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UNIVERSIDAD NACIONAL AUTONOMA DE MEXICO Doctor Juan Ramon de la Fuente Rector Poctora Olga Elizabeth Hansberg, Coordinadora de Hramanidades Doctora Graciela Hicrro Directora del pure PROGRAMA UNIVERSITARIO DE ESTUDIOS DE GENERO Comité Editorial Dora Cardaci * Gloria Careaga * Mary Goldsmith * Graciela Hierro Claudia Lucotti + Mercedes Pedrero * Greta Rivara * Martha Judith Sanchez Maria Luisa Tarrés * Margarita Velazquez Gloria Careaga Coordinadora del Comité Editorial Berenise Hernandez * Mauro Chavez Publicaciones ‘Traduccién: Irene Ma. Artigas Revision técnica: Lorenia Parada-Ampudia Cuidado de la edicién; Mauro Chavez Tipografia y formacién: Federico Moro Diserto de portada: Teresa Guaman Primera edicion; 1995, University of California Press Primera en espafiol: 2003, Universidad Nacional Auténoma de México DR ©2003 Universidad Nacional Auténoma de México ‘Coordinacion de Humanidades Programa Universitari de Estudios deGénero ‘Ciudad Universitaria, 045 10 México, DF. ISBN 970-32-0712-X Impreso y hecho en México PREFACIO A LA TRADUCCION En la actualidad reconocemos ampliamente que muchas cues- tiones sociales incluyen la naturaleza de la masculinidad, y las identidades y practicas de los hombres. Por ejemplo, muchas cuestiones relacionadas con la salud (desde las lesiones en la in- dustria hasta la prevencién del sipa) incluyen el comportamien- to que tienen los hombres derivado del género. En el mismo caso se encuentran cuestiones de poblacién y fertilidad. Ciertas ver- siones de la masculinidad se relacionan profundamente con la violencia (tanto la organizada, en el caso de los ejércitos, como la personal). Los hombres son piezas clave para conseguir la paz, ‘También hay cuestiones dificiles e importantes sobre la educa- cidn de los nifios. En los tltimos veinte afios la investigacién sobre la masculi- nidad y la conducta dependiente del género de los hombres ha tenido un gran auge. El presente libro describe el crecimiento de este tipo de conocimientos. Entre las conclusiones principales podemos mencionar que existen multiples formas de masculi- nidad. En muchas situaciones un modelo de masculinidad do- mina, es el hegemOnico sobre otros. Sin embargo, esto no hace que los demas se desvanezcan. Las masculinidades son colecti- vas, ademas de individuales. A menudo estan divididas y son contradictorias; ademas, cambian con el transcurso del tiempo. La investigacién a este respecto es ahora un fenémeno mun- dial. En Latinoamérica y en Espafia se han hecho importantes contribuciones al respecto. Este libro proporciona una historia de las ideas que, en el Oc- ¢idente moderno, se han desarrollado respecto al género de los hombres y las masculinidades; construye un marco conceptual para comprender la investigacién y las cuestiones practicas al 8 PREFACIO ALA TRADUCCION respecto, Este marco teérico se aplica a estudios de caso, desa- rrollados en mi propia investigacién, que se ocupan de hombres involucrados en los cambios que se dan en las relaciones depen- dientes del género —incluyen a hombres de las clases popula- res, de movimientos sociales, gays y de clase media—. El libro discute la historia de las masculinidades en el contexto de la his- toria mundial. Finaliza con un andlisis de la politica dependien- te de la masculinidad y de los debates sobre los métodos para el. cambio. Soy australiano y mi experiencia se relaciona sobre todo con el mundo de habla inglesa. Sin embargo, estoy convencido de que esta experiencia tiene mucho que ver con el mundo de habla hispana, por ejemplo, con la historia del colonialism, el desti- no de las sociedades indigenas, las luchas por la independencia cultural, el poder de la globalizacién y el impacto de los movi- mientos de las mujeres y de loc gaye. Cada vez ms, en un mundo que se vincula por el imperialis- mo yla globalizacicn, compartimos el destino de los demas. En un mundo como éstz es fundamental intercambiar ideas y expe- riencias entre las fronteras del lenguaje y la cultura. Me encan- tala idea de que esta traduccién de Masculinities ayude a dicho intercambio. Ademis, estoy feliz de que el libro aparezca gra- cias a los auspicios de la unam, en donde existe un vigoroso e in- novador programa de investigacién de género. He aprendido mucho de colegas y activistas de México, Chile y otras partes del mundo de habla hispana. Espero que el presente libro contribu- ya atin mas al intercambio de ideas y que ayude a conseguir la solucién democratica de los problemas dependientes del géne- ro —en los cuales los hombres de todas las comunidades y to- das los paises deben participar activamente. R. W. ConneLe Sydney, enero de 2002 PREFACIO Durante los tiltimos cinco anes, la masculinidad se volvi6 un te- ma muy popular en el mundo capitalista desarrollado, especial- mente en Estados Unidos. Quienes desde hacia mucho tiempo trabajabamos ya en el tema presenciamos, con ciertd sorpresa, cémo los libros sobre masculinidad aleanzaban los primeros lu- gares de las listac de bestsellers, como los programas de la televi- siénse ocupaban del tema y como se multiplicaban conferencias, “reuniones” de hombres, articulos en revistas y periddicos. Las demandas que han capturado la atencidn de los medios también han causado consternacién. En su mayor‘a, los libros mas populares sobre los hombres se encuentran llenos de cie tas ideas que ignoran o distorsionan los resultados de la investi- gacién que, cada vez mas, se realiza sobre el tema. La explosién de publicidad volvié a dar importancia a ideas obsoletas sobre la diferencia natural y la verdadera masculinidad. También se ocup6 de una campafia neoconservadora que pretendia echar para atras los limitados avances que durante las ultimas dos dé- cadas se habfan tenido en la lucha contra Ja discriminacién hacia las mujeres y los hombres gays. En los tlltimos diez afios, la investigacién de las ciencias socia- les sobre la masculinidad ha tenido un crecimiento impresio- nante; sus conclusiones son muy distintas a las de la psicologia popular, tan bien vendida. Aunque hago investigacién, me niego aescribir otro libro “sobre hombres” —género que en si mismo supone que existe una unidadenlas vidas de los hombres—. Sin embargo, el conflicto que vivimos ahora exige una valoracién nueva de la investigacién yla teoria sobre la masculinidad; ade- mas, también exige nuevos intentos por conectar al conocimien- to con las estrategias para el cambio. 10 PREFACIO Este libro tiene tres partes. En la primera se examinan algunas formas de entender la masculinidad. Se presentan los principa- les intentos que se hicieron en este siglo para crear una ciencia de la masculinidad, a través de la investigacion psicoanalitica y social. Se considera el conocimiento de la masculinidad que surgié de los movimientos politicos y sila masculinidad es o no un objeto de conocimiento coherente. Se examina el gran obs- t4culo que tiene la ciencia social vinculada al género, el lugardel cuerpo en la vida humana. Finalmente, esta primera parte con- forma un breve, pero sistematico, marco te6rico para el andlisis de las masculinidades, el cual requiere de una anatomta del orden estructurado con base en el género en las sociedades occidenta- les contemporaneas. Mis ideas respecto a la masculinidad se desarrollaron a partir del estudio de campo que se presenta en la segunda parte de este _libro. Se trata de entrevistas, de historias de vida con cuatro gru- pos de hombres, quienes en diferentes circunstancias se han en- frentado a cambios en sus relaciones estructuradas con base en el género. El proyecto intenta relacionar la vida personal con la estructura social, de manera sistematica, y creo que muestra tan- tola complejidad del cambio en la masculinidad come las mul- tiples posibilidades de dicho cambio. En la tercera parte se trabaja.a una escala mayor. Seexaminan Ja historia global de la masculinidad durante los Gltimos siglos y, después, las formas especificas de la politica de la masculini- dad en el “Occidente” contemporaneo. Entre otras cosas, reve- la el contexto practico al “movimiento de los hombres” actual y el interés de los medios en la masculinidad. Finalmente, se con- sideran las implicaciones politicas del conocimiento actual so- bre la masculinidad, desde el punto de vista de la justicia social en las relaciones de género. Me fue bastante dificil escribir el libro. Los temas son explo- sivos y las posibilidades de obtener respuestas erréneas son muchas. Alguna vez escribi que trabajar con estos temas era co- mo cortarse el pelo con una podadora mal ajustada. Me falté mencionar que tal podadora también necesitaba aceite. Sin embargo, se trata de cuestiones muy importantes. Para re- ferirme acllas tuve la ayuda de gente de ambos lados del mundo. Los consejos y el amor de Pam Benton y Kylie Benton-Connell PREFACIO i fueron vitales. Norm Radican y Pip Martin trabajaron haciendo las entrevistas del estudio que presento en la segunda parte. Les agradezco mucho su ayuda, asi como a todos los hombres que participaron en el proyecto. Tim Carrigan y John Lee fueron mis asistentes de investigaci6n en un proyecto teérico sobre el género que constituyé la base del capitulo 1; Mark Davis me ayudé en un proyecto de entrevistas posterior que influencié mi andlisis de clase y sexualidad. Maric O'Brien, Yvonne Roberts y Alice Mellian me ayudaron con la mecanografia. La mayor parte del financia- miento de este proyecto vine del Comité de Financiamiento ala Investigacién de Australia, y el financiamiento suplementario de Macquarie University, Harvard University y University of Ca- lifornia at Santa Cruz. El trabajo intelectual es siempre un pro- ceso social y mucha gente contribuy6 directa 0 indirectamente en el que presento aqui. En las noias indico fuentes especificas, pero quiero reconocer las ideas yla ayuda mas generales de Mike Donaldson, Gary Dowsett, Jim Messerschmidt, Mike Messner, Rosemary Pringle, Lynne Segal, Barrie Thorne y Lin Walker, Son parte de quienes conforman una nueva era en la investigacién sobre géncxo. Espero que tanto su trabajo como el mio ayuden a conseguir una nueva época en Ia practica derivada del género. Algunas partes de este libro aparecieron en los siguientes lu- gares: la seccién sobre el conocimiento clinico, del capitulo 1, en “Psychoanalysis on masculinity” (“El psicoandlisis en la mascu- linidad”), en Michael Kaufman y Harry Brod (eds.), Theorizing Masculinity (Teorizar la masculinidad), Sage Publications, 1994; parte del material de las entrevistas del capitulo 2 de “I threw it like a girl: some difficulties with male bodies” (“La echo como, nifia: algunas dificultades con los cuerpos masculinos”), en Che- ryIL. Cole, John J. Loy Jr y Michael A. Messner (eds.), Exercizing Power: The Making and Remaking of the Body (Ejercer el poder: la formacién y conformacién del cuerpo), State University of New York Press, 1994; el capitulo 4 aparecié como “Live fast and die young: the construction of masculinity among young working- class men on the margin of the labour market” (“Vive rapido y muere joven: la construccién de la masculinidad entre los j6- venes de la clase obrera que se encuentran en los limites del mercado laboral”), en Australian and New Zealand Journal of So- ciology, 1991, vol. 27, ntim. 2; el capitulo 5 como “A whole new 12 PREFACIO world: remaking masculinity in the context of the environmental “Un mundo completamente nuevo: reconformar la masculinidad en el contexto del movimiento ambientalista”), en Gender and Society, 1990, vol. 4, ntim. 4; el capitulo 6 como “A very straight gay: masculinity, homosexual experience and the dynamics of gender” (“Un gay muy normal: masculinidad, ex- periencia homosexual y la dindmica de género”), en American Soeiological Review, 1992, vol. 57, nvim. 6; partes del capitulo 8 en. “The big picture: masculinities in recent world history” (“El pa- norama completo: las masculinidades en la historia mundial re- ciente”), en Theory and Society, 1993, vol. 22, num. 5. Agradezco aestas editoriales y revistas el permiso que me dieron para re- producir el material. Bos Connew Santa Cruz, junio de 1994 PRIMERA PARTE EL CONOCIMIENTO Y SUS PROBLEMAS CAPITULO 1 LA CIENCIA DE LA MASCULINIDAD CONOCIMIENTOS RIVALES * En un melancélico pie de pagina, Freud observ6 que los con- cceptos de “femenino” y “masculino” “son de los mas confusos que pueden encontrarse en la ciencia”.' En muchas situaciones practicas, los énminus “iwasculiny” y “femeuinu” no dejan nin- guna duda y, de hecho, gran parte de nuestro discurso y de nues- tras acciones se basan en el contraste enire ellos. Sin embargo, si Jos examinamos de forma légica, la diferencia no es tan clara y nos enfrentamos a conceptos escurridizos y dificiles de definir. éA qué se debe lo anterior? En este libro sugiero que se debe al caracter del concepto de género en si, y a que éste es un con- ccepto que depende del momento histérico y se carga de sentido polfticamente. La vida diaria es un émbite de la politica de g¢- nero, no una forma de evadirlo. Los términos de género se cuestionan porque discursos y sis- temas de conocimiento en conflicto claman como suyo el derecho a explicarlos. Esto puede verse tanto en situaciones cotidianas como en el campo de la teorfa mas profunda. Frente a mi, en el escritorio, tengoel recorte de unarticulo de un periddico del interior de Sydney, The Glebe, titulado “;Por qué las mujeres preguntan el camino?”, que dice asi: Es mas probable que las mujeres, y no los hombres, detengan a al- guien en la calle para preguntarle cémo llegar a algiin lado —esto se debe simplemente a que los sexos piensan de manera diferente. ' Freud, 1953 [1905], 219-220, 16 EL CONOCIMIENTO Y SUS PROBLEMAS El artfculo, firmado por Amanda Park, cita a una psicéloga y consejera, Mary Beth Longmore, quien explica que los sexos, al hablar, tienen diferentes propésitos: Las mujeres tampoco entienden que, para los hombres, el tener in- formacién es una forma de jerarquia —las personas con més infor- maci6n tienen mayor jerarquia—... Segdn Longmore, ésta es la razén por la cual los hombres preguntan con menor frecuencia a alguien desconocido céme llegar a algun lugar. Hacerlo seria admitir que son, de alguna forma, inferiores. El articulo, entonces, invita a aquellas personas interesadas encomprender los diferentes lenguajes que hablan los hombres y las mujeres a asistir a un taller dirigido por Longmore el vier- nes siguiente.* Aunque los periddicos locales siempre necesitan noticias fres- cas, el ejemplar me interes6 por lo util que era, por lo menos, para aclarar los tipos de conocimiento respecto al género. En primer lugar se refiere a conocimientos relacionados conel sen- tido comun: los hombres y las mujeres actdian de forma distin- ta (“Es mas probable que las mujeres detengan a alguien en la calle”), y lo hacen porque son distintos (“los sexos piensan de manera diferente”). Si no se aludiera a lo comtin que es admitir dicha polaridad, la historia no vendria al caso. Sin embargo, el articulo también critica el sentido comun. “Los hombres y las mujeres normalmente no entienden por qué y para qué hablan los miembros del otro sexo... Las mujeres tampoco comprenden...” La critica se hace desde la perspectiva de una ciencia. A Longmore se le identifica como psicéloga, a sus conocimientos se les llama “descubrimientos”, y al final del articulo se presenta una advertencia caracteristica de la ciencia (“sus descubrimientos eran verdaderos para la mayoria, y no para el total, de los hombres y mujeres”). Por lo tanto, la ciencia revisa el conocimiento sobre la diferencia de género debido al sentido comin. Esta revisién garantiza una nueva practica que seré exploradaen un taller. Nunca se especifica la naturaleza de ® The Glebe and Western Weekly (Sydney, 7 de julio de 1993). LA CIENCIA DE LA MASCULINIDAD W la ciencia, pero parece que los supuestos de Longmore se basan en su experiencia como consejera. En este pequefio ejemplo hemos visto dos formas del conoci- miento sobre la masculinidad y la feminidad —el sentido co- mun y la ciencia de la psicologia— que, en parte, se refuerzan unaa otra y, en parte, se encuentran totalmente separadas. Tam- bién podemos atisbar dos practicas que producen y aplican el conocimiento psicolégico —Ia asesoria individual y los talleres grupales. De forma mis indirecta, la historia nos conduce hacia otras formas de conocimiento sobre la masculinidad y la feminidad. Los y las terapeutas utilizan ampliamente los talleres en el medio en donde se originé el “movimiento de los hombres” contempo- raneo (que se exploraré en el capitulo 9). Dicho movimiento su- pone que posce un conocimiento que va més alld de la ciencia yl sentido comiin, un conocimicnte intuitivo de le que cs lo “masculino profundo”,? Ahora bien, si se les presiona preguntandoles sobre las dife- rencias entre los sexos, quienes practican la psicologia y el pe- riodismo seguramente se referiran a caracteristicas biolégicas, Seguramente recordaran investigaciones sobre las diferencias que existen entre los sexos si se consideran los cuerpos y el com- portamiento, el sexo cerebral, las diferencias hormonales y el cédigo genético. También los medios de comunicacién han pres- tado atencién a estos factores. Si The Glebe intentara hacer un periodismo mds profundo y la escritora cruzata Parramatta Road para llegar a la Universi- dad de Sydney, se darfa cuenta de que estos puntos de vista res- pecto a la masculinidad y la feminidad, perfectamente claros desde el punto de vista de las ciencias biolégicas, han sido muy cuestionados desde las humanidades y las ciencias sociales. En esas areas dela universidad se habla de “roles o papeles sexuales” y“relaciones de género” y se piensa que la masculinidad y la femi- nidad se “construyen socialmente” y “se forman enel discurso” Después de salir de la Universidad de Sydney y de doblar a la izquierda en Parramatta Road, quienes se dedicana la biologia > Una ttil recopilacién de estas suposiciones puede verse en K. Thompson, 1991. 18 EL CONOCIMIENTO Y SUS PROBLEMAS ya las ciencias sociales pasaran frente a una iglesia cubierta de hollin. El vicario de St. Barnabas anuncia ante el mundo, en su periédico mural, que el orden de género se debe a Dios y que, como sucede con cualquier otro orden moral, es muy arriesga- do modificarlo. El periédico mural divino recibe, a su vez, res- puesta de parte de quien se encarga del hotel que se encuentra frente a la iglesia. En este otro espacio se comentan, normalmen- te, los mensajes evangélicos desde el punto de vista del hedonis- mo terrenal y la clase obrera4 Podrfa dar mas ejemplos, pero creo que los anteriores bastan para probar que nuestros conocimientos cotidianos respecto al género se encuentran siempre en el centro de fuertes polémicas entre quienes reclaman conocerlo, explicarlo y juzgarlo. Estas formas de conocimiento, como el articulo en The Glebe lo muestra, se relacionan con practicas sociales especificas. En general podifanos deci: que estv es Gierlo para Cualyuicr lipo de conocimiento, aunque normalmente los debates intelectua- les se desarrollen como si las ideas cayeran del cielo, Desde hace dos generaciones, la sociologia del conocimiento mostré cémo los puntos de vista globales mas dominantes se basan en los in- iereses y las experiencias de los grupos sociales preponderantes. La investigaci6n de la sociologfa de la ciencia, gracias a fascinan- tes acercamientos a la vida en el laboratorio ya las jerarquias de prestigio que se establecen entre quienes se dedican a laciencia, muestra las relaciones sociales que apuntalan cl conocimiento en las ciencias naturales. Las famosas investigaciones de Michel Foucault sobre el “conocimiento y el poder”, sobre el estrecho te- jido que existe entre las ciencias nuevas (como la medicina, eri- minologia y sexologia) y las nuevas instituciones y formas de control social (clinicas, prisiones, fabricas, psicoterapias) refuer- zan esta idea.* Las conflictivas formas del conocimiento sobre el género trai- cionan la presencia de diferentes practicas relacionadas con el 4 Quien esté a cargo del hotel ha publicado una version penosamente mit ficada de estos intercambios, famosos en la localidad: Elliot, 1992. 2 El eldsice estudio de la sociologia del conocimionto se debo a Mannheim, 1985 [1929], Para un ejemplo de estudio de campo en cientificos, vase Charles- worth, er al., 1989. El libro de Foucault (1977) es un soberbio estudio histérico sobre el contexte practice del conocimienio. pete ‘ de Ae trl LA CIENCIA DE LA MASCULINIDAD 19 género. Para comprender tanto las explicaciones cotidianas co- mo las cientificas de la masculinidad no podemos mantenemmos en el nivel de las meras ideas, sino que debemos prestar aten- cién a sus bases practicas. Por ejemplo, el cuerpo de conocimientos con respecto al gé- nero derivado del sentido comun neo es, en ningtin sentido, fijo. Més bien es la explicacién racional de las practicas cambiantes a través de las cuales el.género se“hace”.o se."conforma” en la vida diaria —las précticas que muestra la elegante investigacion derivada de la etnometodologia—* Los conocimientos desple- gados por Sigmund Freud y Mary Beth Longmore con respecto al género se conectan estrechamente con la practica profesio- nal; esto es, con la prac de la psicoterapia. El conocimiento ofrecido por el construccionismo en las ciencias sociales tiene una doble gencalogia, ya que surge, por un lado, de la politica opositora del feminismo y la liberacién gay y, por otro, de las técnicas de la investigacién social académica. Es por esto que, cuando discuta los principales intentos de construir el cuerpo de Conecimientos sobre la masculinidad, me preguntaré sobre las practicas que per'miten que este tipo de conocimientos emerjan. También me preguntaré como las prac- ticas constituyen y limitan las formas que el conocimiento ad- quiere. Las diferentes formas de conocimiento no se encuentran en un mismo nivel. En la mayoria de los contextos, las afirmacio- nes cientificas poseen una fuerza innegable. En al articule del Glebe, un pequefo asomo de cierto caracter cientifico fue sufi- ciente para establecer el derecho a cuestionar los conocimien- tos generados por el sentido comun; por el contrario, el sentido comun no cuestion6 a la ciencia, En nuestro sistema educativo yen nuestros medios la ciencia tiene una hegemonfa definitiva. Durante el siglo xx, el desarrollo de las ideas sobre la mascu- linidad se constituye seguin estas tiltimas consideraciones. Todos los discursos dominantes hacen alguna afirmacién respecto a su propia cientificidad o a que utilizan “descubrimientos” cien- tificos, aunque la afirmacién suene grotesca, Hasta Robert Bly, en /ron John, utiliza el lenguaje cientifico para expresar su idea * Kessler y McKenna, 1978; West y Zimmterman, 1987. 20 EL CONOCIMIENTO ¥ SUS PROBLEMAS respecto a que una tercera parte de nuestro cerebro es el de un “guerrero” y que en el pa llevamos definidos también los ins- tintos de combate. Sin embargo, nuestra orientacion hacia la ciencia nos hace dar vueltas en circulos. Se ha probado, con lujo de detalles his- téricos, que las mismas ciencias naturales tienen caracteristicas que dependen del concepto de género. La ciencia y la tecnologia occidentales se encuentran culturalmente masculinizadas. Y no estamos hablando sélo de que quienes hacen ciencia sean hombres —aunque es un hecho que la gran mayoria de los que se dedican a la ciencia y la tecnologia lo son—. Las metéforas que gufan la investigacién cientifica, lo impersonal de su dis- curso, las estructuras de poder y comunicacion de la ciencia, la reproduccién de su cultura interna, todas ellas, surgen de la po- sicién social de hombres dominantes en un mundo estructura- do tomande como base el géncro. El dominio de las ciencias en las discusiones sobre masculinidad refleja entonces la posicién de la propia masculinidad (o de masculinidades especificas) en las relaciones sociales de género,’ Entonces, si consideramos que se trata de una forma de cono- cimiento creada por el mismo poder, que es su objeto de estudio, équé podemos esperar de una ciencia de la masculinidad? Cual- quier conocimiento de este tipo tendra los mismos compromisos éticos que tendria una ciencia que estudiara la raza y que hubie- ra sido creada por imperialistas, o una ciencia del capitalismo producida por capitalistas. De hecho, existen formas de discur- so cientifico sobre la masculinidad que capitularon ante los in- tereses dominantes, de la misma manera en que lo han hecho el racismo cientifico y la economfa neoconservadora. No obstante, la ciencia también tiene otros potenciales. Las ciencias naturales tomaron fuerzaa partir de la critica: porejem- plo, del rechazo de Copérnico a la idea de que el sol giraba alre- dedor de la Tierra; del rechazo de Darwin a laidea de que la divina providencia creaba individualmente a las especies. Cada gran revolucién cientifica puso en juego una fuerte mezcla de critica, ? Para informacién sobre el ona guerrero, véase Bly, 1990, p. 150. Para infor- macién sobre la ahora extensa bibliogralia sobre género y ciencia, véase Keller, 1985, y Harding, 1991; para informacion especifica sobre masculinidad, véase Easlea, 1983. LA CIENCIA DE LA MASCULINIDAD 21 _informacién empfrica e imaginacién. Ademés, en la investiga- cién cient{fica cotidiana, la prueba de hipotesis y la necesidad de gencralizar constantemente conducen mas alld de lo estableci- do y hacen que la ciencia sea algo mas que el mero reflejo de lo que existe? ¢Podemos dar un paso ms y conectar este elemento critico con la critica social involucrada en el andlisis de la masculini- dad? ¢Podemos relacionar el impulso hacia la generalizacion cientifica con la idea de intereses generalizables en la vida so- cial y, por lo tanto, con el concepto de justicia? Estas propues- tas s¢ ven sujetas a todo el peso del escepticismo posmoderno respecto a los “grandes relatos” y del escepticismo econdémico yracionalista hacia la justicia.” En la parte final del libro volve- ré a ocuparme de la critica de la masculinidad. Por lo pronto, s6lo quisiera apuntar las ambigtiedades politicas del conoci- miento clentifico. Las cliencias de la masculinidad pueden ser liberadoras 0 dominadoras, e incluso pueden llegar a ser am- bas cosas a la vez. Alo largo del siglo xx han existido tres proyectos importan- tes para una ciencia de la masculinidad. El primero se basé en el conocimiento clinico adquirido por terapeutas y sus concep- tos conductores se derivaron de la teorfa de Freud. El segundo se bas6 en la psicologia social y se centré en la enormemente popular idea del “rol o papel sexual”, El tercero incluye las nue- vas tendencias dela antropologia, la historia y lasociologia. En este capitulo examinaré el caracter del conocimiento sobre la masculinidad producido por cada uno de estos proyectos; des- pués me ocuparé del conocimiento producido por los movi- mientos de resistencia de la politica sexual y de género. Las diferencias entre estos proyectos nos hacen preguntarnos de qué se ocupa precisamente el conocimiento de la masculini- dad. En la seccién final del capitulo intentaré contestar estas preguntas. * Laconexi6n entre la ciencia cvolutiva y la critica social queda clara en la biografia de Darwin escrita por Desmond y Moore, 1992; una proporciénclasi- cadel caracter constantemente reconstructive de la clencia se encuentra en La- kates, 1970. : * En relacién con los grandes relatos, véase Lyotard, 1984; paral raciona- lismo econémico, Pusey, 1991. 22 EL CONOCIMIENTO Y SUS PROBLEMAS Los coNocimiENTOS CLinicos El complejo de Edipo El primer intento sostenido por construir una explicacién cien- tifica de la masculinidad se dio en la psicologia profunda y re- volucionaria fundada a principios del siglo xx por Freud. El psicoanal se desarrollé por caminos tan diversos y tuvo un impacto tan grande en la cultura moderna que es facil olvidar que sus origenes estan en la practica médica, Su mismo funda- dor estaba convencido de que el conocimiento psicoanalitice se basaba en la observacién clinica y se probaba con una practica curativa, Alo largo de su historia, esta relacién con la medicina conec- td el psicoanalisis con intentos de normalizaci6n y control so- cial. Sin embargo, desde sus primeros anos, el psicoanalisis también tuvo un potencial radical."° E] trabajo inicial de Freud coincidié con el fermento de la intelectualidad europea que produjo la literatura, la pintura y la musica de vanguardia, las ideas sociales radicales, los impetuosos movimientos feminisia y socialista, y el primer movimiento a favor de los derechos ho- mosexuales. Freud asumié una posicién lo suficientemente abierta frente a dicho fermento como pata cuestionar —gracias aque su practica clinica le permitié mantenerse apartado de la ortodoxia profesional— casi todo le que la cultura europea ha- bia dado por seniado respecto al concepte de género, Por eso su trabajo fue el punto de partida del pensamiento moderno sobre la masculinidad, a pesar de que la mayorta de quienes investigaron el tema mas adelante supieron muy poco, ono les importo saber, sobre los detalles de sus ideas. Freud fue quien puso el tema sobre la mesa, fracturé el concepto de mas- culinidad, que hasta entonces parecia ser un objeto natural, y cuestioné su composicién, mostrando que dicho cuestiona- miento era posible ¢ incluso necesar A pesar de que Freud nunca escribid una discusién sistema- tica sobre la masculinidad, el tema si fue uno de los que apare- cieron continuamente en sus escritos durante treinta afios. Las Como argumentaron Marcuse, 1955, y Mitchell, 1975. LA CIENCIA DE LA MASCULINIDAD 23 ideas de Freud se desarrollaron en tres etapas. La primera se en- cuentra en las proposiciones iniciales de sus principios psico- analiticos: la idea de la continuidad entre la vida mental normal ylaneurética, los conceptos de represion y del inconsciente y el método que permitio leer los procesos mentales inconscientes a través de suenos, bromas, lapsus del lenguaje y sintomas. Freud comprendi6 que la sexualidad adulta y el género cambiaban (no estaban fijos por naturaleza), y que se construyen gracias a un proceso largo y lleno de conflictos Paulatinamente observ6 que el “complejo de Edipo”, la con- fusién emocional que se da en la nifiez, y que incluye el deseo por alguno de les progenitores y el odio por el otro, era el mo- mento mas importante del desarrollo. En el caso de los hombres, la crisis edfpica se debia a la rivalidad con el padre y el miedoa la castracion. Estas ideas se documentan en dos famosos estudios de caso: “El pequeno Hans" y “El hombre rata”, de 1909. Enellos, Freud identified un momento formativo en la masculinidad y representé la dindmica de una relacién formativa.'! Sin embargo, en sus escritos teéricos, Freud ya habia comen- zado.acomplicar el panorama. Segtin él, la homosexualidad no era un simple cambio de género: “una gran parte de los hombres. invertidos conservan la calidad mental de la masculinidad”. Al enfrentarse a los hechos de la inversi6n, Freud ofrecié la hipd- tesis de que todos los humanos tenian una constitucién bisexual y que en cualquier persona coexistian corrientes masculinas y femeninas. Con ello suponfa que la masculinidad adulta tenfa que seruna construccién compleja y en cierta forma precaria. La segunda etapa del andlisis freudiano de la masculinidad incluyé el desa- rrollo de una aproximacién arquitecténica al género, que apa- reci6 con detalle en su historia de caso més larga, “El hombre lobo”, publicada durante la primera guerra mundial. En ella, Freud fue mas alla del complejo edipico y encontré una mascu- linidad narcisista y preedfpica que sostenfa el miedoa la castra- cién. Al investigar cl pasado, Freud rastreé las relaciones entre esta emocién arcaica, el desco del niiio por el padre, sus relacio- nes con los criados y las criadas, su identificacién con las mujeres 1 Freud, 1953[1900], 1955 [1909a] y 1955 [1909b} 24 Ei. CONOCIMIENTO Y $US PROBLEMAS. y los celos hacia su madre. Freud utilizé estas contradicciones para explicar el cambio que se dio, desde una profunda promis- cuidad heterosexual hasta la apatia neurética, entre la adoles- cencia y la primera vida adulta del Hombre Lobo."* En este caso, que es cl mas brillante de todos sus estudios, Freud demostré el poder del método clinico para separar las di- ferentes capas de emocién y detectar las relaciones méviles que se dan entre ellas. Seria dificil encontrar algo mas alejado de las formulas unidimensionales que siguen presentandose como los “descubrimientos” del psicoanalisis. El caso del Hombre Lobo representa un reto para cualquier otro estudio que se haya hecho sobre la masculinidad, Ninguna aproximaci6n quedaria com- pleta sin aprender la leccién derivada del estudio de Freud so- bre las tensiones del cardacter masculino y sus vicisitudes en el transcurso de una vida, En los afios posteriores a la primera guerra mundial, Freud desarrollé su explicacién sobre la estructura de la personalidad, particularmente del concepto del superyd, la agencia incons- ciente que juzga, censura y presenta ideales, Dicho concepto se- ria la base dela tercera etapa de su andlisis de la masculinidad. E] supery6 se forma después del complejo de Edipo, a partirde Ja internalizacién de las prohibiciones del padre y la madre. Paulatinamente, Freud pudo observar que tenia un caracter li- gado al género y que era, sobre todo, producto de las relaciones infantiles con el padre; también determiné que se distinguia mas en los nifios que en las nifias. En El. malestar en la cultura y otros escritos sobre la cultura comenzé a observar la dimen- si6n sociologica del supery6, a la cual identificé como el medio por el cual la cultura consigue dominar el deseo individual, es- pecialmente la agresién.”? Aunque estas lineas de su pensamiento son especulativas y quedaron incompletas, tuvieron implicaciones muy profundas. Enellas se encuentra el germen de una teoria de la organizacién '? Freud, 1955 [1905], y 1955 [1917]. Quien esté interesado en el caso tam- bien puede leer un sorprendente documento; el recuento que hace el Hombre Labo sobre el mismo Freud: Pankejeff, 1971. '* Freud, 1961 [1930], La Planchey Pontalis (1973, pp. 435-438) resumen la teorfa del superyé; para una aplicacién a la masculinidad, véase Silverman, 1986. LA CIENCIA DE LA MASCULINIDAD 25 patriarcal de la cultura, transmitida por generaciones a través de la construccién de la masculinidad. Desarrollar esta teorfa significaria llevar hasta los limites el andlisis social que Freud y sus seguidores ortodoxos hicieron, limites a los que seguramen- te ninguno de ellos hubiera querido llegar, El psicoandlisis radi- cal toma justamente esa direccién. Asi que Freud abrié mas puertas de las que se atrevié a cruzar. Sin embargo, las que abrié para el andlisis de la masculinidad son més que suficientes porque le proporcioné un método de investi- gacién: el “psicoanilisis” mismo; un concepto guia: el inconscien- te dindmico; un primer trazo del desarrollo de la masculinidad y una senal de alerta respecte a la complejidad y los limites nece- sarios de la idea. El aspecto de Ja masculinidad que mas remar- c6 fue que ésta nunca existe en estado puro: las diferentes capas de emocién coexisten y s¢ contradicen una a la otra; ademas, cada personalidad cs una estructura compleja, llena de matices, y no una unidad transparente. A pesar de que su lenguaje teéri- co cambié, Freud siempre estuvo convencido de la complejidad empirica del género y de las formas en las cuales la feminidad es siempre parte del caracter de un hombre. Este rasgo crilico y perturbador de su pensamiento seria desechado mas adelante, cuando otros psicoanalistas mas conservadores abandonaron la teoria de la bisexualidad. El potencial del trabajo de Freud para una ciencia de la mas- culinidad se hizo aparente desde el principio. Alfred Adler, cuya teoriade la “protesta masculina” discutiremos mas adelante, lo retomé antes de la primera guerra mundial. Durante los afios veinte y treinta, psicoanalistas mas ortodoxos se enfrascaron en un fuerte debate sobre la feminidad, que mas adelante deri- varia en un debate menor sobre la masculinidad y se centraria en los primeros afios de la infancia. Las primeras investigacio- nes muestran lo sorprendente que fue descubrir evidencia cli- nica de una femirtidad preedipica en los nifios, resultando de la identificacién con la madre y también caracterizada por celos hacia ella. Karen Homey, en un trabajo amado tajantemente “The dread of woman” (“El miedo a la mujer’, 1932), le dio un giro feminis- taal argumento. Para Horney, el miedo a la madre se encuentra mas afianzada y mas reprimido que el miedo al padre castrante. 26 EL CONOCIMIENTO ¥ SUS PROBLEMAS La vagina misma es el centro simbélico del proceso. Los senti- mientos de inadecuacién de los nifios los Ilevana retirar la energia emocional de su madre y centrarse en sf mismos y sus genitales —con lo cual preparan el terreno para el miedoa la castraci6n—, Ciertas reacciones posteriores entre hombresse ven alimentadas por estas emociones, Entre ellas, la tendencia a elegir mujeres que sean socialmente inferiores a ellos como objetos amorosos yel habito de debilitar paulatinamente el autorrespeto femeni- no para mantener “el siempre precario autorrespeto del ‘hom- bre promedio’”.'* El trabajo de Horney represent6 el punto culminante de la critica de la masculinidad en el psicoandlisis clasico. A partir de él cristalizaron dos puntos importantes: el grado en el cual la masculinidad adulta se construye a través de reacciones exage- radas contra la feminidad y la relacion entre la formacién de la masculinidad y la subordinacién de las mujeres, Sin embargo, en términos del psicoandlisis tradicional, esto significé un fin y noun principio. Entre 1930 y 1960, el psicoanalisis se desplaz6 hacia la dere- cha en la mayoria de sus conceptos, y la teoria de género no fue la excepcién. Cuando, en los afios cincuenta, se popularizaron losescritos sobre los aspectos de género de psicoanalistas como Theodor Reik, ninguno de ellos enfatizé el caracter contradic- torio del género ni el choquc entre el orden social y el desco. Mas bien, sus mensajes identificaban la salud mental con la orto- doxia de género, especialmente la heterosexualidad convencional y el matrimonio, El camino hacia la heterosexualidad adulta, entendido por Freud como una construccién compleja y fragil, se presentaba como una ruta natural y nada problematica del desarrollo. Cualquier otra cosa se declaraba un signo de patolo- gia—especialmente la homosexualidad—. Se le consideraba in- herentemente patologica, el producto de “relaciones anormales entre los progenitores y los infantes”, como anuncié en 1962 un equipo de psicoanalistas de Nueva York, dirigidos por Irving Bie- ber. Con ello, la practica del psicoandlisis se convirtié en una téc- '* Para el debate sobre la femimidad, véase Chodorow, 1978, y Garrison, 1981. Los primeros trabajos sobre la masculinidad son Klein, 1928, Boehm, 1930, y Horney, 1932. LA CIENCIA DE LA MASCULINIDAD 27 nica normalizadora que intentaba ajustar a sus pacientes al or- den de género,'> Como puede verse en la espléndida historia de las ideas psico- analiticas sobre la homosexualidad masculina de Kenneth Lewes, privilegiara esta supuestamente sana ruta del desarrollo requi- rid que se alterara de manera radical el concepto del complejo de Edipo.'* Para Freud y sus primeros seguidores, el complejo edi- pico debia ser traumatico, y sobrepasarlo suponia necesariamen- te una fractura. Estas caracterfsticas eran fundamentales para su idea de la fragilidad de la masculinidad adulta, basada en el encuentro tragico entre el deseo y la cultura, El psicoandlisis de los cuarenta y de los aitos posteriores, normalizador y sinasomo alguno de tragedia, perdio la capacidad de critica de la mascu- linidad que poseia la teoria clasica. Tendria que pasar mucho tiempo para que s¢ recuperara dicha capacidad, Arqtielipo e identidad La experiencia clinica es tan compleja que siempre permite varias interpretaciones. Las distintas lecturas de los casos su- gieren marcos te6ricos diferentes y la historia del psicoanali- sis es rica en sistemas que ofrecen lecturas alternas de la vida emocional, Algunas de estas lecturas predujeron teorias de la masculinidad, entre las cuales la mas conocida se debe a Carl Jung. Los cuestionamientos de género fueron centrales en el sis- tema que Jung comenz6.a desarrollar poco después de que se separara de Freud. Jung distinguié entre el yo que se constru- ye a partir de transacciones con el medio social, al que llamé “persona”, y el yo que se forma en el inconsciente.a partir de elementos reprimidos, al que lamé “alma”. Seguin él, se trata de contrarios cuyas oposiciones dependen en gran medida del género: & Reik, 1967[1957]; Bieber er al., 1962;para un ejemplo de la normalizacion como métode curativo, véase Dotto, 1974. © Lewes, 1988, 28 EL CONOCIMIENTO Y SUS PROBLEMAS. La represion de aspectos ¢ inclinaciones femeninas ocasiona que ciertas demandas contrasexuales se acumulen en el inconsciente.'” Aligual que Freud y Klein, Jung se interesaba en la presencia de la feminidad en los hombres. Sin embargo, su explicacién to- m6 poco a poco otra dimensién y se centré en el equilibrio que resultaha de una persona masculina y un alma fernenina, no tanto en el proceso de represi6n. Jung lleg6 incluso a argumentar que el interior femenino de un hombre masculino tomaba forma no solamente de la historia de vida de un hombre en particular, sino también de las image- nes heredadas y arquetipicas de mujeres. La idea de los arqueti- pos en el incensciente colectivo aparecié originalmente en este tipo de argumentos para dar cuenta de las paradojas de la vida emocional. Con el tiempo, el conocimiento clinico se separé de los arquetipos, pero éstos siguicron siendo parte muy impor- tante de la argumentaci6n jungiana posterior sobre el género. Enel pensamiento de Jung, conceptos como los de alma podian ser utilizados sutilmente. Desarrollé una teoria muy interesante sobre la dindmica emocional de los matrimonios patriarcales, Utiliz6 la idea de una polaridad masculina/femenina para exigir un equilibrio de género entre la vida mental y la social, lo cual, en los afios veinte, fue una toma de posicién realmente progre- sista. Incluso comenzé a bosquejar una terapia de masculinidad cuando aseveré que “cierto tipo de hombre moderno” acostum- brado areprimir su debilidad ya no podia hacerlo. En un pasa- je sorprendente que pronosticé las técnicas terapéuticas que se popularizarfan cincuenta afios después, Jung sugirié métodos en los cuales la persona le hablaba a su alma, como si se tratara de una personalidad distinta, para educarla.® Sin embargo, en otros aspectos, el andlisis de Jung se volvié demasiado esquematico y especulativo. Al mismo tiempo que Freud luchaba por superar la polaridad masculino/femenino, Jung nosdlo se centro en ella, sino que presenté la familiar opo- sicién como si surgiera de verdades eternas de la psique humana. © Jump, 1953 [1928], p, 187, Los temas preseatados aqui aparecicron sin muchos cambios bisicos en varios libros y ensayos; por ejemplo, Jung, 1982, Para informacion sobre ¢l rompimiento entre Jung y Freud, véase Wehr, 1987, '* Jung, 1953, pp. 199-208. LA CIENCIA DE LA MASCULINIDAD 29 Cuando no existe una disciplina que estudie casos clinicos es muy facil toparse con “arquetipos”. Los tiltimos libros de Jung los encontraban en las artes esotéricas 0 las religiones del mundo; sus seguidores exploraron incluso los sistemas mitologicos. El resultado son textos muy confusos, come el de Marshall Bethal, “The mythic male” (“El hombre mitico”), en donde, a través de mitos griegos y romanos sacados de contexto, se hace una cace- ria erratica en busca de dieses hombres que personifiquen “for- mas de conciencia masculina” modernas. El libro [ron John es un trabajo jungiano que comcte los mismos errores; ladiferenciaes que Robert Bly encuentra sus arquetipes en un cuento popular retomado por los hermanos Grimm, en vez de buscarlo en las paginas de Ovidio, que es un poco mas convencional. Bly tam- bién ignora los orfgenes culturales del cuento y mezcla sus in- terpretaciones con nociones de la “energia de Zeus” y con otros extravagantes préstamas de tradiciones orales.'" La forma en que Jung trata la polaridad masculino/femeni- no, comouna estructura universal de la psique, también conduce aunatolladero, ya que supone que no ¢s posible ningtin cambio historico en su constitucién; lo tinico que podria cambiar es el equilibrio entre ambos polos. La consecuencia es que, en los escritos jungianos modernos, se interpreta el feminismo como una reafirmacion del arquetipo femenino y nocomouna resistencia de las mujeres a laopresién. Enel pasado, no fueron los hombres los que dominaron a las mu- jeres, sino que lo masculino dominé a lo femenino. Es claro en- tonces el porque la teorfa de Jung se volvié central en el retroceso actual entre quienes antes cran hombres progresistas.?? La expli- cacién tiene que ver con el hecho de que esta forma de entender cl problema conduce inmediatamente a la idea de que el femi- nismo modero inclina la balanza hacia el otro lado y suprime lo masculino. Lainfluyente critica de Bly, que supone que los “hom- bres débiles” se han hundido en el feminismo y, por lo tanto, han perdido lo “masculino profundo”, se basa precisamente en la f6rmula jungiana del equilibrio arquetipico. 19 Bethal, 1985, Bly, 1990, y muchos mds, tantos que no puede mencionar- os a todos. % Por ejemplo, Kaufman y Timmers, 1983, y K. Thompson, 1991. 30 EL CONOCIMIENTO Y¥ SUS PROBLEMAS El fundamento de este argumento en la historia delos prime- ros afios del psicoandlisis se ha ido perdiendo debido a que los textos originales de Jung ya no se estudian. Es bueno recordar lo que se ha perdido: Jung base su andlisis de género en una opo- sicion abstracta entre la masculinidad y la femininidad, oposi- cidn que Freud dejé atras paulatinamente. Las formulaciones de Jung perdieron la mayor parte de la complejidad que posefan enel mapa que Freud traz6 del desarrollo psicosexual. Al buscar el determinante principal de género en el inconsciente racial, supuesto depositario de los arquetipos, Jung dio la espalda al camino hacia un psicoandlisis sustentado socialmente, y al que después apuntarian Adler y Horney. En ciertaspsicologias recientes, y populares, de la masculini- dad, la principal alternativa a la idea de los arquetipos de génere es el concepto de “identidad de género”, que surge del trabajo de Erik Erikson, quicn es tal voz el paicoanalista mas influyente de la generacién posterior a lade Freud y Jung. Bn Childitood and Society Unfancia » sociedad), Erikson sostiene que las consi cuencias cruciales del desarrollo emocional en el siglo xx se re- lacionan conel establecimiento de la identidad del yo. El1érmino “identidad” se convirtio en un eslogan, y el modelo que supania etapas en la formacion de la misma se volvid muy popular?’ La aplicacion mas importante de los conceptos de identidad al génere se deben al psiquiatra estadounidense Robert Stoller, quien centré su trabajo en le que seria un extraordinaris desarro- Ilo de la practica de género, la invencién del concepto de “tran- sexual’, La invencién de téenicas qui ‘icas para “reasignar genero” creé la necesidad de valorar quién debia ser operado, lo cual derivé en Ia investigaci6n de los reclamos de pertenecer a un género, Stoller condujo estudios clinicos en hombres adultos que que- rfan ser mujeres y en nifios que parecian encaminarse hacia la feminidad —rumbo al] cual Jamo “transexualismo de la infan- cia masculina, un desorden bien definido y potencialmente ma- ligne de la personalidad”. Su investigacién no lo condujo hasta el punto de vista clasico freudiano del género como una estruc- lura contradictoria. Por lo contrario, Stoller consideré que ha- 1 Brikson, 1950. LA CIENCIA DE LA MASCULINIDAD 31 bfa descubierto una “identidad de género nuclear” unitaria que se formaba en los primeros afios de vida. La identidad de géne- ro se establece por la interaccién emocional entre los progeni- tores y los descendientes —Stoller tenia opiniones muy duras sobre las madres—y llega. a ser tan poderosa que supera los he- chos fisicos corporales. El transexualismo en los hombres que- da entonces definido no.como.el deseo de seruna-mujer,sino_ como lacreencia en que uno ya loes. En los casos normales, cla- e genero masculina y todo a bien de género circuld amp! mente como una explicacion del desarrollo del género e influen- cié muchos escritos psicoanaliticos recientes sobre ¢l desarrollo infantil y sobre Ja homosexualidad, ademas de discusiones an- tropolégicas de la masculinidad,”? A pesar de que se basa en las sensacionales contradicciones de vidas transexuales, sc trata de una teoria normalizadora. Lo caliza la identificacién con las mujeres en un grupo espectfico que se desvia de lo normal y no en el inconsciente de todos los hombres. (No debe sorprender, entonces, que los hombres que quieren someterse a una cirugia que les reasigne el sexo inten- ten ajustarse —como la sociéloga Anne Bolin ha demostrado— a lo que los doctores o doctoras piensan que es la conducta y la forma de vestirse femeninas). Robert May, en lo que es una cri- tica mordaz, considera que en realidad ni siquiera se trata de una fi Ja aproximacién de Stolle: una psicologia del yo meliorativa y.que su. “identidad deg nuclear” perdié los conceptos esenciales psicoanaliticos que se relacionan con el conflicto, la fantasia y el inconsciente. Es di- ficil contradecir a May. Si Jung redujo las contradicciones de género a una dicotomia universal en la psique. la teoria de la identidad de género fue mucho mas alla y eliminé por comple- to la contradiccién.$ % Para laidentidad de género nuclear, véase Stoller, 1968, 1976. Para el desa- rrolloinfantil, Tyson, 1986; para homosexualidad, Friedman, 1988; para aplica- cionesaniropoldgicas del termino, véase Stoller y Herdt, 1982, Para la invencién dele wanseaual, véase King, 1981, y pava une cxtraordinario estudio en la co- munidad, Bolin, 1988 2. May, 1986. El trabajo de May sobre género (1980) enfatiza la fantasia, pe- rose basa en un dicotom{a que también resulta rigida. 32 EL CONOCIMIENTO Y SUS PROBLEMAS. En consecuencia, en los cincuenta afies que siguieron al es- tudio del caso del Hombre Lobo, el psicoandlisis freudiano y las dos alternativas més influyentes al mismo desarrollaron practi- cas de género conservadorasy teorias de la masculinidad norma- lizadoras —teorfas que identificaron la salud psicolégica con una estrecha ortodoxia en la sexualidad y las emeciones—. Sin embargo, éste no era el tinico camino que las ideas de Freud po- dian seguir, yen los margenes del mmdo médico se multiplicaron versiones disidentes y aplicaciones inesperadas del psicoanali- sis. Varias de ellas produjeron ideas originales sobre el concep- to de género. Fl primer analista disidente fie Alfred Adler, un doctor socialis- ta convencido de la importancia de los factores sociales en la enfermedad. Adler, al separarse de Freud en 1911, era presiden- te de la Sociedad Psicoanalftica de Viena. La ruptura se debié a una serie de ensayos que Adler presenté a la Sociedad, notables porque el tema central era una teoria sobre la masculinidad. El argument de Adler partia de la polaridad comtim entre la masculinidad y la feminidad, pero enfatizaba inmediatamente el punto de vista feminista de que uno de los lados de dicha po- laridad se encontraba culturalmente devaluado y se asociaba con la debilidad. A los nifios y las nifias se les considera débiles, al compararlos con los adultos, y se les obliga a habitar la posi- cién femenina, El resultado es que desarrollan cierto sentido de feminidad y dudas sobre su capacidad de abtener la masculini- dad, Los “juicios de valor infantiles” sobre la polaridad masculi- no/femenino persisten como motivo en su vida futura. Durante la vida del nifio y de Ja nifia, el sometimiento y la busqueda de independencia aparecen al mismo tiempo, y el re- sultado es una contradiccién interna entre la masculinidad y la feminidad. Cuando el desarrollo es nermal, se aleanza cierto equilibrio; la personalidad adulta se forma a partir de] compro- miso y siempre esté sometida a cicrta presién, Sin embargo, en los casos en los que hay debilidad (y Adler opinaba que la neurosis se debia a menudo a cierta debilidad o LA CIENCIA DE LA MASCULINIDAD, 33 inferioridad [{sicas) también se presentaria cierta ansiedad que enlatizaria exageradamente el lado masculino de Jas cosas, Esta “protesta masculina’”, utilizando la femesa frase de Adler, es un elemento central de la neurosis; resulta en la brisqueda de cier- ta. compensacion a través de la agresion y en la necesidad conti- nua de obtener triunfos, Para Adler, la protesta masculina es activa tanto en la vida mental normal como en la neurdtica, con le que no se situé muy lejos de cuestionar la masculinidad convencional. La protesta masculina result6 ser caracteristica de la psicologia de las mu- jeres y de los hombres, pero se encontré sobredeterminada por la subordinacién social de las primeras. Cuando aparecia en los hombres, podia ser una amenaza publica. Adler tomo un punto de vista muy critico respecto a las masculinidades dominantes. cuando comenté que “la excesiva prominencia de la virilidad es enemiga acérrima de nuestra civilizacin” Durante la primera guerra mundial, Adler trabajo en hospita- les militares austriacos y no le qued6 ninguna duda de las cone- xiones entre la masculinidad, el poder y la violencia publica. Su libro Understanding Huma Nature (Enterdiendo tla nateraleza jrumana), de 1927, arguments a favor de una justilicacién psi coanalitica del feminismo, lo que no tendria igual sino hasta la década de los afios setenta.4 Esta explicacién de los origenes de la neurosis se encuentra rauy lejos de la teoria freudiana de la libido. Adler consideraba que la teoria de la represién era demasiado mecanicista; para él, elcomplejo de Edipo constitufa sdlo una etapa de ladinémica ma- yor, constituida por “la protesia masculina". Ambas apreciacio- nes se anticiparon a (corias que vendrian después. Freud rechazo cl punto de vista de Adler porconsiderarlo una simplificacion sin 2 Adler, 1956, p.55; 1992 [1927]; 1928. # reciente resurgimiento del interés enel psicoandlisis pocas veces consideran Adler, Véase Elenberger, 1970, para im recuento de su historia, La narracién més detallada de sus relaciones con Freud aparecen en Stepansky, 1983; la informacion que presenté aqui sobre su separacién de Freud se deciva de su libro. Sin embargo, Stepansky co que las observaciones de Adler sobre el péne:ono son andlisis""saciales” ni "po- liticos! y que fos numerosos escritos de Adler sobre yemas sociales son meros “pretextos” para introducir ideas psivoléyicas. El que Stepansky niegue corn- pletaraente el (eminismo del entorne de Adler traiciona la amptitud de su pune to de vista, lera 34 EL CONOCIMIENTO Y SUS PROBLEMAS. garantias de la neurosis (y tenfa razén). Al considerar que yano necesitaba el apoyo de Adlerni de sus seguidores, Freud los obli- g6a dejar el movimiento psicoanalitico. Laruptura fue dafiina para ambos lados: Adler perdié el con- tacto con la maravillosa intuicion de Freud sobre los laberintos de la vida mental y nunca volvi6 a teorizar al respecto. Desde el punto de vista ortodoxo, el psicoanalisis se convirtid en una sis- tema cada vez mas cerrado, que se resistfaa tratar los temas del poder social apuntades por Adler: Sin embargo, otros movimien- tos intelectuales sf los consideraron; por ejemplo, cl psicoandlisis marxista, el existencialismo y el psicoanilisis feminista. Los numerosos intentos de relacionar el marxismo con el psi- coanilisis se dieron en torno al tema de la masculinidad, pero no lo trataron directamente. Wilhelm Reich, quien es tal vez el pensador mas original de la izquierda freudiana del periodo en- tre las dos grandes guerras, desarrollé un método de “andlisis del caracter” que desplazé la atencién desde el sintoma individual hasta el estile de la personalidad completa. Al intentarsintetizar el andlisis econémico marnista y la ciencia sexual freudiana con= siguié un brillante anilisis de la idcologia. Asi, subrayé que la “familia autoritaria” era el lugar en donde se reproducian la so- ciedad de clases y el patriareado. Su libro The Mass Psychology of Fascism (La pstcologia de masas del fascismo), publicado tres anios después de Elimalestar en la culiura, de Freud, lo sobrepasa por lasofisticacién de su ciencia social. El concepto de Reichde Ja condensacién de mayores estructuras de autoridad en la psi- codinamica de la familia le proporcioné la dimension exacta de realismo social que la especulacién freudiana y jungiana sobre la masculinidad no tuvieron.?* No obstanie, el trabajo de Reich nunca consideré al feminis- mo que iluminé a Adler. En consecuencia, no incluyéa la mascu- Jinidad come un problema en si. Lo mismo podria decirse de quienes integraron la Escuela de Frankfuri durante las siguien- tes dos décadas —que ademas tomaron los conceptos de Reich respecto al andlisis del cardcter, la preocupaci6n por el autori- tarismo y el proyecto de reconciliara Marx con Freud—. En los escritus de Max Horkheimer, Eric Fromm y Theodor Adorno, el 38 Reich, 1970[1933], 1972. LA CIENCIA DE LA MASCULINIDAD 35, “autoritarismo” emergié gradualmente como un tipo de caracter distintivo —es decir, y desde un punto de vista feminista, como un tipo de masculinidad. Los trabajos de psicologia mas famosos de la Escuela de Frank- furt, El miedo a Ia libertad (1942), de Fromm, y el colectivo La personalidad autoritaria (1950), son en realidad catalogos de masculinidades y de las condiciones que las producen. Fromm sugirié una amplia sucesién histérica de los tipos de caracter, que se extend{a a lo largo de varios siglos. La personalidad auto- ritaria particularizé atin mas su enfoque ¢ incluyé dos estudios de caso famosos, “Mack” y “Larry”, que son los primeros estu- dios clinicos detallados que vinculan las masculinidades con el contexto econémico y cultural en el cual se dan, La masculini- dad de cardcter “autoritario” se relaciona especialmente con el mantenimiento del patriarcado, y se caracteriza por odiara los homosexuales y despreciar a las mujeres; ademas, generalmen- te se asimila ala autoridad proveniente de arriba y agrede a quie- nes tienen menos poder. Se determin6 que estas caracteristicas se originaban en familias rfgidas, donde dominaba el padre, ha- bfa represion sexual y una moral conservadora. La masculini- dad de caracter “democratice” no estd tan bien delineada, pero incluye mucho mayor tolerancia, ademas de que se origina én relaciones familiares mas [lexibles y afectuosas.’* El libro presentaba evidencia empirica de la diversidad del cardcter psicosexual en un mismo, y amplio, contexto social. La antropologia, influenciada por el psicoanalisis, especi en los estidios del gran etnografo Bronislaw Malinows! bia mostrado la diversidad de las formas en las cuales las cultu- ras manejaban la sexualidad y formaban el cardcter.?” Asi qued6 dlaro que la teoria freudiana del complejo de Edipo no propor- cionaba un andlisis general de la masculinidad. Se trataba, mas bien, del mapa de un posible patrén especifico, al cual habia que considerar en relacién con todos los demas. Esta conclusién tuvo serias implicaciones para la teoria de la masculinidad, mismas que exploraré en los capitulos siguientes. 2% Horkheimer, 1934; Fromm, 1942; Adarna, ef al, 1950. Para infarmacidén sobre la polémica desatada en Estados Unidos sobre La personalidad autorita- ria, véase Christie y Jahoda, 1954. 27 Malinowski, 1927; para mas informacion, Parsons, 1954, 36 EL CONOCIMIENTO Y SUS PROBLEMAS: Ni Reich ni la Escuelade Frankfurt compartieron las dudas de Adler sobre la teoria de la libido; sin embargo, no puede decirse lomismo de El ser y la nada (1943), de Jean-Paul Sartre. Para él, el “psicoanalisis empirico” , como denominaba ala escuela freu- diana, erademasiado mecanico y tomaba una forma de vida po- sible (determinada por el deseo sexual) como la condicién de todas las vidas. Sarire esboz6 una impactante forma alternativa alacual llamé “psicoanilisis existencialista”, y reemplazé el con- cepto del inconsciente con un argumento sobre las diferentes formas en las que el autoconocimiento se organiza. El misterio se resolveria al rastrear la historia de vida y establecer los com- promisos primarios gracias a los cuales se constituy6 la vida de una persona. Sartre sdle utilizé su método en la biograffa literaria. Simone de Beauvoir, cn El segtando sexo (1949), fuc quien aplicé el psico- andlisis existencialista dircetamente al géncre. Su argumento mas conocido es el que expone que la mujer se constituye como “otro” frente al sujeto masculine. El libro también incluye una serie de ensayos sobre diferentes tipos de feminidad en los cuales otorgaba a los deseos femeninos un sitio mas activo. El psicoana- lisis existencialista le permitié apartarse de las estaticas tipolo- gfas comunes en la psicologfa. En su trabajo, el género-surgié como un compromiso gradual (que se ibadesarrollando) con las situaciones y las estructuras sociales. Las diferentes formas del género son formas de vida distintas, mas que tipos de cardcter ta donde sé, nadie ha aplicado explicitamente esta apro- ximacién al “primer sexo” para obtener una teoria de la mascu- linidad. Sin embargo, el wabajo del psiquiatra escocés R. D. Laing podria ser un comienzo. Los estudios en esquizolrenia realizados por Laing produjeron descripciones vividas de las ac- tividades de los hombres en el interior emocional de las fami- lias, ademas de algunos estudios de caso individuales de hombres. Entre ellos se incluye el andlisis de las excentricidades de David, un estudiante cuya vida, desarrollada completamente a través de roles dramaticos, proporcion6 datos importantes. Entre estos ro- les di aticos destacan los papeles de mujeres que derivaban du impact cuucional de una dindwsiva familiar scsultady de la +8 Sartre, 1958, De Beauvior, 1972 [1949]. LA CIENCIA DE LA MASCULINIDAD 37 muerte de la madre. La “esquizofrenia” de David resultaba de su apego a las coniradicciones de género que no podia manejar, Para escapar de su identilicacién con diversas feminidades, Da- vid activé series completas de personalidades que formaron un. sistema del yo elaborado y falso.*” El caso anterior no es un “tipo” de masculinidad; en el psico- andlisis existencialista, las contradicciones de género $on Vatia- bles y su resultado no es una identidad. Se producen socialimente yse vuelven contradicciones precisamente cuando se les consi- dera formas incompatibles de accion. Esta aproximnacién a la personalidad puede conectarse con las teorfas de la estructura social, pero sélo a través del compromiso y la accién, no como mecanismo social? Desde comienzos de los afios treinta hasta finales de los afos sesenta, el trabajo de Simone de Beauvior fue el unico que rela- Goud el feminisiiu con el psicuandlisis. Sin crubarye, clradical potencial del psicoandlisis aparccié gradualmente cn el pensa- miento feminista de dos formas. La primera surgié del trabajo de Jacques Lacan, Algunas femi- nistas influenciadas por Lacan, como Juliet Mitchell, en Ingla- terra, y Luce Irigaray, en Francia, se ocuparon mas de teorizarla feminidad que la masculinidad. Sin embargo, su trabajo tiene consecuencias implicitas en esta tiltima. La teoria lacaniana se centra en procesos simbélicos en los cuales los modelos de Freud sobre las relaciones emocionales de la familia se inscriben pro- fundamente. La cultura y la posibilidad de comunicacién se cons- fituyen gracias a la “Ley del Padre”. En la teoria lacaniana, la masculinidad no es un hecho empirico (como en el psicoanali- sis clasico), y mucho menos un arquetipo eterno (come en Jung). : trata mas bien de algo que ocupa ti [ugar en las relaciones simbélicas y sociales. La represion edipica crea un sistema deor- den simbélico en el que quien posee el falo (que es un simbolo quese distingue del pene emptrico) ocupa una posicién central.3! ® Laing, 1960, p. 73; Laing, 1961, Laing y Esterson, 1964. *0 Como puede observarse en el dltime trabajo de Sartre, 1968, 1976. Para sw importancia en cuestiones de génern, véase Connell, 1982. \t El anterior es un resumen dréstico de varias posiciones complejas. Para la historia de la escuela lacaniana, véese Roudinesco, 1990. Para los usos que se le juin dado en el femninismo, véase Mitchell, 1975; Irigaray, 1985 y Grosz, 1990. 38 EL CONOCIMIENTO Y SUS PROBLEMAS Trataral género como um sistema de relaciones simbdlicas, y no como hechos fijos sobre las personas, convierte a la acepta= * | cién de la posicién falica en un hecho profundamente politico. Siempre existe la posibilidad de rechazarla —aunque las conse- cuencias de este rechazo sean drasticas—. Gilles Deleuze y Felix Guattari exploraron el rechazo a la estructura edipica del deseo en su Anti-Oedipus (Antiedipo), un trabajo oscuro pero muy in- fluyente. Este trabajo fue la base sobre la que Guy Hocquenghem desarrollé la lectura extrema de la homosexualidad masculina como el rechazo a la sexualidad falica y la represi6n edipica.” Y mientras que en Europa el feminismo lacaniano supuso una lectura politica y simbélica de la masculinidad, el feminismo estadounidense se centré en el mundano tema de las relaciones familiares; el resultado fue un desplazamiento importante del pensamiento respectoal desarrollo psicosexual de los niiios. En el psicoandlisis clasico, cl drama se centré en la entrada cdipica a la masculinidad (tanto en el caso en el que el agente clave era el padre, como pensaba Freud, como en el que lo era la madre, como aseveraba Horney). En los trabajos de Nancy Chodorow y Dorothy Dinnerstein el drama se centra en la separacién preedi- pica de la feminidad y el centre se localiza definitivamente en la madre. La explicacién de Chodorow a esta separacién tuve una in- fluencia muy grande en la bibliografia reciente sobre los hom- bres. Chodorow cree que a losninos se les obliga a interrumpirsu identificacién primaria con la madre, en parte debido a la for- ma_en la que la misma madre se instala emocionalmente en la diferencia de género, El resultado son estructuras de caracter ~ que enfatizan lazos entre la gente y que carecen de la necesidad de relacionarse caracteristica de las mujeres. El argumento de Dinnerstein enfatiz6 con mayor profundidad el miedo preedipi- coa la madre y la violencia del hombre como consecuencia del “monopolio femenino de los primeros cuidados infantiles”.*’ ° Deleuze y Guattari, 1977; Hocquenghem, 1978. ® Chodorow, 1978, 1985; Dinnerstein, 1976, Craib, 1987, aplica la aproxi- macién de relaciones-objeto con la apreciaci6n, que e« mis clara, de lac bases institucionales del dominio masculino, pero de repente se interrumpe, Para una critica de esta aproximacién para teorizar la masculinidad, véase McMahon, 1993, LA CIENCIA DE LA MASCULINIDAD 39 En este trabajo el desarrollo de la personalidad se relaciona firmemente con la divisién del trabajo social. El cuidado infantil se considera un trabajo; la fuerza laboral se estructura de acuer- do al géneroy tiene implicaciones en el desarrollo emocional. Sin importar como modifiquemos los detalles, el elargumentoanterior resulta simple y poderoso; y debe considerarse para cualquier explicacién futura de la formacién de masculinidades. ‘Almirar atrés queda claro que Freud nos dio una herramien- ta esencial que, sin embargo, se encontraba radicalmente incom- pleta; y la ortodoxia psicoanalftica se ha dedicado a defendereste carfcter de incompleto. En esencia, el valor del psicoanilisis para comprender la masculinidad dependera de nuéstra’capacidad de incluir la estructuraci6n de la personalidad y las complejida- des del deseo, al mismo tiempo que la estructuracién de las Te- lacionés Sociales, con todas sus contradicciones y i Por Io tanto, debs quedar claro ol porqut nes dinigiimos mentea las ciencias sociales. EL ROL MASCULINO El primeri intento importante de crear una ciencia social de la mas- se centro en el concepto del rol o papel sexual mascu- lino. Sus origenes se remontan a los debates que se dicron en ¢l siglo xix sabre las diferencias sexuales, cuando la doctrina cien- tifica de la diferencia sexual innata sustenté la resistencia a la emancipacién de las mujeres. La exclusién de las mujeres de las universidades, por ejemplo, se justificaba argumentando que la mente femenina posefa un equilibrio demasiado delicado como para manejar los rigores del mundo académico. La perturbacién mental resultante seria dafiina para la capacidad de ser buenas esposas y madres. La primera generacién de mujeres que asistié alas universidades estadounidenses que hacen investigacion vio- 16 esta doctrina y, ademas, cuestioné sus presupuestos, ya que se dedicaron a investigar las diferencias en las capacidades menta- les de los hombres y las mujeres, diferencias que, por cierto, eran pocas.4 Rosenberg, 1982. 40 EL CONOCIMIENTO Y¥ SUS PROBLEMAS Elescandaloso resultado desaté una ola de investigacién que continus desde la ultima década del Siglo xix hasta la ultima dé- cada del xx. Incluyé habilidades men tales, ademas de emocio- nes, actitudes, rasgos de personalidad, intereses, es decir, todo lo que la psicologia imaginé podia medirse. E] tema de la “dife- rencia sexual” provocé una cantidad notable de investigacion; se trata de un aspecto que técnicamente es facil de seguir y siem- pre hay alguien interesado en sus resultados, Esto ultimo es curioso, ya que los resuliados son siempre los mismos. Las diferencias sexuale: incluyendo cualquier aspecto psicoldgico que se haya medido, no existen o son muy pequefias. Con seguridad podemos afirmar que son mucho mas pequefias que las diferencias en las situaciones sociales que normalmente se ju: ‘an gracias a Ja supuesta diferencia psicologica social —como salarios desiguales, responsabilidades inequitativas en el cuidado infantil y diferencias drasticas en el acceso al poder social— Cuando se afiaden estudios de grupo por medio de téc- nicas estad as de metaan s, la conclusi6n sucle ser que existen algumas diferencias sexuales en las caracterfsticas psico- légicas; sin embargo, su tamafoes tal que, de noser porque cul- turalmente somos Propensosa exagerarlas —como en el articulo periodistico que trataba las diferencias en el Tenguaje de los hom- bres y las mujeres que citamos al principio de este capftulo—, apenas silas registrariamos como un feném eno importante. No por nada, Cynthia Epstein titul6 su libro sobre el tema como De- ceptive Distinctions (Diferencias il lusorias)> A.mcdiados del siglo xx Ia investigacion sobre la diferencia sexual se topé con un concepto que pareceria explicar su propio “tema de una forma acorde con las necesidades del momenio: el concepto de “rol o papel social”. Este encuentro dio origenal téx- thino “rol sexual”, que con el tiempo se hizo comin en el habla cotidiana, ** Epstein, 1988. La vasta recopilas debida a Maccoby y Jacklin (1975) establecié el patron general de los descubrimientos sobre la diferencia sexual, En la literatura metaanalitica, por ‘cjemplo, Eaply, 1987, se intenta cansciente sueatle sobrepasar esta posicién. Aun cuando exagere cada uno de los Puntos en Cuestion, Eagly no puede establecer que la diferencia sexual determine con fuerza los diversos rasgos. LA CIENCIA DE LA MASCULINIDAD 41 En la actualidad, la idea de los roles sexuales es tan comin que vale la pena enfatizar lo reciente de su origen. La metafora de la vida humana como una representacién dramatica no es nueva—Shakespeare la utilizo—. Pero el uso de “papel 0 rol” co- mo un concepto técnico de las ciencias sociales, como una forma seria de explicar cl comportamiento social de una forma gene- ral, data de los afios treinta, y proporcioné una forma titil de re- lacionar la idea de ocupar un lugar ena estructura so alcon el concepto de normas culturales. Gracias al esfucrzo de la aniro- pre la sociologia y la psicologfa, desde finales de los afios cincuenta el término ya era parte del repertorio de términos con- vencionales de las ciencias sociales.** Elconcepto de “rol” a ode apli En la primera, nes definidas. Por aula Mirra Komaro tudio sobre el matrimonio en las familias ete wsidenes de le clase obrera, Blue Collar Marriage (1964), describié detallada- mente la manera en Ja cual el cortejo y el matrimonio se desa- rrollan siguiendo un guién especifico, Sinembargo, la segunda aproximacién es mucho mas comin ysupone que ser un hombre o una mujer significa poner a funcio- nar una serié general de expectativas asignadas a cada sexo; esto cs, ponera funcionar el “rol sexual” . Segtin este punto de vista, en cualquier contexto cultural siempre habra dos roles sexuales, el masculino y el femenino. Entonces, la masculinidad y la femini dad se entienden facilmente como roles sexuales internalizados, productos del aprendizaj ial o “socializacion”. Este concepto se ajusta perfectamente a la idea de las diferen- s sexuales, las cuales se han podido explicar de forma clara jas a los roles sexuales; es por esto que, desde los aiios cua- venta, las dos ideas suelen confundirse. Muchas revistas de in- vestigacion siguen publicando trabajos en los cuales se llama “voles” sexuales a las diferencias sexuales (que, como ya mencio- names, normalmente son muy pocas), Enla mayoria de los casos, se considera que los roles sexuales .on laelaboracién cultural de las diferencias sexuales biolégicas. “ Bnire quienes utilizaron el termino podemos mencionar a Florian Zna- ralcott Parsons, Ralph Linton, Siegfried Nadel, Bruce Biddle. Ya hecon- juilo esia historia en Connell, 1979. 42 EL CONOCIMIENTO Y SUS PROBLEMAS Sin embargo, también hay otras opciones. La elaborada propo- sicién de la teorfa del rol sexual que desarrollé Talcott Parsons, a mediados de los aftos cincuenta, en su libro Family Socializa- tion and Interaction Process (Familia, soctalizacién y el proceso de interaecién) presenta un punto de vista distinto, Para Parsons, la diferencia entre los papeles sexuales femeninos-y. masculinos es una distincién entre roles “instrumentales” y “expresivos” en la familia, a la que se considera un grupo pequeno. Ast, el género deduce a partir de una ley sociol6gica general sobre la diferen- ciacion de las funciones en los grupos sociales.” La idea de que la masculinidad es la internalizaci6n del rol se- xual_masculino: permite el cambio social, lo cual se consideré a veces una ventaja dela icoria de roles frente al psicoandlisis. Co- ‘m6 las normas del Fol Son hechos sociales, pueden transformar- se también a través de procesos sociales. Esto ocurrira siempre que loc agentes (los medios) de la socializacién —Ia familia, la escuela, los medios de comunicaci6n masiva— transmitan nue- vas expectativas. El tema del cambio ocup6 un lugar central en las primeras dis- cusiones detalladas sobre el “rol sexual masculine”, que aparecie- ronen las revistas de ciencias sociales estadounidenses durante los afios cincuenta. Entre los trabajos publicados ahi destaca el de Helen Hacker, llamado “The new burdens of masculinity” (“Las nuevas formas de la masculinidad”), que sugiere que las fun- ciones expresivas se afiaden a las funciones instrumentales. En consecuencia, se espera que los hombres muestren habilidades interpersonales, ademas de seguir comportandose con mucha firmeza—esta idea se convertirfa en un cliché durante los anos setenta—. Esta teoria de roles podfa incluso admitir la idea del conflicto en la masculinidad, que se derivaria de las contradic- ciones en las expectativas sociales o de la imposibilidad de ma- nejarlas y no de la represién.* ‘Siti embargo, gran parte de la primera generacién que se dedi- céateorizar sobre elrol sexual asumié que los roles se encontra- ban bien definidos, que la socializacién ocurria arménicamente ' Komarovsky, 1964; Parsons y Bales, 1956, Para un recuento mis detalla- do de esta historia, véase Carrigan, et ai., 1985. ™ Hacker, 1957; comparese con Hartley, 1959. LA CIENCIA DE LA MASCULINIDAD. 43 yque aprender el rol sexual siempre era bueno. La internalizacion de los roles sexuales contribufa a la estabilidad social, Ia salud mentaly la puesta en practica d de funciones sociales necesarias. Entérminos mas formales, la teoria funcionalista supuso que las instituciones sociales, las normas del ro] sexual y las personali- dades reales concordaban. En los afios setenta, el feminismo fracturé la aceptacién po- litica, ademas de cuestionar el concepto de “rol sexual” en si mis- mo. Es mas, gracias al crecimiento del feminismo académico, la investigacion sobre el rol sexual florecié como nunca antes lo habia hecho, Se asumio de manera general que el oe sexual fe- menino era opresivo y que su injernalizacioa as gliraba que las ninas ylas mujeres se m: sl La investiga¢i6n del rol se convirtié en una herramienta politica que definia un problema y sugeria estrategias para la reforma. Log roles sexuales podian eambiarse si se transformaban las ex. pectativas en los salones de clase, asi se establecerian nuevos modelos. Estas estrategias de reforma del rol sexual comenzaron aaplicarse en Estados Unidos y, muy pronto, también en otros paises, como lo ilustra el notable informe que el gobierno austra- liano presenté en 1975, Girls, Schools and Society (Las nifias, las escuelas y la sociedad), y la organizacién de la Década Mundial de las Mujeres, establecida por las Naciones Unidas.” El fermento que tuvo esta estrategia entre las intelectuales de] mundo occidental lleg6 gradualmente hasta los hombres. A mediados de los afios setenta ya habia un pequefio, aunque polé- mico, movimiento de liberacidn de los hombres en Estados Uni- dos y una pequefia red de grupos que intentaban aumentar la conciencia en los hombres* en otros paises del mundo. Algunos autores, como Warren Farrell, en The Liberated Man (Elhombre liberado), y Jack Nichols, en Men’s Liberation (La liberacidn mas- culina), sostenian que el rol sexual masculino era opresivo y de- bia cambiarse o abandonarse. Se desarrollé un nuevo género de libros que tenia a los hombres como tema central, y lo mismo ocurrié con numerosas revistas de ciencias sociales y otras que * Schools Comission. 1975. Une de los modelos de reforma del rol sexual mas popular es el de la “androginia®: véase Bem, 1974; Lenney, 1979. * Notaala traduccién: grupos de conciencia o pequefios grupos (conscious- ess raising groups). a4 EL. CONOCIMIENTO Y SUS PROBLEMAS ofrecen consejos. Su tendencia puede resumirse en los siguientes titulos: “The inexpressive male: a tragedy of American society” (“El hombre inexpresivo: una tragedia de la sociedad estado- unidense”) y “Warning: the male sex role may be dangerous to your health” (“Peligro: el rol sexual masculino puede resultar dafiino para la salud”). Los “estudios sobre los hombres’ se lan- zaron para acompaiiar ¢l proyecto feminista de “estudios sobre El rol sexual masculino descrito por esta bibliografia es bas- tante convencional, lo cual no debe sorprendernos porque en ese momento se hacia poca investigacién nueva, Es mas, la bi- bliografia sobre el rol sexual masculino mezcl6 elementos co- munes, comola critica feminista de los hombres. las imagenes de masculinidad que aparecian en los medios de comunicacién, las prucbas de aptitudes, los descubrimientos sobre las diferen- cias scxuales, cicrias anécdotas autobiograficas referentes al de- porte y, a todo esto, lo llamé “rel”. Casi no se intent6 investigar los efectos de las expectativas y Jasnormas en la vida social. Simplemente se asumia que existian y que eran eficaces, Ahora bien, s{ hubo ciertos intentos de tra- zar un proceso de cambio. EI psicélogo estadounidense Joseph Pleck, uno de los escritores mds prolificos en el campo, contras= téel rol sexual “tradicional” con uno al que llamo “moderno”, La mayor parte de la bibliografia de los afios sctenta impulsé a los hombres hacia la version moderna, utilizando terapia, pequefios grupos de conciencia, discusi6n politica, compartiendo roles en. el matrimonio y con autoayuda Estas discusiones comenzaron con el movimiento de libera- cion de las mujeres y, durante un tiempo, fueron muy cercanas al feminismo. Algunos de los argumentos tenian posiciones muy claras respecto a la dimensién del poder en el género, como el en- sayo “Men's power with women, other men, and society:a men’s movement analysis” (“E] poder que tienen los hombres con las mujeres, otros hombres y la sociedad: un andlisis del movimien- tode los hombres”), de Pleck (1977), y la brillante antologia For © Pleck y Sawyer. 1974: Farrell. 1974. y Nichols, 1975, fueron los primerns tedricos en ocuparse de la liberaci6n masculina. En e! capitulo 9 discutiremos cémo Farrell se convirtié en un escritor localizado mas ala derecha. Los articu- los mencionados son los de Balswick y Peek, 1971, y Harrison, 1978. LA CIENCIA DE LA MASCULINIDAD 45 Men Against Sexism (Para hombres en contra del sexismo), de Jon Snodgrass, Estos textos relacionaron la subordinaci6n de las mu- jeres con las jerarquias de poder entre los hombres, especialmen- te la opresién hacia los hombres negros y los hombres gays. Sin embargo, en otras partes de la tipologfa del rol masculino exis- tia la ambivalencia respecto alas mujeres y se deseaba acallar el compromiso con el feminismo. Algunas investigaciones iguala- ron la opresién de los hombres con la opresién de las mujeres y negaron que existiera alguna “jerarquia de opresiones”.*! Esta ambivalencia era inherente al marco del “rol sexual”, ya que las presuposiciones légicas de su andlisis suponen que los dos roles son reciprocos y que se definen por expectativas y normas; especificamente, los roles sexuales lo hacen por expec’ lacionadas con el orden biolégico. Como puede verse, momento se incluye un analisis del poder. Por lo contrario, la tendencia basica en la teoria de los roles sexuales es entender las posiciones de los hombres y las mujeres como complemen- (arias —como queda implicito en la teoria de la orientacién ins- wumental (masculina) y expresiva (femenina) de Parsons. Cuando la opresién aparece en un sistema de roles, lo hace como una presién limitante del rol sobre cl yo. Esto puede darse tanto en el rol masculino como en el femenino. El tema ocupé un lugar central en los libros sobre hombres que se publicaron en los afios setenta. En ellos se ofrecian muchas anécdotas sobre el poder que ejercfan en la juventud mundial los comentaristas deportivos, los padres incapaces de expresarse y los escandalo- sos grupos de amigos. Cuando Pleck public6 en 1981 una extensa revision de la bliografia sobre el rol masculine, llamada The Myth of Mascali- nity (ELinito de la masculinidad), Ja relacion entre el rol ¥ el yo cra fundamental. Se opuso al paradigma de la “identidad del rol sexual masculino" (término con el cual denominé a la teoria luncionalista del rol sexual), sobre todo porque suponia la con- cordancia entre la norma y la personalidad —la idea de que ade- cuarse a las normas del rol sexual ayuda al ajuste psicolégice. '! Bleck, 1976, 1977; Snodgrass, 1977. Para los comienzos de la oposicién al linismo, véase el argumento del Berkeley Men's Center, publicado en 1973, Peck y Sawyer, 1974, p. 174, y Goldberg, 1976. 46 EL CONOCIMIENTO Y SUS PROBLEMAS, Su critica fue muy eficaz. Pleck demostré cémo el discurso funcionalista del rol sexual da por sentadas muchas cosas y que existen pocos sustentos empiricos para dichas ideas. Lo mas in- teresante del caso es que Pleck elabora un argumento casi foucal- tiano al pensar que el auge de la teoria normativa de los roles sexuales era una forma politica de género. Los cambios histori- cos en las relaciones de género necesitaban un desplazamiento de la forma en la cual se ejercia el control social sobre los hom- bres; el cambio debfa darse de controles externos a internos. El concepte de la identidad ligada a los roles sexuales impide que los individuos que no siguen el patrén tradicional propio de su sexo cuestionen el propio rol; en consecuencia, estos individuos se sien- ten fuera de lugar e inseguros.*? Porlo tanto, pedemos decir que la teoria normativa de los ro- Jes sexuales desanima el cambio social Porsu parte, Pleck propuso una teoria de los roles sexuales no. normativa, una que no relacionara e] rol con el yo. Su idea era construir un modelo del rol sexual masculino que permiticra que la concordancia con el rol sexual fuera psicolégicamente dis- funcional; que las normas del rol pudieran cambiar y, a veces, que fuera necesario que cambiaran; y que asi como hay gente que viola las normas y sufre las consecuencias, también hubiera gente que estuviera sobreadaptada . De esta manera Ja teoria del rol masculino seria internamente mAs consistente y se liberaria de los restos del determinismo biol6gico y de la teoria de la iden- tidad que le quedaran; sin embargo, seguiria relacionada con los Iimites intelectuales de la perspectiva del rol. Estos limites se han hecho evidentes una y otra vez."? Sinem- bargo, debide a que las teorias que se fundamentan en los roles casi siempre ignoran este tipo de critica y a que el término “rol masculino’ se utiliza ampliamente, correré el riesgo de aburrir y repetiré sus puntos principales. #2 Pleck, 1981, p. 160. 4) Para el cancepto general de roles. véanse Urry, 1970; Coulson, 1972, v Connell, 1979. Para la teorfa de los roles sexuales, véanse Edwards, 1983; Stacey y Thome, 1985. Para trabajos criticos sobre su uso en la investigaci6n sobre masculinidad, véanse Carrigan, etal., 1985; Kimmel, 1987. LA CIENCIA DE LA MASCULINIDAD 47 La teorfa de los roles es vaga en términos ldgicos. El mismo [érmino se utiliza para describir un trabajo, una jerarqufa polfti- ca, una transaccion momentanea, un pasatiempo, una etapa enla vida oun género. Debido a que los roles se sustentan en condicio- nes que cambian, la teorfa que se ocupade ellos conduce a incohe- rencias cuando se analiza la vida social. La teorfa de los roles exagera el grado en el cual el comportamiento social de las per- sonas se prescribe. Al mismo tiempo, como supone que dichas prescripciones son reciprocas, subestima la desigualdad y el po- der sociales. Estas son las razones por las cuales el rol ha proba- do ser totalmente ineficaz para establecer un marco de trabajo general para el andlisis social. Miintencién no es concluirque la metdfora dramatica del rol sea completamente inutil para comprender las situaciones so- ciales, Sirve paraaquellas situaciones en las cuales: a) haya guio- neg de comportamiento bien definidos, b) haya auditorios frente alos cuales se pueda representar el rol, yc) no haya mucho ries- vo (y, por lo tanto, es posible permitirse el lujo de representar ciertes papeles como si se tratara de Ja actividad social mas im- portante). Como regla general podemos decir que ninguna de- estas condiciones se aplica a las relaciones de género. El rol se- | xual” no es una metdfora adecuada para las interacciones de gé- nero. (Claro que se puede pensar en situaciones especificas de interaccién entre los géneros en las que los roles estén perfecta- mente bien definidos e interpretados. Porejemplo, las competen- vias de baile de salon —como en la encantadora pelicula Stricily Ballroom). En la teorfa de los roles sexuales, la acci6n (esto es, la inter- pretacion del rol) se relaciona con una estructura definida porla diferencia biolégica, la dicotomia masculino y femenino —y no conuna estructura definida por las relaciones sociales—. El pro- blerna.es que as{se reduce el género a dos categorias homogéneas, traicionadas por la confusién persistente entre las diferencias sexualles y los roles sexuales. Estos tltimos se definen como re- ciprocos; la polarizacién es una parte necesaria del concepto. Asi llegamos a la percepcién errénea de la realidad social, en la cual se exageran las diferencias entre los hombres y las mujeres yc oscurecen las estructuras de raza, clase y sexualidad. Resul- ta revelador que las discusiones sobre cl “rol sexual masculino" 48 EL CONOCIMIENTO ¥ SUS PROBLEMAS de los hombres gays se hayan ignorado y que cuestiones como raza y etnia apenas se hayan discutido. La distincion entre el comportamiento y las expectativas es basica para la metifora de los roles, pero la bibliografia sobre el rol sexual masculino no los ha diferenciado y supone que uno evidencia a las otras. El resultado es que no se ha podido com- prender la resistencia en la polftica sexual. Quienes cuestionan el poder (por ejemplo, utilizando una identidad estigmatizada para conseguir solidaridad e impulsar a la resistencia, como la liberacién gay lo hizo) no pueden ser representados en las cate- gorias de roles denominadas “norma” y “desviacion”. La teoria de los roles sexuales tiene problemas fundamenta- les cuando se refiere a cuestiones de poder: Explicar las diferen- cias entre la situacién de los hombres y las mujeres refiriéndose ala diferenciacion de los roles significa subestimar la violencia y suprimir la cuestién de la coercién al suponer que el consen= timiento es general. Ni siquiera Pleck, que era sensible al poder y vela con escepticismo el consentimiento, pudo hacer que es- tas ideas respecto a los hombres fueran consistentes con el res to del marco de los roles sexuales. Por lo tanto, estas cucstiones: no aparecen en sus escrilos. Este problema frente al poder es parte de una dificultad ma- yor frente a la dinamica social. La bibliograffa del rol sexual masculino, aunque consciente del cambio y normalmente en- tusiasta respecto al mismo, considera que interfiere con el rol desde cualquier punto de vista (como resultado del cambio tec- nolégico, por eiemplo). No tiene la posibilidad de comprender el cambio como una dialéctica dentro de las relaciones de gé- nero. Por lo tanto, la perspectiva del rol sexual masculino es funda- mentalmcate reaccionaria. No genera una politica estratégica de la masculinidad. Creo que ésta es una de las razones subya- centesal hechode que los hombres que intentaron cambiar el rol sexual durante los afios setenta no hayan podido constituir en los ochenta una resistencia efectiva contra quienes rechazaron su modernidad por considerarla “suave” e instituyeron el culto aun pasado imaginario. LA CIENCIA DE LA MASCULINIDAD 49 ‘La NUEVA CIENCIA SOCIAL Historias Los elementos de una nueva aproximacién a la masculinidad pueden observarse en diversas disciplinas de las ciencias socia- les yhan sido impulsados por el movimiento de liberacién de los hombres y la psicologfa de roles sexuales; sin embargo, no fue- ron limitados por la teoria de roles. La historia y la etnografia proporcionan un elemento fundamental I que evidencia ta dive! ladiver- sidad y la transformacién de las masculinidades. ~~ Evidentemente, la bibliografia histérica académica siempre se ha ocupado de los hombres —por lo menos de los ricos y fa- mosos—. Las feministas notaron esto y, en los aftos setenta, de- sarrollaron un poderoso movimiento que escribfa la “historia de las mujeres” y compensaba el desequilibrio. Considerando la supuesta reciprocidad de los roles sexuales, no es de extrafar «que se concluyera que también se necesitaba una “historia de los hombres”. A fines de los afios setenta, se anuncié dicha necesi- dad y se comenzé a llevar a la practica.“ Sin embargo, ya existfa una historia de los hombres. El tema central de una nueva historia tenia entonces que ocuparse de aquello que no estuviera incluido en la historia ya existente, que no consideraba aspectos ligados al género; esto es, laidea de la masculinidad, A menudo, a esta historia se le llamé del rol mas" culino ¥ la primera ola de trabajos estadounidenses de este tipo s¢ superpuso a la bibliografia sobre el rol sexual masculino dis- cutida anteriormente. Se caracterizaba por tener el mismo vago alcance y por estar escrita con un alto grado de generalizaciones. Apesarde que se siguen haciendo investigaciones amplias de ‘asnormas culturales dela masculinidad, un nuevo punto de vis- ‘a, mucho més incisivo, emergié a partir del apogeo de los estu- dios locales sobre la historia de las mujeres. Una parte de esta bibliografia sigue utilizando el vocabulario de los roles sexuales, sunque muestra que las expectativas son mds variadas y mas cuestionadas de lo que se pensaba anteriormente. Los mejores # Stearns, 1979, y Plecky Pleck, 1980, constituyen doctos ejemplos. En rea- \ilaelexistieron muchos otres peores, a los que no voy a citar por caridad. 50 EL CONOCIMIENTO ¥ SUS PROBLEMAS ejemplos de este tipo de trabajo han llegado mas alla de las nor- mas que establecfan las instituciones en las cuales se desarro- Naron. Por ejemplo, Christine Heward, en Making a Man of Him (Con- vertirlo en un hombre), rastrea el cambio y la diferencia en una escuela privada inglesa. No sélo muestra como las practicas es- colares de disciplina, vestido, jerarquias académicas y juegos de equipo construyen masculinidades respetables, sino también de qué manera la institucién responde a las estrategias de género y clase de las familias de los nifios. Otro ejemplo es el estudio que hizo Michael Grossberg sobre la practica del derecho en Estados Unidos durante el siglo xix. Abi se muestra cémo los margenes de la profesion se utilizaban en contra de las mujeres mientras que su organizacion interna (como el “circuito” de audiencias de los juzgados) sustentaba una versién particular de masculi- nidad —y finalmente la transform6 cuando, con el apogeo de las firmas legales, la dindmica de género cambié y permitié la en- trada de las mujeres.45 La misma légica puede aplicarse a instituciones mayores, co- mo los mercados laborales. La bibliopralfa sobre el rol masculi- no dio por sentado que una parte esencial de la masculinidad era pi ‘I sustento familiar. ¢De donde vino esta conexi6n? Wal- ly mibe mostré que esta suposicién se habia creado recien- temente y que no se aceptaba de manera universal. Se produjo en Gran Bretafia a mediados del siglo xix cuando se realinearon diversas fuerzas sociales, Tanto los capitalistas como los obre- ros tenian opiniones divididas al respecto, Las uniones gremia- les adoptaron poco a poco el concepte del salario de la “cabeza dela familia o proveedor”, a cambio de hacer divisiones entre los obreros y las obreras, y entre quienes sabian el oficio y quienes todavia no estaban entrenados.* 45 Para una inwestigacidn general, véase Rotundo, 1993: para estudios loca- les, Carnes y Griffen, 1990, Roper y Tosh, 1991 y, especialmente, Heward, 1988, Grossberg, 1990. * Seccombe, 1986, Este argumento sobre el caracter politico del salario fa- miliar se sustenta por estudios regionales detallados debidos a Metcalfe, 1988, sobre quienes trabajaban en lasminasaustralianas, y Rose, 1992, sobre quienes trabajaban en los tejidos britanicos. LA CIENCIA DE LA MASCULINIDAD Si A partir de estudios como los anteriores queda claro que las definiciones de masculinidad se encuentran intimamente ligadas « la historia-de-tas instituciones y-de las esiructuras econémicas. | masculinidad no es sélo una idea de alguien ni una identidad personal. Se extiende a lo largo de todo el mundo y se mezcla con telaciones sociales. Para comprender de manera histérica Ia smasculinidad es necesario estudiar los cambios en dichas rela- ciones sociales organizadas. Para hacerlo, come lo muestra el libro mas reciente de Michael Gilding, The Making and Breaking «the Australian Family (Cémo se hizo y se deshizo la familia aus- traliana), sees jitamo “familia” e liferentes relaciones - rel faclons seiclec dali ‘del_trabajo—. pudieran cambiar a ritmes variables y generar tensiones en la masculinidad y feminidad.7 Jcstudio histérico mas notable hasta ahora sobre masculi- dad se centré en las relaciones sociales a la mayor escala po- ple, la expansién global del poder europeo. Nos referimos a la ivestigacion que realiz6 Jock Phillips sobre la colonia en Nue- ‘elanda, en el siglo xx.4* Phillips comienza su estudio con la demografia y economia «le los asentamientos que ocasionaron que la poblacion blanca de eolonos estuviera constituida por una gran mayoria de hombres y que se formaran nichos cn la frontera integrados tinicamente por hombres. El resultado fue la formacién de una subcultura masculina turbulenta que ocasionsé problemas de orden social inuy serios. El Estado colonial intenté establecer su control al jwomover asentamientos agricolas basados en las granjas fami- liares. Con ello se intentaba limitar la masculinidad al matrimo- iio. Va un mayor orden. Con el cambio de siglo, proporciones mas equilibradas entre los sexes, una creciente urbanizacion y la conquista casi total! ile la poblacién maori, las exigencias del control social trategia y comenzé a. culinidad violenta. Primero para la guerra de los juics para las dos guerras mundiales, los hombres neocelandeses © Gilding, 1991 * Phillips, 1980, 1984, 1987, noph 52 EL CONOCIMIENTO Y SUS PROBLEMAS. se movilizaron para ingresar a las fuerzas armadas del imperio briténico. Phillips muestra en fascinantes estudios de caso, to- mando como referencia los rituales ptiblicos asociados con las despedidas y bienvenidas, cémo quienes se encargaban dela po- litica y la prensa fabricaron una descripcién publica de la viri- lidad neocelandesa. La descripcién relacionaba el ethos de los colonos y granjeros con nociones racistas de solidaridad impe- rial. Los hombres maories eran, al mismo tiempo, movilizados en batallones que originaron un mito guerrero distinto. E] deporte organizado, especialmente el rugby, se convirtié en el instrumento que se utilizé para relacionar las contradic- ciones de la violencia masculina y el control social. El primer ministro del pafs se reunié, en medio de un entusiasmo masivo totalmente orquestado, con el equipo nacional cuando regresé del viaje que hizo en 1905 a Europa. En ese entonces, el deporte por equipns en el mimo de habla inglesa se desarrollaba como un dmbito estrechamente ligado a convenciones. La ejemplar condicién del deporte como prueba de masculinidad, que ahora damos por sentada, noes, en ningun sentido, natural. Se produ- jo histéricamente, y podemos ver en este caso que es un produc- to deliberado de cierta estrategia politica. = A pesar dé qu los detalles de esta historia son particulares de Nueva Zelanda, la aproximacion tiene implicaciones mucho més amplias. Phillips muestra cémo se produjo una masculinidad ejemplar como forma cultural. (Hasta cierto punto, podemas de- cir que fue una construccién que enviéalos hombres ala muer- te). Se formé de la interaccién entre las cambiantes relaciones sociales de la poblacion de colonos, el Estado local, el sistema imperial britanico y la rivalidad mundial entre las potencias im- perialistas. E] modelo de género no fue un resultado mecéinico de dichas fuerzas; se alimentaba de la respuesta estratégica a una situa- cién dada. Y no fue el nico modelo que podia haber surgide de tal situacién. E] trabajo o el pacifismo pudieron haberse forta- lecido; el rugby pudo haberse descartado; las relaciones entre la poblacién blanca y la maori pudieron haber sido distintas. La produccion de un ejemplo particular de masculinidad requirié. de cierto esfuerzo polftico y significo la derrota de alternativas histdricas. LA CIENCIA DE LA MASCULINIDAD 53 Por lo tanto, la investigacién histérica de la masculinidad conduce, a través de las instituciones, al cuestionamiento sobre la agencia* y la lucha social. La antropologfa conduce a una 16- gica muy similar. La etnografia del otro El tema central dela antropologia es el estudio de las sociedades, menores en escala, que encontraron los europeos y estadouni- denses durante su expansién colonial. A principios del siglo xx la etnografia se convirtié en el método de investigacién caracte- ristico: la detallada descripcion de una forma de vida en la cual el investigador participaba baséndose en observaciones propias y hablando con informantes en su lengua nativa. Lo que la etnografia queria conocer era la forma en la cual las culturas colonizadas diferfan de las sociedades de Europa y Es- tados Unidos, sociedades seculares, basadas en el mercado y con- troladas por el Estado. Se centraba en la religion y el mito, y en los sistemas de parentesco que, se pensaba entonces, proporcio- naban la estructura de las sociedades “primitivas”, El andlisis de dichas elementos proporciona informacion muy valiosa respec- to al género, De esta manera, las investigaciones etnograficas, que se acumularon en las bibliotecas de las potencias imperialis- las, constituyeron una mina de informacién sobre las mismas cuestiones que debatian el feminismo, el psicoan4lisis y la teo- ria de los roles sexuales. Asi, laantropologia también dio origen a dichas controversias. Ya mencioné antes el debate desencadenado por Malinowski y basado en la etnografia de las Islas Trobriand sobre la univer- salidad del complejo de Edipo. Sex and Temperament in Three Primitive Societies (El sexo y eliemperamentoen-tres sociedades primitivas), de Margaret Mead, escrito en los treinta, es una po- slerosa demostracién de la diversidad cultural de significados de Ja masculinidad y la feminidad —aunque Mead nunca sobrepas6 * Note ala traduocién: la palabra.ageriey, en eu uco comtin on inglés, signi- {hu accién, capacidad de accién.o intercesion, Ese-es el sentido que le estamos chude @ agencia. Para marcar esta diferencia, de ahora en adelante. cada vez (que utilicemas el términe lo haremes en cursivas. 54 EL CONOCIMIENTO Y SUS PROBLEMAS laconviccién de que bajo todas estas posibilidades existfa siem- pre una heterosexualidad natural.** En los setenta, el feminismo de la segunda ola produjo traba- jos muy originales sobre la antropologia de género. Como en la historia, la mayor parie del trabajo se debié a mujeres e intento documentar la vida de las mujeres. Y, al igual que en la historia, después se desarrollaron investigacioncs sobre la masculinidad. Algunos de estos trabajos se centran en las imagenes cultura- les del concepto masculinidad. Por ejemplo, Michael Herzfeld, en su elegante y entretenido libro The Poetics of Manhood (La poéti- cade la masculinidad) narva el robo de ovejas que se hacia en las montafias de los pueblos cretenses para representar lo masculi- no. E] debate etnografico sobre el “machismo” latinoamericano —el ideal masculine que enfatiza el deminio sobre las mujeres, Ja competencia entre los hombres, cl desplicgue de agresividad, sexualidad rapaz y doble moral— también se ha centvadu eu la ideologia.* En Guardians of the Flutes (Los gutardianes de las flautas), de Gilbert Herdt, la pieza mas espectacular del trabajo etnografico reciente sobre masculinidad, la ideologia se implanta mas pro- fundamente en la practica, E] libro es una etografia conven- cional, incluso conservadora, dela cultura de los altos orientales de Papua Nueva Guinea, conocida como “Zambia”. Se trata de la descripcién de una economia basada en la recoleccién y la jar }-dineria, del orden politico en una aldea pequena, de una cosmo- | logia y mitologia, y de un sistema ritual. La cultura secaracteriza | por guerras crénicas, una marcada divisién del trabajo depen- | diente del género y una masculinidad notablemente enfatizada yagresiva. : La parte central del relato de Herdt se ocupa del culo a los | hombres ystis rituales de iniciacién, que incluyen relaciones se- \ | “xuales intensas —queimplican chupar el pene y tragar el semen— entre los nifios iniciados y los hombres jovenes. El semen es la | @sencia de la mascullinidad y debe transmitirse de una genera-_ sath ‘© Mead, 1963 [1935]. Su teorfa posterior sobre el génern se velvid mas cone servadora: Mead, 1950. © Herzfeld, 1985; para un ejemplo de la discusi6n sobre el machismo, véa- seBolton, 1979. LA CIENCIA DE La MASCULINIDAD 55 ci6n a otra entre los hombres para asegurar que la sociedad so- | breviva. Un complejo sistema de historias y rituales (que inclu- ye el medio ambiente natural, el orden social de Zambia y las Tauitas sagradas que producen la masica caracteristica del cul- toa los hombres) sosticne dichas creencias. Fue cl componente sexual cl que dio al trabajo etnografico de Herdt un cardcter escandaloso. Presenté la imagen de una mascu-- linidad violenta y agresiva que, aparentemente, era como la mas- culinidad comin exagerada de nuestra propia cultura, pero que se basaba en relaciones homosexuales —que en nuestra cultu- ra, se piensa, producen afeminamiento—. Ademéas, esta etnogra- fia contradice la fuerte suposicién cultural (a menudo expresada por la ciencia y Ia polftica) de que la homosexualidad sélo se presenta en.una-pequefia.minoria. En Zambia, casi todos los hombres son homosexuales en cierta etapa de su vida, Herdt de- nominé cste patrén como “hemosexualidad hecha ritual” y rea lizé investigaciones de practicas similares en otras sociedades melanesias.! ¢Qué tipo de ciencia se produce luego de estas investigacio- nes? Segtin el modelo positivista de ciencias sociales, partiendo de la coleccién de casos multiples se intenta llegara generaliza- ciones interculturales y leyes que incluyan a toda la sociedad hu- mana. Este es el proyecto de David Gilmore en Manhood in the Making (El procese de la masculinidad), el intento mas reciente y ambiciosos por establecer lo que la ciencia antropoldégica enun- cia sobre la masculinidad. Gilmore anoté correctamente quela antropologia es una mina de informacién sobre los hombres y la masculinidad. Con la ayu- da de una impresionante biblioteca, incluy6al mundo y sum6 et- nografias de Espafia, las Islas Truk, Brasil, Kenia, Papua Nueva Guinea, Polinesia y Malasia, ademas de pequefias porciones de “Asia oriental y meridional”, y de todas partes. Querfa encontrar fundamentos.para hacer generalizaciones sobre la hombria® y % Herdt, 1981, 1982, 1984. Modjeska (1990) cuestiona el alcance de la “ho- mosexualidad hecha ritual”, * Nota a la traduceién: Tradujimos masthoad como “hombria” y manliness como “virilidad” intentando respetar las diferencias que Connell establece en- tre el uso de términos en inglés. Con manliness, Connell sugiere algo mas rela- cionade con lo fisico, mientras que con manhood acentua lo moral. 56 EL CONOCIMIENTO Y SUS PROBLEMAS sus logros, contestar preguntas como “existe una estructura profunda de la hombria?, gun arquetipo global de la virilidad?” La respuesta de Gilmore fue que la hombria es diffeil de con- seguir y que el proceso incluye la lucha dentro de un reino dis- tintivamente masculino, que sus logros requieren marcarse por ritos de iniciacién. La funcién cultural de la ideologia masculi- na es motivar a los hombres para que trabajen: Sicmpre que existan batallas que luchar, guerras que ganar, picos que escalar, trabajo duro por hacer, algunos de nosotros tendre- mos que “comportarnos como hombres”. Psicolégicamente, la masculinidad es una defensa contra la regresién a la identificacién preed{fpica con la madre. Segiin Gil- more, esto puede decirse de casi todas las culturas, aunque exis- ten algunas pocas excepeiones, como en Tahiti y los semai de Malasia, en las cuales los patrones de masculinidad son mas “pasivos” y relajados.* a Elhecho de que la investigacidn etnogralica produjera resul- tados tan inesperadamente banales no dejade sorprender, ¢Acaso hay algo mal con las etnograffas? No lo creo; el problema es el uso que se les dio. El marco teérico de Gilmore es el de la teoria de los roles sexuales y su trabajo incorpora las confusiones y es- quemas ya discutidos. En un nivel mas profundo, el libro mues- tra la futilidad de intentar producir una ciencia positivista de la masculinidad basada en la generalizacién intercultural. El método positivista presupone un objeto de conocimiento estable, constante en todos los casos. ¢Es la “hombria” o la “mas- culinidad” dicho objeto? Ouas etnografias suponen que no. El complejo andlisis que realiz6 Marilyn Strathern de lo que llam6 “logros sexuales” en los pobladores de Hagen, localizado en las partes altas de Nueva Guinea, presenta al género como una me- tafora, no como un rol sexual. Cuando alguien en Hagen dice (significativamente) “nuestro clan es un clan de hombres”, no quiere decir que no hay mujeres en el grupo, ni que las mujeres adoptan un rol sexual masculino. A lo que se refiere es a Ja ca- pacidad y el poder del clan como una colectividad. La frase con- ® Gilmore, 1990, La CIENCIA DE LA MASCULINIDAD 37 tradice la idea de la diferencia sexual y fragmenta la definicién positivista de masculinidad.> La etnografia de Strathern nos obliga a pensar sobre un uni- verso de significacién del género muy distinto. Lo mismo podria decirse del original recuento de Herdt sobre Zambia, una etno- graffa conmovedora que otorga al punto de vista occidental algo que le es totalmente ajeno: una experiencia y una practica pro- fundamente distintas.alasnuestras. Ninguna ciencia que intenie comprender esta experiencia a través de conceptos que reflejen las relaciones sociales distintivas dela sociedad curopea/estado- unidense moderna—como los conceptos de masculinidad con- vencionales lo hacen (véase el capitulo 3)— puede llegar muy lejos. “ ¢De qué forma, entonces, puede la etnografia participar de una ciencia social ligada al género? Solamente reconociéndo las relaciones sociales que condicionan la produccién del cono- cimiento etnografico. Cuando Herdt termin6 su libro comparative Rituals of Man- hood (Los rituates para llegar a ser hombre), en 1982, incluy6 el trabajo de E. L. Schieffelin sobre el lugar de retire ceremonial (denominade bau @) en donde se alojaban los cazadores de los pueblos kaluli, en la meseta de Papua. Schieffelin hacia una de- tallada etnografia del retiro periédico de la sociedad mundana que realizaban los hombres jévenes y mayores. El evento supo- nia un cambio en las relaciones con el mundo espiritual, evitar ritualmente a las mujeres, umn periodo de paz en los endémicos conflictos de la sociedad local y el jibilo creciente que culmina- ba con la distribucién ceremonial de la carne ahumada, produc- tode la caceria. En realidad, Schieffelin munca atestigué un baw a. En 1958, el gobierno colonial australiano comenzé a patrullar regular- mente la zona. En 1964 Ilegaron los misioneros, con un grupo de trabajadores, y comenzaron a construir una misié6n y una pis- ta de aterrizaje. Sin embargo, justo en ese entonces, dos comu- nidades kaluli realizaban su bau a y los jovenes estaban cazando en el bosque. Habia varias razones por las cuales habria sido de- sastroso, desde el punto de vista ritual, que los recién Iegados entraran alban a. Recordando lo que les habia ocurrido con otras ® Strathern, 1978, 1981. >= ~ 38 EL CONOCIMIENTO Y SUS PROBLEMAS, patrullas, los kaluli temian que les robaran la carne ahumada, Asi que terminaron el bau a intempestivamente, distribuyeron lacare y nunca més realizaron el ritual. La etnografia siempre ha trabajado en el punto de contacto en- tre las sociedades indigenas y la expansién de los imperios eco- nomicos y politicos occidentales. El cuestionamiento reciente sobre dicha ciencia como métado enfatiza la presencia de los et- nografosy sus prejuicios respecto a las relaciones sociales: Ja mi- | tada del colonizadorsobre el colonizado, las relaciones de poder | que di finen quién es el que investiga y quién el investigado.2* Ta Ciencia positivista trabaja suprimiendo esta dimension his- torica. Nos pide que olvidemos a quienes robaron la carne ahu- mada. Sin embargo, no debemosaceptarlaammesia, Me atreveria a decir que el conocimiento etnografico sobre la masculinidad_ adquiere su valor precisamente cuando losuponemos una partel | de la historia mundial, una hietoria marcada por el despojo, Ia ha | | chaylrarstirmacion, Conforme los pueblos indigenss exijam | su derecho a contar sus propias histories, nuestro conocimien- La construccion social y la dindmica de género La sociologia, hogar académico de algunos de los primeros tra- bajos sobre roles sexuales en la masculinidad, fue el lugarendon- de se dio el rompimiento mds grande con el marco tedrico de los roles sexuales. En los tiltimos diez afios, los estudios de campo en los paises industrializados se han multiplicado y se han pro- puesto nuevos lenguajes teoricos. Aunque no exista un paradig- ma definido para esta nueva investigacion, s{ hay algunos temas { claros: la construcci6n de Ja masculinidad en la vida cotidiana, \ la importancia de las estructuras econémicas e institucionales, \ elsignificadode las diferencias entre las masculinidades y el ca- racter contradictorio y dindémico del género. Una de las mas importantes cuestiones estudiadas por la so- ciologia moderna del género —que incluye estudios etnometo- 4 Schieffelin, 1982. * Clifford y Marcus, 1986; Strathern, 1991. LA CIENCIA DE LA MASCULINIDAD 59 dol6égicos muy detallados de conversaciones, ademas de inves- tigaci6n sobre organizaciones acerca de la discriminaci6n entre los directores de empresa—es que el género no se fija antes de la interaccién social, sino que se construyea partir de ella. Algu- nos ejemplos notables de esta forma de aproximarse ala mascu- linidad pueden encontrarse en los estudios de Michael Messner, Power and Play (El poder el juego), realizado a partir de las entre- vistas que hizo a atletas profesionales, y Little Big Men (Pequefios hombres grandes), producto de la participacién y observacién en los gimnasios de fisicoculturismo.** Esta rama, al igual que la investigacién de roles sexuales, se gcupa de las convenciones publicas sobre la masculinidad. Sin embargo, en lugar de considerarlas normas preestablecidas que se internalizan y ejecutan pasivamente, la nueva investigacion ex- plora la forma en que se hacen yrehacen las convenciones dentro de la miema practica cocial. De ahi surgid, por un lado, el interés enla politica de las narmas: los intereses que las movilizan y las técnicas utilizadas para construirlas. El libro Hockey Night in Canada (Las noches de hockey en Canada), de Richard Gruneau y David Whitson, muestra con detalle como los intereses econémi- cos y politicos construyen el mundo agresivamente masculiniza- do del hockey sobre hielo profesional. Este tipo de investigacion se interesé también en las fuerzas que desequilibran o limitan la produccién de una forma especifica de masculinidad. Ejemplos tomados del trabajo de Messner y Klein incluyen el papel de las lesiones al limitar las carreras de los atletas y las contradiccio- nes sexuales entre los fisicoculturistas del gimnasio. La construccion de la masculinidad en los deportes es tam- biénun-buen ejemplo de la importancia que tiene el ambito ins- titucional. Messner enfatiza que cuando los nifios comienzan a practicar algdn deporte competitivo no sélo estén aprendiendo un juego, sino que incursionan en una instituci6n organizada. A pesar de que sélo una pequena minorfa llegaré a ser parte del mundo del deporte profesional, la produccién de la masculii dad en el mundo deportivo se caracteriza por una estructura ins- titucional competitiva y jerarquica. Dicha estructura no és tn * Para interaccidn y género, véase West y Zimmerman, 1987; para masculi- nidades, Messner, 1992; Klein, 1993. 60 EL CONOCIMIENTO Y SUS PROBLEMAS resultado accidental. Como apunta Gary Fine, no sélo las cor- poraciones sino el mismo Estado estadounidense organiza el tiempo libre de los ninos a través de la liga menor de beisbol. Uno de los miembros del cuerpo organizador gobernante era J. Edgar Hoover.5? Lo mismo que dijimos del deporte lo podemos decir de los lu- gares de trabajo. Las circunstancias econémicas y la estructura de las organizaciones influyen en la forma en lacual se conswu- ye la masculinidad a niveles muy fntimos. Como observa Mike Donaldson, en Time of Our Lives (El tiempo de nuestras vidas), el pesado trabajo de las fabricas y las minas literalmente consume el cuerpo de los trabajadores; dicha destruccién, prueba de laru- deza del trabajoy del trabajador, puede ser una forma de demos- trar masculinidad. Esto se debe no tanto a que el trabajo manual sea necesariamente destructivo, sino a que se hace de una forma que silo es —bajo presiones econémicas y control gerencial.* Laconstruccién de la masculinidad de la clase obrera en la fa- brica tiene dinamicas distintas a las construcci6n de la mas- culinidad de laclase media en una oficinacon aire acondicionado —aunque, como Collinson, Knights y Collinson muestran en Managing to Discriminate (Dirigiendo para discriminar), elerear y defender los masculinizados puestos de oficinistas también constituyen procesos conscientes. En Gran Bretana, la diferen- cia de clases en las masculinidades se ha estudiado desde que Andrew Tolson, en su pionera investigacién The Limits of Mas- culinity (Los limites de la masculinidad), la consideré en los afios setenta. La diferencia de clases en Estados Unidos se trata en Masculinities and Crime (Las masculinidades y el crimen), de Ja- mes Messerschmidt, en donde se muestra como los crimenes en lacalle y en las oficinas son origen de la construccién de mascu- linidades especificas a cada clase, En Black Masculinity (La mas- culinidad negra), Robert Staples enfatiza él contexto econdmico ec ideolégico; se trata de un estudio pionero sobre la diferencia étnica, Staples conecta la situacién social de los hombres ne- _ gros dentro del racismo estadounidense con la dindmica del co- $7 Gruneau y Whitson, 1993; Fine, 1987. 5 Donaldson, 1991 LA CIENCIA DE LA MASCULINIDAD 61 lonialismo en el tercer mundo, aproximacién que casi nadic ha _ seguido.? Es importante reconocer las diferencias en los contextos de clase y raciales, pero no ¢s la tnica distinci6n que se ha mani- festado. También se ha hecho evidente que el.mismo contexto cultural o institucional produce diferentes masculinidades. El primer esitdio en el que esto se noté fue Leaming to Labour (Aprendiendo a trabajar), de Paul Willis, realizado en una escue- la secundaria de la clase obrera inglesa. Willis mostré cémo los jévenes “rudos” desarrollaban una masculinidad opositora que los conducfa a las fabricas y los apartaba de los “ear‘oles”, térmi- no con el cual se denominabaa los muchachos del mismo medio que se adaptaban a los requerimientos de la escuela y realiza- ban adecuadamente el trabajo académico. No deja de sorpren- der que patrones muy similares emergieran en las escuelas de la clase dominante en Australia. y en estudios realizados en otras escuelas.? ‘Observaciones como las anteriores, unidas al trabajo psicoana- litico sobre el caracter ya mencionado ya las ideas del movimien- to de liberacién gay que discutiremos mas adelante, condujeron ala idea de una masculinidad hegeménica. No debe ser suficien- te conreconocer que la masculinidad es diversa, sino que también debemos reconocer las relaciones entre las diferentes formas de masculinidad: relaciones de alianza, dominio y subordinaci6n. [Estas relaciones se construyen a través de practicas que exclu- yen eincluyen, que intimidan, explotan, etc. Asi que existe una’ politica de género en la masculinidad.*! - sin Los estudios realizados en las escuelas muestran patrones de hhegemonia claros. En algunas de ellas, la masculinidad exaltada por las competencias deportivas cs hegeménica, lo que signifi- ca que la destreza deportiva es una prueba de masculinidad, in- cluso para los nitios que odian el deporte. Aquellos que rechazan el patrén hegeménico tienen que luchar por encontrar una sali- dla (o negociarla). La etnografia de James Walker, llamada Louts ® Collinson, Knights y Collinson, 1990; Tolson, 1977; Messerschmiidt, 1993; Staples, 1982 © Willis, 1977; Kessler, et al., 1985. ®’ Carrigan, Connell y Lee, 1985, definen la masculinidad hegemonica; para sna erttica del concepto, wéase Donaldson, 1993. 62 EL CONOCIMIENTO Y SUS PROBLEMAS and Legends (Traviesos y aplicados) y realizada en una escuela ur- bana de nifios, es un fino ejemplo. En ella se describe el caso de los “tres amigos” que desdefiaban el culto escolar al futbol. Sin embargo, no podian simplemente abandonarlo y tuvieron que establecer otra forma de respeto —se encargaron del periédico escolar. Por lo tanto, la hegemonfa no significa control total. No es automatica y puede ser fracturada—incluso fracturarse a si mis- ma—. Por ejemplo, podria darse el caso de que hubiera dema- siada destreza deportiva. Messner cita los casos problematicos de los jugadores de futbol americano, quienes llevaron la violen- egal” al extremo. Cuando lesionaron severamente a otros jugadores, la aprobacién de la agresién masculina corrié el ries- go de desacreditar al deporte en general. Estas observaciones muestran que las relaciones que cons- triyen la masculinidad son de tipo dialéctico: no corresponden a la causalidad unidireccional del modelo de socializaci6n, La escuela no produjo intencionalmente la masculinidad de los j6- venes descrita en Learning to Labour, Mas bien, podriamos de- cir que la autoridad escolar funcioné como una pared corre la cual los muchachos construyeron una masculinidad opositora, Enel trabajo de Klein sobre los gimnasios de fisicoculturistas se Ppresentan contradicciones de otro tipo, Algunos de ellos se sos- tienen econémicamente vendiendo sus servicios sexuales (y de otro tipo) a los hombres gays de clase media que los admiran y desean. Sin embargo, la practica homosexual, en una cultura ho: mofdbica, desacredita la masculinidad que estos hombres lite- ralmente corporalizan. En consecuencia, quienes realizan extas| practicas buscan, y encuentran, formas muy ingeniosas de rein-| terpretar lo que hacen y negar su propia practica homosexual. En consecuencia, para reconocer los distintos tipos de mascut linidad no debemos suponer que se trata de categorias fijas. En este caso, la teoria psicoanalitica de los caracteres puede con- ducira interpretaciones erréneas, ya que es esencial reconocer el caracter dinamico de las relaciones que constituyen al género. “Eb'magnifico estudio de Cynthia Cockburn, Brothers (Herma- ® Walker, 1988, ® Parala dialéctica escolar, véase Connell, 1989; en el gimnasio, Klein, 1993. LA CIENCIA DE LA MASCULINIDAD 63 nos), sobre la construcci6n colectiva de la masculinidad en los talleres dé impresién de Londres habla de: el rompimiento de las viejas estructuras en la clase trabajadora y la disolicién de algunas de las formas patriarcales de relaciones que gobernaron la tradicién artesanal. La autoridad de Jos ancianos, la supervivencia de los “muchachos” en los rituales de masculinidad de lavidaen Ja imprenta y, sobre todo, la exclusion de las mujeres se van diluyendo. Cockburn enfatiza el cardcter politico de la construccién de la masculinidad y deun cambio en ella. La misma conclusién se alcanza en Recasting Steel Labor (Redescribiendo el trabajo del acero), estudio debido a un equipo de investigacién canadiense que result6 ser el primer trabajo importante sobre la masculini- dad que combiné la investigacién de campo con la etnografia. En las fundidoras de Hamilton se produjo un cambio dramatico cuando aceptaron a las mujeres como colegas en el trabajo y se replantearon las ideologias masculinas junto al impulse del sin- dicato de trabajadores por terminar la discriminacién por cucs- tiones de género. Sin embargo, esto se dio al mismo tiempo que los directivos recortaron personal buscando mayores ganancias; el resultado fue un cambio respecto al género menor al que po- dia haberse dado. A pesar del énfasis en las masculinidades multiples y la con- tradiccién, pocos investigadores dudaron de que la construcci6n social de las primeras fuera un proceso sistematico, cuestion gue se ha enfatizado en Gran Bretafia al intentar desarrollar una teorfa general de la masculinidad. Esta investigacion se debe a grupos de Ia izquierda polftica y muestra un profundo cues- tionamiento de las formas tradicionales de la polftica de dicha {accion entre los hombres. Jeff Hearn, en The Gender of Oppres- sion (El género de la opresién), transforma el andlisis marxista y loutiliza para investigar la manera en la cual los hombres se apro- pian del trabajo de las mujeres y, de manera més general, del 6 Cockburn, 1983, pp. 171-172. El trabajo que realiza después enfatiza el cardicter polftico del proceso: Cockburn, 1991, Respectoa las fundidoras, véan- se Corman, Luxton, Libingstone y Secombe, 1993. 64 BL CONOCIMIENTO ¥ SUS PROBLEMAS. “valor humano” de las mujeres. Constnuye un modelo de patriar- cado ambicioso (aunque algo arbitrario), una estructura com- pleja e impersonal de relaciones entre los hombres que dirige la explotacién de las mujeres; ¢l resultado es un avance considera- ble en las teorias dicotémicas del patriarcado. El libro de Victor Seidler, Rediscovering Masculinity (Volviendo a descubrir la mas- ewlinidad), significa para los estudios culturales lo que el de Hearn fue para la estructura social y localiza las experiencias cotidianas de los hombres en un marco amplio del patriarcado. Seidler en- fatiza el control de las emociones y la negacion de la sexualidad que se dan en la construccion de la masculinidad y las conecta con la exaltacion de la raz6n abstracta en la tradicion intelectual occidental, Su trabajo teérico se sigue construyendo, sin embar- go, ha mostrado convincentemente que la masculinidad debe comprenderse como un aspecto de estructuras y procesos socia- _les'a gran escala.65 Sin considerar a Hearn, la nueva sociologia de la masculini- dad no ofreee modelos deterministas. Utilizando términos de Sartre, estudia varios proyectos de masculinidad, las condicio- nes bajo las cuales surgen y las condiciones que producen, Este tipo de conocimientos no apuntalaria una ciencia positivista de Ja masculinidad; sin embargo, sf iluminaria la practica social y, al hacerlo, tendria mucho en comin con el conocimiento sobre Ja masculinidad derivado de los moyimientos sociales. CONOCIMIENTO POLITICO Hasta ahora hemos examinado las principales formas del cono- cimiento organizado, producido en la practica clinica y la inves- tigacion académica respecto a la masculinidad. Sin embargo, no son las tinicas maneras de conocer la masculinidad. Muchas formas de la practica, tal vez todas, producen el conocimiento. Las luchas sociales que se derivaron de cuestiones de género pro- dujeron informacién y comprensién significativas sobre la mas- culinidad. * Hearn, 1967; Seidler, 1989. Otros investigadores de izquierda en Gran Bre- tafia se han dedicado a temas similares, por ejemplo, Brittan, 1989; Hearn y Mor- gan, 1990, y Segal, 1990 (que se diseutira en la siguiente seccién), LA CIENCIA DE LA MASCULINIDAD 65 Se trata del conocimiento organizado de formas muy distintas a las del conocimiento clinico y académico. No se encuentran cerca de los cuerpos, sino muy a menudo a manera de resumen en los programas, polémicasy debates sobre estrategias. A dife- rencia de los conocimientos académicos, que tienen la forma de deseripciones que se ocupan de lo que es 0 fue, el conocimiento politico adquiere una forma activa y se ocupa de lo que puede hacerse y lo que debe sufrirse. E] conocimiento politico sobre la masculinidad se ha desa- rrollado en diferentes contextos. El debate sobre el movimiento. de liberaci6n masculina antisexista y sus sucesores (por ejemplo, Ja Organizacién Nacional de Hombres contra el Sexismo en Es- tados Unidos, National Organization of Men Against Sexism in the United States) ha sido constante. En los partidos conserva- dores y las iglesias fundamentalistas también existe un discurso sobre la masculinidad que intenta restaurar lo que consideran es la familia “tradicional” (desgraciadamente muy moderna).* En términos de su originalidad y poder intelectual, los mas im- portantes andlisis’sobre la masculinidad se deben a dos movi- mientos de oposicion, el de liberacidn gay y el de liberacién de las mujeres. La movilizacion que realizaron los hombres gays para obte- ner derechos civiles, seguridad y espacios culturales se ha basa- do en una larga experiencia de rechazo y abuso por parte de los hombres heterosexuales, El término “homofobia” se acuié a principios de los afios setenta para describir dicha experiencia. La liberacién gay ha mostrado qué tan profunda y perseverante es dicha homofobia y como se relaciona estrechamente con las formas dominantes de masculinidad.‘? Sin embargo, los hombres gays también han notado la fasci- naciOn que tienen los hombres heterosexuales por la homosexua- lidad. Para algunos, la homofobia es la expresién de un deseo secreto, salido del inconsciente y convertido en odio. Dicho pun- to de vista se encuentra especialmente en los escritores gays in- Loanterior puede observarse sobre todo en revistas como Achilles Hee! (El talén de Aguiles, de Gran Bretafia), Changing Men (Cambiando a los hombres, de Estados Unidos) y XY (de Australia). Para escritura fundamentalista “del clero «los hombres” (“Jestis acrecentaba la masculinidad de Bill"), véase Cole, 1974. °” Weinberg, 1973; Herek, 1986, 66 EL CONOCIMIENTO Y SUS PROBLEMAS. Muenciados por Freud, como Mario Mieli en Homosexuality and Liberation (Homosexualidad y liberacion). Otros han notado que los hombres heterosexuales tienen una extrafia fascinacién por ser seducidos, dados ¢l tiempo y el lugar correctos; también se ha hablado de lo comun que es ¢l sexo homosexual en las insti- tuciones exclusivas para hombres, como las fuerzas armadas o las prisiones. Todo este conocimiento se produjo siguiendo el Jema “Todo hombre heterosexual es blanco de la liberacién gay”, y nos muestra lo extendida y silenciada que esta la sexualiza- cién de los mundas sociales de los hombres; la investigacién aca- démica pocas veces da cuenta de estos aspectos.** _Lahomofobia no es sdlo una actitud. La hostilidad de los hom- bres heterosexuales hacia los hombres gays es una practica so- cial real que abarca desde la discriminacién enel trabajo a través dela difamacién en los medios, hasta la carcel y, algunas veces, el ascsinato—cspectre al que la libcracién gay lama “opresion”—. El objetivo de estas practicas no es tinicamente ulirajara los in- dividuos, sino trazar limites sociales al definir la masculinidad “real” distancidndola de los rechazados. La primera liberacién gay consideraba que esta opresién de los homosexuales era par- te de un proyecto mas amplio por mantener un orden social auto- ritario; normalmente suponfa que se relacionaba con la opresién alas mujeres.” Para la ideologia homofébica, los margenes entre los homo- sexuales y los heterosexuales se borran junto con el limite entre lo masculino y lo femenino; se imagina a los gays como hom- bres ferninizados y a las lesbianas como mujeres masculiniza- das. Sin embargo, los hombres gays saben también que el deseo homosexual prevalece entre los que aparentemente son muy masculinos (el guardia de prisién que viola, los “amigos cerca- nos” en el ejército, la imagen del adulto deportista anifado). Las tdcticas de la liberaci6n gay incluyen el custionamiento directo a las formas convencionales del género (travestis radicales, de- mostraciones publicas en que parejas homosexuales se besan, reclamando su derecho a hacerlo), como aparecen en la actua- & Véanse Mieli, 1980, para el deseo secreto, y Connell, Davis y Dowsett, 1993, para sexualizacién. * Altman, 1972; Watney, 1980. LA CIENCIA DE LA MASCULINIDAD 67 lidad en Queer Nation.* Los estilos en las comunidades gays de las ciudades occidentales han cambiado de autorrepresentacio- nes feminizadas hasta otras mas masculinizadas y pueden estar cambiando nuevamentea patrones mas “queer” , mas disruptivos y desafiantes.** El conocimiento colectivo de los hombres gays incluye la ambigiiedad de género, la tensién entre los cuerpos y las identidades y las contradicciones deniro y alrededor de la masculinidad. La liberacion de las mujeres compartié con el movimiento say (y con el movimiento del poder negro en Estados Unidos) el concepto de “opresion”, pero con un €nfasis distinto. Los andli- sis feministas enfatizaron la posicién estructural de los hombres: La investigacion feminista documenté el control que ejercian los hombres en los gobicrnes, corporaciones y medios de comuni- cacién; la manera en la cual ellos tenfan mejores trabajos, sala- vies y manejo de la riqueza; cl control que también ejercian de la violencia como un medio; y las arraigadas ideologias que obli- waban a las mujeres a permanecer en casa y desacreditaban sus exigencias de igualdad. Desde el punto de vista feminista, los hombres heterosexuales eran mds una clase en el poder que un blanco para la liberacién. El uso del término “patriarcado” sé ex- tendié alrededor de 1970 para describir el sistema de domina- ciéna través del género.?° Adernds, existe también un nivel personal ligado al patriarca- do, En sus inicios, la bibliografia de Ja liberacién de las mujeres suponfa a Ja familia como el lugar de la opresién de la mujer. Las te6ricas y activistas documentaron el trabajo sin salario que desempenaban las mujeres para sus esposos, la reclusion de las madres en los hogares y las prerrogativas cotidianas del ésposa. Lee Comer escribié sobre las mujeres encerradas por el matri- * Querr Nation fue un movimiento o agrupacién que se desarrollé sobre to- dloen Estados Unidos y que seconstituyé como uno delosataques més directos las convenciones de género, ** Nota a la traduccion: “Queer” es un término que integra diferentes iden- lidades, como gays, lesbianas, homosexuales, transexuales, transgéneros, etc., toda menas la seiialidad legitimada: generalmente tiene connotacianes pali- tivas, ” Morgan, 1970; Mitchell, 1971. Para un estudio reciente y util del concep- \o, ease Walby, 1989. 68 EL CONOCIMIENTO Y SUS PROBLEMAS monio en Wedlocked Women, Selma James y el Power of Women Collective (Colectivo del Poder de las Mujeres) exigicron salarios para el trabajo del hogar. Muchas feministas experimentaron con nuevos 6rdenes familiares en los cuales, a menudo, intenta- ban negociar con los hombres una nueva divisién del trabajo y un nuevo sistema de cuidado infantil.” Sin embargo, al pasar los anos, el feminismo occidental des- plaz6 su atencién del patriarcado y el trabajo no remunerado doméstico hacia la agresion masculina contra las mujeres. Los refugios de mujeres mostraron la violencia doméstica y las cam- panas contra la violaci6n suponfan que cada hombre era un vio- lador en potencia. El feminismo contrario a la pornografia que se desarrollé durante los ochenta fue todavia mas alla y conside- r6 que la sexualidad de les hombres era generalmente violenta, ademas de que la pornografia constituia un ataque a las mujeres. Este punto de vista que consideraba que la violencia es propia de la masculinidad dominante, yno sélo de un grupo atipico de hombres. Dicho punto de vista se extendié en el movimiento pa- cifista, en el de las mujeres y en el ambientalista. Dentro del feminismo se han dado puntos de vistas muy di- versos respecto al potencial de cambio de los hombres hetero- sexuales, sobre si pueden negociarse mejores relaciones o sila misoginia se encuentra tan arraigada que la separacion o la coac- cién son necesarios para el cambio, Las ventajas cconémicas sugeririan que la mayoria de los hombres sdlo esta interesada de manera limitada en Ja reforma, Barbara Ehrenreich, en The Hearts of Men (Los corazones de los hombres), cristaliz6 estas dudas con la tesis de la distancia que han tomado los hombres estadounidenses respecto al compromiso desde los anos cua- renta. Para el feminismo, la liberacion de los hombres se ha con- siderado a menudo como una forma en la cual los hombres extraen benelicios del feminismo sin renunciar a sus privilegios basicos; en otras palabras, que se trata de la modernizaci6n cel 71 Comer, 1974; Dalla Costa y Tarnes, 1972. Segal, 1983, documenta los de- bates que se dieron en Gran Bretafia en torno.a reconsiruir las relaciones fami- liares, 7 Para un estudio sobre este cambio en el movimiento feminista. véase Se- gal, 1987. Para evidencia sobre la importancia que sigue teniendo, véase Smith, 1989, LA CIENCIA DE LA MASCULINIDAD 69 patriarcado y no de un ataque al mismo. E] feminismo era es- céptico ante las ideas del “padré nuevo”, el “sensible hombre nuevo" y a otras imagenes de una masculinidad mds benévola y yentil.? Sin embargo, muchas feministas aceptan con agrado los sig- nos de progreso entre los hombres, y han apuntade las diferen- cias entre los hombres y la complejidad de sus relaciones con las mujeres. Por ejemplo, Phyllis Chesler escribié un brillante en- sayo, About Men (Sobre los hombres), que explora la variedad de los vinculos emocionales entre las mujeres y los hombres. El analisis feminista mas penetrante y sistematico sobre la mascu- linidad se debe a Lynne Segal, Slow Motion (Camara lenta), y se refiere extensamente a las divisiones entre los hombres y sus consecuencias en la politica feminista. Segal enfatiza que el rit- mo de la reforma no est4 determinado solamente por la psicolo- gia de los hombres. Circunstancias objetivas, como los recursos econémicos accesibles para permitir que un padre cuide a sus hijos o hijas pequefios, también tienen mucho que ver. Es aqui en donde la argumentacién politica leminista converge con la investigacién de la ciencia social que enlatiza la dimensi6n ins- titucional de la masculinidad.”* La teoria gay y la teorfa feminista comparten el punto de vista que supone que la masculinidad ligada a la corriente principal {por lo menos en los paises capiialistas desarrollados) se encuen- trafundamentalmente relacionadacon el poder, organizada para la dominacién y se resiste al cambio debido a las relaciones de poder. Algunas argumentaciones equiparan a la masculinidad con el ejercicio del poder en sus formas mas evidentes. Para muchos hombres heterosexuales la critica ha sido difi- cil de aceptar. La conexién entre masculinidad y poder es el punto que mas persistentemente se ha negado en el giro ontofeminista del movimiento de los hombres. Negacion reforzada por la psi- cologia popular y las nuevas teorias jungianas acerca de la mas- culinidad, que niegan consistentemente esta conexién (como veremos con detalle en el capitulo 9). Sin embargo, la relacién ® Ehrenreich, 1983. Para el escepticismo feminista respecto al movimiento masculine académico, véase Canaan y Griffin, 1990. * Chesler, 1978; Segal, 1990. 70 EL CONGCIMIENTO Y SUS PROBLEMAS tiene una importancia fundamental y a lo largo del libro me re- feriréa ella y a sus conexiones con la investigacion psicoanaliti- cay socioldégica. EL OBJETO DEL CONOCIMIENTO Después de reconocer la dimensién institucional del género es dificil evitar la siguiente pregunta: en la polftica de género, gla masculinidad es realmente un problema? {No sera mas bien que los arreglos institucionales son los que producen las desigual- dades y, entonces, generan las tensiones que han puesto en la mira a la masculinidad? Es muy importante que aceptemos la dinamica social en si misma y que no intentemos encontrarla en la psicologia de los homubies. Sin cmbargo, cs dificil negar las cxpericncias emocio- nales personales de los hombres gays respecto a la homofobia, las experiencias de las mujeres frente a la misoginia o los argu- mentos feministas sobre la importancia del deseo y los motivos en la reproduccién del patriarcado. Todo lo que es realmente im- poriante en cuestiones relacionadas con la masculinidad incluye las relaciones sociales y las de la personalidad; es mas, incluye las relaciones entre ambas formas. Pero, gexiste entonces un objeto de conocimiento estable en esta relacién? ¢Puede decirse literalmente que existe una cien- cia de la masculinidad? Cuando me referi ala etnografia mencioné la evidencia que presenté Strathern de que las categorias de género no se daban. dela misma manera en Hagen y en sus analogos de las culturas europeas/estadounidenses. Si un hombre, una mujer o un clan pueden ser “como un hombre” pero no tienen que serlosi sus lo- gros se lo permiten, si ‘para una mujer es un insulto que se le se- Bale como ejemplo delo que es caracteristicamente femenino”, entonces debe quedar claro que el mundo se maneja de formas muy diferentes seguin los conceptos de género en Hagen que se- gtin los conceptos occidentales. De igual forma, siaplicamos los conceptos occidentales de identidad de genero en los procesos sociales de Hagen, obtendremos conclusiones indudablemente erréneas. ‘LA CIENCIA DE LA MASGULINIDAD a Estas discontinuidades regiran claramente cualquier ciencia positiviste de la masculinidad. No existe una entidad masculina comtin a todas las sociedades. EF] término designa cosas incon- mensurablemente distintas. E] posilivismo sélo tiene una forma de escapar de estas dificul- tades. La anatomia y la fisiologfa de los cuerpos masculinos es Jo tinico mas 0 menos constante en todas las culturas. Podemos hacer una ciencia que estudie a los hombres, y definir la mascu- linidad como el caracter de cualquiera que tenga un pene, un cromosoma y cierla cantidad de testosterona. Un reciente libro francés sobre la masculinidad, que se encuentra entre los libros mas populares dedicados a los hombres, se llama tinicamente XY. Tal vez esto sea a lo que en realidad nos referimos cuando decimos “estudies sobre los hombres”.”> Con lo anterior pareceria que resolvemos el problema légico pero no obtenemos una cicncia que resulte valiosa, sino una muy vagat ¢Qué accion de cualquier hombre en el mundo no queda- ria ineluida en el campode dicha masculinidad? Con un marco como éste seria imposible explorar una de las cuestiones prin- cipales apuntadas por el psicoanalisis, la masculinidad de las mujeres y la feminidad de los hombres, Si suponemos que po- demos comprender el munde gracias a una delimiiacion biol6- gica és{arem@s muy lejos de poder comprender la relacidn entre los cuiérpos y los procesos sociales (como lo demostraremos en el capitulo 2). La masculinidad. y Ja feminidad son conceptos inherente- mente relacionales que adquieren su significado de las conexio- nes entre si, como delimitacion social y oposicion cultural, Esta caracteristica se presenta sin importar el contenido variable de la delimitacion en las diferentes sociedades y en los distintos pe- riodos histéricos. La masculinidad como objeto de conocimien- to es siempre la masculinidad en rélacién con algo. Tal vez sea mas claro decir que las relaciones de género son las querealmente se constituyen como un objeto de conocimien- | to coherente para la ciencia. El conocimiento sobre la masculi- nidad surge del proyecto de conocer las relaciones de género. 78 Badinter, 1992. Kemper, 1990, ha revisado le bilbiograffa sobre la testoste- rona ynos muesua la complejidad de les vinculos causales, sociales y biolégicos. rR EL CONOCIMIENTO ¥ SUS PROBLEMAS: Anticipemos las definiciones que aparecern en el capitulo 3 y digamos que las masculinidades son configuraciones de la pric— tica estructuradas por las relaciones de género. Son inherente- mente histéricas, yse hacen y rehacen como un proceso politico que afecta el equilibrio de intereses de la sociedad yla direcci6n del cambio social. Podemos obtener conocimientos sistematicos sobre estos ob- jetos, pero dichos conocimientos no siguen el modelo de la cien- cia positivista. Los estudios de una realidad politica ¢ histérica trabajan necesariamente dentro de la categoria de lo posible; comprenden el mundo que resulta dela accién social bajo laluz de las posibilidades que nose han realizado, ademas de las quese realizaron. Estos conocimientos se basan en una critica de lo real; no son tinicamente reflexiones sobre lo que ocurrid. La ciencia social critica requiere de una ética que se funda- mente empiricamente en las sttuaciones que se estudien. Nuestro andlisis se basa en la justicia social: la posibilidad objetiva de la justicia en las relaciones de género, que algunas veces se consi- gue y otras no. Dichos fundamentos no suponen que proponga- mosla preferencia de un valor arbitrario ajeno al acto de conocer. Mas bien, se tratade aceptar el caracter inherentemente politico de nuestro conocimiento sobre la masculinidad, y hacerlo debe considerarse una ventaja epistemoldgica y no el motivo de mas confusiones.* “Estas la manera en la cual podremos obtener una ciencia de la masculinidad realmente significativa. Se tata de una parte de la ciencia critica de las relaciones de género y de su trayectoria enla historia. A su vez, esta ultima es parte de una mayor explo- racién de las posibilidades humanas, y sus negaciones; y tanto laciencia social como la politica practica la requieren. 7® Miargumento se basa en la “teoria critica” dela Escuela de Frankfurt: sin embargo, quisiera enfatizar la importanciadel conocimientoempirico en la cri- tica. El conccimiento eritice deberia ser mie cientifico que positiviste, y no al contraria: mas respetioso de los hechos, mAs profunde en su exploracién de la i . En los estudios educativos se han desarrollado modelos muy "1983; Sullivan, 1984: Wexler, 1992. CAPITULO 2 LOS CUERPOS DE LOS HOMBRES LA VERDADERA MASCULINIDAD Los argumentos que suponen que la masculinidad debe cambiar conducen a menudo a un callején sin salida, no tanto por el po- der de argumentaciones contrarias a la reforma, sino por la idea de que los hombres no pueden cambiar, asi que intertar que cam- bienes intitil y muchas veces peligroso. La cultura de masas nor malmente supone que detras del flujo y reflujo de la vida cotidiana existe una masculinidad verdadera, fije. Por eso se repiten frases como “hombres de verdad", “hombres por naturaleza”, lo “mascu- lino profundo”. Un amplio espectro de disciplinas, que incluye al movimiento mitopoético masculino, al psicoandlisis jungia- no, al fundamentalismo cristiano, la sociobiologia y la escuela esencialista feminista, comparte esta opinion. Casi siempre se supone que la verdadera masculinidad surge de los cuerpos de los hombres —que es inherente al cucrpo mas- culino 0 que expresa algo sobre el mismo—, ya sca que el cuerpo impulse y dirija laaccién (por ejemplo, los hombre son mésagre- sivos por naturaleza que las mujeres; la violacién es el resultado de la lujuria incontrolable o de cierto instinto violento), o que la limite (por ejemplo, los hombres no se ocupan por naturaleza del cuidado infantil; la homosexualidad no es natural y, por lo tanto, se confina a una minorfa perversa). Estas creencias son parte estratégica de la ideologia moderna del género, por lo menos en cl mundo de habla inglesa. Esa es la raz6n por la cual la primera tarea del andlisis social es compren- derlos cuerpos de los hombres y su relacién con la masculindad. En las tiltimas décadas, la discusién sobre el tema se ha con- centrado en dos escuelas opuestas. Para la primera, que basica- 74 EL CONOCIMIENTO ¥ $US PROBLEMAS mente traduce la ideologia dominante al lenguaje de las cien- cias biolégicas, el cuerpo cs una maquina natural que produce la diferencia debida al género—a través de la programacién ge- nética, las diferencias hormonales 0 la diferencia en los roles de los sexos durante la reproduccién—. Para la segunda, que ha em- papado las humanidadesy las ciencias sociales, el cuerpoes una superficie 0 un paisaje mas o menos neutral sobre el cual se im- prime el simbolismo social. Al interpretar estos argumentos co- mo una nueva versidn de la polémica tradicional entre lo natural y lo que se aprende, otras voces han propuesto un arreglo salo- monic: la influencia bioldgica y la social se combinan para pro- ducir las diferencias en el comportamiento debidas al género. En este capitulo intentaré demostrar que los tres puntos de vista estan equivocados. Es posible llegar a comprender mejor la relacién entre los cuerpos de los hombres la masculinidad, pero sin utilizar sélo la argumentacién abstracta. Por lo tanto, intro- duciré, un poco fuera de lugar, cierta evidencia tomada de los es- tudios de historias de vidas que presentaré con mas detalleen la segunda parte del MaAoutna, PAtsse ¥ COMPROMISO Desde que la capacidad de la religién para justificar la ideologia ligada al género se colaps6, se intent6 lenar con la biologia el vacio que quedé. La necesidad de dicha justificacién puede me- dirse a partir del enorme interés de los medios masivos de co- municacién conservadores en historias sobre descubrimientos cientificos relacionados con las supuestas diferencias sexuales. Mi historia favorita es la que se refiere a que la dificultad que tienen las mujeres para estacionar sus coches se debe a las dife- rencias sexuales en la funcién cerebral. (Para empezar, ni siquie- ra se puede comprobar realmente que el estacionarse dependa de una diferencia sexual.) Laespeculacién sobre la masculinidad yla feminidad es funda- mental para la sociobiologia, esto es, la disciplina que, durante Jos afios setenta, tom fuerza para explicar evulutivanucnie la su- ciedad humana. Como un ejemplo de este tipo de trabajos, men- cionaréa Lionel Tiger, con su Men in Groups (Hombres en grupos), LOS CUERPOS DE LOS HOMBRES 5 en donde se ofrecia una teorfa dela masculinidad reducida com- pletamente a lo bioldgico y basada en Ia idea de que descende- mos de una especie cazadora. Una de las frases de Tiger ha sido acufiada por la terminologia popular: “vinculos masculinos”. Segtin estas teorias, los cuerpos de los hombres son los por- tadores de cierta masculinidad natural producida por las pre- siones evolutivas ejercidas sobre la humanidad. Con nuestros genes masculinos heredamos la agresividad, la vida familiar, la necesidad de competir, el poder politico, las jerarqufas, la terri- torialidad, la promiscuidad y la formacién de cubes masculi- nos. Esta lista varia segtin quién hace la investigacién, pero la idea es la misma. Segin Edward Wilson, decane de la sociobio- logia, “la cultura amplifica las diferencias [fsicas y de caracter entre los hombres y las mujeres y las transforma en dominacién universal masculina". De manera mas especffica, otras investiga- ciones sostienen que el orden social actual se deriva del sistema endocrino: por ejemplo, el patriarcado se basa en cierta “venta- ja agresiva", producida por las hormonas, que los hombres tie- nen sobre las mujeres."! La teorfa endecrinolégica de la masculinidad, como la del sexo cerebral, también permeé el sentido comin de los periddicos. Por ejemplo, consideremos el principio de un articulo periodis- tico reciente sobre la seguridad al esquiar en la nieve: El coctel que ocasiona mas alucinaciones y que hace que quien lo consumma pierda totalmente la nocién de riesgo no es un zombie, un harver wallbanger, ni el tremendo singapore sling. Se trata de una mezcla explosiva de testosterona y adrenalina que es lanzada a cho- rre a las arterias de los adolescentes y los jévenes. Esta es la razon por la cual mas del 95% de las lesiones que ocurren entre quienes es- quian en la nieve se presenta en hombres jévenes menores a 30 afios; la edad promedio de los lesionados es de 21.7 La explicacién de la masculinidad natural construida por la sociobiologia es ficticia casi totalmente. Supone grandes dife- ! Para la primera investigacién de la sociobiologfa, véase Tiger, 1969, Tiger y Fox, 1971 (sobre los clubes de hombres); para una investigacién posterior, ‘Wilson, 1978. Goldberg, 1995, es defensor acérrimo de las hermonas, 2 San Francisco Chronicle, 3 de febrero de 1994, 76 EL CONOCIMIENTO ¥ SUS PROBLEMAS rencias entre el caracter y el comportamiento de los hombres y las mujeres. Como ya apunté en el capitulo 1, se ha realizado mucha investigacion al respecto. Lo normal es concluir que las diferencias de intelecto, cardcter y rasgos personales entre los sexes no son cuantificables. En los casos en los que hay diferen- cias, son muy pocas comparadas con las variaciones que se dan entre individuos del mismo sexo, y muy pocas también compa- radas con las diferencias en la forma en la cual se colocan so- cialmente tanto los hombres como las mujeres. La tesis de la masculinidad natural supone que existe una fuerte determina- ci6n biolégica en la manera en la cual se dan las diferencias de grupo en los comportamientos sociales complejos (como la for- macién de familias y ejércitos). No hay ninguna evidencia de que una determinacién de este tipo exista. Hay poces datos que sostengan incluso la idea de que existe una débil determinacién bioldgica en las diferencias de grupo ligadas a comportamicntos individuales simples. Ahora bien, la evidencia de la diversidad de género, histérica ¢ intercultural, es aplastante. Por ejemplo, existen culturas y situaciones histéricas en las que la violacién. no ocurre o es muy rara; en donde el comportamiento homose- xual es una practica mayoritaria (en un momento dado del ciclo vital); en donde las madres no tienen todo el peso del cuidado infantil (los ancianos, otros nifios o gente del servicio realizan el trabajo); y en donde los hombres no son, normalmente, agre- sivos. El poder de la determinacién biolégica no reside en la eviden- cia, ya que estudios cuidadosos de esta tiltima, como el de Theo- dore Kemper, Social Structure and Testosterone (La estructura social y la testosterona), muestran cémo no es posible sostener la existencia de la determinacién unilateral biolégica sobre lo social; la situacién es mucho mas compleja. Como Kempler concluye contundentemente: “Cuando las ideologias racistas y sexistas confirman ciertos érdenes sociales jerarquicos basandose en la biologia, resulta que la biologia es generalmente falsa."> En realidad, el poder de esta perspectiva reside en la metdfora del cuerpo como una maquina. El cuerpo “funciona” y “opera”. » Kemper, 1990, p. 221, Para una critica excelente a la logica de los argu- mentos sociobiolégicos, véase Rose, Kamin y Lewontin, 1984, cap. 6. LOS CUFRPOS DE LOS HOMBRES: 77 La investigacién descubre “mecanismos” biolégicos en el com- portamiento. Los cerebros estén “armados” para producir la masculinidad”; los hombres se encuentran “programados” gené- ticamente para dominar; la agresividad es nuestro “biograma’”, Tanto los textos académicos como los periodisticos utilizan am- pliamente estas metdforas. Por ejemplo, pocos Jectores estadou- nidenses del articulo citado sobre el esqui en nieve pasaran por alto la metafora del motor de chorro que se ha mezclado con la metafora del coctel. Con ella, las ex6ticas lesiones de los esquia- dores se asociaran a los casos familiares de accidentes automo- vilfsticos ocasionados por los inquietos jovenes —que, a su vez, normalmente se explican biolégicamente. Las metaforas, al establecerse, desplazan la discusién y con- forman la manera en la cual se considera 0 lee la evidencia, Esto es lo que ha ocurrido con la metéfora del meeanismo biolégico, que puede encontrarse hasta en investigaciones cuidadosas y bien documentadas (lo cual ne podemos decir de la mayoria de las investigaciones sociobiolégicas), Como ejemplo considera- mos el estudio, ampliamente discutido, de Julienne Imperato- McGinley y sus colegas. Una extrafia deficiencia en cierta envima ocasioné que en dos poblados de la Repablica Dominicana se presentaran dieciocho casos en los cuales pequefios que genéti- camente eran hombres tuvieran genitales que parecian femeni- nos; en consecuencia, se les educé como si fueran nifias, Se trata de una situacién andloga a las que describié Stoller en Estados Unidos acerca de la primera parte de las vidas de transexuales; su argumento era que existia cierta “identidad nuclear de géne- ro” femenina. En los casos dominicanos, la situaci6n cambi6 al llegar la pubertad, ya que los niveles normales de testosterona masculinizaron fisicamente a los adolescentes. Los autores re- portaron que diecisiete de los dieciocho individues cambiaron a una “identidad de género” masculina y diecis¢is a un “rol de gé- nero” masculino, Para ellos esto constituyé una prueba de que los mecanismos fisiolégicos podian sobrepasar al condiciona- miento social.4 Si examinamos el estudio con cuidado concluiremos algo muy distinto. McGinley y sus colegas describen una sociedad * Imperato-McGinley, ef al., 1979.

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