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DERMOCOSMÉTICA
CAPÍTULO 1
Historia, contenido y método de la dermatología
Lógico es pensar que las manifestaciones cutáneas de la enfermedad merecieron la atención de los hombres
que, en épocas remotas, cultivaron la Medicina; lógico es también suponer que los médicos de todos los
tiempos concedieron más o menos importancia a la exploración de la piel y sus faneras, en el examen del
hombre enfermo. La piel como órgano, en el sentido unitario funcional y patogénico, ha encontrado eco más e
menos intenso en las corrientes doctrinales que han presidido el devenir de la medicina en el transcurso del
tiempo. Como recordaba GAY PRIETO, hasta el siglo XVIII las teoría hipocráticas frenaron la capacidad de
observación del hombre. No dedicó su esfuerzo a precisar las lesiones accesibles a su mirada, sino a explicar
la génesis de las mismas, a la luz de la doctrina ciegamente aceptada. A este respecto, comentaba DARIER
que el espíritu humano en su desarrollo, al igual que el de los niños, tiende a investigar el “por qué" de los
fenómenos antes que dedicarse a analizarlos, a considerar su “cómo" y a precisar sus caracteres.
Clásicamente se consideran los albores del siglo XIX como el punto de partida de la Dermatología en su
cualidad de disciplina médica bien individualizada. Alguna semilla de esta sólida trayectoria, en el transcurso
del pasado siglo, empieza a germinar en el llamado Renacimiento de la Medicina. Concretamente, la figura de
HIERONYMUS MERCURIALIS (1530-1606) y su obra “De morbis cutaneis et omnibus corporis excrementis",
que debemos a su discípulo PAOLO AICARDIO, considerado por IWAN BLOCH como el primer tratado
moderno de las enfermedades cutáneas, significan el primer jalón en el devenir de la Dermatología. La gran
figura del llamado "Hipócrates inglés",THOMAS SYDENHAM (1624-1689) y su concepción de la “especie
morbosa" de tanta importancia para la moderna noxología médica, preceden en un siglo al periodo llamado de
la sistematización, que alcanza su acmé en el mismo siglo XVIII, con CARLOS de LINNEO (1707-1774) y sus
obras "Systema naturae" (1735). "Genera plantarum" (1737) y la menos conocida "Genera morborum" (1763).
DANIEL TURNER, en 1714, FRANÇOIS BOISSIER DE SAUVAGES (1706-1767), ANNE CHARLES LORRY
(1726-1783) y muy particularmente JUAN JACOBO PLENCK (1738-1807), en su obra "Doctrina de morbis
cutaneis", consagran a las enfermedades cutáneas, importantes ensayos de sistematización, siguiendo la
máxima del Profesor de Upsala: "Naturales dari classes ita creatas pate ex plurimis".
A partir de la obra de PLENCK, se multiplican las clasificaciones dermatológicas, hasta llegar a la
sistematización actual, basada en la concepción de las dermatosis del francés LOUIS BROCQ (1856-
1929).
Desde el punto de vista histórico, podemos mencionar tres orientaciones nacidas de fenómenos heterogéneos,
que han contribuido a precisar nuestros conocimientos, tanto ortológicos como patológicos, de la piel. Una
primera etapa morfológica, nacida con la clasificaciones de las enfermedades cutáneas propuesta por
PLENCK, en su obra publicada en Viena, en 1776, comprendiendo catorce clases:
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En la introducción de su libro "Description and treatment of cutaneous diseases". publicado en 1798, recuerda
sus intenciones, denominadas por é1 mismo “desiderata", al emprender el estudio de las enfermedades
cutáneas:
a) fijar mediante definiciones más apropiadas y precisas, los términos empleados para designar las
enfermedades, así como su significado,
Su obra quedó por completar y fue concluida por su discípulo THOMAS BATEMAN (l778-1821), quien publicó
en 1813, en Londres, la “practical synopsis of cutanaeus diasases according to the arrangement of Dr.
WILLAN". La clasificación de SATEMAN, inspirada en la de WILLAN, comprende ocho órdenes, donde se
agrupan todas las afecciones cutáneas:
“1. papulae - 2. squamae - 3. exanthemae - 4. bullas - 5. Pustulae - 6.vesículas -7. tuberculae - 8. maculae”.
Termina la obra de BATEMAN con un capítulo dedicado a las “syphilitic eruptions".
En Francia, el barón JEAN LOUIS ALIBERT (1776-1837), consagró toda su energía, no solamente al estudio y
clasificación de las enfermedades cutáneas sino, que luchó por la creación de un centro de estudio y de
enseñanza de la Dermatología, en el Hospital de San Luis. Esta meta fue alcanzada el 27 de Noviembre de
1801, con la orden del Consejo de Administración de los Hospitales de París, por la cual se especializaba para
la Dermatología el viejo Hospital fundado por el Rey Enrique IV de Francia, el 19 de Mayo de 1607. Su
tentativa de clasificar las dermatosis en familias era, como comentaba DARIER, más racional que los ensayos
anteriores, pero su realización exigía un conjunto de conocimientos y un rigor analítico que no eran propias de
su época. La creación de la escuela de San Luis, que tanta luz ha aportado a numerosas facetas de la
Dermatología, tiene mayor trascendencia para nuestra disciplina que su famoso árbol de las dermatosis. A
propósito de su clasificación, dice uno de sus contemporáneos, GIRAUDEAU DE ST. GERVAIS (1802-1861),
en la obra "Guide pratique pour l’étude et le traitement des maladies de la peau”, publicada en París, en 1842:
"es una pena que ALIBERT no hubiese adoptado la clasificación de WILLAN como punto de partida. Hubiese
dado a sus investigaciones una dirección mejor y la ciencia, que mucho le debe, le debería más todavía" En la
misma Escuela de San Luis, otros autores, principalmente LAURENT THEODORE BIETT (1781-1840),
adoptaron la clasificación de WILLAN, como bases de sus propios estudios.
Todo este periodo de floreciente desarrollo de la Dermatología, durante el cual brillan los nombres de RAYES,
CAZENAVE, DEVERGIE, BAZI, HARDY en Francia, SCHOENLEIN, FUCHS, von BAERENSPRUNG en
Alemania, SAMUEL PLUMBE, GREEN y HUNT en Inglaterra, culmina con la aparición de la genial figura de
FERDINAND von HEBRA (1816-1880).
Si bien hasta este momento se había querido captar el fenómeno, mediante procederes puramente
merfológico-descriptivos, objeto de estudio de nuestra disciplina, esto es, la enfermedad, HEBRA aporta les
métodos rigurosos que aprendió de sus maestros SKODA (1805-1881) y ROKITANSKY (1804-1878).
Inspirándose en los fenómenos observados por ROKITANSKY en el cadáver, publica HEBRA en 1845 su
clasificación de las enfermedades cutáneas, en su "Versuch einar auf pathologische Anatamie gegründeten
Eínteilung der Hautkrankheiten". Distingue las siguientes clases de lesiones:
Esta clasificación, con algunas variaciones, ha conservado todo su valor en el siglo XX, como lo prueba que
autores como ORMSBY y MONTOGOMERY la hayan mantenido en su tradicional libro.
La doctrina de HEBRA del concepto localista de las dermatosis, fue defendida por sus discípulos MORIZ
KOHN llamado KAPOSI y también por AUSPITZ, quien fue el primero en estudiar sistemáticamente la
histopatología cutánea.
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Este ciclo significa un perfeccionamiento dentro de este periodo, caracterizado por la orientación clasifícadora
y morfológíca de la Dermatología. Con el fin de completar este primer apartado, referente a la trayectoria
descriptiva de nuestra disciplina nos parece obligado recordar ciertos hitos fundamentales de la investigación
histológica del tegumento.
Se considera al tallador de cristales ZACHARIAS JANSEN, como el descubridor del microscopio, en 1590.
Rápidamente fue utilizado en el estudio de la piel y sus estructuras. Una descripción detallada de la histología
cutánea la debemos a JEAN ASTRUC en 1759-1761. MALPIGHI (1628-1694) describe la llamada rete
malpighi y también las glándulas sebáceas. Las glándulas sudoríparas fueron individualizadas por NIELS
STENSEN, más conocido por NIKOLAUS STENO (1638-1686). Las investigaciones de HENLE y WENDT
sobre la estructura de la piel, las de BERRES y FOHMAN sobre la distribución de los vasos sanguíneos, la
descripción por parte de ABRAHAM VATER (1741) y de FILIPO PACINI (1835) del, según sus nombres,
denominado corpúsculo de Veter-Pacini, las trabajos de MEISSNER sobre la unión de las células
malpighianas y la identificación de KOELLIKER de fibras musculares en la vecindad del folículo piloso, son los
trabajos que preceden a la gran aportación que el examen microscópico iban a significar para la evolución de
la Dermatología. Esta faceta de nuestra disciplina encuentra su cima en la obra de P. G. UNNA, de J.
DARIER, de F. PINKUS de L. M. PAUTRIER, de A. CIVATTE, de J. KYRLE y también de OSCAR GANS.
Una tercera dirección en el conocimiento de la biología cutánea la señala PLATO, asistente de NEISSER en
Breslau, quien precediendo a Von PIRQUET inyectó por vez primera, en 1902, tricofitina con fines diagnósticos
y terapéuticos. Valorada en el sentido diagnóstico retrospectivo, esta reacción permite poder conocer el
estado reaccional del sujeto explorado frente al alergeno utilizado en la exploración. Como advierte
KORTING, la piel del enfermo se comporta en cierto modo con aquella actitud conocida desde JACQUET con
el término de “mnemodermia”. El descubrimiento de la tricofitína, precedido por los de la tuberculina y de la
malleína, y la práctica de estas reacciones exploratorias ha dado lugar al importantísimo campo de las pruebas
cutáneas biológicas de sensibilización, imprescindibles hoy en día, como acentúa DARBON, en el cotidiano
quehacer del médico. Esta última directriz le da al tegumento categoría de órgano que nos permite la
investigación del estado reaccional del organismo.
Completando estas líneas generales de hechos históricos que han contribuido a ir dando a la Dermatología su
perfil actual, queremos esbozar brevemente las fechas más importantes del conocimiento de la sífilis, así como
señalar los hitos que condujeron a la identificación precisa de las restante venereopatías.
Como ya indicaba GAY PRIETO, se acepte o no su origen americano, la sífilis alcanzó en Europa gran difusión
a partir de los últimos años del siglo XV. Son autores españoles quienes dan las primeras descripciones del
"nuevo mal". FRANCISCO LOPEZ VILLALOBOS publica su “tratado sobra las pestíferas bubas" en Salamanca
en el año 1498, y sus versos contienen ya rasgos clínicos esenciales de la sífilis adquirida.
RUIZ DIAZ DE ISLA publica en 1537, en Valladolid, su "Tratado contra el mal serpentino". Fue él, el primer
médico que observó los primeros casos adquiridos por contagio, en marineros españoles que tuvieron
relaciones sexuales con indígenas de la isla Hispaniole.
Sobre la identidad de los agentes causales de la Sífilis y la gonococia, apareció en el siglo XVIII la teoría
unicista. Según ésta, tienen ambas enfermedades la misma raíz, el mismo modo de contagio y solo se
diferencian en sus manifestaciones clínicas. La certeza de esta teoría pareció ser confirmada por la propia
autoexperiencia a que se sometió, en Mayo de 1767, el cirujano inglés JOHN HUNTER (1728-1793),
inoculándose pus "blenorrágico" y adquiriendo luego una sífilis.
PHILIPPE RICORD (1800-1889) distingue definitivamente la gonococia de la sífilis. Se trata pues de dos
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infecciones distintas y la sífilis evoluciona en distintos estadios. Pero este autor nos legó, también, dos
nociones erróneas: la no-contagiosidad de la blenorragia y la no contagiosidad de la sífilis secundaria.
ALFRED FOURNIER (1832-1914) emitía en 1881 sus famosas leyes sobre la evolución de la sífilis, que
reproducimos a continuación:
1. La sífilis no tiene una génesis espontánea, por lo menos en la actualidad. Resulta siempre de un
contagio, de una inoculación, de la penetración material de una sustancia virulenta especial en el
organismo.
2. El primer fenómeno apreciable que resulta de este contagio, de esta penetración del virus en el
organismo, no se manifiesta jamás sino después de un periodo de tiempo más e menos largo, que
constituye una auténtica incubación.
3. El primer fenómeno apreciable que resulta del contagio a de la introducción artificial de la materia
virulenta en el organismo se manifiesta siempre en el mismo lugar de penetración y no en otra
localización.
4. El accidente primario localizado en el lugar de contagio es, durante un cierto tiempo, siempre solitario y
constituye la única expresión reveladora de !a enfermedad.
5. Pasado este tiempo, sucede al accidente de aspecto localizado una explosión de otros síntomas
múltiples y variados, los cuales difieren esencialmente del accidente inicial, por el hecho de que no
están localizados en el punto mismo de contagio, sino diseminados en puntos diversos y susceptibles
de afectar a todos los tejidos, a todos los órganos.
Vemos, pues, que FOURNIER, a pesar de no conocer el agente etiológico de la sífilis, ya había trazado y
captado el ritmo evolutivo, y reconocido el polimorfismo clínico de esta afección.
En 1906 comunican, A. Von WASSERMANN (1866-1925), A. NEISSER (1855- 1916) y C. BRUCK (1879-
1945), la primera reacción serodiagnóstica de la sífilis. En 1949 NELSON y MAYER describen el test de
inmovilización treponémico.
Tres etápas caracterizan el desarrollo grandioso que ha experimentado el tratamiento de la sífilis durante el
siglo XX. PAUL EHRLICH logró en 1909 sintetizar el salvarsan; en este mismo año se introduce en terapéutica
el preparado "EHRLICH-HATA 606”. WAGNER von JAUREGG (1857-1940) introduce la malarioterapia en el
tratamiento de la parálisis general progresiva.
En 1921 emplean los autores franceses R. SAZERAC y C. LEVADITI (1874-1953) el tratamiento con bismuto.
En Diciembre de 1943 J.F. MAHONEY (1889-1957), R. C. ARNOLD y A. HARRIS utilizan por vez primera la
penicilina en el tratamiento de la lúes.
En cuanto a las otras venereopatías, recordemos que ALBERTO NEISSER, en 1879, individualiza el diplococo
productor de la blenorragia. El primer cultivo en medio sérico humano lo realiza el ginecólogo E. BUMM (1858-
1925).
ROLLET, de Lyon (1824-1894), describe el chancro mixto. El agente causal del chancro blando es
descubierto por A. DUCREY, en 1889. Cuatro años más tarde P. G. UNNA lo demuestra en cortes
histológicos, siendo denominado estreptobacilo de UNNA-DUCREY.
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Conocida es, como ya hemos visto, que la medicina española tiene una prosapia sifiliográfica gloriosa que se
remonta a los siglo XV y XVI (FERNANDEZ GOMEZ y CUBERO DEL CASTILLO). Por el contrario, el estudio
de las enfermedades cutáneas aparte, según ya hemos señalado, es de origen mucho mas reciente, También
hemos acentuado que, en todo tiempo, las dermatosis han llamado la atención, incluso antes de la era
dermatológica propiamente dicha, a médicos de todas las escuelas y todos los países. En España
concretamente GASPAR CASAL aportó ya la primera descripción de la pelagra en 1762. Después de la época
de sistematización en Dermatología, se publica, por vez primera, en 1840, la obra de NICOLAS ALFARO
dedicada exclusivamente a afecciones de la piel. Una primera Cátedra de enfermedades del tegumento, que
tuvo una vida efímera de apenas un año, fue establecida, por Real Decreto, en 1850, y confiada a JOSE
CALVO.
Podríamos decir que la Dermatología española nace en 1860, al ingresar D. JOSE EUGENIO OLAVIDE (1836-
1901) como médico en el Hospital de San Juan de Dios de Madrid. En efecto, a él le fueron encomendadas,
por vez primera en España, 120 camas destinadas a enfermos puramente dermatológicos. Sin duda alguna,
este hecho representa el primer germen de esta nuestra escuela dermatológica nacional. Provisto de estos
medios, OLAVIDE emprende en 1864 la enseñanza de la Dermatología. En su afán de situarla en primer plano
crea un "laboratorio micrográfico", cuya dirección encomendó él mismo a ANTONIO MENDOZA. Obra suya y
de su compañero el Dr. CASTELO SERRA, es también el museo de San Juan de Dios, inaugurado el 26 de
Diciembre de 1882. Apasionado de los medios prácticos aptos para facilitar la enseñanza de la Dermatología,
no solamente enseñó OLAVIDE la reproducción de las más diversas afecciones en modelados de cera
policromada, sino que en su gran obra "Atlas de la clínica iconográfica de enfermedades de la piel o
Dermatosis, publicada en Madrid en 1873 y recompensada en la exposición de Paris de 1878 con premio de
primera clase, incluye inmejorables láminas de color debidas a la mano de ACEVEDO. Su entusiasmo por las
doctrinas, tan en boga en aquella época, de la Escuela francesa queda bien patente en su obra "Lecciones
sobre las dermatosis herpéticas” de 1880, así como en su clasificación de las enfermedades de la piel. Sin
duda alguna, la figura de JOSE EUGENIO OLAVIDE constituye el primer jalón en la historia dermatológica
española.
La enseñanza de AZUA era, como aprendemos de sus discípulos, la verdadera docencia, por el ejemplo del
cotidiano quehacer de la clínica. AZUA enseñaba a trabajar, trabajando él. Es en el Hospital donde brilla, por
encima de todo, la originalidad docente de AZUA. Su aportación a la Dermatología, no solamente española,
sino internacional, ha sido cuantiosa y provista, hoy como ayer, de valores siempre actuales y vigentes. Esta
etapa en el desarrollo inicial de nuestra disciplina en España, que sólo puede ser denominada "JUAN DE
AZUA", culmina en 1908 con la fundación de la Academia Española de Dermatología y Sifiliografía, de la que
él mismo es el primer artífice. La Escuela española se ve provista, a partir de esta fecha, de un portavoz, las
"Actas Dermosífilíográficas”, el más firme aval, ayer y hoy de la laboriosidad, de la aportación y del esfuerzo
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La generación de dermatólogos que tomó el relevo de manos de JUAN DE AZUA, se aglutina en Madrid junto
a la relevante personalidad del Profesor JOSE SANCHEZ COVISA. Esta pléyade de eminentes dermatólogos,
cuya sólida y brillante producción ocupa páginas de honor, tanto en revistas nuestras como extranjeras,
simboliza la trayectoria tradicional de la escuela madrileña. Recordemos a uno de los grandes artífices de
estos éxitos, al que fue durante largos años el "Nestor" de nuestra disciplina, ENRIQUE A. SAINZ DE AJA
(1884-1965) cuya vasta producción, incansable actividad y preclara inteligencia serán ejemplo para las
generaciones presentes y venideras.
En Barcelona fue el Profesor GINE Y PARTAGAS el primero en consagrar su atención a las afecciones
cutáneas. Pero el verdadero impulso fue aportado a la dermatología barcelonesa por aquellos tres hombres
que, en el primer cuarto de este siglo, dieron rumbo y ruta a la escuela catalana. El Profesor JAIME PEIRY,
PABLO UMBERT y PELAYO VILANOVA, trazaron el primer perfil de aquella Escuela.
Desde entonces nuestro reflejo nacional e internacional ha venido marcado por personalidades como XAVIER
VILANOVA (1902-1965) en Barcelona, JOSE GAY PRIETO (1905-1979) en Madrid y JOSE CABRE PIERA
(1934-1982) en Cádiz y Madrid, conocedores de idiomas y por tanto intercambiadores de nuestro saber
dermatológico.
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