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A LOS PIES DE CRISTO

El ser fieles a la Palabra de Dios, fieles a Cristo Jesús, no solo nos lleva a una
promesa maravillosa de tener la puerta del evangelio de salvación siempre
abierta, para que aquellos que están cerca nuestro, para que quienes amamos
sean llevados al conocimiento de la verdad, tal como promete Cristo Jesús a la
iglesia de Filadelfia en Apocalipsis capítulo 3, versículo 8; sino que esta
promesa sin igual abarca aún mucho más. Cristo sigue diciendo a Filadelfia en
Apocalipsis 3:9 “Voy a hacer que los de la sinagoga de Satanás, que dicen ser
judíos, pero que en realidad mienten, vayan y se postren a tus pies, y
reconozcan que yo te he amado”.
Al igual que Esmirna, la otra Iglesia a la que Cristo no le reprocha nada, pero
que tenía mucha oposición del enemigo, en Filadelfia sucede exactamente lo
mismo. Es que cuando permanecemos fieles a la Palabra de Dios sucede que
al enemigo de nuestras almas no le gusta tal cosa. Satanás, de quien ya
observamos en el capítulo 2 de Apocalipsis, reaparece aquí nuevamente con
el mismo propósito que lo hizo antes. Es interesante que este personaje ande
sumergido en la más alta religiosidad que en cualquier otro lugar. Jesucristo
dice “los de la sinagoga de Satanás”, “que dicen ser judíos, pero que en realidad
mienten”. Una vez más, la mayor actividad satánica en este mundo es la
religión falsa. Esto es sencillo, ¿qué mejor forma de mantener engañadas a las
personas, que con la religión que aparenta ser la verdad pero que realmente
es falsa? No en vano Dios nos llama en todas las páginas de la Biblia a ser muy
cuidadosos y observar con sumo detalle la verdad de Dios revelada en su
Palabra. El mayor cuidado que debe tener la Iglesia de Cristo está en preservar
la verdad de la Palabra de Dios. Allí se hace alusión a los judíos, aquellos que
en la época decían ser los verdaderos hijos de Dios, ellos se proclamaban a sí
mismos el pueblo santo, se sentían superiores a los demás, se creían los únicos,
pero no porque tuvieran y defendieran la verdad de la Palabra de Dios sino
porque se llamaban a sí mismo judíos, pero ni eso realmente eran. Y aunque
fueran judíos de nacionalidad, ser salvos no es por herencia, sino por creer en
Cristo Jesús. No se es hijo de Dios por decir serlo, sino que cuando nos
oponemos de una u otra manera a la verdad, ya sea a conciencia, o por
negligencia, y vemos a los demás como nuestros enemigos; entonces
simplemente estamos siendo partícipes del ejercito del enemigo de Dios
mismo.
Podríamos ser como éstos judíos, que nosotros mismo nos creamos hijos de
Dios y en verdad no serlo, sino ser realmente opositores a la verdad,
simplemente por defender una religión que en apariencia suena convincente
pero que está lejos de la Palabra de Dios. Pero es aquí donde una vez más
estamos frente a una de las promesas más gloriosas de la Palabra de Dios. Y es
que cuando hay una Iglesia, que sin importar la oposición, sin importar si es
grande o pequeña, prominente o aún menospreciada, una iglesia que quizá
como Filadelfia, aunque no posee fuerza en sí misma, poder humano, ningún
atractivo superficial, sino que permanece fiel y firme a Cristo Jesús y su verdad;
entonces además de tener la promesa de que aquellos que le rodean serán
guiados por el evangelio que conduce a la vida eterna, les será abierta la puerta
a la eternidad; pues no solo esto sino que aún los enemigos que rodean a la
Iglesia serán alcanzados por la verdad gloriosa de Cristo Jesús y serán llevados
a la salvación. La Iglesia verdadera sí espera ver la derrota de sus enemigos, de
aquellos que se le oponen; pero esa derrota que espera la Iglesia no es una
destrucción, sino ver a sus enemigos convertidos en amigos, ver a sus
enemigos caer a los pies de Cristo y reconocerle como Salvador.
Jesucristo lo dijo claramente en Mateo 5:44-45 “Pero yo les digo: Amen a sus
enemigos y oren por quienes los persiguen, para que sean hijos de su Padre que
está en el cielo. Él hace que salga el sol sobre malos y buenos, y que llueva sobre
justos e injustos.”
Los enemigos del cristiano no solo son aquellos les maltratan y ultrajan, no
solo son quienes quisieran acabar con sus vidas, sino que también lo son
aquellos se oponen a la verdad de Cristo. Pero tal como dijo Jesucristo,
estamos llamados a amarlos, a amarlos pura y sinceramente, y qué mejor
manera de amarlos, que nosotros mismos perseverar en la verdad,
permanecer firmes a Cristo Jesús, a pesar de la oposición, y poder así ver
cumplida la promesa de Nuestro Salvador, de que Él mismo hará que quienes
se oponen, nuestros enemigos “se postren a tus pies, y reconozcan que yo te
he amado” dice Cristo. Estas palabras son muy importantes. Necesitamos
aclarar que nadie, absolutamente nadie se debe postrar, arrodillar ante otro
hombre; no es esto lo que nos dice aquí la Palabra de Dios, por el contrario, la
promesa, y nuestro deseo, es de ver a nuestros enemigos postrados ante la
verdad de Jesucristo que fielmente proclama la Iglesia, así de esta manera las
personas no se postran ante los hombres sino ante Cristo mismo y esa verdad.
Es decir que cuando permanecemos firmes en Cristo y creyendo y
proclamando su verdad, el amor de Cristo hacia su iglesia, hará que aún
aquellos que se oponen caigan de rodillas proclamando “solo Cristo es la
verdad, Él es Dios, solo Él puede salvar.” La labor real de la Iglesia en este
mundo, es que, por medio de la fidelidad a la Palabra de Dios, aun nuestros
enemigos caigan arrepentidos “A LOS PIES DE CRISTO”.

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