Você está na página 1de 3

LA RANITA SORDA

Un grupo de ranas viajaba por el bosque, cuando de repente dos de ellas cayeron en un pozo profundo. Las demás se reunieron
alrededor del agujero y, cuando vieron lo hondo que era, le dijeron a las caídas que, para efectos prácticos, debían darse por
muertas. Sin embargo, ellas seguían tratando de salir del hoyo con todas sus fuerzas. Las otras les decían que esos esfuerzos
serían inútiles. Finalmente, una de las ranas atendió a lo que las demás decían, se dio por vencida y murió. La otra continuó
saltando con tanto esfuerzo como le era posible. La multitud le gritaba que era inútil pero la rana seguía saltando, cada vez con más
fuerza, hasta que finalmente salió del hoyo.

Las otras le preguntaron: “¿No escuchabas lo que te decíamos?” La ranita les explicó que era sorda, y creía que las demás la
estaban animando desde el borde a esforzarse más y más para salir del hueco.

LA RANITA SORDA

Un grupo de ranas viajaba por el bosque, cuando de repente dos de ellas cayeron en un pozo profundo. Las demás se reunieron
alrededor del agujero y, cuando vieron lo hondo que era, le dijeron a las caídas que, para efectos prácticos, debían darse por
muertas. Sin embargo, ellas seguían tratando de salir del hoyo con todas sus fuerzas. Las otras les decían que esos esfuerzos
serían inútiles. Finalmente, una de las ranas atendió a lo que las demás decían, se dio por vencida y murió. La otra continuó
saltando con tanto esfuerzo como le era posible. La multitud le gritaba que era inútil pero la rana seguía saltando, cada vez con más
fuerza, hasta que finalmente salió del hoyo.

Las otras le preguntaron: “¿No escuchabas lo que te decíamos?” La ranita les explicó que era sorda, y creía que las demás la
estaban animando desde el borde a esforzarse más y más para salir del hueco.

LA RANITA SORDA

Un grupo de ranas viajaba por el bosque, cuando de repente dos de ellas cayeron en un pozo profundo. Las demás se reunieron
alrededor del agujero y, cuando vieron lo hondo que era, le dijeron a las caídas que, para efectos prácticos, debían darse por
muertas. Sin embargo, ellas seguían tratando de salir del hoyo con todas sus fuerzas. Las otras les decían que esos esfuerzos
serían inútiles. Finalmente, una de las ranas atendió a lo que las demás decían, se dio por vencida y murió. La otra continuó
saltando con tanto esfuerzo como le era posible. La multitud le gritaba que era inútil pero la rana seguía saltando, cada vez con más
fuerza, hasta que finalmente salió del hoyo.

Las otras le preguntaron: “¿No escuchabas lo que te decíamos?” La ranita les explicó que era sorda, y creía que las demás la
estaban animando desde el borde a esforzarse más y más para salir del hueco.

LA RANITA SORDA

Un grupo de ranas viajaba por el bosque, cuando de repente dos de ellas cayeron en un pozo profundo. Las demás se reunieron
alrededor del agujero y, cuando vieron lo hondo que era, le dijeron a las caídas que, para efectos prácticos, debían darse por
muertas. Sin embargo, ellas seguían tratando de salir del hoyo con todas sus fuerzas. Las otras les decían que esos esfuerzos
serían inútiles. Finalmente, una de las ranas atendió a lo que las demás decían, se dio por vencida y murió. La otra continuó
saltando con tanto esfuerzo como le era posible. La multitud le gritaba que era inútil pero la rana seguía saltando, cada vez con más
fuerza, hasta que finalmente salió del hoyo.

Las otras le preguntaron: “¿No escuchabas lo que te decíamos?” La ranita les explicó que era sorda, y creía que las demás la
estaban animando desde el borde a esforzarse más y más para salir del hueco.

LA RANITA SORDA

Un grupo de ranas viajaba por el bosque, cuando de repente dos de ellas cayeron en un pozo profundo. Las demás se reunieron
alrededor del agujero y, cuando vieron lo hondo que era, le dijeron a las caídas que, para efectos prácticos, debían darse por
muertas. Sin embargo, ellas seguían tratando de salir del hoyo con todas sus fuerzas. Las otras les decían que esos esfuerzos
serían inútiles. Finalmente, una de las ranas atendió a lo que las demás decían, se dio por vencida y murió. La otra continuó
saltando con tanto esfuerzo como le era posible. La multitud le gritaba que era inútil pero la rana seguía saltando, cada vez con más
fuerza, hasta que finalmente salió del hoyo.

Las otras le preguntaron: “¿No escuchabas lo que te decíamos?” La ranita les explicó que era sorda, y creía que las demás la
estaban animando desde el borde a esforzarse más y más para salir del hueco
“EL AZULEJO AZUL-CELESTE DE LA COCINA”

Era azul-celeste y estaba en una cocina de azulejos turquesas. Claro, se destacaba entre todos. Era distinto.

Cualquiera que entraba en la cocina, lo primero que miraba era ese azulejo azul-celeste, diferente de la docena de azulejos que estaban hombro
a hombro, en las paredes. Todos eran de color turquesa. E era azul-celeste. Desde que lo colocaron en esa pared vio que era instinto de los otros.
Ni más lindo ni más feo. Distinto. Cuando se dio cuenta de que todos lo miraban supo que tenía dos caminos: o ser tímido y avergonzarse de ser
diferente o sentirse orgulloso por ser único en el muro de la cocina. Algunos días deseaba que lo sacaran de allí y lo llevaran a una pared con
todos los azulejos azul-celestes. Allí nadie lo notaria y sería igual a los demás. Otros días estaba contento de ser uno más del grupo y si el único
de ese color. Y en eso vivía: entre tímido y orgulloso. Entre orgulloso y tímido. No es fácil la vida de un azulejo azul-celeste en una cocina
turquesa.

“EL AZULEJO AZUL-CELESTE DE LA COCINA”

Era azul-celeste y estaba en una cocina de azulejos turquesas. Claro, se destacaba entre todos. Era distinto.

Cualquiera que entraba en la cocina, lo primero que miraba era ese azulejo azul-celeste, diferente de la docena de azulejos que estaban hombro
a hombro, en las paredes. Todos eran de color turquesa. E era azul-celeste. Desde que lo colocaron en esa pared vio que era instinto de los otros.
Ni más lindo ni más feo. Distinto. Cuando se dio cuenta de que todos lo miraban supo que tenía dos caminos: o ser tímido y avergonzarse de ser
diferente o sentirse orgulloso por ser único en el muro de la cocina. Algunos días deseaba que lo sacaran de allí y lo llevaran a una pared con
todos los azulejos azul-celestes. Allí nadie lo notaria y sería igual a los demás. Otros días estaba contento de ser uno más del grupo y si el único
de ese color. Y en eso vivía: entre tímido y orgulloso. Entre orgulloso y tímido. No es fácil la vida de un azulejo azul-celeste en una cocina
turquesa.

“EL AZULEJO AZUL-CELESTE DE LA COCINA”

Era azul-celeste y estaba en una cocina de azulejos turquesas. Claro, se destacaba entre todos. Era distinto.

Cualquiera que entraba en la cocina, lo primero que miraba era ese azulejo azul-celeste, diferente de la docena de azulejos que estaban hombro
a hombro, en las paredes. Todos eran de color turquesa. E era azul-celeste. Desde que lo colocaron en esa pared vio que era instinto de los otros.
Ni más lindo ni más feo. Distinto. Cuando se dio cuenta de que todos lo miraban supo que tenía dos caminos: o ser tímido y avergonzarse de ser
diferente o sentirse orgulloso por ser único en el muro de la cocina. Algunos días deseaba que lo sacaran de allí y lo llevaran a una pared con
todos los azulejos azul-celestes. Allí nadie lo notaria y sería igual a los demás. Otros días estaba contento de ser uno más del grupo y si el único
de ese color. Y en eso vivía: entre tímido y orgulloso. Entre orgulloso y tímido. No es fácil la vida de un azulejo azul-celeste en una cocina
turquesa.

“EL AZULEJO AZUL-CELESTE DE LA COCINA”

Era azul-celeste y estaba en una cocina de azulejos turquesas. Claro, se destacaba entre todos. Era distinto.

Cualquiera que entraba en la cocina, lo primero que miraba era ese azulejo azul-celeste, diferente de la docena de azulejos que estaban hombro
a hombro, en las paredes. Todos eran de color turquesa. E era azul-celeste. Desde que lo colocaron en esa pared vio que era instinto de los otros.
Ni más lindo ni más feo. Distinto. Cuando se dio cuenta de que todos lo miraban supo que tenía dos caminos: o ser tímido y avergonzarse de ser
diferente o sentirse orgulloso por ser único en el muro de la cocina. Algunos días deseaba que lo sacaran de allí y lo llevaran a una pared con
todos los azulejos azul-celestes. Allí nadie lo notaria y sería igual a los demás. Otros días estaba contento de ser uno más del grupo y si el único
de ese color. Y en eso vivía: entre tímido y orgulloso. Entre orgulloso y tímido. No es fácil la vida de un azulejo azul-celeste en una cocina
turquesa.

“EL AZULEJO AZUL-CELESTE DE LA COCINA”

Era azul-celeste y estaba en una cocina de azulejos turquesas. Claro, se destacaba entre todos. Era distinto.

Cualquiera que entraba en la cocina, lo primero que miraba era ese azulejo azul-celeste, diferente de la docena de azulejos que estaban hombro
a hombro, en las paredes. Todos eran de color turquesa. E era azul-celeste. Desde que lo colocaron en esa pared vio que era instinto de los otros.
Ni más lindo ni más feo. Distinto. Cuando se dio cuenta de que todos lo miraban supo que tenía dos caminos: o ser tímido y avergonzarse de ser
diferente o sentirse orgulloso por ser único en el muro de la cocina. Algunos días deseaba que lo sacaran de allí y lo llevaran a una pared con
todos los azulejos azul-celestes. Allí nadie lo notaria y sería igual a los demás. Otros días estaba contento de ser uno más del grupo y si el único
de ese color. Y en eso vivía: entre tímido y orgulloso. Entre orgulloso y tímido. No es fácil la vida de un azulejo azul-celeste en una cocina
turquesa.
ASAMBLEA EN LA CARPINTERIA
Cuentan que una vez en la carpintería hubo una extraña asamblea: fue una reunión de herramientas para arreglar sus diferencias. El martillo
ejerció la presidencia, pero la asamblea le notificó que tenía que renunciar. ¿La causa? ¡Hacía demasiado ruido! Y, además, se pasaba el tiempo
golpeando.
El martillo aceptó su culpa, pero pidió que también fuera expulsado el tornillo; dijo que había que darle muchas vueltas para que sirviera de algo.
Ante el ataque, el tornillo aceptó también, pero a su vez pidió la expulsión de la lija. Hizo ver que era muy áspera en su trato y siempre tenía
fricciones con los demás.
Y la lija estuvo de acuerdo, a condición de que fuera expulsado el metro que siempre se la pasaba midiendo a los demás según su medida, como
si fuera el único perfecto.
En eso, entró el carpintero, se puso el delantal e inició su trabajo. Utilizó el martillo, la lija, el metro y el tornillo. Finalmente, la tosca madera
inicial se convirtió en un fino mueble.
Cuando la carpintería quedó nuevamente sola, la asamblea reanudó la deliberación. Fue entonces cuando tomó la palabra el serrucho, y dijo:
—¡Señores, ha quedado demostrado que tenemos defectos, pero el carpintero trabaja con nuestras cualidades! ¡Eso es lo que nos hace valiosos!
¡Así que no pensemos ya en nuestros puntos malos y concentrémonos en la utilidad de nuestros puntos buenos!
La asamblea encontró entonces que el martillo era fuerte, el tornillo unía y daba fuerza, la lija era especial para afinar y limar asperezas y
observaron que el metro era preciso y exacto. Se sintieron entonces un equipo capaz de producir muebles de calidad. Se sintieron orgullosos de
sus fortalezas y de trabajar juntos
ASAMBLEA EN LA CARPINTERIA
Cuentan que una vez en la carpintería hubo una extraña asamblea: fue una reunión de herramientas para arreglar sus diferencias. El martillo
ejerció la presidencia, pero la asamblea le notificó que tenía que renunciar. ¿La causa? ¡Hacía demasiado ruido! Y, además, se pasaba el tiempo
golpeando.
El martillo aceptó su culpa, pero pidió que también fuera expulsado el tornillo; dijo que había que darle muchas vueltas para que sirviera de algo.
Ante el ataque, el tornillo aceptó también, pero a su vez pidió la expulsión de la lija. Hizo ver que era muy áspera en su trato y siempre tenía
fricciones con los demás.
Y la lija estuvo de acuerdo, a condición de que fuera expulsado el metro que siempre se la pasaba midiendo a los demás según su medida, como
si fuera el único perfecto.
En eso, entró el carpintero, se puso el delantal e inició su trabajo. Utilizó el martillo, la lija, el metro y el tornillo. Finalmente, la tosca madera
inicial se convirtió en un fino mueble.
Cuando la carpintería quedó nuevamente sola, la asamblea reanudó la deliberación. Fue entonces cuando tomó la palabra el serrucho, y dijo:
—¡Señores, ha quedado demostrado que tenemos defectos, pero el carpintero trabaja con nuestras cualidades! ¡Eso es lo que nos hace valiosos!
¡Así que no pensemos ya en nuestros puntos malos y concentrémonos en la utilidad de nuestros puntos buenos!
La asamblea encontró entonces que el martillo era fuerte, el tornillo unía y daba fuerza, la lija era especial para afinar y limar asperezas y
observaron que el metro era preciso y exacto. Se sintieron entonces un equipo capaz de producir muebles de calidad. Se sintieron orgullosos de
sus fortalezas y de trabajar juntos
ASAMBLEA EN LA CARPINTERIA
Cuentan que una vez en la carpintería hubo una extraña asamblea: fue una reunión de herramientas para arreglar sus diferencias. El martillo
ejerció la presidencia, pero la asamblea le notificó que tenía que renunciar. ¿La causa? ¡Hacía demasiado ruido! Y, además, se pasaba el tiempo
golpeando.
El martillo aceptó su culpa, pero pidió que también fuera expulsado el tornillo; dijo que había que darle muchas vueltas para que sirviera de algo.
Ante el ataque, el tornillo aceptó también, pero a su vez pidió la expulsión de la lija. Hizo ver que era muy áspera en su trato y siempre tenía
fricciones con los demás.
Y la lija estuvo de acuerdo, a condición de que fuera expulsado el metro que siempre se la pasaba midiendo a los demás según su medida, como
si fuera el único perfecto.
En eso, entró el carpintero, se puso el delantal e inició su trabajo. Utilizó el martillo, la lija, el metro y el tornillo. Finalmente, la tosca madera
inicial se convirtió en un fino mueble.
Cuando la carpintería quedó nuevamente sola, la asamblea reanudó la deliberación. Fue entonces cuando tomó la palabra el serrucho, y dijo:
—¡Señores, ha quedado demostrado que tenemos defectos, pero el carpintero trabaja con nuestras cualidades! ¡Eso es lo que nos hace valiosos!
¡Así que no pensemos ya en nuestros puntos malos y concentrémonos en la utilidad de nuestros puntos buenos!
La asamblea encontró entonces que el martillo era fuerte, el tornillo unía y daba fuerza, la lija era especial para afinar y limar asperezas y
observaron que el metro era preciso y exacto. Se sintieron entonces un equipo capaz de producir muebles de calidad. Se sintieron orgullosos de
sus fortalezas y de trabajar juntos
ASAMBLEA EN LA CARPINTERIA
Cuentan que una vez en la carpintería hubo una extraña asamblea: fue una reunión de herramientas para arreglar sus diferencias. El martillo
ejerció la presidencia, pero la asamblea le notificó que tenía que renunciar. ¿La causa? ¡Hacía demasiado ruido! Y, además, se pasaba el tiempo
golpeando.
El martillo aceptó su culpa, pero pidió que también fuera expulsado el tornillo; dijo que había que darle muchas vueltas para que sirviera de algo.
Ante el ataque, el tornillo aceptó también, pero a su vez pidió la expulsión de la lija. Hizo ver que era muy áspera en su trato y siempre tenía
fricciones con los demás.
Y la lija estuvo de acuerdo, a condición de que fuera expulsado el metro que siempre se la pasaba midiendo a los demás según su medida, como
si fuera el único perfecto.
En eso, entró el carpintero, se puso el delantal e inició su trabajo. Utilizó el martillo, la lija, el metro y el tornillo. Finalmente, la tosca madera
inicial se convirtió en un fino mueble.
Cuando la carpintería quedó nuevamente sola, la asamblea reanudó la deliberación. Fue entonces cuando tomó la palabra el serrucho, y dijo:
—¡Señores, ha quedado demostrado que tenemos defectos, pero el carpintero trabaja con nuestras cualidades! ¡Eso es lo que nos hace valiosos!
¡Así que no pensemos ya en nuestros puntos malos y concentrémonos en la utilidad de nuestros puntos buenos!
La asamblea encontró entonces que el martillo era fuerte, el tornillo unía y daba fuerza, la lija era especial para afinar y limar asperezas y
observaron que el metro era preciso y exacto. Se sintieron entonces un equipo capaz de producir muebles de calidad. Se sintieron orgullosos de
sus fortalezas y de trabajar juntos

Você também pode gostar