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*__#_*_e_ * ! re Bie: —* 4 — 4 * 5 | *‘ ALBERTO MONTALVO OCHOA 4 6. © * | A LOS. MAESTROS ECUATORIANOS r ta p a “ oe | At an ‘ ‘i * / / vu * ALBERTO MONTALVO OCHOA 47TY - M10. ALBERTO MONTALVO OCHOA J Es un espiritu inquieto, batallador y vibrante. éCd- mio no serlo, si por sus venas circula también la sangre ardiente del Cosmopolita? . . . Sofiador incorregible, de aquellos que se hunden en la penumbra de bellas, pero “muy humanas utopias, o que parecen serlo, Heva, como un glorioso estandarte, entre sus morenas manos crispa- das, su rebeldia suprema y su juventud prometedora, to- da brios y esperanzas. Su verbo calido, convincente y agresivo, que posee is justiciera, la imprescindible agresividad de los innova- dores, de los que hacen de Ja idea un ariete demoledor y formidable, se earacteriza por el poder incontrastable del argumento que no se puede refutar; es el litigo de tres ramas que cruza el rostro arrogante y rubicundo de la aristocracia burguesa y problematica; es la mano airada que descorre, sin misericordia el velo piadoso de Jas me- dias tintas y que luego pone al devcubierto, al rojo vivo, c4m eres sociales, realidades Jamentables. Su palabra fusti- gadoia, no sabe de cobardias ni contemporizaciones y gus- ta de Hamar las cosas por su verladero rombre, sea éste el que fuese, cualidad tan rara en nuestros tiempos, en que se tarifan Jas conciencias y las plumas. Es un triunfador rotundo, porque en torno de su palabra realista, duramente justiciera, inexorable, se ha he- cho el comentario “la triunfal apoteosis de la ‘protesta* m ha surgido la discusién, todo ello patrimonio exclusivo de los verdaderos valores, es un triunfador, porque, cuando hablo a sus compafieros adormecidos, a esa verdadera ma- si proletaria, muchos de ellos, satisfecha quizi con su suerte vegetativa, que se debate, sin darle mayor impor- taucia, entre las garras implacables de !a miseria, supo a- Ublietece del Fdciee dol S65" al oi corelaele Culture Sceetestes oe ee 2 rrancarles un enorme aplauso, que era también como un inmenso alarido, muy humano, de protesta; porque su pa- labra, admonitiva y cdustica, que nos recuerda la sublime frase del guerrero galo, que orendéd a los muertos po- nerse en pie, porque sus frases todo fuego y acicate fue- ron para no pocos ds sus camaradas como el “surge et ambula“ biblico, porque su palabra fraternal y valerosa Negé al alma misma de ellos, de esa noble y heréica fa- lange; heréica mas que una pléyade de guerreros, que burila el corazén infantil, atrueque de su vida, para reci- bir en premio la coronade espinas de la ingratitud y el ser injustamente preteridos del concierto social, en esta tie- zradel axioma que dice: “Cuadnto tienes, tanto vales‘. . . Con su alocucién que vibra todavia y es un deste- lo luminoso, que hace entrever jornadas mejores y mira- jes de esperanza, Alberto Montalvo Ocha ha sembrado ideas, que pueden tener proyecciones de trascendencia de- cisiva, para aleanzar que el Maestro de escuela, ese ab- negado y casi divino, ocupe entre nosotros, como en los paises de la vanguardia del pensamiento, el sitial honro- so, que en derecho le corresponde; para que se valorice la sublimidad de su misién, que hace de él el factor do primera fuerza en el desarrollo cultural de los paises y de las razas. Tengo el honor de presentar a los Maestros de mi Patria, el discurso de Montalvo, en donde palpita toda su alma, que si contiene las sobrias bellezas de un estilo e- legante, al par que rebelde y exaltado, como su tempera- mento, como su estirpe de luchadores, también es una fusta, un espolazo y una arma; presento a los Maestros ecuatorianos la palabra colorosa de wn redentor, que por serlo, talvez sea crucificudo; el veibo célido de este otro Montalvo, que tanio promete, que tengo para mi que es el tinico rebelde que atin nos queda, en esta hora de su- misiones, de fuerza mayor, de incondicionalismos insince- ros y de besamanos serviles; do este muichacho sofiador, oe que declama admoniciones y escribe versos, cuya atavi ca altivez encuadra tan bier su personalidad, que lleva con honor un apellido ilustre, que es ya todo un simbolo de dignidad humana y de rebelién contra Jas tirantas, Trancisco Mancero V, Riobamba, Abril—1928. El corazén del silencio palpitaba y era su musica un chorro de cadencias que caian como notas asordina- das de un violin lloriqueante. Yo, ni despertaba ni dormia; la catalepsia de la sub- conciencia dominaba; era una victima inmolada, resigna- damente quieta, sobre el altar de sombras absurdas que enfilaban milecho como cirios diabdlicos con chisporroteos infernales. Afuera la luna y un ladrido, y en el tablado un yayo azulpalido tendido a Jo Jargocomo un espectro can- sado; alla. . .a Ja distancia, fanebremente- conversaba de encantos y timieblas en doce vocablos pausados un tu- berculoso reloj. Hora callada, misticamente miedosa, como si cami- nara a tientas y de puntillas y fuera dando movimiento —t- de eternidad a todas las cosas; hora harto vacia de vida y muy lena de muerte para pensar en realidades. . .; hora de suefio sin cerrar los parpados; hora modérrica si- luetada, en las paredes, al carbén de un desolamiento ar- tista; hora punto final de una clausula larga, triste, que habla de enfriamientos bruscos, de despedidas no profeti- zadas; hora guidn negro que dice de separaciones de alma y cuerpo como si en busca de las auroras préximas se hu- yera, hecho ave de llamas, cantando muy despasito, pia- nitamente, la cancién de erranza; hora de reencarnaciones cuando torna el espiritu a su seno divino; hora de jura- mentos; hora de terrores cuando se piensa en los seres ol- vidados de Dios y de los homhres. .« Hora de rebelién, hora en la que me senti un Re- dentor, un redentor que habia de predicar con la palabra real, con la palabra de Ja experiencia, con la Filosofia de la desgracia en la mano, para leerles a gritos sus maxi- mas dolorosas, a gritos potentes que rompiera los timpa- nos de esos sordos morales que no quieren oir aquello que ha de destruir su Egoismo hereditario y liviano, Egoismo de estémago y portamonedas. Egoismo trazado en esta frase dicha con altisonancia de mandatario y prosaica declamacién de burgués acomo- dado: “Sefior la Sierra es para los Serranos y la Costa pa- ra los Costefios‘*. Aste Culto Caballero supe contestarle: que perdo- ra haberme acercado a solicitarle empleo con titulo ad- quirido a fuerza de estudio; pero que no sabia que estu- viera en suelo extranjero al hallarme en Guayaquil. A estas horas me habra olvidado y uo recordara ha- ber dicho tal frase; era youn muchacho de 18 ajfios a quien se le podia, dospedir con ese mohin peculiar de em- pleados de Banco y Deidicos Tesoreros inflados de ueu- rastenia y tan amarijlos como el oro ajeno que manejan y sienten tanta pena de darlo como s fuera propio. Hora como ésta, vocabulié el juramento, de defen- —5— der al maestro, de desesclavizarle, de arrancarle de los brazos de la pasividad; decirle quien es. . . y quien de- be ser. El juramento fué salvaje: el cabello en desorden, terriblemente delirante, con la dicstra extendida a un va- cio tiniéblico y las pupilas_ chispeantes. Y asi mismo, la noche del 12 de Abril de 1928, avanzé valientemente rabiante, al escenario del Salén do Actos de la “Escuela 21 de Abril’, de Ja ciudad de Rio- bamba, para pronunciar mi discurso. no diré para pro- nunciar, para gritar fue, para chillar, para rugir como un cachorro bravio. Iba a retar a todos y la concurreniia que yo nece- sitaba la encontré alli: Maestros, proletanado, militares, frailes, burgueses y pseudo--aristdcratas. Y empozé con el énfasis que necesita un chillido desesperado, encendido en célera, con la plenipotencia de mis veinte afios, agolpando mi sangre a todas mis ve- nas, esta sangre mestiza, esta sangre roja, ultraroja, co- ano mi pabellén doctrinario, en cuya franja no permito que se reflejen melancélicas azulidades de aguas tranquilas. Los aplausos me obligaron a suspender varias veces el curso de mis frases; la verdad amarga les dolia como un euerazo Nazarénico y les hacia reaccionar con una ovacidn. Y cuando terminé vino el abrazo caluroso y frater- nal del camarada franco, valiente, que so unia a mi pa- ra ser rebelde contra la humillacién y el pauperrismo. Para imponerse como un talento y como un apéstol » reclamar con el derecho que da el deber cumplido el puesto al que es acreedor. Pero muchos me dieron la felicitacién tibia, aquella «je proporciona el miedo a Ta autoridad oaJa envidia hi- lécrita, ivrisoria, despreciativa. Era el miedo de quedar sin los 60,75 u 89 sucres que le pagaba el Gobierno por isiete horas de trbaajo diario! Era la envidia ruin, del mendigo de talento que gus- = ta sele conceda inteligencia sin reconocer que su craneo, en Ja mayoria de los casos, tan sdlo sirve para incubador de absurdos y sandeces, Me reide aquellos y encaminé mis pasos a hacer co- nocer mi palabra a todos los maestros de la Republica; to- dos los érganos de publicidad a los que apelé me negaron la aceptacién diciéndome con un gesto de tragicos esbi- tros: ‘Habla contra el Gobierno®. Hoy hago la publicaeién con mi propio dinero, pocos ejemplares salen; perosiuno de ellos tienes en tu mano, camarada mio, lee en lo alto de una azotea si no puedes subir a la cima de un cerro o una montafia, vuelve después tus pupilas ala ciudad, a la aldea o al anejo, y si crees que tengo razén extiende la diestra y jura conmigo: Redimirte 0 Morir. AusBerTo Moxtatvo Ocuoa. Cuenca, Dbre. de 1928. A los Maestros Ecuatorianos Por vosotros Camaradas, Nazarenos de todos los si- glos a quienes muchas veces os pagan en premio a vues- tro afan de Redimircon una cruz para el calvario de la vida y una esponja de hiel parala muerte. Por vosotros van mis frases no como un consuelo si- no como intérpretes débiles de algo que muchas veces sin- tieron y sinembargo no lo expresaron, porque vuestra gar- ganta oprimia la mano de la autoridad. . iSalud Maestros Ecuatorianos! Sabeis Jo que es un maestro? Muchos no Jo saben. El maestro no es un hombre porque es un martir y los martires de la ciencia como los que en holocausto divi- nose ofrendan en los sacros altares dela Patria, son seres distintos de los que atraviesan el planeta riendo a carca- jadas y satisfechos de su mediocridad... l martir, como dijo Don Juan Montalvo, Maestro ecuatoriano, gloria de su Patria y “orgullo del género hu- mano“, es mas que el héroe. ¢Y que diremos de un héroe martir? No cabe clasificarlo en la meaquina escala humana, en la escala donde se surge no a fuerza de inteligencia, abnegacién y martirio sino acosta de la lisonja empapada en servilismo. En esa escala donde se sufre por un exceso de alti- vés y se goza por un déficit de méritos; en esa escala don- de el ruin y aquel que tiene la mano manchada con la sangre del homicidio empufia el cetrode Ja autcridad y acaba con lo que significa honradez, dignidad, grandeza de alma; 4 esta escala no pertenece 6] maestro que es un héroe y un martir, alma de otras almas, perfume de la flor de infan- cia, lo mds grande y lo més tierno, una conjuncion subli- me de lagrimas y sonrisas, porque el corazon del maestro es infinitamente tierno como el regazo de una madre y puro como un ensueiio primaveral. . .. . iMaestro!. . . Si, hablemos de ese maestro de escue- la, que maestro no es aquel que vaa la catedra de Filo- sofia y Literatura y dasu leccién con.o quien meg: una planta torcida sin importarle acaso que, sus frutos scan un todo de moralidad y grandeza. . ... . Hablemos de ese Macstro, a quien el mundo le cono- ce con el nombre de maestro de esvuela, nombre santo y venerado en los pueblos mds cultos, pero que en nuestro ~ombrio ambiente es sinéuimo de Hambre, D«-sgracia yCom- DasiOn ae ae Gee E La Roma y la Grecia antiguas tomaron’ al esclavo, a ese especie de hombre atrofiado, tres cuartos de materia y uno de espititu, para que se encargue de educar el al ma infante. Desde entonces hasta esta época, la persona- Hidad del maestro ha evolucionado inmensamente; mas, el 8 concepto ideolégico en la mayoria delos cerebros, sigue siendo el del histérico pedagogo, el esclavo Romano o Grie- go que conducia al nifio siempre asido de su mano no por amor, sino por un pontazgo de lacayismo. . . La humanidad en su transcurso imperturbable com- prendiendo que el hombre cuando adultoy en la mayoria de los casos, no procede sino conforme a sus primeros prin- cipios, y llevada de su utopismo innato, creyé que mode- Jando primeramente modeladores, podrian hacer de la raza de los hombres voluntades capaces de parangonarse con los dioses de un Olimpo. La edad media, interpretando vagamente este anhelo universal, esboza las cualidades de un maestro; con los pri- meros destolios de una psicologia infantil nace la necesi- dad de una alma todo ejemplo, el verdadero maestro; se cambié un tanto su concepto ideolégico, pero el maestro vida, el maestro realidad seguia siendo, como hasta hoy lo es en nuestra Republica, el infeliz harapo que tiene que descubrirse la cabeza ante el minimo empleado de Ins- truccién Publica . F La edad moderna sublimizando el concepto del maes- tro clama que no hay moneda con que remunerarle, y quizds prostituyendo la rublime ideologia de esas frases de Lutero, en los actuales tiempos atin se aplaca el hambre del maestro con un misero sueldo que se Je prodiga con un sefio adusto y un mohin de repngnancia. Por ultimoel siglo XX., el siglo Luz, el siglo cum- bre, el siglo Aguila, cl siglo aborto, el siglo ciclope, el siglo del Hombre Dios, este siglo y dentro de nuestra Na- cién ¢qué concepto del Maestro? iMaestro! iMaestro!, todo moral come fiel discipulo de Cristo y todo filosofia’como sincero compaficro de Sd- crates, si no te coudenan por derramar el bien en los co- razones a la Cruz y a la Cicuta, el edicto grosero te sen- tencia a cerrar tus labios bajo pena de hambre y de mi- ESTEVE) oo allo —9— iMueca humanaj iSarcasmo terrible! quien pone fuego en la gelidez de un corazén, pensamiento en un cerebro hue- co, luz en las sombras de una alma, quien labra un terre- no de granito sin mds arma que sus garras ni més agua que e] jugo de sus lagrimas, esa especie de espiritu divi- no, ese. . . ese hadeser el triste maestro que hasta hoy coopera con su hambre al enriquesimiento de la burguesia... iMaestro! nombre divino y grande: Jesise] Divino Maestro, no fue mas sublime por Ilamarse hijo de Dios, cuanto por apellidarse Maestro: flor de Galilea, brotada en un espinal todo veneno y corrupcién supo ensefiar al mun- do que un Maestro para llamarse tal debe ser el afelio de lo que se trasluce por Ruindad, Servilismo, Hipocresia. E] sufre, si, sufre sin hablar, su protesta silenciaria es propia de una epopeya Deidica; mas no he leido nun- ca que Cristo con ser Cristo a aquellas manos que le coro- naron de espinas las haya besado. Si, esto nolo hizo el Divino Maestro, mas este Maes- tro humano al ver que a sus espaldas se sublevan una multitud aterradora de fantasmas que se Iaman necesida- des, sonrie ante la mano que le clava la lanza pretoriana en lo mas profundo del corazén y con una lagrima de gra- titud besa esa mano asesina, esa mano autoritaria que a- caricia la cabellera felénicamente esperando el momento para exclamar: “Yo tengo garras“, si la garra del poder, la garra de la autoridad, esa garra que en el] pecho del timido maestro, del martir, abre Ja herida en cuya cicatriz quedan las vibraciones de la injusticia autoritaria, de la garra del Superior. . . iMaestros! jMaestros! como si fuérais un rebafio de corderos ciegos, muchas veces os ponen de guia aun lo- bo que espera que os extravieis del camino para deciros: “Si vosotros sois los corderos extraviados aqui estén no mis brazos sino mis garras para decretaros a la llaga y la miseria. . . éQué ha ganado el maestro en cuanto a su condi- NN ——————— —10— eeondmica vy social de medio siglo ac&? Decidme éque ha ganado? Si, hoy gana de 60a 100 y antes 1b, mucho ha ga- nado en cl citeno ebsurdo de un cerebro obtuso que no compara las condiciones eeondmieas de eincuenta afios aca. No guiero hacer wu grafico de necesidades, mas seguro es- toy que cl maestro remunerado con 60 sueres al fin del mes tiene un saldo de deudas a su favor por el doble de lo que gana. Esto heblando de su estado pecuniario. éQue diremos encuanw a su condision social? Socialmente juzgiindole, el maestro no es noble, ni burgués, ti cholo. niindio, El] solo nombre de maestro en las almas mediocres inspira un satirico gesto de desdén adjuto al concepto de necesidad....Cabida no tiene en las altas esferas del dinero porque es pobre como Cristo, y en las de la noblova, jqne vaa tenotla! en la nobleza ecuatoriana en el cireulo de esa rancia aristocracia donde el cabello ru- bio es alto signode geuialidad o hidalguia, de esa arts- tocracia cuyas genealogias cuentan por Jo menos con un Caco si «=! enctentro no nos sale con sangre agul en las venas i: Judas n Brrabas .En Ja burguesfa tampoco, porque ers se el virus del explotador, del mercai sili ie tras su miscara de impon- derable bu lo la sonrisa de la perfidia ¥ la oct ay porque el maestro no debo s+ aU vf de Ja piole de tos ser- snus ecarmes pala verdugo. Y por vuelve Cou sLonatizacion v ariaa que Je hace cl aun histérico feu- nconmendero de la A- iocaremos al Maestro? ‘o que despiecia el scrvihs- vin humillacién infamante,

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