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DESDE LA CÁTEDRA

CHOLO, EXPRESIÓN DE MESTIZAJE


Manuel Zevallos Vera
Filosofo

El vocablo cholo tiene distintos significados en la tradición lingüística y


costumbrista de los peruanos, tanto en el aspecto racial y en la forma de
tratamiento amigable y cariñoso para ciertos sectores de peruanos, especialmente
arequipeños.
Respecto al origen del vocablo recurrimos al artículo escrito por el intelectual
iqueño Cesar Ángeles Caballero y publicado en el N° 7 de la Revista Universidad
de la Asamblea Nacional de Rectores que dice:
“Garcilaso el Inca, en sus célebres “Comentarios Reales” sostiene que cholo
significa “hijo de mulato”; Huaman Poma de Ayala en su famosa “Nueva Crónica y
Buen Gobierno” precisa que cholo significa “Mestizo e indio aculturado” y estuvo
certero al señalar que cholo es un mestizo”.
En el diccionario de la Academia Española de la Lengua de 1984, por primera vez
se destaca que cholo o chola es un adjetivo peruano que significa “indio poco
ilustrado”.
En este sentido coincidimos con Cesar Ángeles Caballero al interpretar
sociológicamente que cholo es un sustantivo que genéricamente abarca al
proceso de mestizaje que va operándose en el Perú y que según la experiencia
de la mezcla étnica nos conduce cada día con más fuerza a lo que yo designo
como un saludable proceso de cholificación del Perú.
Para probar nuestra aseveración basta con dar un vistazo a la realidad socio
cultural de Latinoamérica y con mayor razón del Perú.
Observemos las calles, los cines, teatros, los colegios, los estadios, los vehículos
masivos, las universidades. Basta comprobar quiénes son los frecuentes
ahorristas en los bancos, entidades financieras y mutuales, quiénes son los
compradores de inmuebles y los propietarios de prosperas medianas y mini
empresas; quiénes son los nuevos ingresantes a los clubes sociales, los nuevos
inquilinos de los parlamentos, la mayoría de magistrados del Poder Judicial
quiénes son los que abarrotan los servicios aéreos, los transportes terrestres;
quiénes son los mayores compradores de artefactos eléctricos, muebles, ropa,
celulares y computadoras; quiénes llenan las cantinas, bares y restaurantes,
quiénes son los compositores de música popular, tecno cumbia y música chicha.
La respuesta es contundente y llena de satisfacción de la gente sensata y realista
y sin prejuicios. Es el mestizaje que significa cholificación generalizada que se
integra al proceso productivo, económico, político y cultural de la nación. Es un
mestizo o cholo sin complejos ni sentimientos de inferioridad.
Sin alarmas de prejuicios felizmente ya mayoritariamente caducos diariamente
asistimos a un proceso etnológico de mestizaje y cholificación, es decir, utilizando
el término para algunos peyorativo, para otros folklórico y para los arequipeños
familiarmente amistoso, fraterno y amigable.
El término cholo para la generalidad de costeños significa el indio o campesino
asalariado que no posee tierras de cultivo o cuida el ganado de sus propietarios o
patronos, con otras palabras, el aborigen de la costa o de la sierra que trabaja
como labriego los campos, sin mayor predicamento ciudadano; en cambio en
Arequipa, el cholo es el campesino o chacarero propietario de su chacra o
minifundio, que trabaja en las siembra como en la cosecha ayudado por
campesinos sin tierra propia. El chacarero vive orgulloso de su estirpe, de su
pasado, de sus sanas costumbres, cuyos hijos cada día se culturizan en los
mejores colegios y universidades; tienen su estilo propio de hablar, sus
pintorescas costumbres y su riqueza culinaria que conservan la tradición de las
comidas arequipeñas, el consumo de la chicha de jora y la típica picantería criolla.
Esta diferente forma de hablar el castellano, mezclado con lenguas como el
quechua y el aymara da como resultado un tipo natural, típico y rústico que la
tradición arequipeña le ha motejado de “Loncco” en contraposición con el “Ccala”
que es el pituco de la Arequipa urbana un tanto amanerado, cuidadoso de las
formas y de hablar ilustrado, pero que al final “Lonccos” y “Ccalas” se identifican
en una simbiosis maravillosa del arequipeño nato y neto en la que el “Ccala” tiene
algo de “Loncco” y el “Loncco mucho del Caccla” que da como resultado al
arequipeño orgulloso de su mestizaje, culto, sin complejos de inferioridad, altivo
como el misti, romántico y audaz y por sobre todo querendón y amoroso de su
tierra y de su estirpe.
Así llegamos a la clave del problema racial que podemos vislumbrar con
optimismo el grandioso destino del Perú y América Latina, pues este fenómeno se
advierte en toda la América mestiza, sin renunciar ni negar nuestra tradición
cultural, nuestros ancestros indígenas, nuestra herencia española y afirmándonos,
con plena conciencia, como culturas americanas protagonistas y agentes
partícipes del mundo civilizado, tecnológico y globalizado de nuestro tiempo,
capaces de dar y ofrecer nuevos frutos de conocimientos y riquezas naturales y
transformadas en bienes y servicios y recibir, por propio derecho, los frutos y
productos de la sabiduría occidental.

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