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PAUL RICOEUR – TIEMPO Y NARACCIÓN. LA TRIPLE MÍMESIS.

La hipótesis de análisis será la siguiente: entre la actividad de narrar una historia y el carácter temporal de la
existencia humana existe una correlación que no es puramente accidental, sino que presenta la forma de
necesidad transcultural. El hilo conductor es la mediación entre tiempo y narración, la articulación entre
mímesis I, mímesis II y mímesis III; entendiendo que mímesis II constituye el eje del análisis por su función de
ruptura de la literalidad de la obra literaria, ejerciendo su facultad de mediación entre las dos operaciones de
mímesis I y mímesis II.

Esta tesis confronta con las características de la semiótica tradicional, centrada en las leyes internas de la obra
literaria.

Incumbe a la hermenéutica reconstruir el conjunto de las operaciones por las que una obra se levanta sobre el
fondo opaco del vivir, del obrar y del sufrir. Una hermenéutica que se preocupa por reconstruir la gama de
operaciones por las que la experiencia práctica intercambia obras, autores y lectores. Es el lector el que asume
en su hacer la unidad del recorrido de mímesis I a mímesis III por medio de mímesis II. La mediación entre
tiempo y narración se constituye al reconstruir la relación entre los tres modos miméticos, demostrando el
papel mediador de la construcción de la trama. Seguimos el paso de un tiempo prefigurado a otro refigurado
por la mediación de uno configurado.

El carácter particular de esta tesis pone de manifiesto una temporalidad llevada al lenguaje en la medida en
que éste configura y refigura la experiencia temporal.

MÍMESIS I.
La trama es una imitación de acción que busca identificar la acción por sus rasgos estructurales. Imitar es
identificar las articulaciones simbólicas de la acción, lo que se llama la mediación simbólica de la acción, que a
su vez son portadoras de caracteres temporales de donde procede la necesidad de “contar”.

Además obrar, es siempre obrar con otros; la interacción puede tomar la forma de la cooperación, de la
competición o de la lucha. Así, el resultado de la acción puede ser un cambio o una tragedia.

Todos los miembros del conjunto están en una relación de intersignificación. Dominar la red conceptual en su
conjunto, y cada término como miembro del conjunto es tener la competencia que se puede llamar
comprensión práctica.

Existe una relación entre comprensión práctica y comprensión narrativa que es análoga a la relación entre
teoría de la acción y teoría narrativa. Se trata de una doble relación, presuposición y transformación.

Cualquier análisis estructural de la narración recurre necesariamente a una fenomenología del hacer. Pero a su
vez, comprender lo que es narración implica dominar las reglas que rigen su orden sintagmático, es decir
familiarizarse con las reglas de composición que gobiernan el orden diacrónico de la historia.

Al pasar del orden paradigmático de la acción al sintagmático de la narración, los términos de la semántica de
la acción adquieren integración y actualidad. Comprender una historia es a la vez, comprender el lenguaje del
hacer y la tradición cultural de la que procede la tipología de las tramas.

El segundo anclaje que la composición narrativa encuentra en la comprensión práctica reside en los recursos
simbólicos del campo práctico. Si la acción puede contarse es porque efectivamente está mediatizada
simbólicamente. Las formas simbólicas son procesos culturales que articulan toda la experiencia. Un sistema
simbólico proporciona un contexto de descripción.

Además el término símbolo introduce la idea de regla, es decir no solo de reglas de la descripción y de
interpretación para acciones singulares, sino de norma. Las costumbres, los hábitos y todo lo que Hegel
colocaba bajo el nombre de sustancia ética, prevea a cualquier Moralitá de orden reflexivo.

La Poética en el sentido de Aristóteles, no supone solo agentes, sino caracteres dotados de cualidades éticas
que los hacen nobles o viles. Es el carácter conflictivo de las normas lo que la cultura ofrece a la actividad
mimética de los poetas. Esta misma cualidad ética no es más que un corolario del carácter principal de la
acción: estar desde siempre mediatizada simbólicamente.

La comprensión de la acción, llega hasta reconocer en la acción estructuras temporales que exigen la
narración. En este plano permanece implícita la ecuación entre narrativa y tiempo.

Los rasgos temporales que han permanecido implícitos en las mediaciones simbólicas de la acción y que se
pueden considerar como inductores de narración.

Más importante que ésta débil correlación, entre algunas categorías de la acción y las dimensiones
temporales, consideradas una por otra, es el intercambio que la acción efectiva pone de manifiesto entre las
dimensiones temporales. Ricoeur afirma con San Agustín que no hay un tiempo futuro, un tiempo pasado y un
tiempo presente, sino un triple presente –un presente de las cosas futuras, un presente de las cosas pasadas y
un presente de las cosas presentes. Esta estructura de la intratemporalidad es precisamente la que mejor
caracteriza la temporalidad de la acción en el plano en que tiene lugar el presente análisis, que es también el
que conviene a la fenomenología de lo voluntario y de lo involuntario y a la semántica de la acción.

La intratemporalidad es definida por la estructura básica del cuidado. Un cuidado que se reduce a
preocupación. De esta forma la intratemporalidad, o el ser en el tiempo, se manifiesta con rasgos irreductibles
a la representación del tiempo lineal. Ser-en-el-tiempo es ante todo contar con el tiempo. Pero el día no es una
medida abstracta, es una magnitud que corresponde a nuestro cuidado. Es el tiempo de los trabajos y los días.
Llamamos “tiempo” al hacer presente que se interpreta a sí mismo, es decir, lo que es interpretado y
considerado en el ahora.

La ruptura que opera este análisis con la representación lineal del tiempo, entendida como simple sucesión de
“ahoras”. Con la primacía dada al cuidado se franquea así el primer umbral de temporalidad. Reconocer este
umbral es tender, por vez primera, un puente entre el orden de la narración y el cuidado.

MÍMESIS II
Con Mímesis II se abre el reino del como sí. Hubiera podido decir el reino de la ficción. Pero la palabra ficción
queda entonces disponible para designar la configuración del relato cuyo paradigma es la construcción de la
trama, sin tener en cuenta las diferencias que conciernen sólo a la pretensión de verdad de las dos clases de
narración. Siempre existirá una diferencia ente relato de ficción y relato histórico.

Lo que espero demostrar es que con un mayor grado de abstracción y con la adición de rasgos temporales
apropiados, las amplificaciones y correcciones de la teoría de la historia y la del relato de ficción no alterarán
radicalmente el modelo aristotélico. Quiero comprender mejor su función de mediación entre el antes y el
después de la configuración. Mímesis II ocupa una posición intermedia sólo porque tiene una función de
mediación.

La trama es mediadora por tres razones al menos:

En primer lugar, media entre acontecimientos o incidentes individuales y una historia tomada como un todo.
Extrae una historia sensata de una serie de incidentes. La intriga es lo que media entre los acontecimientos y la
historia narrada. Una historia debe ser más que una enumeración de acontecimientos en serie; ella los
organiza en una totalidad inteligible.

En segundo lugar, la construcción de la trama integra juntos factores tan heterogéneos como agentes, fines,
medios, interacciones, circunstancias, resultados inesperados, etc.

El concepto de trama admite, realmente, una extensión más amplia al incluir en la trama compleja los
incidentes que producen compasión o temor, la peripecia, la agnición y los efectos violentos. Aristóteles
equipara la trama a la configuración, que nosotros hemos caracterizado como concordancia-discordancia. La
narración pone en el orden sintagmático, todos los componentes capaces de figurar en el cuadro
paradigmático establecido por la semántica de la acción.

La trama es mediadora por un tercer motivo: el de sus caracteres temporales propios. La trama es la síntesis
de lo heterogéneo. El acto de construcción de la trama combina en proporciones variables dos dimensiones
temporales: una cronológica, otra no cronológica. La primera constituye la dimensión episódica de la
narración: los acontecimientos. La segunda es la dimensión configurante propiamente dicha: los
acontecimientos se transforman en historia.

La poiesis hace más que reflejar la paradoja de la temporalidad. La construcción de la trama aporta a la
paradoja una solución, extrae una figura de una sucesión, se revela al oyente o al lector en la capacidad que
tiene la historia de ser continuada. Comprender la historia es comprender cómo y por qué los sucesivos
episodios han llevado a esta conclusión, la cual, lejos de ser previsible, debe ser, en último análisis, aceptable,
como congruente con los episodios reunidos. Es la dimensión poética de la paradoja de distensión-intensión. El
que la historia se deje continuar convierte a la paradoja en dialéctica viva.

Toda la trama puede traducirse en un pensamiento que no es otro que su punta o tema. El tiempo de la fábula
y del tema, es el tiempo narrativo que media entre el aspecto episódico y el configurante. La configuración de
la trama impone a la sucesión indefinida de los incidentes el sentido del punto final, como aquel desde el que
puede verse la historia como totalidad. Seguir la historia es aprehender los propios episodios bien conocidos
como conduciendo a este fin. Al leer el final en el comienzo y el comienzo en el final, aprendemos también a
leer el tiempo mismo al revés, como la recapitulación de las condiciones iniciales de un curso de acción en sus
consecuencias finales.

Se trata de la esquematización y de la tradicionalidad característica del acto configurante. La imaginación


creadora no sólo no existe sin regla, sino que constituye la matriz generadora de las reglas. En la primera
Crítica, las categorías del entendimiento son esquematizadas, ante todo, por la imaginación creadora. Tiene
fundamentalmente una función sintética. Este esquematismo se constituye a su vez en una historia que tiene
todos los caracteres de una tradición. Esto implica que no es la trasmisión inerte de un depósito muerto. La
tradicionalidad enriquece con un rasgo nuevo la relación de la intriga con el tiempo. La tradición narrativa ha
sido marcada no sólo por la sedimentación de la forma de concordancia discordante y por la del género
trágico, sino también por la de los tipos nacidos lo más cerca de las obras singulares. Si englobamos forma,
género y tipo bajo el título de paradigma, diremos que los paradigmas nacen del trabajo de la imaginación
creadora en estos diversos planos.

MÍMESIS III.
A continuación se mostrará como mímesis II, llevada a su inteligibilidad primera, exige como complemento una
tercera rase representativa, que merece llamarse mímesis. La narración tiene su pleno sentido cuando es
restituida al tiempo del obrar y del padecer en la mímesis III. Este estadío corresponde a lo que Gadamer en su
hermenéutica llama aplicación. Aristóteles está significando que el recorrido de la mímesis tiene su
cumplimiento sin duda en el oyente o en el lector. Mímesis III marca la intersección del mundo del texto y del
mundo del oyente, del mundo configurado por el poema y del mundo en el que la acción efectiva se despliega
y despliega su temporalidad específica.

1. El círculo de la mímesis.

2. Configuración refiguración y lectura.

3. Narratividad y referencia.

4. Tiempo narrado

SEGUNDA PARTE - HISTORIA Y NARRACIÓN.

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