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La relacin saber-poder y la subversion revolucionaria de la dominacién De Marx a Foucault: poder y revolucién Jorge Luis Acanda Gonzilez Michel Foucault fallecié de SIDA el 25 de junio de 1984, Atrés quedaba una vida marcada por la turbulencia y el comprometimiento. Por delante se alzaba la tarea de inter pretar una herencia te6rica, rica y compleja, cuyo caracter internamente contradictorio ha originado, desde entonces, la construceién de imagenes encontradas, tanto de esta obra como de su autor. Tras la aparicién, en 1966, de su libro El orden de las cosas, Jean Paul Sartre 10 acus6 de querer construir una ideologia nueva, la dltima barrera que la burguesta puede ain alzar contra Marx”.* Afios después, Jiirgen Habermas incluia a Foucault en el grupo de los, por 1 denominados, “jévenes neoconservadores”. Pese a ello, la policta francesa, al parecer sin mucho tiempo para leer a Sartre 0 a Habermas, lo encarcelé en més de una ocasién por extremismo izquierdista, sin haberle podido ganar la ‘dclantera a la tunecina, que ya, en el otofio de 1968, Io habia golpeado en un cruce de carreteras para hacerle entender su deseo de que abandonara el pais, Apoyé a la revolucién irani; fue detenido en la Espana franquista y expulsado por pro- {estar alli contra los crimenes politicos de esa dictadura, y fe manifest6, miltiples veces en las calles parisinas, contra 1 racismo y la xenofobia, contra 1a brutalidad policial y contra el sistema carcelario. E hizo todo eso con igual pasion ¢ intensidad con que protesté contra la represién del mo- mniento obrero polaco y denuncié las arbitrariedades burocraticas del Estado soviético. Fue un critico mordaz del B Partido Comunista francés por sus desviaciones de derecha; ala vez que denuncié la explotacién del proletariado francés yel caricter enajenante de la sociedad capitalista, Terrorista ‘e iconoclasta, proclamé la muerte de las ciencias humanas, la muerte del sujeto, Ia muerte del autor. Tal vez esa orgia de mwuertes, anunciadas con una artlleria verbal tronitronante que inflamé hasta el paroxismo, no tuviera otra intencién ‘que la de hacerse oir en un mundo en el que todo conspira, para que el tinico deceso real sea el de la revolucién; en un mundo donde desde hace diez mil afios se enticrra sin cesar fa libertad. ©, quiz4, todo ello no fuera sino la expresién inversa y sublimada de su pasién por provocar la muerte de a dominacién, Debemos recordar las criticas que se le han hecho. Perry Anderson, Anthony Giddens, Alain Touraine, Jirgen Habermas, Axel Honneth, Nicos Poulantzas y otros, han destacado, con mayor o menor acierto, distintos aspectos débiles de sus concepciones. Casi todos coinciden en una critica basica: su excesiva ontologizacién del poder, lo cual leva a hacer impensable las vias para escapar a su cardct cenglobador. Pero no s6lo hay que rescatarlo de estas y otras) limitaciones, sino también de los excesos de su prosa. Frant= cisco Alvarez-Uria y Julia Varela le seftalan una cierta ro= ‘mantizacién de lo popular, el dejarse Hevar por la impa= ciencia de la libertad en detrimento de la verdad, ast cor ‘un cierto dandismo y malditismo esteticista.' Rescatar a Fe cault de si mismo es momento indispensable en la cri critica para rescatar lo esencial: una linea de indagaci que este pensador fue enhebrando a lo largo de su vida y au constituye su mayor aportacién, Las claves hermenéuticas para una tan dificil cién son varias. La primera, ya la apunté: el conocimient de su vida revolucionaria, de su compromiso anticapitalis raigal. La segunda, es tan elemental que no necesito expli carla: conocer su época, el contexto en el que escribié, I 4 corrientes de pensamiento con las que interactué y que cons- tituyeron el marco de coordenadas dentro del cual cobré para 4 significacién lo que hizo. Una tercera clave nos la brinda, ‘Thomas McCarthy, quien afirma la necesidad de establever las importantes afinidades entre la genealogia del saber/poder de Foucault y el programa de la teoria critica, Siguiendo el ejemplo del propio Foucault, sus comen- taristas han prestado generalmente més atencién a su ruptura con formas anteriores de la teoria social critica que a sus continuidades con las mismas. No ¢s sorprendente que un pensador de su originalidad, que alcanzé su madurez intelectual en la Francia de posguerra, afirme en ocasiones su identidad inte- lectual por oposicién a los distintos marxismos all imperantes. Pero ...ocuparse tinicamente de las dis- ‘continuidades puede llegar a ser contraproducente? No se puede tomar la autopercepcién de Foucault co- mo plenamente valida, y para entenderlo adecuadamente nnecesitamos ubicarlo en su relacin con una linea de pensa~ miento critico que arranca desde Kant, continéia con Marx, y sigue con Nietzsche y Weber. Esta es una premisa impor- nte, cuyo olvido ha Ilevado a interpretaciones inadecuadas. Porque no se puede ver la obra de Foucault como un sistema ‘cerrado, sino més bien como una serie de impulsos difusos y fructiferos. Debemos evitar considerarlo creador de una teoria y verlo, més bien, como un pensador que aporté ideas profundas, pero criticables y revisables. Debemos conducir- ‘hos como coautores y no como discipulos sumisos. El propio Foucault nos instruy6 sobre ello: “Io que yo digo debe tomarse (yomo propuestas, inicios de juegos a los que se invita a participar a quienes estén interesados en ellos; no pretenden fer afirmaciones dogméticas que hayan de ser tomadas 0 cjadas en Bloque”. * Las propuestas foucaultianas adquieren 15 toda su fuerza cognoscitiva cuando se articulan con el tronco de la teoria critica, (Pero cémo ha de hacerse esta articulacién? Pese a ‘su tronco comin, el legado de la teoria critica ¢s tan rico ‘como diverso y contrastante. Al respecto hay una cuarta clave hermenéutica, que he dejado para el final, no porque sea ‘menos importante, sino porque es la mas provocadora. La cemuncié Nicos Poulantzas en 1978, en su libro Estado, Poder {y Socialismo, y no se le ha prestado la atencién debida. Me ‘detengo aqui para rendir un breve homenaje a Poulantzas, ‘una de las figuras que més aportaron ala reflexién sobre el Estado y el poder, y que se malogré a los 43 aftos de edad, el 3 de octubre de 1979, y a quien, tal vez, la Catedra Gramsci pudiera dedicar también un espacio de debate ahora que se ‘cumpliran veinte aflos de su deceso. Quiero destacar que en, la obra antes mencionada, Poulantzas hace un anélisis de las tesis foucaultianas, muy interesante por el balance que intenta establecer entre sus aportes y limitaciones. Es significativo que, a diferencia de los analisis exclusivamente rnegativos de la mayoria de los citicos de Foucault ~paradig- miticamente representados por Habermas y Honneth-, sea Poulantzas, precisamente por ser un marxista, uno de los pocos que intenta hacer un equilibrado balance del aporte de aquél. Y digo que precisamente por set marxista, po Poulantzas apunta una idea que me parece fundamental que constituye esa cuarta clave que aqui propongo: las tes de Foucault no s6lo son compatibles con el marxismo, si que solamente pueden ser comprendidas a partir de él,° No es mi intencién, como no lo fue de Poulantzas, hacer pasar a Foucault por un cripto-marxista, Ni él se ente «4i6 como tal, ni creo que sea legitimo --ni necesario, demas- etiquetearlo asi. Pero si puede afirmarse que com prendié que su propésito sélo era realizable a partir de Mai y de sus descubrimientos fundamentales. Lo que aqui propone es no s6lo la factibilidad, sino la imprescindibilida 16 ‘de una apropiacién del legado foucaultiano desde las posicio- nes del marxismo revolucionario, Toda lectura verdadera implica reestructuracin y reconstruccién. El propio Foucault afirmé la legitimidad de este proceder hermenéutico. Refi- riéndose en cierta ocasién a su relacién con el autor de Asi hablo Zarathustra, afirmé que... lainica contribucién vali- da en pensar como lo hizo Nietzsche reside precisamente en utilizarlo, en deformarlo, en hacerlo gemir y protestar”.* Podremos entender mejor a Foucault silo leemos desde Marx, a la vez que entenderemos mejor a Marx desde los aportes que realizara Foucault. Como afirmé Poulantzas, los andlisis de Foucault “..n0 sélo coinciden, a veces, con los andlisis marxistas (..) sino que pueden enriquecerlos en muchos puntos”. La obra de Foucault se ha prestado a lecturas diver xentes. Una, nos lo presenta como apéstol del estructuralismo Y proto-postmodernista, alguien que habria adelantado muchos de los elementos basicos de la ideologia de la postmo- dernidad. Es cierto que encontramos en sus escritos elemen- {os que originan esta interpretacién. Pero no es menos cierto que podemos encontrar otros muchos elementos ~y esta vez no sélo en su obra, sino también en su vida-- que avalan otra imagen: la de un Foucault revolucionario y situado en la linea de la teorfa critica. Aunque sus propuestas concep- Iwales se afianzan en una reflexién provocadora en torno a los ocultos y complejos mecanismos de difusién capilar del poder, desde la derecha se ha producido una lectura de su herencia que intenta monopolizarloen favor de un mensaje paralizante y desmovilizador. Tenemos que establecer una felacién dialéctica con su obra, asumirla en una recepcién que ha de ser critica por constructiva, Hemos de demostrar 6] sentido subversivo de sus bisquedas, la filiacién revolucio- aria de su proyecto investigativo, la coincidencia de sus {ntenciones con las nuestras. Como ocurre con todo gran Pensador, seguirlo al pie de la letra s6lo nos llevard a la dis~ 1 torsin. Es mejor encontrar la clave que nos permita seguirl al pie de sus intenciones. La tinica apropiacién legitima ‘sus ideas es aquella que sea selectiva y critica, que nos per mita salvarlo de la interpretacién de si mismo que padeci, siempre victima de su subjetividad y el efecto refractador del marco epocal y Ia idiosincrasia del personaje. En un brev pero muy orientador articulo, Carlos Antonio Aguirre Roj nosadvierte la necesidad de enfocar el pensa-miento foucaul- tiano en su relacién con el contexto temporal y, por lo tant ‘en su movimiento y evolucién, Ello nos obliga a entender ‘obra no como un edificio terminado, sino como un complej ¥ variado universo de hip6tesis, teoremas, andlisis, explora- cciones y propuestas, al cual se puede acceder desde miltiph ‘entradas, Pero las claves adecuadas para que estas aproxi ciones sean fructiferas han de extraerse de su vida, del m« cen que su pensamiento se vinculé a la compleja realidad litica y cultural en la que este hombre vivid, y del modo {que intent6 interactuar con ella. Algo muy importante par tun autor qu2 demostr6 ser “particularmente sensible a diferentes experiencias, coyunturas y atmésferas culturale en las cuales se ha visto envuelto y al ritmo de las cual evoluciona y madura también el conjunto de sus diver resultados”. * {En que consistié ese entorno politico y cultural Foucault no habia cumplido aiin 19 aflos cuando en 194! concluyé la Segunda Guerra Mundial. Vivié el esplendor: agotamiento de la segunda oleada revolucionaria mundial, El inmenso prestigio que tuvo en Europa el marxismo cot corriente cultural, y 1os partidos comunistas como referent politico, cedié paso a la creciente derechizacién no sélo la sociedad francesa (marcada por el avance del gaullismo) sino también del Partido Comunista Francés, y al desplicgu de los elementos burocriticos y represivos en la URSS y I nacientes “democracias populares” al Este del Elba, con ef consiguiente embalsamamiento del marxismo, que devil B simple doctrina legitimadora de a més ramplona raz6n politica, Porello rechaz6 esa izquierda esclerosada, reformis~ yy burocratizada, que habia reducido el complejo discurso critico marxistaa un conjunto de formulas y consignas vacias de contenido explicativo. Porque vivi6, mas que sinti6, la -cesidad de desarrollar una teoria que permitiera profun- dizar en la critica de todo el nuevo conjunto de importantes contradicciones sociales que surgian, y ante las cuales aquel marxismo emasculado se mostraba impotente. De ahi, su rechazo agudo al “marxismo de los partidos”, definido por los partidos comunistas, que son los que deciden como usted ha de usar a Marx para lograr queellos lo declaren marxista, ’ [su impugnacién del) stalinismo post-stalinista, que al excluir del discurso marxista todo aquello que no sea una repeticién temerosa de lo ya previamente dicho, no permite develar dominios inexplorados ... El precio que los marxistas pagaron por su fidelidad al vicjo positivismo fue el de una sordera radical a toda una serie de cuestiones plantcadas por la ciencia. '° No fue pese, sino més bien gracias a su rechazo a ese marxismo y a ese comunismo, que pudo afirmar su radica~ lismo subversivo, Contemporaneo con el auge revolucionario de los aflos sesenta y con la critica que el estructuralismo le pl tcaba al subjetivismo presente en la fenomenologia y el warxismo, no dud6 en utilizar el utillaje teérico planteado por aquél. La posicin de Foucault hacia el estructuralismo ne parece ilustrativa de la tesis que aqui sostengo sobre la contradictoriedad interna de su obra y el requisito de en- ccontrar en su permanente posici6n revolucionaria las claves para entenderla. Al principio parecié haberse reconocido ‘como estructuralista, y en una entrevista publicada en 1968, proporcioné la clave de su atraccién hacia esta corriente: 9 rechaza la acusacién de “derechista” que se le hace al estructuralismo y lo defiende como indispensable para la subversi6n: “Comprenderé en qué consiste la maniobra, ._.cuando pretenden que el estructuralismo es una ideologia ‘tépicamente de derecha. Eso les permite tachar de cmplices de la derecha a gente que en realidad se encuentra a la iz~ quierda.” Y més adelante agreg6: Creo que un andlisis teérico riguroso del modo de: funcionamiento de las estructuras econémicas, poli- ticas ¢ ideolégicas es una de las condiciones nece~ sarias de la accién politica, en la medida en que la accién politica constituye una manera de manipular y, eventualmente, de cambiar, de transtornar y de transformar unas estructuras (...). No considero que: ef estructuralismo sea una actividad exclusivamente tebrica para intelectuales de salén, creo que puede y debe articularse en unos modos de hacer (...) Creo que el estructuralismo tiene que poder otorgar at accién politica un instrumento analitico que es indis- pensable. La politica no tiene por qué estar obli toriamente condenada a la ignorancia." Noobstante, poco después, Foucault rechazé repetida: mente ser entendido como estructuralista, ¢ incluso escribi Arqueologia del Saber, en 1969, para desmarcarse de ¢ corriente Los sucesos de mayo del 68 activaron su compromi politico y éste marcé decisivamente la evolucién de su pene samiento. Lo que hizo y escribié en los tiltimos quince al de su vida no puede verse separado de las caracteristicas aque! periodo. Fue una etapa marcada, por un lado, por surgimiento de lineas inéditas de investigacion y critica Ta escena intelectual, las que existfan en una relacion mutua estimulaci6n con modos novedosos de lucha politi 80 conducidos en una multiplicidad de nuevas locaciones dentro de la sociedad. Pero también, por la capacidad manifiesta del poder del capitalismo monopélico y tecnologizado de ‘metabolizar a los agentes de la subversién, Touraine nos advierte: “El pensamiento de Foucault corresponde a un periodo de desaparicién de1os actores sociales de oposicién, periodo en que los antiguos actores sociales, sobre todo el movimiento obrero, han sido transformados en aparatos de poder...” Esta carencia de puntos institucionalizados de apoyo ~ni un partido, ni una escucla, ni una teoria~ explica su tendencia a afirmar su identidad intelectual exagerando la significacién del momento de ruptura que su obra repre- sentaba. Foucault se cuidé siempre de diferenciar su rechazo al marxismo vulgar de su posicién ante Marx.” Julian Sau- quillo afirma: La comin repercusién de los acontecimientos poli- ticos del siglo XX en la vida cultural francesa traza similitudes en la trayectoria intelectual de la gene- racién posterior ala II Guerra Mundial que no deben hacer obviar diferencias importantes. Foucault no guarda estrecha relacién con el antimarxismo de la “nueva filosofia” francesa, .. la denuncia de los en- cicrtos socialistas a Foucault no lo condujo al anti- marxismo, al neopopulismo o al liberalismo."* En una conversacién sostenida con J. J. Brochier, publicada en el Magazine Litféraire en junio de 1975, y ante la afirmacién de su interlocutor de que siempre se habia cuidado de guardar distancia respecto a Marx y al marxismo, Foucault responde: Sin dudas. Pero aqui también yo hago una especie de juego. A menudo cito conceptos, textos y frases de 81 Marx, pero sin sentirme obligado a afiadir la etiqueta’ identificadora de una nota al pie de pagina con una’ frase laudatoria para acompaftar esa cita. Si uno hace: 50, es considerado como alguien que conoce y reverencia a Marx, y es honrado en las asi Ilamadas' revistas marxistas. Pero yo cito a Marx sin decirlo, sin poner comillas, y como que la gente es incapaz, de reconocer los textos de Marx, a mi se me considera como alguien que no cita a Marx. Cuando un fisico escribe un texto de fisica, zacaso siente la necesidad: de citar a Newton oa Einstein? Después agrega una extraordinaria profesién de fe: Es imposible, en el presente, escribir historia sin utilizar un conjunto de conceptos vinculados directa © indirectamente con el pensamiento de Marx y sin situarse uno mismo dentro de un horizonte de pensamiento que ha sido definido y descrito por Marx. Se debe incluso preguntar qué diferencia puede haber, en tiltima instancia, entre ser uit historiador y ser un marxista.'s Enel articulo “Foucault responde a Sartre”, definié su trabajo como un momento nuevo dentro de la vieja tradicién de la historia critica, hecha a contracorriente del discurso dominante, tradicién que explicitamente hace re- montar al propio Marx (una idea semejante puede encon- trarse en la “Introduccién” a La Arquelogia del Saber). Creo que aqui reside el meotlo de la cuestién. La reflexién de Foucault sobre el papel del poder en. la conformacién y despliegue de lo social, muestra clara- ‘mente su deuda con un conjunto de tesis fundamentales, contenidas implicitamente en Marx y desarrolladas por algu- nos de sus mejores continuadores, a saber: 82, La asuncién de un enfoque relacional de la sociedad. Siguiendo la pauta indicada por Hegel, Marx asumi6 a la sociedad no como un conjunto de cosas, sino como un conjunto de relaciones sociales. Cualquier fendmeno social ~sea una mercancia, un instrumento de produccién 0 el mismo hombre-~ no es més que lacristalizacién de un sistema de relaciones sociales. En consecuencia, el poder también hha de entenderse desde esta perspectiva relacional -tal como, por otra parte, habia hecho ya Gramsci en sus Cuadernos de la Cércel. La interpretacién del concepto de produccién en su sentido amplio para entender los fendmenos sociales --no s6lo la actividad econémica, sino también las ideas, las pricticas sexuales, las téenicas carcelarias, etcétera-~ como resultados, creaciones, y no como algo dado, fijado de una vez para siempre. Sélo el “paradigma de la produccién”, fomado en esta acepcién integral marxiana, podia permitirle 4 Foucault realizar su objetivo de estudiar las relaciones entre las formas de objetivacién y las formas de subjetivacién humanas, y entender a éstas diltimas como resultados, como producciones, y no como esencias ahist6ricas, dadas desde siempre La comprensién de la revolucién anticapitalista no como simple sustitucién de los agentes detentadores del poder, sino como una profunda y total subversién cultural Las reflexiones de Foucault enriquecen la tesis marxiana sobre la necesidad de la transformacién del modo de apropia- cidn capitalista Rescatar el cardcter revolucionario de su obra y su Vida, por lo tanto, no s6lo no es ocioso, sino necesario. Fou- (ult estuvo siempre muy consciente del cardcter de su lucha y contra quign iba dirigida. Nunca tuvo reparos en seflalar ‘uv identificacién politica con determinadas clases y grupos iales, y en utilizar aquellas categorias acufladas desde icmpre por esos sectores para denunciar su opresién, A partir 83 de 1969, Foucault entraré en «la epopeya izquierdista”. " Al parecer, en mayo de 1971, la primera publicacién del “Gru- pode Informacién sobre la Prisién’, del cual era cofundador, escribié lo siguiente: Los tribunals, las prisiones, los hospitales, los hos~ pitales psiquiatricos, la medicina laboral, las univer: tades, Ios organismos de prensa y de informacién; a través de todas estas instituciones y con distint disfraces, se expresa una opresién que es en su or una upresién politica. Esta opresién, la clase trabaja: dora siempre ha sabido reconocerla, nunca ha dej de oponerse a ella; pero alin asi ha estado obligada padecerla. Pues bien, ahora se esté volviendo intolera: ble para nuevas capas de la sociedad ~intelectuales, técnicos, hombres de leyes, médicos, periodistas, e (..) Esta intolerancia reciente se suma a los combat y luchas que el proletariado viene Hevando a cat desde hace tiempo. Y estas dos intolerancias junt redescubren los instrumentos que habia formado proletariado en el transcurso del siglo XIX. La realizacién de una labor de indagacién sobre es tema no es una simple empresa cognoscitiva Estas investigaciones no estan previstas para mejo suavizar, volver més soportable un sistema opresi Estin previstas para atacarle alli donde se expr bajo otro nombre ~el de justicia, de la técnica, saber, de la objetividad. Por lo tanto, cada investi cién debe constituir un acto politico. Cada invest gacién debe, en cada punto estratégico important constituir un frente y un frente ofensivo, " El dialogo entre Foucault y Gilles Deleuze, publicado en 1972 bajo el titulo “Los intclectuales y el poder”, expresa, claramente el alineamiento de este pensador con la clase obrera y otros grupos explotados y contra la burguesfa. Alli, {ras afirmar que las masas conocen muy bien el sistema que las explota y oprime, agrega: Pero existe un sistema de poder que bloquea, prohibe ¢ invalida este discurso y su conocimiento (...) un poder (..) que penetra profunda y sutilmente todo el tejido social, (..) el papel del intelectual ya no es ‘mas el de colocarse “delante ya un lado” para expresar la verdad suprimida de la colectividad; mas bien, es el de luchar contra las formas de poder que lo convier- ten a él mismo en su objeto ¢ instrument. (..) Esta ‘es una lucha contra el poder, una lucha que apunta a revelar y minar al poder alli donde es més invisible € insidioso. En otra parte de la conversacién dice éQuién ejerce el poder? ¥ en qué esfera? Ahora sabemos con una certeza razonable quién explota a los otros, quién recibe los beneficios, quiénes estén implicados en esto, y sabemos cémo se reinvierten estos fondos. Pero en lo que respecta al poder (...) Sabemos que éste no esté en las manos de los que aparecen en el gobierno. Pero, por supuesto, la idea sobre la “clase dominante” nunca ha recibido una formulaci6n adecuads .... ® Y agrega: En tanto huchamos contra la explotacién, el prole- tariado no sélo dirige la lucha, sino que también 85 vencién. El primero es la critica de Foucault a la soci capitalista desde su concepcién del saber/poder. Su interés no se limit6 a la reflexién sobre el poder en abstracto, sit define sus objetivos, sus métodos, y los lugares instrumentos de confrontacién, y aliarse uno mist con el proletariado significa aceptar sus posicione: su ideologia y sus motivos de combate. Esto signifi total identificacién. Pero si la lucha se dirige cont cl poder, entonces todos aquellos en cuyo detriment se ejerce el poder, todos aquellos que lo encuentran) intolerable, pueden empezar a luchar en su propio terreno y sobre la base de su propia actividad (0 pasividad). Al enrolarse en una lucha que concierne) a sus propios intereses, (...) entran en un proceso) revolucionario, Por supuesto, entran como aliados del proletariado, porque el poder se ejerce en la forma en) que es ejercido para mantener la explotacién capita- lista, Sirven genuinamente ala causa del proletari combatiendo en aquellos lugares donde ellos mismos) son oprimidos. Las mujeres, los prisioneros, los) soldados conscriptos, los pacientes de los hospitales) yy los homosexuales han comenzado ahora una lucha ‘specifica contra el poder particularizado, contra las restricciones y controles que ejercen sobre ellos. Tales) luchas estén de hecho envueltas en el movimiento) revolucionario en tanto son radicales, sin componen- das ni reformismos, y rechazan todo intento de arribar a una nueva disposicién del mismo poder con, ‘maximo, un cambio de titular. Y estos movimientos estan relacionados con el movimiento revolucionai del propio proletariado en la medida en que éste te que combatir contra todos los controles y coacci ‘es que reconducen por doquier al mismo poder. al poder en la sociedad capitalista contempordnea, sus ccaracteristicas y efectos. Su obra es destacable porque repre~ sent6 una importante contribucién a lacritica del capitalismo ‘como sistema de relaciones sociales, y a la utopia liberal. Su propésito fue el de develar los elementos que conforman la esencia de la racionalidad politica de la sociedad capitalista moderna, y el de destacar sus efectos sobre los procesos de ‘conformacién de la subjetividad de las personas, como primer paso hacia la construccién de un saber estratégico. ® No haber comprendido lo especifico de los pilares sobre los que se fundamenta esa racionalidad politica habia permitido que las nuevas formas, espacios y agentes de la revolucién lerminaran siendo asimilados y neutralizados por el mismo poder que intentaban combatir. Se utilizaron esquemas conceptuales estructurados por una légica profundamente inadecuada para el andlisis del despliegue de estas luchas y de sus resultados. La urgencia de desarrollar una teoria concebida como un instrumento que desentrafiara la especificidad de las relaciones de poder y el cardcter que necesariamente han de adquirir las luchas contra éstas, constituyé el motivo que dirigié las biisquedas de Foucault, y ¢s procisamente lo que impone con cardcter de necesidad la apropiacién de éstas por el pensamiento revolucionario, Resalté que el capitalismo se perpetita gracias al de~ sempefio de poderes que se ejercen por todo el cuerpo so- cial, y expuso en su integridad el nexo entre formas de saber, técnicas disciplinarias y relaciones econdmicas, lo que nos permite comprender con mayor precisién la am- plitud de to que Marx denominé relaciones de produecién y, a la vez, la profundidad conceptual expresada en el concepto gramsciano de blogue histérico. Como dijo en luna entrevista concedida en 1977, el “régimen de verdad” del capitalismo no es algo “... meramente ideol6gico 0 superestructural; fue una condicién de la formacién y desarrollo del capitalismo”. ® Hay cuatro aspectos que quiero destacar en esta inter Ss 87 Esta contribucién a Ia explicitacién de la esencia de la dominacién capitalista implicé, a su vez, un solido aporte para la necesaria critica que desde la izquierda evolucionaria tenemos que hacer a las concepciones del ‘marxismo dogmatico y economicista sobre cl socialismo, y alas pricticas politicas que se encarnaron en los paises del socialismo estatalista. ‘Lo caracteristico del marxismo dogmitico y econo- micista fue una visién instrumental del Estado. Si contra la tesis tradicional del “Estado guardién de noche”, Marx afirmé el cardcter clasista del Estado, y apunt6 la necesidad de destruir el viejo aparato estatal y crear uno nuevo como, ‘primer paso esencial de la revolucién desenajenante, lainter~ pretacién positivista ¢ instrumentalizadora del marxismo tentendi esto como un simple llamado a cambiar los hombres que actuarian en esas estructuras cstatales --quitar a los servidores de la burguesia y colocar a los proletarios—, pero ‘manteniendo la logica de funcionamiento de esas estructuras, ~verticalidad, represividad, drigismo, etcétera~. El Estado, al igual que un martillo, no seria mas que un instrumento, y lo Gnico realmente importante es en manos de quién esta, Ciertamente, ya Gramsci habia criticado esa vision sustancialista ¢ instrumental del Estado=poder, y habia proclamado su incompatibilidad con respecto a una teori ‘marxista de la politica y la revolucién, Al entender el ‘como hegemonia, como capacidad de direccién cultural una clase, el autor de Cuadernos de ta Cércel inaugur ‘una perspectiva nueva en a reflexién sobre el poder planteaba una tarea a los intelectuales de la revolucién: ponder a la pregunta sobre cémo se ejerce la hegemonia. Por muy diversas razones, se desafio no fue encar por los aparatos tebricos del movimiento comunista institu cionalizado. Es aqui donde el aporte de Foucault hace donde su obra se vuelve referencia inevitable. No para 88 asumida, sin ms, como un conjunto de respuestas, sino para ser apropiada como un conjunto de indicaciones y proble- Imatizaciones fructiferas para la reflexion, Es cierto que su tratamiento del tema del poder tuvo limitaciones e insufi- ciencias, Pero salvemos algo importante en Foucault: su ‘modo de abordar la cuestién del poder, que es extraordina- riamente rico en incitaciones. Y eso es lo que, en iltima instancia, convierte en imprescindible el legado de un pen- sador. Foucault criticé los errores del marxismo de los par- Lidos en el andlisis del poder, al cual reducen a “epifend- a un mero entramado superestructual, surgido después que aparecen la base econdmica y las relaciones de propiedad, y en relacién unilineal de dependencia con res- pecto a éstas. Pero, como sefialé oportunamente Poulantzas, la comprensién del cardcter relacional del poder, la con- cepcién ampliada sobre el Estado y la idea de la interaccién entre lo econémico y lo politico, estaban ya presentes en el ‘otro marxismo, el marxismo crtico, y no representaban inno vaciones introducidas por Foucault. Poulantzas prefiere hablar de tres “carencias “ del marxismo creador, respecto al tema del poder: a)la carencia con respecto a una teoria ‘general del Estado capitalista; b) la ausencia de un andlisis suficientemente desarrollado de los regimenes y los Estados del asi llamado “socialismo real”; c)la carencia de “nociones {cbrico-estratégicas en estado prictico” sobre la transicién del Estado capitalista al Estado socialista. Estas carencias, de las que sigue adoleciendo en buena ‘medida todavia hoy el marxismo, pueden ser suplidas si se adoptan muchas de las ideas de Foucault como puntos de partida para la reflexién. Recordemos uno de los reproches ‘que dirigiera este autor a los marxistas de su época: su falta de critica a los efectos, caracteristicas y esencia de los meca~ nnismos de poder. 89 .. entre el andlisis del poder en el estado burguésy la tesis de su desaparicién futura, se resienten de una’ carencia: el andlisis, la critica, la demolicién, 1a inversién de los mecanismos de poder. El socialismo, los socialismos, no tienen necesidad de otra carta de las libertades 0 de una nueva declaracién de los derechos facil, pero imitil. Si quieren merecer ser ‘queridos y no decepcionar més, si quieren ser de- seados, tienen que responder a la cuestién del poder’ y de su ejercicio. Tienen que inventar un ejercicio del poder que no dé miedo. * La tesis foucaultiana sobre el caricter esencial de los “micropoderes” constituye una base tedrica ineludible para el desarrollo de ta teoria politica marxista. Algo que, por, cierto, no entendié Poulantzas, quien injustamente dijo de ella que “diluye y dispersa el poder”, * sin comprender como s posible, a partir de esta idea, fundamentar ain mas sélidamente sus importantes consideraciones sobre el nece- sario caracter democrético del socialismo, expresadas al final de su obra mencionada. Piedra fundamental de la teoria foucaultiana es la tesis de que no existe una instancia puntual del poder: “EL poder no es una institucién, ni una estructura, o cierta fuerza, ‘con la que estén investidas determinadas personas, es el nombre dado a una compleja relacién estratégica en una sociedad dada.” *” En otto texto habia sido més directo: “EL poder en el sentido substantivo no existe ".. La idea de que hay algo situado en ~-o emanado de-- un punto dado, y que, ese algo es un ‘poder’, me parece que se basa en un andlisis. equivocado... En realidad el poder significa relaciones, una red mas 0 menos organizada, jerarquizada, coordinada.” * Elestatuto ontol6gico del poder no es el de un “ente objeto”, sino el de un complejo sistema de relaciones. El poder es; relacién de fuerzas. Por lo tanto, no surge después que se ha 90. cstructurado el todo social, sino que es elemento de su, ‘conformacién. Desde el poder se construye la sociedad. No es una camisa de fuerza que se le impone a la sociedad para regular lo que ésta produce, sino que desde el principio sociedad y poder interactian, se producen uno al otro. Por lo tanto, todo fenémeno social, toda relacién social, es vehiculo y expresién del poder. Este no radica exclusivamente en un sector (en este caso, el de los aparatos institucionales pablicos, o Estado), sino que existe una multiplicidad de centros, de vectores de fuerza; los aparatos son sélo puntos de especial densidad, pero en modo alguno espacios en los que se confine el poder. Desde los tiempos de Kant, la epistemologia se ha liberado de la concepcién ingenua de la verdad como repro- duccién idéntica del objeto en el pensamiento, Para enten- derla como un producto social, condicionada por las carac- {cristicas, posicién ¢ intereses del sujeto social que la produce. “La ‘verdad’ ha de ser entendida como un sistema ordenado dle procedimientos para la produccién, regulacién, distri- bucién, circulacién y operacién de juicios, La ‘verdad’ esta vinculada en una relacién circular con sistemas de poder que la producen y 1a mantienen, y a los efectos del poder que ella induce y que la extienden. Un ‘régimen’ de ver- dad”? EI poder se ejerce no tanto por el engafio, ef oculta- ‘iento, el secreto, como por la produccién del saber, de la verdad, y la organizacién de los discursos, en tanto instancias «que articulan la sociedad. “Lo que hace que el poder se sosten- a, que sea aceptado, es sencillamente que no pesa s6lo como potenecia que dice no, sino que cala de hecho, produce cosas, induce placer, forma saber, produce discursos; hay que considerarlo como una red productiva que pasa a través de {odo el cuerpo social en lugar de como una instancia negativa que tiene por funcién reprimir.” * El ejercicio del poder consiste en “conducir conductas”, en disponer el campo de 91 alternativas probables de accién prescntadas al individuo; es algo mas que prohibir: es “gobernar”, es decir, estar en capacidad de estructurar el campo de accién eventual de los otros. El verdadero poder se caracteriza por su capacidad de “inducir”, de encauzar las conductas en una direccién que, lejos de vulnerar su reproduccién, se convierta en condicién de ésta. Lo esencial es este condicionamiento de un marco, determinado de posibilidades de accién. Fue en este sentido que Foucault habl6 de un poder “pastoral”, que logra ejercer, tuna labor de conduccién espiritual de los individuos, porque establece y fija las estructuras y canales sociales de pro- duccién de la subjetividad humana, O sea, un “régimen de verdad”. La construccién de la subjetividad no es un proceso libre, espontineo. Mediante la intervencién de estructuras de socializacién creadas desde el poder, se logra que el des pliegue conductual del individuo se convierta en prolon- ‘gacién de esquemas impositivos. Cada formacién social existente ha requerido, como condicién estructural de su surgimiento y reproduccién, la cexistencia de un “régimen de verdad” afin, La aparicién del capitalismo significé el perfeccionamiento de este meca- nismo productor de subjetividad. El objetivo, para Foucault, es el de develar Ia esencia de la “politica de verdad” del sis- ‘tema capitalista, como fundamento de la pervivencia de su dominacién. El corotario es claro: la eliminacién de la do- minaci6n capitalista tiene que implicar la radical subversion de su “politica de verdad”, la creacién de otra esencialmente diferente, Asi de simple, y asi de complicado. Foucault nos permite comprender en todo su drama tismo la extension de esa tarea. Ella implica destruir los aparatos institucionales represivos, pero también todas las estructuras al uso de produccién de la subjetividad humana, las cuales conforman el modo socialmente establecido d apropiacién de la realidad. Las estructuras que condiciona cel “régimen de verdad” existente en el capitalismo, Sus afi 92. maciones en una entrevista concedida en 1977 adquieren hoy muevos ecos' Este régimen no es meramente ideolégico 0 superes- tructural; fue una condicién de la formacién y de- sarrollo del capitalismo. ¥ es el mismo régimen que, sujeto a ciertas modificaciones, opera en los paises socialistas. El problema politico esencial del inte- lectual (..) es el de investigar la posibilidad de cons- tituir una nueva politica de la verdad, El problema es el de cambiar no la conciencia de la gente ~o lo que ellos tienen en sus cabezas--sino el régimen politico, econémico, institucional de produccién de la verdad. No es una cuestién de emancipar a la verdad de cual- quier sistema de poder (lo que seria una quimera, pues la verdad es ya poder) sino de separar el poder de la verdad de ias formas de hegemonia social, ‘econémica y cultural dentro de las cuales opera en el presente. La sociedad liberadora ha de implicar un cambio total de las estructuras que funcionan como condicién de posi- bilidad de las pricticas objetivadoras de los seres humanos, Sino secrean no ya otras estructuras, sino estructuras anima- das de una légica de funcionamiento radicalmente diferente, cl objetivo emancipador no se alcanzard, Las estructuras de poder son constituyentes del todo social, y marcan desde el inicio la matriz en la que se han de asentar y adquirir su cspecificidad funcional las redes de relaciones que condi- cionan las formas de socializacién y reproduccién de los individuos. Al igual que Gramsci, treinta afios antes, Foucault alerté sobre el caracter difuso de las redes de relaciones que afianzan la dominacién, ¢ insistié en que el poder de la bburguesia no se apoya tan sélo, ni esencialmente, en el control 93 de las estructuras piblicas institucionalizadas de coercion y, violencia (a las que se identifica tradicionalmente con el Estado), sino en su capacidad de regular los procesos de produccién cultural. Un fragmento de una entrevista conce~ dida en 1975 adquiere hoy, a la luz de los acontecimientos Posteriores, un cardcter profético: “Para evitar la experiencia soviética y prevenir al proceso revolucionario de ser derrocado, una de las primeras cosas que hay que entender que el poder no est localizado en el aparato de Estado, y que nada en la sociedad cambiard si no son transformados también los mecanismos del poder que funcionan fuera, por debajo y a lo largo de los aparatos de Estado, al nivel de la, vida cotidiana, de cada minuto.” * A diferencia de la revo- lucién burguesa, que simplemente readecua los mecanismos de dominacién, la revolucién desenajenante no puede menos que implicar una subversién de la légica de funcionamiento de las estructuras de poder. el Estado consiste en la codificacién de un nimera de relaciones de poder que hacen posible su funcionamicnto (...) la revolucién es un tipo diferente de recodificacién de las mismas relaciones. Esto implica que hay muchas diferentes clases de revolu- ci6n, Hablando crudamente, hay tantas clases cor posibles recodificaciones de las relaciones de poder, Y més atin, uno puede concebir perfectamente bi revoluciones que dejan esencialmente intocadas relaciones de poder que forman la base del funciona: miento del Estado.” La revolucién comunista, en tanto proceso que tie como objetivo la desenajenacién progresiva del individ ha de implicar la asuncién de una légica radicalmente die rente del funcionamiento social, que se exprese en la exi tencia de constclaciones humanizadoras de signo inverso. 94 Ahora bien, no ¢s menos cierto que el tratamiento oucaultiano de Ia cuestién del poder tuvo limitaciones insuficiencias. La principal de ellas ha sido sefialada por varios autores: absolutizar la capacidad englobadora y el efecto homogeneizador de las estructuras de poder, lo que, Por ende, le impidi6 explicar cémo surge la resistencia y la oposicién, Foucault contribuyé al andlisis de la racionalidad po- litica del sistema capitalista, Pero esa racionalidad politica s6lo puede ser plenamente comprendida si sc la vincula orgs ‘nicanmente-con las causas del surgimiento y las regularidades «del funcionamiento de ese sistema, En suma, si es entendida como expresién particular de la més amplia racionalidad sistémica de la sociedad capitalista. De lo contrario, sélo se {legaré a una visién incompleta de la complejidad y del cardic- ler contradictorio del funcionamiento del poder en ella. Es precisamente hacia este aspecto adonde se han dirigido las principales criticas a Foucault. La dominacién en el capita- lismo se expresa en un modo especifico, nunca antes existente vomo tal, de articulacién entre individualizacién y totaliza- i6n, en un cambio en la forma del control social, un esfuerzo ¢ngranado de una forma diferente por conducir los procesos ide individuacién, Tras esta constatacién. es necesario plan- {earse un conjunto de interrogantes: ,por qué se produce ese ‘pambio en la dominacién? ;por quécomienza a ser necesaria ishora esa nueva dindmica de las formas de poder? ,por qué ns viejas formas del poder de la sociedad premoderna no {lo pueden, sino que tienen que ser sustituidas en la moder- idad por un nuevo poder discreto, silencioso, racionalizado? 8 respuesta sélo puede hallarse en el andlisis del modo de jocluccién capitalista como un todo. De ahi, que Poulantzas me que la tcorfa del Estado capitalista no puede ser aislada una historia de su constitucién y de su reproduccién. le decir, de un enfoque integrador, que establezca la culacién entre las distintas formas de racionalidad 95 existentes en el capitalismo (la econémica, la politica, la cognoscitiva, la artistica, la moral, etcétera) y de elas con la légica general de funcionamiento del sistema. Sélo asi puede encontrarse una respuesta satisfactoria a las preguntas antes planteadas, que, en esencia, se refieren a la cuestion del fundamento del poder. Y es aqui donde se hace evidente uno de los lados débiles de las concepciones foucaultianas. Es claro que el fundamento del poder esti en la explotacién, En la necesidad por parte de un grupo social de obtener, mantener y legitimar su expropiacién del plusproducto creado por otros grupos sociales. Pero de la lectura de muchos de los trabajos de Foucault, se desprende que, para este autor, Jas relaciones de poder no tienen otro fundamento que ell ‘miismas, Creo que podemos compartir el juicio de Coussins yy Hussain, en el sentido de que Foucault logré con creces objetivo principal de mostrar como es ejercido el poder en capitalismo, pero que no pudo proveernos de un andlisis las fuentes del poder. Al insistir excesivamente en la Logi inherente a las estructuras de poder, sus reflexiones cares cieron de una vision més detallada sobre la relacidn entre economia y la politica. Y ello pese a que explicitamente nocié, en Vigilar y Castigar, que inicialmente el despes ‘econémico del Occidente capitalista requeria estas m formas de control y regulacién, lo que, por ende, lleva establecer que las condiciones de existencia de las téoni disciplinarias estén intimamente vinculadas con lo némico. Pero esta dimensién apenas asoma en algunos text de Foucault Podemos, por lo tanto, admitir la tendencia a cierta ontologizacién del poder en Foucault. Pero inmedi tamente tenemos que acotaresta afirmacién, trayendo a col cidn una advertencia que nos hace Alvarez Yégnez: tendencia, esa “amplitud e indistincién de su nocién poder”, esta presente en sus formulaciones generales, no cen sus investigaciones histéricas concretas. ** No siempt 96 se ha tenido en cuenta esta salvedad, as{ como la evolucién, ‘operada en los tiltimos afios de su vida, de su concepcién del poder. A este respecto, como ya sefialara anteriormente, hay que salvar a Foucault de si mismo. Debemos recordar aquellos fragmentos de entrevistas y articulos donde hacia referencia a la relacién entre poder y explotaci6n econd- mica. Ya vimos un ejemplo de ello mas arriba, al referirnos a sui conversacién sostenida con G. Deleuze, y publicada con el titulo “Los intelectuales y el poder”, Pero esa compleja interaccién no fue desarrollada en su obra debido a las consecuencias que ello tuvo. Esti claro que esa amplitud de su nocién de poder tiene una causa: su deseo de romper con las anteriores interpretaciones, que lo reducian a una dimensién exclusiva- ‘mente represivay juridica. Gracias a esa amplitud pudo su- perar los limites inherentes.a la concepcién tradicional. Pero ;pagé un precio por ello, que se tradujo en una cierta exage- racion de su cardcter omniabarcador. Una de las principales criticas que se le han dirigido, ha sido la de absolutizar la capacidad englobadora y el efecto homogeneizador de las estructuras de poder, lo que por ende~ le impidié explicar cémo surge la resistencia y la coposicién. La concepcién desplegada especialmente en Vigi- lar y Castigar adolece de este defecto. La analitica del poder oftecida en esa obra presenta el problema de la inexplicacion de las resistencias. No se puede entender cémo un indi ‘duo tan maquinicamente construido podria ser capaz de coponerse a la dominacién. Es cierto que Foucault insistié siempre en que el propio cardcter relacional del poder im- plicaba admitir la existencia de una constante tensién entre cl poder y Ia oposicién a éste, y que donde hay poder hay siempre resistencia, Pero esas afirmaciones, por su indistin- cin y generalidad, no pueden servir para resolver el pro- blema seflalado. De ahi que se afirme que la “aporia fun- damental” en los andlisis de Foucault radica en la ausencia 97 de fundamento de las resistencias. Si el poder, y s6lo el poder construye tan completamente al individuo, ;de donde vendria esa resistencia? como ella seria posible? Si no se puede fundamentar el poder fuera del poder mismo, si no se devela la constelacién compleja entre dominacién y explo- tacién, entre lo politico y lo econémico, el poder acaba por ser esencializado y absolutizado, se convierte en una “esencia fagocitica™™ que todo lo devora, y no sélo la resistencia queda sin posibilidades de ser explicada, sino que queda también sin explicaci6n la propia existencia de un sujeto capaz de entender la existencia de la dominacién, de desmontarlo racionalmente y de exponerlo teéricamente. Pero no seria tampoco justo quedarnos en la constata- cién de las insuficiencias de 1a analitica del poder que Foucault desarrollé hasta la aparicién de Vigilar y Castigar, tal y como han hecho algunos criticos demasiado absolutos, ‘como Habermas y Honneth. Hasta la aparicién de ese libro, este autor identificé subjetivacién con sujecién, Pero a partir de la publicacién de los tomos dos y tres de su Historia sobre Ja sexualidad podemos encontrar un giro en su postura. Foucault quiso romper con el “paradigma antropolégico” ¢n filosofia, con la idea de un ser humano fundante ¢ incon- dicionado, Con sus reflexiones sobre el cardcter fundante lencia de Ia construccién de una sociedad liberadora y de wn poder no pastoral. Todo el andlisis gramsciano referido a la prioridad de la sociedad civil en la construccién de una hegemonia anticapitalista cobra una mayor profundidad a la luz de las aportaciones de Foucault, para poder entender mejor la significacién del ejercicio popular, colectivo y democratico de los micro-poderes, de la descentralizacién y la socializacién del poder y, por lo tanto, sobre la necesidad de desarrollar una teorfa nueva e imaginativa sobre la construccién de un socialismo pluricéntrico, autogestionario y realmente democratico, en la més pura tradicién de nuestra revolucién. YY para finalizar, un cuarto y tiltimo punto, Con toda raz6n, Alain Touraine ha llamado la atencién sobre Ia extraordinaria importancia que para la reflexion sobre Ia sociedad tiene la operacién realizada por Foucault de susttuit laidea del cardcter concentrado del poder por la comprensién de que el ejercicio del poder se confunde, cada vez més, con las formas de la actividad préctica de los individuos. * S¢ nos Hama la atencién sobre la necesidad de estudiar cmo, al reproducir cotidianamente su vida, los individuos reproducen las relaciones de poder. El ser humano se objetiva a través de un conjunto de pricticas, discursivas y ng discursivas. Estas practicas estn siempre mediadas pol “instancias de verdad” estructuras que valoran, le dan ui sentido y una orientacién a las diversas formas df objetivacién de la persona, Esas “instancias de verdad” so) la esencia del poder y, por lo tanto, de su reproduccién, Estas tesis constituyen una importante plataformy para reflexionar en torno al tan Ievado y traido tema de Ia ‘identidades. Con toda razén, hemos hecho de la cuestidn ia identidad un tema central en nuestra lucha contra imperialismo que demuestra cada vez. més fehacientemel 3 que su faceta més peligrosa no es lade ser slo un imperialis- ‘mo econémico, sino la de ser un imperialismo cultural. Pero debemos tener en cucnta que la tarea de fondo no es la de defender las identidades ya existentes, sino la de reconstruir- las en consonancia con un proceso liberador y desenajenante, Las contribuciones de Foucault nos llevan a entender mejor, ‘como —pese a lo que opiné y atin opina una izquierda para- déjicamente anclada en el tradicionalismo (que no la tra- dicién)— diferentes formas de aparente resistencia al poder, surgidas desde el seno de lo popular, no son tales, pues en realidad son funcionales a la dominacién y evan su marca y su selo. Debemos retomar lo que constituyé la principal preo- ‘cupacién de Foucault: la aspiracién a contribuir al posible esfuerzo de los individuos por encarnar nuevas formas de subjetividad, irreductibles a los efectos de 1a dominacién. De desprenderse de las formas de subjetividad que el Estado las instituciones enajenantes impusieron a los individuos. Eso nos debe conducir a continuar su legado en el sentido de reproblematizar las técnicas de produccién de las identidades. Quiero terminar este trabajo con un simple recor- datorio, Ademés de sus aportes en el campo de la Filosofia, la Gnoseologia, la Teoria politica y la Sociologia, en el fondo de la obra de Foucault subyace una propuesta moral extraor~ dinariamente rica, provocativa y prometedora. Comprender la esencia de esa propuesta moral es el primer paso para la apropiacién critica de su herencia que ha funcionado como, objetivo de este taller. 14 Notas: * Citado en: Vincent Descombres. Lo mismo y lo otro. Max drid, Ediciones Citedra, 1988, p. 147, “Francisco Alvarez-Uria y Julia Varela. “Introduccién a un ‘modo de vida no fascista”. Prélogo a: Michel Foucault. Estrategias de Poder. Barcelona, Editorial Paidés, 1999, p. 22. Thomas McCarthy. Ideales ¢ Ilusiones. Madrid, Editorial Tecnos, 1992, p.51 » Robert Holub. Crossing Borders. 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