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LA MISION CONTINENTAL Y LA

TAREA DE LA CATEQUESIS
Reflexiones para el día del Catequista
21 de Agosto memoria de San Pío X

Conferencia Episcopal de Colombia


Departamento de Catequesis

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1. Conozcamos a San Pío X

Nacido en una familia pobre, humilde y numerosa, Giuseppe Melchiorre Sarto nació el 2
de junio de 1835 en Riese, Italia. En 1850 ingresó al seminario de Padua, y fue ordenado
sacerdote el 18 de setiembre de 1858. Su primera labor pastoral la realizó en la parroquia de
Tómbolo-Salzano, distinguiéndose, además de su gran caridad para con los necesitados, por
sus ardorosas prédicas que atraían hasta los más alejados del mensaje del evangelio.
En 1884 fue ordenado obispo para la diócesis de Mantua y en 1893, León XIII le concedió
el capelo cardenalicio y lo trasladó a Venecia.
En ningún momento cambió su modo de ser:
sencillo, muy humilde, ejemplar en el amor a
los más pobres.
Se distinguió, además de
A los pocos años, al morir León XIII, fue
elegido su sucesor y su "programa pontificio" su gran caridad para con
no fue otro que el del Buen Pastor: alimentar, los necesitados, por sus
guiar y custodiar el "rebaño humano" y buscar
a las ovejas perdidas para atraerlas hacia Jesús. ardorosas prédicas que
Escogió el nombre de Pío inspirado en que los atraían hasta los más
Papas que eligieron ese nombre habían sufrido
por defender la religión. alejados del mensaje del
La preocupación de Pío X por la santidad evangelio.
de la Iglesia lo llevó a actualizar los seminarios
y fundar numerosas bibliotecas eclesiásticas.
También se lo recuerda por sus aportes a la
música sagrada y a la liturgia y la reforma de la

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liturgia de las horas.
Dentro de sus obras destaca el combate contra dos
herejías en boga en esa época: Modernismo, la cual la
combatió en un documento llamado Pascendi Su pontificado
estableciendo que los dogmas son inmutables y la duró diez años -
Iglesia si tiene autoridad para dar normas de moral; la
otra herejía que combatió fue la del Jansenismo que entre 1904 y
propagaba que la Primera Comunión se debía retrasar 1914- y fue
lo más posible; en contraposición Pío X decretó la
autorización para que los niños pudieran recibir la
reconocido por
comunión desde los 7 años, el momento en que su tarea
entendía quien está en la Santa Hostia Consagrada.
Este decreto le valió ser llamado el Papa de la
catequística, al
Eucaristía. punto que fue
Puso mucho énfasis en educación de la fe. En este elegido como
mismo sentido le dio gran impulso a la actividad
catequística, renovando sus métodos y abriendo santo patrono de
escuelas para formación de catequistas. Impulsó la los catequistas.
enseñanza del Catecismo porque sabía que apartar de
la ignorancia religiosa era el inicio del camino para
recuperar la fe que en muchos se iba debilitando y
perdiendo.
Pío X impulsó una reforma de la curia romana, encomendó la revisión de la Vulgata a los
benedictinos (1907), fundó el Pontificio Instituto Bíblico en Roma (1909) y dio inicio a la
publicación de la llamada Acta Apostolicae Sedis (1909), que aún hoy es la publicación oficial que
trae los documentos pontificios.
Tres eran sus más grandes características:
 La pobreza: fue un Papa pobre que nunca fue servido más que por dos de sus
hermanas para las que tuvo que solicitar una pensión para que no se quedaran
en la miseria a la hora de la muerte de Pío X.
 La humildad: Pío X siempre se sintió indigno del cargo de Papa e incluso no
permitía lujos excesivos en sus recámaras y sus hermanas que lo atendían no
gozaban de privilegio alguno en el Vaticano.
 La bondad: Nunca fue difícil tratar con Pío X pues siempre estaba de buen
genio y dispuesto a mostrarse como padre bondadosos con quien necesitara de
él.
Su pontificado duró diez años -entre 1904 y 1914- y fue reconocido por su tarea catequística, al
punto que fue elegido como santo patrono de los catequistas. Su fiesta, que también es la
nuestra, se celebra el 21 de agosto, Día del Catequista.
Falleció el 20 de agosto de 1914, poco antes del estallido de la llamada "primera guerra
mundial". El 14 de febrero de 1923 se introdujo su causa de beatificación y fue canonizado el
29 de Mayo de 1954.

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2. Oración del Catequista
Señor Jesús:

Aquí me tienes para servirte


y colocar a tus pies la labor
en que estoy empeñado.
Tú me escogiste para ser catequista,
anunciador de tu Mensaje a los hermanos.
Me siento muy pequeño e ignorante,
soy a menudo inconstante,
pero sé que Tú me necesitas.
Oración del catequista

Gracias por confiar en mí,


pequeño servidor tuyo.

Estoy pronto a cumplir esta hermosa tarea


con sencillez y modestia, amor y fe.
Quiero ser instrumento tuyo
O

para despertar en muchos hermanos:


cariño por tu persona,
confianza en tus promesas,
deseos de seguirte como discípulo.

Bendice día a día mis esfuerzos;


pon tus palabras en mis labios,
y haz que, en comunión
con mis hermanos,
pueda colaborar
en extender tu Reino.

María, tu que seguiste


siempre con fidelidad
las huellas de tu Hijo,
guíanos por ese mismo camino.
Amén.

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3. Oremos con la Palabra

“Y comenzó a enviarlos de dos en dos” (Mc 6,7)

Ambientación
 Organizar el salón con las sillas en redondo para que los participantes
puedan oírse y verse sin dificultad. En medio del círculo colocar un atril
con la Biblia abierta y un cirio encendido.
 En un sitio visible colocar la frase: “Y comenzó a enviarlos de dos en dos”
(Mc 6,7)
 Se sugiere ampliar la imagen y colocarla en un lugar destacado

Oración
Señor Jesús, envía tu Espíritu,
para que Él nos ayude a leer la Biblia
desde el corazón y atentos a la escucha
de lo que nos quieres comunicar.
Crea en nosotros el silencio
para escuchar tu voz en la Creación y en la Escritura,

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en los acontecimientos y en las personas,
sobre todo en los pobres y en los que sufren.
Que tu palabra nos oriente a fin de que también nosotros
podamos experimentar la fuerza de tu resurrección
y testimoniar a los otros que Tú estás vivo
en medio de nosotros como fuente
de fraternidad, de justicia y de paz.

Lectura del texto: Mc 6,7-13

Dialoguemos
 ¿Cuáles son las instrucciones que Jesús da a los doce?
 Escribe la frase que mas te gusto del relato que acabas de escuchar?
 ¿Tú participas de la misión como discípulo de Jesús?
 ¿Cuál es el punto de la misión de los apóstoles que tiene más importancia hoy
para nosotros? ¿Por qué?

Reflexión
Nos encontramos con un relato misionero dentro de la dinámica del evangelio de San Marcos.
El contexto precedente nos muestra el rechazo de Jesús por parte de sus propios paisanos (6,1-
6). Ante esta situación, Él no se repliega, ni dilata la misión, ni se refugia en aquellos que lo
pueden comprender, sino que se dirige a los pueblos del entorno para enseñar. La experiencia
del fracaso y del rechazo, antes que apagar el impulso misionero es una oportunidad, tal vez
para nuevas fatigas, sufrimientos, pero no es motivo para encerrarse entre aquellos que nos
responden y nos corresponden. El Apóstol Pablo quería llevar
el evangelio a los territorios más difíciles, donde nunca antes
había sido proclamada la Buena Nueva de Jesús Resucitado
(Rm 15,20).
La misión
Los discípulos de Jesús son enviados de dos en dos como
tiene un testigos del que los envía. Porque la misión tiene un centro, un
centro, rostro y una voz: Jesucristo el Señor. La misión tiene que tener
un rostro y un centro, de lo contrario sería una dispersión. San Marcos
muestra la misión como la irradiación de Jesús por medio de
una voz: los doce. En efecto, se va en misión no para enriquecerse
Jesucristo espiritualmente o porque se es inteligente, o se tenga un buen
el Señor. corazón; se va en misión porque Jesús llama, educa y envía.
Este es el fundamento de la misión y la identidad del discípulo.
Ahora bien, no se trata de un trabajo solitario, sino en
comunión: de dos en dos. Según la tradición judía, dos es el
número indispensable para que un testimonio sea creíble, (Dt
17,6; 19,15), pero por porta parte, ir de dos en dos es un signo

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de aquella novedad de relación que crea el reino entre aquellos que lo conforman. En otras
palabras, no se puede dar una misión separada de la comunión; el evento misionero es por
naturaleza un evento de comunión, porque es un evento eclesial. San Pablo cuando firma sus
cartas para las distintas comunidades hace un elenco de sus compañeros de misión (1Co 1,1;
Rm 16,21; Filp 1,1; 4,21).

Comunicar el evangelio de dos en dos quiere decir, que aunque es una comunicación personal
no es privada, no termina en relaciones privadas, sino que se pone al interlocutor de frente a la
persona de Jesús que lo interpela. Por lo tanto, no es un acto diplomático, sino que es un acto
decisivo, es un evento que llama la vida a pronunciarse y que
obliga a la persona a colocarse ante una decisión por la vida.
Por otra parte, no se comunica algo personal, una opinión
subjetiva, una forma de pensar, sino que hablan como El misionero
enviados. Es decir, con un mensaje que no les pertenece. En
efecto, el Concilio Vaticano II, cuando habla de la Divina tiene que estar
Revelación, dice que en el anuncio del evangelio, hecho a
través de la Iglesia y por la predicación del ministro, es ligero de equipo
Cristo mismo que habla dentro de la vida de las personas. porque hay que
Por esto hemos dicho que, en primer lugar, la misión tiene
un centro que es la persona de Cristo. caminar mucho y
En segundo lugar, la misión tiene un rostro que se desprende velozmente, tiene
del estilo de vida de los misioneros, es decir, de su pobreza. que estar atento
En efecto, la orden de Jesús hace relación a una serie de
prohibiciones: el alimento, la mochila de viaje, y la mochila para superar
para recoger el dinero de poco valor (el término en griego
hace referencia a los centésimos, al sencillo), en otras cualquier
palabras no se debe recoger ni siquiera un centésimo. El obstáculo que
misionero puede llevar dos cosas: las sandalias y el bastón.
Solamente aquello que sirve para caminar; es más, aquello perturbe el
que sirve para caminar por un camino tortuoso. Cuando
Jesús manda que lleven bastón, está diciendo que el camino anuncio
es difícil y que comporta fatiga; es la fatiga de la misión que presuroso del
se trata de penar mucho para recoger poco.
evangelio
En san Marcos, la historia de Jesús se desarrolla a lo largo
del camino. La mayoría de los eventos del evangelio se (Lc 10,4)
colocan directamente o con referencia al camino. Como
quien dice, la casa del Mesías, su lugar, es la calle; y la calle se
convierte también en el lugar del discípulo, del seguimiento, de la fidelidad o la infidelidad. En
otras palabras, tomen solamente el bastón y el calzado, porque el “donde” de la misión es la
calle o el camino. Entonces, la misión tiene el rostro de la pobreza de los medios humanos,
porque fácilmente se podría caer en querer más la casa que la calle, la casa que la tienda; es
decir, se puede caer en un sedentarismo espiritual, mental y del corazón. El misionero tiene
que estar ligero de equipo porque hay que caminar mucho y velozmente, tiene que estar atento
para superar cualquier obstáculo que perturbe el anuncio presuroso del evangelio (Lc 10,4). Se
puede aceptar la hospitalidad pero como acogida del evangelio, para que no se contraigan
dependencias personales que afecten la libertad del anuncio de la Buena Nueva. Porque el

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discípulo no pertenece más que a Dios y al que lo llamó para enviarlo. Por otra parte, se
superan las leyes rituales que dividen a Judíos y paganos: los discípulos pueden comer de todo
lo que hay en la mesa.

La misión ayuda a cualquier persona que va por el camino y a la vez hace que su vida encuentre
un rostro, otra persona, otra vida: el rostro de Jesús. Es decir, la persona no encuentra el rostro
del misionero, sino en él, el rostro de Jesús. Es como decía Juan el Bautista: “Es necesario que
Él crezca, y que yo disminuya” (Jn 3,30). La reacción del discípulo ante la no acogida es un rito
de orden cultural, los judíos observantes de la Ley cuando regresaban de naciones paganas,
antes de entrar en tierra de Israel, sacudían el polvo de sus pies para no contaminar la tierra
santa de Palestina. Jesús dice: “Ustedes hagan lo mismo”. Quien los rechaza son para ustedes
tierra pagana, es como un lugar sin Dios. Se vuelve a la seriedad del anuncio, a la toma de
posición definitiva y resuelta a la que una vida está llamada cuando se coloca de frente al
evangelio.

Por último, la misión tiene una voz, porque es el anuncio de la persona de Jesús, en la cual el
reino se hace presente dentro de la vida de cada persona y de la comunidad. El anuncio
misionero no es un anuncio ético, sino evangélico, es el anuncio de la Buena Noticia de la
presencia del reino en la persona de Jesús, porque no somos nosotros a cambiarnos, no son las
exhortaciones por sí mismas las que nos pueden cambiar, es el encuentro con la persona de
Jesús, con la potencia de su Palabra que nos convierte, que nos cambia. En definitiva, la
respuesta al anuncio del misionero es la conversión del oyente.

Celebración
Entonemos un canto para celebrar la Palabra que hemos escuchado y meditado.

Señor, toma mi vida nueva


antes de que la espera
desgaste años en mi.
Estoy dispuesto a lo que quieras
no importa lo que sea
Tu llámame a servir

Llévame donde los hombres


necesiten tus palabras,
necesiten, tus ganas de vivir.
Donde falte la esperanza,
donde falte la alegría,
simplemente, por no saber de ti.

Te doy, mi corazón sincero,


Para gritar sin miedo
lo hermoso que es tu amor.

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Tendré mis manos sin cansancio,
tu historia entre mis labios,
y fuerza en la oración.

Llévame donde los hombres...

Y así, en marcha iré cantando,


Por pueblos predicando
tu grandeza Señor.
Señor, tengo alma misionera,
condúceme a la tierra,
que tenga sed de Dios.

Llévame donde los hombres...

Llévame donde los hombres


necesiten tus palabras,
necesiten, tus ganas de vivir.
Donde falte la esperanza,
donde falte la alegría,
simplemente, por no saber de ti.
simplemente, por no saber de ti.

Recordemos
Los discípulos de Jesús son enviados de dos en dos como testigos del que los
envía. Porque la misión tiene un rostro, un rostro y una voz: Jesucristo el Señor.
Guardar en la memoria y repetir hasta grabar en el corazón: “Y comenzó a
enviarlos de dos en dos”

4. Reflexiones

4.1. ¿Hacia dónde va la misión continental?

En cuestiones de catequesis tenemos costumbres muy arraigadas. Solemos pensar que si


por alguna circunstancia no hacemos las cosas de acuerdo a esos hábitos, no hemos hecho
nada. Una de ellas, entre muchas, es ligar de modo natural la relación catequesis de corte

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presacramental con algunas edades de la vida: el bautismo para los recién nacidos, la primera
comunión para los niños en edad escolar y la confirmación para los adolescentes o jóvenes.
Aunque esta última se extiende en el tiempo cuando no se ha dado y se exige como un
requisito indispensable para el matrimonio.

Otra práctica ordinaria de la catequesis es no sólo el hecho de ser presacramental sino


que es común descubrir una catequesis puramente doctrinal, centrada en este aspecto,
sin mirar a los otros aspectos de la fe cristiana y por lo tanto, falta una verdadera y
dedicada formación integral de la fe de la mayoría de los cristianos, lo único que tienen
medio presente es lo que se les ofreció en el curso para la Primera Comunión o
Confirmación y en otros casos para el Matrimonio. (cf. DA 299)

Pensando de este modo, hemos actuado durante mucho tiempo. No nos cuestionamos
para nada esta lógica. Por el contrario, parece lo más lógico. Lo que se salga de allí, es
extraordinario y para algunos hasta extravagante.

Desconocemos que este modo de pensar es poco misionero. Está más bien ligado a la
cristiandad, a sus hábitos, a sus formas de hacer cristianos, a sus formas de ser Iglesia. Como
señalan varios estudios, y no tan recientes, pues datan de los años 70, fue en la cristiandad
medieval cuando los sacramentos se vincularon a transiciones vitales en la manera en que la
conocemos hoy: sacramentos y preparación a determinadas edades de la vida. Estos mismos
estudios hacen que ver que, si bien es cierto que los sacramentos de iniciación tienen que ver
con una transición, esta es la de la conversión a la vida cristiana. Por su naturaleza intrínseca,
ninguno de los sacramentos corresponde a una etapa concreta de la existencia humana. Por su
naturaleza, es decir por razones estrictamente teológicas, la fe cristiana no está vinculada a los
ritos de las etapas humanas.

El caso de los sacramentos de iniciación, ligados, como lo vemos de modo natural, a


determinada edades, es uno de los casos típicos donde lo teológico no parece acompañar de
modo adecuado lo pastoral. Con lo cual no se quiere decir que no se acompañe al recién
nacido, al niño, al adolescente o al joven con el Evangelio y la vida cristiana. Es claro que a
ellos se les debe anunciar el Evangelio de modo significativo. De cara, precisamente, a que con
el adecuado proceso de conversión, reciban de la Iglesia el don de los sacramentos de
iniciación.

El problema pastoral nuestro, que riñe con lo teológico y que nos hace poco
misioneros, es separar en la teoría y en la práctica, conversión, sacramentos y edades de la vida.
Un niño participa de la Eucaristía por primera vez en esta edad de la vida, no tanto porque sea
niño y ya tenga determinado número de años, sino porque ha vivido un proceso de conversión
acorde con su edad. La ruptura entre conversión y sacramentos es lo que se conoce como
sacramentalizar, que es todo lo contrario a evangelizar.

Ahora que nos encontramos inmersos en la Misión Continental, ha llegado la hora de


reflexionar, de pensar bien las cosas, y de dejar que la teología de la fe y de los sacramentos
ilumine nuestra práctica. Y que no suceda lo contrario, lo que nos caracteriza hoy: que una
práctica con poca o nula reflexión no respeta la teología.

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El peligro de la Misión Continental es quedarnos en el activismo, en el hacer por hacer,
en el mostrar por mostrar. Porque no pensar que lo que nos pide la Misión Continental sea
quizás hacer pocas cosas, pero más significativas y con más sentido. Porque no pensar que, por
creemos que hacemos tantas cosas somos misioneros, cuando de verdad no lo somos, pues
sacramentalizamos sin que existan procesos de gracia y de libertad de conversión.

Pero duele reconocer que la Misión Continental va por el camino del activismo. La
reflexión más bien ha sido poca y escasa. Hoy solo pusimos un ejemplo de lo que una
perspectiva misionera sobre un asunto nos permite analizar. Qué tal que hiciéramos este
mismo ejercicio con otras tantas actividades que hacemos en la Iglesia, muchas de ellas sin
pensar, sin un serio soporte teológico y pastoral.

No sea que por hacer tantas cosas, la Misión Continental se que nos quede en un
cúmulo de acciones, pero no haga de nosotros misioneros. Con la Misión Continental puede
pasar como muchas otras tantas coas que hemos en la Iglesia: “Todo pasa y nada queda…”.

Algunos podrán tildar lo dicho de pesimismo. Otros dirán que es realismo. En ambos
casos, a fin de evitar extremismos, por qué no aprovechar la Misión Continental para
dedicarnos también a pensar para dónde vamos y cómo lo estamos haciendo. A lo mejor no
son tantas cosas las que se nos pidan. Un rato de reflexión y de análisis es el mejor antídoto al
activismo y al empirismo. Qué bueno sería, lo repito, que la Misión Continental fuera también
un espacio para pensar despacio y ver con más claridad lo que somos y hacemos.

Conversemos

¿Consideras que la catequesis está ligada a las edades de la vida, niñez, adolescencia,
juventud, adultez, ancianidad?
¿Qué relación hay entre conversión, sacramentos y edades de la vida?
¿Qué entiendes por sacramentalizar?
¿Qué se entiende por evangelizar?
¿En qué consiste un proceso de conversión? ¿Conoces un ejemplo concreto?
¿Cómo hacer que la misión continental no caiga en el activismo?
¿Cómo catequistas a qué nos invita la misión continental?

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4.2. La Misión Continental es formación
Desde los comienzos de la Conferencia General de Aparecida, al conocer su tema
fundamental, “discípulos misioneros de Jesucristo para que nuestros pueblos en Él tengan
vida”, se pensó que la catequesis iba a tener un lugar privilegiado en su reflexiones y
documento final. Es más, se llegó hasta decir que era una conferencia con un fuerte talante
catequístico, sin llegar a decir que tratara solo sobre la catequesis. Los hechos lo confirman.
Una de las preocupaciones centrales –el cuerpo del documento lo refrenda– es la formación de
los discípulos misioneros, donde la catequesis no es una acción más entre otras, sino
fundamental y trascendente en la construcción de un discípulo con personalidad. Tan
importante es el tema de la formación que ya desde la introducción Aparecida reconoce en ella
el reto fundamental para la Iglesia del continente: “Aquí está el reto fundamental que
afrontamos: mostrar la capacidad de la Iglesia para promover y formar discípulos y misioneros
que respondan a la vocación recibida y comuniquen por doquier, por desborde de gratitud y
alegría, el don del encuentro con Jesucristo” (DA 14).

Contrario a lo que parece, al asumir la formación como reto fundamental, no se trata de un


repliegue en problemas eclesiales o institucionales. Por el contrario, como lo reconoce
Aparecida, “este nuestro tesoro”, “este es el mejor servicio –su servicio– que la Iglesia tiene
que ofrecer a las personas y a las naciones” (DA 14). Es el modo de colocar su vida al servicio
de la vida de nuestros pueblos, de una vida plena y digna para todos (DA 358 – 359). La
respuesta que la Iglesia da a los desafíos de la realidad del continente, marcado por situaciones
de injusticia y de pobreza, es revitalizar la vida de Cristo en sus discípulos, para que ellos, al
lado de otros, junto con otros, vivan, comuniquen, sean signo y sacramento del Reino de la
vida: “Ser discípulos y misioneros de Jesucristo para que nuestro pueblos en Él tengan vida,
nos lleva a asumir evangélicamente y desde la perspectiva del Reino las tareas prioritarias que
contribuyan a la dignificación de todo ser humano, y a trabajar junto con los demás ciudadanos
e instituciones en bien del ser humano” (DA 384).

Si es claro que la opción por la formación no es reducir los problemas a asuntos


institucionales o eclesiales, sino de vida digna para todos y todas, especialmente para los más
empobrecidos del continente, es lógico el interés que la formación del discípulo misionero
tiene al interior del documento conclusivo. Por eso la preocupación por el análisis y la
descripción del itinerario formativo de los discípulos misioneros (DA 240 - 346). Preocupación
que lleva a la Iglesia en Aparecida, en su mensaje final, a reafirmar su compromiso por la
formación y a “atender con más cuidado las etapas del primer anuncio, la iniciación cristiana y
la maduración en la fe”. (Mensaje final, 3).

Con ello Aparecida, hace suyo algo que en su momento dijo el Directorio General para la
catequesis pensando en la catequesis y en los catequistas, pero que desde la mirada más amplia
de Aparecida sobre la formación, cabe para todo y todos en la Iglesia, acerca de la
coordinación y articulación de las distintas etapas del proceso evangelizador (DGC 272).
Invitando así a los catequistas a asumir una mirada más compleja de la catequesis, a considerar
que hay momentos que la “preceden” (etapa de acción misionera) y momentos que son su
consecuencia (etapa de acción pastoral). (DGC 63)

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Cuando hoy en todas partes se habla de formación de misioneros, es importante
comprender la postura amplia de Aparecida, por lo que dicha formación no se reduce al
aprendizaje de la técnica del visiteo o de cualquier otra parecida. La formación tiene un
horizonte: el hecho hacer del bautizado, de todo bautizado, un discípulo misionero de
Jesucristo.

Estrategias como el visiteo y la sectorización de la parroquia, son eso, estrategias. No


pueden convertirse en el fin de la Misión Continental. Es bueno, para no perder el horizonte
amplio y de sentido de la Misión Continental, comprender que la formación del discípulo de
Jesús es el mayor desafío de la Iglesia hoy, y es su tarea primordial, su tesoro, como lo recuerda
Aparecida.

Si ello es así, dentro del contexto de la conversión y renovación pastoral que ha de


acompañar todo proceso misionero, se ha de revisar en verdad, la formación que se ofrece, la
calidad de la misma y sus resultados. Si la misión no conduce a la elaboración de propuestas
formativas serias, puede ser en vano la cantidad de energía que invirtamos en ella.

Para el caso de la Iglesia que peregrina en Colombia, la formación sigue siendo uno de
sus mayores desafíos. Lo recuerdas los documentos de participación y de diálogo elaborados
como insumos para la realización de la Misión Continental y de la consecuente conversión
pastoral. Se espera que de su reflexión la Iglesia se involucre toda en un proceso de renovación
y de revisión de la formación que se ofrece en su seno. Es el mejor signo de una Iglesia que al
estilo del Buen Samaritano sirve a la persona y a la sociedad, formando discípulos de
Jesucristo.

La formación de misioneros, desde esta perspectiva, trasciende y va más allá de la


realización de unos talleres de capacitación para el desarrollo de ciertas estrategias, por más
importantes y necesarias que estás sean. Su fin es la de convertir a todo bautizado en un
discípulo-misionero de Jesucristo. Lo cual pide superar maneras de formar que no hacen sino
reproducir el problema de bautizados sociológicos, característica mayor de nuestra Iglesia. Y
ello pide de una verdadera conversión pastoral. De un análisis de nuestra situación, del modo
como decimos formar. Y a partir de allí la puesta en marcha de nuevos modos de formar.
Novedad que va a pedir la renovación de la formación de los formadores de formadores:
ministros ordenados y agentes de pastoral.

Si la Misión Continental es formación, qué mejor que valernos de todos los insumos
necesarios para ver cómo formamos y para ver cómo son y somos formados los formadores de
formadores. La misma puesta en marcha de la Misión Continental es un proceso de formación.
Pero lo será, siempre y cuando se trascienda la mirada pragmática y estratégica de la misma,
que hace de algunas estrategias, fines.

Conversemos

 ¿Cuál es la tarea fundamental de la catequesis según Aparecida?


 ¿Por qué se considera que el tema de la formación en Aparecida es importante?
¿En qué consiste?
 ¿Por qué la formación del discípulo de Jesús es el mayor desafío de la Iglesia
hoy?
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4.3. La Misión Continental y su contexto

Aparecida no tiene un estudio tan detallado de las situaciones de evangelización, pero sí es


profundamente crítica con el modo de ser católico de gran cantidad de nosotros los
bautizados, como quedó señalado al comienzo de este estudio: “Una fe católica reducida a un
bagaje, a elenco de algunas normas y prohibiciones, a prácticas de devoción fragmentadas, a
adhesiones selectivas y parciales de las verdades de la fe, a una participación ocasional en
algunos sacramentos, a la repetición de principios doctrinales, a moralismos blandos o
crispados que no convierten la vida de los bautizados”. Y concluye esta frase, ya lapidaria en sí
misma, del Papa Benedicto XVI: “Nuestra mayor amenaza es el gris pragmatismo de la vida
cotidiana de la iglesia en el cual aparentemente todo procede con normalidad, pero en realidad
la fe se va desgastando y degenerando en mezquindad”.

Con este modo de expresar, Aparecida no es que desconozca los factores sociales, culturales,
políticos, religiosos y personales que inciden para la vivencia de una fe madura e integral, la
propia del discípulo misionero, pero sí le interesa “poner el dedo en la llaga” acerca de los
resultados tan distantes del ideal del formación. Por eso va a insistir en el reto para la Iglesia
hoy: la de mostrar su capacidad para formar y promover discípulos misioneros. De ahí, como
se dijo, su especial interés por el itinerario formativo del discípulo misionero.

La situación evangelizadora del momento suele calificarse de misionera. Muchos piensan que
con este modo de hablar se trata de realizar una gran campaña para llegar a los alejados, a los
indiferentes y a los bautizados no convertidos que han perdido el sentido vivo de la fe. Sin
desconocer que hay que anunciar el Evangelio a todos de acuerdo con el envío de Jesús, con
este modo de pensar se olvida que en la actual situación destinatarios del primer anuncio
somos también todos los bautizados y de toda edad (DGC 58). Que todos, de una u otra
manera, nos encontramos en una situación de “volver a empezar”, no porque nos veamos
abocados a comenzar de cero. Más bien, debido a las situaciones sociales de hoy y al modo
como en ocasiones asumimos la fe, en mucho poco adulta y madura, tenemos la necesidad de
volver al lugar donde empieza la fe: el encuentro con Cristo, que da origen a la vida cristiana.
Encuentro que despierta la conversión, y que nos hace discípulos misioneros de Cristo en la
Iglesia para el mundo. El encuentro con Cristo no es solo para los que van comenzar, es para
todos los que ya hacemos parte de la Iglesia y sentimos el llamado a la conversión personal
permanente y a la conversión pastoral, institucional y estructural.

De este modo, el encuentro con Cristo no es solo el primer momento del proceso de fe,
conversión, discipulado. Es aspecto clave que ha de repetirse y alimentarse a lo largo de todo el
proceso. Como fue desarrollado en el “Sínodo de América”, el encuentro con Cristo no solo
despierta y desarrolla la conversión inicial, sino que además alimenta la conversión
permanente, la conversión pastoral y la renovación eclesial.

La situación evangelizadora es misionera porque nos llama a preguntarnos en profundidad


sobre nuestro modo de ser discípulos, nuestro modo de ser comunidades y nuestro modo de
“hacer” (promover, formar) discípulos. Exige que abramos los ojos de la mente y del corazón
para darnos cuenta que la actual situación solicita de nosotros “unos nuevos modos de ser
Iglesia, de ser cristianos y de hacer cristianos”. Y Aparecida resume estos modos nuevos en

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una frase de profundo contenido Bíblico: comunidades de discípulos misioneros, discípulos
misioneros de Jesucristo y formación de discípulos misioneros.

La búsqueda es común en la Iglesia hoy. Los problemas descritos abarcan todas las realidades
eclesiales, razón por la cual los acentos pedagógicos frente a los problemas evangelizadores son
comunes. En toda la Iglesia la fuerza del momento la toman los problemas de primer anuncio
del Evangelio, de proclamación del kerigma, de iniciación cristiana, de catecumenado y los
problemas comunitarios.

Aparecida los desarrolla todos en el capítulo sexto, pero quizás hace falta que nosotros en
Colombia, apoyados en lo iniciado por Aparecida, seamos más conscientes de ello. El
ponernos en estado permanente de misión, puede ser la ocasión propicia para ello. Tanto más
si entendemos que estos problemas no son coyunturales, no son objeto de moda, son los
problemas misioneros del presente y del futuro, no tan lejano como muchos quisieran.

Todo lo anterior pide una formación misionera y una formación en perspectiva misionera. La
primera, destinada sobre todo a los agentes, y la segunda, pensada como la nueva manera de
promover o de formar discípulos misioneros acordes a las condiciones misioneras del
momento.

Conversemos

 ¿Qué características tiene la fe católica de nuestras comunidades hoy? Enuncie los


aspectos positivos y negativos.
 ¿Cuáles son los retos de la Iglesia ante la situación de desgaste de la fe de los
bautizados?
 ¿A quiénes va dirigida la misión continental?
 ¿Por qué la evangelización insiste de manera permanente en el aspecto misionero?
 ¿Qué significa la expresión “estado permanente de misión”?

Bibliografía

www.iglesia.cl/especiales/catequista2006/docs/oracion_cat.doc

www.iscr.obispado.net/documents/San_Pio_X.doc

“Y comenzó a enviarlos de dos en dos” (Mc 6,7) En: El ser y quehacer del discípulo en San Marcos. Mes de
la Biblia 2008. CEC: Bogotá, p. 71. 2008

¿Hacia dónde va la misión continental? En: Prensa Católica. P. Manuel José Jiménez R. (8 de noviembre
2009) n. 395. Año IX. p. 10. Bogotá

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La Misión Continental es formación. En: Prensa Católica. P. Manuel José Jiménez R. (22 de noviembre 2009)
n.397. Año IX. p. 10. Bogotá

La Misión Continental y su contexto. En: Prensa Católica. P. Manuel José Jiménez R. (29 de noviembre 2009)
n. 398. Año IX. p. 10. Bogotá

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