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—— SOCIEDAD NOVOHISPANA — OSS r EREOTIPOS x TDW NDY os ; 7 ae scene Pilar fe a ‘ Hi, SIGLO XVII Y LA DISTINCION DE CALIDADES La INTROMISION EN LOS MATRIMONIOS, ibe catdlico, el matrimonio y cuanto se relacionaba con la familia siem- de la incumbencia de las autoridades eclesidsticas y estuvo sujeto a las lel derecho canénico. El decreto Tametsi, acordado en la tiltima sesi6n pncilio de Trento, ratificé algunas normas antiguas e introdujo precisio- ue alianzaban la posicidn de la Iglesia de la contrarreforma frente a la doc- proestante. Ya que los reformados negaban el cardcter sacramental del Imonio, los catdlicos lo reiteraron y con ello consolidaron aspectos funda- jiles como los requisitos de libertad, conocimiento y voluntad, imprescin- para la validez del sacramento, rechazaron cualquier posibilidad de di- i) y condenaron las relaciones prematrimoniales. Igualmente afectaba a la lidid del matrimonio la norma comtin a varias iglesias reformadas que {los padres y tutores el derecho y responsabilidad de acordar los matti- Jos de sus hijos, de modo que los contrayentes no tenfan mas libertad de in que la que, en algunos casos, sus superiores quisieran otorgarles me- fw na consulta informal. Consecuentes con el cambio del aspecto religio- los cstados protestantes definieron las condiciones de valider de los matri- jos, decretaron las circunstancias en que podian acteditarse las promesas jutrimonio y regularon la actividad de los tribunales civiles en conflictos fimoniales. En contraste con los paises catdlicos sometidos a Roma, todos juntos relativos al matrimonio eran de incumbencia de las autoridades larcs.' En las provincias de la monarquia hispénica, la Iglesia, por tradicién el compromiso de defensa de la ortodoxia, defendié durante més de dos a libertad de los contrayentes por encima de intereses materiales y pre- Jos sociales. ' AL. Head Konig, “Marriages forcés et marriages interdits en Suisse: le contrdle gou- jamerital de la formation du lien matrimonial dans les cantons catholiques et protestants He cr 19e siécles”, en The Role of the Stare and Public Opinion in Sexual Artirudes and wrephic Behaviour, 17° Congreso internacional de ciencias histéricas, Paris, Comission jiationale de Démographie Historique, 1990, pp. 367-372. 125] 126 LATRAMPA DE LAS CASTAS EL SIGLO XVIII Y LA DISTINCION DE CALIDADES 127 Pero el matrimonio, como institucién social, esta sometido a los cam| wiferencia de intereses econdmicos en las familias y no se apreciaba proble- propiciados por las circunstancias y éstas cambiaron paulatinamente du los siglos xv1 y xv11, hasta llegar a un momento de crisis, ya mediando el Cuando la literatura difundia las delicias del amor humano y las ideas di Ilustracién exaltaban la importancia de la libertad individual, las familias dicionales y los representantes de las instancias del gobierno espafol, desdi tn las uniones desiguales. Ciertamente asi habia sucedido durante 200 aios, sin més limitaciones los prejuicios de algunos individuos y los intereses de las familias. Desde dias de la conquista, el mestizaje fue general y aceptado sin reservas entre grupos populares y no falté entre quienes alardeaban de nobleza y pureza jungte. Orgullosamente destacaban su origen mestizo el cronista Fernando iva Ixtlilxéchitl, nieto del conquistador Juan Grande y la cacica de ‘Teotihua- . los herederos del cacicazgo de Cortés-Moctezuma y los del Tovar Secuautli, descendientes de las hijas de Moctezuma, dofia Isabel y dofia Leonor, dofia ii de Tetzcoco, dofia Inés de’Tenayuca y més de otras 20 sefioras cuyo nom- se conoce y que dieron origen a distinguidos linajes mestizos.‘ Tan atracti resultaban las indias viudas herederas de sefiorfos y cacicazgos que el rey pe {I consideré pertinente emitir una real cédula con la recomendacién de metr6poli hasta los més remotos rincones, vieron la amenaza que esa liber representaba para su autoridad, antes indiscutida, y la fuerza que podrfa al zat ese nuevo concepto de amor que pretendia igualar condiciones y calida Los cambios en la sociedad, la presién del gobierno y su propia actitud aco daticia hicieron que la Iglesia novohispana modificara su actitud, para per un mayor control de los padres sobre las decisiones mattimoniales de sus hij El primer aspecto en que se sintié el cambio fue el de la defensa del hoi de las mujeres, que antes habia sido primordial en las decisiones relacionadas promesas de matrimonio. En los expedientes de la época se aprecia el caml relacionado con la actitud de los padres que se oponfan a los matrimonios, lo cual alegaban motives como la desigualdad social de las familias. De acu con la valiosa y pionera investigacién de Patricia Seed, una de las primeras mandas basadas en la desigualdad se planted en 1749 entre dos jovenes espafi en los que, por cierto, no era tan evidente la supuesta desigualdad. Todavia vaba el criterio de defensa del honor femenino y el abogado de la novia advii que tal impedimento no se encontraba en la ley candnica ni en los decretos ¢ Concilio de Trento; sélo lo vefa “en la vana politica del siglo de introduci lox que les convenfa evitar las uniones con esas “mezclas” y, por el contratio, nuevo [impedimento] de la disparidad de linaje y fortunas [...] Jamés la Igh jen tar los matrimonios entre su mismo grupo 0 con espafoles. El arzobispo ha cerrado sus puertas a los que pretenden casarse solemnemente; aunque ¢ Hicisco Antonio de Lorenzana y Butrén consideré pertinente referitse a la ellos intervengan una gravisima distancia y notoria distincién de calidades. onveniencia de las mezclas en sus “Avisos para que los naturales de estos La “notoria desigualdad” ya habia sido considerada entre las causas posible anulacién del matrimonio, como un caso especial en el que ni siqui existirfa la obligacién de remediar el agravio: “tan grande podria ser la igualdad, y el que no cuvo consentimicnto tan superior al otro en lina; hazienda, que con pagar todos los dafios que se han seguido satisfaze, y no obligado a casarse”.? Existia, por tanto, el antecedente de la justificacién « con motivo de las nupcias con espafioles no quedasen abandonados los jus de anteriores matrimonios.° Tales uniones respondian a la politica inte- ilora de la corona que habia considerado aceptable ¢ incluso recomendable Matrimonio entre espafioles y mujeres “de la tierra’.$ Si bien la actitud de psivos gobiernos fue diferente, las reales cédulas originales nunca se anula- y tampoco se reiteraron, aunque bien podrian consideratse reftendadas, a tu del reiterado rechazo hacia los negros y mulatos, en las recomendaciones las tilcimas décadas del virreinato, cuando prelados y virreyes advertian a los nos sean felices en Lo espiritual y temporal”: X. Cuiden los padres de familias de casar sus hijos con los puros indios, 0 con Lspatoles y Castizos, si pudiessen, y no se confundan con tanta variedad de castas que perturban la paz de sus Pueblos y también es causa de que pierdan sus privilegios en los Tribunales.” nica y ademés la equiparacién en desigualdad por linaje o fortuna; pero no noticia de que se recurriese a esa justificacién, puesto que se veia con recel ‘ Pedro Carrasco, “Matrimonios hispano-indios en el primer siglo de la colonia’, en A. nclez Chavez y M. Mifio Grijalva (coords.), Cincuenta attos, pp. 12-13. Real eédula de 16 de abril de 1585, en Archivo General de Indias, Méjico 1091, libro ff. 1 29v-30r, citada por P Carrasco, “Matrimonios hispano-indios” p. 16. * Reales cédulas de 19 de octubre de 1514, 5 de febrero de 1515, 19 de marzo de 8, 1eproducidas en R. Konetzke, Coleccién de documentos, t.1, pp. 61, 62 y 77. HA. de Lorenzana y Butrén, Concilios provinciales primero y segundo, f. 393. 2 La cita de Patricia Seed, Aman, honrar y obedecer en ef México colonial. Conflict torno a la eleccién matrimonial. 1574-1821, México, Consejo Nacional para la Cultura Artes—Alianza Editorial, 1991, p. 178, procede de un documento del AGNM, ramo Mi monios, 103, f. 403. 3A, Moscoso, Summa de casos morales, s.p.i., 1634, £. 89v. 128 — LATRAMPA DE LAS CASTAS EL SIGLO XVIII Y LA DISTINCION DE CALIDADES 129. bicnte favorable al control de los matrimonios. As{ no es sorprendente que Cuarco Concilio Provincial Mexicano, reunido en la ciudad de México el © 1771, quiza por influencia del arzobispo Lorenzana, incluyese entre sus |siones la recomendacién de evitar los matrimonios desiguales (Anexo 5). trataba de algo que inquietaba a las familias de la nobleza espafiola, y por Wsiguiente a la corona, cuyos mas firmes pilares eran los miembros de la ran- avistocracia. Coincidian para destacar el problema la nueva actitud de buis- la de la felicidad y de defensa de la libertad junto con la alarma de los no- les cn particular y de los padres de familia en general, ante la crosidn de sus Los privilegios se referian a a flexibilidad en las normas de parent para contraer matrimonio, la reduccién del mimero de dias festivos y de fe de ayuno y abstinencia obligatorios, la exencién de la jurisdiccién del Sa Oficio, la posibilidad de ingresar al sacerdocio y el derecho a acceder a off piiblicos y cargos honorificos eclesidsticos o seculares. Una vez més, por m cién o por omisién, indios y espafioles quedaban agrupados como libres de m cha y los mestizos, herederos de ambos, integrados a la categorfa superior, Segiin pasaba el tiempo, a lo largo del siglo xvi, cada vez fueron frecuentes los casos de oposicién por parte de los padres que rechazaban ma monios considerados inconvenientes, pero casi todos se produjeron entre eg fioles y, més precisamente, entre familias acomodadas. También existla opo! cidn a uniones con afromestizos, pero no fue tan frecuente como entre los 4 se asumian como espaiioles. Incluso los matrimonios con castizos y mesti fueron igualmente frecuentes, si bien en ocasiones se utilizaba la palabra m lato como calificativo despectivo, sin fundamento ni pretensiones de acredit uleres y privilegios. lin 23 de marzo de 1776, el rey Carlos II promulgé la “Pragmética San- ibn para evitar el abuso de contraer matrimonios desiguales”.1” Se establecia w “los hijos de familia” menores de 25 afios no podrian contraer matrimo- Jy sin contar con el permiso paterno 0, a falta de los padres, de los abuelos, ores 0 parientes préximos, El texto daba motiyo a alguna confusidn, wsto que el concepto de familia no estaba claro en la legislacidn castellana; embargo, se sobreentendia que se hablaba de familias “honorables” o por menos “decentes”, Como tambign era sabido que muchos padres se opo- {un injustamente al matrimonio de sus hijos, quedaba la opcién del recur- 4 las autoridades, que decidirfan si existian justos motivos para el rechazo lo, sino como signo de desprecio.*® Son numerosos los casos de disenso conocidos a partir de la investigaci de Patricia Seed y muestran el cambio producido en la actitud de la Tgle hacia los matrimonios desiguales, a favor de los invereses familiares, por en ma de la libre voluntad de los novios. A medida que las autoridades civi aumentaban su intervencién en asuntos familiares, la jerarquia eclesidstl declinaba sus atribuciones como defensora del honor y de la libertad en sacramento, para adoptar una actitud pasiva ante los enfrentamientos en padres ¢ hijos, cuyo resultado dependia sobre todo de la tenacidad en la defe sa de las respectivas posiciones y de la capacidad econémica para sostene mientras duraba el proceso, Claro que en esas situaciones tenian ventaja | aterno. lin 7 de abril de 1778 se promulgé la Pragmatica para las posesiones de lamar (Anexo 6), segtin las palabras del monarca: “teniendo presente que mismos 0 mayores perjudiciales efectos se causan de este abuso en mis Rei 4 y Dominios de las Indias por su extensidn, diversidad de clases y castas de s habitantes [...] los gravisimos perjuicios que se han experimentado en la woluta y desarreglada libertad con que se contraen los esponsales por los iwslonados e incapaces jévenes de uno y otro sexo”."! La mencién a las castas ila implicita en el primer parrafo, cuando advierte que la obligacién de tur con el permiso paterno no se aplica a “mulatos, negros, coyotes e indi- juos de castas y razas semejantes, tenidos y reputados publicamente por ta- ©. No es atriesgado entender que si tales grupos no estén incluidos en la ieyorfa de “hijos de familia’, son precisamente los que se considera que pue- f manchar el linaje de los otros, los considerados honorables. Y asi lo en- julicron los oficiales encargados de resolver los casos que se presentaron en padres y tutores. Pero algo més que muestran invariablemente los ejemp| conocidos es que los disensos se basaban en intereses econdmicos, renco personales o prejuicios sociales, pero no se subrayaba la diferencia basada en origen étnico, Sin embargo la cuestién estaba latente y encontré defenso entre parte del clero, que tomé partido a favor de quienes se consideraban parte mas digna y noble de la poblacién del virreinato.’ Aunque tales opiniones no tuvieran eco en las tribunales eclesidsticos, aprecia que, al igual que en la corte de Madrid, en la Nueva Espafia surgia 8D. Seed, Amar, honrar, pp. 180-193. 9 Patricia Seed se refiere a un documento firmado por un clérigo de la didcesis Tlaxcala en que recomienda que los pérrocos se opongan a los matrimonios desigual debido a “las indignas mezclas que producen tan innumerables castas [...]”. Del documt to de José Javier Tenebra y Simanes, en P. Seed, Amar, honrar, p. 237, nota 7. " Ley nx, titulo 1, libro x, Novisima Recopilacién de las Leyes de Espana, Madtid, s.p.i., pp. 11-15, en R. Konetzke, Coleccién de documentos, t. 3, vol.1, pp. 406-413 Real Pragmidtica..., (Anexo 6 de esta obra, p. 176). R. Konetzke, Coleccidn de docu tor, (. 3, pp. 406-413. 130 LATRAMPA DE LAS CASTAS LL SIGLO XVIII ¥ LA DISTINCION DECALIDADES 131 publicidad de las proclamas o amonestaciones durante tres semanas. Se consi- ileraba que en caso de eludir las normas, los culpables perderfan su derecho a jy herencia paterna. Esta penalizacién, como el conjunto de la pragmitica, afec- los afios siguientes. Por otra parte no se menciona la necesidad de atestigu: documentalmente la limpieza, sino que la seleccién se apoya en la opinién y rumor, ya que era suficiente que alguien “fuese tenido por” alguna de las cal dades supuestamente vergonzosas. En cédulas, ordenanzas y decisiones anteriores existia una intencidn se gregacionista progresivamente restrictiva, pero con frecuencia ambigua, qu en cada virrcinato y audiencia se habia interpretado con distintos criterios Siempre hubo restricciones para los matrimonios de la nobleza, que debfat someterse a la aprobacién real, de funcionarios reales y de oficiales del ejérci to, bajo la jurisdiccién de sus superiores, ¢ incluso de los colegiales interno en colegios reales. Lo nuevo era la extensién del control a cualquier fami considerada respetable. De modo que la promulgacién de la pragmatica fu cl detonante de una serie de demandas de las familias inconformes con algti matrimonio proyectado por cualquiera de sus miembros. La “notoria des igualdad” abria la puerta a multitud de interpretaciones, como se aprecié & los juicios de disenso, pero algo en comuin en los virreinatos americanos fut que esa desigualdad se centrd en la discriminacién de los descendientes d faba en particular a las familias acomodadas. Pero tampoco habia identidad de opiniones entre los mismos padres pro- motores del disenso. Si la madre disponta de su propia fortuna y deseaba apo- yar a los jéyenes, podia suplir con sus bienes la herencia que el padre les nega- ha; cuando los jévenes se armaban de paciencia, podfan esperar a cumplir 25 aos para liberarse de la norma; y los colegiales reales, como las doncellas in- fernas en establecimientos bajo el patronato real, podian obtener el benepla {0 de sus tutores, aun en contra de la voluntad de las autoridades eclesidsticas fo civiles, Para evitar estas posibles salidas que esquivaban las reales érdenes, se expidicron sucesivamente tres cédulas que pretendfan cerrar todas las posibili- dades a los novios persistentes.'* En todos los casos sometidos a decisién real # (vataba de familias de la nobleza o de la plutocracia virreinal. Al igual que en Ja ctapa anterior, habia otras razones tan importantes o mas que el origen étni- ©) para oponerse a un enlace. En 72% de los casos de oposicién presentados ance la Audiencia no se mencioné en absoluto cualquier consideracién relacio- hada con la raza o la apariencia; slo 28% restante se atuvo a la norma estable- elda como criterio suficiente para reconocer la desigualdad y tampoco se pre- sencaron sélidos argumentos, sino que mas bien se apoyaron en sospechas 0 spurmuraciones."* En todo caso, la cuestién racial se utilizé como justifi Jepalista que ocultaba las verdaderas causas del desacuerdo: enemistades fami- lites, falta de foreuna, malas costumbres o antecedentes personales de com- africanos. Las interpretaciones y aclaraciones sucesivas tendieron a restringir cad vex més las libertades, aun en contra de la doctrina de la Iglesia y del derech canénico. No pudieron soslayar los prelados de la Nueva Espafia esa contradi cidn, de modo que al obedecer el mandato de informar a sus fieles de las res tricciones impuestas por el gobierno, el arzobispo de México advirtié tambié que: “Aunque los calvinistas y luteranos defiendan que el matrimonio celebi jortamiento dudoso.? Ante nuevas dudas, inconformidades y preguntas planteadas al Consejo ile Indias fue necesario aclararlo mediante un nuevo documento: la real cé- dlula del 15 de octubre de 1805 (Anexo 7). En ella se estipulaba que “los ma- {rimonios que personas blancas pretendan contraer con las castas de negros y jilatos que desciendan de forma mds o menos remota de esclavos no debe- ‘fan ser autorizados por la macula que producen a la familia”. Aunque queda- fa abierta la opcién de obtener permiso en circunstancias especiales, la norma #18 muy clara y sus consecuencias se manifestaron cuando algunos miembros do sin el consentimiento de los padres es frrito, por derecho natural y divin [.--] con todo es cierto lo contrario”. Pero, ya que estaba obligado a cumplir | disposicién del gobierno, afiadia: “Aunque los mattimonios celebrados por Io hijos sin noticia de sus padres y contra su voluntad, sean ratos y vilidos, aunque los padres no puedan, por lo regular, compeler a los hijos a que se sen, con todo, estos matrimonios son gravemente ilicitos”."2 Quedaba claro que no habia cambiado la doctrina de la Iglesia y que lot tribunales eclesidsticos no actuarian contra quienes hubiesen burlado la dispo sicién real, Pero no era ficil la burla cuando hacia més de 100 afios que se hi bian prohibido los matrimonios secretos. Pocos parrocos se decidirfan arri ' Angela Carballeda, “Género y matrimonio en Nueva Espafia: las mujeres de la élite {ic la aplicacién de la Pragmatica de 1776”, en P. Gonzalbo Aizpuru y Berta Ares (coords.), Jus viujeres en la conseruccién de las sociedades iberoamericanas, México-Sevilla, E| Colegio de México~Consejo Superior de Investigaciones Cientificas, 2004, pp. 219-250. “'B Seed, Amar, honrar, pp. 256-257. © P Seed, Amar, honrar, pp. 201-251. gar su posicién por administrar el sacramento del matrimonio sin la necesari 2 Fortino Hipélito Vera, Coleccién de documentos eclesidsticos de México, 0 sea antigua moderna legislacién de la Iglesia mexicana, 3 vols., Amecameca, Imprenta del Colegio Caté lico, 1887, vol. 1, pp. 355-356,

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