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(Sociología
Klaus Bochmann/Falk Seiler: Conflicto lingüístico y políticas lingüísticasdel lenguaje)
Fuente: www.saw-leipzig.de/sawakade/10internet/sprachwi/bochmann1.html
1.3. Aunque el estructuralismo posterior a Saussure haya alimentado entre los lingüistas
cierta vergüenza ante la función y la tradición normativas y valorativas de la propia disciplina,
la cuestión del valor en la lengua y en la lingüística sigue siendo un doble desafío: por un
lado, como demanda social, que a menudo es satisfecha demasiado rápidamente por los
distintos purismos o por la actividad política o político-lingüística; por el otro, como problema
teórico en lo que concierne, por ejemplo, a las formas en que se imbrican los procesos
“espontáneos” y los “regulados” en la lengua.
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En este contexto es, sin embargo, digno de mención que según Saussure las unidades lingüísticas no solo tienen
valor dentro del sistema (lengua) sino también en el habla. Con la conocida metáfora del juego de ajedrez
expresa que el valor de una figura no depende solamente de sus posibilidades constantes de movimiento, sino
también del estado del juego y de su posición en el tablero. El concepto de valor de Saussure así visto es, por lo
tanto, más que solo una metáfora de la funcionalidad del sistema, aun cuando precisamente en este punto
Saussure no parezca claro.
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1.4. Es evidente que la política lingüística se sitúa más bien del lado de la regulación.
Recurriendo a un modelo económico se puede inferir que el curso espontáneo del mercado
lingüístico no puede instaurar ni garantizar una igualdad fáctica de valor entre las lenguas,
como lo muestra el ejemplo del inglés en el presente. Por tanto, desde el punto de vista de la
sociolingüística la igualdad de valor quizá se entienda más como “utopía” que como idea
regulativa. Su punto de referencia es la praxis sociocomunicativa multilingüe o diasistemática
de sujetos hablantes dotados de conciencia que transmite, modifica y produce valores. A estos
valores les corresponde en diferente grado una función orientativa en los respectivos
contextos, ciertamente también en el nivel del sistema lingüístico. A modo de ejemplo: la
agramaticalidad no hace imposible en todos los casos la producción de sentido. Por lo demás,
hay comunidades lingüísticas que mantienen abiertas las fronteras sistemáticas entre las
lenguas que utilizan. En tales situaciones un concepto de valor lingüístico integrador podría
ayudar a elucidar la cuestión ética, en última instancia, de cómo pueden acomodarse la
conciencia del hablante y la del lingüista en la situación de recopilación de datos. En el
concepto de valor se muestra una vez más que hay conceptos centrales de la lingüística que se
pueden entender de modo distinto según se traten situaciones de monolingüismo o de
multilingüismo (que a su vez pueden considerarse bajo un aspecto del valor).
La diferencia entre ambas formas de valor deviene especialmente clara en situaciones en las
que estas entran en oposición entre sí, es decir, cuando el valor de cambio extrínseco todavía
o ya no coincide con el valor intrínseco. Así, las lenguas minoritarias socialmente
desvalorizadas tienen un valor de uso, pero en algunos casos su valor de mercado es tan bajo
que quienes no pertenecen a la minoría en cuestión no ven ninguna necesidad de “adquirir”
esta lengua o incluso los propios integrantes de esta minoría desarrollan sentimientos de
inferioridad lingüística. Por otro lado, el ejemplo de Francia desde la fase jacobina de la
Revolución de 1789-94/99 muestra cómo puede formar parte de la profesión de ciudadanía
aceptar la valoración alta de la “lengua de la nación”, cultivarla y empeñarse en abandonar los
dialectos y las lenguas minoritarias (lo que explica la gran aceptación de las políticas de
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Este concepto de valor se acerca al de Saussure.
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unificación lingüística). La valoración sociocultural (el prestigio) es tan elevada que ha
inclinado incluso a algunos lingüistas a atribuirle al francés un valor de uso especialmente alto
(bajo la forma del “génie de la langue française”).
2.2. De la oposición entre valor de uso intrínseco, que es en definitiva el resultado de una
adecuación lingüística a los requerimientos comunicativos, y las atribuciones de valor
extrínsecas, que favorecen o ponen trabas a la eficacia de aquella adecuación, pueden surgir
conflictos lingüísticos, en caso de que una lengua esté tan devaluada que el acceso de sus
hablantes a los recursos (económicos, políticos, culturales) de la sociedad se ve dificultado.
Los conflictos lingüísticos son, pues, exacerbaciones de la oposición entre valor de uso y
valor de mercado de las lenguas. Ocurre a menudo que las minorías, etnias o nacionalidades
sin Estado sean perjudicadas económica y socialmente, excluidas de la función pública y,
llegado el caso, socialmente proscritas solo a causa de –o en relación con– la baja estima de
que goza su lengua en el conjunto de la sociedad.
Adquirir la lengua dominante y altamente valorada no es una alternativa válida para todos; en
primer lugar, a causa de las barreras sociales educativas; en segundo lugar, porque la mayoría
de las veces solo será aceptada mientras la comunidad dominada misma no disponga de una
elite que reconozca y atribuya un elevado valor de cambio a su propia lengua y la revalorice,
frecuentemente en una combinación que remite a valores tanto intrínsecos (“nuestra lengua es
hermosa, armónica, puede expresarlo todo”, etc.) como extrínsecos (“el origen noble –por
ejemplo, romano o indoario–, una de las lenguas originarias”, “lengua de los trovadores” o de
similares tradiciones literarias prestigiosas, etc.). Provista de tales valoraciones, la lengua,
como rasgo de distinción e identidad, es con frecuencia el símbolo más visible de los
movimientos nacionales que en general persiguen un Estado propio y/o autonomía territorial
para armonizar en este marco el valor de uso y el valor de mercado de su lengua. La historia
de la formación y afirmación de las lenguas nacionales europeas es, desde el siglo XVI, rica
en ejemplos al respecto, como lo muestran numerosos ejemplos de la historia de la formación
y consolidación de las lenguas nacionales europeas desde el siglo XVI.
2.3. Los conflictos en la valoración de las diferentes lenguas, es decir, los conflictos
lingüísticos, son en verdad conflictos ente grupos sociales, son colisiones de intereses
sociales: entre etnias o minorías etnoculturales (más exactamente: sus elites intelectuales) y
las mayorías responsables del Estado, o entre distintas naciones (o bien entre sus elites). Las
atribuciones de valor son el resultado de puestas en escena político-culturales (ideológicas),
que remiten a su vez a los intereses (económicos, políticos, culturales, simbólicos) de
determinados grupos sociales y de individuos dominantes. Junto al objetivo de atender a los
intereses de grupos a veces restringidos resolviendo sus conflictos lingüísticos, se debería
reconocer el potencial emancipador de tales intentos de resolución de conflictos, ya que la
emancipación lingüística puede abrir o facilitar a todos los miembros de la comunidad
lingüística hasta el momento dominada la posibilidad de contribuir al diseño de los asuntos
públicos.
2.4. Como se señaló en 2.1., la confusión entre valor de uso y valor de cambio de las
lenguas tanto de parte de no lingüistas como de lingüistas (generalmente comprometidos con
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la situación) conduce, desde el punto de vista de las políticas lingüísticas, a juicios y
valoraciones relevantes que ingresan en las correspondientes estrategias con respecto al
corpus y al estatus de las lenguas y tienen consecuencias en las decisiones referidas a
aquellas. Atribuciones de valor relevantes para las políticas lingüísticas pueden ser, por
ejemplo:
2.4.2. Críticas y quejas acerca de la pérdida de valor de la lengua propia en relación con las
interferencias de una lengua extranjera, cuyas consecuencias son declaradas como
extranjerización, deformación, desnaturalización, perversión, corrupción, etc. En muchos
casos se trata de un “discurso poscolonial”, que señala los efectos de las relaciones coloniales
o cuasi-coloniales de dominación. Es una neta discusión acerca del valor de cambio, en la que
a menudo se pierde de vista o se soslaya como molestia el hecho de que el valor de uso
normalmente no se vea perjudicado, sino que incluso se incremente gracias al enriquecimiento
léxico. A pesar de eso, los efectos en las políticas lingüísticas son con frecuencia
intervenciones en el corpus lingüístico motivadas por el purismo (sobre todo la eliminación de
“extranjerismos”).
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mayoritarios), quienes por su parte fundan esta pretendida superioridad de su “lengua de
cultura” en una rica tradición literaria o escrita, en normas abundantemente codificadas, en su
uso polifuncional y, dado el caso, en su difusión internacional.
Septiembre de 2010
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