En los tiempos actuales en los que nos ha tocado vivir, se percibe una gran influencia en las sociedades, y sobre todo a través de la educación, que el hombre está llamado a construir su destino, y esta realidad pone en evidencia la separación, cada vez mayor, del hombre con Dios, o con todo aquello que sea trascendente; pero al mismo tiempo, también debemos hacer notar, como esta autonomía en la cual el hombre quiere realizar y desenvolver su destino, hace más vulnerable a la persona humana, y esto se ve en las leyes que so pretexto de la liberación del hombre, usando su plena libertad, relativiza su propia existencia, y esto se expresa en leyes, sobre todo contra la vida del no nacido, y que van mellando lo más genuino del hombre, que es el matrimonio y la familia, en cuanto a su existir; de esta manera debemos decir que la Iglesia, como nos enseña el Tiempo de Adviento, y cuando decimos la Iglesia, nos debemos sentir incluidos los cristianos católicos, está llamada a ser como la estrella que guió a los magos al encuentro con el Salvador. El autor sagrado en el segundo libro de Samuel, capítulo 7, en el diálogo que va a tener el profeta con el Rey David, y donde Dios al profeta le va a indicar lo que tiene que corregir ante la propuesta del rey, el autor sagrado dice lo siguiente: “… ¿eres tú quién me va a construir una casa para que habite yo en ella?...”; debemos decir que este texto es una profecía de lo que ya Cristo en el Evangelio de San Juan, le dirá a los fariseos, escribas y sacerdotes: “…destruiré este templo y en tres días construiré otro…”; y de esta manera debemos decir que Cristo, cuando en su Misterio Pascual, ha dado cumplimiento a las promesas de Dios, nos ha desvelado el verdadero templo; por eso, en el diálogo con la samaritana, en el Evangelio de San Juan, capítulo 4, en el diálogo con esta mujer, Jesús le dirá: “…ni en Garizín ni en Jerusalén, sino que los verdaderos adoradores de mi Padre lo adorarán en espíritu y en verdad…”; de esta manera, San Pedro, en su primera carta dirá que nosotros somos piedras vivas del verdadero templo, por eso, que en el profeta Ezequiel, antes que el pueblo de Israel vaya al exilio, el profeta verá en una visión, que la gloria de Dios se retira del templo; y así tenemos también que Jesús, como narran los Evangelios sinópticos, cuando expulsa a los vendedores del templo en el autor sagrado, pone en labios de Jesús: “…habéis convertido la casa de mi Padre en cueva de ladrones…”. En el presente Evangelio, tenemos el diálogo del Arcángel Gabriel con la Virgen María, un texto muy conocido, muy difundido y muy comentado en la Iglesia Católica, nosotros haremos un aporte para poner énfasis al presente texto del Evangelio en este domingo de Adviento. Así tenemos, que el autor sagrado dice lo siguiente: “…alégrate llena de gracia, el Señor está contigo…”; estas palabras que le dirige el arcángel a la Virgen son muy significativas, es cierto que estas palabras están dirigidas a la Virgen María de manera singular, porque de esta manera se remarca que la Virgen María, antes de que reciba este saludo, María estaba llena de las gracias de Dios; y de esta manera, podemos decir, haciendo una extensión de estas palabras del ángel para todos nosotros los cristianos católicos, podemos decir que el hombre, cual sea su condición, si acoge el anuncio del Evangelio, es porque ya Dios, de manera directa o indirecta, ya ha ido preparando su corazón para que recepcione este anuncio del Evangelio; y muchas veces, aunque suene un poco fuerte las expresiones, muchas personas han tenido grandes conversiones a raíz de acontecimientos de sufrimiento, angustias, desventuras, crisis profunda de vida, etc.; pero todas estas situaciones le han llevado a las personas a experimentar que donde pusieron sus seguridades, solamente le llevaron a un profundo sin sentido de la vida, y al escuchar el anuncio del Evangelio se encuentran con la esperanza y la respuesta que en su corazón anhelaban abrazar; y así podemos decir que en este saludo, que el arcángel dirige a la Virgen María, es cierto, y debemos reafirmarlo de una manera singular, la Virgen María lo recibe, pero también este saludo es modelo para todos los cristianos, que ante el saludo del ángel, o los que Dios nos envía a nuestras vidas, nuestras vidas se van a llenar de gracia de Dios; por eso, que en la Iglesia ortodoxa bien se dice en la teología mariana, que la Virgen María es modelo de todo cristiano, porque todos estamos llamados a ser llenos de Cristo. Nuestro Papa emérito Benedicto XVI nos dice: “…A pocos días ya de la fiesta de Navidad, se nos invita a dirigir la mirada al misterio inefable que María llevó durante nueve meses en su seno virginal: el misterio de Dios que se hace hombre. Este es el primer eje de la redención. El segundo es la muerte y resurrección de Jesús, y estos dos ejes inseparables manifiestan un único plan divino: salvar a la humanidad y su historia asumiéndolas hasta el fondo al hacerse plenamente cargo de todo el mal que las oprime…” (Benedicto XVI, Ángelus, 21 de diciembre de 2008). Prosiguiendo con el texto del Evangelio, sigue el diálogo del arcángel a María, y el autor sagrado dice lo siguiente: “…concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo y le pondrás por nombre Jesús. Será grande, se llamará Hijo del Altísimo…”, esta expresión con la cual el arcángel le va anunciando a María para lo cual ella ha sido elegida, es importante remarcar, que el hecho que ella va a tener un hijo va a ser obra de Dios; y así como la antigua Eva, a través de aceptar el fruto prohibido, nos concibió y gestó para la muerte por engaño del demonio; así la Virgen María, ante las palabras del enviado de Dios, al aceptar concebir al Hijo de Dios, nos va a concebir y gestar para una nueva creación en Cristo; y así podemos decir, como bien lo dice la Lumen gentium, en el capítulo dedicado a la Virgen María, dicen los padres conciliares: “…lo que se habla de María, también se debe entender para la Iglesia…”; y así podemos decir que la Iglesia, es nuestra madre, porque es un vientre, un útero, a través del cual somos gestados y alumbrados los cristianos católicos para la eternidad (por el sacramento del Bautismo), para vivir en este mundo la Nueva Creación, ya por eso dice Jesús en el Evangelio de San Juan: “…Padre te ruego por ellos, no para que los retires del mundo, sino para que los preserves porque no son del mundo…”; al respecto debemos añadir que por eso, la Iglesia es nuestra madre, pero no nos olvidemos que es Madre y Maestra, como San Juan XXIII nos la presentó en un documento que dio a la Iglesia como enseñanza de su pontificado: Mater et Magistra (Madre y Maestra). Casi al final del Evangelio, en este diálogo que tiene el arcángel con María, María responderá; “…aquí está la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra…”; es importante decir en este momento, como en esta frase de María, podemos ver un eslabón (espíritu de continuidad), entre el Antiguo y Nuevo Testamento, porque todos los personajes del Antiguo Testamento, en donde Dios ha incidido de manera particular, para ir entretejiendo la historia de amor y salvación a través del pueblo de Israel para con todo el género humano, ha habido este consentimiento de aceptación, y así tenemos a Abraham, Isaac, Jacob, Moisés, Elías, Eliseo, etc.; y podemos seguir enumerando la lista; pero lo que deseamos remarcar es que Dios nos da su gracia, ilumina el corazón del hombre, para que el hombre en la libertad plena y absoluta, se acoja a Él, y así como hemos dicho en líneas anteriores, Dios antes que lo conozcamos, Él se anticipa; por eso algunas herejías que ha habido en los primeros siglos de la vida cristiana, no es el hombre que sale al encuentro de Dios, sino que es Dios que sale al encuentro, de manera misericordiosa, amorosa y fiel a sus promesas; para que el hombre desbordado de esta ternura de Dios, pueda acogerse a Él; pero también debemos decir que en esta acogida a la acción de Dios, como María lo expresa en su aceptación, es importante lo que María dice: “…hágase en mí según tu palabra…”; y esto es importante; quizás las expresiones no serán muy correctas, pero es para dejarnos comprender; y así podemos decir que no hay cristiano a su manera; solo hay una única manera de ser cristiano y es aquella que San Pablo dice y se ha hecho muy difundida dentro de la vida cristiana: “…ya no soy yo, es Cristo que habita en mí…”; o como dice Jesús, en el Evangelio de San Juan: “…en qué os conocerán que sois mis discípulos, si os amáis como yo os he amado…”. Pbro. Oscar Balcázar Balcázar, reza por mí que soy polvo.