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Aprendamos algo más sobre los Trastornos de Aprendizaje (TEA):

Los trastornos de aprendizaje abarcan un amplio abanico de


problemas en el rendimiento académico, cuando estos problemas no
se explican por retardo mental, trastornos neurológicos, deficiencias
sensoriales, trastornos emocionales o métodos de enseñanza
inadecuados.

Diferentes funciones neuropsicológicas lingüísticas, motoras y


perceptivas intervienen y producen dificultades de rendimiento en la
escritura, la lectura o la matemática. Hay cierta discusión respecto a la
conceptualización de trastornos generales y específicos, pero se
puede decir que los trastornos generales del aprendizaje se
caracterizan por un rendimiento insuficiente en casi todas las áreas de
enseñanza o por una lentitud marcada para avanzar y seguir el ritmo
de los demás compañeros de clase. Muchas veces estas dificultades
generales pueden corregirse dentro del sistema escolar, realizando
pequeñas variaciones al nivel que sea necesario.

En el caso de los trastornos específicos (TEA), estos se clasifican en


trastornos específicos de la lectura; trastornos de la escritura y
trastornos del cálculo. Aquí se afecta el rendimiento a nivel cuantitativo
o cualitativo en un área específica, y requieren un diagnóstico
especializado. Este diagnóstico incluye la historia escolar, del
desarrollo y familiar del niño, así como la aplicación de pruebas
específicas para evaluar los procesos involucrados en la lecto
escritura y/ o el cálculo, según el caso.

Los trastornos de aprendizaje se diagnostican en los primeros años de


educación formal generalmente, aunque los déficits que participan en
estos trastornos ya están presentes en el preescolar y podrían ser
detectados a través de problemas para vestirse solo, para comer por
sí mismo, etc.

La prevalencia es de un 5 a 10% de la población general, y es 3 a 5


veces más frecuente en niños que en niñas. La etiología no está
totalmente clara, pero se presume que es de tipo biológico,
preferentemente a nivel del sistema nervioso central. Las funciones
alteradas estarían asociadas a etiologías o anatomías distintas.
Problemas durante la gestación, como malnutrición, hipertensión
arterial, consumo de alcohol y drogas durante el embarazo; problemas
perinatales o postnatales y un factor genético también han sido
considerados factores etiológicos que participan en estos trastornos.

Los trastornos de aprendizaje suelen asociarse con diversos


trastornos psiquiátricos, como el déficit atencional, los trastornos de
conducta y el trastorno depresivo. Muchas veces incluso se asocian a
trastornos de personalidad en la adolescencia o comienzo de la
adultez. Como decíamos anteriormente, los déficits psicomotores,
lingüísticos o viso perceptivos suelen ser previos a que se manifieste
el trastorno, y eso significa que hay pobreza en la coordinación
psicomotora y el lenguaje en varios casos. Los trastornos de
aprendizaje no son lo mismo que el trastorno por déficit atencional,
pero sí ocurre que suelen coexistir y que hay que realizar diagnóstico
diferencial, porque los niños con trastorno de aprendizaje suelen ser
desorganizados y pobres en su planeamiento, conductas que también
se ven en los niños con déficit atencional.

Muchas veces los niños consultan por trastornos emocionales o


conductuales que se dan conjuntamente con el problema en el
aprendizaje, por lo que siempre es bueno que el profesional que reciba
al menor que consulta realice una historia del desarrollo y escolar
exhaustivas, y en caso de sospechas, se evalúe la presencia de estos
trastornos.

Dado que en ellos hay déficit neuropsicológicos, la evaluación de un


neurólogo ayuda a discernir las causas del trastorno y las áreas
neurofisiológicas mayormente afectadas. El psiquiatra puede descartar
patología psiquiátrica concomitante o que sea el verdadero trastorno
que explique las dificultades existentes. El psicólogo puede evaluar la
presencia de trastornos cognitivos, emocionales o de la personalidad
que coexisten con el trastorno del aprendizaje o que explican las
dificultades y descartan esa hipótesis diagnóstica. Finalmente, el
psicopedagogo aplica pruebas específicas que evalúan las funciones
neuropsicológicas alteradas y los procesos de aprendizaje deficitarios.
La familia cumple un rol muy importante, y muchas veces es necesario
trabajar con los padres para promover una actitud de aceptación y
ayuda en las dificultades de su hijo.
Estos niños suelen tener baja autoestima y emociones negativas
asociadas a ir al colegio, porque sienten que son diferentes y que no
encajan con el resto del grupo curso. En estratos socioeconómicos
más bajos, en los cuales muchas veces los padres no terminaron la
escolaridad media, se encuentra que detrás de un porcentaje de niños
que abandonan el colegio había un trastorno de aprendizaje sin
detectar ni tratar.

El tratamiento de los trastornos de aprendizaje requiere de un equipo


en el que debería haber psiquiatras, neurólogos, psicólogos,
psicopedagogos y profesores, con un profesional a cargo del caso,
que coordine el tratamiento y las intervenciones del resto del equipo.
Hay distintos niveles de intervención, ya que el trastorno afecta al
menor, su familia y la escuela. Por eso suele consistir de sesiones de
psicopedagogía, en las que se trabajan las funciones deficitarias y se
refuerzan las sanas; orientación y educación a los padres respecto al
trastorno, sus causas, riesgos, pronóstico y tratamiento; apoyo a los
padres para lograr adoptar la posición adecuada frente al problema;
trabajo con los padres, el niño y la escuela para desarrollar hábitos de
estudio y adecuar las exigencias y evaluación escolares a las
características del niño.

El tratamiento más efectivo es el que se hace precozmente, de


manera individual e intensiva, y puede durar entre seis meses y dos o
tres años. En establecimientos educacionales subvencionados, los
grupos de educación diferencial pueden ser una alternativa si el
tratamiento individual no es posible. En general el trastorno suele
persistir en la adolescencia y en la adultez, pero un tratamiento
oportuno puede ayudar mucho a paliar las deficiencias y disminuir
problemas asociados, como baja autoestima y deserción escolar. En la
adolescencia es frecuente que la exigencia de nuevas habilidades
conlleve reanudar el apoyo psicopedagógico.

El pronóstico es variable, depende del nivel intelectual del niño,


severidad del trastorno, ayuda y flexibilidad del sistema escolar,
comprensión y colaboración de los padres, presencia o ausencia de
psicopatología asociada, rapidez o tardanza en su detección, y de la
presencia o ausencia de una intervención adecuada. En ausencia de
intervención apropiada el pronóstico es pobre.

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