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DOMINGO IV DE ADVIENTO

2S 7, 1-5.8b-12.14a.16; Sal 88; Rm 16, 25-27; Lc 1, 26-38


En los tiempos actuales en los que nos ha tocado vivir, se percibe una gran influencia en las
sociedades, y sobre todo a través de la educación, que el hombre está llamado a construir su
destino, y esta realidad pone en evidencia la separación, cada vez mayor, del hombre con
Dios, o con todo aquello que sea trascendente; pero al mismo tiempo, también debemos
hacer notar, como esta autonomía en la cual el hombre quiere realizar y desenvolver su
destino, hace más vulnerable a la persona humana, y esto se ve en las leyes que so pretexto
de la liberación del hombre, usando su plena libertad, relativiza su propia existencia, y esto
se expresa en leyes, sobre todo contra la vida del no nacido, y que van mellando lo más
genuino del hombre, que es el matrimonio y la familia, en cuanto a su existir; de esta manera
debemos decir que la Iglesia, como nos enseña el Tiempo de Adviento, y cuando decimos la
Iglesia, nos debemos sentir incluidos los cristianos católicos, está llamada a ser como la
estrella que guió a los magos al encuentro con el Salvador.
El autor sagrado en el segundo libro de Samuel, capítulo 7, en el diálogo que va a tener el
profeta con el Rey David, y donde Dios al profeta le va a indicar lo que tiene que corregir
ante la propuesta del rey, el autor sagrado dice lo siguiente: “… ¿eres tú quién me va a
construir una casa para que habite yo en ella?...”; debemos decir que este texto es una
profecía de lo que ya Cristo en el Evangelio de San Juan, le dirá a los fariseos, escribas y
sacerdotes: “…destruiré este templo y en tres días construiré otro…”; y de esta manera
debemos decir que Cristo, cuando en su Misterio Pascual, ha dado cumplimiento a las
promesas de Dios, nos ha desvelado el verdadero templo; por eso, en el diálogo con la
samaritana, en el Evangelio de San Juan, capítulo 4, en el diálogo con esta mujer, Jesús le
dirá: “…ni en Garizín ni en Jerusalén, sino que los verdaderos adoradores de mi Padre lo
adorarán en espíritu y en verdad…”; de esta manera, San Pedro, en su primera carta dirá que
nosotros somos piedras vivas del verdadero templo, por eso, que en el profeta Ezequiel,
antes que el pueblo de Israel vaya al exilio, el profeta verá en una visión, que la gloria de
Dios se retira del templo; y así tenemos también que Jesús, como narran los Evangelios
sinópticos, cuando expulsa a los vendedores del templo en el autor sagrado, pone en labios
de Jesús: “…habéis convertido la casa de mi Padre en cueva de ladrones…”.
En el presente Evangelio, tenemos el diálogo del Arcángel Gabriel con la Virgen María, un
texto muy conocido, muy difundido y muy comentado en la Iglesia Católica, nosotros
haremos un aporte para poner énfasis al presente texto del Evangelio en este domingo de
Adviento. Así tenemos, que el autor sagrado dice lo siguiente: “…alégrate llena de gracia, el
Señor está contigo…”; estas palabras que le dirige el arcángel a la Virgen son muy
 significativas, es cierto que estas palabras están dirigidas a la Virgen María de manera
singular, porque de esta manera se remarca que la Virgen María, antes de que reciba este
saludo, María estaba llena de las gracias de Dios; y de esta manera, podemos decir, haciendo
una extensión de estas palabras del ángel para todos nosotros los cristianos católicos,
podemos decir que el hombre, cual sea su condición, si acoge el anuncio del Evangelio, es
porque ya Dios, de manera directa o indirecta, ya ha ido preparando su corazón para que
recepcione este anuncio del Evangelio; y muchas veces, aunque suene un poco fuerte las
expresiones, muchas personas han tenido grandes conversiones a raíz de acontecimientos de
sufrimiento, angustias, desventuras, crisis profunda de vida, etc.; pero todas estas situaciones
le han llevado a las personas a experimentar que donde pusieron sus seguridades, solamente
le llevaron a un profundo sin sentido de la vida, y al escuchar el anuncio del Evangelio se
encuentran con la esperanza y la respuesta que en su corazón anhelaban abrazar; y así
podemos decir que en este saludo, que el arcángel dirige a la Virgen María, es cierto, y
debemos reafirmarlo de una manera singular, la Virgen María lo recibe, pero también este
saludo es modelo para todos los cristianos, que ante el saludo del ángel, o los que Dios nos
envía a nuestras vidas, nuestras vidas se van a llenar de gracia de Dios; por eso, que en la
Iglesia ortodoxa bien se dice en la teología mariana, que la Virgen María es modelo de todo
cristiano, porque todos estamos llamados a ser llenos de Cristo. Nuestro Papa emérito
Benedicto XVI nos dice: “…A pocos días ya de la fiesta de Navidad, se nos invita a dirigir
la mirada al misterio inefable que María llevó durante nueve meses en su seno virginal: el
misterio de Dios que se hace hombre. Este es el primer eje de la redención. El segundo es la
muerte y resurrección de Jesús, y estos dos ejes inseparables manifiestan un único plan
divino: salvar a la humanidad y su historia asumiéndolas hasta el fondo al hacerse
plenamente cargo de todo el mal que las oprime…” (Benedicto XVI, Ángelus, 21 de
diciembre de 2008).
Prosiguiendo con el texto del Evangelio, sigue el diálogo del arcángel a María, y el autor
sagrado dice lo siguiente: “…concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo y le pondrás por
nombre Jesús. Será grande, se llamará Hijo del Altísimo…”, esta expresión con la cual el
arcángel le va anunciando a María para lo cual ella ha sido elegida, es importante remarcar,
que el hecho que ella va a tener un hijo va a ser obra de Dios; y así como la antigua Eva, a
través de aceptar el fruto prohibido, nos concibió y gestó para la muerte por engaño del
demonio; así la Virgen María, ante las palabras del enviado de Dios, al aceptar concebir al
Hijo de Dios, nos va a concebir y gestar para una nueva creación en Cristo; y así podemos
decir, como bien lo dice la Lumen gentium, en el capítulo dedicado a la Virgen María, dicen
los padres conciliares: “…lo que se habla de María, también se debe entender para la
Iglesia…”; y así podemos decir que la Iglesia, es nuestra madre, porque es un vientre, un
útero, a través del cual somos gestados y alumbrados los cristianos católicos para la
eternidad (por el sacramento del Bautismo), para vivir en este mundo la Nueva Creación, ya
 por eso dice Jesús en el Evangelio de San Juan: “…Padre te ruego por ellos, no para que los
retires del mundo, sino para que los preserves porque no son del mundo…”; al respecto
debemos añadir que por eso, la Iglesia es nuestra madre, pero no nos olvidemos que es
Madre y Maestra, como San Juan XXIII nos la presentó en un documento que dio a la
Iglesia como enseñanza de su pontificado: Mater et Magistra (Madre y Maestra).
Casi al final del Evangelio, en este diálogo que tiene el arcángel con María, María
responderá; “…aquí está la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra…”; es
importante decir en este momento, como en esta frase de María, podemos ver un eslabón
(espíritu de continuidad), entre el Antiguo y Nuevo Testamento, porque todos los personajes
del Antiguo Testamento, en donde Dios ha incidido de manera particular, para ir
entretejiendo la historia de amor y salvación a través del pueblo de Israel para con todo el
género humano, ha habido este consentimiento de aceptación, y así tenemos a Abraham,
Isaac, Jacob, Moisés, Elías, Eliseo, etc.; y podemos seguir enumerando la lista; pero lo que
deseamos remarcar es que Dios nos da su gracia, ilumina el corazón del hombre, para que el
hombre en la libertad plena y absoluta, se acoja a Él, y así como hemos dicho en líneas
anteriores, Dios antes que lo conozcamos, Él se anticipa; por eso algunas herejías que ha
habido en los primeros siglos de la vida cristiana, no es el hombre que sale al encuentro de
Dios, sino que es Dios que sale al encuentro, de manera misericordiosa, amorosa y fiel a sus
promesas; para que el hombre desbordado de esta ternura de Dios, pueda acogerse a Él; pero
también debemos decir que en esta acogida a la acción de Dios, como María lo expresa en su
aceptación, es importante lo que María dice: “…hágase en mí según tu palabra…”; y esto es
importante; quizás las expresiones no serán muy correctas, pero es para dejarnos
comprender; y así podemos decir que no hay cristiano a su manera; solo hay una única
manera de ser cristiano y es aquella que San Pablo dice y se ha hecho muy difundida dentro
de la vida cristiana: “…ya no soy yo, es Cristo que habita en mí…”; o como dice Jesús, en el
Evangelio de San Juan: “…en qué os conocerán que sois mis discípulos, si os amáis como
yo os he amado…”.
Pbro. Oscar Balcázar Balcázar, reza por mí que soy polvo.

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