Los Espantos Estetica Postdictadura

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Results dificil presentar un libro como Los espantos. Estética 4 postdictadura, un ensayo paradojal, revulsivo y, por muchos ‘morives, de una radical singularidad. Un modo de comenzar 5, como hace el propio texto, por el establecimiento de una perspectiva, Si Oscar Teran supo escribir en Nuestros aries sesenta que asa década habia que introducirse por la filosofia porque su objeto era floséfico-, Silvia Schwarzbéck afiema gue a la postdictadwra hay que adentrarse por la estética, porque su objeto ~propio del género de terror~ asi lo exige. 2Qué significa para la aucora llevar a cabo una reflexién propiamente estérica sobre este objeto? Implica, entre otras cosas, pensar materialmente la ficcionalidad de lo dado. Y pensar lo dado es negarlo, abrirlo, mitarlo, escucharlo, para leer en Ja apariencia lo que en su mostrar no ensefia ni iurni- na; para volver a ver lo que puede ser visto ~y s6l0 por eso puede ser visto— por quien no puede pensarlo, Cabria pregun- tarenconces: qué es /odado en esce libro? Es la vida sin fantas- ma del comunismo, es fa vida de la derrota después de la derroca, Es la vida de la postderrota. La vida interpelada. Prdlogo a Los espantos. SILVIA SCHWARZBOCK LOS ESPANTOS. Estérica ¥ posToIcTAoURA SB @ via Schwarzbock Los espantos Estética y postdictadura Silvia Schwarzbéck Cuarenta Rios Schwarebéck, Silvia Los espantos estéticay posdiceadura / Silvia Schwarzbick. Ja ed. - Ciudad Aurénoma de Buenos Aires Eas Cuarenta y El rfo sin orillas, 2016, 144 p,;21x 14m, -(Coleccién Cuarenta ries 1) ISBN 978-987-1501-77-9 1, Estudios Culeurales. L Ticulo. CDD 306 DiseBo de zaps y diagramacién interior: Cuacenta Rios Los espantos Estética y postdictadura Silvia Schwarabock © Cuarenta Rios, 2015, Ciudad Aucénoma de Buenos Aires Primera edicion, ISBN 978-987-1501-77-9 Esta publicacién no puede ser reproducida en todo ni en parte ni reg trada en 0 transmitida por un sistema de recuperacién de informacién, ‘en ninguna forma ni por ningtin medio, sea mecinico, fotoquimico, elec- Gbnico, magnético, electrodptico, por foxocopia, o cualquier otro, sin el permiso previo por escrito del editor. Hiccho el depésito que previene la Ley 11.723 Derechos reservados Indice Prdlogo (13) Introduccién a los espantos (por la estética) (21) 1. Bstética y derrota (29) El amor a Jos enemigos (29) La vida verdadera (32) La inexistencia de la muerte (39) Sa(n)sanismo (41) Los Nifios Mierda (48) Los ex (53) El sald litecario (57) La iluseracién oscura (60) La vida no verdadera (64) La no familia (67) Los rebeldes (69) Los jefes terribles (70) 2. Lano verdad. Los ismos de la postdictadura (75) Socialdemocracia (75) Postrorskismo (77) Burocratismo (81) Protosociologia (86) Antibuenismo (88) Bucnismo y mal absoluto (89) Interpretacionismo (96) Alfonsinismo (100) Derecha sin ismo (102) Inceligencia de la inteligencia (107) Posccontrainteligencia (108) 3. Estética postparanoica (111) ‘Walshismo (1) (111) Pensamiento paraestatal (114) Walshismo (11) (116) Postewalshismo (117) La patria no socialista (119) De Harlem a Los dos mundos (119) Acriba de ellos (122) Postparanoia (124) Estética explicira (125) La politica y el mal (129) El no fundamento (131) 4. Lavida con los espantos (epilogo) (135) Presentacidn de los espantos (135) El sistema de los espancos (138) La apariencia de los espantos (139) La vida interpelada Prdlogo a Los espantos ‘Comenzaba la tarde, pero tanto mal me habfa dado aquel dia que me espantaba continvarlo, Sin embargo, nose puede renunciae a vivie medio dia: ol resto de la eternidad 0 nada. -Don Diego de Zama (Zama, Anconio Di Benedetto) lL Resulta dificil presentar tn libro como Los espantos. Estetica 9 postdictadura, un ensayo paradojal, revulsivo y, por muchos ‘motivos, de una radical singularidad. Un modo de comenzar es, como lo hace el propio texto, por el escablecimiento de una perspectiva, Si Oscar Tern supo escribir en Nuestros arios se- Senta que a esa década habla que introducitse por a filosofia ~porque su objeto era filoséfico~, Silvia Schwarzbéck afirma que a la postdictadura hay que adentrarse por la estética, por- que su objeto ~propio del género de cerror— asi lo exige. Qué significa para la aurora llevar a cabo una reflexién propiamen- te estética sobre este objeto? Implica, entre otras cosas, pensar materialmente la ficcionalidad de lo dado. ¥ pensar lo dado es negarlo, abrirlo, mirarlo, escucharlo, para leer en la apariencia Io que en su mostrar no ensefia ni ilumina; para volver a ver lo que pucde ser visto -y s6lo por eso puede ser visto— por quien no puede pensarlo. 14 DIEGO CARAMES ¥ GABRIEL D'TORIO. Cabsia preguntar entonces: equé es Jo dado en este libro? Es Ja vida sin fancasma del comunistno, es la vida de la derrota des- pués de la derrota. Es la vida de la postderrota. Mientras mantu- vo en ascenso su voluntad de poder, la presencia del comunis- mo hizo imposible el ejercicio de ciertas formas de gobierno sin fantasma, sin doblez, sin velo declatado u oculto. El fantasma del comunisino se las arreglé para acechar toda forma de vida injusta que se pavoneara en la pretendida soberania de sus razo rcs © en la obscenidad lisa de los hechos. Es cierto que, al me- nos durante el siglo XX, a la fuerza impugnadora del fantasma la acompaiaba la realidad politica de las revoluciones. Posibles, anhelados y concretos, los suefios emancipatorios de las vidas revolucionarias reclamaron siempre la precedencia del fancas- ma, come este tiltimo necesit6, para darle cuerpo a su amenaza, de [a utopfa encarnada de la revolucién. Y darle cuerpo al fan- tasma implicé asumir que su osamenta real no necesariamente coincidia con su forma imaginada. El comunismo como el iso politico central de Los diltimos dos siglos ha declinado en su voluntad de poder por dos eviden- cias conjuntas: fue derrotado facticamente (en el plano econd- mico y militar) y, ademas, nunca logeé imponer imagenes de su forma de vida como forma de vida deseable y vivible. Para Schwarzbick, la vide de izquierda que proponia c imaginaba el comunismo ~y en ocasiones crefa haber cealizado— es la forma de vida hoy planecariamente detrotada. Es la forma de vida que no pudo sobrevivir a sus propias muertes. ;Quién gand la bata- la vitalista? La gané la derecha. ¥ por ende, la gané una forma de vida: la vida de derecha. Ahora bien: qué es una vids de derecha? Vida de derecha —decimos nosotros- es el suefio de una vida sin problemas, Y Le sida sin problemas —dicen otros— es matar el tiempo a lo bobo. Matar el tiempo 2 lo bobo es una (aueva) forma de matar al sf mismo y alos otros, pero ahora sin nervio, sin drama, sin épica, Matar banalmente, por descuido, PROLOGO, 1s, para no aburrirse, por omisién, porque la imagen o su simula- ro asi lo exigen. Lo dado es, también, la configuracién cristalizada de esa for- ma de vida que gané. ¥ lo que gané, en Argentina, se impuso a sangre y fuego: lo que gané se fragué en el campo de concen: tracién y desplegé sus corolarios (o, de otro modo, sus espantos) cn las primeras décadas de vida democratico-parlamentaria. Enfrentar [o que queda de la dictadura, lo queda de la derro- ta politica, econémica y social, es, en este sentido, enfrentar la postdictadura, las consccuencias econdmicas y existenciales de laderrota mds sonora y profunda del pueblo, o de las fortnas de vida populares. La primera y quizs la més importante y deci- siva: la derroca de una vida en eérminos de verdad, en e&rminos de un proyecto no gobernado por la ldgica (eriunfante) de la mercancia. 1. 2Qué puede este libro? Sefalar la persistencia de los dolores de un cuerpo justo ahi donde se busca acallarlos con las bana- lidades tecno-farmacéuticas, recorrer la huella de lo que resiste opacamente en el lenguaje justo ahi donde se lo reclame indice transparente de comunicacién, intercogar las miradas estéticas del mundo justo ahi donde se consagra la cultura de lo siempre igual: este libro puede ser un proyectil. ¥ como tal, lo conside- ramos poseedor de una cualidad téctil: piensa contra la pereza del conservadurismo y la comodidad del progresismo, contra el modo en que ambos comulgan al usar los clasicos ~y ciertos mandatos de la tradicién cultural— como escudos de una vida perenne, de premisas imprescriptibles, a-histéricas, en lugar de sostenerlos como un terreno exploratorio, de litigio, eransmi- sién y aprendizaje. - Pensar contra el conservadurismo y conera el progresismo es pensar contra los limites de la imaginacién estético-politica do- 16 DIEGO CARAMES Y GABRIEL D'TORIO minante, Es poder acordar con el precepto de que no hay que matar y al mismo ciempo animarse a preguntar: funda ese pre~ cepto por si mismo una vida justa posible? zEs una condicién de la Vida en comin o una maldicién del pensamiento sobre Ja muerce que se cuenta por millones, de derecha a izquierda? El problema actual quizds no sea el de sostener la premisa “no matards" El problema es que su enunciado nada dice sobre las muertes que provoca la vida de derecha: podemos impugnar Jas muertes provocadas por los proyectos vitales de la izquierda yafirmar “no mataris’,y, en el mismo momento, cact rendidos dante la evidencia de que morimos aqui y ahora desatendidos, olvidados, rechazados, ignorados, si no actuamos concreta- ‘mente para evitarlo, Esto es, si no hacemos algo para evicar que mueran siempre los mismos, los que nada saben de las reglas del mundo: los recienvenidos, y de ellos, los abandonades. Junto a Ja premisa “no matarés’, hay otra premisa: Ja premisa que man- da vivir. ¥ vivir es cuidar, proveger, responder, crear. {Hay entonces una politica posible del “vivirds” en el ciem- po de la postdicradsra? El libro no supone eso, ni su contrario, y sin embargo parece arrojarnos sobre esa pregunta. Sobre esa pregunta y otras tantas, casi cantas como son los conceptos y los nombres que Silvia Schwarzbéck revisa en el ensayo. Ast, Estado, representacién y verdad, pueden devenir ~por ejem- plo~ paraestatalidad ineraestatal, representacin absolura 0 no- verdad relativa. ¥ también: el nombre de Walsh y el walshismo —como Iégica para leer el Estado~ pueden abrir la posibilidad de una estética postwalshiana, propia de una situacién de clan- destinidad no oculea, sobre-expuesta. Y sien los conceptos y en los nombres encontramos desplazamicntos, interrupciones © invenciones, otro tanto ocurre con los materiales de trabajo escogidos por la autora, Textos literarios, filoséficos, jucidicos y politicos, imagenes y films, son sometidas a una revisidn que “depende del caso— descompone, reinventa o sencillamente ‘hace estallar las interpretaciones cristalizadas. PROLOG 7 Con Io sefialado anteriormente queremos dar cuenta del catécter exploratorio del libro y, al mismo tiempo, scftalar un Mmite de lo que aqui podemos escribir y anticipar sobre él. ‘Tenemos la sospecha de que la singular revisién de conceptos, imagenes, fechas y nombres que encara Silvia Schwarzbick desde la estésica quiere orientar las energias filos6ficas hacia un nuevo régimen de aproximacién de ciertos temas de la cultura argentina. Este régimen que, como tal, supone un tratamien- to de cierras tradiciones y un recorte especifico de problemas y autores~ quiz4s produzea un dislocamiento generacional y una discusién necesaria sobre algunos enunciados que se asen- taron y aceptaron més 0 menos implicitamente en las iltimas décadas. He ah{ la potencia (incdmoda) de su interpelacién. La potencia que quiere interpelar, como dice Diego de Zama, a ese medio dia que nos queda, a exe medio dia que es el resto de vida que tenemos por vivir. 1. Los espantos. Estética y postdictadura cs el fruto de un traba- jo escrito en breves meses pero maccrado durante varios afios por fa filésofa argentina Silvia Schwarzbéck. Como profeso- ra de Estética y conocedora profunda de la obra de Theodor Adorno, muchos de los enunciados que podemos leer en este libro fueron antes preguntas que animaron sus clases y senten- Cias que anticiparon obsesiones, algunas de las cuales pudimos compartitlas en diversas conversaciones y discusiones, primero como compatieros y amigos, luego como directores de El ro sin orillas, Reviste de filosofia, cultura y politica, y ahora como ‘editores. Muchas de aquellas intuiciones son las que hoy, trans- figuradas en la contundencia que oftece este libro, tiene el lee- tor enere manos. 18 DieGO CARAMES Y GABRIEL D'TORIO Por otra parte, la publicacién de Los espantos es el resultado de un esfuerzo cooperative de El rio sin orillas y la Edivarial Las courrenta, quien bajo la diteccién de Néstor Gonzdlez se encar- 36 de pensar con nosotros una coleccién posible y se hizo cargo del arte de tapa. la maqueta, diagramacién, impresiOn y diseri- bucién. de este libro. Le dimos ef nombre de CUARENTA RIOS al encuentro que lo hizo posible. El nombre es, mds que el sello que publica Los espantos, la conjuncién de un trabajo de larga duracién que espera proponer nuevos citulos en fos afios venideros. El hilo conductor que orienta este esfucrzo es a necesidad de pensar el derrotero de la cultura argentina de las tleimas décadas a partir de una mirada generacional o, al menos, de una mirada afectada por la época de un modo in- teleceual y afectivamente intenso, La constelacién de las fuer- zas sociales, econémicas y politicas argentinas, los vinculos profundos con unas tradiciones y unos nombres que patecen transformar sus sentidos al comienzo del siglo XXI, los modos de leer y escribir sobre ellos, son los desafios que nos circundan Y¥ que, esperamos, puedan ser abordados por el equipo editor de CUARENTA RIOS. Como ha dicho Bataille en Elerotismo, no se trata de csperat un mundo en el cual ya no queden razones para el terror, un mundo en el cual cl erotismo y fa mucree puedan enconcrarse ‘segiin los modos del encadenamiento mecdnico. Se trata, més bien, de apostar a que el ser humano pueda superar lo que le cspanta, pueda mirarlo de frenze, Quisiéeamos contribuir, con esta coleccién que abre Los espantos. Estética y postdictadura de Silvia Schwarzbéck, al trabajo colectivo que se orienta a superar lo que nos espanta, mirandolo de frente, pensdadolo de frente, a partir de perspectivas renovadas sobre los asuntos piiblicos y comunes. Diego Caramés y Gabriel D'lorio Buenos Aires, diciembre de 2015 ‘Alla memoria de mi abuela, Rosa Victoria Garela Munoz, y de mi cio, Antonio Carrién Introduccién alos espantos (por la estética) Son espantos, No los mires y se van. Lala [Marla Vaner] a su sobrina Vero [Maria Onerta] en Za mujer sin cabeza, de Lucrecia Martel A los afios sesenta argentinos, segiin Oscar Terdn, hay que introducirse por la filosofia. Ast lo pide el objeto: son afios sar- treanos, afios de formacién de una nueva izquicrda, afios en los que el peronismo, proscripto, aparece como una clase, la clase trabajadora. El objeto mismo es filossfico, si nucstros aitos se- senta —en la lectura de Terin— son la protohistoria de nuestros afios setenta.! El objeto de este ensayo, en cambio, pertenece al género de terror, Es un objeto estético, antes que filos6fico-politico. Los espantos encarnan, en el modo de la ficcién pura, lo posedic- tatorial de la Argentina. Por eso, para introducirse a ellos, hay que hacerlo por la estética, la parte de fa filosofia que, después de Adomo, se dedica a pensar rigurosamente, con tanto rigor como la politica, en términos de no verdad? "Tern, Oscar, Nisesros ayassesentas.La formaciin dela izquierda intelee tual argentina 1956-1966, Buenos Aites, El cielo por asaleo, 1991 y “Los aftos Sartre. en: Panto de vista, N° 82, agosto de 2005, pp. 13-16. * Segiin Teoria etttca, de Theodor W. Adocno (publicada en 1970), la obra de aree es capar de expresarlo verdadero lo no idéncico~ en un len- _gbaje negative, no conceptual. Lo no idéntico ~1o verdadero es lo que 22 SILVIA SCHWARZBOCK No verdad es lo que significa la democracia, tanto en el cit- culo del arte como fuera de él: opinién, discurso, disenso, pers- pectivismo, ceonomia cultural, produccién de lo nuewo como trasmutacién de un valor vigente, no creencia en la originali- , rexorno en lugar de comienzo. eu ontrario dels no verdad, cuando lo no verdadero 40 S {0 falso, es el orden social justo que iba a fundar la revolucién tras su victoria: Ia patria socialisca. Entre la perspectiva de la verdad y la de la no verdad, en Argentina, media le diccaduca. Todo revolucionatio argentino, a comienzos de la década del sctenta, habla en nombre de otra vida que la vida de de- recha: la vida verdadera, la vida que le atribuye al Pueblo, al Pueblo irrepresentable, no al Pueblo representado. La relacién entre el revolucionario y el Pueblo, en un con- texto asi, no esti mediada por un juicio de conocimiento (un juicio que podria ser falsado, si el Pueblo no se diera a la pre~ sencia), sino por un juicio estético en el que el Pueblo, como ortador de la vida verdadera, no necesite aparecerse coma ab- a porque el objeto de ese juicio es un no objeto, el Pueblo irrepresentable, no el Pueblo representado, el Pueblo hecho niimero, el Pucblo que vora al FREJULI en 1973 y reelige a ‘Menemen 1995. H El juicio del revolucionario, para la filosofia politica, ¢s un error; para el psicoandlisis, una alucinacién: Jo piensan, en los dos casos, como un juicio de conocimiento, no como un jui- cio estético. Para la estética, la no verdad de ese juicio (cuya formula serfa: “esto es sublime”) proviene de una préctica legt- fue ea dew est sbodina l onco Le use eae rade ace en lenguajeaegativo cso que no puede expresarse Iooedn cares cdi coun stead Tab a engesje negativo, que corn a forma de un eseritura eropiice, hace que la obra dleare, por seta, neceste siempre unainerpreracon Ronde, Porc toncepeién de la ba de arte, l extética adoeniana sla ima esta, hasta) presen qe piensa ojo en terminos de verdad INTRODUCCION 23 ima, que se vuelve inevitable cuando un sujeto sicnte, en una situacién conereta, que la experiencia que estd viviendo, por su intensidad, desborda sus sentidos, sin importar que el objeto esté presente, Lano verdad, aplicada at juicio de quien cree cercana la vida verdadera, impide hablar de error o alucinacién. Quien quie- ze instaurar un orden social verdadero’ siempre parte de la no verdad: la vida de derecha, que es fo unico que conoce. Todo Jo gue no conoce (la vida de izquierda, por la cual se lcgarla a la vida verdadera) lo experimenta como placer dentro de un juicio estético. En el lugac del conocimiento aparece el placer, 1 plaéer ance una presencia suprasensible,la del Pueblo irrepre. sentable. Esa experiencia placentera anticiparia, con su intensi- dad, la victoria, As{ como las organizaciones revolucionarias son un ob- isto de la eseética por su experiencia de lo irrepresenrable, tambien Io ¢s lo que ellas, cuando triunfaran, harfan dejar de éxistir: los espantos. Al no triunfar la revolucién, los espantos permanecen. Fi Los espantos, por pertenecer al género de terror, piden a |a estética para ser leidos. Lo que en democracia no se puede concebir de la dictadura, por mas que se padezcan sus efectos, es aquello de ella que se verelve representable, en lugar de irre- presentable, como postdictadura: la victoria de su proyecto econémico / la derrota sin guerra dc las organizaciones revoli. cionarias / Ia rehabilitaciéa dela vida de derecha como la tinica vida posible. La postdictadura es lo que queda de la dictadura, de 1984 hasta hoy, después de su viceoria disfiazada de derrota. Esve Pasado-presente, que no puede concebirse, si puede represen tarse. Y su representacién, leida a posteriori, demuestra haber demandado una extética provoexplicita, no tna estética de lo ittepresentable, de lo indecible, o del silencio, 24 SILVIA SCHWARZBOCK Es que la postdictadura, como concepto estético, se caracte- riza por la sobreabundancia de discurso, de ismos que se saben no verdaderos, no por Is insiscencia cn lo indecible o la pues- ta en cucstin de la escritura; por la estetizacién de la derroca propia, no por el anilisis iloséfico-politico de la victoria ajena; por la cultura siempre diurna y al aire fibre: no importa que se la disfrute de noche y en sétanos municipalmente habilitados; por un salén literario con voluntad de poder oficial (con admi- sidn, incluso, de ilustrados oscuros, como Fogwill), no por la radiealizacién estético-politica y las ansias de estar, aunque sea imaginariamente, fuera del sistema institucional del arte. Este régimen de la representacién absoluta, de la apariencia como esencia, propio de la postdictadura, parece saber, secreta- mente, por qué la formula de la negatividad, en la Teoria estética de Adorno, deja a Kafka tan lejos de Beckett: a mayor terror de parte del receptor (a mayor angustia real, a mayor shack, ‘a mayor repugnancia), menos negativo el lenguaje artistico, es decir, menos verdadero, mas concebible su objeto, més facil de subsumirlo al concepte. El lenguaje de Kafka es més terrorifico que el de Beckett: ‘mis sublime, menos banal, menos repetitivo, menos mondto- no. No importa que a ninguno de los dos les falte en sus obras, por graves que sean los acontecimientos, el factor comedia. ‘Ahora bien: si se mide con ellos la diferenciacién del placer es- tético, en el curso del siglo XX, del placer culinario y del placer pornografico, y Kafia resulta ser, comparativamente, un esla- bén anterior a Beckett, eso no modifica en nada el triunfo pasa- déjico de la negatividad y, con éJ, su consecuente agotamiento: cl prestigio de lo desagradable negativo, que la obra beckettiana logra en mayor medida que la kafkiana, permite que todo lo des- agradable, incluso si es explicito, sca con pleno derecho objero de un disfruce serio. INTRODUCCION 2s El género de terror, como género serio, lo demandan cicrtos objetos (a los que la tfa Lala, en La mujer sin cabeza, llama es- _pantos) que pueden ser vistos (como es su caso) por quienes no pueden pnsarlos. En la pelfcula de Mareel, los espantos apare- cen, éon la baja definiciGn del VHS, en un video de casamiento «en ef que todos los invitados, igual que los novios, lucen mas jovenes (entre ellos, Lala-reconoce a senadores, monsefiores y jueces, todos miembros de su familia). Ella mira el video con sorna, delante de sus dos sobrinas, remarcando la bucna siluc~ ta que tenia una de ellas cuando era joven y lo afeminado que siempre le parecié el marido de la otra. No muestra ningtin respeto por las investiduras de sus parientes, a los que cono- ce demasiado bien como para no suponerles una doble vida. Postrada en una cama de la que ninguna sobrina ni ninguna empleada doméstica pueden ya levantarla, no tiene nada que cocultar: a ella le hubiera gustado més “lo modemo”, Asl y todo, ha sido una mujer sin revuelta, igual que sus sobrinas. Pero los espantos que ve Lala no estan solamente en la ima- gen de video: se le aparecen también en stx habitacién, con el televisor apagado. Y toman formas concretas, como la de un nifio (el hijo.de Zula, una de las empleadas domésticas) que, filmado fuera de foco, se parece al nifo que, segrin revelan las noticias, ha muerto ahogado en una acequia “el dia de la tor- ‘menta’, el mismo dia en que la sobrina de Lala, Vero, ha choca- do contra alguien ~un nifio o un perro, dice ella— que no se ha detenido a socorrer. Lo que la dictaduca depara con su victoria econémica —los espantos: an plural sin singular no se hace explicito, como objeto estético, ni bien los represores dejan al gobierno: recién entra en el régimen de la apariencia pura, convirtiéndose en un objeto explicito, en la década del noventa. Lo que no se puede concebir de Ia diccadura, a partir de entonees, cs precisamente lo que si se puede ver, incluso a la 26 SILVIA SCHWARZBOCK, luz del dia. Para que los espancos espanten con seriedad justo en el momento histérico en el que ya no necesitan ocultarse, se tiene que abandonar, en Ja operacién de representarios, el lenguaje negativo, antiexplicico, que fue caracteristico del arte post Auschwitz. Lascriedad de lo terrorifico, si no, si fracasa porexceso de as- cetismo, resulta kitsch, porque su objero, mésallé de como selo represente, linda de suyo con lo ridiculo, Lo que aterroriza a un adulto siempre se parece, aungue sca recénditamente, al hom- bre de [a bofsa, al camién de la perreray ala oscuridad de la pie- za cuando se apaga la luz. Es decis, al campo de concentracién. Pero incluso ef campo de concentracién enera, no sin tr2s- tocarse su significado, en cl régimen de lo explicito: su mo- delo pasa a ser, en poco tiempo, Guanténamo, un lugar del que se sabe de su clandestinidad sobre todo por las imagenes. Clandestinidad y explicitud, en el campo de concentracién contemporaneo, sc convierten en un solo concepto. La exhibi- ign de imagenes de la tortura es parte intrinseca de la toreura. El Estado, eras deshacerse def fantasma del comunismo, no necesita ocular, para producir terror, su clandestinidad estruc- tural. Por eso la deja ver. ¥ la deja ver en imdgenes eminente- mente superficiales, que se detienen en fa retina y se pueden guardar fuera del cerebro, en memorias porcitiles, después de haberlas compartido ¢, incluso, comentado, con personas ma- yormente desconocidas. ‘Cuando finalmence la tecnologfa, con internet, se adecua a los deseos humanos, la estética explicita ya es, de manera os: tensible, la estética hegeménica de Je sociabilidad contempo- rinea. De hecho la estética, como disciplina filoséfica, nace para pensar una forma de sociabilidad (el gusto), que aspira’a universalizarse en ¢| preciso momento en que Ja burguesta (a mediados del siglo XVIII), con su ascenso social, la imita de la aristocracia. INTRODUCCION 2 Lacstécica explicita es la que define, también en la Argentina postdictarorial, le vida sin ef fantasma del comunismo o, mis Precisamente, la vida sin la expectativa de la vida de izquierda, sin la espera de la patria socialista. La inteligencia, ea el nuevo contexco de una humanidad sin comunismo, queda equiparada con la tortura: los servicios se- cretos informan al Estado lo que el Estado quiere escuchar es decir, producen al enemigo con fas reglas de la fecién, Para introducirse a esta nueva clase de ficcién, donde los enemigos, cuando nadie espera la pattia socialista, necesitan ser ficcionalizados, no se requiere de concrainteligencia walshiana (e no ficcién), sino de més estética: una estética postparanoi- ca que relacione a los espantos, intimamente, con la explicicud gue los hace aparecer, como poderes clandestinos, a fa luz del EI prefijo post, aplicado a paranoia, quiere mostrar que en el estaruto del temor planctario, desputs del fin de! comunismo svidtico, se ha producide un giro hacia la no verdad, hacia lo ficcional, hacia la necesidad de construir un ‘enemigo con las reglas de la ficcién. Lo contrario suced{a durance le guerra fria, cvando incluso quienes no descaban la vida de inquierda le atri- buian, a su pesar, la misma relacién con la vida verdadera que quienes Ia deseaban. La patria socialista, cuando era temids, era temida como verdad, como capaz de terminar con los espantos, come capaz de cambiar las relaciones econémicas, no camo no verdad. No verdad —jnicio estético— hay tanto en Ia relacién de Montoneras con el Pueblo irrepresentable (aunque esa re- lacién se haya fundado en la voluntad de verdad) como en Is relacién de [a demoeracia con ef Pueblo representado (aunque sa relacién si se haya fundado en una concepcidn de la demo- cracia como no verdad), 28 SILVIA SCHWARZBOCK Si hay que introducirse a los espantos por la estética, no es para desocultarlos como algo que esti oculto (ni siquicra la clandestinidad puede ser pensada, dentro de la vida sin comu- nismo, como el afuera de fo explicito), sino para detenerse en Ja apariencia, como harfa una camara, para ver qué hay cuando nadie mira. 1, Estéticay derrota El amor alos enemigos ‘Toda guerrilla constata, para su propio espanto, la infinitud del Estado: ai el monte, ni la selva, ni la villa, precisamente por parecérsele, replican el estado de naturaleza. No quedan lugares aptos, ni dentro ni fuera de las ciudades, para organizar la Vida clandestina, No hay desierto, en cl siglo XX argentino, donde volverse salvaje. Sin desierto, la clandestinidad es un estado mental: el esta- do mental de quien toma las armas sin antes haberse enrolado. Sin victoria, la accién armada, leida a posteriori, se vuelve in- concebible, incluso para quienes la condyjeron. Lo que no se concibe —lo que no puede explicarse, en tealidad~ no es que alguien esté dispuesto a matar ~y que por esrar dispuesto a ma- tar esté dispuesto a morir: eso es lo que jura hacer, a cambio de un sueldo en blanco, quicn se gradiia como policia-, sino que alguien esté dispuesto a hacerlo ex nombre del Pueblo sin que el Pueblo se lo demande, No obstante se sabe ~ Io sabe sobre todo quien no puede explicarlo~ que es eso lo que han hecho, en el siglo XIX, todos los Libertadores de América, los hombres fuertes de las revoluciones triunfantes. No vale la ana- ogta con ellos -piensa el ex jefe guerrillero— cuando no se ha Jogrado la victoria. Tampoco vale el remordimiento, que s6lo aparece ante la accidn fracasada. Fl niimero de bajas propias — aunque scan muchisimas mas que las del enemigo~ se leeria de 30 SILVIA SCHWARZBOCK manera diferente si hubiera habido una victoria. En la Segunda Guerra, de hecho, murieron més soldados rusos que alemanes. Los muertos del vencedor nunca son “la sangre derramads’, sino “los héroes de la patria”, Lo que no puede explicarse de Ia lucha guerrillera -lo inconcebible de ella desde 1984~ es sv relacidn con el Pueblo. Ef Pueblo, dentro de esa relacién, es una categoria estética. En el estado mental llamado clandestinidad, el Pueblo que invoca una agrupacién armada, en lugar de consultarlo, es un. Pueblo irrepresentable, sublime en lugar de abstracto, capaz de desbordar los sentidos en lugar de negarlos. Sélo imaginan- idolo con esos atributos —con atributos estéticos propiamente modernos, que combinan en una sola imagen la infinitud y la totalidad, le puede estar dirigido, con fecha del 1° de junio de 1970, el Comunicado N° 4 de Montoneros: "Al Pueblo de la Nacién: hoy a Jas 7.00 horas fue ejecutado Pedro Eugenio Aramburu. Que Dios Nuestro Sefior se apia- de de su alma, Perén o Muerce, Viva fa Patria, Alineroducir en un texto tan breve —que,asty todo, tiene tres despedidas-, la frase “que Dios Nuestro Sefior se apiade de su alma” ~ésa seria Ja primera despedida, dedicada a Arambura—, Montoneros hace piblico -como parte de su catolicismo- el ‘mandato al que sus miembros se sienten obligados: amar a fos tenemigos. Es en este lenguaje sobrehumano ~el lenguaje de los pactos fandadores~ en el que Montoneros se communica con el Pueblo. La relacién que Monconcros establece con el Pueblo —a pe~ sar del lenguaje eclesidstico y jerérquico en que la daaconocer— no puede ser sino directa: el Pueblo (que ¢s esencialmente el Pueblo peronista) ni esté representado ni es representable, Por ‘eso ningn representante, ni siquiera Perén, podria cumplir- ESTETICA Y DERROTA 31 le ~sin necesidad de consultarlo~ su deseo inconfes muerto a Aramburu? ae Montoneros se presenta en sociedad como la organizacién que ejecuta un deseo ajeno ~cl desco irrepresentable del Pueblo inrepresentable— del que declara, por ese mismo acto, que tam- bisn ex el eoyo. Aunque el Pueblo repita “gue Dios Nuestro fior se apiade de su alma” -piensan los jefes montoneros- festeja en secreto la muerte de Aramburu. - 1 1995 yx indulado, Mario Frmenich haces aocrica ‘en Tiempo nuevo, el programa de TV conducide por Bernal ‘Neustadr: . fad ae ‘No fuimos capace de ucharcumpliendo el precept esi. no que nos manda amar alos enemigos. De haber ; igos. lo hecho, se habrian evitado dolorosos dafios (...) Nosotros no tenemos que arrepentimos por haber desaparecido a nadie, ni por ha ber coreurado a nadie para obtener informacién, ni por haber violado ninguna mujet,ni por haber obado ningun hijoa na- Spe tet cl aa EAM a ee OP pa ete a Seeders ene ea (...). En Arambaru, el pueblo habia sintetizado al antipueblo. (...) Por Santa plicit pecs Tes oman oes ee ee eee es ee gee os pecaniscas los habla herido e indignado como pocas veces si ee eee sn aan ae ea ee ens eel ree rpg Sec Sta cpa nese i raeunpndon sears a Sg Segoe ee ae aaa se nays an car ns a gate 32 SILVIA SCHWARZBOCK dic, ni por haber empalado a nadie, ni por haber arrojado vivo al mara nadie (...) Esta autocritica abarca el haber celebrado, ingenuamente, algunos atentados contra adversarios, ain sin saber certeramente su procedencia. Noes cristiano celebrat la muerte ni de! peor enemigo.* La accién guerrillera, cuando no se integra a una épica de Estado, se vuelve inconeebible incluso para su autor intelec~ tual, No importa que, para hacer su autocritica como jefe, Firmenich lea el accionar montonero con la misma doctrina integrista Ia doctrina de a Accién Catélica~ en la que ese ac- almente inspirado. En el momento de la aucocritica, el Pueblo, que en 1970 habria sentenciado a muer- tea Arambutu, es lo que falta. Esta falta convierte a a autocritica en la estética del ven- cido, La aurocricica cs el modo en que la derrota entra en la apariencia, lo que la hace ver como tal cuando no ha habido una guerra. Los jefes que sobrevivieron a la dictadura —como Firmenich— estan solos. El Pueblo irrepresentable, que en 1970 celebraba en secreto la muerte de Aramburu, esté represcntado, en 1995, por Menem. Ningtin vencedor harfa una autocritica. La vida verdadera i Lo que resulta inconcebible de la accién revolucionaria, cuando no triunfa, es su Idea del Pueblo: nadie —tampoco «quien lo sostavo en 1970, porque lo sostuvo como un axioma~ puede explicar por qué el Pueblo, en su cardcter irrepresenta- ble, portaria la vida verdadera. Por eso, sobre el Pueblo irrepre~ sentable no se puede hacer teorfa politica -si sobre el Pucblo representado-, sino protohistoria oral: el lugar de le teorfa Jo ocupa la anécdota, la materia que, en un contexto juridico, 1ente; wwrwbernardoneustadeorg/contenide_25.ham ESTETICA Y DERROTA 33 toma la forma del testimonio. Pero la anécdora, cuando trata del Pueblo itrepresentable, no ¢s un sucedineo dela teor‘a (con Jacual no tiene nada en comin), sino del cucnto marayilloso, la fibula, o la leyenda urbana: imita a la no verdad, no ala verdad. Es en este sentido en el que hace uso de la anécdota Leon. Rozitchner. Dice: un ex preso politico, al salir de la cércel de Devoto durante la presidencia de CAmpora, me confiesa: Me di cuenta de que la muerte individual no existe, la vida verdadera ¢s la vida del Pucblo, no la de uno mismo.® La vida verdadera, en Ja mente del revolucionario, nunca es la vida propia. Pero tampoco es la vida del pobre, el trabajador o elvillero, No es ni siquiera la juventud dela que participarian, por primera ver en la patria socialista, los hijos de los que tu- vieron que salteérsela para entrar, sin la primaria completa, al mercado de trabajo. La vide verdadera es una vida desconocida: la promete el Pueblo, no la organizacién revolucionaria que lo Pero cuando la organizacién revolucionaria no vence, esa vida desconocida, junto con quien la promete, se vuelven in- concebibles. No aleanza, sin la victoria final, con representarse al Pueblo como la mayorfa aplastante que se impone en las ur- nas con el triunfo del FREJULL, en 1973. Para que el Pueblo contenga como Idea la vida verdadera, debe estar siempre mds alld del voto. Porque lo que hace del Pueblo algo concebible ~cuantificable, calculable, voluble, maleable— es precisamente elvoro. El voto muestra al Pucblo en su faceta de mimero, de opi- nién publica, de industria culeural —que es precisamente la que clasifica los publicos-, de sentido comin, de légica de clase. Bajo esta faceta, el Pueblo vota al FREJULI en 1973 reelige a > Rositchner, Lebn, Acerca de la derrota y de las vencidos, Buenos Altes, Quadeata y Biblioteca Nacional, 2011, p- 42. 34 SILVA SCHWARZBOCK Menem en 1995 (después de los induleos y las privatizaciones). Es razonable, enconces, que las agrupaciones armadas lo invo- quen cuando todavia puede ser sublime no sélo por ser irrepre- sentable, sino por permanccer itrepresentado, incluso, por el Perén que vuelve del exilio. Mientras no esti obligado 2 hacer- se tangible para votar sus representantes, el Pueblo permanece irrepresentable: 0 porgue hay dictadura o porque el peronismo cesta proscripto, con lo cual tampoco la izquierda, cuando se presenta a clecciones, puede medirse con él. Pero cf amigo de Rozitchner, cuando sale de la carcel en el 73, habria dicho que la reuerte individual -no que la vida i dividual- “no existe”. Y que “no existe” frente a la vida verda- deta, que ¢s la vida del Pueblo. En el lenguaje rozitchneriano, el revolucionario hace apologia de la inmolacién y uso libre del argumento ontoldgico: cl cuerpo no existe frente a aquello mayor lo cual nada puede ser pensado y aaqucllo mayor ta cual nada puede ser pensado ~c\ Pueblo ao puede faltarle, como atributo, la existencia (de no existis, no podria contener, como contiene, la vida verdadera). Frente al Pueblo, el revolucionario -en la lectura de Rozitchner- hace un juicio de conocimiento y este juicio, en tanto tal, resulta equivocado. Lo que al revolucionario le de- mostraria su error es la derrota. La derrota ~en la incerpre- tacién rozitchneriana~ falsaria el juicio del revolucionario, tomado a modo de una hipétesis sobre el estado del Pueblo, que sdlo estarfa en condiciones de ser liberado por medio dela guerra, no de la politica: ‘El pensamienco politico, que debla haber reflexionado sobre las condiciones de su eficacia en Ja lucha colectiva, habia sido suplaneado por las consignas guerreras del triunfalismo arma- do. Las categorias de la guerra de dezecha, que en nuestro pals hhabian sido expandidas por el militar Per6n en su libro sobre la guerra y en sas disertaciones geemiales y policicas a sindi- calistas y obreros, limitaron el pensamiento de los intelec: ESTETICA Y DERROTA 35 tuales que debian pensarlas desde el peronismo y luego desde tL foqulsmo o con a experania del pueblo en armas, Por eso [Héctor} Jouvé nos dice que “pare casi todas la politica (no la guerra) era algo del otro lado, era de burgueses”. Por e30 lo co- lective que debia ser movilizado desaparece como verificador yy creador del sentido de la propuesta politica: en nuesteo pais al menos, el pueblo los dejé solos en el enfrentamiento que la fantasia dela inquierda, apoyada en Ia estcla dela que también llamaron revolucién popular peronista, vivia como soporte colectivo de su lucha.* Lo que ha Ievado al revolucionario a tomac las armas “razon Rozitchner~ es un error de juicio, inspirado por un pensamiento politico que no reflexioné lo suficiente sobre las condiciones en las que iba a aplicarse. Ese error habia inver- tido el significado de la politica junto con el de la guerra. La ‘guerra, hacia 1970, aparece como no burguesa, aun cuando era un concepto de derecha, con el que las organizaciones revolu- cionarias no podian triunfar, una vez que Perén volviera del exilio (Rozitchner insisce en que en la guerra gana la derecha ~‘cllos"— y sélo en la politica puede ganar la izquierda —“no- sotros”~). La politica, como lo contrario de la guerra, aparece ‘como burguesa, atin siendo un concepto con el que si se po- dria haber eriunfado ~siguiendo esce argumento-, sise lograba movilizar a las masas, con Perén ya en el gobierno, a favor de cambios estructurales en las relaciones econémicas. El razonamiento de Rozitchner ubica a la actividad inte- ectual en un estrato distinco del de la militancia, como si la militancia fuera la aplicacién concreta, en una situacién par- ticular que no ha sido cientificamente analizada (y deberia ha- berlo sido), de ideas que se encuentran en los libros 0 en los discursos, sean de Perdn, Lenin, Trotsky, 0 el Che. También por es0 los juicios que él supone en los militantes no pueden Adem, p46 36 SILVIA SCHWARZBOCK ser sino gnoseolégicos: “Esto (la realidad empirica) es lo que dice Perén (0 Lenin, o Trotsky, o el Che)". Lo que determina si el militante esta equivocado o no, a posteriori, ¢s la victoria o la derrota. Si esta equivocado, es porque e! juicio confundid Ih realidad con la propia fantasée (ia “fantasia de la izquierda, apoyada en la estels de la que también lamaron revolucién po- ular peronista”). Esta concepeién de la guerra, que Rozitchner critica en la militancia revolucionaria argentina, ya habla sido criticada por el propio lider de una revolucién exivosa, Fidel Castro, y por su principal te6rico, Régis Debray (Debray, de hecho, ha- bia funcionado como un cedrico a posteriori, no a priori, de la Revolucién Cubana). Si en el Tercer Mundo se podia aplicar la teoria del Foco, con su idea del hombre nuevo como sujeto creado por el propio proceso revolucionario, era porque la re- volucién-sostenia Debray, a partir del éxito de la Revoluciéa Cabana se concebia como una praxis, no como una teoria aplicada. La teoria del Foco se habia extraido de la praxis, aun- que el ensayo de Debray (“ZRevolucién dentro de la revolu- cién? de 1967) se hubiera convertido en un texto canénico para pasar ala acci6n guerrillera: "Todas [as obras tericas sobre la Guerra del Pueblo hacen tan- to mal como bien: se las ha llamado graméticas de la guerra. Pero se aprende més pronto el idioma de un pais extranjero cuandose esté en ély bay que hablarlo, que con una gramacica en su casa, (...) Fidel achaeaba un dia la responsabilidad de ciertos fracasos guersillecos al vinculo puramente intelectual con la guerra” Ahora bien ~imagina el lector de Rozitchner-: cuando elex preso politico sale de la cércel de Devoro ¥ es vivado por una mulsicud, que celebra la liberacién de todos los presos politicos ? Debray, Regis, “~Revolucién en la revoluci6n?’ en: Lucha armada en la Argentina, Abo 1, N* 1,2004, p.123. ESTETICA Y DERROTA 37 como el inicio de la iberacién nacional, tiene frente a sus ojos, en persona, al Pueblo irrepresentable. Ese Pueblo, como infi- nitud y totalidad combinadas en una sola imagen, no puede contarse ni, en términos de juicio, ser objeto de conocimiento: su presencia desborda los sentidos. En ese instante de desborde sensorial, cl Pueblo es juzgado, en un juicio estético, como siendo sublime: el ex preso poli- tico experimenta en forma sensible, durante un instante que se esfucrza por prolongarlo en el tiempo, algo que erefa supra- sensible. Después, seguramente, se dard cuenta de le nravuraleza subjetiva de su operacidn (0, mas seguramente, se la hard notar algiin lector de Kant): bajo un estado sentimental extraordina- tio, el ex preso politico, desbordado en sus sentidos por la pre- sencia del Pueblo irrepresentable, produce un juicio estético, no un juicio de conocimiento. La vida verdadera, cuando crea un vinculo entre sujecos ba- sado en un juicio estético, no es un problema gnoscoldgico ni filoséfico-politico. La formacién de un colectivo que actiia en nombre del Pueblo (del Pueblo irrepresentable), al que consi- dera portador de la vida verdadera, y lo hace sin consulearlo, consticuye un problema estético. Como todo juicio estético, la vida de izquierda aspira a ser compartida con la totalidad del Pueblo representado, inclu- 50 con aquellos que, ante la consults, ao fa elegisian. Esa as- piracién de las revoluciones es una aspiracién en comtin con Ja democracia: para que un colectivo particular represente al Pueblo ircepresentable ~el Pueblo al que considera portador de la vida verdadcra~ tondré que representar, si triunfa y ¢s Estado, a todo el Pueblo. Si no triunfa, su inica relacién con el Pueblo es la que establece por medio del juicio estético. Por eso no tiene sentido tomar el juicio del revolucionario en términos de objetividad, como si se tratata de un juicio que puede ser falsado por el mimero de personas que se dan a la presencia 38 SULVIA SCHWARZBOCK cuando se invoca el nombre del Pueblo. Las organizaciones re- volucionarias fueron aniquiladas por el terrorismo de Estado, sin que su relacién con el Pueblo pueda evaluarse, a posteriori, en términos de verdad. La aspiracién de todo juicio estético a Ia universalidad —a ser vilido para todos los sujetos~ siempre queda en el estadio dela aspiraci6n, sin poder realizarse empiricamente, ni siquiera cuando la parcialidad que aspira al poder triunfa sobre otras, ~como sucede en democracia— y deviene Eétado. Tampoco en las revoluciones triunfantes los juicios estéticos se universali- zan: esa clase de juicios, siempre individuales y con voluntad de volverse colectivos, son los que inspiran las obras filo-oficiales, realizadas por artistas que aspiran a representar, con el propio ismo, la estética oficial. ‘Cuando Dziga Vertov describe al hombre eléccrico, el prin- cipio de “clectricidad + soviet” todavia no es del todo la reali- dad del comunismo. No obstante, su juicio estético pretende anticiparlo, haciendo que el juicio estético de un futurista, a través de un film, pueda ser compartido por todo el Pueblo y ast, el Pueblo representado (por el Estado soviético) se vea ‘como el Pueblo ixrepresentable: No queremos filmar més temporariamente al hombre porque no sabe ditigir sus movimientos. Mediante la poesia de la maquina vamos del ciudadano reza- gado al hombre eléctrico perfecto. Actwalizando el alma de la miquina, haciendo que el obrero se enamore de sus herramientas, a campesina de su eractor, el maquinista de su locomotora, inttoducimos a alegria creado- raen cada trabajo mecinico, emparentamos los hombres con las miquinas, educamos hombres nuevos. ESTETICA Y DERROTA 39 El hombre nuevo librado de la torpeza y Ia inhabilidad, que tendré los movimientos precisos y leves de la maquina, serd el noble tema de los films." Sien cada cuerpo sudoroso de un obrero o de un campesino hay, paca Vertov, un hombre eléctrico en potencia, es porque 1 juicio que él hace sobre ese cuerpo, como un cuerpo todavia demasiado humano, es un juicio estético, el mismo tipo de jui- cio que le propone hacer a los espectadores, desde la perspecti- vva facurista, a través de sus peliculas. Si la vida eléctrica, como parte de la vida de izquierda, leva a la vida verdadera, el juicio sobre el hombre capaz de vivirla es de suyo un juicio estético. ‘Vercov ha visto al Pueblo como todavia no es. El Pueblo que ha visto es el Pueblo irrepresentable. Por eso ni Vertov ni Eisenstein ni ningiin otro cineasta so- viético pueden filmar la revolucién. Octubre (1927) es un film sobre la fundacién det Estado soviético, no sobre la Revoluciéa Rusa. Cuando se trata de filmar la revolucién se filma en reali- dad la guerra: la revolucién como La dzvica guerra justa, la frase de Lenin que hace de epigrafe de Octubre, el film de Eisenstein del que Stalin hizo desaparecer a ‘Trotsky, como si él nunca hu- biera visto, ni con el Ejército Rojo, al Pueblo irrepresentable. Lainexistencia de la muerte Sila muerte individual no existe es porque el cuerpo huma- no, en su transitoriedad, esté hecho para la guerra. Sdlo queen Ja guerra cl principio que prima es el contrario del que invoca el amigo de Rozitchner al salir de la edrcel: todos los combatien- tes quieren vivir en lugar de morie, todos quieren autoconser- varse en lugar de sacrificar su vida. Ni siquiera la maxima del "Verto, Daiga, Arsteulos,proyectas,y diario: de trabajo, trad. V. Goldscein, Buenos Aites, De la Flor, 1974, pp. 16-17. 40 SILVIA SCHWARZBOCK Che: “a partir de ahora consideren que estén todos muertos” 3, en el momento de internarse en 1a selva, un mandato de autoinmolacién’? El que pide la vida ast, como la pide el Che, pretende que el militante se [a represente, por encima de todo lo que lo apega ella, como una vida de derecha. Quien se interna en la selva para formar un foco guerrillero debe haber pensado el Che~ tiene que tener en claro desde un comienco que no vaa vivir una experiencia extrema, con forma de aventura, de la que volver fortalccido a su vida anterior. El pacto que instituye al grupo guerrillero, por estar basado en la donacién del cuerpo, conecta la vida militante con una vida por venir, que la vive el Pueblo: por eso “Ja muerte individual no existe” Pero si el Che hace esta advertencia usando una retérica del sactificio (“consideren que ya estin muertos”) es porque él mis- ‘mo, al estar de nuevo en la selva después de refindar un Estado, cs la prucba material de que la vida que todos las miembros del EGP podrian perder en cualquier momento, incluso el jefe, es la vida de derecha, aunque esa sea la vida sin la cual, en caso de perderla, no podrian vivir la vida de izquiceda (que tampoco es In vida verdadera, sino la vida que lleva a ella) Si el Che realmente dijo esa frase (la frase aparece dentro de una anécdota que Ciro Bustos le cuenta Jon Lee Anderson), es porque él, en 1963, cuando el EGP se interna en el monte sal- tefio después de recibir instruccién militar en Bolivia, no s6lo eracl héroc de una guetrilla victoriosa, un nuevo Libertador de > "Le primero que nos dijo fue, ‘Bueno, aqui estin: ustedes acepraron tunisse a esto y ahora tenemos que preparar todo, pero a partir de aho- sa comideren que estén muertos. Aqui la tinica cerceza es la muerte; tal ‘vez algunos sobrevivan, pero consideren que 2 partir de ahora viven de presado.” Relato del primer encuentro del grupo inicial del Ejército Guerrillero del Pueblo (EGP) con el Che Guevara, cransmitido por Ciro Bustos a Jon Lee Anderson y citado como eplgrafe en ef testimonio de Hécrot Jouvé, “La guerilla en Salta. 40 acs despues’ en: La intemnperie, Revissa de politica y cultura, N 16y N* 17, Cérdoba, 2004, ESTETICA Y DERROTA 41 América, sino el funcionario de un nuevo Estado comunista No obscante, después de la revolucién, el Che no vive ni la vida verdadera ni la vida de izquierda (que, en lo que no tiene de vida de guertillero, resulta tan inconcebible como la vida ver- dadera). De abi que aspice a abandonar la vida de funcionario y padre de familia que lleva en Cuba, para volver a vivir, en la selva boliviana, una vida de guerrillero. La vida de izquierda ~darla a entender [a instruccién espiri- tual que el Che le trasmite a Cico Bustos y que él le retransmit 2 Jon Lee Anderson, para que la convierca en doctrina~ no es mds que el sentimiento de que fa vida verdadera existe, aunque més no sea como posibilidad, en el Pucblo, Pero s6lo existe en el Pueblo irrepresentable ¢ irredento, por el cual siempre val- diia la pena internarse en la selva, no en el Pucblo ya represen: tadoy ya redimido (el Pucblo cubano realmente existente) que, en caso de ser consultado en las urnas, podria egar a vorat, libremente, su propio mal. Sa(a)eanismo La incapacidad de imaginar una vida de izquierda, no tanto enlo que ella tiene de guerrilla, sino en lo que la guerrilla tiene de relacién con el Pueblo (el Pueblo irrepresentado, portador de la vida verdadera), es tan consustancial a la postdiceadura que hasta podria definir su lengua especifica: para poder con- denar al Estado por la desaparicién sistemética de personas, an- tes que por la politica econémica a la que esas desapariciones sirvieron, lz sociedad argentina, a partir de 1984, santifica la vida de derecha. La teorfa de los dos demonios es una consecuencia directa de esca santificacién, aunque parezca. por el contrario, su causa, Ast puede leerse, de manera literal, en cl Prélogo del Nunca ‘mds. La prosa de Ernesto Sabato (con el sentimentalismo exac- to para la época: las cumbas NN, en 1984, se abren frente a las, 42 SULVIA SCHWARZaOCK cAmaras de los noticieros) enumera los tipos de desaparecidos —los desaparecidos ideales— por los que el Juicio a la Juntas me rece hacerse y el tipo de represién que, interpretindola como “cumplimiento de érdenes supcriores’, el gobierno alfonsinista va a dejar impune (Ia Ley de Obediencia Debida esté presa- puesta, en el Prélogo del Nunca més, como su letra chica): ‘En cuanto a la sociedad, iba arraigindose la idea de la despro- eccién, el oscuro temor de que cualquiera, por inocente que fuese, pudiese cacr en aquella infinita caza de brujas, apode- rindose de unos el miedo sobrecogedor y de otros una ten- dencia consciente o inconsciente a justifcar el hozror: “por algo sera’, se murmuraba en voz baja, como queriendo asi propiciar alos terribles ¢ inescrutables dioses, mirando como apestados a los hijos 0 padres del desaparecido. Sentimientos sin embargo vacilantes, porque se sabla de tantos que habian sido tragados por aquel abismo sin fondo sin ser culpables de nada: porque la lucha contra los “subversivos, con Je cenden- cia que tiene toda caza de brujas 0 de eacemaniados, se habla convertide en represion demencialmente generalizada, por- gue el epitero de subversivo tenia un alcance an vasto como imprevisibie, (..) Todos cafan en la redada: dirigentes sindi- ‘ales que luchaban por una simple mejora de salarios, pecio- discas que no eran adictosa la dictadura, psicdlogosy sociélo- _B05 por pectenccer a profesiones sospechosas, jévenes pacifis- tas, monjas y sacerdotes que habfan levado las ensefanzas de Crisco’a basriadas miserables. Y amigos de cualquiera de ellos, y amigos de esos amigos, gente que habia sido denunciada por venganza personal y por secuestrados en tortura. Todos, en su mayoria inocentes de rerrorismo de Fstado o siquiera de pertenecer a los cuadros combatientes de la guerrilla, porque ésvos presentaban bacalla y morfan en el enfrencamiento 0 se suicidaban ances de eneregarse, y pocos llegaban vivos a ma- nos de los represores.!? % Comisign Nacional sobre Ia Desaparicidn de Personas (CONADEP), Nunca Mas. Informe de la Commisiin Nacional sobre la Desaparicién de Persona, Buenos Aires, Endeba / Pagina 12, 2006, p. 4 ESTETICA Y DERROTA, 43 Del mismo modo que fos nazis, en la posguerra, son repre- sentados como ellos mismos querian verse: como una maqui- naria de amos sadomasoquistas, enfundados en uniformes de diseftador de vanguardia (sobre todo en las peliculas norteame- ricanas, que hacen del nazismo una villania abstracta, una vara con que medir el mal en la Historia), los represores son repre~ sentados, en la postdictadura, como si su plan de exterminio fuera de su exclusiva invencién. No aparecen como el brazo ar- mado de un poder transnacional, al que la CIA brinda su inte- ligencia, sino como una maquinaria de industria argentina, or- ganizada piramidalmente como un Estado dentro del Estado, que sale a la “caza de brujaso de endemoniados” de noche yen Falcons verde sin patente. Ast se ven los represores, como si estuvieran copiados del Prélogo del Nienca mds, en las malisimas peliculas nacionales que se filman, 2 partir de 1984, sobre la asi llamada historia reciente, Pero asi también los ve Alfonsin, en 1983, antes de ser presidente, de acuerdo con el relato en primera persona de Carlos Nino: ‘Al articular un programa para tratar las violaciones de dere- chos humanos, Alfonsin identified tres categorias de aucores: Jos que planearon la reptesién y emitieron las 6rdenes corres. pondientes: quienes actuaron més aflé de las érdenes, movi. dos por crueldad, perversién, o codicia:y quienes cumplieron sstriceamente con las 6rdenes. Alfonsin creia que mientras las, dos primeras categorias inerectan el castigo, los que pertene- clan al vercer grupo debian rener la oportunidad de reinser- tarse en el proceso democritico, Alfonsin articulé por prime- ra.vez pliblicamente estas distinciones en una conferencia en la Federacién Argentina de Colegios de Abogados en agosto de 1983.4 "Nino, Carls S.,juico al mal absolute. Los fundamental historia del inicio a las juntas del Proceso, ead Matcin Rohmer, Buenos Aices, Emecé. 1997, p. 106, La edicién original (Radical Evil on Trial) Fue publicada por Yale Univesscy en 1996, En 2015 al libco vaclve a set publicado en a4 SILVIA SCHWARZ8OCK Nino era, en ese momento, el encargado de fundamentadas: La primera categoria se distingu(a en vireud de la capacidad de deliberacién de sus miembros, el rango y el nivel de co- ‘mando. Discinguimos el segundo y el tercer grupo examinan- do detalladamente la justificacién de la obediencia debida. Permizimos que esa justificacién funcionara en el caso de tor ura. A perar de que es cierto que la obediencia debida no es tuna excusa viable cuando se conecta con acciones aberrantes comollarorcura, reconociamos queen este particular contexto histdrico se debia hacer una excepcidn. Tales actos aberrantes fueron cometidos bajo una intensa campafa de propaganda dirigida a legicimar la violencia bajo una presi6n permanente. Ademis, existian fuertes razones prudenciales para restringir el castigo a aquellos que actuaron fucra de ciertos limites y ‘otorgar a otros (quienes seguian érdenes) la oportunidad de cooperar en la reconstruccién democrisica. Esta distineién se hacia especialmente relevante si el castigo no se comprendia como retributivo sino mis bien como una garancia del o¢- den social para el futuro. Crelamos que esta distincin entre ‘quienes excedieron los limites de drdenes superiores y quie nes cumplieron estrictamente con llas debia ser decidids dencro de las fuerzas armadas en una audiencia que deberla ser conducida por oficiales retirados antes de 1973. (.) Tan pronto como Alfonsin fue elegido, comenz6 a articular claros ardmetros para lo que debia hacerse. En primer fugar debia emprenderse una biisqueda inmediata del paradero de los desaparecidos. Respecto del castigo, Alfonsin impulsé ees prineipios que seevirfan como guia: 1) eanto el terrorismo de Estado como el subversivo setfan castigados; 2) habrialimices para quienes deben ser responsables, porque sexta imposible perseguir eficazmente a todos los que cometieron delitos:y 3) los juicios deben ser limitados 2 un perfodo finito de tiempo Buenos Aires por Siglo XX edizores, en una nueva edicién ampliada y ‘con ocro subticulo: Juicia al mal abioluto, ;Hasta dinde debe Uegar la jus cas retroactiva en caso de iolaciones masivas alos derechos bumaner? ESTETICA ¥ DERROTA 4s durante el cual el entusiasmo por ese programa se mancuviera en niveles altos.!* ‘Ain después de derogadas las leyes de Obediencia Debida y Punto Final (en 2003), el lenguaje estético de Sébato expone mejor que el lenguaje juridico de Nino qué habia que satanizar y qué habia que santificar en 1984 para que fa vida de derecha fuera considerada ia tinica posible." El satanismo es la contraparte de la santificacién: se satani- za la vida militarizada —la vida guerrillera y la vida dictatorial— para santificar la vida de derecha, la vida que los guerrilleros en- sregaban generosamente a sus jefes, a diferencia de los militares y policias, que lo hacian a cambio de un sueldo. ‘A 30 afios del Nunca més, ni siquiera la derecha, para ex- plicar la dictadura, recurre a los dos demonios. Cuando Pilar * Idem, pp. 1O7-AOB yp. 111. "1a Ley de Punto Final, sancionada en 1986, ponia un plazo de sesenta dias para define los procesamlentos a miembros de las Fuereas armas y de segucidad involucrados en la violcion de derechos humanas, La Ley Fogwill, Rodolfo Enrique, “La Filosofia: un destino menor” (La Caja 1995), en: Los libros de la guerr op. i. P17. LA.NO VERDAD, 83 Los IsMOS DE LA POSTDICTADURA 0 filo-fundaciones™, al lector le queda claro, por primera vez, que él estd hablando de su genecacién, la generacidn de quienes nacieron en la década del 40. Las tres generaciones a las que Fogwill les pone nombre — Srondisartreana, freudocastrs-frejulista y derrotademécratopero- neoradical~ son en realidad las tres generaciones que cayeron, cada una en su respectivo momento, “sentadas de culo —de culo inmenso, de culo de (c4tedra)- justo en el centro del escenatio dela politica representativa burguesa”, Cada vez que hay volun- tad de socialdemocracia (con Frondizi, con el FREJULI, o con Alfonsin), los fildsofos se tientan con cimentar el discurso que le dé tono alla época, para enmarcar con él el lazo social. Fogwill critica la filosofia argentina sin entender, cn absolu- to, cémo piensa ella el servicio piblico. El servicio péblico, a la filosofia argentina, siempre le ha parecido un destino mayor, no un destino menor. Por eso le ha preocupado més su hipo- tética inutilidad ~el quedar encerrada en los claustros y en los libros— que su real burocratismo. El servicio péblico, como auto-obligacisn de Is filosofia ar- ¢gentina, no ha sido una razén menor, aunque no sea fa dni- 2, para que los fildsofos argentinos no hagan filosofia y se los lame, en Ia nica materia de la carrera que se ocupa de ellos (Historia del pensamiento argentino y latinoamericano), in- zelectuales 0 pensadores. De ahi que el derecho a tomar como tradicién la cultura occidental, inventado por Borges para cl escritor argentino, no sea extensible al émule de fildsofo: él no cuenta con una tradicién de la que desentenderse (un equiva- lente de la gauchesca) ni con una modernidad por la que ab- jucar de los grandes sistemas. Sin. una herencia, no hay contra quién pensar: ni un Martin Fierro ni un Hegel verndculo, En este punto, la literatura argentina ¢s todo lo contrario de Ja Glosofia argentina. Es decir, constituye una verdadera heren- Idem, p. 18. 84 SILVIA SCHWARZBOCK cia, Es algo por lo cual matar y por lo cual todos se matan: fos ‘que escriben lizeratura, los que escriben sobre literatura, y Ios que hacen ambas cosas. ‘A falca de sistemas filosdficos que destituir, de una modes- nidad argentina en sentido fuerte (que empiece con un “yo pienso”, paca construir sistemas, y termine con un Espiritu ‘Absoluto, que haga querer dejar de construislos), se santifica el ensayismo, Pero la santificacién del ensayo no sélo no cues- tiona la departamentalizacién del espiritu en vigencia, sino que hace que el ensayismo argentino ocupe dentro de ella, con Ia ayuda de los escudios culeurales, el lugar mas conveniente para la Gran Filosofia europea. ‘Al convertir al ensayo en la tradicién filosOfica argentina, se hace valet, para el caso de la filosofia, Io que Sarmiento dice en el Facundo para el caso de la literarura: se pondera como original ~como originario de América lo que se ve como ori- ginal desde el espiritu europeo. El ensayismo ocuparia el lugar de nuestra épica: otra sublime barbarie sublimada. Porque s6lo contra una gran filosofia sistemética el ensayo puede ser el mar- gen del concepto y, 2 su vez, su superacién: puede significar libertad para el objeto, en lugar de libertad para el sujeto, y pue- de dar lugar a una filosoffa antisistemécica que, no obstante, no renuncie a la Bilosofia. ‘Ahora bien: ain si se aceprara como un factum que la he- rencia de la filosofla argentina es el ensayismo, su problema serfa, en ese caso, su objeto casi excluyence: la Asgentina. Este objeto es lo que explica, sin justificarlo del todo, que quienes se dedican a la filosofia en Argencina le hayan cedido Ia filoso- fia argentina, sin demasiado forcejeo, a los historiadores de las ideas 0 a los socidlogos: quien lee a Alberdi, a José Ingenieros © a Ezequiel Martinez Estrada, pero también quien lee a Carlos ‘Astrada, a Rodolfo Kusch, 0 a Enrique Dussel, busca explicar algo distinco que quica lee a Kant, a Hegel o a Marx. Ningin LANO VERDAD. 85 LOS ISMOS DE LA POSTDICTADURA filésofo lee filosofia alemana —ni siquiera los alemanes— sélo para entender a Alemania, Por eso quien ensefie una materia de la carrera de filosofia y quiera reemplazar aucores europeos 0 norteamericanos por autores argencinos tiene que encontrar, en el cespectivo cam- po. no la tradicién, sino las excepciones. Si alguien ensefia Estética con la Estética operatoria en sus tres direccionet, de Luis Juan Guerrero, y con la Teorta transcultural del arte, de Adolfo Colombres, aun cuando esas obras lo obliguen, para darles su lugar en el progeama de la materia, 2 ponerlas en la debida re- lacién intertextual con la tradicién europea, su actitud frente a ellas no podré set sino de reverencia. A las excepciones se las reverencia en lugar de tratar de destituirlas. En el caso de las obras mencionadas, se las reverencia por el solo hecho de gue se las pueda ensefiar en un curso de Estética y no en uno de Pensamiento argentino y latinoamericano. La actitad beligerante, para quien en Argentina se dice a si mismo fildsofo, se ditige hacia los autores no argentinos. Cada cual se arma el propio canon, hundiende y rescatando filésofos extranjeros con absoluta libertad. El canon de hundides y sal- vados se transfiere a la ensefianza de la filosofia antes que a la escritura de filosofia. La filosofia argentina postdictatorial tampoco ha pensado para s{ un destino mayor que la politica. No tener poder dentro de la burocracia académica, cultural y mediatica, mucho més cuando se conoce su matriz, comin, es no tener poder sobre los pares: ni el poder de evaluarlos ni el poder de devaluarlos. Y esa falta de poder, consiscente en la imposibilidad de incidit en la suerte de los colegas, siempre ha sido, para el filésofo argentino, su peor pesadilla. 86 SILVIA SCHWARZBOCK Protosociologia La filosofla argentina, como herencia decimonénica, parece protosociologfa. Los fildsofos argentinos del siglo XX a fos que Fogwill acusa de no cumplir el destino originario de la f- Josofla piensan en los mismos términos que los del siglo XIX, como si siempre tuvieran que optar, para posicionarse politica mente, entre poblar el desierto 0 unirse al malén. La relacién confrontativa que los filésofos europeos tienen con la herencia ~y que se traduce en la necesidad de construir tun enemigo, para poder pensar contra él-, los flésofos argenti- nos la transferen a la politica. Hacer filosofia, para el saldn literario postdictatorial, equi- vale a hacer filosofia politica. © politica, directamente. Es de suyo una intervencién. Y una intervencién en un campo mi- nado. También por eso es que incursionan en la filosofiz, con tanta frecuencia, personas formadas en las ciencias sociales. Es ligico, sobre todo si el enemigo de la filosofia argentina es, invariablemente, fa ideologia argentina y si el pensamiento ha formado parte, por ranto tiempo, de la plusvalia. ‘Como el cema excluyente de la filosofia argentina, cuando no cumple servicio publico, es la filosofla argentina, Ia politi- ca parece ser, para clla, su tinica posibilidad de salir fcera de sf (mucho més sila politica, desde 1984, ya no lleva el attibuto de burguesa). Lo mismo les sucede a otros saberes que, en el retor- no de la democracia, devienen saberes-para ~el psicoanlisis, la sociologia o la ciencia politica y que en la dictadura habfan sido mis controlados y perseguidos que la filosofia, como si se supiera, perfectamente, de su potencial ntilidad. De hecho, parce de la tarea que se propone la incervencién del Estado en la universidad publica, en 1984, es la de crear —donde no habfa~ y reabrit ~donde se habian cerrado~ las carreras de ciencias s0- ciales que la dictadura consideraba sospechosas. LA.NO VERDAD. 87 Los ISMOS DE LA POSTDICTADURA No son, exactamente, los contenidos que se aprenden en las humanidades, las ciencias sociales y las artes, ni la forma en que se los ensefia en Ia academia, lo que prepara a los estudiantes, con tanto profesionalismo, para la vida intelectual burocratiza- da, Es mds bien el criteriocon que ellos son evaluados, igual que sus profesores, cuando se postulan para un estipendio piiblico © privado (es decir, cuando aspiran a no wabajar mientras estu- dian o investigan): ef curriculum. La cantidad de antecedentes acumulados en la menor cantidad de tiempo posible equivale, de suyo, al concepta deportivo de carrera. Ir a la universidad significa, en primer término (no en iltimo), aceptar competir con los pares. La paradoja del burocratismo es que, por imponer el con- cepto de carrera desde el momento mismo en que sc la em- pieza, se convierte, para quien la sigue, en un test vocacional constante: sélo pueden trascender las mediaciones laberinticas de la burocracia quienes perciber lo més pronto posible que es el objeto de estudio ~antes que el sujeto— el més perjudicado por ellas. Por si alguien que estudia filosofia, por ejemplo, cree que, con la sola eleccién de la carrera, renuncia al mundo del trabajo (dado que ha clegido una profesién que, en el pasado, fue la profesién de quienes no necesitaban trabajar), el servicio piblico (la Academia, la Cultura y los Medios) le recuerda a cada paso que tambien su saber, en la democracia de masas, es un saber teil La tesis adorniana de que cultura y masificacién no son ca cegorias opuestas, conocida en castellano desde que Murena traduce para Sur Dialéctica del iluminismo, no podia aplicarse con seriedad a la cultura argentina mientras Ia democracia — uuna democracia restringida, con el peronismo proscripto~ cra un breve momento de no dictadura. Que la cultura adminis- trada ~el concepto que ata Ja cultura a la masificacién— no es el precio que le cobra la democracia a la ciudadanfa por darle 88 SILVIA SCHWARZBOCK educacién superior gratuita y televisién no educativa abierta (es deci, que la masificacién de la cultura no depende, estric- tamente, del mimero de participantes que hay en ella, sino de cémo se han clasificado los publicos)-un argentino sélo puede experimentarlo en carne propia 2 partic de 1984. Para que eso fuera posible, Ia cultura tenfa que convertirse, de manera con- creta, en tiempo libre que el Estado deseara administrar, demo- ceéticamence, sin incerferir con la oferta privada. A partir de ese momento, la culeura, al gual que la politica, es plenamente tratada como no verdad. Antibuenismo En las “Palabsas finales” de La enfermedad mental, Alejandro Rubio dice: Releyendo lo publicado a lo largo de mas de quince afios, lo ‘que me llama la atencién es mi extrema coherencia: siem- pre escribi contra los mismos. Contra los moralistas, los pa tesnalistas, ls solemnnes, los sublimadores, las bellas almas, Jos liberales, los peogzesiscas, en suma: contra la bondad de los buenos. Sin embargo, Argentina permite clegir mejores enemigos. Rubio enumera las posibles razones —las que le son favora- bles y las que le son desfavorables— por las que no eligié de ene~ migos 2 los verdaderos enemigos de la Argentina. La primera es una raz6n biografica y ~dice él— banal: nunca tuvo contacto personal con ellos y, para combatirlos sin conocerlos, hubiera tenido que apelar 2 los lugares comunes de la poesia social la- tinoamericana. La segunda es una razén politica que; por ¢so mismo, le resulta favorable: » Rubio, Aljandro, La enfermedad mental, Poeta reunids, Buenos Aites, Gogy Magog, 2012, p. 397 LA.NO VERDAD 89 LOS ISMOS DE LA POSTDICTADURA Hay que disciplinar a la propia trop antes de emprender la bacalla contra un oponente temible. Los buenas y su bondad ‘me parecian ~me siguen pareciendo— portadores de decroris mo y confusién, La tercera y iiltima razén también es politica, pero desfavo- rable para él y “unos cuantos més”: al no nacer en 1983 (sino en 1967), su juventud coincidié con el periodo en que el derro- tismo y la confusién no dejaban percibir al verdadero cnemi- 0, en parte por culpa de los que si lo percibian, pero contra el tiempo, el tiempo histérico. El riesgo de su antibuenismo ~advierte Rubio~ es convertir- se en “el malo de los buenos’, ademés de en un blanco legitimo para los verdaderos enemigos de la patria Bucnismo y mal absoluco Cuando ya no se puede calificar de burguesa a la demoera- cia liberal (rmacho menos en su versién de socialdemoer: porque no hay un sinénimo de no burguesa para oponerle (la palabra proletaria pertenece a una vida de izquierda que esta asociada al campo de concentracién, donde quienes fa repre- sentaban fueron desaparecidos), el lenguaje palitico se bueni- fica, El nosotros y el ellos dejan de pertenecer al vocabulario de la politica para incorporarse al de la moral: la democracia (sea cual fuere el atributo que s¢ le asigne, incluso si se le asigna, extemporineamente, el de burguesa) es el bien, porque su con- trario (la no democracia, que no tiene atributo) es el mal. ‘Toda la poblacién, con sélo haber estado aterrorizada, que- da del lado de la resisvencia. El concepto de resistencia, dada esa ampliacién piadosa, adquiere el significado de protodemocra- cia, Protodemocracia es la democracia antes de la democracia, la democracia por la que se luchd cuando no habla demoeracia: 90 SILVIA ScHWARZBOCK Jos derechos humanos, a los que también quienes no marcha- ban junto a las Madres ni tenfan familiares desaparecidos con- sideraban justos y necesarios. Sicl bien s la democracia, ef mal ~el mal absoluto— son los represores. Asilo fundamenta, en ficio al mal absoluto, Caslos Nino: el mal absolute (radical evil) pertenece al vocabulario kantiane que, con la adaptacién al siglo XX que hace de él Hannah Arendr, se convierte en el vacabulario juridico para hablar de los genocidios. En la figura juridica del genocidio, el caricter imperdonable de los hechos esti unido a la necesidad de castigarlos. EL mal radical, como concepto teoldgico secularizado, no ‘oculta su origen protestante: es aquello que excede, por su gra- do de ofensa a la dignidad humana, todo orden normative hu- manamente pensado, Como lo humano del hombre es la auto- limieacién, por medio de leyes, de la capacidad de hacer el mal, laaccién que lesiona la humanidad de lo humano, y fo hace de manera extendida, persistente y organizada, se convierte en una accién para la cual todo orden normativo resulta inapropiado: no sélo el orden juridico, sino también el orden moral Ahora bien: por eso mismo, por su cardcter contrario alo humano (o, mejor dicho, a la idea de lo humano que se hacen los seres humanos), la lesa humanidad cometida por personas no civiles buenifica, como un todo, ala poblacién civil. No eslo mismo desear ¢l mal (haber deseado la dictadura, en este caso, como confiesan muchas personas que la desearon, por conside- rarla el fin del gobierno de Isabel Perén) que cometerlo (haber consentido crimenes de lesa humanidad s6to por el hecho de considerar que no se podfa hacer nada para evicarlos, ni siquic~ ra denunciarlos ante la opinion publica). Con el mal absoluto se desculpabiliza la omisién (cl no ac- tuar contra él) por parte de la poblacién civil. Atin quien haya deseado la dictadura siente, en la postdictadura, que no ha de- LA.NO VERDAD, a1 LOS ISMOS DE LA POSTDICTADURA seado los crimenes de Jesa humanidad. Contra el mal absoluto la poblacién civil siempre es relativamente buena: ni inocente ni buena en si, s6lo capaz de aurolimitarse, por medio de leyes, en su capacidad de hacer el mal, es decie, capaz de desear vivir en democracia. El tardfo juicio a Klaus Barbie, el “carnicero de Lyon’, por crimenes de lesa humanidad hizo que los franceses tuvieran que recordar, en 1987, cuénto colaboracionismo encontraron Jos nazis durante la ocupacién, No obstante, Francia llevaba ya varias décadas festejando la victoria aliada como si toda su po- blacién civil hubiera formado parte de la resistencia y coma si sus propios crimenes en Argelia tuvieran otro estatuto moral que los del nazismo (por la diferencia de mimero, por su carée- ter no industrial, por estar asociados al pasado colonialista y por haberse cometido sobre personas no curopeas). Por eso los buenos franceses sienten tanta culpa por ellos. Les pesan sobre la conciencia por no pensatlos, tal como le sucede a Georges Laurent (¢l protagonista de Cache, el film de Michael Hanke) con Majid, el nino argelino al que, con sus celos, privé de con- vertirse en su hermano adoptivo y de disfrutar, como él, de una madre culta, de una casa con pargue y de estudios universita- rios. El adulto Georges (un periodista cultural respetado, con tun programa de TV sobre libros, una esposa bella y un hijo adolescente) erce no tener enemiges, pero cuando empiczan a egarle en sobres andnimtos videos del frente de su casa toma- do desde una cdmara fija (como si alguien quisiera demostrarle que lo esté observando 0, menos sutilmente, que lo tiene en [a mira), en el tinico posible enemigo en el que piensa, cuan- do su abogado le pregunta si tiene enetnigos, es en Majid, ese nifio argelino a cuyos padres los desaparecié el Estado francés, al que imagina, ahora, como un adulto resentido, pobre y sin educaciéa. 92 SILVIA SCHWARZBOCK Caché (estrenada en 2005) es una pelicula justa con los fran- ceses: ellos saben que son culpables (como lo sabe Georges) de que los erimenes de Argelia (que sirvieron de modelo para los represores argentinos) no hayan sido tan imperdonables como los erimenes nazis. Los crimenes de lesa humanidad, al hacerse responsable de ellos el Estado, santifican a la poblacién civil. La parilisis, que produce el Terror es el equivalente invertido de la emo- cién violenta: una figura juridica (ana ficcién weil para aplicar el Derecho) que, usada en defensa propia, se convierte cn una explicacién psicolégica. (Cada vez que un argentino dice la palabra dictadaney agrega civico-militar, hace todo lo contrario de autoinculparse. Siente no sélo que inculpa a dos otros, a los complices maximos que no han sido juegados (los grandes grupos econémicos y Ia jerar- qufa de la Iglesia), sino que se aurtoexculpa alin més que si sélo dijera la palabra militar. Hablar asi es polfcicamente correcto nadie voté a la dictadura, ni atin quienes la desearon, Con el menemismo, en cambio, no se tiene a disposicién el mismo discurso juridico. El lugar del tezzor, en los afios no- venta, lo ocupa la psicologia de masas. Bl asesinato de Mariano Ferreyra, un militante del Partido Obrero que defendia los de- rechos de los trabajadores ferroviarios cercerizados, en 2010, demuestra, entre otras cosas, que la personalidad combati- va de ciertos lideres sindicales ~como la de José Pedraza, el Secretario General de la Unién Ferroviaria— fue destruida por la seduccién menemista, no por el verror dictatorial: en 1979, Pedraza fue uno de los organizadores de la primera huelga con- tra la dictadura. La seduccién menemista consiste en explotar, como parte del ideologema del fin de la historia, el momento no politico de la politica: el voto. El hito mds importante del menemismo, por eso, ¢s la reeleccién de Menem, en 1995, tras los indultos y LA.NO VERDAD 93 LOS ISMOS DE LA POSTDICTADURA las privatizaciones: el Pueblo se hace responsable, con el resul- tado de las urnas, de las medidas en su contra. El propio Menem, en los afios naventa, es el paradigma de la seduccién menemista: un peronista que, sin dejar de Hamarse peronista, se muestra seducido por todo lo que el peronismo, desde 1945, llama a combatir. Los que dejan de llamarse pe- ronistas, ante esta paradoja, no son los partidarios de Menem, sino los peronistas que creen que el peronismo, en ese momen- to (sobre todo tras la reeleccién de Menem), s¢ ha vaciado de contenido. A esos peronistas se les dice, desde el menemismo, que “se quedaron en el 45” El voto e2 aquello a Jo que la politica, en democracia, se subordina, y por lo cual las militancias revolucionarias ~y la izquierda en general- Ja consideraron, cuando la alternativa era la revolucién, algo del otro lado, algo del enemigo, cosa de burgueses, Ta naturaleza estadistica (porcentual, numérica) de la que estén hechas las mayorlas sevela una tensién estructural entre politica y democracia. El voto aspira ala toralidad, aunque s6lo se puede acercar a ella porcentualmente. La politica, en cam- bio, aspira a actuar en representacién de una parte, la parte de Ja sociedad para la que se aspira a gobernar. Por su representatividad traducida en niimeros, porcentajes y estadisticas, el voto convierte a la politica en dependiente de saberes que miden a los hombres con técnicas de mercado, em- pezando por las encuestas. Por el voro, la politica sacrifica su autonomia para subordinarse a la parce métrica de las ciencias sociales, Pierde su afinidad con la filosofia (olvida que también clla es pensamiento puro) para tomar consejos de la psicolo- gia de masas y de la estadistica que, combinadas, dan lugar ala Giencia de la demoeracia: la politologia. Politica y democracia son conceptos de naturaleza distinta, ‘que deben empezar a conciliarse, a partic de 1983, porque se ha o4 SILVIA SCHWARZBOCK abandonado, tras el exterminio de las militancias revoluciona- rias, toda expectativa de revolucién. Tras el terror de la dictadu- ra, no eta usual volver a preguntarse, por lo menos hasta 2001, por qué los revolucionarios no amaban la democracia. En cuanto al pacto de gobernabilidad con los poderes esta- blecidos, el menemismo (que duré 12 afios: de 1989 a 2001) es tuna continuacién acelerada del alfonsinismo. No sélo por los induleos a los Comandantes, que complecan las leyes de Punto Final y Obediencia Debida, sino por consumar el proceso de desindustrializacién iniciado en la dictadura (y no revertido porel gobicrno radical) y el desmantelamiento del Estado (con Ia privatizacién de las empresas piblicas y cl traspaso de las ¢s- cuclas nacionales a las provincias y los municipios) sin aleerar su fancionamiento mafioso en las éreas de Seguridad y Defensa (aunque, en este punto, Menem es més sutil que Alfonsin, por- gue le quita poder territorial a las tres Fuerzas, al eliminar el servicio militar obligatorio, mientras les habilita pingties nego- ios, como el tréfico de armas). El menemismo, con su apelacién al fin de [a historia, mues- txa lo no politico de la politica, aquello que la hace afin alo nu- mérico, a la medicién de voluntades cambiantes, y compatible con el clima de negocios. Pero lo no politico es parte de la polt- tica no por perversién, sino porque su practica en democracia, en Ja posguerra fria, cuando ya no hay revoluciones en el Tercer Mundo, esté sutilmente atada a los ciclos del capitalismo, in- cluso por las acciones contraciclicas. Aun cuando le politica sea discordia, separacién entre ami gos y enemigos, desacuerdo, conflicto, discusién, militancia, territorialidad, trabajo en el territorio, trabajo en el Estado, imaginacién, pensamiento, construccién de hegemonia, espe- ra, ticne un momento no politico que, mientras amenaza con destruicla, la vuelve compatible con la dimensién numérica de la democracia: negociacién, quid pro quo, altas esferas, verti- LA.NO VERDAD. 95 LOS ISMOS DE LA POSTDICTADURA calismo, internas, cambios de bando, burocratizacién, purgas, sentimiento de fin de la historia, tiempismo, maquiavelismo, ‘enemigos principales y secundarios, amigos principales y se- cundarios. Por codo Lo no politico que contiene Ia politica, siempre se quiere moralizarla, desde el institucionalismo abs- teacto, y sustituicla por una comuna 0 una asamblea, desde la jaquierda anarcoesteticista EL menemismo, lejos de ocultar lo no politico de la politica, hace todo lo contrario: busca banalizarlo, haciéndolo visible. De ahf que a partir de 2003 se hable de la década neoliberal, yno de la década menemista, como si durante es0s afios no se hubicra necesitado de a politica para subordinar ala Argentina a los dictados externos. Si el menemismo exhibe lo no politico de la politica es porque en la posguerra fria, sin el fantasma de la patria socialista, la explicitud siempre es més eficaz que la clandestinidad. La explicitud es la Igica de la cimara. La imagen técnica una foto, una filmacién— es més eficaz, a los fines de persua- dir, que la clandestinidad dictatorial: la tinica razén de ser de esa clase de imagenes ~y la raz6n por la que podrian ser temi- das—es ser vistas por el maximo ntimero de personas posible. Si alguien poderoso no oculta su accionar clandestino a la mirada de la cdmara es porque se considera a si mismo, més alld de las ctiticas que pueda recibir, como inmune a toda destitucién. Si todo lo que pueda criticirsele no alcanza para que su poder ‘merme, ese poder aumenta, por el solo hecho de que no ha po- dido mermar. Asi sucede con las filmaciones de Guanténamo: que el campo de concentracién se deje ver genera més impo- tencia, ante la opinién publica, que si se lo oculta. Por eso Ia imagen corrompe més que el Terror. José Pedraza, para poder llegar a ser, en 2010, el responsable del asesinato de Mariano Ferreyra, habiendo sido el organiza- dor, en 1979, de la primera huelga contra la dictadura, primero 96 SILVIA SCHWARZBOCK cuvo que convencerse de que él, ante ef inminente fin de la his- toria, no podia ser sino un sindicalista empresario, mientras su gremio, la Unién Ferroviaria, recibia la consigna: “Ramal que para, ramal que cierra’” Interpretacionismo La volunrad de democracia, la voluntad de hacer de ella un. modo de vida regular (de ahi que se hable de retorno de -0 a~ la democracia), necesita hacer de la dictadura no sélo su con- trario, sino su pasado inmediato: algo con cardeter de enermigo (porque produce identidad politica) y con cardcter de fantasma (porque acecha). Para que se note el contraste, y en cl contraste no se hable de postdictadura, sino de democracia, a la palabra democracia no puede agregirsele ningiin adjerivo descalificati- vo: ni formal, ni burguesa, ni liberal. De todos modos, el respeto por una palabra, cuando se de- muestra no agregindole atribucos (para que sea un sustantivo con maytisculas), no significaa priori veneracién por el referen- te. De la democracia, cuando se dice que retorna, se reconoce su no verdad. La aceptacién de esa no verdad se convierte, en la vida democratica, en el supuesto de la vida cn comun. Ese supuesto ocupa el lugar del pacto, del ficticio pacto que fun- daria el Estado, de acuerdo con la teorfa politica burguesa (de Hobbes a Kant). Para aceptar la no verdad de la democracia (0 la democra- cia como no verdad) es necesario un cambio de bibliografia. Quicnes pasan a retiro, junto con el uso de los atributos prole- tario / burgués, son los teérices del prolerariado, que no hacen tuna distincién sustantiva entre guerra y paz, porque consideran ® La celaci6n del menemismmo con [a estética explicita se reroma encl ea- ppiculo 3, en los puntos “Esrérica explicita, “La politica y el mal” y “El no fundamento” LA.NO VERDAD o7 LOS ISMOS DE LA POSTDICTADURA que Ia lucha de clases es ya una guerra. Pero no por este pase a retiro de la teoria proletaria retorna una teoria a la que pueda llamétsela, como su contraria, teorfa burguesa En la teorfa politica burguesa, el orden social xe piensa en términos de verdad, no de no verdad, igual que en la teo- ria proletaria. Los sujetos que delegan Ja soberania para que se constituya el Soberano son sujetos de la flosofia moderna (sujetos-sustancia, sujetos productores de realidad), no sujetos de la filosofia contempordnea (postsujetos, sujetos producidos por los discursos). Igual de modernos que los sujetos pactances son los sujetos que se organizan contra el Estado burgués ~de acuerdo con Ia tearla proleraria~ para cambiar las relaciones de produccién. Que haya sujeto —no importa el adjetivo de la teoria: burguesa o proletaria~ garantiza que haya verdad. Para pensar la democracia en términos de no verdad, entonces, no sirven nila tcoria politica burguesa nila tcorla politica proleta- sia: el orden social, como problema de la democracia, se dirime en el orden del discurso. Para vivir en democracia ~postula la postdictadura— se tiene que aceptar que la democracia no per tenece al orden de la verdad, sino al de la no verdad. A partir de 1984, Nietzsche, Marx, Freud, de Michel Foucault, se incorpora, como lectura obligatoria, a los progra- mas de “Introduccién a la filosofta” (que suele ser una materia inicial ~con ese nombre u otro parecido- en todas las carreras de humanidades)."" Lo obligatorio a aprender, para la vida en democracia, de un texto inmediatemente anterior a la Noche de los Bastones Largos. ¢s ls primacia de la interpretacién: no existe un comienzo ni un fandamento tiltimo para la vida en comin; la vida en comin es un sistema de signos; y los signos son malévolos; la malevolencia del signo —su ambigtiedad es- tructural, explica el profesor- es inextinguible, porque todas 1 Foucault, Michel, Nietzsche Marx, Freud (1965), tad. Alberto Gonzélez Troyano, Buenos Aires, Anagrama/Pégina 12,2010, pp. 27-50, ii 98 SILVIA SCHWARZBOCK las interpretaciones son interpretaciones de interpretaciones; cada signo es una interpretacién de otra interpretacién; y esta interpretacién infinita ~entiende finalmente el alumno— noes otra cosa que la democracia. La democracia es interpretacién infinita porque no hay comienzo sino retorno. La democracia postdictatorial es retorno a (0 de) la democracia ~como se dice en 1984 y como se sigue diciendo hasta hoy-. La democracia nunca podria haber sido comienzo. La filosofia de la sospecha, a partir de 1984, se convierte en inscruccién civica. Sospechar de la verdad es un buen principio para la vida en comin. Bajo esta premisa, Marx no es un teéri- co de la revolucién, Nietzsche no es el autor de La voluntad de poder la autoria, como imputacién, se tcansfiere a su hermana protonazi~ y Freud no es ni el tedrico burgués del Edipo ni el inspirador de la liberacién sexual del freudomarxismo. Marx no interpreta las relaciones de produccién, sino la interpretacién que las ha naturalizado: interpretindolas como una interpre- tacién, demuestra que se han instituido no por su verdad, sino por medio de la violencia. La etimologfa de la palabra bueno (agathés), en la Genealogta dela moral, muestra no sblo que to- das las palabras son interpretaciones de interpretaciones, sino que esas interpretaciones las instieuyen las “clases superiores” (0 las “clases dominantes’, en el vocabulario marxiano). Freud interpreta en el lenguaje de sus pacientes Io que sus pacientes le oftecen como sintomas: Ia interpretacién del analista es la interpretacién de la interpreracién del paciente. El sintoma es una incerpretacién, contra la cual el psicoandlisis inventa otra incerpretacién. Después de entender cual es el legaclo eminentemente con- temporineo de Nietzsche, Marx y Freud —es decir, qué es lo que impide que ellos pasen a retiro junto con la teoria burguesa y la teoria proletaria~, el alumno ya sabe, para el resto de su Vida en democracia, que todas las interpretaciones se institu- LANo VERDAD 99 LOS ISMOS DE LA FOSTDICTADURA, yen por la violencia (en lugar de imponerse por su verdad) y se destituyen por la violencia (en lugar de caer por su falsedad): el signo es una mascara que recubre la interpretacién y, por eso mismo, la incerpretacién siempre esté obligada a interpretarse asf misma, a volver sobre si bajo la pregunta “¢quién?” (¢quién hha propuesto la interpretacion?) y no “equé?” (qué referente tiene?).. ‘Unavez encendida la noverdad de la vida en comin, el alum- no saca del texto de Foucault una conelusién que nunca podria evarlo alla violencia politica (ni siquiera simpatizar con ella): Ia violencia ~de la que hablan los filésofos de lz sospecha~ es la violencia de una interpretacién contra otra interpretacién. La violencia no es otra cosa que el conflicto entre las interpreta- ciones. No hay violencia originaria. No hay violencia primera. Ni hay contraviolencia (no hay violencia del Pucblo de la que pueda decirse, después de leer a Foucault, que no es violencia). Ademds, por si fuera poco, la democracia es lo suficientemente violenta, en términos simbélicos, como para buscar violencia fuera de sus limites discursivos. El alumno que saca estas con- clusiones ests debidamente preparado para la democracia, es decie, para la no verdad. La parte no alfonsinista de la cultura alfonsinista, por eso, fue foucaultiana. La parte alfonsinista, en cambio, hizo primar cn sus bibliografias la filosofia analitica que, para la época del texto de Foucault (1965), ya habia tenido su propio giro lin- _gidstico: ella también desconfiaba de la verdad -Ia verdad cien- fica como comienzo de toda investigacién filoséfica~ en la que confiaba ciegamente, comando como modelo a las ciencias duras, el Circulo de Viena, y hablaba de si misma —agregindo- se el prefijo past como filosofla postanalitica. También por la via postanalftica se podia llegar ~y menos laberinticamente que por la via foucaultiana~ a la ausencia de comienzo, a la inter- pretacién infinita, ala no verdad. i 100 SILVIA SCHWARZBOCK Esa docttina del no comienzo, de la interpretacién infin ta, de la no verdad ~aprendida por [a via postanalitica 0 por la “via posteseructuralisea~ ensefiaba a entender, como parte de un giro lingitstico qe excedia ala Argentina, por qué la democra- ‘cia no podia empezar, sino s6lo refornar. Alfonsinismo ico o E] interpretacionismo democrético ~sea postanalit posestructuralista~ permite saanizar sutilmente ~sin el sata- nismo explicito del Prélogo del Nunca mds la violencia que no sea simbélica, la violencia que no sea la de una inverpreta- cién contra otra interpretacién. Toda violencia que se lea a si misma como primera ~como la violencia material justa y nece- saria para instaurar una interpretacién contra otra interpreta~ cién, como violencia creadora de derecho en lugar de conser- vyadora del derecho, como violencia que esti en el origen del orden y puede irrumpir en cualquier momento, como violencia ‘que siempre estd presente en el contrato, por muy pacificos que sean los contratantes, porque el poder que lo garantiza también es de origen violento— queda asociada al pasado reciente: a la lucha a muerte en términos de verdad, no al conflicto de las interpretaciones en términos de no verdad. El incerpretacionisrno, en el retorno de la democracia, es un ismo no consecuente, porque tiene que hablar de no verdad y, a lavez, de mal absoluto. Por eso no es aplicable, retroactivamen- te, a zoda la historia argentina. No es extensible al siglo XIX nia los momentos dictatoriales del siglo XX: cuando no hay democracia -se da por sobreentendido— reina la excepcién, no la normalidad diseursiva. ¥ se abre, asi, el agujero por el que entra el diablo, es decir, el mal absoluto, de acuerdo can el vo- cabulario de Nino. sop { LANO VeRDAD lot LOS ISMOS DE LA POSTDICTADURA El interpretacionismo, al no extenderse 2 toda la historia argentina, circunscribe el conflcto ~como conflicto de las in- texpretaciones~ a la democracia: en dictadura, las interpreta- ciones no hegeménicas desaparecen, en vérmninos materiales, junto con las personas que las sostienen. Sil interprecacionismo no fuera inconsecuente, el terroris- mo de Estado no podria ser leido, en tanto lo otco de la de- mocracia, como el mai absoluto. Esa inconsistencia es parte sustancial —no un error o un descuido tedrico— del ismo de Alfonsin, Es por ella que es posible aplicarle a codala poblacién civil, sin distinciones, el extenso manto de piedad que represen ta el buenismo. Para eso, en lugar de sostener kantianamente (es decir, en vérminos de verdad) que la bondad de los malos (el autocontrol de la propia maldad por medio de una ley autoim- puesta) fanda mejor orden social que la maldad de los buenos (Ja libeccad que se toma cada persona, habicualmente no mala, para hacer de vez en cuanda el mal), la democracia post 83 s05- tiene que 90 hay fundacién del orden social (caenienzo: ver- dad), sino retorno: no verdad. Conciliar la interpretacidn infinita con el mal absoluro ~es decir, conciliar la no verdad (postestructuralista 0 poscanaliti- 2) con Ja verdad (Kantiana o postkantiana)~ se convierte en lo caracteristico del ismo de Alfonsin. El mal absoluto, atribuido al cerrorismo de Estado, moraliza el lenguaje politico y bueni- fica a voda ia poblacién civil: todo argentino tiene voluntad de democracia ~no importa qué haya deseado antes de (y duran- te) la dicradura— y el que no, es golpisea (no quiere integratse al ‘orden del discurso, no quiere argumentar). En la distincién al- fonsiniana entre los tres érdenes de responsabilidad en la repre- sidn (los que la planearon y dieron las érdenes; los que actua- ron més all de las érdenes, “movidos por crueldad, perversién © codicia” y “quienes cumplieron estrictamente las érdenes”)** “Nino, CauloeSJuicio al ntl absolut, Los fndamentos la historia del cio las juntas del Brest, 0.89.06. 1 | | | 102 SILVIA SCHWARZBOCK cesta implicita, ya, la inconsecuencia alfonsinista: los tres 6r- denes de responsabilidad son, desde el punto de vista de la no verdad (que privilegia el orden social por sobre la verdad), la in- cerpretaci6n de la interpretacién de la mente del mal absoluto. En nombre de garantizar la gobernabilidad y pensindola, como tal, dentro del orden del discurso, Alfonsin se pone en el lugar de los represores, reproduciendo el discurso con el que cellos se autoamnistiaron, y no en el de las victimas: interpreta el mal como exceso, como incapacidad de aucolimitacién, por parte de algunos individuos, en el cumplimienco de las érdenes de secuestro, tortura y muerte. El orden social aifonsinisca, como orden del discurso, se piensa a si mismo como un orden de la no verdad. Pero la verdad y la justicia le siguen siendo exigidas al Estado, por los organismos de derechos humanos y los deudos de los desapa- recidos, en otros términos que los alfonsinistas: en téeminos de comienzo, no de retorno: aparicién con vida / castiga a los culpables. Derecha sin ismo ) En lo que tiene de terrorismo de Estado (y no de victoria oligérquico-banguero-multinacional), la dictaduca es 1a vara con que, a partir de 1984, es medida la derecha, La derecha, al no tener la forma de un ismo, se estetiza como sublime: un sublime maldito. Quien se encuentra frente a una persona de derecha no logra temerlelo suficiente hasta que no la asocia, de un modo directo o indirecto, con la dictadura. Pero existe una incongruencia estructural entre el individuo de derecha y lo que la derecha representa como poder victo- rioso, salvo que la representacién tome la forma obvia de un represor que espera el juicio de la Historia, de un hombre de Dios que justifica como piadosos los vuelos de la muerte, o de LANO VERDAD 103 Los ISMOS DE LA POSTDICTADURA, un policia sidico que todavia se vanagloria, a la manera de un asesino serial, de haber torturado cummpliendo érdenes superio- res. No obstante, atin en el caso de estas tipologias tan explici- tas, la fuente del terror la que cada una apela —el Poder que las absolveria y del que serfan su. humano instrumento~ no tiene en verdad una forma sensible, sino suprasensible. El terrorismo de Estado, a partir de 1984, es la cosa en si de la dictadura: su Medusa, su mal absoluto, lo que no puede co- nocerse (sélo pensarse), lo que excede las facultades humanas. Ahora bien: dentro de la democracia como orden del discurso, el terrorismo de Estado, por ser una figura de la verdad que, en medio de la no verdad, aterroriza, se convierte en una maquina de producie discurso, El terrorismo de Estado, como cosa en st, necesita de una mediacién para ser conocido. Todo lo que pueda saberse de él esti mediado por las humanidades, las ciencias sociales o las ar- tes: cuando no se va.a mirar a los represores direceamente a los ojos, para preguntarles desde un estrado qué poder no militar se oculta detris de ellos (qué derecha detras de la derecha, qué imAscara detris de la méscara), se necesica de mucho ensayo, de mucha epistemologfa y de mucha estética (algo que hubo en abundancia desde 1984) para entrar en silencio al orden del discurso. Sélo la izquierda (peronista y no peronista) percibe a la de- recha, dentro del orden del discurso, como una enemiga abso- lute. Pero por ¢s0 mismo, por ser nombrada sélo por quien no es dederecha, la derecha hace de quien la nombra un sujeto que la construye, en lugar de desenmascararla. “Todo aquel que habla de la derecha como si cuviera una for- ma sensible termina aplicindole, invertido, el concepto de van- ‘gvardia artistica con que se pensaron a si mismos el fascismo y el nazismo: sila vanguardia artistica nunca tiene un programa s6lo para el arte, porque busca traspasar su cfreulo, tampoco 104 SILVIA SCHWARZBOCK Ta derecha, cuando toma la forma estético-politica de una van- guardia, se resigna a gobernar sin un ismo propio, Pero este principio, el del ismo de derecha con la forma de un ismo de vanguardia, sélo fe vilido hasta la segunda posguerra, Ni du- rante la Guerra Fria ni cuando la Guerra Fria se dijo terminada, Ja derecha se dio conocer ~0 se dejé conocer~ a través de un ismo. Elneoliberalismo, en la medida en que no tiene al bloque comunista como enemigo, produce derecha sin ismo. Quien mejor ha comprendido, en el concexto de la pos- guerra firfa, la ironia del neoliberalismo (es decir, su devenir pragmatista y su disociacién de la cultura liberal moderna, ala que los liberales progretistas llaman liberalismo politico, para diferenciarlo del liberalismo econémico o neoliberalismo) es, precisamente, un ironista liberal pragmatista: Richard Rorty. En el capitulo de Ironfa, contingencia, solidaridad dedicado ala Dialéctica de la ilustracién, él sostiene que Horkheimer y Adorno habrian comprendido bien el carécter disolvente de la racionalidad, pero no el modo en que la civilizacién logra seguir adelante a pesar de la falta de fundamentos.” Cuando la culcura liberal, como producto iluscrado, se queda sin funda- mentacién, lejos de autoaniquilarse, deviene pragmatista, Las instivuciones liberales se encuentran en una situacién éptima a partic del momento en que se liberan de la necesidad de justifi- carse en téeminos de fandamentos tlkimos. El hecho de que el liberalismo pueda funcionar mejor sin fundamento que con fundamento -Ia tesis de Rorty= es lo ue hace que pueda llamarselo, directamente, contra las buc- nas intenciones de esta tesis, neoliberalismo. Si los rasgos de Ja cultura liberal no pueden justificarse como buenos mds que comparandolos con los rasgos de otras culeuras, y esta com- paracién, desde ya, no puede sino seguir las pautas del propio © Romy, Richare, Contingency, Irony, and Solidarity, Cambridge ‘Cambsidge University Press, 1989, cap. 3 LANO VERDAD, 105 LOS ISMOS DE LA POSTDICTADURA Iéxico (con lo cual el modo en que se justifiquen las bondades del liberalismo siempre seria circular), el neoliberalismo es tan compatible con la democracia como con la dictadura, con go- biernos de derecha, de centroderecha, 0 socialdemécratas. Sin fandamento, el liberalismo no tiene por qué ser liberal en lo politico: depende contra qué se lo compare, depende quién haga la comparacién. Si selo lee a contrapelo, Rorty tiene razén: cuando no existe tuna perspectiva superior 2 la propia cultura, al propio lenguaje, ya las propias insticuciones, para poder juzgar lo que es bueno y lo que es verdadero, eso indica que ha llegado el momento [propicio para la expansién sin limites del liberalismo, no su fin. En ese momento, cuando la ilustracién se cancela a si misma, cuando la razén complera su vaciamiento, la cultura liberal deviene pragmatisca en lugar de obsoleta. FI relativismo —ve bien Rorty, como ya lo habia visto antes Carl Schmict, pero sin celebrarlo— crea las condiciones ideales para la dominacién planetaria del neoliberalismo. ‘Ahora bien, contra lo que cree Rorty, si el pragmatismo es Iaantitesis del racionalismo de lailuseracién (aunque sélo haya sido posible en vireud de ese racionalismo), nada impide que, a partir de ese momento, la democracia (con la que Rorty idenci- fica al pragmatismo) no sea incompatible con el imperialismo, con las politicas econémicas de ajuste del FMI, con la Guerra Infinica contra el ‘Terror, con el campo de concentracién expli- «ito ~como Guanténamo-, con el espionaje, por parte de los Escados democréticos, de todos los emails y de todos los movi- mientos en internet de sus ciudadanos: todo dependerd de con ‘qué aleernativas se compare a la democracia, ala derecha o, en Ultima instancia, a la dictadura (la dictadura argentina, con el uso irrestricto de su aparato de propaganda, se vanagloriaba de haber ganado la paz contra la subversion apdsrida). 106 SILVIA SCHWARZBOCK Lo que Rorty llama pragmatismo, identificindolo con la democracia, es, en realidad, el triunfo de la vida de derecha. Cuando la vida de derecha ya no puede compararse con la vida de izquierda, la derecha, como poder econémico triunfante (no como sistema de valores, sean fascistas, conservadores 0 liberales), no necesica un ismo propio. Puede crearlo, si quiere, pero siempre le va a resultar més eficaz, dentro de la democra- cia, instrumentar a los ismos populares que ya existen, como sucedié en Argentina primero con el radicalismo y después con el peronismo, En El traductor, Benesdra inventa un filésofo de derecha, Ludwig Brockner, cuyo tiltimo libro lo esta traduciendo el pro- tagonista de la novela, Ricardo Zevi. El ismo de Brockner con- centra toda su astucia en ser innombrable, salvo para un lec- tor postrotskista como Zevi. Pero el nombre que Zevi le pone (neonazismo) sirve en realidad para repensar, retroactivamen- te, qué era el nazismo. El pensamiento de Brockner no tiene nada de lo ficilmence estigmatizable como nazi, salvo lo esen- cial: es pensamiento jerdrquico puro, una clase de pensamiento que lo ha practicado mejor el Japén norteamericanizado de la osguerra ~sostiene Zevi- que la Alemania hicleriana. E] neonazismo tampoco es, con otro nombre, el neolibe- ralismo. Si articula la racionalidad neoliberal con la teoria de la agresin que, segin Konrad Lorenz, explica la racionalidad de toda forma de vida. La etologia lorenziana —aplicada por Brockner al comportamiento social- convierte hasta 2 la eon- quista amorosa en un acto violento y egoista: en ella, un su- jeto que se considera fuerte busca imponerse sobre un sujeto al que considera débil y, bajo esa consideracién, lo trata como uuna press. De lo contrario, silo considerara mds fuerte, ni se _EL problema de Zevi, al pensar el pensamicnco de Brockner ras lo traduce del alemén, es que siente frente a el fascina- LANO VERDAD 107 LOS ISMOS DE LA POSTDICTADURA cién y repugnancia a la vez. De ahf que legue a preguntarse si su traducido no tendrd razén cuando dice que la biologia, por ser practicada en Ambitos académicos progresistas, le oculea a la sociedad cémo se autorregula la vida, con la tinica excepcién de Konrad Lorenz. Sila derecha se pensara a si misma ~concluye el lector de El traductor~, no lo haria ni con la dialéctica del amo y el esclavo ni con la teorfa de la lucha de clases. La negacién de la nega- cin, para ella, a lo sumo podeia ser ~como propone Bataille~ cl padre y el hijo, la repeticién de la repeticién: una experiencia transindividual vivida por cada hombre, aun por quien no la desea, porque la ha universalizado la culeura, Inteligencia de la inteligencia ‘Cuando la derecha no toma lla forma de un ismo (porque los vencedores callan), sélo la piensa como su otro -no como su enemigo- el discurso de izquierda. Quien piensa la derecha en estos términos ~en términos de otredad, no de enemiscad-, se piensa a si mismo como no teniendo con ella nada en comin: de derecha seria un otto absoluto, no un otro relativo. Zevi, para pensar a Brockner, hace lo contrario: busca lo comin entre el pensamiento jerérquico y su propia conducta amorosa. Si él es capaz de seducir a una hermosa joven salteha de 24 afios, tez morena y rasgos aindiados, como es el caso de Romina Sanchez, es porque ella, en Capital Federal, atin con st fe adventista, con su secundario completo, su afto cursado en la carrera de Filosofia y su trabajo como empleada administrati- va, tiene que sentirse inferior ~cree él~ frente a un portefio de ‘clase media culta, hijo de judios sefaradfes, que domina cinco idiomas, sin importarle que tenga 36 afios, que su apariencia fisica no sea particularmente atractiva, que no sea propietatio del monoambiente que habica (en un edificio antiguo del ba- 108 SILVIA SCHWARZBOCK, rrio de Congreso), que no haya terminado ninguna de las dos carreras que inicié (Matematica ¢ Historia), y que no tenga t2- lento ~de acuerdo con su propio juicio~ para ser eseritor en lugar de traductor. Zevi es tan cruel consigo mismo como con su presa: tiene el caricter ideal para ser nazi, le dirian Horkheimer y Adorno, si fuera 1944. Pero es 1991: las jerarquias no retornan por la cada del Muro, sino porque, sin el fantasma del comunismo, la derecha ya no reme, como temié en la postdictadura, ser ril- dada de nazi. Postcontrainceligencia Pensar el pensamiento de la derecha, después de la experien- ia de la dictadura, ya no se condiee, ni siquiera como ejerci- cio intelectual, con Ia contrainteligencia. Si los poderosos 0 picnsan el poder y simplemente lo ejercen, incluso la teorfa he- geliana de los grandes hombres (aun cuando los piense como hombres pricticos, no como hombres teéricos) no es aplicable, como tampoco lo fue en su propio siglo, al poder econdmico transnacional, El poder econémico no se puede pensar, analé- gicamente, con el modelo del poder politico. La politica de masas, mientras existe el comunismo en bue- 1na parte del planeta, todavia es pensable hegelianamente: todo ‘grupo revolucionario, cualquiera sea su ismo, imita el espirira universal. Hay algo que entiende el que no tiene el poder que no puede entenderlo el que lo tiene, desde el sometimiento has- ta cl desco de emancipacién. Sélo que, pata entenderlo, tiene que ponerse en otra posicién que la que ocupa en la sociedad. Elamo necesita de un ardid para hacer que el esclavo trabaje por dl el esclavo necesita de oro atdid para dejar al amo fuera de la Historia. EI filésofo, con Hegel, se pone en el lugar de quien aspira al poder porque no lo tiene y, para tenerlo, no sélo 4 LANO VERDAD, 109 LOS ISMOS DE LA POSTDICTADURA debe enzender por qué son otros los qué lo tienen sino eém0 podtia llegar a tenerlo. Entre estos dos momentos (el de entender por qué el poder esajena y el de descubrir como podria ser propio) hay un abis- mo y la estrategia para salcarlo ~dice el fldsofo— es la politica, Este seria, en diltima inscancia, el ardid de la razén, sobre odo silo piensa, ala manera de un joven hegeliano, un hegeliano jo- ven; hacer que los seres humanos hagan politica, es decir, hacer que jueguen # que son arrastrados por una raz6n que, en este momento (no para siempre), esta de su parte. Recién cuando Jos jévenes triunfan ~y si rriunfan— se dan cuenta de queeta ée, precisamente, el momento propicio para actuat. A diferencia de la politica, la economia requiere, de parte de quien la piensa, un descentramiento del yo tan completo que incluso para entender su momento politico (Ia lucha de clases) no alcanza, en el capitalismo tardio, con la sustitucién de identidades: no hay comedia ni, mucho menos, imic: del espiritu, en el escenario econémico; para eso deberla haber, como condicion minima, identidades de amos y esclavos que puedan intereambiarse, a fin de poder pensar, en cada posicién relativa, como el respective opuesto. Para pensar la légica de quien vence y calla no alcanza, siquiera, con un pensamiento paranoico, i i | 3. Estética postparanoica ‘Walshismo (1) En un articulo de 1967, “Vida y muerte del iltimo servicio secreto de Perdn’, Rodolfo Walsh analiza la carpeta KEES, un informe de inteligencia pedido por el entonces presidente an- tes de su caida." Fl problema que plancea esta carpeta —leida por Walsh desde la perspectiva de los vencidos— ¢s el limite de los servicios de inteligencia: el enemigo en sf no siempre es el causante de la propia derrora. Enemigos en sf como los que identificaba la carpeta KEES- el peronismo tenia muchos, al- gunos en sf més peligrosos y otros en sf menos peligrosos, pero no todos estaban en condiciones empiricas, en caso de que efectivamente conspiraran, de sacarlo del poder. En Ja carpeta KEES —advierte Walsh— no figuran en absoluto los nombres clave de la Revolucién Libertadora y s{los de otros militares de los que Perén desconfiaba Los servicios de inteligencia, igual que los corcuradores ~coneluye un lector actual de Walsh~ obtienen para el Estado la informacién que el Estado desea escuchar. Dentro de Montoneros, cuando Walsh esti a cargo de la in- teligencia, aplica a su modo lo aprendido de la earpeta KEES: ‘© Walsh, Rodolfo, “Vida y muerte del tleimo servicio seereto de Perén”™ [agosto de 1967 en: Elvielentaofcio de scibir. Obra periadtica (1953- 1977), Bdicién coreegida y aumentads 2 cargo de Danie! Link, con un Prblogo de Rogelio Garcia Lupo, Buenos Aires, De la Flor, 2008, pp, 241-245, t i 12 SILVIA SCHWARZBOCK pensar el punto de visea del enemigo no es lo mismo que po- nnerse en su lugar. Ponerse en su lugar, para pensar como él pensaria, sélo sirve en os juegos de estrategia, que son juegos de saldn aunque se los juegue en el Pentagono. Walsh advierte {que las especulaciones estrarégico-militarcs, durante a Guerra Fria, eran un entretenimiento social. Para cso, cita un repor- taje a Hermann Kahn, master estrategist del Departamento de Defensa de los Estados Unidos y presunto inspirador del per- sonaje del Doctor Strangelove en el film de Kubrick [Doctor Insélito|: “En nuestros estudios estratégicos nos ponemos en lugar de China y nos poneros en luger de Rusia, Si jugamos a sec los rusos preguncamos iqué podemos hacec en Vietnam?” Cuando le preguntan a Kahn, 2 propésito del cambio de rol, cémo harfa para dominar a las guerrillas de Viecnam, contesta: “tratar los problemas como si furan en parte, de tipo policial.(..) Lo que podriamos hacer en muchas ireas es infiltrarnos en el movimiento del Vietcong por los métodos, clésicos: inforinantes, agentes dobles, mujeres despechadas, coimas y amerazas... Tenemos gente que podela hacerlo, mu- chos miembros de nuestros deparcamentos de policia o de los servicios de iteligencia’ El comentario de Walsh, al respecto, es morda: Nadie duda de que el método triunfaria si los guersilieros vvieenamitas operaran en los aleededores de Kansas City y no ‘en su propia tierra invadida.4 Es obvio que la guerrilla vienamita contaba con el apo- yo incondicional de la poblacién y que el ejército invasor no podia llegar a ningiin lugar sin que su enemigo lo supiera. Exactamente ai revés le haba sucedido al Che en Bolivia: por “Wale, Rodolfo, Juegos de guerre [julio de 1965], en: violent fio ecreribir op. pp. 246.248. ESTETICA POSTPARANOICA 113 desconocer completamente a los campesinos ¢ indigenas que ibaa liberas, tenia encre ellos a sus potenciales delacores. Lo que fascina de los juegos de estrategia ~picnsa el lector de Walsh es algo que tienen en comiin con el ajedrez, la ma- temética y la mmiisica y por lo que pueden practicatlos, incluso con maestrla, los nifios: no requieren, para destacarse en ellos, comprender el funcionamiento de la sociedad. El limite de la contrainteligencia, que es equivalente al de la inteligencia, se transforma para Walsh, a partir de 1976, en motivo de disenso con la conduecién de Montoneros. Este go\- pe militar ~advierte— no es equiparable a todos los anterioxes: con él se inaugura, en Argentina, una nueva forma de Estado. En 1977, consecuente con esta hipdtesis, Walsh interpreta Jo cuantitativo de la represién (las cifras que ningin medio publica) como su factor cualitativo: si bien los secuestros, las, detenciones clandestinas, los fusilamientos presentados como muertes en combate, los allanamientos sin aurorizacién del juez, el robo de las pertenencias de las personas secuestradas, la tortura con picana, los fusilamientos y el armado de causas cen base a falsa evidencia son métodos usados regularmente por Ih policia bonaerense desde 1968 ~<1 mismo lo demuncia en tuna serie de noras publicadas en CGT, el semanario dela CGT de los Argentinos,“ su préctica intensiva y su multiplicacién cexponencial,a partir de 1976, da paso a una forma de delito or- ganizado por el Estado (delivos de lesa humanidad) y de terror ejercido con el monopolio de la fuerza piblica (cerrorismo de Estado) sin comparacién con el pasado represivo de todas las, policias. + Walsh, Rodolfo, “Los partes de la Cadena Informativa”[distibuidos centre 1976 y 1978, la mayoria sia fxm) y “Carta de Rodolfo Walsh a la Junta Milica” (1977), en: Elotlentaoficio de exon, op. cit, pp. 421-425 29. 1 Walsh, Rodolfo,“ sera del gail alegre” [1968], “Lasecta dea pi- cana’ [1968,4 notas].en: El violent ofits de escribir, op. cit, pp. 296-324. 4 | 14 SILVIA SCHWARZBOCK Pensamiento paraestatal El 26 de junio de 2002, cuando ocurre la masacre de ‘Avellaneda, Eduardo Duhalde ya era el responsable tiltimo de Ia operacién en su contra, “Hicimos todo mal ~habria dicho un Secretatio de Estado-: compramos una operacién y, pot si fuera poco, operamos esa operacidn”. Quien habria vendido la operacién era Carlos Soria, el Titular de la SIDE, el mismo que murid asesinado, recién asumido como Gobernador de Rio Negro, en la madrugada del 1° de enero de 2012 (el arma se de- mostré que fue disparada por su esposa, en estado de emocién violent®, por lo gue cumple reclusién psiquiderica). Casi una década antes, en junio de 2002, Soria habria expucsto en una reunién de ministros y secretarios de Estado la informacién 50- bre un “plan insurreccional que ya estaba en marcha y que tenia previsto la toma del poder el 9 de julio”:” El complor, no importa si se lo concibe dentro o fuera del Esrado, es un pensamiento paraestatal y sigue, dada su moder- nidad, la légica hitchcockiana para crear villanos: la villania debe verse como una racionalidad sobrehumana, pero siempre ‘empieza igual que el espiritu universal- con una mente que, ereyéndose soberana, pergefia un plan —un plan que podria fallar— para engajiar al resto. En el complot, entonces, por lo mismo que hay puesta en escena, tiene que haber punto de vis- 12, Sin los recursos de la ficcién paranoica, ni el villano (en su soberania) ni el soberano (en su villania) pueden garantizarse la impunidad. Para generar miedo, que es la pasién basica para obedecer la huclla del sujeto (cl autor del plan) no debe borrar- se det rode cuando el engafio haya triunfado. El complor atribuido por fa SUDE a la agrupacién Anibal Verén (a la que pertenecfan Maximiliand Kostcki y Dario © Ragendorfer, Ricardo, La Bonaerense 2. La secta del gatillo, Buenos Aires, Booker, 2006, p.96. ESTETICA POSTPARANOIGA 115 Santillén, las vietimas de la masacre de Avellaneda) es una fic- cién paraestatal construida desde adentro de un Estado en el gue lo paraestatal, desde 1955, deviene intracstatal. Que la SIDE, a partir de la caida del primer peronismo, se convierte en el organismo paraestatal del Estado argentino es la tesis de Walsh en El caso Satanowsky, su libro sobre el asesi- nato del abogado de la familia Peralra Ramos en el juicio para recaperar La Razén durante la dictadura de la Revolucién Libertadora (el diario que le habfa sido expropiado por el go- bierno peronista). En la versién definitiva de 1973, Walsh re- lata todas las traiciones que ha padecido a lo largo de la inves- tigacién. Esas traiciones son, precisamente, las que le permiten conocer ¢l fancionamiento de la SIDE. La primera traicién es lade su principal informanee, Pérez Griz, el sicario al que le en- cargan el asesinato de Saranowsky, quien se desdice de su con- fesién después de haber sido torturado por la policia. La segun- da traicién es fa del administrador de la revista Mayoria (a la que Walsh le oftece la primera version de El caso Saranowsky), que vende la informacién, antes de publicarla, al aparato frige- rista. La tercera traicién es la del frondizismo, que tapa con ella la discusién de los contratos petroleros en el Congreso. La légica por la que Walsh conoce el funcionamiento de la SIDE, de este modo, es la misma por la que el Estado, que crea la secretaria de inteligencia, se conoce a si mismo, ral como su- cede en el film Mister Arkadin, de Orson Welles, El director, de hecho, dice haberse inspicado en Stalin para construir el personaje de Ackadin: un magnate que sc hace investigar por un detective (tal como podria hacer un jefe de Estado con su servicio de inteligencia), para poder destruir, una tras otra, las pruebas del origen de su fortuna. Nadie que haga contrainteligencia puede saber més que el Estado. Esa es la ensefanza de Mister Arkadin, en lo que tiene de cuento moral. La SIDE, a largo plazo, se conoce a si misma 116 SILVIA SCHWARZBOCK a través de Walsh. Investigar al Estado es permitirle que se au- roconozca, algo que él no puede hacer, obviamente, sin valerse de una mediacién, El Estado produce pensamiento, pero lo produce de manera burocritica. Fl pensamiento burocratico, basicamente, archi- va. ¥ lo que archiva son informes de investigacién con forma de formularios, en los que deben especificarse los objetivos, las hipétesis, la metodologia de trabajo y los resultados, sin supe- rat el maximo de paginas para cada item, igual que en las in- vestigaciones cientificas. Bajo este formato, una institucién no puede pensarse a si misma. Mucho menos el Estado. Por eso el Pensamiento que lo toma por objeto, cuando intents articular el conocimiento archivado por la racionalidad estatal diurna (la administracién piblica) con el archivado por la nocturna (las fuerzas cepresivas, los servicios penitenciarios y los servi- cios secretos), no puede obtener, juntando las dos caras, una toralidad. Que lo alto y lo bajo, lo pablico y lo secreto, se con- tradigan, en el. caso del Estado, no debe interpretarse como una contradiccién. A partir de 1955 (casualmente, el aio en que se estrena Mister Arkadin), el Estado argentino se deja pensar porun pen- samiento no estatal, que toma frente a él el punto de vista de su enemigo: el peronismo proscripto. El Estado y la clase obrera, con el peronismo depuesto y proscripto, son enemigos. Con Ja proscripcién, el peronismo deviene una clase, la clase obre- 1a, que ha sido desalojada del Estado. Dentro de este punto de vvisea, que es el punto de visea del Walsh montonero, aparece, a partic de 1976, el limite de la contrainteligencia. ‘Walshismo (II) z La masacre de Avellaneda demuestra hasta qué punto, en pleno 2002, los servicios de inteligencia saben, fehacientemen- i ESTETICA POSTRARANOICA 117 te, qué tipo de ficcién pueden narrarle al Ejecutivo: el relato so- bre un complot de un grupo revolucionario que aspira a tomar el Estado todavia puede resultarle verosimil. El Ejecutivo toda- via no puede pensar la militancia surgida bajo el menemismo, aun cuando haya ordenado, tantas veces, reprimitla. ¥ no puc- de pensarla en la medida en que esa milicancia (sobre todo en cl caso de la milicancia piquetera) no aspira 2 tomar el Fstado. La dificultad del Ejecutivo para pensar la militancia pique- ‘tera se pone cn evidencia, ante todo, cuando la SIDE fabula, a la medida de lo que ese poder puede y quiere escuchar, una operacién que, a su vez, ¢s operada por la policia bonacrense. El complot que intenta justificar la operacién dentro del re lato que la SIDE le narra al Ejecutivo— le atribuye a una forma de militancia realmence existente (la militancia piquetera) el punto de vista de una forma de militancia que ya no existia (la militancia revolucionaria). El movimiento piquetero se habla constituido, en la década del noventa, a tal distancia del Estado que era esperable que, aun cuando lo tuviera cerca, como en 2001, no quisiera tomar- lo. Asiy todo, cuando la SIDE, en 2002, le relata un complot al Ejecutivo, se lo relata tal como cree que él, que no se piensa.a si mismo (por més carpetas de informes que reciba), cree que el conspirador lo piensa. La SIDE, poniéndose en el Ingar del Ejecutivo, le constru- ye un villano a la medida de sus expectativas. La subjetividad piguetera, dentro de esa ficcién, piensa su accionar contra el Estado poniéndose en el lugar del Estado, igual que en los jue- gos de guerra que Walsh criticaba. Posewalshismo Siel Estado hay que habiearlo no es porque esté vacio, sino porque estd ocupado. La decisién del decisionismo, para quien ua 118, SILVIA SCHWARZBOCK habita el Estado, siempre ya ha sido comada por otto. Esa es la paradoja de toda estatalidad: habitar lo que ya est ocupado implica de por si una lucha a muerte, aunque esa lucha se dé, en democracia, dentro de los limites del discurso. Los ozras, en esta Jucha intraestatal, son Jas fuerzas estructuralmente anteriores, inmemorialmente deseosas de que nada cambie. Sien el Estado hay lucha a muerte, es porque nunca esté va- dio (ni puede vaciatse). Las fuerzas que lo habitan desde antes desde antes de cualquier gesti6n— luchan por prevalecer (es decir, por mantener su inercia). Las fuerzas que vienen a habi- carlo, mientras tanto, luchan por subordinarlas. La Incha a muerte, en una democracia, no termina como la dialéctica del amo y el esclavo (con la imposicién generaliza- da del trabajo; el punco de vista del esclavo) sino que empieza como ella (con ei deseo de no trabajar y que otro trabaje por uno: el punto de vista del amo), De ahi que esta lucha no se pueda resolver, de manera clara, ni a favor del amo ni a favor del esclavo, sino que quede diferida, ademés de irresuelta, in- definidamente: la ocupacién real del Estado que pueda lograr tuna fuerza politica, a partir de 1984, se medird por el grado de autarquia de las Fuerzas armadas, las fuerzas policiales, los servicios secrezas, y el servicio penitenciario, EI Estado postwalshiano gue inaugura la dictadura y cuya racionalidad nocturna se continéa como postdictadura, se juz ga, todavia, con los parametros del Estado walshiano, el Estado que proscribe al peronismo, es decir, a la clase obrera. No obs- tante, la clandestinidad del Estado postwalshiano, a partir de los aos menemistas, se vuelve explicita. No es necesario dcsocultarla, sino presrarle arencién a su apariencia. La intro- duccién al Estado postwalshiano, cuando su clandestinidad se vuelve explicita, es por la estésica. ESTETICA POSTPARANOICA M9) Lapatria no socialista El sisterna de relaciones sociales por el que se producen las mercancias, sean legales o ilegales (la diferencia la decide el Estado), es el mismo: la explotacién capitalista (dicho en un Véxico en desuso). De ahi que el consumidor, para no arrui- nar su disfrute, siempre tenga que 0 preguntarse, en lugar de Preguntarse, por el sistema de mediaciones que posibilica sus consumos, haciendo de cuenta que no sabe, aunque sospecha, cémo se convierte en mercancla todo lo que no era mereancia. Introducir esta pregunta, a partir del retorno de la democra- cia (de la democracia como reiorno, como no comienzo), se con- vierte en el limite tltimo del discurso democritico. Preguntarse por ese limite equivale a preguntarse, concretamente, cudles son las relaciones que el Estado postwalshiano tiene, ya de ma- nera explicita (no de manera clandestina, como ca la dictadu- za), con las formas contempordneas de explotacién capitalista. ‘Como parte de esas relaciones, el delito no es pensable ni como marginalidad ni como anomalia, sino camo parte €s- ‘ructural del sistema de relaciones sociales. El delito, en demo- ‘cracia, termina integr4ndose al mercado con su misma légica, igual que la policta, la seguridad privada y los servicios secretos. Sdlo que la clandestinidad del Estado postwalshiano, igual que la del mercado del delieo, recién en los afios noventa se vuelve explicica, cuando el faneasma de fa patria socialista desaparece del planeta y no s6lo de Latinoamérica. De Harlem a Los Dos Mundos El bar Harlem es un refugio de prostitucign homosexual en- clavado en el coraz6n de Palermo Viejo. El Harlem conoeid cel apogeo a fines de los ochenta, cuando los travestis mas co- tizados de Buenos Aires solian hacerse levantar de entz¢ sus _mesas por Ia farindula trasnochadora y por politicos libidi 120 SILVIA SCHWARZBOCK rnosos que sucumbsan al nuevo auge del travestismo. (..) La decadencia comenzé cuando los travestis ordinarios, desalo~ jados de la vieja Panamericana, inundaron el barrio de culos y tetas a aie. Los vecinos, espantados por el aluvién zoolégico travestido, pero atin més por el ritmo vertiginoso al que se desmoronaba la cotizacién de sus casas, hicieron ott sus recla- mos a los medios. El Harlein cay en desgracia, se convittid cen un cugurio de putos disfrazados y cocainémanos. Un lugar de eaxistas de curno noche y pervertidos de bajo presupuesto. Los tcavestis de calidad emigraron al Bajo o se instalaron en

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