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AA BEM GRUPO EDIT Fragatas para tierras lejanas janas sobre literatura Marina Colasanti Afio 2000, cuando lo imaginario no tiene fronteras Crnnde esa nits, por razones de salud pasé algiin tiempo en la casa de unos amigos de mis padres, junto a la frontera suiza. La nifiera, para discraerme, me Lleva- ba todos los dias a pasear hasta la froncera. Habfa siem- pre una carga de emocién en el paseo, con aquel tan claramente marcado y la expectativa de alcanzarlo. Y al llegar a él sentia una gran reverencia, muy cercana al miedo. En esa linea invisible, s6lo sefialada por la cerca, terminaba mi pafs. Y empezaba otro, para mf desconoci- do. A lo largo de esos dias la frontera existié en mf més nitidamente que en cualquier mapa. Pienso en ello ahora, de camino hacia el tercer mi- lenio. Cuando se dio la largada y, de un modo 0 de otto, Jas cuentas regresivas surgieron por todas partes, sentf la ‘misma emocién que entonces, en mi infancia. Més inten- uese]oD cureyy 3 sa inclusive. Habja un frontera que me esperaba, y esta vez ibaa cruzarla. ‘Muy al contrario de lo que cref, en lugar de que aumenten, mi reverencia y mi especie de miedo van de- creciendo a medida que avanzo. Mientras més me acerco, menos me inquieto. Como sila frontera anunciada se des- vaneciera poco a poco y nada amenazador me aguardara. De hecho, gqué limite es ese? Tenemos hoy fuerces indicios de que la frontera se ha ido desplazando a lo largo de los afios por errores de célculo. Algunos aseguran que el tercer milenio ya empezé. No se oyé ningiin estruendo gigantesco; no hubo terremotos grandiosos; el Mesias no vino; el Anticristo, si vino, se mezcl6 con los que andaban por las calles y pasé inadvertido. El cambio fue impercep- No obstante, el mundo entero resonaré con explo- siones de champafia y de cafiones en la ultima noche de 1999, y muchos se reunisén a oras, a la espera del fin del mundo. Estaremos conmemorando una ficcién. Una ficcin necesaria, sin embargo. La necesitamos, 120 sélo para configurar los computadores y para renovar proyectos, sino para decir a plena voz “el futuro comen- 26" Bl futuro siempre representé la amenaza de lo des- conocido. Este que ya llega, al contrario, nos inquieta porque creemos conocerlo. Vemos frente a nosotros un mundo claramente do- minado por los avances cientificos; un mundo donde la realidad se confundiré con las reproducciones (vircuales © clonadas); donde los espacios externos y los de nuestros propios cuerpos ganardn otras dimensiones; donde la pa labra “comunicacién” adquirird sentidos casi inimagins- bles. Un mundo para el cual nuestra ética, nuestros hébi- tos y nuestros conocimientos nos parecen inadecuados. En nuestro imaginario el paso del tiempo dej6 de ser s6lo paso del tiempo; a partir del marco del aio 2000, se torné una entidad compacta, invasora, que habremos de enfrentar. Para ese enfrentamiento debemos estar bien preparados. Y el modo de prepararnos es elaborar nuevos comportamientos, anteriores a la realidad, que nos per- mitan recibirla con un minimo de garantias En nuestro caso, el de los escritores de este encuen- 10, dicha preparacién significa escribir acertadamente para los lectores del tercer mil Como autora, la primera cuestién que me planteo frente a ese desafio es ia quiénes nos referimos cuando ha- blamos de lectores del tercer milenio? Y la segunda, :de qué escritura, y con qué fancién, estamos hablahdo? - Un siglo sélo para algunos Ya se ha dicho que no todos los pafses entrarén al siglo XXI al terminar 1999. Algunos, los més pobres, ni siquiera han legado ain plenamente al siglo XX. Trasla- do esa realidad planecatia al universo brasilero, que aqui represento. El Brasil ¢s un pafs muy rico y muy pobre. El pri- mer dia del afio 2000 muchos nifios brasileros desperca- ra tan analfabetos o semianalfabetos como se acostaron la vispera. Viviendo en casas sin condiciones sanitarias bésicas, bajo le amenaza de enfermedades contra las cua les no tendrén defensas adecuadas, masticando comidas ‘mal balanceadas con dientes llenos de caties y obligados auesejon eueyg a trabajar como pequeiios adultos; esos nifios estarén, en ese dia emblemético, més cercanos a la Edad Media que al tercer milenio. Hay también muchos nifios ricos en el Brasil, nifios que a los cuatro afios se les ensefia en el preescolar a sen- tarse frente al computador para hacer de la informética Ja extensién natural de sus sentidos. Para ellos, el tercer milenio ya comenzé. ¥ estan también los nifios indigenas, que viven en las seservas, con un pie en la Edad de Piedra y otro en la modernidad, para los cuales el cercer milenio seré una pura abseraccién. Esta diversidad, sin embargo, no es una novedad que se nos plantee en este fin de siglo y era. Esta diversi- ded es el Brasil. Y es en ella en donde viven y escriben los autores brasileros. Por su misma naturaleza, la literatura es un campo cruzado por muchos caminos. Un autor brasilero puede, y muchos lo han hecho, interesarse en la realidad urba- aa, hablar de los nifios (y para los nifios) que viven en apartamentos, con poco espacio verde y muy cerca de los adultos, asistiendo a intensos dramas humanos dentro de familias que con tanta frecuencia se deshacen y rehacen. Puede elegirse, incluso, trabajar partiendo de los micos indigenas, de las ricas leyendas africanas, legados que es- rn en las rafces del pafs. O mirar a los nifios de la calle, gamines que abundan en todas las ciudades brasileras con su universo doloroso y tantas veces mortffero. O incluso escoger el campo, la vida de los pequefios pueblos del terior, de las haciendas, de las fincas; el crecer en la selva, el acompafiar al abuelo en sus labores de pesca, ser hijo de cauchero, crecer llevando en la memoria el ruido de Jos bolillos con que la abuela teje encajes. Dentro de la diversidad cada autor elige su campo esperando, a través de él, llegar a los demés. No obstante, aunque proyectado para el faruro, todo eso nos parece amenazado de insuficiencia. ;Cémo hablarle de bolillos 2 un nifio que sélo conocerd enca- jes estampados por miquinas con materiales sintéticos? ¢Habré todavia biciclecas? (La pesca sera politicamente correcta? ¢¥ qué interés podré tener una finca, més alld del incerés puramente arqueol6gico, para “nifios espacia- les"? Y, sobre todo, zqué significara ua libro? Es probable que muchos autores piensen que el ter- cer milenio exigiré una escricura diferente. Una escritura informética, a mitad de camino entre la literatura y el mensaje, abierta a las imagenes, casi una escritura pic- togrifica. Y habré aquellos que, sin abandonar el viejo soporte del libro, buscarén la soluciéa incluyendo en sus historias elementos y objetos de la nueva modernidad 0 buscando una aceleracién o fragmentacién de la narrati- va, a semejanza de los videoclips. Cada opcién seré, a su modo, vélida. Yo, como autora, ya elegt la mia Nifios en cualquier época Cuando pienso en nifios del cercer milenio los veo atin gestados por un vientre de mujer, a pesar de las nue- vas posibilidades con que el futuro nos saluda. Nifios que lloran al recibir el choque del primer aire en los pulmo- ‘nes y que con la vida adquieren el conocimiento de su seusia] san eed smetaig SY saussjan wore brevedad. Nifios que, sea cual sea el avance cientifico, se- guirén necesicando afecto y atencién para sobrevivir y ser saludables. El modo en que esos nifios aprenderdn a leer y a es ctibir no tiene, en mi opinién, mayor importancia. Ya sea en un cuaderno o en un computador, frente a una mesa © gracias a un sofisticado equipo, lo que veo son seres en crecimiento abriendo los ojos maravillados ante el saber y descubriendo el mundo. El universo socioeconémico de un nifio del Amazo- nas, ctiado a orillas del rfo Negro, que en los dias de fiesta come pato en vez de gallina (porque las gallinas no nadan y hay mucha més agua que tierra alrededor de las chozas), es muy diferente del universo de iun nifio de Sio Paulo al que Ilevan al médico, durante el invierno, dos veces al mes, para hacerle nebulizaciones para contrarrestat en sus pulmones el efecto de la polucién. Bsas diferencias exis- ten hoy y existirén, aunque sea de otro modo, en el tercer milenio: Pero, hoy como mafiana, los dos nifios sentirén id€ntico miedo la oscuridad y sabrén en el fondo de su alma que los adultos son refugio y peligro, que la muerte acecha y que le vida los Hlama. Cuando pienso en los nifios del tercer milenio los veo ftagiles y bonitos. No me interesa que se vistan con lino 0 con plstico. Me interesa que puedan ser de todos os colores, rubios y moreios, de ojos rasgados, de labios gruesos, de cabellos lacios 0 ensortijados, y que puedan vivir, mezclados, en los mismos barrios. Pienso en ellos, sabiendo cosas que nunca supe y des- conociendo cosas que quise saber. Confieso que me enter nece la idea de que, al menos al inicio de esa nueva era, ha- br atin abuelas que enseiiarin a sus nietas a coser ropa de ‘mutiecas, ral como mi abuela me enseaé. Pero estoy segura de que, incluso si en el futuro terminamos por alimentar- ‘nos solamente de pfldoras, habré nifios haciendo pildoras de barro o de resina sintética, para jugar a las comidas de mentira, tal como jugaron los nifios de la Roma clésica y los del antiguo Egipto. ¥ no porque jugar a las comidas sea una tradicién transmitida de generaci6n en generacién, sino porque gracias a Ia mimesis se llega al aprendizaje; y Ja primera tarea de todos los niffos, en cualquier tiempo y en cualquier lugar, es y siempre seré aprender a vivir. Cuando mi padze era nifio no exiscfa ain la luz eléctrica. Me contaba que desde la ventana de su casa en Roma veia llegar a un hombre dos veces al da, temprano en la mafiana y al oscurecer, portando una larga vara para encender y apagar los faroles de gas de la calle: Cuando mis hijas nacieron en Rio de Janeiro, el hombre ya habia ido a la Luna. Pero mi padre jugaba con mis hijas del mismo modo en que su padre habia jugado con él, haciendo de lobo y de ogto, y ellas se asuscaban y se refan tal como 4l se habia asustado y se habia reido en su infancia. Cuando empect a escribir para nifios, ya era periodis- tay escritora y me hallaba vinculada a tareas sociales rela- cionadas ante todo con problemas femeninos. ‘Tenfa, pues tuna visién muy clara de la responsabilidad de la esctitura. Escogf asumir esa responsabilidad, sin intentar Lle- Bat a mis nuevos lectores hablando de su cotidianidad, caya multiplicidad siempre me superarfa, sino dirigién. dome a sus sentimientos més profundos, en buena medi- ‘aussejor Suey da idénticos a los mios. ‘Conesa ptopuesta escribf mi primer libro de cuentos + de hadas. Cuentos de literatura magica, fantdstica, donde Jo imposible no existe y donde las emociones humanas fandamentales dominan la escena, Lo que me interesa no es contar una historia; es utilizar una historia para travar del amot y.del odio, del miedo, de los celos, del deseo, de la grandeza humana, de su pequefiez y de su muerte. Terminado el libro, sucedié algo curioso: los edito- res no sabfan qué hacer con él. No pertenecia a ninguno de los géneros con que estaban habicuados a trabajar. No lograban determinar a qué edad precisa estaba destinado. EI libro no contenia un claro mensaje moral. ¥ estaba escrito de un modo que ellos consideraban poco infantil. Los editores tenfan raz6n. El libro no pertenecfa a ninguna categorfa establecida. Pues, aunque era de cuen- 10s de hadas, no se trataba de cuentos clésicos, ya aproba- dos y aplaudidos a lo largo de los siglos, que todo editor publica con alegria y sin cuestionamientos. Y aunque las historias tenfan una ambientatién casi medieval, su con tenido estaba lejos de ser medieval. El libro no se desti- naba a esta 0 a aquella edad. Las historias, como sucede con cualquier verdadero cuento de hadas, podian contarse ‘a nifios pequefios atin no alfaberizados o ser lefdas por un adulto para distraer a un nifio que apenas empieza a leer, y también podian ser lefdas por adolescentes de cualquier edad o por adultos para su propio placer. Felizmente, esos cuentos no tenfan una pretensién moral. Cada uno de ellos podfa ser entendido de infinitas maneras, tener incontables interpretaciones. Pero, en lo que al lenguaje se refiere, los editores se engafiaban. El libro estaba escrito sin duda en un len- ‘guaje apto para nifios. No era la “medialengua” que tan frecuentemente se les atribuye, ni la simplificacién este- reotipada y llena de diminutivos. Era, si, el lenguaje me- taférico en el que son maestros los nifios que atin no han memorizado los cédigos del habla; el lenguaje de ritmo musical que los nifios, todavia libres de censuras, acom- pafian mejor que nadie. Todavia hoy, la ubicacién de mis libros de cuentos de hadas dentro de las colecciones de las editoriales pa- rece complicada; y las colecciones, con sus estrictas céta- logaciones de edades, actiian como visas en el pasaporte del lector, impidiendo o permitiendo su ingreso. Los pto- fesores y los padres compran los libros bajo una respe- tuosa obediencia a sus indicaciones; y si un libro ha sido clasificado para nifios pequefios, los nifios mayores y los adultos cercanos @ ellos Jo rechazarin, del mismo modo en que un libro clasificado para nifios mayores ser re- chazado para nifios menores, con miedo de que contenga algo inadecuado, aunque esos nifios sean muy inteligen- tes y el contenido del libro les resulte agradable, Ahora, si bien resulta problemética con respecto a las ventas, esa vacilacién de los edicores es para mi un elogio. ‘Habfa en ese primer libro una historia, en la gue, al final, una princesa clava en su corazén el torneado cuer- no de un unicornio del que estaba enamorada. Los adul- ‘tos me sorprendieron, con su afirmacién de que aquello era demasiado dramético para lo nifios. Pero pocas cosas son tan draméticas como la infancia. Es el momento en que, con toda su fuerza, la tragedia esencial se inscala en nosotros. De nifics, marchamos voluntariamente, ansio- sono semper soning 2 puvseien ouneye SS rf alegrias, mente, hacia Ia vida; una vida que nos taec aege 7 re ‘ jue des = ero que nos causaré mucho suftimiento y que “ é card, sin apelacién, enla muerte. eee Si bien los nifios no llegan a formular ja del camino iva toma de conscienci: ramente, la progresive coma is dl eanino Ios espera lena su coraz6n de insegu ret rece oo ‘| sentido de can ra siempre, € jo; estampa en ellos, pat a fe Been la infeacia cuando nos corresponde vadetine de prepuns sin apuesas cuéa Hoy comprendemos iat de tos cventos de das clsicosaquello que paectvolenco amansar a los ogros, domesticar @ los Oe ae espadas, borrar toda apelacién a la sexual Us bs wees simbélicas siguieron llenos de aifios aban jonas aoe sis padres, pero los pequefios lecrres 90 encontis tout ya historias que les ayudaran a lidiar con l mie : al abandonp. Como los pélazos a el evento de Hansel y Grae], los equivocados educedores se habfan co migajas que indicarfan el camino de regreso. El lenguaje de los simbolos es uno solo .Cémo reacciona un pequefio lector del 7 sertéa ‘ i fe le reyes, nordestino al leer historias como le al, leas ery, 2 gO un nifio de las , fr rincesas y ceballeros? ¢ iss ror 8 nis castillos? Probablemence como reaccioné yo er fanciacoando lt sobre una calsbazay sis ratncios av ie of yn fascinacit eran transformados en carruaje y ae ee fi ecordari El nifio del nordeste r = las danzasfolcéticas de su regién, monarcas con corons de lat6n y mantos de cintas de colores. Pensaré e caballeros de las cabalgatas populates. O en las princesas y principes de las rondas infantiles. Y, tal vez, el nifio que vive en las favelas, acaso un pequefio asistente a la biblioteca de su escuela, es el mismo que los domingos hace castillos de arena en la playa de Ipanema para reci- bir algunas monedas de los transetintes. No importan los referentes. Y tal vez ni siquiera son necesatios. Porque, para un lector, un rey es mucho més que un jefe de estado hereditario, y un castillo es mucho més que una modali- dad arquitecténica de vivienda y defensa. Rey y castillo son simbolos. Y, como simbolos, erascienden la repres tacia exterior para ser aprehendidos. He recibido algunos premios a lo largo de mi vida. No lo digo para vanagloriarme, sino para revelar aqui, ante ustedes, en absoluto secreto, que gané un Nobel. Mi Nobel, Existe en el Brasil un artista y educador llamado Mauricio Teite. Mauricio es de Mato Grosso do Sul. Estudié en Rio y trabajé en Rfo en teatro y en educacién. ¥ un bello dia sin- Hi6 que lo que debfa hacer, para darle un mayor sentido a su vida, era regresar a Mato Grosso y trabajar con los nifios desu ciesra. Trabaj6 con tribus indigenas, ensefiando arte y Teceura a los pequefios indios. Llevaba una maleta de made- 12, decorada con dibujos de colores, que al abrisse mostraba en la tapa un espejo y luces, como de camerino. Contenia lipices de color, papel, maquillaje, titeres, grabadota, ca- setes, codo lo que puede invitar a una lectura placentera Y¥ libros. Mauricio renovaba los libros incercambiando las Con una zed de agentes cultureles montada por él y te6 asi una biblioteca itinerance, Hoy hay més de 150 de esas maletas distribuidas por el Brasil. Pues bien, Mauricio me di sen~ que los indiecitos ado- seuretay suzzara ted ema%e, 4 8 rpursejay eunEy ran mis cuentos de hadas. Fue el mayor y més bello pre- mio que he recibido. Saber que los nifios indigenes, re- unidos en torno de un contador de historias, viajaban en los cuentos de esta italiana nacida en Africa (hoy brasilera de una de las ciudades més modernas del pais), confirmé aquello en lo que més firmemente creo y que esté en la base de mi trabajo: que poco interfieren las condiciones OQ socioeconémicas cuando nos dirigimos al yo profundo del lector; que, mucho més allé de las ensefianzas circunstan- fz fauncién de la literatura infantil es ayudar al lec- Y que el lenguaje simbélico es universal. ‘La frontera del afio 2000 esté frente a nosotros, cada fa més cercana. Esta vez, cuando llegue alld, ao podré regtesaé 2 Ia seguridad de lo conocido, como hacia en mi infancia. Pero en mi maleta pintada llevo 1s forografia de los indiecitos, para que me sirva de brdjula; evo una corona de rey 0 de princesa para coronar la cabeza del primer lector que eacuentre; y la seguridad de que, sea en el milenio que sea, si mis palabres apuntan a la parte inmutable de su ser, él entenderé. 5° Congreso Internacional de Literatura Infantil y Juvenil, Eseribiendo para el tecer milenio, Cordoba, Asgentina, 1997. Notas "Alganos afios después, Mauricio evarfa sus cajas al Africa, Nota de la autora Loe que presento en este libro es un discurso en el aque los textos se articulan unos a 0¢r0s, ¢ incluso se repi- cen a veces, dentro del constante ejercicio de retomar una reflexién sobre el mismo oficio. Se trata de un conjunto de mis pasticipaciones en congresos, encuentros, mesas redondas sobre lectura y literatura, sumado a dos prefa- ‘ios. Por estar cada una identificada al pie del texto, tal ‘er ellas no exigirfan presentaci6n, si no fuera por algo que, de alguna manera, me cohibe. Ese algo es mi presencia personal en varios de esos textos, el relato de mi experiencia como lectora y como ‘autora. Siempre me cohibe un poco personalizar, sobre todo por escrico; el habla tiene un aize informal que da un ono de confidencia a esos relatos. No obstante, cuando se pide a un escritor que hable de literatura, lo que se le pide no es una visi6n “desde afuera", puramente te6rica, 8 rauesefop euHy sino el relato de ese recortido interior que le hizo posible la esceitura. Intenté unit las dos cosas. Podé cuanto pude podar. Y si, aun asf, aparezco més de lo que me hubiera gusta- do, me consuelo pensando que, como toda experiencia humana, mi apasionada relacién con los libros puede ser también de alguna utilidad. M.C.

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