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Iba un labrador a visitar sus campos para ver si estaban en sazón la cosecha. Había llevado consigo a su
pequeña hija, Luisita.
Mira, papá — dijo la niña sin experiencia—, cómo algunas de las cañas de trigo tienen la cabeza erguida
y altiva; sin duda serán las mejores y las más distinguidas: esas otras de su alrededor, que la bajan casi
hasta la tierra, serán seguramente las peores.
El padre cogió algunas espigas y dijo: — Mira bien, hija mía: ¿ves estas espigas que con tanta altivez
levantan la cabeza? Pues están enteramente vacías. Al contrario, estas otras que la doblan con tanta
modestia, están llenas de hermosos granos.
El sabio y el bueno son humildes: la soberbia es propia del ignorante y del malo.
En este pasaje sólo los incidentes principales y más importantes son relatados, los que se limitan
principalmente a los años primero, segundo y último de su peregrinación en el desierto. Entre el último
versículo del capítulo anterior y el primero de éste hay un largo intervalo de silencio de treinta y siete
años.
Donde vemos a un pueblo que ha pasado treinta y siete años desde la primera misión espía de Israel en
la tierra prometida y cuarenta años desde el éxodo de Egipto. La generación de aquellos que vivieron
en Egipto casi estaba extinguida, y la nueva generación pronto estaría lista para entrar en la tierra
prometida.
Moisés, Aarón, Josué y Caleb fueron de los pocos que quedaron de los que salieron de Egipto. Una vez
más acamparon en Cades, el sitio de la primera misión espía que terminó en desastre. Ahora Moisés
esperaba que el pueblo estuviera listo para un comienzo fresco.
Tal vez aquí podemos preguntarnos, como es eso de que volvieron al mismo sitio. Pero entendamos
que Dios estaba trayendo una nueva generación y sólo unos pocos de esa primera generación, habían
permanecido.
Mucho podríamos decir de Moisés, un hombre que tuvo grandes cualidades, pero que también tuvo
imperfecciones, como nosotros. Entre sus cualidades podemos destacar:
Pero también tuvo imperfecciones, como la muerte del egipcio, la desobediencia ante Dios, de ir y
presentarse al Faraón y las últimas las leemos en estos versículos,
Como líderes de un ministerio, de nuestro hogar, de nuestro entorno, podemos fallar. Podemos
equivocarnos. Como seres humanos podemos entenderlo del porque pudo fallar.
Siempre es de gran valor observar el contexto en el cual un siervo de Dios fracasa. ¡Nos enseña mucho!
En el caso de Moisés, su fracaso espiritual se dio cuando…
María fue muy importante para Moisés. Era su hermana mayor. Lo cuidó cuando era bebé. Dirigió el
canto luego de cruzar el Mar Rojo. Lo acompañó por cuarenta años por el desierto. ¡Su muerte le
impactó!
Qué nos enseña: Cuando pasamos por una experiencia sumamente triste, hay que tener cuidado.
Satanás nos ataca; estamos más dispuestos a fracasar. Recordemos que en la naturaleza cuando hay un
animal herido, es más vulnerable a ser atacado. (Oseas 13:8).
Moisés huyó de Egipto cuando tuvo 40 años. Pasó 40 años cuidando las ovejas de su suegro. Acaba
de pasar 40 años guiando a Israel. ¡Ya tiene 120 años!
Que nos enseña: En la vejez, podemos relajarnos espiritualmente; nuestra mente y corazón no
funcionan como antes. ¡Es un tiempo de peligro! (2 Juan 1:9).
A pesar de su edad, Moisés seguía sirviendo a Dios. La muerte de María coincidió con la escasez de
agua; el pueblo se levantó contra Moisés (v.2-5). Fue un momento de gran tensión y presión. Moisés
no supo responder ante la presión de ese momento.
Que nos enseña: Cuando estamos bajo presión muchas veces tomamos decisiones equivocadas, y
podemos fracasar espiritualmente.
Justo cuando estaba por terminar el viaje, Moisés se descuidó por un momento, y fracasó.
Que nos enseña: La experiencia en el ministerio no siempre nos salva de fracasos. El mayor peligro no
es cuando comenzamos a servir a Dios, sino luego de varios años en el ministerio.
Lo primero que Moisés hizo fue muy bueno – se presentó ante el Señor, para contarle el problema
(v.6a). ¡Dios se manifestó (v.6b)! Dios le indicó a Moisés qué hacer, y prometió dar agua al pueblo (v.7-
8).
Los trató de “rebeldes” (v.10b). ¿Fue justificado al hacerlo? En parte sí. El pueblo era terco y
rebelde. Pero, al hablar así Moisés mostró que estaba muy enojado, y no habló bien del pueblo.
Que nos enseña: Hay un peligro cuando estamos enojados. Fácilmente podemos decir o hacer
cosas que luego lamentamos. (Eclesiastés 7:9).
En su enojo, habló imprudentemente, sin medir sus palabras. Preguntó, “¿Os hemos de hacer salir
aguas de esta peña?” ¡Qué estaba diciendo! Da a entender que EL lo iba a hacer, con Aarón.
Que nos enseña: Al pasar los años en el ministerio, hay un grave peligro del orgullo y la autosuficiencia.
Confiamos en nuestra experiencia, nuestros dones, nuestras habilidades. (Proverbios 21:4).
Dios le había dicho, ‘habla a la roca’ (v.8). Pero Moisés no habló; golpeó la roca (v.11). ¡Y para colmo,
lo hizo dos veces! Salió agua, sí; pero Moisés había cometido un grave error.
Que nos enseña: La obediencia es muy importante. Si Dios nos dice algo, hay que hacerlo. La
desobediencia es el camino al fracaso espiritual. (Romanos 6: 16).
i. No creyó en Dios.
ii. No glorificó a Dios.
En el ministerio, el asunto más importante es honrar a Dios. La tentación para muchos es honrarse a sí
mismo.
Que nos enseña: Los que honran a Dios, Él honra; pero a los que le deshonran, Él los rechazará. (Salmo
145:20).
A primera vista, pareciera una cosa casi insignificante. Pero para Dios era algo de gran importancia. El
castigo para Moisés indica la gravedad de su fracaso espiritual.
Dios le dijo a Moisés, “No meteréis esta congregación en la tierra que les he dado” (v.12). No pudo
terminar la gran obra que había comenzado.
Que nos enseña: A veces un fracaso espiritual no nos permite acabar la obra que Dios nos ha dado para
hacer.
Luego de tantos años en el desierto, Moisés anhelaba entrar en la Tierra Prometida; pero no se le
permitió – aunque se lo suplicó encarecidamente (Deut 3:23-26). Sólo se le permitió ver la tierra, a la
distancia.
Que nos enseña: Fracasos espirituales nos pueden llevar a perder bendiciones espirituales.
4. Conclusión
¡Podemos arruinar años de ministerio, de camino en el Señor, con un pequeño lapso espiritual! Pero
habrá otros que lo pueden continuar, ya que con un hombre no termina la obra de Dios.
Pudo ver la Tierra Prometida. Un día pisó la Tierra Prometida (¿?), cuando Cristo fue transfigurado
(Mateo 7:3).