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| Aicaroo se.oes 7. Un contraejemplo Nos enteramos, porque nos vienen a alertar, de que hay una pa- ciente que es atendida por tn colega que ha hecho una curiosa inter- vencién. Se trataba de una chica de unos 20 afios que llegé al Servi- cio con la queja de que su marido la golpeaba. Lo interesante del ca- s0 es que si bien esto sucedia desde ya hacia un tiempo, en los meses previos a la consulta, se habia transformado para ella en algo impo- sible de soportar, una buena definiciin para acoger una demanda. Habia acudido a la policia, y alli le habian dicho que tratara de arre- glarse con él ya que era demasiado joven para vivir tan nerviosa. Su madre le creia, poco, pero de todas maneras la planteaba que ella al- guna culpa debia tener. La intervencién del colega, luego de preguntarle porqué no se se~ paraba del golpeador, y ante la respuesta de que no lo hacia por el amor que ella sentia por él, le indica que sélo volviera a la consulta, si venia con el marido. La respuesta fue evidente, volvié sola y més golpeada que antes. Ante este hecho de gravedad el colega decide re- doblar la apuesta y dice que citara al marido “oficialmente”. Es ahi cuando llega a nuestros oidos la situacién e intervenimos, sugiriendo tuna derivacién dentro del mismo equipo, para evitar que se produz~ ca una catastrofe. Evidentemente tanto la policia como la madre habian entendido algo, aunque sus soluciones también llevaban a lo peor. Se trataba de que el sujeto pudiera responsabilizarse de lo anémalo de lo que le es- taba sucediendo, lo que de ningiin modo significa destesponsabilizar al pegador. En ese tiempo de pausa que se abrié luego en el trabajo de la urgencia subjetiva frente a la prisa por concluir, paradigma de la urgencia subjetiva, la paciente pudo captar que sélo las experien- cias del sufrimiento constituian para ella Ia creencia esencial en su subjetividad y que el laz0 masoquista con el otro le servian para rea~ lizar un fantasma en el que ‘pegada’ cobraba el significado de aloja- da, amada y necesitada. Su falta la enfrentaba con la angustia deses- perante de perder el amor. El primer colega habia tomado el mismo lugar que la poliefa y la madre, mejor dicho uno peor, ya que la habia congelado en el lugar de objeto de goce.del Otro. La policia habia producido un tempora- rio acotamiento de goce al apelar a la nominacién, la Ilaman nervio- sa, mientras que la madre la habia remitido a la idea de que en el he- cho desgraciado habia una causa, sin que por ello la sujeto se impli- cara como tal. ‘Atender a la urgencia subjetiva no implica que ante la irrupcién de lo real, cuando lo soportable deviene imposible de soportar, se trate de taponarlo ni con acciones pseudo-reparatorias ni con una terapia pala- brera, ni que cualquier traumatismo se deba disolver de inmediato pa- ra retornar al punto de partida. Si s6lo se le otorga la confianza al sen- tido, y la intencién es evacuar lo real, las consecuencias para el sujeto {que no puede responsabilizarse por su condicién de tal, es un reforza~ ‘miento de su inermidad e incluso un redoblamiento de su posicion de objeto de goce. Mas el retorno de un Uno cada vez més cruel. La mas impresionante de las contraindicaciones, inclusive en la ‘ungencia subjetiva, es poder captar a tiempo cuando el ejercicio tera- péutico de la palabra no hace bien.

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