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VERTIENTE ORIENTAL
SURANDINA
Interacción macro-regional,
materialidades, economía y ritualidad
Buenos Aires
2017
Arqueología de la vertiente oriental Surandina : interacción macro-regional, materialidades,
economía y ritualidad / Beatriz N. Ventura ... [et al.]; compilado por Beatriz N. Ventura;
Gabriela Ortiz; María Beatriz Cremonte. - 1a ed . - Ciudad Autónoma de Buenos Aires:
Sociedad Argentina de Antropología, 2017.
Libro digital, PDF - (Publicaciones de la Sociedad Argentina de Antropología / Leandro
Hernán Luna )
1. Arqueología. I. Ventura, Beatriz N. II. Ventura, Beatriz N., comp. III. Ortiz, Gabriela,
comp. IV. Cremonte, María Beatriz, comp.
CDD 930.1
Libro co-editado por Beatriz N. Ventura, Gabriela Ortiz y María Beatriz Cremonte.
ISBN 978-987-1280-32-2
ÍNDICE
Lista de Autores 8
Lista de Evaluadores 12
AGRADECIMIENTOS 13
PRESENTACIÓN 14
LA VERTIENTE ORIENTAL
Gordillo, Inés; Verónica Zuccarelli y Luciana Eguia. Las casas del sol
naciente. Arqueología de la vertiente oriental de El Alto - Ancasti 111
DEBATE 131
Franco Salvi, Valeria y Julián Salazar. Una ofrenda como acto fundacional
de estructuras de cultivo. Primer milenio de la era en el valle de Tafí
(provincia de Tucumán, Argentina) 347
DEBATE 356
LISTA DE AUTORES
LISTA DE EVALUADORES
AGRADECIMIENTOS
PRESENTACIÓN
LA VERTIENTE ORIENTAL
vasija cerámica, junto con una cesta realizada con fibras vegetales y con 90
cuentas minerales. Un fechado data el contexto entre 640 y 880 años AD. A
fin de proponer posibles áreas de distribución y/o procedencia de los mate-
riales asociados a la inhumación, López Campeny y colegas realizan sobre este
conjunto un riguroso análisis multidisciplinario que abarcó el estudio de la
cerámica, las cuentas minerales, los textiles, y micro y macro-restos vegetales,
junto con otra información arqueológica y antropológica. Como resultado,
los autores plantean que el conjunto funerario tendría un origen foráneo a su
lugar de entierro y que provendría de las tierras bajas orientales. Consideran
que tanto la urna funeraria como el contenido de su interior fueron traslada-
dos desde una región lejana. Para los autores este hallazgo implica el traslado
de elementos y, en este caso, de un paquete funerario de un neonato, entre
lugares distantes, con las significaciones e implicancias que ello pudo tener.
Por otro lado, en el monte chaco-santiagueño, el trabajo de Carlos Angio-
rama y colaboradores, presenta las primeras evidencias arqueológicas para
una región desconocida en la historia de las investigaciones de la disciplina.
El área donde desarrollaron su trabajo corresponde a un sector del Parque
Nacional Copo y de la Reserva Provincial Copo, ambos en la provincia de
Santiago del Estero. Esta región se caracteriza por una baja visibilidad debido
a sus particularidades ambientales, ya que se encuentra cubierta por la vege-
tación típica del monte chaco-santiagueño. Los trabajos de prospección de-
sarrollados permitieron detectar una escasa cantidad de sitios arqueológicos.
Los autores discuten las causas de esta posible escasez del registro arqueológi-
co y marcan algunas diferencias con la información conocida tanto para áreas
aledañas, como para la región de la Mesopotamia santiagueña. El registro
arqueológico podría estar dando cuenta de la presencia de grupos denomina-
dos en las fuentes coloniales como “nómades” y “salvajes”. Si efectivamente se
trata de poblaciones nómades y con una importante movilidad residencial, los
procesos ocurridos presentan un escenario diferente al de la llanura central,
que merece seguir siendo estudiado.
En el Chaco Meridional Guillermo Lamenza y colaboradores nos muestran
el avance alcanzado por sus investigaciones arqueológicas en el sector Ribere-
ño del Paraguay-Paraná, presentando un análisis comparativo con otros sitios
arqueológicos del Chaco argentino. A través del análisis del material cerámi-
co, producto de las recolecciones en superficie, de sondeos y excavaciones,
logran una base de datos de 24.029 fragmentos cerámicos recuperados en
dieciséis sitios arqueológicos. Para su estudio seleccionan los fragmentos de-
corados, sobre los cuales realizan el análisis comparativo usando técnicas de
taxonomía numérica y una metodología de análisis multivariado. Del análisis
de la decoración resultan agrupamientos que permiten aislar motivos deco-
rativos que caracterizan y/o diferencian los sitios considerados. Esta meto-
dología, aplicada en el particular ámbito chaqueño, es útil para observar la
gran variabilidad que presenta la cerámica y, los agrupamientos que se logran,
Presentación 23
INTRODUCCIÓN
*
Institut für Archäologie und Kulturanthropologie Abt. Für Altamerikanistik, Universität
Bonn. cjaimes@uni-bonn.de
26 Carla Jaimes Betancourt
El área central de Mojos, abarca ambos lados del río Mamoré. Sin embar-
go, montículos grandes no han sido registrados al oeste de dicho río. Por el
contrario, Dougherty y Calandra (1984) reportan que en ese sector (Figura
36 Carla Jaimes Betancourt
1), en la sabana central, los montículos no superan los 5 m de altura y son for-
maciones artificiales, producto de sucesivas ocupaciones con remodelaciones
intencionales, las cuales están además asociadas a campos elevados de cultivo.
Hasta el día de hoy no se cuenta con una cronología de estos medianos
montículos y desconocemos su secuencia cultural. Los tres únicos sitios habi-
tacionales asociados a grandes extensiones de camellones y terraplenes fue-
ron excavados limitadamente por el equipo arqueológico de CEAM (Villalba
et al. 2004). Se documentaron principalmente contextos funerarios en urnas
de cerámica, las cuales fueron fechadas mediante termoluminiscencia, debi-
do a la ausencia de material orgánico para realizar dataciones de 14C.
Las características tecnológicas (pasta y antiplástico de cerámica molida)
no se diferencian en nada al material procedente de los grandes montículos
de Casarabe (Jaimes Betancourt 2010). De igual forma son recurrentes los
utensilios típicos para esta área de Mojos: ralladores, manos de moler, ollas
trípodes, torteras de rueca, tapas, figurinas y asentadores de cerámica. Sin
embargo, se pueden advertir diferencias más específicas en cuanto a la mor-
fología y decoración de las vasijas. Dougherty y Calandra (1984) mencionan
ollas con base pedestal alta o anular, como las también reportadas por Villalba
et al. (2004); éstas son inexistentes en el Complejo cerámico de Casarabe.
Algo que llama mucho más la atención es que mientras la cerámica fina de
los sitios de Moxitania (700 - 1000 d.C.) y carretera a Santa Ana (900 - 1100
d.C.) tienen decoraciones geométricas de finas líneas incisas sobre superficies
pulidas color gris, (Villalba et al. 2004), la cerámica fina de la fase 4 Casarabe,
que sería la que comparte el mismo espacio temporal, está ricamente pintada
y sólo el material doméstico presenta decoraciones incisas burdas (Jaimes Be-
tancourt 2010). La cerámica pintada roja sobre engobe blanco parece no ser
muy frecuente; la documentada por Villalba y colaboradores (2004) proviene
del sitio Abularach, un complejo arqueológico bastante importante por sus di-
mensiones y rasgos arquitectónicos. Años más tarde, Prümers (2008b) realizó
una recolección de superficie en este mismo sitio. Se destacan los fragmentos
pulidos, color gris, con finas incisiones geométricas, muy similares al material
cerámico procedente de Moxitania y Camino a Santa Ana (Figura 5a-e).
Los diferentes componentes cerámicos encontrados en el sitio Abularach,
me hacen suponer que al igual que en la Loma Salvatierra (Jaimes Betancourt
2010), la dispersión de la cerámica pintada se restringe a ciertas áreas y tienen
que ver con la funcionalidad del sitio. Excavaciones a gran escala en la estan-
cia Abularach, ayudarían a entender, por un lado, la secuencia cronológica
de esta área y, por otro, encontrar evidencias de supuestas relaciones sociales,
económicas o políticas con las sociedades que habitaron los grandes montícu-
los, ya que hasta ahora no se ha determinado la frontera entre estas dos áreas
con diferentes obras de tierra, ni como éstas interactuaron en el tiempo.
La mayoría de los trabajos arqueológicos en los alrededores de San Igna-
cio, se han concentrado en el mapeo y excavaciones de los campos elevados
Diferencias cronológicas, funcionales y culturales en la cerámica de los llanos de ... 37
de cultivo (Erickson 1995, 2006, 2008). Si bien Erickson (2006) propone que
el uso de los campos de cultivo habría comenzado alrededor de los 900 a.C.
y se habrían establecido y difundido desde el 400 a.C. hasta la llegada de los
europeos, todavía quedan preguntas abiertas sobre los desarrollos culturales y
las dinámicas de interacción con las zonas aledañas.
En la parte baja del río Iruyañez, se conocen dos sitios habitacionales aso-
ciados a grandes plataformas de cultivo: San Juan con fechados entre 500 - 600
d.C. y el Cerro datado entre 1300 - 1400 d.C. (Walker 2004, 2011, 2012). A pe-
sar del vacío temporal de mínimo 700 años, Walker (2012) plantea que la cerá-
mica de la fase San Juan y la de el Cerro pertenecen a una sola tradición y que
existiría una continuidad en el uso de las plataformas elevadas de cultivo. Sus
argumentos se basan en las similitudes del acabado de superficie de la cerámi-
ca. Sin embargo, yo creo que existen diferencias contundentes en el material
cerámico de cada uno de estos Complejos, que incluso podrían interpretarse
como la presencia o fuerte influencia de otro grupo cultural. Las diferencias
que apunto se basan en la técnica y motivos decorativos, el uso diferenciado
de antiplásticos y, sobre todo, en la presencia de instrumentos peculiares como
ralladores y cazuelas en el material arqueológico de el Cerro. Todos estos cam-
bios a nivel doméstico observables en la cerámica, tendrían que de alguna ma-
nera reflejarse también en la historia de los sistemas agrícolas del río Iruyañez,
si es que éstos estuvieron siendo utilizados intensiva y continuamente.
Comparando el Complejo cerámico San Juan (500 - 600 d.C. con su con-
temporáneo de la fase 1 Casarabe, notamos al igual que Walker (2011), que
el Complejo cerámico San Juan tiene características muy particulares y no
tiene ningún aspecto en común con la cerámica de la fase 1 del Complejo
Casarabe. Mientras la cerámica San Juan fue producida con cauixí, en la ce-
rámica de Casarabe se utilizó exclusivamente cerámica molida. Las formas de
los cuencos San Juan denominadas “sombrero” por Walker (2011) no figuran
en la variedad de formas Casarabe y la decoración pintada en la cara externa
e interna de finas líneas color rojo marrón (Figura 5f-i), son completamente
desconocidas para las fases tempranas de Casarabe. En todo caso, algunos
motivos decorativos de los publicados por Walker (2011:126, figura 6) se pare-
cen lejanamente a los motivos escalonados de la fase 5 Casarabe (1200 - 1400
d.C.), así como los bordes convexos. Algo que causa un poco de confusión
ya que entre el Complejo San Juan y la fase 5 Casarabe, existe una diferencia
temporal de por lo menos 600 años.
Walker (2011) asocia la fase San Juan (500 - 600 d.C.) con la fase Guarita,
la cual forma parte del horizonte de cerámica polícroma de la Amazonía cen-
tral (600 - 1.300 d.C.). Esta propuesta es problemática, porque la expansión
38 Carla Jaimes Betancourt
Iténez - Zanjas
Figura 5. Complejo cerámico San Ignacio, (a)-(d) Estancia Abularach (Según Prümers
2008a:302 Abb. 15); (e) Museo Arqueológico de San Ignacio (Foto H. Prümers); (f)-
(i) Complejo San Juan (Según Tyuleneva 2007:tabla III); (j)-(p) Complejo Bella Vista
((j)-(m), (p) Granja del Padre-Bella Vista; (n) Jasiaquiri o Baures).
42 Carla Jaimes Betancourt
CONCLUSIONES
AGRADECIMIENTOS
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Interacción macro-regional, materialidades, economía y ritualidad • 51-78
INTRODUCCIÓN
*
Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) - Centro de
Investigaciones en Ciencias Sociales Regionales y Humanidades (CISOR). Universidad
Nacional de Jujuy. yolatordo@hotmail.com
**
Instituto Interdisciplinario Tilcara, Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos
Aires.
***
Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) - Instituto de
Geocronología y Geología Isotópica (INGEIS), Universidad de Buenos Aires.
52 Gabriela Ortiz et al.
Figura 1. Región del valle del río San Francisco con indicación de los sitios
arqueológicos de donde provienen las muestras analizadas.
Referencias: (1) Santa Ana; (2) Fraile Pintado; (3) Pozo de la Chola; (4) Aguas
Negras; (5) Arroyo del Medio-Colorado; (6) El Sunchal.
METODOLOGÍA
Análisis faunístico
Isótopos estables
RESULTADOS
Fauna
El estado general de la muestra analizada es muy bueno ya que más del 90%
de los huesos se encuentran entre los estadios 1 y 2 de Behrensmeyer (1978),
lo cual lleva a concluir que la mayoría de los especímenes óseos analizados no
han sufrido meteorización. Por otra, una muy baja proporción de los huesos
se encuentran carbonizados o calcinados, por lo tanto, probablemente la
acción térmica no haya alterado el perfil anatómico de la muestra.
El Sunchal
Para el caso de El Sunchal, sobre un total de 83 especímenes óseos, 76
pudieron ser identificados. No hemos realizado una tabla taxonómica ya
que sólo se detectaron especímenes óseos correspondientes a camélido. De
acuerdo a los cálculos de MNI se trataría de un individuo; sin embargo, si nos
atenemos a los datos osteométricos efectuados en tres falanges proximales,
dos de ellas se ubicarían en un estándar correspondiente a un animal de
mediano porte como puede ser una llama mediana o un guanaco y la otra,
a uno de gran porte, probablemente una llama. Así mismo, podemos decir
Nuevas evidencias en el estudio de la economía y dieta en poblaciones ... 57
Pozo de la Chola
Los datos correspondientes a Pozo de la Chola indican una diversidad
taxonómica muy marcada (Tabla 1). El predominio es de los mamíferos,
en segundo término se ubican los roedores pequeños (probablemente
intrusivos), luego los peces; en menores proporciones los camélidos, los
roedores de mayor envergadura y en último término aparecen las aves en muy
bajas proporciones. Los elementos ingresados como Chaetophractus sp. son en
su totalidad placas del caparazón.
Pozo de La Chola
TAXÓN NISP
Mamífero 125
Roedores pequeños 17
Pez 14
Camélido 5
Lagidiumsp. 5
Ave 3
Chaetophractussp 131
Total NISP 300
NID 138
NR 438
Isótopos estables
Nombre δ δ ∆
N° Especie Procedencia Cronología δ15N C:N
local Ccol
13
Cap
13
Cap-col
13
El Piquete,
1 Tolypeutes sp. Armadillo Actual (2009) -21,6 13,3 -15,7 5,9 3,2
Sta. Bárbara
Pozo de la
2 Ctenomys sp. Roedor Arqueológico -10,9 7,7 3,3
Chola
Teleósteo s/d s/d
Characidae? Pozo de la
3 Pez Arqueológico -18,0 10,9 3,4
Salminus Chola
brasiliensis?
Characidae
Pez Río Bermejo,
4 Salminus Actual (2009) -22,5 9,7 -12,0 10,5 3,4
Dorado Orán
brasiliensis
Chancho El Piquete,
5 Tayassu pecari? Actual (2010) -23,7 6,6 -16,6 7,1 3,2
del Monte Sta. Bárbara
El Sunchal,
6 Lama glama llama Dpto. El 2365 ± 95 -10,4 7,4 3,1
Carmen
mamífero
7 -14,9 9,8 s/d s/d 3,3
indeterminado
Pozo de la 2030 ± 80 y
mamífero s/d
8 Chola 2030 ± 50 -15,8 12,1 3,3
indeterminado
9 ave? -12,1 11,3 2,9
Con respecto a los valores isotópicos terrestres del área, contamos con
valores en colágeno de un espécimen de Lama glama. Aunque el valor obtenido
en nitrógeno es esperable, dado que es un herbívoro pastando en un entorno
de baja altitud y alta humedad y por lo tanto diferente a su hábitat habitual, en
el caso del carbono se encuentra más enriquecido de lo esperado. Este último
valor concuerda con una alimentación basada en pasturas casi exclusivamente
C4, aunque no podemos descartar, dadas las características de dichas pasturas
que no las hacen preferidas para estos animales, que haya habido una
estrategia para su engorde basando su dieta en maíz (lo cual ha sido sugerido
Nuevas evidencias en el estudio de la economía y dieta en poblaciones ... 61
Entonces las paleodietas bajo análisis tienen más relación con los valores
para vegetales C4 y en todo caso CAM, antes que aquellos C3. Dada la
potencialidad económica del área para la explotación del maíz, es probable
que éste haya sido un componente importante de la dieta de la mayoría de
los individuos. No podemos descartar, no obstante, que plantas silvestres
con patrón fotosintético CAM (como las diferentes crasuláceas presentes
en la región), hayan jugado un rol importante en la dieta. Sin embargo,
y a la hora de discutir el consumo de maíz, no podemos dejar de lado
que los valores δ 13C (n=4) en colágeno en fauna (mamíferos, sin especie
determinada) ofrecen un promedio de -13,3‰, con lo cual, es probable que
la ecología en la que se insertaron estos individuos consta de recursos bajo
un patrón fotosintético C4 silvestre. Quizá este recurso estuvo a disposición
de los humanos y el maíz no sea la única explicación para los valores en
carbono enriquecidos.
Otro aspecto que debemos analizar es la variabilidad interna de la muestra
en humanos. Por ejemplo, poseemos valores δ 13C más empobrecidos en
Fraile Pintado y Santa Ana (Figura 2), los cuales deben ser vinculados con
los recursos faunísticos y vegetales enmarcados en la vía fotosintética C3. En
cambio, los individuos de Agua Negra y el Sunchal, poseen una dieta vinculada
probablemente al maíz y a las crasuláceas comestibles de alto valor energético
que se encuentran, como ya advertimos, disponibles en el área.
En síntesis, resulta necesario incrementar el número de los valores
isotópicos locales para poder realizar una mejor interpretación de los datos.
Por el momento, podemos inclinarnos a la inclusión en la dieta de herbívoros
terrestres, en contraposición a la fluvial y esto no solo por la información
que ofrecen los valores en nitrógeno sino por lo enriquecida que resulta la
dieta proteica representada en los valores en carbono del colágeno. Por otro
lado, si bien existe una discusión sobre el fraccionamiento en el nitrógeno
a través de las cadenas tróficas, el comúnmente aceptado de 3-4‰ nos
remite a herbívoros con valores empobrecidos o directamente una dieta rica
en recursos vegetales. Este aspecto no deja de resultar estimulante, sobre
todo si atendemos a los valores en carbono de la fauna local, que resultan
notoriamente empobrecidos.
AGRADECIMIENTOS
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NOTAS
1
Como es el caso de Dougherty (1974), quien estableció un modelo de tipo adap-
tativo de explotación económica diferencial para el área, conforme la ubicación
geográfica de los sitios, basándose en la variabilidad a micro y mesoescala.
2
δ13C representa la diferencia entre la medición de la relación isotópica que nos
interesa y la relación isotópica de un estándar. Para el caso del carbono, es el car-
bonato V-Pee Dee Belemnite. Debido a que esta diferencia es muy pequeña, dicha
relación es expresada como partes por mil (‰), siguiendo la siguiente ecuación:
δ 13C = [(Tmuestra/Testándar) -1] x 1.000. Para el caso del nitrógeno, el valor estándar
utilizado es el Ambient Inhalable Reservoir (AIR) y sigue la siguiente ecuación: δ 15N
(‰) = [(15N/14N)muestra - (15N/14N)estándar /(15N/14N)estándar] *1.000.
3
Los análisis se efectuaron en INGEIS (UBA/CONICET), siguiendo los protocolos
de Tykot (2004) y Garvie-Lok y colaboradores (2004).
4
Para armado (Doradidae, cf P. granulosus) y bagre (Pimelodidae).
70 Gabriela Ortiz et al.
5
En el caso de los valores de nitrógeno en ave (especie sin determinar), éste muestra
una señal enriquecida (δ 15N +11,29‰), lo cual no nos permite afirmar una rele-
vancia de este tipo de recursos en la dieta proteica de los individuos.
6
Sin embargo, esto iría en contra del escenario de mayor aridez propuesto para el
período que aquí abordamos (Garay de Fumagalli y Cremonte 2002). Por ello, un
estudio paleoclimático a escalas de análisis más acotadas resulta necesario.
Arqueología de la vertiente oriental Surandina.
Interacción macro-regional, materialidades, economía y ritualidad
DEBATE
Nielsen: Vos dijiste que los valores, ¿cómo eran? de la fracción colágeno se
reflejaba el consumo de proteínas, ¿cómo entraba el maíz? no entendí, ¿los
cultígenos o estás pensando que son forrajes lo que les están dando?
Nielsen: ¿En qué medida, manejándonos con el colágeno solo, una tendencia
al patrón C4 está indicando un consumo de maíz?, siendo que el maíz tiene un
aporte de proteínas relativamente bajo en relación con el amaranto; como las
quenopodiáceas que tienen un alto porcentaje proteico, uno podría pensar
que hay un ingreso directo, un patrón C3 en este caso.
Nielsen: Pero, podría suceder que muestreando las pasturas encuentres que
hay pasturas C4 y que no tiene que ver con el maíz si no con la abundancia de
alguna especie C4 en el ambiente.
Ortiz: Eso es lo que pensamos hacer, muestrear pasturas, ahora lo que tene-
mos puede ser otra cosa. Lo conversamos con Violeta (Killian Galván), hay
cosas que son inconsistentes, los mamíferos que estamos midiendo de Pozo
de la Chola son de excavación, los hemos ingresado como mamíferos no iden-
tificados, porque aún no sabemos de qué especies son. En el caso de los ca-
mélidos se podría pensar que se los está alimentando con forraje de maíz
pero, ¿qué pasa con los otros animales?, ¿están entrando a la huerta?, se trata
de animales silvestres que estarían dando el mismo grado de enriquecimien-
to, alrededor de C4, entonces la pregunta es ¿qué pasa con estos animales?,
¿también están comiendo maíz?, ¿son comensales oportunistas?, ¿invaden la
huerta?, ¿son criados como mascotas?. Entonces estamos empezando a medir
pasturas, es una buena punta, y también a medir valores para peces modernos
y arqueológicos, de animales modernos, y de contextos arqueológicos para
la región. Por ejemplo, hemos identificado pez Dorado, que está arriba en la
cadena trófica y los valores medidos hasta ahora son de peces del río Paraná,
no hay valores para el NOA.
Cruz: Tengo dos preguntas, una para Pablo (Mercolli) y otra para Gabriela
(Ortiz). Para Pablo, saber si hay colecciones de referencias de guanaco del
Chaco, porque hay mucha diferencia con el de la sierra; y si dentro de las co-
lecciones de referencias para el guanaco del Chaco hay algunos indicadores
de domesticidad o semi-domesticidad, ya que hay referencias históricas y et-
nográficas que, por lo menos, estaban como dice Yacobaccio habituados. Para
Gabriela, quizás no tiene mucho que ver con la presentación, pero a partir
de tus observaciones, de los datos, una idea, una intuición, si considerás que
pudieron haber áreas fuentes y si la distribución de los sitios de San Francisco
pueda estar relacionada con un manejo de área fuentes. Me explico; lo que
pude ver de los sitios de Calilegua es que se encuentran todos en las partes
bajas y cuando el relieve empieza a ser más abrupto no están, y no sé si tiene
alguna explicación dada por el relieve mismo o si es que hay pueblos como
los tacanas, los ese‘ejja que viven en el piedemonte y que tienen sectores del
monte bajo como áreas fuentes para los animales que están cazando, sobre
DEBATE de: Nuevas evidencias en el estudio de la economía y dieta en ... 73
todo a las especies que están consumiendo, las dejan reproducirse, es decir,
son amplios sectores donde no hay ocupaciones.
Cruz: Si están reservando un espacio para que la fauna, que es tan importante
en la dieta, para que se reproduzca.
Ortiz: Hasta ahora, los datos mirados en largo tiempo no son muchos, avan-
zamos muy lento, estamos jugando con diferentes cosas para entender qué
estamos excavando, pero la mayor densidad de sitios está en el sector bajo,
la idea es avanzar hacia el oeste, a la quebrada de Humahuaca, porque están
esos datos escasos de los sitios publicados por Fumagalli, que presentan esa
situación bien interesante. Tienen como dos momentos cronológicos, inclu-
74 Gabriela Ortiz et al.
Albeck: Y los animales comen la chala, bueno, porque también estaba pen-
sando que no solo son los pastos, las llamas también comen muchos arbustos,
DEBATE de: Nuevas evidencias en el estudio de la economía y dieta en ... 75
que no es el caso acá, pero, hay plantas en otros ambientes, por ejemplo, el
churqui, que tiene una concentración altísima de nitrógeno, así que hay que
jugar también con eso.
Killian Galván: Voy a hacer una aclaración, los estudios con maíces que estoy
haciendo son de un estudio de campo en Antofagasta de la Sierra. [NOTA:
Nuevas investigaciones fueron realizadas en el área, permitiendo el estudio
a nivel isotópico de recursos vegetales de consumo humano (Ortiz, M. G. y
V. Killian Galván 2016. El consumo como vía para comprender economías
mixtas. Su aplicación al sur del valle de San Francisco, región pedemontana
de Jujuy (Argentina). En S. Alconini (ed.), Entre la vertiente tropical y los valles.
Sociedades regionales e interacción prehispánicas en los Andes Centro Sur: 263-282.
Bolivia, Plural Editores].
Los valores que tengo en nitrógeno no solo son muy amplios sino que se sola-
pan incluso con los recursos herbívoros, porque tengo valores muy altos, sobre
todo en altitudes más altas con prácticas de abono, etc., o sea, que hay no solo
una cuestión de concentración sino de la relación isotópica que tiene esa planta.
Albeck: Claro, a lo que iba era sobre tu comparación entre quebrada de Hu-
mahuaca y Puna, porque la quebrada es más árida que la Puna, que la Puna
jujeña por lo menos, no hablo de la Puna Catamarqueña, y hay estas plantas
que tienen muchísimo nitrógeno y que son consumidas por los animales, y
también la otra cuestión del consumo de las tunas, es totalmente estacional,
así que yo no sé cuanta incidencia puede llegar a tener realmente en un indi-
viduo…no pueden directamente porque se descomponen…
Oliszewski: En relación a los datos de los individuos, pensaba dos cosas para
Violeta y para Pablo. Para Violeta, preguntar y con esto también del churqui,
por la cuestión de las leguminosas tanto las silvestres como el poroto cultiva-
do, también en esta zona podrían estar perfectamente, que estos valores de
-14 que están teniendo son bajos y; por otro lado, me quedó dando vuelta la
idea de llamas bajando de Puna, entonces; si están dando valores de nitróge-
nos más altos, podría ser esta idea de llamas trayéndolas de Puna y, a su vez,
otra cosa es que Beatriz (Cremonte) para la Ciénaga, la posibilidad que hayan
tenido las llamas en los recintos chiquitos de al lado, o sea que no hace falta
que tengan un manejo ganadero con súper corrales, sino que en las mismas
viviendas en un recinto lateral podrían haber estado teniendo llamas o un
amansamiento de un silvestre…
Killian Galván: Acá Nurit (Oliszewski) estamos comparando con valores para
76 Gabriela Ortiz et al.
Mercolli: Sí, está bien, de hecho están ahí los camélidos, yo digo si ingresan
partes o animales. En internet podes ver una llama en Villa Gesell con el mar
atrás, comen cualquier cosa, el tema es que podes darle chala pero no puede
comer todo el tiempo eso, la llama tiene que complementarlo pero, cuidado,
complementarlo si vos buscás un producto determinado en la llama, pero si es
para solamente tener la llama sí, pueden estar en cualquier lado, en corrales,
no se van a ir, el tema es si estás buscando algún producto, yo quiero direc-
cionar una estrategia que cuando quiero comer un animal joven sea tierno y
tenga mucho contenido graso y buena fibra, ahí hay que complementar con
otros alimentos. Hugo (Yacobaccio) me sugirió hacer un análisis de las chalas
porque no sé qué valores tienen y después sobre el resto. Con estos huesos no
puedo mencionar alguna tendencia, me gustaría resolver esto con el tiempo,
capaz que están bajando animales…
Oliszewski: Me quede pensando en esos valores de -14 que también los tiene
Cali Cortez en ese trabajo...
Killian Galván: Claro, pero si no me acuerdo mal, en los valores que tienen
para La Candelaria, no hay una tendencia cronológica porque de valores δ13C
de -13 bajan a -9 y vuelven a subir en -13, entonces estos valores estoy pensan-
do en explicarlos por llamas que se están trayendo de arriba, no sé, me está
dando vuelta escuchándolo, me parece bueno pensar, que se están llevando y
trayendo las llamas y que, obviamente, estén dando valores distintos.
Mercolli: Que no quede la idea que están bajando los animales, es sólo una
pregunta, no lo sé… quizás por el momento cronológico están teniendo los
animales para consumo de carne y no para caravanear.
Mercolli: Vos agarras una llama criada en las Yungas y otra en Abra Pampa y
hay diferencias sustanciales, tamaño, resistencia, fibra…
muy importante, ahí ya estás yendo para estos valles meridionales, estás en un
piso de 1.200 a 1.100 msnm, pero ahí nomás llegas a 1.500 msnm; o sea… el
hecho de que estén estos camélidos acá ¿vos dijiste que eran camélidos gran-
des también, no?
Cremonte: ¿Qué diferencias ves en este sitio El Sunchal, aunque se sabe poco,
ya lo sé, con el otro? Bueno, porque la gente de San Francisco se movía tam-
bién, está la cuestión del transporte, me parece que habría que pensarlo un
poco, por ahí por la presencia de camélidos.
Cremonte: Por el hecho de que a veces se piensa en las llamas para comerlas
solamente y yo digo que, tal vez, no sólo se emplean para comerlas, hay que
pensarlas como transporte, sí ya sé… son solo dos falanges las que tienen…
Mercolli: No me asombré cuando dije camélido, están ahí, lo pasé por alto a
eso…
Quesada: Una preguntita, ¿recordás Gaby (Ortiz) una ponencia que habías
presentado en otra oportunidad sobre discutir la idea de estos grupos con eco-
nomías agrícolas?, y era a partir de caracterizar a estos grupos con economías
agrícolas por el análisis de vasijas en donde no se encontraban restos de maíz…
Ortiz: No era por eso, en realidad ahora podemos hacer esos estudios, era un
análisis de los sitios, los contextos, de los emplazamientos, del ambiente, de
lo que aparecía en los sitios; yo pensaba en poblaciones más extractivas, mas
“asilvestradas”, entonces esta cuestión de lo agrícola ¿cómo estaba jugando?,
¿era igual en todos los sitios para este momento temprano?; si estas pobla-
ciones eran agricultoras como siempre se las consideró, y si lo eran; en qué
medida o comparando con qué, estamos llamando agricultoras a estas pobla-
ciones. De hecho, tuvieron diversidad de cultígenos, a partir de los análisis
de microrestos ahora lo sabemos, pero ¿cuán importante es el componente
de las plantas domesticas en la dieta? y, más aún, qué prácticas o estrategias y
actividades están realizando para llamarlos “agricultores”; o si las plantas do-
mésticas son un componente realmente importante en la economía.
Marcos N. Quesada*
INTRODUCCIÓN
*
Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET). Universidad Nacional
de Catamarca. mkesada@yahoo.com.ar
80 Marcos N. Quesada
Hasta hace sólo unos años, las investigaciones arqueológicas en las sierras
de El Alto-Ancasti estuvieron fuertemente orientadas -quizá sería mejor de-
cir exclusivamente- a momentos prehispánicos y, particularmente, al regis-
tro de los notables entornos rupestres conocidos para el área (Segura 1968;
De la Fuente y Díaz Romero 1974; De la Fuente 1979; Gramajo y Martínez
Moreno 1982; Llamazares 1999-2000, entre otros). Los poblados locales y las
prácticas productivas habían recibido una atención muy limitada. En razón
de esto, se generó un panorama donde la sierra de El Alto-Ancasti pare-
cía ser una región prácticamente despoblada. Así, resultó común que los
fenómenos arqueológicos registrados fueran interpretados principalmente
en términos de vínculos regionales antes que de acuerdo a lógicas locales.
Como resultado de tal situación, el área en cuestión fue considerada como
una frontera a ser atravesada, como fuente de recursos exóticos con alto
valor simbólico (como el cebil y los conocimientos esotéricos vinculados a
su uso) o, por las características ecológicas de los sectores cumbrales, tierras
especializadas en el pastoreo en el marco de un sistema de complementarie-
dad ecológica administrado desde cabeceras político-económicas ubicadas
en valles aledaños (Pérez Gollán 1994; Kriscautzky 1996-1997; Nazar 2003).
Los análisis más frecuentes del arte rupestre, por ejemplo, se limitaron a la
adscripción cultural de los motivos por sus similitudes con la iconografía de
cerámicas conocidas en otros sectores, en particular, de la llamada Cultura
de La Aguada (Segura 1968; De la Fuente y Díaz Romero 1974; De la Fuente
1979), o postulando su rol en procesos de integración regional (Gudemos
2003).
Como excepción a lo dicho, algunos trabajos pioneros como los de Ardis-
sone (1945), Difrieri (1945) y Barrionuevo (1972) alcanzaron a describir al-
gunas estructuras agrícolas, de molienda y viviendas, respectivamente. No es
que estos autores estuvieran demasiado interesados en los contextos locales,
por el contrario, al menos Ardissone y Barrionuevo buscaban poder integrar
las serranías de El Alto-Ancasti a distintas áreas culturales según los intereses
de investigación de sus respectivos tiempos. Ardissone intentaba conocer el
límite sur del área cultural andina creyendo que la agricultura en terrazas
era un rasgo propio de ésta y que por lo tanto podría ser un buen indicador
de su extensión. Por su parte, el interés de Barrionuevo era integrar este
sector al área de dispersión de la Cultura de la Aguada, para lo cual dedicó
casi todo su breve artículo a la caracterización de la cerámica decorada. Vis-
to desde este lado de la historia seguramente estos esfuerzos nos resultarán
demasiado simplistas, ingenuos casi, pero lo que estimo que deberíamos re-
tener es su intuición de que necesitamos de los contextos locales para poder
comprender los procesos regionales.
Más recientemente un número de investigadoras e investigadores, con
sus respectivos equipos, han comenzado a interesarse en la caracterización
La periferia desde la periferia. Arqueología de las sierras de El Alto-Ancasti 81
LO LOCAL
hacia el exterior del muro. Desconocemos la altura que alcanzaba este com-
ponente superior porque aparece muy derrumbado, pero podemos presumir,
por la gran cantidad de rocas derrumbadas extraídas en la excavación, que
pudieron haber alcanzado una altura considerable.
Vecindarios
PAISAJES RITUALES
cronología y por lo tanto si era parte de los paisajes del primer milenio que es-
tamos caracterizando. Este tipo de arte rupestre, como quizá también ciertos
motivos de camélidos miniatura y diseños lineales que suelen ubicarse estra-
tigráficamente por debajo de figurativos con similitudes a los diseños Aguada
en varios de los sitios de las modalidades 1 y 2, podrían haber tenido origen
en momentos de ocupación más tempranos de los cuales sólo tenemos indi-
cios como puntas de proyectil lanceoladas halladas en diversos sectores de la
serranía. Sí sabemos, en cambio, que los diseños de “marca de ganado” son
relativamente recientes.
Algunos avances realizados en cuanto al estudio de las superposiciones de
motivos (Gheco y Quesada 2011; Gheco 2012) indican que varios de los con-
juntos rupestres son resultado de procesos de confección que pudieron ser
de larga duración. Esto también se refuerza por la presencia en conjuntos,
como el de Oyola, de al menos tres mezclas pigmentarias de tono blanco, tres
de tonos rojos y al menos uno negro5. Entonces, antes que corresponder a
un momento en particular algunos conjuntos rupestres parecen tratarse de
agregaciones policrónicas resultantes de diferentes eventos de pintado cuya
temporalidad aún es poco conocida. Varios investigadores ya habían intuido
esta diacronía y los fechados obtenidos en La Candelaria II (Llamazares 1999-
2000) apoyaron esa suposición indicando un periodo de entre el 700 y el 1300
d.C. para la confección de los motivos presentes allí. Nótese que el fechado
más tardío de este sitio, considerado un exponente del arte rupestre de la Cul-
tura de La Aguada, es posterior a los más tardíos obtenidos en cualquier otro
contexto Aguada de la región, es decir que, de confirmarse la exactitud de la
datación, se podría pensar que los eventos de pintado trascendieron el rango
temporal aceptado para el fenómeno de la integración regional apoyando el
carácter local de esas prácticas.
A MODO DE CONCLUSIÓN
AGRADECIMIENTOS
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GIS en la Arqueología de los paisajes agrarios. Tesis de Licenciatura inédita,
Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires.
NOTAS
1
Las excavaciones en El Taco 19 proporcionaron claras evidencias de frecuentes
modificaciones de la arquitectura de la vivienda y del espacio interior: clausura y
apertura de vanos, desactivación y activación de fogones, construcción y clausu-
ra de depósitos subterráneos, enterratorios en el interior de casa, etc. Esta infor-
mación que está siendo sistematizada en un trabajo en preparación en coautoría
con M. Gastaldi informa que estas casas, además de elaboradas y duraderas, eran
intensamente habitadas y transformadas.
2
En la actualidad, la caza es una actividad que suele practicarse ocasionalmente
en el área de El Taco. Las especies objeto de caza para consumo son principal-
mente el chancho del monte (Tayassu sp.), la corzuela (Mazama sp.) y la vizcacha
(Lagostomus sp.). Otras como el león (Felis concolor), el cóndor (Vultur gryphus) y el
zorro (Pseudalopex sp.) son cazados por considerarse dañinos. El lugar para cazar
las especies buscadas para el consumo, excepto la vizcacha, que se sabe se localiza
en colonias discretas dentro de los espacios destinados a la ganadería, es “el cerro”.
Este dato nos pareció bastante confuso al comienzo ya que nuestros interlocutores
eran pobladores del sector más alto de las serranías, prácticamente en la diviso-
ria de aguas. Rápidamente me hicieron entender que “el cerro” es la ladera que
desciende hacia el valle de Catamarca. Se trata de un sector abrupto y boscoso,
despoblado y con baja frecuencia de actividad humana. “El cerro”, entonces, no
viene a describir una forma de relieve, sino que se trata de una categoría cultural
que refiere a un espacio silvestre y peligroso. Allí puede uno ir a cazar, de allí vi-
ene el león a comer las ovejas y algunos sectores, como la quebrada de El Tipán,
pueden ser objeto de una maldición que asegura la muerte a quien se interna allí
con malas intenciones. “El cerro” se define también en oposición al “campo” que
aparece en cambio como el espacio poblado, delimitado (objeto de propiedad) y
donde se desarrollan actividades cotidianas vinculadas principalmente a la ganad-
ería. Podríamos preguntarnos, teniendo en cuenta el alto grado de culturización
del espacio en el sector de la cumbre, que aparece poblado y acondicionado para la
agricultura durante el primer milenio d.C., pero a la vez un aporte significativo de
la fauna silvestre, si pudo haber existido una forma de categorización conceptual y
práctica del espacio, sino similar, al menos estructuralmente equivalente.
98 Marcos N. Quesada
3
Es importante que la noción de “economía compleja” se entienda aquí en relación
a la variedad de actividades que articulaba y sobre todo en contraposición a una
economía especializada como la que propone el modelo de la especialización pas-
toril, y no en términos de jerarquías o desigualdades sociales.
4
En Quesada y colaboradores (2012) puede encontrarse un análisis más detallado
de estadística espacial que describe las tendencias de dispersión del asentamiento
en la zona de El Taco y otras características abordadas en este apartado.
5
Se trata de un número mínimo de mezclas pigmentarias ya que sólo se analizaron
catorce muestras procedentes de igual número de motivos. Si se considera que
Oyola consta de veinticinco cuevas y aleros con diseños pintados y que algunas de
éstas, como Oyola 7, reúnen más de 75 motivos, resulta fácil entender que muy
posiblemente haya mayor variabilidad aún que la detectada.
Arqueología de la vertiente oriental Surandina.
Interacción macro-regional, materialidades, economía y ritualidad
DEBATE
QUESADA
Cremonte: Claro, para tener una idea de cuál es la cerámica asociada a estas
viviendas.
Quesada: Las cerámicas asociadas a estas viviendas, no sabría decirte bien qué
contexto particular es, ¿estamos hablando de una cocina, de una habitación o
de qué contexto en que se está usando esa cerámica?
Cremonte: El del vecino más cercano… Claro, yo lo usé para La Ciénaga, pero
lo que pasa es que es difícil si uno no sabe en qué lapso fueron ocupadas las
viviendas, es un problema.
Taboada: Sí, esto de Las Mercedes a mí hace rato me da vueltas ¿Qué es Las
Mercedes? Ahora estamos tratando de verlo, hay un tesista, Bruno Salvatore,
que va a encarar un poco eso, pero a partir de materiales de excavación, en el
piedemonte. O sea, en el piedemonte lo que nosotros hemos excavado es un
contexto habitacional, fechado más temprano -entre el 200 y el 300 d.C. nos
da el fechado-, que tiene material Condorhuasi, pero el Condorhuasi tricolor,
ése con el engobe rojo, hay este otro Ambato Tricolor, Cortaderas o Alum-
brera Tricolor y unos grises grabados. Ahora, el tema es estos grises grabados
¿qué eran? o ¿parecidos a qué? ¿no? Entonces, estábamos viendo, y estuvimos
viendo en Santiago del Estero, ahora, con el fragmento en mano, material
cerámico de Santiago del Estero temprano titulado como Ciénaga y como Las
DEBATE de: La periferia desde la periferia. Arqueología de las sierras de ... 101
Mercedes, que no es muy parecido a éstos, más allá que hay que redefinir ¿qué
es Las Mercedes?, porque Las Mercedes en Santiago del Estero, lo que en el
museo está titulado así, es una cosa muy variada. Pero tampoco lo que nos está
apareciendo en el piedemonte es tan parecido a lo Ciénaga, es como una cosa
medio local, estos grabados más tempranos y, por otro lado, el tema que a mí
se me presenta con Las Mercedes, es que cuando Gómez la define en 1966
pone en el Complejo de Las Mercedes a Cortadera también, como ponién-
dolo en el mismo contexto sin un análisis. Eso viene por un lado, se retrotrae
a un error o algo impreciso, cuando Serrano define a Cortadera tiene como
una frase vaga que dice algo así “aparece como…”, bueno no me acuerdo en
este momento exactamente, “que puede ser interpretado”, “que aparece jun-
to con materiales inciso negro grabado que es el Mercedes clásico”, como que
aparece cerca, junto, pero no en el mismo contexto. Mi duda, mi pregunta,
es si realmente alguna vez apareció en contexto, en el mismo contexto aso-
ciado el Cortaderas con lo que se llama Las Mercedes. Es una duda que tengo
por una serie de errores de imprecisiones de Serrano cuando lo define, de
algunas alusiones que hace Serrano a material de Santiago del Estero y de los
hermanos Wagner que tienen una o dos urnas por ahí sueltas. Entonces me
parece que ahí está uno de los temas, bueno lo estamos viendo recién.
Quesada: Sí, sí, falta justamente volver a ver nuevamente esos contextos.
Ortiz: Más allá de la visibilidad, ¿alcanzaron a hacer algo?, ¿bajaron al otro sec-
tor más cubierto de vegetación, alcanzaron a ver algo?, sitios, materiales, lo que
sea.
Quesada: José Dlugosz trabajó en Los Corpitos y en Los Pedrazas, que sí están
en zona de Bosques, el tema es que trabajó en los sitios, todavía no conocemos
bien cómo se estructuran estos paisajes en estos sectores más bajos.
Nielsen: Pero la aplicarías nada más que a dos o tres sitios más grandes, por-
que dos recintos juntos no sería una aldea, digamos, es la misma gente que
duerme junta…
Nielsen: ¿Vos aplicás el concepto de aldea a todo ese espacio? Pero, potencial-
mente esta aldea se proyectaría a todas las direcciones… digo esto es muy dis-
tinto al modo en que se usa aldea en la literatura, y en las películas de ficción.
Quesada: Estoy hablando acá que no es importante que las casas estén cerca
o lejos, si no, de cuáles son los recursos materiales que logran que la gente
establezca vínculos cotidianos, porque acá la gente se mueve en estos espa-
cios, baja a cultivar, va a buscar las llamas, va a hacer lo que sea, y este paisaje
lo que hace es propiciar los encuentros cara a cara, te movés por ahí, pasas al
lado de una casa, te levantás y vas a buscar leña y lo ves al vecino, y eso tienen
estos paisajes de particular, por eso lo quería destacar en este punto, se podría
buscar otro nombre.
Nielsen: Yo digo en función a decir esto es distinto a Tulor, creo que las va-
riaciones pueden tener significado; por supuesto estamos de acuerdo con el
paisaje descentralizado que estás mirando, pero poniéndose en abogado del
diablo, en qué medida esto es distinto a lo que uno esperaría del modelo de
micro-regiones altitudinales, no sería éste el componente pastoril de un paisa-
je que tiene mayores cabeceras en el piedemonte, por ejemplo; entiendo que
ése era un poco el modelo anterior.
Quesada: Claro, lo que está pasando es que lo que predecía este modelo era
una especialización pastoril, no de pastoreo sino que habría sólo pastoreo, y
de una forma subordinada a las áreas centrales; probablemente debe haber
habido pastoreo, pero todo el asentamiento o toda la arquitectura, por lo me-
nos, está orientada a las áreas agrícolas permanentes y protegidas, o sea, con
compromiso a futuro; esto es lo que es diferente.
104 Marcos N. Quesada
Quesada: Sí, muy difícil, además hay distintos tamaños de casas, uno podría
imaginar que el tamaño de casa se vincula a la historia familiar, algunas casas
se van desocupando, que esta distribución quizás podría preanunciar forma
de escisión de las familias, por ejemplo, que alguien forma familia, y se va a la
explanada del frente, pero no es ninguna locura pensar en los tipos de paren-
tesco en estas aldeas.
Cruz: Quizás otro término sería el de comarca, como un espacio más, quizás
un modelo aldeano, pero no restringido a un espacio común. Si podemos vol-
ver al plano, (señala en la diapositiva), cuando lo veo al plano así, este patrón
disperso que es lo que yo vi en Ambato, aunque allá las distancias eran más
cortas, pero cuando estoy viendo acá tu plano me surge la duda, si has hecho
otro tipo de análisis con mayor cantidad de variables como… o algo así, por-
que veo primero que las unidades que ya vemos que son diferentes, pero tam-
bién los espacios en los cuales están vinculados también son muy diferentes,
hay unidades que están en un pequeño espacio de pastizales con otra como el
ET15 que tiene mucho mayor que ET32 y pequeños grupos como ET33, ET19
que están más juntas y otras que están totalmente aisladas como ET31, es decir
¿has hecho otro tipo de análisis que tome más variables?
Quesada: En algún momento pensé que podía haber una correlación entre el
tamaño del sitio y la extensión de la explanada elevada, pero las explanadas lo
que tienen, lo que las caracteriza, es que ahí están las casas. Sin embargo, en
realidad es la continuación de estos suelos agrícolas de las quebradas, pero en
terrenos más altos, no es que son, por lo menos hasta donde sabemos, suelos
con mayor potencial agrícola o que son tierras realmente codiciadas.
Cruz: Mayor potencial tiene el ganadero, que lo están usando o no, es otra cosa…
Quesada: No, porque pasto hay hasta en la zona rocosa; no hay roca viva, hay
roca con tierra en superficie, pero no son suelos agrícolas, vamos a poner una
DEBATE de: La periferia desde la periferia. Arqueología de las sierras de ... 105
foto (muestra una diapositiva), bueno, ahí por ejemplo, el huequito que tiene
el suelo loésico, hay roca pero también hay pasto, seguramente hay lugares
con mayor potencial.
Cruz: Y, con la agricultura, ¿hay alguna relación? con los sectores agrícolas
identificados.
Quesada: Hay una relación… lo que parece es que hay una tendencia a que
las terrazas de cultivo aparezcan en estas cañadas de orden inferior y no en los
colectores principales, y que son justamente los que están, porque descienden
de la parte más alta de las lomadas. Hay una tendencia, que habría que cuan-
tificar, de cercanía a las casas, probablemente tenga una relación con el tema
de la apropiación, pero no podría decir que terraza corresponde a qué casa
en particular, si es que existiera esa relación, no está tan claro. Fíjense (señala
una diapositiva), por ejemplo, acá que hay muchísimas terrazas de cultivo y
están cerca de estas casas, pero es una tendencia que habría que cuantificarla
para ver hasta qué punto es significativa. Con respecto a lo que me pregun-
tabas, sobre esto pensé que podía haber una correlación entre el tamaño del
sitio y el tamaño de la explanada elevada, pero no, hay por ejemplo en ET19,
el sitio más grande y está vinculado a una explanada relativamente amplia,
pero ET22 es un solo recinto y está vinculado a esto (señala en la diapositiva
la extensión de la explanada donde se ubica ET22).
Cruz: Salvo que el recinto no esté vinculado al sitio o sea una unidad indepen-
diente…
Angiorama: Marcos, sé que no hay fechados, pero ¿hay algo que puede ser
tardío? ¿posterior al 1200? Esto es todo lo que encontrás o ¿hay otro tipo de
estructuras?
Quesada: Hay pircas del siglo XIX, no las incluí en esta presentación porque
hubiera generado confusión. Preferí aislar este paisaje muy claramente iden-
tificable. Seguramente hay historia en el paisaje, lo que yo hice con la carto-
grafía es “achatar” el proceso histórico. Arriba de eso aparece directamente
este paisaje ganadero que se vincula a grandes construcciones de encierros de
pircas del siglo XIX y casas construidas en la misma época; sabemos que hay
una ocupación colonial seguramente, pero no la podemos encontrar, no la
106 Marcos N. Quesada
Quesada: No lo conozco bien porque eso es una islita que corresponde al área
de otro investigador.
Williams: Y, el recinto ese grande que, por lo que viste, aparece material aso-
ciado, huesos y cerámica quemada ¿qué dimensiones tiene, más o menos?
Gordillo: Bueno, un poco esta pregunta que vos largaste al final, es con lo que
yo voy a empezar, que tampoco voy a dar una respuesta, pero me parece que
la idea pasa un poco en no ver centro por todas partes, sino historias locales
que se cruzan y preguntarnos qué está significando que haya un fragmento
Aguada en Ancasti; realmente a qué está remitiendo y no verla como una in-
fluencia del centro hacia la periferia, sino poner el acento, que fue un poco el
proceso que yo sufrí desde el Ambato hasta el Ancasti. No me voy a adelantar
a lo que voy a decir, pero un poco es ¿cuál es la naturaleza, en todo caso, de
estas relaciones? y creo que para entender la naturaleza de estas relaciones
tenemos que entender las historias locales, es eso.
Quesada: Bueno, porque vos imaginás que lo que está afuera de la sierra de
Graciana está afuera, pero si vos no tenés un límite en la cumbre de sierra
Graciana, no estaría afuera, no sería exótico.
DEBATE de: La periferia desde la periferia. Arqueología de las sierras de ... 109
Quesada: Pero esa idea de la lejanía como exterioridad puede ser discutida,
porque puede ser que no sea algo tan lejano.
Williams: Si vamos a hablar de algo cerca, si el cebil está tan cerca, pensé cómo
estas aldeas o estas casas están integrando, no sé si decir una esfera de circula-
ción, como quieras llamarla, donde circula el cebil y va hacia otros lados. De
alguna forma ahí cómo está participando de esa circulación, no cómo obtiene
bienes exóticos, me parece que acá todos los bienes exóticos, no sé…
Quesada: Claro, ése es el tema, esta circulación de bienes habría que pensarla
a otra escala, no a escala de las jefaturas.
Williams: Claro, justamente por eso, de alguna forma pensar, estas aldeas o
estas casas de alguna forma ¿participan o no?
Nielsen: Yo quería decir, nada más, que la intención de redes de enorme al-
cance descentralizada es la misma norma que en la etnografía, digamos, no
hay nada más común que esto, en la etnografía las caravanas actuales son las
unidades domésticas que parten a un compadre y van a 500 km para intercam-
biar con un casero, digamos. El discurso arqueológico no sé de dónde sale, el
neo evolucionista, la jefatura, ese discurso en realidad es difícil de entender
de dónde, quién invento ese discurso, porque en los datos etnográficos no
aparece nada de esto, ¿no?
de los rebaños. Yo puedo definir como una aldea lo que era Tilcara en el
Formativo, y recién para después del 1200 d.C., 1300 d.C., hay una estrategia
más acorde a un tráfico intenso como ocurre en otras regiones. Cuidado tam-
bién con el tema del tráfico porque claro, nos agarramos de las caravanas y
pensamos que en el 500, en el 400 y en el 300 después de la era, era un tráfico
intenso cuando parece que no es así, y es más, yo ni siquiera sé si hubo algún
manejo en ese sentido en la quebrada de Humahuaca, porque, quizás, la ma-
yoría de las caravanas estén bajando de la Puna. Pero siguiendo el tema de la
jerarquía, de la aldea creo, además, que no sólo es el tema de la cotidianidad,
yo coincido, hola, ¿cómo le va señora?, ¿está todo bien?, pero todo lo que im-
plica eso, los aspectos económicos, políticos, si hay una jerarquía marcada, si
es una cosa carismática, no solamente lo visual y la cotidianidad. En relación a
la cotidianidad estamos hablando de lo mismo, en el caso concreto de Tilcara
siempre se habló de eso, es más se sigue mencionando como si hubiera varios
sitios arqueológicos, cuando en realidad Tilcara es un solo sitio, se encuentra
una casa y en el otro rescate es otra casa o parte de la misma que se amplió, y
la cotidianidad es la misma.
Mercolli: El Formativo
Mercolli: Sí.
Cremonte: ¿Isla?
Mercolli: No, Isla no tiene nada que ver, hablo del 300 d.C. al 700 d.C., por
ejemplo.
INTRODUCCIÓN
*
Instituto de Arqueología, Facultad de Filosofía y Letras. Universidad de Buenos Aires.
ibesalu@gmail.com
**
Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET)-Centro de
Investigaciones y Transferencia de Catamarca (CITCA). Escuela de Arqueología, Universidad
Nacional de Catamarca.
***
Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET)-Instituto de
Arqueología, Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires.
112 Inés Gordillo et al.
EN LAS CUMBRES
Encuadre metodológico
Los sitios
Los sitios están localizados a partir de la cota de 1.400 msnm en la zona pre-
viamente definida como de Arbustal-Pastizal, en las cumbres que componen
la serranía de El Alto-Ancasti. Hasta el momento se han detectado cinco sitios
con recintos y algunas estructuras distribuidas en las cercanías, representadas
por muros de variada conservación. Los primeros se denominan: Rodeo de
los Indios o Rodeo 3 (R3), Rodeo 2 (R2), Rodeo 4 (R4), Tobaye y El Carrizal.
Durante la excavación de R3 pudimos obtener datos detallados sobre las
técnicas constructivas. Respecto de los muros, se observó una combinación de
lajas verticales y mampostería de rocas posicionadas de manera horizontal con
refuerzo basal. Éstas conforman muros que habrían tenido una altura consi-
118 Inés Gordillo et al.
Figura 3. Planos de los sitios Rodeo de los Indios, con indicación de unidades
excavadas (izquierda), y El Carrizal (derecha).
Resultados preliminares
aislados no parecen estar emplazados en lugares con una visión de alto alcan-
ce, lo cual quizás haya estado en relación con su función.
Por otro lado, existen algunas particularidades respecto a la orientación de
las cuencas visuales ya que R3, a corta distancia, posee un rango visual mayor
tanto en amplitud como en orientación norte, sur, este y oeste. Mientras que
los otros Rodeos, en base a estos análisis, poseen una visibilidad orientada ma-
yormente hacia el este donde se pueden ver los bosques densos.
Por último, las cuencas visuales acumuladas de los sitios nos muestran un
panorama donde gran parte del entorno es visible desde los diversos puntos.
Las zonas de más visibilidad son las secciones este y oeste de los conjuntos,
conformando un radio de visión concéntrico. Esta cuestión deberá evaluarse
en relación con estudios cronológicos que permitan estimar la contempora-
neidad de los R1, R2 y R4 con R3, ya que las implicancias de las cuencas acu-
muladas dependen de su contemporaneidad. Las cuencas desagregadas, por
otra parte, presentan una orientación de la experiencia visual articulada de
manera diferente entre ambos conjuntos.
En principio podemos proponer, a raíz de los datos obtenidos en los aná-
lisis locacionales, que la elección de los espacios próximos a las áreas de habi-
tación supone que los medios de producción son también las áreas de habita-
ción. Este paisaje agrario estructura una íntima relación con la reproducción
económica y subsistencial de los grupos que habitaron estos lugares, ya que
hay una proximidad espacial y perceptiva con el espacio productivo en los
sitios y entre los sitios.
Finalmente, se realizó un modelo de conectividad de la región (Figura 4).
Para abordar la cuestión fue implementada la metodología generada por Frá-
bega Alvarez (2006) y Parcero Oubiña y colaboradores (2009) que implica tra-
tar las rutas sin destinación o rutas MADO (Modelo de Acumulación de Des-
plazamiento Óptimo) para estimar las áreas que naturalmente, en términos de
accesibilidad neta, podrían atraer a la circulación (Parcero Oubiña et al. 2009).
Este método implica la ubicación de estas rutas independientemente de la ubi-
cación de los sitios, lo que lo diferencia del clásico cálculo de rutas óptimas
desde un punto a otro. Este modelo nos dio como resultado que los conjuntos
están en áreas naturales o nodos para la circulación. Cabe destacar que hasta el
momento no se habían realizado análisis de probables rutas de las interaccio-
nes entre las Yungas y los valles occidentales; la existencia de ciertas correspon-
dencias con los desarrollos de tales ámbitos nos impulsa para abordar ese tipo
de análisis. Si bien las rutas prehispánicas no necesariamente tienen que haber
sido las identificadas, la localización de los sitios apunta en ese sentido. Esto
abre la posibilidad de explorar en el futuro la incidencia de estas vías naturales
y su relación con las sociedades que habitaron las sierras en el pasado.
Poniendo en relación estos resultados con el marco regional, una zona
a destacar es la región que corre a lo largo de la peneplanicie próxima a la
escarpa de falla entre las sierras y el valle de Catamarca. Hacia el este corren
122 Inés Gordillo et al.
Figura 4. Mapa de rutas óptimas pertenecientes al MADO (Modelo de Acumulación de Desplazamiento Óptimo)
del área (izquierda) y modelo de productividad del entorno (derecha).
Las casas del sol naciente. Arqueología de la vertiente oriental de El Alto - Ancasti 123
Tabla 1. Extensión de las cuencas visuales de los sitios. Las unidades están
expresadas en cantidad de grillas de 30 m por 30 m pertenecientes al Modelo
Digital de Elevación.
124 Inés Gordillo et al.
Figura 5. Muro norte del recinto 3b en el sitio Rodeo de los Indios (izquierda)
y cerámica procedente de esa habitación (derecha), estilos Negro Grabado y
Portezuelo.
Las casas del sol naciente. Arqueología de la vertiente oriental de El Alto - Ancasti 125
DISCUSIÓN Y CONCLUSIONES
A la luz de todos los datos expuestos, la región de estudio que aquí nos ocu-
pa presenta algunas afinidades con los asentamientos registrados al sur de la
sierra de El Alto-Ancasti y, en menor medida, con los conocidos para los valles
occidentales. Pero también presenta rasgos particulares que la diferencian
dentro de ese contexto.
Considerando la zona de cumbres, en primer lugar, las técnicas constructi-
vas allá registradas permiten relacionarlas con las mencionadas por Quesada
y colaboradores (2012) para los sitios de la localidad de El Taco (unos 45
km el sur, en la misma sierra) adscriptos al mismo período. Las plantas de
los sitios habitacionales de variado tamaño, su articulación y la existencia de
recintos aislados en el paisaje también dan cuenta de prácticas similares. Tam-
bién, para ambas zonas se habría dado una agricultura a secano, favorecida
por la ubicación de las estructuras agrícolas y las condiciones naturales que
no hacen necesarios sistemas de irrigación. Además, es posible que, en uno
u otro caso, las grandes estructuras aisladas que se localizan en o entre los
sitios hayan funcionado como corrales, indicando el carácter agropastoril de
la producción.
Sin embargo, la ausencia en nuestra área de sucesivos niveles aterrazados
en las cañadas -mediante muros transversales- como los de El Taco, sugiere
diferencias en la lógica ocupacional. Además, con los datos obtenidos hasta el
momento, se puede interpretar que nuestro sector es un paisaje de produc-
ción articulado con áreas de vivienda, aunque no alcanza la misma escala que
en la sierra meridional, ni tampoco la magnitud de los sistemas más occiden-
tales de los valles de Catamarca y de Ambato (Kristkausky 1996-97; Figueroa
2010)
Respecto a los parámetros de visibilidad y conectividad, éstos parecen ser
relevantes en la localización de los asentamientos, como ocurre más al sur. Sin
embargo, si bien entre el conjunto de los sitios de Rodeo hay intervisibilidad
y visibilidad a largo alcance, entre los sitios recientemente registrados -Tobaye
y El Carrizal- esto no parece darse; es decir, entre los núcleos habitacionales
de mayor tamaño no hay intervisibilidad. Por lo pronto, esto contrasta con
la existencia de intervisibilidad asociada a la noción de vecindad propuesta
por Quesada y colaboradores (2012) para su área de estudio, donde se da en
todos los casos una conexión visual entre los diferentes sitios.
Por otro lado, y en relación a las rutas óptimas definidas para la región, se
ha mencionado que los núcleos habitacionales de mayor tamaño están en di-
ferentes condiciones respecto a las rutas de mayor influencia. R3 presenta ele-
vada conectividad, mientras que Tobaye y El Carrizal se encuentran próximos
a rutas de menor influencia. Creemos que la combinación de estos patrones
de visibilidad, intervisibilidad y conectividad, que se manifiestan diferencial-
mente, podrían guardar relación con las prácticas sociales llevadas a cabo en
126 Inés Gordillo et al.
cada uno de ellos y/o con la temporalidad de las ocupaciones. Aspectos éstos,
que podrán definirse con el avance de las investigaciones en curso.
Si sumamos, además de las correspondencias antes mencionadas, que en-
tre los materiales recuperados en las excavaciones de las cumbres, aparecen
representados estilos cerámicos propios PIR -Portezuelo y Negro Grabado-
junto con la ausencia de evidencias de otros períodos en el registro arqueoló-
gico de la zona, podemos concluir que las tierras altas de El Alto-Ancasti fue-
ron habitadas en forma estable exclusivamente durante ese período, aspecto
consistente con las dataciones radiocarbónicas obtenidas.
Por otra parte, considerando la variable conectividad a mayor alcance, sa-
bemos que en pocas horas los habitantes de las cumbres podrían haber lle-
gado a la zona de yungas y, tras un intervalo de tiempo algo mayor, también
podrían acceder a la peneplanicie que limita con el valle de Catamarca (Zuc-
carelli 2012). A modo tentativo, esto indica la posibilidad del intercambio y
relaciones directas con otras poblaciones. Mas allá de la presencia de algunas
representaciones Aguada entre los motivos de las cuevas que registramos en
el sector de Yungas6, y de los paralelismos en el trazado y técnicas arquitectó-
nicas, por el momento no sabemos a ciencia cierta cuál es el tipo de conexión
entre ambos ámbitos.
Hemos sostenido en estas páginas la importancia de una visión focalizada
en los paisajes sociales de la zona, que atienda a las prácticas y procesos que
en ella tuvieron lugar sin subordinarlos a otras historias. Esto no significa
ignorar sus relaciones a escala regional o interregional. Hay varias cuestiones
que invitan a reflexionar sobre ese tema. Nos preguntamos, por ejemplo,
sobre algunos elementos que sugieren relaciones de mayor alcance en refe-
rencia a “modos de hacer” muy específicos, que exceden el orden doméstico.
Es el caso de las cerámicas de estilo Portezuelo o Negro grabado, con téc-
nicas, diseños, símbolos y elaboración tan singulares, que son impensables
en términos de convergencias. ¿Qué nos está diciendo la presencia de estos
materiales en el quehacer cotidiano de los diferentes lugares? Sin duda exis-
tieron vínculos y procesos que superan los ámbitos locales, enlazando las
tierras altas de El Alto-Ancasti con, al menos, el valle central de Catamarca
y el valle de Ambato. Se trata de algún tipo de interacción que no hemos
definido claramente aún, sin que ello signifique necesariamente relaciones
centro-periferia. Los modelos que han enfatizado esa clase de relaciones no
son consistentes con los resultados de las actuales investigaciones en El Al-
to-Ancasti, tanto en nuestra área de estudio como más al sur. Siguiendo a
Quesada y colaboradores (2012), en los paisajes aldeanos de la localidad El
Taco -como en los que aquí presentamos- la presencia de sitios con arquitec-
tura compleja, técnicas de construcción elaboradas7 y, fundamentalmente,
los numerosos espacios agrícolas (más de 300 sólo en una quebrada) y la
manera estrecha en que éstos se articulan con las áreas residenciales, con-
tradicen dichos modelos. Tales paisajes no parecen corresponder a enclaves
Las casas del sol naciente. Arqueología de la vertiente oriental de El Alto - Ancasti 127
AGRADECIMIENTOS
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Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires.
NOTAS
1
Este trabajo fue aceptado para su publicación en este libro el día 9 de febrero de
2015.
2
Por esta razón, dado su carácter transicional, esa zona es frecuentemente definida
como de Yungas.
3
Teniendo en cuenta las características geográficas de la región, la baja o nula visibi-
lidad a causa de la frondosa cubierta vegetal, las condiciones climáticas y la escasez
de antecedentes, tuvieron un peso fundamental para la estrategia de prospección
del área la información reunida previamente (información bibliográfica, carto-
grafía, información empírica suministrada por otros investigadores, fotos aéreas
130 Inés Gordillo et al.
DEBATE
Díaz: Hace poco en San Lucas, a unos kilómetros de San Carlos, se encuentra
lo mismo, pinturas rupestres en cuevas y aleros, grabados en lajas y los morte-
ros múltiples, exactamente igual.
Ventura: ¿De qué son los bosquecitos? Para mí, eran Praderas Montanas, pero
vos los llamaste bosquecitos.
Gordillo: Básicamente, por encima de los 1.400 msnm son Pastizales, pero en
las hondonadas hay bosquecitos, de pino del cerro.
Taboada: Nosotros estamos en una situación similar, pero con fechados tem-
pranos, alrededor del 300 A.D.
Gordillo: Los fechados que estamos manejando son de los Pastizales de Altura
igual que Marcos (Quesada). En las laderas orientales no hemos hecho. Allí,
por la iconografía rupestre, parece que la ocupación se remonta a momen-
tos anteriores, también por la cerámica. En ese sector no hallamos cerámica
Aguada.
Gordillo: Yo creo que Oyola es el límite para esa iconografía Aguada tan
típica.
132 Inés Gordillo et al.
Gordillo: Sí, es muy parecido, las lajas verticales abajo con lajas horizontales
arriba.
Gordillo: Nos separan 40 km, pero tenemos elementos similares. Las casitas
aisladas que hay más al sur no las he visto en este sector, pero sí núcleos en
las lomadas, en las pendientes, en los espolones de las lomadas, con un par
de casas y todo un sistema de cuadros y terrazas asociadas. Y, en Rodeo 3, el
material que va surgiendo es parecido.
Quesada: Donde está trabajando Inés (Gordillo) hay otra topografía, las po-
sibilidades de replicar la ocupación del espacio es diferente, es más abrupto,
quebradas…
Gordillo: Lo tuyo es un paisaje más suave e incluso es curioso que hoy está
habitado, en cambio más al norte no.
Gordillo: Hay dos clases, los morteros múltiples asociados a los cursos de agua
y los morteros que están en el interior de las cuevas. Esto es bastante regular,
se repite en muchas cuevas y aleros.
Taboada: En Ampolla hay como 40, abajo viene el río, está como encajado y
donde se abre el río en una hoyada, ahí están los 40 morteros y arriba el sitio
con arte rupestre y eso se repite en otros cañadones, no hay arte, pero donde
el río se abre hay morteros múltiples.
Taboada: En Ampolla hay una gran explanada con morteros, un lugar para
mucha gente moliendo, mientras que arriba con arte rupestre, el lugar da
para una o dos personas.
Quesada: ¿Puedo aportar algo? En otros sitios de arte rupestre hay morteros
y los análisis químicos de los pigmentos están dando variedades de pinturas,
tres variedades de rojo, tres de blanco y negro, es posible que estos morteros
hayan tenido que ver con la preparación de pinturas. Moler y mezclar la mez-
cla pigmentaria. También podría estar asociado con la molienda de cebil. Las
excavaciones en las cuevas no encontraron casi nada, con lo cual es posible
que más allá de preparar pinturas no estarían haciendo otra cosa. Se excavó
en La Tola, en La Tunita y en La Candelaria.
Cremonte: Esa cerámica con modelado y mucha mica que mostraste ¿se rela-
ciona con lo otro, con la pintada?
Gordillo: No.
134 Inés Gordillo et al.
Quesada: ¿Cuál es el criterio para ver diferencias en el arte rupestre más al sur
que al norte?
Gordillo: Yo creo que sí se parecen, al menos en los felinos, en las figuras fan-
tásticas de La Candelaria.
Gordillo: Pero, por lo menos, la idea del felino no es tan omnipresente como
en otros sectores más meridionales de la sierra.
Arqueología de la vertiente oriental Surandina.
Interacción macro-regional, materialidades, economía y ritualidad • 135-170
INTRODUCCIÓN
comprendido desde dicho río Santa Cruz, hasta la cuenca del río San Lorenzo
y 3.- el sector sur (donde se centran nuestras investigaciones) que se extiende
desde el río San Lorenzo hasta el río Grande de Jujuy.
Ahora bien, los valles orientales jujeños presentan distintas características
geomorfológicas. Los sectores norte y centro tienen un relieve escarpado y
abrupto presentando mayor altura y extensión oeste-este que el sector meri-
dional. En los primeros las alturas alcanzan casi los 5.000 msnm y las instala-
ciones incaicas fueron emplazadas en zonas elevadas, como ocurre con Cerro
Amarillo (4.100 msnm); Pueblito Calilegua (3.750 msnm); Puerta de Zenta
(3.200 msnm); El Durazno (2.900 msnm). Por el contrario, más al sur, ce-
rros altos como el Cerro Centinela tienen una altura que no supera los 2.200
msnm. Mientras que hacia el norte existe un contraste neto y abrupto entre el
macizo montañoso occidental y las llanuras boscosas del Chaco. Hacia el sur
se observa una suerte de continuidad habiendo existido una mayor cercanía
entre las poblaciones de ambos ambientes. Como puede observarse en la Fi-
138 María Beatriz Cremonte
El Cucho de Ocloyas
El Cucho de Ocloyas (S23º50’ y O65º20’) es una instalación pequeña, in-
tegrada por estructuras de formas desiguales y, en pocos casos, contigua que
no llega a la hectárea de superficie. Sus características más notables son el
muro doble perimetral que delimita a sus veintisiete recintos (en general rec-
tangulares, con ángulos poco definidos); la presencia de algunos probables
depósitos circulares y una plataforma artificial sobreelevada (5 x 20 m) orien-
tada hacia el poniente. Cerca del muro perimetral que mira hacia el este se
registraron tres acumulaciones de guijarros pequeños que pudieron haber
sido usados como proyectiles.
El Pucara de Volcán
El Pucara de Volcán (S23º53’ y O65º28’) es un poblado conglomerado
integrado por más de 600 recintos rectangulares de ángulos redondeados.
Este asentamiento supera las 10 hectáreas de superficie, fue emplazado a
los 2.000 msnm sobre una meseta transversal al eje del río Grande (a 150 m
de altura respecto del fondo de valle). Los muros son dobles, rellenos con
guijarros y barro batido. Un camino axial este - oeste atraviesa todo el asenta-
miento, dividiéndolo en dos mitades y a partir del cual se desprenden sendas
secundarias.
Materialidades tardías de la dominación incaica en áreas meridionales de Jujuy 141
que tengo una chacra en el valle de Tumbaia de donde cojo algunas comidas
para el sustento de mi casa [...] son cortas dichas sementeras por lo que pido
hacerme merced de sinquentes fanegadas de sembraduras de maiz en un valle
sercano al dicho Tumbaia llamado Tiracsse [...] esta estancia que estara como
sinco o seis leguas poco más o menos del valle de tumbaia a las espaldas de la
cordillera [...] entrando por la quebrada que llaman Uacra (Archivo Tribunales
de Jujuy (ATJ), Pleito por tierras en Huacalera, Año 1767, Legajo 1442, f.176.
[Copia de la merced de tierras otorgada por el gobernador Felipe de Albornoz
en marzo de 1634]).
ron asociados a seis manos de moler, escasos restos óseos y restos de pigmen-
to rojo. Mientras que, junto al muro oeste, la cerámica estaba espacialmente
asociada a restos óseos de camélidos, indicando el consumo o procesamiento
de los mismos. Una probable área de molienda se ubicaría en el sector este
del recinto, donde se hallaron dos grandes piedras de moler sin fragmentos
cerámicos asociados.
Las vasijas Humahuaca Negro sobre Rojo de R5 tienen superficies pulidas
y alisadas. Los motivos decorados corresponden a reticulados en línea fina,
semicírculos concéntricos ubicados en los bordes internos de las vasijas ce-
rradas, bandas reticuladas asociadas a triángulos negros sólidos y banderines
reticulados. Estas vasijas presentan hollín en sus superficies externas, lo que
lleva a pensar que, como no se hallaron fogones en el interior del recinto, tal
vez existió una estructura de combustión en un sector externo o bien los reci-
pientes fueron traídos de unidades domésticas próximas.
COMENTARIO FINAL
CONCLUSIONES
raciones que deben tenerse en cuenta al querer indagar los límites meridio-
nales de la Chiriguania. Otro grupo que es nombrado reiteradamente, pero
de manera muy ambigua en las crónicas para extensas áreas del Tucumán y
en especial para el valle de Jujuy (o provincia de Xibixuy), son los juríes. En
realidad, los juríes englobarían a un conjunto o conglomerado de naciones o
tribus con orígenes y lenguas diferentes, que habrían tenido en común unir-
se para actuar contra los españoles y que eran ágiles como “los avestruces”.
Luego de un meduloso análisis Bossert concluye que chiriguanos y juríes son
apelativos con fuertes connotaciones ideológicas y políticas que demuestran
el desconocimiento que se tenía de las etnias orientales y que entre los Andes,
el Piedemonte y el Chaco existió una densa trama de movimientos y contactos
interétnicos, pero que aún no es posible acreditar la presencia de chiriguanos
en los actuales territorios de Salta y Jujuy para el siglo XVI, debido a la impre-
cisión de las referencias históricas (Bossert 2008:173).
Se plantean complejas dinámicas poblacionales también para otros espa-
cios fronterizos cercanos. En este sentido, para el caso de Saipuru ubicado en
el Chaco boliviano (departamento Santa Cruz) no existirían referencias sobre
escenarios de confrontación entre los incas y los chiriguanos, implicando que
los modos de relacionamiento de los incas con los grupos locales no condicen
con el concepto tradicional de “frontera” (Combés 2009).Para el área de Cuz-
cotuyo, en las márgenes de la frontera oriental incaica de la actual Bolivia, Al-
conini (2009) señala que esta franja habría estado ocupada por grupos tropi-
cales seminómades de distintas tradiciones culturales, entre ellos “chiriguanos
antiguos” para diferenciarlos de los “chiriguanos guaraníes” más recientes.
Alconini plantea que, al intensificarse la dominación incaica en la zona, se
observa un incremento de las cerámicas con tiesto molido y con decoración
unguiculada, ello se explicaría por la incorporación de chiriguanos-guaraníes
en las celebraciones esponsoreadas por el Estado o bien porque los chirigua-
nos que estaban en la frontera misma no eran una amenaza, a diferencia de
aquéllos que se encontraban más alejados, siendo aliados de los incas.
Nuevamente queda en evidencia el escaso conocimiento que tenemos de
los grupos que habitaron las áreas de transición o “de frontera” hacia el Chaco
-conocidos principalmente como ocloyas, churumatas, ossas, chuis y paypayas-
así como la dificultad en atribuir ciertas características de la cerámica a estas
etnias, si es que dichos correlatos son válidos. El antiplástico de tiesto molido,
los corrugados, las hileras de incisiones punteadas encerradas en líneas en
zigzag, los unguiculados y las improntas de cordelería o de hilos retorcidos
remiten a estas áreas orientales, que también de manera genérica denomina-
mos de “tradición chaqueña”. La presencia de dichas alfarerías en el Cucho
de Ocloyas y también en Santa Bárbara, según las descripciones de Madrazo,
quizás reflejen algunas de las alternativas planteadas desde la historia, ya sea
que se trate de pueblos chaqueños del Piedemonte con quienes los incas es-
tablecieron algunas relaciones de vasallaje (Lorandi 1992) o de mitimaes ins-
154 María Beatriz Cremonte
talados en la frontera oriental, vinculados algunos de ellos con grupos del sur
de Bolivia (Sica 2006). Lo cierto es que el sector centro sur de la quebrada de
Humahuaca presenta ciertas idiosincrasias en la manufactura cerámica y una
mayor popularidad de vasijas corrugadas e incisas (Angosto Chico Inciso) de
producción local o provenientes del oriente, reflejando procesos de interac-
ción y mestizaje entre pobladores del Tumbaya y de las Yungas, que parecen
haber sido muy intensos en los momentos tardíos del incaico.
AGRADECIMIENTOS
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Arqueología de la vertiente oriental Surandina.
Interacción macro-regional, materialidades, economía y ritualidad
DEBATE
CREMONTE
Cruz: Hay fuentes que están hablando de este particular momento de ten-
sión. Llevan a un planteo de repensar un poco lo que se llamó el contacto, los
periodos de contacto, incluso el inicio del Periodo Colonial como algo que
va a contrariar al periodo anterior, que es el Periodo Inca. Como yo lo estoy
viendo habría dos fases: el Periodo Inca I que va a durar hasta 1550 y después
de 1550 hasta 1572 donde están (los incas) en Vilcabamba, y las fuentes cuen-
tan cómo organizan una especie de cinturón de resistencia en la periferia
del Tawantinsuyo, particularmente en el sur. En 1564 Matienzo comienza a
obsesionarse con los pueblos, con las alianzas que estaban establecidas con
los calchaquíes, los jujuis e incluso con los chiriguanos, y es a partir de ese
momento que comienzan a intensificarse los ataques a poblados españoles. Es
decir, como que hay un auge, como que se levanta el incario en cierta forma,
aliados con los pueblos locales en diferentes regiones. De hecho, el término
Chiriguana, Chiriguanae tiene las primeras referencias para esa zona de Jujuy;
estamos hablando de tan temprano como 1534-1536, después se van a Chile
y en 1564 aparecen para la vertiente oriental andina, en tanto que ataques a
los españoles.
Cremonte: No sé…
Cruz: Hasta 1543 está la asociación en esta zona de Jujuy, o chili chiriguana o
chirinara y Chicoana, por eso te hablaba de Chicoana, es como algo que sur-
ge, son como 60 alusiones tempranas a este término chiriguano.
Williams: Bueno...
Williams: Pero me parece importante integrar este factor y todo lo que van
encontrando, porque antes no se sabía absolutamente nada.
162 María Beatriz Cremonte
Cremonte: Sí, Huajra tiene una presencia importante y también de todos es-
tos polvos de colores; minerales de cobre que tienen también un significado
simbólico en las tumbas, como se desprende de la lectura del libro de Gabrie-
la Siracusano sobre los colores; hasta un significado medicinal pueden tener
estos polvos de colores en las tumbas.
Ortiz: Verónica, ¿es la misma colección donde están las tabletas con el diseño
de una mujer con las piernas como abiertas?
Cruz: Hay fuentes, las cartas de Ledesma Valderrama, que están hablando
para estos momentos 1560-70 que se están refugiando cerca de Valle Grande,
ellos están hablando de un refugio asociado con la explotación de minerales.
Cremonte: Sí, sí, están circulando, pero no hay elementos, ahora se va hacer
otra campaña en Huajra. Hemos buscado con lupa y no aparece nada espa-
ñol, tampoco en el Cucho de Ocloyas, ni en Mula Barranca; hasta ahora no
tenemos, no está.
Cremonte: Sí, a nosotros también nos hace ruido esta evidencia, de que no
aparezcan elementos españoles. Es un incaico esplendoroso, porque no es el
incaico que encuentra Osvaldo Mendonça en el cementerio de Tilcara, que
es claramente hispano-indígena. En Huajra tenemos un incaico realmente
muy bien elaborado, y muchas cerámicas de otros lados, de las tierras altas, es
muy diferente; por eso le preguntaba a Osvaldo (Mendonça) sobre los fecha-
dos del Cementerio de La Falda de Tilcara, porque sería lógico pensar que
Huajra es un poco más temprano que La Falda donde aparece el terciopelo,
batista y todo ese componente español tan importante y como en Esquina de
Huajra no aparece nada... Tenemos que continuar analizando las calibracio-
nes de los fechados e incluiremos el tratamiento mediante estadística bayesia-
na para tratar de ajustar las dataciones lo más posible, porque posiblemente
sean algo más tempranas de lo que parecen. [NOTA: las calibraciones de los
fechados radiocarbónicos aplicando estadística bayesiana que llevó a cabo Ca-
triel Greco con posterioridad a la presentación de esta ponencia permiten
sustentar como hipótesis que el rango de ocupación de Esquina de Huajra
queda incluido dentro de la fase regional Inca. De esta manera, los resultados
obtenidos justifican la ausencia de elementos españoles en el sitio (Greco, C.
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Pre-Inca and Inca Pottery. Quebrada de Humahuaca. Berlín, Springer.)].
cosas de afuera; creo que es gente que no es de ahí, de Esquina de Huajra, sin
embargo (el sitio) es Humahuaca Inca, no podemos sacarle personalidad, es
Humahuaca.
Jaimes Betancourt: Y crees que será posible en algún momento durante las
excavaciones poder saber si justamente estos movimientos ocasionales corres-
ponden al primer Periodo Inca cuando se mueven poblaciones, o si se produ-
cen en una retirada o en una unión en un momento de la colonización.
Cremonte: Y… sí, con más investigaciones quizás sería posible establecer eso,
pero hasta ahora y por lo que hemos visto -porque en el Pucara de Volcán
hemos excavado basureros donde tenemos el momento anterior, previo al
incario, y no encontramos todo esto, es diferente lo de Huajra- podría ser
también que todo este traslado de gente o todo este sistema haya operado
en un momento no incaico inicial, sino un poco después, eso también, hay
que ver que está pasando en otros sitios de la quebrada de Humahuaca en
ese momento.
Cremonte: Yo todo lo que pude leer, todo, todo, concuerda en que es chaque-
ño, es tradición chaqueña, ahora quiénes eran estas personas tendrían que…
Lamenza: ¿Tenés algo hecho con improntas para ver si es de fibra o de lana
la impronta?
Cremonte: Cuando fui al Taller Inca en Bolivia llevé todo para mostrar, pero
nadie mostraba corrugados, nadie tenía nada parecido de lo que yo había lle-
vado. También a David Pereira le pregunté dónde estaban los corrugados en
la zona oriental, pero me dijo que no tenían.
estaban todas juntas, la relación con otros sitios más bajos, con las del Campo
del Pucara...
Cremonte: Pero estos valles son muy fértiles. Parece haber sido una zona apa-
rentemente vacía, ocupada por los incas con la intención de intensificar la
agricultura en la región, como una prolongación de lo del Campo del Pucara
en el valle de Lerma.
Gordillo: Y, claro, la idea es usar todo esto que estás planteando con alguien…
López Campeny: Yo quería hacer una pregunta bien puntual, es sobre el sitio
Esquina de Huajra, que mostraste que había un hallazgo de torteros, o por lo
menos estaban en las fotos, la pregunta es bien puntual, los contextos donde
los habían recuperado, en urnas funerarias…
López Campeny: Sí, pero esa práctica también se da en otras áreas, el hecho
de hilar, el pastoreo…
Ventura: Ah… no, yo estoy diciendo en San Andrés, en esa zona, las propor-
ciones son más o menos similares. No hay mucho, todo el Angosto Chico
Inciso no parece provenir de ahí, tal vez, de más del sur, de los valles de Jujuy,
del este de Jujuy.
Cremonte: Tengo el dato de ese sitio inédito de Madrazo, de 1973 ¿Te acordás
Mariette (Albeck)?, de Santa Bárbara, ahí en Valle Grande, he querido conec-
tarme con el museo de Olavarría para ir a ver las colecciones porque Madrazo
dice que hay muchísimo Angosto Chico; que casi toda la cerámica que apare-
ce es Angosto Chico, entonces realmente está en la zona de Valle Grande y un
170 María Beatriz Cremonte
poco más al sur donde aparece la mayor cantidad, no que aparecen dos o tres
fragmentos, sino hablando ya de una presencia importante y de la variación
de forma y de las incisiones.
Arqueología de la vertiente oriental Surandina.
Interacción macro-regional, materialidades, economía y ritualidad • 171-204
Beatriz N. Ventura*
INTRODUCCIÓN
*
Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) - Instituto de
Arqueología, Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires.
beatrizventura2006@yahoo.com.ar
172 Beatriz N. Ventura
Miranda 1937, 1939). Casanova (1930) tras su ascensión al Cerro Morado con-
sideró que la construcción del sitio que se alza en su cima se llevó a cabo con
fines religiosos, reconociendo en su excavación vasos incaicos y fragmentos
de piezas de oro y plata. Ya se consideraba la presencia inca en algunos de los
sitios trabajados.
Después de sus cuatro viajes a esta zona, a la que denominará como el “más
remoto noroeste argentino”, Márquez Miranda (1937, 1939, 1941) propondrá
una visión regional de la arqueología de estos valles, indicando las diferencias
constructivas entre sus asentamientos y los de la quebrada de Humahuaca y la
Puna jujeña. Destacó que en estos valles orientales los poblados eran de me-
nor tamaño que en las regiones vecinas y que los recintos habitacionales que
los conformaban eran grandes estructuras circulares-elípticas de entre 4 y 7,50
m de diámetro, a diferencia de las rectangulares o cuadrangulares registradas
en las otras regiones del NOA.
Posteriormente, Bennett (1948) estableció, sobre la base de los materiales
recuperados en esas expediciones, una cronología tardía e inca que llamó
“Complejo Iruya”. Durante largos años estos valles fueron olvidados por la
arqueología. Recién en la década de 1980 Raffino y colaboradores (1986)
llevaron a cabo una prospección en un sector del valle de Iruya, estableciendo
una adscripción inca a los sitios de Titiconte, Arcayo y Zapallar (Figura 2).
Consideraron a Titiconte como un centro administrativo, con estructuras de
almacenamiento y andenería agrícola (Raffino et al. 1991).
Nuestras prospecciones en el valle de Nazareno en 1982 y 1993 también
registraron la notable andenería agrícola y las estructuras de almacenamiento
en las laderas de los cerros y la típica construcción de grandes recintos circu-
lares-elípticos en los asentamientos residenciales. Los valles de Iruya, Bacoya y
Nazareno fueron seleccionados como el sector a muestrear en nuestro análisis
regional correspondiente al ambiente de Pastizales de Neblina para la tesis
doctoral (Ventura 1999). Posteriormente, comenzamos a estudiar los materia-
les de las viejas expediciones a fin de caracterizar el registro arqueológico de
estos valles en relación a los sitios de los que éstos provienen y a los contextos
de los que fueron extraídos (Granda 2010; Ventura y Scambato 2010; Ventura
2013).
La muestra analizada
del Tawantinsuyu, a pesar de los notables cambios que esto debió haber pro-
ducido en el paisaje social andino. Estos reasentamientos de poblaciones se
hacían con diversos fines, entre los cuales se cuenta dispersar a aquellas socie-
dades que podían ser conflictivas para el Estado. También, debido a objetivos
militares, por ejemplo, en el control de las fronteras, o por la necesidad de
concentrar en ciertos lugares a especialistas que trabajaran para satisfacer las
necesidades del poder central, tales como mineros, canteros, metalurgistas,
cultivadores de diversos productos (maíz, coca, pimientos) o ganaderos, te-
jedores, ceramistas, etc. Estas poblaciones se trasladaban con algunas de sus
pertenencias, entre ellas, sus semillas, con las que cultivarían las nuevas tierras
(Morris y von Hagen 2011:42). Sus conocimientos tecnológicos, sus particula-
ridades constructivas, ciertas prácticas sociales y rituales, pudieron ser modi-
ficadas bajo las nuevas condiciones de dominación imperial que dejaron una
fuerte impronta en el paisaje de estos valles orientales; sin embargo puede es-
perarse que utilizando diversos enfoques y trabajos interdisciplinarios puedan
ser, en parte, recuperadas.
Asumiendo la posibilidad de la relocalización de nuevas poblaciones en los
valles bajo estudio por parte del Inca, los cambios, evidentemente, debieron
ser de importancia. Sin embargo, desconocemos si al hacer esto las poblacio-
nes locales fueron desplazadas, por ello, comenzaremos caracterizando los
asentamientos y su distribución espacial. También hemos considerado el tra-
tamiento de los muertos como indicador de prácticas sociales y en relación
a diferencias de poblaciones, sexo, edad, actividad, función, estatus, etc., así
como de otros marcadores biológicos que los restos humanos proporcionan.
Por el momento, sólo podemos mencionar las formas de entierro, ubicación,
modalidades constructivas y los contenidos y asociaciones de los sepulcros y
ciertas prácticas funerarias. También, analizaremos la distribución de las áreas
agrícolas, ciertos rasgos constructivos y los distintos tipos de recintos de alma-
cenamiento. Creemos de importancia destacar algunos sitios y ciertos mate-
riales con valoración simbólica o que pudieron transmitir códigos visuales.
Finalmente, analizamos cómo se distribuye este registro en relación a los dis-
tintos espacios y recursos.
Valle de Iruya
Valle de Nazareno
después de las lajas que sirven de tapa, formando parte de la hilada superior de
piedras que constituyen la parte más alta de la pirca -de una o varias palas planas
y, a veces, aunque con menos frecuencia, manos de mortero, piedras de moler
u otros objetos. Más aún, en algún caso de recinto pircado en el que figuraban
interesantes objetos de metal y otros elementos accesorios de ajuar funerario,
las palas planas que aparecían incorporadas a la pirca eran de un tipo especial,
finamente trabajadas, de buen tamaño, forma sumamente armónica y dotadas
de grandes aletas, altamente decorativas (Márquez Miranda 1939:218).
Entre las grandes vasijas halladas debajo de los pisos se destacan los “vasos
tubulares”, que se calzaban con piedras aseguradas con barro amasado (Már-
quez Miranda 1937:161). En los entierros en urnas se utilizaban lajas planas
como tapas, aunque en algún caso se usó una pala plana “tipo común” como
tapa de la urna (Márquez Miranda 1937:218).
Los entierros de PVRC presentan numeroso y variado acompañamiento.
La ocupación inca en los valles orientales del norte de Salta (Argentina) 185
Valle de Bacoya
En medio de las áreas mineras, el valle del río Bacoya se extiende de oeste
a este siendo una vía de comunicación con la Puna jujeña, una vez traspasadas
las serranías de Santa Victoria (Figura 2).
En las cercanías de la unión del río Bacoya con el río Nazareno se ubi-
ca Molino Viejo (Figura 2); este asentamiento emplazado en la cima de un
espolón a 2.760 msnm permite una amplia visión del valle del río Bacoya.
Este sitio presenta ciertas características, entre ellas, algunas diferencias en los
entierros, ya que aquí no se utiliza barro amasado para sellar las tapas de las
sepulturas y tampoco para revocar las paredes. Márquez Miranda (1939:144)
La ocupación inca en los valles orientales del norte de Salta (Argentina) 187
DISCUSIÓN Y CONCLUSIONES
dos últimos, los asentamientos y las áreas agrícolas con mejor andenería se
concentran en los alrededores de Nazareno-Cuesta Azul-Molino Viejo al norte
y en Pueblo Viejo de Rodeo Colorado-Rodeo Colorado al sur (Figura 2), des-
tacándose la distribución de los asentamientos en relación a las áreas mineras
y a ciertos cerros.
Las menciones documentales al “pueblo y valle de Titiconte” podrían re-
ferirse al sitio arqueológico del mismo nombre emplazado sobre el valle de
Iruya (Salas 1945). La importancia de Titiconte para el incario es corroborada
por el registro escrito, ya que conocemos tres menciones entre 1540 y 1601 al
“poblado y valle de Titiconde” (Ventura y Oliveto 2014). Titiconte correspon-
de a una de las únicas cuatro encomiendas del actual territorio argentino que
repartiera en 1540 Francisco Pizarro desde el Cusco, utilizando seguramente
información contenida en los quipus estatales incaicos (Presta 2000).
Titiconte es una instalación que, aunque cuenta con rasgos constructivos
incaicos (vanos trapezoidales, nichos en los muros, torreones, collcas, etc.),
presenta estructuras subterráneas intercomunicadas por túneles, recintos cir-
culares, recintos subterráneos intercomunicados ubicados en los muros de los
andenes de cultivo atribuidos a funciones de almacenamiento (collcas), que
no corresponden con la típica arquitectura incaica del NOA. Estos recintos de
almacenamiento se concentran en Titiconte (centro administrativo incaico)
pero también en las cercanías de asentamientos de menores dimensiones en
Arcayo y Zapallar, ubicado éste último en una posición estratégica en el con-
trol del valle de Nazareno y también se presentan en forma dispersa en áreas
agrícolas en Ramada Esquina. En todos los casos la andenería en sus alrede-
dores es de construcción incaica.
Otra característica de Titiconte son las representaciones de grandes figuras
de camélidos utilizando rocas blancas en los muros de los andenes de cultivo.
Esta forma de representación a modo de mosaicos (Figura 3) ha sido también
detectada en el sitio incaico Choque Quirao (o Choquek’ iraw) en el valle del
Apurimac, en Perú (Sepúlveda 2008; Echevarría López y Valencia García 2011).
Marcela Sepúlveda (2008:120) plantea que las figuras de los camélidos en los
muros de las terrazas de cultivo del sitio peruano, “al igual que otros motivos
geométricos transmitirían cierto contenido, cierto significado comprensible
por los distintos grupos humanos anexados al Tawantinsuyu, quienes compar-
tirían determinado código visual, ciertos principios ideológicos”. También en
este caso, al igual que en otros contextos incaicos, es relevante la orientación
que presentan los arreglos y decoraciones, que pudieron haber sido deliberada-
mente orientados para mirar hacia algo a lo que se daba importancia (Farrin-
gton 2013:216). Aquí, las representaciones de las llamas se hallan orientadas
hacia el noroeste (Márquez Miranda 1937:164), zona donde se ubican las áreas
mineras, los asentamientos y las mayores concentraciones de andenería.
Titiconte fue una instalación de importancia, sin embargo, considerando
el material arqueológico registrado en las excavaciones y asociado a los con-
La ocupación inca en los valles orientales del norte de Salta (Argentina) 189
textos funerarios, parece haber tenido escasa población jerarquizada. Las fun-
ciones pudieron centrarse en la producción agrícola y en el almacenamiento
de lo cosechado y, posiblemente, también en el acopio de recursos de los
sectores de bosques y selvas cercanos. Incluiría, además, el control del valle de
Iruya y la interacción, a través de un tramo del camino incaico, con las áreas
agrícolas de la quebrada de Humahuaca.
Para Cremonte y Williams (2007:227-228) Titiconte y su emplazamiento en
un lugar dominante en el paisaje, podría ser considerado como un “símbolo
material de concentración y disponibilidad de bienes que tienen ‘el poder’ de
financiar proyectos estatales de anexión de nuevos territorios y de sustentar po-
blaciones especializadas no comprometidas con la producción de alimentos”.
Si fuera así, ¿podrían estas “poblaciones especializadas” estar dedicadas a
la minería y a la metalurgia en los valles de Nazareno y Bacoya al norte? Es en
estos valles y en el sector ubicado entre Rodeo Colorado y Poscaya (Figura 2)
donde se concentran los asentamientos con entierros con mayores elementos
de prestigio y en donde se concentran las áreas agrícolas con mejor andenería.
En este sector el asentamiento de mayores dimensiones es Pueblo Viejo
de Rodeo Colorado (PVRC), ubicado al oeste del valle de Nazareno, al pie
del cerro Minero. En este caso su arquitectura no presenta rasgos de cons-
trucción incaica, sino un patrón de grandes recintos residenciales de formas
circulares-elípticos. Allí se enterraban a los muertos debajo de los pisos de las
viviendas, acompañándolos con diversos elementos de prestigio, entre ellos
piezas de plata (placas circulares) y de bronce, de gran valoración (brazaletes,
brazales, pulseras, etc.).
Consideramos que ciertas piezas incluidas en los entierros tales como los
litos grabados y el trilobite pudieron ser utilizados como amuletos o conopas,
al igual que las representaciones en piedra de un camélido, de un antropo-
morfo8, la bola de plomo y las pequeñas bolsas de cuero con minerales y con
polvos de colores en su interior. Estos objetos con valoraciones y significados
distintos fueron, posiblemente, utilizados en prácticas rituales domésticas y/o
relacionados con las creencias y cultos mineros (Bouysse-Cassagne 2005; Cruz
2010).
Márquez Miranda (1939) propone para este asentamiento cierta asocia-
ción entre las palas líticas y las prácticas funerarias y considera la función ce-
remonial de algunas de esas palas que presentan formas y tamaños especiales
y que, en ciertos casos, fueron halladas junto a “interesantes objetos de metal”
(Márquez Miranda 1939:218).
También debemos incluir entre los elementos valorados a los instrumen-
tos musicales, ya que en PVRC se han hallado varios, entre ellos una flauta
lítica9, un silbato de piedra, una campanita y un badajo de campana, ambos
de bronce (CMM). La flauta tubular que hemos registrado en la Estructura
25 es una pieza lítica de gran calidad, decorada con motivos geométricos que
son representativos de la iconografía inca (Figura 5). Tal el caso de los cuatro
190 Beatriz N. Ventura
triángulos unidos al centro (llamada “cruz de Malta”), las volutas simples, los
triángulos alineados y las grecas.
AGRADECIMIENTOS
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NOTAS
1
Debido a las inundaciones que producía ese río en la ciudad de Orán, en el año
1865 el curso del Iruya fue cambiado hacia el río Pescado (Reboratti 1998).
2
Agradecemos las fotos de estos materiales a Clarisa Otero.
3
La estructura rectangular de PVRC al ser excavada presentó una pared interna
ovalada, “con ángulos redondeados, lo que le daba una visible tendencia a la forma
elíptica” (Márquez Miranda 1939:152).
4
Esta pieza no fue hallada cuando revisamos la Colección en el Museo Etnográfico.
Posteriormente, M. Florencia Becerra la registró en 2016 (ver Nota en el debate de
este trabajo).
5
Análisis realizados en SEGEMAR.
6
Agradecemos las determinaciones del trilobite llevadas a cabo, en forma separada,
por los Drs. F. Tortello (MLP) y E. Vaccari.
7
Al estudiar la CMM no se confirmó este dato, ya que no se hallaron piezas de metal
con mangos de madera.
8
Piezas MLP-D25 Colección Márquez Miranda N° (b) 7832/26059 “Cabeza de lla-
ma” y N° (b) 7765/ 25992 “objeto de piedra”.
9
Esta pieza no ha sido hallada hasta el momento en la Colección MM (MLP).
Arqueología de la vertiente oriental Surandina.
Interacción macro-regional, materialidades, economía y ritualidad
DEBATE
VENTURA
una muralla y Zapallar que menciona Márquez Miranda que tiene un muro
de protección, no hay fuertes o algún rasgo defensivo, sólo las posiciones al-
tas. Por otro lado, Pueblo Viejo de Rodeo Colorado está en una ladera, tiene
muy fácil acceso y domina toda el área agrícola.
Ventura: Eso es lo que dice Márquez Miranda, que Pucara del pie de la cuesta
de Coranzulí es totalmente distinto a lo que encuentra al norte de Iruya.
Nielsen: Sí, quería decir simplemente que hay buenas evidencias para decir
que los incas están moviendo poblaciones y algunas como las de Humahuaca
me parece que es claro que están siendo movidas. De hecho, no hay asenta-
mientos humahuaca pre-incaicos en el valle de Iruya, hasta donde sabemos.
Nielsen: Eso está cerca de la escuela, un poco más abajo…No, no, el sitio
que menciona Madrazo que tiene una colección de materiales muy puneños,
tiene pucos Poma, vasos hilanderos, hay hasta cuchillos creo, no recuerdo
ahora. Esto está en una revista Etnia de aquéllas donde salen varios trabajos
de Madrazo. Allí está la lista de la colección que él obtuvo de una cueva
funeraria y lo que hice es levantar el plano y es exactamente ese tipo de ar-
quitectura, incluso ese patrón de terminación de la mampostería y hay hasta
vanos probablemente, ya que estaba muy cubierta por vegetación y lo que
parecieron ser cámaras subterráneas. No sería raro que esta gente está siendo
movida por el inca. Te lo digo como el dato más meridional que conozco de
esa arquitectura.
Ventura: Hay minas de galena, de cobre, eso está en el informe que te entre-
gué.
des no han ido todavía, no lo van a trabajar, pero tampoco no han ido hasta
ahora.
Ventura: Muchas de las minas son de galena, plomo, cobre. Las minas están
sobre los 4.000 msnm y ése es un tema que desconozco, el que quiera ir a bus-
carlas, que vaya. Yo seguiré en zonas más bajas, de valles.
Angiorama: Claro, está el dibujo. ¿Vos no lo viste? Y ¿sabés de qué metal es?
Ventura: De unos 7 cm… Una consulta. ¿Alguien ha visto este tipo de flautas
líticas?… von Rosen encuentra en Tolomosa (Tarija) unas similares.
Cremonte: Habría que consultar con Mónica Gudemos. Flautas líticas hay en
Tilcara y ha hecho un estudio interesante. También, en el museo de Sucre
donde fuimos con Mariette (Albeck) vimos una flauta de piedra.
Ventura: Algo que también quisiera aclarar son las diferencias que encuentro
entre un centro administrativo como Titiconte, el cual es un sitio de gran im-
portancia, pero cuyos materiales podríamos definirlos en general como “po-
bres”, en cuanto a la metalurgia, a la cerámica, no así a la piedra. A diferencia
de Pueblo Viejo de Rodeo Colorado y en otros sitios cercanos en donde hay
materiales que podrían considerarse de prestigio.
Cruz: Quizás hay alguna relación con Choquequirao, aparte de estos aterra-
zamientos con llamitas, que se destacan de la arquitectura inca de esa zona
central. También, creo que es el único sitio ceremonial que tiene estas estruc-
turas circulares, de hecho, ése fue el argumento para que se re excavara hace
poco tiempo, porque salía de las normas de Machu Picchu. En un principio
202 Beatriz N. Ventura
se pensaba que esas estructuras circulares eran pre-incaicas. Pero no, eran
contemporáneas. Y, también, en la zona de Calilegua, los sitios como “Horco
Quebracho” se destacan por presentar conjuntos de estructuras circulares, de
diámetros semejantes.
Cruz: Sí.
Ventura: Yo creo que en toda esa franja oriental hubo distribución de diferen-
tes poblaciones. Pero, si hay distintas poblaciones ¿por qué las estructuras son
similares? Lo que esperaría es también diferencias en las construcciones, unas
rectangulares, otras cuadradas, otras circulares, digamos diversidad, pero acá
aparecen sólo estas circulares.
Ventura: Tiene piedra canteada… pero Rodeo Colorado también… sólo que
hoy queda sólo una parte del sitio nada más, pero Márquez Miranda dice que
Rodeo Colorado también tenía. Menciona otros elementos relacionados con
la minería en Molino Viejo, que siempre uno lo asociaba a tareas agrícolas,
pero que está justo en medio del área minera. O, en Tuc Tuca, por ejemplo,
cuando Alberto Salas (1945) hace la mención de los pueblos de ocloyas men-
ciona a Toc Toca… un asentamiento en plena área minera.
Cruz: Es una fundición en dos tiempos, una extractiva, que quizás ahí inter-
viene el plomo argentífero, que era para ayudar a fundir el mineral en plata
y, una segunda etapa en otro horno, que generalmente tiene una capa de
cendrada en la base, animal o vegetal. Es en esa cendrada que se atrapará el
plomo, mientras que la plata va a quedar pura por encima. [NOTA: Es una
DEBATE de: La ocupación inca en los valles orientales del norte de Salta (Argentina) 203
tecnología que si bien fue desarrollada en Europa, sabemos que también fue
aplicada por los metalurgos andinos antes de la llegada de los españoles].
Ventura: No, hasta ahora no. Sobre Rodeo Colorado siempre se pensó, diga-
mos, en los años de 1960, como un sitio temprano, por esto de llevar todo lo
que es de la quebrada de Humahuaca y la Puna a otros lados. Estaba esa idea
de que los recintos circulares eran tempranos y no podía uno salirse de eso.
Además, están las grandes vasijas tubulares, no las presenté en este trabajo
porque ya las mostré en otros, pero las vasijas tubulares que encuentra Már-
quez Miranda en Pueblo Viejo de Rodeo Colorado también se asociaban a
las vasijas tubulares de la quebrada de Humahuaca y, entonces, los sitios eran
tempranos. Hasta ahora en la colección de Márquez Miranda no hay fragmen-
tos cerámicos tempranos. Y tampoco coloniales pero, en función a lo que él
buscaba podía perderlos de vista [NOTA: Posteriormente se registraron cuen-
tas europeas en la Colección Márquez Miranda]. Pero, por otro lado, Juan
Carlos Balmás realizó en los años de 1990 siete análisis sobre piezas de metal
de sitios de la zona. Las piezas las pidió a los pobladores locales y en varias de
ellas le da altos contenidos de plomo. Entonces, cuando nosotras comenza-
mos a hacer análisis a las piezas de la Colección Márquez Miranda pensamos
que nos darían contenidos de plomo, pero ninguna pieza tenía plomo, salvo
la bola de plomo. Estamos pensando que, posiblemente, después de que los
españoles ocupan los valles esas poblaciones siguen haciendo estas mismas
piezas, porque las formas son similares a piezas de excavación, que no tienen
plomo. Por lo cual, consideramos que las piezas provenientes de excavaciones
corresponderían a momentos incaicos y las otras, con plomo, serían posterio-
res. Pablo (Cruz) me decía que podía no ser así, como recién comentó. O sea,
¿pudieron estas piezas con plomo haber sido hechas previamente a la entrada
española?
Cruz: Sí.
Angiorama: Sí, claro, pero no hay moldes, crisoles, escorias. Una cosa es, al
menos desde mi experiencia, desde mi opinión, que son muchos más frecuen-
tes los lugares mineros donde se hace metalurgia extractiva con copelación,
purificando, que lugares donde se fabrican objetos, para esta época.
204 Beatriz N. Ventura
Ventura: Creo que en algunos de los sitios, alrededor de estos cerros mineros
vamos a encontrar, los sitios donde se hacían... Pero, en las colecciones hasta
ahora no. Hay una cosa que se llama cardenillo, pero todavía no lo hicimos
analizar, es lo único raro, como una esponja.
Cruz: Eso parecía ser de cobre. Después de la copelación del cobre, cuando
se saca el plomo y otros metales, a veces queda una estructura esponjosa de
cobre semejante.
Pablo Cruz*
*
Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) - Centro de
Investigaciones en Ciencias Sociales Regionales y Humanidades (CISOR). Universidad
Nacional de Jujuy. saxrapablo@gmail.com
206 Pablo Cruz
general, fueron muy poco estudiados. En los casos de los centros administrati-
vos de Ixiamas y Samaipata sus caracterizaciones como “fuertes” habrían sido
dadas durante sus ocupaciones coloniales; mientras que Cuzcotoro, Oroncota
y Pueblito de Calilegua, interpretados como establecimientos fronterizos, en
algunos casos como guarniciones militares (Raffino 1993), se tratarían más
bien de sitios relacionados con la explotación de recursos locales, en parti-
cular la explotación de yacimientos mineros. Incluso, otros establecimientos
atestiguan sobre una expansión de los incas más allá de la vertiente oriental
andina. Por ejemplo, el sitio Las Piedras localizado en la confluencia de los
ríos Madre de Dios y Beni en la Amazonia boliviana (Pärssinen et al. 2003),
Saipurú en el Chaco boliviano (Cruz y Guillot 2010) y, quizás el caso más
extremo, aquellos establecimientos incaicos localizados en la cuenca del río
Salado en la provincia de Santiago del Estero (Taboada y Angiorama 2010).
En este mismo sentido, recientes estudios históricos vienen subrayando una
presencia de los incas en la vertiente oriental andina y tierras bajas relaciona-
da principalmente con la explotación y producción de metales, dando una
nueva vida al debate en torno al ya legendario Paititi (entre otros, Tyuleneva
2003, 2011; Combès 2005, 2009, 2011; Julien 2007, 2005), sin duda el más
renombrado de los reinos de metal ubicado al este de los Andes. Recordemos
aquí que, desde las expediciones de Candia y Peranzúrez (1538-1539) en ade-
lante, la búsqueda de esta fabulosa fuente de metales fue el motivo por el cual
se realizaron la mayoría de las entradas españolas en las tierras bajas, tanto
desde el Perú como desde el Paraguay. Sin embargo, no sólo ninguna de estas
expediciones que se adentraron en el infierno verde logró dar con este legen-
dario lugar, sino que muchas de ellas terminaron en verdaderas catástrofes.
Aun así, la multiplicidad de referencias historiográficas sobre el Paititi deja
pocas dudas acerca de su real existencia, y de su vínculo con los incas.
No existe actualmente un consenso sobre el origen y significado del tér-
mino “Paititi” y sus variantes lexicográficas. Incluso, partiendo del mito de
Pai Sumé, nombre dado en muchos pueblos de las tierras bajas a una divi-
nidad civilizadora, Combès relacionó recientemente el Paititi con el mundo
guaraní al punto de afirmar que se trata de “un nombre, una creencia y una
búsqueda guaraní” (Combès 2011:98). Desde nuestra perspectiva, el sentido
de la palabra Paititi se encuentra en los Andes, donde aparece en las fuentes
andinas varias décadas antes que en las del Paraguay, vinculándose siempre
con las fuentes de metales. En efecto, en quechua, Paititi puede ser desglo-
sado en el artículo “pai” (el) que actúa como prefijo nominal y “titi” que se
traduce como plomo (Santo Tomás [1560] 1951:175; González de Holguín
[1608] 1952:225). Mientras que en aymara, titi fue traducido por Bertonio
([1612] 1984:353) tanto como plomo como “gato montés”, refiriéndose a la
aparición de un felino solar sobre las peñas de la isla Titicaca. El término titi
tuvo, sin embargo, un sentido mucho más amplio que estas dos aserciones.
Más que referirse al plomo, titi habría sido una denominación genérica dada
208 Pablo Cruz
Como sucede con varias otras grandes regiones del planeta, los Andes,
en tanto que sustrato cultural, fue más el resultado de un constructo narra-
Memorias de montañas y metales. Incas y chiriguanaes en el este de los Andes 209
tivo forjado desde la alteridad que el reflejo de una unidad palpable dentro
de la diversidad geográfica y ambiental que posee la formación montañosa
del mismo nombre. Sería a partir del desembarco de los españoles en la
costas del Perú, cuando sus ojos se toparon frente a una multiplicidad de
nuevos relieves, culturas, lenguas y territorialidades, que esta narrativa co-
menzaría a moldearse, varios años antes de que la palabra Andes asomara
en el vocabulario adoptado por los conquistadores. Recién a finales de los
años 1540 el vocablo Andes aparece en las fuentes históricas (por ejemplo,
Anónimo [1548] 1896:227), como una derivación del término “Antisuyu”, en
referencia tanto al nombre del cuadrante oriental del Tawantinsuyu, como
al espacio de verdes serranías situadas al este del Cuzco, territorio de un
histórico enemigo de los incas: los antis. En contraste con la “sierra”, que
identificaba por entonces al espacio altoandino, los Andes fueron el lugar
ocupado por las “montañas”. No se trataba unicamente de una diferencia
de alturas y relieves, “las espantables montañas que decimos de los Andes”
(Sarmiento de Gamboa [1572] 1943:40) eran descritas como un verdadero
infierno vegetal, de tierras enfermas e infestadas por insectos y fieras y, por
sobre todas las cosas, poblada por salvajes y belicosos indios, como los antis y
los chunchos3, tenidos por comedores de carne humana (p.e. Guaman Poma
de Ayala ([1615] 1989; Sarmiento de Gamboa [1572] 1943). La sierra, por su
parte, era el espacio de los pueblos civilizados, como los incas y los qulla, de
sus ciudades, sus caminos y sus chacras cultivadas. No sería hasta finales del
siglo XVI que el término Andes comenzaría a emplearse, por ejemplo bajo la
pluma del extirpador Acosta ([1590] 1987:94), para referirse al conjunto de
la cordillera (altiplano, sierra y montaña). Paradojicamente, con el correr de
los años, la palabra Andes se identificaría más con la otrora sierra, mientras
que la montaña continuaría llamándose como tal.
Esta imagen de la vertiente oriental andina como un impenetrable contra-
fuerte de cerros abruptos, bosques y alimañas, se encuentra claramente ex-
puesta en el “Mapa Mundi de las Indias del Perú” de Guaman Poma de Ayala
([1615] 1989:983-984). En el mismo, el espacio “andino”, donde figuran los
representantes de los cuatro cuadrantes del Tawantinsuyu y los nombres de las
principales ciudades del Perú, es mostrada como una extensa y apacible pla-
nicie que se extiende hasta el Pacífico, omitiendo toda figuración de cerros y
cordilleras. Más aun, en la misma cadena de montañas de los antis y los chun-
chos, aparecen los “Chille hasta los yndios Arauquas, Mosquitos que fueron
sugeto al Ynga”. De suerte que, en una clara visión ptolomeica del espacio,
las montañas vinieron a marcar desde la alteridad no sólo los límites de los
Andes, sino los confines del mundo civilizado.
Desde esta narrativa del Ande civilizado y civilizador, los antis se extendie-
ron física y conceptualmente hacia el sur más allá del territorio de los chun-
chos, incorporando las montañas meridionales que serían más tarde conoci-
das como “cordillera chiriguana”. Así fue señalado explícitamente por Garci-
210 Pablo Cruz
laso de la Vega ([1609] 1985), sin duda uno de los principales artífices en la
construcción de esta narrativa, quien no dudó en replicar para esta región las
mismas características de salvajismo anteriormente otorgadas a los antis.
Comienzan los pueblos que sirven a Santiago dende un pueblo que se llama
Yocoliguala hasta otro que se dice Colosaca y Calabalax. Hay otros muchos en
medio déstos, y de ahí abajo están de guerra. Los más destos pueblos hablan
lengua que dicen tonocote [así, por tonozote] y otra zanavirona, y de ahí abajo
son indios Chiriguanaes, que comen carne humana.
212 Pablo Cruz
Por el lado de los españoles del Paraguay, muy significativamente las fuen-
tes que hacen referencia a los chiriguanaes aparecen recién a partir de 1557,
bajo la pluma del Gobernador del Paraguay Jayme Rasquin ([1557] 2008)
Sabiendo que los colonizadores españoles adoptaban los vocabularios locales,
queda entonces claro que los términos chiriguana y chiriguanaes eran utiliza-
dos en el “Perú”, sobre todo por los incas. En el Paraguay tales términos no
eran usados, ni por los españoles, ni por los indígenas locales -en particular
los guaraníes-, de quienes los primeros se prestaron su vocabulario étnico,
sino hasta 1557. Es decir que estas referencias aparecen en todos los casos
después de realizado el primer viaje al Perú que hicieron los españoles del
Paraguay en 1548-1549 (Julien 2007; Combès 2010).
En síntesis, a todas luces el término “chiriguana” fue empleado durante
los primeros años de la conquista del mundo andino (1530-1545), de una
manera muy amplia y móvil para designar a otros referentes que los grupos
guaraníes establecidos en el piedemonte oriental. Así, por ejemplo, en varias
de las fuentes que narraron las incursiones pioneras de Diego de Almagro
en los Andes meridionales, este término, en tanto que denominativo de un
espacio particular y/o un territorio, designó una “provincia” situada al sur del
Tawantinsuyo, en un vasto espacio que se corresponde a grandes rasgos con la
IV región en el norte de Chile. De hecho, en los primeros años de la conquis-
ta, “Chiriguana” fue corrientemente usado como sinónimo de “Chile”. Pero
en paralelo, territorios poblados por chiriguanaes son igualmente referidos en
regiones del Noroeste argentino (NOA), tales como los valles jujeños y Cal-
chaquíes, e incluso las planicies chaqueñas de Santiago del Estero. Asimis-
mo, en las someras descripciones sobre los chiriguanaes, ellos son presentados
como un pueblo salvaje, nómada y sin ninguna actividad agrícola, caracterís-
ticas que los acercan a la imagen dada a los juríes que poblaron las llanuras
del NOA, pero que se alejan de las conocidas de los grupos guaraníes. Por
el lado de las fuentes originadas por los españoles que incursionaron por las
tierras bajas del Paraguay, resulta muy significativo que el término chiriguana
recién haya sido empleado para designar a los guaraníes establecidos en el
piedemonte oriental recién a partir de 1557. Más aun, antes de esta fecha, en
ninguna de las primeras incursiones de los conquistadores en “tierra aden-
tro” se da cuenta de la existencia de asentamientos o poblaciones relevantes
de migrantes guaraníes. Finalmente, resulta igualmente interesante que estos
primeros españoles que atravesaron el Chaco fueron guiados por aliados gua-
raníes (identificados como carios), quienes por entonces -o, a sus ojos- no por-
taban aun las clásicas caracterizaciones atribuidas a los “salvajes” chiriguanos.
Por otro lado, y contrariamente a la visión uniforme del espacio chirigua-
no, la cual fue construida desde la narrativa del Ande, otras fuentes del siglo
XVI ofrecen una imagen más ajustada de este amplio espacio, donde se des-
taca la profusa mélange de etnónimos e identidades fluctuantes antes, durante
y después del arribo de los españoles. En palabras de José Barbosa ([1719]
Memorias de montañas y metales. Incas y chiriguanaes en el este de los Andes 213
1975:9), cronista de Cuiabá, “son tantas naciones que no caben en los archivos
de la memoria”. El padrón de encomiendas de Santa Cruz de 1561 (Combès
2010) es un testimonio explícito de la intensa cohabitación de grupos lingüís-
ticos, naciones y étnias en un territorio relativamente acotado; entre 30 y 40
leguas a la redonda de esta ciudad se concentraron a lo menos seis grupos
lingüísticos7 -entre ellos el guaraní-, y más de 40 grupos étnicos (Julien 2007;
Combès 2010). Se trata, en efecto, de una de las regiones más diversificadas
del continente desde el punto de vista lingüístico (Figura 2).
Figura 2. Mapa étnico de la vertiente oriental andina y tierras bajas en el siglo XVI
confeccionado a partir de las fuentes señaladas.
DISCUSIÓN
una sierra adonde muchos indios acostumbraban ir y venir, y que en esta sierra
habia mucha manera de metal, y que en ella habia mucho oro y plata, y otro
genero de metal que aquello no alcanzaba que metal era, mas de cuanto ello
no era cobre, é que de todos estos géneros de metal habia mucha cantidad, y
questa sierra atravesaba por la tierra mas de doscientas leguas, y en la alda della
habia así mismo muchas minas de oro y plata y de los otros metales (Ramírez
[1528] 2007:25).
Memorias de montañas y metales. Incas y chiriguanaes en el este de los Andes 221
que los españoles, como Luís Ramírez ([1528] 2007), recogieron durante sus
fallidas entradas hacia el Paraguay. De suerte que las interacciones entre los
incas y los diferentes pueblos de las tierras bajas pudieron haberse dado mu-
cho más allá de los confines de los Andes.
AGRADECIMIENTOS
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NOTAS
1
Según la gran mayoría de las fuentes tempranas de la colonia, el límite sur del
Collasuyu se encontraba en los Chichas, quedando al margen las provincias de
Chile y el Tucumán.
2
Diferenciamos aquí Chiriguana (con mayúscula) en tanto adjetivo o sustantivo que
identifica una región geográfica o un territorio, del gentilicio chiriguana/o (con
minúscula, Pl. chiriguanaes/os). Asimismo, respetamos las distintas grafías con que
este gentilicio aparece en las fuentes (p.e. chiriguanaes, chiriguanos), reflejando
estas disimilitudes distintos momentos cronológicos.
3
Bajo los nombres genéricos de anti y chuncho (o chunchu) se agruparon varios
grupos que poblaron la vertiente oriental andina y planicies aledañas. En las fuen-
tes los antis aparecen ubicados al norte, noreste y este del Cuzco, propiamente el
Antisuyo, mientras que los chunchos figuran en un espacio más amplio, desde el
este y sur del Cuzco hasta el codo de los Andes (Santa Cruz de la Sierra).
4
En cuanto al vocablo chile, resulta muy significativo que el mismo aparezca en el
quechua utilizado en la minería de comienzos de la colonia para designar “lo más
remoto, lejos y apartado de las minas” (García de Llanos [1609] 1983:34).
5
Fuentes más tardías, como Fernando de Montesinos, vincularían nuevamente
Chiriguana con el camino a Chile pero sin especificar su localización precisa:
“Prevenida la gente mandó Huira Cocha que fuesen delante muchos oficiales
abriendo y haciendo un camino real desde las charcas hasta chile por los chiriguanas,
pues ya le habia desde el cuzco hasta los charcas”. (Montesinos [1642] 1882:134).
Memorias de montañas y metales. Incas y chiriguanaes en el este de los Andes 227
6
“E por quanto vamos en nombre de Su Majestad e del Señor marquez don Fran-
cisco Piçarro en su real nombre a hacer un pueblo en el balle de Tarija e por el
dho balle entren a descubrir la conquista de los indios macaros”. (En Barragán
2001:259).
7
Entre otros no identificados: Arawak, Guaraní, Chiquito, Guaycurú, Zamuco y
Otuquí (Combès 2010:349-351).
8
Estos grupos se encontraban principalmente localizados en el piedemonte oriental
y planicies aledañas que actualmente se ubican en el departamento de Santa Cruz
de la Sierra.
9
Se trata principalmente de urnas de forma globular, de un diámetro variable entre
0,75 y 1 m, sin tapa y con superficies alisadas y decoración mayormente incisa (ban-
das formadas por diferentes tipos de líneas, puntos y reticulados). En algunos casos
las urnas muestran bordes doblados.
10
Respetamos la grafía (Khara Khara) con la cual aparece esta serranía en la do-
cumentación cartográfica contemporánea diferenciándola del antiguo territorio
étnico Qara Qara o Qaraqara situado en las tierras alto-andinas del departamento
de Potosí.
Arqueología de la vertiente oriental Surandina.
Interacción macro-regional, materialidades, economía y ritualidad
DEBATE
CRUZ
Ortiz: Pablo, las cerámicas que mostraste, ¿son las que recogiste en los sitios
del sector en donde estarían esas minas? Son cerámicas diferentes, ¿son de
distintos sitios? ¿vienen de un sólo lugar? Parecen distintas cosas, es decir, dife-
rentes estilísticamente. ¿Qué estás pensando en función de esta materialidad
cruzada con las fuentes documentales?
Williams: Una consulta. Si sabés de qué lugar era originario Condori, el inca
de Saipurú.
Cruz: La mayoría sí, salvo la diadema grande que fue hallada en una tumba
parcialmente destruida.
Pienso que son metales que están circulando por todos lados, tal como sucede
con las minas andinas.
Williams: ¡Gracias!
Cruz: Es de superficie, del lugar donde viene no se halló otra cosa que esto.
Ventura: Bien, después lo vemos. Es para cotejar con los materiales con latón
que hay en los valles orientales.
Cruz: Al sur de Jujuy. Todos los localizan en las planicies. Son pre-andinos, no
son andinos.
DEBATE de: Memorias de montañas y metales. Incas y chiriguanaes en el este ... 231
Cremonte: Entonces, no tendría nada que ver con los chiriguanaes de la zona
del norte.
Cremonte: Agricultores.
Cremonte: Perdoná, lo que veo es que estas referencias, lo que nosotros he-
mos manejado hablan de juríes, pero nunca de chiriguanaes, ahí está hablando
de chiriguanaes.
Cremonte: Sí, árabes, pero juríes, no nombran chiriguanos para esta zona del
sur de Jujuy, y ahí Chicoana, con la interpretación arqueológica no encaja con
nada.
Cruz: Sí, hacen la asociación. Por ejemplo, acá tengo a Encinas (1558) que
refiere sobre Rodrigo Salcedo: “alli mandó el dicho don Diego de Almagro al
capitán Rodrigo de Salcedo, que fuese con gente de á caballo á hacer guerra
y castigo de ciertos indios cherigoanaes que se habían hecho fuertes en el
pueblo de Jujuy é muerto ciertos españoles”. O sea, están hablando de es-
tos grupos que están entrando y hacen la asociación directa, incluso hay una
referencia de chiriguanaes y juríes, están utilizando también las mismas tipi-
ficaciones Hay numerosas entradas entre Chile o Chiri, chiriguanaes y chiri-
guanae en Jujuy, y que progresivamente uno puede rastrear. Pero no se sabía
bien dónde se situaban, es confuso. Sobre Chile y chiriguanae, los españoles
piensan que está en Chile, lo dicen claramente cuando regresan, Chile está
más allá de los chiriguanaes. Ahí es recién cuando empieza a aparecer (en las
232 Pablo Cruz
fuentes) el nombre de Jujuy. Fue más tarde, primero con Candia, Peranzures,
y la entrada de Rojas, y después a partir de 1548, que se comienza a asociar
los chiriguanaes con los pueblos de la vertiente oriental andina, en lo que hoy
es Bolivia. Pero todavía no están citados como guaraníes, ni están atacando a
los españoles. Recién a partir de 1557 para las tierras bajas, en 1548 con Polo
de Ondegardo que se empiezan a construir estos chiriguanos “malos”, y sobre
todo después con Matienzo a partir de 1564. Es decir, el etnonimo chiriguanae
se fue corriendo en el tiempo y en el espacio. La impresión que tenemos es
que ha sido designado como la “gente de allá” que bien podrían haber sido
los juríes, estos árabes, pero no sabemos. Pero de seguro no eran los moros
de los españoles.
Nielsen: Lo otro es que el canibalismo para los guaraníes está, al primer fun-
dador de Buenos Aires se lo comieron.
Cruz: Ahí también hay una construcción, es un tema interesante. Uno de los
rasgos de los guaraníes es que son exo-caníbales. Pero sobre los chiriguanaes
del primer tiempo en la narrativa inca son presentados como endo y exo-ca-
níbales. Los incas cuentan cómo ellos los van aculturalizando, a pesar de que
ellos los atacan. Los chiriguanaes pre-guaraníes, los que se encuentran por acá
en Jujuy, son civilizados por los incas, y dicen (por ejemplo Cieza), que des-
pués empiezan a vivir en las casas grandes, las malocas, dejan de comer a su
gente y comen a los otros.
(Murmullos. No se escucha)
Cruz: No es lo mismo, porque en esa época hay una caracterización muy pe-
yorativa del endo-canibalismo, de hecho, las primeras fuentes de Álvar Núñez
Cabeza de Vaca, Irala, Diego García, que entran con los guaraníes, ellos dicen
“nuestros aliados los carios que comen carne humana”. Hay un trabajo de
Oliveto que trata sobre cómo están pasando estas categorías de aliados de los
españoles aunque comieran carne humana, a ser estos salvajes que comen
carne humana.
ces). El trato era que se dejen comer a los cautivos. El tema del exo y endo me
parece que va por el lado de qué guaraníes (parcialidad) estemos hablando.
Lamenza: Sí, sí, ya sé, pero entramos en esto mismo, la definición de los carios
que aplican el exo-canibalismo y los tupinamba son exo y endo -Schmídel
reconoce similitudes en la lengua entre ambos grupos- y, sin irme del tema,
en otro contexto lo podemos asociar a todo lo guaraní como generalidad,
porque entramos en el mismo problema de la cerámica corrugada, para todos
los problemas que surgen cuando asociamos corrugado con guaraníes, tupi
guaraníes y como están las definiciones, nos mareamos.
Lamenza: Además del hecho del mapita donde entraban, eran caníbales pero
eran agricultores, o sea, no quedaba otra que ir con ellos en esa zona.
Cruz: Además, sobre las migraciones de los guaraníes, en el siglo XVI no hay
guaraníes en el Mato Grosso. Por entonces, los guaraníes están siguiendo toda
la costa, están en Laguna de los Patos, por ejemplo, y de allí se dirigen al
Paraguay. Es decir, la migración occidental de los guaraníes se está dando
por el Paraguay, no hay una entrada desde el norte (Mato Grosso). Desde
el Paraguay los guaraníes se dirigen después al norte. Para volver un poco
sobre nuestras conclusiones, esta construcción sobre chiriguana/chiriguanae
se inserta dentro de una narrativa de un Ande civilizado y civilizador. En un
primer momento designó un territorio medio vago, después a un gentilicio en
el NOA, y después, bastante más tarde, identificó un pueblo (los guaraníes)
que incursiona en la vertiente oriental andina, cambiando progresivamente
su nombre por el de “chiriguanos”.
Albeck: Ya quedó dicho que hay un conocimiento muy vago de todo este terri-
torio en esas épocas tempranas y es como un imaginario que circula en todos
los Andes de cómo es esa zona, por eso se toman atributos que no son reales,
pero sirve para estigmatizar a estas poblaciones, por eso mezclan también Chi-
coana, eran de guerra, eran todos chiriguanaes. Eso, por un lado; por otro, la
cuestión del tema de las fortalezas, ¿Cuzcotoro no es una fortaleza?
Albeck: Leyendo a Pärssinen yo tenía esa idea, que eran como fortificaciones
que iban avanzando hacia el este.
Cruz: Creo que en esto es importante pensar a los incas en dos tiempos o pe-
riodos. Un primer tiempo prehispánico que se extiende hasta los años 1550
(hasta la muerte de Manqo Inca en 1544), seguido del periodo en que se
refugian en Vilcabamba (hasta 1571), cuando las contiendas en muchos as-
pectos son muy intensas. En 1564 Matienzo está exasperado porque le llega
la noticia que los calchaquíes se están aliando con los chiriguanos y con los
incas. Es decir, le informan que están formando una alianza. No sabemos a
qué chiriguanos se refiere, pero sí sabemos de los calchaquíes. Estando con-
quistado una gran parte del Tawantinsuyo, esta zona ocupó un lugar central
para la resistencia inca.
Albeck: Pero, hay toda una cuestión, decir Chicoana, ya se les paran los pelos
a los españoles, porque son chiriguanos, la guerra.
Cruz: Los datos son insuficientes para responder la pregunta, pero podría ser
un indicador la ausencia de fortificaciones, así como la asociación contextual
entre la cerámica inca y los estilos regionales.
Nielsen: Sería un enclave incaico pactado con pobladores locales, que este
ataque de guaraníes usado por Alejo García rompería este acuerdo territorial
sobre el que operaba esa mina, ¿ésa sería la hipótesis?
Cruz: Cuando los guaraníes atacan Saipurú no se van más. Toman prisioneros
DEBATE de: Memorias de montañas y metales. Incas y chiriguanaes en el este ... 235
a los incas como Condori y someten a los pueblos que se encuentran allí, no
sabemos quiénes eran.
Cruz: De hecho, por allí comenzó su viaje Alejo García. Según lo que pude
informarme el camino del Peabirú tiene, incluso, algunos segmentos empe-
drados. Desde Santa Catarina, el camino se dirige al Paraguay, lo atraviesa y se
direcciona a los Andes.
Arqueología de la vertiente oriental Surandina.
Interacción macro-regional, materialidades, economía y ritualidad • 237-266
Constanza Taboada*
INTRODUCCIÓN
*
Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET)-Instituto Superior de
Estudios Sociales (ISES). Instituto de Arqueología y Museo, Facultad de Ciencias Naturales e
Instituto Miguel Lillo, Universidad Nacional de Tucumán. constanzataboada@gmail.com
238 Constanza Taboada
Figura 1. Mapa con distribución aproximada de los sitios conocidos en Santiago del
Estero y discriminación estimativa de cronología. *Sitios con evidencias asignables
a momentos tardíos (aprox. posteriores al 1000 d. C.). + Sitios con evidencias
asignables a momentos anteriores al 1000 d. C. o de cronología indeterminada.
En base a mapas e información propia y de Reichlen (1940), von Hauenschild
(1949), Lorandi y Lovera (1972), Gramajo de Martínez Moreno y Martínez Moreno
(1988, 1992) y Togo (2004).
Espacio, cultura material y procesos sociales tardíos en la llanura santiagueña 243
El mapa nos muestra, por un lado, varios espacios vacíos o con muy escaso
registro de sitios: la franja este, el sector noroeste, la esquina noreste y la ma-
yor parte del sur; por otro, una zona mesopotámica central y del Salado me-
dio con concentración de sitios. Parte del sector centro norte y área serrana
del oeste y sur central cuentan también con registro de sitios. Ahora bien, la
distribución en el mapa se encuentra sesgada por la intensidad, magnitud y
continuidad de las investigaciones realizadas, fundamentalmente por aquellas
que durante la primera mitad del siglo XX realizaron los Wagner en la zona
media del Salado y parte del área mesopotámica. Pero también por el diferen-
te grado de cobertura, sistematicidad y selección de áreas con que trabajaron
los demás investigadores coetáneos y posteriores. Es claro que aquellas zonas
con escaso registro arqueológico coinciden con las que apenas fueron inves-
tigadas, y ese sesgo puede estar obstaculizando nuestra interpretación sobre
los procesos ocurridos en el territorio y sobre la problemática de distribución
de las poblaciones en el tiempo y el espacio (Taboada 2012). A ello se suma
la gran dinámica geomorfológica y sedimentaria del área, por lo que pudo
determinar en cuanto a asentamiento y distribución en relación a espacios
propicios para el hábitat, pero también por lo que pudo generar en la for-
mación/destrucción/invisibilidad actual de los sitios (Taboada 2012; Ortiz
2012). En Santiago el agua ha sido, y sigue siendo, determinante de procesos
socioculturales. Santiago pasa, en cuestión de meses, de ser el gran sediento
a ser el gran estero que con sus inundaciones arrasa las posibilidades de per-
manencia, igual o peor que con sus sequías. Éstas, por su parte, han generado
en ciertas épocas la desertificación y abandono de algunas zonas con carencia
de agua. Y la vida en la región se vincula históricamente a esta dinámica. Los
datos arqueológicos y arqueofaunísticos refrendan la fuerte vinculación a los
recursos del agua (Lorandi y Lovera 1972; Cione et al. 1979) tanto como los
documentos señalan la inminencia de trasladar pueblos de indios por haber
sido destruidos por las crecidas del río (Farberman, comunicación personal
2013). Así, a pesar de la falta de cobertura de trabajos arqueológicos en cier-
tas áreas, es clara la distribución de los asentamientos a lo largo de la mayor
parte de los dos ríos actuales (y de paleocauces subactuales como los señala-
dos para el centro norte por Reichlen 1940) y en su área mesopotámica, así
como en las zonas serranas que presentan otras condiciones ambientales y
de uso del espacio. Esto permite plantear, por su parte, que ocurrieron pro-
cesos naturales que han cambiado el paisaje y la distribución de recursos a lo
largo del tiempo de ocupación prehispánica. Los ríos se han unido, separa-
do, desplazado, cambiado de desembocadura y abierto en cauces secundarios
(Furlong 1936; Frenguelli 1940; Palomeque 1992). Y esto debió determinar la
adecuación lógica de las poblaciones a los recursos, y el consecuente cambio
de espacios o aún áreas de asentamiento a lo largo del tiempo. También es
notable la erosión provocada por la escorrentía, que abre caminos y recorta
los montículos arqueológicos generando distintas formaciones que debieron
244 Constanza Taboada
ción para ese período resulta sólo una estimación provisoria (Figura 1). Sin
embargo, nuestros primeros trabajos de campo y fechados, junto al análisis
bibliográfico y de colecciones empiezan a permitirnos una primera desagre-
gación y algunas precisiones para ciertas zonas. Si bien ciertas áreas fueron
ocupadas por varios siglos, no siempre o necesariamente el asentamiento se
dio sobre el mismo sector o según una estratigrafía de libro. El análisis efec-
tuado habilita diferenciar espacios y sitios prehispánicos tardíos sin ocupación
colonial, otros con continuidad de uso hispano-indígena y también restos de
fortines ocupando sectores aparentemente sin evidencias anteriores. A su vez,
los trabajos de campo permiten reconocer, dentro de algunos sitios, espacios
que podrían ser de uso prehispánico y otros coloniales, así como la existencia
de asentamientos concentrados previos a la reestructuración española.
Ahora bien, hemos planteado anteriormente que un tiempo antes de la
conquista española las poblaciones emplazadas en la llanura santiagueña,
principalmente sobre la zona del río Salado medio -que ahora creemos po-
der acotar a su vez al área de los bañados de Añatuya-, sostuvieron una red
de relaciones con aquéllas asentadas en los valles intermontanos y con los in-
cas (Angiorama y Taboada 2008; Taboada y Angiorama 2010; Taboada 2011,
2013; Taboada et al. 2013). Pero, ¿cuáles fueron los mecanismos y circunstan-
cias en la llanura que dieron origen, permitieron y mantuvieron esta relación
y su evolución posterior? Algunas evidencias analizadas por Lorandi (1978)
apuntan a pensar que estas redes sociales podrían remontarse a momentos
preincaicos y vincularse a un contacto entablado con poblaciones del sur de
Bolivia primero y a una posterior expansión hacia los valles de Catamarca,
Ambato y alrededores después (Lorandi, comunicación personal 2012). Para
avanzar en este tema resulta importante analizar el norte del Salado y el sec-
tor noreste de la provincia. Su potencial para la vida y un jalonamiento de
sitios apenas estudiados en esta área y en clara relación a los paleocauces de
la zona habilita pensar la zona como espacio de comunicación norte-sur. Pär-
sinnen (2003) ha planteado que pudo ser la vía de expansión incaica hacia
la llanura, y en Salta se han registrado torteros y otras evidencias típicas de la
llanura santiagueña atribuibles a intervención incaica (Taboada et al. 2013).
El río Salado también pudo funcionar como vínculo con las primeras ciuda-
des coloniales asentadas en el límite salteño-santiagueño. Sin embargo, los
sitios hasta ahora trabajados en el sector noreste de Santiago no presentaron
materiales ni rasgos incaicos o españoles. Son sitios aparentemente similares
a los del centro de Santiago, con cerámica Averías asignable al tardío y mate-
riales comunes en esta zona, pero según Reichlen (1940) con un desarrollo
tecnológico menos variado y una ocupación menos intensa. Nos pregunta-
mos, entonces, si estas evidencias no podrían ser referentes de aquellos con-
tactos con poblaciones de Bolivia que pensaba Lorandi, en una región donde
otros indicios parecen indicar que era un espacio habitado por grupos con
instalación menos permanente, incluso afines a tradiciones chacolitoraleña
246 Constanza Taboada
(ver Angiorama et al. en este volumen), y que el vínculo con el incario se es-
tableciera por otras rutas.
La otra zona relevante para el tema y casi no estudiada es la franja oeste
del norte de Santiago, continuación del piedemonte y llanura tucumana don-
de se ubican evidencias santamarianas ausentes en el registro santiagueño. Si
bien en los sitios de los bañados de Añatuya en el Salado medio se han hallado
objetos de metal típicos del tardío de los valles, no hay registro en la llanura
santiagueña -salvo una excepción que luego analizaremos- de otros materiales
distintivos de las poblaciones de aquella región con las cuales los “santiague-
ños” debieron tener algún tipo de contacto en su potencial carácter de miti-
maes traslados que planteara Lorandi (1980, 1984), o de otras situaciones. Por
el contrario, aquellos elementos de la vida cotidiana de las poblaciones con las
cuales debieron, al menos, coexistir los “santiagueños” en los valles, no fueron
incorporados por las poblaciones de la llanura, mientras sí lo hicieron con
ciertos elementos, materiales, rasgos y pautas incaicos (Angiorama y Taboada
2008; Taboada y Angiorama 2010; Taboada 2013). Igual ausencia de indicado-
res puede verse en la aparente frontera cultural entre el norte y sur de la ceja
de selva tucumano-catamarqueña. Mientras al norte del piedemonte tucuma-
no los registros tardíos se remiten a evidencias recurrentemente registradas
en los valles, con cerámica santamariana y casas-pozo, en el norte del piede-
monte catamarqueño los registros muestran materiales y contextos similares a
los típicos de la llanura santiagueña: cerámica Averías, torteros, instrumentos
de hueso, arquitectura perecedera (Taboada et al. 2012). Un contexto de este
tipo, con ausencia de indicadores incaicos e hispánicos, excavado en Salauca
(departamento Santa Rosa, Catamarca) en las estribaciones septentrionales
de la sierra de Ancasti, puede ser ubicado por fechados radiocarbónicos en
un lapso que abarca desde momentos inmediatamente previos a la expansión
incaica en el Noroeste argentino (NOA) hasta la colonia (Tabla 1). Otro con-
texto excavado en Ampolla (Ampolla 1 Alero), a 4 km del anterior, también
sin evidencia hispánica ni incaica, presentó un rango análogo (Tabla 1). Si
bien, según los rangos de los fechados, estos contextos podrían vincularse a la
instalación en la zona de pueblos de indios trasladados desde la llanura (Be-
cerra 2010; Taboada 2011) la, hasta ahora, ausencia de evidencia de contacto
y el escaso desarrollo de los sitios nos permite pensarlos en relación a proce-
sos anteriores. Aparentemente hay evidencias del mismo tipo en el valle de
Ambato (comunicación personal de Pérez Gollán a Lorandi, 2011), además
de las ya conocidas -aunque no ubicadas con claridad todavía en la escala cro-
nológica- para el valle de Catamarca (Taboada et al. 2013). Ya Lorandi (1978)
había planteado que algunos de los materiales Averías o Yokavil del valle de
Catamarca podían corresponder a momentos preincaicos. Todo ello nos lleva
a considerar una potencial extensión de las poblaciones o ideas de la llanura
hacia el oeste en época inmediata previa a la expansión incaica y, tal vez, habi-
litante de un posterior vínculo con el incario.
Espacio, cultura material y procesos sociales tardíos en la llanura santiagueña 247
Por su parte, las poblaciones de los valles intermontanos y las tierras bajas
tucumanas del norte parecen haber participado de un proceso independien-
te, y presentar su, quizás, único establecimiento en Santiago en la zona media
del Dulce y en época posthispánica. Si bien dijimos que no hay datos de cerá-
mica santamariana en todo Santiago, surge una excepción. Von Hauenschild
(1949) menciona vasijas de este tipo asociadas a contextos coloniales y ele-
mentos europeos en una zona acotada del departamento Robles, en el área
de influencia del río Dulce, y que explicó en relación a crónicas que relataban
el traslado de calchaquíes vencidos a Santiago. Según el autor, algunas otras
piezas santamarianas aisladas, siempre sobre el área del Dulce en dirección
norte, jalonarían “la ruta de esta caravana”. A ello se suma que la cerámica
Averías de esta zona muestra ciertas variantes estilísticas y morfológicas res-
pecto de la que se ha registrado en el Salado medio. Algunas reproducen
rasgos de la variante Yokavil desarrollada en los valles tras la incorporación
de poblaciones de la llanura al sistema incaico (Leiton 2010). Todo esto nos
permite hipotetizar que los mecanismos desplegados en ambas zonas quizás
fueron distintos y diacrónicos y que fue quizás recién en momentos y por
mecanismos hispánicos que las poblaciones locales de los valles tienen alguna
presencia más efectiva en la llanura, fundamentalmente sobre el río Dulce.
De hecho, la información escrita acerca de los “diaguitas santiagueños” es
incongruente y nos ha llevado a discutir su adscripción a Santiago, o al menos
la definición de lo “diaguita” para esta zona (Farberman y Taboada 2012). No
puede, no obstante, obviarse que el desarrollo anterior analiza los datos hasta
ahora registrados para una región que incluye vastos espacios inexplorados
y materiales de contextos mayormente desconocidos. La exploración de los
contextos tardío/coloniales del Dulce será clave para avanzar en la afinación
de los procesos ocurridos.
248 Constanza Taboada
Santiago -no sólo sobre el Salado-, de materiales y rasgos que se han asignado
a tradiciones alfareras chaqueñas y del litoral, como las campanas y alfarerías
gruesas descriptas por Serrano (1938) y los apéndices en forma de loros (Lar-
guía de Crouzeilles 1939). Algunos de estos materiales -como las campanas- se
han registrado como algo bastante recurrente en contextos habitacionales de
distinta cronología y ubicación en el mapa, y en ocasiones han incorporado
representaciones típicas de la llanura suplantando el loro por el búho (Serra-
no 1938). Esto nos hace considerar una integración más bien pacífica y quizás
bastante generalizada. A ello se suma la importante cantidad de pipas de tipo
chaqueño y litoral halladas en los sitios de Sequía Vieja y Averías en la zona de
los bañados de Añatuya (Reichlen 1940; Lorandi 2015). Incluso, las caracte-
rísticas y distribución sexual de ciertas deformaciones de cráneos de sitios tar-
díos y pericoloniales de la zona podrían apuntar a que hubo aportes acotados
o intercambios de mujeres del Chaco o la floresta oriental, así como contactos
con poblaciones del área andina bajo dominación inca (Drube 2010), lo que
se adecua, por su parte, a las hipótesis de interacción que planteáramos para
con el incario (Angiorama y Taboada 2008).
Todo ello, sumado a datos de campo obtenidos en los sitios Sequía Vieja
y Mancapa, nos lleva a postular que un conjunto de sitios1 de los alrededo-
res del bañado de Añatuya pudo constituir una red de poblaciones y asenta-
mientos vinculados entre sí y, a la vez, núcleo de mecanismos de interacción
mantenidos con poblaciones de los valles, los incas y el NEA (Taboada 2013).
Si bien la zona fue sede de varios pueblos de indios (Di Lullo 1949; Figueroa
1949; Gramajo de Martínez Moreno 1992) y los sitios analizados presentan
material colonial que posibilita sostener su ocupación en esta época, las data-
ciones radiocarbónicas permiten ubicar el establecimiento en ambos asenta-
mientos desde épocas prehispánicas. Un fechado para Sequía Vieja ubica al
contexto datado, con 0,984 de probabilidad con un sigma, entre 1426 y 1497
d.C. (Tabla 1), o sea, de época prehispánica y parcialmente contemporáneo
con el Periodo Incaico, momento que venimos sosteniendo debió ser clave
en la reconfiguración de las relaciones de los pueblos del área. Tres fecha-
dos obtenidos en tres montículos distintos de Mancapa permiten considerar
el establecimiento desde al menos fines del 1200 d.C., y durante los siglos
siguientes hasta mediados de 1600 d.C. (Tabla 1). Esto apuntala la idea de
que esta zona y sitios sobre los que después se impusieron pueblos de indios
y fuertes, fueron habitados desde momentos prehispánicos tardíos, y que la
red de relaciones entabladas con incas y el litoral, así como el desarrollo de
ciertas destrezas explotadas en la colonia como el hilado y tejido, podrían
remitirse a una tradición prehispánica de base (Taboada y Angiorama 2010;
López Campeny 2011-12).
En este modelo, Sequía Vieja, un sitio que ahora cuenta con prospeccio-
nes, excavaciones y fechados, que cubre unas quince hectáreas con diferen-
ciaciones internas todavía no claramente ubicables en la columna cronológica
Espacio, cultura material y procesos sociales tardíos en la llanura santiagueña 251
CONSIDERACIONES FINALES
La idea del trabajo fue plantear un modelo más vívido de las poblaciones
tardías de la llanura santiagueña y ponerlo a consideración al analizar la va-
riabilidad material y espacial del territorio. Tales características sirven para
plantear la ocurrencia en la región de procesos, coyunturas e intercambios
diferenciados y complejos, tanto hacia el interior del área como en la vincu-
lación con poblaciones de otras zonas. Los avances apuntan a profundizar el
conocimiento de los desarrollos locales según una lectura que problemati-
ce, matice y desagregue categorías, hasta ahora homogeneizadoras, sobre lo
ocurrido durante momentos prehispánicos tardíos y coloniales. Pero también
que preste atención a las prácticas cotidianas como hechos significativos en
la configuración de las relaciones sociales. La habitación de una región que,
por sus características ambientales, permite tanto el asentamiento permanen-
te como impone por épocas la inminencia de traslado, debió generar un im-
portante entramado de relaciones socio-políticas y circulación de bienes e
ideas entre los habitantes de los diferentes lugares conectados por pactos y
movilizaciones.
254 Constanza Taboada
AGRADECIMIENTOS
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NOTAS
1
Incluiría, en principio, los siguientes sitios: Sequía Vieja, Averías, Laguna Muyoj,
Chilca Pozo, Mancapa, Siete Quebrachos, Cañitas, Icaño, Tulip Loman y Real
Sayana.
2
De Sequía Vieja se han publicado 60 objetos de metal sobre un total de 112
registrados en nueve sitios del área y de 140 publicados para todo Santiago (hay
algunos más registrados directamente en el Museo de Ciencias Antropológicas
y Naturales “Emilio y Duncan Wagner” de Santiago del Estero). Entre ellos se
cuentan veintidós placas, cuatro topus, dos liwis, tres tokis, dos hachas planas, un
hacha ancla, un pendiente, dos mazas estrelladas, dos lauraques, dos manoplas, una
campana, siete campanillas, cinco cinceles, un punzón, una pinza, dos cruces. De
éstos, veinticuatro son de tradición valliserrana, diecisiete incaica y seis colonial, y
49 pueden considerarse bienes de prestigio (Angiorama y Taboada 2008; Taboada
2013).
3
De Sequía Vieja proceden más de 5.000 torteros (Taboada y Angiorama 2010;
Taboada 2013).
Arqueología de la vertiente oriental Surandina.
Interacción macro-regional, materialidades, economía y ritualidad
DEBATE
TABOADA
Taboada: El de Averías.
Jaimes Betancourt: Asombra la gran variabilidad dentro del mismo estilo Ave-
rías. Si, como dices, tiene alguna relación con Mojocoya, en Bolivia, a pesar
que este estilo está todavía muy poco estudiado, se caracteriza por la presencia
de trípodes y su filiación no es andina sino más bien de las tierras bajas. Si
existió algún tipo de interacción habría sido con Santa Cruz y más específi-
camente con la región alrededor de Samaipata, donde se evidenciaron sitios
formativos Mojocoya tempranos.
Taboada: Exacto.
Cruz: Si tomamos Mojocoya como una base, pero si vamos desde el Alto Beni
bordeando la vertiente oriental de los Andes, aparece también algo así como
una tradición cerámica con diseños con bordes blancos. Pero también más
al sur, creo que guarda algunas semejanzas con los estilos Yampara que tam-
bién se vinculan con estas tradiciones de bordes blancos. Es decir, hay toda
una franja que integra los valles orientales y el pedemonte donde aparecen
estos estilos con bordes blancos, los cuales no parecen derivar de tradiciones
altoandinas.
262 Constanza Taboada
Taboada: Aparecen en sitios bien tardíos y coloniales [NOTA: Hay que aclarar
que todas las pipas conocidas hasta ahora proceden de colecciones y no tienen
datos de asociación ni contexto de hallazgo, sólo de los sitios de procedencia.
Por su parte, hay que señalar, también, que con los últimos trabajos hemos de-
tectado componentes un poco más tempranos en algunos de dichos sitios (ver
dataciones en el trabajo en este volumen) y un fechado por AMS obtenido so-
DEBATE de: Espacio, cultura material y procesos sociales tardíos en la llanura ... 263
bre residuos de una pipa arrojó un rango calibrado entre 1150 y 1300 d.C. (Ta-
boada, C. 2016. Arquitectura invisible y “alárabes sin casa”: Líneas para pensar
modos de vida de las poblaciones prehispánicas de Santiago del Estero. Traba-
jo presentado en el XIX Congreso Nacional de Arqueología Argentina. Tucumán)].
En el sitio Averías aparecen muchas de estas pipas. En las crónicas decían que
se fuma coro y parece que hay coro en Santiago del Estero.
Taboada: Pero todavía no hemos hecho análisis, ni nada, estamos viendo, por-
que hay muchísima cantidad sólo en algunos sitios y justamente en estos sitios
es donde están todos los metales, todos los torteros y todas estas pipas.
Williams: De la imagen que pusiste del Tardío con el Averías y otras cosas,
hay diferencias, obviamente, no todo es lo mismo y vos, cómo llamas ¿Averías,
Yokavil o las diferencias? Y, ¿por qué?
Taboada: Diego Leiton ha hecho una tesis sobre este tema. En principio él
encuentra diferencias. Nosotros lo llamamos Averías cuando lo encontramos
en Santiago y llamamos Yokavil si lo encontramos en los valles. Él ha hecho un
análisis minucioso y encuentra ciertas cosas: la línea esa (en referencia a una
fotografía)… en Yokavil aparece… así como zigzags y una serie de elementos
y, además, cuestiones de formas, ciertas formas asociadas a los valles o asocia-
das a esto…
Taboada: Ahora nosotros estamos mirando al revés, estamos viendo qué había
de lo “santiagueño” allá en los valles…
264 Constanza Taboada
Taboada: Ana María (Lorandi) los definió así, lo que ella encuentra en uno
de ellos es maíz, en otros encontró en la base un camélido, pero no en bate-
ría, sino cuando estaba excavando un montículo habitacional y dentro de este
montículo estaba uno y había otro abajo que había sido roto para construir el
que estaba arriba.
Cruz: Incluso hay fuentes que cuentan de estas borracheras grandes y que ahí
almacenaban esta algarroba.
están las referencias a grupos actuales wichís y tobas de esa zona los usaban
para cocinar algún animal y los dejan ahí para guardar vegetales…
Ortiz: Escuchando el tema de los hornos, para ver si eran iguales a los que
tenemos nosotros en el área del río San Francisco. Ahora que vamos avan-
zando, conociendo más sitios y excavando, están apareciendo en casi todos
los sitios y tienen estas características, o sea, son morfológicamente similares.
También he leído y comparado con los de Entre Ríos. Dice Cerutti que tienen
fauna asociada y huesos. Está el dato que menciona Marcos (Quesada) para
La Rioja, donde se encontraron huesos calcinados de individuos humanos;
los de San Francisco están todos vacíos. Este año hemos excavado uno entero,
íntegro, que estaba clausurado y vacío, sólo tenía adentro ceniza y carbón.
Estoy pensando que para el caso de los de San Francisco eran como dice Pa-
blo Cruz, para guardar algarroba y algo más, porque hay un dato etnográfico
para el Chaco boliviano, que ilustra Nordenskiöld y lo ve en uso y se trata de la
misma clase de estructura. Morfológicamente es igual, incluso es un rasgo ne-
gativo, se le coloca una capa de paja y gramíneas arriba y encima ponen la al-
garroba. Con el calor la tuestan y dice que la guardan para la época de escasez.
Es todo un tema esto de los hornos, creo que habría que ver en cada contexto,
pero ¿para qué los están usando? ¿están funcionando de la misma manera en
todos lados? ¿cronológicamente es algo que se ha continuado desde el tem-
prano hasta momentos tardíos? ¿qué funcionalidad tenían? Les decimos hor-
nos, porque son estructuras de combustión, ahora, ¿realmente han tenido un
único uso o varios? Hemos realizado flotación de los sedimentos y recuperado
semillas, pero pueden ser tafonómicas. También, he pensado en alguna clase
de análisis químico, porque están vacíos. El que encontramos este año tiene
preparada la base, como separando el sector donde estaba la mayor cantidad
de carbón, donde habría habido más calor, le han acomodado un montón de
tiestos rotos de distintas vasijas como para hacer una base, tal vez para apoyar
algo y separarlo del calor más intenso, pero está vacío, sólo ceniza y carbón, y
sólo esta capa que indica que prepararon la base, pero nada más.
Quesada: Este sitio donde estuviste excavando (se refiere al sitio Salauca, en
el piedemonte de Catamarca, en el departamento Santa Rosa) y encontraste
cerámica Averías ¿está vinculado de alguna manera con este registro más tem-
266 Constanza Taboada
Taboada: Ese sitio de Salauca que mostré está a cuatro kilómetros del otro
sector, pero está en un sector ambientalmente distinto, si bien es una finca…
pero es una zona más llana, más plana, ahí no hay piedra, es diferente, no hay
materiales tempranos, pero a cincuenta metros de donde está el panel de arte
rupestre de Ampolla, que está a cuatro kilómetros de este lugar, hay un alero e
hicimos un sondeo y también allí apareció material Averías. Aparecieron algu-
nas puntas y está al lado del río. A lo mejor tiene alguna vinculación con el río
y el fechado nos da con la misma fecha que este otro contexto (el de Salauca)
y está asociado espacialmente al panel… y es un uso del espacio diferente de
gente que está usando este alero con cerámica Averías…
Quesada: Este registro, ¿qué crees que pueden llegar a ser? ¿arcaicos? ¿de
dónde son?
INTRODUCCIÓN
*
Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET), Laboratorio de
Etnobotánica y Botánica Aplicada-Departamento Científico de Arqueología. Facultad de
Ciencias Naturales y Museo, Universidad Nacional de La Plata. vslema@hotmail.com
268 Verónica Soledad Lema
RESULTADOS
yos restos se han hallado a lo largo del gradiente altitudinal desde la Puna has-
ta los sitios ubicados en el área pedemontana, la asignación específica resulta
indispensable para saber si son ejemplares que pueden prosperar en áreas
puneñas (vg. Prosopis ferox) o en los valles longitudinales y área chaqueña (vg.
P. chilensis, P. flexuosa, P. alba, P. nigra, P. torquata). Lo mismo sucede con ciertos
géneros de cactáceas como Opuntia, el cual cuenta con especies que van desde
los 0 a los 4.000 msnm. A pesar de lo antes dicho puede verse que, en el caso
de frutos comestibles de Prosopis sp., los mismos son prácticamente omnipre-
sentes geográfica y temporalmente, lo cual indica un alto grado de circulación
y aprovechamiento de estos recursos silvestres desde época temprana. Las
cactáceas (con restos arqueobotánicos de los géneros Opuntia, Tephrocactus2,
Lobivia, Trichocereus), en cambio, son numerosas en sitios de Puna y pre-Pu-
na, disminuyendo su presencia en los sitios arqueológicos a medida que el
rango altitudinal decrece. Esto probablemente indique escasa circulación de
las mismas y una explotación local más intensiva y restringida a pisos altos,
sin haber sido objeto de intercambio con poblaciones asentadas en pisos más
bajos; aunque esto no pueda afirmarse sin mayores precisiones taxonómicas.
Zardini 1991) y otros exclusivos del altiplano (Oxalis tuberosa, Solanum tubero-
sum, Hoffmannseggia eremophila, Hypseocharis pimpinellifolius) (Fernández Distel
1986; Babot 2009a, 2009b, 2011), lo cual parece estar indicando escasa circu-
lación este-oeste para las tuberosas.
En el caso de plantas indudablemente domesticadas, como el maíz, la
identificación taxonómica de variedades o razas permite saber si se trata de
poblaciones adaptadas al área donde se ubica el sitio o no (Fernández Distel
1986; Miante Alzogaray y Cámara Hernández 1996; Oliszewski 2004a, 2004b;
Oliszewski et al. 2008; Oliszewski y Olivera 2009; Calo 2010; Aschero y Hocs-
man 2011). Los trabajos citados indican la presencia de circulación de maíces
propios de distintos pisos ecológicos, preponderantemente desde los valles
hacia la Puna, al igual que el cultivo local de variedades adaptadas a cada re-
gión durante el Arcaico final y el Formativo.
En el caso de la familia de las Chenopodiaceae y Amaranthaceae, ambas
cuentan con formas silvestres, malezoides y domesticadas cuya distribución
abarca desde las tierras bajas a la Puna (López et al. 2011), por lo cual su
identificación a nivel específico y subespecífico es necesaria para precisar su
carácter local (bajo cultivo o no) y/o intercambio. Restos arqueobotánicos de
ambas familias se recuperaron desde el altiplano hasta los Pastizales de Altura
de las Yungas (Hunziker 1943; Pochettino 1985; Oliszewski 2004b; Rodríguez
et al. 2006; Calo 2010; Babot 2011; López et al. 2011; Aguirre 2012; Arreguez
et al. 2015; Ratto et al. 2014). Los trabajos citados señalan la presencia de for-
mas domesticadas, silvestres -antecesoras o no- y malezoides, desde momentos
tempranos hasta tardíos en el rango geográfico antes señalado, situándose los
hallazgos más tempranos de estas formas en el área puneña, con posibilidad
de cultivo temprano de Chenopodium (ca. 4000 AP) en el área de Antofagasta
de la Sierra.
La identificación de prácticas de manejo permite detectar procesos adapta-
tivos que amplían el rango de distribución de un taxa. En este sentido podemos
mencionar ejemplares silvestres o espontáneos, y con caracteres intermedios
entre la forma silvestre y domesticada, hallados fuera de su ambiente natural
de dispersión, como Cucurbita maxima ssp. andreana en Pampa Grande (Lema
2009) y Cueva de los Corrales 1 (Lema 2011), Phaseolus vulgaris var. aborigineus
en Pampa Grande (Lema 2009) y sitios del Aconquija (Pochettino y Scattolin
1991; Calo 2010), Capsicum aff. chacoense en Huachichocana III (Lema 2012)
y Pampa Grande (Lema 2012). En todos estos casos -salvo Huachichocana- los
sitios se ubican en el límite superior de distribución actual de estos taxa y co-
rresponden a momentos formativos, donde las condiciones paleoambientales
podrían haber implicado un corrimiento de la ubicación del límite superior
actual de su distribución, como en el caso de Pampa Grande, (Oller et al.
1984-85). Esto último podría ser interpretado como intentos por adaptar for-
mas silvestres a otras ecorregiones (mayormente altitudinales) en el marco de
procesos de domesticación, en el caso de los ajíes de Huachichocana y Pampa
Geografías y prácticas: plantas que circulan, que se quedan y que se van para ... 271
CONCLUSIONES
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NOTAS
1
Con la excepción de Lagenaria siceraria var. siceraria cuyos frutos fueron usados
como recipientes.
2
La falta de detalles en el caso de los elementos diagnósticos para la determinación
a nivel de género, junto con la ausencia de precisión específica, genera otro incon-
veniente que tiene que ver con la redefinición de conjuntos taxonómicos. Así, por
ejemplo, actualmente varias especies del género Tephrocactus han pasado a sumarse
al género Opuntia, sin que sea posible saber -ante la ausencia de un trabajo específi-
co de determinación de los restos arqueobotánicos- si se está ante una u otra, para
el sitio en cuestión. Esto tendría importancia en el caso de, por ejemplo, evaluar
índices de diversidad de especies consumidas o tendencias en la diversificación,
pudiendo usar sólo la categoría más abarcativa de “cactáceas”.
Arqueología de la vertiente oriental Surandina.
Interacción macro-regional, materialidades, economía y ritualidad
DEBATE
LEMA
Lema: La forma silvestre del Phaseolus vulgaris se encuentra en las Yungas del
NOA.
Lema: Ellos reconocen que está vinculado con los colores, sabor…
Lupo: Pero no tenés todo el conteo… pero podés ver con otros proxis. Es lo
que a nosotros nos pasa, hay que asociarse.
Lema: Trabajar con los contextos, las asociaciones, nos permitió ver en Pampa
Grande estos complejos, es un sitio que tiene una colección de restos arqueo-
botánicos impresionante; aparte tengo el fruto, la semilla, el pedúnculo del
Phaseolus, tengo la vaina, el poroto… si tuviera el poroto y no la vaina habría
interpretado probablemente que sólo había formas domesticadas.
Arqueología de la vertiente oriental Surandina.
Interacción macro-regional, materialidades, economía y ritualidad • 279-292
Agustina Scaro*
INTRODUCCIÓN
*
Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) - Instituto de
Ecorregiones Andinas (INECOA). Universidad Nacional de Jujuy. eowyn939@gmail.com
280 Agustina Scaro
Las tierras bajas de la provincia de Jujuy, al igual que las del resto de Amé-
rica, son aún hoy las regiones menos conocidas por la arqueología. Esto se
debe tanto a las dificultades metodológicas de trabajar en regiones con espe-
sas coberturas vegetales e intensas lluvias, que suponen escasas posibilidades
de preservación de los restos arqueológicos; como a una visión de las socieda-
des de las tierras bajas como poco complejas y con escasa profundidad tem-
poral (Ortiz 2007a). Los primeros estudios en las tierras bajas de Jujuy fueron
realizados a inicios del siglo XX por Nordenskiöld (1903) y Boman (1908).
Las primeras excavaciones sistemáticas en la zona fueron llevadas a cabo por
Serrano (1962), quien utilizó la denominación “Cultura San Francisco” para
sus hallazgos y realizó una primera clasificación de la alfarería, definiendo los
tipos “Arroyo del Medio” y “El Infante”.
Posteriormente, Dougherty retomó los estudios de la zona, estableciendo
una segunda clasificación cerámica (Ortiz 2007a; Garay de Fumagalli y Cre-
monte 2002; Ortiz 2007). En relación a los objetivos del presente trabajo, nos
interesa el descubrimiento realizado por Dougherty (1974) de instalaciones
San Francisco en ecosistemas diferentes a los de su zona central. A partir de es-
tos hallazgos, el autor propone que la dispersión espacio-temporal del Comple-
jo es mucho mayor que la que se suponía, interpretándolos como producto de
la adaptación a nuevos ambientes por parte de representantes de la Tradición
cultural. En relación con la alfarería, observa un gradual “empobrecimiento
de los cánones tecnológicos y artísticos definidos en el sector central” (Dou-
gherty 1974:2), que estaría relacionado con la distancia desde dicho sector.
Los trabajos más recientes en la cuenca del río San Francisco están siendo
llevados a cabo por Ortiz (1993, 2007a, 2007b), quien propone que los grupos
que ocuparon esta zona poseían una economía mixta basada en la caza, la
recolección, la agricultura y la pesca, con una movilidad residencial mediana.
De acuerdo a la autora, el estilo San Francisco tendría un alcance macro-re-
gional, observándose un proceso de mayor movilidad de las poblaciones de
282 Agustina Scaro
la cuenca del San Francisco a partir del año 200 d.C., cuando se registra una
mayor circulación de dicha alfarería fuera de la región central. El hallazgo de
cerámica San Francisco en la región circumpuneña a inicios de la era cristia-
na, lleva a plantear la posibilidad de una ampliación de territorios por parte
de los grupos sanfranciscanos.
Como indica Ortiz (2007b), se han registrado hallazgos de cerámica San
Francisco fuera de su área central en lugares muy dispares, tales como la Puna,
los valles serranos de altura, e inclusive los bosques subtropicales. Sitios tales
como Coch 39 y Matancillas en la Puna, Ojo del Novillito en el altiplano Alti-
plano de Lípez (Bolivia), Tulor 1 y Turi 002 (Chile), presentan cerámica de la
Tradición San Francisco en contextos domésticos. Si bien no todos estos con-
textos han sido fechados, aquéllos con dataciones tienden a agruparse a inicios
de la era cristiana (Ortiz 2007b). Para el caso de Matancillas, Muscio (2007)
ha propuesto una vinculación filogenética directa entre la ocupación humana
de este sitio y aquéllas de las tierras bajas a partir de las vinculaciones registra-
das entre los tipos Matancillas Alisado y Pulido y cerámica de la Tradición San
Francisco. En el sitio Tres Cruces (quebrada del Toro, Salta), se han recupera-
do fragmentos que guardan relación con la alfarería San Francisco, lo cual ha
permitido considerar a este espacio como parte de un eje de interacción que
vincularía la región norte de Chile con las Selvas Occidentales (De Feo 2007).
Ortiz (2007b) interpreta a las alfarerías San Francisco recuperadas fuera
de su área central como bienes que habrían circulado en esferas macro-re-
gionales de interacción. Las mismas habrían estado siendo negociadas en el
marco de la ampliación de territorios por parte de los grupos sanfranciscanos,
y de la ocupación de nuevos espacios y una ampliación de la movilidad por
parte de grupos de las tierras altas. Según la autora, la circulación de alfarería
San Francisco, junto con otros bienes, estaría vinculada a la intención de esta-
blecer alianzas y asegurar rutas de intercambio.
En relación con las vinculaciones entre la quebrada de Humahuaca y la
cuenca del río San Francisco, resulta central el trabajo de Garay de Fumagalli
y Cremonte (2002). A partir de hallazgos de cerámica de la Tradición San
Francisco en Pucara de Volcán, Reyes, Lozano y Trigo Pampa, las autoras pro-
ponen que las sociedades San Francisco tuvieron una expansión territorial y
una diversidad en los tipos de ocupación y explotación de recursos mucho
mayor que la considerada hasta el momento. Estos grupos habrían explotado
recursos localizados en medioambientes distintos a los que les eran propios,
participando en procesos de interacción a corta y larga distancia.
vándose hacia el oeste hasta llegar a los faldeos inferiores de un cerro elevado
(Figura 1A). El área está muy afectada debido a intervenciones modernas que
significaron el desmantelamiento de los muros de las terrazas. Las estructuras
agrícolas están en general ubicadas hacia el este para salvar el desnivel de
la pendiente y se extienden desde el pie del cerro hasta el sector central de
la meseta. Entre ellas, se hallaron despedres alargados y, en menor medida,
ovales y circulares. Además, se encontraron algunos recintos sub-circulares y
rectangulares con sus ángulos rectos o redondeados.
Las construcciones presentan variaciones en relación a su forma, conser-
vación, materia prima y características de los bloques utilizados, las mismas
permitieron plantear como hipótesis de trabajo que Raya-Raya habría surgido
tempranamente y habría permanecido en uso hasta el Período Inca. La cerá-
mica de la Tradición San Francisco fue recuperada en el sector occidental del
área agrícola, tanto en superficie, como en un perfil del sector con mayor pen-
diente, donde una serie de cárcavas corta las estructuras visibles en superficie.
Por su parte, el Pucara de Volcán es un poblado tardío de carácter conglo-
merado que se extiende por más de siete hectáreas sobre un cono suspendido
a 2.070 msnm, 2 km al norte del actual pueblo de Volcán (Figura 1B). El asen-
tamiento se compone de unos 600 recintos contiguos de diversos tamaños que
forman agrupaciones delimitadas por caminos y presentan homogeneidad a
nivel arquitectónico. Se trata de recintos rectangulares con sus ángulos redon-
deados, de muros dobles rellenos con guijarros y barro batido. El conjunto se
completa con un camino axial sobreelevado que divide longitudinalmente al
sitio en dos mitades, una gran plaza y un cementerio segregado (Garay de Fu-
magalli 1998). Las estructuras observadas en superficie corresponden a una
ocupación continua fechada desde el siglo XIII hasta por lo menos el siglo
XVI (Garay de Fumagalli y Cremonte 1997).
Un sondeo en el basurero Tum1B3, ubicado en el sector oriental del asen-
tamiento, permitió recuperar, a dos metros de profundidad y por debajo de la
ocupación tardía, un conjunto de fragmentos de la Tradición San Francisco,
correspondientes a por lo menos veinte vasijas diferentes. El evento de 0,80
m de potencia, está conformado exclusivamente de material cerámico. Se
realizaron dos fechados del carbón vegetal (Garay de Fumagalli y Cremonte
2002:40) asociado a este material: 1940 ± 40 AP (Beta-119669; carbón) y 1940
± 70 AP (Beta-119670; carbón). Los mismos (Tabla 1) ubican a la ocupación
San Francisco del Pucara de Volcán a inicios de la era cristiana.
LA MUESTRA ANALIZADA
tipo de pasta aparece en los tipos San Francisco Bicolor, San Francisco Pulido
Negro Liso, San Francisco Ordinario y Corrugado. El Grupo 2 incluye pastas
con predominio de tiesto molido y está presente en los tipos San Francisco Pu-
lido Negro Liso, San Francisco Pulido Gris Inciso, San Francisco Pulido Casta-
ño y San Francisco Bicolor. El Grupo 3 corresponde a pastas con predominio
de arena y con una baja cantidad de tiesto molido; el mismo está presente en
los tipos San Francisco Pulido Negro Liso, San Francisco Pulido Gris Inciso,
San Francisco Pulido Castaño y San Francisco Bicolor. Finalmente, el Grupo
4 presenta un predominio de arena y un mayor porcentaje de tiesto molido,
este tipo aparece en los tipos San Francisco Pulido Gris Inciso, San Francisco
Pulido Negro Inciso y San Francisco Bicolor (Figura 3).
Por su parte, la pasta de la pipa es similar a las del Grupo 3, tiene una tex-
tura muy microgranosa con algunos fragmentos de tiesto molido accidentales,
escasos litoclastos de cuarcitas y pelitas, y arena fina, probablemente agregada
como antiplástico.
Hacia las tierras altas. Cerámica de la tradición San Francisco en Tumbaya ... 287
CONCLUSIONES
AGRADECIMIENTOS
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Arqueología de la vertiente oriental Surandina.
Interacción macro-regional, materialidades, economía y ritualidad
DEBATE
SCARO
establecer generalidades para todos los sitios, y entonces habría que pensar
qué significa esto para los hallazgos en otras regiones como, por ejemplo, la
quebrada de Humahuaca. Creo que habría que ampliar la cantidad de datos
para la quebrada también.
Juan B. Leoni *
*
Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET), Escuela de
Antropología, Facultad de Humanidades y Artes, Universidad Nacional de Rosario.
jbleoni@hotmail.com
294 Juan B. Leoni
EL COMPLEJO ARASAYAL
rente a la definida en las cercanías del río San Francisco, correspondiendo tal
vez a pueblos locales movilizados y dominados, primero por los chiriguanos y
luego por los españoles (Ventura 1999:68-71).
Es interesante señalar que cerámica similar se ha hallado también en Potre-
ros (Tarija, Bolivia), en ambiente de Selva (Ventura 1999:69). Por otro lado,
material alfarero con decoración parecida (filete aplicado formando reticula-
dos y rombos oblicuos) ha sido reportado también en el sitio Las Bolivianas,
en Formosa, y en el límite boliviano-brasileño (Braunstein et al. 2002). Sin
embargo, no es posible al presente determinar si existen relaciones de algún
tipo entre estas cerámicas, más allá de su aparente similitud en relación al uso
de una técnica decorativa específica.
¿ARASAYAL EN ANTUMPA?
cluyen reticulados aplicados similares al Arasayal típico (diez tiestos, cinco va-
sijas), reticulado inciso (dos tiestos, una vasija), tiras aplicadas con incisiones
circulares y/o ovales (doce tiestos, siete vasijas), y otros motivos (cinco tiestos,
cuatro vasijas). Todos estos materiales se concentran en los distintos depósitos
estratigráficos que conforman el Montículo 1, siendo la única excepción un
modelado antropomorfo con incisiones recuperado por Hernández Llosas et
al. (1983-85) en su excavación del Recinto 2.
CONCLUSIONES
los grupos asentados en las Yungas y tierras bajas septentrionales, donde en-
cuentra su ubicación el Complejo Arasayal, en detrimento de los grupos del
área San Francisco. Así, la presencia de Arasayal explicaría la ausencia de San
Francisco, aunque las causas de esta elección y la naturaleza de la interacción
resultante no pueden ser precisadas en este punto. La interacción establecida
con los grupos orientales podría corresponder a una variedad de formas, que
hipotéticamente podrían incluir intercambios directos o indirectos, circula-
ción o movimiento de personas o ideas, alianzas o vínculos sociales y políticos,
reproducción o evocación de formas y motivos decorativos orientales por al-
gunos grupos de las tierras altas, uso de las vasijas Arasayal como atributos de
rango o prestigio por ciertos individuos o grupos de Antumpa, entre muchas
otras posibilidades que deben ser tenidas en cuenta y analizadas en el futuro.
En suma, la presencia de los tiestos con reticulado aplicado puede con-
tribuir potencialmente tanto a la caracterización temporal y espacial de la
cerámica Arasayal, como a la comprensión de la naturaleza de las interaccio-
nes entre los grupos humanos de las tierras altas y bajas. Sin embargo, con la
información disponible actualmente sólo puede plantearse una comparación
básica y esbozarse algunas conjeturas interpretativas. Sólo con la profundiza-
ción de la investigación podrán obtenerse interpretaciones más sólidamente
fundadas que sitúen a los materiales y estilos decorativos aquí discutidos den-
tro de sus contextos temporales y espaciales originales de producción, uso y
circulación.
AGRADECIMIENTOS
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NOTAS
1
Es probable que algunos tiestos (correspondientes sobre todo a cuerpos y bases)
incluidos en el análisis en la variante Rojo Pulido, sean en realidad parte de vasijas
que tienen decoración aplicada reticulada en sus cuellos y bordes, lo que estaría
resultando en una subrepresentación del número de tiestos pertenecientes a la
variante reticulada aplicada.
2
Su área de dispersión se extendería desde el departamento Santa Bárbara en Jujuy
hasta la confluencia de los ríos San Francisco y Bermejo en Salta, en un ambien-
te de transición entre la selva montana y la llanura chaqueña (Ventura 1991:53).
Inicialmente planteado como cronológicamente contemporáneo con la Cultura
Candelaria, Ventura (1991:53) ha revisado esta caracterización, incluyéndolo entre
los desarrollos culturales tardíos de este sector de las Yungas.
3
Sin embargo, otros fechados disponibles en Antumpa, aunque no asociados direc-
tamente con los materiales aquí discutidos, muestran que el componente Forma-
tivo se inicia algo más tempranamente, entre los siglos II y III d.C. (ver Leoni et al.
2012; Leoni y Hernández Llosas 2015), con lo que esta interpretación podría verse
relativizada.
Arqueología de la vertiente oriental Surandina.
Interacción macro-regional, materialidades, economía y ritualidad
DEBATE
LEONI
Ortiz: Esos materiales que tenés en el sitio ¿están asociados con el fechado
temprano, con lo que vinculás acá con el Parque del Rey? [la pregunta se
refiere a una diapositiva de la presentación en la que se señala el parecido
formal entre un borde con decoración incisa de Antumpa y las vasijas con bor-
de digitado procedentes de El Rey ilustradas en Dougherty y colaboradores
(1978:figura 1)].
Leoni: No, ese material en particular no está asociado con ningún fechado.
del Complejo San Francisco, pero no tenés fechados asociados con este ma-
terial tampoco.
Ortiz: Otro dato, no sé Beatriz (Ventura), si vos también viste eso; pero yo
recuerdo hace años, me tocó ir a dar una charla en la frontera, en Bermejo
(Tarija, Bolivia), y cuando la gente sabía que era arqueóloga empezaron a
mostrarme material cerámico que habían encontrado arando en las fincas.
Lo que me llamó la atención fue que el 90% del material era esa clase de cerá-
mica que coloquialmente llamamos “pasta frola”, o sea, la del Complejo Ara-
sayal. Me indicaban que habían sido recolectadas de zonas cercanas, pero la
verdad es que yo había ido a otra cosa y no a mirar eso, pero recuerdo el dato.
Ventura: Es poco lo que puedo decir sobre la cronología de ese material que
yo nunca estudié. Aparece accidentalmente, como vos Gabriela (Ortiz) dijiste,
en los relevamientos, siempre en sector de Selva, en superficie y, una vez en
una canaleta, este material también en Bolivia se registra en sectores de Selva.
En dos de estos sitios, uno en Argentina y otro en Bolivia, hubo asentamientos
en momentos coloniales, yo no puedo decir que eran reducciones o algo así,
pero son sitios históricos. Entonces, como están cerca de estas concentracio-
nes de material, asumí que podía ser todo este movimiento poblacional que
hay en momentos de contacto hispano, pero no tengo idea de la cronolo-
gía de estos materiales. Es cierto lo que dice Gabriela (Ortiz), que en Bolivia
aparece bastante este material cerámico, allí tampoco está estudiado, pero
siempre en Selva Pedemontana. Así que es muy interesante tu presentación
porque es material que hasta ahora aparecía en Selva. Y, ése que tiene decora-
ción aplicada por pastillaje, también es material de Selva, también en Bolivia
y, digamos, hasta en Venezuela aparece esta cerámica en Selva, en sectores
bajos, es bastante común en distintos momentos. Sí, la cerámica que tiene la
aplicación por pastillaje con los incisos circulares aparece en los contextos
tardíos y en otros contextos casi sub-actuales, que registran esos motivos.
cosas muy diferentes, de distintas procedencias. Las tiras aplicadas con inci-
sión tienen una distribución por todos lados, están en el norte de Chile, en
Tafí, hay muchísima, es una distribución amplísima. De las cerámicas con la
decoración conocida como “pasta frola”, no toda es igual, vos tenés algunas
que son como incisos formando rombos, no es todo lo mismo. No sé si te-
nés bordes engrosados o algo que se asemeje a la Tradición cerámica de los
Bordes Doblados que plantean Sonia Alconini y Claudia Rivera para Bolivia.
Porque ellas también tienen registros de tiras en zig-zag incluidos dentro de
la Tradición de los Bordes Doblados.
Leoni: En cuanto a interacción con otras zonas, fue una de las hipótesis prin-
cipales para caracterizar la ocupación del sitio; o sea, Antumpa coincide en un
trabajo de Mariette (Albeck) con lo que ella plantea como uno de los nodos
de interacción entre tierras altas y tierras bajas; parece bastante claro, de he-
cho, cruzando la divisoria de aguas, se accede a Iruya y a los valles orientales
y Yungas bastante fácilmente. Mariette (Albeck) menciona que en tiempos
recientes hay reportes etnográficos de gente que baja desde Casabindo hasta
Iruya y Coranzuli, pasando más o menos por esa zona, por Iturbe, por lo que
era Antumpa. Así que la idea de interacción con otra zona en la ocupación de
Antumpa es fundamental para la interpretación del sitio, eso sí lo tengo bien
claro desde el primer momento. Por ahí esperábamos encontrar más material
de la vertiente oriental de lo que hemos encontrado hasta ahora, si es que
estos materiales (se refiere a los tiestos con decoración aplicada e incisa) efec-
tivamente son provenientes de la vertiente oriental; de Puna hay un gran nó-
dulo de obsidiana de Cerro Zapaleri, hay materiales foráneos y yo creo que sí,
que el lugar de Antumpa era bastante importante en función de la interacción
con otras áreas. Eso es lo que estamos manejando y esperamos probar con más
investigaciones. En cuanto a si esta cerámica es o no de la vertiente oriental,
no sabía que las tiras aplicadas aparecen en Chile, por ejemplo, eso marcaría
otra posible línea de interacción, no lo sé, sería más claro en ese sentido mirar
las pastas de estos tiestos con tiras aplicadas para ver si se distinguen del resto
de la cerámica de Antumpa. Pero para plantear contacto habría que ver otra
cerámica contemporánea formativa de la Puna jujeña también. Fernández
Distel, siguiendo a Krapovickas, también habla del uso del filete aplicado para
formar rombos y otros tipos de motivos y, tal vez, habría que explorar algún
tipo de similitud o conexión con estos materiales, pero eso todavía no lo he
hecho, así que ésas son las ideas que tengo hasta ahora.
Leoni: No, lo que comentaba es que cuando leía trabajos de cerámica forma-
tiva de la quebrada generalmente mencionan el gris pulido y otras variantes,
que acá en Antumpa no están presentes. El rojo pulido por ahí sí aparece
en muchos sitios y sí sería el punto en contacto más claro con el resto de la
quebrada y un poco, tal vez, de Puna, pero no sé realmente si Antumpa es un
caso aparte o falta información o, por ahí, tiene que ver lo que decía Beatriz
Cremonte que el norte, el centro y sur de la quebrada estén mostrando fun-
cionamientos diferentes.
Mercolli: Está bien, vos no la mostraste, pero esa cerámica que aparece, colo-
quialmente llamada “Flash Gordon”, es muy emblemática. Son esos vasos con va-
riantes que pueden ser con decoración en zig-zag. Apareció un vaso ahora que
es rarísimo, pero es parecido, como planteo, para ver ésa…, porque tampoco
es que está afuera de la quebrada de Humahuaca, está ahí, está como… rara.
Albeck: El “Flash Gordon” aparece también en la Puna, así que tiene una dis-
persión bastante amplia, eso, por un lado, y en Estancia Grande. Lo que que-
ría decirte es una cosa que recordé. Una vez que fui a Antumpa vi la presencia
de mica en la pasta; eso es una cosa que en el resto de la quebrada… Sí, a mí
me llamo la atención.
INTRODUCCIÓN
*
Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) - Instituto de las
Culturas (IDECU). Museo Etnográfico, Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos
Aires. lucasdomingorena@gmail.com
312 Lucas Pereyra Domingorena
METODOLOGÍA
RESULTADOS
gráfica del área y los trabajos experimentales, se delinearon seis estilos téc-
nicos locales, con los cuales se manufacturó la mayor parte de la alfarería
arqueológica investigada. En este sentido se corroboraría la hipótesis del pre-
dominio de la producción local para la cerámica del área (Pereyra Domingo-
rena 2010, 2012).
Pero, además de estos estilos locales, se aisló un modo técnico alóctono
asociado exclusivamente a tiestos con diseños o representaciones del estilo
Vaquerías. Estas cerámicas fueron confeccionadas con pastas que presentan
entre 18% y 26% de inclusiones mayores a 15 µm. Se reconocieron en todos
los casos como componentes mayoritarios litoclastos metamórficos (pizarra-fi-
lita), arenisca, cristaloclastos de cuarzo y tiesto molido (Figura 2a, b y c). Estos
componentes hacen del conjunto Vaquerías estudiado un grupo estadística-
mente homogéneo que lo separa claramente de los materiales locales, ya que
las pastas gruesas y medias del sur Calchaquí se caracterizan por presentar
diferentes combinaciones de litoclastos graníticos, cristaloclastos de cuarzo y
esquisto como atemperantes (Figura 2d, e y f).
En la literatura arqueológica coexisten varias hipótesis con relación al
área de producción de dicho estilo cerámico. Una de ellas indica que fue ma-
nufacturada en el valle de Lerma, Salta (González y Baldini 1989; Cremonte
1996). Otra hipótesis, complementaria con la anterior y no excluyente, afir-
ma que pudieron haber existido al menos dos áreas de producción -valle de
Figura 2. Fotomicrografías de pastas cerámicas. (a), (b) y (c) Pastas Vaquerías de los
sitios Cardonal, Bordo Marcial, Tolombón; (d), (e) y (f) Pastas gruesas de Loma Alta,
Morro de las Espinillas, Bañado Viejo.
Las vinculaciones de la cerámica formativa del sur Calchaquí con la vertiente ... 317
COMENTARIOS FINALES
AGRADECIMIENTOS
La investigación fue financiada a través del PICT 2004 Nro. 20194 dirigido
por la Lic. Scattolin. Agradezco a las Dras. Ortiz, Ventura y Cremonte por la
invitación a participar en el TANOA III. La misma fue costeada por el PICT
2007 Nro. 01538 dirigido por la Dra. Cremonte.
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320 Lucas Pereyra Domingorena
NOTAS
1
Por cuestión de espacio no se mencionan las investigaciones que emplean proce-
dimientos petrográficos para el estudio de la cerámica arqueológica del Noroes-
te argentino. Para una lectura de estos antecedentes ver Pereyra Domingorena
(2010:15-33, 35-51).
2
Por la misma razón esgrimida en la Nota 1, no se presentan las referencias sobre la
existencia de una producción doméstica para la mayoría de la alfarería arqueológi-
ca estudiada, para ello consultar Pereyra Domingorena (2012).
3
Para una lectura completa de la metodología implementada y sus antecedentes ver
Pereyra Domingorena (2010, 2012).
4
Recientemente analicé petrográficamente material cerámico procedente de la lo-
calidad de La Ciénaga, valle de Hualfín (Catamarca). Estos materiales pertenecen
al acervo del Museo Etnográfico, Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de
Buenos Aires. Los resultados alcanzados también refuerzan la hipótesis que las al-
farerías de este valle catamarqueño fueron elaboradas con pastas que contienen
distintas proporciones de atemperantes graníticos y volcánicos.
Arqueología de la vertiente oriental Surandina.
Interacción macro-regional, materialidades, economía y ritualidad
DEBATE
PEREYRA DOMINGORENA
Pereyra Domingorena: Porque hay dos visiones que proponen que Lerma se-
ría el centro de producción de esta cerámica. Por un lado, está lo que dijeron
González y Baldini en la década de 1980 y, por el otro lado, lo que dice Kors-
tanje sobre una producción en Lerma y otra en Hualfín. Nosotros considera-
mos la idea de la producción en el valle de Lerma para la cerámica Vaquerías,
por la supuesta abundancia relativa de Vaquerías en Lerma pero como hipó-
tesis, no como una afirmación.
Pereyra Domingorena: Y, bueno, sí. Pero son las hipótesis que tenemos en la
actualidad, son ideas que circulan entre nosotros, sobre todo la de Alejandra
(Korstanje) que es la hipótesis más reciente.
Quesada: Sí, pero vos viste que tampoco ella se mete con el tema de la proce-
dencia o lugar de origen y más bien indica eso que decís, que son lugares de
mayor abundancia relativa.
Quesada: Por eso, no hay un lugar realmente que uno diga “bueno, aquí hay
gran cantidad de esta cerámica“, aparece en la Puna, aparece en el norte de
Chile.
Albeck: La tradición oral dice que los sitios quedaron tapados por el agua.
Pereyra Domingorena: Porque se asume que hay una mayor abundancia rela-
tiva de esta cerámica polícroma en los yacimientos arqueológicos del valle de
Lerma.
Cremonte: Otra cosa que me parece interesante tiene que ver con Cande-
laria, que es también un tema difícil realmente y sería interesante tratar el
problema Candelaria en este Taller. Sabemos que generalmente Vaquerías
no es local, pero con Candelaria -que tiene una distribución tan grande- pasa
al revés, decimos que es cerámica de las Selvas Occidentales pero termina
siendo de manufactura local, entonces… ¿De qué estamos hablando? Por
ejemplo, la cerámica de Tafí era monocroma roja o gris y todo lo que era
pintado e inciso tenía que venir de otro lado. Cuando hice la tesis empecé
a ver que esa cerámica modelada tenía la misma pasta que las otras, o sea,
era hecha por la misma gente, no era cerámica que venía de otro lado. Lo
mismo vio Fabio Srur para la cerámica del Montículo de El Mollar de Tafí,
identificada como Candelaria I. Y acá vos estás viendo eso, está representado
DEBATE de: Las vinculaciones de la cerámica formativa del sur Calchaquí con la ... 323
Quesada: No tengo idea… sobre eso no tengo idea, pero me la juego, yo iría
también incluso a otro estilo y volviendo a San Francisco, que presentaron
estos fragmentos dentro de la quebrada, si lo hubieran encontrado en el área
nuclear no los hubieran presentado. Es decir, los presentaron porque apa-
recen fuera de lugar ¿no es cierto? También incluiría San Francisco en esta
discusión y probablemente Ciénaga con los estilos locales Las Mercedes o co-
sas así, que ni siquiera las conocemos bien todavía. En realidad, el problema
acá es que los estilos se nos están indisciplinando. Vaquerías sería un caso
más extremo porque no había forma de entrarle, ¿no? Ahora va apareciendo
como local en algún lugar, pero en ningún otro lugar era local, después se ha-
blaba que era una cerámica funeraria pero aparecía en contexto doméstico,
después decían que era de intercambio y así, pero Vaquerías siempre se nos
resistió a esos encasillamientos pero, supongo que cosas parecidas pasan con
varios otros tipos de cerámicas, si lo queremos ver de ese modo. Espero que
estas técnicas nuevas nos ayuden a comprender más estos fenómenos.
(no se escucha)
Pereyra Domingorena: Esta Tradición, sacando el diseño, ¿no? Las pastas, este
tipo de pastas, sólo las encuentro en el Formativo temprano nuestro, o sea
del 200 al 500 d.C. Como que la red de circulación por la cual entró este ma-
terial se cortó o mutó, o algo pasó, porque no entra más material del lugar
de donde procedía, de donde se manufacturaba esta cerámica. Por ejemplo,
aunque haya cambiado el diseño, no encontramos material con estas pastas
en momentos más tardíos, me parece un dato interesante. Lo que estamos ha-
ciendo es una batería de análisis de activación neutrónica para ver cómo se co-
rrelacionan los grupos químicos con los grupos petrográficos. El quirquincho
también va a ser analizado químicamente porque es interesante que a nivel
de las pastas, petrográficamente, sea similar a ese cuenco de la Figura 9, que
apareció en la Falda del Aconquija. Desde la petrografía no pude disociarlo
con lo local, sólo la química me lo disoció.
[NOTA: El quirquincho se refiere a la Figura 11 del póster presentado por
Pereyra Domingorena y de ese mismo póster es la referencia a la Figura 9].
(no se escucha)
Pereyra Domingorena: Un fragmento que apareció en Loma Alta. Sí, ése quí-
micamente da local.
Gordillo: Sí, sí, creo que de ése me acordaba más típicamente del diseño… de
eso me acordaba.
Pereyra Domingorena: Son fragmentos que tienen pastas finas, con muy po-
quito material no plástico, menos del 6% del total de la pasta. Yo pienso que
son pastas que se elaboraron solamente con arcilla, no tiene agregado inten-
cional. Las inclusiones que observamos y registramos estarían naturalmente
en las arcillas usadas.
Jaimes Betancourt: Quiero saber si entendí bien, ¿tú realizaste análisis de ac-
tivación neutrónica instrumental a todos los fragmentos?
con el valle de Ambato fue eliminada de la versión final del manuscrito publi-
cado en este libro].
Williams: Pero el problema son los costos, hace diez años si vos no tenías una
vinculación con un laboratorio salía 150 dólares la muestra, si participaba el
laboratorio en las publicaciones salía 30 dólares la muestra o algo así, no es
muy caro, vos hacés los análisis en función de un problema y de las preguntas,
también las muestras las elegís en función de esto, no es que elegís muestras
así nomás, tenés que tener obviamente preguntas que dirigen de alguna for-
ma la elección, una muestra significativa. Siempre te dicen que estadística-
mente la muestra tiene que ser mayor a 100 fragmentos, pero es carísimo.
Cremonte: Lo que yo veo es que si de un sitio tenés una buena tirada de cortes
delgados, 100, 200 cortes delgados, terminás conociendo muy bien la cerámi-
ca local que es un 90%; la no local es menos del 10%, en los mejores casos y
DEBATE de: Las vinculaciones de la cerámica formativa del sur Calchaquí con la ... 327
INTRODUCCIÓN
*
Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) - Instituto Superior de
Estudios Sociales (ISES). Facultad de Ciencias Naturales e Instituto Miguel Lillo, Universidad
Nacional de Tucumán. nuritoli@yahoo.com.ar
**
Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) - Instituto de
Geociencias y Medioambiente (INGEMA). Universidad Nacional de Tucumán.
***
Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) - Instituto Superior
de Estudios Sociales (ISES). Instituto de Arqueología y Museo, Facultad de Ciencias Naturales
e Instituto Miguel Lillo, Universidad Nacional de Tucumán.
330 Nurit Oliszewski et al.
tanto a cielo abierto como bajo reparo. En la cuenca inferior se ubica Cueva
de Los Corrales 1, en la cuenca media/superior se registran extensas estructu-
ras agrícolas y pastoriles y finalmente, en ambas márgenes del curso superior,
en la localidad arqueológica de Puesto Viejo (PV)1, se concentran más de
ochenta y cinco unidades residenciales conformando un núcleo aldeano y la
base residencial TPV1 localizada al sur de PV1 (Figura 1). Como fuera men-
cionado, las primeras señales de ocupación humana en esta área se remontan
al Holoceno medio hacia ca. 7420 años AP, las cuales provienen del sitio TPV1
(Martínez et al. 2013). Las evidencias más tardías fueron registradas en Cueva
de Los Corrales 1 (CC1), con dataciones de ca. 650 años AP (Oliszewski et
al. 2008; 2013). Los materiales prehispánicos registrados para este lapso de
casi 7.000 años han sido asignados a distintos momentos del Holoceno dis-
tinguiéndose para su estudio en tres bloques temporales: Bloque Temprano,
anterior a 2100 años AP; Bloque Intermedio, ca. 2100-1000 años AP; y Bloque
Tardío, posterior a 1000 años AP.
El Bloque Temprano, anterior al primer milenio d.C. se caracteriza por las
evidencias recuperadas en el sitio TPV1, definido como una base residencial
a cielo abierto con materiales en estratigrafía. De la base de la secuencia com-
puesta por tres capas estratigráficas proviene la datación más temprana, por
el momento, para el área ca. 7420 años AP (Capa 3(3ª)) en asociación con
abundantes artefactos líticos y restos óseos faunísticos (Martínez et al. 2013).
Dichos restos, correspondientes a ocupaciones de grupos cazadores-recolec-
tores, son altamente relevantes para la arqueología del área de estudio y para
los valles mesotérmicos en general, a escala del noroeste argentino (NOA).
Al Bloque temporal Intermedio corresponde la ocupación más intensa en
la quebrada de Los Corrales, ocurrida en la localidad arqueológica Puesto
Viejo, la cual será descrita en detalle a continuación. También forma parte
de este bloque temporal la ocupación inicial de CC1 -ca. 2100 años AP-, plan-
teada como un locus multifuncional donde las actividades relacionadas con el
procesamiento y consumo de plantas alimenticias fueron un ítem principal.
Para el Bloque temporal Tardío (post-1000 años d.C.) contamos con esca-
sísimas evidencias que indiquen una ocupación constante para la quebrada.
Se obtuvieron sólo dos fechados radiocarbónicos de entre ca. 650 y 630 años
AP procedentes ambos de la estratigrafía de CC1. Cabe destacar que no se
ha registrado en la quebrada ningún ítem material, como estilos cerámicos o
diseños arquitectónicos, característicos de este período.
En cuanto al lapso de interés para este trabajo (Bloque Intermedio), en
la quebrada de Los Corrales se cuenta con el registro mínimo de 85 unida-
des domésticas, las cuales se encuentran agrupadas conformando un núcleo
aldeano en el área meridional de la quebrada, en la localidad arqueológica
Puesto Viejo. Estas unidades domésticas se presentan como estructuras de pie-
dra circulares y subcirculares compuestas por un recinto central y recintos
laterales adosados -patrón Tafí sensu Berberián y Nielsen (1988)- ubicadas a
332 Nurit Oliszewski et al.
A escala del NOA, se destaca la fluida interacción que habría existido entre
Puna/valles altos (por encima de los 3.000 msnm), valles intermedios (entre
1.500 y 3.000 msnm) y zonas pedemontanas, ya sea a través del intercambio de
bienes suntuarios, de consumo o de ideas. Estas redes de interacción han ve-
nido funcionando como circuitos de circulación de bienes y materias primas
diversas desde las primeras ocupaciones del NOA hace ca. 10.000 años AP has-
ta la actualidad (Scattolin 2007; Yacobaccio 2012). A modo de ejemplo, desde
ca. 9800 años AP ya se registran en sitios de Puna (Quebrada Seca 3) restos
de astiles/intermediarios de armas de caza confeccionados con Salix humbold-
tiana y Chusquea lorentziana procedentes de valles y Yungas respectivamente, a
no menos de 120 km de distancia (Rodríguez y Martínez 2001). Caria y cola-
boradores (2009), en base a análisis geoquímicos de obsidianas, definen una
amplia dispersión de materias primas de origen puneño en diferentes secto-
res de valles y piedemonte para el rango 2200-550 años AP. Puntualmente en
la quebrada de Los Corrales, aunque asociados a un momento más temprano
(ca. 7400 años AP), se registraron artefactos de obsidiana procedente también
de fuentes de Puna: Ona-Las Cuevas y Laguna Cavi (Mauri y Martínez 2009;
Martínez et al. 2013), las cuales habrían sido explotadas desde ca. 9700 años
atrás (Yacobaccio 2012). Éstos son sólo algunos casos que dan cuenta de la an-
tigüedad y persistencia de la circulación de bienes en el NOA entre distintos
pisos ecológicos.
Bienes alóctonos y sus implicancias en la quebrada de Los Corrales (El Infiernillo ... 333
La información generada hasta ahora indica que durante los primeros si-
glos de la era existió en la quebrada de Los Corrales una aldea con caracte-
rísticas particulares, ya que, si bien compartía el diseño arquitectónico (pa-
trón Tafí) de las unidades domésticas de la región, las mismas se encontraban
concentradas conformando un núcleo aldeano claramente separado -aunque
muy próximo- de las áreas productivas. Las personas que habitaron esta aldea
de Puesto Viejo confeccionaron sus instrumentos de piedra, mayoritariamen-
te con materias primas locales (cuarzo y andesita); utilizaron recipientes cerá-
micos de probable factura local y consumieron plantas alimenticias como qui-
noa, tubérculos microtérmicos y maíz que, con alta probabilidad, cultivaron
en las estructuras agrícolas ubicadas a ca. 1 km de distancia (Gómez Augier et
al. 2008; Caria et al. 2011b; Oliszewski y Arreguez 2015).
Pero, también, utilizaron para la confección de instrumentos de piedra,
aunque en cantidades menores, materiales alóctonos provenientes de fuen-
tes cercanas como el xilópalo de la quebrada de Amaicha o lejanas como las
obsidianas mencionadas procedentes de Antofagasta de la Sierra, Catamarca.
Entre los recipientes cerámicos se destaca la presencia de materiales estilo
Vaquerías que provendrían del piedemonte salteño y/o áreas aledañas al pie-
demonte tucumano. Por último, consumieron plantas alimenticias silvestres
de origen alóctono como algarrobo y chañar procedentes del valle de Santa
María, y zapallo criollo silvestre procedente del piedemonte salteño. A este
conjunto podría sumarse la forma cultivada del poroto común, que pudo ha-
ber sido cultivado por debajo de los 2.000 msnm, tanto en el valle de Tafí
como en el piedemonte salteño-tucumano.
A continuación, presentamos los casos de dos tipos de bienes foráneos al
área de estudio que permitirán indagar en las relaciones sociales entre grupos
que habitaron distintos pisos ecológicos durante el primer milenio d.C. Nos
referiremos, por una parte, a la alfarería (estilo cerámico Vaquerías) y, por
otra, a las plantas alimenticias (zapallo criollo silvestre, algarrobo, chañar y
poroto común cultivado).
El material cerámico Vaquerías -de origen pedemontano: valle de Lerma,
Salta (Pantorrilla Rivas 2009)- está considerado como un bien de intercambio
a larga distancia. Se distingue por las formas -vasos, jarras, vasijas globulares y
figuras humanas modeladas-, por la superficie bruñida de color crema, blan-
co amarillento o amarillo rojizo y por la presencia de motivos geométricos
(escalonados, líneas paralelas, triángulos y rombos) pintados en líneas rojas
o negras sobre ese fondo claro (para una descripción exhaustiva consultar
Korstanje 1998). Este estilo tuvo una amplia distribución durante los primeros
siglos del primer milenio d.C. en el NOA, especialmente en el piedemonte
oriental (Korstanje 1998; Caria et al. 2011a). Sin embargo, cabe destacar que
en los valles del Cajón (Catamarca) y La Ciénega (Tucumán) se han registra-
do materiales Vaquerías de factura alóctona cuando otros materiales cerámi-
cos característicos de la época como los estilos Candelaria, Condorhuasi o
334 Nurit Oliszewski et al.
NO DECORADOS 223
DECORADOS
Tafí/Candelaria 70
Vaquerías 31
Ciénaga 20
Condorhuasi 3
124
TOTAL 347
de ambas plantas fue -y aún lo sigue siendo- el valle de Santa María, ubicado
40 kilómetros al norte de la quebrada de Los Corrales, lo cual enfatiza la flui-
da relación que debió existir también con grupos de estas zonas semiáridas
hacia los inicios del primer milenio d.C.
Por último, dentro de las plantas alimenticias nos interesa mencionar el
caso del poroto común cultivado, que si bien aún no ha sido registrado para
el primer milenio d.C. en la quebrada de Los Corrales, sí se han registra-
do cuatro especímenes asociados a momentos tardíos en CC1, ca. 650 años
AP (Carrizo et al. 2003). Además, tanto la forma silvestre como la doméstica
fueron identificadas en varios sitios de los faldeos del Aconquija, al sur del
valle de Santa María, asociados a los primeros siglos del primer milenio d.C.
(Pochettino y Scattolin 1991). Cabe mencionar que los sitios Tesoro I, Potre-
ro Antigal y Loma Alta se encuentran a idéntica altura que Puesto Viejo, es
decir, ca. 3.000 msnm. Esto viene a colación debido a que el poroto común es
un cultivo mesotérmico que se produce a no más de 2.000 msnm. De hecho,
ha sido registrado para estos mismos momentos en Casas Viejas, valle de Tafí
(Carrizo et al. 1999). También ha sido reportada la presencia de semillas de
poroto común en el sitio Santa Rosa (Chicligasta) en el piedemonte del sur
de Tucumán, asociado a un fechado de ca. 1700 años AP (Miguez et al. 2012).
Asimismo, es importante remarcar que recientemente se han encontrado evi-
dencias en el piedemonte del norte de Tucumán de microfósiles de zapallo y
poroto en instrumentos de molienda en el sitio arqueológico Yago, Trancas
(Caria et al. 2011a). En síntesis, es de esperar que el poroto haya sido otra de
las plantas alimenticias consumidas, pero no producidas, en la quebrada de
Los Corrales durante el primer milenio d.C.; las semillas habrían sido traídas
desde “abajo”, ya sea desde el sur (valle de Tafí) o desde el este (piedemonte
tucumano).
CONSIDERACIONES FINALES
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NOTAS
1
Para su estudio, Puesto Viejo ha sido divido en dos: Puesto Viejo 1 (PV1) en la mar-
gen oeste y Puesto Viejo 2 (PV2) en la margen este del curso superior del río de Los
Corrales.
2
La confección local o no-local ha sido determinada por los autores a través del
análisis de pastas cerámicas por medio de cortes delgados.
3
Los resultados corresponden a materiales de superficie. Actualmente se están lle-
vando a cabo análisis de materiales cerámicos de estratigrafía que pueden alterar
las frecuencias de los estilos.
4
La identificación taxonómica fue realizada por la Dra. Verónica Lema (CONICET/
UNLP).
Arqueología de la vertiente oriental Surandina.
Interacción macro-regional, materialidades, economía y ritualidad
DEBATE
OLISZEWSKI- CARIA-MARTINEZ
Ortiz: Nurit, para la cerámica Vaquerías ¿tenés fechados? ¿Está toda en super-
ficie? ¿De lo que aparece en superficie, ¿la gran mayoría es Vaquerías?
Ortiz: ¿De pasta todavía no han visto nada? Porque sería interesante seguirlo,
hace bastante que se viene discutiendo, y parece algo que siempre llega de
otro lado, como si hubiera un lugar donde se la produce y luego llega a otro
lado. Estaba pensando lo que dijiste de la cerámica de prestigio, pensaba en
la cerámica San Francisco en momentos tempranos que aparece por todos
lados, pero en general, siempre afuera de la región del valle son sólo frag-
mentos. Por ejemplo, en el norte de Chile, en la zona de Puna y demás…, es
como una cerámica de prestigio que está circulando, pero lo que me llama la
atención es que los fechados van asociados, como si fueran un solo paquete,
donde aparece Vaquerías aparece San Francisco...
Ortiz: Sí, muy baja proporción, pero como si fueran fragmentos conservados,
no la pieza entera, que es como aparecen en los contextos funerarios.
Oliszewski: No lo sabemos.
Oliszewski: Y Candelaria.
Pereyra Domingorena: Quería hacer una aclaración con respecto a las pros-
pecciones y las diferenciaciones en la distribución del Vaquerías, por ejemplo,
al pie de La Quebrada, una localidad al sur del Cajón, está el sitio Cardonal
y al lado, a 1 km, está el sitio Bordo Marcial. En las dos aldeas, encontramos
abundante material Vaquerías. A siete kilómetros al norte está Yutopian que
trabajó Cristina (Scattolin) y Joan (Gero) en la década de 1990; ahí no hay Va-
querías y las tres aldeas serían contemporáneas en relación con los fechados
radiocarbónicos; es interesante, y en frente del sur del valle del Cajón, está la
falda del Aconquija; ahí hay dos sitios contemporáneos: Antigal de Tesoro e
Ingenio del Arenal-Falda del Cerro. En Falda del Cerro y Yutopián aparece
Condorhuasi, pero no Vaquerías, son como dos circulaciones del material ce-
rámico tricolor; para plantear también que no en todos los sitios contempo-
ráneos y cercanos (porque las tres aldeas están bastante cerca), hay material
DEBATE de: Bienes alóctonos y sus implicancias en la quebrada de Los Corrales ... 345
Vaquerías. Como que hay otras redes, esa gente tendría otras redes con la
gente de Lerma y no sé dónde se estaría produciendo el Condorhuasi. ¿El
Condorhuasi es producción local? ¿Se produce en un área particular? ¿Son
efectivamente alóctonos estos tricolores que uno asocia como no locales?,
como para pensar también eso.
Pereyra Domingorena: Por ahora, por la petrografía, asumimos que hay una
producción local, porque hay una asociación entre la litología circundante en
los sitios, y las inclusiones, las arenas utilizadas, por eso se asume que es una
producción local, pero a futuro con la activación neutrónica esto se podría
afinar.
Arqueología de la vertiente oriental Surandina.
Interacción macro-regional, materialidades, economía y ritualidad • 347-357
INTRODUCCIÓN
*
Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET)-Instituto de
Humanidades (IDH). Universidad Nacional de Córdoba. valeriafrancosalvi@gmail.com
**
Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET)-Instituto de Estudios
Históricos. Universidad Nacional de Córdoba.
348 Valeria Franco Salvi y Julián Salazar
diferencia del muro “a” y “b”, las paredes longitudinales presentaban una
construcción informal; se trata de amontonamientos de piedras producto del
despedre de los campos de anchos oscilantes entre los 2 y 5 m. La estructura
fue construida con la misma materia prima (esquistos micáceos y graníticos),
la cual fue obtenida localmente tanto del arroyo adyacente como del mismo
sitio.
LA OFRENDA
El conjunto arqueofaunístico
Estudios arqueobotánicos
Cerámica
CONSIDERACIONES FINALES
Los análisis realizados permiten proponer que el depósito habría sido for-
mado por un evento de sacrificio de un camélido seleccionado por ciertas
características y su trozamiento para ser consumido y ofrendado. Las partes
esqueletarias depositadas fueron la cabeza y las extremidades anteriores y
posteriores, formando un paquete, mientras que las partes asociadas al resto
del esqueleto axial habrían sido consumidas y/o descartadas en otro espa-
cio. Estos grupos habrían considerado que la colocación de estas partes era
suficiente para representar simbólicamente el animal completo (Goepfert
2008).
Esta ceremonia, en el contexto de inauguración de una estructura para
el cultivo, habría incluido el consumo de bebidas y la fractura de sus con-
Una ofrenda como acto fundacional de estructuras de cultivo 353
AGRADECIMIENTOS
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2004. Ciencia indígena de los Andes del Norte de Chile. Santiago de Chile, Ed.
Universitaria.
NOTAS
1
El fechado se ha calibrado utilizando el programa OxCal V.3.10, aplicando la curva
de calibración de Reimer y colaboradores (2004). En todos ellos se expresa el ran-
go de variación para el 68% de probabilidades.
2
El carácter sacrificial alude específicamente a que dichos productos, al ser deposi-
tados, quedan excluidos de la circulación de bienes y personas mediante la cual se
reproduce la unidad doméstica. Y dicha interrupción de la circulación reproducti-
va se realiza precisamente al construir el ámbito material de la unidad de produc-
ción y reproducción (Haber 2006:234).
Arqueología de la vertiente oriental Surandina.
Interacción macro-regional, materialidades, economía y ritualidad
DEBATE
Cremonte: ¿Esta ofrenda no está relacionada con una huanca? ¿Con ninguna
piedra parada?
Salazar: No. Este espacio es una estructura bastante grande y puede ser que
haya alguna caída pero, por lo menos en la arquitectura, no vemos ninguna
huanca o menhir, ni siquiera en las estructuras del muro principal donde ve-
mos aquellas piedras que podrían ser más grandes.
Gordillo: ¿Está por debajo del piso del muro? ¿De la altura del muro o por
encima?
Salazar: Sí, aparecen mucho más, en una unidad aparecen quince. Pero todas
aparecen fragmentadas. Algunas aparecen fragmentadas simplemente, pero
algunos fragmentos son muy pequeños y compactos, siempre aparecen fractu-
radas, patitas, cabecitas, siempre fracturadas.
Ortiz: ¿Cuantos fechados tenés?, ¿tenés los de los recintos también y éste es el
más temprano?
Salazar: No, de todo el asentamiento aldeano éste, uno que está asociado a
una estructura de retención de agua es del 2100 AP, es el más temprano que
tenemos y está asociado a una cerámica bastante distinta de la que aparece
aquí. En principio tiene algunas decoraciones distintas a lo que encontramos
DEBATE de: Una ofrenda como acto fundacional de estructuras de cultivo 357
Salazar: Éste no tiene ningún ojito, pero tiene una carita como de un lorito,
después hay otros que son como asas directamente bien grandes que tienen
una forma de semicírculos con una sección en arco, y todo el borde con una
incisión bien profunda, pero bien distinta a lo otro.
Quesada: ¡Qué interesante! Sobre todo por estas fechas tan tempranas y pen-
sar esta acción ritual y relacionarla con otros lugares que se suponen también
eran rituales, probablemente contemporáneos, como el Montículo de El Mo-
llar que se supone que concentran y administran la vida ritual, y esto podría
llegar un poco a matizar la idea de la centralización de la actividad ritual ya
que aparece justamente en estos lugares y, probablemente, hecho a una escala
mucho menor a la que se imagina que ocurrió en el Montículo de El Mollar,
¿no?
Salazar: En este espacio y en el otro también parece que la vida ritual se mez-
cla con la vida cotidiana…
Arqueología de la vertiente oriental Surandina.
Interacción macro-regional, materialidades, economía y ritualidad • 359-381
*
Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) - Instituto Superior
de Estudios Sociales (ISES), Instituto de Arqueología y Museo, Facultad de Ciencias Naturales
e Instituto Miguel Lillo, Universidad Nacional de Tucumán. marisalopezc@hotmail.com
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Instituto de Arqueología y Museo, Facultad de Ciencias Naturales e Instituto Miguel Lillo,
Universidad Nacional de Tucumán. Instituto Superior de Estudios Sociales (ISES) (CONICET-
UNT).
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Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET). Instituto Nacional
de Antropología y Pensamiento Latinoamericano.
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Instituto Interdisciplinario de Estudios Andinos (INTERDEA). Universidad Nacional de
Tucumán.
*****
Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) - Instituto Superior
de Estudios Sociales (ISES), Instituto de Arqueología y Museo, Facultad de Ciencias Naturales
e Instituto Miguel Lillo, Universidad Nacional de Tucumán.
360 Sara M. L. López Campeny et al.
Figura 2. Artefactos asociados al contexto funerario: (a) Vasija empleada como urna
y red de lazos anudados exterior; (b) Anverso y reverso (ambas faces) del fragmento
textil; (c) Cesta recuperada en interior de urna; (d) Cesta que pendía de la boca de
la urna y (e) Conjunto de cuentas minerales de turquesa.
De lazos familiares a redes sociales: nuevos aportes para la discusión ... 363
AGRADECIMIENTOS
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NOTAS
1
La versión ampliada de esta presentación se encuentra publicada en Intersecciones en
Antropología 15 (2014): 201-218 y en ella ha sido posible explayarnos e incluir deta-
lles que debieron omitirse aquí por restricciones de espacio. Por ello agradecemos
a las editoras de este volumen que, estando al tanto de esta situación, igualmente
sostuvieron su invitación a participar del mismo presentando una versión resumida
del trabajo expuesto en el Taller.
2
Para la estimación de edad biológica, en ambos casos, se utilizaron y promediaron
cuatro indicadores: observación de la forma y estado de metamorfosis de los cen-
tros de osificación; progresión en el cierre epifisial; longitud de los huesos largos y
formación y erupción dental. La estimación del sexo del primer individuo se basó
en la medición del ángulo de la escotadura ciática, que resultó mayor a 90° (Rodrí-
guez Cuenca 1994, en Del Bel et al. 2006).
3
Del conjunto total de cuentas, dos ejemplares se encontraban fracturados y un ter-
cero no fue concluido, ya que si bien presentaba el orificio, sus bordes no fueron
redondeados. Con respecto a este último, se considera que la introducción de un
ítem inconcluso podría haber tenido alguna significación en el marco de las prác-
ticas rituales, principalmente si consideramos la corta edad del individuo al que
estaba asociado.
4
Los cortes fueron realizados por la técnica I. Farías (UBA).
5
Las muestras para la palinoteca fueron cedidas por la Dra. Soledad Cuello y los
preparados realizados por la Dra. María Elena García y la técnica Nora Reyes del
laboratorio de palinología de la Fundación Miguel Lillo.
6
Su interpretación en el marco de rituales funerarios no implica descartar la po-
sibilidad de que estos orificios hubieran desempeñado además alguna finalidad
práctica vinculada con el tratamiento de los restos humanos (extracción de fluidos
cadavéricos, por ejemplo).
7
Por limitaciones de espacio no es posible citar aquí todas las contribuciones que
han aportado datos sobre la presencia de bienes foráneos en contextos funerarios
de ANS. Por eso es importante mencionar que los mismos abarcan una extensa
secuencia y han sido presentados en varios artículos de miembros del equipo de
372 Sara M. L. López Campeny et al.
DEBATE
López Campeny: El motivo circular del sello impreso sobre la tira de pastillaje
tiene como horadaciones internas, estuvimos viendo el registro de Tebenqui-
che, estuvimos comparando y, si bien nos acordábamos de las cosas de Alejan-
dro (Haber) y de las vasijas con pastillaje, no es similar el tipo de aplicación
o el tipo de motivo, pero es lo más próximo que hay en ese sentido, es lo que
estuvimos viendo.
López Campeny: Es que ahí está el punto de lo que decía, la vasija sola nos
llevaría a un montón de lugares, la fortaleza del argumento viene de las múlti-
ples líneas que parecerían apuntar a otra cosa, quizás la vasija no lo es.
Cremonte: Claro, porque de estas tiras aplicadas con incisiones hay por todos
lados, incluso en Chile en Toconao, tenés las grandes vasijas con las tiras apli-
cadas con incisiones, que cuesta pensar que hayan sido transportadas, sino
más bien que han sido realizadas localmente; ahora si en este caso todos los
botellones son del mismo tamaño, fácilmente eran transportables. Claro, es
distinto el planteo, porque ¿qué es lo que ustedes plantean desde el punto de
vista de esta gente del oriente que está llegando a este ambiente?, porque el
nene se les murió, no es que fueron allá a enterrarlo.
López Campeny: Dentro del proyecto, de las tendencias, creo que hay dife-
rentes líneas y modos de pensarlo y muchos son aún difíciles de probar. En
cuanto a ideas, algunos se apoyan en que es un proceso muy temprano, por
eso lo de los 10.000 años, y desde una perspectiva más evolutiva de coloniza-
ción de ambientes, están pensando en gente que, desde el inicio es gente de
tierras bajas que va subiendo y colonizando espacios y acotándose ahí. Y, desde
otra línea, pensamos más que hay como una continuidad en el tiempo que
está muy marcada en cuanto a prácticas funerarias, a bienes, a interacciones.
Lo que es innegable es que hay lazos muy fuertes porque estamos hablando de
más de 10.000 años y, además, de recurrencias de las mismas especies usadas,
de los mismos elementos intercambiados, estamos hablando de elementos
que aparecen en contextos domésticos y no solamente funerarios, es decir
que la gente tenía acceso al chañar, algarrobo, a las cañas de Chusquea desde
momentos tempranos, a las calabazas, al maíz. De una manera si se quiere más
idealista de pensarlo, compartiendo las ideas que tiene Carlos (Aschero), y de
cosas que se ven en poblaciones actuales, hay una fortaleza muy grande de las
relaciones matrimoniales y de gente que está estableciendo relaciones de fa-
milia con las tierras bajas. Ahí las mujeres tienen un rol fundamental, porque
quizás los puneños están buscando mujeres en las tierras bajas. Y está metida
esta discusión de la cerámica estilo Ciénaga también, lo que se denomina
Ciénaga en la Puna; también en esta problemática se está hablando de alfare-
ros/alfareras que establecen prácticas cerámicas en esos lugares o no [NOTA:
Con posterioridad a este debate se publicaron los resultados de los análisis de
caracterización petrográfica (cortes delgados) y química (activación neutróni-
ca) de un conjunto de fragmentos cerámicos recuperados en sitios de la Puna.
Consideramos que los mismos aportan datos relevantes sobre esta discusión
de la dinámica de poblaciones entre diferentes ambientes (López Campeny,
S. M. L. 2012. ¿De Valles o de Puna? Discutiendo interacción a partir de la ca-
racterización composicional de conjuntos cerámicos. El caso de Antofagasta
de la Sierra, puna sur argentina. Estudios Atacameños 43: 139-166]. Lo que es
indudable, es que existen estas interacciones que son sumamente profundas,
DEBATE de: De lazos familiares a redes sociales: nuevos aportes para la discusión ... 375
ya que estamos hablando de 10.000 años y casi hasta 1.300 años antes del
presente siguen fuertes, que los bienes están, que la gente se está moviendo,
pero pensamos que algo mucho más fuerte, a nivel de relaciones familiares
y sociales que llegan, es más, a que los cuerpos de los muertos, las personas,
las familias se están enterrando en estos lugares, en donde ya tenemos hasta
ahora dos o tres contextos funerarios que dan indicios de un viaje, un viaje
previo a ese entierro o a esa depositación.
López Campeny: Sí, justamente Cristina Scattolin fue una de las personas a las
que consultamos y mandamos e-mail, y una de las piezas de las que primero
nos mandó imágenes, porque le parecían muy similares, tanto por tamaño
como por estilo, eran de Campo Colorado. El tema ahí es la cronología por-
que Campo Colorado es muchísimo más temprano, porque es un Formativo
inicial, y también nos sugirió lo de la fase Toconao, unas piezas de San Pedro
de Atacama, pero como que la cronología se nos escapa, es mucho más tem-
prana en estos casos, asumiendo que las redes tienen una cronología no muy
extensa, pero no nos animamos a decir mucho más, porque la cronología no
concuerda.
Ortiz: Este dato que decís de Pilar (Babot) es interesante, porque si llevaron la
técnica del proceso y procesamiento podríamos pensar ¿qué llevaron?; tal vez
la primera parte del procesamiento, podrían haber llevado el atado de hojas y
también están haciendo la fibra, pero eso implica que hay alguien arriba que
tiene el conocimiento de la técnica y sabe fabricar la fibra de la manera en que
se hace en las regiones de tierras bajas.
Albeck: Esos botellones ¿son para agua? En un viaje digamos por un lugar…
porque cuando veo el tamaño para que vayan a estar arrastrando semejante
vasija.
Albeck: Pero no es seguro que el muerto está desde el principio del viaje, eso
es lo que yo digo.
Nielsen: El registro del polen es que el fardo se arma abajo y viaja como fardo.
López Campeny: Es que el polen nos lleva a pensar eso, con la misma arena
que incluso se filtró nos muestra que no hubo acceso a lluvia polínica local
porque, además, pensamos que tuvo que haber viajado cerrado y tapado. Es
una interpretación, obviamente, pero el polen es lo que da más fortaleza a la
interpretación del traslado porque, a diferencia de los bienes alóctonos, el
378 Sara M. L. López Campeny et al.
Díaz: También tenemos que pensar, en la reutilización del botellón que quizás
en un primer momento se lo utiliza para transportar agua, y justificaría ese
cercenamiento de la parte inferior para poder introducir el cuerpo de una
forma cómoda, cosa que no puede hacerse desde arriba.
López Campeny: Igual estaba roto también el cuello, pero no sabemos si tiene
que haber tenido que ver con eso.
Cruz: ¿Por qué están pensando en una práctica funeraria y no en una práctica
de ofrenda? Siendo un bebé que no tiene identidad social tradicionalmente
adquirida y que viene de otro lugar, es decir, una práctica de memoria, pero
esto de llevarlo a otro lugar sino, como sale de la norma, pensar en una ofren-
da o algo que podría venir de otro lado.
puneña que se fue a las tierras bajas, se murió el hijo y fue a enterrarlo como
en estas prácticas con sus ancestros, fue a enterrarlo a la Puna, pensando en el
tránsito y donde muere el niño.
Cruz: Yo pensaba lo mismo, al revés, que los padres son del otro lugar y lo lle-
van a enterrar donde nació, ¿es un lugar de tumbas?, ¿o es un no lugar?
López Campeny: El que está empezando a trabajar con eso es Jorge (Martí-
nez) para momentos tempranos.
Ortiz: Claro, uno piensa que el ADN te va a resolver eso, por ejemplo, yo
tenía enterrados varios individuos dentro de un mismo sitio, y quería ver si
380 Sara M. L. López Campeny et al.
todos eran familia, pero Mauricio (Moraga) me explicó que no es tan simple,
incluso teniendo los cuerpos asociados no vamos a resolver si son parientes
directos, porque generalmente con el ADN mitocondrial lo que se puede lle-
gar a decir es si hay un lazo próximo o no, por línea materna, pero aun así, no
es igual al ADN moderno. No te sabría explicar técnicamente, pero Mauricio
(Moraga) me explicaba que no es tan sencillo con el ADN antiguo, no signifi-
ca que se puede establecer un vínculo directo y que se pueda saber incluso si
son todos de la misma familia, sólo se puede saber cuál es el grado de lejanía
o no, por la línea materna y si las madres estaban más o menos emparentadas,
pero no es algo directo.
López Campeny: Las redes tienen especies que pueden ser locales, Poáceas,
de hecho, no pudimos hacer análisis específicos sin destruir la red.
Quesada: Aun cuando sea un objeto de afuera, estoy pensando cómo signifi-
car esta movilidad de piezas…, bueno, quizás éste no es el caso para discutir
DEBATE de: De lazos familiares a redes sociales: nuevos aportes para la discusión ... 381
INVESTIGACIONES ARQUEOLÓGICAS EN
“EL IMPENETRABLE” SANTIAGUEÑO
(COPO, SANTIAGO DEL ESTERO)
*
Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET)-Instituto Superior de
Estudios Sociales (ISES), Instituto de Arqueología y Museo, Facultad de Ciencias Naturales e
Instituto Miguel Lillo, Universidad Nacional de Tucumán. carlosangiorama@gmail.com
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Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET)-Instituto Superior de
Estudios Sociales (ISES), Instituto de Arqueología y Museo, Facultad de Ciencias Naturales e
Instituto Miguel Lillo, Universidad Nacional de Tucumán.
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Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET)-Departamento de
Ciencias Naturales, Facultad de Ciencias Exactas, Físico-Químicas y Naturales, Universidad
Nacional de Río Cuarto.
****
Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET)-Instituto Superior
de Estudios Sociales (ISES), Instituto de Arqueología y Museo, Facultad de Ciencias Naturales
e Instituto Miguel Lillo, Universidad Nacional de Tucumán.
*****
Instituto de Arqueología y Museo, Laboratorio de Investigaciones Grupo Interdisciplinario
de Arqueología y Antropología de Tucumán (LIGIAAT), Universidad Nacional de Tucumán.
384 Carlos Angiorama et al.
ANTECEDENTES
de las descriptas para el territorio de Santiago del Estero (Reichlen 1940; Gó-
mez 1966; Togo 2007), no registrada hasta ese momento para la región. Por
último, la autora señala una zona con evidencias de época hispano-indígena
sobre el río Salado, en el límite entre los departamentos Copo y Pellegrini,
muy cerca de la frontera salteña. Éstas podrían vincularse a las reducciones y
primeras fundaciones que se instalaron sobre el río Salado en la región (ver
también Tomasini et al. 2003; Rossi 2009; Castro Olañeta 2013; Taboada y Far-
berman 2014, etc.), y es el único dato al respecto para la zona, por lo que sería
muy importante establecer su ubicación exacta. Lamentablemente el artículo
no menciona los elementos ni fuentes en base a los cuales se confeccionó el
mapa, ni profundiza en la descripción de las evidencias y lugares de hallazgo.
Finalmente, es necesario mencionar que no contamos con información
arqueológica publicada para las zonas inmediatas vecinas a Copo en las pro-
vincias de Chaco y Salta.
y todas las huellas y sendas del sector noroeste de la Reserva Provincial Copo.
El sector norte de la Picada Balcanera se recorrió hasta donde la huella se
perdía completamente por vegetación totalmente cerrada. De la Picada 7 se
recorrieron su extremo norte y su mitad sur. No pudo recorrerse completa
por encontrarse inundada en varios tramos de su mitad norte. Desde la Picada
7 se ingresó a cada uno de los sectores de antiguas picadas que aún pueden
identificarse (sector de El Maján, Cisneros, Carrizo y Kubler).
En el interior del Parque Nacional Copo se recorrieron cada una de las
Picadas antiguas (Picada 5, 9, 10, etc.) y huellas transitables, así como largos
sectores de sendas peatonales y de ganado. La única Picada que no pudo
transitarse, por encontrarse completamente inundada en su extremo sur, fue
la huella que sale de la vivienda de la familia Maldonado hacia el norte. Se
recorrieron también varios sectores de paleocauces y monte sin senda alguna.
Además, se prospectaron diversas áreas urbanas de la localidad de Los Pirpin-
tos y cada uno de los caminos que salían desde el poblado mencionado hacia
el interior de la Reserva Provincial Copo.
Finalmente se recorrió gran parte del sector oeste de la Picada que sirve
de límite sur del Parque Nacional Copo. La mitad este no pudo prospectarse
por encontrarse completamente cerrada por la vegetación. Se intentó llegar a
esta Picada por el camino que sale de Pampa de los Guanacos hacia el norte,
pero no se pudo continuar más allá de El Vinalito por encontrarse cerrado el
paso por la vegetación y por sectores inundados. En resumen, se recorrieron
absolutamente todas las vías transitables y sectores accesibles, y se efectuaron
prospecciones intensivas en 238 puntos y sus alrededores, según el siguiente
detalle: tres “charcos”, dieciocho áreas de vivienda, cuatro campos de cultivo,
129 zonas de monte, veintiocho paleocauces, treinta y dos represas y veinti-
cuatro alambrados (ver Figuras 2, 3 y 4).
CONSIDERACIONES FINALES
AGRADECIMIENTOS
Este trabajo se llevó a cabo como parte de una consultoría para la Adminis-
tración de Parques Nacionales. Queremos agradecer especialmente el apoyo
brindado por Roberto Molinari, Lorena Ferraro y Álvaro Alsogaray. Asimis-
mo, expresamos nuestra gratitud a Luis Vuoto, Patricia Vuoto, Carolina Rivet
y Aldo Gerónimo, el equipo de antropología, por las vivencias compartidas en
Copo durante los trabajos de campo y los aportes al proceso de pensar juntos
las problemáticas del área.
Investigaciones arqueológicas en “El Impenetrable” santiagueño ... 397
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NOTAS
1
El equipo de Antropología estuvo integrado por Diego Vuoto, Patricia Vuoto, Ca-
rolina Rivet y Aldo Gerónimo.
Investigaciones arqueológicas en “El Impenetrable” santiagueño ... 399
2
El permiso de trabajo para la realización de la consultoría en la Reserva Provincial
Copo fue otorgado a la APN por la Dirección de Recursos Forestales y Medio Am-
biente de la provincia de Santiago del Estero, en su calidad de responsable de la
reserva. Según lo acordado, la APN coordinó con la provincia la fecha, hora y lugar
donde se realizaría el control de los materiales hallados mediante los trabajos de
campo y la firma de actas de contralor y préstamo de materiales. Sin embargo, las
autoridades provinciales acudieron a la cita con una Cédula de Notificación emi-
tida por la propia Dirección General de Recursos Forestales y Medio Ambiente de
la provincia de Santiago del Estero (quien había otorgado los permisos), mediante
la cual se notificaba al equipo de consultores que debía “abstenerse de realizar
cualquier actividad de extracción y traslado de muestras, para su estudio y posterior
devolución”. Ante tal inusitada situación, los materiales recolectados en la Reserva
Provincial Copo fueron entregados a las autoridades, sin que pudiera llevarse a
cabo el fotografiado ni los análisis de laboratorio previamente acordados.
Arqueología de la vertiente oriental Surandina.
Interacción macro-regional, materialidades, economía y ritualidad • 401-410
INTRODUCIÓN
*
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Naturales y Museo, Universidad Nacional de La Plata. glamenza@fcnym.unlp.edu.ar
**
Facultad de Ciencias Naturales y Museo. Universidad Nacional de La Plata.
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*****
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Ciencias Naturales y Museo, Universidad Nacional de La Plata.
402 Guillermo Lamenza et al.
MATERIALES Y MÉTODOS
RESULTADOS
IV, con mayor peso de las decoraciones negro bruñido y pintura, es buen
discriminante de la variabilidad del subgrupo ribereño formado por Puesto
Fantín, La Ilusión I y El Chancho, en tanto que el Componente V diferencia a
El Totoral con exciso como variable de mayor contribución.
Figura 3. Clúster resultante del análisis comparativo de los motivos decorativos por
sitio. Referencias: PF. Puesto Fantín; LII. La Ilusión I; CH. El Chancho; CIVA.
El Cachapé Potrero IVA; CIVB1. El Cachapé Potrero IVB1; CV. El Cachapé Potrero
V; SI. Sotelo I; Anexo: El Cachapé Potrero V Anexo; SII: Sotelo II; CIVB2.
El Cachapé IVB2; Las Bolivianas; Pocitos; PN. Pescado Negro; El Estanque;
El Encontrado; Abrevadero; El Totoral.
Aporte a la Variabilidad
Caracteres Contribución
% Acumulativo
Punteado rítimico complicado -0,89
Punteado sobre el labio -0,8252
Componente I Cordelería complicado -0,7708 22,78% 22,78%
Inciso líneas subparalelas 0,6982
Corrugado simple 0,5123
Inciso líneas entrecruzadas 0,8513
Cordelería simple 0,7221
Componente II Corrugado inciso 0,722 21,51% 44,29%
Punteado sobre cuerpo 0,624
Unguiculado 0,5823
Cestería -0,7741
Componente III Corrugado digitado -0,6923 13,51% 57,80%
Filete aplicado 0,6395
406 Guillermo Lamenza et al.
Aporte a la Variabilidad
Caracteres Contribución
% Acumulativo
Negro bruñido -0,7433
Componente IV 10,30% 68,11%
Pintura -0,5314
Componente V Exciso 0,7482 7,32% 75,43%
CONSIDERACIONES FINALES
Esta manera de analizar los datos, sobre todo en un ámbito como el Chaco
meridional, facilita la visualización de la gran variabilidad del ítem cerámico,
haciendo posible la introducción de métodos analíticos y técnicas de análisis
multivariado que permiten considerar conjuntamente todos los indicadores
disponibles para un fenómeno determinado, en este caso, decoración. Su
utilidad radica en que la información tratada de este modo habilita la ex-
plicación de relaciones y la puesta en evidencia de otras a ser exploradas
(Lamenza y Porterie 2001). El agrupamiento aquí presentado permite aislar
motivos decorativos que caracterizan y/o diferencian los sitios considerados.
El esquema generado requiere de investigaciones futuras que sumen crite-
rios derivados de datos de otra naturaleza a fin de contribuir a una mejor
comprensión de las similitudes y diferencias encontradas. Al presente, es-
tas relaciones están acotadas sólo a la localización espacial de los clusters, y
podrían interpretarse, con cierto grado de abstracción, como características
diferenciales vinculadas a las esferas de interacción imperantes en la región
durante el Holoceno Tardío.
BIBLIOGRAFÍA
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Arqueología de la vertiente oriental Surandina.
Interacción macro-regional, materialidades, economía y ritualidad
DEBATE
LAMENZA et al.
Williams: ¿Qué cantidad de sitios están incluidos aquí y cómo son los sitios?
o ¿qué variedad de sitios tenés?, en función de todos los fechados que tenés,
porque es imposible imaginármelos.
Lamenza: Los sitios que aparecen en Chaco central, están vinculados con
madrejones, paleocauces, son actualmente peladales y, usualmente, lo que
aparece es material cerámico en superficie muy fragmentado. En el sector Ri-
bereño es donde tenemos también todos estos fechados. Son sitios que estoy
trabajando específicamente, la mayoría son sitios sobre elevaciones.
Williams: ¿Tipo cerritos?
INTRODUCCIÓN
*
Museo de Antropología de Salta. Universidad Nacional de Salta. tottydiaz@yahoo.com.ar
412 María Etelvina Díaz
METODOLOGÍA
RESULTADOS
Cerámica
Existen visibles diferencias entre las urnas “A” y “B” de la C1 y la urna gran-
de de la C2 en cuanto a forma, dimensiones y técnicas de decoración. La urna
grande de la C2, se encuentra decorada mediante marleado y todo el borde
con técnica de corrimiento de pasta, con incisión de línea e impresión ungui-
cular (Figuras 4 y 5) en tres franjas diferenciadas de similares medidas cada
una, pero sin aplicación de pintura, ni asas, con una cocción más pareja que
las otras piezas precedentes en ambiente oxidante.
Análisis bioarqueológico
Figura 6. Posible posición del cuerpo en la urna C2. Ilustración de Hugo Alberto Cisneros.
Urnas del candire. Perduración de prácticas funerarias en la comunidad chané ... 419
CONCLUSIONES
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NOTAS
1
Gasoducto de Alimentación Cobos - Torzalito - Interconexión Gasoducto Troncal
Campo Durán y de la CTCC (4) Salta Termoandes S.A.
2
Centro de Investigaciones Geológicas, CIG, Facultad de Ciencias Naturales y Mu-
seo, dependiente de la Universidad Nacional de La Plata, Consejo Nacional de
Investigaciones Científicas y Técnicas, CONICET.
Arqueología de la vertiente oriental Surandina.
Interacción macro-regional, materialidades, economía y ritualidad
DEBATE
DÍAZ
Cremonte: Las vasijas, ¿viste cómo las hacían? ¿Qué arcillas usaban o mezcla-
ban?
Díaz: No sólo les pregunté, sino que presencié cómo las hacían, no las gran-
des, pero sí las ollas chicas, a través de los talleres y de las visitas, ya fui cuatro
veces este año, entonces, he tenido la oportunidad de verlas… Las ollas más
grandes son a través de técnicas de rodetes superpuestos, incluso es factible
al tacto porque uno pasa la mano por ahí, y se nota y la técnica de marleado
por fuera… es mucho menos prolija, incluso más tosca en las ollas más gran-
des, ya que en las más chicas tienen un trabajo más afinado… que en Laguna
Grande vienen con todo un trabajo… en general son las técnicas del rodete
superpuesto y por ahí, en las más chicas la técnica del torneado manual…
jeron a una virgen y era la misma mujer que ellos veían y cuando la virgen le
daba el pecho al niño y caía leche, ahí encontraban arcilla blanca.
Díaz: A todo, por lo menos lo que yo he preguntado, ellos me dicen que rom-
pen, yo lo he visto en Tuyunti. En Campo Durán no he visto poner el tiesto,
pero ellos me dicen que lo hacen, pero sí he visto fabricar las ollitas.
Cremonte: ¡Gracias!
Cruz: Qué lindo, hermosa toda la historia, pero yo creo que quizás hay un
detalle que te puede llevar a tu primera interpretación, es que un fechado de
1950 está marcando un error en el fechado, no puede ser exacto.
Cruz: Es decir, 400 años para atrás, los resultados son inciertos.
424 María Etelvina Díaz
Díaz: Claro, él me dijo que si hubiera tenido 1800 o 1900 pero esto es clavado
y te lo firmo que es 1960/65. Es más, yo les pregunté, está cerca de la destilería
¿están seguros? ¿no puede haber contaminación? No, si hubiera contamina-
ción te daría mucho más antiguo... Aparte no es el fechado en sí, porque el
fechado puede equivocarse, estoy articulando otros datos…
Cruz: No, los otros datos, perfecto, lo que digo es que ningún fechado de
1950 lo podés tomar, o de 30 años, lo podés tomar como justo... o te queda un
margen de incertidumbre enorme, te puede dar 0 o 200 o 300…
Lema: ¿En urnas que habían sido utilizadas en otra cosa previamente? ¿Siem-
pre chicheras?
Díaz: En una foto donde estamos todos, ahí habíamos estado con María Fer-
nanda Sola, otra Antropóloga que trabaja desde hace tiempo en la zona para
informarles el resultado de las investigaciones. En la reunión, nosotros nos re-
tiramos para que ellos decidan qué querían hacer con los restos y decidieron
enterrarlos en cajón, lo que sí nos pidieron es que gestionáramos el cajón en
la municipalidad. Ya lo va a donar la municipalidad.
426 María Etelvina Díaz
Quesada: No sé qué tan apropiado sea para el caso de los chané, pero la insta-
lación de estos grandes ingenios como San Martin del Tabacal y la vinculación
de los indígenas de toda la región como fuerza laboral a estos ingenios, trasto-
có muy fuerte las relaciones interétnicas, ¿no es cierto? Es muy reciente pen-
sando en esta idea de la adscripción o no a lo guaraní o el rechazo. Conozco
a través de Gastón Gordillo el caso, por ejemplo, de los tobas, nivaclé, pilagá,
que siendo grupos diferentes reconstituyen su aboriginalidad como común, al
ser en el ingenio agrupados en una categoría: “indios del monte”. En ese con-
texto la aboriginalidad se vive como una experiencia de clase laboral: criollos,
chaguancos, indios del monte, y así.
Díaz: Es para pensarlo mucho, por ejemplo, algo que me llamó la atención
es el baile del Pimpim o del arete, uno lo ve como algo tan simple, como una
DEBATE de: Urnas del candire. Perduración de prácticas funerarias en la comunidad ... 427
Ortiz: En San Pedro de Jujuy hacen un circuito expuesto para toda la socie-
dad, pero todo lo que implica los días previos en relación a los preparativos y
rituales se da en un contexto mucho más cerrado, para su propio grupo, pero
después, en el circuito del corso compiten y se exponen como cualquiera de
los otros grupos; por ejemplo, los travestis suelen bailar y desfilar detrás de
la comparsa de los que bailan Pimpim, y los guaraní compiten por el color
de la ropa, por ejemplo, traen las telas de Bolivia… en la flor que se ponen
las mujeres en la cabeza, y además están recuperando la tarea de fabricar las
máscaras que usan durante el corso y que son arrojadas al río después de que
termina el carnaval. La ceremonia empieza unos días antes dentro de un con-
texto cerrado donde sólo participan los miembros de la comunidad e incluye
comidas rituales, y diferentes clases de celebraciones. Lo interesante desde la
antropología es cómo se han integrado o se han visibilizado públicamente en
un contexto puntual (corso), pero lo otro, lo tradicional no está incluido en el
evento del corso, no está abierto al público; pero cuando bailan o desfilan en
el circuito son uno más, compiten incluso entre ellos, quién gana el premio
al mejor Pimpim, cuál es el más arreglado, el más vistoso o colorido, incluso
existe una categoría dentro del corso que es premio al mejor Pimpim.