INTRODUCCION
A DOS TEORIAS DE
LA ANTROPOLOGIA SOCIAL
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Schneider, Rivera, Fortes, Leach,
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CTMEYER FORTES
LA ESTRUCTURA DE LOS GRUPOS DE FILIACION UNILINEAL!
€omo es bien sabido, Africa ha desempefiado un gran papel en la
investigacién de campo britdénica durante los ultimos veinticinco
afios. Es, de hecho, debido en gran parte al impacto de los datos
etnograficos provenientes de Africa que los antropdlogos britanicos
prestan actualmente tanta atencién a la organizacién social, en el
sentido mds amplio del término. En este trabajo, lo que intentaré
hacer es resumir algunas contribuciones positivas que, en mi opinién,
son el resultado del estudio de la organizacién social de Africa. Quie-
ro afiadir lo siguiente: los antropélogos britanicos son perfectamente
conscientes de que su gama de intereses parece pequefia en compa-
racién con el alcance extenso y emprendedor de la antrologia ameri-
cana. Esto ha sido debido, en parte no pequefia, a la falta de perso-
nal, y aparecen sefiales de que Ja situacién esta cambiando gracias
al aumento del nimero de antropdlogos profesionales a partir del
final de la guerra. Al mismo tiempo, creo que la pérdida en diversidad
ha sido ampliamente compensada por los beneficios que han resul-
tado de la concentracién en una serie limitada de problemas?
No cabe duda de que la antropologia social ha progresado enorme-
mente en los ultimos veinte afios. Yo otorgarfa lugar prominente a la
acumulacién de datos etnograficos obtenidos por observadores pre-
parados. Lo cual significa, curiosamente, que habran mayores posi-
bilidades que nunca para el estudioso «de sill6én», para que se cons-
truya y pongan a prueba las hipdtesis con la ayuda de informacién
detallada y fiable. En cuanto a Africa, el avance desde la fase del
anecdotario primitive a la de la descripcién cientifica ha sido casi
1. Nota editorial: Este articulo fue presentado por el profesor Fortes al
simposio sobre “Positive Contributions of Social Anthropology”, celebrado en
Jas quinquagésimas reuniones anuales de la American Anthropological Association
de Chicago, del 15 al 17 de noviembre de 1951, La participacién del profesor
Fortes en el simposio fue posible gracias a la generosidad de la Wenner-Gren
Foundation for Anthropological Research, Inc,
2. Esto fue escrito antes de que viera la discusién entre el Murdock y Firth
sobre las limitaciones de la antropologia social britanica, en American Anthro-
pologist, 1951, 53.
170espectacular; y gran parte de ello ha ocurrido a partir de 1930, como
puede juzgarse si se compara lo que sabemos hoy en dia con el estado
de la etnografia segtin fue descrita por Edwin Smith en 1935. Debido
principalmente a la influencia de Malinowski, hoy dia tenemos una
respetable serie de monografias descriptivas sobre complejos insti-
tucionales especificos de determinadas sociedades africanas. Estudios
como el de Evans-Pritchard sobre la brujeria zande (1937), el de
Schapera sobre las leyes en Tswana (1937) y el de Richards sobre
la economia de los bemba (1939), para citar sélo tres ejemplos pro-
minentes del periodo anterior a la guerra, caracterizan el progreso
conseguido a partir de 1930. Son significativos no sdlo por la riqueza
de detalles cuidadosamente documentados, sino por las pruebas que
ofrecen de la tesis, actualmente tan de sentido comin, que las costum-
bres y las instituciones de un pueblo sdlo pueden ser propiamente
comprendidas en relacién mutua y con la «cultura considerada como
un conjunto». Muestran, ademas, cudn poderoso puede resultar el
método de investigacién etnografica basado sobre un trabajo de cam-
po intensivo efectuado segtin los principios «funcionalistas».
El trabajo de campo efectuado durante las dos décadas pasadas,
ha logrado enfocar mas claramente las caracterfsticas de las socie-
dades africanas que distinguen a éstas de otras sociedades simpie&
como son, por ejemplo, las de Australia, Melanesia o América del
Norte; y el efecto de ello puede verse facilmente en el pensamiento y
en los intereses de los africanistas. Una de estas caracteristicas es el
tamafio relativamente grande, tanto en términos de la extensién
territorial como de personal, de muchas unidades etnograficas de
Africa, comparado con las sociedades simples clasicas. Existen pocas
sociedades realmente aisladas en Africa. Las comunicaciones abarcan
vastas regiones geograficas y las migraciones de los distintos grupos
durante largos periodos, de modo exacto al de los conocidos en
nuestra propia historia, han esparcido lenguas, creencias, costumbres,
técnicas productoras de utensilios y de comida, ademas de una red
de comercio y gobierno, por extensas dreas densamente pobladas.
Una tribu de diez mil tswana, doscientos mil bemba o medio millén
de ashanti no pueden organizar su vida social segtin los mismos
esquemas que los de una horda australiana, la cual es, al fin y al
cabo, basicamente, un grupo doméstico. En Africa, uno se encuentra
con sistemas econémicos, mientras que en Australia, o en algunas
partes de América del Norte, nos encontramos con sistemas mera-
mente domésticos; uno se enfrenta con gobiernos, mientras que en
sociedades de escala menor uno se encuentra con control social, con
guerras organizadas, con instituciones legales complejas, con formas
elaboradas de culto y sistemas de creencias comparables con los
sistemas filoséficos y teolégicos de las civilizaciones con escritura.
Ya antes del dominio europeo, Africa presumia de grandes y prés-
Pperas ciudades. Sin duda todo esto se conocia antes de que los antro-
pdlogos profesionales empezaran a trabajar alli. Pero el conocimiento
era irregular y superficial. Sobre todo carecia de la conceptualizacién
171explicita y de la presentacién integrada que marca al tipo de mono-
graffa mencionado por mi. Que en muchas culturas africanas existia
Ja creencia en brujeria, se sabia desde hace mucho tiempo. Pero la
indole precisa de la creencia, y el modo en que se relacionaba con
Ja nocién de causacién, las reglas de conducta moral, las practicas
de adivinacién y el arte de curar, de forma que constituyera, todo
junto, una ideologia coherente de Ja vida cotidiana, no se comprendié
hasta que no se publicé el libro de Evans-Pritchard. Se sabia, a través
de las obras legadas por los viajeros y administradores del siglo x1x,
que muchas sociedades africanas tenian formas de gobierno similares
a lo que los filésofos politicos denominan el Estado. Pero habia muy
poca informacién, o una informacién no precisa, sobre las leyes
constitucionales, la estructura administrativa, el mecanismo judicial,
las implicaciones del rango, la recaudacién y el gasto de los ingresos
puiblicos y demas de cualquier Estado africano hasta que no apare-
cieron los importantes estudios de Rattray sobre los ashanti, durante
la década de 1920 (Rattray, 1929 y mds tarde). La descripcién hecha
por Rattray de la estructura estatal africana ha sido ya superada.
Tenemos una idea bien precisa de cémo una monarquia se mantenia
en el poder, no sdlo por medio de constrefiimientos rituales y de
prerrogativas, como en el caso de Ia monarquia divina de los shilluk
(véase Evans-Pritchard, 1948), sino también a través de astutas san-
ciones seculares y de instituciones como la del control de los ingre-
sos ptiblicos y de las fuerzas armadas de Dahomey, segtin ha sido
descrito por Herskovits (1938); 0 por medio de la manipulacién de
una administracién basada en un sistema de rango y. clase como
ocurre entre los nupe (Nadel, 1942); o a través de instituciones, tanto
seculares como rituales, segtin ha sido tan vivamente descrito entre
los swazi por Hilda Kuper (1947).
Naturalmente, las costumbres e instituciones africanas presentan,
a menudo, significativas semejanzas con pueblos mas simples de otros
continentes. De hecho, son precisamente tales semejanzas la que
colocan los rasgos distintivos de la etnologia africana en la perspec-
tiva tesrica adecuada. Témense por ejemplo las costumbres de evita-
cién entre afines o entre generaciones sucesivas, conocidas en muchas
partes del mundo. Tendemos a verlas, incluso en relacién con cultu-
ras tan caracteristicamente africanas como las de los bantti del
sur (cf. Hunter, 1936), como expresién de relaciones interpersonales
especificas. Es muy sorprendente encontrar que entre los nyakyusa
(Wilson, 1951), todo el plan de organizacién local de las aldeas for-
madas segtin las edades de sus habitantes, gira en torno a tales
evitaciones. En este caso, ademds, podemos ver claramente cémo la
evitacion entre el suegro y la nuera es un aspecto de la tensién entre
Jas generaciones sucesivas en el sistema de parentesco patrilineal.
Las comparaciones implicitas, y a veces explicitas, entre las cultu-
ras africanas y las de otras zonas son importantes en la historia re-
ciente de la investigacién de campo en Africa, Las investigaciones
pioneras de Seligman en el Sudén fueran hechas dentro del contexto
172
de sus experiencias en Nueva Guinea y entre los vedas (cf. C. G. y
B. Z. Seligman, 1932). Mas importante, sin embargo, es el hecho de
que la principal influencia instigadora del trabajo de campo de los
antropélogos briténicos en Africa, durante los afios veinte y treinta,
fue la de Malinowski. Ahora bien, la teoria «funcional» de Malinowski
esté determinada por el concepto de cultura, esencialmente en el sen-
tido dado por Tylor y Frazer, y su modelo empirico fue siempre el
de los islefios de Trobriand. Se ha tardado veinte afios hasta que los
de Trobriand fueron colocados en la adecuada perspectiva compara-
tiva en la antropologta social britdnica.
No creo que sea una burda deformacién decir que Malinowski
vio la cultura fundamentalmente en términos de una filosofia utili-
taria. El individuo que usa su cultura para satisfacer necesidades
umiversales, alcanzando objetivos definidos culturalmente, es un con-
cepto central de su obra etnogréfica. Fue en los acontecimientos
reales de la vida social, en las situaciones en torno al trabajo, cere-
monias, danzas, disputas, donde vio las interconexiones de todos los
aspectos culturales. Y tal enfoque, cristalizado en su férmula para
las instituciones —el grupo, la necesidad universal, la base material,
Ja constitucién legal o mitica—, ha resultado tener un enorme valor
para Ia tarea empirica de la observacién de campo. Metodolégica-
mente, puede describirse como una forma de estudio clinico. La red
de la investigacién se extiende hasta abarcar todo lo que acontece en
el contexto de la observacién. Se supone que en la cultura de un
pueblo todo tiene sentido, tiene una funcién en cl aqui y el ahora de
su existencia social. Es el precepto cardinal para el estudio antropo-
légico de una cultura viva, Es la base de Ja observacién rigurosa y
de la concatenacién comprensiva de todos los detalles, lo que distin-
gue al buen ‘trabajo de campo etnografico de hoy en dfa. Indepe:
dientemente de cémo estimemos actualmente las teorfas de Ma
nowski, no le podemos negar el mérito de habernos ensefiado cémo
podia y debia hacerse el trabajo de campo intensive. Creo que ésta
es una de las contribuciones principales hechas por la antropologia
social a las ciencias sociales, aunque probablemente s6lo puede usarse
satisfactoriamente en sociedades o secciones de sociedades homo-
géneas y relativamente estables.
Con estas observaciones me refiero a la historia local de la antro-
pologia social britanica. Todos sabemos que el funcionalismo de Ma-
Inowski formaba parte de un movimiento més amplio; pero éste no
es mi tema. A lo que quiero Hlegar es a lo siguiente. Malinowski ca-
recia totalmente de sensibilidad para entender la organizacién social
aunque, paradéjicamente, sus hipétesis de mayor valor caigan den-
tro del marco de referencia de la organizacién social. Esto se aplica,
por ejemplo, a su nueva exposicién de la hipétesis durkheimiana de
Ta funcién del mito como Ia