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La historia cuenta (no recuerdo su fuente) que Picasso una vez fue
reprochado por deformar los rasgos humanos fuera de reconocimiento. Un
retrato, su crítico sostuvo, debe verse como la persona retratada.
Picasso objetó, y sugirió que no era tan directa la tarea como esa; la idea
de verse tan solo como algo era un poco más difícil que lo que el
interlocutor supuso. El critico por consiguiente, produjo una fotografía de
su billetera, la mostró a Picasso, y dijo: “Ahí, vos vez, esa es mi esposa,
y así es como ella se ve”. Picasso miro cuidadosamente a la pequeña figura
y preguntó, con un tono de sorpresa, “Así como eso?”. Confidencialmente, el
critico confirmo que ella se ve exactamente como eso. “Hmmm”, dijo Picasso,
“¿No es ella algo pequeña?”.
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Traducción del texto: Peacock, J.L., 1986. The anthropological lens. Harsh Light, Soft Focus. Cambridge
University Press, pp. 65-68, a cargo de Lumila Menéndez
descripción de humanos pero no en describir el estudio de rocas y ácidos. En
etnografía, el desinterés es imposible de mantener. El etnógrafo esta necesariamente
involucrado –en varios grados- en el encuentro humano que es el trabajo de campo.
En vez de mantenerse apartado, observando y registrando de un modo desinteresado,
el etnógrafo destila su etnografía de su propia experiencia en el flujo de la vida nativa.
Uno puede incluso decir que el etnógrafo y los nativos trabajan juntos para construir
los datos e interpretación que nosotros llamamos etnografía.
De hecho, en el campo el encuentro y la interpretación ocurren en ambos
lados. Aquí hay una parafraseo de algunos comentarios hechos por un “informante” a
trabajadores de campo acerca de otros trabajadores de campo. Las advertencias,
dirigidas a un colega y a mi acerca de otros dos colegas (a quienes llamaremos Dick y
Jane), fueron hechos por un Bautista Primitivo mayor (llamémoslo Jones) de los
Apalaches, donde nosotros cuatros estábamos haciendo investigaciones. El mayor
comienza diciendo, “Yo perdí a Jane en Union (el nombre de una iglesia donde Jane
estaba escuchándolo a el predicar) en las mujeres siendo un tipo (símbolo) en la
iglesia (el tema de su sermón). Bien, ella me llamó un día, tenia su pequeña tabla
(para hacer notas), yo la tengo!” El mayor Jones continuó narrando su discusión con
Jane, donde el quería demostrarle a ella, por la Escritura, que el mayor símbolo o
“tipo” de la iglesia son las mujeres. Luego él cambió el tema a Dick. El cuenta que a
partir de impresiones tempranas percibió que Dick se casaria con Jane (lo cual el
eventualmente hizo). Luego el dice de escribirle una carta a Dick felicitándolo. El
alegremente vuelve a narrar recordándole a Dick de su (Jones) temprana intuición y
que el (Dick) una vez remarcó “Sos un observador cerrado, Mayor Jones”. Sacado de
contexto, esta conversación sin duda tiene poco sentido para el lector, pero ilustra
como la “narrativa” alarmadamente observa el etnógrafo, así como viceversa –un
dialogo de solo un lado del cual los etnógrafos son usualmente privilegiados de
escuchar.
El trabajo de campo no es, por supuesto, meramente el encuentro. También
acarrea procedimientos sistemáticos. Uno debe aprender ocasionalmente uno o más
lenguajes, debe mapear la disposición de la comunidad, completar un censo de sus
habitantes, y diagramar sus interrelaciones genealógicas. Dependiendo del foco de su
proyecto, el etnógrafo puede medir el área, la producción total de granos y las calorías
que la gente consume. Ellos pueden administrar pruebas psicológicas o llevar a cabo
medidas fisiológicas. Ciertamente ellos registraran grandes pilas de notas en lo que
sea que observen, y deben incluso computarizar esos datos. Y por supuesto, deben
realizar preguntas. Pero salir al encuentro con otros, y el sentido que uno puede
hacerse del mismo, se mantiene como la experiencia etnográfica central.