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ENRIQUE MURGER CENAS DE LA VIDA BOHEMIA VERSION GASTELLANA DE I. L. LAPUYA PARIS CASA EDITORIAL GARNIER HERMANOS 6, RUE DES saINTS-viRKS, 6 a 1Mh ENRIQUE MORGER ¥ Su OBRA Pero, aunque asi hubiese sido, con ese libro hay lo bastante para querer 4 Murger. Felices los escritores A quienes se quiere, mas felices atin que aquelios quienes se admira. Tal es el caso de Murger, querido por cuantos sienten latir su coraz6n y por cuantos lo han sentido latir, dentro del pecho. Nadie mejor que otro poeta, su amigo, resumird la impresion que la obra de Murger ha dejado. En efecto, Murger entero se halla en estos versos dovli~ cados por Teodoro de Banville 4una memoria, intan- gible para la indiferencia : Murger, alado espiritu, poeta ebrio de aurora, Tuvo por Musa excelsa la Juventud, hermana De la dulce y florida, divina Primavera, ¥ por lema sagrado las palabras « veinté afies ». Pavt Guvisry. PREFAGIO Los bohemios de quienes se trata en este libro no tienen nada que ver con los bohemios por los «drama turgos del bulevar convertidos ‘en sinénimos de pillos y asesinos. Tampoco se reclutan entre los domadores de osos, los tragadores de sables, los vendedores de cadenas de seguridad, los profesores del « siempre toca » (1) los negociantes de las sen- tinas del agio y otros mil industriales misteriosos y vagos cuya industria principal consiste en no toner ninguna y que siempre se hallan dispuestos 4 hacer cuanto se quiera, excepto el bien. La bohemia de que se trata en este libro no es raza que haya nacido hoy; ha existido en todas las épocas y en todas partes y puede blasonar de ori- genes ilustres. En la antigiedad griega, por no ascender mas en la genealogia, hubo un célebre bohemid que vivia al azar, recorriendo los campos de la floreciente Jonia, comiendo el pan de la (4) {A tout coup Von gagne! Progén parisiense de los buho- novos de feria 6 callejeros, para invitar @ rifts y otros juegos de azar. Exactamente el « siempre toca » de susco~ legae madrilefios. (N. del T.) AN6 PREFACIO limosna y deteniéndose por la noche en el hogar de la. hospilalidad y reposande en él la armonivsa lira cantora, de los Amores de Elena y del Sitio de Troya. Al descender por Ja, eseala de las edades, la bohemia moderna va encontrando predecesores en todas ias épocas artisticas y literarias. En la edad media sigue la tradicién homérica con los trovadores, los impro~ visadores, los hijos del gay saber, todos los vaga bundos melodiosos del campo de Turena, todas las errantes musas que colgado del hombro el zurrén delnecesitado y la lira del poeta, iban, cantando, por los Hanos de Ja region hermosa donde habia de flo- recer més tarde el silvestre rosal de Clemencia Isaura, Por la época que sirve de transicién entre los tiempos caballereseos y la aurora del Renacimiento, sigue la Bohemia recorriendo todos los caminos dei reino y ya un poco mas las calles de Paris. Es el mestre Pedro Gringorio, amigo de Jos truhanes y enemigo del ayuno : enjuto y hambriento tanto como Io puede soportar un hombre, su axistencia no es més que una dilatada cuaresma y vaga por las calles como un perro, olfateando las pastelerias y cocinas : sus ojos, Henos de ansia glolona, con s6lq mirar 4 los perniles colgados de los garfios 4 las puerlas de las salchicherias, los adelgazan; mientras que en su imaginacién y no jay! en sus bolsillos, suenan los diez escudos que los schores regidores ie habian prometido en pago de un piadoso y muy devoto auto, compuesto para su representacion en el Palacio de Justicia. Al lado de este perfil, doliente ¥ melancolico del enamorado de Esmeralda, las cré~ nicas de la bohemia pueden evocar 4 un compaitero, de humor menos ascélico y de rostro més regoci- jado : el mestre Francisco Villon, el amante de la PREPACIO 44 bella que fué altiva. Poeta y vagabundo por exce- lencia, su poesia profusamente imaginativa, tuvo una preocupacion constante, quizés por causa de aquellx facultad do adivinacién que segin los anti gtos es propia de los vates; preocupacién que con sistia cu augurar Ja horea. Y, en efecto, en poco estuvo que Villon no acabara en elia por haber que- rido vor de cerca el color de Ios escudos reales. Hste mismo Villon, perseguido. hasta perder alionto, por tropas de aiguaciles, este ruidoso huésped de los tabueos de la calle de Pierre Lescot, este gorrén de cémara del duque de Egipto, este Salvator Rosa de la poesia, ha rimado elegias cuya desconsolada pena y cuyo sincero acento emocionan los mis inflexibles, de tal modo que ante esia Musa, chorreante do li— grimas, olvidanse del malandrin, del vagabundo co- rrumpido. Ademés, entre los autores de obras apenas lefdas por oiro piibtico que aquel para quien Ia literatura no comienza hasta que « Malherbe vino », entre este género de antores, incluso eminencias del parnaso moderno, se cuentan no pocos saqueadores de Villon. Se han precipitado sobre el campo del pobre y con eb humilde tesoro de éste han acuhado ellos la moneda de su propia reputacién y fama. Balada hay, escrita por el rapsoda bohemio un dia helado, junto & un guardacanton, en una esquina y bajo un alero de tejado goteante, estancias amorosas hay, improvi sadas en el zaquizami donde la bella que fud alliva se soltaba ol cinturén dorado ante el primero que Ile- gaa, Trovas, en fin, hay de este bohemio que meta- morfoseadas en galanterias de buen paraje oliente 4 almizcle y & Ambar. figuran en el blasonado Alban de alguna Cloris arisidcrate 118, PREFACIO| Pero, he aqui que se abre al gran siglo del Rena- cimionto. Trepa Miguel Angel 4 los andamios de la Sixtina y, cuidadoso, contempla al joven Rafael que sube las gradas del Vaticano llevando bajo el brazo los cartones modelos de las logias. Benvenuto me~ dita su Perseo, Ghiberti cincela las puertas del Bap- tisterio al mismo tiempo que Donatello labra sus mdrmoles de los puentes del Arno; y, mientras que In ciudad de los Médicis compite en obras maestras con la ciudad de Leén X y de Julio II, Ticiano y el Veronés ilustran la ciudad de los Dux. San Marcos lucha con San Pedro. lista flebre de creadores talentos que de repente se declara en la peninsula italiana con violencia epidé- mica, esparce su glorioso contagio por Europa entera. Bl arle, rival de Dios, camina al igual de los reyes. Carlos Quinto se inclina para recoger del suelo el pincel del Ticiano y Francisco I hace antecémara en la imprenta donde acaso Etienne Dolet esté corri- giendo las pruebas de Pantagruel. En medio de esta resurreccion de inteligencia, la bohemia continia buscando, como antes, el sustento y alberguc. Clemente Marot, hecho ya palaciego del Louvre, gana las complacencias de la hermosa Diana, antes de que ésta sea favorita del rey iluminando en sn encanto tres reinados seguidos. Del aposento de Diana do Poitiers, la infiel musa del poeta pasa al de Margarita de Valois; arriesgala merced que Marot pagé con la prisién. Casi en la misma época, otro bohemio, el ‘Tasso, cuya infancia en la playa de So- rrento fué acariciada por beso de una musa épica, ontraba en la corte del duque de Ferrara lo mismo que Marot habia entrado en la de Francisco 1; pero, menos afortunado que el amante de Diana y de Mar- PREFACIO ay garita, ol autor de la Jerusalén pagd con la pérdida de su razon y de su ingenio la audacia de arear 6 una hija de la casa de Este. Las guerras religiosas y las tormentas politicas que sefialaron en Francia la Hegada de los Médicis. no bastaron para contoncr el impulso del arte. Guando en el andamiaje de los Inocentes una bala alcanz6 4 Juan Goujon (4) que habia haliado of pagano cincel de Fidias, el poeta Ronsard encontré la lira de Pindaro, fundando, con ayuda de su pléyade, la gran escuela lirica francesa. A esta os cuela del renuevo sucedié la reaccién de Malherbe y los suyos, que expulsaron de la lengua francesa cuantas gracias exdticas trataran de nacionalizar sus predecesores en Parnaso. Un bohemio, Maturino Régnier, fué uno de los altimos que defendieron al paluarte de la poesia lirica, atacada por la falange de retéricos y graméticos que tachaban 4 Rabelais de barbaro y & Montaigne, de obscuro. Este mismo Maturino Régnier, fué el nico que afiadiendo nudos al latigo mordaz de Horacio exclam®, indignado, ante las costumbres de su tiempo = « Santo viejo es el honor Su fiesta ya no se guarda ». En el siglo xvut el cengo de Ia bohemia comprende una parte de los nombres de Ia literatura de Luis XUL y de Luis XIV; cuéntanse en ella algunos de los dis~ tingnidos y pretenciosos énimos del hotel Rambouil- (4) Juan Goujon, el insigne arquitecto y escultor irancés (4520-1872) labré Ios bajorrelieves de la fuente de los Ini contes, de Paris, las esculturas del pabellén del Reloj (del Palacio del Louvre), ote., faé una de las vietimas de la trigica matanza de protestantes, la « San Bartolomé ». (N. del T) 420, PREFACIO let (1) donde colabora on la Guirnalda de Julia; tiene entrada en el palacio « Cardinal » (2) donde colabora enia lragedia de Mariana con el poeta ministro, que fué el Robespierre de Ia monarquia : siembra de madrigales la calleja de Marion Delorme y corteja 4 Ninén bajo los arboles de la Plaza Real; se desayuna en la taberna de los Dragones 6 de la Real expada y cena 4 la mesa del duque de Joyeuse; se bate. en desafio, a la luz de los reverberos, 4 favor del soneto de Urania y contra el soneto de Job. La bohemia hace el amor, Ia guerra y hasta Ja diplomacia; y en su vejez, cansada de aventuras, pone en verso el Antiguo y el Nuevo Testamento, aprovecha las cape~ lanias, se nutre bien de las prebendas y acaba por senlarse en una sede episcopal 6 en un sillén de la Academia, fandada por uno de los suyos. En Ja transicién del siglo xvi al xv fué cuando aparecicron aquollos dos altivos ingenios que una 4 oira se oponen en rivalidad literaria las dos naciones donde vieron la luz; Moliare y Shakespeare (3). llus- tres bohemios son estos cuya suerte lantas seme- janzas ofrece. Los més famosos nombres de la literatura del siglo xvi figuran también en los archivos de Ia (1) EI palacio de Catalina de Vivona Pisana, marquesa de Nambonillet 1588-1665:, en cuyos salones se reunian los iis selectos personajes de su tiempo 'N. del 'T.) (2 El palacio del Cardenal Richelieu, mis tarde Palais-Royal. (del T) (3) Se comprende que pasara inadvertido de Morger el gran ohemio espafol del siglo xv1, Lope de Rueda: por ejemplo, y para no citar més que uno. Pero no se explica de igual modo In omisién de otro bohemio colosal, contemporineo de Sha~ Kespeare, Miguel de Cerountes y Saavedra... A desheredado de la suerte'y 4 malas andanzas de su vide pocos ingenios gana— vin al autor det Quijote. N.del T.) PREFACIO yet bohemia; entre los mas gloriosos de la época Jaan Jacobo Rousseau y d'Alembert el nino expésito de ia. Jonja de Nuestra Senora de Paris : entre los més obscuros Malfildtre y Gilbert, dos repntacionas oxs geradas, puesto que Ia inspiracion del primero no era mas que un reflejo del pélido lirismo de Juan Bautista Rousseau, ni la inspiracién del segundo ola cosa que una impotencia envanecida mezciada con el odio : odio inexcusable, que no puede invocar la disculpa de a sinceridad y de Ja. iniciativa propia, puesto que era instrumento pagado, 4 disposicién de los rencores y de las iras de un partido. No pasamos mis adelante en este rapido bosquojo de la bohemia en sus diferentes edades. Los prole- gomenos expuestos, los nombres ilustres que hemos citado en ellos, no tienen mas objoto que prevenir al lector contra cualquiera falsa aplicacién del nombre de hohemios, puesto que durante mucho tiempo se ha dado esto calificative 4 gentes de quienes tienen cl honor ‘de diferenciarse esencialmente estos euyas costumbres y lenguaje tratamos de recoger en este libro. Hoy, lo mismo que en pasados tiempos; el hombre quo se introduce en las artes sin otro medio de exis~ que el misme arte, forzosamente ha de pasar por el sendera de la bohemia. La mayor parte de los conlemporaneos que ostentan Los mas bellos blasones del arte, han sido bohemios. En su serena y prospera gloria & menudo reeuerdan, y acaso también lo echan de menos, el tiempo en que iban ascendiendo por la verte colina de In juventud, al sol de los veinte aiios, sin otros bienes que el valor, que es la virtud de los Jovenos, y que la esperanza, que ex el millén de los pobres, . 192 PREFACIO Para el lector inquieto, para el timorato burgués, a cuantos no hallan nunca puntos bastantes que ion, les repe- p poner encima de las fes de una defini tiremos en forma de axioma : « La bohemia es el noviciade de la vide artistica ; es el prefacio de Is Academia, del Hospital 6 del depésito de caddveres ». (1) ‘Anadivemos que la bohemia no exis que exista, més que en Paris Como toda entidad social, la bohemia supone ma- tices diferentes, géneros diversos que se subdividen a su vex y cuya clasificacién no nos parece imatil. Comenzaremos por la bohemia ignorada, la més numerosa. Se compone de la gran familia de los ar~ tistas pobres, condenados 4 la ley del incognito por- que no saben 6 no pueden encontrar un rincén de publicidad que atestigie su existencia en el arte y demuestre, por lo que son, lo que podrén ser mas adelante. Estos constituyen la raza de los sohadores pertinaces, para quienes el arte sigue siende una fe y no un oficio, entusiastas y convencidos que con solo ver una obra maestra contraen fiebre y cuyo corazén leal late altamente ante todo lo hermoso, sin que pregunten ni el nombre del autor ni el de la escuela. Esta bohemia se recluta entre los jovenes de quienes se dice que dan esperanzas y entre aquellos que realizan las esperanzas dadas, pero que por indo- lencia, por timidez 6 por ignorancia de la vida prac~ tica, se imaginan que ya no hay mas que hacer cuando esti concluida la obra y en consecuencia es- peran que la admiracién publica y la fortuna entren en suseasas por escalamiento y con fractura. Viven, 2, ni es posible (A) De 1a Academia, de [Hétel-Diew (el hospital general) ow de la Morgue (depésito judicial de cadaveres) (N. del T.) 10 423 por decirlo asi, al margen de la sociedad, on el aisla miento y la inercia. Petrificados en el arte toman al pie de la letra los simbolos del ditirambo académico segtin los cuales un nimbo luminoso contovna ta cabeza del poeta; y asi, persuadidos de que daw luz en las tinieblas estan esperando que los busquen. Gonocimos en otros tiempos un grupito de estos ex tvahos tipos cuya existencia apenas es creible; se Hamaban diseipulos de el arte por el arte. Segin estos candidos el arte por el arte consistia en divinizarse entre ellos, unos 4 otros, 4 no salir al encuentro del azar, que ni siquiera conocia las sefas de aquel grupo, y 4 vsperar que los pedestales de la fama se les colocasen esponténeamente debajo. Kslo, como se ve, es el estoicismo del ridiculo. Pues bien; lo afirmamos de nuevo, para que se nos erea, en el seno de la bohemia ignorada hay seres semejantes cuya pobreza mueve 4 conmiseracién sim- patica, no aceptada por el buen juicio, porque si les Hamais tanquilamente la atencién acerca de que estamos en el siglo xix, que la moneda de cien sueldos es la emperatriz de la humanidad y que las hotas no caen del cielo, charoladas y listas, os vael~ ven la espalda, calificindose de burgueses. Por lo demas, son légicos ea su heroismo insen- salto; ni gritan ni se quejan y soportan pasivamente el obseuro y riguroso destino que se han creado ellos mismos. Mueren, en su mayor parte, diezmados por una enfermedad 4 la que Ia ciencia no osa dar su ve dadero nombre : la miseria. Y, sin embargo, si quisie~ ran, muchos podrian salvarse de este desenlace fatal, que bruscamente concluye con la vida 4 unaedad que de ordinario es la del comienzo de existencia. Basta~ riales para ello con unas cuantas concesiones hechas i t 124 PREFACTO las duras leyes de ia necesidad, es decir, basta- riales con desdoblar su naturaleza, subdividirse en dos seres distintos, 4 saber : el poeta, sohando siem~ pre en las altas cimas donde canta el coro de voces inspiradas ; y el hombre obrero de su vida, capaz de amasar ef pan suyo de cada dia. Pero esta calidad, que casi siempre existe en Jas naturalezas bien tem pladas, constituyendo uno de los caractores distine tivos de éstas, no se halla en casi uinguno de jos Jovenes en quienes, por causade su bastardo orgulio, no tiene acceso la raz6n. Asi mueren sin Megar 4 Viejos, dejando A veces tras de si alguna obra que mas tarde produce admiracién y que antes no ba vee! cid invisible. En las luchas del arte acontece poco més 6 menos Jo mismo que en Ja guerra : la gloria conquistada re- dunda en honra de los jefes : Jas tropas recibon por recompensa colectiva, para repartirsola entre todos, las breves lineas de una alocucién 6 proclama. En cuanto A los soldados caidos en el campo de batalla, se les ontierrs en el mismo campo, donde con un solo epitalio hay suficiente para veinte mil muortos. De igual modo, la multitnd, que siempre tiene fija Ja mirada en quien se eleva, munca baja ios ojos hacia el subterraneo Iugar donde laboran los obseu- ros lrabajadores, cuyo existencia Hega 4 su término desconocida y aun & veces sin el consuelo de ver una obra terminada; salen de la vida envueltos en el sudario de la indiferencia. En la bohemia ignorada existe otra fraccién; se compone de jovenes 4 quienes han engaiado 6 que se han engafado 4 si mismos. Suponen que es unavora~ cién la simple fantasia y empujados por una falila- ido el aplauso sencillamente porque permane~ ~ PREFACIO, 498 dad homicida, unos perecen victimas de perpetuo alaque dé orgulle y otros mueren idolatrando una quimera. Permitasenos en este punto una corta digre Las vias del arte, tan obstruitas y peligro: pesar de las apretusas y obstaculos reciben constan tomente gente: nunca faé ids numerosa la bohe- mia. Buscando las razones que han podity detarminar estaafluencia quizds encontraremos esta : Muchos jévenes hay que han tomado en serio las cosas que se han dicho 4 proposito de arlislas y poetas desventurados. Los nombros de Gilbert. de Malfilatre, de Chatterton, de Moreau, se han citado demasiado 4 menudo, con harta imprudencia sobre todo muy inatilmente. La tumba de estos infortuna~ dos se ha convertido on palpito desde el cual se ppro- dica el martirio del arte y de la poesia. Adiés infecunda tierra, Calamidades humanas, sol helado; Como fastasma solitario Inadvertido habré pasado. Este desesperado canto de Victor Escousse, astixiado Por el orguilo quo un triunfo fictico le habia inocu- lado, por cierto tiempo ha sido Ia Marsellesa de los voluntarios del arte, que se alistaban en el marliro- logio de Ja mediania. Porque todas estas finehres apoteosis, este elogioso requiem, tienen el atractivo del abismo para los dnimos apocados ¥ las vanidados ambiciosas, de manera que para muchos la fatalidad constituye fa mitad del genio y suenan con aquoila cama de hospital donde murié Gilbert, imagindudose gue alli se convertirin en poetas coms Gilbert so 496, PREFACIO convirtié un cnarto de hora antes de morir, y que ésta es una etapa obligatoria para Megar 4 la impe- recedera fama. No hay censura que baste para estas inmorales fic~ ciones, para. esas mortiferas paradojas, que desvian 4 tanta gente del camino por donde hubieran Iegado al éxito y les hacen canvertirse en estorbo de aquellos, que tienen voeacién efectiva. tas predicaciones peligrosas, estas inutiles glori- ficaciones péstumas son las creadoras de la ridicula raza de los incomprendidos, de los poetas Horicones cuya musa tiene siempre los ojos enrojecidos y la cabeza despeinada, de todas las medianias impotentes que encerradas hajo cerrojo delo inédito, califican de madrastra 4 la musa y al arte de verdugo. Todo dnimo verdaderamente poderoso tiene algo que decir y lo dice en efecto, pronto 6 tarde. El genio 6 el talento no son accidentes imprevistos en la hu- manidad; tienen razon de ser y por esto mismo no pueden quedarse en la obscuridad eternamente ; si Ja multitud no sale 4su encuentro, ellos saben salir al encuentro de la multitud. El genio es como el sol ; todos Jo ven. Bl talento es como un brillante que 4 veces est escondido en la negrara de la sombra, pero que al fin encuentra quien lo vea. No hay motivo, por tanto, para que nos énternezcamos al oir las lamentaciones y vaciedades de esta clase de intrusos y do initiles introducidos en el arte, & pesar del mismo arte, y que componen en la bohemia una categoria euyo fondo de costumbres consiste en la pereza, el parasitismo y la depravacion, PREFACIO 127 AXIOMA, « La bohemia ignorada no es camino s' sin salida. » En efecto, esta clase de vida no conduce 4 ninguna parte : es una miseria embrutecida en medio de {a cual va extinguiéndose la inteligencia como una Kimpara cuando le falta el aire ; una. pobreza en la que el corazén se va petrificando dentro de una mi- santropia feroz en que las mejores naturalezas se truecan en las peores. Quien tiene Ia desgracia de permanecer en esa vida y de meterse muy adentro en el callején ya no puede salir 6 si sale es por arriesgadas brechas y para caer en otra bohemia in- mediata cnyas costumbres pertenecen 4 una jurisdic~ cién separada de la fisiologia literaria. ‘ Citaremos otra singular variedad de bohemios que podrian Hamarse aficionados. No son de los menos curiosos. Les parece Ia bohemia una existencia lena de seducciones ; no comer diariamente, dormir al raso, bajo el Hanto de las noches Iluviosas, vestirse con ropa de dril en el mes de diciembre, les parecon cosas deliciosas, parafso de la felicidad humana ; de modo que para entrar en éste abandonan los unos el hogar paterno, los otros el estudio que conduce 4 un resultado cierto. Vuelven bruscamente Ia espalda & un porvenir honrado para correr las aventuras de la existencia contingente. Pero no habiendo modo de que ni aun los robustos por esencia prolonguen un régimen de vida que volveria tisico al mismo Hér- cules, es natural que estos bohemios deaficién aban- donen el campo, retornen al asado paterno, se casen 428 PREFACKO con una primila y se establezcan como notarios en una poblacién de treinta mil habitantes. Entonces, alamor de la lumbre, en las prolongadas noches de invierno, tienen la dulce satisfaccion de referir su « miseriade artista » con el énfasis de un explorador que cuenta una caceria de tigres. Otros aficiunados s¢ obstinan, ponen su amor pro- pio en la prolongacion de la bohemia; pero luego que han agotado los recursos del crédito, propio de Jos hijos de familia, son mds desgraciados que los verdaderos bohemios, pues si éstos carecieron siempro de los recursos que otorga la fortuna, no les fallar jamas aquello que da la inteligencia Hemos conocido uno de estos bohemios de alicién que 4 los tres aiios de bohemia, refido con todasu familia, se murié y lo enterraron en calidad de pobre de solemnidad y en la fusa coman — ; tenfa diez mil francos de renta! Inttil es decir que estos bohemios no tienen nada que yer con el arte y que son los mas obscuros entre Jos mas desconocidos de la bohemia ignorada. Ahora Ilegamos 4 la verdadera bohemia, 4 la que en parte constituye el tema de este libro. Los que la componen son efectivamente los Hamados del arte y tienen probabilidades de ser también los escogidos. Lo mismo que las otras esta bohemia esta erizada de peligros ; dos abismos, uno por cada lado, la limitan: estos abismos son la miseria y la duda. Pero entre ambos hay camino. A lo menos, que conduce a una meta, que los bohemios pueden acariciar con la vista hasta tanto que puedan Locarla con la mano. Es la bohemia oficial, asi liamada porque los que forman parte de ella han dado pablicamente pruebas de existencia, porque han hecho constar su presen- cia on la vida por algo mas que una inseripcién en el PREFACIO 429 registro civil de nacimientos; en fin, para emplear una.expresién de su lenguaje, porque su nombre esti en carteles, son conocidos en el meready literarin y artistico, sus productos ostentan marca propia y se cotizan — si bien & precios moderados, es muy cierto. Para Hegar 4 la meta que se ‘proponen y que esta muy bien determinadas todos los senderos son buenus y los bohemios saben” aprovecharse hasta de jas sinnosidates del camino. Liuvia 6 polvo, sombra 6 sol, nada detiene 4 estos aventureros audaces en quienes existe una virtud por cada vicio. La ambi- cion les despierta constantemente el dnimo y 4 paso de carga les conduce al asalto de su porvenir. Su in~ ventiva, sin tregua on la lucha con la necesidad, des~ truye los obsticulos. Su existencia diaria es obra de superior ingenio, es un problema cotidiano que logran siempre resolver por medio de matematicas osailas. Estos hombres serian capaces ie conseguir que Har~ pagén en persona les prestara dinero y, 4 contarse entre los néufragos de la Medusa, hubieran encon~ trado trufas en la misma almadia, Casq necesario practican la abstinencia con ejemplaridad de anaco- retas; pero si acierta 4 caer en sus manos un poco de fortuna, al momento cabalgan en las mas ruinosas fautasias, gustando de las més hellas y mas jovenes, bebiendo de lo mejor y lo mas viejo y no encon- trando nunca ventanas sulicientes por donde arrojar el dinero. Y luego, cuando su ultima moneda esti enterraila y muerta, tornan & comer en la mesa de casualidad, donde siempre tienen un cubierto, y. pro- cedidos de una jauria de astucias; furtivamente por todas las industrias que se relacionan con el art desde Ja mafana hasta la noche se dedican & la enre~ 2 And PREFACIO. ada caceria de un animal ferc » de cinco francos. Los bohemios io saben todo y van por todas partes, segiin Lengan botas du charol 6 botas rotas. Un dia se jes halla en un salén de alla sociedad, apoyando ele~ gantemente el codo er e| mérmoide una chimonea; y al dia signionte se les encnentraen el rivstico cenador de un merendero. No pueden dar diez pasos pox el bulvay sin encontrar algtin amigo, ni treinla pasos, sea por donde faere, sin tropezar con un acreedor. La bohemia habia en su intimidad un lenguaje propio, tomado de las conversaciones del estudio, outro artistas; una jerigonza sacada de entre basti~ dores y de las redacciones de periddices. Todos los eclecticismos del estilo so congregan en este ignoto idioma, donde los giros apocalipticus se cvdean con. las extravagancias de diccién; donde la rusticidad de Ja frase del vulgo se alia con perfodos altisonantes, procedentes del mismo mokle en que Cirano daba forma & sus tiradas matamoros; donde la paradoja, nina mimada de la literatura moderna, trata 4 la yazén como tratan en las pantomimas a Casandra; donde la ironia tiene la violencia de los deidos mas activos y la destreza de los tiradores que hacen blanco con los ojos ven.tados ; jerigonza inteligente, aunque ininteligible para quienes carecen de la clave y cuya andacia excede las de las lenguas més atrevidas. Este vocabulario de la bohemia ex ol inflerno de la retérica y ol paraiso de los neologismos. Tal es, en resumen, osta vila bohemia, mal cono- cida entre Jos puritanos de la buena suciodad, des- acredilada por los puritanos del arte, injuriada por todas las medianias acobaradas y celosas ye no tienen suficientes clamores, faisedales y calummias de la « pic PREFACIO ant para ahogar las voces y los nombres de quienes lie gan por eso vestibulo de la fama, el talento coudu cido por la andacia, Vida de paciencia y de bravura’en Ia que no se puede luchar sino revestido el pecho con fuerte coraza de indiferencia, & prucha de mentecatos y on vidiosos ; vida en la que, para no tropezar, es nece- sario apoyarse constantemente en el baculo del amor propio, en ol orgullo del propio valimiento; vida en- cantadora y vida lerrible, que tiene sus triunfadores ysus martires yen la que nadie debe entrar como no sea resignandose de antemano 4 sufrir la implacable ley del rae vivt Mayo, 1880. ESCENAS DE LA VIDA BOHEMIA €6Mo SE INSTITUYS BL CENACULO DE LA BOHEMIA He aqui de qué manera el azar, por los escépticos Namado « agente de negocios » del buen Dios, hizo que se conocieran cierto dia los individuos’ cuya fraternal asociacién habia de constituir més tarde el cendculo de esta parte de la bohemia que el autor de este libro pretende dar 4 conocer al pitblico. Una maiana — era el 8 de abril — Alejandro Schaunard (4), que cultivaba las artes liberales de la Ppintura y de la musica, despertése sobresaltado al cir el repiqueteo de un gallo vecino que le servia de reloj Por vida de!... — exclamé Schaunard — mi - reloj de plumas adelanta; no es posible que estemos ya en el dia de hoy. (4) Véanse las notas al final del yolumen. 134 ESCENAS D LA VIDA BOHEMIA Diciendo esto salto procipitadamente fuera de un mueble, producto de industriosa invencién y que desempejiando el papel de cama por Ia noche — y la verdad es que lo desempeiiaba may mal — reempla- zaba durante el dia a todos los demas muebles, ausentes por causa del rignroso frio habido en el invierno precedente — un mueble, en fin como se vo, para todo uso. Defendiéndose de las mordeduras del fresco mati- nal, Schaunard se puso 4 toda prisa una falda de vaso, enearnada y bordada de lentojuclas, que le servia de bata. Esta original vestimenta procedia de una noche de baile de mascaras; cierta locura la habia olvidado en el domicilio del artista, por causa de obra idem cometida al aceptar las promesas de Schaunard — que, disfrazado de marqués de Mondor hacia sonar en sus bolsillos el seductor rumor de una docena de escudos, monedas de fantasia, accesorio de teatro, cortadas, con sacabocados, de una chapa metéli Cenida yasu vestidura de andar por casa, el artista abrié las maderas de la ventana y luego Ia ventana, misma. Un rayo de sol semejante a una flecha de luz, penetré bruscamente en el cuarto. Schaunard, no bien despierto atin, parpaded como sacudiendo de los ojos las neblinas de sueio; al mismo tiempo dieron las cinco en un campanario cercano. — La aurora; esta es fa aurora misma -— murmwd Schaunard. — ; Qué cosa més rara! Sin embargo — afadié consultando un almanaque, colgado en la pared — hay error, un error innegable. La ciencia afirma que en esta época del ato el sol no sale hasta Jas cinco y media. Aun no pasamos de las cinco y ya esta el sol de pie. Este hecho constituye un exceso de celo; el astro se halla en falta; me quejaré ante RSCRNAS DE LA VIDA ROREMIA 438s e] Observatorio Asironémico. Pero esto no obsta quo me vaya inquietando yo un poco. Ba ofeeto: boy el dia siguiente al de ayer; y como ayer 47, como no sea que Saturno caming bacit aéras tiene que sor 8 de abril“ A creer lo que csori on este papel —- prosignié Schaunard accreAndose « fa parod donde habia una notificacion Jo wjic os hoy, 4 mediodia en punto, cuando tex -eaapar-eLlocal y power on mano de mir nor Bernard, gna suma de setenta y eines Praneox, iinporte del recibo no pagado y re escrito, con malisina tetra, por esperando, como siempre, 4 que el azar liquidara este asnnto; pero, segtin se ve, el azar no ha tenid tiempo para ello. En fin, aun hay seis delante; empletndolas bien quizas... puede ser qu Vamos alla : en marcha. Ya se disponia Schaunard & ponerse un abrign, que habia sido felpudo y que @ ta sazén ya estaha calyo, cuanso de repente y como si ie hubiera picado lina tarantula didse 4 una coreografia de sa eompo~ icidn que en los bailes puiblicos més deunavezlohabi valido los honores de la expulsién porlos gendarmes. Jamada por este erin. He estado (2 Para la intoligencia de este wrozo y de mineha parte de esta Bscena conviene enterar al lector, que no conozca la vide parisiense, de ciertos usos y costumbres Las habilaciones se alquilsn en Paris por (rivestre. ex deci, se pagan pur periodos de tres meses. Gaso de que el inquiline no pagne, cl casero tiene derecho & embargar los muvhles del deudir, sin necesidad de diligeneias judiciales, por simple notificacién de un wien ({uncionario desconocide en Espana, que participa del céracter de alguacil de juzgado y de notarie # eseribano). Despediv 4 un inquilino por uji cisamente el embargo ieste es ul caso de la Escens) esto ef casero tiene derecho sin otra iorma de proceso, i impedir que el inquilino deudor saque del cuarto los muviles y efectos que en él haya. \N. del T.) 136 ESCENAS DE LA VIDA BOHEMIA — jVaya, hombre, vaya, — exclamé Schaunard — qué cosa mas curiosa! El aire matinal da idea parece que ya estoy en la pista de mi perseguida cavatina. Veamos. Y Schaunard, 4 medio vestir, se sent al piano. Comenz6 por despertar al instrumento mediante unos tronadores arpegios y en seguida, mopologando, se lanzé & la captura de la frase: melddiea que no podia componer, desde hacia mucho tiempo. -- Do, sol, mi, do, la, si, do, re, — bum, bum — fa, re, mi, re... jay, ay, ay! més falso es que Judas este re (exclam6 Schaunard golpeando con violencia on la tecla de afinacién dudosa). Veamos el tono menor... Se trata de deseribir perfectamente la afliccién de una joven que esta deshojando una mar- garita blanca en un lago azul. La idea no es menor de edad. Hn fin, hay que seguir la moda; no se encontraria un editor que osara publicar unaromanza en que no hubiera el lago azul. ;Qué le vamos & hacer!... do, sol, mi, do, la, si, do, re, ~ esto me parece mal: expresa bastante bien Ia idea de ana margarita, sobre todo para las personas que hayan estudiado & fondo la botdnica. — La, si, do, ré, — jtunante re, vaya! — Ahora, para que comprendiera bien el Iago azul seria necesario algo de himedo, de azulado, de rayo de luna... por que también hay luna... jealla, calla! pues si que me resulta... no olvidemos el cisne... fa, mi, la, sol (continué Schau- nard, sacando cristalinos sonidos de la octava baja). Quesda el adids de Ia joven que va 4 echarse al Ingo avul, para juntarse con su amado que se ha hundido en la nieve. El desenlace no esta claro, pero es inte- resante. Aqui es menester algo de tierno, de melan~ célico... resulta, no va mal... he aqui una docena' de yme ESCENAS DE LA VIDA BOHEMIA 437 compases que lioran como una Magdalena. Y mis. Esto parte los corazones. Brr, brr. (Schaunard tirit6 bajo su falda bordada con lentejuelas.) Si partio un poquito de lena; anda por el techo encima de la cama una viga que me incomoda muche cuando tengo invitados & comer; de buena gana sacarix de ella unas astillas, para tener algo de lumbri La, la... re, mi —- porque estoy sintiendo que la inspira cién se aposenta en mi cerebro acompafada «le un resfriado de cabeza... {Qué le vamos 4 hacer! Paciencia. Sigamos ahogando la doncella. Y mientras. que sus dedos atormentaban el teclato palpitante, Schaunard, con los ojos encendidos y las orejas tiesas, daba caza & la melodia, la cual, semo- jante @ ninfa intangible, aparecia y desaparecia entre la bruma sonorosa que las vibraciones del piano iban esparciendo por el euarto. — Veamos ahora — ahadié Schaunard -— de qué manera pega la masica con los versos del poeta. Diciendo esto Schaunard canturred con vor des- agradable este fragmento podtico, del orden de los que se componen para uso de zarzuelas cémicas y de leyendas sentimentales (1) : La rubia doncella Al cielo estrellado Levanta la vista, Los ojos velados, Y en ondas azules Del lago plateado... ra. — jGémo, como se entiende! — exclamé Schau- nard arrebatado en justa indignacién. — El agua (4) Es forgoso, si hemos de conservar la viveza de la narra~ cidn, que romanceemos 6 rimemos la traduccién de Tos versos franceses en estas Escenas, Lo haremos acomodandonos lo mas posible al texto. (N. del T.) 438 ESCENAS DE LA IDA BOHEMIA azul de un lago de plata... no puede ser. Hasta ahor: no me habia enterado. Demasiado romiantico, ‘va at Este poeta es un idiota. No ha visto jamas ni plata ni es lago. Su balada estipida; ademas, ol corte de sus ve sos me est estorbando; necesito para mi musica otra cosa. En to sueesiva yo mismo me compondré estoy on vena y voy y ena y voy & bus~ quejar la letra adaptable d mi melodia. y ‘ rl apoyando ta cabeza en ambas ma con las Musas. Al cabo de mos cuantos minutos da este concubinato sagrado vino al mundo una de esas deformidades que los libretistas Haman. conr ub, monstruos y cousi n uma especie de caniamazo do palabras cuya acentuacion y cantidad prosédica encaja justamente en la mitsica y on las cuales ha de modelarse Ia versificacién detinitiva. ° iSin embargo, el monstruo de Schaunard tenia sentido comin, por cnanto explicaba harto clara- mente la inquietud quo habia suscitado en su 4 imo Ja brutal Hegasa del dia 8 de abril! a He aqui Ja monstrnosidad recién nacida ¢ sien Ocho y ocho diez y seis ponge seis y Hevo uno. Ya quisiera’ yo poder encontrarme con alguno que galante me: prestara ochocientos francos justos que yo le devolveria ai salir de mis apuros, ESTRIBILLO ¥ asi cuando Negara majestuose mediodia & sonar, nporte pagara jubiloso, Gel recibo a Bernard, el SCRNAS DE LA VIDA ROHEMTA Anish - sonar y Bernard constitayen ana a pobre; pero no tengo tiempo de cnriqueceria dese Y con aquei drgano pasal horrible que le cava aba tornd & la ejecucién de su romanza. Satish del resultado, sin duda, se felicité Schaunard con vo gosto jubilatorio, semejante 4 un acento circentle) que se le ponia 4 horeajadas en Ja nariz siempre que se sentia contonto de si mismo. Pero esta orgutiosa beatitud Gur muy pooo. Dieron las once en mn caimpanario ecrenn campanada repercutia en la habitacién con eco iro~ nico, como diciendo al desventurado Schaunard < « glistas liste? » El artista dié un salto, —~ Wl tiempo corre como un gamo — dijo. No me quedan mds que tres do hora para encontrar los setenta, y cinco frances el nuevo domicilio que necesito. No lo conseguiré eso pertenece demasiado 4 los dominios de la magia. Vamos A ver : me concoile cinco minutos de pesquisa. Y plegdndoge hasta meter la caboza entre las yodillas se abismé en la meditacién, Pasaron jos cinco minutos y Schaunard alzé de nuevo la cabeza sin haber encontrado nada que se pareciera 4 los setenta y cinco francos. — Decididamente dijo Schaunard no me guéda mas que una solucién, que es Inde marcbarme, tranquilamente. Hace buen tiempo y quizds mi amigo el azar se esté paseando al sol. Tendré que iarme hospitalidad hasta que halle yo la manera de liquidar mis cuentas con él Sr. Bernard. Schaunard se rellen6 los bolsillos del abrigo con euantos objetos cabian en ellos —- y eran profundos nd Sehaunard releyendo su con nar las silabas entre las no} cada 140 ESCENAS DE LA VIDA DONEMIA como sdtanos — envolvié en un pafuelo grande, del cuello, alguna ropa blanca y se marché no sin despo- dirse dei cuarto con aigunas emocionadas palabra tba crazando el patio cuando el portero de Ia casa, que al parecer estaba vigilante, le salié al encuentro Y corraéndole el paso le di iBb! Sehor Schaunard ,uv piensa usted en elle? Hoy estamos 4 8, -— Ocho y ocho diez y seis pongo seis y Hevo uno... canturred Schaunard. — No pienso en otra cosa. — Es que esté usted algo retrasado — afiadio ol portero. — Son las once y media; el nuevo inquilino, cl que ha alquilado ya la habitacién de usted, pnode llegar de un momento 4 otro. ¥ todavia no ha sacado usted sus mauebles ; dése usted prisa. — En ese caso — repuso Schaunard — déj usted pasar : voy 4 buscar un carro de mudeeee — May bien — objet6 el cancerhero — es de mudarse ha de Henar usted un requisite : ‘poee cosa; tengo orden de que no saque usted ni un hilo sin antes haber pagado los recibos que debe. Supon; que estard usted en condiciones... “ — {Como no! — exel: i ela aaaat ee m6 Schaunard dando un paso — Entonces — afadié el el portero — si hace usted el favor, entrem rte io ol favor 08 en la portoria y le daré & usted los — ; Ob! no ten, isa ; s vuole 180 prisa; ya los recogeré 4 mi _ ~ 6Por qué no los insistencia el portero. — Voy & cambiar; no tengo moneda suelta. quiere usted ahora? dijo con ESCENAS DE LA VIDA BOMEMIA AAA —jAb, ab! — repuso con inquietud el vigia. — Va usted en busca de moneda suelta? En tal cas para que no le moleste 4 usted ese lio que Meva ba el brazo, démelo usted, lo guardaré hasta que vuelva. — Sefor portero — dijo dignamente Schaunard. — ;Desconfia usted de mi, por ventura? zSe le figura 4 usted que me Hevo los muobles envueltos en un trapo? — Usted dispense — replicé el guardién bajando un poco el tono. — Es mi consigna. El seiior Bernard me ha dado orden expresa de que no le permita 4 usted sacar ni un hilo, sin que antes haya usted pagado. — Pero hombre, — exclamé Schaunard desatando el lio, aqui no va hilo de ningan ovillo; son cami- sas sucias, para entregirselas 4 Ja lavandera, que vive al lado de la casa de cambio, 4 veinte pasos de aqui. — Eso es otra cosa, — dijo el portero después de examinar el contenido del paquete. — Ahora, si no hay indiscrecién en la pregunta 4 & dénde se muda usted, sefior Schaunard ? — Ala calle de Rivoli, — contests friamente el a que, habiondo puesto los pies en Ia acera se alejé muy deprisa. — Calle de Rivoli, — murmuré el portero metién- dose los dedos enla nariz, — cosa rara, que la hayan dado deste habitacién en la calle de Rivoli sin venir 4 tomar informes, aqui. Cosa rara. Pero, en fin, no sacara los muebles sin pagar. Con tal de que el otro inquilino no venga antes... Buen jaleo habria en la escalera con ambos mobiliarios. ; Ya esta aqui! ;Buena la hemos hecho! — dijo el portero al ver entrar por el portal 4 su nuevo inquilino. 4142 ESCENAS i LA Vila honeatta Era este un joven, con sombrero blanuo a to Luis XI. Detras def joven entré un mozo de cuerda cargado con un buito que no parecia pesailo. — 4 Est listo mi cuarto? — preganté el joven al portero. — No, sefor : todavia, no, pero Io va & estar en se wuida, La persona que lo ocupa ha ido en busea de un carro de mudanzas, Entre tanto, el se dejar sus muebles en el patio. ~~ Con tal do que no Hueva,.. — objeto el joven mordiendo un ramito de violetas que tenia on la boca, ~ Se estropearian mis muebies. ; Mozo! — aliaiié dirigiéndose al quo habia entrao tras de él, cargado con un bulto cuya naturaicza ya inquietaba I cirio- sidad del portero — deje usted eso en el portal, vuelva & casa y trtigase los muebles preciosos, y demas objetos de arte que aun quedan. El mozo dejo apoyades en la pared una poreién de bastidores, de seis & siete pies de altura, y que pare- cian componerse de varias hojas desplegables 4 modo de mamparas. Por el pronto estaba muy plegados, — ; Vaya! — exclamé el joven divigiendo la pa~ labra al mozo, después de haber examinade ano de aquellos bastidores, — ya me ba roto usted la luna de Vonecia. Tenga usted mas cuidado en el segundo viaje y sobre todo mucha atencidn 4 la biblioteca: — 4 Que querré decir eso de luna de Venecia? — murmuré para sus adentros el portero, miratrdo con descontianza 4 los bastidores recostados en el portal — espejo, yono veo ninguno. Se trata de wna broma, sin duda. En fin, yeremos lo que trae en ol segundo viaje. — Diga usted — interrogé el nuevo inguilino diri- giendo la palabra ai porter. — ; Voy 4 tenor proiiia or puede FSCENAS DE LA VIDA DOREMIA 1a el cuarto libre ? Porque ya son las doce y me — Ahora ya no puede tardar, — contesté o' ‘Ademas, puesto que los muebles de usied tero. j aun no han ilegado... a Iba & contosiar of inquilino cuando quedé interra pido el didlogo por la Hlegada de un dragén, orde hanza & caballo que se melié raidosamente en tio. / en {El sohor Bernard? — progunto ol rtonsnin abriendo una gran cartera de cuere qae Uevaba ce gada en bandolera y sacando de ella una carta — Si, sefor, aqui es, ~~ contesté el portero. __ Esta cariaes para éi,— dijo el dragon. — Firme sted el recibo. wig porters rocibid, con la carta, una hoja impresas centro en la porter axilla. co. rrespondiente del imp: ° viendo al dragon la hoja de registro. Marchdse ol ordenanza y en seguic paso « portero & subir la carta & su amo, que vivia en ke fa, puso au firma on ia oy torné al patio devol se dispuso el misma casa. a — Dispense usted, — dijo cl portere al joven inqui- lino que se pascaba por el pativ dando sehales fe impacioncia, — es ua carla del Ministerio para @ senor Bernard, dueno de esta cas Voy 4 subirsela corriendo. ; as Cuando el portero entré en el gabinote de eu am: estaba éste afeilandose. 5 . — 4. Qué quiere usted, Durand? — pregunto el amo. ; - Senor, — dijo el portero quitdndose respetuo samente la gorra — esto viene dei Ministerio, lo ha. traide un ordenanza. - Con estas palabras acompaid Durand Ja entrega de 14k ESCENAS DE LA VIDA BOHEMIA una carta que tenia membrete del Ministerio de la Guerra, — {Santo Dios! — exclamé el casero tan emocio~ nailo que le falté poco para darse un tajo con lx de afeitar. — Viene del Ministerio de ia Goorra... La cruz de la Legién de Honor que solicito dosde hace tanto tiempo; en fin, se hace juaticia 4 mi buen comportamiento. Durand, tenga usted, ana~ dio el casero buscando: en el bolsillo del chaleco — tenga usted un duro para que beba 4 mi salud... No; no hallo el portamonedas; pero se lo daré 4 usted en seguida ; espérese. Tan asombrado se quedé Durand ante aquel ataque de generosidad fulminante jamés visto en aquella asa, que, sin saber lo que se hacia, se calé la gorra en la cabeza. En cualquiera otra cireunstancia ol sofor Bernard hubiera censurado con severidad aquella inifraccion de las leyes de la jerarquia social; pero en su emo— cién, no dijo una palabra. Se puso las gafas, rompié el sobre tan respetuosamente como un visir cuando recibe un firman del sultan y comenz6 la lectura del pliego. A las primeras lineas un gesto horrible arrugé su faz abriendo surcos carmesies en Ia grasa de sus carrillos monacales; sus ojos lanzaron chispas estallantes y poco falté para que prendieran fuego & los mechones de la peluca despeinada; on fin, se le descompuso la cara lo mismo que el terreno en que ha ocurrido un terremoto. Ho aqui el contenido de Ia epistola escrita en papel del Ministerio de Ia Guerra, Hevada 4 galope por un soldado de caballeria y de Ja cual el portero Durand habia dado recibo oficialmente ; Muy casero miv La cortesia, que, 4 creer lo que los mitslogos ESCENAS DE LA VIDA “RonEMIA 148, afirman, es abuela de nuostros buenos mocates, me obliga 4 poner en conocimiento de usted que me halle en Ia cruel nocesidad de faltar al uso ostabte cido que consiste en pagar los alquilores de la eas — sobre todo cuando se deben. — Hasta esta ima. hana he acariciado la esperanza de poder celebrar esto hermoso dia paganito fos recibos que debe. i Quimera, ilusion, ideal! En tanto que dormitaha yo en la almohada de la seguridad, la mala sombra, — ananke on griego — la mala sombra dispersaba mis esperanzas. Los ingresos con que habia contady — { Dios mio, que mal yan jos negocios! ~ ban verificado. De les considorables sumas quo espe: raba cobrar no he porcibido hasta este momento 1 que tres francos —~ que me han prestailo y que n» ofrezco 4 usted. — Dias mejores iuciran para nuestra bellisima Francia y para mi; no lo dude usted, setiur mio. Tan pronto como luzcan volaré a decirselo & usted y 4 retirar de su inmueble las preciosidades que en él dejo bajo la protecciéu do usted y de la ley Ja cual le prohibo @ usted negociarlas, antes de que twanscurra un ahv, en el caso de que se le ocurriera usted el intontodeentrar en posesion de las sumus que como haber de usted quedan registradas on ol libro de mi probidad. Le recomiendo & usted muy especialmente mi piano y el gran cuadro en que so hallan sesenta mechones de peio, cuyos diferentes matices constituyen como una escala misico-capilar Y que han sido cortados de ias guedejas de las Gra cias por el escalpelo del Amor. Por consiguiente, seior mio y casero, puede usted disponer de-los artesonaios bajo los cuales he Vividos oturgo & usted mi autorizacion, que firmo y rubrico, ALEJANDRO SCUAUNARD. 40 au no se ALG ESCENAS DE LA VIDA ROHEMIA Cuando acabé de leer esta carla — que el artist escribié en un negociado del Ministerio de le Guer donde tenia un amigo — el senor Bernard la arrago con indignacién; y como su mirada fué a dar en el portero, que estaba esperando la gratiGeacion pro- metida, le preguntd brutalmente qué hacia alli, plan- tado. ndo, senor. Estoy espe! — 4 Bl qué _ La generosidad que el sefor... con motivo de ki buena noticia, — dijo timidamente el portero. — {Vayase Vd. de aqui, lunante ! 2Se atreve 4 ten la gorra puesta en mi presencia? — Pero, seitor... {No me replique Vd., vayase Vd... 68 decir, no se vaya Vd.; espérese Vd.; vamos 4 ir los dos juntos 4 Ia habitacion de ese granuja que quiere mu- darse de casa sin pagarme. — ;Es posible! — exclamé el portero. — El senior Schaunard. — Si, sefior, — prosiguié el casero, cada vez con mayor coraje, — Se marcha 4 sabe Vd.? Pero si Hoga 4 sacar el menor objeto g sabe Vd.? le despido & Va. de la porteria ; le despiidooo ! — | Es posible! — volvié 4 exclamar el desventu- rado portero. — Pero, si el sefior Schaunard no se ha mudado todavia; si ha. ido 4 cambiar, para reco~ ger los recibos y encargar el carro y Hevarse los muebles. — 4 Llevarse los muebles ? — exclamé6 el casero. — lla dicho Vd. levarse los muebles? Corramos. Gon seguridad que ya se los esta Hevando. Le ha tendido 4 Vl. un lnzo para alejarle de Ja porteria... ; qué im- bécil es Vd. 1 ESCENAS DE LA VIDA BOHEMIA 147 — {Valgame Dios, qué imbécil soy! — afirmé al portero temblando ante la ira olimpica de su amo. Ambos bajaron 4 toda velocidad la escalera. Ya estaban en el patio cuando el joven del sombrero blanco apostrof6 al portero diciéndole : ~— i Eh! Oiga Va., portoro, gy mi domicilio? 4 qué es esto? gno estamos hoy 4 ocho do abril? g no he alquilado aqui un cuarto, dand sefial? ( aigotlade sau lindole 4 Vd. sefal? (4) ~ Dispense Vd., dispense Vd. — dijo el casero 4 su inquilino; y dirigiendo la palabra 4 su portero afiadié : — Allé voy, Durand; suba Vd., corra. Bse bribon de Schaunard habré entrado para empaque- tarlo todo y llevarselo; sorpréndalo Vd., cierre la puerta, déjelo encerrado y baje Vd. & toda prisa para que Hlamemos a los guardias... Durand desaparecié, escalera arriba. — Dispense Vd. — dijo el casero haciendo una reverencia al joven del sombrero blanco — 3A quién tengo el gusto de hablar? __ — Sehor mio — contests el joven — soy el nuevo inquilino; he alquilado una habitacién én ol sexto piso y empieza 4 disgustarme el'que no esté desocu- pada 4 estas horas. — Lo siento mucho, crea Vd. — repuso el dueho (1) No es exactamento sefial 6 arras. El denier @ Diew consti~ tuye arras, en efecto, por cuanto su reciho por el portero for- maliza la promesa de arriendo; pero al mismo tiempo no constituye arras, puestr quo el importe del denier a Diew no se deduce del precio de los alquileres; éstos se pagan en fotalidad y el denier” a Diew queda como beneficio’ del por. tero; salvo el caso de que no se perfeccione el contrato de Inguitinato, por causa del propictario de la casa, pus enton- exs ol denier & Diew vuelve & toner caréeter de at a nitveiegraise, (N. del T.) @ anrasy debe LA VIDA BOHEMIA 148; ESCENAS DE. de ia casa. — Ha surgido una dificultad, con el ingui- lino que debe irse. — jEh, sefior... sefior Bernard! — exclamé el por- tero desde uva altisima ventana. — No esta el senor Schaunard... pero su cuarto si... | Qué imbécil soy! Quiero decir que no se ha Hevade nada : ni un hilo. — Esta bien: baje Vd. ~~ ordeno el propietariv. ¥ hablando con el joven inquilino afiadié : — Tenga Vad. un poco de paciencia; se le ruego. Mandaré que bayen 4 la cueva el mobitiaro del inquilino insolvente ydentro de media hora tomara Vd. posesion de su euarto. Puesio que los muebles de Vd. aun no han Hegado... — Vd. perdone... — interrumpié serenamente ei joven. El casero miré en derredor y s6lo vid los basti- dores que ya habfan Uamado la atencién de Durand. — gNada? — repuso el joven desplegando las hojas de aquellas singulares mamparas y ofreciendo 4 la vista del casero asombrado un magnifico interior de palacio, con columnas de jaspe, bajorrelieves y cua- dros magistrales. — ZY los muebles? — volvié 4 preguntar el casero. —Pues aqui estan — contesto el joven indicando los suntuosos muebles pintados en el mismo palacio que acababa de comprar, de lance, desecho de un teatro de aficionados. — Sefor mio, — repuso el propietario — me com- plazco en creer que tendré Vd. muebles mas serios que esos. — jComo! Son de Boule puro ( (4) Andrés Boule, famoso fabricante de muebles en tiempo de Luis XIV. Se Inman en Francia, mebles boule los que tie~ nen incrustaciones do concha y eobre (N, del T,) FSCENAS DE LA VIDA BOREMIA 149 — Ya comprendera Vd, pago de alquileres. ~ iCanastos! Seftor mio gle parece & Vd. poca savantia un palacio para responder del alquiler de una bohardilla? — Muebles son los que nocesite; muebl. ne necesito; muebles de ver~ dad, de caoba. — iQué desgracia, sefior! Ni el oro ni la caoba nos hacen felices, dijo un autor antiguo. Y, adem: no puedo tolerar Ia cacha; riota; esta en manos de todos. En fin, gticne Va. mobiliario, _~~ No, seftor ; eso ocupa mucho « ciones; tan pronto como ha: donde sentarse. — Sin embargo, tendra Vd. una cama. ;Dond echa Vu. ? vee Me echo en brazos dela Providoncia, ami Ms oncia, ami 10. — Perdone Vd.; orogunt 1 © Va.5 tengo que hacerle otra pregunta — dijo el senior Bernard — si no le molesta zcudl os su profesion? En aquel mismo instante se presenté el mozo de cuorda trayando- la segunda tanda de muebles, esto es, de tablas entre Jas que se destacaba un caballete de pintor. — iAY, sehor Bernard! — exclamé el portero, asustado y sefialando al caballete. — {Es un pintor ! — i Un artista! — exclamé 4 su vex el propietario al tiempo que Ios pelos de la peluca se le ponian de punta. — Ya me lo figaraba yo; jun pintor! Y dirigiéndose al portero, ol espantado propietario afiadio : — Pero hombre ;cémo no ha tomado usted infor mes? 4COmo no se ha entoraclo usted & tiempo? que necesito garantia del yo una madera ordin: ea el que fucre? io en las habita- y sillas ya no sabe uno 450 ESCENAS DE LA VIDA BOHEMIA ESCENAS DE LA VIDA BOnPMIA — Es decir — repuso vacilante el pobre hombre. ~ honores de la repeticion — observé el joven al mis Veré usted... Me did cinco francos de sefal... No tiempo que buscaba en el bolsillo, — ;Tiene usted podia sospechar... cambio de quinientos francos? — Cuando haya usted concluido... — interpuso el ~~ Dice usted? — pregunté atoniio el casero. glla dicho usted?. joven del sombrero blanco. — Caballero — dijo el sefur Bernard afirméndoso bien las gafas — puesto que usted no tiene muebles, no puede tomar posesién del cuarto. La ley es termi- nante; el propietario tiene derecho 4 rehusar el inquilinato 4 quien carece de garantia. =~ Quinientos francos; jla mitad de mil, jos ha visto usted’nunea juntos? — afadié el aris exhibiendo un billete de Banco ante el propietario » su portero, quienes, al verlo, casi se eayeron de espaldas. - ea! , Ne ZY mi palabra? — repuso eon dignidad el ~ Voy 4 cambirselo — dijo respetuosamente et artista, case Y no cobraré mas que 20 francos, puesto — Valen mas los muebles. Busque usted cuarto en que Durand le debe cinco. otra parte. Durand le devolveré los cinco francos. e los regalo — dijo el joven — a condicién de que suba todas las manar s a decirme 4 eudntos esta- mos (le mes, qué dia de Ja semana, el euartode lana el tiempo que hace y el pronosticado, y bajo qué forma de gobierno vivimos. h, eabailero! exclamé Durand haciendo una profunda reverencia. —Hstit bien, buen hombre; me servird usted de calendario. Bntretanto, ayude usted al mozo y vayan subiendo mis efectos. - Caballero, le mandaré el recibo 4 su cuarto ~ slijo el propietario. Aquella misma tarde el talado en la habitacion dél formada en palacio. Mientras esto pasaba, el susodicho Schaunard corria por Paris tocando, como decia él, la « Hamaila y tropa » del dinero. Schaunard habia elevado a la categoria de un arte el hecho de pedir prestado. Previendo el caso de tener que sablear & oxtranjeros habia apr — {Gomo! — exclamé Durand, estupefacto. — Si los he metido en la Caja de Ahorros. —Sefor mio — dijo al casero el joven — encon~ trar otra habitacién no es cosa de un minuto. Al menos deme usted hospitalidad por un dia. — Vaya usted 4 un hotel — repuso el casero. — Y al momento, como inspirado por una idea repentina, afiadié : — A propésito; podria darle 4usted la misma habitacion que iba 4 tomar en alquiler, pero con los muebles que tiene, es decir, que le alquilaria el cuarto amueblado. Solamente que, ya sabe usted, este género de alquiler supone siempre el pago ade- lantado. — La cuestion es saber cuanto pide usted por ese tabuco — dijo el joven, obligado 4 tratar sobre esta base. — Oh! el alojamiento es sumamente aceptable. Dadas las circunstancias se lo dejaré 4 usted por 28 francos mensuales. Pago adelantado. —Lo ha dicho usted ya; esa frase no merece los intor Marcelo quedé ins- gitive Schaimard, trans- endide § Ase RSCENAS DE LA VIDA BOHEMTA pedir cinco francos en todas las lenguas del globo. Habia estudiado 4 fondo el repertorio de las astucits que la moneda emplea para que sus persegnidores no Ja cojan. Mucho mejor de lo que un piloto conoce las horas de marea, conocia Schaunard los momentos en que las aguas ostaban altas 6 bajas; es decir, Los dias en que sus amigos y conocidos tenian costumbre de recibir dinero. Asi habia casa donde al verle entrar no decian aqui esté Schaunard, sino aqui esti el 1.°6 el 18-del mes. Para facilitar é igualar al mismo tiempo esta especie de diezmo que iba 4 percibir, cuando Ja necesidad Ie obligaba, de las personas que tenian modo de pagarselo, Schaunard habia estable- cido listas por distritos y barrios y en orden alfabé- tico, inscribrendo frente al nombre de la persona la cantidad que podia pedirsele en relacién & sus recur~ s08, con expresion adeinas de la época en que la per~ sona estaba en fondos, las horas de comer y el meni habitual de cada casa. Ademds deeste cuadro Hevaba Schaonard una contabilidad minuciosa en que cons- taban las cantidades recibidas, aun las mas pequefas, pues no queria entramparse con deuitas superiores 4 las que po tria liquidar cuando heredase 4 cierto tio suyo, normando. ‘fan pronis como ascendia & 20 francos lo que debia 4 una persona, cérraba la cuenta y la saldaba de una voz, integramente, aunque para pagarle tuviera que pedir prestado 4 otras personas. De esta manera conservaba en Ia plaza cierto crédito al que daba el nombre de « denda flotante »; y como era sabido que devolvia lo pedido, cuando se lo permi- tian sus recursos, Je atendfan, basla donde era posible siempre que pedia, FSCENAS DE LA ‘VIDA BOMEMTA 483 Desde las once de la maiana, hora en que salié de sa casa en busca de 7% franc > ; s, no habia reunido mas que tres, gracias al recorrido de las listas en su letras M. V. y R. Todo lo demds del alfabeto se on contraba.en la necesidad de pagar la casa — lo mismo due Schaunard — de manera que el peticionario re id una contestacién de « no ha | r dis. x cpaneia, a lugar » sin dis- A Jas seis de ia tarde un violento apetito se en el estomago de Schaunard. Nuestro héroe estaba en Ia calzada del Maine, barrio donde vivia lotra U. we su Hsta. Schaunard subi 4 casa de la letra U. donde podia contar con un eubies , ia const ubierto, cuando habia — 2A donde va usted, caballero ? — le dij r tera deteniéndole. ee Ts poe — Acasa del senor U... ¢o i \ ei ++. Contestd el artista TAs artista. — 4¥su sefiora? au Tampoco. No hay nadie, Me han encargado que fi Bene un caballero, amigo suyo, 4 quien espera- pan, le diga que han ido & comer fuera... Ah! puode que sea usted, precisamente; aqui tiene usted la di- reecién que me han dejado. Con esto la portera dié 4 Schaunard un papel en el que su amigo U... habia escrito ; « Hemos ido 4 come: LS -n.°,.. Allé te esperamos. » ~- Muy bien — dijo Schaunard marchandoso cuando Ia casualidad quiere, sabe idear escenas cd. micas. - declaré de Schaunard as tnard, calle Acordése entonces Schaunard de que estaba 4 dos pasos de un figon donde dos 6 tres veces habia comido por poca cosa y asi se dirigié hacia el esta- asa ESCENAS DE LA VIDA BOHEMIA Diecimiento en cuestion, sitnado en Ia calzala dal Maine y conocido en la bohemia con el nombre de Mere Cadet (1). Es este un bodegén cuya clientela corriente se compone de carreteros del camino real de Orledns, cantantes de Montparnasse y galanes de Bobino (2). En el buen tiempo, loz pintoreillos de los namerosos estutios situados en las cercanias deb Luxemburgo, los eseritores inéditos, los redactores de periddicos misteriosos, se congregan 4 comer en Ia mére Cadet, célebre por sus estofados de conejo, su chacrut auténtica, y un vinillo blanco que da la sen— sacién del pedernal. Schaunard fué 4 sentarse al boscaje; en la mére Cadet se da este nombre al conjunto de dos 6 tres Arboles enfermizos con las ramas recortadas para que resulte, aunque de ningtn modo resulla, una apariencia de fresca y verde héveda, 2. — Tanto peor —dijo Schaunard para sus adentros. — Pero yo, ahora, me voy 4 dar un atracén y des- pués veremos. Dieho y hecho, pidié un plato de sopa, media racién (1) La mére Cadet, literalmente Ja madre Cadet. Pero.mére en este caso tiene el valor de fia en castellano, cuando se dice la tia Fulana, mujer de baja condicién 6, en las aldeas, mujer casada y entrada en efos. Lo mismo debe entenderse de pére, padres le pére un tel, « ol tio Fulano », Sin embargo, on In expresién francesa, le pere X... la mére X... hay cicrio matiz un poco menos risticus que la expresin de fio, fia Pulana, Por esto preferimos no traducirlo. (N. del T. (2) Suponiendo que el lector tenga curiasided de saberlo, diremos que la mére Cadet yano existe; pero el teatro de Mont parnasse y el de Bobino (mis 6 menos teatro) se conservan, aunque on tanto obseurecidos por otros establecimientos situados en la ruidosa calle de la Gaité, desde la Calzada, hoy ‘Avenida del Maine hasta el Bulevar’ Montparnasse 6 vl de Edgard Quinet, si queremos precisar esta topografia del barrio, (N. del T.) ESCENAS DE LA VIDA BOHEMIA 45 de chucrut y dos medias de estofado de cov e}0 habia observado que dividiendo las raciones ganaha Jo menos una cuarta parte en el entero. Aquel modo de pedir platos fué causa de que se fijase en Schaunard la mirada de una joven, vestida de blanco, con flores de azahar on la cubezay calzada con zapatos de baile. Un velo de imitacién de encajes, flotaba encima de unos hombros que habian hecho bien en guardar el incégnito. Era una cantante del Teatro de Montparnasse, cuyos bastidores dan, por decirlo asi, 4 la cocina de la mare Cadet. Fxta actriz aprovechaba, para comer, un entreacto de Lucia y ya estaba tomando media taza de café, como término de una comida exclusivamente compuesta de un esp: rrago con aceite y vinagre. — Des estofados... ; cdspita! — dijo la actrin dis cretamente 4 la camarera que servia de camarero he ahi un joven que se alimenta bien. — {Qué debo, Adela? — Cuatro de espérrago, cuatro de media taza y uno de pan; total nueve sueldos. — Ahi van — dijo la parroquiana, dando los cuar tos. Y se marché tarareando : Este amor que Dios me da... — jHola! da el la — dijo entonces un personaje misterioso que estaba sentado en la misma mesa que Schaunard y como parapetado detras-de una barri- cada de libros viejos. — 4Lo da? —repuso Schaunard. — Me parece que se lo guarda. ; Al diablo se le ocurre — ahadié Schau- nard sefialando con el dedo al plato donde Lucia di Lammermoor habia consumido su espérrago, bechar su falsete poniéndolo en vinagre ! esca- i i 156 ESCENAS DE LA VIDA BOHEMIA — Acido violento, — aiiadié el personaje de los libros. — La ciudad de Orleans produce vinagre que goza de gran reputacion. Schaunard se qued6 mirando atentamente 4 aquel particular que asi echaba anzuclos & In conversacion. La mirada fija de sus grandes ojos azules que pare cian empefados en buscar siempre algo, daba 4 su fisonomia el cardcter de placidez beatifica que se observa en los seminaristas. Su rostro tenia el matiz del marfil viejo, excepto las mejillas, coloradas con tono de ladrillo machacado. Su boca parecia dibujada por un alumno de « primeros principios » al que le hubieran dado un golpe en el codo. Sus labios, levan- tados un poco & Ia manera de la raza negra, dejaban ver unos dientes de perro perdiguero, y su barbilla descansaba, formando dos plicgues, en una corbata blanca de tal modo anudada que una punta ame- nazaba 4 los astros mientras la otra sefalaba la tierra, Por bajo de un sombrero de fieltro, ealvo, con alas prodigiosamente anchas, salia una guedeja, como cascada rubia. Vestia un paleté de color «te avellana y con esclavina cuya tela, reducida 4 la trama, tenia las rugosidades de un rallador. Por los holsillos de este paleté, que no podian cerrarse, de Menos, asomaban lios de papeles y folletos. Sin hacerse cargo del examen 4 que su interlocutor le sometia, continuaba su tarea que consistia en comerse una chucrut con longaniza, que evidente- mente le gustaba, y en leer al mismo tiempo un libro, abierto ante él y en el que de cuando en cuando ponia acotaciones con un lépiz, colocado, on los intervalos, 4 la oreja. — Y bien... gy ese estofado? — exclamé sibita~ menie Schaunard dando con el cuchillo en un vaso, BSCENAS DE LA VIDA poueitia asi — Caballero -—~ contesté la camarera, que en aquel instante Ilegaba con un plato en Ja mano — ya no hay. Este es el ultimo. Este cabailero le habla pedido antes... diciendo esto puso la sirvienta el estofado on Ja mesa al iado del hombre de los libros. — j€aramba! — exclamé Schaunard. ¥ tauta sor presa umelancolica habia en aquelia interjeccién que el hombre de los libros se sintié conmovido intima mente ; removié la muralla de libros que le separaba de Schaunard y poniendo el plato do estofade & equi- distante distancia de uno y otre dijo con la mis suave entowacién que pudo : — gMe permite Vd. invilarle 4 partirlo? ~~ jOb! no, seior; no se prive Vd. por cause mia. ~ En tal casu es Vd. quien me priva de una ver~ dadera satisfaccién. — Siendo asi..... Schaunard acercé su plato. — D'spense Vd. si no Lo ofrezco la cabeza — dijo el de los libros. — j Ah! no, sefor, no consiento... Cuando Schaunard se acered el plato, vid que jus- tamente su atento comensal le habia servido lo que dijo que no le serviria. — 6 Qué me cuenta este hombre con su aparente cortesia? — exclamé para sus adentros Schaunard. ~ La cabeza es la mas noble parte del hombre — dijo el de los libros -- pero la mis desagradable del conejo. Muchas personas hay que no le pueden tole- rar, pero 4 mi me parece deliciosa. — Entonces, — dijo Schaunard — siento mucho que se haya Vd, privado de ella en mi obsequio. — Como? Vd. perdone — repuso el hombre do 458 ESCENAS DE LA VIDA RONEMIA los libros — me he servido yo la cabeza. Precisa~ mente he tenido el honor de rogar 4 Vd. que... — Permitame Vd. — repuso Schaunard poniendo el plato bajo la nariz de su interlocutor — g qué lwozo de conejo es éste? — jJusto cielo! 3Qué veo? ; Oh dioses! Otra caboza. Un conejo bicéfalo oxclamé el descono— cido. — Bice. dijo Schaunard — ... falo. Buffon cita varios ejemplos de esta singularidad. Vaya, hombre, vaya, no me disgusta esto de haber comido fend- meno... Gracias 4 este incidente quedé entablada una con versacion. Schaunard, que no queria ser el dltimo en cortesia, pidié un litro de vino. El hombre de los libros pidié otro. Schaunard mand6 traer ensalada. El de los libros mandé quo les sirvieran postres. Alas ocho de la noche habia encima de la mesa seis bote~ llas vacias, de @ litro. La conversacién, bien regada con el vinillo, produjo la franqueza y a dicha hora de las ocho ya se habian referido uno 4 otro sus respec- tivas biografias y se conocian tanto como si hubieran vivido siempre juntos. El hombre de los libros, des- pués de escuchar las contidencias de Schaunard, le habia dicho que se Hamaba Gustavo Colline, que ejercia la profesién de filésofo y que vivia de dar lecciones de matematicas, ascolstica, botdnica, y otras varias ciencias en ica. El poco dinero que ganaba de esta manera lo invertia Colline en la compra de libros viejos. Su palet6 de color de avellana era conocido de todos los libreros del muelle, desde el puente de la Concordia hasta el puente de Saint-Michel. Qué hacia él con aquellos libros, tan numerosos que la vida entera de ESCENAS DE LA VIDA nomena Ase un hombre no bubiera bastado para leerlos, «ud hacia con tantisimo libro, no lo sabia naiie. Per, aquella mania llegaba en Coline al extreio de jo pasion ; cuando volvia a su casa por la noche sin haber comprado algin libro se aplicaba 4 si misinu. la consabida frase de Tito: « Ho perdido un Sus modales expresivos y sa leuguaje, que era, cniti un mosaico de todos los estilos, los terribles relruc- canos con que esmaltaba su conversacion, sedujeron 4Schaunard, de manera que le pidié permiso pari inseribir su nombre en la famosa lista de que hemos hablado. Salievon de la mére Cadet, 4 las nueve de la noche, pasablemente alegres, ambos, y con el andar de las personas que acaban de conferenciar con las botellas. Colline ofrecié ol café & Schaunard y éste acepto A condicién de encargarse, é1 de los aléoholes. Se fue- ron 4 un café, situado en la calle de Saint-Germain- VAuxerrois, 4, y amado de Momus, segin Ia muos- tra, dios del juego y la risa. Al entrar en el establecimiento adyirtieron que habia wna vivisima discusién entre dos parroquianos. Uno de éstos era un joven cuya cara desaparecia ot, el fondo de una frondosa harba multicolor. Como antitesis de esta abundancia capilar « facial », una feroz calvicie le habia desguarnecido la frente, que parecia una rodiila y cuya desnudez en vano trataban de cubrir unos cuantos cabellos tan diseminados que podian contarse. Vestia un frac negro (1) tonsurado en los codos y que dejaba ver, cuando el joven levan~ nell Bae, de patio negro 6 de color, castano, azul, ee. con etones metilicos, era ef taju ordinario por él tempo al see Ja accién se refiere. (N. del T.) * * “ 460 ESCENAS DE LA VIDA BOHEMIA taba los brazos, unos ventiladores abiertos muy cerca de las bocamangas. Su pantalén acaso habia sido negro, pero sus botas jamas habian sido nuevas y al parecer ya habian dado varias veces la vuelta al mundo eu los pies del Judio errante. Schaunard observé que su nuevo amigo Golline y el joven de la barba florida se habian saludado. — 4 Conoce Vd. & ese sehor? — pregunté Schau- nard al filésofo. — pero le encuentro algunas veces en la biblioteca. Greo que es ese — Como tal viste, al menos — replicé Schau- nard. El personaje con quien discutia el de la barba era un individuo como de cuarenta aios, destinado 4 morir de apoplejia, 4 juzgar por su cabezota metida directamente entre los hombros sin Ja transicién del pescuezo. La idiotez se leia, con letras maydsculas, en su frente aplastada. Llamabase el seior Mouton y estaba empleado en Ja alcaldia del IV" distrito, teniendo & su cargo el registro de defunciones. = Senor Rodolfo — exelamaba el oficinista con una vocecilla de eunuco y sacudiendo al joven de ia barba, a quien tenia cogido por un botén del frac — quiere Vd. que le dé mi opinién? Pues, mire usted, los periddicos g sabe usted ? no sirven para nada. Una suposicion ; yo soy un padre de familia, yo g esta usted? Bueno. Pues yo vengo 4 jugar una partida de domind, al café Siga usted mi razonamiento. — Adelante, adelante — dijo el joven. — Pues bien — continué el covachuelista sub- rayando las frases con una serie de puietazos en la mesa, quc estremecian los vasos y bolellas. — Pues Conocerle, precisamente, no — contesto Colline , ESCENAS DE LA VIDA posleMIA. 161 bien ; tropiezo con los periédicos. Bueno. ,¥ gué veo? Uno dice blanco. Otro dice negro. Y patatin » patatsin. ; Qué se “me cuenta con eso !¥o soy un padre «io familia que vengo al café para... Para jugar al dominé — dijo Rodolfo. — Todas las noches — prosiguié el sefior Mouton. — Pues bien : una suposicion gcomprende usted ? - Perfectamente — dijo Rodolfo. Leo un articulo que no es de mi opinion. Me irrito; se me revuelve Ia sangre. Porque aabe usted? Todos los periédicos no son més que unos mentirosos. ; Sf, ser ;unos embusteros ! — exclainé con el falsete mas agudo. — ¥ los periodisias todos son unos folicularios, unos bandidos — Sin embargo, sehor Mouton... — Si, setor: unos bandidos — afadié el empleado. — Hllos tienen la culpa de todas las desgracias ; ellos han hecho la revolucion y los asignados; la prueba esta en Murat. -— Perdone usted — interrampié Rodolfo. — Habr querido decir Marat. — {Ca hombre, ca! — prosignié Mouton — Mura como que he visto yo su enticrro, cuando era niio. — Tenga usted la seguridad... _— Como que han representado una funeién en el cireo. — Pues eso es — replicé Rodolfo — Marat. —¢Y qué le estoy diciendo & usted desde hace una hora? — exclamé el obstinado oficinista. — Murat, que trabajaba en un sétano, ; vaya! Pues bien, una suposicion. Diga usted ges que los Borbones no hicieron bien en guillotinarle, puesto que habia trai- cionado? — 4Quién? Guillotinado, traicionado, ga quiéu? u 162, RSCRNAS DE LA VIDA BOR 1A exelamé Rodolfo agarrando & su vex por on holon de Ja ievita al covachuelists. —. , Bh? Marat. — No. seer, no. sehor: Murat; enter i qué diablos ! Clortamente ; Murat: un canalla. alemperrador on A815. Por os o traicién 0 digo que todos Jos periddicos son iguales — prosiguié el sefior Mou- ton volviendo 4 la tesis de lo que él llamaba une explicacién. — gSabe usted qué quisiera yo, sehor Rodolfo? Pues, una suposicion... querria yo un perié- dico bueno; un buen periddico... que no faere grande. Y que no hiciera frases. Bso. - — Es usted exigent —~ objeto Rodolfo — ; un pe~ riddico sin frases ! — Si, sefior. Siga usted mi razonamiento. — De oso trato. — Un periddico que sencillamente dijera Ia sélnd del rey y los bienes terrenales. Porque en fin, g para qué sirven todos esos periédicos que no se entien- cen? Una suposicién. Yo estoy en fa alealdia g ver- dad? Estoy encargado del Registro, z comprende usted? Pues bien; es como si vinicran 4 decirme Sefhor Mouton, inscriba usted Jas defunciones. Haga usted esto, haga usted lo otro. Bueno, zy qué? vamos aver gy qué? Pues bien, los periddicos, es lo mismo dijo & manera de conclusién el oficinista. ~- Evidentemente — observé un vecino, que hadta comprendido. Yel sehor Mouton, fuego de recibir las folieita~ ciones de algunos parroquianos que participaban ve sus ideas, reanud6 su partida de domind, -- Le he plantado en su sitio — dijo el cove chuelista indicando 4 Rodolfo, que habia ido & sen~ FRCENAS DE EA VIDA BOHEMIA 4163 tarse dla mesa donde estaban Schaunard y Colline. — | Qué cerniealo | — dijo Rodolfo 4 los otros dos jovenes, designando al empleado., “ _. Buena. caboza tiene, con los parpados de fueltr y los ojos como bolas de toteria ~- dijo Sehauusr: cando una cachimba maravillosamente culotada — ;Ganastos! — exclamd Rodolfo — vaya una pipa, amigo. — Oh! aun tengo otra mejor, para presentarme en sociedad — dijo negligentemente Schannard Collinge, deme usted un poco de tabaco — Ya no tengo — repuso Collins registrandose los bolsillos. — Permitame usted que se lo ofrezca dijo Rodolfo sacando un paquete de tabaco y poniéndolo encima de la mesa. Ante esta cortesta Golline se creyé en el caso de ofrecer una ronda de algo. Acepté Rodolfo. La conversacion recayé en la lite- ratura. Preguntado Rodolfo acerca de su profesion, ya revolaila por su traje, confesé sus relaciones con las musas y mandé taer otra ronda. Como el mozo después de servir iba 4 Hevarse la butella, Schaunard Io pidié que tuviera ta amabilidad de dejarla ol dada; habia oido sonar eu un bolsiilo de Col argentino dio de dos monedas de cinco francos. Pronto aleanzé Rodolfo ei mismo nivel de expansion 4 que habian llogado sus amigos entrando, 4 su vez, en el terreno de las confiencias. Sin duda habrian pasado la noche en el café 4 no haberles rogado que se fueran. No habian dado sien pasos en la calle, empleando para ello un cuarto dle hora, cuando les sorprendié una Iluvia torrencial. Colline y Rodolfo vivian en los dos extremos de 164 BSCENAS DE TA VIDA DOHEMTA Paris; uno en Ia isla de San Luis; el otro en Mont martre. Schaunard, absolutamente olvidado de que no tenia domicilio, les ofvecié hospitalidad — Venid & mi casa, aqui cerea; pasaremos la noche hablando de literatura y bellas artes. — Ta tocards el piano y Rodolfo nos recitaré sus poesias — dijo Golline. — Eso es — aiiadié Schaunard. — Disfrutemos de Ja existencia... | Gorta es la vida! Aduras penas conocié Schaunard la puerta de su casa, cuando Hegaron 4 ella; sentose en un poste esperando & Rodolfo y Colline, que habian entrado en una taberna, aun abierta, & comprar algo que pudiera servir de cena. Cuando se reunieron los tres, Schaunard Ham6 repetidas veces 4 la puerta acor- dandose vagamente de que el portero tenia costumbre de hacerle esperar largo rato (4). Al fin se abrié la puerta ¥ como Durand estaba en las dulzuras del primer sueho nose acordé de que Schaunardya no era inquilino y asi no hizo la mas pequefia observacién ando éste dié su nombre al pasar por la ventanilla. Ya estaban los tres jévenes en el término de la escalera, cuya subida les habia resultado no thenos Jarga que penosa, cuando Schaunard, que iba delaate, lanz6 un grito de asombro al encontrar la [ove puesta en la cerradura de su cuarto. (4) Para comprender el juego escénico de este relat, debe tener presente el Ieetor, si no conoce el uso parisiense, que los porteres abren las puertas de la calle por un mecanismo especial, sin moverse de la porterie y aun desde la cama. Los inquilinos deben gritar su nombre, al pasar por delante de Ia porteria, para que el portero se entere de quién entra. Se su- pone que el portero ha de conocer Ia voz y entender eb hombre. ¥ Ia hipétesis generalmente es cierta, (N. del T.) ESCENAS DE LA VIDA BOHEMIA 165 — 4Qué hay? pregunts Rodolfo. ~ Noloentiondo— repuso Schaunard. — Esta puesta Have que yo me Mové esta manana. ; Ali! vam: vor... la meti en el bolsillo. ; Bh! Pues eso es 5 aqui la tengo — exclamé sacando una Have. * — j Magia! — Fantasmagoria — dijo Golline. — Fantasia — aiiadio Rodolfo. — Pero — prosiguié Schaunard con yor que reve- laba un comienzo de espanto, — No oyen us- todes ? — 5Qu6? — Qué? — El piano — que esta tocando solo — do, la, mi, re, la, si, sol, re, — ; tunante de re! siempre desali- nado... — En fin, quizasno sea en su casa — dijo Rodolfo + el cual hablando al oido de Colline anadié — jest chispo ! — Ya lo creo... por de pronto lo que suona no ¢s piano : es una flauta, — j Adios! También usted esta chispo, amigo — observ6 el filésofo, que se habia sentado en el suelo. — Es un violin. — Un vio... ; bab! oye, Schaunard — tartamudes Colline tirando de las piernas 4su amigo. — ; Buena es esta ! — Dice que es un vio... — i¥ dale! — exclamé Schaunard — mi piano esta tocando solo... Es cosa de magia. — Fantasma... goria — exclamé Coline dejando caer una de las botellas que tenia en la mano. — Fantasia — grité 4 su vex Rodolfo En medio de aquel estrépito se abrié la puerta de la habitacion y en el umbral aparecié un personajo 466, ESCENAS DE LA VIDA BONEMIA que tenia en la mano un candelabro de tres velas de color de rosa, encendidas. ~ , Qué desean ustedes, sehores? — pregunld ol personaje, cortésmente. | Ah! Me he equivocade — dijo Schaunard. - No es mi casa. | oo — Dispense usted —- manifestaron simalidueamente Colline y Rodulfo dirigiendo la palabra al personaje sirvase excusar & nuestro amigo; j esté... como una cuba ! De jronto, y como si se Je hubiera ilummado el cerebro, Schaunard exclamé . — ; Claro esis! No cabe duda alguna. Estoy en mi casa. Véase Ja tarjeta que Bufemnia me dejo en la puerta cj dia de alu nuevo. En efecto; escritas con tiza se leian en la puerta estas palabras : He venido tres veces en busea de mis ayvinaldos. Femia. -- jSehor — dijo Rodolfo al del candelabro — esloy enteramente confundido... — Crea usted — anailio Golline — que me ad 4 la confusion de mi amigo. El del candelabro no podia contener Ia risa. — Si quieren ustedes ontrar un momento en mi cuarto — dijo — cuando su amigo lo haya, visto com. prendera el error en que se halla. — Con mucho gusto — contestaron. — El poeta y el filésofo cogieron & Schaunard por los brazos y lo introdujeron en ef cnarto, 6 mas bien en ol palacio de Marcelo. - a Schaunard pasé vagamente la visa en derredor y murmurd. DENAS DE LA VIDA WOHEAIA — Asombroso. euarto! ~~ 4 Te has convencide ya’ ~~ le pregunié Collin: Schaunard, que se habia fijadu en el piano, sent6 4 este ¥ comenz6 4 recorrer escalas y arpo, {G6mo se ha hermoseado imi ~ (Eh, vosotros, oid esto! — dijo Schavaa haciendo resonar los acordes — ; vamos! El animat ha conocido 4 su amo : si, la, sol, fa, mi, re, — jtunante ref Siempre sera que era mi piano, — Insiste —~ dijo Colline & Rodolfo, —~ Insisle — repitié Rodolfo ¢ Marcelo. —— ¢¥ eso? — aftadié Schaunard, vefiriéndose 4 la falda bordada de lentejuelas, que estaba’ encima de una silla, —- Puede que eso no sea iio. — jh? y arrancando de la pared la despedida por ujier sie Ia que hemos hablado al principio se puso 4 leerla on vou alta, — 4 Tampoco cs esto mio? « En consecuen- cia, el senor Schaunard debera evacuar Los locates y restituirios en buen estadu de conservacion, el ocho de abril, antes de mediodia. ¥ le he notificasio of pre~ sente mandainiento cuyo coste es de cinco francos. » jAb! ab! {No es 4 mi, Schaunard, 4 quien han noti- licado este mandamiento, cuyo coste es de cinco francos? g¥ este otro? — aitadié fijandose en las zapatillas que tenia puestas Marcelo. — ,No son esas mis zapatillas, regalo de unas manos amadas? Ahora Je toca 4 Vd. — dijo 4 Marcelo, — ahora le toca Vd. explicar por qué razén se encuentra en mis lares. ei mismo... Ya decia yo efores, —- contosté Marcelo dirigiéndose parti- cularmente 4 Golline y Rodolfo — este seiior (y desig- né 4 Schaunard) est en su casa : lo confieso. — jb! exclamé Schaunard. —- Menos mai. 168 BSC AS DE LA VIDA BOHEMIA — Pero — continud Marcelo — yo también estoy en la mia. — Sin embargo — objeté Rodolfo — si nuestro amigo reconoce... — Eso es amigo. -~ Y¥ si Vd. por su parte, reconoce que.. dié Rodolfo — gcémo se oxplica que...? — Eso es —— repitié Coline, convertide en eco — gcémo se explica...? — Sefiores, hagan Vds. el favor de sentarse '— contesté Marcelo — voy 4 explicarles el misterio. — g¥ si mojéramos la explicacién? — observé Colline. : — Tomando un boeadito — afiadié Rodolfo. Los cuatro jévenes se sentaron 4 la mesa, atacando 4 un pedazo de ternera fria que les habia vendido el tabernero. Marcelo explicd entonces lo acontecido por la mafiana, entre él y el casero, cuando quiso tomar ol cuarto. — Quiere decir, — observé Rodolfo, — que el sehor tiene perfectamente razén ; estamos en su casa. — Estan Vus. en su casa — dijo cortésmente Mar- celo. Pero costé un trabajo enorme hacerle compren- der aquello 4 Schaunard. Un incidente‘complicd aun mas‘la situacién. Buscando algo en el aparador tro- pez6 Schaunard con las vueltas de los quinientos francos cambiados por Marcelo, de la manera que sabemos. —jAh! Ya decia yo —exclamé Schaunard — ya decia yo que no me abandonaria el azar. Ahora me acuerdo : sali esta manana para corror tras de él, & prosignié -Colline — si nuestro — afa- ESCENAS DE LA VIDA BOWPMIA 169 causa del pago de la casa : se conoce que ha venido mientras yo no estaba; nos hemos eruzado en el camino. ; Qué bien hice en dejar la Have en el cajéu ! _— ;Dulce locura! — murmuré Rodolfo ¥i como Schaunard apilaba las monedas en porcioues iguales, — Suef: tales i Marcelo se rela, . Una hora mas tarde estaban durmiendo los cua tro. Al dia siguiente, al mediodia se despertaron y al pronto se quedaron sorprendidos de verse juntos. Schaunard, Colline y Rodolfo se trataban con cere- monia, como si no se hubieran visto nunca. Fué necesario que Marcelo les recordase lo pasado. Hn aquel momento el portero Durand entré en el cuarto. — Senor — dijo 4 Mareeio — hoy estamos. nueve de abril de mil ochocientos cuarenta; hay lodo en las calles y S. M. Luis Felipe sigue siendo rey de Francia y de Navarra, — ; Hola! — exclamo Durand viendo 4 su exinquilino. — Senor Schaunard... gpor donde ha venido Vd.? — Por telégrafo — contesté Schaunard. — Ya, yal — afadio el portero — buen punto esta Vd. hecho... — Oiga Vd., Durand, — dijo Marcelo — no admito que Ia servidumbre se mezele en mis conversacio- nes. Vaya Vd. al restaurant vecino y mande traer almuerzo para cuatro personas : aqui esté el ment: — afiadié dando 4 Durand un papelito. — Sefiores -- dijo Marcelo 4 sus tres amigos luego que se marché el portero — anoche me convidaron Vas. 4 cenar, permitanme que hoy les convide yo & 1 ido vida! — afadio el filosofo. 410 ESCENAS DE LA VIDA BOHEMIA almorzar, no en mi Casa sino en nuestra casa —~ aha~ dié dando la mano 4 Schaunard. Al terminar 1 almuerzo Rodolfo picid la palabra, — Senores — dijo — permitanme que me sopare de Vids... — Oh, no — dijo sentimentalmente Schaunard — no hos sepavemos jamds. — Bs verdad — afadio Colline — estamos aqui divinamente. — ... que me separe de Vis. un momento — pro- siguié Rodolfo, — Manana es dia de La Bstola de Jris, periodico de modas del que soy redactoy en jefo : Lengo que corregir las pruebas ; volveré dontro de una hora. j Diablos! — exciamé Colline — esto me hace pensar en que me esta esperando un principe indio discipulo mio ; ha venido 4 Paris para aprender el arabe. Iré Vd. manana — dijo Marcelo. — {Oh! no — xepuso el fildsofo — el principe tiene qué pagarme hoy. Y ademas, confesaré & Vds. que este hermoso dia de hoy no me resultaria com- pieto si no diera una vueltecita por los puestos de libros... — Pero gvolverés? — pregunté Schaunard. —Con la rapidez de uaa flecha Ianzada por una mano firme — contesté el filosofo, 4 quien gustaban las imagenes raras. Y salid con Rodolfo. — Lo cierto es — dijo Schaunard cuando se quedé solo con Marcelo — que en vez de adormilarme en las almohadas del far niente, deberia ponerme en busca de dinero con que apaciguar la avaricia dal sehor Bernard. ESCENAS DE LA VIDA BOHEMIA a4 = Pero — dijo con inquietud Marcelo — z sigue Vd. pensando en mudarse? -- , Qué quiere Va. qu nard. — Puesto que tengo notificaciéa cuyo coste es de cinco francos... — Si se muda Vd. — antadié Marcelo — se Hevar sus muebles, supongo. ‘tengo esa pretension; no dejaré ui ua hile como dice el seior Bernard. Caramba! Eso sf que me fustidiaria— dijo Mar celo.—Porgue be aiquilady ia habitacion amueblads. is verdad ~- repaso melancélicamente Schau- nard. — En fin, no estoy segure de encontr tenta y cineo francos ni hoy, ni madana, ni p: — Espere Vd. — exclamé Marcelo. —~ | Tengo una idea ! — Venga — dijo Schaunard. — He aqui la situacién : legaimente, este cuarto es mio, puesto que he pagado un mes adelaniado. — El euarto si; pero los muebles, si pago lo que debo me los Hevaré legalmente y si fuera posible me los Hevaria aun ilegalmente — dijo Schaunard. ~— De modo continud Marcelo — que Vd. tiene muebles sin habitacion y yo habitacién sin muebies. — Eso es — dijo Schaunard. — Pues 4 mi me gusta este cuarto — anadié Mar- cele — Y &m{no me ha gustado nunca tanto. - Entonces podemos arreglarnos de este modo — dijo Marcelo. — Quédese Vd. conmigo : yo aporto la habitacién y Vd. los mueble: —2Y el pago de la casa ? — dijo Schaunard. — Puesto que hoy tengo dinero, pagaré yo. Otra vez sera Vd. Reflexione, r los se- lo. AT2 ESCENAS DE LA VIDA BOHEMIA. No, sefior; yo no reflexiono jamas — repuso Schaunard — sobre todo para aceptar una proposi- cin que me agrada. Acepto de una vez. Bn suma, la nuisica y la pintura son hermanas. —— Cunadas — repuso Marcelo. Hn aguel instante volvieron Colline y Rodolfo, qi se habian encontrado. Marcelo y Schaunard les participaron su aso cién. — Sefiores — exclamé Rodolfo sonando las mo~ nedas en el bolsillo del chaieco — quedan Vds. invi- tados 4 comer. Precisamente es lo que iba & tener el honor de proponerles -~ dijo Colline sacando del bolsillo una moneda de oro y poniéndosela en un ojo. — Mi prin- cipo me ha dado esto para comprar una gramitica indostdnico arabe que acabo de adquirir en un puesto del mueile por seis sueldos, al contado. — Y yo — dijo Rodolfo — he conseguido que me adelanten treinta francos en el periddico, pretextando que Jos necesitaba para revacunarme. - — De modo que hoy es dia de recandacién — dijo Schaunard — yo soy el anico que no cobra, Es humi- llante. — Entretanto — afadié Rodolfo — reitero mi convite. — ¥ yo el mio — dijo Golline. — Vamos 4 sortearlo, 4 cara 6 eruz— dijo Rodolfo. — jAlto, alto! — exclamé Schaunard — se mo ocurre una combinacién mucho mas acertada, —- Veamos. —— Rodolfo convida 4 comer y Colline 4 cenar. ~ Jurisprudencia saloménica — exclamé el 1ilo- sofo, ESCENAS DE LA VIDA BOWRMIA ATS — Superior 4 Jas bodas de Camacho —~ anatié Marcelo. Se verificé Ia comida on un restaurantprovenzal de Ia calle Dauphine, famoso por sus camareros literarios y su ayoli. Como era preciso dejar sitio para la cena comieron y bebieron moderadamente. El conoci- miento, bosquejado la vispera entre Colline y Schast nard y después con Mareelo, hizose més intimo : caia uno de los cuatro jévenes iz6 Ia banilera de sus per sonales opiniones de arte; los enatro comprendieron que eran igualmente valerosos y que tenfan el mismo caudal de esperanzas. Hablando y discutiendo se dieron cuenta de sus simpatias comunes, de que tenian todos en el dnimo la misma habilidad do esgrima irénica, que ameniza sin lastimar y de que las hermosas virtudes juveniles seguian asentadas en sus respectivos corazones, prontos 4 emocionarse ante la vista 6 el relato de algo bello. Encaminados desde el mismo punto de partida hacia Ia misma meta, los cuatro coinprendieron que en sw reunidin existia no la trivialidad de un encuentro cualquiera, sino alguna cosa mas extraordinaria, un designio de la Providencia tal vez que como tutorade los abando- nados, los congregaba y les decia, bajito, la frase evan- gélicaque debiora constituir la tinica ley fundamental humana : « Ayudaos y amaos los unos 4 los otros ». Por ultimo, al final de la comida y no sin cierta solemnidad, ee puso en pie Rodolfo brindando por el porvenir. Contesté Colline pronunciando un breve discurso, no extrafdo de ningtin libro, no pertene- ciente & ningin género literario, inspirado tan solo en Ia franqueza que da 4 entender 4 la perfeecidn lo que de manera tosca manifiesta. — {Si seré torpe este filésofo! — murmuré Schan- aT RSCENAS DE LA VIDA BOHEMIA nard al evarse el yaso 4 los Jabios y aludiencdo pro- bablemente 4 las ligrimas que se le saltaban. — Va 4 toner la culpa de que se me agile ol vino. Coneluida la comida fueron & tomar eats & Momus, donde ya estuvieron la noche precedente. A partir de aquel dia el establecimiento comenz6 & ser inhabi~ table para los domi Después del café y de los licores, definitivamente formado el clan bohemio, tornaron los cuatro & Ja habitacion de Marcelo, 4 la que dieron el nombre de Eliseo Schaunard. Mientras Colline iba 4 eneargar la cena prometida los otros adquiricron petardos, cohotes y otras piezas pirotéenicas. Y antes de sen~ tarse 4 la mesa quemaron, por las ventanas, unos fue- g08 artificiales soberbios, que revolucionaron al vec darioen tanto que los cuatro amigos dando yocescan- taban + Celebrad, celebrad, colebrad con placer... Al siguiente dia por Ja mafiana se encontraron juntos de nuevo, pero ya no se sorprendieron. Antes de emprender sus tareas respectivas fueron jnntos al cxlé Momus quedando citados otra vex alli, para por Ia noche. ¥ asi continuaron reuniéndose con asi- duidad, todos los dias. ‘Tales son los principales personajes que han de figurar en las historietas componentes de este volu- men, que no es una novela y que no tiene otra pre- tonsién que la indicada por sn titulo. Las Bscenas do la Vida bohemia no son, ofectivamente, mas que esta dios de ccctumbres enyos héroes pertenecen & una clase mal jnzgada hasta hoy y cuyo mayor defveto consiste en la falla de orden : y aun, para excusarse de esta falta do orden pueden aducir la impresein- dible necesidad & que les sujeta la vida. 1 ON BNVIADO DB LA PROVIVENCIA (L) Schaunard y Marcelo, que se habian puesto & tra- bajar, valientemente, muy temprano; suspendieron de pronto sus tareas. ~ Senor, qué hambre hace! - nard ; y afiadi6 negligontemente hoy? Marcelo qued6 sorpreudido de una pregunta, iv oportuna como nunea. Y repuso : — {Desde cudndo se almuerza en esta casa dos seguidos? Ayer fué jueves. xelamé Schau- — 4No almorzamos ai in viernes carne no comet 6 en el infierno te abrasards! Marcelo prouuncié esta sentencia sefialando con el tiento 4 un invisible cateciamo. Schaunard no tuvo nada que objetar y volvid & énfrascarse en su obra, que era la de pintar an euadiro; el cual representaba un Ilano, habitato por un &rbol encarnado y un arbol azul déndose un aproton de ramags. Alusién transparente 4 las dul- 27k ESCENAS DE LA VIDA BOHEMTA Si la persona que ha tomado el cuarto de.usted no se ha acostado, podremos entrar. El cuarto lo habia alquilado una joven, Hamada Mimi, con quien Rodolfo habia empezado, tiempo alris, un dito de ternezas. Se conocicron al momento. Rodolfo hablé al ofdo de Mimi, y al mismo tiempo le estrecho la mano. 1 Vea usted como Iueve! — dijo Rodolfo, indi- ando el ruido de la tormenta que acababa de desa- larse. Mimi fué hacia el sefor Benoit, que estaba en un rincén del cuarto. — Bseuche usted — le dijo sehalando al mismo tiempo & Rodolfo. — Este caballero es la persona a quien esperaba ; haga usted el favor de no dejar subi nadie. — jAh1 — dijo el hostelero haciendo un gesto de desagrado. — Bien esta. Mientras Mimi confeccionaba 4 toda pri improvisada, sonaron las doce de la noche. — Vaya — pensé Rodolfo. — Gracias 4 Dios ; el 418 de abril ha transcurrido : he doblado el cabo de las Tormentas. Querida Mimi — afiadié en voz alta Rodolfo yendo hacia la joven, estrechandola entre sts brazos y dindole un beso en la nuca. — No era posible que ime pusiora usteil en Ja puerta; tlene usten la protu~ berancia de la hospitalidad. una cena XL UN CARE DE LA BOHEMIA He aqui por qué serie de circunstancias, Carolus Barbemuebe, publicista y filésofo, platénico, ingresd en la bohemia 4 la edad de veinticuatro anos. Por aquel tiempo, Gustavo Colline, el gran filésofo, Marcelo, el gran pintor, Schaunard, el gran musico y Rodolfo, el gran poeta, como ellos se lamaban, unos 4 otros, concurrian con regularidad al café Momus en donde los conocian con él nombre de los cuatro mosqueteros, porque se les vefa siempre juntos. En efecto, venian y se iban juntos, jugaban juntos, y algunas veces no pagaban juntos, siempre con una precision de conjunto digna de la orquesta del Conservatorio. Para reunirse habian escogido una sala donde cuarenta personas cabian muy 4 gusto; pero se ha~ Iaban siempre solos por que acabaron por hacer de aquel lugar un sitio inaccesible para los parro~ quianos. En cuanto 4 los consumidores de paso que se metian, por ignorancia, en aquel antro, sin pérdida 216 ESCENAS DW LA YIDA pOWEMIA de momento eran victimas del feroz earteto y cas siempre se marchaban sin concluir Ja lectura dol periddico 6 sin acabar el café; los nunca oidos afo- vismos acerca del arte, del sentimiento, de Ja ceo nomia politica, echaban 4 perder las bebidas. En lin, tales e ran las convarsasi mas de las enal 6 que cl mozo afeeto & su servicio so volvié tonto, on la flor de su edad. Atal punto Hegaron las cosas que el dneio dei café perdié la paciencia y af fin subié una noche a la sala de los bohemios y con la mayor gravodad los expuso sus quejas, que eran estas : 4.° Monsicur Rodoifo se presentaba en el eafé st pri- mera hora, 4 desayunarse y so Hevaba 4 susala todos jos periédicos del establecimiento; extremaba su exigencia hasta el punto de incomodarsecuandocneon- traba rotas las fajas; por lo que los demas parro- quianos, fallos de la prensa se quejaban en completa, ignorancia de los acontecimientos politicos. — La sociedad Bosquot apenas conoeia los nombres de los minisiros del aitimo gabinete. Monsieur Rodolfo habia hecho que el café se sus- cribiera al periédico titulado ZU Castor, del que era redactor jefe. Al principio el ducho del estableci- miento no queria suseribirse, pero como Monsieur Rodolfo y sus amigos daban voces pidiendo ; « HL Castor ! » ;tréiganos usted « El Castor »! algunos parroquianos, movidos por la curiosidad, acabaron por pedir también al mozo £1 Castor. Por consi- guiente, hubo que suscribirse 4 HI Castor, érgano de la sombrerorfa, que se publicaba una vez al mes, ornado con una viliela y enriqueeido econ un articuto de filosofia, por Gustavo Golline 5 articulo inserto en Ja seceién de Variedades. ESCENAS DE LA VIDA BOHEMIA 277 2.° Bl susodicho sehor Golline y su amigo reposan de sus trabajos intelectuales j desde Ia diez. de la mafana hasta media noche como el establecimiento no tiene més que wm de chaquete todos los otros parroquianos se ven on Ja absoluta imposibilidad de distraerse con este juopo. Si algan mozo se acerca & los acaparadores en de manda de dicho tablero ostos contestan : — 2El chaquete? esta ocupado; diga usted que vuelvan mafana. Por consignionto la sociedad Bosquet se halla reducida & contar cuentos 6 jugar 4 la brisca. 3.° Monsicur Marcelo, olvidéndose de que el café es un sitio publico se ha permitido instalar en él su caballete, la caja de colores y todos los instrumentos de su arte. Extrema su inconveniencia hasta el punto de traerse modelos, de yariados sexos. Lo que pucde perturbar las costumbres de ia refprida sociedad Bos~ quet. 42° Siguiendo el ejemplo de su amigo, el seior Schaunard habla de transportay su piano al café y desde luego ha hecho cantar en éste un coro de su sinfonia Influencia del azil en las artes. Ms aim : el sehor Schaunard ha introducido en el farol que sirve de muestra al café un transparente en el que se lee. gando al ebadiote CURSO GRATUITO DE MUSICA VOCAL 1 INSTRUMENTAL PARA USO DE AMBOS SEXOS Dirigirse al mostrador. 278 ESCENAS DE LA VIDA BOHEMIA Lo que da lugar & que el mostrador se halle age. diado por la noche de personas que IHegan 4 infor~ marse de « por dénde se entra ». Ademds, el seior Shaunard da cita en el café 4 una seiora que se llama Eufemia ‘Tintorera y & la que siempre se le olvida el sombrero. Asi, el sefior Bosquet junior ha manifestado que no pondré més los pies en un establecimiento donde se ultraja de este modo 4 la naturaleza. 5.° No contentos con hacer un gasto moderadisimo estos sefiores han tratado de moderarle mas. Con pretexto de que han sorprendido el moka del esta~ blecimiento en adulterio con la achicoria, se han traido una maquinilla de espfritu de vino y se hacen ellos mismos el café, trayéndose también el aziicar de fuera, 4 bajo precio; lo que constituye un agravio la casa. 6.° Porvertido por los discursos de estos caballeros, el camarero Bergamt (asi Hamado & causa de sus patillas) olvidando su humilde nacimiento y contra toda moderacién ha osado dirigir 4 la sefora del mostrador unos versos exciténdola al quebranta- miento de sus deberes de madre y de esposa. En el desorden del estilo se nota que los versos estin escritos bajo la perniciosa influencia de M. Rodolfo y. su literatura. Por consiguiente y 4 pesar de sentirlo mucho, ol director del establecimiento se vefa en la necesidad de rogar 4 la sociedad Colline que buscase otro café donde asentar sus conferencias revolucionarias. Gustavo Colline, que era el Cicerén de Ia partida, tomé la palabra y 4 priori demostré al duefio dol eafé que sus quejas eran ridiculas y carecian de fan- damento ; que le dispensaban grande honor al elegir ESCENAS DE LA VIDA BOHEMIA 219 su casa para convertirla en hogar de la inteligencia ; que si ellos y sus amigos se marchaban se arruinar el establecimionto, elevado por ellos 4 la categor do café artistico y literario. — Pero — objeté el amo del café — ustedes y los que vienen 4 verlos hacen muy poco ga: — Esta sobriedad de que usted se qu Colline — demuestra Ja pureza de nuestras costum- bres. Ademas, en usted esté el que hagamos mayor gasto; bastard con que nos abra usted una cuenta, — Nosotros suministraremos el libro registro — dijo Marcelo. El cafetero se hizo al sordo eglas indirectas y pidié algunas aclaraciones a ‘proposito de la ineen- diaria carta que Bergami habia escrito 4 su mujer. Acusado Rodolfo de haber servido de secretario en aquella pasion ilicita demostré con vivacidad su inocencia. — Ademés — afadié — Ia virtud de esta sefiora constituye un muro que... — ; Oh! — dijo el cafetero, con sonrisa de orgell — mi mujer se ha educado on Saint-Denis. En una palabra, Colline acabé por envolver al cafo- tero en los plieguos de su elocucneia insidiosa y todo se arregld mediante la promesa de que los cuatro amigos no se harfan el café ellos mismos, que el establecimiento recibiria en lo sucesivo LE Castor gratis; que Eufemia Tintorera se pondria sombrero; que el chaquete pasaria 4 la soci iad Bosquet los domingos, de doce 4 dos de la tarde y sobre todo que no pedirian nada 4 crédito. Todo fué bien durante algunos dias. La noche vispera de Navidad, es decir Nochebuena, los cuatro amigos Megaron al café en compaiia do 0. ja — repaiso 280 ser ‘AS DE LA VIDA BOHEMIA sus respectivas esposas ; Ia sehora Musette, la sefio~ vila Mimi (nueva amante del posta Rodolfo, criatura adorable enya rnidosa voz teafa Ia sonoridad de los timbales) y Femia Tintorera, con sombrero. No fal taba mas que la sefiora de Colline, que se habia que- dado en casa, como de costumbre, ocupada en poncr comas en los manuscritos de su esposo. Después del café, que por extraordinario fué acompaiiado de escolta de copitas, pidieron un ponche. Poco acos- tumbrado 4 taies procedimientos el mozo dejd que le itieran la orden. Femia pareefa oxtasiada ante el Injo de beber en copas. Marcelo disputaba con Musette 4 propésito de un sombrero, enyo origen Je parecia sospechoso. Mimi y Rodolfo, aun en la Inna de mil de su unin, conversaban sencillamente con los ojos alternando este didlogo mudo con los besos. En cuanto @ Colline, iba de una mujer 4 otra dicién- doles toda Ia serie de galanterias de pacotilla que se habia aprendido de memoria tomandolas de la colec- cién del Almanaque de las Musas. En tanto que esta alegre compaiia so entregaba al juego y 4 Ja risa, un ipersonaje extratio) sentado en unrineén do la sala, @ wna Mesa aislada, obser- vaba el animado espectdculo que tenia higar en presencia, mirdndolo con ojos de expresién igual- mente extraha. Unos quince dias hacia que aquel hombre se sen- taba en el mismo sitio todas las noches; entre todos los parroquianos era el anico que habia podido resistir el estrépito de los bohemios. Las latas mas pesadas no Je habian hecho mella alguna; alli se estaba toda la noche, fumando en pipa con regn- laridad matemétiea, fija la mirada como si guar- dase un tesoro, y aguzido el oido para que no FSCENAS DELA VIDA BOTTRMIA aR4 se le escapara nada de Io que.se decia en torno suy Por lo demas, parecia de buen caracter y de diner pues posefa un reloj amarrado con cadena de oro. f una ocasién observé Marcelo que aquel desconorii cambiaba un luis para pagar al camarero, Dosile on tonees los cuatro designaron este hombre del lui con el diclado de « el capitalista. » De pronto, Schaunard que tenia muy buena vista, observé que estaban vacios los vasos, jCaramba! — exclainé Rodolfo — esta noche ox Nochebuena : nosotros somos fieles cristiano; hay que celebrarla, Si, hombre, sf — afiadio Maxcelo — pidamos cosas sobrenaturales. — Coline — dijo Rodolfo — llama al mozo. Colline tiré con frenesi del cordén de la campa- nilla. = 4Qué tomamos? — dijo Marcelo. Colline hizo una reverencia y con rendido ademin repuso : — A estas senoras corresponde la eleccién de mate- rias y la ordenacién de su consumo. Yo — dijo Musette castateando con Ia longua en la boca — yo tomaria champana. — ¢Bslis loca? — exclamé Marcelo. — ; Champana! En primer lugar, eso no es vino. — Pues que no lo. sea; a mi me gusta: hace rnido. — Ami — dijo Mimi acariciando 4 Rodolfo con Ia mirada — me gusta mds el beaume (1) en an cestito. — @Has perdido el juicio? — dijo Rodolfo. ~— No, no lo he perdido; quiero perderlo — con- lesté Mimi en quien el beaume ejercia particular (¥ Variedad det borgona tinto (N. del T.) 282 ESCENAS DE LA VIDA BOHEMIA influencia. Su amante se qued6 patidifuso ante las palabras. | ; ayo dijo Femia rebotando en el oliistico divin — quisiera « perfecto amor (1) ». Es muy bueno para “oe eld con vor nmsal nas vans palabras que hicieron rebotar mas 4 Femia. ; — Vaya — dijo entonces Marcelo — hagamos ci mil francos de gasto, una vez por casualidad. _— Ademas — aiadié Rodolfo — el mostrador se queja de que no gastamos casi nada : dejémosle mee o ee, aio Golline — entreguémonos 4 un espléndido festin. Ademas, debemos la més pasiva obediencia & estas seforas; el amor vive de Ja ebse- quiosidad; el vino es el jugo del placer; el plac constituye el deber de la juventud; las mujeres son flores; hay que regarlas. Reguemos, reguemos... i 1 ;mozo! in yciendo esto Colline tiré del cordén de la campa- nilla, con una agitacion nunca vista. Ei mozo lego répido como wna centella. Cuando oyé hablar de champana y de beaune y de licores multiples, su fisonomia recorrié la eseala entera del asombro. — Siento una especie de vacuidad de estomago — dijo Mimi. — De buena gana tomaria una lonchita de jamon. anata — Y yo unas sardinas con manteca — dhadi Musette. . ; — Y yo unos rabanitos — dijo Femia — con un poquito de carne en derredor... 4) Un Vicor, evidontemenie: pero de nombre eapr na hallamos oy ninguna nomenclatara QW. del ©) ESCENAS DE LA VIDA BOHEMIA 283. ~~ jDigan ustedes claramente que quieren cenar! — exclamé Marcelo. — No estaria mal — repusieron las damas. —_ iMozo!— dijo gravemente Colline — suha usted lo necesario para cenar. El camarero estaba tricolor, de pure sorprendido Bajo lentamente, fué al mostrador yrefirié al dueio Jas extraordinarias cosas que acababa de oir. El cafetero se imaginé que era una broma; pero como volvié 4 sonar la campanilla subié él mismo y se dirigié 4 Colline, que le inspiraba cierta conlianza. Colline le explicé que deseaban celebrar la Noche- buena y que Suviera Ja bondad ordenar que se les sirviera lo pedido. Bl cafelero no contest nada; se marché haciendo nudos 4 su servilleta. Durante un cuarto de hora celebraron consejo él y su mujer y gracias 4 la edu: cacién liberal que ésta habfa recibido en Saint-Denis, Y que la inspiraba no poca inclinacién 4 las bellas artes y las bellas letras, resulté victorioso el dicta- men de servir Ja, cena, — En fin — dijo el marido — puede ser que, por una vez, tengan dinero. Mand6 al mozo que sirviera lo que Ie pidiesen y en seguida se abismé en una partida de baraja que estaba jugando con un parroquiano de los viejos. — jFatal imprudencia! Desde jas diez hasta media noche el camarero no hizo més que subir y bajar las escaleras. A cada ins~ tante le pedian algo. Musette se hacia servir 4 la inglesa y cambiaba de cubierto 4 cada bocado; Mimi bebia de todos los vinos y en todos los vasos ; Schau- nard sentia en la garganta un Sahara siempre seco ; Colline lanzaba miradas como cohetes incendiarios 28h ESCENAS DE LA VIDA WOWEMIA yal mismo tiempo quo moriia la servilleta pelliz~ caba la pata de la mesa pensando que era ta rodilia, de Eufemia, En cuanto 4 Marcelo y 4 Rodolfo no per- dian los estrihos de la sangre fria y no sin inquietnd estaban viendo que se acereaba la hora del desenla Fl hombre extrafio contemplaba la escena con curiosidad seria : de eaando en cuando abria la boca, como si fuera 4 sonreirse; y luego se ofa un-raido semejante al de una ventana que chirria al cervarse. Era el hombre extraho, que se refa por dentro. ‘A las doce menus cuarto de la noche Ja sefora del mostrador mandé la cuenta; subia 4 la exagerada altitudde 25 francos 75. — Veamos — dijo Marcelo — vamos 4 sortear quién tiene que entenderse con el amo. La co: es grave. Cogieron un juego de dominé y cada uno alzd una ficha; la de mas tantos perdia. — La suerte designé desgraciadamente & Schaunard por ministro plenipotenciario. Bra éste tan buen mt- sico como mal diplomatico. Llego al mostrador jus- tamente cuando el cafetero acababa de perder la partida con el viejo cliente, Humillado por aquella pérdida, Momus estaba de un humor detestable y desde las primeras palabras de Schaunard entré en violenta ira. Schaunard tenia un cardeter deplorabl contest6 con insolencias de repeticién. Envenonése la disputa y el cafetero subié 4 la sala donde estaban los comensales, amenazando conque no dejaria salir 4 nadie mientras no le pagaran. Colline traté de intervenir con su elocuencia moderada ; pero el cafo~ tero se fijé en que Colline habia desecho un pedazo de servilleta convirtiéndolo en hilas; de manera que on vex de apaciguarse el cafelero se alboroto en esc AS DE LA VIDA HOMEMIA BRS. grado si perlativo, Hegando & poner profana many on el paleto avellana dol Alésofo y en Jos abrigos de. ias damas. Cruzése un. fuego graneado de injurias cut, bohemios y el duofio del ostablecimiento. Las tres mujeres conversahan tranquilamonte ie amorios y modas. x EL personaje extrao salié de su impasibilidad ; poco & poco se levanté, did un paso, ineww dos ¥ siguié andando como una porsona natural; so aceres al cafotero, le Hamé aparte y le hablé en vor baja. Rodoifo y Mareelo seguian con la vista aquel didiogo. Por dltimo el cafetero se marché diciendo al hombre extraio : - _ 7 Gieriamente, consiento, si, senor Barbemuche ciertamente : arrégiese usted con ellos. Hi soir Barbemuche se yolvié a su mosa, cogis e 1 sombrere se lo puso, d ombrero, modia vuclta 4 la derecha y en tr pasos ego 4 donde estaban Rodolfo y Marcelo, se descubrid elegantemento, salads con movimiento de cabeza & los hombres y con una reverencia 4 las sehoras. sacé el paiuclo, se limpié la narix y to- mando la palabra con voz timida dijo : — Dispensen ustedes, senores, la indiscrecién en que estoy ineurriendo. Hace mucho tiempo que ardo en deseos de relacionarme con ustedes, pero hasta ahora no habia encontrado ninguna ocasién propicia. éMe permiten ustedes que aproveche osta que se me ofrece hoy? iComo no! al desconocido, Rodolfo y Marcelo saludaron sin decir palabra. La oxeesiva delicadeza de Schaunard estuve & punto de echarlo & perder todo, contesté Colline, que veia venir 286 ESCENAS DE LA VIDA BOHEMIA — Permita usted, sehor mio — dijo Schaunard — usted no tiene el honor de conocernos y las conve, niencias so openen 4 que... gHace usted el favor cle darme un poco de tabaco, para Henar la pipa?... Por lo demés, aceptaré el parecer de mis amigo. — Sefores — afadié Barbemuche — soy, lo mismo que ustedes, un diseipulo de jas bellas artes. Tal como he podido comprenderlo al oir sus conver- saciones tenemos iguales gustos; asi me seria suma mente grato que me incluyeran ustedes en el namero de sus amigos y me agradaria infinito encontrarlos aqui por las noches. Bl propietario del estableci- iiento es un bruto : pero le he dicho dos palabras y, en consecuencia, son ustedes libres de retirarse cuando gusten. Me atrevo 4 esperar que no me nega~ ran ustedes Ios medios. de encontrarles en esto sitio, y que aceptaran ol insignificante servicio que... Bl rubor de la indignacién subié al rostro de Schaunard. . — Especula con nuestra situacién — dijo Schau- nard — no podemos aceptar eso. Ha pagado la cnenta nuestra voy 4 jugarle los veinticinco francos al billar y le daré tantos de ventaja. Barbemuche acepté la proposicién y tuvo la cor- tesia de perder. Aquel rasgo le granjed las simpatias de la bohe Se separaron déndose cita para el dia siguiente. — De esta manera. — decia Schaunard @ Marcelo — no Je debemos nada; nuestra dignidad esta 4 salvo. — Y asi podemos exigir otra cena — afadié Co- line. ala de aquel fieltro hiperfisico. XI UNA RECEPCION EN LA BOHEMIA La noche an que pagé de su bolsillo particu cuenta de la cena bohemia, Carolus se las compuso de modo que le acompahara Gustavo Colline. Desdo que asistia las reuniones de los cuatro amigos, Ca~ rolus so habia fijado principalmente en Colline y ya experimentaba simpatia por aquel Sécrates «de quien mas tarde « el habia de ser el Platén. » Por esto le eligi desde luego por introductor en el cendculo. De paso, Barbemuche invité 4 Colline & tomar algo on un café que aun estaba abierto. No solo rehusé Col- line sino que anduvo més de prisa, calandose el sombrero hasta los ojos y ocultando la cara bajo el — 4Por qué no quiere usted que entremos aqui? — dijo Barbemuche insistiendo con una cortesia con una cortesia de — Tengo motivos para ello — repuso Colline. — En eso establecimiento, en su mostrador, hay una seora que se ocupa mucho en ciencif’s exactas y no Podria yo menos de tener con ella una discusién 388 ESCENAS DE LA VIDA BOHEMIA Cuando regresaron 4 casa por Ia noche, muy tarde, Coline, que desempeé durante el dia las funciones de tesorero, manifesto que se le habia olvidado gastar seis francos ; y deposit6 aquel remanente en- cima de la mesa. — j¥ qué vamos 4 hacer con eso? — pregunts Marcelo. — Si lo invirtiéramos en renta del Estado, Schaunard, dijo xvi 7 EL MANGUITO DE FRANCINE i Entre los verdaderos bohemios de la verdadera bohemia conoci en otros tiempos 4 un muchacho lla~ mado Santiago D...; era escultor y tenia talento que prometia egar 4 la celebridad. Pero la pobreza no lo dié tiempo de cumplir sus promesas : murié exte- nuado en marzo de 4844, en el Hospital de San Luis, sala de Santa Victoria, cama numero 14, Conoci 4 Santiago cuado yo también estaba en el Hospital, reclufdo por larga enfermedad. Como he dicho, Santiago tenia gran talento y sin embargo no lo parecia. Durante los dos meses que la muerte le estuvo meciendo en sus brazos, nunca le of quejarse, nj lamentarse de la ridicula manera que suelen em— plear los artistas incomprendidos. Murié sin amane~ ramiento, haciendo la horrible mueca de los agoni- zante. Me recuerda esta muerte una de las escenas mas atroces de cuantas he presenciado en aquella hospederfa del dolor humano. Guando murié el des- venturado, se presenté su padre 4 reclamar el cuerpo 390 BE LA VIDA BOITUSTA y estuvo rogateanilo largo rato el pago de lo que la Administraciéa (lel Hospital le reclamaba: 86 fran- cos. Regated también el coste de la ceremonia reli giosa, con tanta insistencia que por Gilimo le reba- jaron seis francos. Al meter el caddver en la caja ol enfermero quité la mortaja, que perteneefa al Hos- pilal, y pidié 4 uno de los amigos del difunto el im porte de otra mortaja. El amigo en euestién, un infeliz que no tenia un cuarto, fué en busea del padre de Santiago & quien expuso el caso: pero el padre se alboroté deira clamando por que le dejaran en paz. Asistia 4 la escena una hermana de la Caridad y al oir las exclamaciones de aquel deseastado avaro, miré al cadaver y con candida espontaneidad dijo : —- | Oh! sefior! gComo sera posible enterrarlo de esin manera? El pobrecito... A lo menos pénganle una camisa, para que no se presente desnudo ante Dios. El padre dié enionces cineo francos para comprarle una camisa, pero encargan‘lo que fueran 4 comprarla en una prenderia de ia calie de la Grange-aux-Belics, donde venian ropa blanca de lance. — Asi costar menos — oxplicé el padre. Aqueila crueldad paternal me 1a explicaron algo mas tarde diciéndome que este senor estaba furioso porque su hijo se habia dedicado 4 las Bellas Artes y que no se apaciguaba ni aun ante el caiiiver. Pero me he alejado demasiado de Francine y de su manguito. Vengamos al asunio. Francine habia sido la primera y finica amante do Santiago ; y no se ira- iaba de un viejo, puesto que apenas tenia veintitrés afos cuando iban 4 enterrarle desnudo. El mismo Santiago me refirié aquellos amores, halldnidose él enel numero 44 y yo enel 46 de la cilada sala de escaen SDE LA VIDA BOREMIA 304 Santa Victoria — un fefsimo rincén para mori ‘Ab! por cierto, lector; antes de comenzar osie relato, que seria bonito si acertara, 4 contarlo oo me lo conto mi amigy, permiteme fumar ana pip: esta de barre que me regalé dicho joven al morir, cl mism» dia en que el médieo Jo prohibié fumar sin embargo, por la noche, cuando cl enfermor: ormia, mi amigoSantiago me pedia prestada ia pipa y un poco de tabaco : j se aburre une tanto on estas grandes salas, de noche, cuando no puede uno dormir y se siente tan malo! — Una 6 dos chupadas — me decia. Yyo le dejaba Ia pipa, y la hermana de la caridad. sor Genovova, se hacia la desentendida del humo cuando pasate, en servicio de ronda — ; Ah, buena hermana! ; Qué bondadora ora y cudn bella estaba cuando se acer~ caba para echarnos agua bendita! La veiamos venir 4 distancia, andando suavemente, por Ia galeria de hovedas ohseuras, tocala con el blanco velo, linda~ mente plegado, que Santiago adimiraba. j Ab, la buena hermana ! Era ia Boalriz de aquel infierno. Tan dulces eran sus consuelos que siempre nos quejéba~ mos para que se acercase & consvlarnos. Si mi amigo Santiago no se hubiese muerto, un dia de nieve, hubiera esculpido una estatuita de ia Virgen para que la buena sor Genoveva la pusiera en su celda. UN Lxcron. — Bueno. ¥ del manguito gqué tene~ mos? Orwo Lucrow. — Yde Ja setiorita Francie gqué hay? Primex Lecron. —No es muy aiegre que digamos, la historieta. Srauxno Lecron, — Veremos on qaé para. Perdonen ustedes, sefores : la piya de mi amigo 392, ESCENAS DE LA VIDA BOHEMIA Santiago es la causante de esias digresiones. Ado- mas, no he prometido yo referir cosas divertidas, exclusivamente... No todo es alegre en la bohemia. Santiago y Francine se conocieron en una casa de a calle dela Tour d’Auvergne, en la que coincidieron al aquilar una habitacién eada uno en el trimesire de Abril. El artista y la joven permanecieron ocho dias sin entablar relaciones como vecinos, de esas que son casi obligadas cuando se vive en el mismo descan- sillo de escalera. Sin embargo, aun sin haberso hablado una palabra, sabia Francine que su vecino era.un pobre diablo de artista y Santiago sabia que su vocina era una costurerilla que habia dejado la casa paterna por no sufrir los malos tratos de una madrastra. Hacia prodigios de economia para atar cabos, como suele decirse; y como no conocia los placeres tampoco los echaba de menos. He aqui cémo Hegaron 4 pasar ambos por la comin ley de los tabiques medianeros. Una tarde del mes de Abril, Santiago regresé 4 su casa cansadisimo, sin haber comido nada desde por la mafana, sumamente triste, con una de esas tristezas vagas que no tienen causa precisa y que se apoderan de uno cuando menos se espera, especie de apoplejia del corazén a la que esldn muy predispuestos los desgraciados que viven solitarios. Santiago, que notaba como iba asfixidn- dose en su estrecha celda, abrié a ventana para que entrara un poco de aire, El atardecer era hermoso : una maravillosa puesta de sol cuyos rayos desplo- gaban melancélicas tonalidades por las colinas de Montmartre, Santiago permanecié en la yentana, pensativo y escuchando las armonfas primaverales que revoloteaban en la apacibilidad de aquel ano- ESCENAS DE LA VIDA ROHEMIA 393 checer, y que Ie entristecian mas y mas el espiritu. Vid que pasaba volando un cuervo, yal verlo se acordé de aquelias aves que 4 Elias, el piadoso ere- mita, le Hevaban el pan con que se sustentara; y entonces se hizo la reflexion de que ya no eran tan caritativos los cuervos. Después, acabéndose do aburrir, cerré la ventana y corrié las cortinas. Como carecia de aceite para su luz encendié una tea de resina que conservaba como recuerdo de un viaje a la Cartuja. Y cada vez mas disgustado, se puso & fumar una bien apretada pipa. | — Por fortuna — pens6 — tengo tabaco suficiento para la oeultacién de la pistola. ; Preciso era que el tedio revistiera excepcionale: proporciones para. que Santiago pensara en esto de encubrir la pistola. Era un recurso al que apelaba solamente en los casos graves. ¥ le salia bastante bien, por regla general. El procedimiento consistia en lo siguiente. Se ponia 4 fumar tabaco en el que previamente echaba unas cuantas gotas de léudano. Continuaba fumando hasta que la. densidad del humo en la habilacion Hegaba 4 ser lo bastante espesa para ceullar 4 la vista una pistola que ostaba colgaia de un clavo en la pared. Era cuestin de unas diez pipas. Cuando ya no se veia, absolutamente, la pistola, sucedia que por efecto del mismo humo, de tabaco y de liudano, Santiago se quedaba dormido; y solfa suceder también que la tristeza se le iba tan pronto como empezaba algin ensueho. Pero aquella noche se le acabé & Santiago el tabaco antes de que fuera invisible la pistola. A todo esto, y como contraste de lo que Te aconte~ cia 4 Santiago, estaba muy contenta Francine ; volyia su casa muy alegre y con tanta razon para ello

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