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El margen y la frontera como metáforas de complejidad:

transdisciplinariedad y pensamiento líquido; más allá


de las fronteras de las disciplinas
Juan E. Marcano Medina

Buenos días a todas y todos. No puedo dar comienzo a mi ponencia sin


brindarle mi agradecimiento primero a la Universidad Autónoma de México, a La
Facultad de Psicología, pero muy, muy especialmente a la Dra. Graciela Mota por la
invitación que me hiciesen a acompañarlos en esta mañana como el conferenciante
principal de este encuentro académico. En segundo lugar quiero agradecerles a todas
las personas que me han recibido durante estos días que estado aquí en esta gran
ciudad por el fraternal afecto con que he sido acogido.
En esta mañana tengo la responsabilidad de hablarles sobre temas que por su
propia naturaleza compleja no conceden el que se les pueda aprehender en su
totalidad, porque se nos escurren, como el agua, entre las manos. Su naturaleza
hidráulica hace que se nos resbalen y se declaren en constante fuga de nuestro
entendimiento.
Consecuentemente, discursar sobre temas como la complejidad y la
transdiciplinariedad es una labor que de entrada les advierto no podemos pretender
nunca dar por terminada y que, por el contrario, nos quedará siempre incompleta,
además de un tanto desmenuzada y esparcida, al igual que las migajas de pan en la
mesa luego del desayuno.
Por ende, dada la naturaleza de estos temas y la manera en que en esta mañana
les daremos tratamiento, exigirá de parte de ustedes el tener que junto a mi darle
cierta forma a mi discurso. Tendrán ustedes que articular y elaborar a partir de mis
palabras algún tipo de imagen más o menos acabada de mi acercamiento a estos
temas. Les estoy invitando, pues, a interpretar mi disertación como “observadores
participes” de este encuentro.

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El nuestro será un ejercicio en la complejidad. Colaboremos en el proyecto de
construir un entendimiento colaborativo de los temas en cuestión. Lo que les
propongo no es distinto a lo que hacemos cuando leemos, por ejemplo, un poema; el
poeta deja el espacio abierto para que cada uno interprete el poema a su antojo,
dándonos la libertad para que nos apropiemos de sus palabras y las hagamos
nuestras; encontrando así su significado conforme a nuestras propias realidades. Así
mismo les pido que hagan ustedes acopio de mi alocución en esta mañana.
Precisamente, dice el poeta argentino, Roberto Juarroz, en un escrito sobre el
lenguaje, complejidad y transdisciplinariedad, que el mejor y más puro ejemplo de
lenguaje transdisciplinario se encuentra en el arte y especialmente en la poesía. Según
Juarroz, para la poesía la realidad es infinita y por ello siempre trata de exceder sus
propias limitaciones. El lenguaje poético, por tanto, se nos presenta como un
instrumento que sirve para rebasar e ir más allá de los límites mostrando nuevos
caminos y espacios. La poesía nos sirve como herramienta de descubrimiento y
aprendizaje.
Que mejor entonces que el recurso poético de la metáfora, al cual hace
referencia el título de mi ponencia, para que nos sirva precisamente, de transporte,
para nuestra travesía por los caminos de la complejidad y de la transdiciplinariedad.
El vehículo de la metáfora nos llevará del terreno de lo familiar al territorio de lo
desconocido.
Iremos, pues, al encuentro del margen y de la frontera, porque allí
encontraremos las palabras que nos faltan para describir y comprender mejor el
mundo en el cual vivimos y la complejidad de aquello que denominamos lo Otro.
Una vez allí nos informaremos además sobre la naturaleza de la transdisciplinariedad
como método de estudio de dicha complejidad.
Como parte de los preparativos para nuestra travesía por estos espacios quiero
incluir en nuestro equipaje el elemento de la esperanza. La esperanza nos acompañará
para darnos cierto apoyo emocional durante nuestro recorrido por los parajes de la
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complejidad y de lo desconocido. Como veremos la esperanza es un elemento
imprescindible en este tipo de aventura. La misma saldrá a nuestro encuentro por
diversos parajes de nuestro recorrido. Porque ella se encuentra, precisamente en los
márgenes de nuestra realidad, en la frontera entre lo real y lo aparente, entre lo
conocido y lo desconocido, entre la razón y la locura. En fin en los márgenes de la
desesperación misma encontraremos, increíble y maravillosamente, el factor
“esperanza”; factor imprescindible para la supervivencia emocional de la humanidad.
Recordemos, como nos indica la sabiduría popular, que la esperanza es lo
último que se pierde. Y es que justamente, la esperanza, por su propia naturaleza,
reside allí en el margen, en la frontera de la vida humana, en los bordes, en los
abismos de nuestras existencias. Ello es así, porque como sabemos, aun frente a un
gran desafío, aun en el borde mismo del abismo, sentimos y tenemos esperanza. Lo
que sucede, lógicamente, es que si pierdo la esperanza me pierdo, me voy precipicio
abajo, o peor aún el abismo se me viene encima.
¿Cómo comprender este fenómeno de la esperanza? ¿Cómo habremos además
de darle explicación y a su vez transmitir esta explicación, por ejemplo a un auditorio
lleno de alumnos? Como veremos más adelante. No hay otra manera de mirar este
fenómeno sino desde su complejidad misma, transversalmente. A la esperanza habré
que observarla desde el abismo, desde abajo. Como ya les platicaré más adelante, el
pensamiento líquido es parte de la estrategia intelectual que propongo para confrontar
la problemática social que experimentamos, tanto en nuestra vida como académicos
y como también en nuestra vida cotidiana.
Pero dejemos el asunto de la esperanza al margen, sin olvidar que lo marginal
es muchas veces más importante que lo central, y pasemos a estipular la intención
primordial de mi ponencia. Tal como sugiere su título, mi propósito es jugar con la
metáfora del margen, con la metáfora de la marginalidad, de la frontera y de la
liquidez, para mostrar la multiplicidad de significaciones hacia donde el pensamiento
complejo y la transdisciplinariedad tienen la capacidad de transportarnos, tanto
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teóricamente, como también en la práctica. Una vez nos adentremos metafóricamente
en el mundo fronterizo nos tropezaremos inmediatamente con temas tan complicados
y complejos como el Otro y con al Otredad a modo de ejemplificar lo que pensar
complejamente significa.
Les invito, pues, a que nos transportemos imaginariamente fuera del centro y
nos despeguemos de la idea de lo central. Daremos un paseo metafórico por los
bordes del conocimiento, por los costados del saber, para observar las verdades que
yacen por esos parajes, ocultas, como los secretos.
Pero antes de nuestro viaje, como buen guía turístico, tengo que brindarles un
dato etimológico que tiene el propósito de justificar el uso del recurso literario de
la metáfora del margen y de la frontera para presentar la compleja relación semántica
que esta tiene con la práctica de la transdiciplinariedad y con el pensamiento
complejo.
El dato etimológico es el siguiente; el significado cotidiano de la palabra
metáfora en el griego moderno es, precisamente; el de vehículo que hace mudanzas.
En otras palabras, “metáfora” es una especie de camión que nos trans-porta, que nos
traslada de un lugar a otro, llevándonos más allá. Pero, ¿a dónde nos lleva? ¿Más allá
de qué? La Metáfora nos trasporta más allá del centro, más allá del foro. Podríamos
decir incluso, que no lleva más allá del foco; fuera de ese “foco lumínico” que nos
inspira seguridad. O sea más allá de lo familiar. Ese centro o foco, en el contexto de
la ciudad le denominamos como plaza y en el hogar le decimos hoguera. Para
nuestros primitivos ancestros ese centro era la fogata. En nuestro imaginario sociao-
cultural el foco puede ser entendido como aquello que conocemos. Por tanto la
metáfora es un vehículo que nos traslada a lo desconocido.
Meta-forein es pues ‘trans-llevar’, ‘trans-poner más allá. Como dice Jacques
Derrida en su escrito, La Retirada de la Metáfora, a propósito del significado de
metaphorein y cito;

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Metaphora circula en la ciudad, nos transporta como a sus habitantes, en todo tipo
de trayectos, con encrucijadas, semáforos, direcciones prohibidas, intersecciones o cruces,
limitaciones y prescripciones de velocidad. De una cierta forma -metafórica, claro está, y
como un modo de habitar- somos el contenido y la materia de ese vehículo: pasajeros,
comprendidos y transportados por metáfora. (cierro la cita)

Como veremos, la metáfora del margen en su juego semántico con la idea de la


transdiciplinariedad, nos transportará más allá de lo conocido, de múltiples maneras,
testimoniando así la fuerza poética que toda metáfora posee, la cual reside en su
capacidad de multiplicar de forma ilimitada el significado "normal" de las palabras,
de modo que puedan llegar a describir, inclusive, lo desconocido.
Esta idea de la metáfora como vehículo de transporte encaja perfectamente con
mi proyecto de presentarles el margen y la frontera como lugares donde se nos facilita
el encuentro con la complejidad y que describe muy bien, como veremos, el tipo de
tarea académico, intelectual e investigativa que lleva a cabo todo aquel que pone en
practica la transdiciplinariedad. La transdisciplinariedad es un método para atravesar
cognitivamente espacios que muchas veces nos están vedados ya sea por ignorancia o
porque simplemente pertenecen a disciplinas contrarias a las que practicamos. La
transdisciplinariedad es fluida, es líquida y por tanto nos lleva, nos transporta hacia
otros conocimientos, o más bien hacia otra forma de conocer.
El mundo que nos rodea, o más bien la manera de nosotros mirar ese mundo
posee márgenes. De igual manera las disciplinas que hoy día dan cuenta de dicho
mundo también tienen sus centros, sus limitaciones y sus fronteras cognitivas. Más
allá de dichos límites, sin duda existe algo que muchas veces es desconocido, pero
que esta allí. Porque, en efecto parafraseando unas palabras del filósofo Martin
Heidergger, el borde no es solamente allí donde algo cesa, sino, como los griegos lo
conocieron, el borde es aquello a partir de lo que algo comienza.
Pero veamos en más detalle a dónde nos muda la metáfora del margen. Como
sabemos, el margen y la marginalidad han sido conceptos típicamente relacionados
con aquello que se encuentra apartado del centro, aludiendo así a aquello que esta

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separado, fuera, que no pertenece a, o que esta fuera de si. Así pues, el margen se
convierte en metáfora de separación, de alienidad, de enajenación. El margen es pues
metáfora de lo aislado, de lo relegado, de lo extraño, de lo lejano, de lo no familiar y
de lo raro. Lo marginal esta relacionado a su vez con aquello que viene de lejos, con
el extranjero, con el Otro, con el incomunicado, el olvidado, e incluso con aquel que
esta perturbado, trastornado, desequilibrado, con el loco.
El margen se relaciona también con lo contrario de aquello que es importante,
o fundamental; tornándose así en metáfora de lo superfluo, de lo insignificante o
cuando menos, de lo secundario; es decir de aquello que no nos debe importar mucho.
Al ser metáfora de lo insignificante también se torna en sinónimo de lo ordinario y
hasta de lo descartable.
Desde la sociología, la marginalidad ha sido identificada con la exclusión
social, con la pobreza, con la privación y con la indigencia. Por lo tanto, lo marginal
se entiende también como metáfora de carencia, de discrimen, de miseria. Como
metáfora de la exclusión el margen esta íntimamente relacionado con aquellos a los
que Galeano se refiere como los nadies en el poema, que lleva dicho título, LOS
NADIES. Los nadies son aquellos a quien también Galeano les llama los ningunos,
los ninguneados, los rejodidos, los que no son, aunque sean; a ellos y ellas se les
llama también los marginados, o sea los que viven al margen.
Ello implica que vivir en el margen es vivir una vida jodida. Se torna así el
margen en metáfora también de lo que está esta muy mal, de lo que esta jodido o lo
que ya se jodió. Porque la indigencia y la miseria son realidades bien jodidas. Resulta
extraña y complejamente raro, además, que sea bajo dicha situación, en los peores
momentos, en los momentos más miserables de nuestras vidas, o sea, cuando nos
encontramos al margen, desesperados diría el filosofo danes, Sorën Kierkegaard,
que sea allí donde audazmente se presenta con mayor fuerza el fenómeno de la
esperanza. Cuando peor están las cosas; en esos momentos es que el sentimiento de la
esperanza se activa con mayor fuerza y se hace sentir levantandonos el ánimo o al
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menos ayudándonos a sobrevivir. La esperanza es como un bote salvavidas. Como les
dije, la esperanza es algo que también esta al margen, es marginal, por eso la
encontramos justo al lado de lo que más jodido esta. Margen, miseria y esperanza se
entrelazan de maneras muy complejas.
Es preciso establecer para efectos de los fines de mi ponencia que no habría
forma de entender y de explicar el fenómeno de la esperanza si no es en y a través del
pensamiento complejo y la investigación del mismo desde una perspectiva
transdisciplinaria. Este es un fenómeno que carga dentro de si tantas contradicciones
que sólo una mirada compleja y transdisciplinaria podría develar algunos de los
enigmas que le dan vida a tan enmarañada emoción humana. Pero sigamos nuestro
recorrido metafórico. Al final, les prometo, regresaremos al tema de la esperanza a
modo de conclusión. La esperanza es en efecto la última de las fronteras que
visitaremos en nuestro recorrido.
Tomemos ahora el margen como sinónimo de orilla, de borde o frontera. El
borde y la frontera son metáforas de lo extremo y definen a su vez aquello que esta
dentro y lo que esta fuera, lo que pertenece o no, lo que esta lejos y lo que esta cerca.
Por eso toda frontera define a su vez lo que esta más allá. Así pues lo fronterizo es
también metáfora de lo inexplorado, lo desconocido, lo incógnito y lo recóndito. Las
fronteras son, por tanto, metáforas también de aventura, y de peligrosidad.
Existe, sin embargo, curiosamente un dato sobre el concepto de frontera que es
en extremo pertinente mencionar. Volviendo sobre lo que dice Heidegger sobre el
concepto del borde, en la frontera algo termina, pero también algo comienza. Las
fronteras separan, pero también son punto de unión. No olvidemos que fronterizo es
también sinónimo de colindante, de contiguo y por ende, de cercanía.
Y es que el vecino esta para sorpresa nuestra, también en la frontera. El vecino,
se encuentra en el borde que separa su patio del mío; es decir, el vecino esta en la
colindancia. Su patio colinda con el patio de mi casa, vivimos uno al lado del otro; el
vecino esta apartado solamente por el límite, por esa frontera que muchas veces es
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simplemente una línea imaginaria. O sea, aunque separado, el vecino esta realmente
próximo; el vecino es el prójimo, mi prójimo, mi semejante. Y si le agregamos una
pizca de cristiandad a nuestro ejercicio poético, entonces también debo añadir que mi
vecino es, por obra y gracia del Señor, mi hermano. Es decir el vecino, el Otro, ese
que no soy yo, es también parte de mi, es mi sangre, estamos hermanados.
Entre mi vecino y yo hay por lo tanto una correspondencia, una equivalencia, a
veces yo equivalgo a él y él a veces también equivale a mi. Pero igualmente el
prójimo no soy yo, sino que simplemente, se me parece, nos parecemos, porque, en
efecto, nos aparecemos en uno frente al otro.
Lo realmente complejo de todo este asunto reside en el hecho de que este ser,
el Otro, mi semejante, es también diferente a mí, distinto, desigual; o sea, él se me
presenta también como mi contrario, mi contraparte. Así pues, nos topamos con que
las ideas de lo desigual y de lo contrario están contenidas de una muy compleja
manera en la idea del prójimo.
Es decir, el extranjero, aquel que vive en el margen, mi vecino, es mi prójimo,
el Otro, es igualmente también mi contrario. De momento el Otro se muda de su
lejanía y pasa a estar inmediatamente cerca, pues se transfigura en mi hermano. El
Otro aunque que es tan igual a mí, como para que seamos fraternos, también se me
contrapone y por lo tanto, me es contradictorio. Pues me contra dice, el Otro me
cuestiona, su encuentro conmigo es un choque. Como diría el filósofo lituano,
Emmanuel Levinas, el Otro me confronta y demanda entre otras cosas, que le preste
atención. El Otro esta ahí para alterarme, para llamarme y solicitarme le tome en
consideración y que reconozca su existencia. El Otro me empuja a hacia él; o sea, me
empuja hacia la otredad.
Vemos como a la orilla al margen, en los costados de la frontera encontramos
al Otro y a la Otredad misma. En el margen, al lado de la marginalidad, también yace
la alteridad. La metáfora del margen nos ha transportado mágicamente en círculo,

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nos lleva de lo lejano a lo próximo, de lo apartado a lo inmediato, de lo conocido a lo
desconocido y de la Mismisidad a la Otredad.
¡Que maravilla! Extraordinaria complejidad la del lenguaje; complejidad de
los sinónimos y de los antónimos, complejidad de las dualidades donde los opuestos,
lo cerca y lo lejos, lo próximo y apartado, lo conocido y lo extraño se unen, se
entrecruzan, se abrazan como los amantes, para con-formar uno.
Nuestra travesía metafórica, que aun no termina, nos ha llevado a través de los
límites mismos de la realidad que la palabra margen posee en su significado inicial
abriéndose y bifurcándose, en su liquidez hacia nuevas realidades.
Creo que no hay ni tan siquiera que advertirlo, nos hemos topado con la
complejidad misma. De la propia frontera del margen surge el extraño, quien a su vez
se convierte en mi prójimo, se transfigura en mi hermano, para luego transmutarse en
Alteridad.
Y es que el lenguaje mismo, como bien lo sugirió el lingüista francés,
Ferdinand de Saussure es un complejo entretejido de significados que no cobran vida
ni existencia si no es en su relación solidaria con las demás palabras. Afirma de
Saussure que el significado y valor de cada palabra está en las demás, y que el
sistema lingüístico es, y cito; “una totalidad organizada, hecha de elementos
solidarios que no pueden ser definidos más que los unos con relación a los otros en
función de su lugar en esta totalidad”, (cierro la cita).
Solamente acercándonos al concepto de margen y a las ideas que de ellas
fluyen, desde y a través del pensamiento complejo, podemos descubrir, admitir y
aceptar como válidas, legítimas, la amalgama de nociones contradictorias que han
salido a nuestro encuentro en nuestra aventura. Habremos de construir nuestro
conocimiento sobre dichos fenómenos también de manera compleja. Ello es
aceptando la contradicción y la complejidad que son propias de las realidades que
emergieron durante nuestra travesía por los márgenes.

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Resulta claro que para dar cuenta de los fenómenos sociales por los cuales
hemos ido atravesando en nuestra aventura, para dar cuenta y explicar la
marginalidad, la otredad, la alteridad, lo fronterizo y la esperanza es necesario utilizar
la óptica de la complejidad. Ninguna de las disciplinas tradicionales por si misma y
en solitario puede confrontar las complejas realidades hasta aquí descritas haciendo
uso de la lógica positivista-cartesiana. ¿Qué haría la ciencia positivista con el
concepto de la esperanza? ¿Cómo observarlo y hacerle justicia al mismo? Me tendré
que sustraer de mi mismo y desnudarme de mi propio sentimiento de esperanza para
estudiar rigurosamente dicho concepto?
La óptica cartesiana positivista de la realidad me obligaría en primera instancia
a descartar y exiliar la complejidad en el análisis de todos y cada uno de los
fenómenos de hemos cubierto en nuestro recorrido. Me obligaría a convertir la
complejidad en algo invisible, con el fin de privilegiar la simplicidad. No admitiría
tampoco el auxilio de la poesía como herramienta investigativa o al menos no
admitiría al poeta como investigador ni al arte en general como herramientas
científicas. No permitiría que junto con mi poesía se entrelazaran mis sentimientos,
mis angustias y mis debilidades. La ciencia tradicional exigiría de mi parte total
asepsia a la hora de observar el fenómeno a ser investigado y un grado tal de
neutralidad y pureza objetiva que solamente dejando de ser humano lograría.
La ciencia tradicional nos obliga en efecto a mantener secuestrada nuestra
propia humanidad a la hora de investigar, obligando al sujeto al sujeto a silenciar
cognitivamente sus valores, sus sentimientos y su historicidad. Termina así
coartando la libertad.
El pensamiento complejo, sin embargo, abre el espacio para la búsqueda y
acumulación de conocimiento desde una óptica anti-reduccionista y humana. A través
de esta óptica humanista y compleja no sólo se pretende dar cuenta de la complejidad
del mundo, sino que se busca dar cuenta y comprender el entretejido de redes,

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procesos y multiplicidad de niveles de realidad que caracterizan nuestra vida como
seres humanos en el plano social y natural.
En efecto para el pensador Edgar Morin, conocer es una especie de aventura
cognitiva en espiral y que, como tal, demanda, y cito; “realizar sin cesar, círculos
concéntricos, donde el descubrimiento de un principio simple no es el término.”
(Cierro la cita).
Es en los movimientos concéntricos, transversales, a través y más allá de las
disciplinas y de sus métodos, en sus nexos y convergencias donde se supera la
simplicidad y el reduccionismo en el cual viven atrincheradas las disciplinas que aun
hoy viven ancladas en el pensamiento positivista.
Conocemos, como bien lo han planteado los grandes maestros como Morin,
que la complejidad de nuestro mundo demanda métodos y fórmulas de análisis
complejos, globales, dialógicos que vallan más allá de lo simple y que asuman la
complejidad como aquello que hay que comprender y no como aquello que hay que
superar. Mirar los objetos y los fenómenos aislados, cerradamente y no como
sistemas organizados complejamente, constituye, hoy no sólo una especie de ceguera
intelectual, sino que se ha convertido en una verdadera amenaza para la supervivencia
de nuestra especie.
La alternativa para curar la ceguera cognitiva que al día de hoy gobierna los
saberes y los gobiernos de los pueblos de nuestro mundo es la transdisciplinariedad,
porque ella intenta no solamente ir más allá de las disciplinas, sino que sugiere una
verdadera nueva forma de mirar y experimentar el mundo. En efecto, para el físico y
pensador rumano, Basarab Nicolescu, la transdisciplinariedad requiere una nueva
experiencia de vida, que demanda incluso una transformación de la persona, del
investigador, del científico orientada hacia un mejor conocimiento del ser humano y
la unidad del conocimiento. Se hace necesario también, según este pensador, la
creación de un nuevo arte de experimentar y de vivir en sociedad.

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Quiero ahora hablarles de la labor del investigador transdiciplinario haciendo
uso, por supuesto de la metáfora del margen que hasta ahora creo, nos ha producido
cierto margen de ganancias. Cuando en el título de mi ponencia hablo de las
fronteras de las disciplina, de la transdisciplinariedad como método y de
complejidad me refiero específicamente, en efecto, a las fronteras y a los márgenes
por donde transcurre, transita y se atraviesa el investigador transdiciplinario en su
quehacer investigativo.
La transdisciplinariedad representa un cambio radical de perspectiva teórico-
práctica en la investigación. En esencia esta perspectiva parte del reconocimiento
expreso de que la condición de fragmentación de las disciplinas y especialidades
académicas difícilmente conduce quienes poseen los conocimientos divididos y
fraccionados a reconocer y enfrentar la complejidad que caracteriza la realidad
humana. La misma reposa sobre actitud abierta y distendida del investigador, sobre
la plasticidad, maleabilidad y liquidez de su pensamiento lo cual le brinda la
capacidad de respetar los conocimientos diversos, tanto los académicos, como los
extra-académicos. La humildad intelectual, por tanto una característica definitoria de
la actitud transdisciplinaria. Esta es, en su fundamentalmente transcultural por lo que
exige la participación de todos, incluyendo todas las regiones del planeta, sus
tradiciones culturales, y la formación y experiencia profesional de la más diversa
índole.
Los conocimientos pertinentes para entender y explicar los problemas que
aquejan la humanidad en nuestros tiempos …no sólo están
Nuestra travesía por los márgenes no ha sido sino un viaje de encuentro con
aquello que esta más allá; con todo aquello que esta más allá de las propios márgenes
de lo real, más allá del margen que trazan los conceptos y lenguaje mismo; y sobre
todo, más allá de las disciplinas que indagan sobre la realidad del mundo humano.
La idea del ir más allá esta de hecho contenida en la idea del pensamiento
complejo y en la práctica misma de la transdiciplinariedad. Veamos. Concretamente,
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ir más allá de las disciplinas requiere legitimar tanto el paradigma del pensamiento
complejo y la transdiciplinariedad como método. Lo cual a su vez significa enfrentar
y superar a fragmentación los paradigmas del conocimiento disciplinario. Ello
implica muchas veces confrontar los poderes disciplinarios. Ello, como bien sabemos,
no es tarea simple, porque el mero hecho de sugerir que las disciplinas no pueden
realmente dar cuenta eficazmente de aquello que pretenden explicar constituye de por
si una provocación.
Al ser así, la investigación transdisciplinaria se labora tanto desde dentro de las
disciplinas como también muchas veces al margen de las mismas con la intención
principal de ir más allá de ellas. Ciertamente esta es una Y por lo tanto la misma se
práctica marginal. Regresamos aquí, como ven, nuevamente, a la metáfora de la
marginalidad.
Siendo la transdiciplinariedad por definición marginal, es por iguales razones
fronteriza. Y por lo tanto a muchos académicos dentro de las disciplinas tradicionales,
les parece algo muy extraño, tan extraño como el extranjero, tan diferente como el
forastero, tan temible como lo desconocido. La transdiciplinariedad es vista por
muchos como algo foráneo.
La transdisciplinariedad se forja en las fronteras del saber. Es decir, la
transdiciplinariedad junto con el pensamiento complejo se sitúan en un lugar que
quizás aun no esta enteramente dibujado, en un espacio indefinido y que tal vez no
precise nunca definirse del todo, ya que como reclama Edgar Morin, se caracterizan,
precisamente, por la incertidumbre, la indeterminación y su irreductibilidad.
Los problemas complejos no admiten reduccionismos baratos y
simplificaciones tontas, ni tampoco el que se le miren con miradas totalizadoras. Por
el contrario, los problemas complejos pueden ser solamente observados desde una
óptica compleja que trascienda la parcialidad y el reduccionismo típico de las
disciplinas académicas contemporáneas, que incorpore la incertidumbre y el azar
como fundamento epistémico. Complejidad, como diría el pensador francés Edgar
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Morin, significa aquí (y cito), (…) “la emergencia de procesos, hechos u objetos
multidimensionales, multirreferenciales, interactivos (retroactivos y recursivos) y con
componentes de aleatoriedad, azar e indeterminación, que conforman en su
aprehensión grados irreductibles de incertidumbre.” (Cierro la cita).
Así las cosas, la certeza, la unidad, la universalidad y la estructura lineal del
saber y el conocer que la ciencia moderna y las disciplinas en general aspiran, desde
la nueva óptica de la complejidad las reemplazamos por una posición que de plano
asume que lo plural, lo multifacético, lo diverso y lo relacional, no son superables ni
reductibles y que por tanto, estos factores tienen que ser admitidos como parte
fundamental del entendimiento por parte del investigador. Este tiene por fuerza que
negociar desde su propia humanidad con todos y cada uno de estos factores para
poder acceder al conocimiento que anda buscando. El conocimiento, como nos
advierte Morin, no es sino un inmenso complexus o malla con una multiplicidad
enorme de nudos entrelazados entre si que no puede ser observado, como veremos
más adelante, desde una posicionamiento lo suficientemente flexible, plástico o dúctil
que nos permita fluir a través de dicho entrelazado de realidades y saberes.
La transdisciplinariedad es justamente el método investigativo o la herramienta
para acceder, atravesar y fluir líquidamente por dicho entrelazado de innumerables
lazos, extremos y nudos. El investigador transdisciplinario tiene por fuerza que
hacerse lo suficientemente dúctil para fluir y atravesar este complexus.
Como vemos la estrategia de pensamiento de este tipo de investigador no
puede ser otra sino fronteriza o más bien, como explicaré en detalle más adelante,
líquida, para así tener la capacidad de desplazarse por lo multidimensional, por lo
plural y lo diverso. Pero además sus investigaciones son también fronterizas porque
intentan trascender las disciplinas. Y para ir más allá de las disciplinas primero hay
que pararse justo dentro de una disciplina o de varias y luego caminar hacia sus
fronteras. Una vez allí en la frontera, en el margen de la disciplina hay que caminar y

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cruzar fuera de ella. Hay que simplemente atreverse a atravesar la frontera y caminar
justo más allá de la disciplina.
La transdisciplinariedad es, por tanto, una epistemología que se separa, o más
bien se libera, de las disciplinas existentes reclamando para sí la capacidad de
encontrar explicaciones a los más grandes y apremiantes problemas y desafíos
emergentes de nuestros tiempos. La capacidad explicativa de la transdisciplinariedad
de alguna manera supera las debilidades e impotencias de las disciplinas
tradicionales, sin necesidad de reclamar que es un método superior a los demás
métodos y mucho menos sin la necesidad de intentar desbancar el mundo
disciplinario.
Pero el trabajo del investigador transdisciplinario es como vimos, por fuerza
fronterizo y consecuentemente el mismo precisa muchas veces chocar con los
centros de poder disciplinario en la universidad y fuera de ella. No debemos,
entonces, sorprendernos si nos salen al paso algunos detractores de esta visión
cognitiva. Tampoco nos sorprenderá si se le acusa a la transdisciplinariedad ser una
barbaridad intelectual o inclusive de ser una especie de locura.
De hecho a raíz de lo que parece ser su ambigüedad e indefinición se le
acusado de ser muy plástica, muy maleable flexible, o ligera para ser considerada
como un método legítimo de investigación. Según algunos le falta rigor. Pero como
he sugerido ya, es precisamente su carácter dúctil la que le hace ser un método idóneo
para discurrir por los espacios del saber que se han tornado impenetrables para las
disciplinas tradicionales, como, por ejemplo, lo son muchos de los problemas con los
investigadores e intelectuales se tropiezan en megalópolis, como la Ciudad de
México. Es por lo tanto, su propia plasticidad lo que le imprime a la
transdiciplinariedad la capacidad de escurrirse entre las disciplinas y traspasar como
contrabandista, diversos conocimientos de un lado a otro de los márgenes del saber
con el fin de generar nuevos conocimientos que permitan conocer y entender mejor
los fenómenos emergentes.
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Claro, sabemos, que es la propia ductilidad de la transdisciplinariedad la que le
hace, por otra parte, extraña e incomprensible para aquellos que están muy
acostumbrados a la disciplina del mundo disciplinario. Por ello, al igual que al
forastero, al inmigrante y al marginado, hay una fuerte tendencia a rechazar la
transdisciplinariedad. Pero al igual que al extraño, se le rechaza porque quizás,
también, se le teme. Se le tiene miedo no solamente porque no se le conoce bien, sino
porque se le considera peligrosa. A lo mejor su peligrosidad proviene justamente de
su naturaleza sediciosa y rebelde.
Podemos pues distinguir con claridad la marginalidad y el carácter fronterizo
de la transdiciplinariedad. No debe de extrañar entonces que le consideramos
perturbadora, incluso, subversiva y sobre todo, revolucionaria. Efectivamente, la
transdiciplinariedad es tan subversiva como la famosa Antígona de Sófocles.
La transdiciplinariedad tiene una finalidad liberadora y como toda fuerza que
se revela, su fuerza liberadora no tiene otra manera de actuar sino desde y a través del
disturbio. Recordemos que el sedicioso, el rebelde, el perturbador, la insurrecta, la
subversiva y la revolucionaria han andado siempre en los bordes, en las fronteras, en
los márgenes de sus respectivos contextos históricos-sociales. El guerrillero, el
intelectual revolucionario, el eterno perturbador de los poderosos, han actuado
siempre desde el margen, desde la clandestinidad. ¿Cuántos, Prometeos, cuantas
Evas, Antígonas, Sócrates, Espartacos, Jesús Cristos, Galileos, Ches Guevaras,
Ghandis y Marcos ha conocido la historia?
Todos ellos han sido catalogados como la otredad, los extraños, los extranjeros,
los marginales, los extremistas y los violentos; los grandes rebeldes de la historia han
trabajado siempre desde la frontera con el propósito de construir una nueva orbita,
para colocar lo marginal y periférico en el centro, para hacer central lo que hasta
entonces había quedado relegado a los márgenes. Por eso chocar con los centros de
poder es una tarea inherente del rebelde y la transdiciplinariedad se ve imposibilitada
de hacer su labor sin una buena dosis de rebeldía.
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El carácter sedicioso y revolucionario de la transdisciplinariedad se encuentra,
de hecho, contenido en su propia estructura semántica. Tal como hemos estado
sugiriendo a lo largo de esta ponencia, el prefijo trans, precisamente, advierte la
naturaleza transgresiva de este posicionamiento metodológico. El trasgresor que
rompe con lo preestablecido, haciendo caso omiso a los reglamentos, transgrede,
infringe, quebranta, violenta y “traviesamente”, atraviesa, traspasa, se desplaza
franqueando los espacios delimitados por las reglas y obstáculos que lo separan de su
objetivo.

El trasgresor cruza e ingresa, o mas bien, penetra, entra y transita por el lugar
que antes le estaba vedado y trasteando, transponiendo, trasladando, transplantando
lleva y trae (cosas, lo que sea que busca) de un espacio a otro, “desplazándose”, así
entre diferentes lugares de acción. Precisamente esto es lo que hace el investigador
transdiciplinario. Esta ingresa a espacios disciplinarios que antes le estaban vedados
porque no estaba legítimamente preparado para ello y se desplaza en, entre, a través y
más allá de las disciplinas. Una vez allí, allá y más allá, se dispone a trasponer,
trasladar y transplantar saberes de un lugar a otro, transitando de una frontera a otra
de las disciplinas, tal como lo haría un contrabandista o un guerrillero.
Por otro lado, el que la transdiciplinariedad se desarrolle en la periferia, en el
margen, le imprime cierto carácter de fragilidad porque carece de la autoridad
académico intelectual que las disciplinas tradicionales poseen. Ella, como todo
programa de cambio tiene cómo propósito transformar los centros, para convertirse
en algo central o al menos para no quedarse como una visión secundaria. Para lograr
esto requiere seguir insistiendo, necesita seguir transgrediendo y perturbando,
tratando de ir más allá.
Por eso su fragilidad no debe ser vista como una mera debilidad y mucho
menos como impotencia. Por el contrario, como el guerrillero que se aposta en los
bordes, en las periferias, el trabajo transdisciplinario posee la fuerza que le provee su
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propia ubicación escurridiza, su propia marginalidad, su liquidez. Porque su táctica es
la de transitar y transferirse desde los bordes a los centros e ir luego de regreso al
margen para reconstituirse. De esta manera lo complejo, lo multidimencional, lo
transversal, se transforman en centro, o mas bien, se centrifugan hacia la unidad del
saber. Precisamente es en el a través transdisciplinario, en el traspaso, en el tramite
que trascurre la transfiguración de los saberes fraguándose así, nuevos enfoques que
devienen en nuevas verdades, verdades más complejas, para un mundo complejo.
Pero, como he tratado de adelantar a lo largo de mi presentación, es en efecto,
el carácter marginal de su praxis compleja transdisciplinaria lo que le permite a un
diverso grupo de colegas investigadores transdisciplinarios crear alianzas con los
marginados, con los pobres, con los oprimidos, con el que esta fuera de la universidad
y entonces, desde esas alianzas, crear redes, para entender la complejidad del mundo,
de la sociedad, de las comunidades y la complejidad de la propia universidad. Dichas
alianzas son producto del movimiento transdisciplinario.
Para concluir, al principio les dije que nuestro viaje metafórico tenia como
propósito ir al encuentro del margen, con el fin ulterior de encontrar las palabras que
nos faltan para descubrir y describir la complejidad y la transdiciplinariedad, así como
también mirar más claramente las posibilidades y también los desafíos a los que nos
enfrentamos desde estos posicionamientos praxiológicos. Les invite a un viaje de
descubrimiento. Hagamos acopio pues de lo descubierto. ¿Cuáles fueron las palabras
que salieron a nuestro encuentro? ¿Cuáles son las palabras que quizás nos faltan para
aprehender, para atrapar con una mayor precisión la complejidad?
Al principio los convidé a una especie de aventura poética y les dije que el
lenguaje poético se nos presentaba como el instrumento perfecto para la
transdiciplinariedad y la comprensión de la complejidad. Precisamente cuando Morin
describe la complejidad hace uso de la metáfora de la red, de la maya, o del
entretejido para dar cuenta de lo que la complejidad significa. Nos indica Morin que
la palabra complejidad proviene del término en latín complexus: que quiere decir lo
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que está tejido en conjunto. O sea, lo complejo está entrelazado, entretejido. En otras
palabras, la complejidad es como un pedazo de tela, donde cada uno de los hilos,
entretejidos conforman una unidad. Entre los bordes de cada fibra, entremedio de
cada punto de encuentro entre los hilos que componen “la fábrica” existen pequeños
huequitos y por esos huequitos, habrá que deslizarse, que resbalarse, que escurrirse,
que verterse a través entre los espacios como el agua, filtrarnos, o más bien
infiltrarnos para conocer en todas sus formas y particularidades el entretejido.
He aquí algo que nos faltaba, una palabra que debemos incorporar a nuestra
caja de herramientas transdisciplinaria y que yacía un tanto oculta entre las fibras de
la metáfora del entretejido. Ello es “la fluidez”, “lo fluido”. Así, pues, el
pensamiento complejo por la naturaleza que es propia de la complejidad de la cual
pretende dar cuenta tiene por fuerza que transfigura en lo que quisiera llamar,
“pensamiento líquido”. Para realmente profundizar y poder capturar de cierta forma
la complejidad nuestro pensamiento debe poseer cierto grado de fluidez, de liquidez,
para así lograr colarse como el agua, filtrarse, transcurrir entre los hilos trenzados de
la fábrica de la complejidad.
También nos encontramos con el Otro y con la Otredad, con el que me altera, con
la alteridad. El otro me pide que lo tome en cuenta, que lo tome en consideración, que
de cuenta de su presencia y que no lo relegue a un segundo plano, que le de
importancia, que no lo margine, que le responda; en otras palabras el Otro me pide
que le haga justicia. Su petición o demanda de justicia es en efecto lo que me altera. El
pensamiento complejo, el pensamiento líquido y la transdisciplinariedad tiene que por
fuerza hacerle justicia, especialmente, como diría el filósofo político John Rawls, al
más desventajado, al que vive en el margen. La nueva ciencia, la transdiciplinariedad,
tiene que ser una ciencia humana, considerada, comprensiva, con sentimientos. Tiene
que ser compasiva para dar al traste y superar, así la insensibilidad que ha sido
históricamente la mayor debilidad de la ciencia tradicional. Precisamente, decir Decía
el filósofo Federico Nietzsche respecto del carácter científico moderno que "en un
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hombre de ciencia, la compasión casi hace reír, como un cíclope que tuviese manos
femeninas". La ciencia que proponemos no solamente nos hará reír de alegría por la
compasión, sensibilidad y amor que deben fluir de ella, sino que de hecho, y por qué
no, debe poseer también la ternura que las manos femeninas inspiran; no por
casualidad, la fluidez y muchas de las imágenes que ella evoca, son de naturaleza
femenina.
Hospitalidad también es otra palabra importante porque para ser compasivo con
el otro también tengo que estar dispuesto primero a acogerlo, a recibirlo, a abrir mis
puertas a él para dejarlo entrar. La transdiciplinariedad tiene por fuerza que ser
hospitalaria para poder realmente hacer su labor social. La responsabilidad social de
esta, es de carácter radical, pues no puede ser de otra manera pues el compromiso con
su propia marginalidad la obliga, a fuerza a abrazar solidamente, solidariamente todo
aquello que desea y quiere comprender.
Por último nos queda por comentar un concepto que salió a nuestro encuentro
justo al principio de mi ponencia. Hablo de la esperanza, la cual se encontraba como
dije como nota al pie del texto a lo largo de mi ponencia. Creo que quedó claro el por
qué la esperanza es algo marginal. Mucho se menciona la palabra esperanza en
propuestas académicas y en proyectos sociales y políticos, pero pocas veces se da
cuenta del por qué ni del cómo de la esperanza. En otras palabras, pocas veces se
explica el por qué de este fenómeno. No tenemos tiempo ahora para dar explicación ni
cuenta de dicho fenómeno. Pero resulta necesario decir aunque sea que la esperanza
debe ser algo estudiando a fondo desde la complejidad y a través de la
transdiciplinariedad.
Definitivamente el pensamiento complejo resulta esperanzador, porque nos
promete algo mejor y por ello nos da esperanza. Pero no es suficiente decir que el
pensamiento complejo nos da esperanza. Es preciso entenderla para poder hacer de la
esperanza un instrumento más del saber complejo, para poder hacer esperanza, para
poder sembrar esperanza. Decía Thomas Hobbes que la esperanza era el deseo,
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acompañado de la idea de satisfacerse y que el desespero era el deseo despojado de la
idea de la posibilidad de satisfacción. Yo creo que lo que hace de la esperanza algo
marginal es precisamente que ella ambas cosas, esperanza y desesperación a la vez.
El simple optimismo de pensar que el deseo nuestro deseo se va a cumplir es, eso
mismo, una simpleza, es reducir la cosa a una simple explicación. No la esperanza es
compleja, es un salvavidas, frente a la adversidad, la esperanza nos salva. Como el
poeta Ovidio nos cuenta: “La esperanza hace que agite el naúfrago sus brazos en
medio de las aguas, aún cuando no vea tierra por ningún lado”.
La esperanza es posibilidad. A la esperanza la propongo como, la filosofía del
“a pesar de”. A pesar de que se sabe o conocemos que la cosa esta bien jodida, aun así
espero a que lo mejor ocurra, espero que todo salga bien, ello es a pesar de la
incertidumbre, a pesar de lo imprevisible e impredecible, aun así tengo esperanza. Por
eso la esperanza es una especie de apuesta. Ello significa que, a pesar de que conozco
que la cosa se jodió, a pesar de la realidad que me confronta, a pesar del conocimiento
empírico que tengo al respecto, aun así guardo esperanza, aun así creo que algo mejor
vendrá. La esperanza es, como decía Tales de Mileto, el único bien común a todos los
hombres; [porque] los que lo han perdido todo, la poseen aún”.
La esperanza es compleja y complejamente marginal. El pensamiento complejo
no sólo debe inspirar esperanza, el pensamiento complejo y el método
transdisciplinario, son esperanza; porque son una apuesta. Apostamos al saber
complejo y a pesar de la complejidad misma subsiste en nosotros el deseo de conocer
y entender aunque que la certeza no sea ya el propósito de la búsqueda.
El pensamiento complejo y la transdisciplinariedad son esperanza porque a pesar
de la crisis en el que el mundo se encuentra sumergido hoy, a pesar de que he tenido
por fuerza que descartar aquella idea del progreso que herede de la ilustración y me he
tenido que arropar con la idea de la incertidumbre, creo que la ciencia afuerina de la
que hoy les vine a hablar, es la ciencia del futuro, es la ciencia para la acción humana,
es la ciencia para un mejor mañana. Nosotros hoy aquí apostamos a esta ciencia,
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apostamos a que si, y en toda apuesta existe conciencia de riesgo e incertidumbre,
pero también, existe una buena dosis de fe y de esperanza.

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