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ANTROPOLOGIA POLITICA Enfoques contemporaneos Héctor Tejera Gaona Coordinador Disefio de portada: Plaza y Valdés, S.A. de C.V. Ilustracién de portada: Patihuitz, Chiapas, Selva Lacandona, comunidad indigena tzeltal; elecciones federales para Presidente de la Replica, 1994/Marco Antonio Cruz/Imagenlatina. Primera edicién en Plaza y Valdés: diciembre de 1996 Primera reimpresién en Plaza y Valdés: agosto del 2000 ANTROPOLOGIA POLITICA © Plaza y Valdés, S.A. deC.V. © Instituto Nacional de Antropologia e Historia Derechos exclusivos de edicién reservados para todos los paises de habla espafiola. Prohibida la reproduccién total o parcial por cualquier medio sin autorizacion escrita de los editores Plaza y Valdés Editores Manuel Maria Contreras No. 73 Col. San Rafael, C.P. 06470 México, D.F. Tel. 5705-5120 ISBN: 968-856-454-0 Hecho en México Printed in Mexico Impreso en Colombia por D‘vinni Editorial Ltda. Esta obra es una coedicién entre la Editorial Plaza y Valdés y el Instituto Nacional de Antropologia e Historia. INDICE Presentacion Introduccion: Antropologia y cultura politica en México Héctor Tejera Gaona Cultura politica Roberto Valera La antropologia simbolica del destape Juan Castaingts Tellery Globalizacion, fundamentalismo y cultura regional Enrique Montalvo Ortega Soberania, autonomia y democracia en la era de la globalizacién Gina Zabludovsky Autonomia y democracia: la reconfiguracién del Estado espajiol y la de la Catalufia posfranquistas Maria Guadalupe Rodriguez Gémez 37 55 WW 87 111 EI nuevo escenario de las relaciones México-Estados Unidos en los noventa Teodoro Alonso Analisis de la politica electoral en el area de la teforma del Estado. Acercamiento metodoldgico Pablo Vargas Gonzdlez Entre el miedo y la esperanza: expectativas politicas ciudadanas de 1994 Manuel Gonzdlez Navarro La democracia inducida: cambio politico y lucha partidista en Guanajuato Luis Miguel Rionda Seminario de antropologia politica: andlisis y nuevos enfoques de estudio Liliana Rivera Sdnchez Partidos politicos en el campo yucateco, 1978-1993 Ivan Vallado Fajardo El poder empresarial y la transici6n en México Rafael Montesinos Colectivismo versus individualismo, dos caras del liderazgo en el MUP ( Estudio de caso en Uruapan, Michoacan) J. Salvador Zepeda Lépez {Cultura alternativa o alternativas culturales? Amparo Sevilla 131 157 173 189 219 243 265 285 307 Formas de gestion y socializacion politica entre los pobres urbanos (Estudio de caso: ciudad de México y zona metropolitana) Rosalia Lépez Paniagua y Gerardo Torres Salcido Democracia como “reciprocidad”: modalidades participativas de “las bases del movimiento magisterial chiapaneco” Susan L. Street El movimiento magisterial y su efecta en la cultura politico-sindical (Jalisco) Isaac Reyes Mendoza Violencia simbélica, mujeres y prostitucién Marta Lamas Las culturas y los paradigmas politicos Jorge Alberto Gonzalez Galvan Ley del desarrollo urbano del Distrito Federal Héctor Serrano Maldonado El derecho indigena en el matco de la negociacion del Ejército Zapatista de Liberacién Nacional y el gobierno federal Maria Magdalena Gomez Rivera El sistema de cargos religiosos: hipotesis acerca de su supervivencia y expansion, y nuevas relaciones del clero con la poblacién en la comunidad de nuevo San Juan Parangaricutiro, Michoacan (estudio de caso) Hilario Topete Lara 333 351 377 391 409 435 457 487 El gobierno indigena en Cozoyoapan: un acercamiento politico de la estructura de cargos comunitarios 503 Pablo Castro Domingo Los actores sociales en el analisis de los problemas sociales en el campo mexicano (zY si las clases sociales se extinguen?) 525 Arturo Neri Contreras La organizacion de los campesinos forestales en México 545 Gonzalo Chapela Neocorporativismo y democracia en la modernizacion del campo mexicano: el caso de la reconversion de la cafeticultura en Veracruz 561 Alberto Olvera Rivera Construyendo la democracia. Cultura politica y resocializacion en organizaciones campesinas 587 Margarita Rosales Gonzalez Identidad y espontaneismo milenarista en el movimiento revolucionario: Sendero Luminoso ante el sentido comin, la vida cotidiana, la cultura y el lenguaje en la conquista hegemonica 611 Jorge Victor Lora Cam PRESENTACION En las paginas de este libro el lector encontrara una seleccion de 28 de los 44 trabajos presentados en el seminario Antropolo- gia politica: analisis y nuevos enfoques de estudio, auspiciado por el Instituto Nacional de Antropologia e Historia (INAH) y tealizado en junio de 1994. El objetivo principal del seminario fue conocer y discutir las investigaciones mas recientes y significativas, preferentemente aquellas basadas en la investigacion empirica, de la comunidad académica interesada en el campo de la antropologia politica y el estudio de los procesos politicos del pais desde otras perspec- tivas. Con su publicacion se pretende presentar un panorama de la dinamica politica de México con base en grandes temas aglutinadores como son, entre otros, la cultura, la autonomia, el derecho consuetudinario y constitucional y la democracia. Todo ello a través del estudio de organizaciones indigenas y campe- sinas, del movimiento urbano popular, el sindicalismo, la accion de las instituciones gubernamentales, los procesos electorales en el medio rural y urbano y la globalizacion economica, por mencionar algunos. Para garantizar la calidad del seminario y la posterior publi- cacion de sus memorias se convocé, a través de los medios de Héctor Tejera Gaona comunicacion masivos, a los investigadores interesados para que enviaran una version preliminar de su trabajo al Comité Organizador y éste los evaluara e hiciera una seleccion de los mismos. Los integrantes del Comité —Silvia Gomez Tagle (El Colegio de México), Victoria Chenaut (CIESAS Golfo), Victoria Novelo (CIESAS), Guillermo de la Pefia (CIESAS Occidente), Jorge Alonso (CIESAS Occidente), Esteban Krotz (Unidad de Ciencias Sociales-Universidad de Yucatan), Roberto Varela (Universidad Autonoma Metropolitana-Unidad Iztapalapa) y Héctor Tejera (Coordinacioén Nacional de Antropologia, INAH)— recibieron mas de 70 propuestas; 44 de ellas fueron dictaminadas favorablemente. Después del seminario se otorg6 a cada uno de los ponentes dos meses para presentar la version final de su ponencia, la cual fue nuevamente dictaminada. Con este procedimiento los que integramos el Comité Organizador nos propusimos ofrecer al lector un conjunto de estudios que le permitan obtener no solamente un panorama general de las lineas de investigacion que se siguen actualmente en el estudio de los procesos politi- cos de nuestro pais, sino también una muestra de las investiga- ciones mas solidas y novedosas que se estan realizando sobre el tema. Asi, este libro’es producto de una labor académica de caracter colectivo. Deseo agradecer el interés institucional y el apoyo personal de Maria Teresa Franco, Directora General del Instituto Nacio- nal de Antropologia, mismo que hizo posible la realizacion del seminario y la publicacion de esta obra. Héctor Tejera Gaona 10 INTRODUCCION Antropologia y cultura politica en México Héctor Tejera Gaona* Antropologia y politica: la perspectiva cultural Son cada vez mas evidentes los obstaculos y limitaciones para elanilisis social sustentado en una division por disciplinas don- de cada una de ellas es demarcada por la definicion de “su obje- to” y “la exclusividad” en el manejo de ciertas herramientas o técnicas de investigacién. La complejidad con que se presentan los procesos sociales en nuestros dias, ha obligado a los cientifi- cos sociales a ampliar sus perspectivas tedricas y buscar nuevas estrategias de investigacion. Por ello, es cada vez mas fre- cuente que antropdlogos, psicdlogos, socidlogos, economistas “Instituto Nacional de Antropologia e Historia. Agradezco los sugerentes comen- tarios de Adriana Konzevik a este texto, pero asumo Ia responsabilidad de no haber escuchado todos los buenos consejos. ll Héctor Tejera Gaona y politdlogos, entre otros, aborden los fenomenos sociales desde la perspectiva de un “campo problematico”, con base en lo que podemos denominar genéricamente como teoria social. Si bien las disciplinas sociales son un conjunto —a veces abi- garrado— de diversas tendencias tedricas, existe en ellas una tendencia a mostrar cierta continuidad —o si se quiere, a privile- giar y profundizar— en el manejo de ciertos temas. En el caso de la antropologia, desde finales del siglo XIX, la cultura —con multiples definiciones— ha sido un tema recurrente o privile- giado de estudio. Como consecuencia de esto, cuando ha abor- dado el tema politico, generalmente lo ha enfocado desde la perspectiva cultural. Si pretendiéramos dar respuesta a las preguntas , qué elemen- tos le imprimen el caracter antropoldgico al tema politico?, jpodemos hablar de una antropologia politica?, una respuesta afirmativa a ambos cuestionamientos podria fincarse en el ya mencionado énfasis por estudiar la dimensién politica desde un punto de vista cultural. Sin ser una tarea exclusiva de la antro- pologia, intentar la explicacion de la dinamica social tomando en consideracion los valores, normas, tradiciones y percepcio- nes por parte de los actores sociales en su entorno social ha sido una constante en ella. Por tanto, la antropologia politica, tiene como un elemento central el estudio de la cultura politica. Al abordar la cultura politica, la antropologia no hace refe- rencia exclusivamente a los procesos politicos desde el punto de vista de los cambios que generan en las estructuras sociales y en las esferas de poder. También toma en cuenta como los perciben quienes participan e inciden en ellos. Lo politico seria en este caso —siguiendo la propuesta de Roberto Varela— la accion o el conjunto de acciones que modifican de una u otra manera las estructuras de poder existentes. De ahi entonces que Varela defina la cultura como una “matriz consciente e incons- ciente, que otorga sentido al comportamiento social y la creen- 12 INTRODUCCION cia”, y a lacultura politica como “el conjunto de signos y simbo- los que afectan a las estructuras de poder™.! Los anilisis de la cultura politica son complementados con estudios que abordan los procesos de dominacion a través de los mecanismos que permiten la hegemonia. Este es el caso del con- trol politico con base en el ritual. Asi, por ejemplo, los parale- lismos entre la mecdnica simbélica de la designacion de los candidatos presidenciales del PRI y la estructura de los ritos ma- gicos, pueden ser empleados para explicar el funcionamiento subyacente a la dominacién politica.? Ante la multiplicidad de elementos culturales que actuan en la sociedad contemporanea, la cultura politica no existe como una unidad o entidad homogénea e integrada asociada a ciertos sectores, grupos 0 clases sociales. Por el contrario, parece mas adecuado considerarla como una serie heterogénea y desarticu- lada de valores, actitudes y acciones, con base en la cual los actores sociales construyen percepciones sobre las relaciones de poder y sustentan su accion politica. Partiendo de una definicion muy amplia, la cultura politica es el ambito construido por la intersubjetividad que fundamenta y permite, a su vez, interpretar las relaciones entre entidades so- ciales distintivas. Es el universo simbélico asociado al ejerci- cio y a las estructuras de poder.3 Es una sintesis heterogénea y a veces contradictoria de valores, conocimientos, opiniones, creencias y expectativas con base en la cual se integra la identi- dad politica de los ciudadanos, grupos sociales u organizaciones | Véase el texto de Roberto Varela, “Cultura politica” en este libro. 2 Véase el texto de Juan Castaingts, “La antropologia simbélica del destape” en este libro. 3 Esteban Krotz, “Hacia la cuarta dimension de la cultura politica”, en Iztapalapa, nim. 12-13, México, enero-diciembre de 1985; en Roberto Varela, “Estudios recientes sobre cultura politica en la antropologia mexicana”, ponencia presen- tada en el Seminario de Cultura, oacP-cNCA, México, julio de 1994, p. 5. 13 Héctor Tejera Gaona politicas.4 Puede considerarsela como una gama de elementos culturales desarticulados que se codifican y emplean coyuntu- ralmente con el propésito de obtener ciertos resultados en bene- ficio de alguno de los grupos en conflicto.5 Ensintesis, la cultura politica es el conjunto de signos y simbo- los que afectan las estructuras de poder.6 Una combinacién de actuar y pensar los eventos politicos? que se pone en juego con el propésito de alcanzar ciertos objetivos o espacios sociales. Cabe destacar la constante referencia a la nocion de actor so- cial que se hace actualmente en los estudios de cultura politica, ya que es indicativa de los problemas tedricos a los que se en- frenta la investigacién social para comprenderla desde una pers- pectiva que, hasta no hace mucho, se sustentaba en la teoria de las clases sociales.® Si partimos de esta amplia definicion sobre la cultura politica, el quehacer de la antropologia deberia ser —en esta drea— el 4 Roberto Gutiérrez, “La cultura politica en México”, ponencia presentada en el Seminario de Cultura, op. cit., p. 7. 5 Martin Lipset, E/ hombre politico: las bases sociales de Ia politica, Buenos Aires, Tecnos, Semilla y Surco, 1987, p. 29. 8 Roberto Varela, “Cultura politica’, op. cif 7 Estos procesos se expresan en tres esferas: en el debate publico sobre las orientaciones y elecciones que conciernen a una comunidad entera, normalmen- te representada por profesionales de la politica y sus respectivos partidos; la politica como administracién de una colectividad —el hombre politico moderno como empresario publico—; y, por ultimo, como un medio de expresion, Abelés afirma que estos tres elementos constituyen Ia actividad politica y le imprimen su actual complejidad. Mare Abelés, “Antropologie politique de la modernité”, en L'Homme, nim. 11, vol. XXXII (1), enero-marzo, pp. 23-24. Esta visién de la politica asume que la politica esta referida a los asuntos de interés para una comunidad y complementa la perspectiva de que la politica es la “accion que produce un efecto —mantenimiento, fortalecimiento, debilitamiento, alteracion, transformacion parcial o radical— en la estructura de poder de una unidad operante en cualquier nivel de integracién social —local, provincial, estatal, nacional, internacional, mundial—, excluidos los protoniveles (individuos y unidades domésticas)”. Roberto Varela, “Cultura politica”, op. cit. 8 Al respecto véase en este libro el trabajo de Arturo Neri, “Los actores sociales en el analisis de los problemas sociales en el campo mexicano”. 14 INTRODUCCION buscar los elementos simbélicos que se ponen en juego tanto en el ejercicio del poder en y entre diversos grupos sociales, como a su relacion con las estructuras institucionales. Lo politico no se circunscribe al ambito de las instituciones donde se ejerce la politica formal, de hecho el ejercicio cultural de lo politico se expresa en multiples y diversos espacios de la vida social. Pero, sin dejar de reconocer su importancia, no parece fructi- fero estudiar el poder partiendo de esferas que seguramente se sobreponen? y que parten de las relaciones diddicas'° familiares y que se expanden a otras areas de la vida social; porque este esquema, aunque valioso en términos heuristicos, presenta limi- taciones tedrico-practicas, ya que cuando se pretende analizar relaciones de poder a nivel mas general, éstas se difuminan co- mo resultado de la dispersion de las esferas donde se expresan. Una forma de sortear estas dificultades en el estudio de las rela- ciones politicas es por medio del andlisis de los procesos de construccion de significados que establecen fronteras de sentido. Desde Malinowski,!! sabemos que el orden social se constru- yea partir de la formulacion de “cartas” que justifican la accion social con referencia a reglas o sistemas de creencia hegemo- nicos, o que pueden ser empleadas para influir o determinar el comportamiento de los sujetos sociales. Ademas, la resignifi- cacion de dichas “cartas” o la elaboracion de nuevas, abre nue- vas posibilidades de justificacion de la accién social. Desde esta perspectiva, la cultura politica es “objetivada” con base en su 8 Andrew Arno, “Structural communication and Control Communication: An Interactionist Perspective on Legal and Customary Procedures for Conflict Management”, en American Anthropologist, p. 42. 10 Este esquema seria muy parecido al iniciado por Radcliffe-Brown para estudiar la estructura social. Véase A.R. Radcliffe-Brown, Estructura y funcién en la sociedad primitiva, Barcelona, Peninsula, 1977. 11 Véase Bronislaw Malinowski, Magia, cioncia y religién, Barcelona, Ariel, 1974, p. 49 y ss., y Edmund Leach, Sistemas politicos de /a alta Birmania, Barcelona, Anagrama, 1976, pp. 299-300. 15 Héctor Tejera Gaona manipulaci6n, con el propdsito de legitimar las acciones de un determinado individuo o grupo social. Por ésta y otras razones que veremos mis adelante, resulta inadecuado elaborar a priori clasificaciones de “culturas politicas” asociadas a diferentes sectores sociales. Siguiendo la nocién de Norton, entendemos por objetivacion de la cultura politica, el proceso mediante el cual un grupo social construye un discurso que insiste sobre ciertos aspectos de su identidad, vida cotidiana, entorno social, convicciones y creen- cias, el cual le permite reelaborar simbolos, espacios, discur- sos!2 y autoafirmaciones que a su vez sirven como base para fijar su posicién frente al poder y la politica. Como nos muestra Guadalupe Rodriguez para el caso de Cataluiia, Espana,"3 y co- mo hemos visto en las comunidades indigenas de México sal- vadas las profundas diferencias entre ambas, la lucha por la autonomia, la construccién de su identidad y justificacion poli- tica se sustentan en el énfasis discursivo sobre ciertos aspectos historicos, sociopoliticos y culturales. Por lo demas, la tradi- cion, la historia y/o la cultura pueden emplearse para construir sistemas de oposicion o identidad politica, sin que necesaria- mente ellos sean “propios™ a su dinamica social o su formacion historica como sociedad. Mediante este proceso se forman nue- vas identidades politico-sociales y la cultura politica se organiza en los espacios de interaccion donde se lucha —como ha men- cionado Bordieu— por nombrar y clasificar.'* Cabe mencionar que en este proceso resulta fundamental el acceso a los medios de comunicacion, ya que esto determinara, en buena medida, la 12 Robert Norton, “Culture and identity in the South Pacitic: a comparative ana- lysis", en Man, vol. 28, nim. 4, december, 1995, pp. 742-743. 13 Véase en este libro el texto de Guadalupe Rodriguez, “Autonomia y demo- cracia: la reconfiguracién del Estado espafol y de la Catalufia posfranquistas”. ‘4 Pierre Bordieu, “La ideologia como representa: en Gilberto Giménez, La teoria y ol analisis de la cultura, México, SEP/COMECSO/Universidad de Guadala- jara, 1987, p. 475 y ss. 16 INTRODUCCION incidencia que se tenga en las percepciones sociales, posibili- tando asf transformaciones en la accion y relaciones politicas al establecer nuevos “campos” de significacion social.!5 Cultura politica y procesos electorales La estrecha asociacion entre cultura politica y procesos electo- rales, ha provocado que diversos analistas politicos pongan én- fasis en el aspecto racional evaluativo de los ciudadanos frente a los procesos politicos. La importancia otorgada a los comicios no radica solamente en que pueden cuantificarse y (aunque sea matizados por otros factores como el fraude, el voto corpora- tivo y la compra de votos),!6 sino que ademas tienen incidencia directa en la organizacion politica del pais. Pero postular expli- cita o implicitamente la existencia de una cultura politica sus- tentada en una ecuacién medios-fines parece mas bien una forma de sortear las multiples dificultades que presenta el estu- dio de la “dimension subjetiva” de la vida politica.'7 El estudio del ambito politico requiere considerar tanto los aspectos racional-cognoscitivos, como los tradicionales y afec- tivos. Igualmente, es necesario tomar en cuenta tanto la consti- tucién historica de los sujetos, sectores, grupos u organizacio- nes sociales, como su organizacion y funcionamiento actuales.!8 Ademas, deben establecerse los factores que intervienen en la formacion de las identidades politicas y analizar su accion. Como bien apunta Roberto Gutiérrez, citando a Lechner: 15 Como lo han planteado diversos analistas, parte del éxito del €z.N en el pais se debe precisamente a su politica de comunicacién. ‘8 Esteban Krotz, “Aproximaciones a la cultura politica mexicana como fendme- no y como tema de estudio”, ponencia presentada en el Seminario de Cultura, op. cit, pp. 21-22. 17 Esteban Krotz, op. cit., p. 20. 18 Roberto Gutiérrez, op. cit, p. 9. Héctor Tejera Gaona La nocion de cultura politica, a diferencia de la opinion publica alude a pautas consolidadas a través del tiempo. Mas, simultanea- mente, la cultura politica también incorpora permanentemente nuevas interpretaciones de la realidad. Una de las dificultades del estudio consiste precisamente en ponderar la relacién entre las pautas establecidas, transmitidas mediante largos procesos de so- cializacién, y las nuevas ofertas de interpretacién, aportadas por los productores de sentido de diversas indoles. Ante todo en perio- dos tan convulsionados y opacos como suelen serlo los procesos de transicién, resulta extremadamente dificil especificar en qué medida lo “nuevo” significa rupturas o una adaptacion de valores y habitos arraigados.1!9 Como consecuencia de las dificultades mencionadas arriba, se ha minusvaluado la importancia que pueden tener cuestiones tales como los afectos y las tradiciones y, como consecuencia, parece existir un ambiente de optimismo sobre el avance poll- tico de la sociedad mexicana que se antoja poco fundamentado. En cuanto a esto ultimo encontramos, por ejemplo, que el creci- miento de la oposicién en el sector rural es un fendmeno que parece tener raices —ademas de la politica hacia el campo en los ultimos afios— en las fuertes limitaciones del Partido Revo- lucionario Institucional (PRI) para impulsar la democracia inter- na, la movilidad de sus afiliados y en las constantes pugnas internas de poder en que se ha visto envuelto. Esto frecuente- mente provoca que ciertos lideres se adscriban a otro partido cuando se les abre la posibilidad de competir por puestos de eleccién popular. Ivan Vallado afirma que este proceso mues- tra “las dificultades para considerar al crecimiento electoral de los partidos de oposicién como un proceso de transformacion politica en el pais”. Los partidos opositores se convierten, en realidad, en estructuras “cascaron” de grupos con poder politico y econdémico cuyo proyecto no necesariamente responde a las 19 Roberto Gutiérrez, op. cit., p. 33. 18 INTRODUCCION propuestas programaticas del partido al que se adscriben. Son instrumentos empleados como alternativa para el acceso al poder politico. Ademas, Vallado muestra como los resultados electorales se relacionan mas con redes de relaciones sociales entre votantes y candidatos, que con el crecimiento de una con- ciencia politica, o una conviccién en el proyecto del partido que impulsa a un determinado candidato.20 Para adentrarse en la cultura politica se requiere estudiar los modos de adquisicion, permanencia y cambio y ejercicio locali- zado del poder; la territorializacion de la politica y la produccion de identidades; la accion politica y los procesos de decision e interaccion entre gobernantes y gobernados y, por ultimo, des- brozar aquellos elementos que se expresan en los simbolos de los rituales empleados para afirmar el poder.?! Como sabemos, los rituales traducen los simbolos culturales, las creencias y los valores en discurso y estrategia politica.22 4Culturas politicas o cultura politica? En el campo del analisis cultural de la dimensién politica des- taca la tendencia a delimitar “conjuntos culturales”o “universos simbolicos” para construir unidades significativas de analisis bajo criterios diversos: origen étnico, educacion y tipo de activi- dad laboral, entre otras. Vallado, “Partidos politicos en el campo yucateco: op. cit., p 17. 22 Regina Bendix, “National sentiment in enactment and discourse of Swiss political ritual, en American ethnologist, vol 19, num. 4, november, 1992, p. 770, Véase también Marc Abelés, “Modern political ritual. Ethnography of an inauguration and a pilgrimage by president Mitterrand”, en Current anthropo- logy, vol. 29, num. 3, june, 1988. 19 Héctor Tejera Gaona Esta estrategia no parece tomar en cuenta tres cuestiones: la primera es que los procesos politicos son dinamicos y, por ejem- plo, las posiciones autoritarias o democraticas de ciertos secto- tes parecen depender de los ambitos y actores involucrados en el conflicto; la segunda es que los elementos culturales similares son experimentados, vividos y empleados de forma diferenciada y estan sujetos a la naturaleza diversa con que grupos simi- lares o distintos viven sus condiciones particulares, y por ultimo que las culturas politicas en México —suponiendo sin afirmar la existencia de las mismas— no son necesariamente concomitan- tes a sectores 0 grupos sociales especificos. La cultura politica en las sociedades contemporaneas se en- trecruza con variables que no pueden explicarse partiendo de la definicion clasica de grupos, clases 0 sectores sociales.23 Quizas uno de los aspectos a rescatar del posmodernismo, es el énfasis en la existencia de un hombre que —mias que entrar y salir de la modernidad, como ha planteado Garcia Canclini— vive un mundo contradictorio y multisemantico, singular e individual —cotidiano, desprovisto de grandes utopias y hedonista en sus taices— matizado por el consumo.4 De ahi la complejidad en el estudio de la formacién de nuevas entidades sociales, que parecen estar mas asociadas a la similitud de los nucleos orga- nizadores de las demandas sociales, que a cultura, indumentaria, costumbres y tradiciones. Lacultura politica no surge “desde abajo” (ni “desde arriba”). Parece mas certero decir que se construye y reformula en el proceso interactivo de grupos o sectores que muestran diferen- 23 El nivel de ingreso que hace tiempo podia considerarse como un elemento sociolégicamente valido para la definicion de grupos sociales, actualmente, sobre todo en los estratos de clase media, hace referencia a grupos profesio- nales y técnicos de muy diverso origen y formacién. 24 Por supuesto este mundo no es el de todos. Queda entender tanto el papel de los grupos marginados, excluidos de! consumo, como los espacios rurales en nuestro pais. 20 INTRODUCCION cias sociales, culturales y politicas, y entre éstas el Estado. Es necesario también considerar la existencia de un pais diverso, heterogéneo, complejo, pero también de una cultura nacional y, como consecuencia, la presencia de ciertos elementos cultura- les comunes a todos los grupos sociales, a la vez que expresiones diferenciadas de los mismos. A continuacién veremos cémo se aplica lo anterior al estudio del nacionalismo.25 Nacionalismo y cultura poli ica Habiamos mencionado anteriormente, que no obstante su carac- ter fragmentado e insuficiente, podemos hablar de una cultura nacional. ,Cémo se expresa ésta en el ambito de la cultura politica de los mexicanos?, cuales serian los elementos mas ge- nerales que se juegan en el espacio de la cultura politica? De manera preliminar proponemos que ésta se fundamenta en el nacionalismo. Un nacionalismo no necesariamente relacionado con la formacién de una estructura politica democratica y cuyo obstaculo fundamental ha sido la prioridad discursiva de los sec- tores hegemonicos del pais de construir un proyecto de nacion “surgido” del ideario de la Revolucion mexicana. De este nacionalismo encontramos al menos tres vertientes que matizan la cultura politica de nuestro pais: la primera, el na- cionalismo por resistencia?’ que forma parte de la historia co- mun de Latinoamérica, y surge como oposicién a los Estados Unidos.’ Esta expresion del sentimiento nacionalista se fortale- ce en la historia de liberacion del colonialismo norteamericano 25 Esteban Krotz, op. cit., p. 27 25 Federico Reyes Heroles, El poder: la democracia dificil, México, Grijalbo, 1991, p. 33. 27 Estamos pensando en el nacionalismo construido a partir de Lazaro Carde- nas. Nacionalismo que tiene como caracteristica principal tanto |a aceptacién del liderazgo autoritario, pero a la vez, apoyado por milltiples sectores sociales. 21 image not available INTRODUCCION do en el nacionalismo ciudadano—, ha sido sumamente limi- tada. Estos movimientos no se encuentran corporativizados, ni se han construido o validado las estructuras de intermediacion y negociacion institucionales que les hagan frente ointegren sus peticiones al discurso gubernamental.28 Este tipo de nacionalis- mo no necesariamente se expresa por medio de sindicatos 0 partidos politicos, y se encuentra asociado a las posiciones de organizaciones de diversa indole y tamafio, las cuales demandan solucion a problemas como servicios, espacios de recreo y culturales, delimitacién de zonas vecinales y seguridad, entre otras.29 Generalmente se trata de agrupaciones que desean in- tervenir en las decisiones de tipo administrativo y financiero de los espacios urbanos en que habitan aunque esto signifique el “adoptar” un funcionario. Quienes participan de él forman gru- pos sociales coyunturales, frecuentemente con perspectivas de corto alcance. Una de sus caracteristicas principales es el tras- lado de necesidades que la tradicién social ubica en el ambito ptivado al campo de lo publico. La alimentacién, los servicios, la vivienda, el transporte y la educacion, entre otros, invaden y matizan las relaciones colectivas. La organizacion que se genera para satisfacerlas las convierte tanto en demandas politicas, co- mo en motor para la formacion de nuevas percepciones del en- torno sociocultural. Este nacionalismo en ciernes no necesariamente trasciende la coyuntura politica y permanece una vez que se han obtenido los satisfactores demandados. En todo caso, la generacién de 28 Piénsese, por ejemplo, en el abstencionismo en las elecciones para conse- jeros ciudadanos en el Distrito Federal durante 1995. Ello parece expresar, entre otras cosas, que los mecanismos de representacion formal establecidos por el gobierno no parecen ser confiables para un amplio sector de los habi- tantes de la ciudad. 28 Recuérdese por ejemplo, el movimiento de los vecinos de la colonia Roma Por evitar la presencia de las oficinas de la Policia Judicial Federal en un edificio de la calle de Alvaro Obregon. 23 Héctor Tejera Gaona una nueva cultura politica con base en el nacionalismo ciuda- dano es todavia incipiente y avanza con lentitud. Lo cierto es que ha generado un panorama donde las relaciones politicas entre el Estado y las multiples organizaciones politicas y civiles de la ciudadania del pais son dispersas, multisemanticas y varia- bles, y donde los interlocutores corporativos o institucionales se han difuminado y desgastado. Con ello las organizaciones so- ciales se enfrentan a multiples dificultades para encontrar espa- cios de negociacion eficientes. Como contraparte también se han erosionado las posibilidades de gobernabilidad. Democracia y autoritarismo en México: gexiste una nueva cultura politica? Las posibilidades y obstaculos para un avance de la vida de- mocratica en nuestro pais es uno de los aspectos centrales que recorre las paginas de este libro. Su discusion fluctua entre pos- tular, por un lado, que los principales impedimentos al proceso de democratizacion en México son culturales, es decir, producto de nuestra historia, tradicion y valores politicos, y, por el otro, que el caracter autoritario del Estado (no solamente el mexicano sino, por definicion, cualquier Estado) y sus organismos corporativos son la traba esencial para impulsar un proceso democratizador.*° Aun- que ninguno de los autores que trata el tema en este libro haya tomado una posicion irreductible en alguno de los extremos, parecieran existir elementos suficientes para suscribir cualquie- 39 Multiples organizaciones gremiales han pugnado por la democratizacién y la rotacién de sus lideres, sobre todo en el caso del sindicalismo mas intimamente ligado al Estado, Isaac Reyes nos muestra las razones por las cuales movimien- tos como la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educacidn, son acotados por las distintas aspiraciones de los maestros rurales y del area urbana. La asamblea como base que sustenta la estructura sindical del snie es el primer espacio donde se realiza el control de los maestros a través del 24 INTRODUCCION ra de ambas posiciones. Por una parte, la contundencia con que se muestra la resistencia del Estado mexicano y del PRI para facilitar la transicion a una verdadera democracia politica en nuestro pais —una democracia donde la libertad de expresion y organizacién se conjunten con una representatividad politica avalada por procesos electorales inobjetables—! inclina al lec- tor a convencerse de que el problema fundamental para el avance de una vida democratica en México se ubica en la re- sistencia presentada por el gobierno para abrir mayores espacios de participacion politica. En efecto, no resulta dificil caracteri- zar al sistema politico mexicano como un sistema autoritario, donde el PRI-Estado ha centralizado el acceso y el control poli- tico lo que hace evidente que en el estudio de las relaciones de poder? y de los procesos de interaccién entre lo local y lo glo- bal, debe tomarse en cuenta este aspecto. Sin embargo, otras investigaciones, como las que estudian los procesos de formacion de organizaciones urbano-populares, nos muestran como el autoritarismo es un elemento presente en su dinamica organizativa y politica.33 En efecto, si en términos analiticos se realiza una distincién entre la democracia como forma de interrelacién y convivencia entre los diversos sujetos sociales y la democracia como sistema politico, encontramos clientelismo y las prebendas de quienes son fieles, a la vez que los movimientos disidentes no parecen retomar las aspiraciones especiticas de los profe- sores. Véase Isaac Reyes, “El movimiento magisterial y su efecto en a cultura politico-sindical” en este libro. 31 Porlo demas, uno de los principios de la vida democratica, es que los partidos u organizaciones politicas existentes, representen a individuos provenientes de todos los sectores de la sociedad. En caso contrario, es sumamente probable que el conflicto que se exprese, impida la posibilidad de establecer un acuerdo de vida democratica en el pais. 32 Marc Abéles, op. cit., p. 19. 33 E| estudio que presenta en este libro J. Salvador Zepeda “Colectivismo versus individualismo: dos caras del liderazgo en el uP. Estudio de caso en Uruapan, Michoacan’, es ilustrativo al respecto. 25 Héctor Tejera Gaona que la exigencia por parte de diversas organizaciones y partidos por su instauracion no necesariamente se acompaiia de su ejerci- cio en otros ambitos. Un ejemplo de esta democracia selectiva son las campafias moralizadoras de los presidentes municipales panistas de Yucatan y Guadalajara, y de las agrupaciones 0 aso- ciaciones civiles que los apoyan.34 Es por ello que parece insu- ficiente e incluso erréneo intentar un acercamiento a la realidad politica del pais con base en la dicotomia democracia/autorita- tismo, especialmente cuando se sustenta en el implicito bastante generalizado de que la sociedad civil es intrinsecamente demo- cratica y el Estado es sustancialmente autoritario. Para analizar el autoritarismo en México, una tarea central tadica en precisar sus expresiones. El discurso autoritario de los grupos en el poder en el sistema politico mexicano es incon- fundible por dos razones: la primera, por el empleo discursivo de las tres deidades: estabilidad, desarrollo social y régimen de de- techo.35 Su primera caracteristica es la falta de legalidad en sus accio- nes aunque ésta sea, a su vez, un aspecto que rebasa las relacio- nes politicas y subyace en el cuestionamiento a los sistemas legales vigentes; la segunda, su constante referencia a las reglas o normas establecidas en las relaciones de poder. Por ello, la importancia de estudiar la disputa social en cuanto a la validez de la legalidad vigente.36 El conflicto legal, ya sea en términos 34 Para el caso de Yucatan véase en este libro el estudio de Enrique Montalvo “Globalizacién, fundamentalismo y cultura regional”. Existen multiples proble- mas al intentar establecer los criterios bajo los cuales determinar los contornos de una cultura autoritaria 0 democratica. Bajo qué parametros se considera democratico 0 no que Serrano Limon, presidente de ProVida México, pretenda incidir sobre la legislacién en materia del aborto, independientemente de las razones por las cuales el propio Estado mexicano se ha negado sistematica- mente a discutir el tema? 35 Federico Reyes Heroles, op. cit, pp. 46-48. 36 Es por ello que Castillo Peraza, en una entrevista realizada con relacién al conflicto entre el presidente municipal y el gobierno federal relacionado con el 26 INTRODUCCION de procesos politicos, o cualquier otro campo que enfrenta a de- terminados grupos sociales con el Estado, es un indicador de la flexibilidad de un sistema politico y de los alcances o limites del autoritarismo. Quiza por ello, uno de los aspectos que curio- samente puedan considerarse como mas transformadores de la vida politica nacional sea la apelacion o busqueda de la legali- dad en asuntos tales como los procesos electorales. Es decir, la demanda de que el Estado cumpla con el marco juridico sobre el que se sustenta. Esta demanda, que desde cierta perspectiva podria ser considerada profundamente conservadora debido a la defensa a ultranza del marco legal existente, resulta profunda- mente innovadora al contrastarse con la ilegalidad de multiples acciones del gobierno. Aun cuando el conflicto sociopolitico no necesariamente hace referencia a las reglas o normas establecidas,37 los elementos pro- pios del autoritarismo se insertan en la apelacion a la estabilidad y el desarrollo social; a una constante referencia a la linealidad (el camino es ahora el correcto, solamente nos falta recorrerlo); al conservadurismo (los cambios solamente son posibles dosi- ficandolos y controlandolos); a la continuidad y la promesa de un futuro siempre mejor que el presente. Por ello, el tercer rasgo caracteristico del autoritarismo es apelar al sacrificio del pre- sente por un futuro promisorio. Por ultimo, aunque no por ello consideremos terminada la lar- ga lista de postulados, actitudes y valores activos asociados al autoritarismo, se encuentra la arbitrariedad, entendida como la ex- presion personal de pequefios autoritarismos que surge por la de- bilidad en la formacion de una cultura politica democratica que cobro de cuotas en el puente fronterizo de Ciudad Juarez, afirmaba que la accién emprendida por el municipe, si bien no estaba legalmente sustentada, tenia como propésito demostrar la irracionalidad de la normatividad vigente. 37 Por supuesto, también puede considerarse a la ley como un discurso del conflicto, ademas de ser un forma de orden coercitivo sustentado en reglas y decisiones sobre la vida social. Véase Andrew Arno, op. cit., p. 42. 27 Héctor Tejera Gaona vaya mas alla de la cultura civica, y se extienda a todos los niveles de la vida social.38 Con referencia a lo mencionado, es importante establecer la diferencia entre cultura civica y cultura politica en un régimen o sociedad que se pretenden democraticos. La primera, que deri- va de la segunda, se manifiesta por la presencia de fundamentos generales donde se establecen los derechos y obligaciones de- tivados del acuerdo general de principios y valores para convi- vir bajo un régimen democratico. Fundamentos donde estan cla- ramente definidos los derechos de uno con relacion a los demas, asi como los derechos de los demas. Por supuesto que el juego democratico de todas formas im- plica la existencia del conflicto pero sustentado en unas reglas de juego consensadas.*? Reconocer que el ejercicio y mantenimiento del poder ejer- cido por el Estado es, como ya mencionamos, el espacio anti. democratico y autoritario por excelencia, no debe hacernos olvi dar que la democracia no es consustancial a la sociedad civil y sus diversas organizaciones. Como dice Federico Reyes Heroles: Conservar el poder, es triunfo de triunfos, se piensa. El poder por si mismo explica la existencia. Desde ese sitio los valores politicos comunes de la democracia, esos que pueden ser compartidos por todos, que no son de ninguno en exclusiva, ni para alguno en exclu- siva, esos valores que no demandan sofisticacion para mostrar su pleno brillo, ese simple y sencillo catalogo cobra, dicen, su verda- dera dimension. Desde ahi se mira empequefiecido. Solo en ese huerto se tiene acceso al entendimiento de fuerzas no asequibles al comtin de los mortales. Es en este limbo en el que pasean las al- mas de los patriarcas incomprendidos por sus pueblos. Ellos saben 38 En lo que se refiere a los elementos pasivos que permiten el ejercicio del autoritarismo, quiza sean la apatia y el cinismo, dos de los mas caracteristicos, aunque su estudio y definicién antropoldgica estén por elaborarse. 39 Martin Lipset, op. cit., p. 20. 28 image not available Héctor Tejera Gaona efecto, ya el estudio de Fagen y Tuhoy® sobre el autoritarismo de la cultura politica del mexicano, realizado en Jalapa, Vera- cruz en los afios 60, mostraba que, en términos declarativos, mas de un 90% de la poblacion entrevistada estaba de acuerdo con enunciados como “la democracia es la mejor forma de go- bierno”, “los funcionarios publicos deben ser elegidos por el voto mayoritario” o “todo ciudadano debe tener igual posibili- dad de influir en la politica gubernamental”. Sin embargo, los dos autores rechazan que este acuerdo fuese, en realidad, un indicio de una cultura politica democratica entre los jalapenses. En términos practicos, encontraron actitudes en las cuales exis- tia un considerable apoyo a que las minorias rechazaran o cri- ticaran las decisiones de las mayorias y a que éstas incidieran en las decisiones de las minorias. Por su parte, en un trabajo realizado por Booth y Seligson, donde la cultura politica democratica se estudia con base en dos principios generales: apoyo a un sistema de amplia participa- cion politica y el apoyo al derecho de las minorias a disentir, los autores afirman: nuestros datos sugieren que no se puede explicar la naturaleza autoritaria del sistema politico mexicano como consecuencia de una cultura politica autoritaria entre la poblacion. Si nuestros datos reflejan de manera general las actitudes de la poblacion en general, debemos concluir que los mexicanos apoyan fuertemente las liber- tades civiles basicas, un patron lejano de la cultura politica autori- taria que se ha créido que existe en México. Nosotros hemos demostrado que en tres dimensiones separadas, los mexicanos urbanos tanto de clase media como baja muestran un fuerte apo- yo por las libertades democraticas.43 42 Véase Richard Fagen y William Tuhoy, Politics and Privilege in a Mexican City, Stanford, Stanford University Press, 1972, p. 113, en John A. Booth y Mitchell A. Seligson, en “The Political Culture of Authoritarianism in Mexico: a Reexami- nation’, en Latinamerican Research Review, num. 1, vol. XIX, 1984, p. 110. 43 John A. Booth y Mitchell A. Seligson, op. cit., p. 118. 30 INTRODUCCION No habria sin embargo que confundir el suscribir declarativa- mente la democracia con el hecho de luchar por ella; es comin verbalmente defenderala y al mismo tiempo sustentar el autori- tarismo por omision. Quiza uno de los problemas centrales de demostrar que muchos mexicanos “muestran” un fuerte arrai- go por las libertades democraticas basados en estudios cuyo sus- tento son las propias declaraciones de los entrevistados, se ubique en la necesidad de diferenciar el desarrollo de los pro- cesos politicos —los procesos politicos en accion— del “apo- yo” meramente verbal. No hacerlo puede conducir a una pertcepcion equivocada o contradictoria de los fenomenos poli- ticos. Es ya una tradicién en la antropologia afirmar que las declaraciones normativas no necesariamente estan asociadas a las acciones de quienes las formulan. Ademas, ante una situa- cién como la que vivimos en la actualidad, los patrones norma- tivos en la sociedad tienden a ser heterogéneos e inconsistentes. Por tanto, como ha mostrado Michael Mann para el caso de la clase obrera en Inglaterra, las clases subordinadas muestran una propensién ha aceptar lo establecido por razones pragmaticas, debido a la ausencia de alternativas posibles mas alla de la con- viccion de sus propios derechos.‘4 Los valores democraticos o autoritarios de la sociedad, no pueden ubicarse exclusivamente en el espacio de los deseos 0 principios expresados por un sector, grupo o muestra estadistica en cuanto a conocer sus derechos 0 enunciar los principios de convivencia bajo los cuales la sociedad “debe” estructurarse, sino también en las posibilidades reales de que ello esté ocu- triendo. Las encuestas empleada para establecer, por ejemplo, los valores democraticos de un determinado sector de la pobla- cién, si bien pueden ser indicativas de los ejes bajo los cuales se establecera el juego politico, no expresan necesariamente los 44 Véase Perry Anderson, op. cit., p. 57. 31 Héctor Tejera Gaona elementos centrales de la cultura politica mas que en el proceso de las relaciones de poder.*s De esta manera, no parece correcto sustentar el andlisis de la cultura politica teniendo como referen- te fundamental los andlisis estadisticos. Como plantea Urla: Mas que una técnica administrativa de extraccién o distribucién de recursos, la estadistica se ha convertido en una herramienta en la elaboracion de la subjetividad moderna y la realidad social.*6 En una sociedad donde la medicion se convierte en parte de la “objetividad”, es inevitable establecer el peso politico que tie- ne esta herramienta en el ejercicio del poder. Las encuestas se han transformado en una tecnologia constructora de la verdad‘7 en apoyo del discurso politico. En un instrumento que permite establecer el balance de la situacion particular de un proceso social como en el caso de las elecciones. La estadistica opera a nivel de conocimiento social, administracién gubernamental y de representacion simbélica y puede jugar un papel central en esta ultima.‘® Por tanto, el analisis estadistico se acerca mas a los propdsitos de la construccion de la subjetividad traducida en discurso publico, que a un procedimiento que permita valorar cuestiones tales como la cultura politica, lo cual, por lo demas, no invalida la utilidad de las mismas si son utilizadas como una herramienta mas de analisis. 45 Véase el libro de Alberto Narro y Luis Hernandez, Como somos los mexicanos, uNaM, 1987, y el texto de Raul Béjar y Héctor Capello, Bases tedricas y metodolégicas en el estudio de la identidad y el cardcter nacionales, CRIM-UNAM, 1990. 46 Jacqueline Urla, “Cultural Politics in an Age of Statistics: Numbers, Nations and the Making of Basque Identity", en American Ethnologist, vol. 20, num. 4, november, 1993, p. 820. 47 Jbid., p. 810. 48 Jbid., p. B19. 32 INTRODUCCION Autoritarismo y orden social Entre las diversas dificultades para el avance de una cultura democratica en el pais, destaca que la similitud de valores com- partidos en el ambito de las relaciones politicas es un obstaculo para percibir los elementos asociados a su valoracién. Su per- cepcién surgira de los desacuerdos intersubjetivos en cuanto a quienes pueden mandar, sus espacios de influencia y el aleance o limites del ejercicio del poder.4? Como relacion social dina- mica, el poder tiende a establecer parametros que condicionan el comportamiento social frente a él y, ademas, lo validan.5° Es- tos parametros que se internalizan y transforman en patrones culturales, pueden no ser generales, o ser percibidos desde pers- pectivas distintas. El ejercicio del autoritarismo frecuentemente se sustenta en el sentido comun; en una vision del mundo carente de critica y reflexion, de experiencias afectivas y cognitivas a nivel fami- liar, religioso y laboral.5! Los contenidos politicos del sentido comun, como una primera relacién entre sentimiento y pensa- miento, se construyen a partir de las relaciones cara a cara con quienes detentan el poder. El sentido comun en este campo es resultado de una cultura y de una perspectiva del poder. Se genera en un espacio para el cual Bordieu ha construido el con- cepto de habitus: “todo un sistema de predisposiciones inculca- das por las circunstancias materiales de la vida y por la crianza familiar™,>? el cual se conjuga con aspectos tales como la iden- 48 Eduardo Seda, “La funcién dela cultura en los procesos politicos”, en Anuario indigenista, Instituto Indigenista Interamericano, diciembre, 1969, p. 295. 50 Eduardo Seda Bonilla, op. cit., p. 312. 51 Daniel T. Linger, “The Hegemony of Discontent”, en American Ethnologist, vol. 20, num. 1, february, 1993, pp. 16-17. 52 Guillermo de la Peiia, “La cultura politica en los sectores populares de Guadalajara”, en Nueva Antropologia, nim. 38, octubre de 1990, p. 86. 33 Héctor Tejera Gaona tidad, y la interrelacién con la sociedad y el mundo politico.53 Baste recordar que —como ha insistido Renato Rosaldo— las experiencias cotidianas son centrales para establecer las formas en que se aprehende la realidad inmediata.54 Los estudios organizacionales, especialmente en sindicatos, han mostrado que el autoritarismo y la democracia se encuen- tran respectivamente relacionados con la debilidad o fortale- cimiento de la cohesion social y la lealtad. La expresion del conflicto puede jugar un papel cohesionador si existe la posibi- lidad de incidir o cambiar a quienes lo representan y mantener la integracion general, ya que la critica se dirige a personajes especificos, mas no a la organizacién en su conjunto. Cuando el funcionamiento de una organizacién esta estrechamente re- lacionado con un grupo permanente y autoritario, la diferencia entre ambos es dificil de establecer.55 Por tanto, la posibilidad de incidir sobre quienes representan a una organizacion, so- ciedad o nacion, generara mayor adhesion a ella si se tiene la posibilidad de criticar, cambiar o modificar las politicas de los dirigentes. El planteamiento de la democracia en nuestro pais es resul- tado de un anilisis sobre la situacion actual donde existe un 53 Ibid., p. 97. 54 Renato Rosaldo, Cultura y verdad, México, cNCAGrijalbo, 1991, p. 143. En cuanto a la cultura politica del mexicano, al menos los estudios clasicos realizados a partir de las décadas de los cincuenta no han sido muy optimistas sobre sus posibilidades. Eric Wolf, Samuel Ramos, Octavio Paz, Rafael Segovia y Eric Fromm, desde diferentes perspectivas manifiestan que el mexicano es un buscador de poder, mezcla de un complejo de inferioridad con machismo, o su formacién cultural genera intolerancia en los nifios y apatia y cinismo entre los adultos. Eric Wolf, “The Virgin of Guadalupe: a Mexican National Symbol”, Journal of American Folklore, vol. 71, Jan/March, 1958, num. 279; Octavio Paz, El laberinto de la soledad, Fce, 1950; Samuel Ramos, El perfil del hombre y la cultura en México, México, Imprenta Mundial, 1954; Rafael Segovia, La politi- zacién del nifio mexicano, México, El Colegio de México, 1975; y Eric Fromm y Maccoby, Sociopsicoanilisis del campesino mexicano, México, Fondo de Cul- tura Econémica, 1973. 55 Mastin Lipset, op. cit., p. 36. 34 image not available CULTURA POLITICA’ Roberto Varela* Introduccién Diccutir sobre el concepto de cultura politica nos debe llevar a definir los dos conceptos que entran en juego: cultura y polf- tica. Trataré de hacerlo brevemente. Me importa delimitar los dos conceptos, pues emplear conceptos mal definidos, ambi- guos 0 equivocos nos puede crear tal confusion que se quede enana la torre de Babel. La naturaleza de la cultura Me adhiero a una definicion reciente de cultura —mera osamen- ta— propuesta por Ackerman? para Ilenarla de carne, misculos, organos vitales: the matrix, both counscious and incounscious, that gives meaning to social behavior and belief. Me refiero a cultura, en cuanto a su contenido, como a un conjunto (no me comprometo con “sistema” o “estructura™) de * Departamento de Antropologia uam-Iztapalapa 1 Parte de esta reflexién se encuentra en Roberto Varela, 1994, “Cultura, tecnologia y dispositivos habituales”, en prensa. 2 Robert Ackerman, J. G. Frazer: His Life and Work, Cambridge, Cambridge University Press, 1987, p. 1. 37 Roberto Varela signos y simbolos como los define a su vez Leach:3 ambos suponen una eleccion humana para crearlos, pero no necesaria- mente consciente. A esta por B pues al existir una relacion intrinseca previa entre ellos pertenecen al mismo contexto cul- tural —signo—; A esta por B pero al no existir una relacion intrinseca previa pertenecen a dos contextos culturales diferen- tes —simbolo— (por ello no me pronuncio por sistema 0 estruc- tura, pues es dificil entender cémo se forma un sistema o una estructura con elementos que pertenecen a dos contextos cultu- rales diferentes). Los signos y simbolos transmiten conocimientos e informa- cién sobre algo: quiz sea lo mas patente; pero los mismos sig- nos y simbolos portan valoraciones: juicios sobre lo bueno y lo malo, lo debido y lo indebido, lo correcto y lo incorrecto, lo de- seable y lo indeseable, etcétera; los mismos suscitan sentimientos y emociones: odios, amores, temores, 200s, etcétera; expresan ilusiones y utopias: deseos, veleidades, anhelos, etcétera. En esta reflexion quiza nos pueda iluminar Victor Turner cuando trata de las cualidades de los simbolos dominantes del ritual. Habria que sefialar que Turner emplea el término “orectic™ (p. 54) y habria que recordar también que fue estudioso de las letras clasicas antes de estudiar la antropologia. Por ello emplea el término entrecomillado de “orectic”: esta palabra la toma del grie- go ¥ que segun el diccionario griego-inglés de Oxford (1953) connota toda la clase de appetency, connation, e incluye deseo con pasion, deseo, apetito, inclinacion y voluntad deliberada. Tal vez sea necesario justificar por qué destaco las ilusiones y utopias y no las incluyo entre los conocimientos e informa- cién. Esteban Krotz, en varios articulos sobre la cultura politi- 3 Edmund Leach, Culture and Communication, Cambridge, Cambridge Univer- sity Press, 1976, pp. 9-16. 4 Victor Turner, 1967, “Ritual Symbolism, Morality, and Social Structure among the Ndembu’, p. 54. 38 CULTURA POLITICA ca,5 nos ha hecho ver la importancia de la “cuarta dimension” para rescatar el factor subjetivo de los actores sociales. ,Como la relaciono yo? La ideologfa nos lleva a la cultura, pues puede y debe ser tratada como un sistema cultural (Geertz)® al igual que la ciencia y la utopia (Ricoeur)? con las que esta intimamen- te relacionada. La ideologia opera en tres planos: como defor- macion en su caracter de imagen invertida, como integracion en su caracter de “fuente extrinseca de informacion en cuyos térmi- nos la vida humana puede ser modelada™ (Geertz), como legi- timacion en su caracter de condicion de posibilidad para el ejer- cicio del poder. La utopia en forma complementaria opera como fantasia en su caracter de evasion, como imaginacion creadora en su caracter de exploracién de lo posible, como subversién en su caracter de alternativa al uso del poder existente o al mismo poder. La ciencia, por su parte, se opone a la ideologia como ima- gen invertida, pero no necesariamente a la ideologia como in- tegracion o legitimacion: la obliga, eso si, o a ajustarse a la rea- lidad o a explicitar y justificar racionalmente sus ultimos fun- damentos. No quiero caer en la ingenuidad de que la fuerza de las razones obligue por si sola al poder a un ejercicio diferente. Entiendo por cultura, entonces, al conjunto de signos y sim- bolos que transmiten conocimientos e informacion, portan valores, suscitan emociones y sentimientos, expresan ilusiones y utopias. La cultura, asi, ademas de servir al actor social en la reflexion sobre su accion social, le permite situarse en el mundo social. Pero no bastaria la sola dimensién del contenido para carac- terizar la cultura: es preciso aiiadir que ese conjunto de signos 5 Esteban Krotz, “Cultura y a politico’, en Nueva Antropologia, vol. VI, num. 23, México, 1984, pp. 27-44; 1984; 1985; 1986. 8 Clitford Geertz, 1973, “Ideology As a Cultural System”, pp. 193-233. 7 Paul Ricoeur, 1989. ® Clifford Geertz, op. cit., p. 216. 39 Roberto Varela y simbolos se comparte con otros. No deberia postularse que los significados que se atribuyan a los signos y simbolos sean igua- les en cada persona que los recibe, sino slo que sean equiva- lentes: de facto es lo unico que podetnos saber.? Quiza convenga detenerse en este punto para aclarar con mas precision lo que entiendo por “compartir”. He dicho mas arriba que los signos y simbolos, en cuanto a su contenido, se refieren a 1) conocimientos e informacion, 2) valoraciones, 3) emociones y sentimientos, 4) ilusiones y utopias. Ahora bien, una cosa es com- partir en el sentido de aprobar, consentir, aceptar, sentir, experi- mentar, y otra en el sentido de conocer, interpretar, saber, entender, comprender. Como antropologos creemos poder, y quizas algunas veces lo logramos, entender otras culturas, interpretarlas, traducit- las, pero no necesariamente postulamos que asumimos como nues- tro su mundo de creencias, sus afirmaciones de verdad o falsedad sobre la “realidad”, que nos adherimos a su mundo valorativo, me- nos atin que podamos experimentar sus mismas vivencias emo- cionales, afectivas y sentimentales, o que sus ilusiones y utopias sean las nuestras. Los que comparten una cultura en el primer sentido, por el contrario, la “viven”, la “experimentan”, la “sien- ten”, aunque no necesariamente la comprendan. El panorama es mas complicado, pues se puede compartir (en la segunda acepcién del término) un rubro de los cuatro anterior- mente expuestos sin hacer suyos los demas. Mas aun, los rubros no son necesariamente unitarios sino multiples, de tal modo que se pueden aceptar “paquetes”, pero no la totalidad. Las culturas, como nos lo ha hecho ver Néstor Garcia Canclini, son “hibri- das”.10 Pongo un ejemplo para aclarar lo que quiero decir. Suponga- mos que mi lengua materna sea el espafiol —conjunto de signos ® Richard Newbold Adams, 1983, pp. 123-127. 10 Néstor Garcia Canclini, 1990. 40 CULTURA POLITICA y simbolos que soy capaz de interpretar (no implico que conozca toda la lengua espafiola)—; supongamos, ademas, que apreida a leer otra u otras lenguas extranjeras —conjunto de signos y simbolos—; supongamos que soy fisico, que mi campo de espe- cializacion sea la fisica del estado sdlido y que por mi dedica- cion estoy al dia en todo lo que se refiere a mi especialidad; supongamos que me he dedicado en forma tan intensa a mi cam- po de estudio que en la practica no sé nada de otros campos como la filosofia, la literatura, la musica, la biologia, la econo- mia, etcétera. ,Qué comparto, entonces, con ottos colegas fisi- cos mexicanos y extranjeros? Quiza sdlo una parte —fisica del estado sdlido— de los conocimientos que poseen los que si han incursionado en otros campos disciplinarios aunque no nece- sariamente como expertos. Respecto, entonces, al primer rubro —conocimientos e infor- macién— tenemos, por una parte, que es inmensamente amplio en nuestro mundo contemporaneo y, por la otra, inmensamente restringido para cada individuo. Si nos contentaramos con una definicion de cultura que solo tomata en cuenta el factor conoci- mientos e informacion seria sumamente dificil distinguir entre una cultura y otra. La premisa de la ciencia moderna es su ubi- cuidad: esta en todas partes, no tiene barreras nacionales o culturales; su pretension es ser apatrida, cosmopolita, universal; reconocible y aceptable por cualquier persona que siga las re- glas del “método cientifico”. Es mas, los rubros 2) valores, 3) sentimientos y emociones y 4) ideales y utopias también pueden considerarse como “conoci- mientos e informacion” y ser tratados como compartir en la se- gunda acepcién del término. Asi, en una interlocucion verbal deci- os “entiendo que estés enojado”, pero sin que signifique que uno también lo esté: simplemente estamos recabando informacion. Plantearia, entonces, que cuando queremos caracterizar una cultura como diferente de otra lo significativo no esta tanto en 41 Roberto Varela el mundo compartido segun la segunda acepcién del término, sino segun la primera: aprobar, consentir, aceptar, sentir, expe- rimentar. Aqui es donde buscaria “la matriz tanto consciente como inconsciente” de Ackerman. No es lejana la concepcion que me hago de la cultura al estilo étnico de Leroi-Gourhan quien lo define “como la manera peculiar a una colectividad de asumir y marcar las formas, los valores y los ritmos”.!! Dicha matriz la concibo con Lévi-Strauss como un “enrejilla- do” (grille) que anuncio en El pensamiento salvaje o los “esque- mas” que aplico en su analisis estructural de “La gesta de Asdiwal”.!2 Tengo en mente los ensayos que hizo Pospisil en el campo de la antrapologia juridica.!3 Quizas una elaboracion mas acabada como lo hacen los semidlogos me Ilevaria a un analisis riguroso que supere la mera intuicion.'4 Por ultimo, para romper el circulo infernal de “yo interpreto lo que tu interpretas lo que yo interpreto que él interpreta lo que yo interpreto” de la thick description de Geertz,!5 hago hinca- pié en que los signos y simbolos se refieren a algo energético que esta fuera de mis procesos intramentales como bien lo sefia- la Adams‘ en el mismo pasaje que cité anteriormente. Cultura, condiciones materiales, dispositivos habituales Quisiera ahora explicar la distincién y relacion entre cultura, por una parte, y dispositivos habituales, por la otra. A mi modo 11 André Leroi-Gourhan, 1971, p. 274. 12 Claude Lévi-Strauss, 1964, p. 115; 1979, pp. 157-160. 13 Leopold Pospisil, 1971. 14 Umberto Eco, 1990. ‘5 Op. cit., “Thick Description: Toward an Interpretive Theory of Culture", pp. 3-30. 18 Op. cit., pp. 123-127. 42 CULTURA POLITICA de ver son realidades diferentes que conviene no confundir. Voy a introducir en el texto dispositivos habituales para referirme a comportamientos habituales, no casuales, pues el interés del analista social no esta en los actos unicos y esporadicos sino en los comportamientos de alguna manera pautados. Creo ganar mayor rigor con el nuevo término. El campo amplio en que se presenta la discusién es el de la relacion entre cultura y comportamiento: jes pertinente conce- bir el comportamiento como parte de la cultura de tal modo que si no incluimos el primero en la segunda no damos cuenta cabal de un solo fendmeno indivisible?; ,es pertinente, por el contra- rio, separar el uno de la otra sin postular necesariamente que no exista relacién entre ambos?; {qué tipo de relacién, en todo caso, postulariamos entre ellos: de oposicién, de concomitancia, de complementariedad, de mutua causalidad, de causalidad unidi- teccional?; bastaria la relacion de sdlo esos dos términos o tequeririamos de un tercero como el de dispositivos habituales? Comencemos por establecer que el campo es problematico. Si hiciéramos una atqueologia de las obras escritas en ciencias sociales que se produjeron en México entre 1970 y 1985, nos sorprenderiamos de las pocas alusiones que se hacian sobre la cultura como un elemento explicativo de los fendmenos sociales que estaban analizando. Por el contrario, a partir de la ultima fecha y hasta el presente la preocupacion por la “cultura” se esta haciendo parte de nuestra cultura mexicana. Pareciera, entonces, que para un buen nimero de intelectua- les o para legiones de comunicologos la relacién entre cultura y comportamiento es de causalidad unidireccional: si se cambia la cultura se cambia el comportamiento, y apliquese al campo es- pecifico que se quiera: politico, cientifico, tecnologico, etcétera. En ocasiones, la palabra “cultura” se sustituye por la de “ac- titud” y se prosigue con el mismo razonamiento: cambiemos la actitud y cambiatemos el comportamiento. El punto esta en que 43 Roberto Varela si se establece sin mas que la modificacién de un proceso intra- mental, traera consigo un cambio en el comportamiento. Lo que es evidente es que se dan cambios intramentales y que posiblemen- te estos cambios produzcan otros intramentales, pero no es evi- dente que éstos produzcan cambios extramentales, pues el efecto producido por un cambio intramental se recibe en la misma facul- tad que lo elitizé. Elemental: se trata de acciones inmanentes, no de acciones transeuntes. Existe, sin duda, una relacion entre cultura, tanto en la pri- mera como en la segunda acepcion del término, con dispositivos habituales. Puse énfasis en paginas anteriores que una cultura debe compartirse para que sea tal: los nonce symbols en térmi- nos de Leach!’ los descartaria del concepto de cultura a menos que por repeticiones habituales Ileguen a ser standardised sym- bols. Pero para que tenga influencia la cultura en los dispositi- vos habituales deben darse condiciones materiales determina- das en los recipientes de la cultura: veo dificil que cambiemos comportamientos dietéticos de los que solo tienen para comer tortillas, chile y frijoles con predicarles —cultura— recetarios de la haute cuisine francaise. Detengamonos por un momento a esclarecer el parrafo ante- rior. Estoy haciendo intervenir tres elementos: cultura, condi- ciones materiales determinadas y dispositivos habituales. Tomo primero, la relacion cultura y condiciones materiales, y después lo haré con cultura y dispositivos habituales. Con una serie de ejemplos trataré de aclarar la primera re- lacion. Me voy a referir a la cultura y participacién politica: pro- porciono lo datos y luego hago el anilisis. Investigaciones de campo,'* prolongadas durante varios me- ses, realizadas en Morelos en los afios setenta y ochenta revelan que se da activa participacion politica por los campesinos mo- 17 Op. cit., pp. 12-15. 18 Roberto Varela, 1984. CULTURA POLITICA relenses cuando se puede, no cuando es imposible al menos para la percepcion de los actores sociales. Es mas, en algunas comu- nidades la actividad politica es tan frenética que ni el mas pintado citadino nacional o extranjero realizaria. En el poblado de Metepec, por ejemplo, en escasos ocho meses de trabajo de campo pudimos registrar 25 asambleas y 31 faenas publicas (trabajos obligatorios en beneficio del poblado); sobre 283 personas (segiin los criterios del poblado que se usa- ban para catalogar a sus habitantes como sujetos de actividad politica directa) 74 ocupaban un cargo 210 en guardias (35 cuadrillas de seis personas cada una que se turnaban diariamente y que permanecian todo el dia bajo las érdenes del comandan- te de policia); todas las decisiones que afectaban a la comunidad se tomaban literalmente en asamblea. Por afadidura hay que advertir que ningun cargo era remunerado, lo que significaba para el ocupante del mismo inversion de tiempo y dinero. La competencia politica se daba para rehuir un cargo, no para al- canzarlo. Los cargos de mayor importancia, objetiva y subjeti- vamente, eran un castigo, no un premio. La vida democratica de la comunidad se acercaba peligrosamente a los ideales de los visionarios utdpicos, no a los de los dirigentes de nuestros par- tidos politicos. Expliquemos por qué se daba esta situacion anomala. En Me- tepec, como en otras comunidades semejantes a lo largo y ancho de todo el pais, no existen personas con el control de un recurso material o simbolico significativo para los otros miembros de la comunidad. Todas Ia personas del poblado mantienen en sus propias manos el control de recursos —tierra, agua, simbolos, habilidades personales, relaciones sociales— mas 0 menos se- mejantes. Los que acceden a un cargo no lo hacen por tener una ventaja sobre los demas. El cargo mismo, por otra parte, una vez obtenido, no les proporciona el control de otros recursos inter- nos o externos a la comunidad. La base, entonces, para poder 45 Roberto Varela ejercer el poder —la toma de una decision— va a descansar en la voluntad de las otras personas que desean que tal decision sea tomada. Por ello a cada instante se requiere consultar a los miembros de la comunidad para saber si una decision se puede o debe tomar. Puesto en términos técnicos, los centros de deci- siones de esas comunidades no tienen poder independiente pata tomar una decision, sino solo el poder dependiente que les asig- nan sus vecinos. Podriamos etiquetar a esas comunidades como las de la pequefia politica: pequena en términos relativos, pues es cierto que ahi no se toman las grandes decisiones que afectan la vida del pais, pero al fin y al cabo politica. {Qué pasaria si dotaramos a los centros de decisiones de esas comunidades con un poco de poder independiente de los miem- bros de la comunidad pero dependiente de otras esferas ex- tralocales? Pudimos observar, por ejemplo en el poblado de Ocuituco, cabecera municipal del mismo municipio al que per- tenece Metepec y distante unos cuantos kilémetros, que en estas comunidades cesaba la actividad politica en forma drastica: casi no se convocaban asambleas y, cuando lo hacian, eran pocos los asistentes; aunque se citaban a faenas publicas, un buen numero ode plano no las hacian o enviabana un peon (al que le pagaban) en su lugar; habia pocos cargos que repartir entre los miembros de la comunidad y casi siempre los ocupaban personas con mas recursos economicos que el resto de sus vecinos; las decisiones las tomaban los miembros del ayuntamiento sin previa consulta publica. iQué habia pasado? Una pequefia transformacion en la es- tructura de poder habia afectado profundamente la participacion politica de los habitantes. A medida que ingresaba un flujo de poder de una esfera superior al centro local de decisiones, decaia el que le asignaban los propios miembros de la comunidad. Puesto en términos técnicos, a medida que ingresa poder dele- gado, disminuye el poder asignado. Dotado, entonces, el centro 46 image not available Roberto Varela tenian que dar a los centros locales de decision poder delegado (Jiutepec es cabecera municipal), percibian que habia recursos locales nada despreciables para ellos mismos y se inquietaban por la autonomia politica que pudiera generarse. De ahi su fre- cuente intervencién en los asuntos locales. Puesto en términos técnicos, el poder independiente de los centros de decision habia aumentado considerablemente al mismo tiempo que el poder delegado suministrado por las esferas extralocales, lo que oca- sionaba que el poder asignado por los miembros de la comuni- dad siguiera disminuyendo y la autonomia local se viera ame- nazada por los agentes extralocales que intentaban expropiar recursos significativos para ellos mismos. Pongamos a estas co- munidades la etiqueta de las de la politica interferida. {Qué concluyo de estos ejemplos? Lomas obvio es que los miem- bros de cada poblado compartian una misma cultura: entendian lo que era una asamblea, una faena, una votacion, etcétera. Se comportaban habitualmente, sin embargo, en forma diferente los de Metepec, los de Ocuituco, los de Jiutepec. La “cultura politica”, por otra parte, de los habitantes del conjunto de las tres comunidades no era diferente: todos eran campesinos de la tierra de Zapata que compartian la misma tradicion cultural y que se codeaban casi a diario en las actividades agricolas, co- merciales, religiosas, politico-administrativas, festivas, depor- tivas. ,De donde, a no ser de la imaginacion de intelectuales bri- llantes pero perezosos, podrian haber sacado diversas culturas politicas? En mi analisis politico mezclé en diversas proporcio- nes las siguientes cuatro proposiciones sin necesidad de hacer intervenir la cultura politica: 1. A menor control sobre recursos, menor centralizacion de poder. 2. A menor centralizacion de poder, mayor poder asignado al centro de decisiones. 48 image not available Roberto Varela similitud en tres rubros: /) acervo de conocimientos musicales; 2) disposiciones emotivas para gustar y sentir la musica; 3) capacidad para emitir valoraciones correctas sobre lo que es bueno o malo en misica. Lo que los distingue radicalmente es la habilidad'9 en el uso de los instrumentos 0 en las modulacio- nes de la voz de los primeros, es decir, la existencia de una com- petencia en los primeros que implica un comportamiento habi- tual, no casual, para ejecutar al menos esa obra musical. Tendriamos que profundizar bajo la guia de Leroi-Gourhan?0 sobre los habitos y comportamientos. El distingue cadenas ope- ratorias que se refieren unas al comportamiento automatico, otras al maquinal y otras mas al lucido. De las primeras, ligadas a la naturaleza bioldégica, poco se ha interesado la antropologia; lo ha hecho sobre las practicas nacidas del ambiente colectivo: practicas elementales y cotidianas —“habitus corporal, prac- ticas de alimentacion o de higiene, gestos profesionales, com- portamiento de relacion con los préximos”—, practicas perio- dicas o excepcionales —“repeticion estacional de los actos agricolas, el desarrollo de una fiesta, la construccion de un edi- ficio, la conduccién de una pesca o de una caceria colectiva”. Habria que considerar, por ultimo, que el comportamiento ha- bitual podria ser parte de la misma cultura en cuanto que el receptor de los signos y simbolos a su vez emite otros signos y simbolos como respuesta al primer emisor: las mutuas respuestas de emi- sores y receptores —comportamientos habituales: signos ver- bales, gestos, reacciones emotivas, etcétera— si son equivalentes a sus expectativas estan en el mismo campo cultural; en caso 18 Tomo el concepto de ito en el sentido aristote de la habilidad y no en el de habitus de Bourdieu, y que el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Espafola define como “costumbre adquirida por la repeticion de actos de la mis- 20 Op. cit., pp. 215-231. 50 CULTURA POLITICA contrario, no. Veo, entonces, el comportamiento habitual tam- bién como un indicador de la cultura en comin. La politica. Habria, por otra parte, que definir también con rigor el con- cepto de politica. Difiero de la concepcion de Easton?! de que lo politico se refiere a la asignacién autoritativa (no autoritaria en el sentido peyorativo del término) de valores en una socie- dad, pues al final de cuentas esa asignacién descansa en la ma- yoria, luego en el poder del numero, de los que estan de acuerdo con esa asignacion de valores. Tampoco estoy de acuerdo con la escuela procesualista en antropologia politica? de que los public goals sean el objeto de la politica, pues no puede ofrecer- hos una distincion rigurosa entre public y private.23 Defino, inspirandome en Adams,” como politica la accion que produce un efecto —mantenimiento, fortalecimiento, debi- litamiento, alteracion, transformacion parcial o radical— en la estructura de poder de una unidad operante en cualquier nivel de integracién social —local, provincial, estatal, nacional, inter- nacional, mundial—, excluidos los protoniveles (individuos y unidades domésticas). El estudio de la politica, por tanto, in- cluye la caracterizacion de estructuras de poder, la determina- cion de acciones que influyen en ellas y la identificacion de uni- dades operantes que las producen. Conclusion: la cultura poli- tica.25 Si unimos los dos conceptos anteriores en el compuesto de cultura politica, definiriamos a ésta como el conjunto de signos y simbolos que afectan a las estructuras de poder. 21 David Easton, 1969, 22 Swartz, Turner y Tuden, eds., 1966. 23 Para una discusién amplia sobre la escuela procesualista véase Roberto Varela, 1984. 24 Richard N. Adams, 1983 y 1988. 25 Véase, para una revision de los trabajos sobre cultura politica por los antropélogos mexicanos, Varela 1993. 51 Roberto Varela Bibliografia Ackerman, Robert, J. G. Frazer: His Life and Work, Cambridge, Cambridge University Press, 1987. 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En el primer apartado nos ocuparemos de presentar el porqué decimos que el Presidente de la Republica en México es un Gran Demiurgo-Alma Social, y en el siguiente analizaremos al des- tape como el acto magico supremo de este demiurgo. En términos sintéticos decimos que el Presidente es un de- miurgo por tres causas: a) se le considera como el principio acti- vo del proceso social; b) se trata de un hombre separado que integra en su persona el triple principio del que nos habla Dumé- zil en sus estudios sobre los mitos indoeuropeos: sacerdocio, *Trabajo realizado en el Seminario de Procesos Simbdlicos del docto- rado en Antropologia de la UaM-Iztapalapa. 5S Juan Castaingts Tellery fuerza y fuente de la produccion; y c) porque es el supremo sacerdote de la religion laica mexicana y por ser el gran legis- lador y el principio de justicia. EI presidencialismo es un hecho central de la vida social, eco- némica y politica mexicana. Es evidente que en la complejidad de la vida moderna y en el reclamo ampliamente mayoritario de democracia, el presidencialismo es un lastre negativo. Pero, para poder superarlo en los hechos, no basta con el discurso po- litico ni siquiera con la modificacién legal. Es indispensable conocer sus entrafias —las cuales se localizan en las profundida- des simbolicas del ser mexicano— pata poder tomar asi, acciones efectivas que modifiquen substancialmente estas practicas y no solamente otorgar un nuevo nombre a estructuras que permane- cen sin modificacion. El trabajo tiene dos partes. En la primera se analizara al Pre- sidente como Gran Demiurgo-Alma Social y en la segunda, se estudiaran los procesos magicos del destape. Demiurgo-Alma Social En la Grecia antigua el demiurgo era un dios creador y un prin- cipio activo del universo. Nuestra tesis consiste en sefalar que en forma semejante en México, el Presidente es un demiurgo, pero en cuya relacién simbélica no se trata de un dios sino de un origen creador que no se encuentra ligado al universo sino a la estructura social mexicana, por eso, lo denominamos Demiur- go-Alma Social. En términos simbélicos al Presidente se le considera como: creador de riqueza y principio de cohesion, organizacion, orien- tacién social. El es ademas, la fuente suprema de poder y el principio basico de identidad social. Al igual que en multitud de pueblos primitivos y modernos de todo el mundo, en México se piensa que si la riqueza o el PIB 56 LA ANTROPOLOGIA SIMBOLICA DEL DESTAPE aumentan es por obra del Presidente; y por el contrario, si hay crisis, también la culpa fundamental recae en la cabeza del ejecutivo. Esta creencia tiene una doble fuente: por un lado es correcto pensar que la politica econémica determinada por el Presidente tiene repercusiones reales en el funcionamiento de la economia y en la distribucion de sus frutos, pero por el otro, estas reper- cusiones se tienden a exagerar en términos simbolicos hasta el grado de atribuirle a la persona del Presidente (y mucho més a su persona que a su politica), el estado del funcionamiento de la economia. Los ciclos econdmicos no dependen de ningun pre- sidente, tampoco las Iluvias ni mucho menos el funcionamiento de la economia mundial. Ademas, las repercusiones del gasto publico en la actividad global de la economia son limitadas; sin embargo, todo esto parece olvidarse cuando cotidianamente la publicidad oficial hace recaer en el Presidente todos los méritos de los éxitos econdmicos (en México se le atribuyen hasta las buenas cosechas cuando éstas provienen de un afio agricola en que llovio adecuadamente). Por el contrario, cuando la econo- mia funciona mal, la oposicion también sefiala que es el Presi- dente el culpable de todo, mientras que la publicidad oficial acu- sa a la situacion internacional y/o a las Iluvias. En sintesis, en México vivimos simbolicamente a la econo- mia como si solamente hubiese un agente economico tnico: el Presidente. De hecho el ver a los reyes como unicas fuentes de la produccion es una creencia con milenios de existencia en la historia humana. Para los mexicanos el Presidente también es el principio cla- ve de cohesion social. Se piensa que un buen Presidente conduce a la existencia de una sociedad que se integra adecuadamente y que un mal Presidente produce rupturas sociales. El principio de cohesion no se concibe interno a la sociedad sino que se vive como si la fuerza que integra a la sociedad fuese externa y 57 image not available image not available image not available LA ANTROPOLOGIA SIMBOLICA DEL DESTAPE tes y éstos callaron durante un buen tiempo. La impresién se logré en virtud de que habia un fundamento simbdlico en las palabras de quien queria detener las interpelaciones de quien, por no poder set “pares”, solamente podian ser “intrusos”. Tomese en cuenta que los expresidentes ya nunca pueden volver a integratse como ciudadanos comutes. Por el contrario, como ciudadanos separados que ya son de por vida, se tienen que retirar a una vida privada sin existencia politica. El tiempo social se puede analizar desde dos perspectivas: en la primera (sincronia), se observan solamente las relaciones que existen en un momento dado; en la segunda (diacronia), se ob- serva el tiempo hacia atras y el tiempo hacia adelante del mo- mento que se analiza. En México, el Presidente es un hombre separado por ser el principio de todos los tiempos: es el fundamento de las relacio- nes sociales en un momento dado (sincronia), es la encarnacion de los simbolos histdricos y es la representacién de la moderni- dad futura y de la evolucion de la sociedad mexicana. Es casi como los viejos emperadores chinos que dominaban y determi- naban el tiempo. El Presidente tampoco es un hombre comin y corriente, ya que en él se va a encontrar la integracion de los tres principios sociales de los que nos habla Dumézil cuando estudia los fundamentos de la mitologia indoeuropea. Este autor nos dice que en dicha mito- logia hay tres principios basicos: sacerdote, guerrero y productor. Como se vera en el siguiente apartado, el Presidente es supremo sacerdote de la religion laica, y como ya lo hemos visto en esta secci6n, también es el principio de la fuerza y de la produccion. Supremo sacerdote El Presidente no tiene todos los rasgos que le son propios a un sacerdote ya que no es medio de comunicacién y de adoracién 61 image not available LA ANTROPOLOGIA SIMBOLICA DEL DESTAPE fiado en casi toda nuestra historia. De hecho, en México y desde la época prehispanica, la seleccion del Tlatoani o del maximo dirigente politico no se ha realizado ni por herencia como en el caso de los reyes europeos ni por procesos democraticos. Con los aztecas el Tlatoani era designado por un consejo. Durante la colonia el Virrey era designado por el Rey de Espafia. Después de la Independencia, hubo de todo: golpes de Estado, autode- signaciones (el fendmeno de Santa Anna), designaciones por cupulas de notables, pero salvo en un caso (la primera eleccion de Juarez al acabar la guerra con los conservadores), practica- mente no se prestaron situaciones en las que la voluntad popular se haya expresado con libertad y con eficacia (es decir, con teconocimiento). En sintesis, en nuestra historia, el poder lo ha definido el pro- pio poder y el pueblo simplemente se ha enterado de quién es el designado, el cual actua en términos de demiurgo y se le trata como Gran Tlatoani. Siempre ha habido una especie de destape. La técnica de la magia Para explicar el porqué el destape es un proceso magico, se co- menzara presentando sintéticamente, cuales son los mecanis- mos de los actos magicos para, posteriormente, compararlos con el proceso de destape que se realiza en México y asi comprender las profundas semejanzas que hay entre los dos procesos. Siguiendo al antropdlogo inglés Edmund Leach en su libro La Iégica de la conexién de los simbolos, y su magnifico ana- lisis que ah{ realiza sobre la magia y la hechiceria, se puede ha- cer una sintesis de esta teorfa de la magia en los siguientes términos: 1) En general la magia se basa sobre dos tipos de principios: la ley de la semejanza y la ley del contacto. Es decir que sus 63 2) 3) 4) Juan Castaingts Tellery procedimientos van a actuar por medio de la semejanza de las imagenes y por el contacto que tienen o pueden tener los seres y objetos sobre los cuales se ejerce el acto magico. El mago es un hombre que por medio de un rito, busca “cambiar el estado del mundo mediante una accion a distancia”; es decir que no actta directamente sobre el objeto o la persona sobre la cual se ejerce la magia, sino que lo hace desde otro lugar que implica una separacion y una distancia. Para comprender el acto magico, se debe hacer una distin- cién entre una sefial y un simbolo. Una sefial es un mensaje que en forma natural, produce un cambio en el objeto o su- jeto que lo recibe; por ejemplo, se mueve un botén y se en- ciende la luz, se le da un pinchazo a alguien y éste siente dolor. La sefial es mecanica y automatica y no requiere nin- gun tipo de interpretacion para que pueda operar. El simbolo corresponde a una representacién que alguien se hace de algo o de otro alguien; el mundo externo lo representamos en nuestra mente por medio de simbolos. También en nuestra mente podemos combinar los simbolos y de esta forma generar otros simbolos. La sefial no implica repre- sentacion sino que es una accion de un elemento sobre otro; el simbolo es una representacion mental. Pero sefial y sim- bolo son dos mecanismos por medio de los cuales se tras- miten mensajes. El proceso magico tiene como uno de sus ejes el hecho de que el mago va a formular simbolos y los va a tratar como si fuesen sefiales. Por ejemplo, un mago que quiere curar a alguien de un espiritu maléfico, elabora simbolos verbales y rituales, los cuales pretende que vayan a actuar sobre dicho espiritu y lo alejen de la persona enferma; la magia supone que dichos simbolos son eficaces, ya que de hecho van a actuar como si fuesen sefiales que, al llegar sobre el 64 LA ANTROPOLOGIA SIMBOLICA DEL DESTAPE 5) 6) ny espiritu maléfico, van a actuar en él automatica y directa- mente como si fuesen una sefal. Para lograr que el simbolo Ilegue hasta el objeto 0 sujeto so- bre el cual se quiere actuar (el espiritu maléfico en nuestro ejemplo), el mago hace uso de un mensajero (por ejemplo, de un espiritu relacionado con el mago); estos mensajeros casi siempre son secretos y el mago los trata como parte de sus pertenencias. El siguiente eje que define a la magia, es el uso de las leyes de semejanza y de contacto que se mencionaron en el primer punto. El contacto de objetos .o personas se toma como si fuera una relacién de semejanza y por lo tanto se supone que, al actuar sobre un objeto o sujeto semejante, de hecho, por la ley del contacto, se actua sobre el objeto o sujeto real que se quiere transformar. El ejemplo que pone Leach es muy claro. El cabello que crece sobre la cabeza de una victima potencial, tiene una relacién de contacto con ella. Como el contacto conduce a la semejanza, a este cabello se le trata como si fuese en realidad la victima potencial y por lo tanto, se supone que la destruccion del cabello, conducira a la destruccién de la victima. Por eso del contacto y de la cercania se establece una semejanza que posibilita actuar sobre la victima potencial desde una situacion lejana. En otros trabajos de Claude Lévi-Strauss nos muestra los mecanismos por los cuales el inconsciente colectivo y la creencia en los procesos y practicas magicas son elementos que le otorgan eficacia a la misma y hacen que en muchos casos las practicas magicas tengan resultados efectivos. La técnica del destape Hasta aqui el analisis tedrico que nos ofrece Leach sobre la magia. Veamos ahora el enorme parecido que tiene con el ritual del destape que se realiza en México. 65 Juan Castaingts Tellery Ante todo debemos sefialar que la técnica del destape es un rito de separacion. Hasta el momento del destape, todos los aspi- rantes a la presidencia son seres humanos como todos los demas, es cierto que son poderosos y distinguidos socialmente, pero no son diferentes de los demas. Por el contrario, el Tlatoani, el Gran Demiurgo-Alma Social, no es como los demas, es un ser sepa- tado que representa el todo social y que tiene poderes muy im- portantes sobre todo en lo social, econdmico y politico. Debido aesto, si alguien lo tiene que suceder, hay que separarlo de todos los demas seres sociales para que desde ese mismo momento pueda ser el Gran Demiurgo-Alma Social y de hecho, comience actuar inmediatamente como tal. Por eso el rito del destape consiste en la separacién de uno de los aspirantes que todavia pertenecen al cuerpo social, para ubicarlo en otra dimension, en la del Gran Demiurgo. El proceso es el siguiente: 1) El Gran Demiurgo decide quién es su sucesor. 2) Su decision es simbolica, ya que corresponde a la interpre- tacion de un ser humano; sin embargo, desde un punto de vista social este simbolo va a ser tratado como si fuese una sefial, es decir, por el solo hecho de provenir del Demiurgo; todo mundo dira que el designado no solamente es el que deberia de ser sino que es el unico que podria ser. A la de- cision simbolica del Presidente en turno se le otorga la fuerza de una sefial. 3) Cuando el simbolo, que es la decision y la designacion, se ejerce, el acto magico lo va a transformar en sefial, y dicha sefial va a transformar en forma automatica y directa al designado, en un ser sepatado que lo trasforma inmediata- mente en Demiurgo Alma-Social. Desde el momento mismo del destape ya no se le trata en forma igual: antes era aspirante y de inmediato se convierte en Demiurgo. Todo mundo va a alabar en él elementos que solamente pueden 66 LA ANTROPOLOGIA SIMBOLICA DEL DESTAPE 4) 5) pertenecer al Demiurgo; la avalancha de alabanzas no se hace esperar. Al igual que en el proceso magico, el acto del destape se hace a distancia y requiere un mensajero. Se hace a distancia porque la designacién del candidato nunca se hace en presencia del Presidente. Pero se usan las leyes magicas del contacto y de la semejanza. La ley del contacto proviene del hecho de que, el nuevo designado, s6lo lo podra ser, si estuvo en contacto muy cercano con el Presidente que lo designa, pero al igual que el cabello en el ejemplo que citamos de Leach, el contacto conduce a la semejanza y por lo tanto, la semejanza hace que el nuevo designado se asemeje a todas las condiciones que implican el ser Gran Demiurgo-Alma Social. El cabello por cercania asemeja a la posible victima, ahora el candidato por cerca- nia, asemeja al Gran Demiurgo, la transformacion del cabello transforma a la posible victima y en el caso del destape, la accion sobre el candidato lo transforma en semejante al Gran Demiurgo. El mensajero también es secreto, nunca se sabe quién es o sera la persona o el mecanismo por medio del cual el Presidente dara a conocer su designacion, pero como el des- tape es a distancia, siempre se requiere un mensajero. El secreto en el destape, al igual que en la magia, es una parte del encanto y de la fuerza del acto. EI inconsciente social y las creencias son parte vital en la eficacia de la magia y del destape. Se debe sefialar que el destape no solamente contiene elementos magicos sino que, como casi todos nuestros he- chos culturales, se tiene un alto grado de sincretismo en el que se conjugan creencias prehispanicas, de origen africano y provenientes de la religion catdlica. Asi, el destape es una especie de transubstanciacion al revés. 67 Juan Castaingts Tellery En efecto, en el rito catélico, la transubstanciacion se establece por el hecho de que Dios se hace hombre y se en- carna en la hostia. En el destape es un proceso inverso ya que es un hombre normal que cambia de substancia para hacerse Demiurgo-Alma Social. Aunque en la cultura mexicana el destape no es algo que rom- pa con ella sino un proceso simbolico que tiene raices muy profundas, debe notarse que en el ultimo destape se siguio un procedimiento igual al descrito en los parrafos anteriores. Sin embargo, es evidente que la eficacia del destape ha perdido mucha fuerza, ya que no solamente hay una critica creciente sino que también las creencias que alimentan al destape ya no tienen ni el mismo vigor ni la misma configuracién que antes. Conclusiones La democracia y la presencia de un Gran Demiurgo-Alma So- cial son incompatibles. El presidencialismo no es compatible con las complejidades que requiere la administracion y la organizacion de la vida so- cial mexicana actual. Ninguna de las funciones del presidencialismo (del Gran De- miurgo-Alma Social) se encuentra escrita en alguna ley. Todas ellas son producto de las profundidades de la conciencia simbolica del mexicano. Cambiar la ley es necesario pero ampliamente insu- ficiente. Necesitamos rehacer nuestra conciencia. La sociedad civil necesita tomar conciencia de que es ella la verdadera fuente del poder; que el poder esta en funcion de ella y no a la inversa. Nuestro punto de vista es que la institucién del presidencia- lismo es totalmente contraria a las practicas democraticas y a las necesidades provenientes de los procesos politicos de una 68 LA ANTROPOLOGIA SIMBOLICA DEL DESTAPE sociedad compleja como es la mexicana. También pensamos que es necesario comprender lo que es el presidencialismo si es que queremos realmente superarlo y no solamente darle ajustes formales. La democracia es actualmente un reclamo generalizado, pero implantarla requiere no solamente cambios en la estructura del poder sino que son también indispensables fuertes modificaciones en nuestra forma simbélica de pensar. El analisis que se ha presentado se basa en lo sucedido entre los afios cuarenta y el ultimo destape de Ernesto Zedillo; sin embargo con algunas variantes y evitando mecanicismos, el es- tudio tiene cierto grado de validez para otros periodos. Indudablemente hay una relacion entre creencias, eficacia simbolica e institucionalidad que no se aborda en este ensayo. Bibliografia Alleau, Rene, La science des symboles, Paris, Editions Payot, 1976. Caillois, Roger, El mito y el hombre, México, Breviarios del Fondo de Cultura Econémica, 1988. Caillois, Roger. L’homme et le sacré, Paris, Editions Gallimard, 1972. 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Luigi Pirandello, 1929 Del americanismo a la globalizacién E proceso de globalizacién esta provocando, sin duda, efectos devastadores en todo el mundo contemporaneo. Sus influencias se manifiestan en una clara tendencia hacia la uniformizacion, con el consiguiente riesgo que esto representa para las culturas e identidades nacionales y regionales.! Algunas enfrentan la amenaza de desaparicion o de sufrir transformaciones radicales. Resulta ilustrativo comprender la situacién que vivimos ac- tualmente a raiz de la globalizacion como una nueva version de la produccién masiva de mercancias que se presento hacia la 1 Mucho se ha discutido en México sobre los efectos que la globalizacién tendria sobre Ia identidad nacional. Se ha desarrollado al respecto un amplio espectro de posiciones, que abarca desde quienes proponen una absoluta cerrazén ante el exterior, hasta quienes piensan que, dadas las circunstancias prevalecientes, nuestra influencia cultural sobre el vecino pais del norte es cada vez més significativa. 71 Enrique Montalvo Ortega tercera década de nuestro siglo, propiciando un cumulo de efec- tos en todos los campos de la vida. Este fendmeno, estudiado por Gramsci en su momento, bajo la denominacion de “americanismo”, fue “capaz de definir una época histérica marcada por el paso del capitalismo de libre con- currencia al capitalismo monopolista, y consecuentemente a una modificacién profunda en la relacion Estado-mercado”™.? Sin embargo, a diferencia de Pirandello, Gramsci no creia que el americanismo hubiera constituido un nuevo tipo de civi- lizacion en Europa, ya que “nada ha cambiado en el caracter y en las relaciones de los grupos fundamentales”.3 Sin embargo, estaba convencido de que se trataba de una revolucién desde arriba, tendente a transformar al hombre en un “gorila amaes- trado”. Se trataba de “el mayor esfuerzo colectivo hasta hoy rea- lizado para crear, con rapidez inaudita y con una conciencia de los fines jamas vista en la historia, un tipo nuevo de trabajador y de hombre”.4 Pero si el americanismo se encaminaba a una transformacién profunda de la produccion y respondia a las necesidades de una nueva etapa en la historia del capitalismo, la globalizacion cons- tituye precisamente la etapa actual del mismo capitalismo, cuan- do éste desborda fronteras y limitaciones y se desparrama hacia todo el mundo en busqueda de nuevos mercados. En estas cir- cunstancias la esfera del consumo ha asumido una nueva fun- cion. A medida que las potencialidades productivas rebasan las 2 Franco de Felice, “Anotaciones a los textos de Gramsci", en Antonio Gramsci, Quaderno 22, Americanismo e fordismo, Torino, Einaudi, 1978, p. 4. 3 Gramsci, op. cit., p. 111. 4 “Taylor expresa —agrega Gramsci— con cinismo brutal la finalidad de la sociedad americana: desarrollar en el trabajador al maximo grado las actitudes maquinales y automaticas, romper el viejo nexo psico-fisico del trabajo profe- sional calificado que demandaba una cierta participacién activa de la inteligen- cia, de la fantasia, de la iniciativa del trabajador y reducir la operacion productiva al mero aspecto fisico maquinal,” Antonio Gramsci, op. cit., p. 72. 72 GLOBALIZACION, FUNDAMENTALISMO Y CULTURA... limitaciones tecnoldgicas preexistentes y entramos en una etapa de acelerada obsolescencia, la esfera de la circulacion y por tan- to el consumo, adquiere primordial importancia para mantener el desarrollo capitalista. La produccién se separa cada vez mas de sus supuestos obje- tivos sociales, en particular la satisfaccién de necesidades. Asi, ya no se produce con otra finalidad que la de agotar el ciclo de consumo para volver a producir. Se trata de lograr que el consu- midor esté insatisfecho cuanto antes de los objetos que posee (independientemente de que su utilidad y funcionalidad perma- nezcan todavia intactas), para que los deseche y vuelva a con- sumir. En tales condiciones la cultura es refuncionalizada y se le otorga una tarea predominante, en cuanto a espacio privilegiado de produccién de simbolos que favorezcan la expansion del sistema mas alla de cualquier frontera. Si la suposicion pirandelliana era excesiva para su momento, hoy asistimos a su realizacion entre diversos sectores sociales de América Latina y del mundo, deslumbrados por la civiliza- cion, o lo que creen que es la civilizacién americana. La globalizacion, sin embargo, desborda con mucho a nuestra analogia inicial (la produccion masiva de mercancias de los afios veinte), en la medida que articula una dinamica devasta- dora que se extiende mucho mas alla del espacio de la produc- cion y que incluye una agresiva incidencia de las formas de vida predominantes en los centros mas desarrollados del mundo, par- ticularmente los Estados Unidos, sobre todas las regiones del planeta. Para ello los centros hegeménicos del desarrollo cuen- tan con inmensos dispositivos de poder, que van desde el control de los sistemas financieros, hasta el dominio de las tecnologias modernas de comunicacion de masas, con las redes y circuitos que permiten penetrar en todos los ambitos culturales. 73 image not available image not available image not available GLOBALIZACION, FUNDAMENTALISMO Y CULTURA... Las preocupaciones de los sectores dominantes yucatecos apuntan en un sentido muy distinto. Lo que parece irritarles mas es la manera en que la modernizacién se traduce en una trans- formacién de las costumbres y los valores morales, y genera un cambio de actitud en la sociedad en relacién con el disfrute, la vida religiosa, etcétera. EI proceso de laicizacién que acompafia a todo proceso de modernizacion parece impactar a las “buenas conciencias”, que presurosamente se agrupan en organizaciones que pretenden resguardar la moral o lo que consideran la moral “buena”, la unica posible desde su punto de vista. El discurso de los grupos dominantes ante los efectos de la globalizacién se conforma fundamentalmente a partir de un cuestionamiento del hedonismo y de los que se considera como “antivalores™. Estos ultimos estan constituidos por todo aquello que tiene que ver o se relaciona con el hedonismo o cuestiona una actitud puritana ante la vida. Un fundamentalismo neoconservador Esta actitud no deja de recordar una cierta forma de fundamen- talismo, por la cual se responde a la inseguridad con un retorno a la defensa fanatica de los dogmas. El crecimiento de la poblacion, por un lado, y las nuevas formas de comunicacion por el otro, han dislocado usos y costumbres a escala masiva, creando inseguridad personal, aislamiento y desen- gan con harta frecuencia. La tension resultante puede encontrar, y a menudo lo hace, expresion en los movimientos fundamentalis- tas que se contraponen a la incertidumbre por la enfatica afirma- cion de las verdades eternas, y que contrarrestan el aislamiento y 77 image not available image not available image not available GLOBALIZACION, FUNDAMENTALISMO Y CULTURA... abogan cada vez que tienen oportunidad por la restriccién de las libertades sociales.13 Fundamentalismo, identidad colectiva y democracia Este conservadurismo que ha venido cubriendo a la sociedad yucateca, ha imposibilitado la formulacion de una estrategia de lucha por la identidad regional. No solo se trata de una propuesta moralista, sino también profundamente ineficaz y que al fin y al cabo pone en evidencia la inoperancia y la pérdida de fuerza e influencia reales de las tradiciones defendidas. Acaso cobre vigencia la sentencia de Max Horkheimer, “El hecho de que la tradicién deba invocarse precisamente hoy dia muestra que ha perdido su poder.” 4Hasta qué punto —cabe preguntarse ahora—, este funda- mentalismo neoconservador y agresivo que emerge en Yucatan forma parte de nuestra identidad? Se trata sin duda de una ten- dencia que, siendo minoritaria, cuenta con medios y recursos para difundirse, lo que le permite cierto nivel de resonancia, pero no se trata de una tendencia generalizada. En el dificil transito hacia la modernidad emerge una comple- jidad y diversidad que asemeja cierto desorden, ante el cual suelen surgir quienes “aspiran a introducir una fuerza que contrarreste la dispersion y devuelva un centro a la cultura, haciéndola girar en torno a un solo eje. Asi, algunos cristianos quisieran evangelizar de nuevo la cultura de esta parte de América; algunos militares 13 Encontramos a este respecto una muestra paradigmatica en la lider del movimiento de Mujeres Yucatecas por la Democracia, que lo mismo protesta contra el fraude electoral que demanda que se prohiba la exhibicién de espec- téculos “inmorales” como el de Madonna, o clama contra el hedonismo contem- poraneo. 81 image not available image not available image not available GLOBALIZACION, FUNDAMENTALISMO Y CULTURA... Bibliografia Brunner, José Joaquin, América Latina: cultura y modernidad, México, Grijalbo/CNCA, 1992. De Felice, Franco, “Anotaciones a los textos de Gramsci”, en Antonio Gramsci, Quaderno 22, Americanismo e fordismo, Torino, Einaudi, 1978. Ferrarotti, Franco, “La disolucion del individuo aut6nomo”, en Letra, nim. 27, Madrid, invierno de 1992. Garcia Canclini, Néstor, Culturas hibridas. Estrategias para entrar y salir de la modernidad, México, Grijalbof/cNca, 1990. 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Sin embargo, su soberania sélo puede considerarse como quebrantada si ésta es concebida como una forma ilimi- tada e indivisible de poder politico. Si el concepto de soberania quiere preservar su fuerza analitica y normativa —como la ca- pacidad “de tomar las decisiones ultimas y adecuadas y de pro- mulgar y asegurar el cumplimiento de las leyes dentro de una comunidad”—, entonces —apoyandose mas en Locke que en Hobbes y Rousseau— ésta debe concebirse como una soberania dividida y limitada por la propia naturaleza de su pluralidad. De cualquier forma, el concepto necesita reformularse para poder abarcar las nuevas circunstancias del Estado actual. Lo mismo ocurre con otras cuestiones fundamentales de la ciencia politica como es la concepcién de democracia. Globalizacion y democracia La moderna teorfa de la democracia, debe contemplar los cre- cientes vinculos internacionales que se establecen tanto entre los Estados como entre los miembros de sus respectivas “socie- dades civiles” (Held). Desde este enfoque, uno de los puntos mas interesantes del debate es el cuestionamiento del principio del “gobierno de mayoria” como eje de las democracias moder- nas: en la situacion actual es muy probable que “poderes ex- ternos” disminuyan, en la practica, el ambito de decisiones y la autoridad de esta “mayoria” que presupone el voto universal y secreto como garantia de una relacién equilibrada entre los que toman las decisiones y aquellos que se ven afectados por las mismas. vida humana. En un mundo complejo e interdependiente, la “soberania de jure” continua siendo una fuerza poderosa en especial en lo relacionado con la capacidad y legitimidad del Estado para manejar el poder coercitivo (Weber). 90 image not available Gina Zabludovsky democratica ya no puede descansar en una concepcion de la politica territorialmente delimitada. Sin llegar a desplazar al Estado-nacion como punto de referencia, es necesario reflexio- nar sobre su papel en relacion a un “sistema politico” donde su “autoridad exclusiva” se ve limitada por organizaciones y acto- tes “externos”. El nuevo “orden internacional” se caracteriza tanto por la persistencia de un sistema de Estados soberanos como por el surgimiento de una pluralidad de estructuras de autoridad. Como de alguna forma lo advertia Karl Kaiser hace ya mas de 20 afios, la creciente tendencia a que —en nombre del progreso, la eficiencia, y la interdependencia— las decisiones “domésticas” sean en la practica de caracter multinacional, acabara minando las concepciones sobre la democracia que hemos manejado durante mucho tiempo (Kaiser, 1971). Ahora, hacia finales del siglo XX resulta cada vez mas eviden- te que la teoria politica debe plantearse las nuevas modalidades que la democracia adquiere en un doble proceso: el papel del Estado democratico en el “orden mundial” y el impacto del “or- den mundial” en el Estado democratico.4 Hoy dia, la actuacion de los participantes en el juego democratico de un Estado-na- cion, no esta restringida a los limites territoriales del mismo. ‘Internacionalizacién” de la “politica doméstica” La “internacionalizacién” de la politica doméstica y la critica a la tradicional separacion entre ésta y la “politica externa” —pre- sente en la obra de David Held y otros autores (Kaiser, 1971; gobierno la autoridad periédica para decretar las leyes y regular la vida econd- mica y social. (Held, 1991, p. 203). 4 El papel de la caida del comunismo y de los regimenes totalitarios en el resur- gimiento de la democracia a nivel mundial ha sido tratado por varios autores (consultese al respecto Rustow, 1990). 92 SOBERANIA, AUTONOMIA Y DEMOCRACIA EN LA ERA... Keohane y Nye, 1977; Morse, 1976)— son tratados con mayor amplitud en algunos textos de Douglas Chalmers.’ En sus traba- jos, se apuntan algunas perspectivas tedrico-conceptuales que pueden ser muy utiles para poder estudiar las consecuencias de la creciente influencia de “actores externos” sobre los asuntos “internos” de un pais. Su visidn contempla, ademas, dentro de los “actores internacionales” a individuos y grupos que no for- man parte de los organismos mundiales. Lejos de sugerir que los Estados-naciones tienden a desa- parecer ante la creciente importancia de los “organismos inter- nacionales” como sostienen los teoricos del “orden global”, este enfoque concibe la globalizacion como la serie de procesos de “internacionalizacion™ de la politica de cada Estado. En la medida en que inciden en la “politica interna”, las “fuerzas externas” deben ser consideradas como elementos del propio “sistema politico” del Estado en cuestion. A diferencia de lo que parecen sugerir las teorias que parten de la existencia de dos arenas en la practica, en su vinculacion con los “actores externos”, los “actores domésticos” rebasan la mediacion del Ejecutivo (y su respectivo ministro de Relaciones Exteriores) y se involucran directamente en la politica de otro Estado del cual —desde el punto de vista juridico— no son ciu- dadanos y —desde la perspectiva geopolitica— pueden o no ser residentes. La diferenciacion entre politica externa e interna no puede ser ya valida en un mundo en donde gran parte de la * accion politica se extiende mas alla de los limites territoriales de los Estados-nacion.6 5 A diferencia de Held, Chalmers logra desprenderse de la tradicional vinculacién entre los “actores internacionales’ y las organizaciones formalmente establecidas. ® En una inquietud por diferenciar los tipos de actores internacionales, Rosenau diferencia entre los sovereignity-bound-actors y a los sovereignity free-actors. Mientras que los primeros son los Estados propiamente dichos, los segundos in- cluyen a otros actores como las corporaciones multinacionales, los grupos 6tnicos, los partidos politicos, las organizaciones internacionales, etcétera (Rosenau, 1990, p. 36). 93 Gina Zabludovsky Sin embargo la propuesta de “internacionalizacién de la poli- tica” (Chalmers) o de una “politica posinternacional” (Rosenau) no debe ser exagerada. Nise trata de una realidad totalmente nue- va (de alguna forma la influencia de los “extranjeros” ha tenido un peso importante en distintas circunstancias), ni debiera ser interpretada como la preeminencia de las “fuerzas externas” sobre las internas en la conformacién de toda politica actual. De ahi que no se deba perder de vista —como lo mencionamos al principio de este trabajo— que la importancia de los plantea- mientos aqui analizados no se situa en el nivel predominantemente empirico sino en el tedrico. En la medida en que existe una ten- dencia hacia la “internacionalizacién de la politica” se hacen ne- cesarias nuevas concepciones que reconozcan este hecho. Lo que se pretende es repensar el concepto de “sistema politico” de tal forma que permita incluir el andlisis de la “accion interna- cional” y no afirmar que esta ultima es siempre la predominante. Fronteras territoriales y limites politicos Lo que importa para los fines de este trabajo es distinguir como problema fundamental, la concepcion de la politica que hace coincidir los limites del “sistema politico” con los de las fronte- tas territoriales que delimitan la jurisdiccion de un Estado. Por un lado, es evidente que, dentro de un territorio, siempre hay segmentos de poblacién que no tienen una participacién po- litica significativa y en este sentido se puede afirmar que —a pesar de su localizacion geografica— el sistema politico los ha excluido (es el caso de las comunidades alejadas fisicamente, los grupos de recientes inmigrantes con idioma y tradiciones diferentes, las clases marginadas, etcétera). Por el otro lado, deben incluirse dentro del “sistema politico” los no-ciudadanos que actuan “desde dentro” o “desde fuera” del territorio nacio- nal constituyendo “unidades de politica internacionalizada” (las 94 image not available image not available image not available Gina Zabludovsky A partir de esta afirmacion y tomando como punto de parti- da las relaciones entre Estados Unidos y América Latina, se cuestiona la vigencia de la nocion de intervencién (y su con- traparte la “no-intervencion”) para el analisis de los sistemas politicos actuales.!° A juicio de Chalmers, esta contraposicion tuvo su fundamento en un mundo conformado por Estados-na- ciones, en donde los fronteras territoriales marcaban no sélo los limites jurisdiccionales de las autoridades estatales, sino tam- bién de los individuos que alli vivian (su cultura, su organiza- cién econdmica y su sistema social). De acuerdo con ella, el gobierno de un pais representa a una nacion dentro de la entidad de naciones e “interviene” cuando su accion rebasa sus propios limites territoriales y se involucra en los asuntos de otras enti- dades. Sin esta concepcién de Estados-naciones auténomos y “autosuficientes” (social, cultural, politica y legalmente), la idea de “{ntervencion” no tendria ningun sentido. A diferencia del enfoque tradicional, el de la politica internacionalizada permite ir mas lejos y desplaza la pregunta sobre si los extranjeros tienen influencia hacia la cuestién de cémo se ejerce ésta dentro del sistema.!1 10 Chalmers critica la perspectiva con la cual usualmente se interpretan las relaciones entre Estados Unidos y los paises latinoamericanos en términos de una “intervencién” del primer pais sobre los “asuntos” de los otros. A juicio del autor se trata de un lenguaje engafioso, més util para la retérica que para el andlisis politico. Esta literatura presenta una concepcién limitada y distorsiona- ralmente se concentra en el cardcter ilegal de esta intervencidn. de Estados Unidos en un determinado pais se considera como la finalidad en si del argumento y, consecuentemente, el interés que promueve esa intervencién y las modalidades con que las ejerce no alcanzan a ser analizadas (Chalmers, 1992). 1 Elan los impactos de los actores internacionales en la politica de los paises de América Latina no es nuevo. Existen numerosos estudios sobre la intervencién de Estados Unidos en la regién, sobre el papel de las corporacio- nes transnacionales, de los grupos revolucionarios externos, la Agencia Central de Inteligencia (cia), etcétera. En términos generales, estas investigaciones han de- mostrado que los actores internacionales efectivamente alteran el curso de la 98 SOBERANIA, AUTONOMIA Y DEMOCRACIA EN LA ERA... Como algunos autores lo han sefialado (Gilly, Meyer, 1992),!2 uno de los riesgos que conlleva esta perspectiva es la de no considerar en su verdadera dimension las asimetrfas entre Estados. En el caso latinoamericano, la marcada desigualdad que existe en la relacién con Estados Unidos puede llevar a “acciones internacionalizadas” claramente distintivas en cuanto asu posible peso y capacidad de influencia. En este sentido, valdria la pena retomar las propuestas aqui expuestas a la luz de otras teorias como la de Evan Luard quien considera que la asimetria del poder es un factor primordial que debe tomar en cuenta la “teoria politica de la globalizacion”. En la medida en que las diferencias fundamentales en térmi- nos de poder econémico y politico dependen de la distribucién de los recursos, seria conveniente evaluar hasta qué punto los contrastes mas drasticos en el control de los mismos se estable- cen entre ciudadanos de diferentes Estados. ;Hasta donde la posibilidad individual o grupal de influir econdmica y politica- mente a nivel mundial esta determinada por el poder que, en términos internacionales, tiene el pais original? De hecho las teorfas de la estratificacion a nivel internacional sugieren que mas alla de la clase y del “estatus” de un individuo a nivel nacio- nal, esta su posicion relativa dentro del contexto global. Puesto que el planeta se ha convertido en un solo sistema entrelazado, la desigualdad social no puede ser explicada, inicamente, por la distribucidn del ingreso, el prestigio o el poder con que cuenta politica de un pais, pero el problema de estos anilisis esté en que tienden a describir un solo incidente, y no se ocupan del involucramiento que se da de forma constante y cotidiana (Chalmers, 1992). 12 En una entrevista publicada en 1992, Adolfo Gilly y Lorenzo Meyer critican algunas de las tesis de Chalm quien en esta discusién propone que México debiera intensificar sus acciones de cabildeo dentro de Estados Unidos (Chal- mers, Gilly, Meyer, 1992). Gina Zabludovsky el individuo o el grupo a nivel nacional.'3 La determinacion de los “‘estratos sociales” debe incluir también la identificacion de la posicién relativa segun el cardcter de la geografia econd- mica y la politica internacional. Consideraciones finales Como se ha visto, los diferentes autores aqui analizados coin- ciden en su rechazo a la tradicional separacion entre la politica doméstica y la internacional y proponen en su lugar un concep- to de “politica global” o “internacionalizacion de la politica” que permita rebasar los estrechos limites de concepciones previas. Las propuestas de estos estudios en torno a la necesidad de conceptualizar la accién politica desde una nueva perspectiva son sin duda interesantes y constituyen serios retos para el ana- lisis politico. Sin embargo, para evaluar en su debida dimension las principales tesis de los autores aqui analizados es importante plantear algunos problemas que se constituyen a su vez como desafios para la propia “teoria de la globalizacién”. A continua- cién se mencionan algunos de ellos: 1) El primero —al que ya se hizo referencia previamente— es el de la necesaria reflexion sobre las diferencias que la globalizacién y sus impactos tienen en distintas sociedades. Si bien es necesario reconocer los efectos de la globalizacion, no hay que perder de vista que éstos varian dependiendo de las condiciones nacionales e internacionales. ‘3 Como se sabe, gran parte de la teoria de la estratificacion parte de la diferenciacién entre “clase”, “estatus” y poder de los distintos individuos y grupos al interior de un Estado (para una perspectiva de las distintas cornentes que alrespecto se han planteado, consultese la compilacion de Jackson, Schils, y Abrams, 1971). 100 2) SOBERANIA, AUTONOMIA Y DEMOCRACIA EN LA ERA... En la medida en que no todos los Estados y grupos de la “sociedad civil” estan igualmente integrados a la economia ya la politica mundial, el peso de los “procesos globales” y de los “actores internacionales” varian de un pais a otro. De hecho, algunos cientificos sociales han criticado el “enfo- que globalizador” argumentando que puede llevar a una sobresimplificacion en el andlisis de los fendmenos locales (Friberg y Hettne, 1988). Con relacion a esto serfa conveniente reflexionar nueva- mente sobre cuestiones vinculadas con las dimensiones de la interdependencia y en especial sobre la concepcién de la interdependencia asimétrica como forma de poder. A su vez esto Ilevaria a redefinir otros conceptos como el de poder (en- tre la concepcion de poder que se mide por ejemplo por el tipo de recursos y la que se determina en funcion de los efectos y resultados) (Keohane y Nye, 1977). Otro problema que se desprende de lo hasta aqui expuesto es la necesidad de una descripcion mas precisa sobre las caracteristicas “novedosas”™ de la globalizacién con los con- secuentes intentos de periodizacién histérica. Como se ha sefialado previamente, el interés de los estu- dios que aqui se incluyen esta en las propuestas teéricas mas que en los analisis empiricos. Sin negar la validez de esta pers- pectiva, la poca precision sobre referencias histéricas en algunos textos!4 puede hacer dificil argumentar contra aquellos que —en una critica a los enfoques globalizado- res— afirman que “no hay nada nuevo bajo el sol” y que las 14 En la obra de otros autores si encontramos intentos de periodizacién. Refiriéndose a la “globalizacién del mundo” Roland Robertson istingue las si- guientes etapas a partir del “surgimiento de la modernidad”: 1. fase germinal (del Siglo xv hasta mediados del Siglo xvi); 2. fase incipiente (de mediados del Siglo xv hasta 1870); 3. fase rranque (de 1870 a 1920); 4. fase de lucha por la hegemonia (de 1920 a 1960; y 5. periodo de incertidumbre (de 1960 a la actualidad) (Robertson, 1990). 101 Gina Zabludovsky interconexiones internacionales siempre han tenido un peso en el juego democratico y en la “politica interna” de los di- versos paises. De hecho, los autores que defienden estas posturas atgumentan que, desde hace cuatro siglos, el co- mercio y la guerra eran ya determinantes fundamentales tanto para las politicas domésticas como para el sistema internacional, y que el entrelazamiento entre las unas y otras arranca con el propio surgimiento de la modernidad. A su vez, los pensadores que impulsaron los estudios sobre la teoria de las relaciones y las leyes internacionales (Grotius y Kant) sostuvieron que el surgimiento del Estado sdlo puede ser entendido en el contexto de la “sociedad de Estados” (Held, 1991). Sin embargo, en términos generales esta perspectiva no ha sido incorporada al tratamiento de ciertos temas de la ciencia politica, en particular a la teoria de la democracia. Asimismo, en el ambito de las ciencias sociales en gene- ral, es necesario preguntarse hasta qué punto los diferentes enfoques tedrico-metodologicos dominantes en este siglo —como el indvidualismo metodolégico, el positivismo 16- gico, el relativismo y el deconstruccionismo— se han cons- titudo en barreras que impiden construir una vision global sobte los fenémenos sociales. ,Hasta donde el desarrollo de las ciencias sociales ha estado limitada por ellas mismas y por sus propias perspectivas de andlisis? (Arizpe, 1990; Fribeg y Hetme, 1988.) Desde el punto de vista socioldégico sabemos que, a partir de principios de nuestro siglo, gran parte del desarrollo dis- ciplinario se ha centrado en el Estado-nacion partiendo de la virtual aceptacion de una sociedad nacional cohesionada en términos culturales (Giddens, 1987, pp. 33-34; Featherstone, 1990 p. 1; Robertson, 1990, p. 16). 102 image not available 3) 4) Gina Zabludovsky En este sentido, la nueva realidad mundial también nos lleva a plantearnos los objetivos y relaciones de las distintas ciencias sociales. Quiza, sea ya tiempo de rebasar una compartamentalizacion que tiene sus origenes en una curri- cula institucional planteada por primera vez en el siglo XIX y que ha dado lugar a diferenciaciones un tanto artificiales entre las disciplinas.'6 Lo que se plantea no es la constitu- cion de nuevas areas sino mas bien una reconceptualizacion de la teorfa social en su sentido mas amplio, de tal forma que las preocupaciones sobre el “mundo” sean su punto de partida basico para hacer que la investigacién comparativa e historica confluyan en una sola direccién (Giddens, 1987, pp. 37-41; Giddens y Turner, 1987; Robertson, 1990; Smel- ser, 1991; Wallerstein, 1974). Vinculado con el punto anterior se hace también necesario hacer una revision conceptual de las principales categorias frecuentemente utilizadas para el analisis de la nueva realidad. En el caso de las tesis en torno a la globalizacion y la demo- cracia expuestas en este trabajo habria que analizar hasta qué punto los distintos autores emplean una terminologia diferente para el estudio de realidades aparentemente afi- nes: ,Podemos equiparar la concepcidn de “politica global” (Held), con la de “politica transnacional” (Kaiser; Keohane y Nye), la “internacionalizacion de la politica” (Chalmers) y la “politica posinternacional” (Rosenau)?, o por el contrario, 16 El reto de la interdisciplinariedad con respecto a la perspectiva globalizadora no se limita a las ciencias relaciones que habran de Algunos ftenémenos globales plantean de hecho Ia necesidad no sdlo de una estrecha relacién entre las disciplinas sino de una nueva perspectiva que permita utilizar los hallazgos de todas las ramas del conocimiento para el estudio de fenémenos concretos. Los trabajos sobre ecologia constituyen un claro ejemplo del cambio en las relaciones entre disciplinas (Balstad-Miller, 1991; Zabludovsky, 1992). 104 SOBERANIA, AUTONOMIA Y DEMOCRACIA EN LA ERA... 5) se trata de términos distintos que también aluden a realida- des diferentes y que como tales conviene distinguir concep- tualmente: las instituciones mundiales en un caso y los actores individuales y grupales en el otro; los representantes gubernamentales frente a los integrantes de la “sociedad civil”; los aleances mundiales de una accion frente a los regionales; la accion politica abierta y directa frente a la “in- directa” y encubierta, etcétera. La respuesta a estas preguntas nos lleva a otras mas: ,C6- mo se relacionan estos conceptos con otros como el de “so- ciedad transnacional” (Aaron, 1966), “interdependencia” (Keohane and Nye, 1977), “dependencia” (Cardoso y Fale- to, 1971) 0 “sistema mundial” (Wallerstein, 1974), que se concibieron para las ciencias sociales desde hace ya varios afios? ,Cuales son los puntos de continuidad y ruptura de las propuestas actuales frente a las de décadas pasadas? Un punto fundamental en estas controversias lo consituye la aparente paradoja entre la agudizacion de los nacionalis- mos locales y el proceso de globalizacion. Los “tedricos de la globalizacién” han apuntado que la contradiccién es mas aparente que real, ya que, lejos de crear el sentido de un propdsito humano comun, los alcances mundiales de la co- municacion y la informacion han contribuido a reforzar la propia identidad y diferencia, estimulando la “nacionaliza- cion” de la politica al interior de cada Estado. Se trata de un problema importante que es planteado de una forma sugerente en la obra de otros académicos como Martin Albrow y Anthonny Giddens quienes, en una critica a las interpretaciones “posmodernas” argumentan que los regionalismos y nacionalismos se explican mas como un resultado de la modernidad radicalizada y de la “globaliza- cién del mundo” (especificamente del sistema de comu- nicacion que nos permite enterarnos inmediatamente de lo 10S Gina Zabludovsky que ocutre en partes remotas) que como una serie de “ex- plosiones auténticas” de diferentes regionalismos locali- zados. A medida que las relaciones sociales se amplian, se produce también el fortalecimiento de los procesos de au- tonomia local y de identidad regional (Albrow, 1992; Gid- dens, 1990; Zabludovsky, 1992). Cualquiera que sea el fin de estas y otras polémicas, lo que si resulta evidente —como lo sefiala David Held— es que en la sociedad actual, la democracia tiene que ser conce- bida a la luz de las nuevas relaciones nacionales e interna- cionales que se manifiestan por lo menos en tres niveles estrechamente relacionados: /) la erosion que desde abajo representan los “nacionalismos” para el Estado-nacion; 2) las repercusiones que “desde arriba” tienen los procesos globalizadores sobre la naturaleza del Estado soberano; y 3) la forma en que éstos alteran la propia naturaleza de los sistemas politicos nacionales con la consecuente “interna- cionalizacién” de la politica doméstica. Bibliografia Albrow, Martin, “Interpreting the Emergence of the Concept of Globalization”, paper for the Meeting of the Research Com- mitee for the History of Sociology, Budapest, 1992. Arizpe, L., “The Global Cube”, en Global Environmental Chan- ge, International Social Science Journal, nim. 30, UNESCO, 1991. 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Guadalupe Rodriguez Gomez* “La etnicidad, la identidad, y el naciona- lismo”’ no son, por naturaleza, un objeto apropiado para el acercamiento epistemo- légico. No podrdn serlo mientras la iden- tidad cultural permanezca como campo de lucha en el que ... las teorias del ser y de conciencia-étnica imperantes continien siendo evocadas, como herramienta ideo- légica, en el reto a definiciones preestable- cidas de diferencia. John Comaroff 1994 Bata es una discusion sobre la formacién de un caso especifico de nacionalismo en la Europa contempordnea en una comuni- dad étnicamente diferenciada: Catalufia. Es una region de Espa- fia que se constituyé como entidad politica independiente en el siglo Ix. A partir de entonces, y particularmente a raiz de los movimientos nacionalistas generados en su interior en el siglo XIX, los catalanes se han diferenciado cultural, lingiiistica, eco- némica y politicamente del resto de los espafioles y han recla- mado sus derechos de poder politico frente al Estado espajiol esgrimiendo su distincién histérico-cultural. Esta disputa histo- “Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropologia Social il M. Guadalupe Rodriguez Gomez rica, clandestina las mas de las veces, se replanteo al introdu- cirse y consolidarse la democracia en Espafia (1977 a la fecha). Hoy en dia, Catalufia es el espacio en el que se da una compleja lucha entre grupos de poder catalanes con el Estado espafiol por la autonomia regional.! Con la democracia, esta lucha por poder en la Espafia de las autonomias se parafraseo como la pugna entre los grupos de poder regionales y del centro por poseer la representacion de la tunica y legitima comunidad politica imaginaria, por la apropia- cion de la experiencia de pertenencia a las nuevas comunidades politicas y, con ello, por el control sobre la redefinicion de la(s) diferencia(s) al interior de las colectividades. En Cataluna, el ejercicio de la democracia trajo consigo la irrupcion de los tra- bajadores inmigrantes castellanoparlantes, cultural y lingiiisti- camente no-catalanes en la arena politica.? Asi, esta primera y segunda generacion de trabajadores inmigrantes espafoles que constituyen el 40% de la poblacion de Catalufia se convirtieron en elementos claves en la reconfiguracion del nacionalismo po- litico catalan y, en consecuencia, en la produccion de nuevas ' Lejos estoy de querer minimizar las complejidades, tensiones y conflictos que conlleva la competencia por poder y estatus entre los distintos grupos dominan- tes en Espafia que suele reducirse ala oposicin: centro vis-a-is regionalismos (entendidos, éstos, como grupos dominantes regionales). Por claridad en la exposicion, sin embago, me referiré a esta competencia por control de poder como la lucha entre el centro (grupos dominantes espafoles que monopolizan las tecnologias de poder del Estado desde Madrid) y los grupos de poder regionales (en particular, los grupos dominantes). 2 La expresién “inmigrantes” es una construccién social e histéricamente cons- truida en la sociedad catalana que borra discursivamente la diversidad de origenes, de generacin, de género, de ocupacién, de estatus, de clase, de mem- bresia partidista y posicién nacionalista que se da al interior de esta colectividad. Esta categoria representa a la colectividad de trabajadores castellano-parlan- tes, lingiiistica y culturalmente no-catalanes como bloque, de tal manera que homogeneiza sus diversas subjetividades. Al hacerlo, esta construccién simbé- lica los distingue y distancia en la cotidianidad como el “otro” en relacién a los locales —los catalanes de origen, de clase, de estatus. 112 AUTONOMIAS Y DEMOCRACIA: LA RECONFIGURACION... personas sociales (subjetividades o de las también Ilamadas identidades colectivas). Dos son los objetivos de la presente discusion. Primero, exa- minaré como la construccion de Catalufia como nacién en tanto creaci6n histérica ha sido parte constitutiva del proceso de for- maci6n del Estado espafil. Esto es, analizaré las formas en las que el hacer de Catalufia una nacién durante la democratiza- cion del aparato estatal espafiol se ha dado como un proceso de negociaciones fluidas en torno al acceso al poder y al estatus, por un lado, y, por el otro, al control de los procesos de confi- guracion de personas sociales y de construccion de formas de entender el mundo alternativas en un contexto altamente je- tarquizado y profundamente competitivo. En segundo lugar, abordaré las formas en las que la concatenacion de estos proce- sos de formaci6n del Estado espafiol y de la nacion catalana —en particular la lucha por hegemonia del nacionalismo catalan— han producido nuevas personas sociales para los trabajadores inmigrantes espafioles, castellano-parlantes (y para sus hijos), residentes en Catalufa a raiz (y como parte) de la expansion del capitalismo en Espafia de 1950 a 1975. Alsepararme de explicaciones primordialistas, mi argumento es que el nacionalismo politico catalan, y por tanto los naciona- lismos en general, son procesos contradictorios, ambiguos y conflictivos configurados histéricamente. Como tal los nacio- nalismos no son una cosa dada. Los nacionalismos son, como bien sefiala Comaroff (1994), relaciones cuyo contenido se forja en las particularidades de su continua creacion histérica y bis- queda de hegemonfa.? El nacionalismo no es, tampoco, una crea- 3 Alo largo de esta discusién utilizaré el concepto de hegemonia de Johny Jean Comaroff el cual, a su vez, descansa en la obra de Gramsci, Bourdieu y Williams. La hegemonia es, proponen los Comaroff, el orden de signos y prac- ticas, de relaciones y distinciones, de imagenes y epistemologias derivado de un campo cultural histéricamente situado. Asi, continua su argumento, lo 113 M. Guadalupe Rodriguez Gémez cion que simplemente imponen grupos de poder. Como veremos en el caso catalan, el nacionalismo politico se ha venido cons- truyendo a lo largo del tiempo a través del interjuego dialéctico y de mutua conformacién entre J) la manipulacién consciente de formas culturales (ideas, simbolos y practicas) y de conoci- miento social que llevan a cabo los grupos dominantes (catala- nes y espafioles, en nuestro caso) en su lucha por acceso al po- der, por un lado, y, por el otro, 2) las formas en las que grupos dominantes (catalanes) y subordinados (los trabajadores inmi- grantes, en este caso), consciente e inconscientemente, adquie- ren, rechazan, reformulan y expresan estas formas culturales y conocimiento social en las ideas, acciones y relaciones que con- forman su cotidianidad. EI fin de la dictadura de Franco (1939-1975) y, con ello, la reconfiguracién democratica del Estado espajfiol crearon el es- pacio para que el nacionalismo politico catalan se incorporase activamente en las dinamicas de la politica espafiola como un medio por el cual los grupos dominantes catalanes podian luchar por el acceso a diferentes formas de poder material, politico y simbélico. Tratando de no caer en reduccionismos instrumenta- listas ni minar la legitimidad del catalanismo, propongo que da- das las relaciones desiguales de poder que caracterizaban a la Espaiia de la transicion democratica, el nacionalismo politico enel proceso de produccién de identidades y de redefinicion del mundo social espacialmente delimitado, adquirié una fuerza politica importantisima tanto al interior como al exterior de Catalufia. Esto fue posible gracias a que logré no sdlo reificar hegeménico es considerado como dado, como una forma “natural” y “recibida” del mundo y de todo lo que lo constituye (Comaroff 1991, pp. 23-25; mi traduc- cién). La hegemonia es un proceso de creacién continua que no es total y que nunca finaliza. La hegemonia se establece, apuntan los Comaroff, a expensas de formas signiticativas preexistentes, aunque rara vez logra erradicarias com- pletamente. 114 AUTONOMIAS Y DEMOCRACIA: LA RECONFIGURACION... y naturalizar sino también movilizar simbolos de union e identi- ficacion colectiva en calidad de proceso dialéctico de atribucién de pertenencia, construccién de comunidades politicas imagi- narias y de autoafirmacién colectiva. La presente narrativa muestra como uno de los principales objetivos del nacionalismo politico catalan ha sido construir personas sociales tanto como formas de entender el mundo, al- ternativas, muchas veces contrapuestas, a aquellas que el Estado central ha intentado histéricamente imponer. En el marco de la democracia, la existencia y hegemonia de estas construcciones alternativas y diferenciadoras —o distinciones histdrico-cultura- les tales como lengua, concepto y practica de “sé catalan” y otros simbolos— estan siendo movilizados por los politicos catalanes para negociar con el Estado espafiol la autodeterminacién de Cata- lufia.4 Por otro lado, estos grupos dominantes han creado y recrea- do estas construcciones diferenciadoras para obtener el consenso al interior y, con ello, apoyo de los habitantes de Catalufia a sus proyectos politicos de construccién nacional. Antes de cerrar esta seccion sefialaria que este ensayo se basa en la investigacion etnografica y de archivo que realicé en Ca- talufia durante 18 meses (1988-1990, 1991, 1992). La estrategia metodoldgica que adopté durante este trabajo fue el estudio del nacionalismo politico como “historia desde abajo”. Por ello, me concentré en el estudio de las actividades practicas’ cotidianas 4 La expresién “politicos catalanes” no debe entenderse como la reduccién de un campo politico altamente diversificado, conflictivo y competitivo en un simple grupo homo, ado de politicos regionales. Por el contrario, el orden politico cat: e caracteriza por la flui de as y conflictos, logias, practicas e hace: como la mutua determinacién que se d: accion. La actividad préctica entendimiento del mundo siemp: (1989, p. 333). Para una discusién mi concepto de “Filosofia de la praxis” d 115 M. Guadalupe Rodriguez Gomez de trabajadores inmigrantes castellanoparlantes y de los hijos de éstos y de catalanes de origen (de clase y de estatus) residentes en Santa Coloma de Gramenet —ciudad conurbada al area metropolitana de Barcelona cuya poblacion esta constituida en el 80 por ciento por primera y segunda generacion de trabaja- dores inmigrantes (véase Rodriguez Gomez 1993). Sin embargo, como argumento que las ideas, signos y practicas que constitu- yen los nacionalismos son producto de |a articulacion dialética de practicas discursivas de grupos dominantes y subordinados, mi investigacion incluy6 también entrevistas con catalanes re- sidentes en Barcelona y con politicos catalanes de los tres prin- cipales partidos politicos.6 Estado, democracia y autonomias Las elecciones de 1977 anunciaron la reconfiguracion del orden politico en Espafia. La democratizacion espafiola se inaugur6 for- malmente con la naciente Monarquia Parlamentaria. Este pro- ceso democratico de “transicion por medio de transaccién” fue posible, entre otras cosas, porque aquellos que poseian el poder central fueron capaces de negociar con la izquierda y con los grupos regionalistas la posibilidad de una nueva distribucion territorial del poder, no sin antes haber logrado neutralizar a la derecha conservadora. Asi, la posibilidad para los espafioles de pasar de una dictadura (1939-1975) a una democracia se convir- tid en realidad cuando el centro de poder otorgé legitimidad a 5 Estos partidos son: Partit dels Socialistes de Catalunya (Psoe-Psc) los /a per Catalunya (1c), antes Partit Socialista Uniticat de Catalunya (Psuc) los comunistas—; yConve Unio (civ) Sos catalanes nacionalistas de centro-derecha. Aclararia qu de que en Espait Partido Popular (Pp?) —de tendencia centro-espajiclista— es importante, en lufia y particularmente entre los trabajadores inmigrantes su relevancia es minima. Por ello no lo incorporé a la discusién. 116 image not available M. Guadalupe Rodriguez Gomez tegiones. Mantiene, sin embargo, el castellano como la lengua oficial del Estado espaol. Esto ultimo manifiesta el doble juego de poder que el aparato estatal ha mantenido con las “regiones histéricas” desde la apertura democratica: concede legitimidad a los reclamos de diferencia cultural y acceso a poder, mas con- serva para si (y pata sus simbolos de control) la supremacia. De cualquier forma, se rompia el monopolio central de poder que simbolicamente Franco habia representado en la afirma- cion: “La unidad de Espafia debe ser absoluta, con una sola len- gua, el castellano, y con una sola personalidad, la espafiola” (en Viver i Pi-Sunyer, 1980). El Estado autondmico, tanto como la democracia, no surgen de la nada. Son sus antecedentes los movimientos nacionalistas que sobrevivieron durante la dictadura y la reorganizacion clan- destina de las fuerzas politicas que se dio durante los ultimos afios del franquismo. Pese a la represion del aparato estatal franquista se mantuvieron latentes en clandestinidad formas de diferenciacién cultural y valores democraticos tales como la libertad de expresion y el derecho a la organizacion. Paradoji- camente, el franquismo contribuy6 a crear y reproducir formas de marcar diferencias entre “nosotros” (los miembros de las “nacionalidades”) y “ellos” (los habitantes del resto de Espafia) en la cotidianidad. As{, el término “inmigrantes” que se intro- dujo en la Catalufia franquista para referirse a los trabajadores no-calificados (agricolas en su mayoria) espafoles, cultural y lingiiisticamente no-catalanes, que llegaron con la expansién del capitalismo a tierras catalanas entre 1950 y 1975, fue una forma simbélica construida y reproducida por los catalanes para demarcar su persona social diferenciada en relacion al resto de los espafioles residiendo en Catalufia. Aun mas, epitetos como el de “inmigrante” en Catalufia eran una manifestacion de re- pulsa de las “regiones historicas” al centralismo estatal, ya que se identificaba la migracion laboral como una forma mas usada 118 AUTONOMIAS Y DEMOCRACIA: LA RECONFIGURACION... por Franco para acabar con su cultura distintiva (y, por ende, con sus derechos de autodeterminacién nacional) y forzar, con ello, la homogeneidad cultural en torno a lo espafiol. Esto nos muestra como, a pesar de las variadas técnicas de dominacion usadas por el Estado espafiol, la construccion ideoldgica fran- quista de la “unidad cultural de Espafia” que legitimaba la cen- tralizacién nunca Ilegs a ser totalmente hegeménica. La reconfiguracion de una nacion y la construccién de nuevas personas sociales A partir de 1978, Catalufia emprendio la carrera por recuperar y tecrear sus capacidades de autogovern (autogobierno). La larga lucha de los catalanes contra la dominacion politica del centro se transform6 de un Estado de oposicion abierta en contra de la centralizacion a una fuerza “positiva”, aunque siempre dialéc- tica y ambigua, de fortalecimiento de la democracia y, con ello, de redifinicién del poder central. Es decir, mientras los catala- nes apoyaban la transicién democratica eran también una fuerza competitiva acomodandose a, negociando y retando la consoli- dacion de la nueva forma del Estado espafiol. El acuerdo entre politicos catalanes y el centro se dio porque los que poseian el control del poder central comprendieron lo crucial que era obte- ner el consentimiento activo y la colaboracién de las distintas regiones para realizar el proyecto democratico. Asi, las alianzas entre el centro y las regiones (con los movimientos nacionalis- tas en particular) condujeron a la “domesticacién estratégica” del “problema regional” en favor de nuevas formas de poder central. El otro lado de la moneda sugiere, sin embargo, que los na- cionalistas catalanes cooperaron con el cambio democratico porque esto les permitia llevar a cabo su propio proyecto nacio- nalista. Catalufa se habia caracterizado por ser la regién con 119 M. Guadalupe Rodriguez Gomez mayor poder economico durante, al menos, los dos siglos ante- tiores. Paraddjicamente, sin embargo, nunca habia gozado de poder politico. Desde finales del siglo XIX, de hecho, los movi- mientos nacionalistas catalanistas habian sido el medio de lucha utilizado por los catalanes pata obtener poder politico frente al Estado centralista. Dado que la nueva forma del Estado espaiiol ofrecia a las “nacionalidades” acceso a (cierto grado de) poder politico (por primera vez en 40 afios y por segunda ocasion en un siglo), lo que los politicos necesitaban era reconstruir una imagen tal de Catalufia como nacién que les permitiese con- solidar su hegemonia a través de consenso. La participacién catalana se dirigio, en consecuencia: /) a retar el monopolio del poder y de privilegios del centro sobre la produccién de subje- tividades y 2) a retar el monopolio estatal sobre la distribucion de poder en Espaifia. Dicho de otro modo, la democracia apare- cid ante los politicos catalanes como una oportunidad de llevar a cabo su propia agenda dentro de la sociedad catalana en el contexto de reconfiguracién del Estado espafiol. Los catalanes se embarcaron, con ello y legitimizados por el Estado central, en “el esfuerzo de reconstruccién nacional” (Ainaud ef al., 1980). En 1979 los residentes de Catalufia votaron por unanimidad su Estatut d’Autonomia. Este texto se definid como parte del proceso de recuperacion de las libertades democraticas en las que el pueblo catalan restauraba, al mismo tiempo, sus institu- ciones de autogobierno ejerciendo, asi, el derecho a la autono- mia que la constitucidn espafiola reconocia y garantizaba a las “nacionalidades” y regiones. Representaba, ademas, la voluntad de Cataluiia de constituirse como una autonomia tanto como el hacer hegemonico de la ideologia politica catalanista. De acuer- do con la Constitucién espafiola de 1978, el Estatut define Cata- lufia como una nacionalitat (nacionalidad) que se constituye como Comunitat Auténoma (Comunidad Auténoma) al asumir 120 AUTONOMIAS Y DEMOCRACIA: LA RECONFIGURACION... sus derechos de autodeterminacién e instituye la Generalitat como la institucion que organiza politicamente el autogobierno de la sociedad catalana. Al momento de la transicion democratica, Catalufia contaba con las condiciones histéricas para llevar a cabe su proceso de. reconstruccion nacional: previamente se habia constituido al in- terior del orden catalan lo que Gramsci llama “bloque hist6rico” (Gramsci, 1989). Esto es, durante los ultimos afios del franquis- mo se habia Ilevado a cabo un complejo ensamblaje de distintas ideologias y practicas politicas (las mas, nacionalistas) discor- dantes y contradictorias que, a su vez, teflejaban la articulacion dialéctica de las relaciones de produccién imperantes en Cata- lufia. Para lograr la hegemonia catalana, los lideres catalanes se vieron en la necesidad de convocar a la clase trabajadora, a las clases medias, a la pequefia burguesia tanto como a las diversas fuerzas politicas catalanas con el fin de lograr la “unidad de Catalufia”. El nacionalismo politico catalan reemerge, asi, como la unidad en democracia de diversas y encontradas fuerzas politi- cas, al tiempo que promueve alianzas de clase, y no lo hace, por tanto, como la imposicion de una sola clase dominante. Para los politicos catalanes, una tarea importante en la con- solidacién hegeménica fue la construccién de nuevas personas sociales en el orden social catalan. Como parte de este proceso el articulo 60. del Estatut concede la condicion politica como ca- talanes a los espafioles residentes en cualquiera de las munici- palidades de Cataluna. A través de ello, el nacionalismo politico catalan aseguraba, en principio, el consenso interno y, con ello, el apoyo para sus proyectos politicos, ya que esta nueva cons- truccién borraba las diferencias de origen entre la poblacion catalana al definir a todos los residentes con el mismo derecho a la igualdad politica. Las condiciones historicas de Catalufia, sin embargo, repre- sentaron el reto principal que enfrentaron los politicos catala- 121 M. Guadalupe Rodriguez Gomez nes. El desafio para la reconstruccién nacionalista lo constituia el 40 por ciento de la poblacién de Cataluia lingiiistica y cultu- ralmente no-catalana. Esta “minoria” estaba compuesta por primera y segunda generacion de trabajadores de otras regiones espafiolas que se asentaron en Catalufia de 1950 a 1975 como efec- to de las formas del desarrollo capitalista en Espafia, en general, y en Catalufia, en particular. La democracia trajo consigo, por tanto, dos retos importantes al interior de la sociedad catalana para los politicos locales. En primer lugar, se vieron ante la necesidad de construir “un catalan simbolico” que incorporara, afectiva, efectiva y significativamente a los trabajadores naci- dos fuera (y a sus hijos) que ellos concebian, y el discurso popular definia, como espafioles “no integrados” social ni cul- turalmente a la sociedad catalana, en un contexto ideoldgico donde “ser catalan” connotaba superioridad de estatus y de clase. El segundo reto era la recreacion ideolégica de Catalufia como una sociedad cultural y lingiiisticamente homogénea, con el fin de poder mantener la “diferenciacién cultural de Catalufia” como “realidad objetiva” que les permitiese continuar con el regateo de poder politico ante Madrid. Los inmigrantes y el hacer del catalan democratico La democracia y la construccién de Espafia como Estado autond- mico significaron la irrupcion de los trabajadores “inmigrantes” —+spafioles, castellanoparlantes, cultural y lingiifsticamente no- catalanes— en la arena politica catalana. Los “inmigrantes” se convirtieron en un “problema” urgente de ser resuelto. Constitu- yeron, con ello, un sujeto espafiol cuya persona social debia ser transformada para que contribuyese, sin obstaculizar, al proceso de construccion de Cataluiia como nacion. 122 AUTONOMIAS Y DEMOCRACIA: LA RECONFIGURACION... EI nacionalismo politico catalan proclamé, entonces, que su meta era lograr la “cohesion social” de Catalufia. El desafio no era solo evitar la “fractura” cultural y social de la naciente auto- nomia. Era, de hecho, un problema politico, en tanto que los dirigentes debian crear y movilizar consenso entre una pobla- cién cultural, social, econémica y politicamente diversificada con el fin de obtener poder politico frente al centro. Poder signi- ficaba para estos lideres, en primer lugar, movilizar a los resi- dentes de Cataluna a votarlos como representantes de Cataluna ante el Parlamento espafiol. Significaba, también, apoyo popu- lar al interior de la region catalana que les permitiese fortalecer y legitimizar sus demandas de autogobierno ante el gobierno central. Finalmente, poder significaba promover entre los habi- tantes de Catalufia la autoidentificacién como catalanes y la lealtad y solidaridad hacia el proyecto de construccion de Cata- lufia como nacion. En suma, el “problema de la inmigracion”, la construccion de nuevas personas sociales en Catalufia, la reconfiguracion de Catalufia como comunidad politica imagina- tia inclusiva, la apropiacién de la experiencia de pertenencia a comunidades imaginarias preexistentes y la “cohesion social” fueron de facto una lucha por poder que libraron los politicos catalanes tanto en Espafia como al interior de Catalufia. A finales de los 70, se volvié una practica cotidiana en Catalufia definir quién era (0 no) catalan. Ante lo inusitado de este ejercicio, una estudiosa de la sociedad catalana se pregunts: “¢Por qué todo el mundo opina sobre quién es catalan si no hay derechos civiles ni obligaciones que acompafien tal definicion?” (Woolard, 1989). Lo que informé este debate no fueron cierta- mente ni los derechos ni las obligaciones civiles sino /) la lucha por poder (econdmico, politico y simbélico), estatus y prestigio que acompaiiaban al “ser catalan” y 2) la busqueda de consenso, lealtad y solidaridad que requeria la construccién de la hegemo- nia catalana. 123 M. Guadalupe Rodriguez Gomez En tales condiciones, al estrenarse la democracia, los politi- cos catalanes se vieron abiertamente involucrados en el proceso de lo que Bourdieu ha llamado “el cambio de nombres y de pa- labras que construyen la realidad social” (1990: 133-134). En consecuencia, y tomando a préstamo formas discursivas y prac- ticas de diferenciacion ya existentes en la sociedad catalana, el nacionalismo politico catalan construye una nueva forma de persona social para los habitantes de Catalufia: “Catalan es todo aquel que vive y trabaja en Cataluna y que con su trabajo y esfuerzos ayuda a hacer de Catalufia una nacién™ (Pujol, 1976). La nueva persona catalana descansa en los principios de trabajo y tesidencia, y no en los de nacimiento o lengua como clama el discurso popular y era la costumbre hasta antes de la democra- cia. Esta nueva construccién social rompia, simbdlicamente, con una serie de dicotomias que se habian ido construyendo his- toricamente en la sociedad catalana: “nosotros"/catalanes/hablantes de catalan/pequefia burgue- sia/gente educada (“culta”)/ socialmente superiores vis-d-vis “los otros“/espaioles no-catalanes (“inmigrantes”)/hablan- tes de castellano/trabajadores (rurales, no calificados)/sin educacion/socialmente inferiores Dicotomias que habian estado informando (y habian sido in- formadas y reproducidas en) la vida cotidiana de la sociedad catalana desde principios de siglo y mas agudamente de los cin- cuenta a la fecha. La nueva construccion de persona catalana recuperada por el discurso politico catalan tenia que crear un sentimiento de “semejanza™ en experiencias diarias que pudie- se, a su vez, provocar solidaridad entre, y apoyo hacia, todos 124 AUTONOMIAS Y DEMOCRACIA: LA RECONFIGURACION.... aquellos que conformaban la “comunidad (politica) imaginaria” catalana —la Catalufia democratica—, trascendiendo (si no bo- trando) diferencias de clase y estatus, de lengua y cultura. “El trabajar” era una importante condicion que tenian en co- min los trabajadores “inmigrantes” y los catalanes. Asi, el con- figurar a esta nueva persona social catalana con base en el prin- cipio de “trabajo” ofrecia grandes posibilidades de éxito al proyecto nacionalista catalan. La tarea para los politicos era pues el “persuadir” a los trabajadores “inmigrantes” a creer que su trabajo era lo que los convertiria en catalanes en la practica. El poder de la lengua El proceso de (re)construccién nacional, junto con las condicio- nes histéricas que habian caracterizado a Catalufa (en especial, la opresion de la lengua catalana durante el franquismo), Ilevé a los politicos catalanes a que adoptasen una meta mas en sus esfuerzos por consolidar su autonomia. Esta fue el “integrar lingiiisticamente a los “inmigrantes”. Si Catalufia era, en las ne- gociaciones de poder con el Estado espanol, una comunidad “lingiiisticamente” diferenciada frente el resto de las regiones espafiolas y “homogénea” lingiiisticamente al interior, la tarea era convertir a los residentes no-hablantes de catalan en cata- lanoparlantes —tarea particularmente urgente ya que la repre- sion franquista habia conllevado que sélo un 20 por ciento de la poblacion de Catalufia hablase catalan al momento de la aper- tura democratica. Por ello, los dirigentes disefaron proyectos y emprendieron grandes campafias que tenian como meta el “nor- malizar lingiiisticamente” a los trabajadores “inmigrantes™ y a los hijos de éstos —castellanoparlantes en su mayoria. A través de los afios, el hablar catalan habia sido ideologicamente cons- truido en la sociedad catalana como uno de los atributos centra- les de “la catalanidad™. Si el consenso, como sugiere Gramsci 125 M. Guadalupe Rodriguez Gomez (1989: 12), se basa en el prestigio de “el otro” (catalanes en nuestro caso), y si los politicos catalanes lograban movilizar la construccién ideolégica de “hablar catalan” como simbolo de prestigio relativamente facil de obtener, estos lideres podrian entonces obtener el consenso y el apoyo de los castellanopar- lantes necesario para la realizacion de su programa de construc- cion nacional. Fue asi como la lengua catalana se introdujo con fuerza en los programas educativos y, entre otras cosas, paso a ser un importante requisito para la obtencion de trabajos —ca- lificados y profesionales— y, con ello, en teoria, un medio de movilidad social en Catalufa. Para cerrar La globalizacion y la democracia han abierto el espacio para que resurjan las luchas por las autonomfas al interior de los Estados- nacién(es) (pos)modernos. Para estos grupos que resisten la dominacion centralizada, la globalizacion se ofrece como espa- cio de apoyo en tanto que rompe con la idea (y la practica) del Estado-nacién como punto de referencia unico para negociacio- nes que den acceso a recursos materiales y a poder (politico y simbélico) a los distintos grupos que constituyen los Estados. Las luchas autonémicas representan, por tanto, la competencia por la construccién de la hegemonja politica por parte de los grupos minoritarios y/o subordinados, lo cual es posible gracias a que la dominacion del Estado nunca es total, ni su hegemonia completa. En este nuevo contexto, la democracia se revela como la posibilidad de estos grupos de afirmar activamente sus pro- pias interpretaciones de sus derechos y obligaciones frente al aparato estatal. Es decir, las nuevas directrices del proceso de- mocratico permiten cambios en los procesos de formacién y formas de los Estados que conllevan, como en el caso espa- 126 image not available M. Guadalupe Rodriguez Gomez logran, en la practica, en el momento en el que reconocen los derechos de los “inmigrantes” a la igualdad politica, a pesar de sus diferencias, que resulta de su homogeneizacion discursiva como el nuevo catalan de la democracia. Estoes, la construccion de nuevas personas sociales —en tanto formas simbolicas que diluyen diferencias y hacen visibles principios de comunali- dad— abren el espacio para que los inmigrantes experimenten y expresen su pertenencia a la nacion catalana, a esta nueva construccion politica cuyas fronteras simbolicas denotan (en teoria) flexibilidad y, con ello, la posibilidad de la comunidad imaginaria de “adaptarse” a nuevas circunstancias internas y externas (como la presencia de fuerza de trabajo inmigrante). Asi, la lucha por la autonomia, mas que contraponerse a los flu- jos laborales (y, por tanto, a la globalizacion) los aprovecha de tal manera que fortalece, al hacerlo, su proceso de resistencia a la dominacion y hegemonia de los aparatos estatales centra- listas. Bibliografia Ainaud, et al., Immigracid e reconstruccié nacional a Catalun- ya. Barcelona, Blume, 1980. Anderson, Benedict, Imagined Communities, Reflections on the Origin and Spread of Nationalism, Londres, Thetford Press Limited, 1983. Boletin Oficial del Estado, Constitucién espafola, 1978, Ma- drid, Departamento de Programacion Editorial del Boletin Oficial del Estado (textos legales), 1988. Comaroff, John, “Ethnicity, Nationalism and the Politics of Difference in an Age of Revolution”, en E. Wilmsen and P. 128 AUTONOMIAS Y DEMOCRACIA: LA RECONFIGURACION... McAllister (eds.), Ethnicity, identity and nationalism in South Africa (en prensa). Comaroff, John y Jean, Of Revelation and Revolution; Christia- nity, Colonialism, and Consciousness in South Africa, vol. 1, Chicago y Londres, The University of Chicago Press, 1991. Bourdieu, Pierre, In Other Words, Essays Towards a Reflexive Sociology, Cambridge, Polity Press y Basil Blackwell Ltd., 1990. Gramsci, Antonio, Selection from the Prison Notebooks, Nueva York, International Publishers, 1989. Gupta, Akhil y James Ferguson, “Beyond ‘culture’: Space, Identity, and the Politics of Difference”, en Cultural Anthro- pology, 1992, vol. 7, num. 1, pp. 6-23. Parlament de Catalunya, Estatut d’autonomia de Catalunya de 1979 i l’estatut interior de 1982, Barcelona, Arimany, 1987. Pujol, Jordi, La immigracié, problema i esperanca de Catalun- ya, Barcelona, Nova Terra, 1976. Rodriguez Gomez, M. Guadalupe, “Immigrant Workers Cons- tructing a Nation: Class Formation, the Construction of So- cial Persons, and the Politics of the Past in Santa Coloma de Gramenet”, tesis presentada para obtener el grado de doctor en Antropologia, Departamento de Antropologia, The Uni- versity of Chicago, 1993 (manuscrito). Viver i Pi-Sunyer, Carles, “Aproximacio a la ideologia politica del franquisme en I’etapa fundacional del régim”, en Papers, Revista de Sociologia, 1980, nim. 14, pp. 11-47. Woolard, Kathryn. The Politics of Language and Ethnicity in Barcelona, Stanford, Stanford University Press, 1989. 129 EL NUEVO ESCENARIO DE LAS RELACIONES MEXICO-ESTADOS UNIDOS EN LOS NOVENTA Teodoro Alonso Prélogo Las relaciones diplomaticas entre México y los Estados Uni- dos encontraron un nuevo cauce de entendimiento desde el ascenso a la presidencia de Carlos Salinas de Gortari en 1988. Histéricamente, nuestros lazos han estado viciados de recelos y desconfianzas, ha sido facil adoptar posturas de enfrentamiento, lo dificil es construir puentes de entendimiento y cooperacion. Una mirada retrospectiva a las relaciones entre México y los Estados Unidos durante las administraciones de los presidentes Carlos Salinas de Gortari y George Bush nos arroja un balance sin lugar a dudas positivo. La relacién personal entre ellos per- mitié un acercamiento sin paralelo en la historia de nuestros dos paises; la conformacién de un gabinete de politica exterior y la centralizacion de las decisiones en las relaciones con nuestro vecino del norte, asi como el inteligente nombramiento de Gustavo Petricioli como embajador de México en Washington y su cercana amistad con el secretario de Estado James Baker, abrieron canales de comunicacién con altos miembros del gabi- nete del presidente Bush que posibilitaron resolver problemas 131 Teodoro Alonso desde la cupula, impidiendo que los mismos pudieran complicarse. El tono de respeto en las declaraciones de ambos gobiernos impi- dio el enrarecimiento de la atmésfera diplomatica y posibilité un mejor entendimiento entre los responsables de elaborar e instru- mentar la politica exterior de ambas naciones. México en este periodo ocupé un lugar destacado en la agenda norteamericana, fue por esta razon que la definicion de politica exterior y la toma de decisiones emanaba de Presidencia y existia una coordinacion estrecha con la embajada de México en Washington. Un comienzo dificil Con el presidente William J. Clinton, nuestra relacién empezo vacilante debido a factores tales como su falta de experiencia en materia de politica exterior, la demora en la conformacion de su gabinete, los problemas que enfrento en la designacion de algunos de los funcionarios llamados a ocupar posiciones de alta responsabilidad en su administracion y la presion de algunos de sus colaboradores que, como James Carville, estratega de su campaiia, y Stan Greenberg, su especialista en sondeos de opi- nion publica, aconsejaron no apoyar el TLC.! Otros consideraron que al menos debia modificarse, ya que aquél era considerado una herencia de una administracion republicana. A contrapelo, el pragmatismo de importantes funcionarios y del mismo presidente se impuso: el nuevo entorno internacional de competencia por mercados, la presion de organizaciones de prominentes hombres de negocios como The Business Round Table, la necesidad creciente de una economia de escala a nivel internacional (la industria del automévil es un claro ejemplo) y la apertura de mercados externos peso en forma definitiva en el 1 Howard p. 26. ian and Bob Cohn, “Big Brawl”, Newsweek, noviembre 15, 1993, 132 EL NUEVO ESCENARIO DE LAS RELACIONES... animo del presidente Clinton, quien en el verano de 1992 ya habia esbozado los principios fundamentales de su politica exte- rior y su coordinacion y ejecucion por un Consejo de Seguridad Economica, equivalente en importancia al Consejo de Seguri- dad Nacional. La joven administracion manifestaba que el éxito de los Estados Unidos y su posicién de liderazgo global sdlo seria posible en un marco de preeminencia econdmica interna- cional y agregaba, “debemos entender que nuestra seguridad nacional es en su mayor parte econdmica.”? El 29 de septiembre de 1993, Clinton presento a la nacion una estrategia de promo- cion de exportaciones y la clasificd dentro de su agenda como de alta prioridad en su politica internacional;? lo original fue que esta nueva politica conté con el apoyo del stablishment militar; lo contrario sucedié a las administraciones del presidente Ronald Reagan y George Bush.‘ La oposicién se debia al peso de aquella institucion en la elaboracién y conduccion de la polf- tica exterior norteamericana que estaba todavia profundamente inmersa en la confrontacién de la guerra fria con la Union Soviética.5 El secretario de Estado Warren Christopher recien- temente hizo hincapié en que la seguridad nacional de los Esta- dos Unidos estaba intimamente vinculada a su seguridad eco- nomica, de ahi la busqueda de apertura de la economia japonesa, la aprobacion del TLC, negociaciones en el GATT sobre reduc- cion de barreras arancelarias e integracion de la economia nor- teamericana con los paises asiaticos y la Cuenca del Pacifico.® 2 Bill Clinton. “A New Covenant For American Security," Harvard International Review, Summer 1992. Reproducido por USIS, noviembre 13, 1992, pp. 10-11. 3 Report to the U.S. Congress, Trade Promotion Coordinating Committee, Toward a National Export Strategy, septiembre 30, 1993. 4 James Risen, “Clinton Unveils Sweeping New Export Strategy”, Angeles Times, septiembre 30, 1993, pp. A1-A15. 5 Un anilisis sobre el tema, mericano del New York Tim (New York: Morrow, 1991), pp. 79-97. 8 Washington Post, noviembre 5, 1993, pp. A29-A35. 133 Teodoro Alonso Salinas frente a la administracion democrata La parte mexicana ha buscado el acercamiento y el didlogo en todo momento con la nueva administracion y miembros del ga- binete democrata; esta nueva relacién ha sido amplia, pero no ha alcanzado el nivel de proximidad que se tenia durante la ad- ministracién del presidente republicano George Bush. A pesar de las buenas intenciones, la relacin diplomatica no esta exen- ta de conflicto, el desaffo para la parte mexicana es como evitar que la relacién de conflicto de baja intensidad —diplomatico, sicolégico, econémico— sea perenne y desemboque en una re- lacién que implique un alto costo politico para el gobierno de México. Octavio Paz en forma aguda ha afirmado que con los Estados Unidos nos separa la historia pero nos une la geografia, y que nada puede dar mas certidumbre a la relacion interestatal que la existencia de reglas escritas o convenios que normenel total de nuestra relacién bilateral.7 Ante el hecho real de una relacion asimétrica y de una creciente interaccion, la opcién es una diplo- macia activa y de alianzas con grupos politicos 0 econémicos en elseno de la sociedad norteamericana que ayuden a nulificar accio- nes contrarias a nuestro interés nacional, tal fue la estrategia segui- da por Anastasio Somoza y, en fechas recientes la actividad de la comunidad judio-americana, los japoneses y los cubanos ofrece un amplio campo de experiencia en este sentido. El Plan Nacional de Desarrollo 1989-1992 define la politica exterior de México como “el ambito privilegiado donde se diri- men los asuntos relativos a la independencia y seguridad del pais”.8 Concomitantemente, la distincién radical de hoy en dia discorda del pasado, por el simple hecho de que la aprobacién 7 Octavio Paz, Pequeiia crénica de grandes dias, México, FCE, 1990, p. 52. ® Secretaria de Programacién y Presupuesto, “Soberania, Seguridad Nacional y Promocién de los Intereses de México en el Exterior”, Plan Nacional de Desarrollo 1989-1994 (México, D.F. : Progreso, 1989), p. 25. 134 EL NUEVO ESCENARIO DE LAS RELACIONES... del TLC conlleva la insercién de México dentro de la agenda interna de los Estados Unidos: gobierno y sociedad norteame- ricana podran ser movilizados rapidamente por la prensa en ca- sos como los de Chiapas, la inmigracioén indocumentada o problemas del narcotrafico.9 Ante esta perspectiva, lo saludable seria la conformacion de grupos de trabajo que contaran con amplios recursos materiales y humanos encabezados por la Se- cretaria de Relaciones Exteriores, con un subsecretario en la Cancilleria que se abocata a la planeacién de una estrategia propositiva y no reactiva hacia los diferentes grupos de poder que inciden en la conformacion de la politica exterior nortea- mericana hacia nuestro pais. El desafio, hoy en dia, para las dife- rentes dependencias del ejecutivo federal, consiste en conjuntar equipos de expertos en la vida politica de ese pais que permita una rapida respuesta de nuestros funcionarios ante actitudes agresivas y arrogantes de funcionarios del gobierno norteame- ricano. Nuestras autoridades deben tener la capacidad de movi- lizar grupos clave dentro del espectro politico norteamericano en favor de los intereses de México. El Congreso de los Estados Unidos ha tenido un papel rele- vante durante la administracion del presidente Clinton en la con- formacion de la politica bilateral hacia nuestro pais, su actividad ha quedado de manifiesto en las declaraciones de sus lideres en las tomas de posiciones respecto al TLC y a otros temas de poli- tica doméstica mexicana. Ante esta nueva situacion, es fran- camente preocupante la paralisis de los miembros del Congreso mexicano en reaccionar a acciones de su contraparte norteame- ricana lesivas para nuestra soberanfa. Nuestra pasividad o difi- cultad en replicar a denuestos de esos funcionarios reducen ® Sobre quien fija exterior, véase el estupendo articulo de Charles William Maynes, Clinton Doctrine”. Foreign Policy, 93 (invierno 1993-94): pp. 3-6. 135 image not available EL NUEVO ESCENARIO DE LAS RELACIONES... Jonathan Clarke, exmiembro del servicio diplomatico Britani- co, arguye que, a pesar de las duras criticas del candidato Clin- ton al presidente George Bush sobre su carencia de vision en materia de politica exterior, aquél a su vez desconoce o no desea enfrentar una nueva realidad internacional, “tal parece que el Presidente no comprende o no desea enfrentar el hecho de que en politica exterior se encuentra en una encrucijada histérica”.!1 Esta carencia de liderazgo y vision se refleja en una politica que sigue manteniendo su eje principal en los principios de la guerra fria, lo que Clarke define como “el sindrome de la sola y unica superpotencia” cuyos principios basicos son: a) la intencién del gobierno norteamericano en seguir desempefiando el papel de policia del mundo; y b) el inherente mesianismo puritano de ser los garantes de la moral internacional.!? A pesar de lo anterior, es bastante dificil criticar una adminis- tracion que llegé al poder en un periodo en que el electorado exigia mayor atencion a los problemas domésticos, de falta de atencién o sensibilidad a los asuntos internacionales; pero tam- bién es indiscutible que los Estados Unidos continuan siendo una potencia militar y econémica de ptimer orden y que su falta de atencién y carencia de imaginacion en la esfera de la politica internacional le esta acarreando graves dificultades —Haiti fue el ultimo tropiezo y lo mas seguro es que continuaran—. El secretario de Estado, Warren Christopher, le ha solicitado al Presidente Clinton la necesidad de involucrarse mas en las decisiones de politica internacional. Le ha sugerido en tono comedido de la importancia de reunirse mas a menudo con su asesor de Seguridad Nacional, W. Anthony Lake; y la urgencia de reorganizar el Departamento de Estado, reemplazando al subsecretario Clifton R. Wharton con un diplomatico de carrera de probada experiencia y efectividad. Clinton decidio no seguir 11 Jonathan Clarke, “The Conceptual Poverty of U.S. Foreign Policy”, The Atlantic Monthly, septiembre 1993, p. 54. 12 jbid, p. 55. 137 Teodoro Alonso el consejo y nombré como numero dos a su amigo personal y experto en asuntos de la ex Union Soviética, al periodista Nel- son Strobridge Talbott. Asimismo, Christopher y el secretario de Defensa, Les Aspin, recomendaron la presencia de David R. Gergen en todas las reuniones a efectuarse en la Casa Blanca en la que estuvieran involuctados los asesores de Seguridad Nacio- nal, con el objeto de que el consejero principal de Clinton en materia de comunicacién propicie una mayor presencia e impac- to de éste en la politica doméstica de las decisiones que se tomen en materia de politica exterior y mejore su imagen ante el publico norteamericano.!3 Desafortunadamente para Aspin y Christo- pher, el Presidente y sus circulo cercano de colaboradores siguen desatendiéndose de la importancia de las relaciones internacio- nales en una época de creciente inestabilidad regional, en la que ni Alemania ni Japon estan dispuestas a asumir funciones de liderazgo politico-militar regional. La critica intensa desplegada por la prensa norteamericana en contra de los dos Secretarios de Estado cobré su primera victima: Les Aspin. Sus fracasos constantes, que van de Bosnia a Haiti, y el debate de los homosexuales en el ejército; asi como los controversiales recortes de presupuesto implementados en las fuerzas armadas, lo obligarona renunciar. John Saxe-Fernandez sostiene que la renuncia de Aspin se debio al conflicto surgido por la intencién de éste de controlar los gastos dispendiosos del Pentagono.'5 Richard Perle, subsecretario de Defensa en la admi- nistracién del presidente Reagan, atribuye la renuncia al deseo del presidente Clinton de culpar a Aspin de su falta de liderazgo en materia de defensa y politica internacional.16 13 Véase, New York Times de fechas 8 y 9 de noviembre de 1993. 14 Sobre la escasa atencidn del presidente Clinton a temas de politica interna- cional véase, Doyle McManus, “Clinton Team Tries to Push Foreign Policy”, Angeles Times, noviembre 29, 1993, p. A1. 15 John Saxe-Fernandez, “Les Aspin. El Porqué de su Renuncia”, Excé/sior 21 de diciembre de 1993, primera ed. pp. 7A-BA. 16 Richard Perle, “Well Done, Mr. Aspin", Washington Post, enero 3, 1994, p. A19. 138

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