Você está na página 1de 14
nel espacio publico, en la ciudad, hom- bres y mujeres estan situados en dos extremos de la escala de valores. Se opo- nen como el dia y la noche. Investido de una funci6n oficial, el hombre publico des- empena un papel importante y reconocido, Con mayor 0 menor fama, participa en el poder. Es posible que se le rinda un homenaje pos- tumo nacional. Es candidato potencial al Pante6n de los Grandes Hombres que la Patria, agradeci- da, honra. Depravada, perdida, lubrica, venal, la mujer publica es una “criatura”, una mujer comun que pertene- ce a todos. El hombre publico, sujeto eminente de la ciudad, debe encarnar el honor y la virtud. La mujer pu- blica constituye su vergtienza, la parte oculta, di- simulada, nocturna, objeto vil, territorio de paso, disponible, sin individualidad propia. éPor qué esta asimetria de palabras y de imagenes que puede inducir a que numerosos lectores pien- sen esponténeamente que este libro esta dedica- do -jy por qué no# a las mujeres de la noche? Nuestra intencion es, precisamente, tratar de com- prender la diferencia de sexos que se manifiesta abiertamente en la ciudad. “Publico” tiene aqui dos significados, que en par- te se sobreponen. La “esfera ptiblica”, por oposi- cion a la privada, designa el conjunto, juridico o acostumbrado, de derechos y de deberes que di- bujan una ciudadania; pero también los lazos que tejen y forman la opinion ptiblica. Mas concreto y material, “el espacio publico’, equivale, en términos generales, a la ciudad; es un espacio sexuado, donde hombres y mujeres se encuentran, evitan © buscan, Sus relaciones estiin en el centro de la intriga, aunque aqui se trate sobre todo de mujeres: sdlo en esta duali- dad, en esta relaci6n dinamica, amorosa o indi- ferente, deseante o conflictiva, se comprende su lugar. El espacio regula y expresa a un tiempo esta dualidad, la torna visible. En esto se apoya el interés que concedemos a la politica y poéti- ca de los lugares. E] lugar de las mujeres en el espacio ptiblico siem- pre fue problematico, por lo menos en un mundo occidental que desde Grecia antigua piensa la ciu- dadania y construye la politica como nucleo de decisi6n y poder, “Una mujer esta siempre fuera de lugar en publico”, dice Pitagoras. Adhiere una idea de desorden a la percepci6n de la mujer. Sal- vaje, instintiva, mas sensible que razonable, mo- lesta y amenaza. La mujer nocturna, bastante hechicera, desencadena las fuerzas incontrolables del deseo. Eva eterna, desafia el orden de Dios, el del mundo. El cuerpo de las mujeres, su sexo, pozo sin fon- do, espanta. Y las ciencias naturales y bioldgi- cas, en pleno auge desde el siglo XVIII, nada arreglan desde este punto de vista. Anclan un poco mas la feminidad en el sexo y a las muje- res en un cuerpo que los médicos escrutan. Es- tos las califican de enfermas perpetuas, de histéricas, de vivir en los limites de la locura, nerviosas, ineptas para la abstraccion, la creaci6n y, sobre todo, para el gobierno. Inquietan a los organizadores de la ciudad, que ven en las mul- titudes, donde ellas estan tan presentes, el peli- gro supremo. Los sicélogos de multitudes (Gustave Le Bon, Gabriel de Tarde, Hippolyte Taine...) les atribuyen los excesos de la Revolu- cién. Masacradoras de septiembre de 1792, in- cendiarias de la Comuna, capaces de todos los excesos, son las arpias y las furias de todas las insurrecciones. Se teme, por lo tanto, la intru- sion de las mujeres en la politica, hasta su mera influencia. Catalina de Médicis, Maria la Sangui- naria, Maria Antonieta e incluso, aunque en me- nor grado, la emperatriz Eugenia, forman el temible cortejo de siniestras inspiradoras. Para Michelet, los desastres de la Historia, hasta en la Revoluci6n francesa, estan ligados al desequi- librio de los sexos. La mujer esta hecha para la familia y la vida doméstica. Su vocacion es la de madre y cuidadora de la casa, ]o cual resulta su- mamente beneficioso para toda la sociedad. Estas representaciones, estos temores, atraviesan el tiempo y arraigan en un pensamiento simbdlico de la diferencia de los sexos, cuyo poder estructura- dor han mostrado los antrop6logos. Pero estas re- presentaciones adoptan diversas formas seguin las épocas y conforme, también, a las maneras de ma- nejarlas. En las sociedades que piensan lo politico, esto se aprecia en una divisi6n razonable de los roles, ta- reas y espacios sexuales. Asi sucede en la ciudad griega o en la Republica romana. También en la democracia occidental moderna. La Revoluci6n francesa es, en este sentido, un momento impor- tante de recomposicién. Funda el espacio publico contempordneo, el que aqui nos ocupa. Lo publico y lo politico, su santuario, para los hombres. Lo privado y su corazon, la casa, para las mujeres. ;Acaso este poder sobre las costum- bres no es lo esencial al cabo? Muchas mujeres lo creen y es una de las razones de su relativo acatamiento. Pero esta aparente sencillez se com- plica con el encabalgamiento de las fronteras. Las mujeres circulan por el espacio publico, al cual las llaman sus funciones mundanas y domésticas. Los hombres, de hecho, son los duenos de lo privado y especialmente de la familia, instancia fundamental, cristal de la sociedad civil, que go- biernan y representan aunque deleguen en las mujeres la gestion de lo cotidiano. Otro motivo de la confusi6n del espacio: los la- zos que tejen los medios de comunicaci6n. Como si fueran ondas, la palabra, la imagen, la escritu- ra -y ya llegaran la radio, el teléfono, la televi- sion...— subvierten las fronteras, que resultan mas y mas permeables y favorecen las incursiones. Una mujer puede escribir en la intimidad de su habi- taci6n un libro o un articulo de prensa que la in- troducen en el espacio publico. Por esto la escritura, que se puede practicar en el domicilio (como la pintura), es una de las primeras conquis- tas femeninas y también una de las que suscita- ron mayor resistencia. Hay muchos medios, en suma, directos o indirec- tos, de ser una mujer publica, siempre que a esta expresion se le conceda alguna extensién. Pero ser reconocida como tal resulta mas dificil y siem- pre es sospechoso. Algunos limites se desplazan mas que otros. A lo largo de estas fronteras cam- biantes, se modifican las relaciones entre los hom- bres y las mujeres como las figuras de una danza interminable. Ingresado con bastante violencia en la era demo- cratica, el siglo XIX inmoviliz6 algunas de esas fi- guras. Configuré nuestra modernidad. Por ello nos apegaremos a él de modo especial, como a una edad clasica que esta en vias de superacién pero atin muy presente. El caso francés, por sus mis- mas contradicciones, es un laboratorio lleno de ensenanzas. Lo vamos a comparar con otros, so- bre todo con los modelos anglosajones, pero ha- bria que ir mucho mas lejos en esta linea de comparaciones. ;Qué es una mujer publica en el mundo mediterraneo? ;Qué diferencias hay, desde este punto de vista, entre Italia, Espana, Grecia y Portugal? La Ilustraci6n, y después la cultura ja- cobina, fueron muy fuertes sobre todo en Italia. Y las mujeres estuvieron muy presentes, abrieron salones, crearon periddicos, se comprometieron en sociedades secretas, trabajaron por la unidad italiana. La historia de las mujeres, muy desarrollada en los ultimos veinticinco anos, se dedic6 primero a describir sus roles privados, deteniéndose en ellas alli donde estaban; y esto pudo haber provocado que allf se las encerrara por la mera repeticion de lo mismo. De aqui proviene el deseo actual de seguirlas en la ciudad, en la nacion, enfrenta- das a una ciudadania social y politica que se les prohibe, que se les escapa, pero a la que de he- cho se estan incorporando progresivamente. En este campo se desarrollan hoy los trabajos mas innovadores. Por eso, en la actualidad, se esta planteando con una urgencia particular el tema de la re- presentacion y la participaciédn de las mujeres en todos los niveles del poder. ;Por qué las mujeres, que conquistaron la igualdad civil, la instruccion, el salario, algunas formas de la crea- cién, los deportes de alto nivel, etc., tienen tan- tas dificultades para llegar a los mandos de la ciudad, sean éstos econdémicos o politicos? El presente siempre plantea preguntas a la histo- ria y no porque ella tenga la respuesta, sino porque, por lo menos, puede entregar instru- mentos para comprender. éQuién mejor que un periodista, que cada ma- fana enfrenta la actualidad y es sensible al componente sexuado de la historia, y que es, ademas, historiador, puede interrogar sobre este tema? He intentado responder las preguntas de Jean Lebrun en este libro y entrevista, un libro que no menciona las referencias (es ley del género) tomadas de tantas investigaciones a que querria rendir homenaje, pero Ileno de ima- genes que con frecuencia dicen mas que las palabras. Las divisiones entre publico y privado, politico y personal, hombres y mujeres se desdibujan y re- componen un paisaje. ¢Cual sera el del siglo que se anuncia? éQué divisiones nuevas y para qué ciudad?

Você também pode gostar