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(Sociología
Klaus Bochmann/Falk Seiler: Conflicto lingüístico y políticas lingüísticasdel lenguaje)
Fuente: www.saw-leipzig.de/sawakade/10internet/sprachwi/bochmann1.html

1. Los valores en la lingüística

1.1 Cuando en la investigación sociolingüística se tematizan conflictos y políticas lingüísticos,


siempre se pone en relación el quehacer de la lingüística con la praxis lingüístico-
comunicativa de comunidades lingüísticas. Indudablemente, esta praxis es en gran medida
también una praxis valorativa de la(s) lengua(s). Aunque en la reflexión lingüística, que hoy
tiende a constatar la igualdad de valor de todas las lenguas, las cosas se muestren un poco
diferentes, no hay de momento ningún concepto de valor (socio)lingüístico capaz de mediar
teóricamente entre el postulado de la igualdad de todas las lenguas y las diferentes y a
menudo enfrentadas valoraciones habituales en todas partes.

1.2. El concepto de valor que se difundió en la lingüística del siglo XX a través de


Ferdinand de Saussure no es capaz de resolver estos problemas. Sin embargo, parece
significativo que este concepto de valor, concentrado en la interdependencia de los signos
lingüísticos dentro de un sistema orientado al equilibrio, reproduzca una deficiencia esencial
de la economía política de su tiempo de la que proviene: los procesos sociales de creación de
valor pasan a segundo plano frente a los del intercambio, de manera que lo social, en el marco
de un proceso histórico-científico de autonomización de la lingüística, apareció como exterior
al lenguaje o al menos como secundario frente al sistema1. Así, paradójicamente, este
concepto de valor lingüístico ha contribuido a desplazar de la lingüística la problemática del
valor o al menos a desactivarla como objeto de la lingüística, aun cuando haya desempeñado
un papel respetable en la tradición del pensamiento lingüístico. Recuérdense tan solo las
animadas discusiones en la época del Renacimiento acerca de la dignidad de las lenguas
vernáculas o piénsese también en la historia de las lenguas nacionales europeas como historia
de sus valoraciones.

1.3. Aunque el estructuralismo posterior a Saussure haya alimentado entre los lingüistas
cierta vergüenza ante la función y la tradición normativas y valorativas de la propia disciplina,
la cuestión del valor en la lengua y en la lingüística sigue siendo un doble desafío: por un
lado, como demanda social, que a menudo es satisfecha demasiado rápidamente por los
distintos purismos o por la actividad política o político-lingüística; por el otro, como problema
teórico en lo que concierne, por ejemplo, a las formas en que se imbrican los procesos
“espontáneos” y los “regulados” en la lengua.

                                                            
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 En este contexto es, sin embargo, digno de mención que según Saussure las unidades lingüísticas no solo tienen
valor dentro del sistema (lengua) sino también en el habla. Con la conocida metáfora del juego de ajedrez
expresa que el valor de una figura no depende solamente de sus posibilidades constantes de movimiento, sino
también del estado del juego y de su posición en el tablero. El concepto de valor de Saussure así visto es, por lo
tanto, más que solo una metáfora de la funcionalidad del sistema, aun cuando precisamente en este punto
Saussure no parezca claro.

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1.4. Es evidente que la política lingüística se sitúa más bien del lado de la regulación.
Recurriendo a un modelo económico se puede inferir que el curso espontáneo del mercado
lingüístico no puede instaurar ni garantizar una igualdad fáctica de valor entre las lenguas,
como lo muestra el ejemplo del inglés en el presente. Por tanto, desde el punto de vista de la
sociolingüística la igualdad de valor quizá se entienda más como “utopía” que como idea
regulativa. Su punto de referencia es la praxis sociocomunicativa multilingüe o diasistemática
de sujetos hablantes dotados de conciencia que transmite, modifica y produce valores. A estos
valores les corresponde en diferente grado una función orientativa en los respectivos
contextos, ciertamente también en el nivel del sistema lingüístico. A modo de ejemplo: la
agramaticalidad no hace imposible en todos los casos la producción de sentido. Por lo demás,
hay comunidades lingüísticas que mantienen abiertas las fronteras sistemáticas entre las
lenguas que utilizan. En tales situaciones un concepto de valor lingüístico integrador podría
ayudar a elucidar la cuestión ética, en última instancia, de cómo pueden acomodarse la
conciencia del hablante y la del lingüista en la situación de recopilación de datos. En el
concepto de valor se muestra una vez más que hay conceptos centrales de la lingüística que se
pueden entender de modo distinto según se traten situaciones de monolingüismo o de
multilingüismo (que a su vez pueden considerarse bajo un aspecto del valor).

2. Los valores en la praxis lingüístico-comunicativa

2.1. En la discusión en torno al valor en la lengua parece razonable diferenciar, siguiendo la


distinción de la economía política clásica entre valor de uso y valor de cambio o bien el valor
de mercado de la lengua, sin peligro de que estos usos metafóricos oscurezcan las situaciones
a ser descritas. De hecho, se puede discernir un valor de uso práctico de cada lengua o
variedad, que consiste en que ella potencialmente, en tanto producto de una sociedad, asegura
“per se”, por así decir, “intrínsecamente” y por fuerza de sus características estructurales la
comunicación en esta comunidad o en una parte de ella2, distinto de su valor “extrínseco” en
el intercambio social efectivo (en un sistema social de valores), el cual expresa algo acerca de
la aceptabilidad o bien acerca de la valoración de una lengua por parte de su propia
comunidad de usuarios o de otra. La praxis lingüística-comunicativa es siempre al mismo
tiempo un proceso de creación y preservación de valores lingüísticos.

La diferencia entre ambas formas de valor deviene especialmente clara en situaciones en las
que estas entran en oposición entre sí, es decir, cuando el valor de cambio extrínseco todavía
o ya no coincide con el valor intrínseco. Así, las lenguas minoritarias socialmente
desvalorizadas tienen un valor de uso, pero en algunos casos su valor de mercado es tan bajo
que quienes no pertenecen a la minoría en cuestión no ven ninguna necesidad de “adquirir”
esta lengua o incluso los propios integrantes de esta minoría desarrollan sentimientos de
inferioridad lingüística. Por otro lado, el ejemplo de Francia desde la fase jacobina de la
Revolución de 1789-94/99 muestra cómo puede formar parte de la profesión de ciudadanía
aceptar la valoración alta de la “lengua de la nación”, cultivarla y empeñarse en abandonar los
dialectos y las lenguas minoritarias (lo que explica la gran aceptación de las políticas de

                                                            
2
Este concepto de valor se acerca al de Saussure.

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unificación lingüística). La valoración sociocultural (el prestigio) es tan elevada que ha
inclinado incluso a algunos lingüistas a atribuirle al francés un valor de uso especialmente alto
(bajo la forma del “génie de la langue française”).

2.2. De la oposición entre valor de uso intrínseco, que es en definitiva el resultado de una
adecuación lingüística a los requerimientos comunicativos, y las atribuciones de valor
extrínsecas, que favorecen o ponen trabas a la eficacia de aquella adecuación, pueden surgir
conflictos lingüísticos, en caso de que una lengua esté tan devaluada que el acceso de sus
hablantes a los recursos (económicos, políticos, culturales) de la sociedad se ve dificultado.
Los conflictos lingüísticos son, pues, exacerbaciones de la oposición entre valor de uso y
valor de mercado de las lenguas. Ocurre a menudo que las minorías, etnias o nacionalidades
sin Estado sean perjudicadas económica y socialmente, excluidas de la función pública y,
llegado el caso, socialmente proscritas solo a causa de –o en relación con– la baja estima de
que goza su lengua en el conjunto de la sociedad.

Adquirir la lengua dominante y altamente valorada no es una alternativa válida para todos; en
primer lugar, a causa de las barreras sociales educativas; en segundo lugar, porque la mayoría
de las veces solo será aceptada mientras la comunidad dominada misma no disponga de una
elite que reconozca y atribuya un elevado valor de cambio a su propia lengua y la revalorice,
frecuentemente en una combinación que remite a valores tanto intrínsecos (“nuestra lengua es
hermosa, armónica, puede expresarlo todo”, etc.) como extrínsecos (“el origen noble –por
ejemplo, romano o indoario–, una de las lenguas originarias”, “lengua de los trovadores” o de
similares tradiciones literarias prestigiosas, etc.). Provista de tales valoraciones, la lengua,
como rasgo de distinción e identidad, es con frecuencia el símbolo más visible de los
movimientos nacionales que en general persiguen un Estado propio y/o autonomía territorial
para armonizar en este marco el valor de uso y el valor de mercado de su lengua. La historia
de la formación y afirmación de las lenguas nacionales europeas es, desde el siglo XVI, rica
en ejemplos al respecto, como lo muestran numerosos ejemplos de la historia de la formación
y consolidación de las lenguas nacionales europeas desde el siglo XVI.

2.3. Los conflictos en la valoración de las diferentes lenguas, es decir, los conflictos
lingüísticos, son en verdad conflictos ente grupos sociales, son colisiones de intereses
sociales: entre etnias o minorías etnoculturales (más exactamente: sus elites intelectuales) y
las mayorías responsables del Estado, o entre distintas naciones (o bien entre sus elites). Las
atribuciones de valor son el resultado de puestas en escena político-culturales (ideológicas),
que remiten a su vez a los intereses (económicos, políticos, culturales, simbólicos) de
determinados grupos sociales y de individuos dominantes. Junto al objetivo de atender a los
intereses de grupos a veces restringidos resolviendo sus conflictos lingüísticos, se debería
reconocer el potencial emancipador de tales intentos de resolución de conflictos, ya que la
emancipación lingüística puede abrir o facilitar a todos los miembros de la comunidad
lingüística hasta el momento dominada la posibilidad de contribuir al diseño de los asuntos
públicos.

2.4. Como se señaló en 2.1., la confusión entre valor de uso y valor de cambio de las
lenguas tanto de parte de no lingüistas como de lingüistas (generalmente comprometidos con

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la situación) conduce, desde el punto de vista de las políticas lingüísticas, a juicios y
valoraciones relevantes que ingresan en las correspondientes estrategias con respecto al
corpus y al estatus de las lenguas y tienen consecuencias en las decisiones referidas a
aquellas. Atribuciones de valor relevantes para las políticas lingüísticas pueden ser, por
ejemplo:

2.4.1. Revalorización de una variedad hasta el momento devaluada: postulación de estatus de


lengua para una variedad hasta entonces considerada dialecto. La (nueva) valoración se refiere
en primer término al valor de cambio, que se aumenta en un acto voluntarista, aunque al lado
de motivos lingüísticos se recurra también a motivos históricos, culturales y, llegado el caso,
inclusive políticos. En consonancia con esa revalorización la variedad debe ser “normalizada”
(“normalización” como concepto clave de la sociolingüística catalana de los años 70) y
también deben agregársele medidas para el desarrollo del corpus (ampliación lingüística).
Esto último implica reconocer un valor de uso más bajo (“primero debe ser desarrollada para
los intereses de la sociedad moderna”).

A falta de rasgos distintivos relevantes, se atribuye no pocas veces un valor simbólico


destacado a características más bien insignificantes desde el punto de vista lingüístico-
estructural, pero que tienen gran importancia simbólica como marcadores de identidad para la
comunidad en cuestión (ver los marqueurs de la corsité en Marcellesi, y dentro de ellos
incluso las variantes fonológicas combinatorias) como frontera respecto de la otra lengua
hasta entonces dominante. Que los hablantes son a veces absolutamente conscientes de la
insignificancia de estas diferencias lo revela el silenciamiento del parentesco: en la
sociolingüística corsa la referencia al italiano se evita de modo bastante consecuente, igual
que en la lingüística soviético-moldava se pasó por alto sistemáticamente la relación con el
rumano.

2.4.2. Críticas y quejas acerca de la pérdida de valor de la lengua propia en relación con las
interferencias de una lengua extranjera, cuyas consecuencias son declaradas como
extranjerización, deformación, desnaturalización, perversión, corrupción, etc. En muchos
casos se trata de un “discurso poscolonial”, que señala los efectos de las relaciones coloniales
o cuasi-coloniales de dominación. Es una neta discusión acerca del valor de cambio, en la que
a menudo se pierde de vista o se soslaya como molestia el hecho de que el valor de uso
normalmente no se vea perjudicado, sino que incluso se incremente gracias al enriquecimiento
léxico. A pesar de eso, los efectos en las políticas lingüísticas son con frecuencia
intervenciones en el corpus lingüístico motivadas por el purismo (sobre todo la eliminación de
“extranjerismos”).

2.4.3. A la inversa, en determinados casos generalmente hablantes no cultos toman el escaso


valor de mercado de la lengua propia como prueba de su igualmente escaso valor de uso,
especialmente en el caso de las lenguas minoritarias (ver, por ejemplo, el sentimiento de
inferioridad lingüística de los sardos frente a los italianos, de los gallegos frente a los
castellanos, de los moldavos frente al ruso, de los gitanos romaníes frente a los hablantes de
todas las lenguas en contacto). El sentimiento de inferioridad lingüística de los dominados se
corresponde con el sentimiento de superioridad lingüística de los dominadores (muchas veces

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mayoritarios), quienes por su parte fundan esta pretendida superioridad de su “lengua de
cultura” en una rica tradición literaria o escrita, en normas abundantemente codificadas, en su
uso polifuncional y, dado el caso, en su difusión internacional.

2.5. De todo lo anterior se desprende que la problemática de los valores es de especial


significación o incluso constitutiva para la política lingüística entendida como intervención en
el corpus y en el estatus de las lenguas y como optimización del valor de uso y/o de cambio de
las lenguas regida por intereses:

- Adecuación del corpus lingüístico a condiciones modificadas de la comunicación


(codificación y corrección de las normas, nomenclaturas de ámbitos administrativos, técnicos,
comerciales, reformas ortográficas, etc.)
y/o
- adecuación del estatus a cambios en las condiciones sociales (admisión para nuevos ámbitos
comunicativos de lenguas o variedades hasta entonces prohibidas o a lo sumo toleradas; por
ejemplo, lenguas de minorías, variedades dialectales en determinados ámbitos públicos, apoyo
a las lenguas de comunicación internacional, etc.). Aquí también cabe incluir pasos cuya
motivación es enteramente política o ideológica, como campañas puristas, la creación de
lenguas nuevas (bosnio, moldavo), etc.

Traducción para la cátedra de Sociología del Lenguaje: Mariana Lanusse, adscripta

Septiembre de 2010

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