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Eran las tres y media de la madrugada y me había quedado

profundamente dormida encima de la mesa de escritorio que tenía en la


habitación, estudiando. Los libros de idiomas, de historia francesa, inglesa y
alemana y de literatura y autores españoles, se amontonaban a lo largo de la
mesa al igual que varios cuadernos y lápices para subrayar. Se acercaban las
fechas de los exámenes del primer semestre y desde hacía unos días me
quedaba hasta altas horas de la madrugada estudiando en mi pequeña
habitación de la residencia de la universidad de Madrid.

El resto de mis amigas habían decidido darse ese día libre y a pesar de
que trataron que me fuera con ellas, finalmente conseguí que se cansasen de
molestarme y se marcharon diciendo que regresarían sobre las dos o tres de la
mañana. Me gustaba estar sola y sobre todo cuando tenía que estudiar,
además de que desde hacía unos días tenía bastantes dolores de cabeza y
prefería quedarme en la residencia antes que salir y que me fuera a peor el
dolor; no quería ponerme mala para los exámenes. Era mi primer año en la
universidad y había prometido a mis padres y a mi novio que no bajaría mis
notas.

Además, había hecho una apuesta con Lucas de que el que sacase las
notas más bajas estaría obligado a llevar al que ganase a donde quisiera.
Estaba claro que no pensaba perder ya que tenía ganas de que mi querido
chico me llevase a conocer aquel sitio que siempre me nombraba y que decía
que era hermoso pero nunca me explicaba donde estaba. Había visto muchas
fotos del lugar pero no había descubierto como se llamaba y la verdad que
tenía muchas ganas de ir. El hecho de que ambos estudiásemos en la misma
universidad y casi las mismas asignaturas había provocado que surgiera esta
apuesta.

Desperté por culpa de un ruido en la habitación de al lado, y


somnolienta, pude ver la hora en el reloj; al parecer acababan de regresar
mis amigas de fiesta ya que se las oía moverse por la habitación y hablar de
vez en cuando. Por eso me gustaba estar sola, cuando había gente en las
habitaciones se podía oír muchas veces el ruido que causaban, y no me
gustaba, sobre todo cuando tenía que estudiar o quería dormir algo.

Me desperecé y me fui a la mini-cafetera que tenía en la habitación,


regalo de mi hermana Paula. Ella me dijo que me la había regalado para que
pudiera ir con energía a clase y estudiase mucho. Sonreí al recordarlo, la
verdad que aunque era cierto que muchas veces nos llevábamos como el perro
y el gato, la quería un montón y siempre que nos pasaba algo a cualquiera de
las dos, la otra estaba para ayudarla en lo que fuera. Me preparé un café con
leche bien cargado para que pudiera aguantar el resto del tiempo y así
terminar de estudiar lo que me había propuesto para hoy.

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Mientras me tomaba el café calentito, miré por la ventana el cielo
oscuro iluminado únicamente por las estrellas. Hacía una noche realmente
preciosa, aunque también helada; algo lógico teniendo en cuenta de que nos
encontrábamos casi a finales de noviembre y este año estaba haciendo
bastante frío desde mediados de mes. Cuando miré el termómetro que tenía
en mi habitación, hacían unos diez grados en el exterior así que fui hasta la
estufa y la encendí para que diera un poco de calor aquí dentro. También me
coloqué un suéter de lana gordito que me llegaba hasta las rodillas y unos
calcetines largos y calentitos. Me gustaba estar cómoda cuando tenía que
estudiar pero no pensaba pasar frío.

Terminé de tomarme el café y dejé la taza en la cafetera para hacerme


otro. Me volví a sentar en mi silla de color magenta con ruedas y me coloqué
de nuevo las gafas para ver mejor.

Al parecer, me había quedado dormida encima del libro de alemán, así


que decidí cambiar de asignatura. Lo cerré, dejando señalado por donde iba
para que cuando volviera a retomar la lectura no se me olvidara y lo puse
junto con el resto de libros amontonados. Ojeé el nombre de los libros y
finalmente me decidí por el de literatura española y autores ya que era una
de mis asignaturas preferidas desde la secundaria.

Abrí el libro por donde había dejado el separador y observé el autor


que tenía a continuación del último que me había tocado estudiar. Saqué una
hoja del inicio del libro y mirando las anotaciones que me había hecho en el
cuaderno, pude ver como que el siguiente autor también lo tenía que estudiar
para el examen. Habían algunos que no teníamos este semestre, por eso era
importante siempre mirar cuales entraban y cuáles no.

Comencé a leer la historia de su vida, a veces se te hacía insoportable


tener que saber todo sobre un autor, pero los últimos autores que había
estudiado habían resultado fáciles y rápidos de estudiar. Este parecía ser uno
de esos; era un autor joven, tendría unos treinta años pero a pesar de su
juventud había escrito alrededor de unos veinte libros. Según contaba en su
biografía, la lectura había sido una cosa que estuvo presente a lo largo de su
vida desde que tenía tres años. Siempre estaba con un libro en la mano y
decía que eso le alejaba y le hacía olvidarse de las miserias por las que
pasaba su familia y por supuesto él. Desde bien pequeño supo que quería
dedicarse a la escritura y empezó con catorce años a escribir. Aunque se
trataron de escritos incompletos y sin mucho contenido, el muchacho siguió
escribiendo, pasándose a la novela, hasta que ganó un concurso donde el
premio era la publicación de su novela. En ese momento tenía diecisiete años
y desde entonces todas las novelas que ha escrito han sido publicados y
grandes éxitos tanto nacionalmente como internacional. Al parecer, una de
las frases que el siempre se repetía era: Nunca te rindes, pues la esperanza es

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lo último que se pierde. Da igual cuanto te rechacen o pongan trabas en tu
camino, tú nunca te rindas pues finalmente ese esfuerzo se verá
recompensado”

Esa frase quedó grabada en mi mente y la repetí varias veces,


comprendiendo su significado y dándome cuenta de que tenía mucha razón.
Decidí copiarla en un post-it y colocarla en las lejas que tenía enfrente de la
mesa, para que cuando me pusiera a estudiar la leyese y me diese cuenta de
que yo también podía conseguirlo si me esforzaba.

Observé entonces la pequeña novela que tenía apoyada en la pared al


lado de los demás libros. Aquella novela había terminado de ser escrita por mí
hacía exactamente un mes, dando por terminado al fin una historia que había
empezado cuando tenía diecisiete años. Desde entonces había escrito y re-
escrito esa obra un montón de veces, buscando fallos y modificando parte de
la historia, dando por resultado final el pequeño libro de casi trescientas
páginas que tenía enfrente de mí. Había hecho la portada con la ayuda de una
amiga que dibuja casi como un artista famoso y juntas habíamos creado
aquella portada en la que se veía a una chica y a un chico (llevando unos
trajes antiguos japoneses) y cogidos de la mano.

El título que decidí poner al libro fue el de: “La historia de Niriya, el origen
de una leyenda”.

En él, narraba las aventuras de Niriya una chica de diecisiete años que
había sido llevada al interior de un libro antiguo de forma misteriosa y
llevado a la antigua Japón, donde existían príncipes, condes y poderosa
magia. Allí había sido elegida para detener a un mal que estaba
concentrándose en una región remota de Japón y con ayuda de unos
guardianes que irían apareciendo por el camino, tenía que salvar a Japón de
aquel mal. Según contaba una leyenda, solamente aquella chica que viniera
de otro mundo, sería capaz de vencer a aquel mal.

Era un libro ambientado para el público joven, aunque con mucho


esfuerzo y con ayuda de un profesor que tenía en la universidad,
especializado en el antiguo Japón y toda su historia, habíamos conseguido que
fuera también ambientado a los adultos hablando de la antigua época en
Japón siempre mezclándolo con aquel género fantástico que desde bien
pequeña me encantaba. El profesor Antonio fue el primero que leyó la novela
cuando la terminé y sus impresiones me ayudaron bastante a reescribir
algunas cosas, hasta que, según me dijo él, el libro debía de ser llevado a
publicación.

Se lo había dado a Lucas y a mi familia para que lo leyeran y todos me


habían dicho lo mismo, que tenía que mandarlo a varias editoriales y

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concursos para que la gente lo leyera; ya que todos coincidieron en que ese
libro tenía que ser publicado.

Después de mucho pensarlo y darle vueltas en la cabeza, finalmente les


hice caso y lo presenté en varios concursos además de llevarlo a un par de
editoriales que me había recomendado el profesor Antonio.

Ahora, a día de hoy, estaba a la espera de que me comunicasen los


resultados. Aunque no tenía mucha esperanza en que fuera publicada o
resultase ganadora, la verdad que la frase que había leído en la biografía del
autor joven, hizo que parte de mí volviera a recuperar la fuerza y
determinación que había ido perdiendo conforme veía que pasaba el tiempo y
no me daban ninguna respuesta. Esa frase había sido la causante de que
decidiera volver a luchar por aquella novela que con tanto esfuerzo había
escrito y a la que tantas horas le había dedicado.

Estaba tan absorta pensando en que iba a volver a dedicarme a mi


novela que se hicieron las nueve de la mañana. Me levanté de la silla y abrí
las persianas y la ventana para que entrase un poco el fresco. Apagué la
estufa y cuando estaba cambiándome, oí como llamaban a la puerta. Terminé
de cambiarme y después fui a abrir, viendo al profesor Antonio y a Lucas
enfrente de mí sonriéndome ambos con cara de felicidad.

-¿Ocurre algo?- les pregunté extrañada al verlos a ambos.


Lucas miró al profesor y este le asintió con la cabeza. Lucas entonces,
me miró a los ojos con una gran sonrisa, como si estuviera contento por algo.
-¿Qué pasa Lucas?- le pregunté esta vez con insistencia mirándolo.
-Adivina que- me dijo. Negué con la cabeza sin saber bien a qué se refería. Me
cogió ambas manos y las movió de arriba abajo- ¡Has ganado! ¡La historia de
Niriya se va a publicar en una semana! ¡Lo has conseguido Cris!- me gritó
sonriendo y dándome un abrazo. Me cogió y me alzó dándome vueltas
mientras yo trataba de asimilar lo que acababa de decirme.
-¿Quieres decir… que he ganado? ¿Qué voy a publicar el libro?- repetí
incrédula.
Esta vez la respuesta vino del profesor.
-Así es querida, tu libro ha sido leído por más de once mil personas en estas
dos últimas semanas, según la encuesta que hicieron los del concurso. Has
sido premiada con el primer premio y además una editorial llamada
“Juvelinus” ha decidido publicar tu libro, al parecer les gustó mucho esa
forma de combinar fantasía con historia antigua y quieren saber si vas a hacer
una continuación de la historia. – me dijo con un tono de voz que demostraba
que estaba muy orgulloso de mí.

Lucas seguía sosteniéndome entre sus brazos y en el aire y yo


finalmente me di cuenta de lo que acababa de lograr. Empecé a reírme y a
gritar por todos los lugares mientras el profesor y Lucas me miraban.

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Eché un vistazo por última vez al post it que tenía en la leja y sonreí.
Aquel autor había tenido mucha razón. Si luchas por tus sueños y por lo que
quieres, terminaras consiguiéndolo.

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