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L
Nietzsche, M. Foucault, entre otros. En
este trabajo se busca realizar un reco-
rrido ante sus diferentes enfoques para
La culpa: una tratar de encontrar elementos coinci-
construcción social dentes o complementarios que permitan
contar con una visión del fenómeno
para proponer a partir de dicha revisión,
una manera de abordarla en el trabajo
EDUARDO DE LA FUENTE ROCHA psicológico. Fueron considerados para
este trabajo aspectos tales como la culpa
en el desarrollo del infante, la culpa en
el manejo social y la culpa y su origen.
Yabuku ko no
Nakute shooji no
Samusa kana
Podemos decir que el ser humano como ser dual está inmerso en una
lucha de sentimientos y pulsiones contradictorias, entre el rechazo y la
aceptación constante de la totalidad de su ser. En ella, la culpa juega un
papel crucial para la construcción de la subjetividad. Esta dualidad en el
sujeto lo coloca en situaciones de angustia y desamparo, que lo llevan a la
búsqueda de elementos reparadores del sentimiento de culpa que el sujeto
asocia a sus pulsiones.
Socialmente se han creado diversas instituciones superyóicas y parentales
que controlan e impiden la aceptación, la negociación y el libre flujo de
tales pulsiones. Una de las mayores instuciones de este tipo en México es
la religión, donde Dios (el otro), que es bueno y generoso, es ofendido
por causa de nuestros pecados. Así, se sustenta la culpa en la necesidad
constante de reparar el error. En este trabajo se analiza la culpa social bajo
la premisa del castigo y del control por parte de los otros, quienes detentan
un saber-poder social del cual somos objeto a través de discursos sobre el
cuerpo y el alma que reprimen nuestros sentimientos y pulsiones no
aceptadas social y moralmente por las instituciones.
En este trabajo se propone que la psique humana avanza a través de la
reflexión de que aprendiendo por ensayo y error, en situaciones donde
más que un estado de culpa y de rechazo, se da la posibilidad de la disolución
de las polaridades que generan las propias pulsiones.
En el último apartado se pretende abrir la discusión a posibles
alternativas de liberación del encadenamiento a que nos sujeta la culpa,
para favorecer en la psique al rompimiento de una visión unicista y a la
aceptación de las contradicciones y la dualidad —Eros y Tánatos— propias
del ser humano, que son múltiples. En ese sentido se propone y aborda
como una alternativa, entre otras, “el arte”, el cual permite la expresión y
la reconquista de los sentimientos más profundos reprimidos por la culpa.
El entendimiento de la culpa como parte de la construcción subjetiva
requiere de un recorrido a través de distintos autores que han abordado el
tema. Es necesario que se retome no únicamente el punto de vista de la
psicología o del psicoanálisis, sino también otros, como el enfoque social,
el filosófico, etcétera, pues en una mirada diversa y conjunta puede apoyarse
la construcción del concepto de culpa con un sentido más amplio. Para
este trabajo, se retoma fundamentalmente, el enfoque de la culpa como
edípicas, por las que puede esperar un castigo que podría consistir en un
ataque similar al que él pretende hacer sobre su objeto libidinal. La severidad
y el sadismo del superyó se gestan desde las fases pregenitales vinculando
el sentimiento de culpa con las fases oral-sádica y anal-sádica. La represión
es la salida que el yo propone para defenderse de las amenazas superyóicas.
La represión que de ellas se haga se relacionará con las frustraciones y con
las fijaciones que posteriormente predominarán en el sujeto. Estas
frustraciones se revestirán de gran importancia en la orientación que al
sentimiento de culpa dé el sujeto en su vida adulta. Asimismo estarán
relacionadas con los elementos que considere asociados al castigo y sean
productores de ansiedad.
Klein señala que existe una relación entre las fantasías agresivas del
infante y la angustia:
Álvaro Santiago
Lo anterior, nos permite entender
Tedio roto (detalle), 2004 que la función superyóica es fuente de
angustia, lo que induce al sujeto a
apoyarse en ella como mecanismo de defensa, ante los elementos
considerados como antisociales o inadecuados. Cuando el infante logra
superar sus tendencias sádicas, el superyó generará menos angustia y más
sentimientos de culpa. De esta manera los mecanismos de defensa
contribuyen a sustentar las actitudes éticas y morales en el niño,
aumentando el respeto y la consideración hacia sus objetos y fortaleciendo
sus sentimientos de socialización.
Michel Foucault señala que la culpa está dada en lo social más que en lo
interno, como lo plantean los psicoanalistas; en este sentido la culpa estaría
dada en función del otro y de las instituciones creadas para ejercer control.
Para poder lograr el control de estas contradicciones en el sujeto, se
estructuran las leyes civiles y religiosas que coinciden en dos intereses:
impedir la expresión libre de las pulsiones en la población y garantizar con
ello la continuidad de su poder. Estado e Iglesia establecen paradigmas
sobre los cuales sustentan estas leyes. Ambas se interesan en proponer un
modelo de vida, ya sea el de la salvación eterna, el de la familia o el de la
dependencia edípica, tomadas todos ellos como dogmas de certeza, pues
con ello se garantiza la detentación del poder, sustentado en la prohibición.
La religión es un ejemplo de aceptación de certeza colectiva, con ella se
garantiza la dependencia de una colectividad hacia otro que le ofrece la
ilusoria certeza de una vida mejor, fomentando que cada sujeto renuncie a
la aceptación de su propio desamparo y a la posibilidad de faltar a la
satisfacción del deseo del otro enfrentando su angustia. De esta manera, se
promueve el canibalismo social; el otro decide impunemente por el sujeto
y el sentimiento de culpa subjetiva queda desautorizado, imperando la
culpa superyóica.
En la religión, dios constituye un elemento que se ofrece al sujeto para
compensar su carencia y su angustia, el cual podrá ser diluido si cumple
con el deseo del otro justificando la sumisión más absoluta. Así, la religión
dio cobijo a la intolerancia, a la violencia y al sufrimiento. Los castigos
siguieron un proceso evolutivo acorde con el posicionamiento del otro
que decidía y que con ello se constituía en un superyó colectivo, vigilante
y punitivo a través de los encargados del control social que ocuparon los
puestos de poder en el Estado y en la religión.
El imperativo de la religión ha sido el promover la culpa y el controlar
las almas y los cuerpos de sus subordinados. En este sentido la culpa es un
proceso individual que constituye las subjetividades pero al mismo tiempo
es un proceso social que encuentra su expresión en los otros. Esta
contradicción psíquica, interna e individual de los seres humanos ha servido
para el control y sumisión de pueblos enteros, de razas y de clases; motivo
de amedrentamiento y violencia contra el otro.
Sobre este tema mucho se ha escrito al respecto en diferentes tiempos
históricos y en diferentes líneas del pensamiento social, uno de los autores
que ha contribuido a cuestionar estas formas de control es Nietzsche, quien
muerte tiene aspectos positivos, pues sin ellos no podría darse el cambio.
Lo mismo puede afirmarse de la agresión, pues sin ella no habría muerte y
tampoco cambio. Es decir que también la consideración de que la vida sea
buena y la muerte o la agresión mala, sólo son polarizaciones de un punto
de vista que a nivel intrapsíquico sigue siendo dual. Jaffé afirma: “los dos
aspectos van juntos porque lo paradójico es una de las cualidades básicas
del inconsciente y de sus contenidos” (Jung, 1997:267).
La naturaleza dual de la psique porta las oposiciones constructivas y
destructivas que nuestro vivir requiere. Escindirlas para percibirse positivo
o bueno, proyectando en otro nuestras pulsiones agresivas, no es solución.
El desamparo queda sólo cubierto por la aparente certeza de formar parte
de lo considerado bueno, admisible o positivo. Esconder nuestra agresión
en los otros conduce a aumentar la dependencia del exterior y al
autoengaño. Asumir la totalidad de nuestras polaridades permite la
disolución de la manipulación que otros pueden hacer del sujeto a través
de la culpa. Asumir las propias pulsiones agresivas favorece asumir también
las pulsiones eróticas y una expresión integrada de ambas en las interacciones
del sujeto con su entorno. La culpa es un mecanismo de manipulación
que sustenta un daño social. Al igual que resulta dañado el culpado, resulta
dañado el culpador pues también está escindiendo el aspecto humano
constructivo del lazo social. En su afán por tener, objetos bajo su poder,
para sentirse poseedor del falo, de humanos y de naciones, pierde la
experiencia de Eros. Mantener el balance en la experimentación del Eros
y del Tánatos propio es permitir el final de una etapa y su disolución y dar
paso a la expresión psíquica en uno mismo al tiempo que se fortalecen los
lazos sociales.
Una vida sin un sujeto que por experimentar rompa, se equivoque o
destruya, tal vez no sería vida. Podemos equivocarnos pero no por eso
somos culpables. Eros y Tánatos es el camino de la experiencia. Para los
practicantes del Zen es más importante vivir y ser que tener. Para ellos la
persona que sabe quien es, es la que se ha encontrado a sí misma. Es la que
en el espejo sólo se ve tal cual es, con todas sus contradicciones.
Bibliografía