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“Caracterización de la resistencia de un material de banco para su uso como relleno compactado”

1. COMPACTACIÓN
1.1 Conceptos Fundamentales.
La palabra “compactación” resulta de sustantivar el adjetivo “compacto”, que deriva del latín
“compactus”, participio pasivo de “compingere” que quiere decir unir, juntar.
Para entender de que se trata la compactación de los suelos podríamos decir que es el
mejoramiento artificial de sus propiedades mecánicas como lo es la resistencia, la compresibilidad
y su relación esfuerzo-deformación, el proceso de compactación implica una reducción más o
menos rápida de los vacíos, como una consecuencia de esto ocurren cambios de volumen, ligados
principalmente a la perdida de volumen de aire.
El principal objetivo de una compactación es obtener un suelo de tal manera estructurado que
posea y mantenga un comportamiento mecánico adecuado a través de toda la vida útil de la obra.
Las propiedades requeridas pueden variar del tipo de suelo, pero las propiedades mencionadas
anteriormente son las que figuran cuyo mejoramiento se busca siempre. Es menos frecuente
aunque no menos importante, que también se compacte para tener unas características de
permeabilidad y flexibilidad. Esto suele ser favorable ante efectos de permanencia de la estructura
terrea ante la acción de agentes erosivos.
La compactación resulta ser un proceso de objetivos múltiples es evidente que muchos de esos
objetivos serán contradictorios en muchos problemas concretos, en el sentido de que se
emprendan para cumplir con uno pudieran perjudicar algún otro. Por ejemplo que en una
compactación intensa produce un material muy resistente, pero sin duda muy susceptible al
agrietamiento. Estas contradicciones se amplían si se toma en cuenta que los suelos compactados
suelen tener una vida extensa y que es un compromiso que conserven sus propiedades en toda su
vida como lo es bajo la acción del agua, de las cargas soportadas, etc. Las altas resistencias
obtenidas con compactaciones muy enérgicas pueden traer como consecuencias que un suelo
muy compactado podrá, en general absorber mucha agua si se dan las condiciones propicias y al
hacerlo su resistencia podría descender drásticamente, en tanto que ese mismo suelo
inicialmente compactado en forma menos enérgica, con menor resistencia inicial, podrá resultar
mucho más estable ante el agua, manteniendo en el tiempo una resistencia inicialmente menor
que la del otro, pero probablemente suficiente.
Desde el principio el problema de la compactación de suelos resulta ligado al control de calidad de
los trabajos de campo. En efecto, después de realizar un proceso de compactación siempre es
necesario verificar si con él se lograron los fines propuestos.
Para medir la resistencia, la compresibilidad, la relación esfuerzo-deformación, la permeabilidad o
la flexibilidad de los suelos se requieren pruebas relativamente especializadas y costosas que,
además, suelen requerir un tiempo de ejecución demasiado largo para controlar un proceso de
compactación que avance de manera normal. En los primeros años de la aplicación de las técnicas
modernas de compactación, indicaron que existe una correlación que en aquella época se juzgó
muy confiable entre las propiedades fundamentales ya mencionadas y el peso volumétrico seco a
que llega el material compactado, de manera que puede decirse que a mayor peso volumétrico
seco se alcanza una situación más favorable en el suelo compactado. Debido a que la prueba de
peso volumétrico es fácil y sencilla de realizar, se hizo costumbre controlar la compactación
determinando el peso volumétrico seco de los materiales compactados.
Sin embargo la correlación entre las propiedades fundamentales y el peso volumétrico seco no es
tan segura y simple como para permitir la aplicación ciega de la norma anteriormente
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