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Eslados Unidos de Norlsartérioa caraeas de eolonigs: ninguna meancha n-e| globo terraqueo lox rican, Pero USA elarce en el mundi a constante que $2 en todos los dominios de fa actividad 4 dal po de hoy. Presion soba a totalidad do fa A sobre gran parte det Sudeste asition, eo sobre et mundo entero, Europ, Fdste pues un IMPERIO AMERICANO, Un pais que con silo la veinteava pa contra ia mitad las materas pn na af sabia ¢Gémo un pals ove simboliza para tanta gent democracia permite la mi iCémo se ha consti do este Inperio Glaude Jalen, jote del Servicio 4 fo ale Mondeo, reputado como al specialists francés en ios americanos, contesta con claridad y realism aquells y ofvaa nias qu se formula el hombre de nuesiroe dias. nformacion exarjera Su ensayo se inicia en 1898 con la guerra Bispano-am Hoga hasta la acualidad, mostréndonos fas diy toma el imperialismo americano; econdmica, as formas que cultura. tos revela asimismo ol papal de la poderosa CIA ea el gran tablero internacional fn una magiatral conclusién, Claude dulien se inerroga sobre el porvenir de un Imperio que as combatido en 8 por hombres sedientos de libertad yd or si mismos las riquezas de sus pronios paises, = de explolar CLAUDE JULIEN, Se ais CLAUDE JULIEN EL IMPERIO AMERICANO 1 ginal LEMPIRE, AMERICAIN radueide por ESTEBAN RIAMBAU Jv la 1." ediciin de, aitions Ieraand Grasset, Paris, 1968 © 1968, EDITIONS BERNARD CRASSED {© 1969, EDICIONES GRUALNO, S. A. Aragin, 386, Barcelona, 9 (Rspaia INTRODUCCION LAS AMBIGUEDADES DEL IMPERIO EI imperio americano posee en todo el mundo sus ad: versarios mas 0 menos resueltos y sus partidarios mis 0 menos reticentes. Aunque se desencadenen vigorosas pro- pagandas contra él, éstas describen rara vez"los mecanis- os de sus intervenciones y, mas raramente todavia, ana. lizan sus motivaciones, Por su parte, los sempiternos de fensores del imperio corren a menudo un piidico velo ante las actuaciones de esta maquina impresionante, cuando no prefieren buscarle juiciosas justificaciones. ¥ éstas no faltan puesto que, sin duda, el poderio de los Estados Unidos no es culpable de todas las desdichas que aff a Ja humanidad y su misma presencia ha evitado que ma yores desgracias se abatieran sobre la tierra. Es seguro que un dia seré posible medir y comparar Jos beneficios y perjuicios de un imperio que gravita con fodo su peso sobre el desarrollo de los acontecimientos contemporincos. En todo caso, no es ésta la ambicién de este libro, que sélo se propone modestamente desmontar pieza por pieza y con ejemplos concretos los medios de aecidn de que dispone el imperio y rastrear en las etapas principales de su prodigioso crecimiento, Los hechos han de hablar por si mismos, por lo que aqui se les ha reuni- do en un dossier probablemente incompleto pero que no CLAUDE JULIEN resultaré indtil si abre camino a investigaciones y andlisis mas detallados. Un examen previo pone de relieve la extraordinaria complejidad de los miiltiples engranajes de un imperio que extiende su influencia a todos los continentes y a to- dos los sectores de Ia actividad humana, sin olvidar nin- gin pais, ninguna raza, ningiin aspecto de la produccién econémica o de la actividad intelectual. Posee sus admi nistradores y sts hombres de armas, pero también sus bus- cadores y sus poetas. ¢Hay vinculos que unan a unos per- sonajes de talentos tan diversos y cuyos campos de accién sean tan distintos? La historia del desarrollo del imperio no se limita a contestar a esta pregunta, pues muestra también cémo los engranajes se han tornado mas complejos a medida que el imperio extendia mis le jos sus ramificaciones tentaculares. Pero el estudio del imperio americano actual hace re saltar sobre todo el contraste entre la simplicidad de sus objetivos y las ambigiiedades de su accidn, y es que el comportamiento de los poderosos obedece en ailtimo tér- mino a unas leyes bastante elementales: el poder exige mis poder, Ja riqueza mas riqueza y, en la medida en que el ambito nacional no basta ya para satisfacer estas nece- sidades de creciente riqueza, no queda més solucién que la de asumir el control de las plantaciones de plitanos de América Central, de los ricos yacimientos mineros de América del Sur, de las capas de petréleo de Oriente Me- dio, ete, Asi nacen Jos imperios, con sus avanzadillas y sus ineas de comunicacién, sus reservas y sus medios de éefensa, sus diplomitticos y sus y sus policias, sus médicos y sus banqueros. El imperio nutre y enriquece a la metrépoli, con lo que ésta dispone de nuevos medios para extender més lejos atin su irra- diacién, Pero el genio del imperio americano consiste en no haber fijado limites a su influencia, Ningtin mapa geo- grifico podria trazar sus fronteras. Por consiguiente, se parece tan poco a los clisicos imperios coloniales que a veces se vuelve casi inaprensible y parece como si él mis- mo dudase de su propia existencia, No escapa a las ambigiicdades de Ia naturaleza huma. na y, m4s precisamente, de los hombres que le sirven. 1s- tos ho tienen ninguna necesidad de ser movidos por una EL IMPERIO AMERICAN uresistible sed de poder. gAcaso no les basta con su avi- doz. de libertad, de justicia, de progreso y de paz? Es la defensa de la libertad lo que les impulsa a rodear al mun- do con una red de pactos y de bases militares que muy a menudo se apoyan en los regimenes mas dictatoriales. Es ‘en nombre de la justicia y del progreso que cultivan la amistad de gobiernos retrogrados, en nombre de la paz aplastan Dresde, Hiroshima o los pueblos de Vietnan con el fuego de su arsenal militar. El suefio y el ideal coexis. ten bastante bien con la realidad que los niega. Es verdad que a veces se manifiestan tensiones que conmueven pro- fundamente Ia estabilidad del imperio, pero hasta el mo- mento éste ha sabido dominarlas y sofocarlas. Sin embar- go, un dia u otro estas tensiones se hardn demasiado fuer- tes, ya que los dramas del imperio no son tnicamente los del colonizado y no menos graves aparecen los del colo- nizador. Cuando el conflicto estalla, no opone solamente a colonizados y colonizadores, sino que éstos se dividen y se desgarran, arrastrando a menudo en su pérdida a los, valores que pretenden servir. ‘Sin embargo, el idealismo americano no es incompati- ble con el imperio americano. Muy al contrario, le sirve, le proporciona sus justificaciones, 10 torna mas acepta- ble a los ojos de algunos, amplia su irradiacién y favo- rece su extensién, Hasta el dia en que el idealismo, ga grenado por los procedimientos inconfesables del impe- Tialismo, se exponga a morir bajo los escombros del im- perio. 'Y es que el imperialismo american ha sido nutrido por el idealismo americano. El fenémeno no es nuevo, ya que toda potencia colonial ha exaltado en una u otra for- ma su emisién civilizadoray, consistente en aportar a otros pueblos a cultura occidental, los progresos de la higiene, las maravillas de la técnica moderna y Ia paz entre pobla- ciones hostiles. Los hospitales y las escuelas son siempre la compensacién de las incursiones, seguidas de la t4 tica de «tierra calcinada», de los desembarcos de marines, y de los bombardeos con napalm i en el siglo pasado los pioneros del imperio habla. ban un lenguaje bastante rudo y a menudo ridiculo, otras mentes mas avisadas y distinguidas aprendieron muy pronto a pronunciar discursos mis elegantes, El impe- 10 CLAUDE JULIEN rialismo americano recibié este bautismo de respetabili dad de un personaje cuyo idealismo eclips6 los hechos bélicos y cuyo internacionalismo es considerado todavia, roneamente, como la més clara negativa a toda ambi cin nacionalista. Fue, en efecto, el presidente Woodrow Wilson quien declaré veees he escuchado discusiones entre caballeros que establecian dificil aceptar esta distincién. Pues el mayor nacionalista es el hombre que desea que su nacién sea la principal nacién, y Ja principal nacién es aquella que va hasta el corazn de su deber y de su mision entre las na- jones del mundo (...). La nacién que posee semejante v jén se ve clevada a un rango de influencia y de poder que no puede obtener por las armas, por las rivalidades comerciales 0 por todo otro medio que no sea el de la d rectiva espiritual que surge de una profunda compren sién de los problemas de Ia humanidad» (1). Tal es, pues, la ley moral del imperialismo americano del que resume las dos ambigiiedades fundamentales. Por una parte, basa en una «directiva espirituals un poderfo nacional que no podrian otorgar ni las armas ni los bene- ficios del comercio. No obstante, el propio Woodrow Wil- son, gran figura del idealismo americano, reforz6 el impe- rio ‘americano en la zona del Caribe gracias a numerosas intervenciones militares y a operaciones financieras que relatamos en este libro. Por otra parte, como veremos, sus sucesores s¢ arrogaron Ios mismos principios de idcalis. mo e internacionalismo extendiendo los mismos métodos ‘a regiones mas lejanas del globo. En especial, la ley mo- ral definida por Wilson derribé también Ia barrera que, para muchos americanos, separaba irremediablemente na- cionalismo e internacionalismo, Es cie1 sores inmediatos creyeron servir los intereses nacionales de los Estados Unidos encerréndose en un aislacionismo puntilloso, pero este repliegue fue efimero y muy pronto ‘el internacionalismo, la intervencidn en los asuntos mun- diales, convirtiése nuevamente en Ia primera regla de un nacionalismo que, a partir de entonces, se ha manifesta- do vigorosamente en todos los puntos candentes del pla neta, (1) Woodrow Witsox, discurso del 5 de septiembre de 1919 en San Luis, Missour. EL IMPERIO. AMERICANO i La distincién que Wilson rehusaba entre nacionalismo ¢ internacionalismo no turba ya a un imperio que afirma su influencia en el mundo entero, pero la ambigiiedad es mas acusada que nunca, puesto que, para la mayoria de americanos, cuando los Estados Unidos intervienen en las cuestiones mundiales no es tini te para defender sus intereses 0 sus ambiciones nacionalistas, sino para servir con desinterés a un orden internacional. En cam- bio, pobre de aquel de sus aliados que se niegue a some- terse ciegamente a la voluntad del imperio, pues es de- nunciado en seguida como nacionalista de estrechas mi- ras, preocupado exclusivamente por los intereses de su propio pais. Jamas se le reconocera el derecho de tener, en los asuntos internacionales, un juicio que difiera del de los duefios del imperio. De este modo, una mistica in- ternacionalista se convierte en coartada de una politica estrictamente nacionalista. te, nada tiene de extraio que un uni- 9 americano haya escrito: «Para Wilson, los va- lores nacionales americanos se identifican con los valores universales del progresismo liberal, y una América inves- tida de una misién excepcioal debia conducir a la huma- nidad hacia el orden internacional del mananay. (2) El mismo autor hace observar que «para Wilson, el inte- rés nacional se confundia con Ia ideologia liberal de tal modo que podia actuar simulténcamente como el cam: pe6n del nacionalismo y del antiimperialismo». Tal es, en efecto, uno de los papeles histéricos con liberalismo ame ricano; por oposicién con los republicanos conservadores y aislacionistas como Harding, Coolidge y Hoover, los de- mécratas liberales como Wilson, F. D. Roosevelt, Truman, Kennedy y Johnson seran internacionalistas. El liberalis mo americano, que se traduce en la politica interior por oposicién a los trusts y al racismo, por un aliento a los sindicatos obreros y a los campesinos, etc., se expresa en politica exterior por medio de un internacionalismo ilus trado por los dos presidentes demécratas que arrastra- ron a los Estados Unidos a dos guerras mundiales y por Jos sucesores de éstos, La identificacién ha Megado hasta 2) N. Gonwon Lovin, Jr, Woodrow Wilson and World Politics. Oxford University Press, Nucva York, 1968 2 (CLAUDE JULIEN el punto de que N. Gordon Levin ha podido emplear en varias ocasiones la frase: «Liheralizar o americanizar la politica internacional», En el vocabulario americano am- bos términos tienden, efectivamente, a convertirse en si. nénimos y su parentesco se hace tanto mas estrecho cuan- do la América «liberal» se enfrenta al camunismo «tota litarios, De este moda, la América idealista, convencida de estar investida de una «directiva espiritual» que serfa reivindi- cada, después de Woodrow Wilson, por Robert Kennedy unos meses antes de ser asesinado, podré organizar, en nombre de su liberalismo, un nuevo orden internacional del que ella asumira la direccién mientras pretende no someterlo a sus fines imperialistas. Su propio liberalismo incita a América a extender su imperio en el mundo. No es la falaz justificacién moral del imperialismo, sino una de sus principales fu eSe ve apoyado este anilisis por el examen de los he chos? Con el fin de restringir al maximo posible el te- rreno de la discusién, los documentos que se citan en este bro proceden en su totalidad de fuentes gubernamenta- Jes americanas, ampliadas cuando se hace necesario por los trabajos de historiadores y de diversos autores ame- ricanos considerados como autoridades en su propio pais, y también, aunque escasamente por textos de autores oc- ‘cidentales poco sospechosos de parcialidad. No pocos aspectos del imperio americano han queda- do, sin duda, relegados al olvido o sumidos en la sombra, y Otros siguen protegidos por el secreto de unos archivos ‘de momento inaccesibles, si bien los elementos reunidos y ordenados en este libro pretenden ofrecer una visién nneral de un problema que, con toda evidencia, ha de o3 gir estudios mas a fondo. Julio de 1968 oF CAPITULO I EL IMPERIO SIN FRONTERAS Fl suefio generoso y la realidad imperialista La carrera por las materias primas Intereses econémicos, dictaduras y democracias Dios, la moral y las inversiones 21 imperio americano no es tinicamente el més pode- roso que jamds haya conocido la Historia, Es sobre todo y en muchos aspectos el mas original. Nunca un mimero tan reducido de hombres habia conseguido llevar hasta tan | influencia y marcar con su huella la vida co- tidiana de un niimero tan considerable de pueblos. Tén- gase en cuenta que, con sus doscientos millones de habi- tantes, los Estados Unidos no representan mas que una infima poreién —apenas el 6 por ciento— de la poblacién mundial. Mas por si solos producen més que el conjunto de los paises comunistas y aseguran el 43 por ciento de Ja produccién del mundo no comunista. Ni un solo punto del globo se halla al abrigo de sus armas y poscen la ca- pacidad suficiente para aniquilar varias veces toda 1a Vida del planeta. Antes que ellos ningin pueblo habia ad- guitido semejante capacidad de produccion y tal aptitud para destruir, Aungue los americanos s6lo constituyan un 6 por ciento de la poblacién mundial, producen un 14 por ciento de las cosechas de trigo, el 45 por ciento de las 4 CLAUDE JULIEN cosechas de maiz y un 20 por ciento de ta carne sumi nistrada a los mercados mundiales (3). Recientemente, han decidido reducir su produccién agricola y liquidar sus stocks de cereales, pero si quisieran podrian alimen: tar a casi toda la humanit npo, sin ser virse de su potencial militar més temible, han demostra do tanto en Vietnam como en Corea y durante las dos gue rras mundiales Ja eficacia de su formidable aparato des. la especie humana y, més que ningén otro pueblo, contribuyen a su progreso cientifico y tecnolégico. Pero este imperio sin precedentes, que tiene cntre sus manos cl destino de la humanidad, es extraordinariamen- te voraz. Por el hecho de ser un fabuloso productor, es también un Avido consumidor. Por si solos, los Estados Unidos consumen casi tanto como el resto del mundo, a pesar de estar éste diecisiete veces mas poblado que ellos. Un americano absorbe tres veces mis energia que un euro- peo, ocho veces mas que un japonés, y ciento sesenta ve- ces mas que cualquier habitante de otro pais asidtico. En todo el mundo, con tres mil quinientos millones de seres humanos, la produccién de electricidad alcanza 3.339,7 millones de kilovatios-hora, pero los Estados Unidos, sdlo con doscientos millones de habitantes, produce més de un tercio, o sea 1.1573 millones, y atin tiene que importarla del Canada, Calculado en millones de toneladas de car- én, el volumen de energia consumido cada afio en el mundo representa la cifra de 5.767 millones, de los qu tuna tercera parte —1.973,5 millones de toneladas— son absorbidos por los Estados Unidos. Por cabeza, ningdn pueblo del mundo consumo més carne, més papel, més madera, mas petrdleo, més acero 0 mas uranio que el puc- blo de los Estados Unidos. Esta aplastante superioridad suscita el temor o la envidia, la admiracién 0 los celos. Se trata de reacciones superficiales que sdlo proceden de un examen excesivamente rapido de la prosperidad y del poderio de los Estados Unidos, pero que pueden dictar actitudes apasionadas en vez de inspirar una eleccién po- tica realista, (3) Bstas cifras, asf como las diversas estadisticas citadas en este ‘capitulo, estan sacadas del Statistical Abstract of the United ‘States, 1967 EL IMPERIO AMERICANO 18 Si el imperio britanico, como dijo un dia McCaulay, fue adquirido en un momento de distraccién, el imperio americano es hijo del accidentex, ha escrito Ronald Steel (4). Pero los imperios no se fundan ni por distrac- cin ni por accidente, ni son tampoco necesariamente el fruto de una voluntad continua que prosigue generacion tras generacién la realizacién de un vasto designio o de una gran ambicién. A través de la historia de los Estados Unidos no faltan, desde luego, hombres que hayan procla- mado con empefio su voluntad de poder, su conviccién de que los Estados Unidos se hallan investidos de una mi- sién que ninguna barrera geogrdfica puede limitar. Sin embargo, cl dinamismo y la autoridad de estas robustas personalidades no hubiera bastado para edificar un impe- io. Una de las mas vivas tradiciones de América es, sin duda, la del repliegue sobre si misma, la del aislacionis mo, a pesar de lo cual América ha edificado un imperio 1a esata mundial, No ha tenido necesidad de quererlo, de tender a él por un acto deliberado, sino que le ha bastado con ser fiel a si misma. ‘Toda la historia americana, escribe a este respecto Max Lerner, est marcada por una perpetua tendencia a Ja expansién: sed de tierras, sed de poder, sed de nove- dad, sed de grandeza, necesidades todas elas que se han saciado por si mismase (5). A través de las vastas Manu- ras, los desiertos y la barrera de las Montafias Rocosas, esta sed ha levado a América hasta las orillas del Paci fico y Ia ha arrastrado a guerras contra sus dos vecinos Canada al norte y Méjico al sur. Afiade también Max Ler ner: «Seria en vano pretender que una fuerza suficiente mente poderosa como para llevar las fronteras hasta los, confines de un continente pudiera detenerse netamente al borde del océano.» Y es que esta fuerza no residia solamente en la volun: tad de unos cuantos pensadores, politicos, hombres de negocios 0 jefes militares que Hevaban consigo una gran- diosa visién del destino de su pueblo, sino que tenfa sus raices en las necesidades de la vida mds cotidiana. Nece- (4) Ronald St, La Pax Americana, Edit. BuchetChastel, 1967, (G) Max Lenn, Anterica as a Clviltzation, Edit, Simon & Schus- ter, Nueva York, 1957, p. 886 Trad. francesa: La Civilisation améri. eine, Ba, da Seuil, 196. 16 (CLAUDE JULIEN sidad de tierras para establecer a millones de inmigran- tes, lo que hizo preciso reducir la resistencia de los indios, comprar Luisiana a Francia y Alaska a Rusia y, por me dio de la conquista, amputar a Méjico una buena porcién de su territorio. Necesidad de vender y de comprar, lo que dio origen a una marina mercante destinada a trocar picles por las especias y Ia seda de Oriente, a transportar desde Oriente Medio un petrdleo menos caro que el de Texas. Necesidad de intervenir en dos guerras mundiales que no deseaban ni Woodrow Wilson ni Franklin Roose- velt, Necesidad de edificar una fuerza militar sin par con el fin de oponerse a toda expansién del comunismo. Ne- cesidad de exportar capitales, no tanto para asegurarse canales comerciales como para tener acceso a las fuentes de materias primas dispersadas en muy diversos rinco- nes del globo: el cobre de Chile, el petréleo de Arabia Saudita, el yute de la India, el caucho de Indonesia, ete El imperio «generoso» Asi fue como, para corresponder a las necesidades de América, nacié este imperio que no se parece a ningdn otro: el imperio sin fronteras. Los antiguos mapas geo- gréficos reservan un color a Jas regiones que en los cua- tro continentes pertenecfan al imperio francés, y otro co- lor a los paises integrados en el imperio briténico. Este colorido no es hoy posible en el mapamundi americano y las banderas estrelladas que flotan en Puerto Rico, las islas Virgenes, Guam, Samoa 0 en Ja zona del canal de Panama no permiten hacerse una idea de la amplitud del imperio americano, Para obtener una representacion gré- fica del mismo convendria sefialar las inmensas regiones a las que tiene bajo su estrecha dependencia mediante cl juego combinado de sus concesiones petroleras y mine- ras, del despliegue de sus fuerzas terrestres, navales y aé- reas, de sus inversiones privadas asi como de sus créditos gubernamentales, de su influencia financiera y politica, de Ja fuerza que le presta su posicién de cliente importanté simo, de las amistades sinceras 0 interesadas, y del temor experimentado por numerosos paises a exponerse a las EL IMPERIO. AMERICANO 7 eventuales represalias de un socio tan poderoso. Max Ler ner no titubea en afirmar: «Las personas hostiles hablan de imperialismo ameri- cano. Si se entiende por ello tnicamente que una vasta estructura militar, econémica y administrativa se halla, potencialmente, en un estado de lucha contra las estruc. turas competitivas y que comporta, en estado latente, una voluntad de poder, se trata en efecto de imperialismo.» Vemos, por tanto, que los americanos, que reflexionan acerca del lugar que su pais ocupa en el mundo, no de sean negar Ia realidad de un «imperialismo» de los Esta dos Unidos. Lo que repudian es que el egoismo nacional los haya arrastrado por ese camino, «Nuestra ambicién, escribe Ronald Steel, no es imperialista; sin embargo, nos lleva a emplear los mismos métodos: establecimiento de guarniciones militares alrededor del globo, atribucién de subsidios a los politicos y gobiernos clientes, uplicacién de sanciones econémiicas e incluso empleo de la fuerza militar contra los Estados recaleitrantes, y utilizacién de lun verdadero ejército de administradores coloniales que trabajan en organizaciones tales como el Departamento de Estado, la Agencia para el desarrollo internacional, Ia Agencia de Informacién de los Estados Unidos, la Central Intelligence Agency (CIA)» (6). Haya 0 no voluntad imperialista, el imperio no ha de- jado de extenderse y consolidarse, Hevando mas lejos sus ramificaciones y reforzando su influencia, Ningdn otro americano discute este hecho. Su debate afecta tnicamen. te a las motivaciones de los constructores de este impe rio y, con ciertas matizaciones, estén de acuerdo en in- sistir acerca de la generosidad que ha inspirado el expan- sionismo. «La nocion de imperio tal como es aplicada por los americanos cra alin desconocida en la historia del imperialismo, escribe por ejemplo Max Lerner, En tanto que las potencias imperialistas ce] pasado explotaban en be neficio propio a los paises coloniales, por vez primera en Ja historia el imperialismo americano aporta a los paises subdesarrollados sus recursos, sus capitales, sus téenicos y sus métodos» (7). Ronald Steel estima asimismo que la (6) La Pax Americana, op. cit, p. 2. O) America as a Civilization, op. cit, p- 83 18 CLAUDE JULIEN actitud de los Estados Unidos es «de hecho, extraordina- riamente altruistas. ‘Sin embargo, cqué conquista no ha invocado, para jus tificarse, unos motivos nobles y generosos? El senador Fulbright sefiala, con razén, que «la politica de poder se practica bajo nombres distintos», y ailade ‘Los briténicos la lamaban “el fardo del hombre blan- co”, Los franceses la calificaban como su “misién civili- gadora", Los americanos del siglo x1x la denominaban “su manifiesto destino”. Hoy Ia laman “responsabilidades del poder”. Lo que todos estos términos tienen en comin es Que postulan un elemento involuntario (...) externo a |; eleceién racional» (8). Parece, pues, como si América no hubiese querido edi- ficar un imperio y se hubiese visto obligada a ello por fi- delidad a un ideal de libertad y de felicidad que ella tu- viese el privilegio de encarnar. El imperialismo america no seria la consecuencia ineluctable de un «instinto pro- fundamente arraigado en nuestro tel nal; el de ayudar a los menos af competir, y acaso un dia igualar, con nuestra sociedad, escribe también Ronald Steel. Desde Roma, todos los imperios han alimentado 1a am- bicién de aportar Ia civilizacion a los barbaros. Por lo me- hos, en los tiempos modernos han tratado de obtener el indispensable apoyo popular. Cuando se interroga acerca de las verdaderas intenciones de América, Max Lerner apor ta una respuesta mas sobria: ‘ezAltruismo? En absoluto, ya que sus motivos son in- teresados. Le son dictados, por una parte, por el temor a ja expansién comunista, y por otra, por el espectro de ta recesion econémica que asedia a los hombres de negocios € incluso al movimiento obrero. En efecto, es preciso que jas industrias de la defensa trabajen a pleno rendimiento ¥ que los programas de ayuda internacional permitan ti quidar el sobrante de la produccién para que la economia permanezca estable. Pero si bien Ia motivacin es egots- fa, sus consecuencias son distintas de las de los imperios coloniales o ideologicos del pasado» (9). (6) Sonador J. W. Fousntor,

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