posefa carac- teristicas distintivas que pudieran elevarla a la categoria de marcapasos. La teoria de Shafer presuponia la existencia de una monarquia celular que gobernaba a las masas, pero result6 ser que todas las células del moho de fango eran iguales. Durante los veinte afios que siguieron a la publicacién del ensayo ori- ginal de Shafer, los micdlogos creyeron que la ausencia de células mar- capasos se debia a una insuficiencia en los datos o bien a experimentos defectuosos: los generales estaban escondidos en alguna parte, sdlo era cuestidn de dar con sus uniformes. Pero Keller y Segel hicieron una apro- ximacién radicalmente distinta. El trabajo de Turing sobre morfogéne- sis habia esbozado un modelo matematico donde agentes simples, de acuerdo con reglas simples, generaban estructuras extraordinariamente complejas; tal vez la agregaci6n de las células del moho de fango era un ejemplo real de esa conducta. En principio Turing se habia centrado en Ja interaccién entre células de un mismo organismo, pero era perfec- 16 INTRODUCCION tamente razonable suponer que la hipétesis podia ser aplicable a la agre- gacién de células libres. Keller comenz6 a pensar que Shafer podria estar equivocado, que tal vez la comunidad de células del moho de fango se organizase sin marcapasos...’ La corazonada de Keller y Segel rindié sus frutos con creces. Aunque carecian de las avanzadas herramientas de visualizacién que suponen Jas computadoras actuales, garrapatearon una serie de ecuaciones con lapiz y papel, ecuaciones que demostraron que las células del moho po- dian disparar la agregaci6n sin seguir a un lider, alterando simplemente la cantidad de AMPC que liberaban individualmente y rastreando la fero- mona que encontraban en su vagabundeo por los alrededores. Silas célu- las del moho de fango bombeaban suficiente AMPC comenzarian a formar racimos. Las células empezarian siguiendo el rastro de otras células, creando un circuito de retroalimentacién positiva que estimularia mas células a arracimarse. En un trabajo publicado en 1969, Keller y Segel afirmaban que si cada célula aislada segregaba AMPC, basindose sim- plemente en su percepcién local de las condiciones generales, la comu- nidad del moho de fango seria capaz de agregarse sobre la base de los cambios globales en el entorno sin un marcapasos al mando. “La respuesta fue muy interesante”, dice Keller, “porque para cualquiera que entendiera de matemiatica aplicada o que tuviera alguna experien- cia en dinamica de fluidos esto era moneda corriente. Pero para los bié- logos no tenia sentido. Hice seminarios con bidlogos y decian: “éY entonces? ¢Cual es la célula fundadora? ¢Dénde esta el marcapasos?’ No los satisfacia en absoluto”. En efecto, la hipétesis del marcapasos® conti- nuaria como modelo dominante® durante la década siguiente, hasta que una serie de experimentos probaron que las células del moho de fango se organizaban desde abajo. “Me asombra lo dificil que es para las per- sonas pensar en términos de fenémeno colectivo”, afirma Keller. Treinta afios después de que los dos investigadores pergenaran su teo- ria sobre papel, la agregacién del moho de fango es reconocida como un caso clasico para el estudio de la conducta ascendente o bottom-up. Mitch Resnick, colega de Keller en el MIT, ha desarrollado una simulacién com- putarizada del proceso de agregacién de las células del moho de fango, lo que permite a los estudiantes explorar la mano fantasmal e invisible de la autoorganizacién por la alteracién del nimero de células en el ambiente y por los niveles de AMPc distribuidos. Las imagenes en pantalla 7 SISTEMAS EMERGENTES de la simulacién de Resnick —brillantes racimos de células rojas y ras- tros verdes de feromonas— hacen pensar invariablemente en los video- juegos a quienes la usan por primera vez, La comparacién revela un linaje secreto. Algunos de los mas populares videojuegos de nuestros dias se parecen a células del moho de fango porque estan basados en las ecua- ciones que Keller y Segel formularon a mano alzada a finales de la década de 1970. Si la vida en la tierra evolucion6 a partir de la quiniela primi- genia, podriamos decir que la vida digital mas interesante de nuestras pantallas evolucion6 a partir del moho de fango. El descubrimiento de Segel y Keller’* puede compararse con una de las primeras piedras que provocan una avalancha. Otras piedras rodaron con las suyas —de algunas seguiremos la trayectoria mas adelante—, pero ese movimiento inicial no fue nada comparado con el alud que se pro- dujo a lo largo de las dos décadas siguientes, durante las cuales aquella avalancha dio lugar a un pufiado de disciplinas cientificas plenamente aceptadas, a una red mundial de laboratorios de investigacién y think tanks, y a una jerga propia. Treinta afios después de que Keller desafia- ra la hipdtesis del marcapasos, los estudiantes reciben cursos de “estu- dios de autoorganizacién”, y el software ascendente organiza las comunidades virtuales mas dinamicas de la Web. Pero el desafio de Keller fue mas alla de la conformacidn de una serie de tendencias intelectua- les. Desenterré una historia secreta" de pensamiento descentralizado, una historia que habia quedado sepultada durante muchos ajios bajo el peso de la hipdtesis del marcapasos y de los compartimentos tradicionales de la investigacion cientifica. Durante siglos, si no milenios, se habia pen- sado en la conducta emergente en todas sus variantes; sin embargo, aquel pensamiento fue ignorado sistematicamente como corpus unificado de tra- bajo, porque no habia nada unificado en su cuerpo. Habia células aisla- das en busca de los misterios de la emergencia, pero no habia agregacién. Sin duda, algunas de las grandes mentes de los Gltimos siglos -Adam Smith, Friedrich Engels, Charles Darwin, Alan Turing- contribuyeron a la desconocida ciencia de la autoorganizaci6n, pero como atin no era un campo de estudio reconocido, sus obras fueron archivadas de acuer- do a las materias convencionales. Desde cierto punto de vista, aquellas taxonomias tenian sentido puesto que ni siquiera las figuras destacadas de esta nueva disciplina advertian que estaban intentando comprender INTRODUCCION las leyes de la emergencia. Se limitaban a tratar aspectos especificos de campos claramente definidos: cémo aprenden las colonias de hormigas aaprovisionarse y a construir sus hormigueros; por qué los barrios indus- triales se forman de acuerdo con las clases sociales; como aprende nues- tro cerebro a reconocer los rostros. Estas cuestiones pueden responderse sin apelar a las ciencias de la complejidad y la autoorganizacion, pero todas las respuestas comparten un mismo patron, tan claro como los _surcos de una huella digital. Sin embargo, para considerarlo un patr6én era necesario encontrarfo en diversos contextos. S6lo cuando fue detec- tado el modelo se comenzo a pensar en estudiar los sistemas de autoor- ganizacion en si mismos. Keller y Segel lo observaron en la formacién de colonias del moho de fango; Jane Jacobs en la formacién de los barrios urbanos; Marvin Minsky en las diferentes redes del cerebro humano.” éQué caracteristicas comparten estos sistemas? En términos sencillos, resuelven problemas recurriendo a masas de elementos relativamente no inteligentes en lugar de hacerlo recurriendo a un solo “brazo ejecutor” inte- ligente. Son sistemas ascendentes, no descendentes. Extraen su inteligen- cia de la base. En un lenguaje mas técnico, son sistemas complejos de adaptaci6n que despliegan comportamientos emergentes.”* En estos siste- - mas, los agentes que residen en una escala comienzan a producir com- portamientos que yacen en una escala superior a la suya: las hormigas crean colonias, los habitantes de una ciudad crean barrios, un software de reco- nocimiento de patrén simple aprende a recomendar libros. La evolucién de reglas simples a complejas es lo que llamamos “emergencia”. Imaginense una mesa de billar cubierta de bolas semiinteligentes impul- sadas a motor, programadas para explorar el espacio de la mesa y alte- rar sus patrones de movimiento sobre la base de interacciones especificas con otras bolas. En general, Ja mesa esta en movimiento permanente- mente, con bolas en constante colisi6n que cambian de direccién y velo- cidad a cada instante. Puesto que tienen un motor, no disminuyen la velocidad a menos que haya reglas que se lo ordenen, y su programacién les permite dar giros imprevistos cuando encuentran otras bolas. Ese sis- tema define la forma mas elemental de comportamiento complejo: un sistema con agentes multiples que interactiian en forma dindmica de mil- tiples maneras, siguiendo reglas locales e independientes de cualquier instruccién de un nivel superior. Sin embargo, este sistema no seria con- siderado emergente si las interacciones locales no fueran, en alguna forma, 19 SISTEMAS EMERGENTES de macroconducta observable. Digamos que las reglas de comportamiento local de las bolas de billar terminan dividiendo la mesa en dos grupos de bolas: uno de nimeros pares, otro de nimeros impares. Eso indica- ria el comienzo de la emergencia, un patrén de un nivel superior que sur- ge de interacciones complejas paralelas entre agentes locales. Las bolas no estan programadas de forma explicita para reunirse en dos grupos; estan programadas para seguir reglas mucho mas aleatorias: girar a la derecha cuando chocan con una de color; acelerar después del contac- to con la bola tres; detenerse en su trayectoria cuando tocan la bola ocho, y asi sucesivamente. Sin embargo, a partir de esas rutinas simples emer- ge una forma coherente. éNuestra mesa de billar es por ello adaptadora? En realidad no, por- que una mesa dividida en dos grupos de bolas no es demasiado itil ni para las bolas de billar ni para nadie en el salén. Pero, como los pro- verbiales monos escribas Hamilet,* si tuviéramos un nimero infinito de mesas de billar en el salon, y si cada una siguiera un conjunto diferente de reglas, una de las mesas podria dar con un conjunto de reglas al azar que dispusiera todas las bolas en un tridngulo perfecto y dejara una bola preparada para abrir el juego. Eso seria un comportamiento adaptador en el ecosistema mayor del saldn, si entendemos que a nuestro sistema de billar le interesa atraer a los jugadores. El sistema estaria usando reglas locales entre sus agentes interactivos para crear un comportamiento de nivel superior adecuado a su entorno. La complejidad emergente sin adaptacién es como los intrincados cris- tales que forman un copo de nieve: un bello disefio que no tiene ningu- na funcién. Las formas de comportamiento emergente que examinaremos en este libro exhiben la cualidad peculiar de hacerse mas inteligentes con el tiempo y de responder a necesidades cambiantes y especificas de su entorno. En este sentido, la mayoria de los sistemas que veremos son mas dindmicos que nuestra mesa de billar adaptadora: rara vez se estable- cen en una forma unica y fija; forman patrones en el tiempo y en el espacio. Un mejor ejemplo seria una mesa que se autoorganiza en fun- > Sise colocan mil monos frente a mil maquinas de escribir, y se les da tiempo suficiente, lograrin en algiin momento producir todo lo que ha sido escrito, incluida toda la obra de Shakespeare. Dicho de otro modo, si se generaran trescientas paginas en la computadora de texto aleatoria con la frecuencia suficiente, se obtendria cualquier texto escrito de trescientas paginas 0 menos, y mucho mas texto sin. sentido. Agradezco la aclaracién a David Sterlight, Ph. D., Los Angeles, California. [N. de fa 7] 20 INTRODUCCION cién de un dispositivo temporal basado en el billar: la bola de arranque golpea la bola ocho sesenta veces por minuto, y las bolas restantes cam- bian de Jado a lado de la mesa una vez por hora. Puede parecer dificil que emerja un sistema como éste a partir de interacciones locales entre bolas individuales, pero nuestro cuerpo contiene numerosos relojes orga- nicos disefiados a partir de células simples que funcionan de maneras notablemente parecidas. Un ntimero infinito de configuraciones celula- _ res o de bolas de billar no producird un mecanismo de precisi6n; sdlo un pequefio numero de ellos lo hard. Entonces es pertinente la pregunta: écémo orientar un sistema emergente hacia comportamientos crono- metrados, si ése es el objetivo? éComo dotar de mas capacidad de adap- taci6n a un sistema de autoorganizaci6n? La pregunta es crucial porque en los tltimos afios la historia de la emer- gencia ha entrado en una nueva fase que sera mas revolucionaria que las dos fases precedentes. En la primera fase hubo mentes agudas que intentaron entender la autoorganizacion sin darse cuenta de qué era a lo que se enfrentaban. En la segunda, ciertos sectores de la comunidad cientifica comenzaron a ver la autoorganizacién como un problema que trascendia las disciplinas establecidas y que intentaron resolver parcial- mente comparando el comportamiento en distintas areas. A través de la observacidn de las células del moho de fango, cotejada con las colo- nias de hormigas,"* pudo verse el comportamiento compartido, algo im- posible si se las observaba en forma aislada. La autoorganizacién se transformé en un objeto” de estudio por derecho propio, y dio lugar a la aparicién de célebres estudios de investigacién acerca de la compleji- dad en todas sus diversas formas. Sin embargo, en la tercera fase,"® que comenzé en la década de 1ggo0 -y que es la raz6n de ser de este libro—, dejamos de analizar la emer- gencia y comenzamos a generarla. Empezamos a construir sistemas auto- organizados en nuestras aplicaciones de software, en los videojuegos, en el arte y la misica. Hemos construido sistemas emergentes para reco- mendar nuevos libros, reconocer voces, encontrar amigos. Desde el comienzo de su existencia, los organismos complejos han vivido bajo las leyes de la autoorganizaci6n, pero en afios recientes nuestra vida coti- diana se ha visto invadida por la emergencia artificial: hay sistemas cons- truidos conscientemente sobre la base de la emergencia, sistemas disefiados para aprovechar esas leyes del mismo modo que los reactores nucleares 2y SISTEMAS EMERGENTES aprovechan las leyes de la fisica atomica. Hasta hoy, los fildsofos de la emergencia habian luchado por interpretar el mundo. Ahora comien- zan a cambiarlo. Lo que sigue a continuacion es un recorrido por campos que nermal- mente no estan reunidos en un mismo libro. Veremos juegos informati- cos que simulan sisternas ecoldgicos vivos; el sistema de gremios en la Florencia del siglo x11; Ja divisién celular inicial que marca el principio de la vida; y el software que permite ver los patrones del cerebro huma- no. Lo que une a estos distintos fendmenos es una misma forma y patron: una red de autoorganizacion, de agentes dispares que crean un orden de un nivel superior sin proponérselo. En cada instancia, puede verse converger la impronta de aquellas células del moho de fango; en cada instancia se sustentan las leyes de la emergencia. Este libro sigue aproximadamente la cronologia de las tres fases his- toricas. La primera parte’ introduce uno de los logros que coronaron el mundo emergente —el comportamiento social en colonias de insectos como las hormigas y termitas— y mas adelante recorre parte de la histo- ria de los habitos descentralizadores, desde la descripcién de Engels de las calles de Manchester a las nuevas formas de software emergente que se estan desarrollando en la actualidad. La segunda parte es un pano- rama de la emergencia tal como la entendemos hoy; cada uno de los cuatro capitulos explora uno de los principios centrales de la discipli- na: interaccién de vecinos, reconocimiento de patrones, retroalimenta- cidn y control indirecto. La ultima parte apunta al futuro de la emergencia artificial y especula sobre lo que ocurrira cuando nuestras experiencias medidticas y movimientos politicos se formen en su mayoria a través de fuerzas ascendentes y no descendentes. Algunas formas y patrones pasan por distintos momentos, acechando e inspirando a los seres vivos a lo largo de esos periodos determinados. El enfrentamiento dialéctico fue el patrén dominante del pensamiento cientifico de la primera mitad del siglo x1x; los movimientos darwinistas y de prorreforma social sembraron de redes o mallas la imagineria de la segunda mitad del siglo xx. Las primeras décadas del siglo Xx encon- traron su maxima expresi6n en la anarquia exuberante de la explosién, mientras que las décadas siguientes se perdieron en el régimen andni- INTRODUCCION mo de la reticula. Los ultimos diez afios pueden verse como un retorno a esas mallas victorianas, aunque sospecho que la imagen que se impri- mio en nuestras retinas a lo largo de la ultima década es mas prosaica: yventanas superpuestas en una pantalla, o quizd un raton haciendo clic sobre un icono. Estas formas son el resumen de un momento en el tiempo, una forma de evocar una era y sus obsesiones peculiares. Para quienes vivieron en estos periodos, las formas son bloques de construccién cognitiva, herra- mientas de pensamiento: Charles Darwin y George Eliot usaron la red como forma de entender la evolucién bioldgica y las luchas sociales; medio siglo después, los futuristas celebraron las explosiones de la ame- tralladora, mientras Picasso las usaba para recrear los horrores de la guerra en el Guernica, Las formas son un modo de interpretar el mundo, y aunque ninguna forma representa a su época por completo, son un com- ponente innegable de la historia del pensamiento.”® Cuando imagino qué forma dominara la primera mitad del siglo xxi, lo que me viene a la mente no es ni el abrazo en espiral del genoma ni las lineas entrecruzadas grabadas en un chip de silicio. Son, en cam- bio, los palpitantes pixeles rojos y verdes de la simulaci6n del moho de fango de Mitch Resnick, al principio errando aislados por la panta- Ila y luego agrupdndose en formas mayores. La forma de esos racimos -con su irregularidad propia de la vida y su ausencia de “marcapa- sos”— es lo que definira las décadas venideras. Los veo crecer y dividirse en la pantalla y pienso: ése es el futuro. 3 PRIMERA PARTE Hormiguero africano (Cortesia de Corbis) iLevantate, monstruoso hormiguero en la planicie de un mundo en exceso bullicioso! iFluye ante mis ojos, oh ti, marea interminable de hombres y cosas en movimiento! ‘Tu faz de cada dia que seduce -con raro asombro o estupor sublime- a los visitantes de todas las épocas; la danza repentina de colores, luces, formas; el ruido que ensordece; los que van y los que vienen cara a cara, rostro tras rostro... Wordsworth, Residencia en Londres [Traduccién de Mirta Rosemberg y Ezequiel Zaidenwerg] Las ciudades no tienen comités centrales de planificacion que resuelvan el problema de compra y distribucién de bienes... éCémo evitan estas ciu- dades la devastadora alternancia entre escasez y abundancia, ano tras ato, década tras década? El misterio se agudiza cuando observamos la natu- raleza caleidoscépica de las grandes ciudades. Compradores, vendedores, administraciones, calles, puentes y edifictos siempre estén cambiando, de modo que la coherencia de una ciudad se impone sobre un flujo perpetuo de individuos y estructuras. Como la ola que se alza frente a una roca en la corriente, una ciudad es un patron en el tiempo. John Holland I EL MITO DE LA HORMIGA REINA Coens el otofio en Palo Alto. Deborah Gordon y yo estamos sen- tados en su oficina del edificio de Gilbert Biological Sciences en Stan- ford, donde pasa tres cuartas partes del afio estudiando ecologia conductista. La cuarta parte restante la pasa haciendo trabajo de campo con hormigas granivoras nativas del suroeste norteamericano. Cuando os encontramos, su rostro atin conserva algo del bronceado de su ulti- mo viaje al desierto de Arizona. He venido a aprender algo mas acerca de la inteligencia colectiva de las colonias de hormigas. Gordon, pulcramente vestida con una camisa blanca, responde animada a unas cuantas preguntas, cercanas a la filo- sofia, acerca del comportamiento grupal y los sistemas complejos, pero me doy cuenta de que esta ansiosa por empezar su exposicién. Tras unos minutos de reflexién, se gira en su silla: “éPor qué no empiezo ense- fiandote las hormigas que tenemos aqui?”, dice, “luego podemos hablar de lo que todo ello significa”.' Me hace pasar a un cuarto sepulcral, al otro lado del pasillo, donde encuentro tres largas mesas alineadas. Mi primera impresién es que se trata de un salon de billar esterilizado y vacio, hasta que me acerco y des- cubro la civilizaci6n en miniatura que vive dentro de cada mesa. Mis cer- cano a un juego de Habitrail* que a la idea tradicional de una granja de hormigas, el dispositivo de Gordon alberga una intrincada red de tubos de plastico que conectan aproximadamente una docena de cajas también de plastico forradas de yeso htimedo y cubiertas de una fina capa de polvo. “Cubrimos los hormigueros con plastico rojo porque algunas especies de hormigas no ven la luz roja”, explica Gordon. “Aparentemente ocu- rre lo mismo con esta especie.” Por un instante no estoy seguro de a qué se refiere con “esta especie”; después mis ojos se acomodan a la esce- * Empresa americana que comercializa habitaculos y otros productos para hamsters. [N. de a 7]. 29 PRIMERA PARTE na, y me asusto al darme cuenta de que el polvo que cubre las cajas son, en realidad, miles de hormigas granivoras, tan abigarradas en sus habitaculos que las habia confundido con una masa indiferenciada. Un segundo mas tarde, veo que toda la colonia simulada esta asombrosa- mente viva y los grupos de hormigas se mueven a ritmo constante. Los tubos, los espacios estrechos y la muchedumbre evocan inmediatamente al metro de Nueva York en hora punta. En el coraz6n de su trabajo, Gordon alberga un misterio acerca del de- sarrollo de las colonias de hormigas, un misterio con consecuencias que nos conducen mas alla de la tierra reseca del desierto de Arizona, hasta nuestras ciudades, nuestros cerebros, nuestro sistema inmunolégico y, de manera creciente, hasta nuestra tecnologia. Su trabajo se centra en la conexi6én entre la microconducta de hormigas individuales y el com- portamiento general de las colonias; parte de su investigacién recoge el seguimiento anual de los ciclos vitales de cada colonia mientras reco- rren el suelo del desierto en busca de alimento, compitiendo con otras colonias por el territorio, y, una vez al afio, acoplandose a ellas. En otras palabras, Gordon estudia un tipo particular de emergencia, un sistema autoorganizado. Al desenterrar una colonia de hormigas granivoras nativas se obser- vara, casi sin excepci6n, que la reina no esta. Para llegar hasta ella sera necesario examinar el fondo del hoyo recién excavado: encontraremos un pasillo angosto, practicamente invisible, que lleva, 60 centimetros mas abajo, a un mintisculo habitaculo horadado en la tierra. Alli encontraremos ala reina. La habran escondido un pufiado de “doncellas” ante la pri- mera sefal de alarma. Ese pasaje es, en otras palabras, una salida de emer- gencia parecida a un refugio nuclear subterraneo del ala oeste de la Casa Blanca. A pesar del comportamiento propio del servicio secreto y del voca- bulario monarquico, no hay jerarquias en el pensamiento de la colonia de hormigas. “Aunque ‘reina’ sea un término que recuerde sistemas politicos humanos”, explica Gordon, “la reina no es una figura con auto- ridad. Pone huevos y es alimentada y cuidada por las obreras. No deci- de lo que hace cada obrera. En una colonia de hormigas granivoras, tuneles, habitaculos y miles de hormigas separan a la reina, que esta ro- deada de obreras internas, de las hormigas que trabajan fuera del hor- miguero y que sdlo usan las recdmaras cercanas a la superficie. A la reina go EL MITO DE LA HORMIGA REINA le seria fisicamente imposible’ dirigir las decisiones de cada una de las obreras acerca de qué tarea realizar y cuando hacerlo”. Las hormigas gra- nivoras’ que llevan a la reina a su refugio no lo hacen porque se lo haya ordenado su lider, sino porque la hormiga reina es responsable de engen- drar a todos los miembros de la colonia, y por lo tanto es interés de toda la colonia y de su perpetuacién mantener a la reina a salvo. Sus genes las instruyen para proteger a su madre, al igual que las instruyen para _ proveer alimento. En otros términos, la matriarca no entrena a sus sir- vientes para que la protejan, la evolucién si.4 La cultura popular introduce estereotipos de hormigas estalinistas, como lo atestigua el régimen autoritario en el filme Antz, pero en realidad las colonias son lo opuesto a las economias planificadas, Aunque son capa- ces de proezas notablemente bien coordinadas en Ja asignaci6n de tareas, no hay planes quinquenales en el reino de las hormigas. Las colonias que estudia Gordon despliegan algunas de las conductas mas extraordina- riamente descentralizadas de la naturaleza: inteligencia, personalidad y un aprendizaje ascendente. Continuaba observando el entramado de los tubos de plastico, cuan- do Gordon hizo que reparara en dos tableros de color blanco, unidos a la zona central de la colonia, uno sobre otro y comunicados por una ram- pa. (Imaginense un aparcamiento de dos plantas junto a una estacién de metro.) Un pufiado de hormigas merodeando por los tableros. Algu- nas supuestamente cargando migas; otras, en apariencia, sdlo pasean- do. Si éste es el Central Park de la metr6poli hormiguera de Gordon, creo que hoy es dia laborable. Gordon sefiala con un gesto la esquina del panel superior, a 10 centi- metros de la rampa hacia el nivel inferior, donde hay un monticulo de polvo de extratia textura —restos y cdscaras— contra la pared. “Ese es el vertedero”, dice, “el basurero de la ciudad”. Sefiala tres hormigas que suben la rampa, apenas visibles bajo una gran cdscara. “Estas hormigas son basureras: recogen las sobras del alimento que han recolectado —en este caso, semillas de césped— y las depositan en el vertedero.” Gordon da dos rapidos pasos hacia el otro lado de la mesa alejandose de la rampa. Muestra lo que parece otro monticulo de tierra. “Y éstees el cementerio.” Vuelvo a mirar, sobresaltado. Efectivamente, cientos de cadiveres de hormigas estan apilados y cuidadosamente encastrados en la esquina de la mesa. Es cruel y, sin embargo, extrahamente metddico. gt PRIMERA PARTE, Asenti maravillado. Sé lo suficiente acerca del comportamiento de la colonia. “De algtin modo han decidido colectivamente utilizar estas zonas como vertedero y cementerio”, digo. Ninguna hormiga definié indivi- dualmente esas zonas, ningtin planeamiento central delimité un sector para la basura y otro para los cadéaveres. “Tan sdlo ocurridé, ¢verdad?” Gordon sonrie; evidentemente hay algo que no he advertido. “Mejor atin”, dice, “mira lo que ha ocurrido en realidad: han construido el cemen- terio en el lugar mas alejado de la colonia. Y el vertedero es todavia mas interesante: lo han situado en el punto exacto que maximiza la distan- cia tanto del cementerio como de la colonia. Aparentemente siguen una regla: colocar las hormigas muertas y el vertecero lo mas lejos posible, pero separados entre si”. Tengo que tomarme unos segundos para trazar yo mismo la geometria; con certeza las hormigas lo han hecho correctamente. Rio a carcajadas pensando que es como si hubieran resuelto uno de esos cuestionarios estandar de matematica espacial para obtener una solucién perfectamen- te adecuada a su entorno, una solucion que facilmente dejaria perplejo aun humano de ocho afios. La pregunta es: équién hace los calculos? Es una larga historia y no se limita al comportamiento colectivo de las colonias de hormigas. Hoy conocemos la respuesta porque hemos de- sarrollado herramientas poderosas para pensar —y reproducir-— la inteligen- cia emergente de los sistemas de autoorganizacién, pero esa respuesta no estuvo siempre clara. Ahora sabemos que sistemas como las colonias de hormigas no tienen lideres, que la sola idea de una hormiga “reina” es engafiosa. Pero el deseo de encontrar “marcapasos” en esos sistemas ha sido siempre poderoso, tanto en el comportamiento grupal de los insec- tos sociales como en el comportamiento humano colectivo que crea la vida en una ciudad, Existen documentos sobre un fuerte romano anterior al afio 76 d. C. situado en la confluencia de los rios Medlock e Irwell, en el noroeste de la Inglaterra moderna, a unos 300 kil6metros de Londres. Durante tres siglos, hubo alli asentamientos que luego desaparecieron con el resto del imperio alrededor del 400 d. C. Los historiadores consideran que el lugar estuvo deshabitado durante quinientos afios, hasta que una ciudad llamada Manchester comenz6 a cobrar forma, tomando su nombre del asentamiento romano Mamuncium, que significa “colina en forma de seno”. rd EL MITO DE LA HORMIGA REINA Manchester subsistié buena parte del milenio como una anénima pobla- cién del norte de Inglaterra. En 1301 se le otorg6 una cédula y fund6é una universidad a comienzos de 1400, pero siguié dependiendo de la ciudad yecina de Salford durante cientos de afios. En el siglo xvi, la region de Manchester se convirtié en uno de los centros del comercio de la Jana; sus mercaderes comerciaban con el continente a través del puer- to de Londres, Era imposible saberlo entonces, pero Manchester y toda la region de Lancashire constitufan el corazén de la revolucién comer- cial y tecnologica que alteraria irrevocablemente el futuro del planeta. En Manchester convergen varios hitos histéricos: las incipientes tecno- logias textiles a vapor, el sistema bancario del Londres comercial, los mercados globales y la aparicién de sindicatos. La historia de esa con- vergencia ha sido profusamente tratada, y el debate sobre sus conse- cuencias sigue vigente. Pero mas alla de los efectos épicos que tuvo en Ja economia global, el despegue industrial de Manchester entre 1700 y 1850 creé también un nuevo tipo de ciudad que, literalmente, estallé a la vida. Las estadisticas de su crecimiento de poblacién dan cuenta por si solas del poder de tal explosién: una estimacién de 1773 indica que entonces 24.000 personas vivian en Manchester; el primer censo oficial en 1801 arrojé la cifra de 70.000. A mediados del siglo xix, habia mas de 250.000 habitantes dentro de los limites de la ciudad; la cifra se multiplicé por diez en tan sdlo setenta y cinco afios. Esa tasa de crecimiento sin pre- cedentes es tan violenta como los motores a vapor. En realidad, la ciu- dad creci6é mas rdpido de lo que sus autoridades pudieron controlar. Durante quinientos afios Manchester habia sido considerada un sefiorio, lo cual significaba que, técnicamente, ante la ley, era gobernada como un estado feudal, sin gobierno local, sin planificacién urbanistica, poli- cia o autoridades sanitarias. Manchester no envié representantes al Parlamento hasta 1832, y no entré en él hasta seis afios después, Final- mente, a comienzos de 1840, el recientemente constituido consejo del burgo empez6 a introducir reformas en la salud publica y la planifica- cién urbanistica; pero el Gobierno britanico no reconocié oficialmente a Manchester como ciudad hasta 1853. Esto constituye una de las ma- yores ironias de la revolucion industrial, y revela hasta qué punto este cambio fue realmente espectacular: la ciudad que definié el futuro de la vida urbana durante la primera mitad del siglo x1x no se constituyd PRIMERA PARTE legalmente como ciudad hasta que la gran explosion no completo su desarrollo. Como resultado de tal discontinuidad Manchester se convirtio en la ciudad mas caética y menos planificada en los seis mil afios de historia de los asentamientos urbanos. Ruidosa, contaminada, superpoblada, Man- chester atrajo en la década de 1830 a numerosos intelectuales y perso- nalidades pablicas, que viajaban al norte para conocer el futuro del mundo moderno. Regresaban buscando las palabras para describir de forma ade- cuada la inmensidad y singularidad de la experiencia, con relatos acer- ca de su mugre abyecta y su sobrecarga sensorial. “Lo que he visto me ha desagradado y asombrado mas alla de todo limite”, escribid Dickens tras una visita en el otofo de 1838. “Haré la mas encendida denuncia en nombre de estas desafortunadas criaturas.” Contratado para gobernar los distritos del norte a finales de la década de 1830, el general Charles James Napier escribié: “Manchester es la hoguera del mundo. Ricos bri- bones, pobres picaros, borrachines zaparrastrosos y prostitutas encar- nan su moral... iQué lugar! Las puertas del infierno hechas realidad”. De Tocqueville visita Lancashire en 1835 y describio el paisaje en tér- minos que tuvieron eco hasta dos siglos después: “Desde esta alcanta- rilla infecta® fluye la gran corriente de la industria humana que fertiliza al mundo entero. Desde esta sucia cloaca fluye el oro puro. Aqui la huma- nidad alcanza su més completo y brutal desarrollo; aqui la civilizacién forja sus milagros y el hombre civilizado se vuelve casi un salvaje”. Pero el comentarista mas celebrado e influyente de la ciudad de Man- chester fue el joven Friedrich Engels, quien lego a la ciudad en 1842 para supervisar la planta algodonera de su familia, y fue testigo de primera mano de como los motores de la historia acercaron a los obreros a la con- ciencia de clase. Aunque Engels lleg6 a Manchester para ocuparse de la firma de su padre, Ermen & Engels, ya se encontraba bajo la influencia de las ideas politicas de la joven escuela hegeliana. Era amigo de Karl Marx desde hacia unos ajios, y el socialista Moses Hess, a quien habia - conocido a comienzos de 1842, le habia aconsejado visitar Manchester. De modo que sus tres afios en Inglaterra fueron algo asi como una misién en nombre de la revoluci6n, financiada por la clase capitalista.? E] libro que escribié mas tarde, La situacién de la clase obrera en Inglaterra, conti- nua siendo uno de los clasicos de la historia urbana y el testimonio irre- vocable de la vida de Manchester en el siglo XIX, con todo su dinamismo S34 EL MITO DE LA HORMIGA REINA y abigarramiento. Dickens, Carlyle y Disraeli habian intentado plasmar Ja ferocidad legendaria de Manchester, pero sus esfuerzos fueron sobre- pasados por un prusiano de veinticuatro afos. Sin embargo, La situacién... no es, como podria esperarse, un mero docu- mento del caos industrial de Manchester, una historia de c6mo todo lo que es sélido se desvanece en el aire, por tomar prestada la frase que un camarada de Engels escribiria muchos afios después. En medio de Ja locura de la ciudad, el ojo de Engels se posa sobre un extrafio orden en un magnifico pasaje donde guia al lector en un paseo por la capital industrial que revela la formas politicas construidas sobre la topografia de las calles de la ciudad. El pasaje da cuenta del agudo sentido de obser- vacion de Engels, pero en realidad lo cito porque manifiesta la gran dificultad que implica pensar modelos de autoorganizaci6n, imaginar un mundo sin “marcapasos”. La ciudad esta construida de modo que puede vivirse en ella durante afios y afios y pasearse diariamente de un extremo al otro sin encontrarse con un barrio obrero o tener contacto con obreros (siempre que uno vaya de paseo o a un asunto concreto). Esto se debe principalmente a que, sea por ticito acuerdo, sea con intencién consciente y manifiesta, los barrios habitados por la clase obrera estan netamente separados de los de la clase media. [...] Sé bien que esta hipécrita manera de construir es mas o menos comin a todas las grandes ciudades; sé, igualmente, que los comer- ciantes minoristas, a causa de la naturaleza de sus negocios, deben ocupar las calles principales; sé que en esas calles hay mas casas buenas que malas y que en ellas el valor del terreno es mayor que en las calles alejadas; pero no he visto nunca, como en Man- chester, una exclusién tan sistematica de todo aquello que pueda ofender la vista y el dnimo de las clases medias. Y sin embargo, Manchester esta construida con pocas reglas o prescripciones poli- ciales, y mas en contra de ellas que cualquier otra ciudad... Si considero lo que afirma con gran celo la clase media, segin la cual todo marcha bien para los obreros, me parece que los industria- les liberales, los dig wigs de Manchester, no son completamente ino- centes de este vergonzoso método de construir.® 35 PRIMERA PARTE En este fragmento, las contradicciones rugen como los “oscuros moli- nos satanicos” de la propia Manchester. La ciudad ha construido un cordén sanitario para separar a los industriales de la escoria que han desa- tado en el mundo, ocultando la desmoralizacién de los distritos de la clase obrera de Manchester; y sin embargo ese acto se muestra al mun- do carente de “intencién explicita, consciente”. La ciudad parece habil- mente planeada para esconder sus atrocidades, y en cambio “ha sido construida menos de acuerdo con un plan” que cualquier otra ciudad de la historia. Como afirma Steven Marcus en su historia del viaje del joven Engels a Manchester, “Lo que hay que destacar es que este arre- glo desconcertante y atroz no puede entenderse como resultado de una trama ni de un disefio deliberado, aunque aquello los interesados tam- bién lo controlen. Sin duda, es la organizacién de un estado de cosas demasiado vasto y complejo como para haber sido pensado con antici- pacién, como para haber existido como idea previa”.® Las amplias y luminosas avenidas sugieren, en otras palabras, una ciudad de Potemkin sin un Potemkin. Esa combinacién de orden y anar- quia es lo que hoy Ilamamos comportamiento emergente. Los criticos urbanos saben desde Lewis Mumford y Jane Jacobs que las ciudades tienen vida propia, con barrios asentados en lugares que no han sido pla- neados desde arriba por ningtin Robert Moses. Pero la corriente inte- lectual sélo lo ha comprendido en los tiltimos afios; cuando Engels caminé por esas calles en Ja década de 1840 iba a tientas, intentando encontrar un culpable de la perversa organizacién de la ciudad, aun cuando reco- nocia que la ciudad evidentemente no tenia un plan. Como sucede casi siempre a lo largo de la historia del pensamiento, el desarrollo de esta nueva comprensi6n —las ciencias de la complejidad y de la autoorgani- zacién— es complicado y esta sujeto a muchos factores y agentes que interac- tian en él, Probablemente es mejor no verlo como una narraci6On lineal y si como una red interconectada, que se hace progresivamente mas den- saa través del siglo y medio que nos separa de la primera visita de Engels a Manchester. Complejidad es una palabra que ha aparecido frecuentemente en aspec- tos criticos del espacio metropolitano, pero en realidad hay dos tipos de complejidad fundamental en la ciudad, dos experiencias con conse- cuencias de muy distinta comprension. Existe, en principio, un sentido 36 EL MITO DE LA HORMIGA REINA convencional de complejidad como sobrecarga sensorial: la ciudad ten- sa el sistema nervioso humano al extremo; en ese proceso le ensefia una nueva serie de reflejos y le abre el camino para una serie de valo- tes estéticos complementarios, que crecen como una costra alrededor de la herida. El critico cultural aleman Walter Benjamin escribe en su obra inconclusa Der Passagenwerk [Los pasajes de Paris]: Tal vez la visién diurna de una multitud en movimiento se pre- senté al ojo alguna vez como un espectaculo al cual éste debié adaptarse [...] no es imposible suponer entonces que, una vez domi- nada esta tarea, el ojo acepté de buen grado nuevas oportunida- des de confirmar tal habilidad. El procedimiento de la pintura impresionista, donde el cuadro esta compuesto por un alboroto de pinceladas de color, seria entonces el reflejo de la experien- cia con la cual el ojo de un habitante de la gran ciudad se ha fami- liarizado.” , Este pasaje es heredero de la escritura sobre la ciudad de los siglos XIX y XX. Desde los capitulos sobre Londres del Preludio, de Words- worth, hasta las cavilaciones itinerantes de Dublineses, de Joyce, el ruido y el sin sentido se transforman en una experiencia estética. La multitud es algo a lo que uno se arroja por pura poesia. Pero la complejidad no es solo una cuestién de sobrecarga sensorial. Existe también el sentido de complejidad como sistema autoorganizado, mas en la linea del Insti- tuto Santa Fe que de la Escuela de Frankfurt. Este tipo de complejidad vive en un nivel superior; describe el sistema de la ciudad en si mismo y no su recepcién empirica por parte del habitante. La ciudad es com- pleja porque abruma, si, pero también porque tiene una personalidad coherente, una personalidad que se autoorganiza a partir de millones de decisiones individuales, un orden global construido a partir de inte- racciones locales. Esta es la complejidad “sistematica” que Engels vis- lumbré en los bulevares de Manchester; no la sobrecarga y anarquia que registré en otra parte, sino un extraiio tipo de orden, un patrén en las calles que trascendia los valores politicos de la elite de Manchester sin haber sido deliberadamente planeado por ella. Ahora sabemos, a tra- vés de modelos informaticos y estudios sociolégicos —asi como por estu- dios comparativos de sistemas generados por insectos sociales, como 37 PRIMERA PARTE las hormigas granivoras de Gordon—, que a partir de acciones locales no coordinadas pueden emerger patrones mayores. Pero para Engels y sus contemporaneos, esas formas urbanas no planeadas debieron de ser fantasmas. La ciudad parece tener vida propia. Ciento cincuenta afios mas tarde, las mismas técnicas traducidas al len- guaje del software, como la simulacién del moho de fango de Mitch Res- nick, suscitaron una reaccién parecida: la pavorosa sensacién de que algo con vida, algo organico, cobra forma en la pantalla. Estas formas, con su combinacion de estabilidad y cambio, con su capacidad ilimitada de aprendizaje, resultan irritantes aun para quienes tienen un profundo cono- cimiento de los sistemas de autoorganizacién. El impulso de construir modelos centralizados para explicar esa conducta subsiste con igual fuer- za que en los tiempos de Engels. Cuando vemos emerger formas y estruc- turas repetidas a partir de un caos manifiesto, no podemos evitar buscar marcapasos. Entendido en su sentido mas abstracto, lo que Engels observé son pairo- nes en el paisaje urbano, visibles porque tienen una estructura repetida que los distingue del mero ruido que podria asociarse naturalmente a una ciudad no planeada. Son patrones de conducta humana y toma de deci- siones que han sido inscritos en la textura de los edificios de la ciudad, patrones que luego retroalimentan a los residentes de Manchester y alteran sus decisiones futuras. (En ese sentido, son lo opuesto del senti- do tradicional de complejidad urbana; son sefiales que emergen desde donde se esperaria'sdlo ruido.) Una ciudad es algo asi como una maqui- na de amplificar patrones: sus barrios son un modo de medir y expre- sar la conducta repetida de colectividades mayores; recogen informacién acerca de la conducta grupal y comparten esa informacién con el gru- po. Puesto que esos patrones retroalimentan a la comunidad, pequefios cambios de conducta pueden convertirse rapidamente en movimien- tos mayores: grandes tiendas en los bulevares importantes, mientras la clase obrera permanece relegada a calles laterales y callejones; los artis- tas viven en la ribera izquierda, los inversores y banqueros en el octavo arrondissement. Para crear esas estructuras no son necesarias ni regulacio- nes ni planes urbanisticos deliberados. Lo tinico que se necesita son miles de individuos y unas pocas reglas simples de interaccion. Los esca- parates luminosos atraen mas escaparates luminosos y alejan a los desfa- vorecidos a un rincén apartado. No hay necesidad de un baron Haussmann 38 EL MITO DE LA HORMIGA REINA eneste mundo," sélo hacen falta unos pocos patrones de conducta repe- tidos, amplificados a formas mayores que perduren durante generacio- nes enteras: grupos, barrios bajos, vecindarios. Sin embargo, no todos los patrones son evidentes para cada uno de los moradores de la ciudad. La historia del urbanismo es una historia de signos mudos, construidos a partir de la conducta colectiva de gru- pos mas pequefios y dificilmente detectados por quienes no pertenecen al grupo. Manchester atesora varios grupos secretos que persisten gene- raci6én tras generaci6n, “como la ola que se alza frente a una roca en la corriente”. Uno de estos secretos se encuentra justo al norte de la Vic- toria University, en el punto donde Oxford Road se transforma en Oxford Street. Existen documentos de mediados del siglo XIX que dan cuenta de hombres que buscan sexo con otros hombres, relaciones mas dura- deras o incluso de camaraderia entre sexos iguales en tiempos en los que esa identidad sexual era tabu. Algunos historiadores especulan con la posibilidad de que Wittgenstein visitara aquellas calles durante su estan- cia en Manchester en 1908. Cerca de cien afios después, la zona ha sido bautizada como Gay Village, y promueve activamente sus cafés y sus tiendas como destino obligado para el turista en Manchester, lo mismo que sucede con Christopher Street en Manhattan y Castro en San Fran- cisco. El patr6n esta abierto a un piblico mas amplio ahora, pero no ha perdido su forma.” Aunque con menor amplitud, la sefial se hizo oir lo suficiente como para atraer la atencion de otro de los inmigrantes ilustres de Manches- ter: el britanico polifacético Alan Turing. Como parte de su heroica con- tribucién durante la guerra, Turing habia estudiado los patrones matematicos disefiando ecuaciones y dispositivos que quebraron el “inviolable” cédigo aleman Enigma.* Después de tres infructuosos aiios en el Laboratorio Nacional de Fisica en Londres, Turing se mudé a Man- chester en 1948 para contribuir a la direccién del incipiente laborato- rio de computacién de la universidad de la ciudad. En Manchester, Turing comenzé a pensar el problema del desarrollo biolégico en términos matemiaticos, que lo llevaria a escribir su trabajo decisivo sobre morfo- génesis, publicado en 1952 y que Evelyn Fox Keller redescubrirfa mas de una década después. La investigacion bélica de Turing se habia cen- trado en Ja deteccién de patrones agazapados en el aparente caos del 39 PRIMERA PARTE. codigo, pero en sus aiios de Manchester, su mente se sentia atraida por el reflejo exacto del problema original de la decodificacién: cémo pueden construirse patrones complejos a partir de reglas simples. éCémo sabe una semilla construir una flor? El trabajo de Turing sobre morfogénesis, que literalmente significa “el comienzo de la forma”, se convirtié en uno de sus trabajos funda- cionales, a la altura de otros mas conocidos, como los que tratan sobre el problema de incompletitud de Gédel, Ja maquina Turing, el test de Turing y por supuesto sus contribuciones al disefio fisico de la compu- tadora digital moderna. Sin embargo, morfogénesis fue el principio de una forma; una mente brillante percibia los esbozos de un nuevo pro- blema aunque no todos sus alcances. Si a Turing le hubieran sido con- cedidas unas pocas décadas mas para explorar las potencialidades de la autoorganizacion, por no hablar de la posibilidad de acceder a las com- putadoras modernas, habria ampliado considerablemente nuestra com- prensién posterior de Ja conducta emergente. Pero su trabajo sobre morfogénesis seria trégicamente cercenado tras su muerte en 1954. Alan Turing fue sin duda una victima de las brutales leyes homdfobas de la Gran Bretafia de posguerra, pero su muerte se vincula también con aquellos imperceptibles patrones de vida de las aceras de Manchester. Turing habia tenido noticias de Oxford Road desde su llegada a Man- chester; eventualmente fue a ese barrio y conocié a otros hombres homo- sexuales; invitaba a algunos a su apartamento para conversar y presumiblemente para tener algan tipo de contacto fisico. En enero de 1952, Turing conocié en esas calles a un joven llamado Arnold Murray y ambos se embarcaron en una relacién breve que pronto se torné amar- ga. Murray, o algun amigo suyo, irrumpié en casa de Turing y robé algunos objetos. Turing inform6 a la policia y con su franqueza caracte- ristica no se esforz6é por ocultar su romance con Murray cuando ésta visité su casa, De acuerdo con la ley britanica, la homosexualidad era una ofen- ga criminal que podia castigarse con hasta dos afios de prisién, y la poli- cia rapidamente presenté cargos contra Turing y Murray por “indecencia manifiesta”. El 29 de febrero de 1952, mientras las autoridades de Manchester pre- paraban el caso, Turing termin6 las revisiones de su trabajo sobre mor- fogénesis y lo discutié con Ilya Prigogine, el quimico belga, profesor visitante, cuyo trabajo sobre termodinamica del no equilibrio le valdria 40 EL MITO DE LA HORMIGA REINA mas tarde el Nobel. En un solo dia, Turing habia completado el texto que ayudaria a engendrar la disciplina biomatematica e inspiraria a Keller y Segel en sus descubrimientos acerca del moho de fango, quince afios des- pués, y habfa disfrutado de un animado encuentro con el hombre que alcanzaria una merecida fama mundial por su investigacién sobre siste- mas de autoorganizacién. Ese dia de invierno de 1952, no habia sobre la faz de la tierra una mente mejor preparada que la de Alan Turing para indagar en los misterios de la emergencia. Pero el mundo conspi- raba para destruirla. Aquella mafana, un periddico local dio a conocer Ja noticia: el erudito héroe de guerra mantenfa un romance ilicito con un muchacho de diecinueve afios.+ Meses mis tarde, Turing fue declarado culpable del crimen y someti- do aun humillante tratamiento con estrégenos para “curarlo” de su homo- sexualidad. Fue perseguido por las autoridades y se le negé el permiso de seguridad para los proyectos de computacion britanicos ultra secre- tos en los que habia participado. Murié dos afios después, un suicidio manifiesto. Antes de los fatales afios en Manchester, Turing se habia topado varias veces en su carrera con la red de emergencia en desarrollo. A comien- zos de la década de 1940, en el punto dlgido de la guerra, pasé varios meses en los legendarios laboratorios Bell de West Street, en Manhat- tan, trabajando sobre diferentes esquemas de encriptacién, incluido un intento de transmitir ondas fuertemente codificadas que pudieran deco- dificarse para el lenguaje humano con el uso de una clave especial. Ape- nas llegé a los laboratorios Bell, Turing pensé en usar otro invento de Bell, el Vocoder —que usarfan después miisicos de rock como Peter Frampton para combinar los sonidos de la guitarra con la voz humana-, como ejemplo de lenguaje codificado. (Hacia el comienzo de 1943, las ideas de Turing habjan hecho posible Ja primera transmisién segura de voz, ininteligible para los espias alemanes.) Los laboratorios Bell fueron la base de operaciones de otro genio, Claude Shannon, fundador de la teorfa de la informacién, cuyo trabajo exploraba los limites entre el rui- do y la informacién. Shannon estuvo particularmente interesado en el potencial de las maquinas para detectar y amplificar patrones de infor- maci6n en canales de comunicaci6n ruidosos, una linea de investiga- cidn que resultaba obviamente prometedora para una compaiiia telefénica, PRIMERA PARTE pero que ademas podia salvar miles de vidas en una guerra que consis- tia fundamentalmente en enviar y descifrar codigos. Shannon y Turing’s reconocieron inmediatamente que habjan estado trabajando en la mis- ma direccién: ambos eran decodificadores profesionales, y en sus inten- tos por construir maquinas automatizadas que pudieran reconocer patrones de sefial sonora o secuencias numéricas habjan atisbado un futu- ro poblado por un mayor ntimero de maquinas inteligentes. Shannon y Turing compartieron muchos largos almuerzos en los laboratorios Bell, intercambiando ideas acerca de un “cerebro electr6nico” que fuera capaz de reconocer patrones como sélo podia hacerlo un ser humano. En principio, Turing habia imaginado su maquina de pensar en tér- minos de posibilidades légicas, de habilidades para ejecutar una varie- dad infinita de rutinas informaticas. Pero Shannon lo insté a pensar la maquina como algo mas cercano al cerebro humano real, capaz de reco- nocer patrones mas matizados. Un dia, durante el almuerzo en el labo- ratorio, Turing exclamé risuefio ante sus colegas: “Shannon no solo quiere introducir datos en un cerebro, isino también cultura! iQuiere hacerlo escuchar musica!”. Shannon reconocia que las notas musicales eran también patrones, y si se pudiera entrenar a un cerebro electrénico para entender y responder a patrones légicos de ceros y unos, quizas en el futuro podria entrenarse a las maquinas para apreciar patrones equiva- : lentes de progresiones de acordes y arpegios en modo menor. La idea © parecia irreal entances; ya era bastante dificil lograr que una maquina hiciera divisiones, extensas como para apreciar la Novena sinfonia de Beethoven. Pero el reconocimiento de patrones que Turing y Shannon intuyeron para las computadoras digitales es hoy una parte central de nuestra vida cultural; hay maquinas que generan musica para nuestro entretenimiento y a la vez nos recomiendan nuevos artistas. La vincula- cién entre patrones musicales y nuestra conexion neuroldgica desem- pefiaria un papel central en uno de los textos fundadores de la inteligencia artificial moderna: Gédel, Escher, Bach, de Douglas Hofstadter. Nuestras computadoras no han desarrollado ain un ofdo genuino para la miisi- ca, pero si alguna vez lo hacen, hay que buscar los origenes de tal logro en las conversaciones de sobremesa de Turing y Shannon en los labora- torios Bell. Ese aprendizaje es también una forma de la emergencia, un orden de nivel superior que se forma a partir de componentes relativa- mente simples. 42 EL MITO DE LA HORMIGA REINA Cinco afios después de sus encuentros con Turing, Shannon publicé un Jargo ensayo en el Bell System Technical Journal que fue rapidamente ree- ditado en forma de libro con el titulo The Mathematical Theory of Commu- nication [Teoria matematica de la comunicacién]. Con gran profusién de ecuaciones y titulos oscuros como “Sistemas discretos sin ruido”,” el libro se transformé en un clasico, y la disciplina que divulgé —teoria de Ja informaci6n— tuvo un profundo impacto en la investigacién cientifi- cay tecnolégica que se desarrollaria a continuacién, tanto en el aspecto tedrico como en el practico. The Mathematical Theory of Communication con- tenia una magnifica introducci6n a la teoria de Shannon para un publi- co no especializado, escrita por el prestigioso cientifico Warren Weaver, : quien habia detectado tempranamente la relevancia del trabajo de Shan- non. Weaver habia desempefiado un papel fundamental en el departa- mento de Ciencias Naturales de la Fundacién Rockefeller desde 1932 y cuando, a finales de la década de 1950, se retiré, escribié un extenso infor- me para la Fundacién, destacando el avance cientifico logrado durante los veinticinco afios anteriores. La ocasi6n propiciaba una reflexién retros- pectiva, pero el documento que Weaver produjo (basado remotamente en un trabajo que habia escrito para American Scientist) era mucho mas anticipatorio y prospectivo. En muchos aspectos merece ser reconocido como el texto fundador de la teoria de la complejidad, la clave para que el estudio de sistemas complejos comenzara a pensarse como un cam- po unificado. Reuniendo por aproximaci6n la investigacion en biologia molecular, la genética, la fisica, la ciencia informatica y la teoria de la informacién de Shannon, Weaver dividi6 los Ultimos siglos de la inves- tigacién cientifica en tres grandes campos. En primer lugar, el estudio de sistemas simples: problemas de dos 0 tres variables, tales como la rota- cién de los planetas o la conexién entre una corriente eléctrica y su vol- taje y resistencia. En segundo término, problemas de “complejidad desorganizada”, caracterizados por millones o miles de millones de varia- bles cuya nica posible aproximaci6n es a través de mecanica estadisti- ca y teoria de probabilidades, Estas herramientas no sélo ayudaron a explicar el comportamiento de las moléculas en un gas 0 los patrones de herencia genética, también ayudaron a las compaiijas de seguros de vida a ganar dinero a pesar del limitado conocimiento que pudieran tener acerca de la salud futura de cualquier ser humano. Gracias al tra- bajo de Claude Shannon, la aproximacion estadistica también sirvié para 43 PRIMERA PARTE que las companias telefénicas dieran un servicio de larga distancia mas fiable e inteligible. Pero habia una tercera fase en esta progresion, y sdlo estabamos comen- zando a comprenderla. “Este método estadistico para abordar la com- plejidad desorganizada, tan poderoso como es con respecto a los métodos anteriores de dos variables, deja un extenso campo intacto”,'® escribié Weaver. Habia una region intermedia entre las ecuaciones de dos incég- nitas y los problemas que encierran miles de millones de variables, Convencionalmente, esta regi6n involucraba un nimero “moderado” de variables, pero el tamafio del sistema era una caracteristica secundaria: Mucho mas importante que el mero ntimero de variables es el hecho de que estas variables estén interrelacionadas. [...] Estos pro- blemas, contrastados con las situaciones desorganizadas con las que puede lidiar la estadistica, muestran un rasgo esencial de organi- zacién. Nos referiremos por tanto a este grupo como de compleji- dad organizada. Pensemos en estas tres categorias de problemas en términos de la ana- logia con la mesa de billar que empleamos en la introduccién. Un pro- blema de dos 0 tres variables seria una mesa de billar corriente, con bolas entrechocandose de acuerdo con reglas simples, sus distintas velocida- des, la friccién de la mesa. Ese seria un ejemplo de un “sistema sim- ple”, y, por cierto, las bolas de billar se usan a menudo para ilustrar las leyes basicas de la fisica en los libros de texto de ensefianza media. Un sistema de complejidad desorganizada corresponderia a la misma mesa de un tamafio que pudiera albergar un millén de bolas en colisién millo- nes de veces por segundo. Hacer predicciones acerca del comportamiento de cada bola individual en el conjunto seria dificil, pero podrian hacer- se algunas predicciones certeras acerca de la conducta general de la mesa. Si asumimos que desde el comienzo hay energia suficiente en el siste- ma, las bolas se distribuiran y cubriran toda la mesa como moléculas de gas en un continente. Es complejo porque hay muchos agentes en interaccidn, pero es desorganizado porque no crean un comportamien- to de nivel superior mas alla de amplias tendencias estadisticas. La com- plejidad organizada, por el contrario, es como nuestra mesa de billar a motor, donde las bolas siguen reglas especificas y a través de sus varia- 4¢ EL MITO DE LA HORMIGA REINA das interacciones crean una macroconducta particular, disponiéndose en una forma especifica o formando un patrén identificable en el tiempo. Para Weaver ese tipo de comportamiento sugerfa un problema de com- plejidad organizada, un problema que cuando se buscaba, de repente, parecia omnipresente en la naturaleza: éQueé hace que la primavera abra sus flores cuando las abre? ¢Por qué el agua salada no apaga la sed? éCual es la descripcién del envejecimiento en términos bioquimicos? ¢Qué es un gen y c6mo se expresa la constitucién genética original de un organismo vivo en las caracteristicas desarrolladas del adulto? Estos son problemas complejos. Pero no son problemas de com- plejidad desorganizada, para los cuales los métodos estadisticos tienen la clave. Son problemas que envuelven simultaneamente un ntimero considerable de factores interrelacionados en un todo organico."? Enfrentarse a esos problemas requeria una nueva aproximaci6n: “Las grandes preocupaciones del bidlogo [...] son hoy abordadas no sélo des- de arriba, con Ja visién global del filésofo natural que abarca todo el mun- do organico, sino también desde abajo, por el analista cuantitativo que mide los hechos subyacentes”.?° Este fue un verdadero cambio de para- . digma de la investigacion, para usar la expresidn de Thomas Kuhn, una revoluci6n no tanto por las interpretaciones construidas por la ciencia en su intento de explicar el mundo como por los tipos de preguntas que se formulaba. El cambio de paradigma era mas que una nueva actitud men- tal, de acuerdo con Weaver; anunciaba la aparicion de nuevas herra- mientas. Para resolver los problemas de complejidad organizada una maquina capaz de realizar miles y millones de calculos por segundo; una cifra inimaginable para cerebros individuales que operaban con los limi- tados instrumentos para calcular de los siglos pasados.” A través de su conexién con el grupo de los laboratorios Bell, Weaver habia anticipa- do el cémputo digital, y sabia que los misterios de la complejidad orga- nizada serian mucho mis faciles de desvelar cuando se pudiera reproducir el comportamiento en tiempo real. Durante miles de afios, los humanos habian usado su capacidad de observaci6n y clasificacion para docu- mentar la sutil anatormia de las flores, pero por primera vez estaban a 45 PRIMERA PARTE punto de responder a una pregunta fundamental, una pregunta que tenia mas que ver con patrones y su desarrollo en el tiempo que con una estruc- tura estatica: éPor qué una flor se abre en un determinado momento y no en otro? Y atin antes, ¢cOmo sabe una simple semilla c6mo conver- tirse en flor? Alan Turing habfa desempefiado un papel fundamental en la crea- cién del hardware y el software que impulsé esa primera revolucién digi- tal, y su trabajo sobre morfogénesis habia sido uno de sus primeros intentos sistematicos de imaginar el desarrollo como un problema de compleji- dad organizada. Es una de las grandes tragedias de esta historia que Turing no viviera para ver el extraordinario florecimiento que tuvo lugar cuan- do esos dos caminos se cruzaron; y no pudiera, ialgo todavia peor!, par- ticipar de él. Paraddjicamente fue Warren Weaver quien gener6 la primera gran fisu- ra en un trabajo que nada tenia que ver con las computadoras digitales; © un trabajo perteneciente a un campo que no se consideraba parte de las ciencias duras. En los afios posteriores a la guerra, los planificadores urbanos y los funcionarios de gobierno abordaron el problema de los barrios pobres urbanos desde una aproximacion eminentemente des- cendente: demolian barrios enteros y construian desoladores edificios dormitorio, rodeados de jardines y parques descuidados. Los proyectos trataban de evitar-la peligrosidad de las calles de la ciudad eliminando- las por completo, y mientras que los pisos en estos complejos marca- ban en general una mejora en cuanto al espacio y la infraestructura, el: entorno general rapidamente pasaba a convertirse en zona de guerra an6- nima que incrementaba la tasa de criminalidad y destruia la sensacion de pertenencia al barrio. En octubre de 1961, la Comision de Planeamiento Urbano de Nueva York anuncié un descubrimiento: una gran parte del histérico West Villa- ge era “una zona deteriorada y apta para la demolicién, replanteamien- to, reconstruccién y rehabilitacién”. La comunidad del Village, una bulliciosa mezcla de artistas, escritores, inmigrantes puertorriquefios e italoamericanos de clase obrera, reaccioné con furia. En el centro de la protesta se encontraba una apasionada critica urbana llamada Jane Jacobs. Jacobs acababa de encabezar una exitosa campana para impedir la con- crecién de un plan del rey del desarrollo urbanistico, Robert Moses: la 46 EL MITO DE LA HORMIGA REINA construccion de una autopista que atravesara el Soho,” y en ese momen- to estaba centrada en aquel proyecto. (La “rehabilitacién” propuesta in- cluia la propia residencia de Jacobs en la calle Hudson.) En su valiente y exitoso esfuerzo por impedir la demolicién del West Village, Jacobs argumentaba que el modo de revalorizar el barrio y restaurar la urbani- dad dindmica de la vida en la ciudad no consistia en arrasar las zonas problematicas, sino en observar las calles que si funcionan y aprender de ellas. Jacobs habia leido el ensayo de Warren Weaver de la Fundacién Rockefeller durante la redaccién de lo que seria The Death and Life of the Great American Cities [Muerte y vida en las grandes ciudades america- nas], publicado poco después del enfrentamiento por la renovacién del Village, y se habia identificado inmediatamente con la exhortacién de Weaver a explorar los problemas de complejidad organizada. Bajo el aparente desorden de la ciudad vieja, en los sitios en que la ciudad vieja funciona bien, hay un orden maravilloso que man- tiene la seguridad en las calles y la libertad de la ciudad. Es un orden complejo. Su esencia es un uso intimo de las aceras acom- pafiado de una constante sucesién de miradas. Este orden esta compuesto de movimiento y cambio, y aunque es vida y no arte, bien podriamos llamarlo el arte de la ciudad y emparentarlo con la danza, no con una danza simple y exacta donde todos levan- tan las piernas al mismo tiempo, giran al unfsono y saludan en masa, sino con un ballet intrincado donde los primeros bailarines y el resto del ballet tienen partes diferenciadas que se refuerzan milagrosamente unas a las otras y forman un todo ordenado.?3 Jacobs dio al ultimo capitulo de Death and Life... el memorable titulo “Qué clase de problema es una ciudad”, y comenzé citando profusamente el ensayo de Weaver. Comprender cémo funciona una ciudad, dice Jacobs, requiere una aproximacion al problema desde el nivel de la calle hacia arriba. “En partes de las ciudades que funcionan bien en algunos aspec- tos y mal en otros (como suele ser el caso), no pueden analizarse las virtudes y los errores, diagnosticar los problemas o considerar cambios beneficiosos sin abordarlos como problemas de complejidad organiza- da”, escribié. “Podremos desear andlisis mas simplistas y globales, y curas mas simples, amplias y magicas; pero el deseo no transformara estos pro- 47 PRIMERA PARTE blemas en asuntos mas simples que la complejidad organizada aunque tratemos de evadir las realidades y de tratarlas como algo distinto de lo que son.” Para comprender el orden complejo de la ciudad, era nece- sario comprender ese ballet en perpetuo cambio, donde las calles pier- den su equilibrio; no puede abordarse el problema arrasando barrios enteros. El libro de Jacobs revolucioné la manera en que pensamos las ciuda- des.*5 A través de su referencia a Weaver, construyé una vision de la ciu- dad que se correspondia con algo mayor que la suma de sus residentes; mas proximo a un organismo vivo, con capacidad de adaptacién. “Las ciudades vitales tienen asombrosas habilidades innatas maravillosas para comprender, comunicar, planificar e inventar lo que se requiere para con- trarrestar dificultades”,”® escribié. Toman su orden desde abajo; son maqui- nas de aprender, de reconocer patrones; aun cuando los patrones a los que responden no sean saludables. Un siglo después de que Engels per- cibiera la desaparici6n sistematica de los pobres urbanos en Manches- ter, la ciudad fue finalmente vista bajo el enfoque de la autoorganizacién. La “complejidad organizada” se revelé como un modo constructivo de pensar la vida urbana, pero el libro de Jacobs era un trabajo de teoria social, no de ciencia. éEra posible modelar y explicar la conducta de sistemas autoorganizados usando métodos mis rigurosos? éPodria la tecnologia de la computacion digital en desarrollo aplicarse con éxito a este problema? En parte gracias al trabajo de Shannon de fines de la déca- da de 1940, las ciencias biolégicas habian logrado numerosos y signifi- cativos avances en la comprensién del reconocimiento de patrones y retroalimentacién para la época en que Jacobs publicé su obra maestra. Poco tiempo después de su ingreso en Harvard en 1956, el entomdlogo Edward O. Wilson probé que las hormigas se comunican unas con otras y coordinan todo el comportamiento de la colonia a través del recono- cimiento de patrones en el rastro de feromonas de las otras hormigas, algo parecido a las sefiales de AMPC del moho de fango. En la Univer- sidad Libre de Bruselas en la década de 1959, Ilya Prigogine hacia avan- ces sostenidos en la comprensi6n de la termodinamica del no equilibrio, entornos donde las leyes de la entropia quedan temporalmente suspen- didas, y donde un orden de un nivel superior puede emerger esponta- neamente del caos subyacente. Y en el Laboratorio Lincoln del MIT, un 48 | : : : [ a RR MIA EAs EL MITO DE LA HORMIGA REINA investigador de veinticinco afios llamado Oliver Selfridge experimenta- ba con un modelo para ensefiar a una computadora a aprender.” Hay un mundo de diferencia entre una computadora que recibe pasi- yamente la informacién que se le suministra y otra que aprende activa- mente por si misma. La primera generacién de computadoras como la ENIAC proceso informacién suministrada y fue capaz de realizar cal- : culos variados con aquellos datos, basados en una bateria de instruccio- * nes con las cuales se las habia programado. Este fue un desarrollo sobrecogedor en tiempos en que “computadora” significaba una perso- na con una regla de calculo y un borrador. Pero atin en aquellos dias leja- nos, los visionarios digitales habian imaginado una maquina capaz de un aprendizaje mas abierto. Turing y Shannon discutieron acerca del futu- ro gusto musical del “cerebro electrénico” durante sus almuerzos en los laboratorios Bell, mientras que su colega Norbert Wiener escribié un him- no lider de ventas acerca del poder de autorregulaci6n de la retroali- mentacidn en su manifiesto de 1949: Cibernética. “Mi participacién en todo aquello es principalmente una cuestién de buena suerte”,?® dice Selfridge, sentado en su atestada oficina sin ventanas del mit. Nacido en Inglaterra, Selfridge entro en Harvard a los quince afios y comenz6 su doctorado tres afios después en el MIT, donde Norbert Wiener fue su tutor. A la temprana edad de veintitin afios, Selfridge sugirid algunas correcciones a un trabajo de su mentor que habia sido publicado a teda prisa; Wiener lo menciona en las paginas de agradeci- mientos de Cibernética. “Ahora creo que tengo el honor de ser una de las pocas personas vivas que se mencionan en el libro”, dice Selfridge riendo. Tras una temporada de trabajo en proyectos de control militar en Nueva Jersey, Selfridge regres6 al MiT a mediados de la década de 1950. Su regreso coincidié con una explosién del interés en la inteligencia artificial (AI), un desarrollo que le hizo conocer en Harvard a su enton- ces joven colega Marvin Minsky. “Mi preocupacién por la ar’, explica Selfridge, “no era tanto el procesamiento real como el modo en que los sistemas cambian, cémo evolucionan; en una palabra, como aprenden”. Explorar las posibilidades de aprendizaje de la maquina recordé a Selfridge su propia educacion en Inglaterra. “En la escuela en Inglate- tra habia leido El Paraiso perdido, de Milton”, cuenta, “y me habia impre- sionado la imagen del Pandemonium, en griego, ‘todos los demonios’. Luego, después del nacimiento de mi segundo hijo, Peter, volvi a El Paraiso 49 PRIMERA PARTE. perdido, y los chillides de los demonios despertaron algo en mi”. El reco- nocedor de patrones en el cerebro de Selfridge habia dado con un modo de ensefiar a una computadora a reconocer patrones. “Proponemos aqui un modelo de proceso que creemos que puede mejo- rarse, desde el punto de vista de su adaptabilidad, para lidiar con cier- tos problemas de reconocimiento de patrones que no pueden especificarse adecuadamente de antemano.”’9 Estas fueron las palabras de apertura de Selfridge en un simposio a fines de 1958, en el mismo Laboratorio Nacio- nal de Fisica del que Turing habia escapado una década antes. La pre- sentacién de Selfridge tenia el memorable titulo “Pandemonium: un paradigma de aprendizaje”, y aunque tuvo escaso impacto fuera de la inci- piente comunidad de ciencias de la computacién, las ideas bosquejadas por Selfridge pasaron a formar parte de nuestra cotidianeidad, cada vez que afiadimos un nombre en nuestro Palm o usamos un software de reco- nocimiento de voz para pedir informacién telefonica. Pandemonium, tal como Selfridge lo describié en su conferencia, no era un software espe- cifico, sino un modo de aproximacién a un problema, El problema era ambicioso, dados los limitados recursos informaticos del momento: como ensefar a una computadora a reconocer patrones mal definidos o erra- ticos, como las ondas sonoras que componen el lenguaje hablado. La lucidez del nuevo paradigma de Selfridge radicaba en el hecho de basarse en una inteligencia ascendente, distribuida, y no unificada de forma descendente. En lugar de construir un solo programa inteligen- te, Selfridge creo un enjambre de mini programas limitados, a los que llamé demonios. “La idea era tener un pufiado de estos demonios voci- ferando jerarquias de forma ascendente”, explica. “Demonios de un nivel inferior gritando a demonios de otro superior gritando a otros de un nivel superior aun.” Para comprender qué significa ese “griterio”, imaginense un sistema con veintiséis* demonios individuales, cada uno de los cuales esta entre- nado para reconocer una letra del alfabeto. El conjunto de demonios ve una serie de palabras y cada demonio “vota” si cada una de las letras representa la suya. Sila primera es una “a”, el demonio que reconoce “a” informa que es altamente probable que haya reconocido la combinacién. Por la similitud de forma el reconocedor de “o” podria informar haber * Se refiere al alfabeto inglés. [N. de la T.] 50 EL MITO DE LA HORMIGA REINA reconocide esa combinacién, mientras que el reconocedor de “b” diria enfaticamente que esa letra no es inteligible para él. Todos los demo- nios reconocedores de letras darian cuentas a un demonio superior que haria el recuento de votos para cada letra y elegiria al demonio mas segu- ro. Luego el software pasaria a la siguiente letra de la secuencia, y el proceso comenzaria de nuevo. Al final de la trasmisién el demonio maes- tro tendria una interpretacién del texto transmitido basada en la reu- nién de votos de la democracia de demonios. , Naturalmente, la exactitud de la interpretacién dependia de la preci- ‘sion de los reconocedores de letras. Si se intenta ensefiar a leer a una computadora, seria engafioso dar por sentado que se encontrard a vein- tiséis reconocedores de letras precisos. Selfridge perseguia una meta mayor: ¢Como ensefiar a una maquina a reconocer letras o sonidos voca- licos, acordes menores, huellas digitales, en primera instancia? La res- puesta le obligé a afiadir otro nivel de demonios, y un mecanismo de retroalimentaci6n a través del cual se clasificaran las apuestas de los dis- tintos demonios. Este nivel inferior estaba compuesto de mini progra- mas todavia menos sofisticados, entrenados para reconocer tan sélo rasgos fisicos en bruto (o sonidos, en el caso del cédigo Morse o de la lengua hablada). Algunos demonios reconocian rectas paralelas; otros, perpendiculares, Algunos buscaban circulos; otros, puntos. Ninguno de estos rasgos estaba asociado a una letra particular, los demonios de la base eran como nifios de dos afios capaces de informar de que esta- ban en presencia de formas determinadas, pero no de percibirlas como letras o palabras. Al usar estos demonios con un minimo de datos, podria entrenarse al sistema para reconocer letras, sin “saber”con anticipacion nada del alfa- beto. La receta era relativamente simple: presentar la letra “b” a los demo- nios del nivel inferior, y ver cuales responden y cuales no. En el caso de la letra “b”, los reconocedores de lineas verticales responderian jun- to con los reconocedores de circulos. Esos demonios del nivel inferior informarian a los reconocedores de letras de un eslab6n superior en la cade- na. Sobre la base de la informaci6n recabada por sus soldados, ese reco- nocedor arriesgaria una identidad de la letra. Después, esas apuestas serian clasificadas por el software. Si la apuesta es incorrecta, el software aprende a disociar a los soldados particulares de la letra en cuestién; si es correc- ta, fortalece la conexidn entre los soldados y la letra. ot PRIMERA PARTE Al principio, los resultados son erraticos; pero si se repite el proceso mil veces o diez mil, el sistema aprende a asociar grupos especificos de reconocedores de formas con letras especificas y pronto sera capaz de traducir oraciones enteras con notable exactitud. El sistema no tiene con- cepciones predefinidas acerca de la forma de las letras: se le entrena para asociar letras con formas especificas en la fase de clasificacion. (Esta es la razén por la cual un software de reconocimiento de escritura manus- crita puede adaptarse a muchos tipos de caligrafia, pero no puede adap- tarse a una caligrafia que cambie dia a dia.) Esta combinacién de comienzos erraticos que se organizan en resultados mas complicados recordd a Selfridge otro proceso cuyo cédigo estaba siendo descifrado | en la forma del ADN. “El esquema bosquejado es en realidad una selec- cién natural de los demonios”, explicé Selfridge. “Si son utiles para su funcién sobreviven y quiza son fuente de otros subdemonios que a su vez - son juzgados de acuerdo con sus méritos. Es absolutamente razonable pensar que esto pueda tener lugar en una escala mayor... en lugar de tener un Pandemonium tendriamos un conjunto de Pandemoniums, todos construidos de la misma manera, y empleariamos la seleccién natural en el conjunto.” El sistema descrito por Selfridge, con su aprendizaje ascendente y sus instancias evaluadoras de retroalimentacién, aparece en los libros de his- toria como la primera descripci6n practica de un programa de software emergente. E] mundo se mueve hoy en un enjambre de millones de sus demonios. : A finales de la década de 1940, entre los estudiantes del MIT habia un recién llegado del medio oeste llamado John Holland. Holland era también alumno de Norbert Wiener, y pas6 buena parte de sus ajios universitarios trabajando en los prototipos de computacién que se cons- truyeron en Cambridge en esa época. Su inusual destreza en la progra- maci6n hizo que 18M lo contratara en la década de 1950 para colaborar en el desarrollo de su primera calculadora comercial, la 701. Como alum- no de Wiener, tenia una inclinacién natural a experimentar formas de hacer que la perezosa 701 aprendiera de un modo mas organico y de forma ascendente —similar al Pandemonium de Selfridge—; Holland y un grupo de colegas afines programaron con éxito una ruda simulacion de la interaccién neuronal. Pero 18M estaba entonces en el negocio de la ven- EL MITO DE LA HORMIGA REINA ta'de calculadoras, y por ende el trabajo de Holland fue ignorado y no le asignaron fondos suficientes. Después de unos afios Holland volvié a Jaacademia a obtener su doctorado en la Universidad de Michigan, don- de acababa de formarse el Logic of Computers Group.*° En la década de 1960, después de graduarse como el primer doctor del pais en ciencias informaticas, Holland comenz6 una linea de inves- tigacién que dominaria su trabajo el resto de su vida. Al igual que Turing, _ quiso explorar el modo en que reglas simples podian llevar a conductas complejas; como Selfridge, quiso crear un Software que fuera capaz de un aprendizaje abierto. Su gran hallazgo fue el de utilizar las fuerzas de otro sistema abierto, de abajo arriba: la seleccion natural. Sobre el modelo del Pandemonium de Selfridge, Holland tom6 la logica de la evo- luci6én darwiniana y construy6 un cédigo. Llam6 a su nueva creaci6n “algoritmo genético”. » Un programa de software tradicional es un conjunto de instrucciones que indican a la computadora qué hacer: pintar la pantalla con pixeles rojos, multiplicar un conjunto de nimeros, borrar un archivo. En general, esas instrucciones se codifican como una serie de caminos arborescentes: haz esto primero, y si llegas al resultado A, haz una cosa; si llegas al resul- tado B, haz otra. El arte de la programacion consiste en imaginar como construir la secuencia de instrucciones mas eficiente, la secuencia que obtenga mas con el codigo menor, y con la menor probabilidad de colap- so. Esto se hacia normalmente usando la mente del programador como materia prima y combustible intelectual. Se pensaba en el problema, se disefiaba la mejor soluci6én, se introducia ésta en la computadora, se evaluaba su éxito, y después se hacian ajustes para mejorarla. Pero Holland imagino otro enfoque: construir una loteria de posibles software y dejar que los programas exitosos evolucionaran a partir de aquella loteria. El sistema de Holland se centraba en una serie de paralelismos entre programas informaticos y formas de vida en la tierra.s* Cada uno depen- de de un cédigo maestro para su existencia: los ceros y unos de la pro- gramacion informatica y las cadenas helicoidales de ADN agazapadas en todas nuestras células (usualmente denominadas genotipos). Esos dos tipos de cédigo dictan formas o conductas de un nivel superior [el feno- tipo]: ser pelirrojo o multiplicar dos nimeros. Con base en el aDN de los organismos la seleccién natural opera creando una enorme cantidad de variaciones genéticas, y evaluando después la tasa de éxito de las con- 53 PRIMERA PARTE ductas posibles desencadenadas por todos esos genes. Las variaciones que tienen éxito pasan a la siguiente generaci6n, mientras que las que fra. casan, desaparecen. La reproduccidn sexual asegura que las combina- ciones innovadoras de genes se encuentren. Eventualmente aparecen mutaciones aisladas en el conjunto genético que introducen en el siste- ma caminos a explorar completamente nuevos. Si se atraviesa un nime- ro suficiente de ciclos, se obtendra la receta para obras maestras de » ingenierfa como el ojo humano, sin un auténtico ingeniero visible. ‘ El algoritmo genético fue un intento de captar ese proceso en el sili- cio. Holland reconocié que el software ya tiene un genotipo y un fenoti- po; por un lado esta el codigo en si mismo, y por otro lo que el cédigo hace. éQué ocurriria si se creara una quiniela de genes con distintas com- binaciones, y luego se evaluara la tasa de éxito de los fenotipos elimi- nando las cadenas menos exitosas? La seleccién natural descansa sobre un criterio completamente simple, aunque tautolégico, para evaluar el éxito: los genes pasan a la siguiente generacién si se sobrevive como para producir una nueva generacién. Holland decidié dar un paso mas para precisar la evaluaci6n: sus programas serian admitidos en la siguiente generaci6n si hacia mejor el trabajo de Hevar a cabo una tarea especi- fica, hacer cuentas, por ejemplo, o reconocer patrones de imagenes visua- les. El programador podia decidir cual seria aquella tarea, pero élo ella no podian ensefiar directamente al software como llevarla a cabo. Podrian dar los pardmetros que definieran la salud genética, luego dejarian que el software evolucionara por si mismo. Holland desarroll6 sus ideas en las décadas de 1960 y 1970, usando prin- cipalmente papel y lapiz; incluso la tecnologia mas avanzada de la épo- ca era muy lenta para abrirse paso entre las miles de generaciones del tiempo evolutivo. Pero las veloces computadoras de arquitectura masi- va de conexién en paralelo introducidas en la década de 1980, como la Connection Machine de Danny Hillis, eran ideales para explorar las posi- bilidades del algoritmo genético-(Ga). Y uno de los sistemas GA mas impre- sionantes desarrollados para la Connection Machine se centraba exclusivamente en la simulacién del comportamiento de las hormigas. Era un programa Namado Tracker [rastreador], disefiado a mediados de la década de 1980 por dos profesores de la UCLA, David Jefferson y Chuck Taylor. [Jefferson estaba en el departamento de ciencias infor- maticas y Taylor era bidlogo]. “Tomé la idea de la lectura del primer libro 54 EL MITO DE LA HORMIGA REINA de Richard Dawkins, El gen egoista”, cuenta hoy Jefferson. “Ese libro me transformo. Defiende la teoria de que para ver la evolucion darwiniana enaccion sélo es necesario disponer de objetos que puedan reproducirse, hacerlo imperfectamente y tener algtin tipo de limitacié6n de recursos de modo que haya competencia. No importa nada mis; se requiere de unaxioma infimo y abstracto para hacer funcionar la evolucién. Enton- ces se me ocurrié que los programas tienen esas propiedades, pueden reproducirse. Sin embargo, habitualmente se reproducen exactamente. -Comprendi que si habia un modo de que se reprodujeran imperfecta- mente, y si se disponia no sdlo de un programa sino de una poblacién entera de programas, seria posible simular la evolucién con el software en lugar de hacerlo con organismos.”** . -. Después de unos cuantos experimentos en pequena escala, Jefferson y Taylor decidieron simular la conducta de las hormigas cuando apren- den a seguir el rastro de feromonas. “Tenia en mente a las hormigas. Bus- caba criaturas simples, y la obra de Edward O Wilson sobre estos insectos acababa de aparecer”, explica Jefferson. “En realidad estabamos bus- cando una tarea simple que llevaran a cabo criaturas simples y busca- bamos que no fuera obvio cémo conseguir que un programa lo hiciera. De alguna manera dimos con la idea de seguir un rastro; no un rastro cla- ro sino uno confuso, entrecortado, ruidoso.” Los dos cientificos crearon una reticula virtual de cuadrados y trazaron un sendero sinuoso que atra- vesaba ochenta y dos cuadrados. Su objetivo era desarrollar un progra- ma simple, una hormiga virtual que recorriera el sendero en un lapso finito, usando informacion acotada de las vueltas y curvas del sendero, En cada ciclo la hormiga tiene la opcién de “olfatear” el cuadrado por la parte delantera avanzando un cuadrado o girando go grados a la izquierda o la derecha. Jefferson y Taylor dieron a sus hormigas cien ciclos para navegar por el sendero; una vez que la hormiga usa los cien ciclos, el software registra la cantidad de cuadrados que ha atravesado y les otorga una puntuacién. Una hormiga que haya perdido el rastro des- pués del cuadrado numero uno tendra una puntacién de 1; la que haya completado el sendero antes de agotar los cien ciclos obtendra la maxi- ma puntuacion, 82. El sistema de puntacién permitié a Jefferson y Taylor crear criterios que determinaran qué hormigas estarian autorizadas a reproducirse. El Trac- ker comenzé por simular 16.000 hormigas —una para cada procesador de 55 PRIMERA PARTE la Connection Machine- con 16.000 estrategias mas 0 menos azarosag para la navegacion de rastreo. Una hormiga podria comenzar con la estra- tegia de avanzar en linea recta a través de la reticula; otra podria alter- nar yendo y viniendo entre rotaciones de go grados y olfateos; otra seguiria © ¥' 8 ¥ 5 ‘guiria reglas mds irregulares. La gran mayoria de estas estrategias tendrian un resultado desastroso, pero unas pocas permitirian abrirse paso a través de tramos mas extensos del rastro. Esas hormigas mas exitosas estarian autorizadas a adaptarse y reproducirse, y crear una nueva generacién de 16.000 hormigas listas para seguir el rastro. . El sendero, apodado John Muir por el famoso ambientalista, comen- zaba con un tramo relativamente recto, un pufiado de giros a la derecha y secciones rectas mas largas, después se iba complicando paulatinamente, Jefferson explica que lo diseiié asi porque temia que las primeras gene- raciones fueran tan incompetentes como para que pudiera confundirlas un sendero mas complejo. “Es necesario recordar que al comienzo de la experiencia no teniamos ni idea de si 16.000 hormigas era un nime- ro suficiente para que se diera la evolucion darwiniana”, explica. “Y no supe si tomarfa diez generaciones, o cien generaciones, o diez mil gene- raciones. No habfa teoria que nos guiara cuantitativamente respecto al tamaiio de la poblacién en el espacio o a la duracién del experimento en el tiempo.” Liegar a cien generaciones llevé alrededor de dos horas; Jefferson y Taylor adecuaron el sistema para hacer actualizaciones en tiempo real acerca de las hormigas mds aptas de cada generaci6n. Como un medi- dor de existencias, la Connection Machine emitia un nimero actualiza- do al cabo de cada generacién: si la mejor rastreadora de una generaci6n lograba aleanzar quince cuadrados en cien ciclos, la Connection Machi- ne informaria que quince era el récord actual y pasaria a la siguiente gene- racién. Después de algunos falsos comienzos por fallas o defectos, Jefferson y Taylor lograron poner en marcha el Tracker; los resultados superaron sus expectativas mas optimistas. “Para nuestra sorpresa y posterior alegria”, recuerda Jefferson, “tuvo éxito la primera vez. Nos sentamos y veiamos llegar los nimeros: una generacién daba 25, luego 25, y después 27, luego 30. En un momento vimos el resultado perfecto, después de apenas cien generaciones. Era sobrecogedor”. El sistema habia desarrollado una poblacién entera de rastreadoras expertas, a pesar del hecho de que Jefferson y Taylor hubie- 56 EL MITO DE LA HORMIGA REINA ran desprovisto a su primera generacién de toda habilidad. En lugar de elaborar una solucién para el problema del rastreo, los dos profesores dela UCLA hicieron evolucionar una solucién; habian creado un con- junto aleatorio de programas posibles, después construyeron un meca- nismo de retroalimentacién que permitiera hacer emerger programas mis competentes. De hecho, los programas que evolucionaron fueron tan com- petentes que desarrollaron soluciones a la medida de sus entornos. Cuan- do Jefferson y Taylor “diseccionaron” una de las hormigas campeonas para ver qué estrategias de rastreo habia creado, descubrieron que el software habia desarrollado una preferencia por los giros a la derecha, en res- puesta a tres giros iniciales hacia la derecha que Jefferson habia cons- truido en el rastreador John Muir. Era como ver desarrollar branquias aun organismo vivo en el agua: incluso en la tosca y abstracta reticula del Tracker, las hormigas virtuales desarrollaron una estrategia de super- vivencia que se adapté increiblemente a su entorno. El Tracker era sin duda un punto de inflexi6n genuino. Finalmente, las herramientas de la informatica moderna habian avanzado hasta el punto de poder simular inteligencia emergente, ver como se desplegaba en la pantalla en tiempo real tal como Turing y Selfridge y Shannon lo habjan sofiado afios atras. Y fue muy acertado que Jefferson y Taylor hubieran elegido para la simulacién justamente el organismo mas famoso por su conducta emergente: la hormiga. Claro esté que comenzaron ~ con la forma mas elemental de inteligencia —el rastreo de feromonas : por el olfato—, pero las posibilidades que sugeria el éxito del Tracker eran interminables. Se habia logrado dominar las herramientas del software emergente para modelar y comprender la evolucién de la inteligencia emer- gente en los organismos del mundo real. En verdad, al ver evolucionar alas hormigas virtuales en la pantalla de la computadora, al verlas apren- der y adaptarse a sus entornos por sus propios medios, era inevitable pre- guntarse si acaso la division entre lo virtual y lo real no estaba volviéndose mas y mas borrosa. En la simulacién computada de la conducta del moho de fango de Mitch Resnick habia dos variables claves, dos elementos que pueden ser alte- rados en la interaccién con la simulacién. El primero de ellos es el nime- to de células de moho de fango en el sistema, el segundo es la longitud fisica y temporal del rastro de feromonas dejado por cada célula cuan- PRIMERA PARTE do surca Ja pantalla, (Puede haber largos rastros que se evaporan en minu- tos o cortos que desaparecen en segundos.) Dado que las células del moho de fango deciden colectivamente agregarse de acuerdo con sus encuen- tros con rastros de feromonas, la alteracion de estas dos variables pue- { de tener un enorme impacto en la conducta simulada del sistema. Si se mantiene un rastro corto y pocas células, el moho de fango seguramen- te rehusara agregarse. La pantalla se vera como una atareada galaxia de estrellas fugaces donde no aparecen formas de mayor tamaifio. Pero si se aumenta la duracién de los rastros y el ntimero de agentes, en un punto claramente definido se formard de repente una colonia de célu- las. El sistema ha legado a una transicién de fases y se mueve de un estado discreto a otro, basdndose en la “complejidad organizada” de las células del moho de fango. Esto no es gradual sino repentino, como si se hubiera encendido un interruptor. Pero no hay quien encienda el interruptor, no hay marcapasos, s6lo un enjambre de células aisladas en colisién unas con otras que dejan a su paso huellas de feromonas. La historia del desarrollo intelectual -el origen y circulacién de nue- | vas ideas- suele presentarse bajo dos envoltorios diferentes: o bien la teo- ria del “gran hombre”, donde un genio aislado tiene un momento de lucidez en el laboratorio o la biblioteca y el mundo se transforma inme- diatamente; o bien la teoria del “cambio de paradigma”, donde los habi- tantes de los grandes salones de la ciencia se despiertan y se encuentran. con que les han construido un piso enteramente nuevo sobre sus cabe- zas, y en unos pocos afios todos dejaran de trabajar en las nuevas ofici- nas. Ambas teorfas son inadecuadas: la historia del gran hombre ignora el esfuerzo distribuido, comun, que esta implicito en cualquier avance intelectual importante; y el modelo de cambio de paradigma no consi- gue explicar cémo se construye realmente el nuevo piso. Sospecho que Ja simulacién del moho de fango de Mitch Resnick puede ser una meté- fora mas adecuada para explicar c6mo ocurren las revoluciones de ideas: piensen en esas células del moho de fango como investigadores de un campo determinado, piensen en los rastros como una forma de memo- ria institucional. Con tan sdlo unas pocas mentes explorando un pro- blema dado las células estan desconectadas, deambulando sobre la pantalla como unidades aisladas; cada una sigue su propio curso erratico. Con rastros de feromonas que se evaporan rapidamente, las células no dejan huella de su progreso, como un ensayo publicado en una revista que se 58 EL MITO DE LA HORMIGA REINA queda en un estante de una biblioteca sin leer durante afios. Sin embar- 0, si se conectan mas mentes al sistema y se daa su trabajo un rastro més largo y duradero —publicando sus ideas en dest sellers, o fundando centros de investigacién para explorar esas ideas—, en poco tiempo el sis- tema llega a una transicién de fases: las corazonadas aisladas y las obse- siones privadas convergen en una nueva forma de mirar el mundo compartida por miles de individuos. _: Esto es exactamente lo que ocurri6é con el conjunto de ideas vincula- das con el bottom-up, “de abajo arriba”, en las tres Ultimas décadas. Des- pués de afios de investigaciones aisladas, los diversos trabajos de Turing, Shannon, Wiener, Selfridge, Weaver, Jacobs, Holland y Prigogine die- ron lugar a una revolucién en nuestra forma de pensar el mundo y sus sistemas. Cuando Jefferson y Taylor comenzaron a esbozar su trabajo con hormigas virtuales a mediados de la década de 1980, los rastros de inves- tigacion intelectual habian crecido y se habian interconectado lo sufi- ciente como para crear un orden de nivel superior (Ilamémoslo la emergencia de la emergencia). Un campo de investigacién que se habia caracterizado por un punado de investigaciones en estado prematuro flo- recid de la noche a la mafana en un paisaje rico en variedad y densa- mente poblado, transformando docenas de disciplinas existentes e inventando otras nuevas. En 1969, Marvin Minsky y Seymour Papert publicaron “Perceptrons”; su trabajo estaba construido sobre la base del dispositivo Pandemonium de Selfridge para el reconocimiento distribuido de patrones y abria el camino para la teoria ascendente de la Sociedad de la Mente de Minsky, que se pondria en marcha durante la década siguiente. En 1972, un profesor de la Universidad Rockefeller llamado Gerald Edelman gan6 el premio Nobel por su trabajo de decodifica- cién del lenguaje de las moléculas de anticuerpos, abriendo el camino para la comprensién del sistema inmunolégico como dispositivo de autoa- prendizaje de reconocimiento de patrones. Cinco afios después llegé el Nobel de Prigogine. Al final de esa misma década, Douglas Hofstadter publicé Gédel, Escher, Bach, vinculando la inteligencia artificial, el recono- cimiento de patrones, las colonias de hormigas y las Variaciones Goldberg. A pesar de lo arcaico del tema y de su retérica estructura, el libro fue un best seller y gané el premio Pulitzer de no ficci6n. Hacia mediados de la década de 1980, la revolucién estaba en pleno cambio. El Instituto Santa Fe fue fundado en 1984; Caos: la creacién de 59 PRIMERA PARTE una ciencia, el libro de James Gleick, aparecié tres afios después y fue mun- dialmente aclamado y seguido de cerca por dos libros de divulgacion cientifica, ambos titulados Complexity [Complejidad]. Nacieron los tra- bajos sobre vida artificial, en parte gracias al éxito de programas de Software com el Tracker. En las humanidades, tedricos criticos como Manuel De Landa comenzaron a emplear las herramientas conceptuales de la autoorganizacién, abandonando la tendencia vigente del postestruc- turalismo 0 los estudios culturales. La transicién de fases era completa; el llamado de Warren Weaver al estudio de la complejidad organizada habia sido vigorosamente respondido. La “tierra media” de Warren Weaver habia sido finalmente ocupada por la vanguardia cientifica. Estamos viviendo la tercera fase de esa revolucién. Se puede situar su punto de partida a comienzos de la década de 199033, el dia en que Will Wright lanz6 un programa Iamado SimCity, que se convirtié en un best seller de las franquicias de videojuegos de todos los tiempos. SimCity inaugurd también una nueva fase en la historia del desarrollo de la autoor- ganizacion: la conducta emergente no era s6lo un objeto de estudio, algo que interpretar y modelar en el laboratorio. Era también algo que se podia constriir, con lo que se podia interactuar, y que se podia vender. Aun- que SimCity surgié a partir del desarrollo de la visién ascendente del mundo, sugeria una apertura completamente nueva: SimCity era obra de Ja cultura, no de la ciencia. Su objetivo era entretener, no explicar. Diez afios después del lanzamiento de SimCity por Wright, existen | en el mundo abundantes sistemas como éste, hechos por el hombre: los comercios on-line hacen uso de ellos para reconocer nuestros gustos cul- turales; los artistas para crear un nuevo tipo de formas culturales adap- tadoras; los sitios de la Web para regular sus comunidades on-line; los especialistas en marketing para detectar patrones demograficos en el publico general. La propia industria de los videojuegos ha crecido espec- tacularmente, superando a Hollywood en cifras de venta brutas; muchos de los best sellers son fruto de las posibilidades de la autoorganizacién dig- ital. Junto al éxito popular ha tenido lugar un efecto secundario, sutil, pero significativo: comenzamos a fensar usando las herramientas con- ceptuales de los sistemas ascendentes. Al igual que las metaforas del relo- jero de la Iustracién, o de la légica dialéctica del siglo x1x, la vision del mundo emergente pertenece a este momento, da forma a nuestros habi- 60 EL MITO DE LA HORMIGA REINA, tos de pensamiento, y tiie nuestra percepcidn del mundo. A medida que nuestra vida cotidiana se va poblando de emergencia artificial, con- fiaremos cada vez mas en la ldgica de estos sistemas, tanto en la Nortea- mérica corporativa, donde la “inteligencia de abajo arriba” ha comenzado a sustituir la “gestién de calidad” como mantra de moda, como en los movimientos radicales de protesta antiglobalizacién, que modelan expli- citamente sus organizaciones sin marcapasos y de forma distribuida, como las colonias de hormigas y el moho de fango. El ex vicepresiden- te Al Gore es un entusiasta de la teorja de la complejidad y puede hablar horas acerca de lo que podria significar el paradigma ascendente para reinventar el gobierno. Casi dos siglos después de que Engels luchara contra los fantasmas de las calles de Manchester, y cincuenta afios des- pués de que Turing se preguntara acerca de los misterios de la flora- cién, el circulo por fin esta completo. Tal vez nuestras mentes estén ~ equipadas para buscar marcapasos, pero estamos aprendiendo rapida- mente a pensar de forma ascendente.3+ SEGUNDA PARTE Simulacién del moho de fango StarLogo (Cortesia de Mitch Resnick) Observa a la hormiga, perezoso; Estudia su comportamiento y sé sabio: Ella no tiene jefe, ni capataz, ni amo; asegura en el verano su sustento, recoge su comida en tiempo de cosecha. Proverbios 6: 6-8 i Il EN LA CALLE N, me hablen del calentamiento del planeta, de la Mona Lisa, del “Apollo 9 o de los canales de Venecia. A primera vista los seres humanos - podemos parecer la especie mas capacitada del planeta pero tenemos una fuerte competencia en las hormigas. En nimeros netos, las hormigas y otros insectos sociales como las termitas dominan el planeta hasta el punto que, a su lado, los colectivos humanos parecen un dato menor de la evo- lucién. Las hormigas y termitas constituyen el 30% de la biomasa de la selva del Amazonas. Con cerca de diez mil especies conocidas, las hor- migas compiten con los seres humanos modernos en su alcance global: las Gnicas extensiones terrestres libres de hormigas son la Antartida, Islan- dia, Groenlandia y la Polinesia. Y aunque atin no han inventado el aero- sol,' las hormigas tienen un gran impacto ambiental:? mueven inmensas cantidades de tierra y distribuyen nutrientes incluso en los ambientes mas adversos. Carecen de nuestro avanzado ldbulo frontal, claro, pero la inte- ligencia humana es solo una medida del éxito evolutivo.3 * Por todo lo anterior nos preguntamos que si la evolucién no encontré conveniente otorgar a las hormigas de las posibilidades de computo del cerebro humano, écdmo es que se convirtieron en una presencia tan domi- nante en el planeta? Aunque no hay una sola clave para el éxito de los insectos sociales, la inteligencia colectiva del sistema de la colonia desem- pefia un papel esencial. Lo Ilamaremos la légica del enjambre: 10.000 hormigas —cada una limitada a un magro vocabulario de feromonas ya habilidades cognitivas minimas— se encargan de resolver colectivamen- te problemas que requieren sutileza e improvisacién. Una colonia de hor- migas granivoras en el campo no sélo encontrara la ruta mas corta hacia una fuente de comida, también establecera prioridades en relacién con las fuentes basadas en la distancia y la accesibilidad. En respuesta a los cambios en las condiciones externas, las hormigas obreras cambian de tarea entre la construccién del hormiguero, la provisién de comida o el 67 SEGUNDA PARTE cuidado de las crisdlidas. Su pericia para la ingenieria y para la coordi- nacién social puede ser espeluznante; sobre todo, porque ninguna hor. miga individual esta “a cargo” de la operaci6n completa. Esta conexién entre la micro y la macro organizaci6n fue lo que atrajo a Deborah Gor. don de las hormigas. “Estaba interesada en los sistemas donde los indi- - viduos son incapaces de ponderar una situacién global pero sin embargo | trabajan en conjunto de forma coordinada”, cuenta. “Y se las arreglan para hacerlo usando solo informacién local.” Local parece ser el término clave para comprender el poder de la logi- | ca del enjambre. Vemos conductas emergentes en sistemas como las colo- nias de hormigas cuando los agentes individuales del sistema prestan atencidn a sus vecinos inmediatos y no esperan 6rdenes de arriba. Pien- san localmente y actian localmente, pero su accién colectiva produce comportamiento global. Tomemos la relacién entre el abastecimiento de comida y el tamafio de la colonia. Las colonias de hormigas grani- voras regulan permanentemente el ntimero de hormigas que buscan comi- da, baséindose en una cantidad de variables:4 el tamano total de la colonia (y por tanto las bocas que alimentar); la cantidad de comida almacena- da en el hormiguero; la cantidad de comida disponible en los alrededo- res; incluso la presencia de otras colonias en zonas vecinas. Ninguna hormiga individual puede estimar alguna de estas variables por si sola, (Uso el femenino deliberadamente: todas las hormigas obreras son hem- bras.) El mundo perceptivo de una hormiga, en otros términos, se limi- ta al nivel de la calle. No hay una visién de aérea en la colonia, no hay modo de percibir el sistema en su totalidad, e indudablemente no exis- te un aparato cognitive que pudiera dar sentido a esa visidn. “Ver la totalidad” es tanto una imposibilidad tanto perceptiva como conceptual para cualquier miembro de la especie de las hormigas. Evidentemente, en el mundo de las hormigas probablemente es erré- neo hablar de “visiones”. Aunque algunas hormigas tienen aparatos oculares sorprendentemente desarrollados (las hormigas de la subfami- lia formicinae Gigantiops destructor tienen enormes ojos), la gran masa de procesamiento de informacién de las hormigas se hace a través de compuestos quimicos de feromonas, también conocidos como semio- quimicos porque crean un sistema de signos funcional entre ellas. Las hormigas segregan un nimero limitado de compuestos quimicos por sus glandulas rectal y esternal, y en ocasiones regurgitan comida recien- 68 EN LA CALLE temente digerida como forma de comunicarse con otras hormigas. Esas sefiales quimicas son la clave de la comprensién de la logica del enjam- pre. “La evidencia acopiada hasta ahora”, escriben E. O. Wilson y Bert Holldobler en su clasico libro Viaje a las hormigas, “indica que las fero- monas desempefian un papel central en la organizacién de las colonias”.5 En comparacién con el lenguaje humano, la comunicacién de las hor- migas puede parecer rudimentaria puesto que generalmente consta de solo diez o veinte signos. La comunicacion entre las obreras en las colo- nias de la hormiga de fuego Solenopsis invicta, profusamente estudiada por Wilson a comienzos de los anos sesenta, consiste en un vocabulario de diez signos, nueve de los cuales se basan en feromonas. (La tinica excepcién es la comunicacién tactil entre hormigas.) Entre otras cosas, estos semioquimicos codifican el reconocimiento de tareas (“Estoy en tareas de recoleccién de alimentos”); atraccion de rastro (“Por aqui hay comida”); conducta de alarma (“iHuid!”); y comportamiento “necrof6- rico”* (“Deshagamonos de estas compafieras muertas”).° Si bien el vocabulario es simple, y no son posibles estructuras sintac- ticas complejas, el lenguaje de las hormigas se caracteriza por algunos curiosos giros que afiaden capacidad expresiva. Muchos semioquimicos operan en forma binaria relativamente simple, sefialando, por ejemplo, si otra hormiga es amiga o enemiga. Pero las hormigas pueden distin- guir gradientes en las feromonas y saber hacia dénde se vuelve mas inten- so el olor, algo parecido a las habilidades olfativas de los perros de caza. La deteccién de gradientes es esencial para formar esas cadenas de trans- porte que ocupan un papel tan importante en la imaginacién popular acerca de la vida de las hormigas: la interminable fila de hormigas, cada una cargando semillas, avanzando con tesén por la vereda o la tierra. (Como veremos en el capitulo V, el programa StarLogo de Mitch Res- nick puede también reproducir el descubrimiento de fuentes de alimen- to y el transporte de bienes a la base por parte de las colonias.) Los gradientes en el rastro de feromonas son la diferencia entre decir “Por aqui cerca debe haber comida” y “Hay comida hacia el norte”. Las hormigas granivoras que estudia Deborah Gordon, al igual que , la mayorfa de sus congéneres de otras especies, son particularmente * Se refiere ala retirada de cadaveres, una de las tareas de limpieza que evan a cabo las hormigas. [N. de la TJ | 69 oon reerereenaterseetan, iROA ASQUEZ i Se em SR Treacy ena enn SEGUNDA PARTE adeptas a medir la frecuencia de ciertos semioquimicos, un talento que también amplia el espectro semantico del lenguaje de las hormigas. Las hormigas perciben la diferencia entre encontrar diez hormigas reco- lectoras en una hora o encontrar cien. Gordon considera que esta habi- lidad particular es critica para la formidable capacidad de regulacién de tareas de la colonia de acuerdo con el tamajio de la colonia 0 la provisién de comida; un talento local, en otras palabras, que engendra una conducta global. “No creo que las hormigas controlen el tamafio de la colonia”, expli- ca Gordon, “pero creo que el tamaiio de la colonia afecta alo que expe- rimenta una hormiga, y eso es distinto. No pienso que una hormiga tenga el registro de lo grande que es la colonia, pero pienso que una hormi- ga en una colonia grande tiene una experiencia diferente de otra en una colonia pequefia. Y puede que eso explique por qué las colonias grandes y adultas acttian de manera diferente que las pequefias”. Las © hormigas, desde su punto de vista, llevan una muestra estadistica del tamaiio de la poblacién total, basada en sus encuentros casuales con otras hormigas. Una hormiga recolectora puede esperar otras tres recolecto- Tas por minuto; si encuentra mas de tres puede que siga la regla de volver al hormiguero. Dado que las colonias de mayor edad y tamaiio producen mis forrajeras, las hormigas podrian comportarse de mane- ra diferente en las colonias mayores porque es probable que encuentren mas hormigas. 1 Esta retroalimentacién local prueba ser el secreto de la planificacién descentralizada del mundo de las hormigas. Las hormigas no pueden saber individualmente cudntas forrajeras 0 constructoras o recolectoras de basura estan trabajando en un momento determinado, pero si pueden registrar con cuantos miembros de cada grupo se han cruzado en su trayecto diario. Basandose en esa informacién, tanto la seal de fero- monas en si como su frecuencia en el tiempo, pueden adecuar su pro- pia conducta de acuerdo con ello. Las colonias se hacen cargo de un problema que las sociedades humanas resolverian con un sistema de man- do (alguna cadena de control anunciando que hay demasiadas forraje- ras), y lo resuelven usando probabilidades estadisticas. Dada una cantidad suficiente de hormigas en movimiento en un espacio definido, la colo- nia sera capaz de hacer una estimacién precisa de la necesidad general de forrajeras o constructoras. Evidentemente siempre es posible que 70 EN LA CALLE una hormiga se tope por azar con un numero desproporcionado de forra- jeras Y sobreestime el estado global de forraje, y cambie su conducta de acuerdo a eso. Pero dado que el proceso de toma de decisiones se dis- “tribuye en miles de individuos, el margen de error es despreciable. Para ~ cada hormiga que sobreestima el niimero de forrajeras en funciones, hay una que lo subestima. Con una colonia suficientemente grande, se --peutralizardn una a otra y emergera una lectura precisa. =» ..§i se construye un sistema disefiado para aprender desde el nivel del “suelo, un sistema donde la macrointeligencia y la adaptabilidad deri- “yen del conocimiento local, deberan seguirse cinco principios funda- -mentales. Las hormigas granivoras de Gordon los exhiben en » funcionamiento: Mas es diferente. Este viejo eslogan de la teoria de la complejidad posee en realidad dos significados pertinentes para nuestras colonias de hor- migas. En primer lugar, la naturaleza estadistica de la interaccién entre hormigas requiere de una masa critica de hormigas para que la colonia haga apreciaciones inteligentes de su estado global. Diez hormigas deam- bulando en un suelo desierto no podran juzgar adecuadamente la nece- sidad total de forrajeras o constructoras, pero dos mil haran esa tarea admirablemente. “Mas es diferente” también se aplica a la distincidn entre micromotivos y macroconducta: cada una individualmente no “sabe” que esta estableciendo prioridades entre senderos hacia fuentes de alimento diferentes cuando deja un gradiente de feromonas cerca de una pila de semillas nutritivas. En verdad, si inicamente estudiaramos hormigas indi- viduales aisladas, no tendriamos modo de saber que esas secreciones qui- micas son parte de un esfuerzo global para crear una linea de distribucién masiva que transporte cantidades comparativamente grandes de comi- da hacia el hormiguero. Sélo a través de la observacién del sistema completo en funcionamiento se hace evidente la conducta global. La ignorancia es util. La simplicidad del lenguaje de las hormigas, y la estupidez relativa de las hormigas individuales, es, como dicen los programadores, una caracteristica; no un defecto, Los sistemas emer- gentes pueden volverse inmanejables cuando sus componentes son exce- sivamente complicados. Es mejor construir un sistema densamente interconectado con elementos simples y dejar que la conducta mas sofis- ticada aparezca paulatinamente. (Por esa raz6n los chips transmiten informacion empleando un lenguaje de ceros y unos.) Tener agentes indivi- ft ts eter SEGUNDA PARTE duales capaces de ponderar directamente el estado general del sistema puede ser una verdadera desventaja en la logica del enjambre, por la mis. ma raz6n que no quisiéramos que una de las neuronas de nuestro cere- bro se volviera repentinamente consciente. Alentar los encuentros casuales. Los sistemas descentralizados, como las colonias de hormigas, dependen fuertemente de las interacciones casuales de las hormigas que exploran un espacio dado sin 6rdenes pre- definidas. Sus encuentros con otras hormigas son individualmente arbi- trarios, pero dado que hay tantos individuos en el sistema, esos encuentros les permiten medir y alterar el estado macro de todo el sistema. Sin esos encuentros casuales, la colonia no seria capaz de encontrar nuevas fuentes de alimento o de adaptarse a nuevas condiciones ambientales.” Buscar patrones en los signos. Si bien las hormigas no necesitan un vocabulario extenso y son incapaces de formulaciones sintacticas, depen- den en gran medida de los patrones en los semioquimicos que detec- tan. Un gradiente en el rastro de feromonas las conduce a una fuente de alimento, mientras que encontrar una gran proporcién de construc- toras en relacién con las forrajeras las mueve a cambiar de tareas. Esta habilidad de detectar patrones permite que circule metainformaci6n a través de la mente de la colonia: signos acerca de los signos. Oler las fero- monas de una sola hormiga recolectora significa poco o nada, pero oler las feromonas de cincuenta forrajeras en una hora brinda informacién acerca del estado global de la colonia. Prestar atenci6n a tus vecinos. Esta es la leccién mas importante que las hormigas tienen para nosotros, y la de mas vastas consecuencias. Podria reformularse como “la informacién local conduce a la sabiduria global”. El mecanismo primario de la légica del enjambre es la interac- cién entre vecinas en el campo: hormigas que se entrecruzan o que entre- cruzan sus rastros de feromonas mientras patrullan la zona préxima al hormiguero. Agregar hormigas al sistema total generara mas interaccio- nes entre vecinas y en consecuencia posibilitara que la colonia resuelva sus propios problemas y se regule mas eficazmente. Si las hormigas no se encontraran unas con otras, las colonias serian un ensamblaje sin sentido de organismos individuales, un enjambre sin légica. La colonia de hormigas granivoras de Gordon encierra otro misterio. Si entendemos como pueden las interacciones locales conducir a la reso- R EN LA CALLE, Jucion de un problema global, atin no tenemos respuesta acerca de cémo se desarrollan las colonias en el tiempo. Esta es una de esas preguntas cientificas que nadie pens6 en hacerse porque el fendmeno pasé desa- percibido. Y ese fendmeno paso desapercibido porque se habia estado pensando en las hormigas y se habia observado a las hormigas con la scala equivocada. Hasta hace poco tiempo, los entomélogos estudiaban Ja conducta de la colonia en instantaneas; investigaban un hormiguero determinado durante dias o meses, luego se trasladaban a otros hormi- gueros 0 volvian al laboratorio. Pero las colonias pueden vivir hasta quin- ce anos: su vida se esparce a través de los huevos de la hormiga reina, cuyo deceso marca la muerte de la colonia como tal. Los entomologos observaban colonias individuales en la escala de semanas o meses. Pero para entender cémo se desarrollan las colonias es necesario trabajar con una escala de décadas. A mediados de la década de 1980, cuando Gordon comenz6 a hacer sus estudios de campo en Arizona, hizo una intrépida apuesta en su inves- tigacion que a la sazén resulté brillante: decidid hacer un seguimiento anual de las colonias individuales, a través de todo su trayecto desde su nacimiento al final del vuelo de apareamiento eficaz hasta su senectud alos quince afios de vida. Al cabo de cinco afios aproximadamente, los resultados comenzaron a aparecer y fueron fascinantes. Como la filma- cién del crecimiento de un sarmiento alrededor de una rama, la investi- gacion de Gordon transformé nuestro modo de pensar en las hormigas al transformar la escala temporal con la que se las observaba. Las colo- nias atraviesan ciclos claramente definidos: infancia, adolescencia y madu- rez alo largo de quince afios de existencia. “Jamas habia pensado 0 leido nada sobre ello, porque sin datos de largo plazo nadie sabe realmente la edad de sus colonias”, explica. “Por lo tanto, hasta que no observé las mismas colonias aiio tras afio y comencé a ser capaz de dar cuenta de sus edades no pude ver que Jas colonias jé6venes son mas activas.” A medida que continuaba con sus observaciones, varias diferencias sur- gieron entre las colonias de distintas edades, con inesperadas reminis- cencias de otros ciclos de desarrollo en el reino animal. En principio, las colonias mas j6venes son mas inestables. “He lleva- do a cabo experimentos que reproducen los cambios en el entorno que habitualmente experimenta una colonia; por ejemplo, el cambio en la disponibilidad alimentaria”, me cuenta Gordon. “Si hago el mismo expe- 73 “ 4 z & k q 4 « 16 g é a SEGUNDA PARTE rimento semana tras semana con colonias de mayor edad, obtengo los mismos resultados: responden de la misma manera una y otra vez. Si hacemos el mismo experimento semana tras semana con una colonia mas joven, responderan de un modo una semana y de otro la siguiente, por lo tanto las colonias jovenes son mas sensibles a las diferencias, cualquiera que éstas sean, entre una semana y otra.” “Tipico de adolescentes”, aiiado riendo.® “Es probable.” Sonrie. “La otra cosa que podria ser mas tipica de los adolescentes es la diferencia entre las colonias j6venes y las de mas edad en la forma en que responden a sus vecinos.? Las colonias vecinas de las hormigas granivoras se encuentran cuando las forrajeras de las dos colonias se superponen en la busqueda de alimento en los mismos sitios. Silas colonias de mds edad encuentran un dia a una vecina, al dia siguien- te es probable que se vuelvan y sigan en otra direccién para evitarse. Las colonias mas j6venes son mucho mas persistentes y agresivas, aunque sean mas pequefias. Se encuentran un dia y vuelven al siguiente, aun si ello implica una pelea,” Los ciclos de desarrollo de las colonias pueden parecer curiosos a pri- mera vista, pero consideremos que, ademas, mientras la colonia en su totalidad evoluciona y se adapta a lo largo de quince aiios, las hormigas que la conforman no viven mas de doce meses. Efectivamente, los des- venturados machos —que tnicamente se dejan ver una vez al afio para’ el vuelo de apareamiento— viven un solo dia. (Sus vidas son tan breves que la seleccién natural no se molesté:en proveerlos de mandibulas para comer, dado que no viven lo suficiente como para tener hambre.) Sélo la hormiga reina dura mas de un afio, y sin embargo no hace otra cosa que poner huevos y esta completamente desvinculada de la con- ducta de las obreras en el exterior. La colonia se vuelve mas estable y menos impetuosa a medida que se desarrolla, y no obstante la pobla- cién de la colonia se renueva cada afio. éCémo desarrolla todo un ciclo vital cuando sus partes viven tan poco tiempo?"* No serfa un error decir que comprender la emergencia comienza con la resolucién de este rompecabezas. La permanencia del todo a lo largo del tiempo —la conducta global que sobrevive a cada una de sus par- tes— es una de las caracteristicas que definen a los sistemas complejos. Las generaciones de hormigas van y vienen, y no obstante la colonia 74 ke Sahni Raid cade eased a ll ike eet es al Sa EN LA CALLE * madura se vuelve mas estable, mas organizada. Naturalmente, la mente duda ante esta mezcla de permanencia e inestabilidad. Podemos com- prenderla cuando nos tropezamos con una casa estilo Tudor en la regién inglesa de los Cotswolds; cada uno de sus ladrillos y vigas y tablas han sido remplazados al menos una vez en la vida, porque esos ladrillos los han cambiado “maestros de la planificacién”: artesanos o residentes que saben qué aspecto debe tener la casa, y siguen deliberadamente los _planos originales. Las colonias de hormigas de Gordon se parecen mas auna casa que automaticamente cambiara su piel una vez al aio, sin ayu- da de nadie. O mejor, dado que las colonias de hormigas se hacen mas resistentes con el paso del tiempo, es como una casa que desarrollara espontaneamente un sistema de aislamiento mas resistente después de cinco aos y que generara un nuevo garaje al cabo de diez. Aunque nos asombre la capacidad de crecer y evolucionar de la colo- nia de hormigas mientras se suceden generaciones enteras de obreras, parece ser que no somos tan diferentes de los insectos sociales como las hormigas, las termitas o las abejas. Matt Ridley, escritor de divulgacion cientifica, observa lo siguiente: “la relacién entre las células del cuerpo es realmente muy parecida a la de las abejas en el panal. Los antepasa- dos de las células fueron alguna vez entidades individuales, y su ‘deci- . sién’ evolutiva de cooperar en el nivel del cuerpo, hace unos seiscientos millones de afios, es equivalente a la misma decisi6n, quizds tomada hace cincuenta millones de afios, por los insectos sociales; parientes genéti- cos cercanos descubrieron que podian reproducirse mas eficazmente si lo hacian a través de otro, delegando la tarea a las células germinales, en el caso de las células, 0 a la reina, en el caso de las abejas”." El cuerpo humano esta compuesto de varios cientos de tipos diferen- tes de células: musculares, sanguineas, nerviosas, etc. En todo momen- to, aproximadamente setenta y cinco billones de estas células estan trabajando en su cuerpo. En un sentido literal, usted es la suma de sus acciones; no hay wsfed sin ellas. 'Y sin embargo esas células estan murien- do todo el tiempo! Miles han muerto probablemente en el lapso que le llev6 leer la Ultima frase, y para la préxima semana, estara compuesto de miles de millones de nuevas células que no estuvieron ahi para leer la frase, mucho menos para disfrutar de sus primeros pasos 0 asistir a su baile de graduacién. Las células mueren todo el tiempo en su cuerpo y la mayoria de ellas se remplazan en un santiamén. (Incluso las células 75 SEGUNDA PARTE cerebrales se regeneran en la edad adulta.) Y sin embargo, de alguna a enorme rotacién celular, usted se siente usted mis- manera, a pesar de es ay afio tras aio. ¢Cémo es posible?” mo semana tras seman Algunos lectores pueden sentirse tentados de objetar que los seres huma- nos estan en realidad mas cerca de la casa Tudor reconstruida intermi- nablemente que de una colonia de hormigas, porque en el caso del desarrollo humano tenemos un planificador y un esquema a seguir: esas serpentinas de ADN cuidadosamente envueltas en cada una de las célu- las de nuestro cuerpo. Nuestras células saben cémo construir nuestros cuerpos porque la seleccion natural las ha provisto de un plano meticu- losamente detallado, y ha cuidado que se distribuyeran setenta y cinco billones de copias por todo nuestro cuerpo en cualquier momento. La tirania del ADN pareceria ir en contra de los principios de la emergen- cia: si todas las células leen e] mismo libreto, no se trata en absoluto de un sistema ascendente; €s el colmo de Ja centralizacién. Seria como una colonia de hormigas donde cada hormiga comenzara el dia con una agen- da cuidadosamente planificada: almacenamiento de seis a diez, recogi- da de basura hasta el mediodia, almuerzo, limpieza por la tarde. Esa es una economia controlada, no un sistema ascendente. éSignifica esto que cada uno de nuestros genes es un Stalin secreto, que distribuye el plan de crecimiento prefijado a los Stakhanov de nuestras células? éNos parecemos mas a un complejo de viviendas de prote- ccién oficial que a una colonia de hormigas? Nadie cuestiona que el ADN ejerce una influencia extraordinaria en el desarrollo de nuestras células nique cada célula de nuestro cuerpo contiene el mismo mapa genético, Si cada célula simplemente leyera el reglamento cromosémico, y se com- portara de acuerdo con él, podria sin duda argumentarse que nuestros cuerpos no funcionan como colonias de hormnigas. Pero las células hacen algo mas que obedecer los dictados del ADN, Ademas, aprenden de sus vecinas. Y sin esa interaccion local, el plan maestro de nuestro cédigo genético seria absolutamente indtil. Las células recurren selectivamente al mapa de ADN; cada nucleo celu- lar contiene el genoma completo para el organismo, pero cada célula individual lee nicamente un pequefio segmento de esos datos: las célu- las musculares leen las lineas que corresponden a las células muscula- res, las células sanguineas consultan los parrafos relacionados con células sanguineas. Esto parece simple hasta que nos preguntamos: en primera i ' { EN LA CALLE instancia, écOmo llego una célula muscular a ser una célula muscular? ¥ la pregunta apunta a uno de los misterios mas fundamentales de la emergencia: como pueden organismos complejos, con una amplia varie- dad de bloques constructivos, desarrollarse a partir de comienzos tan sim- ples. Todos nacemos siendo organismos unicelulares, y sin embargo al final de nuestro ciclo de desarrollo, de alguna manera, estamos com- puestos de doscientas variedades, todas intimamente conectadas unas con _ otras y todas encargadas de tareas asombrosamente complejas. {Como sabe un huevo como crear una gallina? La respuesta no es tan distinta de la solucién en la que conffan las colo- nias de hormigas. Las células se autoorganizan en estructuras més com- plejas aprendiendo de sus vecinas. Cada célula del cuerpo contiene una intrincada bateria de herramientas para detectar el estado de las células circundantes, y para comunicarse con ellas a través de varios mensajeros quimicos. Donde las hormigas usan feromonas para comu- nicar unas a otras sus actividades, las células comunican a través de sales, aziicares, aminodcidos, incluso a través de moléculas mayores como pro- teinas y Acidos nucleicos. Los mensajes son parcialmente transmitidos a través de las “uniones” de las células, pequefios conductos que admi- ten moléculas de citoplasma a citoplasma. Esta comunicacién desem- pefia un papel fundamental en toda la actividad celular, pero es particularmente critica para el desarrollo embrionario durante el cual un organismo unicelular se autoorganiza en un raton, un ascaride o un ser humano. Todos comenzamos la vida como un embrién de una sola célula, pero segundos después de la concepcién el embrién se divide en dos com- partimentos: una “cabeza” y una “cola”, En ese punto, el organismo se ha unido a las filas de la vida policelular que ahora esta compuesta de dos células distintas. Y esas dos células —la cabeza y la cola— tienen ins- trucciones separadas para el crecimiento codificadas en su ADN: una célu- la se dirige al capitulo “célula cabeza”, la otra al de “célula cola”, En este temprano estadio del desarrollo, las instrucciones siguen un patron predecible; dividirse en otra “cabeza” y “cola”. Asi, en la segunda eta- pa del desarrollo embrionario, hay cuatro células: la cabeza de la cabe- za, la cola de la cabeza, la cabeza de la cola y la cola de la cola. Esas cuatro unidades pueden no parecer demasiadas, pero este ciclo de divi- sién celular contintia a toda velocidad. Un embrién de rana se divide 7 SEGUNDA PARTE en cerca de 10.000 células en cuestion de horas. El poder avasallador de la progresi6n geométrica no es solo una curiosidad matematica, es también esencial en el origen de la vida. Una vez que el embrion alcanza un tamafio determinado, comienzan a formarse “colectividades” de células, y en ese momento las cosas se complican aun mas. Un grupo de células puede ser el comienzo de un brazo, otro el inicio de la materia gris. Cada célula debe descubrir de algiin modo donde esta su sitio en ese esquema mayor de las cosas, y no obstante, como las hormigas, las células no tienen forma de ver el con- junto, y no nacen con el manual de instrucciones sobre su destino ni . vienen al mundo con niimero de serie. Pero aunque las células carecen © de la visién global del organismo que las contiene, pueden hacer apre- ciaciones en el nivel de la calle a través de senales moleculares transmi- tidas por las uniones de las células. Este es el secreto del “automontaje”: las comunidades de células emergen porque cada célula se fija en sus vecinas en busca de pistas para saber como comportarse. Esas pistas con- trolan directamente lo que los bidlogos llaman “expresién genética”; son la hoja de ruta que permite a cada célula saber qué segmento de ADN tiene que consultar para obtener sus instrucciones. Es algo parecido a una microscépica mentalidad de rebafio: una célula mira a sus vecinas y ve que trabajan sin cesar para crear un timpano o una valvula cardiaca, lo ~! cual provoca que la célula comience a trabajar en la misma tarea. La clave es que la vida no se reduce a transcribir fragmentos estaticos de nuestra escritura genética. Las células resuelven a qué parrafos pres- tar atencién a través de la observacion de sefales de las células que estan a su alrededor: Unicamente con esa interaccién local pueden pro- ducirse “vecindarios” complejos de tipos distintos de células. El premio Nobel Gerald Edelman llama a este proceso “topobiologia”, del griego topos, lugar. Las células dependen fuertemente del cédigo de ADN para su desarrollo, pero también necesitan un sentido de ubicacién para hacer su trabajo.’* Efectivamente, el codigo es completamente inutil sin la habi- lidad de la célula para determinar su lugar en la totalidad del organis- mo, hazafia que lleva a cabo con la excelente estrategia de prestar atenci6n a sus vecinas. Como escribe Ridley: “La belleza del desarrollo embrio- nario, el detalle que a los seres humanos les resulta tan dificil captar, resi- de en que es un proceso totalmente descentralizado. Dado que cada célula posee una copia completa del genoma, ninguna necesita esperar ins- 78 EN LA CALLE trucciones de alguna autoridad; cada célula puede actuar de acuerdo con su propia informacion y con las sefiales que recibe de sus vecinas”.5 Y asi hemos trazado un circulo hasta regresar a las hormigas de Gordon y su increible habilidad para generar un comportamiento global coordi- nado a partir de interacciones locales. ee Vecinos y vecindarios. Los términos parecen mas pr6éximos a las comu- nidades de asentamientos humanos que al ambito microsc6épico de las células musculares o las hormigas granivoras.® Pero écémo extender nues- tra visién de la cadena de la vida a un nivel superior, al “superorganis- mo” cultural de la ciudad? Es posible, por cierto, reproducir la conducta de las ciudades usando las herramientas de la légica del enjambre. Las simulaciones informaticas pueden ensefiarnos mucho sobre los sistemas complejos: si una imagen vale mas que mil palabras, un modelo interac- tivo debe estimarse en millones. Pero una rapida ojeada a las listas de dest sellers de software nos revela que las simulaciones de ciudades son algo mis que dispositivos educativos. La franquicia de SimCity, de Will Wright, ha vendido millones de copias; es probable que el niimero de ciudades virtuales creadas con sus herramientas excedan al de ciudades reales for- madas en la historia de la modernidad. Algunos juegos atraen nuestra atencién porque estimulan nuestro interés por contar historias siguien- do una progresién lineal, con principios y finales bien definidos; otros nos cautivan porque provocan un estallido de diferentes cosas. SimCity fue uno de los primeros juegos que exploté las extraordinarias posibili- dades de la emergencia. El genio de Wright no fue simplemente adver- tir las posibilidades de diversién en la simulacién de una metrépoli entera en pantalla, Consiguié dar con un brillante truco de programacién que permitié que la cuidad evolucionara de un modo mas préximo a la rea- lidad de la vida; un truco que se parece mucho al comportamiento de las colonias de hormigas y los embriones. Se ha hablado enormemente acerca de que nunca se puede “ganar” a SimCity, pero es mas importante advertir que en realidad tampoco se “juega” a SimCity, al menos del modo en que hablamos de jugar a jue- gos convencionales. Los usuarios construyen sus ciudades virtuales, pero la ciudades evolucionan de maneras impredecibles, y el control sobre 79 SEGUNDA PARTE la forma de la ciudad es siempre indirecto. Se pueden crear zonas comer- ; ciales o construir una autopista, pero nunca hay garantias de que el barrio crezca o de que la tasa de criminalidad baje. (Esto no es casual, por cier- to. Los jugadores avanzados aprenden a orientar a sus ciudadanos vir- tuales en ciertas direcciones.) Para la mayoria de la gente es escalofriante ver el surgimiento de su primera ciudad digital con sus barrios altos y sus arrabales sumidos en la depresién crénica, como si la matematica dura de la computadora digital hubiera generado una forma de vida, algo mis organico y fluido, a mitad de camino entre los rigidos dictados de la programacién y el puro azar. éCoémo cred Wright esta extraordinaria ilusién? Disefiando el juego como un sistema emergente, una trama de células interconectadas con otras que modifican sus conductas en respuesta a la conducta de otras células en la red. Una manzana en SimCity tiene una cantidad de valo- res, por ejemplo, el precio del terreno o el nivel de contaminacién. Como en una ciudad del mundo real, estos valores cambian en respuesta a los valores de manzanas vecinas: si baja el valor de la zona oeste y aumen- ta el crimen en la zona este, entonces la zona en cuestiGn puede deva- luarse. (Un jugador avanzado de SimCity podria contrarrestar la decadencia situando una comisaria de policia dentro de un radio de diez manzanas de la zona deprimida.) Los algoritmos en si son relativa- mente simples —fijate en el estado de tu vecino y actia en consecuen- cia-, pero la magia de la simulaci6n es posible porque la computadora hace miles de calculos por segundo. Dado que cada célula influye en el comportamiento de otras, los cambios parecen transmitirse por todo el sistema con una fluidez y una definicién que sdlo pueden describirse como “propias de la vida”.'7 Es impactante el parecido con nuestras hormigas y embriones. Cada manzana de edificios en SimCity obedece a un rigido conjunto de ins- trucciones que marca su conducta, del mismo modo que nuestras célu- las consultan la hoja de ruta de nuestros genes. Pero esas instrucciones dependen de las sefiales recibidas desde otros bloques en el vecindario, al igual que las células “espian” a través de las uniones celulares para cap- tar el estado de sus vecinas. Con sdlo unos pocos bloques, el juego es mortalmente aburrido y parece un robot poco convincente. Pero con miles de bloques, que responden a docenas de variables el paisaje de la ciudad simulada cobra vida: surgen barrios ricos y deprimidos en fun- do EN LA CALLE cién de recesiones virtuales o de auges repentinos. Lo mismo que suce- de con las colonias de hormigas, aunque es diferente. “Las grandes ciu- : dades no se distinguen sdlo de las pequejias por su tamafio”, escribe Jane acobs. “No son unicamente suburbios con mayor densidad de pobla- cién. Difieren de las ciudades pequefias y los suburbios en forma sus- tancial.”"® Se referia, claro esta, a las ciudades del mundo real, pero podria ser que hablara de la red de algoritmos de SimCity o de las colonias de hormigas granivoras de Arizona. = Los economistas y los socidlogos también han experimentado con mode- los que pueden simular la manera en que las ciudades se autoorganizan alo largo del tiempo. Mientras que las ciudades reales estan fuertemen- te condicionadas por fuerzas descendentes, tales como leyes de edifica- cién y comisiones de urbanismo, los académicos han advertido hace mucho tiempo que las fuerzas ascendentes juegan un papel fundamen- tal en la formacién de la ciudad, creando barrios singulares y otros grupos demograficos no planificados. En afios recientes, algunos tedricos —yun pufiado de economistas de la corriente dominante— han desarrollado modelos mas ajustados que recrean el proceso de formacién de barrios con asombrosa precisién. Las conferencias de 1995 sobre “La organizacién espontanea de la eco- nomia”, recogidas al afio siguiente en un libro del mismo titulo, del econo- mista Paul Krugman, quien actualmente escribe en la seccion de opinién del The New York Times, incluyen un modelo matematico notablemente simple que da cuenta del “patron policéntrico ‘centro-periferia’ de la metrépoli moderna”.’? Construido sobre la base de los modelos de la teo- ria de juegos que Thomas Schelling desarrollé para explicar la formacion de ciudades segregadas,”* el sistema de Krugman supone una ciudad sim- plificada constituida solamente por tiendas, donde cada una decide dén- de instalarse a partir de la ubicacién de otras tiendas. Hay fuerzas centripetas que acercan las tiendas unas a otras (porque las empresas pue- den desear compartir una base de clientes u otros servicios locales), y fuerzas centrifugas que las apartan (porque las empresas compiten por la mano de obra, el terreno y en algunos casos por los consumidores). En ese entorno, el modelo de Krugman se basa en dos axiomas primarios: 1. Debe haber una tensién entre las fuerzas centripetas y centrifugas donde ninguna sea demasiado fuerte. 8 SEGUNDA PARTE 2. E] rango de las fuerzas centripetas debe ser mds corto que el de las centrifugas: las tiendas deben querer que haya otras, pero no | demasiado cerca. (A una tienda especializada le gusta que otras se muden al centro comercial donde esta, porque atraen a mas con- sumidores potenciales; no le gusta que tiendas de la competencia’ se muden a un centro comercial competidor, a 15 kilémetros de dis- tancia.) “Es todo lo que necesitamos”, contintia Krugman. “En cualquier mode- lo que cumpla con estos criterios, cualquiera que sea la distribuci6n ini- cial de tiendas en el paisaje urbano, no importa lo regular (0 aleatoria) que ésta sea: se organizara espontaneamente en un patrén con centros | comerciales multiples, claramente separados entre si.”** Krugman ofrece incluso un plano de la autoorganizacién de la crudia en el tiempo, una imagen que capta la elegancia del modelo. Se distri- buyen en el paisaje mil comercios al azar y se pone en marcha el cro- németro: se los veré confundirse en el espacio. En algtin momento, no importa cudl haya sido la configuraci6n inicial, las empresas se reuni- ran en una serie de grupos diferenciados con espacios regulares entre’. unos y otros. No hay reglas de agrupamiento que los comercios obedezcan directamente: sus motivos son estrictamente locales. Pero esos micro- motivos se combinan, sin embargo, para formar una macroconducta, un orden superior que existe en el nivel de la ciudad misma. Las reglas locales conducen a-estructuras globales que no necesariamente pueden predecirse a partir de las reglas. Krugman habla de su policentrismo “centro-periferia” como caracte- ristico de la moderna edge city* pero su modelo podria explicar también una convencion anterior: la formacién de barrios dentro de una unidad metropolitana de mayor tamaiio. Los barrios son también estructuras policéntricas, surgidas a partir de miles de interacciones locales, formas dentro de la forma mayor de la ciudad. Como las colonias de hormigas de Gordon o las células de un embrién en desarrollo, los barrios son patrones en el tiempo. Nadie los hace existir por voluntad propia, emer- * Edge city. Término acufiado por Joel Garreau en su libro Edge City: Life on the New Frontier (1991). Las edge citier son grandes centros comerciales y de ocio surgidos en las intersecciones de las grandes autopistas norteamericanas. [N. de la F] EN LA CALLE gen a partir de algun tipo de consenso tacito: los artistas se sittian en una zona determinada, la banca en otra, los méxico-americanos en otra, los gays Y lesbianas en otra distinta. La gran mayoria de los habitantes de la ciudad vive de acuerdo a esas leyes, sin que ninguna autoridad legal se lo ordene. Es la acera, el espacio publico donde las interacciones entre vecinos son mas expresivas y frecuentes, la que contribuye a crear esas leyes. En la democracia popular de la formaci6n de barrios, votamos con nuestros pies. ;,Un amigo mio que se traslad6 a California hace unos afios me comen- to ingenuamente en una ocasion: “La segregacion de clases en Los Angeles no es en absoluto tan pronunciada como puede parecer. Te sorprende- ria saber cuantos barrios deprimidos tengo que atravesar con el coche cuando voy a trabajar”. Fue uno de esos comentarios que delatan una concepcién del mundo. “No es ‘un encuentro con la clase obrera’”, comenté a mi vez, “te limi- tas a mirar desde el paso elevado de la autopista”. Sin embargo, tenia algo de razén. En una ciudad dispersa, centrada en el trafico automovi- listico como es Los Angeles, las autopistas son puntos de conexién, una de las pocas zonas donde los distintos grupos de la ciudad se encuen- tran aunque sea a cien kil6metros por hora. » Desde la publicacién de Death and Life, a comienzos de la década de 1960, los criticos seguidores de Jacobs han atacado las comunidades dispersas de Los Angeles y Phoenix, y a sus atin mas anénimas descen- dientes: las edge cities que han surgido alrededor de intersecciones de auto- pistas o aparcamientos de gran volumen, de la misma manera que en el paso las ciudades crecian junto a los puertos o los rios principales. Los urbanistas progresistas denostaron el proceso de mallification* de las ciu- dades de los Estados Unidos, donde las calles piblicas mas concurridas dieron lugar a centros comerciales privados y generalistas (malls). La ace- ra carnavalesca que fuera vivamente plasmada por Baudelaire 0 Words- worth en el siglo anterior, parecia antediluviana y, en todos los casos, el culpable parecia ser el mismo, el coche, responsable de todos los incon- venientes del crecimiento suburbano: terrenos de calificacién mixta, aislamiento ciudadano, aceras desiertas 0 inexistentes. * De mall, en inglés centro comercial. [.V. de la T.] 83 SEGUNDA PARTE En el centro de esta lamentable transformaci6n estaban la calle misma y las interacciones entre desconocidos que alguna vez tuvieron lugar alli. Death and Life es brillante porque Jacobs comprendié, antes de que la . ciencia hubiera desarrollado un vocabulario para describirlo, que esas interac- ciones posibilitaban a las ciudades crear sistemas emergentes. Combatié apasionadamente la planificaci6n urbanistica que sacaba a la gente de las calles porque reconocia que tanto el orden como la vitalidad de las ciu- dades en funcionamiento provenja de las reuniones improvisadas e infor- males de los habitantes de esas calles. Las ciudades, entendia Jacobs, no fueron creadas por comisiones centrales de urbanismo, sino por la accién de un nivel inferior, de desconocidos no clasificables que van y vienen alre- dedor de sus asuntos en la vida publica. Puede que el espacio metropoli- tano sea retratado habitualmente bajo la forma de lineas ascendentes sobre el horizonte, pero la magia de la vida de la ciudad viene desde abajo, Parte de esa magia es la preocupacién del individuo por su seguridad. E] segundo capitulo de Death and Life investiga el modo en que densos asen- tamientos urbanos “resuelven” colectivamente el problema de su seguridad; una soluci6n que esta intimamente relacionada con las interacciones loca- les de los desconocidos que comparten el espacio publico de las aceras: “El ballet de Jas aceras de la ciudad nunca se repite de un sitio a otro, y siempre esta repleto de nuevas improvisaciones”. ** Después de un extenso y maravillosamente detallado retrato de la coreo- grafia de un dia, Jacobs termina con uno de los grandes pasajes de la historia de la critica cultural: He descrito el ballet diario de Hudson Street mas ruidoso de lo que realmente es, porque la escritura amplifica. En la vida real, no es asi. En la vida real, por cierto, siempre esta ocurriendo algo, el ballet nunca cesa; pero el efecto general es pacifico y el tenor general es incluso distendido. Las personas que conocen bien esas bulliciosas calles de la ciudad sabrén cémo es. Me temo que quienes no las conocen tendran siempre una idea algo equivoca- da, como las viejas huellas de rinocerontes hechas a partir de las descripciones de viajeros. En Hudson Street, al igual que en el North End en Boston o en cualquier otro barrio ajetreado de las grandes ciudades, no somos mas competentes de manera innata para mantener las aceras segu-

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