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Ae a ais: aaaamentinas:: —te its mm José Lorite Mena El animal paraddjico Fundamentos de antropologia filoséfica ‘Tercera Edicion Universidad de Murcia Lets Jt Eee rs tri Seer trate "Anos se Unser de Mn, Sev de so tl I sonra de oat Fig 2 oe 3 Feheg 28 esa oe bs dence. De el am isi ‘Spy alam dren gs de iit mpi fa pa t cee [Bs pr aaa msc 9 rns, [aca gsc wnt, ie cay ae Frc el srs fe pad pa ered ‘each {Univers de aria Swi de Pinos 270 Fosgate pra a Sb Since Gan Isatusrseeisst Dept egak MUS3.200 pro i el in Inprine Serco dePbbanons ivi de Msn emanate mas aie ana En esta terceraedicién he retucido considerablemente el texto de Ia pri- ‘mera para hacerlo més asequible tos estudiantes de los primeros cursos de la Universidad. He mantenido la misma estructura analitcn y la mss ‘a linea argumentatioa, peo he eiminado la Primera parte y disminuido Arésticamente el apoyo critico de las rots, e aE ecient: scam: ale: | indice INDICACIONES GENERALES.. PRIMERA PARTE Una posicién frente al mundo nn CAPITULO 1 Liberacién del espacio vita: la posicién bipeda, n 2. Aparato masticador. IM. Defensa.. 1. Paso alla vida cavernicola, a) OrganizaciGn socal y espacio vital... b) Transporte de alimentos y manualizaciGn 2. Primera instramentalizacin.. a) Uso de ttensli0s b) Modificacién de utensilic ©) Fabricacién de utensilios. i) Instruccién.. ii) Aparicion de un elemental nivel estético. 63 IV, Comunicacién y habla nnn CAPITULO 2, El cerebro y la mano. 1. Especializacién 1. La paradoja del crecimiento de una masa. 2. Las determinaciones de la especializacién. 3, Calidad histol6gica y fundamento de una realidad interior } i i { f IL Desespecializacién y exteriori2aci6M summa 1. Configuracién funcional de la man a) Precisin prensil y dieta.. }) Habilitaciinobjetival del muncls de la imitacion de la forma ast @tulOMOMIB.nninmsninnsnsn 2. Esquemas, posbles,simbolos e instruments. SEGUNDA PARTE Las ventajas de las deficiencias sums CAPITULO 1. Los fundamentos de una inmadurez. LLRM. y Engramas TL. Todo empieza demasiado pronto. LLapelvis 2. Wlclaustr de la inmadurez.. CAPETULO 2. Sexo y sexual dad nnn I. La sexualidad: paso de fa sefial al simb0L0 mu 1. {Tendencias bio-ecol6gicas hacia la monogamia?.. 2. dExigencias fundamentales de identificacién ‘monogémica? M1, Evolucién hacia la integraién psico-socal de los caacter sexuales secundarios. 1. La visibn y la precisién téctil.. 2. Bllengueje y la comunicacin sexualizant... 3, Orden de produccién y sexualizacién.. CAPITULO 3. Calturaci6n del fUegO.mmnsnminnminnnn w Iie ite Me we ‘TERCERA PARTE Deseo, cbdigo e ideologia mn mses 193, CAPITULO 1. La légica de lo viviente y la légica en lo humano... CAPITULO 2. Lo posible-real y Ia centricidad de la I6gica, El observador. 1 Condicionantes incuestionados.. : La tctcaTogica:relacin orden-obedienci CAPITULO 3. _Universales culturales o referentes estratégicos de comportamiento?, 1. Constantes y variables: diferenciales integradores... 1 Rito y seguridad del sistem: TH, Rito © institUCiGm nn CAPETULO 4. Justificacién del sistema, mito y legitimacién.. a Indicaciones generales ‘La especie Homo inaugura en el proceso de la vida una etapa ca- racterizada por un rasgo determinante: la ereacién de un espacio simbélico, Los stmbolos, concretados instrumentalmente —utensi- Tio, lenguaje, norma ritual... mediatizan las telaciones entre el hombre y las cosas. En este espacio de mediacisn se inscribe una dindmica de transformacién consciente del entorno vital. Un cam- bio cualitativo en la I6gica de lo viviente, en cuanto aparicién de tun nivel de procesamiento de las necesidades vitales en el cual esta ineluido re-lexivamente el individuo. Una espiral inflacionista que integra modificaciones ecol6gicas, neuro-sensoriales, morfol6gicas, sociales, etc. No obstante, estas factores decisivos no pueden expli- car, con su propia légica operativa, lo que tiene de diferencia el hecho Iemano como proceso global. En nuestro momento cultural, la simbolizacién de la realidad es tan natural que incluso los estudios especializados descuidan con frecuencia dos aspectos primordiales. 1) La simbolizacién depende de un condicionamiento bicl6gico y de su historia. Hota dimension impone una selecciSn reception de los mensajes. Todo lo-que-es no es mensaje para ef hombre. Es el hombre quien eres los simbolos que interpretan el mundo. La simbolizacién esté hecha a su medida Su objetividad es prisionera de sus propias técticas interpretativas Ast parece necesario considerar adecuadamente el fundamento de la operatividad de su légica. 2) El sfmbolo, por el hecho de ser crea- do, existe en un espacio de aleatoriedad, es susceptible de una inter- vvencién que puede condicionar tanto su estructura como su campo operativo, su dimensién integradora y su esfera préctica. EI sfmbolo —en cuanto mediacién interpretativa— es una préctica codificado- 1a de los posibles propiamente humana, Estos dos niveles de condicionamiento reflejan tantola importancia de la base bioldgica y de su evolucién —ela otra cara del espejon(K Lorertz}— como la influencia del poder regulacor de la esfera socio- cultural —la verdadera naturaleza del hombre» (J. Ruffié)—. Ei problema que se plantea es la difucidacién de Jos limites y de las interferencias, Si la simbolizacién tiene raices biologicas condicio- nantes, st aparicién parte de, al mismo tiempo que opera sobre, tun nivel dijerencial en fa organizacién de los procesos vitales (ce- rebralizacién, bipedismo, liberacién de las manos...) que establece tun distanciamiento consciente entre ef individuo y las cosas donde se introducen respuestas cullurales a las necesidades elementales (climenticias, reproductoras, sociales...). Hay una ruptura de la con- finuidad orgénica entre individuo y entorno, Pero la continutidad es recuperada, aunque no totalmente «recompuestar, desde la discon- tinuidad reflexiva. La continaidad es re-presentada. El hombre no pertenece a un mundo de cosas, existe en una nocién-de-realided, en uuna realidad nocionada —un mundo de posibles repertoriados en realidad por medio de simbolos que canalizan su pertinencia—~. [Nuestro trabajo intenta seguir el «tronco» de integeacién progresi- vva de los diferentes niveles de imperativos que constituyen la uni- dad del hecho inomano. AL optar metodolégicamente por el estudio de lo huurano en cuanto hecko procesivo de sf mismo y procesador del «mundo», nos inseribimos en una perspeetiva fenoménica (en 4 Te Lvite Me sentido etimolégico): la consideracién del dinamismo de un adve- nis féctico. Inevitablemente, nuestro centro de interés se desplazaré a través de dos grandes registtos, Inicialmente sera la Antropo-géne- «is, os procesos de constitucién orgénica de nuestra especie para in- tentar dilucidad ahi la creacién de una estancia vital con significado humano, Pero esta misma biisqueda de significados humanos seria incompleta si no se prolongara en Mite-gonta, en una reflexiéa sobre Ja condicién de posibilidad de las elaboraciones conscientes de los {mperativos integrantes. La milogonéa seré un intento por situar la creatividad refleja de la conciencia a partir de ese nivel cualitativo de la vida que surge con el simbolo y su coherencia espectfica. rc PRIMERA PARTE mundo Tentamente SCHOPENHAUER Una posici6n frente al Tadas las grandes cosas maduran Situémonos en wna perspectiva de totalidad relacional —en «un complejo de coaplacién en que una modificacién requiere y Hama 2 otra para completarse»'—; toda forma de saber cortesponde a un ‘modi de se, a una estancia vital. ,Cémo ha legado el hombre a es- far en el mundo; cémo ka operada para ser hombre entre las cosas; cémo ha surgido una estencia humana y cémo el surgimiento de esa estancia ha sido configurada como saber? Toda pretensién de ofrecer tna respuesta exhaustiva queda condenada a ser un intento 1M. Cruefon Pei efectos, parecen conformar inicialmente este momento ‘Les para nt coe ili delmande,Duenos Ales, 151 Diecol6gico: la pérdida de la seguridad de un espacio ancestral y la nevesaria explotacién de un espacio por adquirir. Situacién bi- faz, apoyada en una deficiencia motfoldgica que impide volver a Ia vida arboricola y que no permite el control de la vida sabsnica: entre un zepliegue imposible y una osadfa necesaria. El primer impacto que porece conllevar el «efecto de bordes» es la inseguridad: una instablidad ffsica, que dada su largufsima dura- cin {probablemente hasta el descubrimiento del fuego por el Pithec- anthropus; desde hace unos 15 millones de afios hasta hace + 600.000 aos), ha podido dejar una huella indelebleen el psiquismo que se ha configurado colectivamente a través de esta extenisa evolucion, y que puido ser determinante de una nevesidad de socializacién —de posi- bilitacign de lazos afectivos—decisiva en la humanizacién. El segundo impacto que produce cl efecto de bordes es la cutiosi- dad, la necesaria exploracién de lo desconocido. K, Lorenz deécribe el comportamiento de curiosidad de la manera siguiente: «Tomando el tétmino en el sentido més amplio y situdéndonos s6lo desde el punto de vista de Ia fancién, se puede calificar de “exploratorio” todo com- portamiento en el cual el cual el organismo hace algo pata aprender otra cosa, Partiendo de esta definicin, estaran comprendidas en esta categoria todas las actividades motrices de las cuales la retroaccién ofrece una informacién adaptativa por las vias sensoriales». Y prosi- gute su andlisis: «Un objeto es estudiado y “familiarizado”, después puesto, finalmente, ad acta en el sentido que el animal puede inme- diatamente volver a tomatlo en caso de necesidad", Ei problema es eleiguiente: la familiarizaci6n con a objeto, la posibilidad de ponerlo ‘ad acta, se realiza a partir dé unos pardmetros referenciales, de un mundo perceptual», que permiten la integracién del objeto en un orden vital, Hay un «circulo funcional», un compe, que permite que la cosa nueva se convierta en «objeton, en cosa-vital; fuera de ese campo Iacosa no existe, noes real, 1 DieRiaste. V6 % Te Lrite Mena | | | Enel efecto de bordes, cf comportamiento de exploracién es em- pujado hasta sus exigencias mas radicales: no se trata inicamente de que las cosas sean objetos, sino, més atin, de descubrir, de weream, tun nuevo campo, un nuievo «mundo perceptual» que haré que las ‘casas (Ia mayor parte de ellas nuevas) se conviertan en objetos en un sentido vital preciso. Siguiendo las indicaciones de Uexkaill, en ‘el mundo de les moscas s6lo encontramos cosas de moscas, en el mundo del erizo del mar sélo hay cosas de erizos de mat... en un mundo humano... ;Y cudndo el mundo es biecolégico, ni ya ar boricola ni todavia sabsnico? El organismo debe aprender a hacer funcionalmente algo para lo que no esta preparado; o mas bien, en este momento biecolégico preciso, debe des-aprender, despojarse de esquemas de comportamiento ineficaces en ef nuevo entorno. Desaprender, en el nivel mismo de las funciones neuro-sensoriales, cs un estado de incligencia racial, sobre todo en un medio hostil, la sabana poblada de depredadores que defienden su espacio vital, st «mundo». 2No seré este desaprender extremo, en la insegutidad, el condicionamiento fundamental que inicié el proceso hacia e! hom- bre como el eser de la reduecién del instinto»"? El biecologismo desempefié una funcién inapreciable, e insuficientemente explo- rada, sobre el inicio de un despojamiento de estructuras compor famentales y, paralelamente, sobre la apertura hacia un horizonte de improbables constituido por un mundo inexistente como tal. La norma era la indigencia, 1, ALIMENTACION Inseparable de estos aspectos, ms atin, constituyendo su base, aparece la necesicad de resolver el problema de la alimentacién, necesidad inaplazable, que opera coma imperative en la adaptacién de los érganos prensiles y del aparato masticador. “1S. Kaen, Do on MS En la zona limftrofe bosque/sabana, la vegetaciOn predominante esté constituida por leguminosas, bulbos, sizomas y gramineas; la fauna va desde los péjaros y roedores hasta los depredadores. Las ‘gram{neas —probablemente aparecidas en el Paleoceno (have ::63 millones de afios: época de aparicién de los Primates)—conatituyen «el primer alimento de origen vegetal que en contenido energético (calorias) es incluso superior a Ios alimentos animales», Hste es el entomo vital de los Primates que han superado el Kimite de la talla arborfcola. De tal forma que estos Primates que bajan al suelo de- ben conciliar la urgencia alimenticia y la necesidad de prote cuanta més energia procure el alimento menos tiempo tendrén que enfrentarse al peligro de la competencia por una zona vital con ani- ‘males mejor equipados que ellos. La elecci6n de alimentos plantea varios problemas. Siguiendo los cuadros tr6ficos de los Primates segrin la talla, ac- tualmente s6lo los Cinopitecoides (Catarrinos) —que significati- vamente forman un grupo ecol6gico y no sistematico—se alimen- tan de granos. Se trata de un grupo adaptado a la vida sabénica, uno de los pocos que perdis el «miedo al suelo», que rompié la ba- rrera ambiental de os Primates modificando sus habitos alimen- ticios. Para comprender el cambio de alimentacién que en parte contribuy6a la integracién de un nuevo entorno (inseparable de la cutiosidad exploratoria imperativa), hay que tener en cuenta dos modificaciones, 1. Adaptacin prensil Dado el pequerio tamano y la proteecién de las gramineas, su uti- lizacién como alimento exige érganos prensiles y trituradores es pecializados. Sélo las aves y los roedores disponen de instramen- tos (picos e incisivos) que pueden responder a estas exigencias—lo cual ya los sitia en una relacién de convivencia/competencia con Ld JA Valvende, ”. EI Primate tiene un mundo de dominante visual, organizado en un espacio de braguiacién. La independencia adquirida por las ex- tremidades superiores —al liberarse de au funcién basica, la bra- quiacién, por abandono de la vida arborfcola— permite una apertu- 15M. Kavi Japanese monkeys and he xine af lt, Asin, 5 (1985 450-458, cura, soon the Capyan coy of apne monkey, Pano eget ‘ewer Pion CR Capt (oul Uni. eas 173,107, 1b Bagration ued Risse, Hauer Pit 1, Base New ek 81K Corely a) St The valine xg of ed fant, ‘8 Blan fre (ed) sig Sa of Ch Bhi, Carb, 17529385. 7 BG. Campbell pc 1-4. » ra funcional que, aunque por sf misma sea significativa, solo puede set comprendida en relacién con la madificacién que se opera en el espacio vital. El espacio vital arborfeola es, para ef Primate, un espa- cio diferenciado, preciso, un mundo «repertoriado». Al abandonar este espacio y penetrar en los linderos sabsinicos, el primer impacto es la confrontacién con un espacio abierto, indiferenciado para las funciones sensoriales de la vida arboricola, no manejable segiin los, esquemas de la braquiacién, La exploracién debe iniciarse bajo el empuje de los imperativos alimenticios, y éstos, en gran parte, exi- gen la precisién prensil. La precisién selectiva de los alimentos in- fluye en la configuracién de una nueva relacién espacio-percepciGn. Al mismo tiempo, como en una espiral de continuas interaeciones, Ja riqueza en calorias de las gramineas permite una acumulacién de energfa que influird en el aumento progresivo de la talla y el peso (Oreopiteco: 1.10/1.20 ms. y 40 kgs.; Australopithecus robustus: 1.50/1.60 ms. y 45/65 kgs.), lo cual permiticé explorar un espacio és amplio e incluso enfrentarse a otras especies que, en principio, eran fisicamente superiores. Asf parece comprensible que el espacio primordial fuera al principio muy limitado, utilizando como base alimenticia los vegetales indicados, los roedores y los péjaros que compartfan el entorno vital, y que la caza, como tal, planteara un problema espectico para el sistema orgénico. Inseparable de este condicionamiento en la exploracién del espa- «io, hay otto aspecto que, probablemente, seré un factor de freno en esta progresién tan compleja. Dada la limitacién inicial del nicho ecolégico —tanto por la inadaptacidn orgénica como por Ja nece- sidad de proteccién—, los cruces consanguineos debian ser muy frecuentes en un grupo reducido, con la inevitable acumulacién de caracteres recesivos, manifestindose en enfermedades, defor- maciones, ete. Esto podria explicar, conjeturalmente: a) que slo la verdadera liberacién del espacio, iniciada muy posteriormente con In aparicién del fuego, haya permitido una recombinacién genética mas vatiada: el Homo sapiens, que répidamente conquist6 una gran superficie; b) que la prohibicién ancestral, milenaria, de las uniones a José ite Mev consanguineas, ademas de las dimensiones sociales, econémicas y sexuales, pueda ser un atavisto fisio-psfquico de necesidad selecti- vaen nuestra especie. 2, Aparato masticados. Tiste factor reviste gran importancia, tanto por su influencia diree- ta en la adaptaci6n dietética —formacién progresiva de un undo vital— como por su incidencia en la configuracién del eréneo—po- sibilitando el inicio de la corebralizacién'. En todo este proceso hhay que tener en cuenta, como dato fundamental, la «ecuacién denticién-postura (.); fen el pkylunt humano} [a denticién ests en relacién directa con la actitud bipedan®. En esta serie de interac ciones —como una sacudida cuyo epicentro es diffell de precisar (probablemente porque hay varias «entros» de conmocién), pero ‘cuyas ondas se propagan a través de todos los puntos del conjumto ‘orgénico— ningtin elemento puede ser privilegiado, ya que cada ‘uno sirve de gozme entre varias modificaciones adaptativas. El primer elemento es la evolucién de las mand{bulas, Desde Jos reptiles, cuyas mandibulas tienen una funcién espectficamente prensil, hasta los Cinopitecoides, cuyos caninos constituyen efica- ‘es instrumentos de defensa, la evolucién de la dentadura esté en relacién directa con el «indice de apetenciay, una proporcidn entre . ai Seco Teh of Bllasgh ress ¢ ®. actividad remonta hasta los Australopitécides) no sélo permite ma- chacat, tritucar y cortar alimentos, sino también, son su fabricacién, iniciar actividades como la caza, précticas todas ellas inseparables de una organizacién social. Posteriormente, el descubrimiento del fuego permitiré cover, asar y conservar los alimentos (ehumar), faci- litando considerablemente el ejercicio de la masticacién. A cada mo- mento el efreulo de interacciones se ensancha y se hace més tupido, se complexifica en una interaccién en espiral u trite Mow III. DEFENSA En esta zona biecoldgica, donde se instalan grupos preantrépidos que inician modificaciones morfolégicas que engloban la adapta- cién al bipedismo y el proceso de cerebralizacién, Ia rivalidad con ‘otros animales para adquitir el derecho a un nicho ecolégico propio es crftico. La integracién en un ecosistema extrafio comporta una ‘gran violencia; la exploraci6n ests inevitablemente acompafiada de tuna carga agresiva de conquista y colonizacién, Por una parte una agresividad triunfante frente a pequefios animales (roedores, por ejemplo, parte may probable de su dieta) que rvalizan en la ob- tencién de los mismos alimentos (frutos, rafces, gram{noas...). Por otra parte una agresividad contenida y frustrada en la huida frente animales més dotados fisicamente, especialmente los depreda~ (ores (tigre, hiena..). BI horizonte relacional de los pre- y proto- antnépidos con las otras especies puede resumirse con el término competetia, Un enfrentamiento que ce inclin6 a favor de ellos en la medida en que, gracias al mismo enfrentamiento, estuvieron obliga- dos a reportoriar una serie de respuestas eficaces para remediar su situacién de inferioridad, A través de estas respuestas se configura el género Homo, ya que es a través de ellas que se puede apreciar su evolucién meatal y su constitucién cultural. La competencia fue tun estimulo que influyé tanto, desde el origen, y de tuna manera tan profunda y compleja, como la evolucién de la denticién; ambos aspectos prolongando una misma situacién de crisis: el biecologis- ‘mo. La competencia fue, probeblemente, ef estimulo decisivo para la aparicion de un mundo de obetos, elemento definitivo para que la cerebralizacidn pudiera dar lugar a la psychi. Tis may probable que, en un primer momento, la debilidad fisi- ca de estos Jejanos ancestros frente a los depredadores les impu- siera como dnica solucién viable la huida: an prudente repliegue hracia la zona forestal. Pero algo muy poderoso —seguramente la inadaptacién a la vida arboricola, que imponia la flexibilidad sobre la seguridad— debid impulsar a es0s grupos (Propligpithecus, Kenia- as pithecus, Remapithecus..) a aceptar un peligro mas grande deo que su seguridad instintiva normalmente les hubiera permitido. El eon- tinuo enfrentamiento debi6 producir un gran aumento en la mor- tandad, pero también una seleccién y la biisqueda de unos medios de proteccién, tanto fisicos como sociales, que remplazaran la huida ¥ permitieran el establecimiento de un nuevo nicho ecoldgico. La {lexibilidad orgénica —con un coste de millones de afios— y el en- frentamiento estaban motivados, en definitive, por la bésqueda im- periosa de una nueva estabilidad. La dinémica, no obstante, revirt en una direccién imprevista, dando lugar a una «espiral inflaciona~ rao: en esta buisqueda se empiezan a configurar mecanismos que hacen que la estabilidad no sea tinicamente fisica 0 biolégica, sino también psico-social, cultural En estas respuestas a una situacién critica de seguridad, parece muy probable que cl Australopitécido viviera en cavernas y utiliza- ra instrumentos defensives/ ofensivos de hueso, dientes y cuernos, To cual ha dado lugar a una nomenclatura especifica: «cultura osteo- dontocerdtica», anterior a la cultura litice. Estos elementos son importantes en Ia medida en que pueden de- dir si el Australopitécido se integra en las coordenadas del phylum humano o si constituye una tenfativa lateral, semejante a la del Oreopiteco, atanque més préxima al Homo. También revisten estos datos una importancia especial desde un éngulo complementario. ‘Con un volumen craneano medio de 450/600 cm. en el Australopi- técido Lo cual lo situarfa como preantrépido, més préximo de los, Ponginae que del Homo (situemos promedios: Chimpancé, 320/480; Orangutéin, 334/502; Gorila, 334/752; el habilis, que inauguraria el género Homo, 675/680; y el Horo sapiens sapiens , 1200/1800)—, se plantea el problema de una modificacién en el habitat (paso alla vida cavernicola) y de la instrumentalizacién de ciertos objetos. Si el fa- moso Rubicén cerebral se sittia en #800 em’, podemos pensar que morfoldgicamente el cerebro del Gorila esta mas cerca de Ia barre- ra homfnida que el cerebro del Australopitécido (igual o més cerca atin en ciertos casos, que el cerebro del Homo hablis), y no obstante, % Joss trite Mew «el funcionamiento del cerebro del Australopitécido es mas ehuma- no» que cl del Gorila. Probablemente estamos frente a un umbral en el que el grado de integraci6n de funciones, especialmente las representativas (el nivel de opezealizacién, pero esto es més dif cl de desentrafiar en un f6sil), cuenta tanto 0 més que el volumen apreciable materialmente en la caja eraneana, Dada la importancia de estos aspecios, que podrfan aproximar- 1os a la comprensién més compleje del paso del Rubin cereal en cuanto integracién de funciones, situemos algunos factores del paso ala vida cavernicola a través de una modificacién del habitat y de Jas primeras utilizaciones instrumentales, refiriendo ambos aspectos 1 la motivacién del mecanismo exploratorio de defensa. Este plano hace aparecer un umbral diferencial: la transici6n, difusa atin, entre lautiizacién del entorno y el inicio dela «creacién» del entorno. 1. Paso a fa vida cavernicola, 4) Organtzacién social y espacio vital. ‘Como dato de base, podemos referirnos ala familia mas proxima de los Honiinidos y constatar que, en la mayorfa de los grupos de Jos Péngidos, la estructura social varfa en funcién del habitat". A partir de esta variable contextual se puede distinguir una constan- te en la evolucién constitutiva del grupo: partiendo de una estruc- tura fundamental (fundadora), constitaida por un macho y dos (© smés) hembras con su progenie, la célula social tiendea una estruc- tura de varios machos y varias hembras (normalmente en niimero superior) con sus hijos, hasta llegar a tna densidad insoportable para el nicho ecol6gico. Esta densidad revierte en la estabilidad social y motiva la dispersin en pequeftas células fundamentales (opobiastosis*. Por razones de posibilidades defensivas y de faci- DC. de Wore ed), Pint eh, Now York 195, 25 CALS, The fof rinks, Landen, 193; LE Cohen Ctl Gros of Mon hn abd Me Ste Model Elona Si Sytns, Harve, 17. lidades alimenticias, el complejo social tiende hacia un equilibrio, de hecho muy frégil, ya que, una vez. alcanzado, stt mismo nivel 6ptimo (seguridad y alimentaci6n) rompe la estabilidad demogré- ficamente y el grupo explota. El punto éptimo es al mismo tiempo un nivel ertie. ta composicién social de los Primates es emachista» y oligér- quica: un compacto nticleo de machos de la mistna edad, aproxima- damente, dominado (aunque no en todos fos grupos es claramente ‘manifiesto) por un macho-jefe (alpha), que suele ser el «padre-fun- dador. Este grupo, celoso de sus privilegios (la eleccién de las hhembras y de la mejor zona alimenticia), mantiene entre sus eom- ponentes una colaboracién cohesiva y selectiva que relega a una zona periférica a los jévenes y a los viejos. Como la edad de capa- cidad de fecundacién (3-5 afios) no es la misma que la posibilidad de poder 0 de integracién social (8-10 atios), la oligarquifa impone ‘una disciplina de represin fisca, no s6lo para preservar un privi- legio de excusividad sexual territorial, sino también para imponer el habito a unas reglas de control que garantizan el orden soxial. Sin embargo, el dinamismo revitalizador de esta estructura oligarquica esté a cargo, en gran parte, de las madres, Enire la estructura de poder (centralizada en un grupo de ma- chos) y la estructura social (escalonada, sobre todo por la movilidad de las hembras) hay un pequefto desajuste, una interferencia, y por ese resquicio se introduce la posibilidad de maniobrar en la esfe- ra del poder, La integradién socal, y a partir de ahi la preparacién ppara la participacién en fa esfera de poder, puede hacerse a través de la hembra. Dado que un macho del ndeleo puede tener relacio- nes sexvales con varias hembras y una hembra con varios machos (aunque raramente fuera del nticleo, por el control ejercido como isciplina de distribucién del poder), la hembra, que tiende normal- mente a mejorar y a proteger a su progenie, opera selectivamente: primero en la eleccién del progenitor, después en la bisqueda de tun «réconocimiento de paternidad», siguiendo al macho escogido, insistiendo con gran despliegue de atraccién sexual para imponer 3% Jes Laie Mene ‘su presencia y la de sus hijos en una zona favorable (alimenticia y segutizante). La hembraes un «foco de socializacién» y un factor de integracién en la jerarqura, al mismo tiempo, e inevitablemente, un ‘eslabén de continuidad selectiva del poder. Su fucién es triple: se- Jeccién del progenitor en la competencia (y por tanto conservadora jy mejoraciora del patrimonio genético); cuidado y socializacion del pequefio; infegracion y continuidad seleccionada del poder. Las bases de la organizacién social de los pre-antrépidos debian ser bastante similares a las mencionadas, Un hecho importante, no bstante, pudo servir de factor diferencial: el paso a la vida cavernt- cola, Tal y como se ha indicado, bajo la influencia ambiental, los Pri- mates, en general, ienden a una estabilidad social que, por la mis- ‘ma seguridad que proporciona, incuba un crecimiento demogrifico que rompe el equilibrio entre el grupo y el habitat; el desequilibrio empuja a la desarticulacién en pequeiias células que tienden de nuevo a ese punto éptimo donde una y otra vez estallard el grupo. Fate vaivén, en el que el aprendizaje no llega a imponer una cohe- rencia entre estabilided y densidad poblacional, puede ser, en parte, dedido ala ausencia de un entorno que «exijar la coordinacién esta bilidad densidad. El paso ala vida cavernfcola, pot las condiciones espaciales, pudo haber sido otro paso en la «reduccién del instinto el mantenimiento de cierta estabilidad por la disciplina impuesta ala sexualidad del grupo que evitara la proliferacién insoportable para un nicho ecolégico inalterable materialmente. Este cambio de habitat contiene varios aspectos, Ante todo, un es- pacio més seguro para protegerse de los depredadores, Hsta nueva tranquilidad influiré en el periodo de gestacién y lactancia, al dis- poner las madres de un refugio donde evitar los continuos sobre- saltos de la huida en Ia sabana, Una primera consecuencia pudo haber sido la disminucién de la mortandad infantil. Esta incipiente seguridad, resullando de la posibilidad de aislarse materialmente del peligro (aunque este aislamiento s6lo seré satisfactorio con el descubrimiento del fuego y con Ia fabricacién de armas eficaces para producir la muerte a distancia), tienen otra consectiencia es- pedialmente importante: la prolongacién de la etapa de «suefio pa- raddjico», momento de los suefios y de méximo relajamiento de la tensién muscular. Méltiples experiencias han mostrado las diferen- tes etapas en el suetio de los Primates: 1" endormecimiento; 2" sucfio ligero; 3 suefio medio; 4" suefio profundo; 5* suetio paradéjico, La Altima fase es un momento de almacenamiento de informaciones, ‘cuando el individuo se afsla mas del mundo exterior y disminuye la vigilancia, La actividad cerebral durante el suefo tiene una relacién directa con el aislamiento, con la seguridad, con el relajamiento. Ast, los Primates que viven en refugios poco seguros (habitantes de la sabana que duermen en los érboles o en la misma sabana) tienen fases de suefios ligeros con continuas y largas ctapas despiertos. En el chimpancé el stefio lento puede llegar hasta 54% y el paradgjico hasta el 15%, mientras que en el hombre las proporciones serfan de ‘70 y de 24,4%. Las fases del suefio estin en proporcién directa con l habitat y con la capacidad de informacién del individuo. Cabe pensar que la proteccién oftecida por las cuevas debi6 influir deci- sivamente en el descanso y en las posibilidades de aumentar la fase de suetio paraddjico, faclitando el almacenamiento de informacio- res que durante la vigilia no eran conscientes. Cuando sabemos la importancia de la asimilacién de Ia informacién, debemos postular que esta etapa de nuestros antepasados fue decisiva para la cere- bralizacion del género Homo. Al mismo tiempo, en las cavernas el espacio es més determinado, lo cual influye en la necesidad de una delimitacién mas precisa de las zonas de poder y de actividad, lo ‘cual impone, a su vez, el desarrollo de la cooperacién social. Final- ‘mente, la distincién entre el érea de alimentacién y la zona de pro- teocién o estancia de seguridad, acentia el desarrollo de un factor importante en el proceso hominizante: la liberacién dela mano para el transporte de alimentos. b) Transporte de alimentos y mannalizacién, El transporte de alimentos entre el lugar de abastecimiento y el Jugar social permite establecer un lazo vitral entre el alimen- id ott Me to y la proteccién para mantener fa continuidad del ecosistema, La solucién a este problema de transporte implica la liberacién de la mano y la adaptacién bfpeda casi perfecia, necesaria para feconrer ciettas distancias con suficiente alimento y con bastante rapidez. Las observaciones de M. Kawai (nota 15) muestran que Jos monos semi-salvajes de Koshima pueden adoptar una posicién. semi-vertical por aprendizaje-imitacién, pero Ja maxima distancia recortida transportando alimentos es de 20/30 metros en 5/6 mi- nutos, distancia y velocidad que son evidentemente insuficientes para asegurar un transporte eficaz con unas minimas garantias de seguridad. En esas condiciones es muy probable que los pre- antrépidos hubieran optado por la estabilidad ante un riesgo tan desproporcionado frente a los depredadores, sobe todo si se tiene ‘en cuenta que ellos no tenfan a quién imitar en la posicién bipeda (aspecto frecuentemente olvidado). EI paso a la vida cavernicola —la distancia entre una zona de abastecimiento y una zona de ocupacién o habital, distincién que remonta hasta el Zinjanthropus—, parece suponer una adaptacion acelerada al bipedismo casi-permanente. El transporte de alimen- tos hasta la caverna debié influir decisivamente en una funcionali- zecién prensil de la mano y en una dgil locomocién, aspectos que convergen en vel divorcio de pies y manos». Esta disociat onal va a influir en la evolucién morfoldgica de los érganos, que se adaptardn a un nuevo orden operacional. $i el bipedismo influye en la actitud postural de los Hominidos, la liberacién de la ‘tmano va acer el punto de partida de la elaboracién de un mundo de objetos. La mano va a empezar a establecer tun mundo de objetos que hacen que el mundo vital se desdoble en un mundo funcional, un mundo que va a implicar una interferencia, una «mediacién», que también 126 CEA Lero-Gourhan Lone mating, Pats 197% ine ehigs, PP Le geet lpr vl 1: Tenet langage. P1964 wl tamales, Pa, 165, a seté vital. Bl «anundo» empieza a ensanchar su esfera de signifiea- dos vitales para dar cabida a la zona de realizaciones de la mano liberada. Ahora bien, segtin las indicaciones de R.A.Dact —pero también de autores como S.L. Washburn y D.L. Wolberg aunque en varios aspectos difieran del primero—, parece muy probable que la vida cavernfcola fuera iniclada ya con el Australopitécido, en cuyos restos craneanos se puede advert trazas de violencia intencionada propia del uso de utensilios ad hoc. 2. Primera instrumentalizacién, Los trabajos de diferentes autores (Dart, Bordes, Oakley, Jrus- tov, Washburn, Howell, Aguirre, Robinson, Napier, Leakey, Bi- berson...) permiten puntear algunos rasgos aproximativos de los, albores de Ta téenica, con sus probables consecuencias sobre la constitucién de una esfera psico-social especifica. A medida que avanzamos desde esa pérdida de equilibrio superficie/ volumen que impone a ciertos grupos de Primates el abandono de la vida arboricola, es necesario fijar nuestra atencién en actludes deslizan- fes, no en hacerse, sino de un ser echo, Al abordar la esfera de la instrumentalizaci6n, el problema es més arduo —parece que ya estamos ante nosotros mismos-, y su apreciacién podria presen- tarse como la solucién definitiva del proceso de hominizacién. La retro-proyeccién debe ser evitada, a) Uso de utensilios. ‘Tengamos en cuenta, como punto inicial, una constatacién funda- mental y de importantes consecuencias: minuciosas observaciones sobre el uso de titenslios por animales, especialmente por Primates, ‘mucestran que «el utensilio no existe sino en un ciclo operatorioy. De manera més precisa, se puede aceptar que «para pasar del Primate al primer poseedor de utensilios, la frontera no ests en las posiili- 2 Jest Lite Mena dades técnicas»™, :Dénde esté la Frontera, Ia posbilidad, si no se en- ‘cuentra en la {éenica misma? A nivel operativo, en el orden «objeti- vyo> de configuracién material del instrumento, la diferencia entre la (en gran parte supuesta) actividad del Australopitécido y la de los Primates no-humanos puede parecer précticamente nua, Habria pues que interrogarse en la direccién indicaca por A. Leroi-Gouthan (de geste» que da un significado al instramento) o por A. Roe (sthe behavioral criteria»), si no fuera porque, en este primertsimo esta- diode instramentalizacion, los «gestos» significativos o los «criterios comportamentales» —de hecho ambos son inseparables—, slo son deducibles a partir, justamente, de instrumentos que a nivel opera- tivo no patecen procurar indices de distineién entre una actividad (gestual, comportamental) humana y otra no humana, Este efteulo de indices, que parecen anularse en su mismo apoyo muto, podria ser explicitado interrogativamente de Ja manera siguiente: zobmo (y no cuéndo) apareceria una modificacién en el cfrculo operativo, confiriendo, a través del instrumento, un nuevo significado al espa- io vital? O invirtiendo los términos para induir la influencia en un sentido alterno: cefno adquirirfa el instrumento un significado espe- cifco para introducie una modificacién en un ciclo operatorio? Pre- ‘guntamos por las postilidades ce una transicin global, mas que por Ja existencia de una flontera instrumental evidente. La posibilidad es una fisura que no reside en el instrumento mismo (qpor qué los Primates no-humanos no han superado un indice de utilizacién limitadtsimo, mientras que con el H. sapiens existe una ‘gran vatiedad inflacionaria en la industria instrumental?), sino en «algo» que se deposita en el instrumento.gQué se quiere decir al hablar de «las posibitidades teenicassdlel instrumento? J. Napier es- tablece un esquema que tiene las ventajes —dentro de un reduecio: nismo cuantitativo a veces ineludible— de sintetizar una clara linea 2 A LeroGouran, Lege, ol I: In még, 35 40. Yer G,Richa oa cer Tarim, Le Racer 52 (197) 8 6 evolutiva de posbildates téenicas: Uso ad hoc de utensilios -> Uso de ttensilios a propésito + Modificacién de utensilios para un propé- sito inmediato + Modificacién de utensilios para una eventualidad futura ~» Fabricacién ad hoe de utensilios ~» Fabricacion cultural de utensilios®, Dentro de su simplicidad, el desarrollo de este esquema, presenta problemas muy complejos —entre ellos el de una opcién metodo- ligica claramente neo-positivista—. Varios de estos problemas han sido seftalados por E. Aguirre, coneretamente una objecién especial- mente significativa para nosotros: «Qué entiende el autor [Napier|, en términos de psiquismo, por “a propésito’, “propésito inmedia- to" y “para una fatura eventualidad”, desde el punto de vista del sujeto de la actividad, no se explica, y ast esta secuencia aparece como gratuitas®, En definitiva, E, Aguirre objeta que la estricta cla- sificacién de los utensilios no es suficiente y que, en su pretendida objetividad, es aleatoria, no sélo por descartar la actividad del su- jeto, sino, porque parad6jicamente, se llega a una inevitable utiliza cidn de conceptos psico-sociales que escapan a la intencién inicial de simple clasificacién material. La estadistica es necesaria, bésica; pero dtl solamente si se integra en un ciclo operatorio que permita, atin con riesgos inevitables, un intento interpretativo de integracién, de la actividad reflejada materialmente en laiposicién vital del su- jefo. Y sin embargo, incluso teniendo en cuenta las objeciones de ‘Aguirre, tomaremos como indice el esquema ce Napier, haciendo anotaciones oportunas segtin nuestra perspectiva El.uso ad hoc de utensilios (primer nivel de Napier), ya sea como «informacién referida al objeto», con cierta independencia de Ta in- formacién vital inmediata, 0 como «asociacién memoristica basada en experimento-ertor», parece remontar hasta los Australopitécidos 28, Napier, «Thelecomatr fonctions of Heminid on SL Waban (ed), lef ion Hn Eta, Chcage, 1363, 150 73" alas pelmeras hus dela human, Baie, 0, 4 José arte Mena xyes frecuente en los Primates no-humanos, No obstante ciertos as- pectos, ya en este primer nivel, permiten introdueir Ia inquictud de los matices, A partir de los primeros trabajos de Dart sobre los Aus- tralopitécidos, y en parte a través de Ja actitud critica de Le Gros Clark o de Washburn, o de las recopilaciones de Biberson, Aguirre, Breuil, Leakey y Robinson, se ha llegado a repertotiar instrumentos de hueso bifaces utilizados como armas percutoras, dadala weviden- cia de violencia intencional» detectada en los eréneos de los Autralo- pitécidos y babuinos encontrados en yacimientos contemporéneos. ‘Al mismo tiempo, se hace notar que esas hendiduras violentas pare cen haber sido producidas de frente y, aparentemente, por un «indi- vviduo diestro» (Dart, Robinson), Estos restos de hueso, diente, asta, que presentan evidencias de una ulilizaci6n ad hoc, han dado lugar a Ta dlasificacin especitica de «cultura osteodontoverética», probable- ‘mente prolongada por el I, habilis (el primer «fabricanter de utensi- lios) hasta el H. sapiens, paralelamente a ottas culturas iticas, Permaneciendo en los limites més estrictos, y aceptando que el Australopithecus africanus (A. prometheus) y el Austrilopithecus ro- bustus (Paranthropus robustus) eran «simples utilizadores de instru- mentos», dos indicaciones permiten plantear la problemética de Ia hhominizacién con exigencias més amplias, La primera indicacién cs facilitada por H. Breuil, quien, al establecer una sucesién entre la utilizacién del hueso y la piedra, hace una indicacién sobre la cau- salidad que pudo intervenir en la utilizaci6n de es0s primeros ins- {rumentos de hucso, diente o asta: «volver contra los animales sus propias armas de ataque y defensa>®. Desde el punto de vista de las eposibilidades téenicas», nada parece diferenciar esta actividad de ia del primate que usa utensilios; pero si hacemos intervenir — conjeturalmente— la casualidad sefialada por Breil, una ligera, pero importante, diferencia con el comportamiento del primate se anun- 40_Intersencién de. rel en Le rcs de Bamba, Pus, 1958 (Clloques ner nat duCNRS) 2s, 6 cia en el ciclo operatorio, La segunda indicacién proviene de los experimentos de N, Koths y de ELE. Jrustov, resumidos por Aguirre en los términos siguientes: «Cuando se da al chimpaneé un trozo de madeta que no puede romper con sus 6rganos naturales (manos, lentes), sino con un tercer objeto, y se le proporciona éste en forma de un bifaz,paleoltico no sabe servirse de & ni por imitacién», Entre el bifaz paleolitico y los instrumentos osteodontocersticos no parece haber una diferencia funcional, de posibilidades tsenicas, desde el punto de vista del objeto, si no es la de la constitucién del material —y el chimpancé no sabe servirse de él ni por imitaciin— Esta constatacién nos remite a [a indieacién de Breuil: el uso de esos instramentos éseos, en Ja cultura osteodontocerdtica, pudo haber tenido su origen al «volver contra los animales sus propias armas» por imitacién. Empieza la paredoja. La especificidad de los utensi- lios (huesos, dientes, astas) abre la posibilidad de una imitacion y anuncia una percepcién funcional de la eficacia del arma bifaz que no alcanza el primate no-humano ni porimitacién. ,Cémo se rompe el circulo para empezar la espiral, la bifurcacién? Estarfemos en el nivel del uso de utensilios« propésito. Ya hemos in- dicaco la importancia de un comportamiento de curiosidad, como consecuencia del «efecto de bordes», que no se limita a la familia- rizaci6n con un objeto, apropidindose de él perceptuahnente segiin unos pardmetros de objetividad ya existentes, sino que impone el descubrimiento de los parémetros mismos, Un aptendizaje radical, {que restimiamos —siguiendo la expresién de Lorenz— como una (un) hacer -> (para hacer) cosal, y cada una de sus zonas delimita, como filtros sucesivos, la configuracién de un «mmundon, Fl conjunto es la realidad —para el habilis. La nueva zona objeti- ‘val —que parece emerger con Ja modificacién de utensilios— no se 8 Ver Lover, Die Rie, cp. 1a formacién de nseras propiedad ste constituye dnicamente a partir de una transposicién funcional de ‘Srganos de otros animales (siguiendo la hipétesis de Breuil}, sino ‘que estd determinada por un conjunto de operaciones realizadas con la ayuda de un utensilio preparador de la eficacia de otro uten- silio; actividad que presupone, al menos, la distincién entre fa fun- ‘ign (percutora, cortadora, desgarradora..) y el material que rea za la funci6n (hueso, asta, colmillo..) para poder re-hacerla en otro material (guijarros, piedra..). De la separacién de la funcién (y el animal) a la distincién entre la funcién y la materia aparece una «diberacin de la formay, de tal manera que la eficacia del hacer, al desdioblarse en zonas de realizacion, concretiza, a través dela forma, es0s posibles enunciados ya en la actividad selectiva del Australo- pilécido. Las cosas no son simplemente, empiezan a realizarse. Un objeto hace posible (a través de la forma) otro objeto que hace (Fun- cionalmente) re! un «mundo», La aparicién de utensilios para conformar utensils, la determi- nacién de un objeto a partir de un objeto, la configuracién de un hacer a partirde un hacer, duplica la actividad, distancia de la inme- iatez de las cosas... —esfuerzo vano, desviacién de as necesida- des biol6gicas inmediatas, si no fuera por un beneficio directamen- te pervibido. Este beneficio parece ser claro: una mayor precisién, control, sobre las cosas. La especializacién utensiliar (de la funcién «a través de las formas cortantes, punzantes, percutoras..., ese «0 deo» objetival, permite mayor precisién en las relaciones con el con- texto. Hspeciatizacién y precisién, o formacién de la funcién, que tienen como base y/o correlate la precisién de las representaciones mentales, de los contenidos de fijacién representativa. De tal forma ‘que, en este cftculo de interacciones, por y con el trabajo transfor- ‘mador de la materia, por y con a constitucién de una zona objetival ®. Tal y como B.G. Campbell pre- isa; «La distincién entre el hombre y los monos no reside en la ha~ bilidad del hombre para hacer sonidos, sino en la clase de sonidos que hace», i problema parece precisarse aumentando su dificultad: las posi- bilidades fonatorias de los Primates son semejantes, i no superio- @ Dingnice bikigca» La ovtin, 989, 51 Huon Et, 30. 2 +25, alas del hombre. Ast los andlisis sobre la estructura craneana olduvayense, que feclitan la reconstrueci6n de la morfologta de la sinfisis mandibular, de la zona bucolingual y de la faringe, permi- ten pensar que el habilis disponfa de unos érganos de emisién de sonidos que lo posibilitaban para Ia actividad fonatoria semejante ala de los Primates mas evolucionados. Pero esta morfologfa, en sf misma, no permite comprender por qué aparecié la articulacién de voeablos, Parece necesario hacer intervenir otra dimensiGn. Lo indice, escuetamente, B,G. Campbell: «Silos monos no hablan, no es tanto porque su aparato fonatorio sea muy diferente del nuestro (.}, sino porque siendo recolectores foliforos y no cazadores, no tie~ nen nada tan esencial para decir», ;Qué es lo que pudo tener de «cesencial» para decir el H. hubs? O mas bien: zodmo lleg6 a tenet algo que decir, emo algo lleg6 a destizar el rflejo comunicativo ha- cia una articulacién diciente? No preguntamos por las posibilida- des fonatorias —que habrian podido, por si mismas, continuar en el nivel del grito—, sino por algo que tuvo el H. habilis para decir, y «que no lo tenia para ser dicho el Primate no-humano, pero tampo- co el Kenyapithecus o el Ramapithecus, ni incluso et Austrolopithecus. Preguntamos por algo que pucda situar la comunicacién e un nivel diferente de la sefal, y que permita comprender un cambio cusita- tivo en el campo semantic, Sila comunicacién consiste en una configuracién social del objeto a través de un sistema codificado de sefiales, en la antropogénesis inferviene un factor decisivo: la manualizacién progresiva de las, cosas; el geato ee precisa en la mano que modifica y fabrica ob- jets. Esto implica un motricidad indirecta que libera la mano, a desespecializa. Hl yesto comunicativo se concentra en el «ser a la mano», una zona de objetos que mediatiza las cosas a través de la habilidad especializadora de la mano en los utensifios, que crea un tio permanente de eficacia y representacién. La sociedad dispo- Hon Evo, 307. m José are Ma ze de una econciencia exterior» en cuanto un estar comin de la re- presentacién que une al grupo estableciendo fa objetividad de una zona comunicativa, El paso de la gesticulacién a la manualizacién da lugar a una configuracién objetival de las cosas con un espacio determinado, un sitio de representacién estable, Entre las cosas y el individuo ce instala un espacio de objetos con un significado preci- 30, diferente de la estricta dimensién biol6gica. Fabricar un utensi- lio, es producir un significado, operar con un campo sementico que intecfiere entre el individuo y las cosas: la sefial es esuperada» en Ja medida en que el c6ciigo es cbjetival y no «natural». sta delimi- tacién objetival, creada, de Jas cosas introduce un umbral diferen- cial en la comunicaci6n: a relacién directa y univoca a través de la sefal entre el emisor y el receptor es «desviaday, Interfiriendo en Ja linealidad directa de las sefiales emerge una zona ocupada por ‘objetos que tienen un significado operativo en un nivel diferente de Iasefal. La sefal remite dicectamente a una realidad porque se pro- duce en presencia del estimulo, su espacio es el de la cosa —como sa prolongacién fisica. El mundo objetival tiene una particularidad que se deriva del hecho de ser fabricado; est ah y permansce en ausencia del estfinulo, su espacio no es el de las cosas, es el de los significados. Esta posibilidad de existencia de un mensaje objetioado cen ausencia de! estimulo sitia al objeto (utensilio fabricado) en un nivel preciso: como reserua aemntion, un catalizador de significa dos, una reserva comin de significados acumulada en objetos. La modificacién cualitativa en la comunicacién aparece a partir de la Jibricacién de un campo seméntico. Ahf se situarfa algo que no se podfa expresar tinicamente con seffales, ya que por st misma si- tuacién objetival escapaba al campo semdntico de las sefiales codi- ficadas. Al fabricar objetos, el hablis fabricé signiticados, introdujo ‘un campo semintico que la sefial no podia «transportar»; el objeto rompi6 la sefial,liber6 la significaciGn. Desde ahi, zo6mo pudo el habilis expresar esa reserva seméntica objetival, ese algo fabricado materialmente; cmo puedo pasar del objeto al decir, de un nivel de operadores» 2 otto de «designadores (B. Cassirer)? % La fabricacién de utensilios implica radicalmente el paso de la re- accién animal ala respuesta no-animal, Esta respuesta es fal no por realizatse a través de un objeto, sino porque ese objeto esté fabricado y articulado en dos ejes: uno relacional, entre una habilidad manual y tna secuencia productora con otros abjetos; otro eficaz, con vistas 4 una intervencién directa y precisa en las cosas. Al mimo tiempo, Jos utensilios muestran una precisint en su configuracién que remite a una precisin representativa, Asi, Bunak «considera ligada la téc- nica pre-chelense (olduvayense), que hace utensilios con tres a ocho golpes, a la presencia de conceptos y lenguajes muy elementales; 1 utensilio chelense, retocado, que necesita de veinte a treinta gol- pes, no se explica, seguin Bunak, sin la palabra (polisemantica);(..) Jos titles ineresblemente detallistas y especializantes del Paleolitico superior requieren, con sus diez a doce operaciones y doscientos a doscientos cincuenta actos, e "pensamiento sintgmico” olenguaje verdaderon®. No s6lo la precisiOn de las formas utensiliares, sino la subyacente articulacién entre ellas, manifiestan una creciente py sin del pensamiento en el fabricador. Una precisién semejante sera exigida en el gesto comunicativo. Preguntemos nuevamente: como pudo decir el habilis ese algo preciso y articulado de significados que constituye el mundo de los objetos? Frecuentemente este problema es abordado bajo la orientacién del «origen del lenguajen, y, a menudo, se reflexiona a pattir de las exigencias de una estructura de expresién, deforman- do asf el horizonte cuestionado. Frente a esa «reserva seméntica» constituida por objetos, no patece oportuno hablar de lenguaje, sino de vocacién (vocntio: accién de llamax), el acto de designar tal. La accién se circunscribe dicectamente a la zona vocal. ;Qué tipo de accién? —pregunta que se traduce en: qué hace que un mensa- je vocal sea un decir, una palabra? Todo decir es mensaje, pero no todo mensaje es un decir. La diferencia no reside en el sonido en sf (8B. Aguire,oLas primers ull [a Font, 660. % estore Mena mismo, sino en la relacién entre sonido y mensaje, Decir es eatable- ‘ey una relaci6n precisa entre sonido y mensaje: que el sonido no ‘ea un lugar de trénsito del mensaje, sino el sitio propio del mensa- je. Esta relacién es una accién que se oper, especificamente, en la ‘coordinacién mental y vocal (aunque esta coordinacién sea incom- prensible sin Ia intervenci6n de otros factores: Cireunvolucién de Brocca, 6rganos fonatorios..). La aceién propia del decir consiste cen una retencién mental —una apropiacién (que no es fisica, pero que pretende serlo}— del mensaje que transitaba a través del gesto (6 grito) operacional; de tal manera que ef mensaje puede ser se- pparado, aislado, de sus limites operacionales de accién y reaccién para retenerlo (mentalmente) y re-producirlo (fonatoriamente) fuera del contexto preciso provocado por el estimislo. Etapa, muy proba- Dlemente, apenas perceptible, en la cual lo importante —e, incluso, lo necesario— no es el cambio del sonido (que se presente como grito 0 no), sino que el sonido sea el espacio de retencién (mental) precisa del mensaje. El sonido se convierte en un sutensilion por el cual y en el cual se establecen Ias cosas en un espacio que noes el de Jas cosas. Decir es reproducir el mensaje en ausencia del estimulo directo, esto es: Hamar (la cosa) a la presencia en un espacio vocal —hucer una presencia, en una accién con cierta semejanza a la de fabricar un objeto. La accién de vaencién seria, pues, una apropiaci6n-(te)productora, ‘una apropiacién del mensaje para teproducirlo como experiencia dela cosa —no como simple sustituto de la cosa, sino como presen- cia dela cosa en un nuevo espacio—. Bsto sélo es posible porla tela cign entre la representacién mental y la representacion en el sonido vocal: un comprender, en el sentido etimol6gico ce comprehendere: «tomar con(sigo)» la presencia de la cosa, Ast aparece un espacio nuevo y especifico: el de la vocacién, ef de Ta Hamada apropiadont {que (re)producela presencia de la cosa instaléndola en ese sitio que se construye entre le representacién mental y la presentacién vocal. Se trata de la accién de nueva experiencia objetival, [a de la vocacién, La vocacién no reside, pues, en el sonido, sino en Ia «construccién» I n entre la representacién mental y la presentacién del ‘mensaje en el sonido. As{ puede aparecer un saber en el decir, con las caracterfsticas propias del simbolo: un saber de esa relacién en- {rela representacién (mental) y la presentacién (vocal), una relacién que constituye la presencia de la cosa, su nueva existencia, Hl sfm- bolo encierza el saber de la cosa, es un saber de si mismo. Poreso, en este momento objetival original, parece muy probable aceptar que Ia palabra apareciera ya con esa caracterfstica que, retrospectiva- ‘mente, lamarfatnos migica. No una palabra de simple sustitucién, sino un decir-objeto, un llamar en sentido estricto: hacer aparecer. El decir Ja-cosa es la cosa, Este es cl simbolo. Pero, jde qué se habla? Pregunta inseparable de esta otra: ,eémo se habla? Retengamos —a titulo indicativo— las reflexiones de M, Heidegger: «Hl fundamento ontoldgico-existenciario del lengua- je es el habla (.,) El habla es de igual originalidad existenciaria que el encontrarse y el comprender (..) Bl habla es la atticulacién de la comprensibildad, El habla es ta articulacién de las vocaciones, la relacién de las presencias instaladas en ese espacio de represen- tacidn (mental), de apropiacién, y de (re)produccién (vocal), de ex posicisn, En un primer momento hemos situado Ia vocacién como tuna accién de «instalacién» de la presencia en un espacio de repre- sentacién-reproduccién (de representacién productora de presen- cia), un hacer semejante —como gesto instaurador— a la fabrica iGn de utensilios; ambas aeciones como «creadoras» de espacios objetivales, como dos maneras de solicitar la presencia, de hacer la experiencia en cuanto «pruebay de las cosas. Cuales han podido set las telaciones e influencias precisaa entre estos dos espacios es Aiffcil de precisar. Se habla de las cosas, cierto, pero en un espacio Vital, en un «mundo», que es fal (que significa), en gran parte, uten- siliarmente. Estamos frente a dos apropiaciones, des espacios ob- jetivales: uno utensiliar, otto vocal —dos instrumentos de presen- 6 Sry, 84 im Jest ite Mae éa~. HI primeto parece més fundamental y anterior al segundo, de tal manera que cabe pensar lo siguiente: la estructura utensiliar condicioné la articulacién de la esfera objetival-vocal. Llamar pudo ‘et evocar las cosas por su especificidad, por su caracterizacién; una delimitacién debida, en gran part, ala relacion especificadora es- tablecida en el utensilio y, a través de ¢l, con las cosas. Una ereser- vaseménticay diferente del efrculo operatorio de accién y reaccién estrictamente biolégico, un de- ‘bemos aprender a serlo, E! hombre nace biologicamente, pero debe aprender a ser humano socialmente. Esta tensin marca tna resul- tante: «..por la prematuridad de nuestro nacimiento, no tenemos tantas repuestas estereotipadas, predeterminadas, como los otros vertebrados, y ast, feniendo consecuentemente estructuras reflejas més abiertas que ellos, somos menos rigidamente modelados en nuestros instintos, menos conservadores, dependientes y seguros que los animales..»®, Entre la flexibilidad y la seguridad se sitéa el umbral de la funcién vital del aprendizaje. El problema puede ser planteado en términos de seguridad —se- guridad para el grupo que opera a partir de la seguridad deli dividuo—, Esta seguridad se caracteriza humanamente pot la di ‘mensi6n cualitativa, Y esta opcién vital se acentéa, por el mismo hecho del nacimiento «inmaturo» (como precisa Crusafont Paird), con la disminucién considerable, con relacién a otros animales, de respuestas estereotipadas, lo cual confiere una mayor disponibili- dad. La necesidad y la importancia del entorno social proceden del hecho insoslayable siguiente: el programa (biol6gico) de cada indi- vviduo se ha iniciado en el perfodo fetal, sin egar a alcanzar un de- sarrollo que permita la autonomés, la seguridad, de este individuo en el momento de su nacimiento 6 en los primeros aftos de su vide, Para alcanzar el desarrollo que permita le autonomfa, cl individu necesita el claustro social, y la sociedad, por su propia seguridad, debe prestarse como medio de mantenimiento hasta que Ia propia seguridad del individuo contribuya activamente a la seguridad del grupo. Menos rigidas serén las determinaciones del recién nacido, nis extenso seri el perfodo de incubacién extrauterina, Ast, el pe- iodo de aprendizaje indispensable —de dependencia total-— seré cenel nifio extraordinariamente prolongado con relacién a otros ma- riferos. Entre esta necesidad de desarrollo y el umbral de seguri- 25 BG.Campbel, pct, wh 3. a dad se sitta la funcién del aprendizaje, el cual debe ser aceptado «

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