La ambivalencia entre Fidel Castro, el Departamento de Estado y la CIA.
por Elizabeth Burgos
“El cuarto piso” es el título del relato publicado en 1962 por Earl E. T. Smith, embajador de Estados Unidos en Cuba durante el período crucial de 1957 a 1959, que coincidió con la toma del poder por Fidel Castro, en el que este testigo y actor de primer orden, demuestra el papel decisivo jugado por el Departamento de Estado en la caída de Batista y en facilitarle el acceso al poder a Fidel Castro. Se trata del testimonio de su experiencia como embajador y testigo de uno de los períodos más controvertidos de la historia de la isla, en el que la ambivalencia que siempre ha caracterizado las relaciones entre Estados Unidos y la isla, queda, una vez más, demostrada. En el momento de su publicación el libro no tuvo el eco que merecía: entonces la opinión pública mundial era presa del embrujo que ejercía el naciente mito revolucionario cubano en el imaginario, en particular entre las elites intelectuales y universitarias por lo que no se le prestó la debida atención; luego, el libro cayó en el olvido. Se trata, sin embargo, de un documento esencial si se quiere ahondar en los acontecimientos que presidieron la toma del poder por Fidel Castro, y en particular, la relación de éste con el poder estadounidense, y más precisamente con la CIA.
Earl E. T. Smith, egresado de la célebre Universidad de Yale, fue nombrado embajador en Cuba por Eisenhower . La orientación oficial que se le impartió a instancias de sus propios superiores jerárquicos, el director de la Oficina de Asuntos del Caribe y México y aprobada por el subsecretario de Estado para Asuntos Latinoamericanos, comprendió una larga entrevista con Herbert Matthews, el célebre periodista del New York Times, autor del lanzamiento de la Figura de Fidel Castro en Estados Unidos, tras haberlo entrevistado en la Sierra Maestra. Hecho que hoy aparece a todas luces como parte de un montaje del Departamento de Estado, pues la caída de Batista coincide con la publicación de los reportajes sobre la sierra Maestra en el New York Times. Que un periodista sea quien le comunique a un futuro embajador la orientación oficial que inspire su misión no es corriente en la historia de la diplomacia, de lo que se deduce el grado de influencia de Matthews en el seno del poder estadounidense. Matthews le expresó a Smith que tenía la firme creencia de que lo más apropiado para los intereses de Cuba y del resto del mundo, sería que Batista abandonara el poder. Smith no tardó en percatarse de lo que expresaba el periodista, era la opinión y los objetivos del personal subalterno del Departamento de Estado. Matthews viajaba frecuentemente a Cuba y Smith tuvo que vérselas con él en más de una ocasión.
Estando ya en Cuba el embajador Smith se percata de la influencia comunista en el seno de la guerrilla, sin embargo, se enfrenta a obstáculos y a maniobras de todo tipo las veces que intentó dar a conocer este hecho a la jerarquía del Departamento de Estado, pues sus informes eran retenidos en el “Cuarto piso”, precisamente, por esos intermediarios medios que en toda administración gozan de un poder inmenso, y que en lo relativo a Cuba escuchaban a Matthews lo que de hecho determinó la política de Washington hacia Castro: “La embajada en La Habana mantenía relaciones normales con el gobierno reconocido de Cuba. El cuarto piso mantenía relaciones con los representantes de los revolucionarios y prestaba atención a sus peticiones. Eran recibidos cordialmente y los corredores del cuarto piso estaban llenos de partidarios de la revolución cubana”, constata Smith. Las autoridades americanas cerraban los ojos ante las flagrantes violaciones de las leyes de los partidarios de Castro que exportaban desde el territorio americano: armas, municiones y combatientes a la isla.
La insistencia de Smith acerca del peligro que representaba Castro, pronto demostró que no se ajustaba a las orientaciones expresadas por Matthews. De hec
La ambivalencia entre Fidel Castro, el Departamento de Estado y la CIA.
por Elizabeth Burgos
“El cuarto piso” es el título del relato publicado en 1962 por Earl E. T. Smith, embajador de Estados Unidos en Cuba durante el período crucial de 1957 a 1959, que coincidió con la toma del poder por Fidel Castro, en el que este testigo y actor de primer orden, demuestra el papel decisivo jugado por el Departamento de Estado en la caída de Batista y en facilitarle el acceso al poder a Fidel Castro. Se trata del testimonio de su experiencia como embajador y testigo de uno de los períodos más controvertidos de la historia de la isla, en el que la ambivalencia que siempre ha caracterizado las relaciones entre Estados Unidos y la isla, queda, una vez más, demostrada. En el momento de su publicación el libro no tuvo el eco que merecía: entonces la opinión pública mundial era presa del embrujo que ejercía el naciente mito revolucionario cubano en el imaginario, en particular entre las elites intelectuales y universitarias por lo que no se le prestó la debida atención; luego, el libro cayó en el olvido. Se trata, sin embargo, de un documento esencial si se quiere ahondar en los acontecimientos que presidieron la toma del poder por Fidel Castro, y en particular, la relación de éste con el poder estadounidense, y más precisamente con la CIA.
Earl E. T. Smith, egresado de la célebre Universidad de Yale, fue nombrado embajador en Cuba por Eisenhower . La orientación oficial que se le impartió a instancias de sus propios superiores jerárquicos, el director de la Oficina de Asuntos del Caribe y México y aprobada por el subsecretario de Estado para Asuntos Latinoamericanos, comprendió una larga entrevista con Herbert Matthews, el célebre periodista del New York Times, autor del lanzamiento de la Figura de Fidel Castro en Estados Unidos, tras haberlo entrevistado en la Sierra Maestra. Hecho que hoy aparece a todas luces como parte de un montaje del Departamento de Estado, pues la caída de Batista coincide con la publicación de los reportajes sobre la sierra Maestra en el New York Times. Que un periodista sea quien le comunique a un futuro embajador la orientación oficial que inspire su misión no es corriente en la historia de la diplomacia, de lo que se deduce el grado de influencia de Matthews en el seno del poder estadounidense. Matthews le expresó a Smith que tenía la firme creencia de que lo más apropiado para los intereses de Cuba y del resto del mundo, sería que Batista abandonara el poder. Smith no tardó en percatarse de lo que expresaba el periodista, era la opinión y los objetivos del personal subalterno del Departamento de Estado. Matthews viajaba frecuentemente a Cuba y Smith tuvo que vérselas con él en más de una ocasión.
Estando ya en Cuba el embajador Smith se percata de la influencia comunista en el seno de la guerrilla, sin embargo, se enfrenta a obstáculos y a maniobras de todo tipo las veces que intentó dar a conocer este hecho a la jerarquía del Departamento de Estado, pues sus informes eran retenidos en el “Cuarto piso”, precisamente, por esos intermediarios medios que en toda administración gozan de un poder inmenso, y que en lo relativo a Cuba escuchaban a Matthews lo que de hecho determinó la política de Washington hacia Castro: “La embajada en La Habana mantenía relaciones normales con el gobierno reconocido de Cuba. El cuarto piso mantenía relaciones con los representantes de los revolucionarios y prestaba atención a sus peticiones. Eran recibidos cordialmente y los corredores del cuarto piso estaban llenos de partidarios de la revolución cubana”, constata Smith. Las autoridades americanas cerraban los ojos ante las flagrantes violaciones de las leyes de los partidarios de Castro que exportaban desde el territorio americano: armas, municiones y combatientes a la isla.
La insistencia de Smith acerca del peligro que representaba Castro, pronto demostró que no se ajustaba a las orientaciones expresadas por Matthews. De hec
La ambivalencia entre Fidel Castro, el Departamento de Estado y la CIA.
por Elizabeth Burgos
“El cuarto piso” es el título del relato publicado en 1962 por Earl E. T. Smith, embajador de Estados Unidos en Cuba durante el período crucial de 1957 a 1959, que coincidió con la toma del poder por Fidel Castro, en el que este testigo y actor de primer orden, demuestra el papel decisivo jugado por el Departamento de Estado en la caída de Batista y en facilitarle el acceso al poder a Fidel Castro. Se trata del testimonio de su experiencia como embajador y testigo de uno de los períodos más controvertidos de la historia de la isla, en el que la ambivalencia que siempre ha caracterizado las relaciones entre Estados Unidos y la isla, queda, una vez más, demostrada. En el momento de su publicación el libro no tuvo el eco que merecía: entonces la opinión pública mundial era presa del embrujo que ejercía el naciente mito revolucionario cubano en el imaginario, en particular entre las elites intelectuales y universitarias por lo que no se le prestó la debida atención; luego, el libro cayó en el olvido. Se trata, sin embargo, de un documento esencial si se quiere ahondar en los acontecimientos que presidieron la toma del poder por Fidel Castro, y en particular, la relación de éste con el poder estadounidense, y más precisamente con la CIA.
Earl E. T. Smith, egresado de la célebre Universidad de Yale, fue nombrado embajador en Cuba por Eisenhower . La orientación oficial que se le impartió a instancias de sus propios superiores jerárquicos, el director de la Oficina de Asuntos del Caribe y México y aprobada por el subsecretario de Estado para Asuntos Latinoamericanos, comprendió una larga entrevista con Herbert Matthews, el célebre periodista del New York Times, autor del lanzamiento de la Figura de Fidel Castro en Estados Unidos, tras haberlo entrevistado en la Sierra Maestra. Hecho que hoy aparece a todas luces como parte de un montaje del Departamento de Estado, pues la caída de Batista coincide con la publicación de los reportajes sobre la sierra Maestra en el New York Times. Que un periodista sea quien le comunique a un futuro embajador la orientación oficial que inspire su misión no es corriente en la historia de la diplomacia, de lo que se deduce el grado de influencia de Matthews en el seno del poder estadounidense. Matthews le expresó a Smith que tenía la firme creencia de que lo más apropiado para los intereses de Cuba y del resto del mundo, sería que Batista abandonara el poder. Smith no tardó en percatarse de lo que expresaba el periodista, era la opinión y los objetivos del personal subalterno del Departamento de Estado. Matthews viajaba frecuentemente a Cuba y Smith tuvo que vérselas con él en más de una ocasión.
Estando ya en Cuba el embajador Smith se percata de la influencia comunista en el seno de la guerrilla, sin embargo, se enfrenta a obstáculos y a maniobras de todo tipo las veces que intentó dar a conocer este hecho a la jerarquía del Departamento de Estado, pues sus informes eran retenidos en el “Cuarto piso”, precisamente, por esos intermediarios medios que en toda administración gozan de un poder inmenso, y que en lo relativo a Cuba escuchaban a Matthews lo que de hecho determinó la política de Washington hacia Castro: “La embajada en La Habana mantenía relaciones normales con el gobierno reconocido de Cuba. El cuarto piso mantenía relaciones con los representantes de los revolucionarios y prestaba atención a sus peticiones. Eran recibidos cordialmente y los corredores del cuarto piso estaban llenos de partidarios de la revolución cubana”, constata Smith. Las autoridades americanas cerraban los ojos ante las flagrantes violaciones de las leyes de los partidarios de Castro que exportaban desde el territorio americano: armas, municiones y combatientes a la isla.
La insistencia de Smith acerca del peligro que representaba Castro, pronto demostró que no se ajustaba a las orientaciones expresadas por Matthews. De hec