LA DEMOCRACIA
Eduardo Garcia de Enterria
a ; Y EL LUGAR DE LA LEY
Aurelio Menéndez Menéndez Sea dor aaiea:
Tac. 14-62.
El Derecho,
la Ley y el Juez
Dos estudiosEste trabajo fue en su primera versién la leccién
Pronunciada en la Universidad de Oviedo el 23 de
marza de 1996, con motive de la investidura del
autor como Doctor honoris causa
Eldia 19 de febrero de 1997 hice sobre sus ideas
una conferencia en el Instituto Universitario Europeo
de Florencia, dentro del curso Distinguished Lectures.
Me beneficié en esta ocasién de un debate posterior
a mi exposicién con los Profesores del Departa-
mento de Derecho de! Instituto, Fruto de ese debate
ha sido el § VII de la versi6n que ahora se publica
y que no figuraba en la redaccidn anterior.
SUMARIO:
L La democracia como destino actual
IL. Los fundamentos tedricos de la democracia. Locke y
su idea institucional: poder legislativo originado en el
consentimiento + ordenado a preservar bienes y li-
bertades. Rousseau y la nueva idea de la Ley. Gene-
ralidad de la voluntad y del objeto y libertad como
consecuencia, Su influencia en la Revolucion Fran-
cesa, punctum saliens de su modelo respecto al
‘modelo americano.
Wi. La expresin técnica de la Declaracién de derechos
de 1789, La construcciOn de la Ley como exigencia
de la libertad. El mantenimiento de esta concepci6n.
La aportacién napolednica. Movilizacién legislativa
y regulacion social sistemtdtica, La sustitucién de
‘abigarrado + estratificado sistema juridico prerrevo-
lucionario por una sola lex universalis: la operacién
inédita del vaciado total del Derecho vigente. La
1920
peculiaridad de la Revolucion Francesa sobre la ame-
ricana, que mantuvo el common law, y su extension
2 toda Europa. La indisolubilidad entre democracia
y ley. La legalizacién de la justicia, en particular:
motivacin de las Sentencias en la Ley, sumision a la
Ley garantizada por wn recurso de casacién, probibi-
cién de la interpretacién judicial. La base de la
libertad de los modernos»: predictibilidad, certeza y
libertad, La obra codificadora
La transposicion del sistema revolucionario-napoled-
nico a la Restauracién 9 a los Estados absolutistas
del siglo x1x y la formacion de los regimenes dualistas.
El cambio de funcién del juez, su independizaci6n y
su lintitacin a la aplicacion mecéinica de la Ley. La
reduccién del Derecho a la Ley y el dogma del
positivismo legalista
La inesperada conclusi6n del pensamiento revolucio-
nario en la legalizacién general del Derecho y en el
positivismo juridico. El debate crtico contra el posi-
tivismo y el intento de reabrir los valores materiales
de la justicia. Los principios generales del Derecho
como creacién jurisprudencial y la instauracin en
Europa occidental de la justicia constitucional commu
Justicia de valores.
La superacién del positivismo no lleva a la libre
creacién judicial del Derecho, a la interpretacion
ilimitada de la norma, al uso alternativo del Derecho.
La Ley insustituible por ser expresin del principio
democritico. La democracia europea no admite otro
sistema de regulacién, ni por poderes absolutos ni por
Jueces pretendidamente redentores. Las exigencias de
1a igualdad para una interpretacin uniforme. Obje-
tividad y certexa del Derecho, predictibilidad y segu-
ridad de las normas, como exigencias de una sociedad
libre. El juez, ni drgano ciego ni sertor del Derecho
El problema de la crisis actual de la Ley, Esta crisis
‘no permite remitir al juex los problemas del ajuste
social, Por diferencia de los paises de common law,
nuestras sociedades no pueden prescindir de la Ley
para su ordenacién social y remitir ésta a los jueces.
La crisis de la Ley no destrona a ésia de su papel
central, La alternativa real a esta funcién no serta la
de sustituir a la Ley por el juez, sino la de una
tecnocracia, finalmente autocrética. La crisis de la
Ley realza el papel del juez por el uso depurado y
técnica de los principios generales de! Derecho, que
no son una alternativa a la Ley, sino una técnica de
asegurar su efectividad.
La democracia actualy la partitocracia. El abuso det
‘argumento representativo. La representacion politica
s6lo predicable de la voluntad general expresada en
la Ley. El proceso electoral no habilita poderes ab-
solutos o eximidos del imperio de la Ley. El mante-
nintiento de la sociedad abierta y el principio indivi-
dualista, La proscripcién de unos vactos politicose
inmunes al poder judicial. La relacién esencial entre
la democracia y la Ley.
21I
Tras la espectacular autodisolucién del comu-
nismo, en el momento mismo en que se celebraba
el segundo centenario de la Revohucién Francesa,
puede decirse que la democracia como forma
de ordenacién de las sociedades humanas ha
pasado a ser un paradigma universal e indiscu-
tido. Ninguna alternativa seria resulta visible.
Frente a la compleja tipologia de las formas de
gobierno que, desde Platén y Aristoteles, reela-
boré incansablemente Ia filosofia y la ciencia
politica, hoy es ya conciencia universal que no
existen sino dos formas de gobierno posibles: la
democracia y la autocracia, la primera el gobierno
del pueblo con el consentimiento del pueblo, lo
23que implica que el poder politico sea limitado y
sus titulares revocables; y la segunda, la apropia-
cién del poder por un hombre, 0 una casta, o un
partido (politico, religioso, étnico, histérico) mi-
noritario que se autoproclaman titulares del po-
der, que ejercen sin limites juridicos virtuales y
sin someterse a renovacién o revocacién.
La democracia es, pues, nuestro destino. Sdlo
en ella se reconoce hoy Ia legitimidad del poder
politico. Todas las autocracias han de presentarse
como transitorias, en virtud de determinadas
situaciones de excepcién, que de hecho ellas
mismas provocan, de modo que no pretenden
ya, tras el fracaso radical del marxismo, que fue
Ja altima doctrina que lo intenté, reclamar la
_fidelidad de las generaciones futuras-~ ~~~
La idea democratica ha sido en Occidente
una creacién de las dos grandes revoluciones de
fines del siglo XVI, Ja americana y la francesa.
Esta tuvo que enfrentarse, desde el momento
mismo de su aparicién, con la coalicién de todos
los poderes tradicionales, que cetteramente vieron
en esa Revolucién su enemigo mortal. Estos
enfrentamientos se prolongaron durante veinti-
cinco afios (los tiltimos quince, contra Napoleén,
autécrata él mismo, pero genuino servidor de
dos de los grandes componentes del corpus re-
volucionario, la igualdad y el destacamiento de
24
la Ley como pieza central de la ordenaci6n social).
Cuando, finalmente, Napoleén pudo ser vencido
y las tropas aliadas acamparon en Paris, las
viejas monarquias pretendieron una vuelta atras
pura y simple. Pero la Restauracién, la propia
Restauracién monarquica francesa, incluso més,
Jas monarquias vencedoras que no habjan co-
nocido en sus paises ninguna experiencia revo-
lucionaria, tuvieron que reconocer la supetioridad
de las nuevas ideas en los dos extremos, justa-
mente, a que Napoleén las habia reducido: la
igualdad social, que rompié para siempre el abi-
garrado mundo desigual del Antiguo Régimen
(estamentos, privilegios, fueros, casi todos pro-
longandose en el tiempo a través de la herencia)
y el papel de la Ley como instrumento de orde-
nacién juridica sistematica y de regulacién del
propio poder piblico. Este reconocimiento tuvo
que admitir, como el érgano propio de esos dos
valores nuevos, un érgano de representacién, la
Asamblea, que rendia igualmente tributo a la
idea revolucionaria por excelencia, la idea de
que la Ley tiene que ser hecha por la voluntad
comtin de sus destinatarios, si bien éstos queda-
ron reducidos (sistema censitario) a la clase po-
seedora y a los nuevos burgueses. Asi se formé
el sistema dualista, donde coexiste un extracto
del principio democratico, presente, con todas
sus limitaciones, en la Asamblea, y el principio
25monarquico, con neto predominio estructural
de éste (pues a él se le reserva la convocatoria
de elecciones y de las sesiones de las Camaras,
Ja disolucién de éstas, la libertad de dar o negar
la sancién regia a las Leyes, el poder reglamen-
tario independiente, que de hecho opera como
un poder legislativo alternativo).
Ese régimen dualista subsistié en Francia hasta
la Tercera Republica y en el resto de Europa
hasta Ja primera postguerra europea, 1918 (en
Espafia, hasta 1931), S6lo entonces, y en realidad
sélo hasta la segunda postguerra, 1945, una vez
vencidos los fascismos, y entre ellos el terrible
nazismo, y descalificados todos los restos con-
trarrevolucionarios por su colaboracién con el
ocupante hitleriano, pudo decirse que el principio
democritico quedé instaurado como tinico re-
gulador del sistema politico en todo Occidente
(en Espaiia, ello no llegaria sino al fin del fran-
quisino, edificado sobre la tremenda emergencia
de la guerra ci
Suele ser comin reducir la idea democratica a
un sistema de eleccién periddica de los gober-
nantes. Pero a nosotros, como iuspublicistas,
nos interesa perseguir la idea misma democratica
en las propias estructuras juridicas y, més atin,
analizar éstas en sus relaciones, que son sustan-
ciales, con ese aspecto més visible de la demo-
26
ctacia que es la construccién de un poder repre-
sentativo del pueblo. Seria un error reducir la
democracia a unas determinadas pricticas elec-
torales. La democracia postula inexorablemente
una determinada organizacién del Derecho y de
sus instituciones centrales. A este planteamiento
dedicarem:
os algunas reflexiones.
. I
Las fuentes doctrinales de la democracia estén,
sin duda alguna, en los grandes ilustrados de
finales del XVI y del XVIII; son confesadamente
sus ideas las que intentan plasmar en instituciones
concretas los revolucionarios de los dos lados
del Atléntico, son sus concepciones las que ali-
mentan la magna operacién ut6pica de construir
una sociedad enteramente nueva, basada en la
libertad y la igualdad.
Examinaremos algiin texto definitorio de ese
sustracto de ideas que alimenta y mueve las dos
Revoluciones. Uno ha de ser, evidentemente, de
John Locke, fuente primera de la Revolucién
americana, pero también (y no sélo a través de
la influencia de ésta) de la francesa, sin perjuicio
de que sus tesis habfan contribuido poderosa-
mente también a configurar las concepciones
27del segundo autor que citaremos, Rousseau. En
su Two Treatises of Civil Government (§ I, 4,
19, 22, 95, esencialmente), Locke dice esto tan
simple y cuyo alcance histérico resultara deci-
sivo:
... «La
libertad del hombre en sociedad esté en no
situarse sino bajo un poder legislativo estable-
cido por el consentimiento de la comunidad»
28
Sobre las ideas de la igualdad y la libertad
previas, ademas de objeto primordial del pacto
social ellas mismas, apatece ya aquf un pensa-
miento institucional concreto, la de un «poder
legislative» originado en el consentimiento comin
y ordenado a preservat los bienes y libertades
de cada uno.
Peto este mecanismo institucional resulta més
explicito en nuestro segundo autor, Juan Jacobo
Rousseau, cuyas concepciones pesarén mas di-
rectamente sobre la construcci6n revolucionaria
francesa. En su Contrat social, en las Lettres
écrites de la Montagne y en su Discours sur 'Eco-
nomie politique, esencialmente, propone un con-
cepto de Ley (una pieza conocida en todos los
sistemas juridicos, como es bien sabido) entera-
mente nuevo, descubrimiento que le lena de
entusiasmo, de ebriedad casi, y que llega a creer
obra de una verdadera revelacién divina. La Ley
que propone Rousseau no es el jussum de cual-
quier imperante; es la decisién del pueblo sobre
todo el pueblo, obra de lo que él lamard, con un
término que har gran fortuna, la «oluntad
general, que ha de pronunciarse tnicamente
sobre las cuestiones generales o comunes a todos,
mediante reglas igualmente generales. Asi, en
sus propias palabras, «a Ley retine la universa-
lidad de la voluntad y la del objeto». Pero ocurre
29que de este mecanismo aparentemente tan simple
resultan consecuencias deslumbradoras: que to-
das las Leyes serén Leyes de libertad, que des-
aparezcan para siempre las Leyes opresoras ¢
injustas, pues, en efecto,
«cada uno, uniéndose a todos, no obedece, sin
embargo, més que a s{ mismo y permanece tan
libre como antes».
El mismo se asombra de su descubrimiento.
Dice en el Discours citado:
«Por qué arte inconcebible ha podido en-
contrarse el medio de sujetar a los hombres
para hacerles libres? ¢...de encadenar su vo-
luntad por su propio deseo? .
Esta mistica de la Ley, originada en la libertad
y destinada a su servicio exclusivo, instramento
imprescindible para el gobierno humano, serd la
que intenten hacer valer los revolucionarios fran-
ceses. Es éste el punto decisivo en el que la
Revolucién Francesa se aparta de su modelo
americano y del que van a resultar dos sistemas
juridicos completamente diferentes. La gran ope-
racin de instaurar un poder democratico tiene
como objeto propio, aunque hoy nos resulte
sorprendente, justamente construir esa voluntad
general y hacer posible que la misma se dirija a
Ja creacién de esas salvificas Leyes que han de
producir la restituci6n de la libertad absoluta
del hombre, encadenado por su ignorancia mas
que por malvados opresores.
i
Esta formidable empresa utépica tiene una
expresin técnica en un documento juridico ca-
pital, perfectamente identificado y datado, la
Declaracién de derechos del hombre y del ciu-
dadano de 26 de agosto de 1789. Este texto
proclama la conservacién de los derechos fun-
31damentales e inviolables a que su titulo se refiere
y que propone como
Teórica visión constitucional del derecho procesal y de reforma procedimental: Críticas a la Ley 1395 de 2010 y al proyecto reformatorio de la Constitución Política en asuntos relacionados con la justicia