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Categoría: Notas
Tags: Andalgalá, famatina, minería
Aquí acompañamos estas actividades con un video de presentación de la jornada del 22, y
otros materiales que hemos venido publicando en lavaca y Mu, que se suman a las emisiones
de Decí Mu. En esta oportunidad Andalgalá, como caso testigo de las comunidades argentinas
que dicen No a la minería.
Al algarrobo le han nacido instalaciones de media sombras, lonas, mesas, sillas de plástico,
charlas y sueños para albergar a una asamblea cada vez mayor, y hay un péndulo sobre las
llamas: en un tarrito que cuelga sobre el fuego, Marcela, Alejandro, Raúl, Teresita, Ana, Aldo y
Graciela están calentando agua para el mate. En una enorme olla suele prepararse la polenta
de cada día. Estas personas, y tantas otras, tomaron una decisión pacífica el 15 de febrero:
sentarse en el camino comunero que va hacia el campamento de la mina Agua Rica, delante
de las camionetas de la empresa y de una enorme retroexcavadora con ruedas de oruga que
algunos han comparado con los exabruptos bélicos que muestra la película Avatar.
Los empleados mineros no iban sólos, sino custodiados por las denominadas “fuerzas del
orden”. La represión subsiguiente hacia los asambleístas sentados tipo Gandhi, fue en 3d, o 4,
si se tiene en cuenta la dimensión tiempo: les pegaron, balearon, gasearon y persiguieron todo
el día y toda la noche. Hubo cientos de heridos, 40 detenidos. La comunidad respondió con una
pueblada que atacó las oficinas de una minera, a la fiscalía que había mandado a reprimir y a
la intendencia, pero sin lastimar a nadie. No hacían falta anteojos especiales para sentir el
vértigo.
Andalgalá (Catamarca, 17.000 habitantes) significa Señor de la Alta Montaña en quechua. Allí
puede verse la imponencia nevada del Aconquija, declarado Santuario de la Naturaleza. A 70
kilómetros, desde 1998 funciona una minera a cielo abierto cuyos desmadres contaminantes
abarcan a cuatro provincias y que la justicia no termina de condenar: Minera Alumbrera. Y aún
más cerca, a 17 kilómetros, el emprendimiento que por ahora frenó la comunidad, tiene un
nombre ocurrente: Agua Rica. La patria minera es multinacional, con capitales turbios, y
pasaportes canadienses.
Lo que aquí parece en juego es quiénes van a ser los señores de la alta montaña. Empresas,
políticos y grupos de choque que confrontan a viejos, embarazadas y vírgenes, o una
comunidad que quiere vivir. Dice Ana, jubilada: “El problema es que nos declararon la guerra”.
Dios es wi fi
Hasta hace poco, todo parecía centrado en el entusiasmo de los Vecinos Autoconvocados por
la Vida de Andalgalá, que denunciaban a las mineras, al intendente peronista y al gobernador
radical. El intendente José Perea no tenía un manejo convincente de las regalías mineras. Un
fuerte momento de su gestión fue el anuncio de utilizarlas para convertir a Andalgalá en una
ciudad Wi Fi, con fotos de un Cristo Redentor y el lema: “Dios es inalámbrico- Andalgalá
Ciudad Wireless - Internet gratis Wi Fi - José Perea, de puño y letra”. Al margen de sus
posibles lecturas, es difícil determinar si la publicidad hubiera pasado algún control de
alcoholemia. El Wi Fi no fue eterno. “Sólo anduvo en algunos lugares, y por poquito tiempo”
dice Martín.
En la misma línea progresista, el gobernador Eduardo Brizuela del Moral había anunciado en
un acto público que Andalgalá se convertirá, gracias a la minería, en Vancouver (ciudad
canadiense). Los catamarqueños seguían observando en silencio.
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