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Dos Terceras vías: Rousseau y Giddens

Juan Carlos Andrade Castillo


BUAP

1. Presentación
A principios de la década del año 2000, la Tercera Vía parecía ser un término, un
descubrimiento y una propuesta nueva, donde se proponía que el Estado buscara mayor
igualdad y justicia a partir de la convivencia de elementos capitalistas y socialistas, el cual
se puso en práctica en los Estados Unidos y en Inglaterra, y cuyo exponente intelectual
moderno es Anthony Giddens.
Si bien la propuesta parece nueva, podemos encontrar indicios de ella en las obras de
Carlos Marx, Rosa Luxemburgo, Lenin y otros pensadores decimonónicos y del siglo XX.
Sin embargo, en el presente documento queremos realizar un análisis comparativo entre el
pensamiento de Jean Jacques Rousseau y Anthony Giddens. En efecto, ya Rousseau había
propuesto una alternativa para la convivencia de lo particular y lo colectivo, lo natural y lo
social, y que Tzvetan Todorov identifica como el humanismo y que incluso llama “la
tercera vía” (Todorov, 1999). Mientras Rousseau planteaba una alternativa entre la realidad
del hombre (socialidad) y su ideal (naturalidad); Giddens plantea la alternativa entre el
neoliberalismo (individualidad) y la socialdemocracia (colectividad), pero cuyos ejes
esenciales son los mismos: la convivencia armónica entre lo individual y lo colectivo.

2. La tercera vía roussoniana


Nuestro mundo está experimentando cambios que no se habían visto antes. Las distancias
se acortan aún más como producto de la gran revolución en las comunicaciones,
principalmente el Internet. Pero al mismo tiempo, la soledad parece apoderarse de muchos
de los individuos que habitan en regiones y zonas superpobladas, como Tokio-Yokohama y
la Ciudad de México, por ejemplo. De esta manera, entre la soledad y la individualidad, la
felicidad y el éxito parecen ser empresas muy particularistas, en donde pareciera que el otro
no cabe.
En este fin de siglo XX y principios del siglo XXI, el individualismo parece campear
triunfalmente en la faz de la tierra, mientras algunos realizan esfuerzos por mantener y
estrechar lazos de cooperación con quien tienen alguna identidad. Se realizan esfuerzos
para lograr una relación armónica entre los intereses de cada quién y los intereses de la
gente con quien se identifica alguien. Para estas personas, el mundo es indeterminado, pues
no creen en la determinación de un individualismo catastrófico para la convivencia
humana.
Este parece ser un cuadro similar al de finales del siglo XVIII. En el espacio se mantenía el
ambiente de la revolución astronómica, donde la humanidad se vuelve una parte
pequeñísima de un planeta de miles que existen, se encuentra flotando como algo
insignificante en la inmensidad de un espacio del que no se conocen sus extremos. Pero
gracias a estas condiciones, decide que se ha convertido en el dueño de su propio destino,
se libera de las causas finales y del pecado original e incluso puede construir su propio
mapa.
El hombre toma conciencia de que puede moldear cosas a su antojo, pero a la par, se da
cuenta de que puede afectar a los que viven en su derredor. Y es que el hombre no puede
vivir aislado, necesariamente vive con otros hombres. Es precisamente la relación con los
otros hombres la causa de que muchos pensadores invirtieran tiempo y esfuerzos para
buscar la relación más adecuada entre los intereses particulares y los intereses colectivos.
Este es el ambiente en el que Rousseau realizó sus propuestas.
En el Contrato Social, nuestro autor apuntaló la necesidad urgente de una forma de
asociación que defienda y proteja de toda fuerza común a la persona y a los bienes de cada
asociado y gracias a la cual cada uno de los ciudadanos, en unión con todos los demás,
solamente se obedezca a sí mismo y quede tan libre como antes (Rousseau, 1993). Aunque
en ese momento no precisa la forma de Estado, parece ser que el autor propone una total
entrega de la voluntad individual hacia la voluntad general, que él identifica con el ejercicio
de la soberanía.1

1
Posteriormente hará la anotación sobre uno de los componentes del Estado, de que sólo es
legítimo el gobierno republicano, que sirvió de bandera de muchos movimientos revolucionarios.
“República es todo Estado regido por leyes, bajo cualquier tipo de administración que pueda
hallarse; porque entonces solamente gobierna el interés público y la cosa pública es algo. Todo
En este sentido, Rousseau es muy claro en reconocer la diversidad que existe dentro de una
sociedad, pues anota que cada individuo puede tener una voluntad particular, la cual puede
ser contraria o diferente a la voluntad general, que tiene como ciudadano. Señala que en el
Contrato, el hombre pierde la libertad natural pero gana la libertad civil y la propiedad de
todo lo que posee. Hasta aquí, parece que el objetivo planteado es la construcción de una
unanimidad popular, a partir de que la libertad individual de la persona se identifique con la
libertad civil.
Pero el mismo reconocimiento de que los intereses particulares pueden diferir de la
voluntad general es un reconocimiento a la pluralidad y a la diversidad. Por lo que una de
las tareas fundamentales será lograr la conciliación de esas diferencias, sin tener que
adoptar una que conlleve a la eliminación de otra o de otras.
La razón por la que Rousseau plantea la diversidad de los hombres, Todorov la encuentra
en la diferencia entre el estado de naturaleza y el estado de socialidad, puesto que “los
caminos del ciudadano y del individuo no coinciden, y por razones evidentes: el objeto de
sus trabajos no es el mismo; por un lado, el éxito del grupo, y por otro, el de la persona”
(Todorov; 1997).
En este orden de ideas, el reconocimiento de la diversidad lleva a Rousseau a pensar que
hay diferentes tipos de hombres. En este tenor, considera que si el hombre natural es bueno,
el hombre del hombre no lo es; o como con frecuencia dice, el hombre es bueno pero los
hombres son malos. Por consiguiente, señala que los hombres que tenemos por delante son,
a la vez corruptos e infelices; la explicación de esta inversión sólo se encuentra en el paso
del estado natural al estado social. Pues, quienes producen este resultado desastroso son las
instituciones, el orden social; en una palabra, la sociedad (Todorov, 1997).
Cabe hacer la anotación de que si en algún momento Rousseau habló de igualdad, está
igualdad no puede identificarse con la homogeneidad cultural, sino que esta igualdad es
solamente para el ámbito jurídico. Al respecto, Tejeda (1996) considera que Rousseau no
identifica a la igualdad como la identidad, puesto que no se apela a las cualidades
individuales, y más bien deja entrever su reconocimiento a la diferencia y a las
desigualdades consustanciales del género humano. El problema a resolver en este sentido es
el de conciliar esas diferencias emanadas de los estados por las que el hombre ha transitado.

gobierno legítimo es republicano”. (Rousseau; 1993)


Se hace la aclaración de que el autor considera que ya no se podía regresar al estado de
naturaleza, pues sería un movimiento ilógico. Se presenta la necesidad, entonces, de
resolver la desgracia de los hombres, que se debe a que viven juntos, en sociedad; y cada
uno de ellos busca su bienestar a costa de los demás. Este es el punto de partida en la
búsqueda de la solución.
En la búsqueda de esta solución, debe precisarse y recalcarse que Rousseau considera que
la moral humanista debe oponerse a la destrucción de los valores comunes, que son los
individualistas, así como a la destrucción del sometimiento al dogma, sin importar que este
provenga de la voluntad divina o del mismo Contrato.
Todorov plantea la encrucijada a la que tuvo que enfrentarse Rousseau en el siglo XVIII. El
problema lo enuncia de la siguiente manera. ¿Cómo hacer para reconciliar la realidad del
hombre (su socialidad) con su ideal (su naturalidad), ya que la eliminación de uno de los
dos términos conduce cada vez al callejón sin salida? “Si tal vez el doble objeto que uno se
propone se pudiera reunir en uno solo, suprimiendo las contradicciones del hombre se
suprimiría un gran obstáculo a su felicidad” (Todorov, 1997).
El mismo autor ensaya las posibles soluciones, las que, como anotamos arriba, no pueden
residir en una íntegra sumisión del individuo a la sociedad, ni en un retiro de éste hacia la
soledad. Pero ¿cómo pensar la superación de esta alternativa estéril? En este sentido hay
que considerar que la primera vía del hombre lo conducía a un todo-social; que es la vía del
socialismo, podríamos decir, al entender la palabra en sentido literal. La segunda intentaba
encerrarlo en el todo-individual; era la vía del individualismo. Pero aquí, Rousseau concibe
también la superación de esta oposición, una tercera vía que lleva más allá de ella, aunque
no le da un nombre en particular; ahora bien, es ella la que merece ser calificada de
humanista porque reconoce a la vez la socialidad y la autonomía individual (Todorov,
1999).
Esta es la solución planteada por Rousseau, una solución que no cae dentro de las aras de la
determinación, sino que más bien deja que la indeterminación proponga los elementos de la
naturalidad y de la socialidad que han de entablar el diálogo en un espacio humanista sano,
que proporcione la pauta para una convivencia armónica al interior del hombre y en su
relación con los otros en el espacio público.
Este atisbo al pensamiento roussoniano nos plantea un problema similar en esta era
moderna, que algunos autores ya identifican como la posmodernidad. Los cambios
trascendentales que enunciamos al principio de este escrito se nos presentan de manera
profunda, lo que también lleva a la urgente necesidad de dar respuesta a los problemas que
la globalización acarrea, junto con los beneficios que pueda ofrecer.
Tenemos por lo tanto que, doscientos años después de Rousseau, muchos intelectuales
prevén un futuro incierto. Incluso, como lo ha señalado Jacoby (1999), los futuristas más
imaginativos esperan una utopía con guerra, dinero, violencia y desigualdad, aunque sus
miradas futuras se enclavan muchísimo con el hoy, sólo que es un hoy más agradable y
conveniente que el que auguran. Ellos no pintan un cuadro muy diferente de los suburbios
de lujo contemporáneos, subdivisiones herbosas con casas y computadora y estaciones de
trabajo puestas fuera de un espacio más grande de violencia y la injusticia. En este sentido,
podemos decir que los futuristas actuales son utópicos en una edad anti-utópica.
Este es el espacio en el que nosotros podemos y tenemos que realizar nuevos razonamientos
y construir nuevas propuestas. Este es el espacio en el que se gestó otra Tercera Vía,
liderada por uno de los intelectuales más influyentes del actual mundo occidental: Anthony
Giddens. Quien al igual que Rousseau, no cae en fundamentalismos y propone términos
medios para la consecución de la armonía humana.
Y es que, como apunta Todorov (1999): hoy en día, en Occidente, vivimos todavía bajo el
peso de las amenazas del diablo. Amamos nuestra libertad pero también tememos tener que
soportar un mundo sin ideales ni valores comunes, una sociedad de masas pobladas de
solitarios que ya no conocen el amor; sospechamos secretamente, a menudo sin saberlo, la
pérdida de nuestra identidad. Estos temores y cuestionamientos son siempre nuestros”.
Incluso, nos reconocemos liberales y democráticos pero demostramos conservadurismo,
hablamos de la libertad y el respeto a la diversidad, pero anhelamos una sociedad
militarizada y unas instituciones que restrinjan los derechos. Vivimos una época de caos y
de incertidumbres, más bien con miedo.
3. Giddens y otra Tercera Vía.
El papel del Estado, en la actualidad, es objeto de numerosos debates y lo ubican como un
actor primordial en la sociedad, lo que no adquirió un peso fundamental en la propuesta de
Rousseau. Tenemos que en nuestros días, y debido a factores como el neoliberalismo, o el
derrumbamiento de ideologías como el marxismo, se tiende a replantear su papel en las
sociedades modernas.
El debate incorpora nuevos personajes y problemas, uno de ellos es el modelo político que
conocemos como tercera vía, el cual trata de superar viejos esquemas, como resultado de
que en Europa, sobre todo, se ha iniciado la búsqueda de nuevos caminos para dar
respuestas a problemas que los actuales partidos políticos no pueden resolver. El punto
central de este nuevo proyecto es la reestructuración del Estado y su función en un mundo
cada vez más mutante por los efectos de la economía y la tecnología. Por lo tanto, al igual
como lo hizo la tercera vía de Rousseau en su momento y con sus propias especificidades,
la aparición de un modelo como el de la tercera vía que lidera Giddens, trata de responder a
la crisis por la cual atraviesa el Estado hoy en día.
Y es que, en los últimos 20 años, el papel del Estado ha sido muy cuestionado. Para iniciar,
habría que distinguir tres momentos claves del Estado en este siglo. El primero se ubica
entre los años 1929-1932, donde se da una crisis del capital financiero y aparece el Estado
benefactor como resultado de las luchas del siglo XIX. El segundo periodo (1945-1975) se
caracteriza por la disminución y la desigualdad de ingresos entre los individuos y un
incremento general en los niveles de vida de los países occidentales. Es a finales de los
años sesenta cuando al Estado se le acusa de ser ineficaz, de no evitar el crecimiento del
déficit público y de intervenir intempestivamente en la economía. El tercer periodo es el
actual, donde la función del Estado, al menos eso dicen los neoliberales, se ve reducida ante
la presencia de la tecnología y los mercados internacionales.
En la actualidad existen tres fenómenos que permiten una “nueva narración” de la sociedad
con el mundo: la nueva ola de revoluciones científicas y tecnológicas, principalmente en
áreas como la de la información, comunicación y sus consecuencias en los sistemas de
producción, empleo y el mercado de trabajo; la caída de la tasa de crecimiento del capital
dentro del marco de la economía occidental y; la crisis cada vez más evidente de los países
“socialistas” (Petrella, 1999)
También, el Estado resulta desplazado en otros campos como son los sistemas de
educación, los cuales están sometidos a los imperativos de la economía, incluso, la sociedad
frente a los avances tecnológicos se vuelve una sociedad “informática” que depende más de
las políticas de las grandes empresas que del propio Estado. Aparte de los problemas
políticos y económicos, se pueden encontrar otros como el de la identidad, la cultura, el
papel de la familia, y que forman parte importante tanto como los anteriores.
Este es el panorama en el cual hace su aparición el nuevo modelo. Sin embargo, esta otra
tercera vía no es tan reciente como muchos piensan. Sus orígenes más cercanos deben
buscarse en los Estados Unidos de los años ochenta con los nuevos demócratas. Este grupo
trataba de dar un nuevo rostro al partido después de los fracasos electorales, trataban de
definir una tercera vía política que los distinguiera del reaganismo de los republicanos y del
“viejo liberalismo” que dominaba su partido desde 1972. Sus objetivos eran retornar al
New Deal, a los fundamentos del “sueño americano” y a los valores norteamericanos. Su
credo se resumía en: “oportunidad, responsabilidad, comunidad” (Fougier: 2000).
Entre los impulsores de la nueva corriente se encontraban Al Gore (senador) y
William Clinton (gobernador). En su discurso pronunciado en junio de 1992, durante la
convención de su partido, Clinton presentó su programa económico en el cual el término
“tercera vía” está explícito. Entre los logros obtenidos durante su periodo al frente de los
Estados Unidos destacan la disciplina presupuestaria, las reformas en ayuda social y la
lucha contra la violencia criminal. Estos son los resultados del nuevo modelo político. El
primer ministro británico, Anthony Blair, también trató de implementarlo en Inglaterra,
inspirado en la política de Clinton.
Varias de las acciones emprendidas por el primer ministro británico se sustentan en
el programa del Partido Laboral, que al igual que el Demócrata en los Estados Unidos,
tratan de desarrollar la política de la tercera vía. Para lograrlo Anthony Giddens juega un
papel importante en la conformación del modelo en su país. El Partido Laboral trata de
llevar a la práctica las ideas de la tercera vía como un modelo político moderno capaz de
dar soluciones a los problemas de la sociedad actual. Sin embargo, en esta sociedad,
Giddens distingue una coexistencia entre lo tradicional y lo moderno.
Giddens subraya una serie de características ligadas a la tradición: hay un ritual que toma la
forma de una ceremonia colectiva, implica la repetición y un cierto clasicismo, una noción
de “ritual verdadero”, las tradiciones son siempre colectivas y, son una forma de memoria
colectiva que puede transmitir experiencias (Giddens y Pierson: 1998).
Las tradiciones nunca son iguales, éstas son inventadas y reinventadas a través de la
historia y están íntimamente ligadas al poder. En el mundo actual, donde las cosas tienden a
cambiar muy rápido, Giddens habla del “fin de las tradiciones”. Esto significa una
transformación en nuestras vidas en las cuales las tradiciones si bien no desaparecerán, sí
tienen que ser superadas. La sociedad no debe de estar sujeta a las tradiciones, costumbres,
hábitos, rutinas, expectaciones y creencias.
El problema con la tradición es que crea desigualdades. Sin embargo, este mundo no es
“pos-tradicional” ni posmoderno. No está de acuerdo con el término posmoderno porque la
fuente de la modernidad está todavía aquí: la expansión del capitalismo, los efectos
transformadores de la ciencia y tecnología y la expansión de la democracia masiva. Por su
parte, la modernidad está asociada con: a) un cierto conjunto de actividades hacia el mundo,
debe de tenerse la idea de un mundo abierto a las transformaciones por la intervención
humana, b) un complejo de instituciones económicas, especialmente la producción
industrial y el mercado económico c) una cierta gama de instituciones políticas, incluidas la
nación-estado y una democracia masiva (Giddens y Pierson, 1998: 94).
La modernidad es más una dinámica que un tipo anterior de orden social. Una característica
de la sociedad contemporánea es contar con un alto grado de “reflexividad social”, esto se
refiere a que somos más un producto de nuestras acciones y, a la inversa, nuestras acciones
son cada vez más orientadas a cambiar o dirigir los riegos y oportunidades que nosotros
mismos hemos creado. Este es el tipo de sociedad en la cual surge la tercera vía.
Cuando en 1998 apareció en Inglaterra La tercera vía. La renovación de la
socialdemocracia, escrito por Anthony Giddens, de inmediato tuvo una recepción polémica
en distintas partes del mundo por los planteamientos hechos en el libro. La tercera vía es la
propuesta de Giddens por desarrollar un pensamiento político práctico en un panorama
europeo bipolar compuesto por la socialdemocracia y el neoliberalismo. El autor analiza el
por qué estos dos modelos en la actualidad ya no satisfacen debido a sus límites y falta de
reformas en distintos sectores. Su propuesta trata de ser una aportación al debate del “futuro
de la política socialdemócrata” y se ubica entre los modelos socialdemócrata y el
neoliberalismo. Su proyecto consiste en retomar elementos de estas dos corrientes y
moldearlos a las exigencias del mercado mundial, pero con profundas reformas en distintos
aspectos.
El modelo socialdemócrata está ligado al socialismo y al Estado benefactor, es una
izquierda reformista. Se caracteriza por apoyar la intervención del Estado en la vida social
y económica, plantea el igualitarismo y el colectivismo, tiene una conciencia ecológica
débil, promulga el bienestar y la protección por parte del Estado a los ciudadanos. Tiene
una orientación internacionalista (buscar la solidaridad con otros partidos políticos con una
tendencia similar) además de mantener una economía mixta. Estos son los planteamientos
de la socialdemócrata clásica o vieja.
Por su parte, el modelo neoliberal (o nueva derecha) se caracteriza por considerar que la
intervención del Estado debe ser mínima (como factor para mantener una seguridad en el
mapa internacional), busca una sociedad civil autónoma, un nacionalismo tradicional, tiene
una teoría globalizadora, acepta la desigualdad, presta poca atención a los problemas
ecológicos y tiene una concepción lineal de la modernización.
Los problemas a los que se enfrentan ambos modelos no son pocos. El neoliberalismo
encara contradicciones, promulga la devoción del libre mercado, pero también se ocupa de
la familia y la nación en su forma tradicionalista. Por su parte, la socialdemocracia ya no
cuenta con economías nacionales donde la economía doméstica predominaba sobre el
comercio exterior o un mercado de trabajo homogéneo. Los desafíos son otros, por
ejemplo, en esta dinámica cada vez se percibe una antipatía fuerte por parte de los
ciudadanos a las cuestiones políticas. Algunas respuestas pueden ser por el fuerte descenso
de trabajadores y que componían la base de los partidos o al cambio generacional y de
valores.
Los problemas para poder desarrollar el modelo político en países como los Estados Unidos
o Inglaterra no son pocos ni sencillos, Giddens distingue cinco:
a) La globalización como un fenómeno transformador del tiempo y el espacio en nuestra
vida cotidiana. Hay un debilitamiento del Estado en sus funciones, la globalización a su
vez crea “nuevas regiones económicas y culturales que a veces traspasan las fronteras
nacionales.”
b) El individualismo, es otro efecto de la globalización y donde se puede percibir su poder
más allá de lo económico. Hay una mayor preocupación por distintos temas en donde el
individuo participa activamente dejando costumbres y tradiciones. Para el autor no
significa una decadencia moral, sino una transición.
c) la derecha y la izquierda, como clasificaciones ya no satisfacen. Distinguirlas no es
fácil, aunque sus metas y objetivos para conseguirlas son distintos, con los procesos
históricos tienden a cambiar de postura. En la actualidad han surgido nuevas
condiciones y problemas que escapan al esquema clásico de la izquierda/derecha, por
ejemplo, cuestiones ecológicas, la metamorfosis de la familia, el trabajo y la identidad
personal y cultural.
d) La capacidad de acción, se refiere a la organización por parte de los partidos políticos
pare reconciliar las demandas de distintos grupos en la práctica y en la ley.
e) Las cuestiones ecológicas, cada vez es mayor la influencia de los grupos ecologistas en
los países europeos y su preocupación por el medio ambiente ante el avance
tecnológico. Un elemento de vital importancia en el tema es el riesgo como componente
de la movilización social y económica.

Con estas reflexiones, la meta de la propuesta de la “tercera vía” es “ayudar a los


ciudadanos a guiarse en las grandes revoluciones de nuestro tiempo: la globalización, las
transformaciones de la vida personal y nuestra relación con la naturaleza.” Los valores en
este caso serían buscar la igualdad y la libertad individual, protección a los débiles, ningún
derecho sin responsabilidad (el Estado sigue manteniendo compromisos con la gente pero
estos adquieren a su vez obligaciones, esta es una gran diferencia con la socialdemocracia
antigua), el pluralismo cosmopolita y ninguna autoridad sin democracia.
Sobre esta base, los puntos centrales de este programa político descansan en los siguientes:
la reforma de Estado, una nueva base económica (la nueva economía mixta), el
reconocimiento de la nación cosmopolita y establecer una política de la tercera vía como
una política de nación.
Mientras algunos tratan de reducir el papel del Estado y otros expandirlo, la tercera vía
busca reconstruirlo. Su postura es la de centro-izquierda (que no es igual a “izquierda
moderada”) debido a que las soluciones deben ser radicales frente a los problemas antes
señalados. La tercera vía de Giddens también aspira a una profunda democratización dentro
del aparato estatal (la creación de un Estado sin enemigos) y a nivel social.
Para lograr el primer punto se necesita ajustar el Estado a la era global y que responda a
este fenómeno por medio de una doble democratización, es decir, dar poder no sólo a los de
arriba sino también a los de abajo. Es indispensable una reforma constitucional para una
mejor transparencia de los actos y contra la corrupción, elevar su eficacia administrativa,
establecer una democracia más directa creando otras opciones que no sea simplemente la
del voto, tomar decisiones con riesgo que involucren a un amplio grupo de personas
(expertos, sujetos, gobierno) sobre temas para debatir y, por último, tener una democracia
que no se reduzca a lo local o nacional sino que sea cosmopolita.
Por su parte, la sociedad civil debe colaborar con el gobierno ayudando en las distintas
actividades; pero también, ambas instituciones, deben controlar la acción del otro. La
sociedad debe expresar su reflexión del momento y tomar iniciativa, además de auto-
organizarse y establecer programas comunitarios (con la ayuda del gobierno y del sector
privado) y detener la delincuencia.
Otro factor vital es la familia como institución básica dentro de la sociedad. Hoy en día, la
familia está en un proceso de democratización y sigue la pauta de los procesos
democráticos; la vida familiar combina la elección individual y la solidaridad social. Hay
una igualdad emocional y sexual, una copaternidad y derechos y obligaciones recíprocos en
una relación (Giddens: 1992).
Otro punto importante para el desarrollo de la tercera vía es contar con una nueva
economía mixta, la cual evite el distanciamiento entre el Estado y los sectores privados o
que el gobierno tenga control sobre la industria.
El modelo de la tercera vía se propone ser incluyente. Esto se refiere a que los sujetos
cuenten con la ciudadanía, derechos, deberes civiles y políticos; pero también, con
oportunidades y posibilidades de integración al espacio público. Sin embargo, así como
existe una inclusión también se da una exclusión, la cual se manifiesta de dos formas. Una
tiene que ver con los sectores marginales, sin oportunidades; la otra es la llamada “rebelión
de las elites” las cuales se aíslan de las instituciones públicas y del resto de la sociedad.
Esta exclusión no sólo es física o económica, también cultural cuando se presentan grupos
de inmigrantes en ciertas ciudades.
Para crear la sociedad inclusiva se necesita de lo anterior y replantear el Estado de
bienestar. Muchos de los problemas para reconstruirlo no son económicos nada más, sino
psíquicos. Por lo tanto, más que un Estado de bienestar, lo que se debe plantear es un
Estado social inversor donde se podría invertir para obtener resultados positivos en el
capital humano o en la educación (una de las prioridades de la tercera vía). Estos proyectos
no los emprendería el Estado en forma aislada, sino con la colaboración de otros agentes.
Dentro de su proyecto, el Estado debe buscar su lugar en el mundo cosmopolita. En la
actualidad los Estados-nación cuentan con límites y no con fronteras debido al panorama
global. Ante esta situación, muchos recurren a la identidad nacional como una forma de
salvaguardar el nacionalismo. La identidad nacional sólo es benigna mientras tolere la
ambivalencia o el pluralismo cultural. Este pluralismo puede aparecer por la creciente
migración que sufren ciertas ciudades hoy en día, pero también porque en la era de la
información es más fácil la hibridación cultural de las sociedades. En el orden global, no
contar con una perspectiva pluricultural es no contar con una identidad nacional
compatible. Esto plantea la necesidad de la creación de valores con los cuales sentirse
identificados y, a la par, aceptar la ambigüedad y la diversidad cultural ante la superación
de las fronteras nacionales y el enfrentamiento de riesgos y peligros.
Después de haber salido a la luz el libro de la Tercera Vía, las críticas no se hicieron
esperar. Para contestar a esas formulaciones, Anthony Giddens escribió otro. Este es The
Third Way and its critics, publicado en este año. Su propuesta no cambia, más bien trata de
profundizar la naturaleza de su planteamiento y, a la vez, dar respuesta a esos comentarios
adversos.
La primera afirmación de Giddens es que la tercera vía “no es un conjunto efímero de
ideas.” El planteamiento para encontrar un nuevo modelo económico no es novedoso, lo
sorprendente de esta propuesta es que aparece en contextos nuevos como los Estados
Unidos e Inglaterra, países donde nunca antes se había hecho. En el primer caso, la tercera
vía fue descrita originalmente como “nuevo progresismo” (new progressive). Sus
planteamientos, como lo concibieron en su momento los Nuevos Demócratas, eran una
igualdad de oportunidades, una responsabilidad personal y movilizaciones de ciudadanos y
de las comunidades, además de los derechos con responsabilidad.
La tercera vía sugiere que es posible combinar la solidaridad con una economía dinámica, y
ésta es una meta contemporánea de los demócratas sociales por la que podrían esforzarse.
En el panorama político actual, los Nuevos Demócratas (E. U.) y el Partido Laboral
(Inglaterra) son quienes han tratado de implementar este modelo, aunque no son los únicos.
La propuesta de Giddens, argumenta uno de sus críticos, puede ser nueva en Inglaterra pero
vieja en el resto de Europa. Algunos más consideran al modelo como algo amorfo, carente
de dirección; y que sus propuestas, aunque se consideran de “centro-izquierda”, en realidad
son conservadoras y fracasa al tratar de eliminar la desigualdad de los ingresos, la riqueza y
el poder. El modelo ha sido como “anglosajón”, de no tener una política económica distinta
y de ser insensible a los problemas ecológicos. Sin embargo, la tercera vía no trata de ser
una filosofía.
Para varios de sus críticos, el término de tercera vía es muy cuestionable. Algunos la
califican como de “izquierda modernizadora” o “socialdemócrata modernizadora.” Giddens
argumenta que el concepto es mucho más amplio de lo que fue antes, al abarcar problemas
fuera de los modelos de derecha o izquierda.
La tercera vía no es un proyecto anglosajón. En otros países europeos se ha recurrido a la
necesidad de desarrollar nuevas políticas porque los procesos históricos así lo exigen. En
realidad, el autor llama a “no identificar la política de la tercera vía con un programa
político o algún grupo en particular o país.” Su propuesta es más bien un “programa de
modernización política.”
Aquí, la modernización debe entenderse como la transformación de las instituciones
sociales para conocer las demandas en un mundo globalizador y no sólo por cuestiones
económicas. Un ejemplo de la política modernizadora es la “nueva cultura política”; la
cual, en los países industrializados y otras partes del mundo se desarrolla para responder a
los cambios sociales y económicos de manera responsable. A su vez, estos cambios son
tan grandes que involucran a otras instituciones como la familia. La tercera vía no favorece
el tradicionalismo como algunos creen, su orientación hacia esta institución es crear una
política familiar así como reducir el crimen renovando programas comunitarios.
En síntesis. La tercera vía tal y como la plantea Giddens, cobra fuerza a partir de 1989,
cuando derecha e izquierda no pudieron dar respuesta a la nueva conformación mundial.
Subraya una mayor coacción entre los intereses de solidaridad social y justicia social con
las tres principales áreas del poder (gobierno, economía y la sociedad civil). Propone la
construcción de un “nuevo contrato social” basada en la teoría “ningún derecho sin
responsabilidades”. Con respecto a la esfera económica, busca reconciliar el crecimiento
económico con una reforma estructural del estado benefactor. Trata de fomentar la
diversidad social basada en principios igualitarios con una mayor igualdad de
oportunidades y, por último, toma seriamente a la globalización. Los demócratas sociales
de la tercera vía intentan transformar las instituciones y crear nuevas conforme lo exige este
fenómeno.
Aparte de la doble democratización de la cual hablaba en su primer libro, otro factor
importante dentro de la transformación del Estado es contar con una “estructura pluralista.”
La pluralidad es necesaria para poder desarrollar el orden social, la democracia y la justicia
social, debido a que tal tarea no se puede dejar en manos de instituciones dominantes. Un
ejemplo lo constituye el Estado comunista, cuando trataba de satisfacer una demanda social
llegaba a ser “sofocante y burocrático.”
La ineficiencia de las instituciones y el derroche que hacen “proporcionan terreno fértil
para el crecimiento del neoliberalismo” debido a la mayor eficacia de las compañías
privadas. Se necesita un estado fuerte y no un gran estado. Para lograr esto, es necesaria
la desburocratización, lo cual dará como resultado más autonomía y permitirá mejorar los
niveles de organización. Otro resultado que se tendría es la disminución en la apatía de
muchos votantes y cambiar la imagen de corrupción de los gobiernos y el estado. Estas
reformas, o democratizar la democracia como Giddens la llama, también corresponden a
las necesidades de cada estado y sus prioridades. Por último, los “experimentos con la
democratización” ayudarían a establecer una democracia más directa y poco ortodoxa.
La política de la tercera vía trata de responder a los grandes cambios surgidos de la
globalización. Ciertamente, el número de transacciones ha aumentado de manera
considerable, pero no todo se reduce a la economía; la globalización también implica
transformaciones en lo social, lo político y lo cultural. La nueva economía es posible por
las transformaciones tecnológicas, en donde los sectores dinámicos con más demanda son
las industrias de comunicaciones y las biotecnológicas. Sin embargo, las áreas de la nueva
economía no se quedan en estas dos, hay otras prioridades como la educación y la inversión
en el capital humano y en la cultura. El Estado, sólo, no puede satisfacer estas demandas,
requiere de otros agentes para la creación de una “cultura empresarial.”
La tercera vía, como ya se ha señalado, trata de replantear los modelos políticos. Este
proceso involucra a millones de personas y grupos a través de la tecnología y el mercado
global. Muchos son quienes le atribuyen las grandes desigualdades económicas, pero hay
otras áreas que necesitan reforzarse o desarrollarse para encarar mejor los procesos
globales. El primero se refiere al gobierno global-económico. Muchos países han sufrido
tropiezos financieros en los últimos años con consecuencias para otros países. El único
punto en común fue la naturaleza volátil del flujo capital. El autor propone la creación de
una serie de medidas para prevenir los colapsos financieros, por ejemplo, la creación de una
autoridad mundial financiera para vigilar las transacciones o instituciones que sustituyan a
las existentes como el FMI.
El segundo es una dirección ecológica global. Este problema va muy ligado al
económico debido a los numerosos problemas que ocasiona el desequilibrio ecológico. El
tercero es la globalización y la regulación del poder corporativo, que va muy ligado al
anterior por el poder con el que cuentan varias compañías con las cuales no puede competir
el Estado. Al respecto, se nota la ausencia de políticas nacionales que tengan algún efecto
directo sobre los monopolios y los mercados transnacionales, así como para hacer cumplir
la legislación internacional y buscar la colaboración de organizaciones no gubernamentales
para controlar las actividades corporativas.
La cuarta es el control de la guerra. Las características de una guerra hoy son
distintas, se dan en contextos locales e intervienen organizaciones no gubernamentales,
agencias transnacionales y los actores centrales. El Estado se desmorona, hay criminalidad,
corrupción y rompe a la sociedad civil, los grupos se valen del terror y de la exclusión para
alcanzar sus objetivos. Estas luchas son locales y globales a la vez. Por último, un proceso
como la globalización ayuda a una mayor democratización debido a los cambios
tecnológicos, a los cambios de todos los días y una nueva relación Estado-ciudadano. A su
vez, este fenómeno no se puede limitar sólo al Estado-nación, sino que debe considerar a
las instituciones.
A pesar de todo lo descrito arriba, la propuesta de Giddens está lejos de convencer. Los
críticos señalan varias deficiencias en torno al modelo que se trata de implementar y
cuestionan el optimismo o los resultados obtenidos en los Estados Unidos y en Inglaterra,
países donde la tercera vía está ya en marcha.
Un tipo de comentarios adversos señalan que el proyecto blairista tiene una dimensión
puritana y moralista. Anthony Blair insiste cada vez más, según sus críticos, en una visión
moral del siglo XXI, denuncia lo laxante de las sociedades y se pronuncia contra la
promiscuidad sexual, además de que busca la preservación de los valores familiares y el
orden público. (Dixon: 2000) También se le acusa de que su proyecto incluye nociones
armoniosas (o de colaboración) social y de evitar las nociones de lucha o de conflicto,
asociadas a la ortodoxa neolaborista de “ideologías pasadas”.
Uno de los puntos fuertes del programa de la tercera vía es el económico. Con el fenómeno
de la globalidad, los mercados mundiales se vuelven más competitivos y el Estado no tiene
la misma presencia que antes. En la actualidad, los problemas económicos ocupan más
espacio y se toman medidas para conducir a los mercados nacionales por la vía del libre
mercado a fin de conseguir buenos resultados.
Para Paul R. Krugman, la idea de que el porvenir económico de un país depende en gran
parte de su éxito, según el comportamiento de los mercados mundiales, es una hipótesis y
no una evidencia; pues en la práctica la hipótesis falla. Esta idea errónea ha conducido a
una competitividad forzada entre los países por ganar terreno. Krugman sostiene esto con
base en tres cosas: que el problema de competitividad está casi totalmente sin fundamentos,
que muchos autores buscan definir los problemas económicos en el marco de la
competencia mundial y, por último, la competitividad no sólo se encuentra sin
fundamentos, sino que además es peligrosa porque que desvía las decisiones políticas
internas. En síntesis, las medidas tomadas en cualquier nación corresponden sólo y
exclusivamente según los movimientos de los mercados mundiales.
Pensar todo en términos de la economía y de la competitividad conduce a formular políticas
económicas erróneas. Otro argumento por el cual Krugman apoya su teoría la encuentra en
los autores que “teorizan” sobre la competitividad. En muchos libros y artículos, estos
autores proporcionan cifras las cuales son retomadas después para mostrar la credibilidad
de ciertas ideas pero no para ser verificadas. Es decir, para este autor, las cifras son
manipulables y carecen de estudios más detallados ante un lector ingenuo.
A pesar de los peligros que esto implica, la competitividad atrae a muchos y es muy
difundida, básicamente por la imagen excitante que se le da, las ideas en torno a la
economía americana como un factor clave en las economías nacionales y, porque varios
líderes de Estado ven en la competitividad una metáfora de la competición y la usan como
arma política. Este punto también sirve de justificación para la elección de políticas
difíciles o para evitarlas. (Krugman)
Aunque se ha tratado de ver a la competitividad como algo positivo para elevar el nivel de
vida, la mayor amenaza que ve Krugman en esto es una obsesión por competir y que
conlleva a una guerra comercial mundial. Los resultados serían negativos.
Una tercera crítica importante es con respecto a la cuestión cultural. Con la globalización,
Giddens señala el avance que podría tener este elemento. La hibridación cultural hoy no se
puede evitar, pero además, la cultura es un factor importante en la conformación de la
identidad nacional. Los teóricos de la tercera vía notan una compatibilidad o, por lo menos,
un acoplamiento entre lo global y nacional a través de los productos culturales. El
multiculturalismo, sin embargo, “anuncia el olvido –el disimulo-- de la hegemonía de una
monocultura del mercado y de la mercancía y compra dentro de las “minorías” quienes
celebraban la ‘autenticidad’”. (Jacoby: 2000)
Para Russell Jacoby, más que una diversidad cultural en realidad lo que se tiene es una
uniformidad cultural. Esto significa que lejos de una hibridación, como muchos autores
sostienen, en realidad se estaría consumiendo los mismos productos culturales que en otras
partes del mundo. Pero además, la mayoría de esos productos vendrían de un solo lugar.
Jacoby va más allá. Él plantea, dentro de este ámbito del libre mercado, una “derrota
cultural” para quienes confiaban en una utopía –o una visión-- que mantuviera la esperanza
de que el futuro trascendiera el presente. El planteamiento de Jacoby, por lo tanto, no se
reduce sólo a cuestiones del mercado, sino a un desencantamiento del mundo mismo.
La tercera vía debe verse como una propuesta, y solo eso, a los múltiples problemas por los
que enfrenta el Estado hoy. Ante el panorama mundial, las conclusiones se encuentran muy
lejos de aquí, pues los debates los procesos que generan la globalización y el libre mercado
son necesarios para vislumbrar el devenir de la sociedad.
Al igual que Rousseau, Giddens trata de dar solución a un problema de su tiempo, con los
matices particulares del paso del siglo XX al siglo XXI. Con este esfuerzo, muchos
podemos darnos cuenta de que se pueden plantear soluciones a lo que aparece como algo ya
determinado. Podemos retornar a la conclusión de que el hombre vive en la
indeterminación, en donde él puede aportar mucho de sí mismo para con los demás.

4. Bibliografía
Dixon, Keith “La troisiéme voie, version britannique. Dans les soutes du ‘blairisme’”. Le
Monde-Diplomatique, enero, 2000
Fougier, Eddy “La ‘troisiéme voie’ born in the USA” Liberation, 10 abril, 2000.
Giddens, Anthony. The Transformation of Intimacy. Stanford, California: Stanford
University Press. 1992.
---and Christopher Pierson Conversations with Anthony Giddens. Making Sense of
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--- La tercera vía. La renovación de la socialdemocracia, México: Taurus, 1999.
-- The Third Way and its Critics, UK: Polity Press, 2000.
Jacoby, Russell. The end of utopia. New York: Basic Books, 1999.
---“’La fin de l’Utopie’ Un multiculturalisme de repli.” Le Monde Diplomatique, marzo,
2000
Krugman, Paul R., “La Mondialisation N’est pas Coupable” Liberation.
Petrella, Ricardo. “But inavoué de la ‘Troisiéme voie’ socialelibérale. La dépossession de
l’Etat” Le Monde-Diplomatique. Agosto, 1999.
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Rubio Carracedo, José. “Rousseau y la democracia republicana”. En Metapolítica 4:14,
abril-junio de 2000.
Tejeda González, José Luis. Las encrucijadas de la democracia moderna. México: Plaza y
Valdés, 1996.
Todorov, Tzvetan. Frágil Felicidad. Barcelona: Gedisa, 1997.
---El jardín imperfecto. Barcelona: Paidós, 1999.

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