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Laura Mª Agustín
laura@nodo50.org
Los migrantes que vienen a trabajar en la industria sexual europea son de toda clase, color,
edad, etnia, nacionalidad, y no sólo son mujeres sino hombres y transgéneros también.
Llegan por incontables rutas — solos, con amigos, en pareja o en grupos acompañados.
Algunos tienen dinero para gastar, otros llegan endeudados. Su documentación puede ser
verdadera o falsa; algunos llegan con visados de turista. Muchas de estas personas han
planificado sus viajes personalmente durante largo tiempo, mientras a otras se les ha
presentado una oportunidad con poco tiempo para planificarlo. Algunos de estos viajeros y
viajeras potenciales ya ejercían prostitución en su país. La gran mayoría, concuerdan fuentes
por todos lados del mundo, ha entendido que su trabajo futuro o será directamente
prostitución o que tendrá un aspecto sexual. Es decir, ha optado por hacer un trabajo sexual.
Antes de continuar, quisiera destacar que el tema de este ensayo no es intentar explicar por
que existe prostitución, buscando sus causas; ni es definirla ni juzgarla dentro de ningún
marco teórico como sería el feminismo, el posmodernismo, etc. Tampoco voy a identificar
qué grupos o individuos se encuentran más en esta industria y cómo funcionan las redes
migratorias involucradas. Sobre todo no voy a abordar la cuestión de si algún ser humano
pueda ‘elegir’ realmente cómo trabaja, sea prostitución u otra cosa.
Parto del hecho de que muchos migrantes con trabajos sexuales no se describen como
‘forzados’ ni sin otra opción en la vida. Tendrán menos opciones o menos opciones
agradables que otras personas, pero las tienen. Es también importante señalar que entre los
que sufren de la pobreza, malos matrimonios y todo el abanico posible de factores
causantes, no todos optan por el trabajo sexual, como no todos optan por migrar. Ningún tipo
de determinismo explica por completo el fenómeno humano de la elección. Toda opción es
intervenida por cuestiones de clase, género, etnia, nivel económico y las condiciones
sociales del momento en su tierra (guerra, dictadura, hambruna, violencia, paro, etc).
El hecho de tener un trabajo dentro de la industria del sexo no le quita al migrante su papel
transnacional. Además, los prostitutos y las prostitutas migrantes son un fenómeno especial:
es normal que no se asienten en un lugar a vivir. Siguen migrando o, mejor dicho, siguen
viajando. A la trabajadora sexual que hoy encuentras en Madrid puedes encontrarla mañana
en París, el próximo mes en Amsterdam y al año otra vez en España. Y no es el resultado
sólo de esfuerzos de esquivar los controles policiales; existe una cultura en la que se quiere
conocer Europa y en la que se tiene sus sitios preferidos. Aunque son a menudo pobres e
ilegales, muchos viajan de manera cosmopolita.
La prensa europea casi siempre presenta el tema de sus viajes en términos de víctimas
engañados. En este ensayo planteo el tema de los que sí han optado, dentro de sus
posibilidades, por un viaje o ‘arreglado’ o hecho por cuenta propia. Algunos han optado por
trabajos arreglados también; han buscado activamente ofertas en sus países. También hay
los que les han buscado para venderles viajes y situaciones en Europa: en este grupo están
agentes (buscones, coyotes), empresarios, prestamistas, novios y novias turistas que les han
conocido durante vacaciones y personas de sus propias redes de familiares y de amigos.
Cuando estos viajeros se sienten engañados, lo más usual es que se quejen de las
condiciones laborales que tienen que aceptar. A menudo han firmado un contrato sin
entender la mucha vigilancia y poca libertad que implique. Es decir, alguien que conoce
algunos tipos de prostitución en su país (por ejemplo bailar con clientes en un bar y
acostarse con dos o tres durante una noche) no puede saber de antemano cómo se va a
sentir enseñándose desnudo en una ‘vitrina’ de Amsterdam durante doce o catorce horas
diarias, o estando de pie al lado de un camino en la Casa de Campo de Madrid. Son formas
de prostitución que pueden describirse como ‘industriales’.
Ya estamos hablando de la prostitución como un trabajo. ¿En qué consiste este trabajo?
Primero hay que plantear: ¿Cuál?
El mercado del sexo
Existe en España, igual que en toda Europa, una gran industria del sexo. Este término
incluye burdeles o casas de citas, clubes de alterne, ciertos bares, cervecerías, discotecas,
cabarets y salones de cóctel, líneas telefónicas eróticas, sexo virtual por Internet, sex shops
con cabinas privadas, muchas casas de masaje, de relax, del desarrollo del ‘bienestar físico’
y de sauna, servicios de acompañantes (call girls), unas agencias matrimoniales, muchos
hoteles, pensiones y pisos, anuncios comerciales y semi-comerciales en periódicos y revistas
y en formas pequeñas para pegar o dejar (como tarjetas), cines y revistas pornográficos,
películas y videos en alquiler, restaurantes eróticos, servicios de dominación o sumisión
(sadomasoquismo) y prostitución callejera: una proliferación inmensa de posibles maneras
de pagar una experiencia sexual o sensual. Está claro entonces que lo que existe no es ‘la
prostitución’ sino un montón de distintos trabajos sexuales.
La palabra prostitución puede impedirnos el entendimiento de que hay un mercado del sexo,
distraernos de la demanda — es decir, los deseos diversos de los que buscan servicios
sexuales. Hace unos años, un artículo en El Mundo se tituló “Un millón de hombres al día va
de prostitutas”; hablaba sólo de España (Hernández Velasco 1996). Esa cifra seguramente
no pretendía incluir todas las formas mencionadas arriba dentro de la industria sexual.
Aunque nadie puede saber nunca las cifras totales y correctas, es un número impresionante.
Hay que tener en cuenta también que no serán los mismos que van todos los días: habrá los
que van una vez a la semana y otros más o menos, con una suma mucho más grande de
personas al año que buscan servicios sexuales en España. Y buscan servicios diferentes,
porque son ellos personas de todo tipo, edad, nivel económico, etnia, región y gusto.
Migrantes son clientes, también. Clientes son homosexuales, travestis, transexuales y
mujeres, también.
Se dan entonces bastantes y diversas oportunidades para trabajar en esta industria. Para
migrantes que encuentran sus otras opciones desagradables, difíciles o mal pagadas
(limpieza, servicio doméstico, cuidado de ancianos o niños), encontrar una situación en la
industria sexual puede resultar interesante. Ya que muchas veces no tienen los papeles en
regla, o que sus permisos de trabajar (como doméstica, por ejemplo) pueden estar basados
en documentos falsificados, trabajar en un mundo lleno de irregularidades puede no
parecerles más arriesgado. Los que vienen a buscar una mejor vida en Europa pueden tener
que empezar en una situación en que no se sienten cómodos; como con todo trabajo, el
primer año es el más desconcertante. En este caso lo que le importa muchas veces no es
dejar la industria sino cambiar por otra situación dentro de la misma.
• La esencia del trabajo es dar placer a otros. El que no quiere o no puede hacer eso, por
muy guapo que sea, va a fracasar. El cliente quiere sentir placer de algún tipo.
• Se necesita una falta de pudor con el cuerpo, tanto suyo como de otros. Poder hablar del
sexo, enseñar cosas sexuales. Ayuda un buen sentido de humor.
• Como con los trabajos de enfermeros o azafatas, es esencial dar la sensación al cliente de
que realmente es deseado, que darle placer o cuidarle importa. También esto es necesario
para cultivar una clientela leal, que vuelva.
• Muchas veces el cliente quiere contar cosas de su vida: problemas matrimoniales, de sus
hijos o de su trabajo. Puede haber perdido a su esposa o necesitar consejos. La habilidad de
satisfacer este tipo de deseo o de querer ayudar a resolver problemas de otros es parte del
trabajo sexual. Incluso a veces el cliente da menos importancia al sexo que a recibir este tipo
de atención.
• Saber poner límites, controlar lo que sucede y protegerse de demandas excesivas. Poder
mantener las fronteras con clientes, que pueden tener muchas necesidades emocionales.
• Poder vender es clave, incluyendo por teléfono y en mensajes escritos (correo electrónico,
chat, teléfonos móviles). La seducción es un arte que pocos dominan; de ahí el alto status de
las cortesanas y las geishas en el pasado. Hoy en día son las transexuales las que tienen
más fama de saber seducir.
• Para personas que trabajan por su cuenta o que tienen un negocio es imprescindible poder
manejar fondos: seguimiento, contabilidad, impuestos e inversiones. Saber negociar, poner
precios.
• Si se baila o se hace espectáculo, es esencial estar en forma y de buena salud y actuar con
confianza. Saber sacar provecho de sus propios atractivos. Saber vestirse, peinarse y
maquillarse según la situación.
• Se puede escoger los servicios que se quiere ofrecer, entre ellos sexo oral o manual,
penetración vaginal o anal. El trabajador decide. Además, en épocas del ‘sexo más seguro’,
se están aceptando formas menos ‘clásicas’ dentro del trabajo sexual, como la masturbación
mutua.
• Si se llega a ser responsable o hasta dueño de un club o agencia, se aprende a tratar las
necesidades del personal, animándole a trabajar bien.
La lista de arriba (que nunca va a ser completa) resume habilidades útiles para trabajar en la
industria sexual europea. En otras culturas la industria tiene otras facetas, por lo que el
trabajo puede requerir otras capacidades. En Japón, por ejemplo, existe un trabajo de
‘anfitriona’ (hostess, en inglés). A unos bares, vienen grupos de hombres que trabajan en la
misma empresa, acompañados por su jefe. Pasan la noche hablando y bromeando, con el
propósito de relajarse con el jefe, algo prohibido dentro de la empresa. El trabajo de la mujer
es estar a su lado, encender cigarillos, asegurar que las copas estén siempre llenas y animar
a los hombres para que se sientan bien. Para esos clientes, hacer comentarios sexuales
sobre las acompañantes les permite sentirse bien. Los clientes no pueden pedir ‘la salida’ a
la mujer; eso se hace en otro tipo de lugar (Allison 1994).
En la ciudad de Nairobi durante la época colonial, una forma común de trabajo sexual
consistía en poner una casa y ofrecer servicios domésticos a migrantes del campo. El
migrante podía pedir que se lavara y se planchara su ropa, que se le preparara comidas o tés
y que la mujer se acostara con él. Podía dormir también en la casa. Las mujeres cobraban
cada servicio por separado (White 1990). Este fenómeno se da en todos lados del mundo
donde hay una migración masculina que vive en habitaciones alquiladas sin facilidades
domésticas (o ellos sin conocimientos domésticos). Alrededor suyo llegan personas a
venderles servicios domésticos/sexuales.
Y eso sólo para empezar; las posibilidades son infinitas. Hay que tener en cuenta también
que si estas formas no son bien conocidas en Europa, los que vienen de otros continentes sí
las conocen. Siempre es posible que combinen algunas de esas costumbres con lo que es
usual aquí en los trabajos sexuales. Muchas veces se nota en conversaciones con prostitutos
y prostitutas que el concepto de la prostitución, o del trabajo sexual, o del trabajo en sí o del
mismo sexo no significa lo mismo para todos. A menudo se dan confusiones cuando
personas occidentales parecen ver sólo el sexo en estos trabajos, mientras los migrantes no
lo experimentan así.
Otro estereotipo es pensar que hay sólo dos posibilidades: o ser libre o ser semi-esclavizado.
El caso es que hay una gama muy variada de estados entre estos extremos. Entre personas
que trabajan por su cuenta, algunas tienen ‘chulos’ y otras no. Muchas dan dinero a su novio
o novia libremente, como muchos hombres lo dan a sus novias o esposas. Hay familiares
que comparten pisos e ingresos y amigas que trabajan juntas. Existen personas contratadas
para clubes que casi no tienen vida fuera, incluso son trasladadas de sitio en sitio sin ser
consultadas. Sin embargo, algunas de éstas se conforman con esta situación porque así
ahorran más dinero y se sienten más seguras. Otras están atrapadas de verdad. Hay que
hablar de situaciones específicas.
Ventajas laborales
¿Qué ventajas laborales puede brindar un trabajo sexual? Primero, ofrece flexibilidad: se
puede trabajar tiempo completo, tiempo parcial u ocasionalmente, que lo hace conveniente
para muchas madres. Puede ser un segundo trabajo. En el caso de la prostitución callejera,
es una de las pocas maneras de ganar dinero, comprar comida y llevarla a casa el mismo
día; también el lugar de trabajo puede ser elegido, lejos o cerca de casa. Son trabajos que se
puede probar y dejar si no gustan; si gustan pueden ser el camino a la independencia.
Muchos de los trabajos sexuales no requieren formación formal. Son ventajas características
del ‘sector informal’, donde los migrantes tienen posibilidad de ser beneficiarios igual que los
nativos. Muchos migrantes destacan también las posibilidades que el trabajo da de ‘ver
mundo’ y conocer a europeos; también que no se sienten tan solos como en otros trabajos.
El supuesto usual es que el migrante va a estar en el nivel más bajo de cualquier industria,
pero se encuentran en todo nivel de la industria del sexo. Además a muchos migrantes no les
falta formación formal, incluso universitaria. Si son estudiantes en Europa, el trabajo puede
ser una manera de pagar las carreras. Como en todo trabajo, el trabajador tiene más
oportunidad de poder elegir, controlar y ascender después de estar cierto tiempo y encontrar
su nivel preferido, siempre dependiendo de sus capacidades individuales. Es un período de
aprendizaje, quizás de un año.
Los migrantes también pueden tener unas ventajas dentro de la industria, donde sus
fenotipos les hacen exóticos (quizás más excitantes) a los europeos. Si saben sacar
provecho de esta ventaja, podría darles más o mejor clientela. Otra cosa es que migrantes
pueden tener más voluntad de trabajar con clientes migrantes, de su propia u otra etnia. Es
posible que esta voluntad les dé un nicho dentro del mercado. En el caso de los
transgéneros, el tener cuerpos ‘distintos’, equipados de órganos de ambos sexos, les
proporciona una clientela que exactamente busca esta ambigüedad.
Desventajas laborales
La peor de las desventajas laborales de los trabajos sexuales es su carácter clandestino. No
existen protecciones laborales: ni contratos, ni beneficios, ni seguridad social, ni los
sindicatos para exigirlos. Ya que la industria no es legal en sí (aunque los bares, clubes,
restaurantes, agencias etcétera sí lo son), sus trabajadores con pocas excepciones no
reciben unos de los más básicos servicios, como protección policial, incluso cuando son
violados, robados o coaccionados. En esta situación el jefe o dueño del negocio tiene libertad
para imponer cualquier condición injusta a los empleados, y si protestan pueden ser
simplemente echados a la calle. Es muy común que empleados de casas de masaje digan
que les vigila demasiado el jefe, o que no tienen derecho a rechazar a clientes que no les
gustan. En lugares de baile exótico, se queja mucho de jornadas demasiado largas con poco
descanso.
Estos comentarios se escuchan tanto entre migrantes como entre nativos, con el agravio de
que aún menos van a pronunciarse para reclamar derechos laborales mientras carecen del
permiso básico de ganar dinero. En investigaciones hechas en muchos países, la querella
más importante son los abusos de la policía, de hacer redadas sólo para cumplir sus
requerimientos de arrestos, de chantajear, de pedir servicios sexuales gratuitos, de perseguir
a las extranjeras, las negras o las transexuales. Los trabajadores se quejan mucho más de
policías que de clientes y ‘chulos’.
Parece que el trabajador vive un proceso de ‘aprendizaje’ durante está más expuesto a
violaciones, golpes y robos; luego ha aprendido a esquivar o manejar a clientes
problemáticos. El trabajar en parejas, por ejemplo una persona de más edad o experiencia
con otra más joven, puede ayudar en este proceso. Sin embargo, dada la falta de protección
policial, la posibilidad de violencia practicada por clientes siempre existe.
Trabajos ambiguos
El servicio doméstico es considerado uno de los trabajos que puede llevar a la prostitución.
Las domésticas internas comparten situaciones íntimas con familias que no son las suyas;
cuidan niños, ancianos y enfermos; les falta intimidad. Están en casa por la mañana, cuando
la familia se levanta, y por la noche, cuando se acuesta. Unas tienen relaciones sexuales con
alguien de la familia, bajo coerción o por soledad, amor, deseo o para obtener ventajas,
beneficios o un dinerito extra. También hay domésticas que hacen un trabajo sexual en otro
lugar, como segunda fuente de ingresos. Por supuesto son muchas las domésticas que no
tienen nada que ver con estas posibilidades. Es mejor no pensar que hay una línea divisoria
entre el servicio doméstico y el servicio sexual. Aquí existen muchas ambigüedades.
Lo mismo pasa con las agencias matrimoniales del tipo ‘novias por catálogo’ (mail-order
brides). Algunas sí arreglan matrimonios de verdad; hay personas satisfechas por haber
encontrado a su esposo o esposa de esta manera. A la vez, algunas agencias utilizan las
mismas técnicas para ‘vender’ personas que las que usan las empresas directamente
involucradas en la industria sexual. Muchas mujeres son casadas así directamente para
trabajos domésticos/sexuales, es decir, para desempeñar el papel de esposas ‘tradicionales’,
por lo cual es común el matrimonio entre un hombre del ‘primer mundo’ con una mujer del
‘tercero’. Se dan auténticos desastres en estas situaciones, pero también se dan éxitos.
Muchas mujeres casadas por agencia rechazan la etiqueta que reciben de ‘pobres víctimas’.
Para quienes sólo pueden imaginarse desempeñar un trabajo sexual con asco, sería una
opción terrible. Resulta que no es la reacción universal; o que el ‘asco’ es solamente un
componente o momento entre muchos, algunos neutros o positivos. Visto así es cómo todos
los trabajos del mundo.
La Oficina Internacional del Trabajo (OIT) ha publicado cifras sobre Tailandia que indican que
de un total de 104.262 empleados/as en 7.759 establecimientos donde se podía conseguir
servicios sexuales, 64.886 vendían tales servicios mientras 39.376 era ‘personal de apoyo’,
término que también incluye a los propietarios, gerentes y proxenetas. Más de un tercio de
los empleados no eran trabajadores sexuales pero vivían de la industria. (Lin Lean Lim
1998).
Casi siempre se intenta contar sólo la cantidad de trabajadores sexuales, pero esto tampoco
da resultados fiables y comparables. Dada la problemática de lo ‘irregular’, criminalizado,
indocumentado o estigmatizado de la industria, cada proyecto de contar a prostitutos y
prostitutas ha contado de manera distinta. Por ejemplo, no se puede comparar la cifra de
“23% (412) y 14% (117) de las mujeres con visados para trabajar como bailarinas en Suiza
fueron de Dominicana y Brasil” (Oficina Internacional de Migraciones) con la de “75% de
prostitutas/os extranjeras/os en Alemania son de América Latina y el Caribe” (AGISRA —
Arbeitsgemeinschaft Gegen Internationale Sexuelle und Rassistische Ausbeutung). Ni
siquiera se puede comparar sus métodos de contar.
Las cifras del porcentaje migrante entre los prostitutos y las prostitutas son: 90% en Italia,
25% en Suecia y Noruega, 85% en Austria, 62% en el norte de Alemania y 32% en el sur,
68% en Holanda y 45% en Bélgica. La cifra española de 50% incluye sólo prostitución
callejera en Madrid (Tampep 1999). Desde 1997 cuando se hizo el último estudio de este
tipo, el porcentaje de migrantes en la industria sexual ha aumentado en todos los países
europeos.
Aunque Alemania tiene un sistema donde los trabajadores sexuales ‘se inscriben’, trabajan
legalmente y pagan impuestos, no reciben los beneficios laborales normales como la
seguridad social. El país se encuentra ahora en el proceso de cambiar por un modelo como
el holandés, donde se reconoce la prostitución como trabajo para que los trabajadores
reciban derechos laborales e igual tratamiento jurídico.
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Notas
[1] El término transgénero reúne las posibilidades entre travestis y transexuales, cuyas
apariencias pueden mirarse masculinas, femeninas o ambiguas. También se usa la palabra
intergénero. Estudios actuales de sexualidad evitan los supuestos usuales; en el caso de la
prostitución el supuesto automático es que son mujeres.
[2] Turistas sexuales hablan de esta diferencia así: que mientras en Europa las prostitutas
valoran la eficiencia y la rapidez, en el ‘tercer mundo’ toman más tiempo con el cliente, le dan
más servicios y parecen involucrarse más. Sería entonces un trabajo más ‘artesanal’.
[3] No ‘oficio’ o profesión, que puede implicar más intención o conciencia ‘profesional’.
[4] Los términos para estos trabajos varían de sitio en sitio, los madrileños distintos a veces
de los de otras partes de España. Los migrantes vienen con sus propios términos, de varias
lenguas, que luego se mezclan con los demás.
[5] Hay las que se dicen sexoservidoras en México.
[6] Hay también personas que hablan del asco o de la tristeza que sienten cuando limpian
baños o cuerpos. Muchas experimentan peligros ‘emocionales’ al trabajar como internas,
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