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Con cada fasciulo se distribuye una cassette, Distribuidor para la Capital Federal y el Gran Buenos Aires de unos 45 minutos de duracion, en donde se reproducen los Distribuidort RUBBO, Garay, 4226. Distribuidor para cuentos, canciones de la serie, convenientemente interior: Distribuidora SADYE, S.A. Belgrano, 355, sonorizados. Tilo Mustrador Narrador Guillermo Tell Francis Phillipps José Gaya Cancién de titeres José M Gimeno Yor: Rosa Leon Pinocho (Vuelta a casa) Francis Phillipps Rafael Turia Sambo y la fiesta de disfraces Tony Ross Rafael Turia Elrompecabezas de Cuca Peter Wingham Marta Angelat GPuedes guardar un secreto? Mike Codd Maria Luisa Sold El leon y el pavo real Malcolm Livingstone José Gaya Administracién de suscripciones: Salvat. S.A. de Distribucién, Arrieta, 25 - Pamplona (Navarra) a = G uillermo Tell era muy apreciado entre los habitantes de la poblaci6n suiza de Altdorf, su ciudad natal. el mejor navegante en todo el lago de Lucerna, y el mejor arquero. Y odiaba al cruel duque Gessler, que habia sido enviado por una potencia extranjera para gobernar y someter a aquella region. El valor y la destreza de Tell habian hecho de él un héroe a los ojos de sus paisanos. Por ese motivo, Gessler le odiaba y temia. De modo que Guillermo Tell, a fin de evitarse problemas, se fue a vivira las montafias con su hijo, a quien queria mas que a nadie en el mundo. En ocasiones, sin embargo, tenia que bajar a Altdorf en busca de provisiones. Un dia, durante una de esas visitas, se qued6 estupefacto al ver que todas las personas que cruzaban la plaza se inclinaban ante un palo alto coronado por un sombrero. —iQué pasa aqui? —preguntd. —EI duque nos ha ordenado que hagamos una reverencia cada vez que pasemos frente a ese palo. —iQué majaderia! iMe niego a inclinarme ante un sombrero!— Y cruz6 la plaza seguido de su hijo. —iDeténte! —dijeron unos soldados, al tiempo’ que’se abalanzaban sobre él. Una vez reducido, condujeron a Tell y a sw hijo a la corte det duque. Gessler se froté las manos de satisfacci6n y di campo donde crec ‘je Toble. El duque, rien¢ Ahora, amarrad al chico al irbol y colocad sobre su cabeza una iSeguro que nuestro amigo esmerard en no errar el tiro! jessler sonrié satisfecho al ver palidecer a Tell. ia Ga su punto d ued q ~~ ued a u frente. Vio la punta etali Cuando la embarcacién alcanz6 la’parte masiprofunda del Iago, se Ievant6lun fuerte viento. El lago era una mhasa-de’Olas gigantescas. La embarcaci6n eabeceaba y se balanceaba, Los soldados estaban aterrados. ~iS6lo Guillermo Tell es capaz de dominar un bareo con este temporal! —exclamé el capitan, mientras los demas gritaban: “iQue nos salve Tell! iQue se haga cargo del barco!” Guillermo fue desatado y empuiié la cafia del tim6n, haciendo girar la proa del barco en aquel torbellino de Iluvia y espuma. Apenas si conseguia a ia distinguir as ro€as de la orillague rasgaban el agua como afilados dientes. ” Giré el timén y una ola gigantesca Ievanté el barco y 10 dejé caer sobre las-rocas. iLa quilla se partié en dos! Guillermo tomé fa ballesta de un soldado, salt6 sobre la proa, se agarré alas ramas de un drbol y alcanz6 tierra firme. Los soldados extranjeros fueron engullidos por el lago. En [a orilla opuesta se hallaba Gessler, observando horrorizado el tragico fin de sus mejores soldados. Hincando una rodilla en tierra, Guillermo apunté la ballesta y dispar6... clavando la flecha en el coraz6n de Gessler. Luego, a través de la niebla, trepé por la ladera de la montafia hacia su casa, donde le esperaba su hijo. Al cabo de unos afios, Suiza se libré del yugo extranjero y sus gentes Tecobraron la paz. Y todavia hoy se recuerda la gran hazana del legendario Guillermo Tell. tambores, se dirigié adentro, hasta quedar reducido a una insignificante manchita negra alld en el horizonte. Estaba tan contento de ser libre, que de vez en cuando sacaba las piernas del agua y las agitaba sobre la superficie como si se tratara de la cola de un delfin. Nad6 durante varias horas, sin importarle el rumbo. De pronto, vio algo muy extrafio. De entre las olas emergia una roca de marmol blanco. y encima de ella una linda cabrita balaba mansamente y movia excitada. Y lo que resultaba todavia mas sorprendente: jel pelo de la cabra era azul! Pinocho comprendié que no se trataba de una cabra corriente, 10 de suouens hada disfrazada, eee ee koma y Porro ore sn ene en rand abocado a las fauces de la ballena, que lucian tres hileras Gotience get os meres Potts rom net desesperadamente variar Rw ion rent ayuda, y la cabra azul Creat o —iNada deprisa, < fone iam eS > atrapar la ballena! renee cece) POR eRe Omer en Serer me Ree ss y todo se hizo oscuro para él. Rene MeN rang eRe eter me mca erent) gigantesco estomago, y se desmayé. Seen emer PNB mo meee ton PS Cen BELO eee tm omen Pere e ORS ORE OO Remo Re Ce ates Peirce eit) Pere roe ks wea rene ror U Ry CORT tect e UO ON teats ee ic COR ccna are tit el interior del ceticeo. Le llevé mucho ETON esas ee NEM ac ett Pree On ane een oer nr PME yO TTR TT Rte rerecom ce ea ti mercy silencioso. De vez Crooner iene is mre Coen Roe neu nec foe ee reer Perec Pee er ecco Oe tnt egies a) RCMP RCo emcee ma rstry Sarcoma cs One econ eens Peace eres Rye Poem R Cee Nn NERS nee tT —Nadie acudiré a salvarte. iS6lo te queda esperar a ser digerido! BOM ee aCe N eee ees —Soy un attin, que he sido engullido Pa eR ama Pee ncn M VCRs Ss nnn set Ont One Maen a oma tas pera ne re — Renee NS nah (coe a Ree earners ae me fa a ballena? éDonde esta la salida? 2 ee Soe Wy r ‘ DA i AOC maar gt Los terribles peligros habian cesado por fin, El atin les deposits sanos y salvos en una espaciosa playa y Pinocho le dio repetidas veces las ~ gracias. Luego, el mufieco y su padre se dirigieron tierra adentro, en busca La ballena estaba sumida en un profundo suefio, con la boca abierta de par en par. —iDeprisa, salgamos ahora! Y con los ronquidos de la ballena | resonando en sus oidos, treparon en | silencio por su lengua, pasaron a través de sus afilados dientes y llegaron a su gigantesco labio. Pinocho tomé entonces a Geppetto sobre sus hombros, se arrojé al agua y se alejd nadando. El mar estabaen calma y la ballena seguia durmiendo. Pinocho nadé durante varias horas con su padre a hombros porque no sabia nadar. Al amanecer, el mufieco se sintié cansado y no se veia rastro de que atravesaban una mala racha. El tierra firme. De pronto, cuando apenas ——_zorro continuaba cojo y el gato ciego. Je quedaban fuerzas para seguir —Querido Pinocho —se lamento moviéndose, escucho una voz conocida: _el zorro— ino le niegues una limosnita =No te desanimes. Dentro de un al necesitado! | minuto estards en tierra firme. Querido muchacho —suplicé el gato— Era el atin. Mientras Pinocho y isocorre al anciano y al invalido! Geppetto se encaramaban a su lomo, les Pinocho y Geppetto no atendieron explicé que habia seguido su ejemplo los ruegos de los pérfidos compinches. para escapar de la ballena mientras —Tenéis bien merecida vuestra ésta roncaba. a poterte. INo volyeréis a enganiarme! | ‘ie, Y siguieron adelante. Un poco mas abajo vieron una linda casita en medio de un campo. Se acercaron y Ilamaron ala puerta. —Girad la Ilave y se abrira la puerta —dijo una voz desde el interior. Al entrar, icual no seria su sorpresa al encontrarse con Pepito Grillo subido auna viga! —iQuerido Pepito Grillo, qué alegria de verte! —dijo Pinocho, inclinandose respetuosamente. —Conque querido Pepito deh? iNo fue eso lo que dijiste al arrojarme el m No tuviste compasi yo sila tengo de ti, En recuerda esto: imerece la amable con la gente! Y el grillo le conté a Pinocho que el dia anterior le habia sido regalada la casita por una linda cabra de pelo azul, quien se lamentaba de la triste suerte de un mufieco que habia sido devorado por una ballena. Profundamente conmovido, y resuelto a ser bueno, el mufieco ayudé a su fatigado padre a acostarse en un jerg6n, y salié en busca de un poco de leche. Un granjero que vivia cerca le 2 ofrecié una jarra, mas a cambio de que Pinocho sacara cien cubos de agua de SU poZO. —Hasta ahora tenia un borrico para esta tarea —dijo el granjero—. Lo compré lace unos meses en el mercado. Pero ra un holgazén que siempre intentaba evadir sus obligaciones. Luego enfermé y ahora esta en el establo, agonizando, Pinocho se acercé corriendo para echar un vistazo y se Iev6 una sorpresa maytscula. Ald, tendido sobre la paja, iestaba su viejo amigo Palillo! E] infortunado borrico abrid itonces, y a lo largo os meses, Pinocho trabajé diariamente de sol asol para el granjero, a fin de adquirir leche para su padre y ganar unas monedas para atender a sus necesidades cotidianas. Aprendié a tejer cestos con cafias y, siempre que podia, practicaba la lectura y la caligrafia. Trabajé tan duro que a los seis meses habia conseguido ahorrar cincuenta monedas. Asi que un dia se puso en camino hacia el mercado, para comprarse una camisa nueva. i Era un hermoso dia. Brillaba el sol y los pajaros cantaban. El muiieco caminaba alegremente cuando vio a un gran caracol que le grit6: —iPinocho! iDeténte! Era el caracol del hada, jel mismo al que le habia Ilevado tanto rato abrirle al mufieco la entrada de su casa la noche en que fue capturado por aquel pescador gigantesco y gloton! —iQuerido caracol! {Qué haces tu aqui? éSabes donde esta el hada? —Ay Pinocho, la pobre hada est4 muy enferma en el hospital y seguramente morird. No le queda dinero para comprar comida. El mufieco sacé inmediatamente las cincuenta monedas de su bolsillo y | se las entregé al caracol, diciendo: —iToma, llévale en seguida este dinero al hada! No quiero la camisa nueva, me bastan estos harapos. Sin mds palabras, el caracol se lej6 a gran velocidad, cosa insélita él. al " en Pinocho regres6 a la casita y se puso a pensar y a trabajar. Ahora alimentar: Geppetto y el hada. Estuyo haciendo cestos hasta la medianoche, luego se acosto en el jergén y se quedé profundamente dormido. Mientras dormia, sofié que veia al hada. Estaba mas bella que nunca. Ella le sonrié, le bes6 con ternura y dijo: —Eres un buen chico, Pinocho. Has estado trabajando duro para Geppetto y para mi. Te perdono tus anteriores travesuras y te prometo que, si sigues siendo bueno, serés feliz. 13 Con estas palabras, acabé el suefio y Pinocho se desperté sobresaltado. iTodo era diferente! iPinocho comprendié de pronto que ya no era un mufieco! iSe habia convertido en un chico de verdad, igualito a los demas! Y la casa en donde se hallaba volvia a ser su viejo y acogedor hogar. Podéis imaginaros lo contentisimo que estaba Pinocho. El hada habia cumplido su promesa. iPor fin era un chico de verdad! Al ponerse unos pantalones nuevos, hall6é en el bolsillo una bolsa de cuero y una nota del hada que decia asi: Gracias, Pinocho, por el préstamo de cincuenta monedas. iY dentro de la bolsa habia cincuenta monedas! Loco de alegria, Pinocho corrié a la habitacién contigua y hallé a Geppetto trabajando en su banco de tallista. Todo estaba limpio y aseado, y los tiles de Geppetto relucientes, —Este cambio favorable es obra tuya —dijo a su hijo, abrazindole—. Cuando los chicos traviesos deciden enmendarse, parece como si la vida les sonriera. Fijate en ese mufieco que hay ahi tirado éno te alegra saber que ya no eres asi? Pinocho miré hacia abajo y vio el destartalado juguete de madera, apoyado contra una silla con la cabeza ladeada y los brazos colgando torpemente. “Qué aspecto tan ridiculo debia presentar yo”, pensd. Luego se arrodill6 y enderezé al 3} a por fin un muchacho de carne y hueso. SAMBO «FIESTA DE DISFRACES ambo, el hombre araiia, se rascd la cabeza y se sento a reflexionar con calma. Al igual que los demas animales, habia recibido una invitacion para asistir a la fiesta de disfraces del rey Leo. Iba a celebrarse a las tres de aquella tarde y el disfraz mas original obtendria un premio. Pero Sambo tenia un problema: no sabia qué ponerse. —El conejo y el oso seguro que se presentaran vestidos con algo muy especial —murmur6—. Tendré que llevar un disfraz fantastico si quiero llevarme el premio. Se rascé la cabeza d y estuvo cavilando é y cavilando. —iYa lo tengo! Qué idea tan brillante. Iré vestido de caballero con una armadura. Sambo se puso inmediatamente manos a la obra. Llevé una carreta hasta un monton de chatarra que habia en el camino y la llené de objetos de metal. Habia una vieja bafiera con un agujero en el fondo que se ajustaria perfectamente a su cuerpo. Encontré también una cacerola que se colocaria en la cabeza, dos fuentes de horno cuadradas que se pondria en los pies y un sinfin de latas que después de quitarles el fondo y atarlas con un cordel usaria para cubrirse los brazos y las piernas. Al mediodia, el disfraz estaba listo para una primera prueba. Le caia casi perfecto. “Pero no podré ir caminando a la fiesta con esto encima”, penso. “Pesa demasiado. {Qué puedo hacer?” No tard6 en dar con la respuesta. Llevaria el traje en la carreta hasta el descampado donde iba a celebrarse la fiesta. Luego ocultaria el disfraz tras unos matorrales y se lo pondria Poco antes de las tres. Todo el mundo se Ilevaria tal sorpresa, que seguro que él ganaria el concurso. Sambo escondié el disfraz tal como habia pensado y regresé a casa convencido de que nadie le habia visto. No se habia dado cuenta de que cuando escondio el disfraz tras el matorral, el conejo y el oso se hallaban al otro lado del mismo. ] —Es realmente excelente —dijo el oso—. Sin duda habria ganado el premio | de no haberlo descubierto nosotros. —Pobre Sambo —dijo el conejo—. Menudo chasco va a Ilevarse cuando compruebe que ha desaparecido. I € ¢ a e e e as Al cabo de unas horas, Sambo regreso junto al matorral. Habia pensado que pasaria demasiado calor si se ponfa la armadura sobre sus ropas, de manera que solo Ilevaba una ligera sabana sujeta a la cintura. Cuando vio que su disfraz habia desaparecido, se qued6 de piedra, mas pronto adivind lo ocurrido. “Sélo el conejo y el oso serian capaces de hacerme esta mala jugada”, pens6, y se fue corriendo a la madriguera del conejo. Llego en el preciso instante en que ambos compinches se esforzaban por meterse en su disfraz, que consistia en una imitacion igual del pellejo de un borrico. El conejo no conseguia aplastarse las orejasypara poder encasquetatse ld cabeza del burro. Y el oso tenia problemas para enfundarse en los cuartos trasetos del animal. —Aprestirate —dijo el conejo—. Llegatemos tarde a la fiesta. ee —Eso intento —contestd el oso—. No te pongas nervioso. Tomaremos el atajo que atraviesa el campo de zanahorias del granjero José. “Estos bribones me las pagarat pensé Sambo. “Le diré al granjero José que un extrafio borrico se propone meterse en su sembrado.” Minutos mas tarde, un curiosisimo animal se introdujo torpemente en el campo de zanahorias del granjero José. Las patas delanteras eran mucho mas cortas que las traseras y la cabeza se alzaba tan slo unos centimetros del suelo. —Mira qué hermosas zanahorias —dijo el conejo relamiéndose. —Sabes que no veo nada —contesté el oso—. Ademas, como no te pongas en marcha vamos a llegar tarde. En aquel momento, el granjero José se acerco al extrafio borrico por detras. Sostenia en sus manos un recio palo y estaba que trinaba. “Ese conejo y ese oso siempre andan detras de mis zanahorias”, pens6. “Pues bien, voy a darles una leccién que no olvidaran nunca.” Y golped con fuerza el lomo del borrico. —iAy! —grité el oso, dando un tropezon—. éQué ha sido eso? —No empujes —dijo oA el conejo—. No puedo ir mas deprisa. El granjero José volvi6é a sacudirles tan fuerte que el oso se desplomé sobre el conejo. —iPero qué diantres te pasa? —pregunto el conejo, mientras trataba de salirse de debajo del oso. En aquel momento recibié un porrazo en la cabeza, y el oso otro en el lomo. —iSocorro! —gritaron al unisono—. iNos esta atacando un loco! Mientras se sucedian los golpes violentos y continuados, ambos se esforzaban denodadamente > por escapar. El borrico era un revoltijo de patas, hasta que por fin el pellejo se desgarré en dos y los amigos salieron corriendo a través del sembrado. Sambo no habia visto nunca nada tan comico. Riendo a carcajada limpia se alejé de alli, encaminandose directamente al descampado donde iba a celebrarse la fiesta. De pronto se encontré con un tropel de animales disfrazados que se reian de él a mandibula batiente. —Fijaos en el pequefio Sambo —dijo el mono—. éDénde habra dejado el chupete? in el o! in Ds te ra ta T0 on 0. —Es demasiado jovencito para venir aqui solito —rid la serpiente e —Qué frio ha de pasar tapado sdlo J con este pafial —se mofé el cerdo. Sambo agaché la cabeza f avergonzado. iLos animales creian que la sdbana era un pajial! iOjala no se le hubiera ocurrido nunca lo de la armadura! Entonces hablo el rey Leo para anunciar el ganador. Y cual no fue la sorpresa de todos los concursantes al oir estas palabras: —Solo a ti, Sambo, se te ocurriria presentarte vestido de bebé. Tu atuendo es tan original que mereces el premio. Los otros animale: estaban de acuerdo, Hacia mucho que no se divertian tanto como con esta ocurrenciagé del hombre, mt arafia. ¥ N © hay manera, Lindo. Esta vitima Cuca se metié la pieza en el bolsillo - pieza no encaja. No tiene nila forma de su pijama y se acosté. Antes de N ni el color que debiera tener. Deberia conciliar el suefio, pensaba: “IOjalé ser azul, no colorada. encajaral’” Aquella noche sucedié algo rarisimo. —Espero que esta cama sepa a dénde —IMira, Lindo, la cama se muevel va. INo me gustaria nada perderme iVolamos hacia las estrellas! por ahi arribal Volaban a gran velocidad, adentrandose + —Mis compajieras del colegio no van Tr mds y mas en el espacio, asombrados a creérselo —dijo Cuca. Lindo, la ante todo lo que veian. estupefacto, ni ladraba. ya iCATAPLAM! La cama frené de golpe y porrazo. Mira, Lindo, ahi hay alguien. —Qué sitio més extrafio —dijo Cuca—. Vamos a preguntarle dénde Me pregunto si vivird alguien aqui. estamos. ele ce 3 OEE —iEstdis en la Luna! —explicé el lugar. Cada vez que una estrella choca hombre—. Y yo soy el guardian. con la Luna hace un agujero enorme. Me ocupo de mantener aseado este Hay mucho trabajo. Venid conmigo. A Tras un corto pero accidentado trayecto, llegaron a —Apenas recibo visitas —dijo la casa del hombre. Hacia mucho frio en la Luna el hombre—. Pero aqui estaréis y Cuca lamenté no haberse calzado las zapatillas. calentitos. La casa del hombre era muy acogedora. Cuca le oyé canturrear en la cocina. v —Sentaos cémodamente mientras pongo —| ate en esto, Lindo. Vamos a ver si si agua a hervir. podemos completar el rompecabezas. —Qué curioso —dijo la nifia—. Sélo hace ~~ —iUn momento! —Cuca miré en el bolsillo he falta una pieza roja para completarlo, de su pijama y hallé la pieza roja del er pero la Ultima pieza es azul. rompecabezas que tenia en casa. —iMira, Lindo! Encaja En aquel instante regresé el hombre con dos tazas de té. P perfectamente. iLa pieza de Cuca le conté lo del rompecabezas. m mi rompecabezas encajal —iEs fantastico! iHace tiempo que intento terminarlo! ur De repente, ya en el espacio, se La cama queds flotando en el espacio. rompieron las cuerdas. Cuca llamé al —Ahora si que estamos perdidos, Lindo. conductor, el cual no pudo oirla. Y cada vez siento més frio. Flotaban a la deriva. “Nunca Al despertarse, no podia creer lo que regresaremos a casa”, pensé Cuca. veian sus ojos. Estaba de vuelta en Entonces se quedé dormida. su habitacion, ly era por la mafianal —iCaramba, Lindo, he tenido un suefio Era azul, y encajaba divinamente en él. asombroso! Resulta que... —Cuca sacé de | —Conque no ha sido un suefio, pero ti su bolsillo una pieza del rompecabezas—. —_estabas conmigo, Lindo, éno es cierto? 24 n medio de un amplio y verde bosque habia una casita. En ella vivian un herrero y sus tres hermosas hijas. Tania, la mayor, era morena, Celia, la segunda, era rubia. Dorotea, Ja menor, tenfa el cabello castafio y brillante y los ojos azules como al cielo, Pero Tania y Celia se burlaban siempre de que ella era muy despistada. ~Vigila el puchero —Ie dijo su padre cuando éste y sus dos hermanas se disponian a if al mercado. Y a los cinco minutos Dorotea no recordaba lo que le habia dicho. Al fin decidié que su padre le habia mandado ponerse a hilar. Cuando su familia regres6 a casa, habia hilado hasta diez madejas de lana, ipero el guisado se habia quemado! —iMira que eres olvidadiza! la reprendieron. | Un hermoso dia de verano, | unyptinicipe a caballo cruz6 el bosque. ‘Al ver la casita, se aped y llamo | ala puerta, Cuando Tania abrid, el principe pensé que era la chica mas bonita que habia contemplado nunca, hasta que vid a Celia y a Dorotea. —Diantre, las tres sois bellas. El principe decidié que una de ellas seria su esposa. Pero icémo iba a elegirla? —Me casaré con la que sea capaz de guardar un secreto —les dijo. Las tres ocultaron la cara en sus delantales y exclamaron: “iOh!” —dPuedes guardar un secreto, Tania? —pregunt6 el principe. —Espero que si —contesté Tania. —Ya lo veremos. —Y el principe le cuchicheé al oido. —iVaya, qué curioso! —exclamé Tania. Volveré dentro de siete dias —dijo el principe-. Si has sabido guardar el secreto, serds mi esposa. No bien se hubo alejado, Celia y Dorotea empezaron a preguntarle qué era lo que el principe le habia susurrado al oido. Pero Tania se negé a revelarlo. —iEs un secreto! Sin embargo, a medida que pasaban los dias, Tania ardia en deseos de contarle a alguien el secreto. Al fin pensé: “Iré a susurrarlo al pozo. Sera como contérselo a alguien, pero seguird siendo un secreto.” Conque se encaminé al pozo y, asomandose por el borde, susurré en voz alta el secreto del principe. —iAhora me siento mucho mejor! Al séptimo dia regresé el principe. —tHas guardado mi secreto, Tania? i, alteza. El principe pregunt6 a Celia y a Dorotea: —0s ha revelado mi secreto? —No —contestaron ambas. incipe le tendié la mano —iNo sigas! iMe lo ha contado a mi! Acudié al pozo a susurrar tu secreto, y como yo me hallaba en el fondo, ipude oirlo! Y, ni corta ni perezosa, la rana reveld el secreto del principe: -iLlevas un agujero en el talon de tu media izquierda! El Prriocipe solté la mano de Tania y se la qued6 mirando con tristeza. En ese caso, me temo que no puedes ser mi esposa —dij Luego, volviéndose hacia Celia, pregunt6 con gran sencillez: —éPuedes tii guardar un secreto? —Creo que si, alteza. —Ya lo veremos. Y le susurré un nuevo secreto al oido, —~iQué gracioso! —exclamé Celia. —Si guardas mi secreto durante una semana, serds mi esposa. y Dorotea le preguntaron qué le habia murmurado el principe. Mas Celia ~ se negaba a revelarlo. —iEs un secreto! Pero, iay!, a medida que pasaban Jos dias, cada vez le resultaba més dificil guardar el secreto. iSi pudiera compartirlo con alguien! Al fin pens6: “Iré al huerto a murmurarlo. Sera como contarselo a alguien, pero seguira siendo un secreto.” Asi pues, se dirigié al huerto, donde las copas de los arboles estaban rebosantes de flores rosas y blancas. Se detuvo debajo de un arbol frutal y susurré. en voz alta el secreto del principe, Tan pronto se hubo marchado, Tania ~iQué bien me siento ahora! Al dia siguiente regres6 el principe. —iHas guardado mi secreto, Celia? —Si, alteza. El principe pregunt6 a Tania y a Dorotea si su hermana les habia revelado el secreto. “No, no”, fue la respuesta que obtuvo. Asi que tendid sus manos a Celia y dijo: —Entonces tt seras mi es. Mas antes de poder decir “esposa”, se oyé un zumbido en la ventana y penetré una nube de abejas. —iNi una palabra mas! —zumbaron las abejas—. iNos lo ha contado a nosotras! Vino al huerto y lo susurré en voz alta. iY nosotras que estabamos en los arboles pudimos oirlo! Y las abejas murmuraron en voz alta el secreto del principe: —iLlevas un agujero en la punta de tu media derecha! El principe solté la mano de Celia y la mir6 con tristeza. —En este caso, me temo que no puedes ser mi esposa. Entonces se volvié hacia Dorotea y dijo: —iPuedes tii guardar un secreto? —Lo ignoro, alteza.

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