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VL LOS TONTOS RACIONALES: UNA GCRITICA DE LOS FUNDAMENTOS CONDUCTISTAS DE LA TEORIA ECONOMICA* Amartya K. Sex 1 EN su Mathematical Psychics, publicado en 1881, afirmaba Edgeworth que “el primer principio de Ia Economia es que cada agente esti movido sdlo por su propio interés”? Esta concepcién del ham- bre ha sido persistente en los modelos econémicos, y la naturaleza de la teoria econémica parece ha berse visto muy influida por esta premisa bésica. En este ensayo me gustaria examinar algunos de los problemas surgidos de esta concepcién de los seres humanos. Tomado de Philosophy and Public Affairs, 6, 1976. 17h, pp 378 ee * Esta conferencia de Herbert Spencer, pronunciada en la Scientific Models and Man, comp. Hi. Harris (piéxima pu- n, 1978) y se reproduce aqui gracias al amable per- miso concedido por 1a Oxford University Press. Agradezco Jos tiles comentarios formulados sobre una versién ante. rior por los directores de esta revista y por Ake Anderson Fssat Bevin, Frank sh, Martin Mob, Janos” Kora Derek Parfit, Christopher Peacocke y Tibor Scitovsky. 1 FY. Edgeworth, Mathematical Psychics. An Essay on the Application of Methematics to the Moral Sciences (Lon- ares, 1881), p. 16. 72 | | ! LOS TONTOS RACIONALES 173 Mencionaré que el propio Edgeworth estaba bien consciente de que su primer principio de 1a eco- nomia no era particularmente realista. En efecto, crefa que “el hombre concreto del siglo xrx es en su mayor parte un egoista impuro, un utilitarista mixto”.2 Esto plantea el interesante enigma de la razén de que Edgeworth dedicara tanto tiempo y talento a desarrollar una linea de investigacién cuyo primer principio consideraba falso. No se trata de saber por qué deban emplearse abstraccio- nes en la investigacidn de las cuestiones econdmicas generales —la naturaleza de Ja investigacién hace que esto sea inevitable—, sino por qué hab: de escoger un supuesto que no sélo consideramos in correcto en detalle sino fundamentalmente equivo- cado, Como podremos observar esta cucstion tiene un interés continuo también para la econemis derna. Por lo que toca a Edgeworth, una parte de Ja respuesta residia sin duda alguna en el hecho de que no consideraba fundamentalmente errado el supuesto en los tipos de actividades particulares a los que aplicaba lo que Ilamé ei “cilculo econé- mico”: i) la guerra y ii) el contrato. “Admitiendo que existe en las partes superiores de la naturaleza humana una tendencia hacia las instituciones uti- litarias y um aprecio por tales instituciones", se planted este interrogante retérico: “podriamos su- Edgeworth, p. 104. En efecto, mis adelante hizo algunas ob:ervaciones interesantes sobre Jos resultados del egoismo “impuro", admitiendo un elemento de simpatfa hacia los demis. Las observaciones han sido investigadas y analizadas por David Gollard en “Edgeworth’s Propositions on Altru- ism", Economic Journal, 85 (1975) 174 LOS TONTOS RACIONALES poner seriamente que estas consideraciones mora. les son aplicables a la guerra y el comercio, que podrian erradicar el nticleo incontrolado del egois. mo humano, o ejercer una fuerza apreciable por comparacién con el impulso del interés. propio” 3 En su opinién, Sidgwick habia despejado la “ilu. vsién” de que “el interés de todos es el interés de cada uno”, ya que descubrié que “los dos principios supremos —Egoismo y Utilitarismo—” son “irre. conciliables, a no ser por la accién de la religién”, “Lejos est4 del espiritu de la filosofia del placer la subestimacién de la importancia de la religién”, escribié Edgeworth, “pero en la investigacién ac. tual, y tratandose de los elementos inferiores de la naturaleza humana, debemos tratar de buscar una transicién mas obvia, un pasaje més terrenal, a partir del principio del interés propio, para lle. gar al principio, 0 por lo menos Ia prictica, del utilitarismo”# Adviértase que el contexo del debate es impor- tante para este argumento. Edgeworth pensé que habia establecido Ia aceptabilidad dei “egoismo” como el supuesto conductista fundamental para su investigacién particular, destruyendo la aceptabi- lidad del “utilitarismo" como una descripcién del comportamiento efectivo. Por supuesto, el utilita- tismo no es el tinico enfoque no egoista. Ademés, entre los intereses propios y los intereses de todes se encuentran Ios intereses de diversos grupos: fa- milias, amigos, comunidades locales, grupos de co- legas, clases econémicas y sociales. Los conceptos de la responsabilidad familiar, la ética empresarial, ® Edgeworth, p. 52. “Ibid, pp. 5258. LOS TONTOS RACIONALES 175 la conciencia de clase, etc, se refieren a estas Areas de interés intermedias, y la climinacin del utili- tarismo como una teorla descriptiva del comporta- miento no deja al egofsmo como Ia nica opcién. Sera dificil negar la importancia de algunas de estas consideraciones para la economia de las ne- gociaciones y los contratos. Debe advertirse que la investigacién de Edge- worth acerca del resultado del contacto econémico entre individuos puramente egoistas tuvo el mérito de ser inmediatamente pertinente para una discu- sién abstracta que ya se prolongaba por mas de un siglo y en cuyos debates participaron Herbert Spencer, Henry Sidgwick y otros pensadores desta- cados del periodo, Dos afios antes de le aparicién del Mathematical Psychics de Edgeworth, habia pu- blicado Herbert Spencer su meticuloso anilisis de Ia relacién existente entre el egoismo y el aitruismo en The Data of Ethics. Habia legado a ta conclu- ‘on reconfortante —aunque algo confusa— de que “Ia felicidad general tendré que alcanzarse princi- palmente mediante la busqueda adecuada de su propia felicidad por parte de los individuos; al mismo tiempo que la felicidad de los individuos tendrd que alcanzarse en parte mediante su bits- queda de la felicidad general”5 En el contexto de esta nocién relativamente abstracta, el preciso and- lisis econdmico de Edgeworth, basado en un modelo bien delinido de los contratos celebrados entre dos individuos egoistas, o entre dos tipos de indi- viduos egoistas (idénticos), ofrecia una respuesta clara para una antigua cuestién hipotética. © H. Spencer, The Data of Eihics (Londies, 1879; edicién aumentada, 1887), p. 238. 176 LOS TONTOS RACIONALES En el modelo de Edgeworth, basado en el com- portamiento egofsta, parecfa existir una correspon- dencia notable entre los equilibrios del intercambio de los mercados competitivos y lo que en términos econdmicos modernos se Hama “el niicleo” de la economia. Se dice que un resultado se encuentra en “el micleo” de la economia si, y slo si, satis- face varias condiciones de imposibilidad de mejo- ramiento. Estas condiciones establecen, en términos generales, que nadie podria mejorar su situacién sin que empeorara la de alguna otra persona (la situacién Hamada “éptimo de Pareto”), pero tam- bién que nadie esta en peor situacién de la que estaria en ausencia de iniercambio, y que ninguna coalicién de individuos podria mejorar por si sola su propia situacién alterando el intercambio entre ellos. ° Edgeworth demostré que, dados ciertos supues- tos generales, cualquier equilibrio que pueda sur- gir en un mercado competitive deberd satisfacer estas condiciones y encontrarse en “el nucleo”. Asi pues, en el modelo de Edgeworth no se encuentran los equilibrios del mercado competitive dominados en este sentido por ningén otro arreglo viable, dada Ja distribucién inicial de las dotaciones. Mas sorprendente era en cierta forma el resultado con- wario: que si aumentara el nitmero de individuos de cada tipo ilimitadamente, el nécleo (represen- tativo de tales resultados no superados) se con- uacria hacia el conjunto de equilibrios competiti vos; ¢5 decir, el mticleo no seria mucho mas extenso que el conjunto de equilibrios competitivos, Este par de resultados se ha refinado y ampliado gran- demente en la bibliografia reciente del equilibrio LOS TONTOS RACIONALES VW general con modelos similares y esencialmente con Jos mismos supuestos conductistas:' Pero el hecho de encontrarse en el micleo no es por sf solo un gran logro desde el punto de vista del bienestar social. Una persona que empiece mal dotada puede seguir siendo pobre aun después de las transacciones, y si la competencia no ofrece mas que Ja permanencia en el micleo, la persona des- amparada no consideraré “la gran cosa” este re- sultado. Edgeworth tomé en cuenta esta situacién hasta cierto punto al considerar el problema de Ia eleccidn entre diversos equilibrios competitivos. Observd que, para la buena sociedad utilitarista, “la competencia requiere el complemento dei a traje, y la base del arbitraje entre los contratar cgoistas cs la mayor suma posible de la utilidad total”.? No se ocupé realmente de Jos aspectos ins- titucionales de tal arbitraje, ni de sus extensas im- plicaciones para la distribucin de la propiedad, a pesar de algunas apariencias superficiales en co! rio. Sobre Ia base del logro de la competencia, por Lmitado que fuese, Edgeworth se sintié autovizado a “sesgarse hacia una cautela més conservadora en Ja reforma”. Al calcular “la utilidad de las institu- ciones preutilitaristas”, Edgeworth se sintié impre- sionado “con una vision de la Naturaleza, no to- almente mala como la que nos legara Mill, sino una primera aproximacion hacia }o mejor”. En este ensayo no examinaré si la aproximacién tes H. Hahn, General ® Véase on particular K. J. Arrow y F. Conipetitive Analysis San Francisco, 1971). {Version caste Mana del rex, 1977] * Kageworth, p. 56. "ind, p. 82 178 LOS TONTOS RACIONALES es ms bien remota. (Creo que asi ocurre aun den- tro de la estructura de supuestos utilizada por Ed- geworth, pero esto no es fundamental para el tema de este ensayo.) Aqui me interesa la visién del hombre que forma parte del anilisis de Edgeworth y sobrevive més o menos intacta en gran parte de la teoria econémica moderna. Por supuesto, esta visin es estilizada y se destina especificamente a Ia iluminacién de una disputa relativamente abs- tracta que interesé. mucho a Spencer, Sidgwick y varios otros pensadores contempordneos prominen- tes, a saber: zen qué sentido y hasta qué punto alcanzaria el bien general el comportamiento egols- ta? Desde luego, el hecho de que el comporta- micnto egoista sea un supuesto realista no influye en ninguna medida sobre Ia correccién de la res- puesta de Edgeworth al interrogante planteado. Dentro de la estructura de un modelo econémico Imitado, provela una respuesta clara a la discusién abstracta del egoismo y el bien general Este debate particular ha persistido durante lar- go tiempo y aun ahora motiva muchos ejercicios de la teoria econémica. La naturaleza liaitada del debate ha ejercido una influencia decisiva sobve la eleccién de modelos econdmicos y la concepcién de los seres humanos que participan en ellos. En su distinguido texto sobre la torfa del equilibrio general, afirman Arrow y Hahn (pp. vi-vii): Existe ya una extensa e imponente linea de econo mistas, desde Adam Smith hasta el presente, que han tratado de demostrar que una economia des centralizada, motivada por el egoismo y guiada por Tas sefiales de los precios, seria compatible con una LOS TONTOS RACIONALES 179 disposicién coherente de recursos econémicos que pudiera considerarse, en un sentido bien definido, como superior a la gran clase de disposiciones alter- nativas posibles. Ademds, las sefiales de los precios funcionarian para establecer este grado de coheren: cia. Es importante entender cudn sorprendente ha de resultar esta afirmacién para quien no esté fa- miliarizado con la tradicién. La respuesta inmediata “de sentido comin" a este interrogante: “sCéma seria una economia motivada por Ia ambicién in- dividual y controlada por un niimero muy grande de agentes diferentes?”, sera probablemenie “el caos”. El hecho de que se haya ofrecido durante largo tiempo una respuesta muy diferente, la que en efecto ha impregnado el pensamicnto econémi co de gran niimero de personas que no son econo- mistas, es razén suficiente para investigarla seria: mente. En virtud de que la proposicién ha sido planteada y sostenida con gran seriedad, es impor: tante saber no sdlo si es cierta, sino si podria ser cierta. Gran parte de lo que sigue se refiere 2 este iiltimo interrogante, el que merece amp! ie Ta stencién de los economistas en nuestra opinisn. No nos interesa aqui primordialmente la relac entre Ios modelos postulados y el mundo econd- mico real, sino Ia correccién de las respuestas a interrogantes bien definidos, planteados con su- puestos preseleccionados que constriiien severamen- te Ia naturaleza de los modelos que pueden adm tirse en el anilisis. En el propio intevrogante esta incrustado un concepto especifico del hombre, y no hay libertad para alejarse de esta concepcién mientras tratemos de contestar este interrogante. As{ pues, Ja naturaleza del hombre en estos mode- los econdmicos corrientes sigue reflejando la for- 180 LOS TONTOS RACIONALES mulacién particular de ciertas cuestiones filoséticas generales planteadas en el pasado. El realismo de la concepcién escogida del hombre no forma parte de esta investigacién. un “Hay otra razén no empirica —y posiblemente mils simple— para que la concepcién del hombre en los modelos econémicos tienda a ser la de un egois- ta que persigue su propio interés. Podemos defi nir los intereses de una persona en forma tal que parezca perseguir sus propios intereses en cada acto de eleccidn aislado, independicntemente de lo que haga.® Este enfoque ha sido hasta cierto punto for- malizado en época reciente, en el contexto de In teoria de Ja preferencia revelada, pero tiene una antigiiedad respetable, y Joseph Butler ya lo estaba combatiendo en la Capilla Rolls hace dos siglos y medio.!° La reduccién del hombre a la categoria de un animal egoista depende en este enfoque de una definicién cuidadosa. Si se observa que usted es- coge x y rechaza y, se declara que usted tiene una preferencia “revelada” por x sobre y. Su utilidad Tas acciones actuales de una persona afectan su bie. estar cn el futuro, de acuerdo con este enfoque deberin definirse sus intereses futuros en términos de la forma en que se evahian ahora. En general, no hay razén para pre sumir que los intereses futuios, (al como se evalian hoy coincidirin con tales intereses evaluados en el futuro. Esto aporta una dimensién adicional al problema, y agradezco a Derek Parfit que me haya cenvencido de Ia importancia conceptual de esta cuestidn, * J. Butler, Fifteen Sermons Preached at the Rolls Cha. pel (Londres, 1726); véase también a T. Nagel, The Pussi bility of Altruism (Oxford, 1970), p. 81. LOS TONTOS RACIONALES 181 personal se define entonces simplemente como una representacién numérica de esta “preferencia”, asig- nando una utilidad mayor a una opcién “prefe- rida”. Con este conjunto de definiciones, usted no podra dejar de maximizar su propia utilidad, ex- cepto por obra de la inconsistencia. Por supuesto, si escoge usted x y rechaza y en una ocasién, y de pronto pasa al polo contrario, el teérico de la pre ferencia revelada no podré asignarle un ordena- miento de preferencias, de modo que no podra asignarle una funcién de utilidad que usted deba maximizar. Entoncess tendré que concluir que usted es inconsistente o que sus preferencias esti an cambiando, También podra usted frustrar al ted- rico de la preferencia revelada a través de incon- sistencias mas refinadas. Pero si usted es consis- tente, independientemente de que sca usted un egoista recalcitrante o un altruista delirante o un clasista, apareceré maximizando su propia uti- lidad en este mundo encantado de las definiciones Segiin la terminologia usada en conexién con la wibutacién, si la justificacién del supuesto del egoismo presentada por Arrow y Hahn equivale a evitar el problema, el enfoque de la preferencia re- velada parece mas un ejemplo sélido de evasién. Este enfoque del ego'smo definicional recibe 3 veces cl nombre de eleccién racional, ¢ implica nada menos que la consistencia interna, En este enfoque se consideran “racionales” las clecciones de una persona si, y sélo si, todas estas elecci 4 Véase H. S, Houthakker, “Revealed Preference and the Utility Function", Economica, 17 (1950); P. A. Samuelson, “The Problem of Integrability in Utility Theory", Econo- mica, 17 (1950). 182 LOS TONTOS RACIONALES nes pueden explicarse en términos de alguna rela- cién de preferencia consistente con la definicién de Ja preferencia revelada, es decir, si todas sus eleccio- nes pueden explicarse como la eleccién de opciones “preferidas por encima de todas” con respecto a una relacién de preferencia postulada.!? La justi- sficacién de este enfoque parece basarse en Ia idea de que sélo puede entenderse la preferencia real de una persona si se examinan sus elecciones efec- tivas, y no puede entenderse Ia actitud de una per- sona hacia las opciones en forma independiente de la eleccién. (Por cierto, esta opinién’ no se li- mita a los economistas. Hace muchos afios, cuando hube de presentar mi examen de literatura ing'esa en la Universidad de Calcuta, una de las pregun- tas que debiamos contestar acerca de Sueito de una noche de verano era ésta: Compare los caracte- res de Hermia y de Elena. gA quién escogeria?) En otra parte he tratado de demostrar que, una ver que hacemos a un lado las curiosas definiciones de la preferencia y el bienestar, este enfoque pre- supone a la vez ‘demasiadas cosas y demasiado poco: esto ultimo porque hay algunas fuentes de informacién sobre la preferencia y el bicnestar di- ferentes de las elecciones, tal como suelen enten- derse estos términos; y lo primero porque la elec- cién puede reilejar una wansaccién entre diversas consideraciones, una de las cuales puede ser e! bie- nestar personal.) * En cuanto a los principales resultados analiticos, vase M. K. Richter, “Rational Choice", Preference, Utility and Demand Theory, comps. J. $. Chipman et al. (Nueva York, 1971). A. K. Scu, “Behaviour and the Concept of Preference”, LOS TONTOS RACIONALES 183 Varios estudios penetrantes que se ocupan de las decisiones de los consumidores * y las actividades productivas © han revelado vigorosamente los com- plejos problemas psicolégicos que se encuentran detrés de la eleccién. No se ha puesto en claro que estas caracteristicas del comportamiento pue- Economica, 40 (1978). Véase también el importante estudio recente de ‘Romer, Experience and Conduct (Cambridge, Toil). Tambien "T. Schwart, "Von Wrights “Theory of Human’ Wellar “A Criugue’, prosita. publicaion en P. A. Schlipp (comp), The Philovopiy of Georg. Henrik von ‘right "r-“Stoumdars “he: Concept of Mt ho Vtieal Economy and Economic", mlimeogafiada —(Univere sidad.Jawananiat Nebruy,Nucra Delhi 19195 y Fo Schick, Rationality and Socal", mimeograiade (Universidad Kuigurs, Avociacén de Pibsolis de fa Ciencs, 187) wt Vease ‘re Satowsky, The Joess Economy: An. inquiry into” Human Sasjacion and. Consumer Disatsfaction (Londres y Nueva York, 1070), Véase también It cilia general del supueto del comportamiento“racowal” del Londtes, 1971, cap. lly y la bibVogratia sobre los "modcios psicolégios dels leccdu’, en partentar Dy MeTadklen, "Eco: omic Applications of Psychological Chotce Model” (pi sentado a al Tereer Congrew Econometrica Mundial, #505 to de 1933), uYease H. Liebenstcin, “Alloative Eiency vs. xEtti- ciency", American Economie Review, 56 (1060), “Tembid fas ertcas formladas conta el upesto tadilousl de Ta Inaimacidn del eet ee compostemionto npr Seria, cn. paiular W. J. Baunvol, Busines ehavior, Talue and ‘Growth: (Nueva York, 1958); R. Marri, The Economie Theory of Managerial Captain (Londres, 1961) ©. Williamson, "The Economics of Discretionary Bevior (Chicago, 1967), y A. Sliberton, “Price Behaviout of Firms", Konone Journ, 80 (1970, seproducilo en Royal Leo. nome Society, Surveys of Applied Economic, vol. (Lo dies, 1893), 184 LOS TONTOS RACIONALES dan captarse dentro de los limites formales de la eleccién consistente de los que depende el enfoque de la maximizacién del bienestar.'6 ut Paul Samuelson ha sefialado que muchos econo mistas “separarian la economia de la sociologia sobre Ia base del comportamiento racional o irra- cional, cuando estos términos se definen en Ia pe- numbra de la teorfa de la utilidad”.7 Los socidlo- gos tendrian buenas razones para rechazar esta concepcién, pero la cruz que los economistas deben cargar en esta visién de Ia dicotomia puede adver. tirse si sefialamos que el enfoque del “comporta. miento racional”, tal como suele interpretarse, con- duce a una teoria notablemente muda. Vemos aqui que el comportamiento debera “explicarse en térmi- nos de preferencias, las que a su vez se definen s6lo por el comportamiento”. Como seria de esperarse, han sido frecuentes los razonamientos circulares, Sin embargo Samuelson tiene razén sin duda cuan- do afirma que la teoria “no carece de sentido en % Acerea de las condiciones de consistencia requeridas Néase ‘mi ensayo “Choice Functions and Revealed. Prete rence", Review of Economie Studies, 38 (1971), H. G. Here cer, Ordinal Pee “and “Rail Ghee nometrca, 41 (1973), K. Sunumura, “Rational Choice and Revealed. Preference’, Review of "Economie Studies, #8 (1976); §. Kanger, “Choice Based on Preference”, mimco- grafiado (Universidad de Uppsala, 1976) . “B.A. Samuclon, The Foundation of Economies (Cam bridge, Mass, 1950), p90. LOS TONTOS RACIONALES 185 términos técnicos".3® Esto se explica muy simple- mente. Como ya hemos sefialado, el enfoque impo- ne el requerimiento de Ja consistencia interna de la eleccién observada, lo que podria ser refutado por las observaciones efectivas, lo que volveria “signi- ficativa” Ia teorfa en el sentido buscado por el enunciado de Samuelson: El requerimiento de la consistencia tiene una fe- cundidad sorprendente. Varias caracteristicas gene- rales de las relaciones de demanda pueden derivarse ce él. Pero en el contexto actual, la cuestién prin- cipal es la posibilidad de utilizar el requerimiento de consistencia para la verificacién etectiva Sa- muelson especifica la necesidad de “condiciones de observacién ideales” para que Jas implicaciones del enfogue puedan ser “refutadas 0 verificadas”. Sin embargo, esto no se satisface facilmente porque, por una parte, nuestro amor por la diversidad vuelve ilegitima la consideracién de los actos de cleccién individuales como las unidades apropiadas (en lugar de las secuencias de elecciones), mien- was que, por otra parte, el paso del tiempo difi- culta la distincién entre las inconsistencias y el cambio de los gustos. En efecto, ha habido muy pocos csfucrzos sistemdticos de verificacién de la consistencia del comportamiento diario de Tos in- aividuos, aunque s¢ han realizado algunos expeti- mentos interesantes y utiles sobre las reacciones de los individuos ante Ia incertidumbre bajo las conciciones del laboraiorio, Todavia no se deter mina lo que haya de considerarse como prueba admisible. Si vealizaramos ahora una encuesta en- tre economistas de diversas escuelas, encontraria * hid, p. 91 186 LOS TONTOS RACIONALES mos casi seguramente una coexistencia de creencias en el sentido de que i) Ia teoria del comportamiento racional ¢s irrefutable, ii) es refutable y no ha sido refutada hasta ahora, y iii) es refutable y en efecto patentemente. falsa.!® _. Sin embargo, ésta no es la cuestién fundamental ‘para los propdsitos que persigo aqui. Aun si se obtuviera la consistencia requerida, quedarfa in- soluta la cuestion del egoismo, excepto en el sen- tido puramente definicional, como ya he senalado. ina persona que escoja consistentemente puede tener cualquier grado de egoismo que descemos especificar. Por supuesto, ¢s cierto que en el caso especial de la eleccién pura del consumidor enwe los bienes privadas, el tedriea de la preferencia revelada trata de relacionar la “preferencia” 0 la “utilidad” de la persona con su propio conjunto de bienes. Pero esta restriccién no deriva del he- cho de que sélo le preocupen sus propios intereses, sino de que su propio conjunto de consumo --0 el de su familia— es el tinico sobre el que ejerce con- trol directo en sus actos de eleccién. La cuestion del egofsmo queda completamente insoluta. Creo que la cuestién requiere también una for- mulacién nus clara que la que sueie recibir, y ahora me ocuparé de este punto. * Véanse ias criticas filoséficas formuladay recientemeate Ia teoria del comportamiento raciowal en M. Hots y = J. Nell, Rational Economic Man (Cambridge, 1975); S. Wong, “On the Consistency and Completeness of Paul Samucon's Programme in the Theory of Consumer Bel: viour” (tesis doctoral, Universidad de Cambridge, 1973, présima publicacién). Véanse también las criticas. pragini- ticas de Kornai en Anti-Equilibrium, cap. 1. LOS TONTOS RACIONALES 187 Vv Cuando consideramos las desviaciones del “aisla- miento poco amable que se supone abstractamente en la Economia”, como decia Edgeworth, debemos distinguir cntre dos conceptos, separados: i) la sim- patia y ii) el compromiso. El primero corresponde al caso en el que el interés por otros afecta nucstro propio bienestar. Si el conocimiento de que se tortura a otros nos enferma, éste ¢s un caso de simpatia; si no nos enferma pero creemos que ¢s algo malo y estamos dispuestos a hacer algo para detenerlo, éste es un caso de compromiso. No quie- ro decir que las palabras escogidas tengan gran mérito, pero me parece que la distincién es impor tante. Puede sostenerse que el comportamiento pasado en la simpatia es egoista en un sentido im- portante, porque nos complace el placer de otros y nos duele el dolor de otros, de modo que la busqueda de nuestra propia utilidad puede ser pulsada por la accién de simpatia. Es la accis basada en el compromiso, no en la simpatia, la que seria altruista en este sentido. (Sin embargo. adviértase que la existencia de Ja simpatia no im- plica que la accién wtil para otros deba basarse en la simpatia en el sentido de que no ocurriria si nos complaciera poco o nada el bienestar de otros. Esta cuestin de la causacién sera examinada més adelante.) ‘n ciertos sentidos, la simpatia es un concepto mas facil de analizar que el del compromiso. Cuan- do cl sentimiento de bienestar de una persona es psicoldgicamente dependiente del bienestar de otro, se trata de un caso de simpatia; en igualdad de 188 LOS TONTOS RACIONALES otras circunstancias, la conciencia del aumento del bienestar de la otra persona mejora entonces di- rectamente la posicién de esta persona, (Por su- puesto, cuando la influencia es negativa, debemos hablar de una’relacién de “antipatia", pero pode- mos ahorrar la terminologia y utilizar sdlo el tér- mino “simpatia”, sefialando que 1a relacién puede ser positiva o negativa.) Mientras que la simpatia relaciona cosas similares entre si el bienestar de diferentes personas—, el compromiso relaciona la cleccién con los niveles de bienestar esperados. Po- demos definir el compromiso en et sentido de que una persona escogeré un acto que en su opinién producira un nivel de bienestar personal para éi menor que otro acto también a su alcance. Ad- viértase que la comparacién se hace entre niveles de bienestar esperados, de modo que esta defini- cién del compromiso excluye los actos contrarios al interés propio que derivan s6lo de un error en cl pronéstico de las consecuencias. Surge un problema mis dificil cuando la elec- cién de una persona coincide con la maximizacién de su bienestar personal esperado, pero ésa no es la vazdn de su eleccién. Si queremos incluir este caso, podemos-expandir la definicién del compro- miso para incluir los casos en que la eleccién de la persona maximiza el bienestar personal esperado pero no cambiaré por lo menos bajo una cond cién contraria en la que el acto escogido cesaria de maximizar el bienestar personal. Es posible que el compromiso en este sentido mas amplio resulte dificil de determinar, no sdlo en el contexto de las clecciones de otros sino también en el de la propia cleccién, ya que no siempre esta claro lo que hu- LOS TONTOS RACIONALES 189 biéramos hecho si las circunstancias hubiesen sido diferentes. Fs posible que este sentido més amplio tenga una pertinencia particular cuando actuamos sobre Ia base de una preocupacién por el deber cuya violacién podria provocar remordimiento, pero la accién se escoge realmente por el sentido del deber y no sélo para evitar el malestar resul- tante del remordimiento que ocurriria si actudra- mos de otro modo. (Por supuesto, aun el sentido més estrecho del compromiso incluiré el caso en el que el malestar resultante del remordimiento se ve superado por el inctemento del bienestar-) Todavia no me he referido a la incertidumbre referente al bienestar esperado. Cuando se into- duce la incertidumbre, el concepto de Ja simpatia no se ve afectado, pero el compromiso requetira una reformulacién. Las modificaciones necesarias dependerdn de la reaccién de Ia persona ante Ia incertidumbre. El caso mas simple es probablemen- te aquel en que la idea que tiene una persona de lo que le ofrece una “loterfa” en términos de la ganancia personal se capta en la “utilidad espe- rada” del bienestar personal (es decir, 1a adicin del bienestar personal derivado de diferentes resul tados ponderados por la probabilidad de presenta. cidn de cada resultado). En este caso, toda la ex- pusicién sc xcformula simplemente sustituyendo el bienestar personal por el bienestar personal espe~ rado; el compromiso implica entonces la eleccin de una accion que genere un bicrastar espersdo menor que otra accidn disponible. (EI sentido més amplio también puede modificarse correspondie: temente.) En la terminologi a de Ja teoria econémica mo- i t i i \ i 190 LOS TONTOS RACIONALES derma, Ia simpatia es un caso de “exterioridad” Muchos modelos descartan las exterioridades; asi ccurre, por ejemplo, con el modelo tradicional para el establecimiento de que cada equilibrio compe. titivo es un éptimo de Pareto y pertenece al niicleo de la economia. Si se permitiera en estos modelos Ja existencia de la simpatia, se modificarian algu. nos de estos resultados tradicionales, pero no todos ellos.® Pero esto no requerirfa una revision pro. funda de la estructura bisica de estos modelos, Por otra parte, el compromiso implica, en un sentido muy real, Ia eleccién en contra de las preferencias, Jo que destruye el supuesto crucial de que una opcién escogida debe ser mejor que las otras (0 por io menos tan bvena como ellas) para que Ja persona Ia escoja; y esto requeriria ciertamente que Jos modelos se formularan de una manera en esen. cia diferente. EI contraste entre la simpatia y el compromiso puede ilustrarse con Ia historia de dos nifios que se encuentran dos manzanas, una grande y una pequefia, EI nifio A le dice al nifio B: “Escoge tii". EI nifio B escoge de inmediato la manzana mds grande, El nifio A se enoja y afirma que aquello ha sido muy injusto. “gPor qué?", pregunta 7, “cCudl habrias escogido ti?" “La mas pequetia, nterprise”, Review of Economic Studies, $3 a): 8, Theorems of Welfare Economic Canadian Journal of LOS TONTOS RACIONALES 191 por supuesto”, replica A. Entonces B concluye con vor triunfante: “:Por qué te quejas? ;fisa es la que te tocé!” EI nifio B gana sin duda esta parte de la discusién, pero en efecto A no habria perdido nada por Ia eleccién de B si su propia eleccién hipoté- tica de la manzana mis pequefia se hubiese basado en la simpatfa y no en el compromiso. El enojo de A indica que tal vez no hubiera ocurrido asi. Por supuesto, el compromiso se conecta estrecha- mente a nuestra moral. Pero se trata de Ja moral en un sentido muy amplio, que abarca diversas influencias, desde la religiosa hasta la politica, des- de lo mal entendido hasta lo bien argumentado. En el drama de Bernard Shaw titulado EI discipulo del diablo, cuando Judith Anderson interpreta que la disposicién de Richard Dudgeon de ser colgado en lugar de su esposo se debe a la simpatia que siente por él 0 al amor que siente por ella, Richard niega categéricamente: “Lo que hice anoche lo hice a sangre frva, sin preocuparme por tu marido, © por ti, ni ia mitad de lo que me preocupo por mi mismo. No tuve ningtin motivo y ningiin inte- rés: solo puedo decirte que cuando me pregunté si sacarfa mi cuello del lazo y pondria alli el de otro hombre, supe que no podria hacerlo”.2* La caracteristica del compromiso que me interesa s aqui es el hecho de que mete una cniia entre a eleccién personal y el bienestar personal, y gran parte de la teorfa econémica tradicional se basa en la identidad de ambos. Esta identidad se ve curecida a veces por Ia ambigitedad del término GB. Shaw, Three Plays for Puritans (Harmondsworth, 1969), p. 192 LOS TONTOS RACIONALES “preferencia”, ya que el uso normal de la palabra permite la identificacién de la preferencia con el concepto del mejoramiento, y al mismo tiempo cs natural que se defina lo “preferido” como lo “es- cogido”. No tengo una postura dogmitica sobre el uso “correcto” de la palabra “preferen ‘me sentiria satisfecho mientras no se hagan ambos usos simultdneamente, intentando una afirmacién empirica por medio de dos definiciones2? La co: nexién basica entre el comportamiento de eleccién y el logro del bienestar en los modelos adiciona- ies se rompe en cuanto se admite el compromiso como un ingrediente de la eleccidn. “Muy bien —dirfa usted, pero qué tan pertinen- te es todo esto para la clase de elecciones que teresa a los economistas? La economf{a no tiene mucho que ver con la marcha de Richard Dudgeon hacia la horea.” Me parece que debiéramos con. venir de inmediato en que, para muchos tipos de comportamiento, es improbable que ¢l compromiso sea un ingrediente importante. En la compra pri- vada de muchos bienes de consumo, puede estar Timitado el campo para el ejercicio del comp: 50, y quizd se muestre raramente en actos exdticos tales como el boicoteo de los aguacates sudafricanos © la evitacion de las estividades espaiolas. Por lo tanto, es posible que cl compromiso no plantce Véase mi ensayo “Behaviour and the Cone fa . and the Concept of Pre ference”, Economica, 40 (1973); y Schick, “Rationality and Sociality”. LOS TONTOS RACIONALES 193 un problema importante en muchos estudios del comportamiento del consumidor y sus interpreta- ciones. Es posible que ni siquicra la simpatia sea demasiado importante, porque las fuentes de la interdependencia personal se encuentren en otra parte, por ejemplo en el deseo de igualarse a los yecinos 0 en Ia influencia de los habitos de otras personas.? Pero la economia no se ocupa sélo del comporta- miento del consumidor; ni el consumo se limita a los “bienes privados”. Un area donde cobra gran importancia la cuestién del compromiso es la de Jos Hamados bienes publicos. Estos bienes debe! contrastarse con los “bienes privados” que no puc- den ser usados por mds de una persona: si usted se come un pedazo de pastel de manzana, yo no podré hacerlo también. No ocurre asf con los “bi nes piblicos”, por ejemplo con una carretera 0 un parque publico, que usted y yo podemos usar al mismo tiempo. En muchos modelos econémicos slo se consideran los bienes privados, y as{ ocurre tipicamente cuando la “mano invisible” queda en cargada de hacer el bien visible. En realidad, sin embargo, los bienes piblicos son importantes en la mayorfa de las economias y abarcan un gran conjunto de servicios, desde las carreteras y el alum- brado publico hasta la defensa. Abunda Ja inf Income, Saving and the = Véase a J. S. Duesenberry Theory of Consumer Behavior (Cambridge, Mass, 1949); S. J. Prais y HS. Houthakker, The Analysis of Family Bud- gets (Cambridge, 1955); W. Gaertner, “A, Dynamic Model et interdependent Consumer Behaviour”, mimeogratiado (Universidad Bielefeld, 1973), R. A. Pollak, “Interdepen~ dent Preferences”, American Economics Review, 66 (1976). 196 LOS TONTOS RACIONALES macién en el sentido de que la participacién de los bienes puiblicos en el consumo nacional ha cre. cido marcadamente en Ia mayoria de los paises del mundo. También se ha discutido mucho el problema de Ia asignacién éptima de bienes piblicos, sobre todo en Ia bibliografia econémica reciente. En particu- lar, se ha prestado gran atencién al problema de Ia revelacién comecta de las preferencias. Este pro- blema es muy evidente en el caso de los esquemas de suscripcién, donde se cobra a cada persona de acuerdo con Ios beneficios recibidos. El proble- ma principal se centra en el hecho de que a to- dos conviene minimizar el beneficio esperado, pero esto puede conducir al rechazo de un proyecto publico que se habria justificado si se conocie. ran Ios beneficios verdaderos. El anilisis de esta dificultad, conocida a veces como el problema del “viaje gratis”, ha producido recientemente algunas Propuestas muy ingeniosas para superar esta ine. ficiencia en el marco de la accién egoista2® Se * Véase E. Lindahl, Die Gerechtigheit der Bestewerung (Lund, 1919), traducido al inglés en R. A. Musgrave y A. Peacock, Classics in the Theory of Public Finance (Lon. dres, 1967); P. A. Samucison, “The Pure Theory of Public Expenditure”, Review of Economic Studies, 21° (1954); R. Musgrave, The Theory of Public Finance (Nueva York, 1959); L. Johansen, Public Economics (Amsterdam, 1966); D. K. Foley, “Lindahl’s Solution and the Core of an Eco. homy with Public Coeds", Econometrica, 88 (1970) Malinvaud, “Prices for Individual Consumption, Quantity Indicators for Collective Consumption", Review of Econo- mie Studies, 89 (1972). * 'T. Groves y J. Ledyard, “Optimal Allocation of Public Goods: A Solution to the ‘Free Rider Problem’, Ensayo para Discusién mim. 144 (Centro de Estudios Mateméticos LOS TONTOS RACIONALES 195 establece el mecanismo de remuneracién con tal astucia diabdlica que los individuos se ven mo- tivados a revelar exactamente su verdadera dispo- sicién a pagar por el bien piiblico en cuestién. Una dificultad de esta solucién, deriva de una supuesta limitacién de las posibilidades estratég) cas al alcance del individuo, cuya eliminacién con- duce 2 un resultado imposible** Otra dificultad se refiere al hecho de que al dar a los individuos cl incentivo para revelar la verdad se entrega dine- ro, de modo que la distribucién del ingreso se mo- difica sin control de las consideraciones distributi- vas. Por supuesto, este efecto puede eliminarse mediante una redistribucién de las dotaciones in ciales y las participaciones en los beneticios,* pero n Economia y Ciencia de la Administracién, Universidad Northwestern, 1975); J Green y J. J. Lattont, R velation of Preference for Public Goods", Informe Técnico tim, 140 (Instituto de Estudios Mateméticos en las cias Sociales, Universidad de Stanford, 1974). Véase también J. Dreae yD. de ia Vallee Pousio, “A Tatonnement Pro. = — — (2971); E. Malinvaud, “A Planuing Approach to the Public Goods Problem”, Swedish Journal of Economics 78, (1971): V. L, Smith, “Tneentive Compatiie Experimental Process for the Provision of Public Goods", mimeografiado (Rew: de Verano de In Sociedad Feonométrica, Ma Roberts, “On the Incentive ae ase tam Vewe J. Ledyard y D. Problem for Public Goo 1 HG (eMsests, Universidod Northwestern, 1974). Vé bién L. Hurwiez, “On Informationally Decentyalized Sys- tems”, en R, Radner y bs, McGuire, Decisions and Orga- fons (Aansterdam, 1972). F Véne cl "Teorema 42 de Groses y Ledyard, “Optimal Allocation of Public Goods". 196 LOS TONTOS RACIONALES tal accién plantea obviamente sus propias dificul- tades, En este problema es fundamental el supuesto de que, cuando se le pregunta algo, el individuo ofre- ce la respuesta que maximizara su ganancia per- sonal. gHasta dénde es correcto este supuesto? “Dudo que sea muy bueno en general. (“zDénde esti la estacién del ferrocarril?”, me pregunta. “Alli”, contesto, sefialando 1a oficina de correos, “ey de paso podria echar esta carta al buzén?” “Si, contesta el otro, decidido a abrirla para ver si contiene algo valioso.) Aun en el contexto par- ticular de la revelacin de preferencias en materia de bienes piblicos, es posible que el comportamien. to maximizador de las ganancias na sea el mejor su- puesto. Leif Johansen, uno de los autores que mas han aportado a Ia economia publica, tiene razén cuando cuestiona el supuesto en este contexto: En este, como en otros campos, Ia teorfa econdmica tiende a sugerir que los individuos son honestos sélo en Ja medida en que tengan incentivos econd- micos para serlo. Este es un supuesto del homo economicus que dista mucho de ser evidente, y que debe ser confrontado con las realidades observadas. En efecto, una linea de pensamiento simple sugicre que el supuesto no puede ser cierto en su forma mas extrema, Ninguna sociedad serla viable sin cier- tas normas y reglas de conducta. Tales normas y reglas son necesarias para la viabilidad exactamente en los campos conde estin ausentes los incentivos estrictamente econdmicos y no pueden crearse.28 * L. Johansen, “The Theory of Public Goods: Misplaced Emphasis” (Instituto de Economia, Universidad de Oslo, 1970). Véase también J. J. Laffont, “Macroeconomic Cons. LOS TONTOS RACIONALES 197 No se trata de saber si los individuos ofrecen invariablemente una respuesta honesta a cada pre gunta, sino si ofrecen siempre una respuesta maxi mizadora de la ganancia, o por lo menos lo hacen con tanta frecuencia que este supuesto general re- sulte apropiado para la teorfa econémica. La pre- sencia de respuestas que no maximizan las ganan- cias, incluidas las verdaderas, revela de inmediato la presencia del compromiso como parte del com- portamiento. i : Esta cuestién es pertinente también para la bi- bliografia reciente sobre la votacién estratégica. Re- cientemente se han cstablecido varios resultados analiticos excelentes que demuestran Ja imposib lidad de que cualquier procedimiento de votacién satisfaga ciertos requerimientos clementales y haga de la votacién honesta la estrategia maximizado- ra de la ganancia para todos.*® No se cuestiona la uraints, Economie ificency and Ethie, mimeografiade (Uiktrstiad we Harvard, 1874; B, Bohm, "Estimating, De- ener MPablic Goods An Experiment”, European” Eco nomic Review, 8 (172) nape i Stvand, “Manipulation of Voting Schemes: A. Ge neva Rest, Econometric, 41. (1973); Me A, Saterthaite, cee ermcinae and Arion’s Conditions", Journal of Re prone 10 (ie De Schmealer H. Sonnen- ae ie posits of Non-manipulae Socal Choice Hee cums, Universidad, hortwester, 1974). Func (eesnansi "On Nicely” Consistent Voting Dutt 2 lpseuets de Eeonomta de Delhi, 1995): P. Ke Pattanaik, “Stratcgic Voting without Collusion under Bin- Pasar pomocratic Group Decsion Rules", Review of Pate Studies 42. (97a) Be Peleg, “Consistent Voting comer instante de Matemitcas, Universidad Hebrea, Peetdn, Uso A Gibbard, “Social Decision, Strategic see et nes Outcomes: An oposbility Rest | i | i | \ 198 LOS TONTOS RACIONALES correccién de estos resultados, gpero es correcto el supuesto de que los individuos tratan siempre de maximizar sus ganancias personales en su compor- tamiento de votacidn? En las elecciones grandes, resulta dificil demostrar que cada votante tiene alguna esperanza reai de afectar el resultado con ‘su voto, y si la votacién implica algin costo, la ganancia neta esperada de la votacién puede ser Upicamente negativa. Sin embargo, todavia puede ser muy elevada la proporcién de votos en grandes elecciones, y en otra parte he tratado de demostrar que, cn tales elecciones, los individuos pueden es- tar guiados a menudo “no tanto por la maximiza- cidn de la utilidad esperada como por algo mucho mis simple, 0 sca el deseo de registrar su verdadera preferencia”.® Si este deseo refleja un sentimiento de compromiso, el comportamiento en cuestién no corresponderia a Ia visién del hombre en la teoria econémica tradicional vi La cuestién del compromiso es importante en va- tios otros contextos econdmicos.! Es fundamental Ensayo para Discusin mim. 224 (caseMs, Universidad Northwestern, 1976). © Véase A. K. Sen, Collective Choice and Social Welfare Edimbuigo y San Francisco, 1970), p. 195. © Véase la exposicién que presenta Ragnar Frisch de Ja ecesidad de “un fundamento tedrico realista para la po- litica social”, en su “Samarbeid mellon Politikere og oko. nometrikere om Formuleringen av Politiske Preferenenser” (ocialgkonomen, 1971). (Eswoy en deuda con Leif Johan sen, quien tradujo para mi las porciones pertinentes de este ensayo.) Véase también J. A. Mirtlees, LOS TONTOS RACIONALES 199 para el problema de la motivacién del trabajo, cuya importancia para la produccién no puede pasarse por alto. Es sin duda costosa, y quiza imposible, la elabo- racién de un sistema de supervision con recom- pensas y castigos de tal manera que todos tengan incentivos para esforzarse. Por lo tanto, todos los sistemas econdmicos han tendido a depender de 1a existencia de actitudes hacia el trabajo que se co- locan por encima del célculo de la ganancia neta derivada de cada unidad de esfuerzo. El acondicio- namiento social desempefia aqui un papel muy int portante.#? Estoy persuadido de que fas actuales dificultades econémicas de Gran Bretafia tienen mucho que ver con problemas de ia motivacién para el trabajo que caen fuera de la economia de recompensas y castigos, y una de las razones de que los economistas parezcan tener tan poco que apor- tar en esta area es la omisidn, en la teoria econd- mica tradicional, de todo este tema del compro- miso y las relaciones sociales que lo rodean.** of Charitable Contributions”, Reunién de la Sociedad Eco- nomeétrica Europea (Oslo, 1973). ® Véase A. Fox, Beyond Contract: Work, Power a Trust Relations (Londres, 1974); H. G. Nutzinger, “The Firm as a Social Institution: The Failure of a Contractarian Viewpoint”, Ensayo de Trabajo nim, 52 (Instituto Alfred Weber, Universidad de Heidelerg, 1976). = “Tampoco... debemos olvidar la medida en que la teorfa convencional pasa por alto la forma y la rarén por Ja que se organiza el trabajo dentro de la empresa y et establecimiento, Jo que podriamos amar las ‘relaciones sociales’, del proceso de produccién”, R. A, Gordon, “Rigor and Relevance in a Changing Institutional Seung”, Dis- curso Presidencial, American Economic Review, 66 (1976). 200 LOS TONTOS RACIONALES Por supuesto, estas cuestiones se conectan con la ética, ya que el razonamiento moral influye sobre nuestras acciones, pero en un sentido més amplio se trata de cuestiones culturales, entre las que se incluye la moral. En efecto, para mencionar un caso extremo, uno de los objetivos primordiales de ‘la “revolucién cultural” china fue el incremento del sentido de compromiso teniendo en mente los resultados econémicos: “el objetivo de la Gran Re- volucién Cultural Proletaria es una revolucién en la ideologia del pueblo, para alcanzar resultados mayores, mds répidos, mejores y mas econémicos en todos los campos del trabajo”. Por supuesto, China estaba experimentando con una reduccién extraordinaria del papel de los incentivas mate- riales en la produccién, lo que seguramente habria incrementado el papel asignado al compromiso, pero aun dentro de los sistemas de pagos tradicio- nales, suele recurrirse en gran medida a reglas de conducta y modos de comportamiento que van mas Véase también R. Dahrendorf, Class and Class Conflict in Industrial Society (Stanford, 1959); O. E. Williamson, “The Evolution of Hierarchy: An Essay on the Organization of Work", Ensayo para Discusién mim. 91 (Universidad de Pensilvania, 1976); y S.A. Marglin, “What Do Bosses Do? ‘The Origins and Functions of Hierarchy in Capitalist Pro- duction”, Review of Radical Political Economics, 6 (1974). ™ “The Decision of the Central Committee of the Cliinese Communist Party Concerning the Great Proletarian Cultu- yal Revolution”, adoptada ef 8 de agosto de 1966, sepro- ducida en Joan Robinson, The Cultural Revolution in China (Harmondsworth, 1969). Véase también A. K. Sen, On Economic Inequality (Oxford, 1973); y C. Riskin, “Mao- ism and Motivation: A Discussion of Work Motivation in China", Bulletin of Concerned Asian Scholars, 1973. LOS TONTOS RACIONALES 201 alld de los incentivos estrictamente econémicos.*® Cuando se administra una organizacién enteramen- te mediante incentivos de ganancia personal se esté condenado al fracaso. ‘Mas adelante veremos lo que podria encontrarse detrds del sentido de compromiso. Ahora quisiera subrayar que la moral o la cultura en que se basa tal sentimiento podria ser mds bien estrecha, muy Iejana de la grandeza de enfoques tales como el utilitarismo. Las “colusiones implicitas” que se han observado en el comportamiento empresarial de los oligopolios parecen basarse en un sistema de con- fianza mutua y un sentido de responsabilidad que tiene limites bien definidos, de modo que los in- tentos de “universalizacién” de la misma clase de comportamiento a otras esferas de la accién pue- den resultarle extrafios. Se trata de manera precisa de una cuestién de ética empresarial que se supone aplicable en un campo estrictamente limitado. De igual modo, en las negociaciones sala:iales y los contratos colectivos, puede tener limites bien Gefinidos el sentimiento de solidaridad en ambos bandos, y quizt no encaje nada bien en un enfo- que tal como el del utilitarismo general. El su- puesto implicito de Edgeworth antes mencionado, en el sentido de que el egoismo y el utilitarismo agotan las posibilidades de motivaciones alternat vas, seré especialmente estéril en este contexto. Es posible que el campo del compromiso sea extenso, y que el compromiso basado en el utilitarismo y © Vase Williamson, “The Evolution of Hierarchy", don: ico de Ja literatura reciente sobre de aparece un at esta area, 202 LOS TONTOS RACIONALES ottos sistemas morales universalizados constituya una parte relativamente pequefia del conjunto total. vo wwA veces se critica la teoria econémica de la uti- lidad —que se relaciona con la teoria del com- portamiento racional— por ser demasiado estruc- turada; se alega que los seres humanos son “mds simples” en la realidad. Si nuestro argumento es correcto hasta aqu{, ocurrird precisamente lo con- trario: Ia teoria tradicional tiene muy escasa es- tructura, Se asigna un ordenamiento de preferen- cias a una persona, y cuando es necesario se supone que este ordenamiento refleja sus intereses, repre- senta su bienestar, resume su idea de lo que de- biera hacerse, y describe sus elecciones y su com- portamiento efectivo. gPodra hacer todo eso un ordenamiento de preferencias? Una persona asi de crita puede ser “racional” en el sentido limitado de que no revele inconsistencias en su_comporta: miento de eleccién, pero si no puede utilizar estas distinciones entre conceptos muy diferentes, dire- mos que es un tonto. En efecto, el hombre pura- mente econdmico es-casi un retrasado mental desde el punto de vista social. La teoria econdmica se ha ocupado mucho de este tonto racional arrella~ nado en Ia comodidad de su ordenamiento tinico de preferencias para todos los propésitos. Necesi tamos una estructura mds compleja para acomodar Jos diversoss conceptos relacionados con su compor- tamiento. Qué clase de estructura necesitamos? La impor- LOS TONTOS RACIONALES 203 tante distincién de John Harsanyi, entre las prefe- rencias “‘éticas” de una persona y sus preferen- cias “subjetivas”, abre un campo ms amplio: “las primeras deben expresar lo que este individuo prefiere (0 preferiria, mejor dicho) de acuerdo con consideraciones sociales impersonales exclusivamen- te, y las tiltimas deben expresar Jo que en efecto prefiere, sobre Ia base de sus intereses personales © cualquier otra base”.** Esta estructura doble nos permite distinguir entre lo que considera bueno una persona desde el punto de vista social y lo que considera bueno desde su propio punto de vista. Presumiblemente, Ia simpatfa interviene en forma directa en la Hamada preferencia subjetiva, pero el papel del compromiso queda poco claro. En la medida en que se cree que las preferencias “subjetivas” de una persona “definen su funcion de utilidad”, parece existir la intencién de excluir de alli ef compromiso, pero surge una ambigiiedad del hecho de que las preferencias subjetivas “ex- presan sus preferencias plenamente, tal como son en realidad”, ;Se entender esto en el sentido de la eleccién, 0 en el sentido de la concepcién de su propio bienestar? Es posible que Harsanyi haya querido referirse a esto wiltimo, porque a las pre- ferencias “éticas” se asigna por contraste el papel de expresar “lo que preficre el individuo solo en los momentos posiblemente raros en Jos que se im- pone una actitud imparcial e impersonal espe- cial”.a7 Pero qué diremos si el individuo se desvia J. Harsanyi, “Cardinal Welfare, Individualistic Et and’ Interpersonal Comparisons of Utility", Journal of Political Economy, 63 (1955), P- 815 ® [bid., pp- 31516, 204 LOS TONTOS RACIONALES de su maximizacién del bienestar personal (in duida cualquier simpatia), no por efecto de una preocupacién imparcial por todos,®* sino por un sentimiento de compromiso hacia algin grupo par- ticular, digamos el de los vecinos o el de la clase social a la que pertenece? La verdad es que todavia ‘ios falta estructura, Aun en su expresién de juicios morales desde un punto de vista impersonal, resulta deficiente una estructura doble. Un ordenamiento de prefe- rencias puede ser mds ético que otro, pero menos que un tercero. También en este sentido necesita- mos mas estructura. He propuesto en otra parte ~en la conferencia de Bristol de 1972 sobre “la razén practica”— que debemos considerar ordena- mientos de ordenamientos de preferencias para ex- presar nuestros juicios morales.” Quisiera exami- nar un poco mas esta estructura, Puede verse una * Adviértase que, segtin Harsanyi, “las preferencias de un individuo satisfacen este requerimiento de impersona- lidad si indican Ja situacién social que escogeria sino supfera cual seria su posicién general en la nueva situacién escogida (y en cualquiera de sus opciones), sino que tuviera una probabilidad igual de obtener cualquiera de las po- siciones sociales existentes en esta situacién, desde la mis alta hasta la mis baja” (p. 316). * A. K, Sen, “Choice, Orderings and Morality”, en S. Kérmer (comp, Practical Reason (Oxford, 1974). Véase también a contestacién de J. Watkins y mi réplica en el mismo volumen, y R. C. Jeffrey, “Preferences among Pre. ferences", Journal of Philosophy, 71 (1974); K. Binmore, “An Example in Group Preference", Journal of Economic Theory, 10 (1975), y B. A. Weisbrod, “Toward a State-Pre- ference Model of Utility Function Preferences: A Concep- tual Note", mimeografiado (Universidad de Wisconsin, 1976). LOS TONTOS RACIONALES 205, moral particular, no sélo en términos del ordena- miento “mds moral” del conjunto de acciones al- ternativas, sino como un ordenamiento moral de los ordenamientos de las acciones (algo que va mu- cho més alla de Ia mera identificacién del ordena- miento “mds moral” de las acciones). Sea X el con- junto de combinaciones alternativas y mutuamente excluyentes de las acciones consideradas, y sea Y el conjunto de ordenamientos de los clementos de X. Llamaremos un metaordenamiento del conjunto de acciones X a un ordenamiento del conjunto ¥ (integrado por ordenamientos de acciones). Sosten- go que un ordenamiento particuiar del conjunto de acciones X no esté sulicientemente articulado para decir mucho acerca de una moral dada, y que se obtiene un formato més robusto escogiendo un metaordenamiento de acciones (es decir, un orde- namiento de Y, en lugar de X). Por supuesto, tal metaordenamiento puede incluir entre otras cosas Ja especificacién de un ordenamiento particular de acciones como el “mas moral”, pero en la medida en que el comportamiento efectivo pueda basar- se en una transaccién entre las exigencias de la moral y la busqueda de varios otros objetivos (in- cluido el interés propio), debemos tomar en consi- deracién también las posiciones morales relativas dc los ordenamientos de acciones que no son “mas morales” Por ejemplo, consideremos un conjunto X de combinaciones alternativas de acciunes y los tres ordenamienios siguientes de este conjunto de accio- nes X: el ordenamiento 4 representa mi bienestar personal (0 sea que en cierto sentido representa mis intereses personales); el ordenamiento B re- 206 LOS TONTOS RACIONALES fleja mis intereses personales “aislados", omitiendo la simpatia (cuando tal separacin es posible, lo que no siempre ocurre),#° y ¢] ordenamiento C en cuyos términos realizo efectivamente mis elecciones (cuando tales elecciones pueden representarse me- diante un ordenamiento, lo que tampoco ocurre fempre).#t El ordenamiento “més moral”, M, pue- de ser concebiblemente cualquiera de estos or. denamientos A, B 0 C. O puede ser algin oto ordenamiento muy diferente de estos tres. (Ast ccurriré si las elecciones de acciones efectivas no son las “mas morales” en términos del sis. tema moral en cuestién, y si ademas el siste- ma moral requiere el sacrificio de algin interés propio y también del interés propio “aislado”.) Pero aun cuando se identifique algiin ordenamien- to M, distinto de A, B y C, como el ocupante del sitio mas alto de la tabla moral, no sabremos cul ¢s el lugar ocupado por 4, B y C. Por ejemplo, si se coloca la busqueda del interés propio, con in- clusién del placer y el dolor derivados de la si patéa, por encima de la biisqueda del interés propio “aislado” (lo que conduce a una coincidencia par- cial del interés propio con la moral), y las cleccio- nes efectivas reflejan una posicién moralmente superior a la biisqueda del interés propio (quiz debido a un compromiso en Ia direccién moral), la © Esto presupone cierta “independencia” enue los diver 805 elementos que influyen sobre el nivel general, lo que implica cierta “posibilidad de sepavacidn"™ Vease W. M, Gorman, *“Tuicks with Utility Functions", en M. Artis y A. R. Nobay (comps). says in Economie Analysis. (Cambridge, 1975), “ Véase Ia nota 16 anterior LOS TONTOS RACIONALES 207 moral en cuestién precipitard e] metaordenamiento M, C. A, B, en orden descendente. Por supuesto, esto va mucho mas all4 de la especificacién de que M es “moralmente lo mejor”. La técnica del metaordenamiento “permite una extensién variable de la articulacién moral. No se €std sosteniendo que un metaordenamiento moral deba ser un ordenamiento completo del conjunto Y, es decir, que deba ordenar por completo todos los ordenamientos de X. Puede ser un ordenamien- to parcial, y espero que a menudo sea incompleto, pero creo que en la mayoria de los casos no habra problema para ir mucho més alla de Ia expresién limitada permitida por la especificacién doble de las preferencias “‘éticas” y “subjetivas”. Por supuesto, los ordenamientos de la accién pueden ordenarse también sobre bases distintas de las de un sistema de moral particular: el metaor- denamiento es una técnica general utilizable bajo interpretaciones alternativas de la relacién de me taordenamiento. Puede utilizarse para describir una ideologia particular 0 un conjunto de prioti- dades politicas o un sistema de intereses de clase. En un contexto muy diferente, puede proveer el formato para expresar las preferencias que habria- mos prelerido tener (“Quisiera que me gustaran mas los alimentos vegetarianos”, 0 bien “Quisiera que no me gustara tanto fumar"), O puede usarse para analizar los conflictos implicados en la adic- cién (“Dados mis gustos actuales, me siento mejor con Ia heroina pero la heroina me leva a la adic- cién, y habria preferido no tener estos gustos”). La herramienta de los metaordenamientos puede usat- 208 LOS TONTOS RACIONALES se en muchas formas diferentes en contextos dis- tintos. Claramente, ésta no es la ocasién propicia para un andlisis detallado de la forma en que esta es- tructura mds amplia permite un entendimiento mejor de la preferencia y el comportamiento. Des- de luego, una estructura, no es una teoria, y pue- den formularse teorfas alternativas utilizando esta estructura. Sin embargo, debo mencionar que la es- tructura exige mucho mds informacién que la provista por la observacin de las elecciones efec- tivas de los individuos, las que a lo sumo revela- rian sdlo el ordenamiento C. La estructura asigna un papel a la introspeccién y la comunicacién. Para ilustrar un uso del aparato, mencionaré al- gunos resultados técnicos. Supongamos que estoy tratando de investigar su concepcién de su propio bienestar. Usted especifica primero el ordenamien- to A que representa su ordenamiento del bienes- tar, Pero quiero ir més alla y tener una idea de su funcién de utilidad cardinal, es decir, en tér- minos generales, no sélo cual ordenamiento le da a usted mayor bienestar, sino también en qué me- dida. Ahora le pido que ordene los diversos orde- namientos en téminos de su “proximidad” a su ordenamiento efectivo del bienestar A, asi como un policia usa la técnica del retrato hablado: gse parece esto mas a él, 0 esto otro? Si sus respuestas reflejan el hecho de que la reversién de una pre- ferencia mas fuerte aleja mds el resultado que la re- versién de una intensidad menor de la preferencia, sus respuestas satisfarin ciertas propiedades de con- sistencia, y la sucesién de los ordenamientos nos permitiré comparar sus diferencias de bienestar en- LOS TONTOS RACIONALES 209 tre pares. En efecto, considerando ordenamientos cada vez mayores, podremos determinar su fun- cidn de bienestar cardinal con tanta precisién como usted quiera especificar.!? No estoy afirmando que este tipo de didlogo sea el mejor método para des- cubrir su funcién de bienestar, pero ilustra que una vez que abandonamos el supuesto de que la observacién de las elecciones es la tinica fuente de Jos datos sobre el bienestar, se abre todo un mundo nuevo, liberdndonos del yugo de informacién del enfoque tradicional. Esta estructura m4s amplia tiene muchos otros usos, por ejemplo el de permitir un andlisis més claro de la akrasia —la debilidad de la voluntad— y aclarar algunas consideraciones conflictivas de la teorfa de la libertad, los que he tratado de exa- minar en otra parte También ayuda a analizar © Este resultado, y otros relacionados, surgieron en dis- cusiones que sostuve con Ken Binmore en 1975 bargo, no hemos escrito el ensayo conjunto que proyectamos para publicar estos resultados, R. Nader-Ispahani trabaj ahora también sobre este punto. “ Véase Sen, “Choice, Orderings and Morality"; y tam- bién Sen, “Liberty, Unanimity and Rights’, Economica, 43 (1976). Adviértase también Ia pertinencia de esta estructura para el andlisis del carcter incompleto de Ia concepcién de Ia libertad en términos de Ia capacidad para hacer lo que en realidad queremos hacer. “Si descubro que puedo hacer poco 0 nada de lo que deseo, slo tengo que contraer © extinguir mis deseos, y estaré libre. Si el tirano (0 ‘per: suasor oculto’) logra condicionar a sus stibditos (0 clientes) para que pierdan sus descos originales y sbracen (inte. rioricen’) 1a forma de vida que ha inventado para ellos, habré logrado liberarlos de acuerdo con esta detinicién.” 1. Berlin, “Two Concepts of Liberty”, en For Essays on Liberty (Oxford, 1963), pp. 139-140, 210 LOS TONTOS RACIONALES el desarrollo del comportamiento que implica un compromiso en situaciones caracterizadas por jue- Bos tales como el del Dilema de los Prisioneros.4« Este juego se tata a menudo, con cierta justicia, como el caso clasico del fracaso de la racionalidad individualista. Hay dos jugadores y cada uno tiene dos estrategias, las que podemos amar egoista y alouista para facilitar la memoria sin tener que entrar en gran detalle. Cada jugador se encuentra mejor personalmente jugando la estrategia egos ta, independientemente de lo que haga el otro, Peto ambos estarin mejor si escogen Ia estrategia aluuista en lugar de la egoista. Individualmente €s dptima la conducta egoista: slo podemos afectar nuestra propia accién y no la del otro, y dada la éstrategia del otro —cualyuiera que sea— cada ju- gador estard mejor siendo egoista. Pero esta combi nacion de estrategias egoistas, derivada del egoismo de ambos, produce un resultado peor para ambos que el resultado de la estrategia altruista escogida por ambos. Puede demostrarse que este conflicto existirdé no importa que el juego se repita muchas veces, j Algunas personas consideran desconcertante el hecho de que el ego'smo individual produzca un resultado inferior para todos, pero éste es sin duda un conflicto bien conocido, discutido en términos i generales durante largo tiempo. En efecto, fue la “ Véase RD. Luce y MH. Raiffa, Games and Decisions (Nueva York, 1958); A, Rapoport y A. M. Chammah, Pri. soners' Dilemma: A Study in Conflict and Cooperation (Aun Arbor, 1963); W. G. Runciman y A. K. Sen, “Games, Justice and the General Wil”, Afind, 74 (1905): Nv Ho: ward, Paradoxes of Rationality (Cambridge, Mass, 1971). i —=— LOS TONTOS RACIONALES aun base de la famosa distincién de Rousseau entre la “voluntad general” y la “‘voluntad de a a Pero el enigma desde el punto de vista del co portamiento racional reside en el hecho de que, en las situaciones reales, los individuos no siguen a menudo la estrategia egofsta. Son bien conocidos los ejemplos de la vida real de este tipo de com portamiento en circunstancias complejas, pero aun en experimentos controlados en las condiciones del laboratorio, los individuos que jucgan el Dilema de los Prisioneros se comportan frecucntemente de modo altruista.® ; , Al interpretar estos resultados experimentales, € te6rico de los juegos se ve tentado a imputarlos Ia falta de inteligencia de los jugadores: “Evidente: mente, los jugadores ordinarios no son lo bas- tante Tefinados en términos estratégicos para, en- tender que la estrategia DD [la estrategia egosta] es Ia vinica defendible en términos racionales, y esta deficiencia intelectual les impide el cerse'# Es posible que un enfoque mds fecundo Permita te posibilidad de que Ta persona sea més relinada que lo establecido por la teorfa, que se pregunte euil tipo de preferencia Te gustaria que tuviera el otro jugadot y, sobre bases Kantianas, haya cons derado el caso en que él mismo tuviera ese ferencias, 0 se comportara como si las tuviera linea de razonamiento le obliga a considerar las “YS Beep Uae, “an Emil App ach to the Prisoner's Dilemma Game". Quarterly Journal eee ses c anan ec Ce chawamsh, p 21g LOS TONTOS RACIONALES modificaciones del juego que se generarian si se actuara mediante ei compromiso (en términos de las “preferencias reveladas”, esto pareceria como si tuviera preferencias diferentes de las que en efecto tiene), y tuviera que evaluar las normas de compor- tamiento alternativas en esas condiciones. He ex- plorado estos problemas en otra parte,!8 de modo que aqui sefialaré simplemente que el aparato del ordenamiento de ordenamientos ayuda al razona- mento que implica la consideracién de los méritos de diversos tipos de preferencias (0 del hecho de actuar como si se tuvieran). vur Por supuesto, la admisién del comportamiento ba sado en el compromiso tendrfa consecuencias im- portantes para la naturaleza de muchos modelos econémicos. He tratado de mostrar por qué es ne- cesario este cambio y por qué pueden ser graves Jas consecuencias. Quedan pendientes muchas cues- tiones, incluida la importancia empirica del com- promiso como parte del comportamiento, la que variaré de un campo a otro. He indicado también que la informacién empirica necesaria no puede buscarse en la mera observacién de las clecciones efectivas, y debe abarcar otras fuentes de informa cin, la introspeccidn y la discusion. _f Sen, “Choice, Oxderings and Morality". Véase también K. Baier, “Rationality and’ Morality", y A. K, Sen, “Ratio nality and Morality: A Reply", préxima publicacién en Er- henntnis; K. Baier, The Moral Point of View (Ithaca, 1958); y el aniilisis de Fred Schick, “Rationality and Sociality LOS TONTOS RACIONALES 213 Sin embargo, subsiste el problema de determinar si esta concepcién del hombre equivale a verlo como una criatura irracional. Mucho depende del concepto de racionalidad que se use, y existen mu- chas caracterizaciones alternativas. En el sentido de la consistencia de la eleccién, no hay razon para pensar que la admisién del compromiso deba im- plicar alguna desviacién de la racionalidad. Pero éste es un sentido débil de la racionalidad. E] otro concepto de la racionalidad predominan- te en la economia la identifica con 1a posibilidad de justificar cada acto en términos del interés pro pio: cuando el acto x es escogido por la persona i y el acto y es rechazado, esto implica que i espera que sus intereses personales resulten mejor servides por x que por y. Me parece que hay tres clementos distintos en este enfoque. Primero, es una vision de consecuencias: se juzgan los actos sdlo por las consecuencias.#® Segundo, es un enfoque de evalua- cién de los actos, antes que de evaluacién de bas reglas. Y tercero, las micas consecuencias conside radas en a evaluacién de los actos son las que afec- tan nuestros propios intereses, todo lo demas es a lo sumo un producto intermedio. Desde lucgo, pueden disputarse las pretensiones de cada uno de estos elementos de ser una parte necesaria de Ia concepcién de la racionalidad en el sentido del diccionario de “el poder de ser capaz de ejercer la razén propia”. Ademés, no es dificil encontrar ar- © sobre la naturaleza del “consecuencialismo” y los pro- blemas engendracos por este concepto, véase B. Williams, “A Critique of utilitarianism”, en J. J. C. Smart y B. Williams, Utilitarianism: For and “Against (Cambridge, 1973). ait LOS TONTOS RACIONALES gumentos para rechazar la camisa de fuerza de cada uno de estos tres principios. La justificacién de las acciones basadas en el compromiso puede derivar de la violacién de cualquiera de estos tres principios. El compromiso se relaciona a veces con un sentimiento de obligacién que va mis alld de y Jas consecuencias. A veces se acepta la ausencia de ganancia personal en actos particulares conside rando cl valor de las reglas de comportamiento. Pero aun dentro de un marco de evaluacién de los actos por sus consecuencias, la exclusidn de toda consideracién distinta del interés propio parece imponer una limitacién totalmente arbitvaria a | nocién de racionalidad. Henry Sidgwick sefialé 1a naturaleza arbitraria del supuesto del egoismo: Si el Utilitarista debe contestar este interrogante: “gor qué debo sacrificar mi propia felicidad en aras de la mayor felicidad de otro?”, sin duda ser admisible que sc pregunte al Egoista: “gor qué debo sacrificar un placer presente en aras de un placer futuro? Por qué debo preocuparme por mis propios sentimientos futuros mis que por los senti mientos de otras personas?” Sin duda parecer par rad6jico para el Sentide Comin que busqnemos ur razén para buscar nuestra propia felicidad en co: junto; pero no entiendo cémo puedan repuitiat por absurda esta demanda quienes adoptan Jas concep: ciones de la escuela empirica extrema de psicologia, aunque se supone de ordinario que tales concepcio nes tienen una afinidad esirecha con el Hedonismo Fgofsta. Es cierto que el Ego es sélo un sistema de fendmenos coherentes, que el "Yo" permanente ¢ idéntico no es un hecho sino una ficcién, como LOS TONTOS RACIONALES 215 sostienen Hume y sus seguidores; entonces gpor qué habria de preocuparse una parte de la serie de sen- timientos en la que se resuelve el Ego por otra parte de la misma serie, en mayor medida que con cual- quiera otra serie2® La concepcién de la racionalidad que la ident fica con una evaluacién de las consecuencias de los actos puede cuestionarse desde cualquiera de estos tes angulos. La admisién del compromiso como parte del comportamiento no implica negar la eva- luacién razonada como base de la accién. No tiene caso dedicar grandes esfuerzos a deba- tir la definicién “apropiada” de racionalidad. EL término se emplea en muchos sentidos diferente: y ninguna de las criticas de los fundamentos con- ductistas de 1a teoria econdmica presentadas aqui depende de la definicién escogida. La cuestién prin- cipal ¢s la aceptabilidad del supuesto de la bus- queda invariable del interés propio en cada acto. Cuando decimos que ese tipo de comportamiento €5 racional, 0 que sus desviaciones son irracionales, no cambiamos Ja pertinencia de estas criticas, aun- que producimes una definicién arbitrariamente ¢s- trecha de la racionalidad. Este ensayo no se ha ocu- pado en el tema de si c! comportamiento humano se describe mejor como racional o irracional. La tesis principal ha sido fa necesidad de incluir el com- PAL Sidgwick, The Method of Ethics (Londres, 1874; 74 ed., 1907), pp. 418-419. Véase también Ia vigorosa ex posicidn que hace Nagel de Ia tesis de que “el propio al- truismo depende de un reconocimiento de la realidad de otras personas, y de Ia capacidad equivalente para conside- rarse simplemente como un individuo entre muchos", The Possibility of Altruism, p. 1 216 LOS TONTOS RACIONALES promiso como parte del comportamiento. El com- Promiso no presupone el razonamiento, pero tam- poco lo excluye; en efecto, en la medida en que las consecuencias para los demds deban entenderse y evaluarse con mayr claridad en términos de nuestros valores € instintos, es posible que se am- plie el campo del razonamiento, He watado de analizar las extensiones estructurales en la concep- cidn de la preferencia que vuelve necesario el com- portamiento basado en Ja evaluacién razonada del compromiso. Las preferencias entre ordenamientos deben ser sustituidas por una estructura mds rica que implica los metaordenamientos y los conceptos relacionados. También he sostenido que uu debe verse el com- portamiento en términos de la dicotomia tradi- cional existente entre el egoismo y los sistemas morales universalizados (como el utilitarismo). Los grupos intermedios entre el individuo y los demas, comio la clase y la comunidad, proveen el foco de muchas acciones que implican el compromiso. Por lo tanto, el rechazo del egoismo como una desctip- cién de la motivacién no implica la aceptacién de cierta moral universalizada como la base del com- portamiento efectivo. Tampoco vuelve a los sexes s excesivamente nobles, Y por supuesto, el uso del razonamiento tam- poco implica una sabiduria notable. human Es tan cierto como que el nombre de César era Flavio, Que ningun economista fue jamas mas sabio, dijo Robert Frost en una alabanza jocosa del eco- LOS TONTOS RACIONALES 217 nomista contempordneo. Es posible que deba ren- dirse un tributo dudoso semejante al hombre eco- némico de nuestra concepcién modificada. Si este hombre brilla en absoluto, brillaré por compara. Gién ~en contraste— con la imagen dominante del tonto racional,

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